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emecé editores
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Primera edic~Ón en ·esta col~cció'n: febrero de 2002 Se disuelven eri mi boca, insípidamente, reconfortan'"
temente, los últimos. glóbulos de-arsénico.(ar.senicum
Emecé Editores, España, 2002 album). Amiizquierda, enla.mesa de trabajo, tengo un
Proven~. 26o, o8oo8 Barcelona (España) ejemplar:. en hermoso Bodoni, del Satyricón, de Cayo'
Petronio. A mi derecha, la fragante bandeja del té, con
Depósito Legal: B. 3-s8s-2oo2 sus delica-das porcelanas y sus frascos·nutritivos.Diría-
ISBN 84-95908-oS-s se que las ·páginas del libro están.gastadas por lecturas
Composición: Foto Informática, S. A. innumerables~ el té ·es de China; las. tostadas son que-
Impresión: A&M Grafic, S. L. bradizas y. tenues; h miel es de abejas·que han libado flo-,
Encuadernación: Lorac Pon, S. L. res de acacias, de favoritas y de-lilas. Así, en este limita-
Printed in Spain -Impreso en España do paraíso, empezaré·aescribirJa·historia del asesinato
de Bosque del Mar.
© Reimpresión de Editorial Planeta, S. A., 2oo2 Desde mi punto de vista, el primer capítulo trans-
Córsega, 273-279, o8oo8 Barcelona (España) curre en urr salón comedor, en el tren nocturno a Sali-
Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni nas. Compartían mi mesa.uh matrimo'nio amigo -dile-
parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. tan tes en liter.atuta y •afortunados. en ganadería- y
Todos los derechos reservados. una innominada señorita. Estimulado ·por el• consom-
mé, les detallé. mis propósitos: en busca de una de-
leitable y fecunda soledad -es decir, en ·busca de rní.
mismo- yo me dirigía a ese nuevo balneario que ha-
bíamos descubierto los más refinados entusiastas de
la vida junto a la naturaleza: Bosque del Mar. Desde haáa
tiemp_o acariciaba yo ese proyecto, pero las exigencias
del-consultorio -pertenezco·, debo confesarlo, a la co-
fradía de Hipócrátes-· postergaban mis vacaciones. El
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Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares
6 Introducción
matrimonio asimiló con interés mi franca declaración:. remos nuestros pasos a la picaresca saludable y al ame-
aunque yo era un médico respetable -sigo invaria- no cuadro de costumbres?
Ya el aire de mar penetraba por la ventanilla. La cerré.
blemente los pasos de Hahnemann- escribía con va-
riada fortuna argumentos para el cinematógrafo. Aho- Me dormí.
ra la Gaucho Film Inc., me encarga la adaptación, a la
época actual y a la escena argentina, del tumultuoso
libro de Petronio. Una reclusión en la playa era impres-
cindible.
Nos retiramos a nuestros compartimientos. Un rato
después, .envuelto en las espesas frazadas ferrov.iarias,
todavía entonaba mi espíritu la grata,sensación.de haber
sido comprendido. Una ·súbita inquietudéatemperó esa
dicha: ¿no había obrado temerariamente? ¿No había
puesto yo mismo en manos de esa, pareja, inexperta los
elementos necesarios para que me arrebataran mis:ideas?
Comprendí que era inútil cavilar. Mi espíritu, siempre
dócil, buscó·un asilo en la anticipada com:emplación de
los árboles junto al océano. Vano esfuerzo. Todavía esta-
ba en la víspera de esos pinares ... Como Betteredge. con
Robinson Crusoe, recurrí a mi Petronio. Con renovada
admiración leí el párrafo
-·'
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'.
'"
brero, cuando el jefe se encaró, como un demente, co~ con las manos el minucioso trayecto. Después agregó-:
la puerta del furgón. La abrió, se precipitó adentro, y vi Si encuentra despierto al jefe, le doy un premio.
caer, amontonadas en el andén, cinco estrepitosas jau- Le indiqué dónde quedaban mis equipajes, le rogué
las de aves. Me ahogó la indignación. Para salvarlas de que no dejara partir sin mí al automóvil del hotel y avan-
tanta violencia, de buena gana me hubiera ofrecido a car- cé por ese dédalo abierto, bajo un sol absoluto.
gar con las gallinas. Me consolé pensando que manos
más piadosas habían lidiado con mis maletas.
Velozmente me dirigí al patio trasero, para averiguar
si el automóvil del hotel había llegado. No había llega-
do. Sin dilaciones decidí interrogar al 'jefe. Después de
buscarlo un rato, lo encontré sentado~enla sala de1 es-..
pera.
-" ¿Busca algo? -me preguntó.
No disimulé i:ni impaciencia.
-,Lo busco a usted. ,·
-AquLme.tie'ne, entonces. '-'-
--Estoy esperando el automóvil del' Hotel Central,.
de Bosque del Mar. ~ • .J
-Si no le:molestala compañfa,1e aconsejo que tome
asiento. Aquí, .siquiera, córre aire ~onsultó,su reloj-'-'-'-.
Son las~siete y catorce, y mire que hace ·calor. Le· soy ver-:.
dadero: estova a acabar en.una.tormenta.
Sacó del bolsillo un pequeño cortaplumas de nácar
y empezó a limpiarse las uñas. Le-pregunté si .tarda-
ría mucho en llegar e}automóvil del hoteb Me .respbn-
dió:
-Mis pronósticos no cubren .ese punto.
Siguió absorto en- su tarea con el cortaplumas.
-¿Dónde está.la oficina dexorreos? --interrogué.
-Vaya hasta la bomba de agua, más allá_de los vago"
nes que.están enl(,l. vía muerta. Deje a su derecha el árbol,
doble en ángulo .recto, crucé frente a la casa de.Zudeida
y no se detenga hasta llegar a la panadería. La casilla
de chapas es el correo. -En el aire mi informante seguía
.. J.
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i"'""
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los que aman, odian
la cintura. Mis pies, «frívolos viajeros», ni cuando duer- me ·hu.ndía ·el sqmbíéro en la cabeza para que no .me lo
mo descansan. L_a piel es blanca y rosada; el apetito, per- arrebatara el viento, y con la otra hundía en la arena el
fecto. bastón, buscandO. inútilmente él apoyo de unos tablo-
Me apresuré. Quería aprovechar el primer día de nes que afloraban de trecho en trecho, jalonando el cami-
playa. no. Los z~patortes, rellenos de arena, eran otras· tantas
Como esos recuerdos de-viaje que se borran de la rémoras en mi marcha.
memori¡¡ y que luego encont;;ramos en el álbum de foto- Fi_nalmertte entré ert una zona de arena más· firme.
grafías, en el momento de aflojar las correas de mi male- A uno·s ochenta metros,.hada la derecha, un velero gris
ta vi -¿por primera vez?-las escenas de mi llegada al yacía vqlcado en la playa; vi que·una escalera.de cuer-
hotel. E},edifido, blanco y moderno, me pareció pinto- das pendía de la cubierta y me dije que en uno dé•mis
rescamente enclavado en la arena: como un buque en próximos paseosJa escalaría y visitaría el barcn. Ya cei.:
·~1 mar, "o un oasis en el desierto. La falta de árboles esta- ca del mar, junto a un grupo de· tamariscos, tremolaban
ba compensada por unas manchas verdes capricho- dos sombrillas anaranjadas. Contra'un.fondo de res"'"
$!1JP.ente distribuidaª ---=dientes de león, que parecían plandores inverosímiles, hecho de mar·y cielo. surgie-
avanzar como un.reptil múltiple·, y·rumorosas'estacas ron, nítidas como a través de un lente, las figura·s:de
de tamarisco-. Hacia el fondo del paisaje l}abía dos Q dos muchachas en traje. de baño y de un hombre de-azul
tres casasy algun~ choza. ~ con gorra de capitán y pantalones remangados·.
Ya ]l_o estaba cansado. Sentí como un éxtasis de j úbi- No había otro sitio_donde resggardarse del viento,
lo. Yo, el doctot Humberto Huberman, había descubierto Decidí atercarme, por detrás deJas sombrillas, ·a los tama-
el paratso del hombre de letras. En dos meses de traba- riscos.
jo en-esta soledad terminarla mi adapta~ión de Petronio. Me saqué los zapatones, las medias yme arrojé en-la
Yentonces ... Un nuevo corazón, un hombre nuevo. Ha- arena. 'La sen~adón de placer fue perfecta. Casi:perfec.,
qpa, ·por fin, sonado la hora de buscar otros autores, de ta: la moderaba la previsión·inevitable del regreso al hotel.
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renovar el espíritu. Para evitar cualquier intromisión de los vecinos.-ade-
Furtivamente avancé por oscuros pasadizos. Quería más·de los mencionados había un hombre oculto pot
evitar un posible diálogo con los dueños del hotel-leja- una sombrilla..,...,. apelé a mi Petronio.yfingí engolfarme
nos parientes míos-que hubiera demorado mi encuen- en la lectura. Pero mi única lectura en· esos momentos
tro con el mar. La $Uerte, favorable, me permitió salir sin de-irremisible abandono fue, como la de los augures, el
ser visto e jniciar mi paseo por la arena. Éste fue .una dura blanco vuelo de unas gaviotas contra el cielo plomizo.
peregrinación. La vida en la ciudad nos debilita y .nos Lo que yo no había previsto cuando me acerqué a
enerva de tal modo que, en el shock del primer momen- las sombrillas era que sus ocupantes hablaran. Hablaban
to, -los sencillos placere$ del campo nos abru:tnan como sin ninguna consideración hacia la belleza de la tarde ni
torturas. La naturaleza no tardó en persuadirme de lo hacia el fatigado vecino que procuraba en vano abstraer-
inadecuada que era mi indumentaria. Con una mano yo se en la lectura. Las vocE;s, que hasta entontes se tonfun-
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Los· qul! aman, odian Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 19
; ¡1 ma que este inVierno yada inerte en los cómodos sillo'- -¡Emilia! ¡Emilia!
1 nes de mi consultorio. ¡Otra-cura maravillos·a del doc- Ante nuestros ojos atónitos, Emilia corría por la pla-
tor Huberrrian! ya, nadaba hacia Mary, regresaba con Mary.
