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Tejido social, conjuntos de accién y actitudes politicas en Santiago de Chile Carlos Guerra Rodriguez Nota metodol6gica El trabajo de campo sobre el que se sustenta bésicamente este capitulo, se realiz6 en e} area metropolitana de Santiago de Chile durante los meses de junio y noviembre de 1992. Esto significa que el contexto socivpolitica de referencia de nuestro estudio es el de la transicién politica hacia la democracia. La investigacién se centré en un andlisis de la participacién, la organizacién social y de las actitudes sociopoliticas en cuatro realidades urbanas bien diferen- ciadas de esta drea metropolitana (1), dentro de lo que entendemos son los sectores populares presentes en la ciudad. La estrategia metodolégica que hemos seguido nos ha permitido hacer una triangulacién miltiple de la informacién recogida en el trabajo de campo. Hemos cetuzado datos provenientes de cuatro realidades urbanas perfectamente diferencia das con las percepciones y el discurso (2) de: — una base social no organizada; — los individuos (“ideologizados”) animadores de la organizacién social a nivel de base; — las instituciones de apoyo, que desde el exterior (a tos sectores populares) funcionan como animadores de la accién colectiva; — los principales actores en el nivel metropolitano, por sus cotas de poder 0 influencia directa sobre los sectores populares. Todo ello ha permitido disponer de una informacién plural y contrastada que ha posibilitado guiar con rigor nuestra propia subjetividad de investigadores. Partiremos haciendo un andlisis de tas necesidades y problemas més sentidos por los sectores populares, para a continuacién determinar cules son los principales canjuntos de accién que se encuentran en estos sectores y las distintas conductas ante el poder existentes en esa realidad. Para terminar se analiza el horizonte de futuro de los sectores populares y de la organizacién social ligada a elos, ast coma hacia dénde van sus identidades socioculturales. Problemas, preocupaciones, necesidades El principal problema que enfrentan los sectores populares de Santiago es la crisis de identidad. Esta crisis se manifiesta tanto en la falta de una identidad propia clara como en la aparicién de identidades “negativas”. Los sectores populares 202 0) Carlos Guerra Rodriguez sienten la carencia de un pasado que les proporcione una identidad, esto es, de un proyecto que asiente sus raices més allé de algunas décadas atrés, y del cual puedan sentirse participes como colectivo. Su historia es la de los sin-historia; su origen campesino u obrero no es capaz de rendirles un legado que motive algtin tipo de orgullo o sentimiento de unidad que no sea el de la exclusién por parte de otros sectores de la sociedad. Tampoco pueden adoptar una identidad acorde con la sociedad hegeménica; en primer lugar, porque no tienen acceso a la capacidad de consumo y a la calidad de vida sobre la que aquélla se asienta; y en segundo lugar, porque se identifican con unos rasgos étnicos occidentales (“blancos”), en demérito de los rasgos mestizos e indigenas comunes en los sectores populares. Las caracteristicas del crecimiento y 1a expansi6n de la metrépoli santiaguina también han provocado que se produzca una pérdida de la identidad espacial y de los tradicionales lazos afectivos con el territorio; y no s6lo eso, el propio espacio se ha afianzado como un elemento de segregacion y de aislamiento de las personas en sus hogares por falta de espacios de encuentro, El sentido de la comunidad tradicional se ha roto; el trabajo, el ocio, etc., ya no se articulan en torno a ella, la gente se desplaza a trabajar a unos centros de produccién y a una ciudad andnimos, yel escaso tiempo que permanece en la barriada de residencia lo dedica a descansar, ormalmente bajo el influjo de los grandes medios de comunicacién de masas (TV), transmisores de fenmenos culturales ajenos a la tradiciGn y vida cotidiana de los sectores populares; los espacios de socializaci6n se restringen y el tiempo para el se va encerrando progresivamente en el ambito privado, como lo prueba el extendido uso de los videos y la proliferacién de las celebraciones y fiestas privadas © semiprivadas, que aglutinan en todo caso pequefias redes de amistades. Hasta ahora la identidad nacional, conformada en torno a simbolos patristicos de cardcter militar 0 en menor medida a los proporcionados por la iglesia catdlica, ha sido el nudo en el que se han asentado las claves para la integracién. Es més, la reciente dictadura del general Pinochet redujo al minimo los espacios populares y la participacién de la comunidad