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Si yo fuera el diablo

29 January 2015 | GEORGE R. KNIGHT


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El profesor George Knight ofreció este discurso en la sesión de Asociación


General de Toronto el año 2000.Quince años después esta reflexión sigue
siendo de máxima actualidad, y continúa desafiando a nuestra iglesia a
afrontar los principales retos de su misión.

El adventismo del séptimo día al filo del siglo XXI está en un lugar en el que nunca esperó
estar: en la tierra. Además se ha expandido más allá de los sueños más descabellados de
sus fundadores; y continúa expandiéndose.

Cuando yo me uní a la iglesia en 1961 había algo más de un millón de adventistas alrededor
del mundo. Esa cifra se expandió a más de dos millones en 1970, 3,5 millones en 1980,
cerca de siete millones en 1990, y alrededor de once millones en el 2000. Con la tasa de
crecimiento actual, podemos esperar 20 millones de adventistas en el 2013 y 40 millones
entre 2025 y 2030, si el tiempo durara.

¡Qué cambio desde 1848, cuando sólo había alrededor de 100 creyentes! A ellos la visión de
Elena G. de White sobre las publicaciones, de que el adventismo algún día sería como rayos
de luz extendiéndose alrededor de la tierra, les debió de parecer un disparate alocado. Si
uno de ellos hubiese predicho once millones de adventistas, los otros, como la Sara de
antaño, probablemente se hubieran reído a carcajadas.
Aquellos primeros creyentes eran pocos, pobres, y débiles. Por otro lado la iglesia hoy la
formamos muchos, con la más amplia presencia mundial en la historia del protestantismo,
con millones de dólares en adquisiciones y recursos.

Sin embargo el crecimiento ha traído sus propias complicaciones y desafíos. Las cosas eran
simples en los primeros días de la Iglesia Adventista. Todos hablaban el mismo idioma,
todos pertenecían a la misma raza, todos vivían en una parte relativamente restringida del
noreste de los Estados Unidos, y todos habían sido criados en una cultura que les proveía
de un sistema de valores y expectativas compartido.

En el año 2000 el adventismo está lejos de ser simple. Procedemos de más de 200
naciones, utilizamos más de 700 idiomas, y variamos grandemente en nuestras
expectativas y trasfondos culturales.

El adventismo hoy tiene finanzas sin parangón y reservas de obreros capacitados; sin
embargo enfrenta desafíos sin precedentes al avanzar en su misión. Afortunadamente,
nuestro Dios es un Dios de lo imposible. Para bien o para mal, él ha escogido usar
instrumentos humanos bastante falibles para terminar su tarea.

Si yo fuese el diablo, reuniría todas mis energías contra el elemento humano en los planes
de Dios en tanto su iglesia intenta moverse del presente al futuro. De hecho, si yo fuese el
diablo, planificaría mi estrategia muy cuidadosamente. Tendría un plan muy bien pensado
para frustrar a la iglesia en su misión.

La próxima generación

El primer punto de mi agenda sería la generación de adventistas que está próxima a


aparecer. Si yo fuese el diablo, pondría mis mejores energías en lograr que la iglesia
rechace las ideas y planes de la generación que viene. Y eso no sería muy difícil, ya que en
la mayoría de las zonas del mundo no se visten como la gente mayor, no cantan como ellos,
o ni siquiera piensan como ellos. Cuando consiga que la gente mayor les ponga mala cara a
las guitarras, al mismo tiempo les ayudaré a que se olviden de que los primeros adventistas
ni siquiera permitían órganos en sus iglesias. Cuando ataque a sus representaciones
teatrales, ayudaré a que los mayores se olviden de que Jesús usó historias ficticias como la
del rico y Lázaro, y que Elena G. de White usó el término “teatro” para referirse a lo que
nosotros conocemos como telenovelas. Incitaría a los miembros de más edad a que piensen
que el teatro es un gran mal en vez de una parábola actuada. También ayudaría a la Iglesia
Adventista a que se olvide de que su propio movimiento fue iniciado en su mayoría por
gente joven cuyas ideas eran innovadoras y creativas.

