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(Traducción del inglés por Proudhon Carbó)
La publicidad que en los dos últimos años se ha hecho en torno a la
causa de la Revolución Mexicana ha despertado una gran simpatía entre
los trabajadores del mundo entero, simpatía que ha crecido y se ha ido
transformando de materia de simples resoluciones y palabras, en un
deseo cada vez mayor de ayudar en forma práctica. Sin embargo, como
todavía parecen subsistir algunas dudas en relación con los objetivos y
miras del movimiento de la clase obrera mexicana, nosotros, miembros
de la Junta del Partido Liberal Mexicano, lanzamos este manifiesto:
Este grito, surgido del oscuro antro en que yacen los esclavos
mexicanos, no pretende provocar misericordia ni compasión. Es un grito
de protesta contra los verdugos de la clase obrera. Vosotros, hermanos
nuestros, no debéis dormir mientras el enemigo común continúa
exterminando despiadadamente a los peones de nuestro infortunado país.
Las cadenas que están oprimiendo nuestros miembros son igualmente
vuestras cadenas.
Los pueblos que han alcanzado una relativa libertad no deben cerrar los
ojos a las miserias de los menos afortunados, no deben volver la espalda
a una lucha que es para bien de todos.
Pero no es tan solo en México que nos vemos acorralados por los
agentes de la policía. También en los Estados Unidos se nos acosa como
si fuésemos fieras. Los hogares mexicanos en este país carecen de toda
garantía; los patriotas son esposados y arrojados a las cárceles, mientras
otros son detenidos en la frontera y entregados a los rurales que los
están esperando. Nuestros compañeros Ricardo Flores Magón, Antonio I.
Villarreal y Librado Rivera están en Arizona, en espera de ser procesados
por violación de las leyes de neutralidad de los Estados Unidos. Si en
este país el patriotismo es un crimen, son culpables. Pero si el derecho
americano de asilo es respetado, deben ser puestos en libertad. Entre los
más encarnizados enemigos de estos prisioneros políticos se encuentran
el antiguo procurador de justicia de los Angeles, Oscar Lowler, que llegó
al extremo de denigrar a los prisioneros en la Prensa mientras ordenaba a
los carceleros mantenerlos incomunicados. La recompensa a Lowler por
sus cobardes ataques a prisioneros puestos por él en la imposibilidad de
defenderse, ha sido su nombramiento para un puesto en las oficinas del
procurador general, en Washington.
Práxedis G. Guerrero.
Hay que armarse, pero no de un voto inútil, que siempre valdrá tanto
como el tirano quiere, sino de armas efectivas y menos candorosas cuyo
uso nos traiga la evolución ascendente y no la regresiva que preconizan
los luchadores pacifistas.
Práxedis G. Guerrero
Soy la Acción
Sin mí, las concepciones del cerebro humano serían unos cuantos
fósforos humedecidos en una cerillera mohosa.
Sin mí, las estrellas y los soles serían todavía los parches brillantes que
Jehová pegó al firmamento para deleite de las pupilas de su pueblo.
Sin mí, la rebeldía de las conciencias sería una nube de humo encerrada
en el hueco de una nuez, y las ansias de libertad, los aleteos inútiles de
un águila encadenada y presa.
Sin mí, todas las aspiraciones y los ideales rodarían en la mente de los
hombres como hojarasca arremolinada por el cierzo.
Soy la Acción.
Práxedis G. Guerrero