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Uno de los mayores desafíos que enfrentamos los siervos de Jehová en la actualidad es el de obedecer los

principios de modestia en un mundo que es cada vez más inmodesto. Por difícil que pueda ser, al obedecer las
normas de modestia demostramos si somos o no discípulos Jesus; estas normas abarcan la vestimenta, el
lenguaje, los pensamientos y la conducta, pero aquí deseo concentrarme en la manera de vestir.

La Biblia no regula en detalle el modo de vestir y arreglarse, a excepción de algunos requisitos concretos que la
ley mosaica impuso a los judíos sobre la indumentaria, que tenían el propósito de ayudarles a mantenerse
separados de las naciones vecinas y de su influencia inmoral (Números 15:38-41; Deuteronomio 22:5). Para los
cristianos, la ropa y el modo de arreglarse son básicamente una cuestión de preferencia personal. Sin embargo,
eso no significa que a Dios le sea indiferente lo que nos ponemos, o que “todo valga”. Al contrario, la Biblia
contiene pautas razonables que reflejan su criterio en cuanto al modo de vestirnos y arreglarnos.

Para los siervos de Dios, nuestra manera de vestir demuestra la comprensión que tenemos de las normas que
Jehová nos ha dado y nuestra devoción hacia él.

● La Biblia aconseja a las mujeres (1 Timoteo 2:9, 10).

Ahora bien, arreglarse “con modestia” no quiere decir que tienes que ponerte ropa fea y sin gracia. Más bien,
significa que tu vestimenta debe mostrar que te respetas y que no quieres incomodar a los demás, que nuestra
apariencia no debe ser llamativa, extravagante, provocativa, reveladora o condicionada a la última moda.
(2 Corintios 6:3).

En todas las situaciones, hemos de presentar un aspecto que refleje “modestia y buen juicio”, cualidades que,
junto con las “buenas obras”, tienen que distinguir a todos los hombres y mujeres “que profesan reverenciar a
Dios”. Lo que buscamos no es que se fijen en nosotros, sino “[mantenernos] en el amor de Dios”. De hecho,
nuestro adorno más apreciado debe ser “la persona secreta del corazón [...], que es de gran valor a los ojos de
Dios” (1 Pedro 3:3, 4).

También hay que recordar que nuestra manera de vestir y arreglarnos determinará en parte el concepto que se
formará la gente sobre la religión verdadera. La palabra “modestia” traduce un término griego que, empleado
en sentido moral, expresa la idea de reverencia y respeto por los sentimientos y opiniones ajenos. Por lo tanto,
hacemos bien en anteponer la conciencia de los demás a los derechos que creamos tener. Para nosotros, lo
principal es honrar a Jehová y su pueblo y recomendarnos como ministros de Dios. En efecto, queremos hacer
“todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Corintios 4:9; 10:31; 2 Corintios 6:3, 4; 7:1).

Cuando participamos en el ministerio o asistimos a las reuniones cristianas, es aún más necesario que vayamos
bien arreglados. Por lo tanto, conviene que cada uno se pregunte: “¿Demostraría modestia si me empeñara en
llamar la atención con mi manera de vestir, afirmando que ese es mi derecho? ¿Transmite mi manera de vestir
un mensaje equivocado sobre mi persona y mis normas morales?”. Si no queremos “[dar] causa alguna para
tropiezo”, debemos seguir la exhortación de “no [estar] vigilando con interés personal solo [nuestros] propios
asuntos, sino también [...] los de los demás” (2 Cor. 6:3; Fili. 2:4).

Jehová no ha dejado en la Biblia una lista de reglas sobre la ropa, el aseo y los demás aspectos del arreglo
personal. ¿Por qué? Porque no tiene intenciones de coartar nuestra libertad de elegir y pensar por nosotros
mismos. Más bien, quiere que seamos cristianos maduros que sacan buenas conclusiones basándose en los
principios bíblicos, cristianos que “mediante el uso tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir
tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Sobre todo, desea que nos guiemos por el amor a Dios y al
prójimo (Marcos 12:30, 31). Dentro de estos límites, hay una amplia variedad de estilos de ropa y formas de
arreglarse. No hay más que ir a una asamblea de los testigos de Jehová en cualquier país para ver la diversidad
de colores y la alegría que reinan entre los asistentes.

Si es demasiado ajustado, demasiado corto o indecoroso, no está de acuerdo con las normas de la modestia.
No estires tus normas para que se ajusten a las del mundo.

De modo que es importante que los padres, tanto de palabra como con su ejemplo, inculquen en sus hijos
una actitud adecuada tocante a la ropa y al buen gusto en el vestir, lo cual tal vez signifique que a veces deban
ser firmes cuando razonen con ellos. ¡Pero qué satisfacción da recibir encomio sincero por la manera ejemplar
que tenemos de vestirnos y comportarnos tanto nosotros como nuestros hijos!
Los siervos de Jehová se han liberado de la vanidad, las modas costosas y el egocentrismo. Se rigen por los
principios divinos, no por el espíritu del mundo (1 Corintios 2:12). Si usted vive en conformidad con tales
principios, no deberá resultarle muy difícil escoger la ropa que se pondrá. Además, tal como cuando a una
pintura se le pone el marco adecuado, su personalidad no quedará eclipsada ni en mal lugar por su forma de
vestir. Y cuanto más trate de ser como Dios, más incrementará su belleza espiritual, una belleza que no depende
de la ropa que lleve.

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