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También forma parte de la humildad reconocer que la depresión seguirá siendo

siempre un tema. Humildad significa tener el valor para descender a la tierra


(humilitas, palabra latina que significa <<humildad>>, proviene de humus),
descender hasta el fondo más profundo del alma. Para mí, significa también no
pasar por alto la depresión, tampoco mediante la devoción, sino acceder a través
de ella hasta el espacio que está más allá de la depresión. Pero el camino hacia el
espacio interno, hasta el Dios que habita en mí, pasa por la depresión. He
acompañado a una hermana que sufría depresiones. Tenía la esperanza de
liberarse por fin de la depresión mediante l terapia y el acompañamiento espiritual,
mediante su práctica meditativa y su camino espiritual. Sin embargo, ante un
comentario crítico de otra hermana, cayo de nuevo en un agujero oscuro. Se
sentía profundamente desilusionada y sostenía que se había resquebrajado todo
aquello en lo que había puesto su confianza. En apariencia, ya nada le ayudaba
contra la depresión. Le dije: <<Piensas que podrías llegar a Dios pasando de largo
por tu depresión. Pero tu camino hacia Dios te conduce a través de la depresión.
Tiene que reconocer que eres sensible e impotente contra estos estados de
ánimo depresivo. Si reconcilias contigo misma, entonces la depresión podrá
recordarte que has de descender a tu oscuridad y en el fondo de la oscuridad a la
parálisis interna y la tristeza, para al Dios que está latente en ti y se oculta latente
en ti y se oculta de ambicioso. Afán de pertenencia. La depresión muestra en ti
otra imagen de Dios distinta de la que tú has puesto en primer plano. Quisieras
adueñarte de Dios. Quisieras utilizar a Dios para que te fuese mejor. Puedo
entenderlo perfectamente. Pero Dios no está disponible. Tu depresión te recuerda
una y otra vez que has de someterse a este Dios oscuro e irreconocible. Entonces,
en medio de tu depresión, sentirás paz. Te libraras de todos tus deseos egoístas
respecto a Dios. De este modo, a través de tu depresión. Dios se te aparecerá en
una nueva forma>>.

Cuando las personas se encuentran en medio de la depresión se siente como en


un agujero oscuro. Y este agujero oscuro es tampoco se iluminará mediante
pensamientos devotos. Parece que la oración de estas personas, su confianza en
Dios y su anhelo espiritual no penetran hasta el fondo. Se sienten separadas por
completo de Dios. Entonces ¿Cómo tiene que manejar espiritualmente su
depresión? Si están sentadas en un agujero oscuro no podrán orar. El único
camino que les resta es acordarse de que allá abajo, donde solo está el vació,
también Dios las sostiene. La teología Ingrid Weber – Gast como la fe dejo de
desempeñar un papel en el sufrimiento de su depresión: <<Mi razón y mi voluntad
deseaba continuar respondiendo afirmativamente, pero era algo inalcanzable para
mi corazón. No era un consuelo, no era una respuestas a las torturantes preguntas
en la duda, no era ninguna ayuda cuando yo no sabía cómo salir adelante. Por el
contrario: no era la fe la que me sostenía sino que yo era la que tenía que
sostener además la fe>> (Weber – Gast, pág. 32 y siguiente). En esta situación,
no sirven más de ayuda las experiencias de recogimiento que el depresivo ha
tenido con autoridad. No llegan a su corazón. Al enfermo no le queda más que, al
menos, aferrarse exteriormente a la fe y a los rituales que conlleva, con la
esperanza de que, en algún momento, una palabra, una imagen, un gesto penetre
en su petrificación interna y la alivie.

Las falsas promesas de que la oración y la meditación ayudan también en la


depresión grave no sirven de nada al enfermo. Más bien se trata de reconciliarse,
con toda humildad, con la depresión. No nos hemos buscado la enfermedad. Pero
es evidente que se me ha exigido. Si la acepto. Podre desarrollarme en ella.
Dejare de hacerme reproche. Y me despediré de la ilusión de que me he
desprendido por completo de la depresión y que jamás me volveré a visitar. La
acepto como la cruz que Dios me ha impuesto. Me gustaría otra cruz. Pero confío
en que esta cruz me abra a Dios y que mi depresión me conduzca por el camino
espiritual hasta el Dios incomprensible, que se reveló precisamente en la cruz de
Jesús, en el lugar del fracaso aparente, como amor eterno. A muchas personas
depresivas les ayuda meditar sobre la Pasión de Jesús. Cuando escuchan, por
ejemplo. La pasión según san mateo o la pasión según san Juan de Jhoann
Sebastián Bach, experimentan su pertenecía a la vida. En la música se eleva a
otro nivel el cruel sufrimiento que sobrevino a Jesús. Desde este modo, al
escuchar música, los depresivos se sienten comprendidos y a la vez, conmovidos
en lo más profundo. Al resonar su depresión en l música y convertirse en tonos
hermosos, puede producirse la transformación. Al escuchar y meditar la Pasión,
sienten que su depresión les permite una comprensión ms profunda del amor que
se expresa en la Pasión de Jesús.