e impuso, ain més, la mistica de la patria asociada a los valores castrenses sobre la expresividad (las manifestaciones culturales propias) que pudiera salir del mbito comunitario, apropidndose incluso de esos espacios. Pero a pesar de este esfuerzo de construir una identidad nacional-popu- lista, no se puede decir que la historia de la nacién chilena proporcione grandes elementos de cohesi6n social; existe el sentimiento entre algunas personas de los sectores mas populares de que es la historia del poder de los poderosos, de las dictaduras, de héroes derrotados, de las mentiras. Todo ello influye para que el mundo popular se conforme por medio de identidades negativas, que tienen su base fundamentalmente en la exclusién socioe- conémica que en él se vive. Aparejado a ello va el rechazo de lo indigena y de la propia cultura popular (en la medida en que ésta se encuentra asociada a una tradici6n asentada en la picaresca) y el resentimiento ante el colonialismo que han ejercido en diferentes momentos Espafia y EEUU, en el espacio chileno, a la vez que se denota la presencia de un profundo “complejo de inferioridad” frente a todos los paises del primer mundo. Ademas, 1a vida en la ciudad se la siente y vivencia Nena de violencia; una agresividad que no solo circula por las calles en forma de Tejido social, conjuntos de accién y actitudes politicas en Santiago de Chile () 203 inseguridad ciudadana, delincuencia, etc., sino que también Nega al interior del hogar bajo la tensién que genera la presi6n de la supervivencia y los cambios culturales. La violencia, igualmente, se manifiesta en forma de miedo hacia la sociedad en general, algo muy abstracto pero a !a vez muy interiorizado y que esté {intimamente relacionado con la represi6n social que realizé la dictadura, caracte- tizada por un férreo control social y por el acoso a la organizacién social bajo las formas del temor y el terror que implica la violacién de los derechos humanos. Ese miedo que logré inculcar todavia perdura, a veces de forma inconsciente, pero de repente se vuelve algo muy real al contemplar c6mo la policfa sigue haciendo uso de la violencia impunemente, a pesar de existir un gobierno democratico al frente del Estado. Porsu parte, los clésicos valores relacionados con Ia familia (como articuladora dela sociedad), aunque existen, presentan graves carencias y han suftido profundas transformaciones; el hogar comienza a dejar de ser un centro de consumo de los sportes realizados por el varén y pasa a ser un centro de produccién en el que participa también la mujer y ocasionalmente los hijos; estos Ultimos aunque siguen siendo el eje de las preocupaciones de los padres, con frecuencia se ven abandona- dos a su suerte por el deterioro econémico y social, ya que el sistema educativo no cuenta con medios ni est adaptado a los especiales requerimientos de los nifios de los sectores populares. Ante este panorama hay una opcién masiva: embarcarse en la carrera por la integraci6n en la sociedad hegem6nica. El proceso hacia la diferenciaci6n social es paralelo y con él el aislamiento de los vecinos dentro de la comunidad. El resultado, ante el més que probable fracaso en el intento (pues Ia oferta laboral a ia que tienen, acceso consiste en un trabajo precario en condiciones de sobreexplotacion, y el sector piblico no es capaz de compensar con infraestructura y servicios las carencias de los sectores populares) es la pobreza encubierta, el incremento del mundo informal, de las conductas desadaptadas (delincuencia, drogas) sobre todo centre 10s jévenes, la frustracién generalizada y la pérdida de Ia estima personal. A pesar de esto, se contintia buscando una identiciad positiva en los objetos de consumo, en los fenémenos de masas (las hinchadas de los equipos de fitbol, por ejemplo), en distintas manifestaciones culturales con un origen y evolucién dife- rente a la suya, que hoy por hoy parecen set los elementos que proporcionan una cierta unidad a unos sectores populares tremendamente heterogéneos. Del mismo modo que sucede esto, simulténeamente también se produce una reaccidn en contra; surge la nostalgia y la mistificacién de las formas de vida tradicionales y de la naturaleza, junto a una revalorizacién del espacio religioso (0 psendorreligioso), las criticas soterradas al progreso y a la calidad de vida existente en la gran metropoli, mientras las escasas poblaciones con una fuerte tradici6n reivindicativa hacen lo posible por no perder su identidad diferenciadora. Se revaloran los restos de una cultura tribal articulada en torno a la vida comunitaria, la familia, la solidaridad, ete., para sustentar la “verdadera” esencia de la humanidad, y de este modo poder reivindicar para los sectores populares la supremacta sobre las clases sociales altas, supuestamente desnaturalizadas y sin sentimientos, y asi forjar una ‘dentidad propia: 204 OD) Carlos Guerra Rodriguez “La gente de poblacién es més humilde, es més carifiosa. Ta adoras a tu hijo, la gente de sociedad no, porque les pagan para que les vayan a cuidar los cabros chicos (...) Td amamantas a tu hijo, {por qué?, porque no tienes vergiienza que los pechos te queden lacios, te queden deformes y todo lo demés; tt amamantas a tw hijo porque tt lo amas, porque ti lo quieres. En cambio ellas no, porque mamadera, cortandole al tiro la leche... (...) Tenemos una riqueza linda, que es, por ejemplo, poder conversar con wna vecina, poder contarle nuestros problemas y todo lo demés. Si una vecina esté mal, va ‘a otra y le lleva un paquete de mercaderfa. Tt puedes comunicarte. En cambio en [a alta sociedad, ,qué pasa?, cada uno cierra su puesta y punto, cada cual vive en su mundo. Al lado puede pasar la miseria mas grande, pero el del lado no le va a abrir, no le va a tendet a mana” (Pobladora de La Victoria). El resultado es una identidad popular fragmentada, que mantiene wn constante debate entre el origen profundo de la cultura de sus ancestros indigenas (que atin pervive, aunque sea en un grado minimo y se encuentre muy mistificada), el mestizaje con ta cultura y la religién hispana, y el markezing, 1a destrucciOn de la naturaleza y la contaminacidn del modelo de vida occidental. La misma ambiva- lencia en la que se mueve la imagen del dirigente social, entre Ja persona que se aprovecha de la comunidad para satisfacer su propio lucro y el individuo abnegado (en el que laten valores provenientes de una formacién religiosa cristiana) que aun padeciendo graves problemas personales o econémicos siempre encuentra tiempo para prestar un servicio a la colectividad, es un buen ejemplo de la transicién Cultural en la que estaréa inmersa la sociedad chilena. Conjuntos de accién De esta reestructuracién de identidades se extrae que ya no existe un espiritu ciudadano que movilice la vida de los barrios de los sectores populares, que la vida de éstos esté muy cincunscrite alos problemas y al bienestar del hogar y del trabajo, enfrentando sus carencias por medio de esirategias individuales de insercién en ef mercade, y s6lo en aquellos sectores donde las carencias en infraestructura, éreas verdes o donde las necesidades basicas (salud, alimentacién) son més patentes se producen fendmenos organizativos més amplios y masivos en torno a ja resolucién de aspectos concretos, pero siempre dentro de un proceso movilizador més 0 menos lento, y con cierta tendencia a tener mas espectadores de la accién colectiva que participantes activos en la misma. De esta forma, si pensamos Ja accién colectiva como una estrategia de 1a “movilizacién de recursos” 0 como una representacidn de intereses, abservaremos que la participaci6n ciudadana en Santiago es un fenémeno coyuntural (exceptuan- do, como acabamos de sefialar, a aquellas poblaciones con un consolidado historial organizativo), que s6lo se logra reactivar si existe algtin tipo de incentivo desde Ia administracién piblica o de parte de afguna institucién de apoyo para aicanzar abjetivos concretos y materiales; y que e} modelo tradicional de organizacién Tejido social, conjunios de accién y actitudes politicas en Santiago de Chile (1 205 vecinal atraviesa wna profunda crisis, al haber abandonado el Estado tas funciones, sociales que auspicié en los afws sesenta, y al carecer tales juntas de capacidad articuladora y de una real representatividad de les inquietudes de los vecinos. Mientras ta éelevisién (como instrumento del mercado de consumo y medio de comunicacién de masas) que se ha convertido en el principal lugar comiin de todo sector popular y poblacién, seria el punto de convergencia. Pero el que estas organizaciones, con una légica fundamentalmente instrumen- tal, estén perdiendo relevancia, no significa la desaparici6n de la accién colectiva en los sectores populares, sino la aparicién de un nuevo (0 viejo) concepto de participacidn. La realidad del fenémeno organizativo acwwal pasa también por todos aquellos colectivos que tienen un mévil basicamente comunitario, relacionado con Ja amistad, el entretenimiento y la scciabilidad, lo que indica que la idea de que la organizacién pueda “servir para algo” (desde ei punto de vista instrumental) no es Ja Unica explicacién de la participacién social; es un concepto que esté incluso en cuestin cuando se mira el estado actual del tejido asociativo, pues aun