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EL MAL Y LA TEODICEA EN HEGEL1

El mal histórico2 adquiere diferentes manifestaciones: puede tratarse de un evento


de la naturaleza, como un terremoto que destruya una ciudad; o una revolución
que destruya todo un legado histórico y acabe con miles de vidas humanas; o de
guerras que trivialicen la destrucción de vidas humanas, como hemos visto en los
últimos cien años.

Hegel sostiene que la historia es teodicea, en el sentido que él da al término de


“justificación de los caminos de Dios”3. La tarea de la teodicea es afrontar el
problema del mal, tratando de resolver cómo puede existir un Dios sabio, bueno y
omnipotente cuando se experimenta no solo el mal natural, sino el mal en la
historia concreta, o, en términos de Hegel, en el espíritu. La pregunta será
entonces qué clase de Dios puede permitir que el mal exista. Hegel considera que
su filosofía de la historia es una teodicea, como la que en su momento hizo
Leibniz, a la que considera construida con categorías aún muy abstractas e
indeterminadas. El asunto para Hegel es tratar de reconciliar nuestra experiencia
de la desgracia del mundo, ese mal concreto que encontramos en la historia y que
llena de los aspectos más negativos nuestra existencia, con nuestra realidad como
espíritus pensantes4.

¿Es acaso la Filosofía de la historia de Hegel el mismo proyecto que tenía en mente
Leibniz? Aunque se exprese cómo se tratara del mismo asunto, en realidad cuando
Hegel sostiene que la filosofía de la historia es teodicea lo hace porque ella
demuestra que Dios trabaja al interior de esa historia, de una manera que nos deja
en una situación en la cual el mal o el sufrimiento pueden ser superados.

1
Roberto Solarte. Facultad de Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana.
2
Elaborado a partir de: Chételat, Pierre. Hegel’s Philosophy of World History as Theodicy: On Evil and
Freedom. En: Dudley, Will (ed). Hegel and history. Albany: SUNY, 2009. 215-230.
3
Lecciones de la Filosofía de la Historia, Introducción, 42.
4
Lecciones de la Filosofía de la Historia, Introducción, 42-43.
Hegel concibe la historia como el acontecer mundano del Espíritu, es decir, como
siendo trabajada por Dios mismo: “La historia es el despliegue de la naturaleza de
Dios en un elemento en particular, determinado”5. La tarea del filósofo de la
historia está en mostrar cómo actúa Dios en el desenvolvimiento de la historia; se
trata de una filosofía que no solo se ocupa de los eventos humanos, sino que tiene
por objeto a Dios en la historia.

Hay que precisar que no se trata de una concepción de Dios como algo externo a
la historia, que determine su transcurso y que use los acontecimientos humanos
como un titiritero a sus marionetas. Se trata del Dios bíblico comprendido como un
dinamismo que crea exteriorizándose, se encarna hasta la total pérdida de sí
mismo en la muerte en cruz, y está, desde entonces, volviendo sobre sí mismo a
través de un pensar que hace memoria y busca el sentido de esa total pérdida de
sí; esto es lo que Hegel llama Idea y luego Espíritu. Así, la historia no es una
sucesión ciega de hechos accidentales, sino que, desde nuestro horizonte del
presente, podemos comprender cómo las cosas han llegado a ser de esta manera,
reconstruyendo una necesidad racional o una comprensión de nuestra existencia
presente. Contemplamos la historia como el desarrollo de cierta necesidad, que
conduce como a su fin a este presente histórico. Hegel expresa esto sosteniendo
que la historia es la revelación de la naturaleza de Dios, o que historia está
gobernada por la Providencia. En la época que irrumpe en vida de Hegel, lo que
emergía era lo que hoy llamamos libertad en el sentido de las formas de
intersubjetividad que se pueden vivir en el estado de derecho y el mercado; así,
Hegel mismo consideraba que toda la historia ya efectuada tendía a esta forma
libertad.