También puede servir de ayuda buscar refugio en oraciones concebidas


previamente. Los salmos sirven para ello, ya que describen, en imágenes
impresionantes, la experiencia depresiva. De este modo, las personas depresivas
hallan el camino para manifestar una experiencia para la que no encuentran
palabras. Si callan ante Dios, si ya no sienten nada más, las palabras de los
Salmos podrán ponerlas en contacto con su miedo y su tristeza, con su
desesperación y su desconsuelo. Si se alude a la propia experiencia, el depresivo
se pondrá en contacto consigo mismo. Y una vez que se ponga en contacto
consigo mismo, se abra roto una brecha en la depresión, que se caracteriza
precisamente porque uno deja de sentirse a sí mismo y deja de sentirse a los más.
Como es natural, la oración inspirada en los Salmos no es garantía de que la
depresión se alivie. A veces se dirán estas palabras sin sentir nada. Entonces solo
nos restará recitar en voz alta las palabras de los Salmos en la esperanza de que
sean ciertas, penetren en el corazón y aún más profundamente en el inconsciente,
para encender una luz en el lugar más profundo de la oscuridad.

Para las personas depresivas que no hallan más palabras para su situación
interior, proponemos el Salmo 88, en el que se expresa la vivencia depresiva. Dice
así:

Señor, Dios de mi socorro, hacia ti clamo, día y noche. Llegue a ti mi oración,


inclina tus oídos a mi súplica. Saturado estoy de males, y mi vida tocando en el
seol, se me cuentan entre los que bajan a la fosa, soy como hombre sin amparo.
Estoy dejando entre los muertos, igual que los difuntos que yacen en la tumba, de
los que no vuelves a acordarte, una vez separados de tu mano. Me has arrojado
en el profundo de la fosa, en las tinieblas abismales, sobre mi pesa tu enojo y con
toda aflicción me has humillado (Salmo 88,2-8).

Con estas palabras no se aplica un devoto vendaje sobre el desamparo sin salida
de la persona depresiva. Más bien, eta palabras ofrecen al depresivo. Más bien,
esta palabra ofrece al depresivo la oportunidad de dar voz a sus disposiciones
ante Dios. Al orar con estas palabras, su depresión adquiere un rostro. La
destrucción y el caos interior.

El Salmo no termina con palabras de confianza, sino con elementos: << Yo soy
pobre y apocado desde joven, de soportar tu enojo estoy entorpecido. Tus furores
me atropellan, tu espantos me consumen: como aguas que me rodea todo el día,
me a saltan todos a la vez. Alejaste de mí a amigos y compañeros: mis allegados,
las tinieblas>> (Sal 88,16-19). Cuando el depresivo dice estas palabras, no se
obliga a superar espiritualmente su depresión. Solo le da expresión ante Dios.
Permanece en su oscuro agujero. Pero grita. Se aferra a Aquel que puede exponer
su pena. Esto le quita un peso. Al verbalizar su estado de ánimo, lo transforma.
Nosotros los monjes cantamos este Salmo completo durante el jueves santo
después de la festividad de la eucaristía. Se descubre el altar y se llevan los dones
de la eucaristía a la cripta. Entonces oramos al igual que hizo Jesús en el monte
de los olivos. Nos transportamos a su situación desesperada de abandono. Pero al
orar junto a él, nos sentimos unidos a todos los seres humanos que sufren algo
similar. Y al cantar sentimos que vivimos experiencias en las que nada nos
consuela, en las que podemos decir con desesperación: <<Mi confidente son sólo
las tinieblas>>. Ninguna persona me comprende. Acepto mi abandono y mi
depresión. Le concedo palabras. Las palabras expresan la depresión y al mismo
tiempo, la iluminan. Pues las palabras son siempre son siempre, por su propia
esencia, portadoras de luz.
19 ANHELO DE INTIMIDAD Y PROFUNDIDAD

