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TENDENCIAS EVOLUTIVAS
DESDE UNA PERSPECTIVA EUROPEA*
Massimo La Torre
Instituto Universitario Europeo, Florencia
2
Véase J. Raz, «On the Autonomy of Legal Rcasoning», en Ratio Juris, 1993, vol. 6,
n.° 1, p. 3.
3
Véase J. Raz, The Authority of Law, Oxford Universiiy Press. Oxford. 1979, capítu-
lo tercero. Cf. J. Raz, On the Autonomy of Legal Reasoning, cit., p. 7.
4
s
U. Scarpelli, Cos'é U positivismo giundico, Comunitá, Milano, 1965, p. 49.
6
L. L. Fuller, Anatowy of the Law, Penguin, Harmondsworth, 1971, p. 161.
Compárese G. Zagrebelsky, // cliritto mite, Einaudi, Torino, 1992, p. 22.
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A. Barbera, F. Cocozza y G. Corso, «Le liberta dei singoli e delle formazioni
sociali. II principio di eguaglianza», en Manuale di dirilto pubblico, a cura di G. Amato
e A. Barbera, II Mulino, Bologna, 1984, p. 305. Cursiva en el texto.
14
15
Cf. ibid., pp. 312-313.
G. Zagrebelsky, «La giurisdizione costituzionale», en Manuale di dirilto pubblico,
a cura di G. Amalo e A. Barbera, cit., p 778. Cursiva en el texto.
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A. Barbera, F. Cocozza, G. Corso, op. cit., p. 313. Cursiva en el texto.
17
C. Zagrebelsky, II diritto mite, cit., p. 6.
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«Verfahren werden ais soziale Systeme gesehen, dic mit Entscheidungsprozessen
synchronisiert, aber nicht identisch sind» (N. Luhmann, Legitimation durch Verfahren,
3.a ed., Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1989, p. 3). En la teoría sociológico-jurfdica de
Luhmann hay muy poco espacio para la consideración de los aspectos normativos de la
realidad social y se da, en concreto, poca relevancia al concepto de norma. Sobre esta
minusvaloración de las normas como condiciones de la acción social, véase la crítica
de W. Krawielz, «Zur Einführung: Neue Sequenzicrung der Theoriebildung und Kritik
der allgemeincn Theorie sozialer Systeme», en Kritik der Theorie sozialer Systeme.
Auseinandersetzungen mit Luhmanns Hauptwerk, Hg. von W. Krawietz und M. Welker.
Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1992, especialmente pp. 29-32.
23
Para tal reconstrucción normativa, véase especialmente J. Habermas, Volksou-
veránitát ais Verfahren, cit., pp. 600 ss.
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N. MacCormick, «Beyond the Sovereign State», en The Modern Law Review,
1993, p. 16.
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Hay por lo menos otras dos tesis conectadas a los dos sentidos de
positivismo jurídico identificados. La primera tesis es la de la exclusión,
en lo que concierne al establecimiento del «sentido» de las reglas jurídi-
cas, de cualquier referencia a factores externos al derecho positivo (a las
leyes). Esta postura implica la expulsión del terreno del método jurídi-
co de consideraciones de carácter filosófico, histórico y sociológico25.
A esta estrategia de aislamiento puede conectarse la tesis de la separa-
ción entre un estudio descriptivo y un estudio prescriptivo del derecho.
Tarea del jurista, según esta segunda tesis, es únicamente la descripción
de lo que es derecho, es decir, derecho vigente y válido. Parece que no
hace falta recurrir a criterios normativos o prescriptivos para establecer
lo que sea derecho. Sin embargo, esta tesis no es condición necesaria de
una actitud iuspositivista. El «positivismo ideológico», para el cual
Gesetz ist Gesetz, es decir, la ley asume un valor normativo fuerte
(moral) intrínseco, no vale la separación entre descripción y prescrip-
ción, ya que la descripción del derecho válido es inmediatamente la
prescripción de lo que es justo hacer. De la tesis (que es más metodoló-
gica que moral o política) de la separación entre la consideración des-
criptiva y la consideración prescriptiva del derecho algunos derivan
también la tesis de la separación entre derecho y moral (que es más
moral y política que metodológica). Así, por ejemplo, según autores
como Herbert L. A. Hart y Ota Weinberger, y —polémicamente— según
Ronald Dworking, el positivismo jurídico implica la imposición de un
límite no traspasable entre derecho y moral.
