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FUNDACIÓN COACHING --- INSTITUTO ARGENTINO DE COACHING

MODULO III (Segunda parte)

Formación en Coaching Ontológico www.fundacioncoaching.com Módulo III – 1


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Acción Humana y Lenguaje:


Nuestra concepción tradicional sobre la acción humana descansa sobre supuestos
que han servido de base al pensamiento moderno occidental. El primero sostiene que
todo sujeto se encuentra expuesto a la presencia del mundo de Objetivos que lo
rodea.
El segundo postula que el ser humano es un ser eminentemente racional en su actuar
en el mundo.
El primero de estos supuestos, se sostiene en que al examinar la existencia humana,
debemos reconocer dos sustancias irreducibles: el pensamiento o la razón y la
sustancia física que constituye los objetivos, dentro del cual está nuestro cuerpo y la
totalidad de los objetos naturales. De esta manera, la existencia humana estaría dada
en el origen por un sujeto dado, rodeado por un mundo de objetos, también dados.
Ellos están allí en el mundo, capaces de ser percibidos directamente por los sentidos
en la medida que no estén ocultos. No quiere decir que la percepción que el sujeto
hace de los objetos no tenga problemas, por el contrario, nuestra concepción
tradicional hace de la relación sujeto-objeto su principal obsesión. De allí que, para la
filosofía moderna, el gran desafío haya sido determinar la posibilidad de que el sujeto
pueda alcanzar una fiel representación de los objetivos y, en la medida que tal
posibilidad se acepte, determinar cuáles son las condiciones que la garantizan. Por lo
tanto el gran tema de la filosofía moderna ha sido el conocimiento.
El segundo de los supuestos de nuestra concepción tradicional ha sido el sustentar
que aquello que nos define como seres humanos es el pensamiento, la razón, la
conciencia. El ser humano es, entonces, un ser pensante, un ser racional. De esta
manera supone que la razón, pensamiento o conciencia, antecede a la acción. Los
seres humanos actuamos en conciencia guiados por la razón. Se deduce por lo tanto
que toda acción humana es acción racional, no habiendo ninguna acción que tenga su
razón.
El concepto de razón adquiere tanto poder dentro de los parámetros de este supuesto
que, hasta cuando la experiencia pareciera demostrarnos que este supuesto es
discutible al observar acciones no concientes, no racionales, donde no hubo
deliberación previa, este supuesto no es puesto en duda y se buscan las razones
inconscientes que nos llevan a actuar de la manera como lo hacemos.

Razón y Lenguaje:

Hemos postulado que somos seres lingüísticos, que vivimos en el lenguaje. También
hemos sostenido que el lenguaje humano se caracteriza por su recursividad, por la
capacidad de volverse sobre si mismo. Esta recursividad nos transforma en seres
reflexivos, capaces de cuestionarse, de buscar explicaciones. Y como seres con
capacidad de reflexión, también nos cuestionamos como reflexionamos, buscando
formas más efectivas de hacerlo. A esto último lo hemos llamado pensamiento
racional.
Algunas de las preguntas por la “existencia” permiten ser contestadas desde este
pensamiento racional, otras aparentemente no, y respondemos a ellas desde la Fe, la
experiencia contemplativa incluso desde el silencio, pero siempre desde el lenguaje.
Desde la ontología del lenguaje, la razón es un tipo de experiencia humana que deriva
del lenguaje, siendo éste primario. Dentro de esta perspectiva, la razón es un caso
particular dentro del dominio general del lenguaje. La razón es uno de los juegos del
lenguaje.

Para el enfoque racionalista esto no es así. No se pone atención al lenguaje,


adquiriendo la razón un significado distinto. Ésta ya no es una competencia particular
de los seres humanos en cuantos seres lingüísticos, sino de una distinción, no
solamente con autonomía del lenguaje sino también de los seres humanos. La razón,

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de esta manera, se transforma en un principio autónomo que no sólo define cómo


somos los seres humanos, sino que rige y gobierna la realidad.
Desde nuestra perspectiva, no tiene sentido decir que le mundo es racional. Lo
racional sólo pertenece al dominio de nuestras explicaciones. Los fenómenos
naturales no tienen razones. ¿Cómo podría tenerlas si no “viven” en el lenguaje? La
razón de un fenómeno no pertenece al fenómeno, sino a los seres humanos que
buscan una explicación. De esta manera, la razón guarda relación con el observador y
no con lo observado.
También cuestionamos la razón como principio oculto detrás de los fenómenos
naturales, no tiene sentido hablar de “razones inconscientes”, pues ello nuevamente
coloca a la razón detrás del fenómeno. No hay razones detrás de los fenómenos. Sólo
existe la capacidad de los seres humanos de entregar explicaciones para conferir
sentido al acontecer fenoménico al que están expuestos.