En el año 1928, el filósofo de la religión y teólogo Romano Guardini publicó en la


revista Die Schildgenossen un artículo, que editó posteriormente en 1935 con bor
entonces, Guardini lideraba el movimiento juvenil (Jugendbewgung). Organizó el
encuentro de la organización juvenil católica Bund Neudeutschland en el castillo
de Rothenfels. Allí estaba prescrita la alegría. El encuentro se caracterizó por el
deseo de experimentar en el campo de la liturgia. Se intercambiaron discusiones
serias, así como danzas y bailes alegres. Sin embargo, guardini, este sacerdote
tan estimado por la juventud, no solo el entusiasta y alegre padre espiritual de los
jóvenes. Sufría con su melancolía. Durante los años cincuenta, Guardini alcanzó
el punto culminante de su creación en la Universidad de Múnich. Sus clases en el
aula magna de la universidad estaban siempre muy concurridas. Pero, a veces,
un pequeño aviso colocado en la puerta anunciaba que se suspendía la clase.
Guardini no podía dar la lección, porque la melancolía lo agobiaba demasiado. Le
acompaño a lo largo de toda su vida. No obstante no le impidió dar sus
maravillosas clases ni escribir libros que enriquecieron a muchas personas.

Es cierto que Guardini estimaba las experiencias y los conocimientos de la


psicología. Pero para él, la melancolía era una cuestión espiritual, que estaba
relacionada con la profundidad de la existencia humana: “La melancolía es algo
doloroso y llega tan profundamente hasta las raíces de nuestra existencia humana
que no podemos dejarla en manos de los psiquiatras” (Guardini, pago. 7).
Guardini comienza su libro con citas del filósofo y teólogo danés Sôren
Kierkegaard – sostenía Guardini -, la melancolía era no sólo “un tono interior que
vibraba a lo largo de toda su existencia”. Más bien, la había aceptado
conscientemente “como puesto de partida para su misión moral, como plataforma
para su lucha religiosa” (ibid.). Guardini describe la melancolía como un peso del
ánimo. “Sobre el ser humano reposa una carga que le oprime, que le hace
derrumbarse; que hace ceder la tensión de miembros y órganos; que paraliza los
sentidos, los instintos, las ideas y los pensamientos; que adormece la voluntad, el
afán y el placer por el trabajo y debilita la lucha” (ibid., pág. 24). La melancolía
afecta sobre todo a las personas sensibles. “Esta sensibilidad hace que las
personas sean vulnerables ante la falta de piedad de la existencia.

Precisamente lo inevitable de ello es lo que hiere; el sufrimiento general; el


sufrimiento de los indefensos y débiles; el sufrimiento de los animales, de la
criatura muda” (ibid., pág. 25). El melancólico siente en sí un vació interior. Para
él, su existencia como tal se convierte en dolor.

Antes de que Guardini hable del sentido de la melancolía, describe también la


grandeza de la melancolía y lo que hay de valiosa en ella: “Pero, a su vez, este
peso, este luto tenebroso, rinde a veces frutos infinitamente valiosos: la presión
disminuye, el enclaustramiento interior se abre y, entonces, surge aquella ligereza
de la existencia; aquella claridad de la contemplación y la infalibilidad de la forma,
tal como la describió Kierkegaard a su vez” (ibid., pág. 41)- El alma depresiva
tiende a la interiorización y la profundidad. “Es el deseo vehemente de retornar
desde la dispersión hasta la compilación de la esencia. Desde la entrega de la
existencia exterior hasta el recato y la custodia de la cosa sagrada. Desde lo
superficial al misterio de la cosa sagrada. Desde lo superficial al misterio de las
causas primitivas [….]” (ibid., pág. 42). Para Guardini, la melancolía es, en su
esencia última, “anhelo de amor” (ibid., pág. 44). Y la melancolía es el deseo
vehemente del absoluto, junto con el sentimiento de inutilidad: “El deseo
vehemente de plenitud del valor y la vida, de la belleza infinita, unido en lo más
profundo con el sentimiento de transitoriedad, de omisión, de pérdida, con la
tristeza insaciable, el luto y la intranquilidad, eso es la melancolía” (ibid., pág. 47).

Para Guardini, el sentido de la melancolía consiste en que es un indicio “de que


existe el absoluto”. “La melancolía es expresión de que somos seres limitados,
vivimos pared con pared […] con Dios. Que hemos sido invocados por Dios;
llamados a incorporarlo a nuestra existencia” (ibid., pág. 48). Para Guardini, la
melancolía encierra también una misión espiritual. No se trata de curar la
melancolía, sino de penetrar en su sentido más profundo. La melancolía nos
recuerda que somos personas en el límite. Vivimos en la zona limítrofe entre el
ser humano y Dios. “La melancolía es el desasosiego del ser humano por la
proximidad del Eterno. Sublimación y amenaza al mismo tiempo” (ibid., pág. 49 y
sig.). El objetivo del camino espiritual no es librarse de la melancolía, sino la
transformación de la melancolía mala en una buena. Para Guardini, la
melancolía mala consiste en entregarse a la desesperación, hundirse en ella. Se
tiene conciencia de haber fracasado, de haber hecho una mala jugada, de estar
perdido para siempre. Hay que transformar esta melancolía mala en una buena.
La melancolía buena “es el afán interior que surge de la proximidad del Eterno;
que anhela vehementemente hacerse realidad” (ibid., pág. 50). El camino de la
melancolía mala a la buena transcurre, para Guardini, a través del arrepentimiento
con el que nos sometemos, junto con todos los errores de nuestro pasado, a la
misericordia de Dios.