El diablo no es tonto. Él sabe que si puede desanimar a lo mejor de nuestros jóvenes para
que se hagan cargo de la iglesia, ésta estará muerta o agonizante. Para alcanzar a la nueva
generación, nosotros debemos aprender a comunicarnos en el lenguaje de su tiempo, tal
como Jesús usó el lenguaje y modismos de su tiempo y Jaime White lo hizo en el suyo. Si la
iglesia insiste en usar modismos del siglo XIX para alcanzar a jóvenes en el siglo XXI,
finalmente terminará como los Amish, que han mantenido sus formas y tradiciones pero
han perdido su misión para con el mundo.

La iglesia necesita reconocer que las generaciones venideras ni siquiera piensan como los
que nacimos alrededor de 1940 y antes. La lealtad a las marcas desapareció. El mundo
post-Watergate, post-Vietnam, post-moderno tiende también a ser post-denominacional.
La iglesia ya no puede esperar una lealtad irreflexiva o provocada por sentimientos de
culpa sólo porque los jóvenes hayan nacido adventistas o porque ellos piensan que el
adventismo tiene la verdad. Al contrario, la iglesia necesita demostrar que es verdad lo que
proclama ser y que está utilizando sus fondos y recursos fielmente. La juventud de hoy
hace muy pocos ascos a usar sus recursos y talentos fuera del adventismo organizado.

Este problema no es pequeño. Los jóvenes de la iglesia son su recurso más grande, y los
jóvenes de afuera de la iglesia son su campo misionero presente y futuro. Los jóvenes son
la oportunidad más grande del adventismo y su más serio desafío. La iglesia debe formular
planes para alcanzar sus mentes y lograr su apoyo. Ellos serán la iglesia del futuro.

Pensando en pequeño

Si yo fuese el diablo, haría que la iglesia piense en pequeño. Esta táctica está muy
relacionada con la que tienen los jóvenes frustrados, porque los jóvenes todavía no han
descubierto que todo es imposible. Conozco adventistas que pueden dar ciento diez
razones de por qué casi cualquier cosa que se les sugiere no se puede hacer. Y
normalmente apoyan sus razones con versículos bíblicos y citas de Elena G. de White
tomadas fuera de contexto.

Tales apóstoles del negativismo aparentemente nunca han leído Testimonies for the
Church[Testimonios para la Iglesia], volumen 6, página 476. Elena G. de White escribió:
“Saldrán nuevos métodos y nuevos planes de nuevas circunstancias. Vendrán nuevos
pensamientos con los nuevos obreros que se darán a si mismos para la obra [...]. Ellos
recibirán planes ideados por el Señor mismo.” Nuevos obreros son a menudo obreros
jóvenes.
Los apóstoles del negativismo necesitan aprender la lección del abejorro. Es
aerodinámicamente imposible que los abejorros vuelen, pero ellos no lo saben, así que de
todos modos ellos vuelan.

Pensar en pequeño en el adventismo significa que la Iglesia X bautizará a cincuenta en el


2001, en lugar de su blanco proyectado de veinticinco; significa alcanzar la marca de los
veinte millones para el 2007 en lugar de en 2013. Pensando en pequeño la iglesia estará en
el planeta por mucho tiempo.
Pienso en mi amigo Arnold Trujillo que está en Hawái. Él ahora tiene veintinueve iglesias y
grupos con 5.500 miembros, pero ha declarado públicamente que su meta es tener 10.000
iglesias-hogar de 12 miembros cada una para el 2005 y actualmente está trazando las bases
para esa expansión. ¿Eso es visión o ilusión? Pueden ser las dos cosas. Nunca se olvide que
Jesús mandó a los once discípulos que llevaran el evangelio a “todo el mundo” (Marcos
16:15), y nunca se olvide la tarea imposible que enfrentaron nuestros propios antepasados
en el adventismo. Necesitamos pensar en la magnitud de la lluvia tardía y la fe. ¿Cómo
podemos pensar en grande y utilizar mejor nuestros fondos y recursos para hacer nuestros
sueños realidad?