La distinción de transparencia:

Heidegger postula que lo que llamaremos transparencia, la actividad no-reflexiva, no


pensante, no deliberativa, la acción con un mínimo de conciencia, constituye la base
de la acción humana.
Cuando, por ejemplo, caminamos, subimos una escalera, martillamos un clavo,
escribimos en la computadora, hablamos por teléfono, cocinamos, etc., lo hacemos en
transparencia. Ello implica que no tenemos la atención puesta en cada paso que
damos o en cada movimiento que hacemos, como tampoco proyectamos por
anticipado el movimiento que haremos a continuación. Actuamos sin tener clara
conciencia de lo que estamos haciendo. Nuestra atención está puesta en otro lado.
¿Implica esto que no lo estamos viendo? Obviamente que no. Nos desplazamos en
sintonía con el mundo, sin detenernos a pensar en él. Fluimos en él.
Cuando nos encontramos en este estado, en la transparenta del fluir de la vida, no
sólo no estamos pensando en lo que hacemos, tampoco estamos en el mundo que se
rige por la relación sujeto-objeto.

La distinción de quiebre:

Creemos que solamente emerge la conciencia de lo que estamos ejecutando, cuando


este fluir en la transparencia, por alguna razón, se ve interrumpido: cuando se produce
lo que llamamos un quiebre. Es decir que un quiebre es una interrupción en el fluir
transparente de la vida. Si al subir la escalera, uno de los escalones hace un crujido
extraño o cede, tal escalón se nos aparece como objeto. Aquello que antes nos era
transparente emerge ahora en nuestro campo de atención, tomamos conciencia de
ello y concita nuestro pensamiento. Sólo entonces nuestra acción se rige por los
patrones de acción racional. A partir del quiebre de la transparencia, constituimos la
relación sujeto-objeto y comenzamos a pensar en cómo reestablecer la transparencia
perdida.

Condiciones de generación de un quiebre:

¿Qué es lo que hace que se produzca el quiebre? ¿Cómo se produce?


Todo quiebre involucra un juicio de que aquello que acontece, sea ello que sea, no
cumple con lo que esperábamos que aconteciera. Un quiebre, por lo tanto, es un juicio

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de que lo acontecido altera el curso esperado de los acontecimientos. Si no


tuviéramos juicios no tendríamos quiebres.
Todo quiebre modifica el espacio de lo posible y transforma nuestro juicio sobre lo que
nos cabe esperar.
En algunas ocasiones los quiebres restringirán lo que es posible, si pinchamos un
neumático, perderé la oportunidad de estar temprano en el lugar al que me dirigía.
Como podemos apreciar, además de hacer un juicio de que lo acontecido es un
quiebre, haremos un juicio negativo sobre el propio quiebre. Lo vivimos como un
quiebre negativo.
Sin embargo, la transparencia también se puede quebrar cuando sucede algo que
supera nuestras posibilidades. Si me llegara la noticia que de que mi propuesta fue
seleccionada como la mejor de todas las presentadas, ello interrumpirá la
transparencia en la que me encontraba y constituirá un quiebre. Pero este construirá
un quiebre diferente al anterior. Ello nos permite hablar de un quiebre positivo.

Los quiebres habitan en el observador:

Es común asimilar la definición de quiebre a la de problema. Una ventaja en la


distinción entre quiebre y problema es que el quiebre nos permite reconocer que ellos
pueden ser tanto negativo como positivos. El problema suele asumir una carga
negativa.
Todo problema es siempre función de la interpretación que lo sustenta y desde la cual
se le califica como problema. Esta interpretación no debe darse siempre por sentada.
De esta manera, aquello que originalmente se definía como problema, al modificar la
interpretación, puede ahora aparecer como una oportunidad. Con ello se abre la
posibilidad de observar del observador que emite un juicio sobre el juicio que genera el
quiebre como quiebre.
Podemos preguntarnos, por ejemplo, ¿Por qué éste, esto es un problema para mí? O
¿de qué forma sería posible transformar este problema en oportunidad?
Pero también podemos hacer algo más. Dado que el observador es el que constituye
una situación en quiebre y, por lo tanto, quien lo genera, no es necesario esperar que
nos “ocurran” quiebres. Dado que los quiebres son juicios y los juicios declaraciones,
podemos hacer una declaración de quiebre sin esperar que nos sucedan.
Cada vez que declaramos ¡basta! Estamos de hecho declarando un quiebre.

Dos fuentes de la declaración de los quiebres:

Podemos identificar dos formas de ocurrencia de los quiebres. La primera, la más


habitual, se refiere a situaciones en donde el quiebre aparece como tal, emergiendo de
un juicio que nosotros hacemos. Se trata de situaciones dentro de las que, en nuestra
comunidad, existe el consenso sobre lo que cabe esperar. Por lo tanto cuando estos
acontecimientos ocurren, parecieran no necesitar que hagamos juicio alguno.
El juicio antecedía al acontecimiento.

La segunda forma de concurrencia es aquella en que el quiebre no surge como


expresión espontánea de un determinado discurso histórico que afecta a los miembros
de una comunidad, sino, porque un individuo decide declararlo. Dentro de los
condicionamientos a los que estamos sometidos, el individuo tiene la capacidad y
autonomía de declarar distintos grados de satisfacción o de insatisfacción. Aquello que
puede ser aceptado para uno puede ser rechazado por otro, y las vidas de uno y otro

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serán diferentes de acuerdo a cómo hagan uso de la capacidad que cada uno tiene de
declarar quiebres.
Cuando nos decidimos a aprender algo nuevo, estamos declarando un quiebre, las
cosas pasan como pasan, y nosotros juzgamos que nos iría mejor si tuviéramos
alguna competencia que no tenemos, por lo tanto nos disponemos a aprender.
Por lo tanto, lo dicho resulta que nosotros nos constituimos en sujetos en el mundo de
objetos solamente cuando hay un quiebre en el fluir transparente de la vida. Bajo la
condición de transparencia, el mundo no se nos revela como un mundo de objetos por
el solo hecho de estar allí, frente a nuestros ojos.