Para Guardini, la melancolía es, en definitiva, una invitación a reflexionar sobre el


misterio del ser humano y su relación con Dios y con el mundo: “El sentido del
hombre es ser límite vivo, así como asumir y portar sobre sus espaldas esta vida
del límite” (ibid., pág. 56). El ser humano anhela ser uno con Dios. Pero no puede
fundirse con él. No puede asimilarse a la naturaleza ni a Dios. Está en el límite.
Es criatura. Será uno con Dios en el acto de la adoración y la obediencia, en el
que se olvida de sí mismo y se entrega a Dios. La melancolía recordara siempre
al hombre que no puede hundirse simplemente en la naturaleza. Vive en la
naturaleza y con ella, pero también la supera. La melancolía es como un aguijón
clavado en la carne del hombre que le impulsa a exceder el límite y sentir
añoranza de Dios, que es el único capaz de satisfacer su anhelo más profundo.

Guardini ve en la tristeza que Jesús experimentó hasta su muerte y con la que Él


soportó la carga de ese peso, una respuesta a nuestra melancolía. “Sólo en la
cruz de Cristo está la solución para el desamparo de la melancolía” (ibid., pág. 57).
Al igual que Jesús, nosotros debemos llevar sobre nuestras espaldas el peso de
nuestra existencia y, con él, ponernos en camino hacia Dios. Guardini ve en las
innumerables observaciones breves de san Pablo en sus cartas una <<teología de
la melancolía>>, <<por su puesto, comprensible sólo para ‘‘el que la ha
experimentado’’>> (ibid).

Lo que Guardini escribió en su libro hace ochenta años sigue siendo válido. Hoy
día a diferencia de Guardini, me tomaría más seriamente el aspecto psicológico de
la melancolía. Por entonces, teología y psicología todavía seguían siendo
disciplinas enemigas. Pero Guardini tenía razón cuando afirmó que la melancolía
no es un tema puramente psicológico, sino también espiritual. Es un desafío en
nuestro camino espiritual. No elegimos sino caracterizaremos por una actitud
melancólica o una optimista, si seremos muy sensibles o más bien estables y
menos sensibles o más bien estables y menos sensibles. No se trata de ser lo
mejor ni peor. Cada uno tiene que integrar en su camino espiritual la constitución
psíquica que ha recibido. Y no puede seguir su camino espiritual dejando de lado
su constitución psíquica, sino considerando humildemente su situación
sentimental. Así la melancolía no será un obstáculo en el camino hacia Dios, sinos
que nos remitirá directa y absolutamente a Él. Sentiremos que ha sido un esfuerzo
vano querer libarse de la melancolía. Nos acompañara en nuestro camino hacia
Dios, desbaratará nuestra ilusión sobre nosotros mismos y nuestra vida espiritual.
En definitiva, nos preparará cada vez más para el Dios incomprensible.

CAMINANDO A TRAVÉS DE LA
<<NOCHE OSCURA DEL ALMA>>

En la mística, desde Juan de la cruz, hablamos de la <<noche oscura del alma>>.


La cuestión es si la noche oscura del espíritu y del alma, como Juan de la Cruz la
describió y la experimento, y tal como después de él, la han experimentado
muchos cristianos en su camino espiritual, es idéntica a la depresión. Si tiene
puntos de contacto con ella o si se encuentra en un plano completamente
diferente, ¿Son útiles para el manejo de la depresión los concejos que juan de la
Cruz dio a aquellos que experimentan esta noche oscura o son sólo huida devota
ante una enfermedad psíquica?
En primer lugar, existe similitudes entre la descripción de la depresión y de la
noche oscura. Tanto en la depresión como en la noche oscura, las personas tienen
la sensación de la propia impotencia, la indefensión y la desnudez, la sociedad, el
abandono y la extrañeza. Se sienten carentes de valor, confundidos interiormente,
interiormente, culpables y pecadores. La experiencia está marcada por el temor el
desconsuelo y la falta de sentido. Se sienten como En tinieblas profundas
(confróntese Ott, pág. 24-28). El propio Juan de la Cruz estableció con frecuencia
una relación entre la melancolía y la noche oscura. Algunas personas depresivas
tienen la experiencia de la noche. Y entonces lo que importa es como ellas
interpretan tanto la depresión como la noche oscura. Juan de la Cruz procede
severamente con algunos pastores de almas, que no tienen la menor idea de la
depresión ni de la noche oscura. Algunos acompañantes espirituales actúan como
seguidores de Job. Sostiene que la experiencia de la noche oscura será solo
melancolía y tristeza. O quizás un pecado o un vicio seria la causa de esta
experiencia. Sin embargo con semejantes interpretaciones, el director espiritual
solo daña. Hunde a las personas en la depresión o amargura.