Limitar la visión de la iglesia

Si yo fuese el diablo incitaría a la gente a creer que sólo hay una manera de hacer algo y que
todos tienen que hacerlo de esa única manera. Tomemos como ejemplo la adoración. Hace
unos pocos años en la División Norteamericana tuvimos algo de tensión en cuanto a lo que
se llamó culto “celebration”. No sé mucho acerca de la adoración “celebration”, pero sé que
en un servicio de culto adventista promedio me puedo quedar dormido durante la
invocación, despertarme en la última oración y decirles exactamente que pasó.

La iglesia tiene que darse cuenta, como lo escribe Elena G. de White, que “no todas las
mentes deben ser alcanzadas por los mismos métodos” (Testimonies, vol. 6, p. 116). Los
estilos de adoración, por ejemplo, están relacionados con la clase socioeconómica de una
persona. Lo que tal vez alcance a algunas comunidades de clase media-alta quizás no
alcance a pentecostales o anglicanos u ortodoxos o islámicos. No estoy diciendo que nos
hagamos pentecostales o islámicos, sino que debiéramos tener modos de alcanzarlos que
les sean atractivos. El adventismo no necesita una o dos maneras de adorar, sino
cincuenta. Otra manera de decirlo es que si todos en la iglesia se parecen a mí, entonces no
estamos llegando muy lejos.
He hablado acerca de la adoración, pero lo mismo se puede decir acerca del evangelismo.
Nuestro Dios ha creado variedad en todos lados. Nosotros debemos ir más allá de cosechar
de uno en uno en una comunidad dada, y alcanzar a todos los hijos de Dios. Si vamos a
alcanzar a aquellos que menos se parecen a nosotros, debemos conscientemente
desarrollar métodos y procedimientos que sean más bien distintos a los tradicionales.

Nuevas tecnologías

Si yo fuese el diablo minimizaría la importancia de las nuevas tecnologías en la


terminación de la obra de la iglesia. Las nuevas tecnologías tienen un tremendo poder
tanto para bien como para mal. Muy a menudo le hemos dejado el campo al diablo. H. M.
S. Richards me dijo una vez que él tuvo que luchar con los hermanos a cada paso. La radio
en 1930 era demasiado nueva, demasiado radical, demasiado innovadora, demasiado no
probada, “un desperdicio del dinero del Señor.”

Hoy en día estamos en la frontera de las tecnologías para esparcir los mensajes de los tres
ángeles que Richards ni siquiera soñó. Hoy como nunca antes necesitamos una generación
con el espíritu de H. M. S. Richards pero con la imaginación del siglo XXI.

Antes de dejar el tema de la tecnología, necesito decir que yo pensé que la idea de NET
[programa de emisiones vía satélite] era loca. ¿Quién iría a una iglesia para ver a un
predicador en una pantalla? Estoy contento de que estaba equivocado. El programa NET
ha puesto a los adventistas a la vanguardia de algunos tipos de comunicación mundial.

¿Qué otras ideas hay ahí afuera esperando ser descubiertas? ¿Y cómo podemos utilizarlas
mejor?

Implicación de los laicos

Si yo fuese el diablo, haría de los pastores y administradores el centro de la obra de la


iglesia. Debe haber sido el diablo el que nos dio la idea de que el pastor debería hacer toda
la predicación, dar todos los estudios bíblicos, ser el principal ganador de almas de la
iglesia, y tomar y llevar a cabo todas las decisiones administrativas de la iglesia.

Necesitamos movernos más allá de ver a las iglesias como centros de entretenimiento para
los santos. Necesitamos poner más sacerdotes en el sacerdocio de los creyentes. Si
esperamos que los pastores terminen la obra, el adventismo estará en la tierra un poco más
de tiempo que la eternidad. El desafío es crear una generación de pastores y
administradores adventistas que estén preparadores, que tengan la habilidad de ayudar a
la gente a usar sus talentos en la obra de alcanzar al mundo. Los pastores necesitan llegar a
ser capacitadores. No mamás gallinas cubriendo a sus polluelos.