'rl
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Unas inquietas exclamaciones me despertaron de Rodeamos, jubilosos, a las nadadoras. Ligeramente
este·ensueño. En efectO, Ia eximia nadadora se había ale- pálida, Mary me pareció más bella aún. Dijo con forza-
1 1 jado con prodigiosa facilidad. da naturalidad:
-Se ha alejado nadando en gfáfi-estilo -protestaba, -Son unos alarmistas. Es lo que son: unos alar-
1 tranquilizador,Cornejü----'". No corre peligro. Volverá. mistas.
-Se alejó porque la llevó la comente -declaró Emilia. El doctor Cornejo intentó persuadida:
Unos gritos me hicieron mirar hacia otro lado. -Usted debió evitar que el agua levantada por el
-¡No puede volver! - viento le golpeara en h cara.
Era Atuel, que llegaba: gesticulando. Se encaró con el El niño seguía llorando. Mary, para consolarlo, lo
doctor Cornejo y le arrostró: > estrechó entre sus hermosos brazos mojados. Le decía
-¿Consiguió lo que quería? No-puede volver. tiernamente:
Juzgué que había llegado la hora de intervenir. Se pre- -¿(:reíste que me ahogaba, Miguel? Yo soy la niña
sentaba, en efecto, una ocasión favorable para practicar del mar y tengo un secreto con las olas.
las enseñanzas. de crawl stroke y saltfatnéñtó -tan sus- Mary demostraba, como siempre, su gracia exquisi-
ceptibles de olvido- que elprofesor Chimmara de Obras ta, pero demostraba también esa oscura vanidad y esa fatal
Sanitarias me había inculcado. ingratitud de los nadadores, que nunca reconocen haber
.-Señores -dije resueltamente-, si alguien me-pres- estado en peligro y que re:t}iegan de quienes los salvan .
ta un traje de baño la rescataré.- Entre los personajes de ese episodio hubo uno que
--Es un honor quetné reservo -declaró Cornejo-. me impresionó vivª-.m~nte. Fue el.niño, un hijo de una
·Pero tal vez p·odriamos inditarlé a esta niña que avance hermana de Andrea, la dueña del hoteL Parecía tener
en sesgo, en dirección noreste-suroeste ... once o doce años. Su expresión era tan noble; las líneas
Atuello interrumpió: de su rostro eran regular_es y definidas; sin embargo, había
-¡Qué sesgo ni qué pavadas! La muchacha se-está en él u,pa IJl~zcla de madurez y de inocencia que me
ahogando. disgustó;
Un movimiento instintivo, o el deSeó de no presen- -¡El dQctor Huberman! -exclamó, sorprendida,
ciar üña disputa, me desvióla mirada en dirección al bar- Mary. Me había reconocido.
co. Vi a un niño· que bajaba por la escalera de cuerdas, Conversando amistosamente.emprendimos nuestro
que corría hacia rtoSotío$. regreso. Miré hacia el hotel. Era un pequeño cubo blan-
Atuel se desvestía. Cornejo y yo nos disputábamos co, contra un cielo de nubes grises, desgarradas y retor-
un pantalón de baño. cida~. Recor.<J~ una estampa del catecismo de mi.niñez,
El niño gritaba: titulada «La ira divina».
V
abrieran la ventana -con útiles de carpintería, si era la sombra que se alejaba; la incierta luz del vano de la
indispensable- y a que se renovara ese aire viciado. Ya escalera me reservaba una revelación: ¡el pequeño curio-
sentía un principio de cefalalgia. so era Miguel, el niño que había conocido a la tarde en
Tenía que hablar con los dueños del hotel. Avancé a la playa! En la primera oportunidad lo reprendería. Me
tientas por la oscuridad de los corredores, donde el aire encaminé hacia mi habitación -en el extremo opues-
era tan denso como en mi habitación, y llegué a una esca- to del corredor-, pero ya era imposible no oír las voces.
lera de cemento gris. Dudé entre bajar o subir. Seguí Involuntariamente me esforcé en reconocerlas. Eran las
mi primer impulso: bajé. El aire se hizo aún más irres- voces de la playa. ¡Emilia y Mary se insultaban con una
pirable. Me encontré en un sótano asombroso: había una violencia que me anonadó! Oí apenas. Me alejé con un
especie de hall, con un mostrador y un.fichero para. lla- profundo desagrado en el alma.
ves; había, .más allá de una puerta: vidriera, una sala en Volví a mi cuarto (todavía cerr~do), abrí mi botiquín,
la que se acumulaban comestibles, botellas de vino. y resplandeciente de etiquetas blancas y.de tubos pardos
enseres ·de limpieza; en una de las paredes, un enorme y de tubos verdes, puse en uná pulcra hoja de papel los
fresco representaba una escena misteriosamente paté . . diez glóbulos de arsénico y los dejé caer sobre la len-
tica: en una habitación decorada con palmas, frente a un gua. Falt:aba, exactamente, un cuarto de hora para la cena.
ancho ventanal, abierto de par en par, por-donde el sol
derramaba torrentes de esplendor, un niño,.que p~recía
un pequeño paje, se inclinaba levemente sóbre un lecho
donde yacía una niña muerta. Me pregunté quién sería
el pintor anónimo: en el rostro.de la niña resplandecía
una belleza •angelicalry en el del niño, convocados por
facultades ·que parecían ajen~s al arte. plástica, .había
mucha inteligenciay mucho dolor..Pero tal vez me equi-
vaque; no soy un crítico.de pintura (aunque todo lo
cultural, cuando no sofoca la vida, es de mi incumbencia).
Quise abrir la puerta vidriera; estaba cerrada con lla-
ve ... En ese momento oí unos gritos. :M,e pareciÓ. que
venían.del otro piso. Movido por una incontrolable curio-
sidad, subí corriendo. Me detuve; anhelante,. en el des-
canso de la escalera; volví a oíi los gritos,.hacia la izquier.,
da:,hacia el fondo del corredor. Me deslicé cautelm¡amente.
Algo amorfo y veloz salió a mi encuentro y me rozó un
brazo. Temblando (tenía la impresión de haber sido em-
bestido. por un gato fantasmagórico), seguí· con los ojos
,r¡¡
1'
1
VI
aparato de radio nos aturdía- pregunté a Mary qué libros tema completo. de las mareas en 1la costa sudatlántica.
interesantes había leído en este último tiempo·. Luego, ante la creciente alarma de mis primos, procedió
-¡Ay! -r~spondió-·. Los únicos libros que leo son a proyectar dos improbables éspigones:para nuestra pla-
los que traduzco .. Le prevengo "que forman una biblio- ya. A continuación habló de los cangrejales y· con todo
teca ·respetable.
realismo-adoptó las posturas· que los circunstantes de-
-NoJa creía tan trabajadora.-comenté. bían ensayar en caso de caer en un cangreja!.
" --,-Sino me cree, vaya a mi cuarto -dijo en un tono Empezábamos, por fin, a olvidarnos de Emilia ..Mary
sarcástico-·. Ahí-tengo todoslos.libros que he traduc~ intervino:
do. ¿Por qué será que:no puedo separarme de mis cosas?. -¡Ay, yo tengoJas preocupaciones-de Santa.Lucía!
¡Las quiero tanto!... ¡Guardo también los manuscritos La-arena le ha puesto a Emilia lo.s ojos como si 4ubiera
deJas traducciones ylos borradores de"los manuscritos! llorado. ·-Se dirigió a su hermana-: Pasa luego por·mi
Ya estábamos· comiendo el segundo plato -UÍlas aves cuarto y te prestaré unas gotas.
un poéo tiernas. para mi gusto.- cuando llegó Emilia. Era admirable la delicadeza con que Mary quería di-
Teriía los.ojos brillantes y enrojecidos, como·si acabara simular el llanto de su hermana. Ésta ni siquiera con-
de llorar. Tenía ese frágil y solemne aislamiento .de las testó.
personas que han llorado .. H1,1bo un malestar general, no Pero ·Mary pensaba en todo.
disminuido por los esfuerzos que hacía cada uno de noso- A diferencia de· media humanidad,.recordó.que rece-
tros para disimularlo. tar ante un médico -aun recetar unas gotas. de A qua
Mary nos interrogó:. fontis- era ofensivo. Exclamó con su gracia.habitual:
-¿No los molesto si apago la radio? -¡Qué torpeza la mía, coh un doctor adelante!·¿Por
-Se lo agradeceremos -dije, cortésmente. qué no la atiende un poco.a mi hertnana,.que.buena fal-
El silencio fue·un alivio, pero.no·un alivio duradero. ta le hace?
Callada la música, ya no teníamos donde ocultarnos y Me puse las gafas y miré a Emilia fijamente. Le pre-
cada uno era un impúdico testigo de la incomodidad de gunté con deferencia: ·
los demás y de· la tragedia de Emilia. ¿Qué secreta ene.,. ~Después de leer, ¿tiene dolores de cabeza? ¿Sien-
mistad· ardía en.el corazón de esta muchacha? Hay toda- te que sus,bellos.ojitos le queman, cómo dos globos de
vía un tratado por escribir sobre el llanto de las mujeres; fuego? ¿Ve moscas que no existen? ¿Ve en torno a la luz,
lo que uno cree una expresión de·ternura·es aveces.una de noche, un halo verde? Expuesto al aire, ¿sulagrimal
expresión de odio, y las más sinceras lágrimas suelen ser se dilata?
derramadas por mujeres que sólo se conmueven ante Interpreté el silencio de Emilia como una respuesta
sí mismas.
afirmativa. Dictaminé en el acto:
Con excelente ánimo, el doctor Cornejo trató de rea- -Rutafoetida, mil. Diez. glóbulos al despertarse.
nimar la conversación. Ayudándose con diagramas que Tengo en mi botiquín algunos frasquitos. Le daré uno,
trazaba con el tenedor en el mantel, nos explicó el sis- si me permite.