La experiencia subjetiva de la noche oscura puede caracterizarse por el miedo y el


vacío interior, además de sumir rasgos depresivos. Pero existe una diferencia
decisiva entre la noche oscura y la depresión: la noche oscura precede siempre
una experiencia espiritual. La noche oscura es, ante todo, un fenómeno religioso
que experimenta las personas que han emprendido el camino hacia Dios. Es una
experiencia doloroso de vacío y oscuridad. Pero como dijo Juan de la Cruz, no se
caracteriza por la tristeza o la melancolía. Se requiere el don de la capacidad para
diferenciar entre espíritus, para poder establecer una diferencia entre experiencias
que a veces se semejan exteriormente. Para mi resulta siempre importante ver si
alguien que habla d la noche oscura ha hecho verdaderas experiencias religiosa o
si se enfrenta a su vida cotidiana. Con frecuencia, la depresión nos impide hacer
frente a nuestra vida cotidiana. También la experiencia de la noche oscura puede
afectarnos en nuestro trabajo. Pero en primer lugar, ha de situarse en un nivel
espiritual y por regla general, no nos impedirá dedicarnos a otras personas o al
trabajo

Las cartas y anotaciones de la Madre Teresa, que solo se dieron a conocer a un


amplio público en 2007, demuestra que esta santa mujer, que siempre sonreía
hacia afuera, estaba atormentada por las experiencias de la noche oscura. Ella
describe su profundo anhelo de Dios. <<Tan profundo que produce dolor, un
sufrimiento permanente --- y no obstante, no deseado por Dios no acepta vacío>>
(Madre Teresa, pág. 199). Los medios de comunicación han representado esta
experiencia de la oscuridad interior y la lejanía divina como algo opuesto a lo que
la santa vivió e cara al exterior. Sin embargo, para mi es precisamente el lado
oscuro de su experiencia divida la condición para que ella pudiera ser
misericordiosa con las personas –-- aun en aquellas que en su exterior, no
reflejasen nada de Dios –-- la faz de Jesucristo. La Madre Teresa era capaz de
dedicarse a las personas desamparadas, porque ella había experimentado en
carne propia el desamparo. Su experiencia de la lejanía la llevo a dedicarse a las
personas que sentían excluida del amor de Dios. A ellas deseaba llevarles el amor
de Dios, no porque sintiese siempre ese amor, sino porque ella existía un
profundo anhelo por este amor y la esperanza de que este la
acompañaría también aunque no lo sintiese. Para ella, resulto consolar también el
hecho de que en su sufrimiento interno y su debilidad, puedo hacer la experiencia
de aproximarse finalmente a Dios: <<Por primera vez [….] he llegado a hora amar
la oscuridad, pues ahora creo que ella es una parte pequeña, muy pequeña, de la
oscuridad y de dolor de Jesús sobre la tierra>> (Madre Teresa, pág. 243).

El objetivo de la noche oscura es la purificación interior del ser humano. Nuestras


ideas sobre Dios han de purificarse. Debemos librarnos de la tendencia a
adueñarnos de Dios para nosotros, a utilizar a Dios para que nos vaya mejor a
sentirnos mejores seres a través de Dios y a encararnos a nosotros mismos a
través de los demás. Según Juan de la Cruz, la depresión puede tener también
esta función: <<Aun cuando la raíz está unida a veces a la melancolía o a otro
estado de ánimo Dios [….], no por ello deja de orinar en menor medida la
purificación de la concupiscencia: pues esta quita al alma todo gusto
agradablemente sensual y dirige sus pensamientos única y exclusivamente hacia
Dios>> (Juan de la Cruz, citado según Ott, pág. 30). Para Juan, la experiencia de
la noche oscura puede estar unida por completo a la depresión. En ese caso, la
depresión apoya el proceso de purificación espiritual. Por el contrario. Juan esteba
convencido de que la depresión podía curarse mediante la experiencia de la noche
oscura. Esta libera el alma de toda la dependencia. La depresión tal como la
entendieron los padres del desierto, se caracteriza por la dependencia de las
cosas exteriores, del bienestar y la dedicación. La noche oscura borra esta
dependencia. Nos remite por completo al Dios incomprensible. Esta libertad
interior también purifica el espíritu de pensamientos sombríos. Para mí, la cuestión
consiste en cómo podemos traducir este entendimiento del místico español a
nuestra época y como conseguiremos que resulte útil para nuestro manejo de las
depresiones.