Se dice que Al McClure dijo en una convención de establecimiento de iglesias que cualquier
iglesia que no se divide en dos o que no funda otra iglesia en tres años debería perder a su
pastor. Y si el pastor McClure no dijo eso, debería haberlo dicho. El adventismo necesita
tomar pasos definidos para reconvertir el papel del pastor en el de un capacitador.

Socavar la congregación local

Si yo fuese el diablo, socavaría la importancia de la congregación local. Una de las grandes


necesidades del adventismo es la creación y mantenimiento de congregaciones locales
vibrantes. Una congregación saludable no es un grupo de individuos independientes, sino
una unidad de creyentes alcanzando a la comunidad que está a su alrededor.

La tarea de la iglesia mundial en la organización de la Asociación General es la de


coordinar fondos y personal para enviar el mensaje de Cristo a los rincones más lejanos de
la tierra. De ese modo el congregacionalismo como forma de organización no es suficiente
en sí mismo. Por otro lado, la denominación como un todo será sólo tan saludable como lo
sean sus congregaciones locales. ¿Qué puede hacerse para generar salud en nuestras
congregaciones locales?

Burocracia creciente

Si yo fuese el diablo, crearía más niveles administrativos y generaría más administradores.


De hecho, si fuese el diablo, pondría a tantos empleados exitosos como pudiera tan lejos
del escenario de acción como fuese posible. Los pondría detrás de escritorios, los taparía de
papeles, y los inundaría con comisiones. Y si eso no fuese suficiente, los cambiaría a los así
llamados niveles más y más altos hasta que tuviesen poquísimo contacto directo y
constante con la gente que hace andar la iglesia. No me malentiendan. Creo en la
organización eclesiástica. Pero también creo en el alimento, y sé que demasiada cantidad
de algo bueno tiene resultados poco saludables. Muchos adventistas creen que el
adventismo necesita recortar el número de sus niveles administrativos y sus bienes raíces
administrativos para así poner más dinero y energía en pelear la batalla en las líneas del
frente. Muchos adventistas están cansados de pagar la cuantiosa cuenta de un sistema de
niveles múltiples.

En el Concilio Anual en Brasil del año 1999 yo mencioné que no hay iglesia en el mundo
con tantos niveles administrativos que mantener como el adventismo. Cuando ese artículo
fue publicado en laAdventist Review, el editor quería insertar “excepto el catolicismo
romano.” Yo respondí diciéndoles que añadieran “incluyendo el catolicismo romano.” El
sistema católico romano tiene dos niveles sobre la congregación local, mientras que el
adventismo tiene cuatro. Nuestro sistema actual fue desarrollado en la era del carro de
caballos, cuando ni siquiera había aparecido el teléfono. El desafío para la iglesia en el siglo
XXI será reorganizarse para la misión en procesos que tomen en cuenta los transportes y
comunicación modernos.
Cada vez más adventistas se están dando cuenta de que hay otras maneras de estructurar la
iglesia en el mundo posmoderno que liberarían tanto dinero y obreros para terminar la
obra del Señor en la tierra. Se está usando demasiado dinero para mover la maquinaria,
dicen muchos, como si la maquinaria fuese un fin en si mismo. Muchas de las
oportunidades potenciales del futuro tienen que ver con una reestructuración exitosa de
una manera que libere recursos. Esta tarea podría ser uno de los mayores desafíos que
enfrentamos al comienzo del siglo XXI.
Espíritu Santo

Si yo fuese el diablo, haría que los adventistas le tengan miedo al Espíritu Santo.
Demasiados de nosotros tememos al pentecostalismo cuando pensamos en el tema del
Espíritu Santo. Por otro lado, necesitamos recordar la enseñanza bíblica acerca de la
necesidad del Espíritu en el trabajo cristiano. Elena G. de White enseñó que la recepción
del Espíritu Santo trae todas las otras bendiciones consigo.