Responsabilidad incondicional:

El contenido de tu carácter es tu elección. Día a día, lo que eliges, lo que piensas


y lo que haces es en quién te conviertes. Tu integridad es tu destino…es la luz
que guía tu camino.
Heráclito.

¿Por qué las personas tienden a actuar como víctimas y no como protagonistas?, si
hacerse responsables es tan efectivo y desligarse del problema es tan inefectivo.
Porque creemos que la seguridad y la felicidad se consiguen mediante la aprobación
del otro; porque creemos que el bienestar y el éxito se derivan de la inocencia y el
complacer a los demás.
Nos han enseñado desde pequeños a igualar responsabilidad con culpabilidad.
Crecimos creyendo que ser responsables equivale a “ser culpables o causantes” de
algo. Y ser culpables es algo malo. Defendemos nuestra inocencia despegándonos del
problema. Pero si uno no es parte del problema, tampoco será parte de la solución.
Aún cuando no seamos los agentes causales en forma directa del problema, podemos
ser parte del sistema que genera el resultado insatisfactorio. Siempre que uno sufre,
“tiene algo que ver” con el asunto.

Estímulo - reacción:

La irresponsabilidad generalizada y la sensación de ser víctima son consecuencia de


creencias y supuestos inconscientes. Casi todos creemos y actuamos de acuerdo con
la teoría tradicional del comportamiento humano: la psicología del estímulo y reacción,
la que niega el libre albedrío y la responsabilidad al afirmar que las personas y sus
conductas son moldeadas exclusivamente por factores externos.
Por ejemplo, si se le pregunta a la gente por qué atiende el teléfono, la mayoría
contestataria porque suena, es decir, condicionan su comportamiento a un factor
externo. En esta teoría no hay lugar para la elección consciente. Pero todos alguna
vez hemos tenido la experiencia de no atender un teléfono que está sonando, por lo
tanto hay algo más en la explicación del hecho. El caso es que si el teléfono, por
ejemplo, suena en medio de una reunión y yo le digo a mi interlocutor, “disculpe, pero
tengo que tomar llamada” le estaría mintiendo.

No tengo que tomar la llamada, más bien, elijo tomarla (con la posible suspensión de
conversación que estoy manteniendo). Como vemos, es mucho más fácil echarle la
culpa al teléfono que asumir la responsabilidad por la interrupción. Es como decirle a
mi interlocutor, “si esto le molesta, no se moleste conmigo, moléstese con el teléfono,
yo no tengo nada que ver”.
Es decir, los comportamientos humanos se originan en la conciencia del ser humano,
sus modelos mentales, y lo que ocurre afuera de esa conciencia no induce a la
acción, simplemente la influye.

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Uno elige hacer lo que hace como respuesta a la situación que percibe, elige actuar de
la manera que lo hace porque le parece que es la mejor posible para perseguir sus
intereses de acuerdo con sus valores. Los hechos externos no son estímulos, sino
información.
Esta conciencia y capacidad de elección es la esencia de la responsabilidad, la
dignidad, la libertad y la humanidad incondicional. Entre el estímulo y la reacción, hay
un espacio. En este espacio yace nuestra libertad y el poder de elegir nuestras
respuestas.
En nuestras respuestas yacen nuestro crecimiento y nuestra felicidad.
El ser humano existe como ente consciente. Su conciencia le da capacidad para darse
cuenta de su situación externa (hechos, datos, recursos, etc.) e interna (sensaciones,
impulsos, emociones, pensamientos, etc.).
En el proceso de darse cuenta, uno considera su situación con respecto a sus
objetivos y valores, a partir de esa evaluación elige una respuesta y se comporta de
acuerdo con su elección. Podemos decir que el comportamiento es incondicionado,
cuando depende parcialmente de factores ajenos a la voluntad de la persona.
La comparación entre objetivos y resultados funda el juicio sobre la efectividad de la
persona (a mayor semejanza, mayor efectividad).
La comparación entre valores y comportamiento funda el juicio sobre la integridad de
la persona (a mayor semejanza, mayor integridad).
Cuando el resultado se ajusta a los objetivos, decimos que la persona tiene éxito, el
cual genera satisfacción y alegría, llamaremos a éstos “condicionales”.
Cuando el comportamiento se ajusta a los valores, decimos que la persona alcanza un
éxito trascendente. Este éxito genera una paz interior y una felicidad que llamaremos
“incondicionales”.

Responsabilidad vs. Reactividad:

Esta descripción se basa en un supuesto fundamental: uno está operando


conscientemente. Las reacciones y pensamientos automáticos son pre-conscientes;
por eso resulta imposible impedir que aparezcan y difícil contenerlos una vez que
aparecieron. El comportamiento reactivo nunca resulta satisfactorio en el largo plazo.
Por eso, antes de obrar, vale la pena hacer pausa y considerar la situación en forma
responsable. Una manera de lograrlo es tomar una respiración profunda para
reconectar la conciencia.
En la inspiración presto atención al aire que entra por mi nariz y llena mis pulmones,
Esta inspiración me conecta en el aquí y el ahora, me ayuda a hacerme presente con
toda mi conciencia.
En la expiración presto atención a mis objetivos y valores, recuerdo mis intereses y
principios de vida, reafirmo el compromiso de manifestar, en todo momento y ante todo
desafío, lo mejor de mí. Esta expiración me proyecta al futuro, afianzándome en mi
conciencia.

