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Eleazar Narváez
1
A mis hijos, Tania
Elena y Carlos Ernesto,
con orgullo universitario y de padre.
2
ÍNDICE
Págs.
Introducción 5
Referencias bibliográficas 83
Anexos 88
3
…la universidad moderna debería ser sin condición […]
Dicha universidad exige y se le debería reconocer en
principio, además de lo que se denomina la libertad
académica, una libertad incondicional de cuestionamiento
y de proposición, e incluso, más aún si cabe, el derecho
de decir públicamente todo lo que exigen una
investigación, un saber y un pensamiento de la verdad.
Jacques Derrida
4
INTRODUCCIÓN
2
Lo que quiere decir que se procurará siempre ir más allá del simple relato de fechas y hechos
con la incorporación de elementos de análisis que favorezcan la clara y cabal comprensión de
los avances y retrocesos de la autonomía universitaria, en sus diversas dimensiones y a lo
largo del período histórico considerado.
6
Tal aproximación histórica la consideramos de gran importancia para
mostrar –como dice Soriano (2005)– los elementos relevantes de la
peculiaridad venezolana de la autonomía universitaria y esclarecer su
circunstancia actual, en la perspectiva de contribuir a la comprensión de su
sentido y significado y a fin de saber, además, de qué manera esa práctica
autonómica ha dejado su huella ejemplar y eficiente en las diversas
expresiones de la vida venezolana a lo largo del tiempo. Aquí insistimos en
retomar la preocupación por la “adecuación histórica de la Universidad al país”:
7
la necesidad de repensarla– se sustenta en algunos casos bajo el argumento
de que hoy:
8
alguna, hoy siguen vigentes las palabras dichas por Febres Cordero (1959: 20)
a mediados del siglo pasado:
9
LAS VICISITUDES DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN VENEZUELA
DESDE EL SIGLO XVIII HASTA EL SIGLO XXI
10
…la autonomía universitaria, sin la cual la
vida académica corre riesgo de muerte por
asfixia, al no poder ventilar ideas y
proyectos en democracia y libertad.
Graciela Soriano
11
Desde que fue creada la primera universidad en Venezuela el 22 de
diciembre de 1721 –bautizada con el nombre de Real y Pontificia Universidad
de Caracas–, la autonomía universitaria se inscribe en un largo recorrido
histórico. A partir de aquella fecha hasta el presente, algunas universidades
venezolanas, llamadas universidades autónomas, contaron con múltiples
opciones para su existencia comunitaria 3 –vale decir, con esos distintos tipos o
especies de autonomía que Soriano (2005) identifica en el origen de la
Universidad– sin que todas ellas se hicieran presentes en el nacimiento o en
todos los momentos de la vida posterior de esas instituciones en nuestro país.
Soriano (2005: 9), al señalar que históricamente el concepto de
autonomía hace referencia a un cierto poder de “autonormación” y de
autogobierno, “que existe y se reconoce por/para la mejor satisfacción de un
círculo específico y concreto de necesidades peculiares que la justifican en
razón de la misma singularidad”, distingue siete capacidades a modo de
expresión teórica de esas opciones para la existencia comunitaria de las
universidades en su devenir histórico, las cuales, con las peculiaridades del
caso, igualmente aparecen registradas en el accidentado camino transitado por
la autonomía universitaria en Venezuela. Tales capacidades de las
universidades son: 1) autonomía teleológica (para establecer sus propios
fines); 2) autonomía académica (para establecer la libertad de cátedra); 3)
autonomía normativa (para establecer reglas de funcionamiento); 4) autonomía
gubernamental (para darse sus propios órganos de gobierno); 5) autonomía
administrativa (para establecer algunas formas o pautas de funcionamiento); 6)
autonomía económica y financiera (para obtener y gestionar fondos adecuados
para el logro de los fines); y 7) autonomía territorial (para disponer y decidir
sobre el propio espacio).
Lo que nos interesa en este trabajo es poner de relieve en qué
momentos y contextos y de qué modos se manifiestan esas capacidades en la
vida universitaria del país –con sus avances y retrocesos–, a partir de la
fundación de la Universidad de Caracas en el “magnífico, Real y Seminario
Colegio de Santa Rosa de Lima”, con base en el modelo de la Universidad de
Santo Domingo y las pautas de uno de los dos estatutos universitarios que
3
Nos permitimos utilizar esta expresión de Graciela Soriano (2005: 7).
12
gozaban de mayor reconocimiento en el mundo hispánico: la Constitución de la
Universidad de Alcalá de Henares.
Los obispos, como fundadores del Seminario de Santa Rosa, ejercieron una
notable influencia en la marcha y organización de la Universidad hasta el año
de 1784, en que fueron excluidos de toda injerencia en los asuntos
académicos. A los obispos, como patronos del Seminario, con cuyas rentas se
sostenían parcialmente las cátedras de la Universidad, se les confirieron
amplios privilegios, tales como designar al Rector, votar en las elecciones de
los catedráticos, ocupar sitio de honor en los actos académicos, censurar la
conducta de los estudiantes y profesores, y vigilar la marcha de los estudios.
Estas amplias facultades ocasionaron un cúmulo de controversias y disputas,
por Cédula Real de 4 de octubre de 1784, el Monarca se vio obligado a
excluirlos de toda injerencia ‘en asuntos comunes y particulares de la
Universidad y de tomar por cuenta las quejas y sentimientos de sus individuos’.
Igualmente se les privó de la facultad de nombrar al Rector. Dispuso Carlos III
la separación de la rectoría de la Universidad del Seminario, y ordenó que la
elección del cargo rectoral correspondía al Claustro pleno. Este fue un paso
importante hacia la autonomía universitaria que se mantuvo aún hasta muy
avanzado el siglo XIX, para perderse después con los regímenes de fuerza.
El Gobernador, en su carácter de vicepatrono, intervenía en una forma menos
amplia que los obispos en la vida universitaria. Ninguna cátedra podía fundarse
sin su asentimiento y recomendación. Además se exigía el visto bueno de este
funcionario para elevar alguna súplica a la Corte de Madrid. En los actos de
4
Si bien por un error de redacción en el “Breve de erección apostólica” expedido por el Papa
Inocencio XIII –en lugar de Caracas se estampó “Charcas” en el texto de dicho documento– su
institución y fundación con los títulos de Real y Pontificia se hicieron realidad hasta el 9 de
agosto de 1725. Véase Leal (1981: 47).
13
graduación y en los certámenes literarios, se sentaba en un lugar distinguido,
junto con el obispo y las autoridades universitarias, pero le estaba vedado
allanar con tropas el recinto de la Universidad, aun en los momentos más
graves. El desacato a esta norma significaba violar el fuero académico, que
establecía que los alumnos y catedráticos –en materia de estudios– debían ser
juzgados en el tribunal que presidía el Carcelario de la Universidad.
Únicamente el Carcelario estaba facultado para reclamar el auxilio de la fuerza
pública cuando estimara que las multas, censuras y la pena de la cárcel –que
se cumplía dentro de la misma Universidad – no eran suficientes para imponer
el orden dentro de la institución.
...no podemos perder de vista los siglos del período hispano con la huella
cristiana y el fenómeno del siglo XVIII, donde entre nosotros se observa la
convivencia o tolerancia de pensamiento cristiano con pensamiento ilustrado.
Porque el pensamiento ilustrado en materia educacional si bien irrumpe entre
nosotros, en 1770, con la disputa entre el Padre A. Valberde y el Conde San
Javier, donde el primero pedía liberarse de Aristóteles y Santo Tomás y dar
acogida a la enseñanza que se impartía en la Universidad de Caracas a la
ciencia moderna y otros teólogos y filósofos cristianos; y el segundo, profesor
aristotélico-tomista, y luego en 1789 el pleito entre el abogado Doctor Cayetano
Montenegro de la misma estirpe académica y el Padre Baltasar de los Reyes
14
Marrero, abanderado de la apertura ideológica, todos coinciden tanto
conservadores (el Conde San Javier y Montenegro) y avanzados (Valberde y
Marrero) en la profesión de fe y lealtad a la ortodoxia católica en materia de
dogma y moral. De modo que el pensamiento ilustrado venezolano en materia
educativa representado en la Venezuela del siglo XVIII por Valberde, Marrero, 5
Juan Agustín de la Torre, Evaristo de Buroz, Simón Rodríguez, Sanz y Andújar,
penetra en Venezuela, se puede afirmar, sin actitud volteriana y desafiante al
estatuto religioso imperante y luego recorre, aunque con tono ideológico y estilo
diferentes un itinerario hasta bastante avanzado el siglo XIX. Así pues,
pensamiento cristiano, pensamiento ilustrado y pensamiento positivista han
abonado buena parte de nuestro quehacer educacionista, no menos de
cuatrocientos años de cultura pedagógica.6
5
Dice Leal (1981: 29-30): “Ya en los últimos años del siglo XVIII, la Universidad de Caracas
comienza a vestirse de moderna, gracias a Baltasar de los Reyes Marrero, que inicia la
enseñanza de la filosofía racionalista de Locke, Newton, Spinoza, Leibnitz, Descartes y otros
pensadores”. Asimismo, señala Ruiz (2001: 61): “...con Baltasar Marrero tenemos los ecos de
la nueva filosofía en nuestra universidad colonial”.
6
Expresado con las palabras de Leal (1981: 120), quien –citando a Mariano Picón Salas– habla
en este caso de una “híbrida mezcolanza de escolasticismo medioeval y de racionalismo y
empirismo naciente”.
15
erección de la universidad y el año 1788, “donde la enseñanza de la filosofía se
hacía por la letra y ‘según el pensamiento de Aristóteles’”; la segunda, iniciada
con las lecciones de Baltasar de los Reyes Marrero y continuada por sus
discípulos, donde comienza a leerse y discutirse la nueva filosofía representada
por Locke, Descartes, Newton, Leibnitz, Spinoza, Hume y otros filósofos,
además de las obras de grandes pensadores de la Ilustración española como
Feijoo, Jovellanos y Campomanes; y la tercera, calificada como oscurantista,
que comienza en 1815 y termina en 1821, de ruptura de la convivencia y
maridaje de escolasticismo y racionalismo, en la cual la Universidad, además
de una enorme crisis financiera, padeció una gran persecución ideológica:
16
Fernando VII, tal como se señala en la cita anterior, constituyen, conjuntamente
con la violación del recinto universitario por el realista Domingo Monteverde en
1812,7 los dos primeros golpes de gravedad dados a la autonomía universitaria
en nuestro país.
7
Soriano (2005: 7) afirma que la violación del recinto universitario por Domingo Monteverde en
1812 abrió las puertas a una coyuntura violenta que “sólo se cerró en 1827, con las medidas
que tomó Bolívar para asegurar la vida académica en la nueva República independiente”.
8
Ruiz (2001) señala la influencia de la Ilustración, por un lado, como parte de la política
monárquica española y, por el otro, la que entró a escondidas por vías de pensamiento de
mayor radicalidad –de Montesquieu y otros– viniendo de las islas del Caribe, de las posesiones
francesas y holandesas del Caribe.
17
de la Universidad, a pesar de mantener en vigencia varias disposiciones de las
viejas Constituciones–, cabe destacar, entre otros, los aspectos siguientes:
Tanto la elección del Rector como del Vicerrector, del Secretario y de los
otros colaboradores del gobierno universitario estaba bajo la
responsabilidad del Claustro Pleno o Junta General.
18
Para la provisión de las cátedras en propiedad (artículo 186), consideradas
autónomas además, estaban previstos ejercicios de oposición ante un
cuerpo examinador presidido por el Rector y compuesto por catedráticos y
Doctores de la respectiva Facultad (véase el artículo 176).
19
La injerencia ejecutiva no sólo es aceptada pasivamente por la Universidad, sino
que incluso es solicitada. Aquí podemos señalar que la Universidad toma la
iniciativa de sus propias reformas, y sugiere una política a seguir por el gobierno,
en el campo específico de la actividad académica (Caballero, 1974: 58-59).
En medio de la guerra cambiarán tales valores, hasta mostrar una nitidez que
tal fuera antes retórica, pero como consecuencia de una evolución que no
termina por crear a un republicano cabal. El huracán que se desarrolla entre
1810 y 1830 liquida el dominio político de los realistas, pero quizá no haga lo
mismo con las inmunidades de los criollos, ni con lo que sentían sobre su rol en
la sociedad. En caso de que hubiera provocado el milagro de una mudanza
entre los miembros de la aristocracia que dirigen el conflicto, produce el
nacimiento de protagonistas inéditos que tampoco se ven dispuestos a dar la
vida por lo que dicen la Constitución y las nuevas leyes (Pino Iturrieta, 2000:
XV).
20
3. Vía crucis de la autonomía de la Universidad republicana desde 1849
hasta finales del siglo XIX
9
Como afirma Mudarra (1972: 39), con la promulgación de este Código, constituido por un
cuerpo de catorce leyes, el Estado venezolano es dotado ciertamente de una legislación
escolar propia, de un instrumento llamado a proporcionar unidad o centralización a la
instrucción pública. Asimismo, se le considera el primer paso dado por nuestro Estado durante
su tercera etapa en materia educativa, “...cuyo origen se encuentra en la Constitución de 1830,
que dio atribución al Congreso de ‘promover por leyes la educación pública en las
Universidades y Colegios; el progreso de las ciencias y las artes y los establecimientos de
utilidad general y conceder por tiempo limitado privilegios exclusivos para su estímulo y
fomento’“; o bien como dice Márquez Rodríguez (1964), su importancia es doble: por sus
disposiciones de honda y valiosa significación en la historia de la educación nacional, y por el
intento de abarcar en un cuerpo orgánico de leyes todo el sistema educativo, en el empeño de
poner un poco de orden en el ambiente anárquico en que estaba nuestra enseñanza.
10
Primer Rector de la Universidad Republicana y en ese entonces Presidente del Congreso.
21
No podrán proveerse las cátedras en propiedad, ni en itineraria en personas
desafectas al Gobierno republicano o sospechosas de su amor al espíritu
democrático del sistema de Venezuela. El juicio que se forme sobre estas
cualidades es privativo y puramente gubernativo de la Junta y consiliarios. El
poder Ejecutivo por falta a las clases de los catedráticos, por ocultación,
emigración o bajo cualquier otros pretextos en odio al Gobierno, obrando
sumaria y gubernativamente, podrá remover de sus cátedras a los que incurran
a ellas; pero en el caso de que el catedrático salga del territorio de la República
por dichos motivos, quedará vacante la cátedra ipso-facto. También podrá el
Ejecutivo remover de sus cátedras a los catedráticos desafectos al Gobierno.