Si nos fijamos con atención, el problema de la justificación de Dios no es otro que


el de la razón misma. Se trata entonces de mostrar de qué manera la historia
humana es racional, y en último término, como prevalece el bien sobre el mal en la
historia misma. El asunto es que para Hegel se trata de una teodicea capaz de

5
Lecciones de la Filosofía de la Historia, Introducción, 42.
afrontar el problema completo del mal, no solo algunos casos históricos, lo que
dejaría por fuera buena parte del sufrimiento humano: “habría de poder hacernos
capaces de comprehender toda la desgracia del mundo, incluyendo al existencia
del mal”6. Aquí Hegel distingue el mal humano o moral (Böse) del mal en general
(Übel), y pone a la teodicea frente a todo el mal del mundo; no limita el mal el
problema moral, el mal producido por las acciones humanas, sino a todo el
sufrimiento incluyendo el ocasionado por la naturaleza. El mal mismo sobreviene
en la historia, y hay que poder mostrar cómo la teodicea ha de reconciliar al
espíritu con los aspectos más negativos de la existencia:

“Una reconciliación cómo la que acabamos de describir sólo puede ser llevada
a cabo por el conocimiento de lo afirmativo, un afirmativo en el cual lo
negativo es reducido a algo subordinado y superado. En otras palabras,
nosotros debemos en primer lugar conocer lo que el designio último del
mundo es en realidad y, en segundo lugar, debemos ver que ese designio ha
sido realizado y que el mal no es capaz de mantener una posición de igualdad
contra esto”7.
Así que para Hegel, hay algún sentido en que el bien gana contra el mal o en que
los problemas asociados con el mal y el sufrimiento son resueltos. Pero la historia
podría hacer necesario el advenimiento de la libertad sin que esto tuviera ningún
efecto en el lugar del mal en el mundo o en nuestra relación con el mal.

Vamos ahora a mirar más de cerca la manera cómo la filosofía de la historia de


Hegel opera en cuanto teodicea. Hegel considera que la teodicea debe permitirnos
tratar con el mal (Übel) del mundo en general de tal manera que nos haga posible
comprender la reconciliación del espíritu con lo negativo. Elaborando esta
reconciliación Hegel dice tan solo que se requiere la comprensión de que lo
afirmativo subordina y supera lo negativo, como el mal. ¿A qué se refiere Hegel?
Indica tres elementos a través de los cuales la comprensión de lo afirmativo se
lleva a cabo: a) requiere que tomemos consciencia de cuál es el propósito final del
mundo; podemos concluir que hasta el momento la historia ha consistido en el

6
Lecciones de la Filosofía de la Historia, Introducción, 42.
7
Lecciones de la Filosofía de la Historia, Introducción, 42.
desenvolvimiento de la libertad en el sentido de descrito antes; b) tomar
consciencia de que este propósito (este sentido de libertad) se está realizando en
el mundo, y que, c) si la libertad es lo afirmativo, en ella el mal o lo negativo está
superado o subordinado8. La filosofía de la historia es teodicea porque muestra
cómo el mal histórico recupera su sentido en una comprensión de largo plazo que
da cuenta de la formación del presente, que hemos explicitado como las formas
modernas de intersubjetividad en el estado de derecho y el mercado.

¿En qué sentido se supera el mal? Hegel relaciona la libertad con la capacidad de
pensar o de actuar de manera universal, elaborando la propia naturalidad y
saliendo de la propia particularidad:
Como solo el hombre -a diferencia de los animales- es un ser pensante, sólo él
posee la libertad, y sólo la posee en virtud de su habilidad para pensar. La
conciencia de la libertad consiste en el hecho que el individuo se comprende a
sí mismo como persona, es decir, que se ve a sí mismo en su existencia
particular como inherentemente universal, como capaz de abstraerse de ella y
de renunciar a todo lo particular, y entonces, como inherentemente infinito9.
Hegel enfatiza que la libertad implica no solo la capacidad de renuncia a la propia
particularidad, no como algo externo, sino que el individuo lleve a cabo esta
renuncia. La libertad implica actuar eligiendo y elaborando nuestras inclinaciones
naturales para llevarlas más allá de su simple particularidad, hasta poder
recogerlas como momentos de nuestra subjetividad actuante en el mundo. Esta
subjetividad solo es actuante en un mundo que es intersubjetivo, donde gana las
condiciones para poder ser reconocida. Esta comprensión de la libertad implica
que en el proceso de aprender a renunciar a la propia particularidad, cada agente
se hace capaz de superar su propio sufrimiento, o, en términos positivos, de
reconciliarse con el mundo.