admitiendo, que el nacimiento de las organizaciones suela producirse a partir de un problema Puntual, no es claro que una vez superado las organizaciones desaparezcan. Los cambios en la pasticipacién ciudadana también tienen que ver con tas ccuestiones de género. Ahora las mujeres tienen un papel central y gran protagonis- mo en casi todas las organizaciones populares, cosa que con anterioridad da la impresién que no sucedia. Las mujeres han dado muestras de una mayor capacidad para hacer frente a las situaciones de crisis econémica que los hombres, de ser més combativas, més sociables y en consecuencia contar con redes sociales que les permiten generar en wn momento determinado de necesidad una actividad organi- zada. Los varones padecen mas ta ftustracién de no poder encontrar un trabajo estable con qué mantener a la familia, de formar patte del sector informal, o de verse sometides a larguisimas jornadas laborales, situacin que también d su participacién en la accion colectiva. Esto no quiere decir que en las mujeres no se sientan los sintomas de.la frustraciGn, son innumerables las mujeres con proble- mas de autoestima, con carencias de afecto, etc., pero si que se esté produciendo un cambio cultural, en el que se apunta un retroceso del patriarcalismo y wna liberaci6n de la mujer a través de su autovaloracién. ‘tro elemento que caracteriza a bastantes de las organizaciones populares es el hecho de que muchas de sus iniciativas giren en tomno a la figura del nifio, donde Jo mas importante es la transferencia de carifo y afecto que se les pueda aportar a nos nifios que suelen tener grandes carencias en este aspecto, mas que el bien material que de hecho s¢ les suele entregar durante la actividad. ‘Aunque, segin la legislacién vigente, la junta de vecinos aglutina al resto de las organizaciones de su territorio, la realidad, coma decimos, parece bien distinta. A pesar de gue suelen existir varias organizaciones dentro de un mismo territorio 1no es habitual el trabajo conjunto; al contrario, prefieren realizar sus actividades de forma independiente, lo que hace que existan muchos grupos autoaislados y en ocasiones enfrentados, Sdlo en zonas donde existe una larga tradicién organizativa se observa una mayor comunicacién y coordinacién entre las organizaciones del lugar. Pero en general en los sectores populares dominan la desconfianza y los 206 (1) Carlos Guerra Rodriguez prejuicios: no se confia en la gestién de los dirigentes, hay arribismo politico y social, incomunicacién, incomprensién, etc. El resultado es una sociedad fragmen- tada en méltiples microtribus, muchas veces enfrentadas entre si, conformadas en funci6n del origen social, Ia afiliacién politica, de las necesidades presentes, de diferencias de género, de relaciones de amistad (pandillas 0 “patotas”) etc.; cuando no directamente el individualismo y la insolidaridad, la sobrevaloracién de lo privado, el “sélvese quien pueda”, la legitimacién de la seleccién natural propuesta por el neoliberalismo. Sélo la lucha contra la dictadura consigui6 aglutinar a buena parte de los pobladores (especialmente en el caso de los j6venes) a través de un ideal comtin de defensa de las libertades, pero una vez alcanzado el objetivo, la presencia de wna democracia lejana e intangible les ha hundido més en la fragmentariedad y en la desmovilizacién, devolvigndoles al mundo de las tribus. Esto no significa que las, redes sociales informales desaparezcan y no se mantengan los lazos solidatios de vecindad. Por otra parte, el modelo de accién colectiva que sepresentan las juntas de vecinos se restringe al corsé de un determinado modelo de organizacién, que media la participacin (“gestionista”) y se corresponde perfectamente con un Estado burocratico y jerdrquico que sélo se puede relacionar con instancias que contengan su misma naturaleza jerdrquica y burocritica; de ahi que estos esquemas organiza- tivos cuenten con la complacencia de las municipalidades, quienes a su vez tienen una estructura de funcionamiento semejante. No es casual, entonces, que muchos de los esfuerzos de Jas juntas se destinen al cumplimiento o divulgacién de la legislacién vigente (reproduciendo un discurso tremendamente oficialista), lo que no deja de tener efectos paralizantes sobre una posible dindmica més activa en correspondencia con las particularidades de cada poblacién. En lo que respecta a las relaciones de las organizaciones populares con. las instituciones no gubernamentales, que teéricamente promocionan a los sectores populares, hay que decir que las ONG tienen para los dirigentes sociales, salvando escasas y loables excepciones, una muy mala