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“¿Puede un hombre, o sólo Dios, enseñar y ser llamado maestro?” es lo que San
Agustín de Hipona nos planteaba en su tratado “De Magistro”, sin embargo, ahora su
doctrina de la iluminación, en la que el hombre accedía al conocimiento por medio del
intelecto agente, es puesta a prueba a través de la dialéctica de Santo Tomás; este es un
debate que se da en el corazón del mundo urbano, en donde se integran nuevos
conocimientos y teorías helénicas que transformarán y darán a luz nuevas formas de pensar.
El tiempo en el que se sitúa la investigación corresponde a los siglos XII y XIII
principalmente, éstos los podemos describir como tranquilos en términos de guerras y
conquistas, pues resulta que con las cruzadas la violencia se ha trasladado de Europa a Medio
oriente; por esta razón nos es fácil comprender en ambiente de estabilidad el gran desarrollo
intelectual que permitió el mundo urbano; y como ya dijimos, se ve reflejado sobretodo en lo
que ocurre en las universidades. En cierto modo, y gracias este contexto, es que reconocemos
el desarrollo del humanismo como una consecuencia de un extenso proceso que tiene su
origen tanto en la controversia escolástica como en la vida de los intelectuales de estos
tiempos.
llegaremos al s. XIII, en donde cobrará tal importancia debido a estos principios de ambiente
nacionalista; y por su parte, a esta altura ya se publicaban obras maestras en múltiples
géneros: poesía épica, cortesana o satírica, novelas, teatro, historias, etc.1 Recordemos que
recientemente, hasta el s. IX se habían separado las lenguas respectivas del Latín, Italiano,
catalán, castellano, portugués, lengua de ´oc y lengua d´oïl. Algo no muy común estaba
ocurriendo, los conocimientos transmitidos durante mucho tiempo por esta lengua latina, son
comenzados a glosarse en idioma vernáculo; y no obstante, podemos decir que el escenario
era que casi al tiempo de aparecer la traducción de la Eneida y el Timeo en lenguas locales,
las obras greco-árabes de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates y Galeno2 eran
publicadas en Latín. Ésta última es la lengua científica 3 por excelencia, y se transformará en
la portadora de estos conocimientos recibidos en España, al tiempo que será desfigurada e
interpretada ya no sólo por gente culta sino que por el hombre común en su lengua del lugar.
El vehículo o mediador para todo este camino hacia el humanismo son los centros de
estudios, aquí se desarrollarán las nominadas siete artes liberales del Trivium y Cuatrivium, y
que dieron paso a la formación de las facultades de Teología, Derecho y Medicina. Cabe
señalar la importancia que estas tres últimas poseerán para la sociedad. Primero la Teología,
la cual era la disciplina reina que se dedicaba al comentario de la Sagrada Escritura y al
1
VERGER, Jacques, “Gentes del Saber en la Europa de finales de la Edad Media”, ed. Complutense, 1999,
Madrid, España, p.4
2
LE GOFF, Jacques, “Los Intelectuales en la Edad Media”, Ed. Gedisa, Barcelona, España, 1996, p.32
3
Ibid p.32
4
BOWEN, James, “Historia de la educación occidental” tomo II, Ed. Herder, Barcelona, España, 1992, p.205
5
LE GOFF, Jacques, Op. Cit, p.36
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estudio sistemático del dogma cristiano6, de ella no sólo estaban excluidos los laicos, sino
que también varios clérigos y religiosos, puesto que ella estaba reservada sólo para una
minoría selecta, y que en efecto, a fines de la edad media eran prácticamente sólo las ordenes
mendicantes de los Dominicos y Franciscanos los que la estudiaban. Luego la medicina, que
era en algún sentido menospreciada al ser tratada como una octava arte liberal carente de
carácter autónomo y preparatorio para alguna cosa7, y se consideraba una arte cuya
finalidad eran los cuidados del cuerpo y la búsqueda de causalidades materiales; en el
contexto señalo que al adquirir importancia y posicionarse pese a las criticas de los teólogos,
fueron los primeros en enseñar las ideas de Aristóteles a fines del siglo XII. Y, en tercer lugar
el Derecho un arte bastante valorada, esto debido a que ha popularizado y extendido su
objeto de estudio a todo orden de cosas; esto ocurre porque todo el Corpus iuris civilis es
glosado y enseñado en escuelas a juristas, los que por medio de dos razones salen de la
sospecha que la Iglesia había levantado contra ellos: que el derecho no es una ciencia de la
oportunidad y del disimulo, en realidad no es más que la ratio scripta, así como los
canonistas por su parte, consiguieron hacer ver que el derecho no se oponía a la teología,
sino que era un complemento perfecto8.