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Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 33
32 Los que amah, odiar]
Tal vez con el propósito de~ borrar la mala impresión El doctor Cornejo, ep quien'empecé a notar una' mar'"
causada, Emilia acometió con lúcido· entusiasmo los cris- cada inclinación a entrometerse en asuntos ajenos, pro-
talinos acordes del Vals melancólico. Pero sólo la ancia- pUso qtie ·algtino de :Q.osotros fuera en:busca de 1Emilia.
na dactilógrafa la escuchaba. Nosotros preferíamos seguir -·No -dijo Atuel con insólito buen sentido~. A las
las deliciosas anécdotas de niñez que venturosamente mujeres histéricas hay que dejarlas solas.¿ N o es verdad,
la m'úsica inspiraba en Mary, Puedo jurar que las dos doctor?
pequeñas ;biografías orales que Mary nos delineó -la Le concedí mi aprobación.
suya, consentida y adorable; la de Emilia, más irónica, Afuera aullaban alternadamente :los perros·.. La anda-
pero igualmente cariñosa- eran obras de arte compa- na que hacía las veces de dactilógrafa se ¡lcercó él-una ven-
rables, en su género, a las deliszt. Emilia·acabó de tocar: tana. Sonriendo inexpresivamente exclamó:
Mary·le gritó: ,.. -¡Qué noche! ¡Qué pettos! Ladraba_n así cuando
-¡Les hablaba a estos señores de la prediÍección que falleció abuelito .. Estábamos como ahora en.un herma,..
siempre mostraba.por ti nuestra madré! Cuando llegaba so,balneario. ·"
alguno de tus novios le pedía a la profesora que tocara Seguía moviendo la cabeza, como si todavía oyera
el pial).o; después les hacía creer que eras tú la que había música. ·
tocado. Hoy, para el Vals olvidado, te hubiera conveni- De· pronto, el ªullido de los perros se. perdió en un
do la estratagema. aullido inmenso; era tomo sí un perro gigantesco y sobt~
-Tenés.razón -contestó Emilia-:, pero no te olvi =- natural gimiera por las desiertas playas todo el dolor de
des que yo no quería tocarlo. Además, no sé por qué estás la tierra. El viento se había levantado,
tan agresiva conmigo. -Una tormenta de viento. Hay que cerrar las puer-
Mary gritó patéticamente: tas y las ventanas -declaró. mi primo.
-·¡Mala! ¡Eso. es lo que eres: una mala! -Echó a llorar. Un golpeteo como de lluvia azotaoa las-paredes·.
Atuel se dirigió a Emilia: -·· Aquí las 'lluvias· son de arena -observó--mi pri=-
-Es cierto. No tenés corazón -le dijo. ma. Después agregó:,._,: CotHal que .no quedemos en-
Todos rodeamos a Mary (salvo el doctor Mamling, terrados~... •·
que seguía, monótono y preocupado, perdiendo .solí-· Á:"gilmente la obesa dactilógrafa tetraha las ventanas.
tarios}. Mary lloraba como 'una niña, como una prince- N os miraba Sonriendo y repetía:
sita. (según observó Cornejo). Verla tan apenada y tan -:¡Esta noche-va ~a: ocuuir algo! ¡Esta noche .:Va: a úcti-
hermosa me sirvió -lo digo con egoísmo-. para com- rrir algo!
probar que yo sí tenía corazón. Estábamos muy ocupa- Sin duda estas·palabras'Ínconsultas•conmovieron el
dos con Mary; nadie advirtió que Emilia se retiraba, o tal. alm:a impresionable de Mary.
vez 1lo advirtiera el pequeño Miguel, que nos miraba sub.,. -¿Dónde estará Emilia? -dijo olvidando todo resen-
yugada, como si representáramos una escena de gran timiento-. Exijo que.alguien vaya a buscarla:
guiñol. ·-=Paso por alto la-exigencia, para que no digan que
36 Los que qman, odia_n
Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 37
soy delicado -concedió Atuel-. Tal vez el doctor Cor-
viento quería derribarnos y la arena nos golpeaba en el
nejo quiera acompañarme ... rostro y nos cegaba.
Había un contraste entre el urgente ulular del vien-
-Esto va a durar -vaticinó mi primo.
to, áfuera, y el aire inmóvil y escaso de ese interior don-
Partimos en busca de la muchacha extraviada.
de nos sofocábamos en torno de una lámpara impávida·.
La espera p.os pareció interminable.
Finalmente, los hombres regresaron.
-La hemos bus<:;ado por toda_s partes -afirmó Cor-
nejo--. Ha desaparecido.
Mary ttivo un nuevo-ataque. de Ital).to. Decidirn_os
aprestarnos para. una expedición de rescate. Cada- uno
corrió a su habitac:ión, ~n busc:a d~ abrigos. Yo me.inclui
en un gorro de lana, en un sacón a cuadros y en unos
guantes peludos. Enrosqué alredeQ.or de mi !;'!.le!lo una
bufanda escocesa. No olvidé la linterna sorda.
Ya salía, cuando reparé en mi bótiqtiín. .'{gmé un fras-
quito de Rutafoetida. Fue. .una inspiración de hombre .de
mundo.
-Tome -le dije a Mary, cuando volví al salón"""""_.
Mañana se lo da a su hermana.
El efecto que e~ta se·dante: declaración operó sobre
Mary fue radical. Demasiado radical, e11 mi opinión:
minutos después, cu¡¡pdo :me d_irigía hacia la salida del
hotel, vi, contra la blancura del muro, dos sombras que
se besaban. Eran Atuel y Mary. Pero quiero adílr.arlo:
Atuel se resistía; Mary lo asediaba apasionadamente.
«¿Qué somos)), murmuré, «sino-osamentas besadás
por los dioses?)). Con el alma-apesadumbrada, seguí mi
camino. Algo aulló en lapenumbra. Era el niño. Yo había
tropezado con él. Me miró ~n instante -¿qué había
en su expresion: desprecio, odio, terror?--; después
huyó.
Cuatro hombres, forcejeando, apenas pudieron abrir
la puerta. Nos encontramos-en la noche de afuera. El
VIl
1. 1
da. La miré con alguna detención: presentaba los sig- der~ la partida de defunción ... Es a otro a quien deberán
nos de envenenamiento por estricnina. convencer de que se trata de un suicidio.
Con una voz en que parecía sollozar la esperanza, Probablemente yo me hubiera dejado convencer muy
ir' 1
Emilia preguntó: pronto. Pero mis palabras eran hijas de la pasión: me di-
vertía molestara Cornejo. Además, con ese plural-<<debe-
1
.1
1 -¿No será un ataque de epilepsia?
1'
Hubiera querido contestar afirmativamente. Dejé rán convencen>- ponía bajo la sospecha de asesinato a
1111
,¡, todos los presentes. Eso también me divertía.
1
1" que el silencio contestara por mí.
¡1''
¡,:11
1
-¿Un síncope? -interrogó Andrea. -Temo que el doctor Huberman tenga razón -afir-
Atuel entró en la habitación. Los demás -desde mi mó Atuel, y yo recordé su sombra y la de Mary. Conti-
primo Esteban-hasta la dactilógrafa, incluidos.Manning nuÓ--=-'-: Aquí está. el frasco de los glóbulos que tomaba
y·Cornejo-. se agolpaban junto' a la puerta. ' todas las mañanas; el corcho está en el suelo ... Si el ve-
Juzgué.que. el d,eceso ,había ocurrido dentro de las. neno estaba escondido ahí, nos encontramos ante un
últimas dos horas. Contesté a la pregunt?-~de An'drea: crimen.
-Murió envenenada. . Era el último toque, ya no podríamos librarnos de
-Yo me _fijo en la comid,a que 1es doy -replfcq la policía. Pensé que, en lo futuro, debía dominar mis
1 ~ 1
Andrea, ofendida-. Si Juera· por_ algún alimento, esta- impulsos.
1: ríamos todos ... El doctor Cornejo decla_ró:
-No digo que haya ingerido un alimento en mal esta-' -No olviden que estamos entre caballeros. Me nie-
1
do. Ingirió veneno. go a aceptar sus conclusiones.
El-doctor Cornejo .entró enla habitación, abrió los Un grito desgarrador, elemental, interrumpió mi
brazos y me dijo impetuosamente:. · cavilación. Después-oí unos pasos precipitados que se
-Pero, señor doctor, ¿qué insinúa? ¿Cómo se an:e~ alejaban.
ve, delante de la señorita Emilia ...? -¿Qué-es eso? -pregunté .
Me ajusté los anteojos y miré al doctor Cornejo con -Miguel--<;:o:n.testaron.
impasible desdén. Su afectada_ cortesía, que erá sólo un Sentí que esa destemplada intervención era como un
pretexto para entrometerse, empezaba a impacientar- reproche a todos nosotros por haber condescendido a
me. Además, con su exaltación y sus ademanes, respi- pequ~ñeces y mezquindades ante el definitivo milagro
raba como un gimnasta. Faltaba aire en el cuarto. de la muerte.
Respondí secamente:
--El dilema es claro: suicidio o·asesinato.
La impresión que'produjeróii mis palabras fue pro-
funda.
Continué:
-Pero, en definitiva, no soy yo el médico que exten-
VIII
-¡
44 los que aman, odian
Silvino Ocompo Adolfo 8.10y eosares
45
-Estoy preocupada con Miguel-me aseguró en u~
El niño no estaba.
tono que parecía monopolizar para nosotros dos el buen
Clavada en la pared h b' , .
sentido y la ecuanimidad-. Esas mujeres no recuer- , . . a Ia una pagma recortada de
dan que es un chico y no se esconden para pelearse ni ~ Gráfi;ob. el equt~o ~e primera división de Ferrocarril
para estar con el novio. este. o re un diano extendido como un
s b b ,1 , • a carpeta
o re un au ' habla un frasco de gomina vac¡'o .'
La anciana dactilógrafa pasó ágilmente con un mata- ne ·u d , un pei-
1 'uLn cept o e dientes y un atado de cigarrillos Barri-
moscas en la mano. Retrospectivamente oí los monó-
ete. a cama estaba revuelta.
tonos golpes que la cazadora venía descargando contra
las paredes y los muebles. Como la tormenta impedía
abrir.las ventanas, .el hotel éstaba lleno de moscas. El
ambiente estaba pesado.
-·Te olvidas que üna de «esas mujeres» ha muerto
-dijo prosiguiendo· la conversación con.Andrea.
N o solamente el caldo merecía elogios: Las tostadas
eran eximias.
-Con esnacabaron de enloquecerlo. Estoy preocu-
pada·,. Humbertd. Miguel ha t~nido una infancia triste.