(Leal, 1981: 158-159).
requiere [...], respetar al mismo tiempo los derechos adquiridos, así los que tienen los
catedráticos en el desempeño de sus cátedras y los que gozan de jubilación, por anteriores
resoluciones universitarias’ “.
12
El autor (Caballero, 1974: 63) se refiere al Decreto “...que declara a la Universidad Central de
Venezuela independiente del Ejecutivo Federal, y establece las bases a que debe ajustarse
para su nueva organización. 1880”. Véase, Leyes y Decretos de Venezuela, 1878-1880, tomo
8, p. 501 (Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales). Caracas, 1984.
13
Leyes y Decretos de Venezuela, 1878-1880, tomo 8, p. 501 (Biblioteca de la Academia de
Ciencias Políticas y Sociales). Caracas, 1984.
23
Por otra parte, se atenta contra la autonomía económica de la Universidad y
se produce un serio daño a la misma mediante medidas gubernamentales
que lesionaron el patrimonio económico de la institución, en un período
donde, además, los cinco años de la Guerra Federal –desde 1859 hasta
1863– y las consecuencias sociopolíticas de la liberación de los esclavos en
1854 –con sus efectos perversos en el rendimiento de las haciendas de la
Universidad– contribuyeron a hacer más penosa la situación de las rentas
de esta institución.
14
De la Universidad de Caracas y de Mérida.
15
Caballero (1974) indica que Juan Vicente Gómez demostrará que se podía ir más lejos en
contra de la autonomía.
24
Llegado a este punto del recorrido histórico de la autonomía
universitaria, una reflexión se impone sobre una preocupación de gran relieve
que va a estar presente en la Venezuela del siglo XX y de inicios del siglo XXI:
lo concerniente a la legitimidad social de la autonomía universitaria. Más allá de
la atención que le prestemos a los ataques infligidos a ésta, y a las respuestas
de distintos protagonistas de nuestra historia para reivindicarla y preservar el
funcionamiento de la institución universitaria ante intereses políticos e
ideológicos o de factores de otro tipo que han pugnado por secuestrarla,
debemos reconocer igualmente la función de su legitimación ante la sociedad a
lo largo del tiempo con base en el producto de sus realizaciones en el
cumplimiento de su misión primordial.
En tal sentido, no basta que dirijamos la mirada solamente a las
dificultades o a los avances y retrocesos de la autonomía universitaria como
principio; es imprescindible también que destaquemos los frutos de su ejercicio
que en cada momento de su trayectoria histórica son merecedores del
reconocimiento por parte de la sociedad, cuando han sido objeto de una
adecuada y suficiente visibilidad desde el punto de vista comunicacional.
Desde esa óptica, es muy importante que resaltemos particularmente, y
de una manera especial, los resultados del ejercicio autonómico de la
Universidad republicana en esa segunda parte del siglo XIX, como una
contribución significativa al proceso de legitimación social de la autonomía
universitaria. De esa Historia de la UCV que nos escribió Ildefonso Leal (1981),
se pueden entresacar, precisamente, varias realizaciones universitarias que
testimonian de un modo fehaciente –aun cuando parcialmente, porque están
referidas sólo a la Universidad Central de Venezuela– la valiosa contribución a
la cual estamos haciendo referencia.
En esa obra de nuestro historiador se hace referencia a los aportes de la
labor de José María Vargas en el desempeño de distintas responsabilidades en
la Universidad republicana –además de su papel como primer Rector de esta
institución– como por ejemplo, en la regencia de la cátedra de Anatomía y de la
cátedra de Cirugía, con la cual “la Universidad contribuía a estrechar el campo
de acción de los curanderos y los llamados romancistas que hasta esa época
habían gozado del aprecio público y de los organismos oficiales por la escasez
25
de cirujanos universitarios” (Leal, 1981: 152); al igual que a los resultados del
trabajo de Juan Manuel Cajigal al frente de la Academia de Matemática que,
una vez fundada como instituto independiente, fue integrada a la Universidad
como Facultad de Ciencias Exactas, dejando como valiosa contribución, entre
otras, la formación de “...los primeros tenientes de ingenieros que inician los
estudios y construcción de los caminos carreteros entre Caracas y las
poblaciones vecinas” (Leal, 1981: 142). Asimismo, se mencionan los servicios
prestados por José Gregorio Hernández a la medicina venezolana y a la
docencia universitaria, a su labor con los pobres; el papel jugado por la
Universidad Central de Venezuela en el renacimiento de la medicina
venezolana entre 1891 y 1900, así como las contribuciones de Luis Razetti,
quien:
26
Esta nueva actitud universitaria ante el país implica un cambio en la actitud de
muchos políticos frente a la Universidad.
27
de que la Asociación General de Estudiantes de Venezuela acordara la
realización de una huelga general para exigir la renuncia del rector Felipe
Guevara Rojas, como rechazo a las propuestas de reforma de la
Universidad hechas por éste; clausura “con la que la Universidad pasa
enteramente a manos del Ejecutivo” (Caballero, 1974: 67), y en la que el
gobierno trató de impedir la concentración de estudiantes a través de una
reorganización que separaba las diversas Escuelas. La tercera, en febrero
de 1928, después de la sustitución de Diego Carbonell por Juan Iturbe
como rector de la institución, al calor de las celebraciones de la “Semana
del Estudiante”, entre el 6 y el 9 de ese mes, que dieron paso a una fuerte
represión por parte de la tiranía y al encarcelamiento de muchos
estudiantes.
Por cierto, este protagonismo estudiantil –que bien pudiera ser visto
como parte de ese proceso al que aludimos anteriormente, el que se inició
después de 1870,16 cuando los estudiantes, abrazando las banderas del
positivismo, muestran una mayor beligerancia en vinculación con los problemas
de la vida nacional– en los años siguientes va a intensificarse, enriquecerse y
desarrollarse en oposición a la dictadura gomecista y en la búsqueda de
nuevos horizontes con el concurso de la Asociación General de Estudiantes, a
partir de 1921, y de la Federación de Estudiantes de Venezuela desde 1927, a
la cual se incorporaron estudiantes de educación media, y particularmente de la
llamada generación del 28 –considerada un hito en nuestra historia, con la cual
termina una etapa y otra comienza (Leal, 1981)– cuyos protagonistas “...no
fueron simples líderes políticos que escogieron esa como cualquier otra
profesión. En Venezuela, ellos inventaron la política; y esto en todos los
sentidos que quiera dársele” (Caballero, 2004: 15-16). Un rasgo esencial de
esa invención de la generación estudiantil venezolana de 1928, clave en el
devenir de nuestra democracia, como señala este autor en otro trabajo suyo
(Caballero, 2007: 217), fue la preocupación por “fundirse en la masa, por
representar y representarse como una voluntad colectiva”, en su oposición a la
egomanía de tiranos y anti-tiranos” (Idem): “Esa voluntad impersonal la ratifican
en la práctica con la entrega en masa de los estudiantes a la policía y la
16
Sin olvidar aquí, por supuesto, que como bien dice Weinberg (2001), la vieja y combativa
tradición estudiantil en nuestros países puede rastrearse desde la colonia.
28
adopción de un símbolo, como ellos mismos lo dijeron entonces, ‘despojado de
toda corporeidad’: la boina azul” (Caballero, 2007: 218). La importancia de esto
en lo sucesivo para la vida política del país se hace patente en la siguiente
afirmación de Velásquez (1993: 157):
29
5.1. Vientos de esperanza sin eco inmediato: la Reforma Universitaria de
Córdoba
17
Con huellas incluso en países del Viejo Mundo, como Francia, donde, en los sucesos
registrados en mayo de 1968, en París, se notan reminiscencias de los episodios cordobeses,
que en la opinión de Weinberg (2001: 271), denotan “...una actitud, un clima, un aire de familia”.
30
Merece destacarse que en la literatura consultada no se registra un
consenso acerca de la proyección de esa reforma en nuestro país. Por un lado,
Tünnermann (2000) dice que ese movimiento, con las características que
Córdoba le imprimió, se ubica entre las dos guerras mundiales, si bien algunos
de sus postulados fueron incorporados en los textos legales de varios países
de la región latinoamericana después de 1945. En el caso de Venezuela, dicho
autor señala que es en 1944 cuando se incorpora buena parte de un plan de
reforma proclamado por la juventud en 1940. Sin embargo, por otra parte,
Caballero (1974: 91) sostiene que en el país “...sólo se comienza a hablar de
reforma, bajo la influencia de los planteamientos de la Universidad de Córdoba,
a partir de 1936”. Asimismo, es de hacer notar que en las referencias acerca de
la proyección continental de esa reforma que hace Weinberg (2001) no
aparecen rastros de Venezuela en lo que se considera una “valiosa
recopilación documental y testimonial” de dicho movimiento reformista. No
obstante, Bronfenmajer y Casanova (1982) hablan de la influencia de éste en el
modelo de Universidad liberal que impone la generación estudiantil del 28,
mientras Peñalver (1979) menciona los Congresos Nacionales de Estudiantes
en Venezuela, en 1938, como continuación de la extensión del movimiento de
“Reforma Universitaria” en este país y en otros de América Latina.
En ese contexto, uno de los grandes líderes de ese debate –Luis Beltrán
Prieto Figueroa– en representación de una comisión constituida por maestros,
profesores y miembros de la Federación de Estudiantes de Venezuela,
presentó el 23 abril de 1936 ante la Cámara del Senado del Congreso Nacional
un Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional que, centrando su
atención de manera primordial en la responsabilidad del Estado en la
educación pública, dándole un nuevo sentido y una mayor amplitud a la
gratuidad de los estudios y concibiendo la escuela como una unidad
estructurada orgánicamente –en la idea de estructurar la educación nacional
desde el kindergarten hasta la Universidad– (Luque, 1999), “...se planteó la
cuestión de la autonomía universitaria con la creación del Congreso Nacional
Universitario; por si fuera poco, se afirmó en él ‘la obligación de los propietarios
de fincas a colaborar con el Estado en la educación del pueblo’ ” (Luque, 1999:
118).
Sobre tal propuesta en ese proyecto, que en definitiva no fue aprobado
por ese “Congreso gomecista”, vale la pena leer la reseña indicada por Luque
(1999) de los comentarios de un senador (Arreaza Calatrava), quien, no
obstante apoyar “la autonomía universitaria en su aspecto técnico”, opina que
las universidades no pueden aspirar a disfrutar de la autonomía económica
mientras no cuenten con rentas propias, y manifiesta su desacuerdo con:
trabajo mediante la mejora del salario, la salud y la educación” (Luque, 1999: 103).
32
Asimismo, es de tomar en consideración lo señalado por Caballero
(1974: 90) acerca de un planteamiento sobre la autonomía universitaria que,
por cierto, reaparecerá formalmente diez años después en un proyecto de
estatuto universitario del cual hablaremos más adelante:
…una larga lucha por el rescate de la autonomía universitaria, que se liga con
otra por la reforma de la Universidad. Se puede decir que toda la discusión se
centra, hasta 1958 al menos, en estos dos problemas: la posibilidad por la UCV
de nombrar sus propias autoridades y personal, y la posibilidad de acceder a
este último por concurso (Caballero, 1974: 70).
19
Al afirmar esto, este autor señala lo dicho por el Ministro de Instrucción Pública, Rómulo
Gallegos, en su Memoria anual (Caballero, 1974: 69), en la cual éste plantea la autonomía
como desiderátum y orientación; e igualmente hace referencia a la proclama donde los
estudiantes, a través de la Federación de Estudiantes de Venezuela, formulan varias
proposiciones acerca de la necesidad de la autonomía universitaria (Caballero, 1974: 70).
33
En los años siguientes, concretamente desde 1940 a 1946, varios
hechos de importancia se observan en la continuación del afán autonomista, a
saber:
34
simple apéndice burocrático del Ministerio de Educación Nacional” (Febres
Cordero, 1959: 205); e igualmente se plantea lo siguiente:
Artículo 4º.- El gobierno universitario estará integrado por los designados del
Ejecutivo Federal, los representantes del profesorado, los representantes de
los estudiantes y por los representantes de los egresados.
Artículo 5º.- Las Universidades Nacionales tienen personalidad jurídica
autónoma y patrimonio propio, distinto e independiente del Fisco Nacional. Este
patrimonio estará integrado por los bienes o valores que adquieran por
cualquier título legal.
Artículo 6º.- La autoridad suprema de cada Universidad reside en su Consejo
Universitario, presidido por el Rector de la Universidad.
Artículo 7º.- En la Ley de Presupuesto General de Rentas y Gastos Públicos de
la Nación se incluirá, anualmente, con destino a las Universidades Nacionales
que actualmente funcionan, una partida cuyo monto global será del 1 al 2% de
las rentas anuales que se presupongan en dicha ley (Febres Cordero, 1959:
210).
20
Acerca de este Estatuto, afirma Luque (1999: 366) que “...se colocó a buena distancia de lo
que había sido la tradición universitaria venezolana: elitesca en cuanto a la composición social
de su comunidad y atrasada en lo concerniente a las nuevas ciencias, la tecnología y el
pensamiento social crítico”.
35
dicha autonomía para tener en sus manos la dirección general de la educación
del país (Caballero, 1974). Como observa Febres Cordero (1959), el Ejecutivo
se arroga la potestad de designar y remover libremente a las autoridades
universitarias, a fin de “contrarrestar el carácter reaccionario del Claustro y dar
paso a autoridades progresistas”;21 y además, al no aprobarse la propuesta de
la antes citada comisión universitaria de asignar una cuota fija anual del 2% del
Presupuesto de Rentas Públicas de la Nación, sino un monto variable
comprendido entre el 1 y el 2%, ello constituía, por supuesto, una rendija
abierta a posibles manipulaciones e indebidas presiones a la Universidad por la
vía de su presupuesto.
Algo que es de señalar también en esta Ley, que es parte del espíritu
que la anima en su concepción de la autonomía universitaria, presente ya en el
artículo 3 del Estatuto Orgánico de las Universidades Nacionales de 1946, es el
propósito de evitar que estas instituciones se aíslen de los otros ciclos de la
educación y se pongan de espaldas a los intereses nacionales, en atención a lo
cual en el contenido de esa Ley se establece, en su artículo 44, lo siguiente:
37
Asimismo, en lo que respecta a la idea de independencia ligada a la
concepción de autonomía presente en la Ley de Orgánica de Educación de
1948, bien vale la pena recordar hoy las palabras de un parlamentario –Jóvito
Villalba– en la oportunidad de discutirse el Proyecto de Ley de Educación
presentado por Arturo Uslar Pietri en el Congreso Nacional:
23
Véase Diario de debates de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos de Venezuela.