Así llegamos a entender cómo ocurrió que el auge de los intelectuales del siglo XII se
estancaría en el siguiente, y para comenzar a decaer en el XIV. Lo que acontece es el
nacimiento de este nuevo movimiento del “humanismo”, y que responderá a la pregunta
planteada al inicio con un rotundo “sí” al hombre mismo, sosteniéndolo a él como maestro,
aprendiz y centro del universo.
Los saberes en el mundo urbano medieval comenzaron a protegerse de tal modo que
podemos llegar a clasificar a quienes se dedicaron a ellos como conservadores9. Resulta que,
el reconocimiento de este oficio, comienza a no ser valorado debido a su poca practicidad; se
cuestiona en las tres grandes facultades recién descritas, tanto el nexo entre medicina y
enfermos, teología y predicación, como entre los juristas y sus glosas siempre distintas del
siempre mismo derecho romano. Probablemente, esta sensibilidad critica tenga que ver con
un pensamiento social formado durante el posicionamiento de estas mismas tres disciplinas,
6
VERGER, Jacques, Op. Cit, p.28
7
Ibid p.30
8
Ibid p.34
9
Ibid p.38
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y sobretodo, por los debates acerca de la nueva aproximación a las verdades absolutas.
Recordemos que esta controversia escolástica, como lo explica James Bowen, ocurría porque
los nuevos conocimientos de Aristóteles permitían al intelectual aproximarse a la verdad a
través de las causas, y ya no era válida la teoría de la iluminación Divina. Esto quedará
expresado por Santo Tomás, quien luego de grandes disputas desarrollará una teología que
prescindirá de la iluminación; ésta, reconocerá que existe un intelecto agente que opera
eternamente, y que a su vez, es captado por el intelecto operante finito del ser humano en el
acto intelectual. Vale decir, que las causas me aproximarán al principio y fin de todas las
cosas; esto es lo que a nuestro juicio crea una necesidad de vincular la acción con los efectos,
o sea, pasa a ser una exigencia la utilidad de la teoría.
las finanzas y comercios de las ciudades, por el contrario, ahora sólo tendremos para estas
personas las cortes y academias que desplazarán a las universidades; hemos perdido un
semillero universal de intelectuales para el mundo, y ganado una elite humanista que aspira
al ideal del conocimiento contemplativo13. Cabe señalar también, que existe una oposición
general en estos incipientes humanistas del siglo XIV frente al escolasticismo de los
intelectuales de las anteriores dos centurias, adquirirá peso primero desde Italia, y luego
hacia el resto de Europa; en la península itálica se reforzará este sentimiento de retorno al
helenismo clásico que la ciencia bizantina les ha heredado por el contexto de la amenaza
Turca14. Los nuevos humanistas valoran la gratuidad antes que la utilidad, rechazan el
método de discusión dialéctica-escolástica y retornan a la retórica-filológica; no obstante,
prefieren los libros literarios escritos en lenguas vernáculas antes que los textos científicos en
Latín. Parece que la constante pugna intelectual, disputada en el centro del desarrollo urbano
(Universidades), terminó por causar una búsqueda hacia lo clásico del pensamiento helenista
junto con un fortalecimiento del valor del hombre del lugar; esto último, es un antecedente
muy importante en vistas a la que será una cada vez mayor conciencia nacional que estos
recién nacidos humanistas nos hacen ver.
13
Ibid p.142
14
Ibid p.139