Es'anémico, está mal desarrollado. Es muychico:para su
edad. Cavila todo el tiempo.:Mi hermano creía que el mar
podía fortalecerlo ... Está en su cuarto·Uorando._Me gus:-
taría qtie:lo vieras .
.La crueldad de mi prima con la muerta·no debía ofus-
carme; lo que había dieho sobre· el niño era atinado. -Las
primeras impresiones dejan en el alma un eéo que resúe.,
na a lo-largo de la vida. Incumbe a la responsabilidad de.
todos los hombres que ese eco no sea ominoso. No. debía
olvidar, sin embargo, la feaactitud de Miguel, escuchando
las íntimas discusiones de Emilia y de Mary.
Seguí a Andrea hasta las profundidad~s de la casa,
hasta el cuarto de baúles, donde le h~bían puesto.la cama
a Miguel. Mientras vanamente· palpaba las paredes en
busca de la llave .de la luz, Andrea·-encendió un fósforo.
Después prendió un resto de vela en un candelero celes-
te, sobre urí baúl.·
1 11
1 11
IX
·~ 48
Los que aman, odian
X
1
A pesar mío vi la escena de la noche anterior, vi a Mary -¿Dónde estuvo anoche, cuando salió?
besándolo. -Muy cerca -respondió con nerviosidad. Precipi-
-El pobre la sentirá casi tanto como yo -de~!aró tadamente, continuó-: Recostada contra una de las
Emilia, y un fulgor de nobleza iluminó su rostro-. Era- paredes de la casa. El viento no me dejaba alejarme. Vol-
mos muy compañeros los tres. ví muy pronto. Me abrió Andrea. Ustedes habían salido.
Me invadió una profunda desazón. Las sillas crujían al menor movimiento. Éstos eran
-Pero, ¿se van a casar pronto? -pregunté por mera indispensables y continuos. Nuestra fisiología adquiría
curiosidad. una súbita preponderancia. Suspirábamos, estornudá-
-Creo que sí. Pero esto ha sido tan inesperado ... bamos, tosíamos.
Por ahóra quiero solamente_pensar eh Ma.ry, refugiarm~ Por primera vez en su biografía, Andrea fue opor-
con ella en los recuerdos de la infancia, en Tre.s Arroyos. tuna. Apareció en el marco de la puerta y me llamó.
La experienc~a me ha enseñado que personas sin nin- Miguel había regresado.
guna cultura y normalmente incapaces de con~tíuir una
frase, urgidas por el dolor dicen frases p¡¡téticas. M~ pre-
gunté cómo se desempeñaría Huinberto Hubermán-, co~
toda su erudic:ión, en circunstancia~ análogas.
Emilia continuó: .
--
. Y ahor;¡ viene la policía. Lo peQr es que no qy.ieto
saber la verdad. -Las lágrimas le corrían por la: car.a-"-"-.
Después de lo ocurrido sólo tengo una profunda, ternura
hada Mary.. N o ·puedo resignélrme. a que 1~: ·martiricer:t
·con la autopsia.; ,. '
1 _Esto no me paredó razonable. Se lo dije con·tqdª
franqueza.
-.tarde o temprano haría lo mismo el proceso de la
disolución. Pero la verdad nos-inter.esa.a todos, Emilia.
Además, ahora Mary vive en su--recuerdo. De ahí no se
la podrán sacar.
La dactilógrafa -ent:¡;ó con un ramo de vieja:; marga-
ritas de género. Lo depositó a los pies dé la cam~. -
-··Son todas las flores que había en el hotel-.dijo.
La vimos irse-. Emilia tal vez murmuró «gracial)». Ya
no podíamos hablar,
Para rómper el silencio _pregunté:
XI
Recordé el velero abandonado, creí que hablaría-~ Bajé los ojos. De pronto me quedé mirando unas
mos de temas navales, consulté mis recuerdos de Con- manchas de sangre en el suelo. Aparté un poco dos baú-
rad. Bruscamente Miguel contestó: les. Resonó un grito ahogado. Sentí un vivo dolor en el
-Fui a casa de Paulino Rocha. rostro -las uñas de ese chico debían de estar envene-
-¿Quién es Paulino Rocha? nadas; todavía llevo las marcas-. Me quedé solo. En el
Miguel estaba sorprendido. suelo, entre los dos baúles, había un enorme pájaro blan-
-El boticario -explicó. co, ensangrentado.
1" Yo había recuperado el aplomo. Continué el interro-
j 1
gatorio.
-·¿Yq'ijé.hacías en casa del boticario?
--Fui a pedirle que me enseñara a conservar las algas.
Sacó de abajo del·catre'una lata de nafta, con los bor""
des mal recortados; la inclinó; flotaban en el agua, unas.
tiras rojas y verdes.
Vi claramente en el alma de mi pequeño interloéu:-
tor. Son los niños un.haz· de. v:a:¡;jadas posibilidades.
Miguel participaba delpescador, del filatélico, def na tu"
ralista. De una trama de circunstanéias dependía- -tal
vez de mí dependía- que siguiera Jos fáeiles.méandros
del coleccionista o del sportsmano que se aventurara por·
las·desafpradasavenidas de la ciencia.
Pero no debía permitirme· esas consideraciones, por
fecundas y oportUnas que fueran; debía proseguir; incan-
sable, mi actividad policial.
-¿La.querías·mucho a la:señorita Mary?
1:
11
ComprendÍ' en seguida que •al formular esa· pregunta
había cometido un error. Miguel miraba intensamente·
la lata de nafta, el agua oscura, las algas. Estaba de·nue,
vo defendiendo su misterio.
Ernarde para:retroceder. Traté de averiguar qué sabía
el chico de las relaciones de•ladifunta, de Atuety qe Emi-
lia. En ese sentido, nada lograron mis.investigadones.
Tampoco su contribución a mi con-ocimiento .dé Este-
ban y de Andrea fue generosa.
XII
Un pájaro, al fin, cruzó. Esa·misma noche mi revelación dio sus primeros fru-
De entre la niebla·salió. tos. Sin encontrar resistencia, con la silenciosa natura-
Lo saludé con la mano lidad de lo necesario, pasé del grupo de los sospecho-
como si fuera un cristiano. sos al grupo de los investigadores. En efecto, en un aparte
con'fidencial, prolongamos con el col)lisario Aubry y
Miré en silencio al comisario. Después anuncié dra- con el doctor Montes unas tazas de·café y unos guin-
máticamente: dados, hasta que la madrugada clareó entre los are-
-En el cuarto. de up·niño, en el sótano de esta casa, nal~s.
escondido entre:baúles, hay un pájaro muerto. Un alba.., Mi colega quería hablar de mujeres; el comisario gra-
tros. Lo encontré hoy a la tarde, con el pecho abierto, sin tifi<;ó IJ.uestro espíritu hablando de libros. Era un asiduo
vísceras. -Hice una pausa. Continué-·: Quizás unas del Conde Kostia; admitía a Fabiola y desaprobaba a ~en
horas después, cuando el doctor ·Montes examinaba el Hut; pero su ljbro favorito ~ra El.hombre que ríe. Sus ojos
cadáver de-la muchacha, en el sótano unas manos soli- azules me miraron con intensa gravedad.
tarias embalsaii}.aban.eLalbatros. ¿Qué pensar de estas -.¿No ctee·-m~ preguntó- que el momento·más
situaciones simétricas? El veneno que mata a la mucha-: enorme de la lit~ratura es·aquel·en que Hugb nos habla
1
cha, en el pájaro conserva el simulacro de la vid'a. de ese lord inglés afiCionado a las·riñ¡¡s de gallos y que
'
·en..un club hace bailar sobre•las manos a dos mujeres?
A una, que era soltera, le dio uná dote y·al m~rido de la
: 1
tiene miedo clavaría sus rosadas uñasr en. una baúa de oa quiénes había vendido estricnina en los últimos meses.
hierrO.>> La respuesta fue terminante: a nadie.
El doctor Montes pareció despertar de su letargo.· Con fingida naturalidad interrogué:
-Si yo no estuviera tan borracho, le diría que todo -¿Cuál es su plan, comisario?
su caso está fundado en presunciones -le explicó afec- -¿Mi plan? No decirle una palabra a la muchacha
tuosamente al comisario-. tlsted.·no tiene una sola hasta que pase la tormenta. Después la detengo y me la
prueba. llevo. Les pido que no se inquieten. N o podrá huir. Tam-
-Eso no.me alarma -contestó Aubry-·. Tendré to- poco destruirá las pruebas: mis pruebas, como ustedes
das las .pruebas que quie.ra .cuando la hagamos hablar saben, aparecen en el interrogatorio. Nuestra misión,
en la comisaría. ahora, es quedarnos quietos; ·esperar que pasé la tor-
Miré con iptomprensión.a ese hombre que razona-: menta.
ba'con -vulgaridad, pero con eficaciá, que sentía una ardo- Me lex,anté impaciente. Miré por la ventana. Una
rosa afición por la literatur¡¡, que se conmovía. con Hugo, aurora parda, arenosa, se insinuaba entre el vendaval.
y que sin vacilacion,és se disponía a torturar a una mucha: El mundo parecía los restos de un incendio amarillo.
cha y a condenarla, tal vez,,injustameJlte. Sobre oscuros postes caídos se levantaba en espirales la
Me sorprendí mirando. a Montes con simpatía. Había arena, como un humo furioso. Me pregunté, sin embar-
mucho que perdonarle, pero .tal vez.dos médicos formá'- go, si el ímpetu de la tormenta continuaba con igual inten-
ramos un buen abogado. sidad y, con miedo en el corazón, busqué los signos de
¿Y qué significaba ~ste misterioso poder. de Emilia? una próxima calma.
Yo, que.soy esencialmente·vindicativo, por ella me incli- Apoyé una mano, después la otra, después la frente,
naba a: fraternizar con un colega.qu~ me·había insulta- en el vidrio. Sentí su frescura, como si tuviera fiebre.
do. En ese momento encontré la respuesta· a una pregun-
ta que me había·planteado un rato antes. No era amor
lo que sentía: era un ambiguo sentimiento de culpabili-
dad. Yo era, en ese limitado mundo de Bosque del Mar,
•la inteligencia· dominante, y mis declaraciones habían
.orientado la investigación..Repetirme que había cumpli-
do con mi deber era insuficiente, aun como consuelo.