De víctima a protagonista:

Si observamos la distinción entre víctima y protagonista, advertimos que, además de


una mayor probabilidad de éxito, el protagonista tiene la posibilidad inalienable de
conseguir la paz interior.
Es muy común observar que cuando una persona se “lamenta de su mala suerte”
tendemos a tratar de ayudarla compadeciéndonos de ella con el afán de brindarle
apoyo moral. En realidad al compadecernos de ella, obtenemos el efecto contrario, ya
que alentamos la inconciencia y la impotencia. Como un salvavidas de plomo, hunden
en la historia de la víctima a la persona que lo recibe. La conmiseración es una forma

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vacía de amistad. Alimentar la sensación de indefensión, resignación e indignación


moralista de la víctima es una manera facilista de “hacerse amigo”. El verdadero
Amor desafía a la víctima y la alienta a tomar el papel de protagonista.
Supongamos, ahora, un ejercicio de reflexión para apreciar las posibilidades de la
víctima y del protagonista. En éste se les solicita a los participantes que piensen en
una situación insatisfactoria, actual o antigua, y que contesten una serie de preguntas
desempeñando el papel de víctima, mientras que los demás participantes, “ayudan” a
la víctima compadeciéndose con exclamaciones tales como:
¡Que barbaridad! ¡Que injusticia! ¡No puede ser que te traten así! ¡Pobre de ti, son
unos perversos!

Las preguntas propuestas serían:

1. ¿Qué te pasó?
2. ¿Quién te lastimó?
3. ¿Qué te ha hecho esa persona o grupo?
4. ¿Cómo te sientes acerca de eso?
5. ¿Qué debería haber hecho esa persona?
6. ¿Qué debería hacer ahora para reparar el daño?
7. ¿Cómo te afectará que esa persona persista en su conducta?
8. ¿Cómo te sientes en el lugar de víctima?

Luego, se les solicita a los mismos participantes, que contesten otra serie de
preguntas, pero ahora ubicados en el papel de protagonistas de la misma historia
planteada.

Las preguntas propuestas serían:

1. ¿A qué desafío te enfrentaste?


2. ¿Qué respuesta elegiste frente a las circunstancias?
3. ¿Qué objetivo perseguías?
4. ¿Qué valores y principios quisieras que rijan tus acciones?
5. ¿Cuáles fueron las consecuencias (negativas) de tu comportamiento?
6. ¿Se te ocurre alguna alternativa de acción que hubiera sido más efectiva para
alcanzar tus objetivos?
7. ¿Se te ocurre alguna alternativa de acción que hubiera sido más coherente con
tus valores?
8. ¿Hay algo que puedas hacer ahora para minimizar o reparar el daño de la
situación original?
9. ¿Hay algún aprendizaje que puedas extraer de la experiencia, que te ayude a
ser más efectivo e íntegro en el futuro?
10. ¿Cómo te sientes en el lugar de protagonista?

Mientras que las preguntas de la primera parte del ejercicio activan la historia de la
víctima, las de la segunda parte activan la del protagonista. Más allá del ejercicio,
estas preguntas son útiles en intercambios profesionales y personales. Tanto un jefe
puede ayudar a sus empleados a salir de la historia de la víctima, como una madre
puede ayudar a su hija. Así como un colega puede ayudar a otro a ser más conciente
de su protagonismo, un cónyuge puede ayudar al otro a dejar de auto-compadecerse y
tomar las riendas de su vida.

Tres niveles de responsabilidad:

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Podemos distinguir tres niveles de responsabilidad: reactivo, proactivo y creativo.


Estos tres niveles corresponden a la preocupación que uno demuestra por los
acontecimientos, los procesos y las infraestructuras.

Responsabilidad Reactiva Responsabilidad Proactiva Responsabilidad Creativa

Se orienta a corregir los Se orienta a los procesos. Se orienta a las


hechos consumados. Dado Proyectando posibles infraestructuras. Utiliza la
un cierto conjunto de consecuencias, uno intenta visión y el genio inventivo
circunstancias, uno intenta diseñar mecanismos para hacer que pasen cosas
hacerles frente en forma preventivos que minimicen la buenas. Intenta transformar
efectiva e íntegra. Es una probabilidad que ocurran positivamente el sistema
respuesta de emergencia. hechos desfavorables. global.

Libertad y conciencia:

La definición tradicional de libertad es la capacidad de hacer y tener lo que uno desea.


Llamaremos a esta libertad “relativa o condicional”, pues depende de factores que
la persona no puede controlar.
Otra definición de libertad sería, la capacidad para responder a situaciones haciendo
uso del libre albedrío. De acuerdo con ésta, nadie es más o menos libre.
La persona siempre es libre de elegir su respuesta, pero a veces elige ser inconsciente
de esta libertad y actuar como si no lo fuera. Ese es el caso de la víctima. En su
modelo mental, la víctima se ve condicionada por los acontecimientos externos. Lo
que no logra ver la víctima es que su perspectiva es la que condiciona, no los hechos
del mundo.