Hace algunos años hice una observación en una presentación en la Asociación General de
que los adventistas no creen realmente en las 27 creencias fundamentales. Especialmente
la que trata acerca de los dones espirituales. Creemos en el don espiritual más que
en los dones, y la mayoría de nosotros restringimos ese don a una persona que lleva
tranquila en su tumba 85 años.
¿Que pasaría si de pronto hoy en el pulpito yo recibiese un verdadero don de lenguas?
Posiblemente me sacarían del estrado. ¿Y si recibiese un verdadero don de profecía? Casi
seguro que se reuniría una enorme comisión para estudiar la situación durante los
próximos diez años. Ahora bien, tengo que admitir que el solo hablar acerca de esas cosas
me pone nervioso porque el Espíritu es imposible de controlar.

Por otro lado, tenemos la promesa en Joel 2 del derramamiento espiritual en los últimos
días, un derramamiento espiritual que probablemente dividirá a la iglesia por la mitad.
¿Cuánto pensamos realmente acerca del Espíritu Santo y el derramamiento de la lluvia
tardía? ¿Estamos tan enfocados en blancos y estructuras y esfuerzos humanos que hemos
olvidado el poder esencial detrás de cada uno de ellos? ¿Que pasos se pueden tomar para
permitirle al Espíritu el lugar que le corresponde dentro del adventismo? ¿O esperamos
completar nuestra obra sin su problemática presencia?

El juego de los números

Si yo fuese el diablo, alentaría a la denominación a continuar jugando el juego de los


números. Lo peor que alguna vez les paso a los adventistas fue aprender a contar.
Contamos números, iglesias, instituciones, dinero, y todo lo demás. En tanto los números
pueden tener su lugar que les corresponde, tienen muy poco que hacer con la realidad de
una obra terminada. Un resultado del juego de los números es que tendemos a poner
nuestro dinero donde podemos obtener la mayor cantidad de bautismos por la mínima
cantidad de dinero, donde podamos obtener el máximo de resultados. Eso ha significado
que no hemos puesto la clase de esfuerzo que se necesita en aquellas partes del mundo que
son más difíciles de alcanzar. En la División Norteamericana el grupo más difícil de
evangelizar son los caucásicos. Algunos años atrás escribí al presidente de la división que si
no empezábamos a poner más esfuerzo en evangelizar creativamente a ese grupo satisfecho
de sí mismo, en cincuenta años el mayor grupo no alcanzado en el mundo serían los
norteamericanos blancos.
El problema de los números toma diferentes configuraciones en las distintas partes del
mundo, pero necesitamos enfrentarlo consistentemente en nuestra planificación si
esperamos alguna vez alcanzar a todos los hijos de Dios.

Restar importancia al legado apocalíptico

Si fuese el diablo, yo haría que los adventistas del séptimo día olvidaran, o por lo menos
minimizaran, su legado apocalíptico. El adventismo nunca se ha visto a si mismo sólo
como otra denominación, sino más bien como un movimiento profético, con sus raíces en
Apocalipsis 10-14. Es esa creencia en el adventismo como pueblo especial llamado a salir
con un mensaje urgente lo que ha empujado a la iglesia a los confines de la tierra. Cuando
esa visión desaparezca, el adventismo llegará a ser sólo otra denominación desdentada que
tiende a ser un poco mas peculiar en alguna de sus creencias que otras.

Nuestra aproximación a lo apocalíptico en la planificación futura determinará si el


adventismo continuará siendo un movimiento o si se transmutará en un monumento al
movimiento y finalmente en un museo acerca del movimiento. Al tratar el tema
apocalíptico es importante que hablemos a la gente de nuestra época. El decirles que hubo
un gran terremoto en Lisboa en 1755 y que las estrellas cayeron en 1833 no hace que la
gente se entusiasme con la cercanía del advenimiento.

No tengo ningún problema con esos eventos y su historicidad y su poder sobre la gente en
el siglo XIX. Pero necesitamos ayudar a la gente a que vea los eventos apocalípticos que
están sucediendo en el marco de nuestros días.

Lo principal y lo secundario

Si yo fuese el diablo, haría que los adventistas sostengan que todas sus creencias son de
igual importancia. Por el contrario, la realidad es que el tener una relación salvadora con
Jesús está en el centro mismo del cristianismo. Esa relación no está al mismo nivel que el
comer unas chuletas de cerdo. He conocido guardadores del sábado que son más malos
que el diablo. He conocido vegetarianos que son más malos que el diablo. La iglesia
necesita pensar en sus creencias en términos de qué es primario y qué es secundario, o de
qué es central y qué está en el borde.