-Una medida elemental-opinó Montes- sería
vincular el veneno con alguien;.averiguar, por ejemplo,
quién compró estricnina en la farmacia ...
-No he omitidó esa providencia -respondió con
autoridad Aubry-. Mandé uno de mis hombres con ins-
trucciones preci~as: preguntarle al farmacéutico a quién
XIX
1
1
11
,- .
•'
Me miró como si fuera él quien despertara. En el escritorio, Atuel, Montes y el comisario acom-
-¿Música? ... Perdón ... No la oía. Puse la radio par~ pañaban a Emilia.
oír las noticias. Empecé a jugar y me olvidé. -Voy a bajar -declaró Cornejo; y partió con perfec-
Cerré el contacto. ta compostura.
-Usted es el tigre de los solitarios -le dije. Con un cálido sentimiento de responsabilidad traté
-No lo crea -respondió-. Un amigo afirmó que de acercarme a Emilia. Atuel y Montes conversaban con
de mil partidas se ganan setenta y cinco. Me pareció exa- ella. Mientras yo discutía con el comisario sobre las pro-
gerado. babilidades del tiempo, los miraba; los hombres, natu-
~¿Haciendo la prueba? rales y borrosos; Emilia, incómoda en la silla, rígida, con
Advertí que en mi trato con Manning yo empleaba esa actitud de actor en el escenario, que tienen las per-
un desacostumbrado tono de protección. Manning .era sonas que sufren. Imprevisiblemente me pregunté si
inusitadamente pequeño. Cornejo me había llevado al escritorio porque Emilia me
Mientras él trataba de explicarme algo sobre el cál- necesitaba o porque él necesitaba que yo no estuviera en
culo de probabilidades', me acerqué a la ventana. Parecía otra parte.
increíble que detrás de nuestro Cielo opaco hubiera otros Un vecino rumor de porc·elanas y de cubiertos anun-
cielos con sol, Sentí asco por eso_s interminables vientos ció la proximidad del desayuno. N o pude menos que
d_earepa. desechar las ideas ingratas. En efecto, en la diaria cere-
En un ángulo de la ventana había una araña. monia del primer alimento veo los caracteres de la emo-
-A esta.hora traen mala suerte -declaré. Tomé-un ción poética, que inviolable y Prístina renace a través
diario para 9-plastarla. de las repeticiones. Extraje-del bolsillo el tubo del arsé-
-No la mat.e -me rogó Manning-. Salió porque nico y deposité en la palma de la mano izquierda los diez
había música. La puse en ese_rincón hace dos o tres-días glóbulos necesarios. Cu9-ndo los llevé a rn,i boca entreví
y mire la tela qu~ ha tejido. un brillo de sorpresa en los honestos ojos del comisa-
Mir~. Había una s_uciedad, de telas y una mosca hueca. rio Aubry. Me ruboricé como up niño.
-.Huberman-resonó una voz-. Lo necesitamos. Cornejo apareció en el marco de la puerta. Estaba
Era Cornejo. Estabavestido con.unpantalómblaiico, pálido, terrosamente pálido, como si una súbitavejez lo
de franela, y una camisa spor.t. Había en su tono. algo que hubiera abrumado. Se apoyó sobre la mesa.
hacía pensar en el capitán de un-barco; tomando las últi- -Tengo que hablarle, comisario -dijo con una voz
mas provid~n.cias en medio de un naufragio. cansada.
-Venga al escritorio -prosiguió-. Van a cerrar el El comisario y yo nos acercamos. Atuel pareció inte-
cajón. Aconipáñela a Emilia. resarse en el impenetrable paisaje de la ventan9-. Emilia
Reconforta sj~mpre encontrar ·personas capaces· de se retiró, indiscretamente seguida por Montes.
valo_rar las cualidades de conductor espiritual que hay
en mí.
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me dijo que no lo había visto; Andrea me miró coh des-
confianza; Montes me echó de su cuarto y me amena-
zó co'n un pleito por violación de domicilio; la dactiló-
grafa, abstraída y apresurada, me respondió:
-Está eh la pieza del doctor Manning.
Los encontré apoltronados en sillones, imperdona-
blemente hundidos en la más inconcebible frivolidad.
M_anning leía la novela.ingles(! que Atud hªbíél :c.obado El comisario.Aubry empuñaba el enorme albatros embal-.
del cuarto de Maty. Atu~ll.eíao una de esas novelas,de té!Pa samado.
arlequine,sca, que Mary había tradticldo._En,una, mesa Atada alpescuezo del pájaro con una cinta ye_rde, col-
interpuesta entie lós lectores había papeles con anota-, gaba una fotografía del ·niño, con la inscripción. A mis.
dones y lápices. ¡Redactaban apostillas y no~$ él t_e,xtos queridos padres, recuerdo de Migu~l. En Ja plancura: del.
policiales! pecho vi· agolpada todaJa nostalg¡a de los. días en que la
Si Atuel condes.c.endía a..estas puerilidades, de,bia de 1\lz, «sombrad~ los diq_ses», ihurüna ctista.liP.amente al
ignorar las intenciones del comisario. Me convencí de la mundo junto al mar; días -que, para nosotros, parecían
Iiecesid;:¡d de prevenirlo inmediatamente.:-_N o sin ;J,lgtl.- definitivamente sepultados.baj<;>la·tormeri.ta·de arena.
,,
1
na satisfacción pensé en 1;!1 ªuepentimiento que sentiría En el mismo baúl, en un papel de·diario, encontra-1
el pobre hombre cuando s:upiera el peligro en q\!e s~ bªJla- mos una pequeña cantidad de arsénico. 'Desde hacía tinos
ba.Bu_novia. veinte minutos·, el comisario· Aubry, Andrea y yo regis ..:r
Confiéso que. toda,vía me. esperaban sorpiend~JJ.tes trábamos el cuarto de Migue( El comisario preguntó. a
d_esilusiones, cuyas huellas -ahora qo_r_r¡tda,s, por cierto- Andrea: ,.
no cicatrizaron tan pronto como yo hubiera deseado. C1,1;,t[l- =¿Cree usted que Miguel, sin-ayuda de-nadie, pudo
do declaré:. «Tengo algo importante qye decJrle», me par.e- embalsamar el pájaro? ·
dó menos eVidente enAtuel el interés por oírme .que el -,Creo que sí -respondió la mujer-. Se ha pasado
disgusto d,e interrumpir la-indecorosa lectura. Sin omi¡ la vida: ...
tir detalle le. comuniq\lé la.s noticias. Me escuchó con -¿Qué motivos habrá tenido para esconderlo? -in-
visible,deferencia,_me dio las gracias y ¿qué fue lp pri- tetrumpió Aubry.
mero que hizo sino retornar a Stl novela? -Sabía que me disgustaba. Mientras estuviera en
casa, no podía martirizar animales. Se lo habíamos prohi-
bido. Yo creo.que hay que reprimir la crueldad en los
niños.
Aubry le mostró el paquete de arsép.ico.
88 Los que aman, odian
-·-'
90 Los que aman, odian Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 91
tiones de procedimiento; lo importante es el resultado~ comunicación de esa frase, la clave que les permitía a él
Dejemos que Manning lo comunique. y a Atwell penetrar un misterio que todavía era oscuro
-Probablemente ustedes no vieron la hoja porque para nosotros.
la d"actilógrafa ordenó la mesa -explicó el aludido-. -Lo que la señorita Gutiérrez escribió antes de morir
Había pruebas de imprenta y páginas escritas a mano; estas es esto -contestó Manning monótonamente. Después
últimas. eran la traducción que la señorita Gutiérre:z; esta- leyó en una tira de papel:
ba haciendo de una novela de Michael Innes. Como era
un texto corrido, ustedes no siguieron leyei1dQ, p~ro la Con pena tengo que anunciarle mi resolución, pues sé
hoja debe de estar ahí. demasiado que va a dejarlo atónito, y si algo en esta dura
EJ cm:p.J§ar!o re~piraba p~no~am~r¡.t~~ Sl.}. contr;:trie.- tierra pudiera inducirme a abandonar mi determinación
dad era visible .. Manning continuó: seria nuestra larga amistad y el pensamiento de su bue-
-:(.,a fra~~ en ~uestióp era parte de \ln lil;>rQ Q ~ra un na voluntad y de su afecto. Pero las cosas han llegado a
mensaje de la señorita Gutiérrez. Lo primero podía deter- tal punto que no me queda más que saludar al mundo y
minars~ fácilmente. La noche antes de su muert~, la seño- salir de él.
rita nos declaró que tenía en su habitación una peque-
ña biblioteca formada por la totalidad de las novelas que
había traducido. Le pedí al inspector que me permitiera
leer las páginas manuscritas. Me dijo que no podíamos
tocarlas. Conseguí que me dejara-leer los libros; eran ob-
jetos menos personales. En-estas dos tardes he-leído el
orjgil)a,l de la, novela. q11~ estp.ba tradu.ciendp la señorita
y buena parte de los libros ya traducidos. Los demás lo~
1 l¡
1 1:
l~yó el j:Q._!?pecto;r, ,Hemps tra_bajado ~o_n_scien.t.ement.e.
,1" Podemos afirrp.arle que la frase· no figura en ni_nguiio de
'11
los librQ$.
Hubo un silencio. Por _fin el comisario exclamó:
-¡Querido inspector, qué hlanetf\ d~·<;Qlé\l:>Qr<ir ~011
sus colegas!
En el tono de estas palabras. creí clescuhrir que A~bry
estabq. res~nti9p, aceptaba, la sol1.1c;i{m de Manning y no
tenía curiosidad por conocerla·. En cuanto a m~,,np pude
reprimir lq. ·curi.o~idad (me u(él,r¡.q·d.e ello; nuestr.a a9he-
sión a la vida se mide por la inten~idad de nuestras pasio-
nes). Le rogué a Mahning que no siguiera demor~ndo la
XXIV
., •.
