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EL LLAMADO DE 350.

ORG

Por: Felipe Jiménez Cano*

Abril 27 de 2010

Tuve que salir remando cuando mi hermosa isla se hundió en el mar.

En una embarcación más grande pasó un duende

y pensé que quizás con su magia me podría ayudar,

este me invitó a seguirlo y sin opción no me puse a dudar.

Pronto comprendí que este extraño duende no creía en la magia,

nunca conoció un bosque, ni escuchó el sonido de las hojas.

Tampoco vio jamás una estrella tras el oscuro cielo,

sin embargo, el era admirador de muchas otras cosas:

El podía ver belleza en el estruendo de un motor humeante,

y enamorarse de la estilizada línea de una máquina andante,

disfrutaba de la inmensidad de las estructuras de metal,

y aunque extraño para un duende, ponía a guerras y armas en un pedestal.

Luego, caminé en la ruidosa ciudad a la que el duende me llevó,

me preguntaba a mi mismo, ¿qué será que tiene este adefesio ambiental,

para agradarle a sus habitantes?

Ni las ratas, ni las cucarachas parecían vivir sino sobrevivir

presos de una perpetua insatisfacción y de todos modos

creían reir.
Y mientras pensaba, caminando por el arrabal encontré un extraño garito

“Sírvame una pinta señor cucarrón”, dije al gordo sirviente

Y al tomar un poco de la espumosa bebida,

comencé a ver la felicidad que no comprendía

mi mente se tornó difusa y el ruido entró a mí como una hermosa música.

Pude ver a los perros jadeando de dicha,

a los carros danzando sobre el arcoíris de la risa

y todas las caras de la gente me decían “amigo”,

“¿compartimos otro trago, perro pana?”,

el oscuro licor del sifón me convirtió en un verdadero romántico

aún en ese mundo de porquería todo comenzó a ser alegría.

Juegos van y cartas vienen, aposté mi vida y mi alma al sordo metal que todos ansían

y me acoplé lleno de dicha a aquella comunidad demente y psicodélica

hasta que caí tanto que la gravedad me dio una patada histérica,

en el trasero,

y volví a ver lo que antes veía: la urbe sin magia en un orbe decadente, me deprimí.

Salí en busca del duende sin magia para, de esa pesadilla, lograr despertar

pero no lo encontré y todos los avisos, luces y ruidos querían nuevamente embriagarme

Traté de evadirlos corriendo como loco para escapar

y llegué al Límite, un muro largo adornado con grafitis de pasadas gendarmes.


Buscaba un poco de silencio pero parecía que el silencio estaba prohibido

y mientras corría con una pesada resaca, sentí tanta sed que quise beber agua

y así me di cuenta que ese mundo carecía del líquido,

en vez de éste había embotellados llamativos

que hacían ver rosas rojas donde no había ni añicos.

Pero de tanto querer agua llovió y mi boca pudo saborear el parco sabor de la frescura

de aquella que no sabe a nada pero que vio crecer en mi isla algas, ballenas y tortugas.

Luego, encontré una vieja puerta de metal en el largo muro

sin entrar observé con cautela y vi al duende sin magia,

iba a llamarlo pero la precaución me detuvo.

Estaba reunido con una junta de folclóricos personajes, todos demonios

El de cola roja, el de cola azul chata, el de la puntiaguda y también el demonio sin cola

ellos le daban al duende papeles con dibujos repetidos.

El duende, se saboreaba al recibirlos

eeguramente al ver su imagen impresa en los mismos.

Luego discutieron sobre qué precio debían ponerle al aire y sus horas pico.

Decepcionado quise saltar el muro mas mis pies no podían propulsarme

y de pronto por primera vez ,en ese lugar, vi a un ave azul, dispuesta a ayudarme.

Una nueva ave que me cantaba una canción traída de un mundo maravilloso

tomó el chelo y me hizo bailar por 350 segundos.


Mientras bailaba con mi sombra estiré la mano

y se posó en mi dedo la sombra del pájaro,

en su pata llevaba una etiqueta con el número 350.

A ella até un mensaje de auxilio y me quedé

dormido, el ave me dejó.

Tiempo después volvió el ave azulosa con otro mensaje:

“Necesitas 350ppm ¿estás listo?”

A lo que contesté “¿qué más da dime todo lo que tengo que hacer?”

y el ave empezó a escupir mil veces 350 semillas forestales.

Me dijo: “solo cuídalas y espera a que crezcan, así podrás pasar el muro”.

Mientras cuidaba a las 350 semillas me quedé dormido y soñé con una paz sin olvido,

eran tan fuertes mis sueños que sentía que subía.

Desperté en el alba sobre la rama de un árbol frondoso

Miré a lo lejos y conforme la luz del sol llegaba vi que convertía en bosques

a pequeños sotos.

Pude salir cuando 350 árboles habían destruido el muro,

atrás había quedado mi pesadilla.

Seguí mi camino para buscar al mar que ya había retrocedido

más de 350 leguas.

Podemos dejar de soñar o en los sueños despertar

para verlos hechos realidad.

Gracias a mi amigo, el pájaro azul, con el llamado de 350.


Esta historia apoya a 350.org que es una campaña internacional dedicada a crear un movimiento que una al
mundo alrededor de las soluciones necesarias para la crisis climática. Se centra en el número 350.

350ppm es la cantidad segura de CO2 que debe haber en nuestra atmósfera, hoy mismo estamos muy por
encima de ello. Mayor información sobre el movimiento 350 en: www.350.org

*This work is licensed under the Creative Commons Attribution-Noncommercial-Share Alike 3.0 United States
License. To view a copy of this license, visit http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/us/ or send a letter
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