En primer término, debemos abstenernos de discurrir sobre la noche oscura como


si fuese un fenómeno puramente psicológico o puramente espiritual. La
experiencia espiritual tiene siempre base psicológica y viceversa. Por eso,
tampoco debemos ver la depresión como una anormalidad puramente biológica o
psicológica. Siempre tiene también una dimensión espiritual, sin embargo, no
debemos apresurarnos a elevar excesivamente la enfermedad de la depresión al
nivel espiritual. Acuden a mí algunas personas que sufren depresiones, pero de
inmediato comenta su situación con la imagen de la noche oscura. En el interior,
tengo la impresión de que ellas sienten algo especial cuando hablan de su
experiencia de la noche oscura. No tienen la humildad de reconocer sencillamente
que son depresivas. Para mí en las personas que vive en la noche oscura del
alma existen siempre ambo elementos: una gran sensibilidad y vulnerabilidad
psíquica, pero al mismo tiempo, una verdadera experiencia espiritual, la
experiencia de que Dios no es simplemente la recompensa de nuestro esfuerzo
religioso, sino que solo podremos aproximarnos a Dios, si se purifica todo el
egocentrismo que existe en nosotros y se destruye en la oscuridad en la noche.

Y lo mismo es válido para la experiencia de la depresión: existen depresiones que


simplemente pueden aliviarse con fármacos, porque, de lo contrario, petrificarían
el alma y la volverán incapaz de comprender la vida cotidiana. Pero en cada
depresión se halla por igual un desafío espiritual. Cuando Juan de la Cruz
sostiene que también la melancolía pudiera purificar el alma de toda dependencia
y avidez, esto significa para mí que toda humildad, tengo que aceptar mi
depresión. Debo dejar de interpretarla con precipitación. Y echarme a mí mismo la
culpa de mi depresión. Más bien debo preguntarme de que ideas e ilusiones
podría purificarme la depresión. La depresión cuestiona la imagen excesivamente
elevada que tengo de mí mismo, de que soy perfecto, de que cumplo todas las
expectativas y debo ser querido por todos. Pero ella también me purifica de
ilusiones religiosa, por ejemplo, de la ilusión de que Dios resuelve todos mis
problemas y que tras mi ruego, me librara inmediatamente de mi enfermedad. Me
confronta con mi propia impotencia. No puedo seguir utilizando a Dios para que
me vaya mejor, para relajarme interiormente y estar por encima de todas las
cosas. En mi impotencia solo puedo entregarme a Dios. En esta entrega, quedare
librado interiormente de toda ambición de toda sed de gloria, todo deseo de
hacerme a mí mismo; liberado de todo afán por plantarme ante la gente como un
ser espiritual y maduro, liberado de la tendencia a apropiarme de Dios para mí y
para mis fines. De este modo, la depresión será capaz de purificar no solo mi
propia imagen que tengo de Dios.

Existen muchas similitudes entre la depresión y la noche oscura, pero también hay
diferencias. Se precisa una fina intuición para distinguir entre ambas. Los Santos
Padres diferenciaban entre tinieblas (skotos = tiniebla del alma) y oscuridad
(gnophos). También conocemos esta diferencia en castellano. La tiniebla es
siempre negativa; la oscuridad, por el contrario, es más bien positiva. Entre los
Santos Padres, la tiniebla es consecuencia del alejamiento personal de Dios, en
tanto que la oscuridad es el lugar en el que puedo experimentar a Dios de un
modo especial. Para mí, un criterio importante para saber si alguien sufre una
depresión o están pasando precisamente por la noche oscura es su libertad
interior. Con frecuencia, las personas depresivas se quejan porque no reciben lo
que necesitan porque no tienen ningún amigo o ninguna amiga, no tienen éxito, no
tienen fuerzas. En la noche oscura, no se depende de semejantes deseos ni
necesidades. Se sufre un vacío interior. No se siente nada más de Dios. Como es
natural es falta de experiencia de Dios puede estar unida por completo a la
experiencia de no sentirse más a uno mismo. Pero tiene otra calidad distinta de la
depresión, en la que estoy separado por completo de mí y tampoco percibo la
proximidad de otra persona.