100 Los que oman, odian Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 101
Me erguí. Yo estaba junto a un bloque de muro bl~ri Seguimos a:rp.strahdo.nos ·por el a:renal, luchando
co. AtweU:había desaparecido. contra-el viento, hasta: que llegamqs a una; zona donde
Lo parcial de mi visión y una perplejidad en la que in- había oscuras matas de esparto, don·de la: consistencia
fluían recuerdos de L'.Atlantide y recuerdos de haber soña- del suelo había cambiado ~-era más ferrosa, más barro-
do experiencias análogas levantaban con esos planos blan- sa-, donde el hurac;~p era menos turbio, menos áspe-
cos una arquitectura desmesurada y laberíntica~ Miré con ro. N os detuvimo-s. Llegaba:n:ráfagas·de dos qlores: uno,
más detenimiento. Había unos escalones de cemento, inmediato, de humedad, ·de barro;·otro, más aéreo, que
1
•
'
1
una puerta verde. Reconocí al Hotel Nuevo Ostende . parecía provenir de una: gigantesca pútrefac·cióh. Atwell
¿Por qué Atwell no había: querido que lo acompa- adelantó·un pie;tanteañdo la firmeza del·suelo.
ñara? Pedirme que lo esperara adentro no hubiera sido -Hay que bordear el esparto -me dijó.
un exceso ·de,cortesía. Tuve un impulso incontenible: Avanzó cautelosamen.te;Lo seguí. Re·cordé lahisto.,.
subir, de.dos en dos,Jos escalones; golpear..a la puerta. tia del caballo del boticario, que Esteban nos había·rela-
No me moví. Yo había asumido la peligros<r actitud de tado.
quien abjura de sus 'responsabilidades, de quién se·entre- No pensé que pudiera perderme de Arwell, mqueMan-
ga a una voluntad.ajena. No.me.atreví a.desobedeter las ning, desconocido y criminal, pudiera surgir de atrás· de
órdenes de Atwell. una mata. Hundirme en el barro era el peligro que me obse-
Hasta entonces había sentido sensaciones periféri-= sionaba. Seguimos caminando. En :ningún momer;tto me
cas: la arena contra la piel, la ropa. urgida por el viénto. pregunté. e!,l. qué dirección avanzábamos, hada dónde
Ahora, desde el centro de mi pecho, se irradiaba el.ávi- quedaba el hotel; todo esto incufribi!l il mi compañero.
do fuego. de la humillación y del rencor. Tuve la impresión_ de ver una araña en el ba:rro. Des-
Seguí esperando. Por fin Atwell regresó. pués, otras; después, multitudes. Eran cangrejos. Pensé
...,..¿Por qué-me dejó afuera? -pregunté ásperamente. que si me caía, me echaría boca abajo, en posición de
-··¿Qué dice? nadar. 'Pero tendría la cara hundida en el barro y los can-
Como ya nada me eximiría de la contrariedad sufri- grejos s·e·moveríah a· la ~..ltura de mis ojos. Tal vez eón-
da, repetir la pregunta me exasperó. viniera echarme de espaldas. JEntQ.nces imaginé elpa,vor
-Busqué el revólver -respond~ó Atwell. de saberme asediado p<?r tímidas, obstinadas, repeti-
És~a no:era la explicación que yo pedía. ¿El.viento lo tlas patas de invisioles crustáceos.
obligaba a contéstarme así? ¿O alguna secreta preocu..: Rodeamos unas últimas iíl,¡¡tas de .esparto; oímos,
pación ... ? '· confundido cóp él grito del vi.ento, un mar furioso y leja-
Ya habría .andado unos cincuenta metros la,zagaa no, y se abrió ante nosotros la más horrenda y la más
de Atwell, cua:J;ldo comprendí el alcance de sus palabras, desesperada visión: una playa estremecida de cangrejos,
I:.a posibilidad-la única·posibilidad que.entonces·ima- negra, viscosa, interminable. «Lo malo de ver urt espec-
giné- de complicarnos en un tiroteo con Manning no táculo como éste>>, pensé, «e~ que después uno ha de
me agradaba. encontrarlo en su infierno)).
106 ~os qiJ~ qmqn, odiap Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 107
Traté de adivinar el mar en, eLhorizonte. Vi un pro.,. Grité de nuevo. Nadie contest(>. Traté de volver sobre
montorio en el cangreja!, algo que me pareCió un bote mis pasos1, de regresar al Jugar donde Atwell. me dejó. N o
arrastrado por la coq\ente. estaba seguro que el 'lugar fuera el mismo. Todas las matas
-¿Qué es eso?-pregunté. eran iguales. Me senté en el suelo.
-Una ballena -gritq, No· sabía cuánto tiempo había.pasado,.pero la.desa'".
$en.tí el olor a putrefacción. Imaginé el e~orine cad~ parición de Atwell era -demasiado repentina. Me pre-_
ver del cetáceo, recorrigo y deyprad,o po_rlos cangr.ejos. gunté ·si se· habré). ~scondido:.
·-Volvamos. Hay que seguir la busca. Entonces me planteé una pregunta más importante·..
Nos internamos en ~1 0$<;:1J.IP l<!berinto d~ matas.At~ ¿Por. qué yo, que he adoptado como· regla fundamental de
well caminaba con demasiada celeridad. Dos o tres veces mi conducta no exponerme jamás·, que no he firmado nin-
tuve que pedirle que me ~.§per<rr~~ Yo me deu~nía conti- gúrrmanifiesto contra ningún gobierno, que he preferido
nuamente~ para tantear el terreno. No,quería mgrirm_e en la simulación-del orden al orden mismo, si para imponerlo
esa desolación. había que recurrir a la violencia, que he tolerado que .piso-·
Con sofocada alegría vi que Atwell me esperaba. Lle- tearan mis ideales, para no defenderlos; por qué yo, que
gué hasta él. solo aspiro a seruh ciudadano particular y que en las rique-·
-¿Ha oído? -preguntó. zas y veneros de mi intimidad encuentro la «escondida
Algo, en el timbre de su voz, me sobr~s;¡ltó. senda» y el refugio contra los peligros externos y propios;
-No he oído I)ada -contesté sinceramente. por qué yo-.:volví a exclamar- me había complicado en
-Ha de andar por aquí. -Sacó de su pol$illó UI) revól- esta mentira descabelladayhabía cumplido las órdenes
ver negro.-.Vamos. ins~nsatas de Atwell? Para sobornar al destino, jjuré que
-Lo· espero -=-dije. si regresaba con vida al ·hotel aprovecharía la lección y ya
No podía seguirlo. UI} tn.i:sterioso entumecimiento nunca.p·ermitiría que.la·va~idad,,el1setvilismd o el, orgu"'
invadía mis brazos y mis'piernas. Atw:ell rodeó una mata llo me impuls'arim a obrar impremeditadamente.
y desapareció. ·Quise gritar. PeDsé qu,e mi grito pondría Si quería que Atwell me encontrara, no debía mover-
en guardia a Manning. ¿0, simplemente, me encontré me. Pero ¿era deseable que Atwell me. encontrara? ¿Por
sinvoz? Después grité.Jnmediatam~nte supe que no me qué había desaparecido? ¿Por qué se haóía ocultado? Esa
contestarían. No me contestaron. Corrí sin recordar el m'ata de esparto era, tal-vez, la. que yo· había querido
blando peligro que bordeaba. Rodeé esa mata de espar- encontrar; ése era el sitio fijado; el sitio donde mis. ene-.
to. Alcancé el lugar donde debía encontr.arse.Atwell.N o migos sabían que me enco11trarían; donde, sin riesgos,
estaba. podrían ·matarme.
Había una extraña calma. Yo :po sabía cuándo había Quise·huir; Me detuve. Todo movimiento era peli-'
empezado. Me pregunté si sería el fin de la tormenta o groso. Por ahora no estaba muy lejos de la arena del hotel.
una simple tregua. La luz era verdosa y por momentos Pasando de una mata a otra podía alejarme irremisible-
lila. No correspondía a ningunahor.a .. mente por ese pavoroso dédalo de vegetales y barro.
los que am"dñ, odian
109
108 Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares
No lo habían encontrado. Pregunté por Mam:UIJ.g, Caminé con mucha resolución, con alguna pompo-
-Aquí estoy -respondió el aludido. sidad. Ora precedidos, ora seguidos por nuestra sombra,
Agitó la pipa en un saludo y sonrió, benévolo, entre bajamos la escalera. Nos internamos, por el oscuro corre-
una lluvia de cenizas. dor. Llegamos al cuarto de baúles.
Me apresuré a contestar: -Un fósforo -reclamé.
-Nunca desconfié de usted. Encendimos la vela. Adelanté un índice resuelto.
Estas palabras, brillantes y oportunas en mi diálo- -Ahí están las joyas.
go con Montes, resultaron inesperadas para Manning. El comisario levantó el pájaro.
Con escaso disimulo, este último arqueó las cejas y me -Demasiado liviano -sentenció, moviendo la cabe-
miró sin. alegría. za-. Paja y pluma.
-Va a pasar la tormenta.-..declaró el médico acer- Antes de que yo pudiera reponerme, un irrefutable
Cándose a la ventana-·.. Veo una gaviota.
Manningintervino:
~ :puñalcito abrió el pecho dei pájaro. El comisario tenía
1
razón.
-·¿Qué planes,tiene? Con ecuanimidad, registraré siempre mis derrotas y
Creí que se dirigía a mí. Estaba dispuest9 a declarar: «un 1 mis victorias. Que nadie afirme que soy un cronista infiel.
baño, una friegan, etc:., cuando.eLcomisario respondió: Mi error -si a esto puede llamarse error- no me
-Recuperar las joyas. afrenta. Un ignorante no lo hubiera cometido. Soy un li-
Mientras los otros discutían -traficaban con super- terato, un lector, y, como tantas veces los hombres de
plejidad, éon su-ignorancia, con su penuria-, yo recibía mi clase, he confundido la realidad con un libro. Si un
la inspiración. Se me presentó un dil~ma: los placeres libro nos habla de un pájaro embalsamado y, luego, de la
o ~1 deber. No. vacilé. desaparición de unas joyas, ¿a qué otro escondite pue-
-Yo sé dónde· están las_ joyas -dije, marcando.las de recurrir el autor sin cubrirse de ridículo?
sílabas-. Yo-sé quién es el criminal.
. El efecto de .esa declaración excedió mi expectativa
más optimista ..El comisario perdió el aplomo, Manning
la impasibilidad. Montes la borrachera. Los tres miraban
Pli boca como si esperaran que allÍ' se articulase el fallo
de Dios.
-El criminal es .el chiCo -anuJ:lcié "finalmente-.