Mes VI. Caracas, 30 de agosto de 1948. N° 41, p. 403.
38
Venezuela el 16 de octubre de 1951, hasta tanto lo exija el proceso de
normalización de la vida universitaria”.24
Acerca de las consecuencias de ese Decreto, afirma Febres Cordero
(1959) que, además de sus efectos en el cambio de autoridades y de algunos
profesores del Instituto, y en la eliminación de la representación estudiantil en
el gobierno universitario, tuvo otras repercusiones graves: la división del
estudiantado y del profesorado en dos grupos antagónicos (en amigos y
enemigos del Gobierno); el espíritu dictatorial de las autoridades universitarias
impuestas por el régimen; el desaliento en la juventud universitaria; la pérdida
de numerosos científicos, investigadores y profesores eminentes; trastornos en
el funcionamiento de las Cátedras, Servicios y Escuelas; la destrucción de la
carrera profesoral; el clima de inseguridad y zozobra en el que debían actuar
los docentes; la frecuente interrupción de las tareas docentes por la constante
repulsa estudiantil; el desprestigio nacional ante el hecho de una universidad
que con su actitud cohonestaba el atropello a valores espirituales y morales
esenciales de la nacionalidad; la pérdida de reconocimiento en el ámbito
internacional de la universidad al eliminarse su autonomía; el éxodo fuera del
país de centenares de estudiantes; y traición a sí misma al desconocer
derechos fundamentales del ciudadano, y al permitir el encarcelamiento y
destierro de profesores y estudiantes que sólo defendieron principios que la
institución estaba obligada a mantener.
24
Véase el artículo 1º del Decreto Nº 321 de fecha 17 de octubre de 1951, dictado por la Junta
de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela.
39
Bronfenmajer y Casanova (1982: 282-283) afirman que con la
restauración militar autoritaria que significó la llegada al poder de Marcos Pérez
Jiménez, la Universidad:
En los años que siguen, sobre todo a partir de los últimos meses de
1957 hasta los primeros veintitrés días del mes de enero del año siguiente,
cuando el estudiantado tuvo un destacado protagonismo al lado de otros
actores y comenzó la huelga estudiantil del 21 de noviembre, se desató una
profunda crisis que llevó al derrocamiento del gobierno de Marcos Pérez
Jiménez a consecuencia de una jornada colectiva de lucha.
Después de la dictadura perezjimenista, una nueva etapa se abre tanto
para el país, con el “renacimiento” de su vida democrática a partir del 23 de
enero de 1958, como para la Universidad venezolana en general y la
autonomía universitaria en particular, con el Decreto Nº 458 de promulgación
de la Ley de Universidades, con fecha 5 de diciembre de 1958, por la Junta de
Gobierno de la República de Venezuela presidida por el presidente Edgar
Sanabria.
Precisamente, por esto que acaba de decirse, antes de seguir adelante
queremos llamar la atención sobre algo dicho por Soriano (2005: 52-54) que
compartimos y hemos tenido siempre presente como criterio orientador en la
aproximación histórica a la autonomía universitaria en nuestro trabajo:
40
observación del proceso que, precisamente, en las últimas décadas del siglo
XX a las que hemos llegado en esta pesquisa, ha conducido a la existencia de
tantas instituciones de educación superior que aspiran ser o simplemente son,
acreedoras a este título. En consecuencia, es obligado reconocer que esta
aproximación es limitada, y preferentemente centrada en el examen y
desarrollo de la autonomía en la Universidad de Caracas, desde los tiempos de
su fundación en 1721, de su reorientación por Bolívar en 1827, hasta el 23 de
enero de 1958. Pero reconocerlo es recordar, a su vez, que en la historia de la
Universidad en Venezuela, la importancia de la Universidad Central ha sido
crucial y, por supuesto, cualitativamente diferente. Tan crucial, que examinarla
resulta del todo indispensable antes de acometer cualquier aproximación al
tema en relación con cualesquiera de las demás instituciones del mismo
género en el país, porque si bien puede decirse que la historia de la autonomía
en la Universidad Central puede obviar el examen de la autonomía de otras
universidades venezolanas, es imposible que éstas se propongan como
cometido su propio examen, prescindiendo del desarrollo del tema respecto a
la Universidad Central. En consecuencia, queda claro en todo caso, que
cualquier aproximación que incluya respecto al tema lo ocurrido después de
1958, tiene obligadamente que plantearse desde la perspectiva suficientemente
amplia de la educación superior en general, para integrar en ella,
discriminándolas, todas las posibilidades que en las cuatro últimas décadas ha
generado al respecto la circunstancia nacional.
25
En modo alguno se quiere decir aquí que sólo a partir de 1958 comenzamos en Venezuela a
vivir en democracia, tal como lo sostiene Caballero (2007).
41
con las necesidades culturales, técnicas y científicas del país”; d) ejerza el
gobierno de la Universidad Central de Venezuela. Dicha Comisión, de acuerdo
con el artículo 3º, contaba con 60 días hábiles para presentar el resultado de
sus gestiones, prorrogables a criterio del Ministro de Educación.
Ese mismo mes de febrero de 1958, el día 11, la mencionada Comisión
acordó la reincorporación de los miembros del personal docente y de
investigación de la Universidad Central, que en el año 1951 fueron separados
de sus cargos por el Consejo de Reforma con el argumento de que
“...rehusaron al compromiso adquirido de no dictar clases hasta tanto ‘no se
llegue a una solución satisfactoria que deje incólume la autonomía universitaria’
”.26
Cumplida de una manera extraordinaria la labor que le fuera
encomendada a esa Comisión Universitaria, el 5 de diciembre de 1958 fue
promulgada la nueva Ley mediante el Decreto Nº 458, con la que “...la
Universidad recupera el ejercicio de su soberanía” (Febres Cordero, 1959:
145), y el 18 de ese mismo mes, en un solemne acto de proclamación de la
autonomía universitaria realizado en el Aula Magna de la UCV, el Presidente de
la Junta de Gobierno, Edgar Sanabria, señalaba:
26
Véase Febres Cordero (1959: 112).
27
Discurso pronunciado por el doctor Edgar Sanabria el 18 de diciembre de 1958, en el acto
solemne de proclamación de la autonomía universitaria llevado a cabo en el Aula Magna de la
Universidad Central de Venezuela, con base en el Decreto Nº 471 de la Junta de Gobierno.
Véase “Autonomía Universitaria”, UCV (1959: 11).
42
Y comparecemos con emoción y gozo, porque la autonomía de nuestras
Universidades no sólo abre para ellas las posibilidades de una reorganización
docente y administrativa; no sólo significa el rescate de un principio que, por
haber nacido con la idea misma de la Universidad, debe entenderse como un
principio esencial que orienta su destino; no sólo porque la autonomía sirva
para liberar la vida universitaria de los entorpecimientos que la Administración
Pública pueda implicar en su libre desarrollo [...] con la nueva Ley de
Universidades, se deposita en las manos de nuestros profesores, de nuestros
egresados y de nuestros estudiantes, una de las más delicadas y
comprometedoras responsabilidades.
Porque la autonomía no significa solamente prerrogativa académica que
configura el devenir histórico de las Universidades, sino que, especialmente en
nuestra hora y para los hombres de nuestro tiempo, la autonomía de la
Universidad venezolana debe significar el ejercicio de la responsabilidad que
esas Universidades tienen adquirida ante su propio pueblo.
Y es de alto contenido simbólico el que con la libertad para el pueblo, llegue
paralelamente la libertad para la Universidad, y que cuando al pueblo se le
reconoce y se le respeta el derecho a escoger sus propios gobernantes, a la
Universidad se le brinde la misma responsabilidad.28
Francisco De Venanzi:
Nos hemos paseado a través del tiempo para mostrar como uno de los
aspectos fundamentales de la autonomía tal vez el más importante –como es la
elección de las autoridades en el propio seno de la institución– tiene sólidas
raíces históricas. Fue en efecto práctica común por unos 111 años en nuestra
casa de estudios. Por otra parte, para puntualizar la importancia que tiene la
incorporación de la correspondiente disposición a la nueva Ley de
Universidades cuya promulgación hoy celebramos, puede notarse que durante
unos 144 años no hemos podido poner voluntariamente al frente de la
Universidad a una persona que represente al sentir mayoritario de su
profesorado y de las representaciones estudiantiles y de egresados.
Y ahora que tenemos la autonomía ¿qué debemos hacer con ella?
La autonomía no es privilegio que recibe la institución para aislarse de los
dolores del pueblo y convertirse en círculo de intereses creados, cerrado al
llamado de la Nación. Es al contrario instrumento de superación técnica para
cumplir con toda efectividad la tarea de convertir a la Universidad en el factor
principal del progreso de la comunidad y en símbolo unitario esencial en la
28
Palabras del doctor Rafael Pizani en el acto solemne de proclamación de la autonomía
universitaria realizado en el Aula Magna de la UCV el día 18 de diciembre de 1958, con base
en el Decreto Nº 471 de la Junta de Gobierno. Véase “Autonomía Universitaria”, UCV (1959:
17).
43
vertebración de una sociedad pujante, aguijoneada por el hondo deseo de
satisfacer plenamente sus grandes necesidades espirituales y materiales.
Libre de interferencias extrañas a su esencia universal, podría así la
Universidad desempeñar a cabalidad la función que se ha impuesto de ser
“alma del pueblo” (UCV, 1959: 26-27).
Edmundo Chirinos:
44
Sin duda alguna, esas palabras del presidente de la Junta de Gobierno y
de los miembros de la Comisión Universitaria traducen con plena conciencia la
enorme significación de la autonomía que es restituida a las universidades
nacionales, así como la responsabilidad que ella implicaba, tanto en el plano
colectivo como individual, para los universitarios. Y, desde luego, esos
discursos expresan en general de manera conjunta, con el contenido del texto
legal que los motiva, lo que Caballero (1974: 110) denomina, al calor de los
sucesos de 1958, “una nueva etapa en la adecuación histórica entre la
Universidad y la realidad nacional”, cuyo rasgo más significativo es:
45
de manera rigurosamente científica”; d) se concibe que “la finalidad de la
Universidad es una en toda la Nación”, y “dentro de este concepto se atenderá
a las necesidades del medio donde cada universidad funcione y se respetará la
libertad de iniciativa de cada institución”; e) se consagra la autonomía de las
Universidades y la inviolabilidad del recinto de estas instituciones; f) las
Universidades nacionales son consideradas con “personalidad jurídica y
patrimonio propio, distinto e independiente del Fisco Nacional”; g) inclusión
anualmente en la Ley de Presupuesto General de Ingresos y Gastos Públicos
de la Nación, de una partida para las Universidades nacionales cuyo monto
global no sea inferior al 1 ½% del total de rentas presupuestadas en dicha ley;
h) “la autoridad suprema de cada Universidad reside en su Consejo
Universitario, el cual ejercerá las funciones de gobierno por órgano del Rector,
del Vice-Rector y del Secretario, conforme a sus respectivas atribuciones”; i) el
Rector, el Vicerrector y el Secretario serán elegidos por el claustro universitario
y durarán cuatro años en sus funciones, mientras que los Decanos serán
elegidos por la Asamblea de la respectiva Facultad y durarán tres años en sus
funciones; j) el nombramiento de los miembros del personal docente y de
investigación –cuyo ingreso, ubicación y ascenso están sujeto a las normativas
propias de las Universidades apegadas a esta Ley– estará a cargo del Rector,
considerada la propuesta del Consejo de la respectiva Facultad y con la
aprobación del Consejo Universitario; k) los miembros del personal docente y
de investigación disfrutarán de completa independencia en la enseñanza y en
la orientación y realización de sus trabajos, si bien los programas de sus
asignaturas o los planes de sus trabajos de investigación que elaborarán
deberán someterlos para su aprobación a las autoridades universitarias
respectivas; l) se consagra la participación de los estudiantes en las distintas
instancias de cogobierno universitario; m) se establece que funcionará el
Consejo Nacional de Universidades para coordinar las relaciones entre estas
instituciones y armonizar sus planes pedagógicos, culturales y científicos.
En gran parte, de tales rasgos se evidencia el contenido en general de la
autonomía que en ese entonces fue restituida a las Universidades, pudiéndose
discriminar el mismo de acuerdo con los distintos tipos de autonomía
universitaria mencionados por Soriano (2005), a los cuales hicimos referencia
anteriormente.
46
En lo que respecta a la interpretación y valoración de esas especies de
autonomía en ese momento, plantea esta autora:
48
los intereses de las agrupaciones partidistas signatarias del denominado “Pacto
de Punto Fijo” que, firmado el 31 de octubre de 1958 por los principales líderes
de Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y el Partido
Socialcristiano COPEI, fue concebido como un “verdadero tratado de
regularización de la vida política nacional”, a fin de lograr:
50
en torno a las universidades autónomas. Es más en la competencia por la
posesión, el proceso de renovación podría llegar a ser un movimiento
sumamente conservador y reaccionario.
5.4. La autonomía en los inicios del siglo XXI: angustias, respuestas y retos
29
Que dice textualmente así: “El Estado reconocerá la autonomía universitaria como principio y
jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su
comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica,
humanística y tecnológica, para beneficio espiritual y material de la Nación. Las universidades
autónomas se darán sus normas gobierno, funcionamiento y administración eficiente de su
patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley. Se consagra la
53
desconocimiento de su espíritu a partir de ciertos abusos gubernamentales en
la interpretación y el afán de cumplimiento de algunos derechos establecidos
en el texto constitucional –aunados a diversas acciones de
desinstitucionalización de la educación y de reiterado acoso oficial a la
autonomía universitaria, al igual que a determinadas implicaciones derivadas
de la propuesta de reforma constitucional 30 presentada por el presidente de la
República ante la Asamblea Nacional el pasado mes de agosto de 2007–, han
constituido motivo de serias angustias en el ejercicio de la autonomía
universitaria, desde la fecha de su reconocimiento constitucional hasta el
presente.
Así, tanto diversos voceros gubernamentales como otros sectores de la
población identificados con el gobierno de Chávez se han hecho eco de
perversas y exacerbadas interpretaciones de ciertos principios establecidos en
el texto constitucional –uno de ellos, la equidad social, por ejemplo– para
ejercer presiones especialmente ante las universidades autónomas, con la
exigencia de que abran sus puertas a todos los excluidos de la educación
superior para garantizar una mayor inclusión social. En esas demandas,
potenciadas por los efectos de la Misión Ribas y la Misión Sucre 31
(componentes del denominado “sistema de inclusión revolucionario”),
sobresalen tres aspectos: 1) la poca o nula preocupación por la calidad
educativa, y, en el fondo, por la dignidad humana de los beneficiarios del
acceso a la educación superior en esos términos; 2) la atención se centra casi
exclusivamente en las universidades autónomas, perdiéndose de vista las
actuales condiciones precarias de éstas desde el punto de vista de la
32
El planteamiento del voto paritario para profesores, estudiantes, empleados y obreros en la
elección de las autoridades universitarias es un ejemplo de ello.