¿Qué significa entonces superar el mal? Puede comprenderse como eliminar el


dolor y el sufrimiento, en dos sentidos: cuando una persona supera su dolor, esto

8
Lecciones sobre la Filosofía de la Historia, 14.
9
Lecciones de Filosofía de la historia, 144.
quiere decir que el dolor como tal no existe más para ella, sino que ha sido
trascendido, llevado a un nivel diferente de sentido; pero también puede significar
mantener el dolor y el sufrimiento, pero siendo capaz de sobrellevarlo, en el
sentido que lo acepta, deja de considerarlo algo que le frena, entorpece o
constituye una carga, para recogerlo y asumirlo como momento de su existencia
en su memoria. Así, en el Prólogo a la Fenomenología del Espíritu, Hegel habla de
permanecer en lo negativo; el espíritu libre no solo es capaz de abstraerse de
toda su externalidad en cuanto ser determinado10, y entonces dice que "el espíritu
puede soportar el infinito dolor de la negación de su individualidad inmediata, esto
es, mantenerse él mismo afirmativo en su negatividad y ganar así su identidad
como ser-para-si"11. No se trata entonces de poder alejar por completo el
sufrimiento, sino de aprender a tratar con él.

Esta concepción de la libertad concreta elabora su particularidad, pero se expresa


y vive en la particularidad de los propios deseos y en las condiciones de la acción,
que están determinadas corporal y materialmente. Libertad consiste en tener la
capacidad de renunciar y elaborar los propios deseos, pero la satisfacción de los
propios deseos es parte esencial de la vida libre. La noción de que la libertad es
concreta significa que la persona se determina, se restringe, se niega, para
ponerse en su propia casa con ella misma; así, se puede estar en la propia casa
en el sufrimiento, es decir, que ese sufrimiento puede ser asumido. A diferencia
de un objeto, que es cambiado por completo por la negación, y deja de ser lo que
es, las personas son capaces de sobreponerse a la negación de su particularidad
sin ser fundamentalmente alteradas; son "capaces de mantenerse ellas mismas en
la contradicción, y en consecuencia en el dolor, de sobrevivir a la maldad (Böse)
tanto como al mal (Übel)"12. El individuo es capaz de soportar el sufrimiento
porque, en cuanto espíritu, es capaz de asumir la negación y permanecer en ella
consigo mismo. El dolor y el sufrimiento son determinaciones del espíritu, y el

10
Fenomenología del Espíritu, 382.
11
Fenomenología del Espíritu, XXX
12
Fenomenología del Espíritu, 382.
espíritu se puede encontrar él mismo como en su casa asumiéndolos. El dolor, el
mal, no es capaz de perturbar la identidad del espíritu, pues, como dice Hegel:
"como tenemos conciencia de nuestra libertad, la armonía de nuestra alma y la
paz de nuestra mente no puede ser destruida por las desgracias que nos
acontecen"13.

En la libertad concreta que somos, nos sobreponemos al mal no erradicando el


sufrimiento sino aprendiendo a vivir con él, que es lo que Hegel señala cuando
habla de reconciliarnos con lo negativo. La persona libre puede reconocer el dolor
como una de sus determinaciones particulares, de la cual puede tomar distancia;
en últimas, puede aprender a verlo como algo que no le impide ya más la
existencia. Esto no ocurre como un sacrificio de todos los deseos e inclinaciones,
sino solo como aceptación de la negación de algunos deseos particulares.