Una segunda tesis que se puede deducir de la postura de la naturale-
za estatal del derecho es la utopía de la plenitud del ordenamiento jurí-
dico. Si el derecho sólo es aquello que emana del Estado, lo que el Esta-
do produce es todo el derecho posible y es, por lo tanto, completo. De
ahí, junto a la obligación del juez de decidir siempre y en todo caso, se
deduce en gran medida la tesis de la negación del poder creativo del
juez, y la idea de la decisión judicial como mera aplicación silogística y
mecánica de las reglas emanadas por los órganos estatales. Así, contra-
riamente a lo que cree Ronald Dworkin, para el positivismo jurídico es
posible e incluso necesario concebir la decisión del juez como «the one
right answer», la sola decisión justa o correcta. El juez que se limite a
aplicar silogísticamente la ley no puede más que llegar a una conclusión
que —desde un punto de vista iuspositivista— hay que aceptar como la
única decisión justa. Como escribe Walter Ott, el autor de uno de los
mejores estudios sobre el positivismo jurídico26, «the legal positivistic
approach relies in particular on confidence in the stability of the politi-
25
Cfr. D. Grimm, «Melhode ais Machtfaktor», en Id., Recht und Staat der bürgerli-
chen Gesellschaft, cit., p. 349: «Unter Positivismus verslehe ich dabei dienigen Interpre-
lationsmethoden, welche den Sinn von Normen allein aus rechtlichen Faktoren ermit-
tdn wollen, den Rückgriff atif Rcchtsideen, Regelungs7.wecke und Wirklichkeitshefun-
de und damil auch alie Anlcihen be¡ den Sozialwissenschaften, der Philosophie und
Geschichte ablehnen.»
26
Véase W. Ott. Der Rechtspositivismus, Duncker & Humblot, Berlín, 1976.
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cal situation within the State and on the guarantee that the "right" solu-
tion will be found by the legislator»27.
Ahora bien, si no se ven signos de crisis en la concepción del positi-
vismo jurídico en sentido amplio como concepción que afirma la
«humanidad» del derecho, sí entra en crisis la concepción del positivis-
mo jurídico en sentido estricto que defiende la «estatalidad» del dere-
cho. El proceso de «rematerialización» del derecho que ya hemos trata-
do, aunque de manera demasiado rápida, conlleva la crisis no sólo de la
concepción de que el Estado sea la única fuente del derecho, sino tam-
bién de la tesis de la plenitud del ordenamiento jurídico. Demasiado
fuerte es el peso de los derechos fundamentales, de los «principios» e
incluso de los «valores» en los modernos Estados constitucionales como
para que sea posible continuar defendiendo una mera teoría legalista de
la decisión judicial.
Si admitimos como fuentes del derecho no sólo las normas estatales,
sino también reglas sociales como, por ejemplo, las establecidas por los
sindicatos o los contratos privados hechos fuera del ámbito tradicional
de la ley (por ejemplo, en materia de derecho privado internacional), y
principios jurídicos extrapositivos introducidos, por ejemplo, a través
de la praxis constitucional o a través del recurso siempre más creciente
a los llamados «valores», podremos terminar por admitir que el derecho
estatal no es el único sistema normativo que nos dirige en la regulación
de la conducta de los particulares y en lo que concierne a las decisiones
judiciales. En esta situación, el paradigma del silogismo judicial y la
ideología del juez como mero repetidor de la ley, vox legis, como lo lla-
maba Paul Laband28 (o «autómata de la subsunción», según la expre-
sión de Regina Ogorek29), se enfrentan con una crisis muy seria.
Sin embargo, podemos hablar de teorías «post-positivistas» del
Derecho en un sentido que no tiene nada que ver con los sentidos de la
locución «positivismo jurídico» que hemos mencionado arriba. En este
otro sentido, «post-positivismo» es la etiqueta que se le da a unas
modernas teorías epistemológicas las cuales —siguiendo y desarrollan-
do argumentos de Karl Popper— afirman esta tesis tan sencilla cuanto
destructiva para el neopositivismo lógico y el neoempirismo: que no es
posible establecer leyes científicas sin teorías previas, que no existe
conocimiento científico sin «paradigmas» teóricos. Una tesis, ésta, que
recuerda las ideas del Naphta de Thomas Mann: «Querido amigo, el
conocimiento puro no existe. La legitimidad del concepto religioso del
conocimiento, que puede resumirse con las palabras de San Agustín
"Creo a fin de conocer", es absolutamente indudable. La fe es el órgano
del conocimiento, el intelecto es secundario. Vuestra ciencia sin premi-
27
W. Ott, F. Buob, «Did Lega] Positivism Rendcr Germán Jurists Defencelcss
during the Third Reich?», en Social and Legal Studies, 1993, p. 96. Cursiva mía.