56
de ingreso estudiantil a la educación superior, sin respetar y tener en
consideración las atribuciones que en esa materia tienen particularmente las
universidades autónomas, con base en la Ley de Universidades y en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
En ese cuadro de angustias, tensiones e incertidumbres se han
expresado y hecho sentir diversas voces individuales y colectivas de la
comunidad universitaria en defensa de la autonomía, especialmente en el caso
de la Universidad Central de Venezuela, donde, ante tal panorama y con motivo
del cumplimiento del cincuenta aniversario de la restitución de la autonomía el
5 de diciembre de 2008, se inició la celebración del Jubileo de la Autonomía
Universitaria el 12 de marzo de 2007, 33 en la perspectiva de promover una
mayor reflexión y consciencia acerca del valor, el significado y el sentido de ese
principio fundamental de la Universidad. Todo ello con la convicción plena de
que es necesario y urgente trascender una postura meramente reactiva en la
reivindicación de la autonomía universitaria, y ser más proactivo en el
fortalecimiento de la misma como eje transversal de las propuestas de
transformación institucional.
En tal sentido, en el marco de esa celebración se ha venido planteando,
con mucho énfasis, la necesidad de asumir el gran desafío de convertir la
autonomía en un concepto integrador y movilizador de la comunidad
universitaria y de toda la sociedad en la defensa y transformación de nuestra
Universidad; vale decir, en el concepto madre para darle respuesta a las
complejas exigencias que en la actualidad le toca enfrentar a la institución
universitaria venezolana.
Asimismo, se ha insistido en la urgencia de adelantar un paso en la
respuesta al reto antes señalado. La Universidad necesita hacer más visibles
las realizaciones en el ejercicio de su autonomía, a fin de potenciar la confianza
en ella de la comunidad universitaria y la sociedad en general, para abrir sus
puertas a la búsqueda de nuevos horizontes de racionalidad, para profundizar
su compromiso social y su pertinencia en diferentes dimensiones, y para crear
múltiples espacios de amplio compromiso y participación con distintos actores
en la formulación y el desarrollo de sus políticas.
33
Bajo el liderazgo del Vicerrectorado Académico de esa institución
57
58
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA Y LA DEMOCRACIA VENEZOLANA EN EL
SIGLO XX
Jesús De Miguel
59
Para comenzar, una breve nota de justificación y aclaratoria sobre el
punto en consideración. No está de más que insistamos en la urgente
necesidad de mostrar, con mayor decisión y de una manera amplia y compleja,
los frutos del ejercicio de la autonomía universitaria en el país, lo cual
contribuiría, sin duda, al fortalecimiento de ese principio primordial, tanto en la
propia comunidad universitaria como en la sociedad en general. Esta tarea, que
debemos reconocer que aún la tenemos pendiente, es preciso que abarque los
distintos momentos de la trayectoria histórica de nuestra universidad autónoma,
si bien pudiera argumentarse que en la misma debe dársele un lugar muy
especial a lo ocurrido a partir de la instauración y el desarrollo de la democracia
en nuestro país. Esto, por cuanto se puede argüir que aquí, al dejar atrás los
60
regímenes de fuerza e iniciarse y consolidarse un período de gobiernos
democráticos, se plantea, a modo de exigencia fundamental, un giro
significativo en la reivindicación de la autonomía universitaria a partir del
redimensionamiento de su legitimación social, con base en la mayor y mejor
visibilidad posible de las múltiples realizaciones de la universidad autónoma.
Como parte de esa preocupación se inserta el asunto que ocupa nuestro
interés en esta sección del trabajo, con una aclaratoria que estimamos
necesaria: al hablar de las contribuciones de la autonomía universitaria a la
democracia hay que dejar claro a qué dimensiones de ésta nos estamos
refiriendo, y con ello la precisión de los límites del alcance que tendrá aquí el
tratamiento de ese punto. Nos referimos a los valores de la democracia –
pensamiento crítico, capacidad de juicio, tolerancia, pluralidad y comunicación,
entre otros– que la Universidad Central de Venezuela, en su ejercicio
autonómico, asumió en su labor formativa y proyectó a través del papel
desempeñado por ella misma y por ciertos actores de la vida nacional en el
forjamiento de nuestra democracia durante el siglo veinte.
No obstante, es procedente y necesario agregar algo más a esa
aclaratoria: unas precisiones sobre la posible interrogante que podría surgir en
relación con el período en el que se enmarca el inicio y la consolidación de esa
democracia a la cual contribuyó nuestra universidad en el ejercicio de su
autonomía. Para los efectos de este trabajo, compartimos dos afirmaciones de
Caballero (2007):
La primera, cuando dice: “...no nos limitamos a pensar la democracia
como una realidad completada, culminada, dentro de ciertos límites y a partir
del desarrollo de algunos de sus atributos o de sus conquistas, sino como un
proceso continuo” (p. 278).
La segunda, en la que sostiene:
61
Diríamos entonces, desde esa óptica, que es pertinente ubicar el
momento inicial de contribución de la universidad autónoma al forjamiento de la
democracia, a partir de la visibilidad en el ámbito público de las luchas y
movimientos de diversos actores de la vida nacional que se inspiraron y
alimentaron de esas ideas, prácticas y valores consustanciales de la vida
democrática propios de una institución universitaria que no dejaba de abrazar
su autonomía, independientemente si el gobierno de turno se la reconocía o no,
para mantener siempre con vida “una de las facultades que confieren mayor
brillo a la dignidad humana: la capacidad de pensar críticamente” (De Venanzi,
1963: 17). Por supuesto, no hay que perder de vista que ese influjo de la
Universidad, más allá de sus muros, tiene un elemento de referencia
fundamental: el mismo papel asumido por esa institución en el ejercicio de su
compromiso social y en la tarea de contribuir a iluminar a la sociedad en
distintas dimensiones de la vida de ésta.
Además de esa labor propia de la institución, sobre la cual habría que
indagar y escribir con mayor atención y dedicación, hay que reconocer lo que
podría llamarse una muestra de su proyección a través de las luchas
emprendidas por estudiantes que hicieron vida en sus aulas y más allá de
éstas, los jóvenes del 28; quienes declarándose demócratas después de
diecinueve meses del inicio de aquella Semana del Estudiante celebrada en el
mes de febrero de 1928, en los tiempos de la dictadura de Juan Vicente
Gómez, expresaron en sus planteamientos tanto un proyecto político como un
proyecto de sociedad, el cual se haría nacional en esos términos (Caballero,
2007). Esa generación estudiantil venezolana de 1928, la “Generación del 28”,
que no sólo se rebela contra la tiranía sino que insurge como expresión de una
voluntad colectiva de construir un nuevo país, mantuvo, además de una
prolongada continuidad de su acción política, cierta coherencia doctrinal que no
excluía la divergencia, algunas veces encrespada (Caballero, 2007).
Caracterizada como el sujeto social de una universidad a la que se
atribuye el rasgo distintivo de ser un centro político de profunda inserción en el
proceso de la lucha de clases y del cambio en Venezuela, esa generación, al
imponer un modelo de universidad liberal en abierta oposición a la universidad
oligárquica, reivindica una práctica y un discurso fundamentados en el derecho
al libre acceso a esa institución; en la autonomía universitaria y el cogobierno
62
como base del poder; en la libertad académica como implantación del
pensamiento crítico; y en la secularización y cientifización de este pensamiento
como alternativa de organización interna (Bronfenmajer y Casanova, 1982).
Con la adopción de la boina azul como símbolo, esos estudiantes
universitarios, con su participación activa y protagónica, contribuyeron
notablemente a la confección del molde de la democracia en nuestro país,
proclamaron –como dice Caballero (2007)– la necesidad de una “democracia
decente”34 y dieron pie a la formación de los partidos contemporáneos.
En ese proceso continuo de construcción de la democracia venezolana
desde estos años en adelante, es muy difícil negarle a nuestra Universidad
Central de Venezuela su contribución decisiva en la divulgación de los
principios de la convivencia y el respeto que se han requerido para el ejercicio
de aquélla. Ello se pone de manifiesto con mayor relieve en la consolidación de
la democracia, la institucionalización del país y la materialización del Estado
moderno a partir de 1958, cuando esa institución, en el ejercicio de su
autonomía, juega un papel de gran relevancia como centro del pensamiento
crítico, del debate libre, sin cortapisas, y con ánimo de ayudar a construir un
país plural y diverso. Sin lugar a dudas, la libertad de cátedra fue un principio
que trascendió la vida académica dentro de las paredes de la Universidad y
convocó a todos los sectores de la sociedad venezolana.
En aquellos años iniciales de recomienzo y de consolidación de la
democracia en Venezuela, donde eran evidentes serias amenazas a ese
proceso, que obedecían tanto a factores internos como internacionales,
indicaba De Venanzi (1963: 21).
34
Caballero (2007: 222) atribuye esta frase a dos de los líderes de esa generación: Rómulo
Betancourt y Miguel Otero Silva; “...la cual sería garantizada al estar manejada la cosa pública
por ‘elementos civiles’. Todo ello para asegurar a su vez ‘la conquista de un estado social
equilibrado y armónico, propicio al libre desenvolvimiento de las aspiraciones colectivas’ “.
63
Y más adelante, agregaba el Rector de la UCV, al finalizar su gestión, en
el mensaje al Claustro:
64
separación de la Universidad del Estado 35 y dio paso, como se dijo
anteriormente, a la reacción de éste contra la universidad autónoma de
diversas maneras, entre ellas por la vía legislativa (la reforma de la Ley de
Universidades), a través de su cierre e intervención y mediante la restricción
presupuestaria.
Esas particularidades del funcionamiento de la vida política universitaria
en tiempos de la Renovación, como en los años siguientes hasta el presente –
en los que se adelantaron varias iniciativas de reformas– es preciso tomarlas
en consideración a la hora de juzgar las contribuciones de la universidad
autónoma a la antes señalada dimensión de la vida democrática del país, en la
que se centra nuestro interés. Además de esas peculiaridades, habría que
examinar también las implicaciones de dos elementos en común en la práctica
política de la universidad autónoma venezolana desde 1969 hasta el día de
hoy, los cuales son: primero, se mantiene, aun cuando con rasgos muy
diferentes en cada momento, el distanciamiento Universidad-Estado en
distintos períodos de gestión rectoral; segundo, la universidad autónoma,
especialmente la Universidad Central de Venezuela, no ha dejado de
representar para la sociedad un elemento de referencia fundamental en la
preservación, defensa y fortalecimiento de la democracia. Sin duda, el examen
de la naturaleza y la significación de los factores, que de modo particular dan
cuenta de esos elementos en los diversos períodos de gestión rectoral durante
esos años, pueden ayudar a entender mejor en cada uno de esos momentos el
impacto de la práctica política de la Universidad en la democracia del país. Ello
representa un interesante tema que bien vale la pena estudiar en otra
oportunidad que tengamos de profundizar el presente trabajo.
Sin duda, tanto en la Venezuela de ayer como en la de hoy y de mañana
tiene vigencia lo que afirmaba De Venanzi en su “Mensaje al Claustro”, en
relación a la importancia de la autonomía universitaria para enfrentar los
peligros de lo que representaba la “democracia discriminatoria” en un ambiente
nacional donde era notorio el peso de las contingencias políticas, con sus
secuelas de discontinuidad y de ausencia de estabilidad, pues, “El
funcionamiento del sistema autónomo […] contribuye a crear una convivencia
35
Entiéndase, la ruptura del aludido compromiso de la nueva dirección política del país con la
élite universitaria.
65
entre los idearios opuestos, que puede dar importantes frutos para el avance
social y cultural del país” (De Venanzi, 1963: 20).
66
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA Y RENDICIÓN DE CUENTAS
67
de rendir cuentas de los objetivos
alcanzados o frustrados.
Miguel Escotet
68
expresan las circunstancias concretas en las que se ha movido esta institución
a lo largo de su vida en cada país.
En reconocimiento de esto, nos permitimos recordar lo planteado por
Soriano (2005: 5), cuando afirma que “...habría que examinar [...] la medida en
la cual el significado y el sentido de la autonomía han sido, de un lado
homogéneos, y de otro –en función de la persistencia de la palabra que la
designa–, resistentes o trascendentes al paso de los siglos”; a fin de ir
“...mostrando similitudes y contrastes reveladores de una esencia más
portadora de lo que se hubiera pensado, de una validez universal de la
universidad (y de su autonomía) trascendente en el tiempo” (ídem).
Y además cabe proponerse, de igual modo, el desafío de indagar las
interpelaciones que en diversos momentos de la vida universitaria de cada país
se le hacen al significado y al sentido de la autonomía desde varias ópticas y
en relación con determinadas obligaciones que hoy exige la sociedad, como la
rendición de cuentas, la transparencia y la responsabilidad social, por ejemplo.
Precisamente, ese es el reto fundamental que asumimos en esta sección
del trabajo, al interesarnos en el examen de las implicaciones que tiene para la
autonomía universitaria las exigencias de la rendición de cuentas, desde
perspectivas diversas y a partir de algunos de los planteamientos de la reforma
de la educación superior que emergen en varios países, especialmente de la
América Latina y el Caribe, desde finales de la década de los ochenta del
pasado siglo.
En correspondencia con ese propósito, nuestra atención se centra en la
consideración de los siguientes tópicos: 1) La emergencia de la evaluación de
la calidad y de la rendición de cuentas de la educación superior y 2) Rendición
de cuentas y autonomía universitaria.
69
y el Caribe de hoy,36 es necesario tener presente el contexto de origen en el
cual esos temas comienzan a llamar la atención de diversos actores sociales
en esa región. Dicho con otras palabras, es preciso que dirijamos la mirada a
un conjunto de exigencias y presiones ligadas fuertemente a ciertas
orientaciones en ese nivel educativo, que emergen al final de los años ochenta
del siglo XX en varios países latinoamericanos.
Entre esas orientaciones relacionadas específicamente de una manera
más estrecha con los temas antes mencionados, cabe señalar, además de
otras, las siguientes: la reducción del papel del Estado benefactor; la expansión
del sector privado y la incorporación de mecanismos del mercado; y la
consideración de indicadores de rendimiento en el financiamiento
gubernamental de la educación superior.
Así, no sólo se reconoce que la educación superior de esos años se
volvió más compleja, masiva y diversificada, sino que al mismo tiempo estaba
enmarcada en una situación de recesión o de debilitamiento del apoyo estatal.