La imagen bíblica es clara en cuanto a que todo el cristianismo genuino fluye de una
relación salvadora con Jesucristo. Es muy fácil ser adventista sin ser cristiano. En la
totalidad del programa misionero del adventismo la centralidad de Cristo tiene que estar
más clara que el agua.
El desafío está en estructurar nuestra proyección de forma consciente, de modo que las
personas se hagan cristianas y se hagan adventistas porque el adventismo no tiene sentido
al margen de un marco contextual cristiano.

Luchas internas

Si yo fuese el diablo, haría que los adventistas se peleen entre ellos. Cualquier tema antiguo
serviría: estilos de adoración, teología, normas del vestir. Después de todo, si los
adventistas estuviesen ocupados disparándose todas sus balas entre sí, no les quedarían
muchas para mí.

El diablo ha tenido bastante éxito en esta estrategia. ¿Que puede hacerse para ayudarnos a
encontrar y derrotar al enemigo real?

Luchar sólo por las causas propias de cada uno

Yo haría que tantos adventistas como fuese posible piensen de forma tribal, nacionalista y
racial. Haría de la iglesia una gran lucha de poder, sin hacer caso de la misión y la
eficiencia. Habiendo hecho esa declaración, me apresuro en agregar que hay injusticias que
necesitan ser rectificadas y situaciones complejas que nunca podrán ser completamente
enderezadas. Mi súplica es que aun en las situaciones mas difíciles e injustas necesitamos
comportarnos como hermanos y hermanas nacidos de nuevo, capaces de discutir estas
cosas sin perder de vista la misión de la iglesia, lo que hace que cada asunto sea
significativo en primer lugar.

El adventismo necesita desarrollar mecanismos para enriquecer e iluminar su


multiculturalismo y su internacionalismo.

Estar amargados

Y finalmente, si yo fuese el diablo, haría que los adventistas estuvieran amargados el


sábado. Permítaseme preguntar: ¿Cuando se regocijan los adventistas? ¿El viernes al
atardecer o el sábado al atardecer? Muchos de nosotros actuamos como si el sábado fuese
el castigo por ser adventista, en vez de una señal de nuestra salvación y la bendición más
grande de la semana. Esta actitud desafortunada sucede en muchas de nuestras iglesias.
He ido a iglesias adventistas en donde nadie me ha saludado. No queriendo hacerlos sentir
incómodos, no dije nada tampoco. La única cosa que no sabían era que yo era el orador ese
día. Y después a la mitad del sermón les pregunté: “Si usted no fuese un miembro de la
iglesia adventista y viniese a esta iglesia, ¿regresaría alguna vez?”. Entonces les dije que si
yo fuese ese no adventista, nunca regresaría.
Conclusión

Se necesita más que una doctrina correcta para llenar una iglesia. No solo necesitamos
verdades doctrinales, sino la verdad tal y como está en Jesús.

Estoy cansado de jugar al diablo. ¿Donde entra Dios en todo esto?

Si fuese Dios, alentaría a la Iglesia Adventista del Séptimo Día a que empiece a pensar,
planificar, y actuar en una manera que derrote el plan de juego del diablo. Alentaría al
adventismo a multiplicar el poder de sus bendiciones, tratando sus desafíos de una manera
abierta, honesta y cristiana, y a que pongan todas sus energías en maximizar sus
oportunidades misiológicas. El éxito no vendrá por accidente. Será el producto del
pensamiento, la planificación y la acción deliberada.

Para concluir, agradezco a la administración de la Asociación General por el llamado a


pensar y discutir significativamente. La tarea de hoy es para cada uno de nosotros, y
tendremos la oportunidad de identificar las principales oportunidades para la iglesia hoy y
los mayores desafíos que enfrentamos mientras la iglesia se apresta a terminar la misión en
el siglo XXI.

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