Un ejemplo: Marcela se siente víctima de su jefe porque éste la obliga a concurrir a


una reunión a la cual ella no desea asistir. Si la preguntamos a Marcela por qué fue a
la reunión, su respuesta sería “porque me mandó mi jefe”.
Aunque sea cierto que el jefe le pidió que fuera, esta forma de contar la historia genera
resentimiento y resignación.
Podríamos desafiar a Marcela, recordándole que fue su decisión la de asistir, podría
haber elegido no ir a la reunión, a pesar del pedido de su jefe.
_”No, no podría haber faltado. Mi trabajo habría peligrado”, puede contestar
Marcela.
_”Entonces sí hubieras podido faltar, pero elegiste ir porque las consecuencias
de negarte al pedido de su jefe te parecían más negativas que las de aceptarlo”
_”Bueno, es lo mismo, la diferencia es solo una cuestión semántica”.

Sin embargo, la diferencia no es pura semántica. Al aceptar su libre albedrío, Marcela


debe abandonar lo que los filósofos existencialistas llaman “la mala conciencia” (la
inconciencia de su libertad). Marcela podría negociar no ir a la reunión, o no aceptar el
pedido de su jefe. Esto podría traerle malas consecuencias, no podría mantener su
trabajo si no se entiende con sus superiores, pero incluso abandonar el empleo es una
opción posible, aunque no deseable.
La libertad no significa hacer lo que uno quiere; Libertad significa elegir, frente a una
situación dada, la respuesta más congruente con los propios valores e intereses.
La libertad social se funda en el respeto por el otro y el compromiso absoluto con el
valor de la no-agresión.
La miseria y el sufrimiento humano pueden atribuirse a la violación de la libertad y del
respeto por la autonomía del otro. Cuando uno sufre por problemas de relaciones
humanas, se halla siempre en medio de una de estas situaciones:

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1. uno intenta forzar al otro para que haga algo que uno quiere, pero que el otro
no quiere hacer
2. el otro intenta forzar a uno para que haga algo que el otro quiere, pero que uno
no quiere hacer
3. ambos quieren forzarse mutuamente a hacer algo que el otro no quiere
4. uno intenta forzarse a sí mismo a hacer algo que encuentra doloroso o
indeseable.

Motivación extrínseca o intrínseca:

A partir de la noción de libertad incondicional, podemos afirmar que nadie puede hacer
que otro haga lo que no quiere hacer. Sólo es posible presentar opciones y
consecuencias que alienten a la persona a elegir de cierta forma.
La motivación extrínseca opera en base a los premios y castigos del entorno.
La motivación intrínseca opera en base a los valores y compromisos personales del
individuo.
Aunque la primera parece más rápida, la única motivación que genera resultados de
alta calidad es la segunda.
No es posible manipular el entusiasmo y la creatividad de otro; sólo podemos
mostrarle formas diferentes de comportamiento y alentarlos a que las prueben. Lo
mejor que se puede hacer es brindar información acerca de la situación y de las
consecuencias de los distintos cursos de acción. Basada en tal información, la otra
persona decidirá qué hacer. Para lograr un desempeño superior, un manager y su
equipo deben co-diseñar situaciones en las cuales el esfuerzo para operar con altos
niveles de eficiencia y calidades sean la mejor alternativa para que las personas
alcancen sus objetivos individuales y organizacionales.
Nadie puede satisfacer las necesidades del otro. Lo que los managers pueden ofrecer
son oportunidades para que cada uno satisfaga sus necesidades, los integrantes del
equipo decidirán si éstas son de su interés o no lo son.
Para mantener un equilibrio de buena voluntad, Stephen Covey afirma que es
necesario manejar las relaciones en base a una “Cuenta corriente emocional”. Los
actos que generan valor para el otro son considerados “depósitos”. Los actos que
restan valor para el otro son considerados “extracciones”. Cuando la cuenta queda al
descubierto, la relación se hace extremadamente difícil. Para mejorar la interacción, es
necesario “recapitalizar” la relación con nuevos “fondos emocionales”.

Para comprender qué cosas aportan valor, debemos comprender las necesidades
básicas de las personas. Podemos señalar cinco necesidades básicas:

1-Supervivencia y sentido.
2-Amor y pertenencia.
3-Poder y control.
4-Libertad y autodeterminación.
5-Recreación y alegría.