Como dice Brunner (1990: 170):
36
Tünnermann (2001) indica que si bien –como dicen varios autores– la preocupación por la
calidad ha estado presente desde el momento mismo del nacimiento de las universidades, su
consideración –en compañía de los conceptos de evaluación y acreditación– es reciente en
muchos países y en la educación superior latinoamericana, siguiendo lo dicho por Rollin Kent.
70
la evaluación como instrumento de las políticas gubernamentales de algunos
países latinoamericanos.37
Es en el contexto de esa crisis, y de la sustitución del concepto de
Estado benefactor por el de Estado evaluador, donde surgió la preocupación
por la evaluación de la calidad en la educación superior latinoamericana como
parte del llamado “discurso de la modernización”, bajo la consideración de que
las restricciones en el financiamiento público, entre otros factores que afectaron
a ese nivel educativo, fueron generalmente asociadas a percepciones sobre su
baja calidad y pertinencia (Tünnermann, 2001). En este cambio de conceptos,
con las diferencias del caso en lo que respecta a Latinoamérica, no deja de ser
válida la afirmación de Neave (2001) –referida a varios países del mundo
occidental– de que ello en modo alguno significaba que en épocas anteriores
los gobiernos no se ocupaban de la evaluación. Más bien, como lo expresa
este autor, el ascenso del Estado evaluador es acompañado por una
reasignación fundamental de la tarea misma de evaluar: superar la forma de
una verificación administrativa formal (verificación de rutina y la modalidad de
mantenimiento, por un lado, y la exploratoria, por el otro), para ponerla al
servicio de “una revisión ocasional y profunda de la política de enseñanza
superior de la nación, del rendimiento de lo que hoy se llamarían los recursos
institucionales y humanos; y todo esto se hacía con una profundidad mucho
mayor que la que podía alcanzar la verificación de ‘mantenimiento’ ” (Neave,
2001: 215).
37
Además, Kent señala otros elementos de ese marco: las apreciaciones críticas de diversos
grupos sociales hacia la educación superior, en cuanto a su baja calidad y pertinencia, y la
inoperancia de ella por su misma estructura y sus desbordamientos políticos. Véase, Kent
(1997: 94).
71
deuda externa, el déficit fiscal se elevó en muchos países al nivel insostenible
de un 7% u 8% del Producto Interno Bruto. Y tercera: que la administración
pública estaba trabada por la serie de apropiaciones particulares.
Por otra parte, esa reducción del Estado benefactor tiene consecuencias
que se articulan con la segunda de las orientaciones de la educación superior,
a las cuales se hizo referencia anteriormente: la expansión del sector privado y
la incorporación de la dinámica del mercado. Al respecto, dice Schugurensky
(1998: 133) que los recortes en el financiamiento público a las universidades,
por la reducción del Estado benefactor:
72
En lo que respecta a la tercera orientación aludida anteriormente, la
consideración de indicadores de rendimiento en el financiamiento
gubernamental, lo planteado por Schugurensky (1998: 138-139) nos ayuda a
entender con bastante claridad de qué se trata:
73
traducen lo que algunos autores denominan las “tendencias hacia la
convergencia”38 de ese nivel educativo, y que otros llaman el pensamiento
único39 expresado en el “consenso” de Washington ”, para designar los acuerdos
de fundaciones internacionales o agencias multilaterales que prestan ayuda
financiera a países como los nuestros.
Lo que interesa destacar aún más de esta referencia es precisamente
cómo, a partir de tales exigencias, se debilita la autonomía y se estimula la
heteronomía universitaria, al asumirse en esos acuerdos determinadas
perspectivas en la definición y evaluación de la calidad y en la definición,
metodología y propósito de la rendición de cuentas en la educación superior.
Digamos por los momentos, tal como sostiene Schugurensky (1998), que el
principio de autonomía ha sido cuestionado y redefinido de manera drástica en
el contexto de las presiones de la globalización, las reformas neoliberales
favorables al mercado y las demandas de rendición de cuentas. Con ello hay
una pérdida gradual de la autonomía que “...permite a las instituciones
establecer, de manera colegiada y libre de interferencias externas, sus propios
objetivos y misiones, contenidos y métodos de enseñanza, criterios de
evaluación, admisión y requisitos de graduación, agendas de investigación,
procedimientos de promoción y expulsión, entre otros” (p. 140-141); y se
transita hacia un modelo heterónomo, con una Universidad que “...cada vez es
menos capaz de diseñar por sí misma su propio desarrollo, y cuyo éxito deriva
de la rapidez y eficacia de su respuesta a las demandas externas” (p. 141).
Y, asimismo, es preciso poner de relieve cómo los retos de la evaluación
de la calidad y de la rendición de cuentas pueden ser asumidos desde
perspectivas que podrían implicar o no el resquebrajamiento de la autonomía
institucional, al plantearse esos desafíos en múltiples críticas y presiones
ejercidas ante los problemas confrontados por la educación superior, por
diversos actores sociales no identificados con las orientaciones que acaban de
examinarse. Las valoraciones de estos actores, que también forman parte del
38
Schugurensky (1998: 125) habla de la convergencia de los sistemas de educación superior
hacia el modelo norteamericano, la cual “...no significa que todos los sistemas de educación
superior se conviertan en uno solo, sino más bien que son gobernados en forma creciente por
presiones, procedimientos y patrones organizacionales similares”.
39
Cortázar (2002: 17) utiliza esta expresión como “...modelo de interpretación de los
fenómenos sociales [...] que redefinirá el rol desempeñado por la educación superior y las
políticas que deberá instrumentar el estado en este sector”.
74
contexto en el cual surge la preocupación por la evaluación de la calidad y la
rendición de cuentas en la educación superior, se expresan, entre otras críticas,
y con diferentes motivaciones, en severos cuestionamientos a este nivel
educativo en lo concerniente a su pertinencia, racionalidad del gasto,
legitimidad ante las comunidades institucionales, la sociedad y el Estado, y
capacidad de inclusión social, por ejemplo.
Tal como afirma Puiggrós (1996), de acuerdo con las políticas educativas
neoliberales los grandes sistemas escolares son ineficientes, carentes de
equidad y sus productos de baja calidad, por lo cual se justifica –desde la
óptica de esas políticas– la reducción de la inversión y en particular la
responsabilidad del Estado en la educación superior, por cuanto se estima que
ésta ha fracasado. Así, en correspondencia con ese debilitamiento del Estado
benefactor se promueve –junto con la privatización y la descentralización de los
servicios educativos, con el mercado como principal mecanismo de regulación
social– la mercantilización creciente tanto de los bienes culturales como de la
producción y el esparcimiento del conocimiento. En un panorama como éste,
donde aparece disminuida la consideración de las universidades como
43
O’ Donnell (1997) habla de las democracias políticas o poliarquías, y refiere los atributos que
deben cumplir los países para ser considerados como tales.
77
inversión pública vital, se atenta contra la calidad académica y la autonomía de
las universidades públicas (Narváez, 2005), entre otras razones, al ponerse el
acento en la evaluación externa de las funciones universitarias, en respuesta a
presiones gubernamentales por una mayor rendición de cuentas, y al
concebirse dicha calidad a partir de un enfoque que privilegia
fundamentalmente el uso de indicadores de rendimiento y subestima, o ignora,
la importancia que en ella tienen ciertos datos cualitativos y factores
contextuales, así como el peso particular de las misiones históricas de cada
una de esas instituciones.
En el marco de una evaluación de la calidad así asumida, cuya discusión
no puede abordarse en términos estrictamente técnicos, al tornarse
ciertamente un problema esencialmente político, “...tanto desde el punto de
vista de su concepción y de sus consecuencias para la Universidad, cuanto por
las dificultades de su asimilación por la comunidad académica” (Trindade,
1997: 594), la rendición de cuentas estaría al servicio de los propósitos de los
gobiernos de obtener información, supuestamente objetiva, para castigar o
premiar a la Universidad con el presupuesto económico, y para hacer sentir su
influencia de manera impositiva en distintas dimensiones de la vida
universitaria:
78
2.2.2. La perspectiva del fundamentalismo autoritario
44
Al decir esto en modo alguno se pretende desconocer que existan en nuestras universidades
latinoamericanas problemas de esa naturaleza y se quiera obviar su consideración en el
ejercicio de la rendición de cuentas que estamos obligados a cumplir.
79
Bien entendido, vale decir, como un mecanismo fundamental de
gobernabilidad democrática de las instituciones y organizaciones de la
sociedad que prestan un servicio público, por medio del cual éstas informan y
justifican sus acciones y además asumen su plena responsabilidad por las
decisiones tomadas –con el establecimiento y fortalecimiento de canales de
comunicación y diálogo entre los miembros de su comunidad y con diversos
actores sociales, y a fin de propiciar y apoyar una verdadera cultura de la
participación ciudadana– el ejercicio de la rendición de cuentas no sólo ha de
ser un compromiso ineludible de la universidad autónoma con la sociedad, sino
igualmente una exigencia esencial de ella consigo misma para la potenciación
de su práctica autonómica.
En tal sentido, se habla aquí de una rendición de cuentas
multidimensional –mucho más compleja y rica que aquella centrada en una
concepción administrativista– que ayudaría a hacer más visibles las
realizaciones de la universidad autónoma en el cumplimiento de sus
actividades de docencia, investigación y extensión; y además con múltiples
propósitos, no con el solo afán de satisfacer requerimientos administrativos
para que el gobierno asigne los recursos financieros que demanda la
institución. Sin duda, esa mayor visibilidad le permitiría a la Universidad lograr
una mayor confianza en ella de los miembros de su comunidad y de los
diversos sectores de la sociedad, con lo cual, por supuesto, adquiriría una
mayor legitimidad, tanto hacia adentro como hacia afuera, lo que sería de gran
utilidad para salirle al paso –de una manera bien fundamentada, con una mayor
conciencia y propiedad– a los frecuentes y muchas veces infundados ataques
que se le hacen a esa institución con base en su supuesta no pertinencia social
y bajo nivel de capacidad de inclusión social.
Y también, desde luego, serviría para abrir las puertas a un mayor
fortalecimiento del ejercicio autonómico de la Universidad con el estímulo y el
apoyo que pueda generarse con la rendición de cuentas, en lo que respecta a
una mayor participación ciudadana de los miembros de su comunidad y de la
sociedad en general en el desarrollo de las actividades de esa institución, y en
lo concerniente a la generación de condiciones más favorables para la
articulación e integración de los esfuerzos académicos y administrativos, en el
80
plano interno de cada institución y tanto en el ámbito nacional como
internacional.
Además de sus efectos positivos, García Guadilla (2002) indica también
los riesgos de la rendición de cuentas. Entre los primeros destaca: 1) la
elevación de la legitimidad de las instituciones académicas basada en una
nueva confianza; 2) el aumento de la calidad del desempeño de las
instituciones al obligarlas a examinar de manera crítica sus propios procesos;
3) la contribución a nuevas formas de gestión al proporcionar elementos para la
toma de decisiones; y 4) podría resultar un factor estratégico para
desencadenar procesos de cambio deseables. Respecto a los segundos,
señala: 1) el peligro de burocratización de esos procesos, al obtener resultados
que tengan poca incidencia en la corrección de las deficiencias detectadas; y 2)
la no visibilidad de aspectos cruciales de la vida académica, a partir de
evaluaciones basadas en indicadores cuantitativos.
En definitiva, vista en esta perspectiva, la rendición de cuentas permitiría
conocer mejor y fortalecer la Universidad como locus donde, a contracorriente
de la idea de un mundo uniformado, conviven múltiples expresiones del saber;
y en el cual se dan las condiciones necesarias y suficientes para el ejercicio de
la libertad, es decir, de la capacidad de conjugar conocimiento, imaginación y
decisión en el campo de lo posible: en su vida académica; en la elección de sus
autoridades; en la escogencia de su personal; en el cuestionamiento a sí
misma y a todo lo que le concierna; en sus normas de gobierno,
funcionamiento y administración de su patrimonio; y en la proposición y
contribución en la construcción de soluciones y alternativas de cambio que la
Universidad misma y la sociedad en general requieran.
Así concebida, desde el punto de vista de sus motivaciones e
implicaciones, la rendición de cuentas tiene incluso una mayor significación
para la Universidad en comparación con aquella posición donde se le reivindica
como expresión del ejercicio de una autonomía curiosamente denominada
“responsable”, vale decir, como una práctica a la que simplemente está
obligada la institución ante sí y los otros, sin argumentarse suficientemente y de
manera convincente el porqué de esa obligación. Que sirva como ejemplo de
esto lo que plantea Villarroel (2006: 88):
81
...la rendición de cuentas no sólo no es una amenaza para la autonomía
universitaria, sino más bien se convierte en uno de los principales mecanismos
con que cuenta la institución universitaria para evidenciar su carácter
autonómico. En otras palabras, la rendición de cuentas es consustancial al
ejercicio de una autonomía responsable; desde este punto de vista, las
instituciones responsables se caracterizan porque no necesitan que se les exija
una rendición de cuentas, porque ellas de “muto propio” se ofrecen a rendirlas.
De este modo, la evaluación se convierte en el principal medio para desarrollar
el mejoramiento constante de la institución.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
82
Brunner, J. J. (1990). Educación Superior en América Latina: cambios y
desafíos. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica.
83
Febres Cordero, F. (1959). Autonomía universitaria. Caracas: Publicaciones de
la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela.
84
Narváez, E. (2005). “La educación superior en América Latina ante los desafíos
de la globalización”. Revista Educere, año 9, número 29. Mérida-Venezuela:
Universidad de los Andes.
85
Tedesco, J. C. (2005). Educar en la sociedad del conocimiento. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
86
87
Anexos
República de Colombia
88
en uso de las facultades extraordinarias que ejerzo; y oída la Junta General o
Claustro pleno de la misma Universidad, y el sentir de varios hombres
prudentes y amantes de la educación,
Decreto:
CAPITULO 1
De las Juntas Generales o Claustro pleno
Artículo 1° Se tendrán en la Universidad Juntas Generales que se
compondrán del Rector que las preside, del Vicerrector, Doctores y Maestros.
Harán periódicamente las elecciones que exprese esta Constitución en los
artículos correspondientes. Deben reunirse cada mes para tratar de los
negocios generales del establecimiento no atribuidos a las Juntas particulares y
deliberar sobre los acuerdos de éstas; y además en los días que citare el
Rector. La Junta General elegirá el día 20 de diciembre los seis catedráticos
que formen la Junta de Inspección o Gobierno; y en los años siguientes los
renovará por mitad. La suerte decidirá los que deban quedar en la primera vez.