28
C o m p á r e s e L. P r i e t o S a n c h i s , Ideología e interpretación jurídica, T e c n o s , Madrid,
1987, p. 107.
29
R. O g o r e k , Richterkóiiig oder Subsuinzionsautomat?, V. K l o s t e r m a n n , Frankfurt
a m Main, 1986.
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sa es un mito. Hay siempre una fe, una concepción del mundo, una
idea; en una palabra, una voluntad, y atañe a la Razón el interpretar y el
demostrar, siempre y en todos los casos. Se trata de llegar al quod eral
demonstrandum»i0. Muchos «popperianos» podrían compartir estas
palabras de Naphta, aunque éste les resulte acaso demasiado místico e
irracionalista. De todas maneras, según Popper y sus discípulos, toda
proposición científica está theory-laden, teóricamente comprometida.
Estas tesis epistemológicas post-positivistas traducidas en los térmi-
nos de las teorías jurídicas implican —según algunos— que no se pueda
establecer la validez de una ley, y tampoco llegar a una decisión jurídica
(sobre todo a una decisión judicial) sin recurrir a criterios normativos
externos con respecto a aquellos puestos por el sistema jurídico mismo.
Una consecuencia ulterior de esta última conclusión es, además, un
fuerte escepticismo en la posibilidad de una ciencia jurídica no sólo sin
previas concepciones epistemológicas, sino también de una ciencia jurí-
dica avalorativa, wertfrei, como diría Max Weber.
Desde una perspectiva post-positivista, la ciencia jurídica resulta
como un producto de posturas normativas fuertes, es decir, políticas o/y
morales. Es ésta la tesis defendida, por ejemplo, por Ronald Dworkin.
El filósofo americano cree que, para interpretar una ley, hay que poseer
antes una teoría sobre cuál sería la «mejor» ley. Además, la interpreta-
ción de la ley debe tender a presentar ésta como la mejor ley posible31.
De la misma manera, la interpretación de una obra literaria —según
él— presupone una teoría de lo que es la mejor obra de arte, ya que
tiene como fin presentar la obra literaria en cuestión como la mejor
posible: «Interpretation of a text attempts to show it as the best work of
art it can be»32. Decae la ilusión de una teoría «pura» del derecho, es
decir, de una teoría que no necesite para su tarea explicativa y descripti-
va ningún concepto previo de Derecho y ningún recurso a argumentos
extrajurídicos.
30
T. Mann, La montaña mágica, tracl. castellana de M. Verdaguer, 4." ed., Plaza &
Janes Editores, Barcelona, 1989, p. 402. Cursiva en el texto. Compárese T. Mann, Der
Zauberberg, Fischer, Frankfurt am Main, 1989, p. 419.
31
Este segundo asunto —compartido también por Aleksander Peczenik— me pare-
ce bastante problemático, pues podría tener la consecuencia de prohibir tipos comunes
de argumentos interpretativos, por ejemplo la reductio ad absurdum o el llamado
«argumento económico». Para evitar esta consecuencia claramente inaceptable sería
preciso entender la «ley», en la fórmula de Dworkin, no como ley individual, texto o
norma particular, sino como ley en sentido holista, como «Derecho» u ordenamiento
jurídico.
32
R. Dworkin, A Matter of Principie, Clarendon, Oxford, 1986, p. 150.
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33
Véase, por ejemplo, lo escrito por un clásico de la doctrina jurídica moderna
como Franz von Zeiller, el autor del ABGB, el código civil austríaco, especialmente:
F. von Zeiller, Grundsaíze der Gesetzgebung, Hg. von E. Wolf, V. Klostermann, Frank-
furt am Main, 1948, pp. 31-32.