Pero no se trata de una forma de resignación; se puede reducir el efecto del


sufrimiento aprendiendo a ser capaces de dejar ir lo que ya no se puede tener y
también beneficiándose de los bienes que esa libertad trae, unos bienes que
funcionan para compensar los aspectos negativos del sufrimiento. Estos bienes
son los sentimientos de bienaventuranza que resultan de identificarme con lo
universal y de actuar de acuerdo con mi naturaleza racional.

Sobreponerse al mal es una capacidad de la libertad que sólo se puede


comprender como mediada por la vida ética, es decir, no se trata de una
capacidad espontánea y natural de los seres humanos, sino que se constituye a
través de la formación que se gana por la participación en la vida ética de la
comunidad14. La vida ética actual es la forma de vida que se ha ganado después
de las revoluciones francesa e industrial, en la cual cada individuo posee
propiedades, forma una pareja y levanta una familia, tiene una carrera, actúa
moralmente frente a deberes concretos, es miembro de un estado; en este
contexto, los deseos individuales bien pueden ser perseguidos, pero también hay

13
Enciclopedia, 147, adición.
14
Fenomenología del Espíritu, 410.
deberes que determinan las acciones y las orientan a bienes mayores, que es lo
que usualmente entendemos como libertad. La existencia subjetiva particular (la
propia identidad con todos sus gustos y disgustos, necesidades, talentos,
experiencias, expectativas, etcétera) es un momento necesario de quién es esta
persona como individuo libre, que necesita ser desarrollado y nutrido. Pero en
cuanto momento, es algo superado o ideal, que puede ser afectado o cambiado
sin afectar su identidad. Como vivimos en un mundo ético con deberes concretos,
vivimos subordinando los propios intereses a exigencias de universalidad
determinada; en este mundo, la capacidad racional de acción y de comprenderse
a sí mismo como universal se va fortaleciendo gradualmente y con ellas, la
habilidad para superar o soportar el dolor. En términos de Hegel, el sujeto
desarrolla la capacidad para eliminar la externalidad de lo negativo y para regresar
a estar en su casa consigo mismo. Es de este modo que la vida ética nos hace
capaces de reconciliarnos lentamente con las adversidades de la vida.

Hemos dado todo este giro siguiendo la pregunta de lo que Hegel quería decir
cuando señalaba que la filosofía de la historia es teodicea, pues la teodicea implica
reconocer que el mal es superado por la libertad. Esto tiene sentido en sociedades
libres y en épocas de paz y tal vez ayude a pensar el problema del mal de otra
manera. Pero no permite justificar el sufrimiento no mitigable de quienes, en el
pasado o en el presente, viven en condiciones que no son de libertad. A las
víctimas de la historia poco les puede decir la idea de que el mal es solo un
momento ideal y superable.

¿A qué responden entonces la teodicea en Hegel? No trata de dar una justificación


racional del mal o del sufrimiento histórico. Hay que notar que Hegel habla de
teodicea empleando un fuerte lenguaje teológico, incluyendo el término mismo de
Dios, siempre de manera poco convencional. La teodicea hegeliana tiene un
sentido más general, en la medida en que buscar demostrar la presencia del
Espíritu en el mundo. Su cometido central no es justificar o explicar el mal, sino
demostrar que Dios trabaja en el mundo; esto cambia la interpretación del mal, no
justificando que tenía que haber ocurrido algo, sino porque muestra a los
individuos que el mal en definitiva es superado por la acción del Espíritu. Es en
este sentido que el mal tiene una existencia ideal, finita, pasajera.

Si bien la lectura hegeliana deja el futuro indeterminado a la acción de los sujetos,


a la negatividad de las autoconsciencias, ya que comprende el presente desde lo
que ya ha acontecido y se ha efectuado, permite una comprensión que aporta
más esperanza que lo que normalmente vemos. Hasta el momento presente, la
libertad es una forma de respuesta al problema del mal que los individuos
padecen, ya que abre posibilidades para que sea algo que se puede asumir y
manejar, para que sea algo aceptado y con lo que uno se puede reconciliar.

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