En caso de vacante, la Junta General la llenará en la sesión más inmediata que
celebre.
89
Artículo 7° Ni el Rector, ni el Claustro pleno o Junta General podrán eximir de la
multa a los que hayan incurrido en ella por su omisión; y queda a cargo del
Rector exigirla inmediatamente por medio del Bedel.
Artículo 10° Ningún Claustro pleno o Junta General, podrá celebrarse con
menos de doce individuos, entre los cuales ha de haber por lo menos cuatro
catedráticos.
Artículo 14. Lo que se determine por una Junta, no podrá ser revocado
por otra, a menos que por este segundo acto se reúna la opinión de las dos
terceras partes de los concurrentes y que se haya hecho una citación previa y
expresa para tratar de la revocatoria.
90
Artículo 16. Siempre que haya temor fundado de que la publicación de
los sufragios en el caso presente o en cualquiera otro pueda causar disensión o
resentimientos de los mismos miembros de la Universidad, o entre
cualesquiera otras personas, el Rector podrá exigir a los concurrentes
juramento de no revelar lo que allí se haya tratado, después que el Claustro
convenga en que así lo exige lo arduo de la materia.
CAPITULO II
91
Artículo 24. La junta particular deberá celebrar sus sesiones con cinco
de sus miembros por lo menos, en los jueves de cada semana, y comenzarán a
las diez de la mañana.
CAPITULO III
Artículo 30. Para que los exámenes se hagan del modo más prolijo y
capaz de demostrar la suficiencia del aspirante a grados y oposiciones, se
reunirán al principio de cada bienio académico en Juntas particulares, los
miembros de cada facultad de las que se enseñan en esta Universidad, y
escogerán hasta treinta cuestiones, o más si se consideran necesarias, de las
materias que se hayan leído en los cursos que designará esta Constitución;
cada cuestión o proposición se extenderá en un billete separado en el cual se
expresará también el texto de donde se ha tomado, e incluidas todas las de
cada facultad en un pliego cerrado, sellado y rubricado al reverso por el Rector
con el rótulo de proposiciones del tal facultad, se entregará al Secretario para
que lo custodie cuidadosamente en el archivo, y lo presente a la Junta de
examinadores cuando tenga que dar puntos por grados de Bachiller o
Licenciado, y para oposiciones a cátedras.
92
Artículo 31. Los miembros de cada facultad al reunirse para escoger las
proposiciones de que trata el artículo anterior, jurarán ante el Rector que
presidirá el acto, no haber comunicado, ni comunicar en adelante las
proposiciones que se escogieren.
Artículo 32. Los autores que deban servir de texto para la enseñanza de
cada clase, serán también designados por los miembros de la facultad, que al
efecto deberán reunirse al fin de cada bienio académico, después de hechos
los exámenes públicos, en el día que señale el Rector, o siempre que se estime
necesario por consultas que promuevan ante él los catedráticos.
Artículo 33. Las disposiciones de los artículos 3°, 4°, 5°, 6°, 7°, 8° y 9°
tendrán también lugar en estas Juntas.
CAPITULO IV
Del Rector
93
no correspondieren a este tratamiento honroso, acordará con la Junta de
Inspección y Gobierno los medios de reducirlos a su deber; mas si esto no
bastare, la Junta General resolverá lo que crea justo, dando cuenta a la
Dirección Departamental para la providencia conveniente, hasta la de
separación o privación del empleo con arreglo a la ley de estudios.
Artículo 38. Además de las visitas que el Rector hará a las clases
cuando se lo sugiera su celo, elegirá en cada bimestre dos estudiantes de cada
clase, para que informen sobre la conducta del catedrático, tomándoles o no
juramento, según lo juzgue conveniente.
Artículo 39. Esta visita bimestre será hecha por el Rector acompañado
del catedrático más antiguo, o del próximo en antigüedades (cuando la
conducta de éste haya de ser investigada) y el Secretario. Es antigüedad será
graduada por la data en que entró a servir la cátedra, sea temporalmente o en
propiedad, siempre que haya sido dada por oposición y el catedrático no se
haya distraído de la carrera.
Artículo 40. El Rector será Juez privativo, como lo ha sido hasta ahora
el Cancelario en los negocios académicos de los Doctores, Maestros y
cursantes.
CAPITULO V
Del Vicerrector
Artículo 42. Habrá un Vicerrector que supla cualquiera falta del Rector;
tendrá las mismas calidades y será elegido cada tres años por la Junta
General, el mismo día que el Rector, quien dándole posesión con las mismas
formalidades que se usaron con él, lo colocará en el lugar que le designe el
artículo 221 de las precedencias.
94
Artículo 45. Llevará el Vicerrector un registro o libro secreto, en que
ponga lista de los catedráticos e inserte la que le pase el Secretario, de los
cursante y pasantes, con expresión de su edad, patria, padres, tutores o
personas a quienes estén inmediatamente encomendados en esta ciudad. Se
escribirán por su orden los nombres del catedrático, cursantes y pasantes de
cada clase, dejando a cada uno dos fojas a lo menos en blanco para las notas
convenientes que se haga acreedor.
CAPITULO VI
De las Matrículas
Artículo 51. Por justa causa probada por el Rector, podrán algunos
matricularse hasta el 15 de septiembre; y si lo hicieren después de este término
hasta dos meses, deberán reponer el tiempo que hayan faltado a los cursos,
con un examen de las materias leídas durante su ausencia, el cual deberán
desempeñar dentro de los dos meses siguientes a satisfacción del catedrático.
Este examen será certificado por el catedrático, con cuyo documento el Rector
mandará que se le matricule como si hubiese entrado en el principio del bienio.
ARTICULO VII
De los Cursantes
Articulo 55. Para ser cursante en una clase superior es necesario haber
obtenido aprobación en la anterior. Así ninguno será matriculado en la
Universidad sin que haya sufrido examen en que acredite que sabe leer y
escribir correctamente, los principios elementales de la gramática y ortografía
castellana y aritmética, habiendo obtenido la competente aprobación.
CAPITULO VIII
De las cátedras de la Universidad y tiempo de su lectura
Artículo 61. Se leerán en esta Universidad dos cátedras de gramática
latina, una de literatura, una de ideología y metafísica, gramática general,
lógica, física general y particular; otra de matemática, geografía y cronología;
una de ética y derecho natural; cuatro de medicina, cuatro de jurisprudencia
civil y cuatro de ciencias exactas.
97
Junta, que para tal caso deberá estar compuesta de todos sus miembros, y
tener el competente informe del catedrático de aquel alumno
Artículo 66. Ningún alumno podrá estudiar en una clase las materias
que corresponden a otra.
Literatura
Artículo 68. Los estudiantes, así para fijar más sus conocimientos, como
para adquirir el buen gusto tan necesario a la profesión literaria, se ocuparán
con toda asiduidad: primero, en la versión de los autores latinos de mejor nota;
segundo, en las composiciones latinas y castellanas así en prosa como en
verso, sirviendo de objetos a tan interesantes ensayos, el esplendor y grandeza
de la religión, o las diversas perspectivas de la naturaleza.
Filosofía
98
pronunciado el discurso, que se dirá en el título de los catedráticos, tomará el
de lógica la cátedra y pronunciará en voz clara las primeras cláusulas de estas
lecciones.
Artículo 80. Los alumnos de filosofía de todas las tres clases serán
examinados cada seis meses privadamente por una comisión que nombrará el
Rector, en las materias que hayan cursado en este tiempo, porque si por
desaplicación u otros motivos se encuentran algunos atrasados se tome en
consideración por la Junta de Gobierno que inmediatamente dictará las
providencias más enérgicas sobre el particular. Estos exámenes privados, de
ningún modo impedirán los que al fin de cada año académico deben hacerse
con el mayor esplendor y concurrencia posible.
Artículo 81. Con igual solemnidad, y omitiendo los gastos que hasta
aquí se han acostumbrado, se celebrará al fin del trienio filosófico un certamen
mayor que defenderá el lector de lógica por la mañana y el de matemáticas por
la tarde con los estudiantes que cada uno nombre a este fin, y contrayéndose a
las materias que enseñan en sus clases respectivas.
99
Medicina
Artículo 84. Luego que haya con qué dotar un catedrático más de
medicina, éste leerá en el tercer año y al mismo tiempo que se siguen los
cursos de medicina práctica y cirugía, uno de instituciones de medicina o
patología general en sus tres ramos: primero, de patología propiamente dicha,
o tratado de la naturaleza, causas y efectos de las enfermedades; segundo, de
semiología o signos de éstas, y de sus pronósticos; tercero, de terapéutica
general, o modos de curarlas.
100
Artículo 87. Nosografía y Patología interna. En esta clase se explicarán
todos los ramos que comprende su asignatura. En ella se enseñará a conocer
las diferentes clases de enfermedades internas, por el método más natural y
conforme al carácter de la dolencia, desenvolviendo después sus causas,
síntomas y señales con que se distinguen.
101
de ser cirujanos, los dos mismos años de clínica quirúrgica, y todos la medicina
legal.
Jurisprudencia
Artículo 96. La facultad de jurisprudencia se divide para su enseñanza
en canónica y civil; pero se estudiarán a un mismo tiempo de la manera
siguiente.
102
Artículo 102. Los estudiantes que después de haber concluido sus
cursos de jurisprudencia quisieren oír teología, tendrán obligación de ganar los
cursos de instituciones teológicas e historia sagrada por dos años, al cabo de
los cuales podrán recibir el grado de Bachiller en teología.
Teología
103
Artículo 109. Los cursos de todas estas clases se abrirán el 1° de
septiembre de cada año con un acto solemne en la Capilla de la Universidad, al
que deben concurrir todos los doctores y cursantes. Allí pronunciará un
discurso análogo a las circunstancias y sobre los puntos que se consideren
más útiles, el catedrático de elocuencia, o el que designe anualmente el Rector
y la Junta de Gobierno.
Artículo 111. Las de filosofía desde las siete y media a las nueve de la
mañana, y de las tres a las cuatro y media de la tarde.
CAPITULO IX
104
Artículo 118. Se escogerán para los certámenes las materias más
propias para dar a conocer los progresos que hacen los jóvenes y el estado
que tienen los estudios en la Universidad.
CAPITULO X
De los exámenes, premios y vacaciones
105
y precisamente de todos los cursantes de la facultad sobre que se versa el
examen, pudiendo concurrir cualesquiera otras personas.
106
pleno, de las medallas de costumbre y aplicación destinadas a cada clase de
latinidad.
Artículo 132. Las vacaciones generales de cada año serán desde el día
en que se concluyan los exámenes de cada facultad en el mes de julio hasta el
1° de septiembre próximo; y la de los gramáticos desde el 12 de agosto hasta
esta última fecha; y fuera de ellas los cursantes no tendrán otra que las de los
días de fiesta entera, los feriados de pascua, toda la semana santa, y el jueves
en aquellas semanas en que no haya día de ambos preceptos.
CAPITULO XI
De los grados
CAPITULO XII
De los requisitos necesarios para obtener grados
107
Artículo 138. Si la calificación resultare favorable, el Rector accederá a
la pretensión; en seguida, designará día y hora para el examen, poniéndolo
todo en noticia del pretendiente por medio del Secretario.
Artículo 139. El acto será presidido por el Rector con asistencia de los
catedráticos examinadores en la facultad, Secretarios, Bedeles y demás
personas que quieran concurrir; se verificará en días feriados, o en días u
horas de vacaciones con las formalidades siguientes:
108
Artículo 140. Concluido el examen se retirará fuera de la Capilla el
candidato, y cerrada la puerta se procederá a calificar en aptitud con A y R por
los examinadores y el Rector, cuando sea Maestro o Doctor en la facultad. Al
efecto distribuirá el Secretario a cada uno de los sufragantes una A y una R y
recogerá después en la cajilla destinada a este fin la votación de los
examinadores. El Secretario vaciará las letras sobre la mesa y reconocidas por
el Rector, el Secretario y los dos catedráticos más antiguos, resultará la
aprobación a pluralidad absoluta de votos. Cuando por sufragar también el
Rector se halle casada la votación, será él quien decida la discordia.
109
para el grado de Bachiller, con la diferencia de que la oración será por espacio
de media hora, y que han de ser siete los examinadores. Los dos menos
antiguos argüirán sobre la cuestión que haya tocado en suerte al candidato,
hasta que satisfaga sus objeciones, no pudiendo pasar de un cuarto de hora, y
los cinco más antiguos harán después preguntas por media hora cada uno,
contrayéndose los catedráticos con especialidad a las materias que enseñan,
como se ha dicho en el grado de Bachiller.
Artículo 149. Supuesto que los grados de Licenciado son los que
habilitan para los efectos civiles y eclesiásticos con exclusión del de medicina,
se expedirá el título correspondiente a los que lo hayan obtenido conforme a
esta Constitución, firmado por el Rector con los dos catedráticos más antiguos
y autorizado por el Secretario; pero no serán miembros de la Universidad sino
los que hayan recibido el grado de doctor en jurisprudencia civil o canónica,
medicina o teología o el de Maestro en filosofía.
110
Artículo 151. En caso que alguno se presente, produciendo también al
acto su título de Licenciado, será graduado con preferencia dentro del término
perentorio de veinte días; pero si no hubiere oposición, el Rector señalará
precisamente un día feriado para conferir el grado de Doctor o Maestro.
Artículo 152. A las cuatro y media de la tarde del día prefijado harán
seña los Bedeles con cuarenta toques pausados de la campana grande de la
Universidad. Los Doctores se reunirán en la Sala de las sesiones de la misma,
a donde deberá venir el Rector acompañado del aspirante, los Doctores y los
dos Maestros más modernos, a quienes los Bedeles recordarán esta obligación
al acto de citarlos para el grado.
111
Artículo 156. El Rector conferirá entonces el grado en la forma que se ha
dicho en el artículo 143 y a continuación dirá: in hujus tam proeclarae dignitatis
signum his externis ornamentis decorandus es, quoe imperesentiarium adhiberi
solent.