Sin embargo, para mí la depresión y la experiencia de la noche oscura tiene algo


en común ambas experiencias de la noche oscura tiene algo en común ambas
experiencias son siempre manifestaciones de una vivencia muy determinada del
entorno social y religioso. Con el ejemplo de Martin Lutero y Reinhold
Schneider, Elisabeth Ott ha demostrado que la experiencia de la depresión y de
la noche oscura no son jamás solo un problema puramente personal, sino que
también suponen siempre la elaboración de una situación, que afectan a toda una
época, respecto a su persona, Martin Lutero no habla de noche oscura, sino de
impugnación. Pero su experiencia se semeja a la de San Juan de la Cruz. Es
evidente que Lutero había elaborado en su impugnación es la difícil relación con
sus padre. El padre escrito le hacía difícil que creyese en el Dios misericordioso.
Así que reconoció en el odio contra Dios y vio a cristo repetidas veces como un
Juez sancionador. A través de la impugnación de su desesperación, accedió a la
experiencia del Dios misericordioso y Jesús como el Redentor de toda culpa. Su
experiencia personal se caracterizó siempre por etapas depresivas. Sin embargo,
no fue jamás solo una experiencia puramente privada. Más bien, como manifestó
el psicólogo norteamericano Erik H. Erikson, como resultado de la experiencia de
su depresión fue capaz de realizar el trabajo sucio de su época. Es cierto que la
noche oscura de Lutero fue su experiencia personal, pero a la vez, estuvo
<<incrustada en la realidad colectiva, el sufrimiento en el mundo, por el mundo y
también para el mundo>> (Ott, pág. 61). Su sufrimiento fue siempre un
sufrimiento representativo. En unos tiempos en los que intentaba superar el miedo
a Dios mediante rigurosos mandamientos eclesiásticos, padeció un camino que
resulto provechoso y liberador para sus contemporáneos. Pero el mismo tuvo que
reconocer en este camino tramos marcados por el desamparo interno y la
privación, el vacío y la desesperación.

Elisabeth Ott describe de forma similar la experiencia de Reinhold Schneider.


Lo que el describió en su último diario Winter in wien (Invierno en Viena) fue la
experiencia personal que había tenido debido a su enfermedad y su propensión
depresiva. Pero al mismo tiempo Reinhold Shneider había padecido la
enfermedad de su época: el sufrimiento por la carencia de historia que no permite
tomar conciencia del camino que la humanidad ha recorrido. Y asumió sobre sus
espaldas, en representación de sus contemporáneos, el sufrimiento por la
crueldad de la creación, por la absurdidad de la historia y por la superficialidad de
una fe puramente exterior. Reinhold Schneider sufrió la falta de fe de su época.
Para el solo era posible una fe que pase por la tumba: <<Su vida es la agonía
misteriosa, subterránea; su lugar la capilla de las angustias de Cristo>> (Ott, pág.
93 Schneider, pág. 208). En si noche oscura Reinhold Schneider sufrió la noche
del mundo, la noche de la perdida de la fe la noche de la insensatez, de la
crueldad, de los abismos abiertos. En provecho de su época, realizo la elaboración
del duelo, la elaboración del dolor. Pero, en medio de esta noche oscura, puedo
escribir sobre sí mismo: <<Me siento ilimitadamente libre. Pero no se ya lo que
vivo ni lo que soy, siempre feliz y siempre perdido, en dichosa armonía con mi
disposición>> (Schneider, pág. 209). Allí donde se le quita todo incluso su fe, que
expreso durante la guerra en sus maravillosos sonetos, se sienten libre al mismo
tiempo. No está sujeto a la presión de tener que demostrar algo a la gente. Pero a
la vez, percibe que las cuestiones que se plantea Schneider, pág. 222). No
obstante, sabía que este camino era su camino, que debía reconocerlo ante Dios y
ante el hombre. Así que sentía en medio de la noche oscura, en medio de su
desesperanza, pero, no obstante, libre y feliz en su depresión, a la vez que
perdió. Es una forma propia de libertad y felicidad, no es la felicidad que hoy nos
prometen los profetas de la felicidad. A lo largo de su experiencia Reinhold
Schneider se libró de todo a lo que había aspirado con esfuerzo. La entrega a
Dios le libero y en medio de su depresión, le regalo una especie de felicidad.

Cuando relacionamos las experiencias de Martin Lutero y Reinhold Schneider


con nuestro manejo de las depresiones para mí surge una conclusión: todo
depresivo sufre no solo su destino personal, sino que tiene un sentido intuitivo
especial para su época. Este entendimiento pudiera ser un consuelo para muchos
depresivos. Con frecuencia las personas depresivas se sienten excluidas de la
comunidad de los sanos. Tiene la impresión de que han hecho algo al revés o que
son culpables de su situación. Y se quejan de que su enfermedad les aísla de la
gente y les impide llevar una vida llena de sentido. Un sufrimiento del mundo,
representativo de muchos que solo lo incluyen, pero no lo admiten en lo más
íntimo entonces reconocerán que su depresión. Tiene un sentido y una misión.
Sufren esta depresión, porque suelen ser más sensibles para los problemas de su
época que muchos que sus contemporáneos. Pero su sensibilidad es también es
una distinción y no una maldición. Puede convertirse en una bendición para el
mundo. Con frecuencia, las personas depresivas van por delante de su época.
Perciben dolorosamente lo que esa época necesita y por eso muchas personas
depresivas de nuestro presente pueden decir también lo que hace bien a nuestra
época.