Comportamientos:

El comportamiento es la forma como uno satisface sus necesidades. Se manifiesta en


seis dimensiones:

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Fisiológico Físico Emocional Cognitivo Volitivo Existencia

Proceso Nivel de Son los Nivel de los Deseos, Es el nivel de


metabólico actividad sentimientos, pensamientos, propósitos y valores,
que ocurre neuromuscu estados de creencias e aspiraciones: compromisos
dentro del lar del ánimo y ideas. Las los objetivos, , el
cuerpo, organismo. emociones. opiniones, deseos y significado, la
(oxigenación Los También lo teorías, sueños. Es el importancia y
, digestión, movimientos que llamamos interpretaciones nivel en el cual el sentido: la
etc.) A él nos del cuerpo, sentirnos , juicios. Es el uno quiere ética y la
referimos las palabras “bien o mal”. nivel en el cual encaminarse. estética
cuando que una Lo llamamos pensamos y A él nos personal. Es
hablamos de persona El corazón razonamos. referimos el nivel en el
Las tripas dice o las Nos referimos a como La cual uno
acciones él como La voluntad define quién
que mente es y por qué
emprende. (y para qué)
Nos es lo que es.
referimos a Este es el
él como El nivel al que
cuerpo nos referimos
como La
identidad

Control y Elección:

El comportamiento humano, por definición, es siempre voluntario. Algunos de sus


componentes como acciones, pensamientos, son controlables en forma directa
mientras otros sólo lo son en forma indirecta como emociones, deseos, sentimientos
morales. Por ejemplo, en el momento de tener hambre (situación), uno puede decidir
comer o no (acción), pero no puede elegir en forma directa si segrega jugos gástricos
o no.

Comprender que el ser humano tiene poder de elegir su conducta implica que él tiene
el poder de elegir sus sentimientos. Cuando uno “se siente mal”, le parece que este
sentimiento viene de afuera, que es una consecuencia de factores que están fuera de
su control. Pero esta posición que hemos llamado “víctima” lleva a la pérdida de poder.
El malestar es consecuencia de las elecciones que uno hace. Por eso los sentimientos
son sumamente importantes como elementos de diagnóstico en cuanto al
comportamiento humano. Esto es porque nuestros sentimientos no hablan de lo
efectivo o inefectivo que resulta nuestro comportamiento. Si nuestro comportamiento
es exitoso al atender nuestros intereses, nos sentiremos bien y creemos que hemos
elegido correctamente. Nadie puede decidir “sentirse bien” en forma directa, pero tiene
un alto grado de control indirecto sobre cómo se siente, qué quiere, qué valora y hasta
qué hacen sus glándulas. Si uno quiere “sentirse mejor” según Glasser, tiene tres
posibilidades únicas:

1. Cambiar lo que quiere.


2. Cambiar lo que uno hace.
3. Cambiar lo que uno quiere y lo que uno hace.

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Una persona alcohólica que bebe (acción) cree que es la mejor forma de tener cierto
control de su vida. La persona no elige en forma directa que le duela la cabeza
(fisiología) a la mañana siguiente, pero sí lo hace en forma indirecta. La elección de
tomar es también la elección de sentir dolor de cabeza a continuación. De esta manera
uno también elige su propio dolor (o Placer) al elegir las acciones o los pensamientos
que lo generan.
Si uno quiere “sentirse mejor” debe cambiar lo que quiere (no sentir dolor de cabeza)
o debe cambiar lo que hace (tomar alcohol).

Al hacernos cargo de elegir el dolor, podemos hacernos cargo de cambiar las


acciones que lo generan y decidir no elegirlo más.

SER PROACTIVO:

Principio de la visión personal:

No conozco ningún hecho más alentador que la incuestionable capacidad del hombre
para dignificar su vida por medio del esfuerzo consciente.

Henri David Thoreau.

Decimos que el ser humano posee “autoconciencia” ya que puede auto observarse
como si fuera otra persona, puede identificar qué es lo que está sintiendo, cómo es su
estado de ánimo. La autoconciencia es la aptitud para pensar en los propios procesos
de pensamiento. Es por ello que el ser humano posee el dominio de todas las cosas
del mundo y puede realizar progresos en él.
Podemos evaluar y aprender de las experiencias de los otros, tanto como de las
nuestras. Podemos crear y destruir nuestros hábitos.
No somos nuestros sentimientos, ni somos nuestros estados de ánimo. Ni siquiera
somos nuestros pensamientos. Podemos distanciarnos y examinar incluso el modo en
que nos “vemos”. Mientras no tengamos en cuenta cómo nos vemos a nosotros
mismos (y cómo vemos a los otros) no seremos capaces de comprender cómo ven los
otros y qué sienten acerca de sí mismos y del mundo.

EL ESPEJO SOCIAL:

Si la única visión que tenemos de nosotros mismos proviene del espejo social (de las
opiniones, percepciones y paradigmas de las personas que nos rodean), la concepción
que tengamos de nosotros mismos será deformada.
Estás imágenes, a menudo, son proyecciones de las preocupaciones y de las
debilidades de las personas en las que se originan, y no nos proporcionan un reflejo
correcto de lo que somos.
Podemos decir que hay tres mapas sociales que en forma independiente o en
combinación, pretenden explicar la naturaleza del hombre.
El determinismo genérico dice que la culpa es de los abuelos. Ésa es la razón de que
usted tenga mal humor. Sus abuelos eran irascibles y eso pasa de generación en
generación.
El determinismo psíquico dice que la culpa es de los padres. Su educación, sus
experiencias infantiles establecieron las tendencias de su carácter.

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El determinismo ambiental dice que la culpa es del patrón o el jefe (o de su esposa, su


hijo adolescente, su situación económica o de la política del país). Alguien o algo de su
ambiente son responsables de su situación.
Todos estos mapas se basan en la teoría de estímulo/respuesta. La idea básica es
que estamos condicionados para responder de un modo particular a un estímulo
concreto.
Si entendemos que los seres humanos tenemos el privilegio de la autoconciencia,
descubrimos un principio fundamental de la naturaleza del hombre: entre el estímulo y
la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir.
Además de la autoconciencia, tenemos imaginación (capacidad para ejercer la
creación en nuestras mentes, yendo más allá de la realidad presente).