Sentía una pasión malsana por· Mary, y despecho, y mie-
do de que lo delataran... ·
-¿Tiene pruebas?-preguntó el comisario.
-Sé dópde están las joyas -repliqué triunfalmen-
te-. Síganme.
XXX
nos satíricas a un compañero de armas a quien la ·im~ Otra ded:ucción que espera el detective sagaz: Cornejo
ginación literaria había, parcialmente, extraviado ... ¿Urba- (q~e había dado a Mary su Qonsentimiento para, que se
nidad o prudencia? bañara) es un posible, aunque todavía:inverosímil, sos·-
-Ya les expliqué a estos señores -comenzó Man- pechoso. Peró cabe objetar a toda esta,. argumentación
ning, señalando al comisario y a Montes- que fui al que no tenemos prueba alguna de que Mary estuviera en
Hotel Ostende a buscar un libro. Aquí lo tienen. peligro. Ella misma lo ha negado. Cornejo, que es una
Sacó del bolsillo un libro en cuya arlequinesca tapa at1toridad en vientos y .mareas, juzgó que no er_a peli-
se combinaban angulosamente el verde, el morado, el groso bañarse. Se insinúa aquí la posibilidad de que Emi-
negro, el blanco. Nos lo pasamos por turno, ensilen- lia y Atwell fueran cómplices. Yo, sin embargo, no c.:reo
cio, con incomprensión. Creo .recordar que su autor era que Emilia tenga participación en el crimen. En este epi-
un inglés Phillpotts. - · sodio maritiroo ella fue, quizá, un involuntario instru:-
-Lean en la página veinte el párrafo marcado .,....,....pro- mento de Atwell. Los movimientos de una·persona que
siguió Ma:nning, se debate entre las olas· para no morir ahogada suelen
El comisario se calzó los anteojos de montura de carey, parecer, aun a quienes-la.miran de cerca, juegos. y mani'-
Y siguiendo un dedo más rápido.que su vista, leyó en ~~z festaciones.de aleg:da; lb inverso también es verdad.
alta Y vacilante la carta de Mary, su interrumpido adws. Atwell había creado un estado de aprensión general res-
Pero ahora se trataba.de una larga: carta, con detalles pecto al baño de Ma:ry. Después, cuando grita· mo puede
que no se avenían a Mary, Atwell yEmilia,.que tenrtina- volver¡> (la muchacha nadaba mar afuera), nadie duda.
ba 'en la página: veintiuna con las palabras «su agradecido Una nostalgi~ por lo melodramático, que la vida: más
amigo)) y que firmaba un tal BEN. aventurada no satisface, y un·anhelo de cooperación, que
-¿Qué significa. esto? "'-preguntó Aubry. proclama a través de.enemistades y diferencias,la secre-
-Significa.-·respondiÓ' Manning-· que el inspe~- ta her_mandad de los hombres, nos impiden_ rechazar
tor Atwell se llevó a su casa una de las novelas traduci- fácilmente el anuncio de que up prójimo -se encuentra
da·spor la señorita Mary. en peligro. El mismo doctor Huberman, a quien no pare-
· Guardó sHencio, como esperando que· sus palabras ce imprudente excluir de la lista de -los sospechosos y
no·s aniquilaran. considerár como testigo-desinteresado, creyó que Mary
-·Recapitulemos-"dijo después-: En la víspera de se ahogaba.
la muerte ocurren dosincidentes qtie sin duda·conven.:. -._Y pensar que nosotros creíamos que Manning era
cen al criminal de que ha llegado! el momento de obrar, el futuro campeón de solitarios ... -suspiró el doctor
En la playa, Atwell se·enoja porque Mary insiste ~n bañar- Montes.
se a pésar de que el1mar está bravo ..Para los investigadores -Examinemos ahora -prosiguió Manning-··la dis-
esta disputa será un indicio. de que Atwell no cfeseaba puta.de sobremesa, que terminó con la salida nocturna
la muerte de Mary: Veamos ahora el salvamento. ·Ernilia de Emilia. Atwell se muestra conciliador y ecuánime;
salva a Mary; Luego, Emilia no desea la muerte de Mary. Emilia, ofendida por Mary. Normalmente estos indicios
118 .los que timan, odian Silvino Ocampo Adolfo Bioy Casares 119'
servirían para que los"investigaQ.ores vieran corrobora- novela. Yo .descubrí'la hoja sobre la mesa; sin duda Atwell
do su juicio favorable a Atwell y sospechasen, en. algún 'logró que eldescubrimiento fuera inevitable. Confiéso.
momento, de la muchacha. que mientras leía con .una comprensión aún ·imperfecta
Aubry lo miró con asombro,y se echó a la boca dos esas líneas manuscritas, mi emodón era profunda. Creíar
trozos de queso, tre~ aceitunas y una copa de vermut: entrever el brillo pudoroso de la ~erdad; entrev.eía, tal
Manning continuó: vez, mi triunfo en 'la pesquisa. Hablé coh.Atwell. No
-Llegamos a la muerte deJa señorita.Mary. El señor pareci6eiJtilsiasmado con·mi teoría: para entusiasmar-
comisario haseñalado que.sibien al inspector. no lefal-' lo me entusiasmé. Dijo que-~o_queriacinterv:enirperso
taronmotjvos -tiene los mismos que la señorita Emi-: nalmente.en el asunto, pero que trataría de ayudarme.
lia-le falto la ocasión. La muerte ocurrió a la madru'-' Me trajo unanovela inglesa qu~-la muchacha en.esos días
gada, en horas en que Atwell no estaba en esta casa: estaba estaba traduciendo: la leí; entre los dos leímos las nove-
durmiendo ·en su cuarto del Hotel Nuevo Ostende. Me las ya traducidas. Atwell había oriéntado mipensamiento•
atrevo a afirmar que. este argumento se recomienda más y yo pensé y obré_de acuerdo a sus previsiones. Sin empar'-·
por su brillo que p·or su consistencia. Si el.crimen hubie- go, por no sé. que ingenuidad de sü egoísmo, cometió un
ra sido cometido con un arma de fuego·,, el comisario ten-: error: creyó que mi pensamiento se detendría cua:p.do:
dría razón; pero-se.ha empleado un veneno. Cuando bajó alcanzara una determinada (y para _él favorable) in ter~~
con el doctor Cornejo a buscar a la señ6rita Emilia, Atwell pretación del problema. No se detuvo.
pudo colocar el veneno.en la taza de chocoláte.C¡ue esta- Recordé la araña.queManhing había. puesto en la ven-
ba:sobre la mesa de luz .. tana y la tela que en tres. días habíaelaborado.·Manrting
-Ya le decía:, .comisario -interrumpió Montes·-. prosiguió:(
A usted le gustaba tanto distinguir los motivos y las oca- -Creoentender.el plan.de Atwell: algunos.indicios,
siones, que.se olvidó del caso que teníaehtte manos. no.muchos,.sugeriríanJa culpabilidad de Einilia; cuando
Fui terminante: la policía,. en su.afán.de conseguir.un.culpable, se.diera
:-Las distinciones del comisario-quedan incólumes pqr satisfecha _con. esas presunciones y . se_ dispusiese a
-declaré. detener ala muchacha,.él•;inditeétamente, haría apare"
-Cuando Atwell_,...,....coritinuó Manning- descubrió cer las «pr.uebas>> del sucidio. Confiaba que los investi-
esa página de la traducción (probablemente un borra- gadores verían.esta soluéión como definitiva. En efecto,
dor) dellibtode.Phillpotts, comprendió que disponía de llegarían.a ella laboriosamente, luego de aceptar con avi-
la «prueba)) que le permitiría matar con impunidad. Des- dez y de. abandonar eón desgano otra_hipótesis. Pero no
pués, en la noche del crimen, dejó la página en la me·sa, había:contado·conel método sagaz del' comisario Aubry:
junto al manuscrito de la nueva traducción de Mary; esa fabricar las pruebas mediante un severo interrogatorio.
misma noche, o a la mañana siguiente, sacó el libro de Esto y la firme resolución que tenía el comisario de cul=·
la biblioteca, para que nadie pudiera comprobar que el par a Emilia malograron e~os reflexivos y ambiciosos'
mensaje de Mary·era, simplemente, un párrafo de una: proyectos. El hombre no era muy escrupuloso: para salir
120 Los que aman, odian Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 121
de una situaciól) incómoda -,tenía, amores con la herma:-' siado severos con Atwell. Su intención fue adormecer,
na de su novia- había récurrido.al asesinato; pero aho- no matar, a Cornejo. En cuanto a la esquela de este último
ra no podía consentir que'por su culpa torturaran, y tal a Mary, no hay mucho que decir. Atwellla descubrió,
vez condenaran, a Emilia. Desde ese momento obró ner- la guardó previsoramente (por eso la policía no la encon-
viosamente, al azar de las circunstancias. :Pongo como tró en el primer registro), y cuando quiso fomentar la con-
ejemplo el robo de las joyas. No hubo tal:robo, ·Fue un fusión y crear falsas pistas, la puso de nuevo en el cuar-
simulacro de Atwell para sugerir otro culpable. (Emilia,: to de Mary. Pero sigamos con el relato. Cuando Atwell
no necesitaba robar esas joyas; las heredaría.) Atwell: comprendió que yo había aprovechado un pretexto para
torri6 el riesgo de que .se admitieta la hipótesis· de dos salir del hotel, adivinó la verdad. Organizó inmediata-
delincuentes: un asesino y un ladrón. Pero somos pocas mente las comisiones de rescate y, en compañía del doc-
las personas aquí reunidas, y la idea de.que.hayaun delin-. tor Huberman, se encaminó al Nuevo Ostende. Allí com_.
cuente entte nosotro·s·es bastante asombrosa; si alguien probó que faltaba el libro de Phillpotts, ellib~o que
nos probara que hay dos,:no-le.creeríamos. Cuando Cor., permitiría probar que el mensaje de Mary era, simple-
nejo descubrió al niño· con la muerta, Atwell aprov.echó: mente, un párrafo de una traducción. Quizá aprovechó
la oportunidad. Pensó, tal v.ez, que el alma de ese niño· el viaje para llevar las-joyas. Quizá nos cruzamos en el
era monstruosa y que impunemente podía atribuirle una arenal. Me salvó la tormenta. Opino que si me sorprende,
monstruosidad adicional. Lo comprendo: pero no .lo per.- me acusa del asesinato de su amiga, después de matarme.
dono. Por eso yo, que no p·ertenezco a la policía, doy estas El doctor Montes preguntó:
explicacionés que pueden-perjudicarlo. Talvez-yo parez- --¿Qué razón habrá tenido Atwell para matar a Mary?
ca un intruso y un ensañado, pero no hay que olvidar. El comisario Aubry lo miró con los ojos muy abiertos.
que Atwell especuló con la Sensibilidad patológica del -Las razones para el homicidio nunca faltan -res-
niño, coasu tendencia~a·la fuga, consus.pasionh y sus pondió-. El doctor Huberman, aquí presente, delineó
terrores. Tal vez lo·mejorque pueda. decirse en favor de en su declaración un sugestivo·retrato de la señorita Mary.