Artículo 157. Tomará después el rector la borla del candidato que deberá
estar sobre la mesa, le dirá: in primis pileum albo diademate ornatum ( aut
ceruleo vel alio colore, habita ratione facultatis ) capiti tuo impono. El padrino
que deberá ocupar asiento después del Rector y Vicerrector, entregará
entonces el anillo al Rector, quien imponiéndolo en el dedo índice de la mano
izquierda del candidato le dirá: insero diggito tuo annulum scientiae, splendoris
signum. El rector poniéndose en pie ayudará al graduado a levantarse y lo
abrazará, continuando éste la misma demostración con todos los que
componen en aquel acto el Cuerpo de la Universidad en señal de fraternidad y
de pertenecer al mismo cuerpo. Después de esto el Maestro de Ceremonias y
los Bedeles con mazas colocarán al graduado en el asiento que le
corresponde. Seguidamente los Bedeles con mazas le irán a acompañar desde
su asiento hasta la cátedra y cuando el Rector haga señal con el toque de la
campanilla, pronunciará en idioma vulgar una oración laudatoria de la facultad
en que se le ha conferido el grado, concluyendo con una acción de gracias al
Cuerpo. Terminada la oración ocurrirán de nuevo los Bedeles a acompañarlos
desde la Cátedra hasta su asiento, y el Rector hará la señal de retirarse la
Universidad, que formada en dos alas y yendo por delante los Bedeles con
mazas, el nuevo graduado a la derecha del Rector y a la izquierda del
Vicerrector, saldrá por la puerta mayor de la Capilla y entrará por la del
Seminario a la sala de sus sesiones en donde se disolverá el Cuerpo.
Artículo 158. Los dos Doctores y los dos Maestros más modernos, sin
concurrencia del graduado, volverán a acompañar al Rector hasta su casa.
CAPITULO XIII
De las contribuciones que han de hacer los que quieran graduarse de
Bachiller, Licenciado, Maestro o Doctor
Artículo 161. Los que aspiren al grado de Bachiller en filosofía luego que
haya sido admitida la solicitud por el Rector, depositarán en poder del
Administrador de la Universidad 40 pesos.
112
Artículo 162. El Rector y los examinadores disfrutarán por este grado 3
pesos cada uno, 1 peso cada Bedel y 6 el Secretario por su asistencia, gastos
de Secretaría y título que debe despachar al graduado; los 14 pesos restantes
se aplican a los fondos de la Universidad.
CAPITULO XIV
De la incorporación de grados
Artículo 169. Para ser incorporado en esta Universidad cualquiera que
haya obtenido sus grados académicos en país extranjero, después de
113
acreditarlo debidamente sufrirá en la Universidad el mismo examen, y hará el
depósito que se exige para el grado en que pretende incorporarse. Resultando
aprobado, prestará el juramento correspondiente a su grado según dispone
esta Constitución, y se le expedirá el título.
CAPITULO XV
De las oposiciones a cátedras
Artículo 174. El Rector asignará día y hora par comenzar los actos de
oposición por el orden y turno de la antigüedad del grado de los opositores,
principiando el menos antiguo; y cuando no fueren graduados la suerte fijará el
orden que debe observarse.
115
Artículo 182. Concluido el ejercicio de cada opositor, que no sea cuando
menos Licenciado, se le mandará retirar de la Capilla y a puerta cerrada se
hará la calificación por A. y R. precediendo el juramento que prestarán los
calificadores, de obrar en justicia sin afición ni pasión; pero no se publicará el
resultado, que sólo deberá servir de Gobierno para la provisión de la cátedra y
para conceder o negar la certificación que solicitan los opositores de haber
practicado tales ejercicios a satisfacción del cuerpo examinador. Al efecto
llevará el Secretario un libro con el título de Actas de Aprobación en que
extenderá por diligencia formal lo que resulte de la calificación de los opositores
que no tengan grado de Licenciado; y el Rector firmará esta diligencia con los
dos examinadores más antiguos y el Secretario. Después de esta calificación y
concluidos los actos, prevendrá el Rector a los opositores que dentro de tres
días presenten los documentos que acrediten sus servicios a la enseñanza
pública y especialmente los prestados a la Universidad.
Artículo 184. A este elección y calificación del más digno podrá preceder
una conferencia privada entre los individuos del cuerpo examinador, si la
estimaren necesaria; y en seguida se procederá a las elecciones públicamente,
si en esto el cuerpo, o en reserva si así lo exigiere alguno de los vocales, en
cuyo caso formará el Secretario por separado, billetes de los nombres de los
opositores y entregará a cada examinador tantos cuantos sean los opositores.
Artículo 188. Cuando el provisto para servir una cátedra sólo tuviere el
grado de Licenciado en la facultad, deberá recibir dentro de un año la borla de
Maestro o Doctor en la misma, bajo la pena indicada en el artículo 180.
CAPITULO XVI
De los catedráticos
116
Artículo 189. Desde el día de la posesión dada al provisto para una
cátedra, principian sus obligaciones y sus derechos. Los catedráticos deben
concurrir a sus clases con mucha exactitud en todos los días y horas prescritas
para la enseñanza. Cuidarán del aprovechamiento, asistencia y buena
conducta de sus discípulos, dándoles ejemplo con su buen porte, y con su
puntual concurrencia a todos los actos, juntas y ejercicios de la Universidad a
que deban asistir.
Artículo 192.
Los catedráticos deben ser el modelo de los jóvenes confiados a su
enseñanza; la decencia, el decoro, la urbanidad, la cultura en el idioma, todo
debe relucir en los maestros, a fin de que con estas lecciones prácticas formen
buenos discípulos.
117
entera, debiéndose comenzar a contar dicho término desde el día en que cada
uno haya tomado posesión de la cátedra, bien sea en propiedad o por
sustitución, con tal que haya sido dada por oposición. Todas las cátedras de
latinidad se reputarán como una misma.
Artículo 197. El que haya servido cátedras diferentes por 20 años, bien
sea en propiedad o por sustitución, podrá retirarse con la mitad de la renta y el
título de Catedrático Benemérito. Si las hubiere servido 25, se retirará con las
dos terceras parte; y si 30 con toda la renta, expidiéndosele el título de jubilado
en la cátedra que haya regentado más tiempo; mas si éste fuere igual en dos
cátedras, el mismo catedrático elegirá lo que sea de su agrado.
CAPITULO XVII
118
De los sustitutos
Artículo 205. Sustitutos son los que leen las cátedras en las ausencias,
enfermedades u otros impedimentos legítimos de los catedráticos y cuando por
algún motivo vacare la cátedra.
Artículo 206. Cuando la ausencia fuere por menos de quince días, será
nombrado el sustituto por el catedrático con acuerdo del Rector.
Artículo 207. Cuando haya de ser por más de quince días, o cuando
vaque la cátedra, lo nombrará el Rector con la Junta de Gobierno, pudiendo en
el primer caso proponer el propietario al que haya de servirlo en su lugar.
Artículo 209. Los Doctores serán preferidos para sustitutos en las clases
de medicina, y jurisprudencia canónica o civil, y teología, así como los
Maestros para las de filosofía. Los sustitutos tienen las mismas obligaciones
que los catedráticos respecto de la enseñanza.
CAPITULO XVIII
Del Secretario, archivo y sello
119
Artículo 214. El Secretario presencia, extiende y autoriza las actas de
las Universidad, y conserva con mucho arreglo y esmero los libros de ella con
los demás expedientes y papeles; cumple también con todo lo que es de su
cargo, según lo prevenido en diferentes artículos de esta Constitución. Deberá
asistir a todos los grados, oposiciones a cátedras, exámenes de cursantes,
Juntas Generales y particulares y cuando sea citado por orden del Rector o lo
exija el desempeño de su destino. El Secretario intervendrá en la recaudación
de las rentas como se dirá en el capítulo del Administrador.
Archivo
Sello
Artículo 220. Mientras se reciba en esta Universidad el sello que debe
remitir el Gobierno igual al de las otras de Colombia, se continuará usando el
mismo que hasta hoy en clase de provisional. El Secretario cuidará de la
conservación del sello, y de sellar los títulos y demás documentos que lo exijan.
120
CAPITULO XIX
De las precedencias y ceremonias
Artículo 222. Los Doctores en medicina que hasta aquí se han graduado
(y) en adelante se graduaren, gozarán de la antigüedad que según la data de
su título les corresponda.
Artículo 227. Sobre la mesa del Rector habrá en todas las funciones una
escribanía; y en las de grados se pondrá además una cruz, el libro de los
Evangelios y el formulario de los juramentos.
CAPITULO XX
Del Maestro de Ceremonias
CAPITULO XXI
De los Bedeles
Artículo 239. Los dos Bedeles que debe haber en la Universidad serán
nombrados por el Claustro pleno o Junta General, después de haber fijado el
Rector un anuncio de la vacante a las puertas de la Universidad por 15 días.
CAPITULO XXII
De las fiestas
Artículo 244. Se continuarán celebrando las fiestas de la Patrona Santa
Rosa de Lima, de la Concepción de Nuestra Señora y del Angélico doctor
Santo Tomás, que ha celebrado esta Universidad desde su erección,
pagándolas de sus fondos, y de los del Seminario como hasta ahora; y si
alguna otra quisiere hacer la Junta General, será a expensas de sus miembros.
123
En todas estas fiestas deberán oficiar y predicar los Doctores o Maestros de la
Universidad nombrados por el Rector.
CAPITULO XXIII
De los entierros y honras
Artículo 246. Luego que muera algún Doctor o Maestro, o se reciba la
noticia de haber acaecido su muerte fuera de esta ciudad, se hará seña con el
doble de campañas por un cuarto de hora. El Maestro de Ceremonias será
obligado de informarse de la hora en que ha de hacerse el entierro y avisarlo al
Rector para que prevenga a los Bedeles que citen a todos los miembros de la
Universidad, quienes deberán concurrir a la casa del difunto y acompañar el
entierro con hachas en las manos. Asistirán igualmente a la vigilia y misa de
cuerpo presente si la hubiere, distribuyendo los Bedeles también, velas
encendidas al tiempo del responso.
CAPITULO XXIV
De las rentas y gastos de la Universidad y de su deuda activa y pasiva
124
Artículo 250. Son rentas de la Universidad:
14. La cantidad de 363 pesos, cinco reales y tres cuartillos, rédito anual
del capital de 7.275 pesos, seis reales, fundados para las clases de derecho
canónico y civil y filosofía que corren a cargo del Administrador del Seminario
de esta ciudad, y deben ser incorporados a la caja de Administración de la
Universidad con arreglo al número 2º artículo 72 de la citada ley.
126
Artículo 252. La Universidad reconoce la deuda de 7.130 pesos y tres
reales liquidados y aprobada hasta la fecha en favor de varios acreedores y la
que en adelante sea aprobada y legítima y se obliga a amortiguarla a prorrata:
CAPITULO XXV
Del Administrador
128
Artículo 264. El Rector podrá nombrar dos individuos de la Junta de
Gobierno que revisen y examinen las cuentas del Administrador, y expongan
dentro de seis días el juicio que formen de ellas.
Artículo 265. Sin que sean presentadas y aprobadas las cuentas, ningún
Administrador podrá continuar en su destino.
CAPITULO XXVI
De los derechos que se pagan en esta Universidad
CAPITULO XXVII
De las Academias
129
Artículo 276. La Universidad irá planteando sucesivamente las demás
cátedras y establecimientos que le permitan sus fondos. Procurará formar a la
mayor brevedad posible la Academia de Emulación, dividida en las cuatro
secciones de literatura y bellas letras, ciencias naturales, ciencias políticas y
morales y ciencia eclesiásticas. Cada una de ellas en los dos meses primeros,
después de haberse instalado, hará un reglamento para su organización
interior y para el mejor fomento de sus estudios, y con informe del Rector lo
aprobará o reprobará; mas respecto a que el bien general exige la más pronta
organización de la medicina en sus diversos ramos, se establece la sección de
las ciencias médicas bajo las reglas siguientes:
Artículo 278. Todos los que hayan hecho sus estudios de medicina, de
cirugía y de farmacia en países extranjeros, y que en ellos hayan recibido los
correspondientes grados que habilitan para ejercer la profesión, como de
ningún modo la ejercerán en estos Departamentos sin que hayan sido
habilitados por la Facultad de Medicina de esta capital, precediendo el examen
que abajo se expresará; cualquiera que contraviniere en las penas establecidas
por las leyes 5ª y 6ª, título 11, y la 12, título 12, libro 10 de la novísima
recopilación.
130
3º Cuidar que se forme e imprima a la mayor brevedad un curso
completo de los ramos de las ciencias médicas que deben enseñarse en esta
Escuela de Medicina, acomodado al clima, constitución y enfermedades de los
habitantes de estos países, el que a más de contener las mejores doctrinas de
los autores más selectos, y los últimos descubrimientos, tenga la brevedad
necesaria para las escuelas;
131
la Facultad, si los hubiere, será de tres a cinco y durará el examen por el
tiempo fijado anteriormente. Resultando la aprobación, se remitirán los
documentos de los médicos, cirujanos y farmacéuticos a la Facultad Médica de
esta ciudad para que expida el diploma de licencia, que en este caso se firmará
por el Director de la Facultad y cinco de los catedráticos o Doctores más
antiguos. Los sangradores y parteras recibirán su licencia de la respectiva
Municipalidad, previo el certificado de examen y aprobación que darán los
examinadores. Cuando sean tres, presidirá el más antiguo.
132
Simón Bolívar
Por el Libertador Presidente
J. R. Revenga
El Secretario de Estado y General de S. E.
Es copia exacta:
ESTATUTO ORGÁNICO
DE LAS UNIVERSIDADES NACIONALES45
45
Precedido de la siguiente parte motiva:
Considerando:
Que las Universidades Nacionales adolecen desde el punto de vista de su orientación y
funcionamiento de notables deficiencias que las han venido incapacitando para servir su noble
finalidad;
Considerando:
que las mencionadas deficiencias
han sido denunciadas en forma insistente por la opinión pública y muy especialmente por los
sectores profesorales y estudiantiles;
Considerando:
que las Autoridades Educacionales, las diversas Facultades y el estudiantado han estado
acordes en demandar una serie de reformas substanciales en lo que hace al régimen docente y
administrativo de las Universidades; y
Considerando:
133
(Transcripción exacta del texto reproducido en la Compilación Legislativa
Venezolana, Ministerio de Relaciones Interiores, Dirección de Justicia,
1946)
TÍTULO I
Disposiciones fundamentales
134
Este patrimonio estará integrado por los bienes o valores que adquieran por
cualquier título legal.
135
TÍTULO II
Organización de las Universidades Nacionales
SECCIÓN PRIMERA
Del Consejo Universitario
Art.14.-El Consejo Universitario de cada Universidad es la autoridad
suprema del instituto y estará formado por el Rector, quien lo preside, el
Vicerrector, el Secretario, los Decanos de las Facultades, tres delegados
estudiantes y dos representantes de los egresados de cualesquiera de las
Universidades Nacionales.
136
13° Otorgar el Doctorado Honoris Causa, previo el cumplimiento de las
formalidades que establezcan este Decreto y el Reglamento interno de la
Universidad.