Las personas depresivas pueden llegar a ser conscientes de esta relación interior
de la enfermedad con el mundo circundante cuando intentan superar su
depresión. En el intento de superar la enfermedad, prestan en cierto sentido una
contribución al mundo que las rodea. Muchos que son depresivos me cuentan que
no pueden hacer nada por el mundo. No sabe que huella vital han de dejar en este
mundo. Tiene ya bastantemente que hacer consigo misma. A estas personas le
respondo siempre: <<No necesitas dejar en el mundo una huella de alegría. Pero
si te reconcilias con tu depresión y si la padeces conscientemente, entonces
saldrá de ti una esperanza para el mundo. Purificas el lugar en el que estas, las
aflicciones que nublan el pensamiento de tus congéneres, para que vuelvan volver
a mirar este mundo con esperanza. En tu proceso de curación, superas la
enfermedad de nuestra época y llevas esperanzas a la desesperanza del mundo.
Con tu depresión, no estas fuera de la sociedad sino en su centro. En
representación de los demás, percibes algo que muchos prefieren reprimir. Con tu
depresión, no estas fuera de la sociedad, sino en su centro. En representación de
los demás percibes algo que muchos prefieren>>.

Estos pensamientos no solucionan la depresión. Pero en medio de la depresión,


las personas alimentan esperanza y cobran confianza. Perciben que su vida y
también su depresión tienen un sentido, que son importantes para este mundo y
no precisamente de poco valor e inútil, como consideran muchos depresivos. De
las personas que se han reconciliado con su depresión parte a menudo algo
misterioso abismal, que nadie es capaz de salir adelante por sí solo.

Si formulamos estos pensamientos más bien en in nivel psicológico, entonces


podría decirse: los depresivos sufren algo que afectan a nuestra época.

Daniel Hell sostiene que la depresión es, con frecuencia, un grito de auxilio del
alma contra exigencias excesivas de movilidad que se plantea al individuo. De
manera que el aumento de las depresiones es una interpretación a nuestra
sociedad sobre las estructuras que ofreces, sobre la posibilidad de que acaso
ellas exija demasiado a las personas haciendo que enfermen sobre si ha sido
capaz de desarrollar estructuras que ayuden a las personas a vivir conforme a su
esencia. Otras depresiones son un grito de protesta contra la actitud de <<todo es
posible>>. En estados Unidos, está muy extendido el método del pensamiento
positivo. Seguramente esta técnica tiene su lado positivo. Pero cuando sugiere
que todo problema podrá resolverse simplemente pensando solo de manera
positiva, entonces cada vez más personas, a las cuales esto no ayuda, reaccionan
con depresiones. Sus depresiones son un grito de protestas que no debemos
ignorar. También allí donde nuestra sociedad gira excesivamente entorno al
bienestar, en tanto que el wellness y la salud se elevan a una especie de bien
religioso, es posible entender el aumento de las depresiones como protesta contra
esta fijación unilateral en el fitness físico y psíquico. A veces, la depresión es
también una sana reacción ante una fijación exagerada en el extinto y los logros.
La depresión. La depresión invita a aquellos que sufren a causas de la época
actual así como debido a su carácter, a liberarse del poder de las actitudes
patógenas en nuestra sociedad. Y en ella es para toda la sociedad un desafío para
que se reflexione sobre sus pautas y se compruebe como se empuja a la gente
hacia la enfermedad.
Además, la depresión representa otro desafío añadido: no remite a los caminos
psicológicos y médicos que hoy día conoce la ciencia. Pero también nos remite al
camino espiritual. En definitiva, la depresión --- independientemente de si es la
noche oscura de la fe, un episodio depresivo o una grave represión recidivante ---
nos conduce siempre a las cuestiones básicas de la vida: ¿Por qué quiero vivir?
¿Cuáles son las pautas de mi vida? ¿Cómo interpreto mi vida? ¿Cuál es el
objetivo de mi vida? Pudiera decirse que la depresión nos plantea tres preguntas,
que la gnosis ha formulado como las cuestiones esenciales del ser humano:
¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos? La depresión es
una invitación a despedirnos de todas las pautas que se oponen a nuestra
esencia, a desprendernos de todas las ilumines con las que hemos construido una
imagen grandiosa de nuestro yo. Pero también nos desafía para que dejemos de
culpabilizarnos por todo y de fijarnos en interpretaciones negativas, para siempre
seamos aquellos que somos por nuestra esencia, para que nos aproximemos
cada vez más a la imagen única y genuina que Dios sea hecho de nosotros.

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