Tenemos conciencia moral (una profunda percepción interior de lo que es correcto o


incorrecto, de los principios que gobiernan nuestra conducta, y de la medida en que
nuestros pensamientos y acciones están en armonía con dichos principios).
Y tenemos voluntad independiente (capacidad para actuar sobre la base de nuestra
autoconciencia, libres de cualquier otra influencia).
Nuestros dones humanos nos elevan por encima del mundo animal. La medida en que
ejercitamos y desarrollamos esas dotes nos da poder para desplegar nuestro potencial
humano.
Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir.

LA PROACTIVIDAD DEFINIDA:

El primer hábito de las personas que son altamente efectivas, es la proactividad. Ser
proactivo no significa solamente tomar la iniciativa, significa que, como seres
humanos, somos responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una
función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Podemos subordinar los
sentimientos a los valores. Tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las
cosas sucedan.
Observemos la palabra responsabilidad, encontramos alusión a dos palabras
responder y habilidad: habilidad para elegir la respuesta. Las personas muy proactivas
reconocen esa responsabilidad. No dicen que su conducta es la consecuencia de las
condiciones o las circunstancias. Su conducta es un producto de su propia elección
consciente; se basa en valores, y no es producto de las condiciones ni está fundada
en el sentimiento. Dado que por naturaleza somos proactivos, si nuestras vidas están
en función del condicionamiento y las condiciones, estamos eligiendo otorgarles a
esas cosas el poder de controlarnos. Y si nuestra elección es ésa, nos volvemos
reactivos.
Las personas reactivas se ven a menudo afectadas por su ambiente físico, su
ambiente social, construyen su vida emocional en torno a la conducta de los otros,
permitiendo que los defectos de las otras personas las controlen.
La capacidad para subordinar los impulsos a los valores es la esencia de la persona
proactiva. Las personas reactivas se ven impulsadas por sentimientos, por las
circunstancias, por las condiciones, por el ambiente. Las personas proactivas se
mueven por valores; valores cuidadosamente meditados, seleccionados e
internalizados. También se ven influidas por los estímulos externos, sean físicos,
sociales o psicológicos. Pero su respuesta a los estímulos, conscientes o
inconscientes, es una elección o respuesta basada en valores.
Es cierto que hay hechos que nos dañan o nos hieren, pero lo que nos daña no son
los hechos sino nuestra respuesta a lo que nos sucede.
Dado que nuestras actitudes y conductas fluyen de nuestros paradigmas, si las
examinamos utilizando la autoconciencia, observamos que nuestro lenguaje es un fiel

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indicador del grado en que nos vemos como personas proactivas. El lenguaje de las
personas reactivas las absuelve de responsabilidad.
“Ése soy yo. Yo no puedo hacer nada. No soy responsable. No tengo tiempo. Si mi
esposa fuera más paciente”.
Ese lenguaje deriva de un paradigma básico determinista. Y en su espíritu está
transferir la responsabilidad. No soy responsable, no puedo elegir mi respuesta.

Algunos ejemplos:

Lenguaje reactivo Lenguaje proactivo

No puedo hacer nada Examinemos nuestras alternativas


Yo soy así Puedo optar por un enfoque distinto
Me vuelvo loco Controlo mis sentimientos
No lo permitas Puedo elaborar una exposición efectiva
Tengo que hacer eso Elegiré una respuesta adecuada
No puedo Elijo
Debo Prefiero
Si… Pase lo que pase

Un problema serio del lenguaje reactivo es que se convierte en una profecía de


autocumplimiento. Genera y refuerza el paradigma de que estamos determinados y
genera pruebas en apoyo de esa creencia. Así la gente se siente, cada vez más,
privada de su libertad, del control de su vida y de su destino. Culpa a fuerzas externas
y a otras personas de su propia situación.

CIRCULO DE PREOCUPACIÓN / CIRCULO DE INFLUENCIA:

Otro modo de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste
en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía.
Cada uno de nosotros tenemos una gama de preocupaciones, salud de nuestros hijos,
el trabajo, la deuda pública, etc. Podemos separarlas de las cosas que no tenemos
ningún compromiso mental o emocional, creando un “círculo de preocupaciones”.
Al revisar las cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupaciones resulta
evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real, y, con respecto a
otras, podemos hacer algo. Podemos identificar las preocupaciones de este último
grupo circunscribiéndolas dentro de un “círculo de influencia” más pequeño.
Determinando cuál de estos dos círculos es el centro alrededor del cual gira la mayor
parte de nuestro tiempo y energía, podemos descubrir mucho sobre el grado de
nuestra proactividad.
Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican
a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se
amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia.
Por otra parte, las personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de
preocupaciones. Su foco se sitúa en los defectos de otras personas, en los problemas
del medio y en circunstancias sobre las que no tienen ningún control. De ello resultan
sentimientos de culpa y acusaciones, un lenguaje reactivo y sentimientos de
importancia. La energía negativa generada por ese foco, combinada con la
desatención de las áreas en las que se puede hacer algo, determinan que su círculo
de influencia se encoja.