Atwell es que, en la· desesperación por salvar <i la mujer; N o es la primera vez que un hombre está enamorado
amada, obró .ptecipitadamenté. Esto explica también el de una mujer y dominado por otra.
atentado contra Cornejo. La dactilógrafa había entrado Como si Manning tuviera entre sus manos el invisi-
en ·el cuarto:de Mary después de la éscena del beso y antes· ble Libro del Destino, le pregunté dónde estaba Atwell.
de. que Atwell sustrajera las.joyas y podría decl_arar que Contestó con indiferencia:
Miguel no las h<l:bía robado. Cuando el comisario se dis- -Huyendo, o suicidándose, entre los cangrejales.
ponía a tomar:declaracione·s-aldqctor Cornejo y a la dác.S
tilógrafa, Atwell atentó contra el primero. Con esto.se
proponía que nuestra atención~se distrajera de la dacti -·
lógrafa y que pensáramos que el doctor-Cornejo era el
testigo importante. Al.j\lzgar este acto no seamos dema-
XXXI
da: Me saqué los calcetines. Otra rezaba: Pero a lo$ cua- el desayuno. Con el espíritu alerta miré la mañana; no la
tro df.as que allí llegué, llegó un hombre, y, más abajo: vino miré con el contrito cansancio que es el resultado fatal
un hombre (que es una prueba de la finura del oído y de de una noche insomne, sino con la alegría y con la fe de
la riqueza del vocabulario de Mary). Aubry nos dijo: un placentero despertar.
-Una de estas hojas era «el mensaje» de la difunta.
El inspector:, que la conocía bastante, sabja que la seño-
rita guardaba todas las copias de las traducciones. Cuan-
do comprendió que su novia estaba en una situación
comprometida, recordó esa manía de la difunta, recor-
dó la carta de la.novela del inglés Phillpott;s. y buscó los
borradores en la valija. Tuvo suerte: es justo que la tuvie-
ra, porque ~el inspector es un hombre despierto.
·Poco después entró en .el comedor uno de lós gen-
darmes de Aubry. Estaba ojeroso y c_ubierto de barro.
La noche anterior había salido en compañía del otro gen-
darme y del chauffeur, para quien el cangreja! no· tenía
secretos, en busca ~el inspector..Lo encontraron .dor-·
mido junto a una mata de esparto. El inspector había
contado con pocas horas de libertad. En ese plazo era
más fácil perderse, cansarse, dormirse,,en.el cangreja!,
que atravesarlo o morir ·en. él. Ahóra Atwell nos es pe.~
raba en-el escritorio. N o deseé :verlo, pero me alegré de
que estuviera ·con vida. Muy pronto yo. daría mi auto...;
rización para que viera a su novia, que ya estaba fuera
de ·peligro .. l.;a presencia de. un. médico en aquel c_orre-
dor, juntó a~aquella puerta, fue providen.dal. Unos·pli ._
n'utos más y una-vida para quien florecían tódas las
esperanzas qu~da!>a tronchada. 'La .tragedia. había para.~
lizado·micerebro; pero las·manos, las dóciles manos
profesionales' hal?ían administrado.heméticos y revul-
sivos.
Respiré profundamente y sentí ·que un trémulo o.rgu ..
llo y que una·pudorosa alegría dilataban mi tórax. Me
prometí, resuelto, elbaño.de inmersión, la ropa]impia;
.' ' '
un rincón sostuvo un penoso diálogo con Auory. Lue- -¿Por qué no nos muestra esa carta?
go sacó una carta del bolsillo. Aubry la leyó nerviosa- Por toda respuesta me la entregó. Leí las siguientes
mente. líneas, escritas a lápiz, con una letra impersonal y firme:
Los dos hombres se sentaron a nuestra mesa. Aubry
ordenó a Esteban: Señor Paulino Rocha,
-Sírvale un café al señor Rocha. -Luego se dirigió Farmacia Los Pinos,
a éste-: ¿Lo conocía de antes? El día que fue a verlo ¿su Bosque del Mar.
conducta le pareció normal?
-Normal, no. Pero, usted sabe, era muy raro. Querido amigo:
·-¿Loco? Le asombrará el motivo de esta carta, pero usted es mi
-.No diríatanto. Era inteligente,o; mejor dicho, estu- único amigo y me he portado mal con usted.
dioso. Andrea y Esteban son mis tíos, pero no los quiero. Ni
-¿Porqué dice «era»? -preguntó Aubry-. No estoy siquiera me dejan matar pájaros y otros animales. Usted
seguró de que haya muertO. sabe que tuv~ el albatros escondido entre los baúles. Qui-
-Yo tampoco estoy seguro. Sin embargo, me pare- sieron que me exami'ncira el médico, pero lo asusté en
ce probable. . ·_ , seguida. Era más miedoso que las nutrias que embalsa-
--¿Cuándo adVirtió que>lé habían tobadb el veneno? mábamos con papá.
.-A $U agente le dije la.verdad.Hace años que no ven- ¿Usted no conocía a las señoritas Gutiérrez? Yo las
do estricnina.. · quería mucho, sobre todo a Mary. Ahora que se ha muer-
·,.,,..,.peto ¿~órtro.no·comprobó si tenía el frasco? to no te guardo rencor. Yo la quería mucho~ y cada vez que
Paulina Rocha dulcemente bajó los ojos . iba a darle un ·beso se enojaba, como· sifuera algo malo.
.....;,Lo comprobé al otro.dí'a. Usted sabe, la vída de Si había gente, era. muy buena, pero· cuando estábamos
campo ... solos no me quería hablar. Yo trataba de explicarle, pero
-~¿Por qué Iió se vino en el 1acto a. darme la noticia?· ella se enojaba.
·- -Soy delicado de ·la garganta, y con el ventarrón .., Si le cuento lo que hice después no va a perdonarme
Cuando llegó la carta me vine en seguida. Claro que ya y quiero que seamos amigos para siempre. Cuando fui a
había pasado la tormenta. la botica a buscar el arsénico para el albatros y para las
Este sistema de preguntas y respuesta's,.este cate~ algas, le robé unfrasco de estricnina que estaba en el estan-
cisma enigmáti.co, empezaba a exaspeta,rme. La mala te del centro, .debajo del reloj.
educación de Aubr_y y· del boticario, que excitaban nues- La noche que todos salieron a buscar a la señorita Emi-
tra sincera cutiosidad,.me did coraje. Vaeilé-imtre varias lia, Mary se había enojado mucho conmigo. Yo me escon-
iñterpelaciones.eficaces, qué hubieran vencido la resis-. dí en el pasillo y cuando Atwell iba a encontrarse con
tencia de Auhry y ló hubiesen obligado a mosttatnos.Ia los demás, para salir en busca de Emilia, Mary le salió al
carta. Le pregunté: paso, lo alejó de la luz de la escalera y lo besó de un modo
134 Silvina Ocampo Adolfo Bioy Casares 135
Los que aman, odian
que me puse a llorar, Oi_que ella le decía riendo: ((Maña- frasco de estricnina. Ella lo encontró en la mañana de la
na haceme ai;ordar que te cuente lo que me pasó con el muerte de Mary. Lo escondió, porque desde el primer
chicm>·. momento creyó que su novio era el asesino. Por la mis-
Yo pensé: ,((Voy a hacer una cosa terrible». Ahora com- ma razón hizo desaparecer la taza de chocolate.
prendo que hice lo que hubiera her;ho cualquiera en mi Delfoseph K y de Miguel no se tuvieron noticias. El
lugar. _, comisario Aubry consideró que la carta de Miguel era
Bajé a mi cuarto, bus.qué la estrien(na~ mefui al cuar- una prueba suficiente y ya no volvió a sospechar de Emilia.
to de.Mary y eché la mitad delfrasquito en la taza de cho- En cuanto a mí, he redactado las páginas que se han
colatejriQ que ella tomaba antes de dormirse. Revolví la leído, porque algunas amigas de mi madre -las únicas
cuchara para_ que el veneno se disolviera bién .y cuando amigas que tengo- quisieron que mi actuación en la
estaba sec;á,ndola oí los pasos de Mary. Alescaparme se pesquisa quedara documentada. Protesté, dije que mi
me cayó elfrasco. No tuve tiempo de r:ecogerlo. Mefui por parte era mínima, que yo me había limitado a acertar...
el cuarto d~ Emilia. · Pero ellas insistieron, y aquí me tienen, penitente y rubo-
Al día siguiente vqlví a -buscar elfrasco, pero no esta- rizado, poniendo el Finis coronat opus a esta crónica de
ba. Yo quería tomar la estricnina, como la había tomado. mis inesperadas aventuras policiales.
Mary. Sólo me falta agregar que Emilia y Atwell se han casa-
Para evitarle disgustos a Emilia,_le hubiera explicado do y que, según creo, son felices. En ocasiones me pre-
todo al comisario, p~ro no pued9 h.ablarporque soy un gunto cómo será la intimidad de estos enamorados que
niño. tantas veces se miraron creyéndose criminales y que
__ Usteri sabe. que hice mi casita· en el barco·aban,dona" nunca dejaron de quererse.
do que hay en la playa. Tengo allí muchas bote/las de agua;
bizcochQs·y una bolsita de yerba, El mar está subiendo
c9n la torrrienta:Ahora.me vóy al barco a. esperar que el
agua se lo lleve. Cuando usted lea esta carta, las olas y.el
agua cubrirán a su,fiel y pequei¡.o amigo.
1
MIGUEL FERNÁNDEZ