SECCIÓN SEGUNDA
De los Designados Ejecutivos
Art.16.-Los Rectores, Vicerrectores y Secretarios de las Universidades
deben ser ciudadanos venezolanos, poseer títulos universitarios, credenciales
profesionales o científicas y ejercer o haber ejercido con idoneidad funciones
docentes.
137
Art. 20.-El Vicerrector llenará las faltas temporales del Rector, colaborará
con él en el gobierno de la Universidad, tendrá a su cargo la Secretaría del
Consejo Universitario, llevará y mantendrá al día los inventarios de la
Universidad, y cumplirá los demás deberes que le señalen las leyes y
reglamentos.
Art. 22.-En caso de falta absoluta del Rector, del Vicerrector o del
Secretario, se procederá a una nueva designación.
SECCIÓN TERCERA
De las Facultades y de las Asambleas de Facultades
Art. 23.-Las Universidades están constituidas por entidades funcionales
denominadas Facultades, las cuales se consideran integradas por miembros
docentes, honorarios, estudiantes y egresados, en la forma pautada por este
Decreto y por los Reglamentos.
138
& único.-Las normas que han de seguirse para la elección de estos
representantes, serán pautadas por los reglamentos de cada Facultad.
SECCIÓN CUARTA
De los Consejos de las Facultades
SECCIÓN QUINTA
De los Decanos
139
Art. 34.-Cada Facultad tendrá un Decano que será elegido por ella cada
tres años, en la segunda quincena del mes de julio, dentro del cuerpo de
profesores que la integran. El quorum para esta elección será de las dos
terceras partes de los miembros de la asamblea de la Facultad. La elección
será por votación directa y secreta y por mayoría absoluta de los asistentes a la
asamblea.
SECCIÓN SEXTA
De los Profesores
Art. 39.-Los Profesores Ordinarios los nombrará, por cinco años, el Rector
de la Universidad a propuesta de la Facultad respectiva y previo concurso de
antecedentes o de oposición.
140
& 1° Terminado el lapso de cinco años, la asamblea de la Facultad podrá
disponer la continuación del profesor titular, caso en el cual el Rector ratificará
el nombramiento sin que sea necesaria la celebración de nuevo concurso.
Después de dos designaciones consecutivas los profesores a tiempo completo
quedarán como titulares permanentes de las cátedras respectivas, con las
limitaciones que indica el artículo 48.
Art. 41.-Los Profesores por Contratos son los designados para desempeñar
cátedras en virtud de contratos celebrados por la Universidad; y formen parte
integrante de la Facultad respectiva.
141
aprobación a las Facultades, pero conservan completa independencia en la
exposición de opiniones o doctrinas acerca de la materia que enseñan.
SECCIÓN SÉPTIMA
De los alumnos universitarios
142
Los reglamentos de las escuelas e institutos establecerán las condiciones
de asistencia, exámenes de prueba, trabajos prácticos, de laboratorio, clínica,
seminarios y demás requisitos necesarios para rendir exámenes válidos para la
obtención de grados y títulos o certificados de competencia.
SECCIÓN OCTAVA
De los egresados
143
Art. 58.-En la misma forma pautada en el artículo anterior se elegirá un
representante por cada Facultad ante el Consejo Universitario. Estos
representantes formarán la Delegación de Egresados, la cual designará de su
seno dos principales.
SECCIÓN NOVENA
De Las incompatibilidades
& único.- Cuando alguna Facultad estime que el Decano, los Directores de
Escuela y de Institutos pueden actuar eficientemente a medio tiempo o a
tiempo convencional, solicitará la autorización correspondiente del Consejo
Universitario.
SECCIÓN DÉMICA
Del personal administrativo
144
Art. 65.-Los Directores de estos servicios, así como el personal subalterno
necesario, serán nombrados por el Rector de la Universidad, previa consulta al
Consejo Universitario.
TÍTULO IV
De la enseñanza universitaria
145
& único.-El año escolar principia en las universidades nacionales el 16 de
septiembre. La primera quincena de septiembre se dedicará a inscripciones.
Art. 76.- Además de los cursos dirigidos por los profesores ordinarios y
extraordinarios la Universidad podrá instituir cursos de docencia libre de
acuerdo con los reglamentos.
TITULO V
De la Integración Cultural y de la Extensión Universitaria
Art. 77.- Cada Universidad completará su función formativa del alumnado,
así como la de trasmisora de la Cultura, por medio de estudios, conferencia,
cursos y demás medios que acuerde su Consejo Universitario. Las Facultades
señalarán el número mínimo de cursos opcionales que cada estudiante deberá
elegir y cursar para que pueda optar al título o grado correspondiente.
TÍTULO VI
Disposiciones transitorias
146
Art. 79.- En la segunda quincena del mes de septiembre de 1946, el Rector
designará, con carácter de interinos, los Decanos y los miembros de los
Consejos de las Facultades, quienes permanecerán en sus funciones hasta la
primera quincena del mes de abril de 1947, fecha en la cual se realizará la
elección del Decano y del Consejo, según las normas pautadas en el presente
Estatuto.
& único.- En las Facultades recién creadas este régimen provisional será
observado hasta tanto no funcionen en forma integral, o antes; si así lo
dispusiere el Consejo Universitario.
Art. 80.- En la primera quincena del mes de octubre del presente año, el
Rector de la Universidad, de acuerdo con el Decano de la respectiva Facultad,
procederá a nombrar, para aquellos cargos docentes o de investigación no
servidos por profesores ordinarios, los profesores interinos necesarios, quienes
tomarán posesión el 1° del citado mes, fecha hasta la cual permanecerán en
sus cargos los actuales profesores.
147
I. Facultad de Filosofía y Letras.
II. Facultad de Derecho.
III. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
IV. Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
V. Facultad de Ciencias Médicas.
VI. Facultad de Farmacia y Química.
VII. Facultad de Medicina Veterinaria.
VIII. Facultad de Agronomía.
IX. Facultad de Odontología.
Las Escuelas e Institutos que dependen de estas Facultades son las que a
continuación se expresan:
I. Facultad de Filosofía y Letras.
a) Escuelas Universitarias:
Escuela de Filosofía.
b) Institutos:
Seminario de Filosofía.
c) Departamento de Ciencias.
II. Facultad de Derecho.
a) Escuelas Universitarias:
Escuela de Derecho.
b) Institutos:
Seminarios de Derecho.
III. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
a) Escuela de Ciencias Económicas y Sociales:
b) Escuelas Anexas:
Escuela de Administración Comercial y de Hacienda.
c) Institutos:
Seminarios de Ciencias Económicas.
IV. Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas:
a) Escuelas Universitarias:
1. Escuela de Ingeniería.
2. Escuela de Arquitectura.
V. Facultad de Ciencias Médicas:
a) Escuelas Universitarias:
Escuela de Medicina.
b) Institutos:
1. Instituto de Medicina Experimental.
2. Instituto de Cirugía Experimental.
VI. Facultad de Farmacia y Química:
c) Escuelas Universitarias:
1. Escuela de Farmacia.
2. Escuela de Química.
VII. Facultad de Odontología.
Escuela de Odontología
TÍTULO VII
Disposición final
* Observamos que, sin duda alguna por un error, salta la numeración del
artículo 84 al 86 (N. de la E)
150
Señores:
* *
*
El año de gracia de 1721 –el 22 de diciembre para ser más exactos – los
vecinos de la urbe de unos 7.000 habitantes denominada Santiago de León de
Caracas por voluntad nacida del otro lado del Océano, fueron autorizados para
poseer una Universidad. El Soberano Felipe V en Real Cédula de esa fecha
resolvió conceder al Seminario Tridentino de Santa Rosa de Lima “facultad
para que pueda dar grados y erigirse en Universidad en la misma conformidad
y con iguales circunstancias y prerrogativas que la de Santo Domingo y con el
título de Real como lo tiene la dicha Universidad”.
Se tuvieron en cuenta en la importante decisión “tantos costos y riesgos
de su vida” que confrontaban los egresados del Seminario para obtener sus
grados en Santo Domingo, México y Santa Fe y que “no se sigue perjuicio
alguno a las demás Universidades por hallarse el referido Colegio con nueve
Cátedras establecidas y dotadas con rentas suficientes, pues la de Filosofía
tiene ciento cincuenta pesos, los ciento veinte de dotación y los treinta que
paga dicho Colegio; la de Teología de prima y vísperas con cien pesos de
renta, la de Moral práctica con otros pesos y otra de Música para que los
Seminaristas aprendan según el Santo Concilio de Trento y la de Prima de
Cánones con tres mil pesos de principal, que dio a este fin el Reverendo
Obispo, habiéndose dado principio el día 15 de julio del año próximo
antecedente con grande concurso de los Cabildos eclesiástico y secular,
religiones, nobleza y plebe de aquella ciudad, y siendo de gran júbilo para
aquellos naturales el ver este acto tan conveniente para el adelantamiento de
156
En 1815, Fernando VII dio una Real Orden estableciendo una inspección
oficial de los Seminarios, Colegios, Universidades y Convictorios Reales. En
Caracas, el Doctor D. Juan Manuel Oropeza fue comisionado al efecto por el
Brigadier Ceballos, Capitán General interino. En el correspondiente informe se
mencionaba que continuaba para esa fecha en vigencia la Real Cédula de San
Lorenzo del 4 de Octubre de 1784 en la cual se establecía la elección del
Rector por el Claustro.
El Congreso de Colombia reunido en Bogotá, promulgó el 18 de Marzo
de 1826 una Ley que trataba de organizar la instrucción pública. El 3 de
Octubre del mismo año, el Poder Ejecutivo dictó a su vez un plan provisional de
enseñanza. El Claustro de la Universidad de Caracas se abocó al estudio de
las nuevas disposiciones solicitando que se mantuvieran por dos meses más
las antiguas constituciones. Finalmente presentó al Libertador un proyecto de
estatutos que fue aprobado con pocas modificaciones y adiciones. Los
Estatutos fueron solamente promulgados en la Capilla de la Universidad el 15
de Julio de 1827. En la nueva constitución universitaria se establecía la
elección del Rector por el Claustro Pleno por dos tercios de los votos presentes
o por mayoría absoluta según fuese o no catedrático el candidato.
En el Código de 1843 se facultaba a las Universidades para elegir al
Rector, pero la autonomía y con ella la designación de las autoridades por el
Claustro fue suprimida a partir del gobierno de Guzmán. Es solamente después
de la muerte de Juan Vicente Gómez cuando comienza a renacer la
independencia académica de las instituciones de educación superior.
El estudiantado universitario, agrupado en aquella memorable
Federación de Estudiantes de Venezuela, establece en 1936, que es la
autonomía universitaria una de las bases fundamentales de la reforma que
requerían las Universidades para su adecuado funcionamiento. Y entre otros
pedimentos proponen que el nombramiento de las autoridades principales,
158
* *
*
Nos hemos paseados a través del tiempo para mostrar como uno de los
aspectos fundamentales de la autonomía tal vez el más importante –como es la
elección de las autoridades en el propio seno de la institución- tiene sólidas
raíces históricas. Fue en efecto práctica común por unos 111 años en nuestra
casa de estudios. Por otra parte, para puntualizar la importancia que tiene la
incorporación de la correspondiente disposición a la nueva Ley de
Universidades cuya promulgación hoy celebramos, puede notarse que durante
unos 144 años no hemos podido poner voluntariamente al frente de la
Universidad a una persona que represente el sentir mayoritario de su
profesorado y de las representaciones estudiantiles y de egresados.
:::::::
Referencias Históricas
Venezuela debe ser ahora remanso, que no es quietud pasiva; debe ser
hogar de paz, que no es entrega ni renuncia ciudadana; debe ser fábrica para
todo hombre laborante; sindicato de todos los trabajadores, desde el peón del
bosque barinés o el vaquero que se regusta con el relente madrugador, hasta
el instructor universitario que expone fructífera lección o el investigador, que en
la soledad de la biblioteca llega al hallazgo mediante el cual la tierra se vitaliza
o el turbión del agua se amansa en la represa gigantesca.
La Ley de universidades enfoca sabiamente el problema que planteo. Ya
la Universidad no va a ser más el reducto de los recomendados, o el modus
vivendi de un profesional sin vocación. El ascenso por méritos de servicio, la
tendencia hacia la formación de tiempos completos, el Consejo de
Investigación, la autonomía de las Facultades, la libertad de cátedra y la libre
expresión de todo pensamiento, remozarán a nuestra universidad y forjarán un
grupo de universitarios de vocación dedicados por entero a la función
específica que puso en sus manos el Estado venezolano. Así la universidad no
será lugar de contingencia, o sitio de avatares, sino estable institución social,
que asesore a la Industria, que aconseje al Estadista, que vea al obrero y al
campesino como engranaje básico de la estructura nacional. Que abra
panorama de luz, que sueñe e imagine, que cree para el Arte y la Cultura y que
frene su ideal político o su credo religioso para no entorpecer o desviar el
esfuerzo pensante o la dinámica creadora del colega o del discípulo.
Y lo mismo debe ser el estudiante. La Ley le da el derecho bien
adquirido de gobernar la Universidad. Esta prerrogativa la alcanzó con varonil
determinación en la barricada y en la mazmorra, en la madrugada clandestina
cuando el corazón es más cálido y las estrellas auguran amenazas, en la
redacción del manifiesto de integral rebeldía o en la protesta ante la cátedra
profanada.
Pero la libertad ya fue lograda y si bien hay que permanecer con los ojos
bien abiertos desde atalaya democrático, comienza la hora del reposo, del
trabajo creador, de la lectura medulosa. No abandonéis vuestras armas –puños
y corazón bien templados- pero hacedle lugar al libro, al cuestionario y
encontrad horas para familiarizaros con complicados equipos y aparato de
estudio.
Sed dignos, profesores y estudiantes, de aquel mensaje de libertad, de
aquel canto de entereza formulado en la Declaración de Principios de los
Gremios Universitarios, que hará empalidecer y turbar a los nuevos aspirantes
a Dictadores. Pero sed dignos también de la nueva etapa de austeridad, de
silencioso laborar, de apacible convivencia que demanda Venezuela.
Acometed con el mismo entusiasmo las faenas pacíficas que pide la
Nación. Transformad racionalmente el atribulado medio venezolano; redimid la
162
Señores.
Por ello vamos aunque sea tan sólo a bosquejar, cual ha sido y es, la
posición doctrinaria que frente a la autonomía ha asumido y defendido el
estudiantado universitario.
Entendemos que un organismo es autónomo, no sólo cuando es
independiente, sino cuando en base de semejante independencia es capaz de
trazarse normas que regulen su conducta y orienten su desenvolvimiento
institucional; y referido al ámbito universitario esa autonomía se refleja por lo
164