imagen, adolecen de credibilidad. ‘Agradecen y valoran el trabajo de algunas profesionales que les apoyaron, ayudaron y capacitaron en los momentos dificiles, reconocen que en ellas hay personas ‘comprometidas, pero también ven que existen “funcionarios” en as mismas que miran principalmente el sueldo que pueden obtener. De ahi que se ejerza sobre las ONG Ia dura acusacién de haberse aprovechado de los fondos de la cooperaci6n internacional destinados a los sectores poblacionales, para mastener el poder adquisitivo de los profesionales de los sectores medios articulados en torno a clas; de haber utilizado la pobreza para financiarse a si mismos, aportando muy poco 0 nada a quienes mas necesidades padecfan, mientras que ellos que vealizan un mayor trabajo, aunque sea menos calificado, no han percibido nunca remuneracion (con ello no quiere decir que no descen tenerla). Todo esto indica que ha habido una falta de papeles claros, definidos, que marcasen los campos de actuaci6n tanto de las ONG como de las organizaciones sociales, que hubiesen evitado y podrianevitar enel futuro los problemas de legitimacit Tejido social, conjuntos de accién y actiudes polticas en Santiago de Chite C) 207 Por tanto, un subproducto del trabajo de las ONG en las poblaciones suele ser, al final, la desconfianza, y una atenuada rivalidad con los dirigentes del sector que marca distancias y diferencias profundas entre ambos; es el fruto, en muchos casos, de le capacitacién impartida, tos dirigentes terminan por reclamar su autonomia y su derecha a paner en marcha los proyectos de desarrollo por ellos concebidos y a gestionar la ayuda destinada a los pobladores: “Traen los recursos y nos dan jpero migajas!, una cosa asi por chorreo. En cambio se gasta mucho en infraestructura, pensamos de ONG que tienen que Pagar a un montén de profesionales y Megan a muy poca gente. En cambio, muchas veces quizas, si fos recursos fueran mas direcios a los pobladores, a las personas cucargadas de las mismas poblaciones... (..) Conocemos de Pobladores que han tenido pésima experiencia con algunas ONG: no legs nada de Io que dicen, s6lo vienen a hacer un trabajo y los recursos no legan. Eso es traumatizante” (Dirigente social de La Victoria). En cambio, la labor de la iglesia catélica si se reconoce y valora como un agente ‘que ha apoyado a Ja comunidad en general y ha ayudado a la gente mas necesitada. En tomo a ells existe una amplia red de grupos de personas organizadas, siendo auténticos focos de participacién en muchas poblaciones. Ha sido una institucidn que ha facilitado habitualmente espacios de encuentro a los vecinos, recursos econémicos, capacitacién, etc., pesmitiendo a muchos de ellos tener por primera vez Ia experiencia de lo que es una organizaci6n social, No obstante, en los sectores mis popolares hay una mayoria de poblaciin que es evangélica; su propia estructura de funcionamiento, fa articulacién de pequehos grupos de personas en torno a ideres naturales residentes en el sector, que asumen ta funcidnde “pastor” y adaptan ta beetura del Evangelio a las necesidades de sus adeptos imponienda rigidas teglas que aseguran la fidelidad de aquellos que se comprometen con ellas, le ha permitido alcanzar una amplia implantacién en relativamente poco tiempo, ademas del respeto € incluso fa admiraci6n del resto de 1a comunidad. La dinémica mayoritaria de los ‘grupos evangélicos (Frente a lo que ha sido la labor de ta iglesia catdlica), es la idea de formar grupos muy cestados en sf mismos, con pautas diferenciales de compor- tamiento con respecto al resto de la poblacidin, en una especie de intento como de rescate personal, frente a una situaciGn de desarticulacién. No se puede hablar de conjuntos de accién en los sectores populares sin referirnos a Jos dirigentes sociales. Al margen de los recelos que levanta entre la poblacién, la funcién del dirigente es vista como una actividad fundamentalmente “gestionista”. Para muchos vecinos el dirigemte es esa persona a la que se le exige labiisqueda de soluciones a detesminades problemas conereios de fa vida Gjaria sin que ello suponga necesariamente comprameter el propio esfuerzo en ese objetivo, © darle muestras de una gratitud especial por ello; asi se encuentran aumerasos dirigentes que realizan su trabajo en solitario, Ademés de gestionar, organizar actividades en el barrio y canalizar los-problemas de Ja comunidad, el ditigente tiene también un papel claramente patriarcal en su labor de representacidn de Ia ‘comunidad frente a las instituciones: 208 O Carlos Guerra Rodriguez “Hemos tenido que ser una especie de «

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