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Derecho y conceptos de Derecho. Tendencias evolutivas desde una perspectiva europea
te. John Finnis, por ejemplo, nos dice que incluso para nuestros concep-
tos descriptivos de derecho necesitamos criterios normativos fuertes (y
por lo tanto morales). No sería metodológicamente posible identificar
un cuerpo de reglas como pertenecientes a un mismo sistema jurídico
sin tener una idea de lo que es este sistema. Tal idea, sin embargo, no
podría ser a su vez descriptiva, ya que presupondría decisiones y estipu-
laciones sobre cuáles criterios son relevantes para el fin considerado. Al
fin y al cabo, tales criterios serían principios morales34.
Como es sabido, Ronald Dworkin escribe sobre la «única respuesta
correcta» como resultado de la «mejor teoría», y esta última sería aque-
lla que más se acerca a los principios políticos y morales de la comuni-
dad. La teoría jurídica, para fundamentarse y justificarse, tendría que
pasarse al terreno de las doctrinas políticas y morales. Una decisión
judicial es correcta (y no hay —según esta perspectiva— más que una
posible decisión correcta) si y sólo si ésta es la mejor expresión de los
principios políticos o morales de la comunidad.
Para Joseph Raz, cada decisión judicial es en cierta medida una
decisión moral en cuanto asume la vigencia del sistema jurídico como
moralmente deseable. El argumento aquí no es tanto el que el juez, al
asumir el punto de vista interno de las normas, tiene que tomar partido
por el sistema jurídico en cuestión, y asumir una clara posición política
en favor de él (como ha sostenido Uberto Scarpelli en su libro Cos'é il
positivismo giuridico). El argumento de Raz es más bien que el manteni-
miento del orden establecido tiene prima facie cierta primacía moral
sobre cualquier intento de su desaplicación. Entre la anarquía, adonde
podría desembocar la desobediencia de los preceptos jurídicos, y el
orden social considerado prescindiendo de un intrínseco valor moral,
este último tendría que estar (moralmente) privilegiado. Consecuente-
mente, las normas jurídicas serían al menos prima facie reglas morales.
Otros golpes al iuspositivismo dan filósofos del derecho tan impor-
tantes como Carlos Niño y Robert Alexy. La concepción de Niño parte
de la crítica de lo que él define como la actitud «esencialista» de la filo-
sofía del derecho. La mayoría de sus estudiosos creen que es preciso
establecer un concepto del derecho, un concepto que pueda dar cuenta
de la realidad del fenómeno «Derecho». Al concepto de derecho corres-
pondería así la verdadera realidad o «esencia» del derecho. Esta postura
—nos dice Niño— es consecuencia de la idea de que a los conceptos
corresponden entidades específicas, de que no hay conceptos, palabras
y enunciados sin «algo» a que correspondan o a que se refieran. Al
«esencialismo», Niño opone una especie de «pragmatismo»: los concep-
tos están considerados como instrumentos para fines humanos, y por
eso dentro de una misma área de experiencia —el derecho, por ejem-
plo— pueden ser múltiples. Así, ya no sería correcto hablar de concepto,
sino más bien de conceptos de derecho.
34
Véase J. Finnis, Natural Law and Natural Rights, Oxford University Press, Oxford,
1980.
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35
C. S. Niño, «A Philosophical Reconstruction of Judicial Review», en Cardozo Law
Review, 1993, p. 813.
36
Ibid., p p . 8 2 3 - 8 2 4 .
37
Ibid., pp. 814-815. Cursiva en el texto.
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38
Véase R. Alexy, Begriffund Celtung des Rechts, Albcr, Freiburg, 1992, p p . 56-57.
39
Véase, por ejemplo, N. Hoerster, «Zur Verteidung der rechtspositivistischen
Trennungsthese», en Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie, Beiheft 37, pp. 27-32.
40
R. Alexy, op. cit., p. 6 2 .
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41
Véase G. Radbruch, «Gesetzliches Unrecht und übergesetzliches Recht», en Id.,
Redil splutosopliie, 8.a ed., Stuttgart, 1973, pp. 339-350.
42
V é a s e R. Alexy, op. cit., p . 2 0 1 .
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43
Cf., por ejemplo, Wachsende Staatsaufgaben-sinkende Sleuerungsfahigkeit des
Rechts, Hg. von D. Grimm, Nomos, Baden-Baden, 1990.
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44
G. Tcubncr, «Das regulatorische Trilemma. Zur Diskussion um post-instrumen-
tale Rechtsmodelle», en Quademi fiorenlini per la storia del pensiero giuridico moderno,
1984, pp. 125-126.
45
Ph. Nonet, Ph. Selznick, Law and Sociely in Transition. Toward Responsive Law,
Octagon Books, New York, 1978, p. 76.