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Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación otorgamos a las cosas que


están en su interior el poder de controlarnos.

CONTROL DIRECTO, INDIRECTO E INEXISTENTE:

Los problemas que enfrentamos caen en una de tres áreas posibles: la del control
directo (involucra nuestra propia conducta), la del control indirecto (involucra la
conducta de otros), o la inexistencia de control (problemas acerca de los cuales no
podemos hacer nada). El enfoque proactivo da el primer paso hacia la solución de los
tres tipos de problemas dentro de nuestro círculo de influencia presente.
Los problemas de control directo, se resuelven trabajando sobre nuestros hábitos.
Constituyen las victorias personales.
Los problemas de control indirecto se resuelven cambiando nuestros métodos de
influencia. Son las victorias públicas.
Los problemas de la inexistencia de control: asumimos la responsabilidad de modificar
nuestra actitud: sonreír, aceptar auténticamente y pacíficamente esos problemas y
aprender a vivir con ellos, aunque no nos gusten. De este modo no le otorgamos el
poder de controlarnos.
Al elegir nuestra respuesta a las situaciones influimos poderosamente en nuestras
circunstancias. Cuando cambiamos una parte de una fórmula química, cambiamos la
naturaleza de los resultados.

Algunas personas creen que “proactivo” significa arrogante, agresivo o insensible; no


se trata de eso en absoluto. Las personas proactivas no son arrogantes. Son listas, se
mueven por valores, interpretan la realidad y saben lo que se necesita.

LOS “TENER” Y LOS “SER”:

Un modo de determinar cuál es nuestro círculo de preocupación consiste en distinguir


los “tener” y los “ser”. El círculo de preocupación está lleno de “tener”. El círculo de
influencia está lleno de “ser”.
Siempre que pensemos que el problema está afuera, éste será el verdadero problema.
Otorgamos a lo que está ahí afuera el poder de controlarnos. El paradigma del cambio
es entonces “de afuera hacia adentro”: lo que está afuera tiene que cambiar antes que
cambiemos nosotros.
El enfoque proactivo consiste en cambiar de adentro hacia fuera: ser distintos y de
esta manera provocar un cambio positivo en lo que está allí afuera: puedo ser más
ingenioso, más inteligente, más creativo, más cooperativo.
Si tengo un problema en mi matrimonio, ¿qué es lo que gano mencionando
continuamente los pecados de mi esposa? Al decir que no soy responsable, hago de
mí una víctima imponente; me inmovilizo en una situación negativa. También reduzco
mi capacidad para influir en ella: mi actitud de regañar, acusar y criticar simplemente
hace que ella se sienta ratificada en sus propias flaquezas. Mi capacidad para influir
positivamente en la situación se va desvaneciendo y desaparece.
Si realmente quiero mejorar la situación, puedo trabajar en lo único sobre lo que tengo
control: yo mismo. Puedo centrarme en ser un gran esposo, una fuente de amor y
apoyo incondicional. Con suerte, mi esposa sentirá el poder del ejemplo proactivo y

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responderá con la misma moneda. Pero, lo haga o no, el modo más positivo en que yo
puedo influir en mi situación consiste en trabajar sobre mí mismo, sobre mi ser.
A veces lo más proactivo a nuestro alcance es ser feliz, sonreír auténticamente. La
felicidad como la desdicha, es una elección proactiva. Hay cosas, como clima, que
nunca estarán dentro de nuestro círculo de influencia. Pero una persona proactiva
puede llevar dentro de sí su propio clima psíquico o social. Podemos ser felices y
aceptar lo que está más allá de nuestro control, mientras centramos nuestro esfuerzo
en las cosas que podemos controlar.

Vamos ahora a examinar dos cosas de nuestro círculo de preocupación: las


consecuencias y los errores.
Si bién somos libres para elegir nuestras acciones, no lo somos para elegir las
consecuencias de esas acciones. Éstas están fuera del círculo de influencia, están en
el círculo de preocupación.
Nuestra conducta es gobernada por principios. Vivir en armonía con los principios
tiene consecuencias positivas; violarlos determina consecuencias negativas. Somos
libres para elegir nuestra respuesta en cualquier situación, pero al elegir también
optamos por la consecuencia correspondiente.
Sin duda en la vida de todos hay momentos en los que lo que hacemos, luego nos
parece que está equivocado. Nuestras elecciones tienen consecuencias que
preferiríamos no padecer. Si pudiéramos elegir nuevamente, lo haríamos de otro
modo. A esas elecciones las llamamos errores.

Los que están arrepentidos deberán entender que los errores pasados también están
ahí afuera, en el círculo de preocupación. No podemos revocarlos, no podemos
anularlos, no podemos controlarlos.
El enfoque proactivo de un error consiste en reconocerlo instantáneamente, corregirlo
y aprender de él.
Pero no reconocer un error, no corregido ni aprender de él, es un error de otro tipo.
Por lo general sitúa a la persona en una senda de auto condena que a menudo implica
la racionalización (mentiras racionales) destinadas a uno mismo y a los demás.
Es importante corregir nuestros errores para que no tengan poder sobre el momento
siguiente, y para que volvamos a tener el poder.

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