46
íbid.
47
Ibid., p . 7 7 .
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tos normativos distintos, más bien un arbitro que actúa al mismo nivel
jerárquico de las partes y persigue un compromiso entre ellas que un
juez que actúa de manera más o menos autocrática y sanciona la victo-
ria de una de las partes sobre la otra48. Por mi parte, creo que podría-
mos definir «responsivas» todas aquellas teorías que proponen un tipo
de derecho que vaya más allá del derecho formal (o autónomo), esto es,
que vaya en dirección a su rematerialización sin caer en forma alguna
de instrumentalismo jurídico y prestando mucha atención al valor de
las garantías formales ofrecidas por las instituciones.
Además del «derecho responsivo» de Nonet y Selznick, encontramos,
en el mismo terreno sociológico-jurídico, otras dos teorías: a) la del
derecho «procesual», propuesta por el profesor de Frankfurt am Main
Rudolf Wiethólter, y b) la teoría del derecho «reflexivo», cuyo principal
representante es Gunther Teubner, profesor ahora en la London School
of Economics and Social Science.
Wiethólter delinea un modelo teórico evolutivo del derecho conecta-
do con unos estadios también evolutivos del concepto de moral. Aquí se
puede sospechar una influencia de Kohlberg y, por supuesto, de Apel y
Habermas. Su esquema es el siguiente:
i) En primer lugar, hay una moral racional «rígida», a la cual corres-
ponde un derecho fundado sólo sobre una razón formal, sin relaciones
con ningún tipo de necesidad social, ii) En segundo lugar, hay una
moral racional «flexible». En este estadio el derecho sigue la relativiza-
ción de los criterios absolutos efectuada por aquella moral «flexible».
Así, el derecho, perdiendo mucha de su seguridad formal, adquiere la
capacidad de adaptarse de manera sustancial a los intereses presentes
en una sociedad dada, iii) Finalmente, en el tercer estadio evolutivo se
da —según Wiethólter— una moral racional «comunicativa»: aquí se
sitúa el derecho que el profesor alemán llama «procesual» (prozedural).
Este tipo de derecho no tiende tanto a ofrecer prestaciones sociales, y
tampoco garantías jurídicas, cuanto a establecer las condiciones de
posibilidad de tales prestaciones y garantías mediante estructuras pro-
cesuales. «By proceduralization of the Law —escribe el mismo Wiethól-
ter— one may understand the transformation of a social context of legal
freedoms [...] into a system of justiñcation of the respective new social
contexts of "ideas" and "interest"»49.
48
Sobre la función d e l juez según N o n e t y Selznick, c o m p á r e s e L. J. Wintgens,
«Roberto's Crusade», en Rechtstheorie», 1991, p. 107: «According to these scholars, a
judge is not the passive instrument in a legal system of preestablished rules and princi-
pies, lnstead, he actively collaborates in the installemcnt of social and political goals in
an environment of political pluralism. This attitude compels judges to a permanent
arbitration between concurring valúes and politics as a target of social change. The
judge's task, in their opinión, consists of more than preserving the coherence of the
legal system, without radically smashing the legal conlext that defines, in the end, his
own function.»
49
R. Wiethólter, «Materialization a n d Proceduralization in M o d e r n Law», e n Dilem-
inas of Law in the Welfare State, e d . by G. T e u b n e r , d e Gruytcr, Berlín, 1986, p . 246. Cf.
K. Eder, «Prozedurale Legitimitát. M o d e r n e R e c h t s e n t w i c k l u n g jenseits von formaler
R a t i o n a l i s i e r u n g » , en Zeitschrift fiir Rechtssoziologie, 1986, p p . 1-30. y K. Eder, «Die
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Autoritát des Rcchts. Eine soziale Kritik prozeduraler Rationalitát», en Zeilschrift für
Rechtssoiiologie, 1987, pp. 193-230. Compárese también K.-H. Ladeur, «"Prozedurale
Rationalitát". Steigcrung d e r Legitimationsfahigkeit oder d e r Leistungsfáhigkeit des
Rechtssystems», en Zeilschrift für Rechtssoziologie, 1986, pp. 265-274.
50
Ibid., p. 249.
51
R. Wiethólter, «Proceduralization of ihe Category of Law», en Critica! Legal
Thought. An American-German Debate, ed. by Ch. Joerges a n d D. M. Trubek, Nomos,
Baden-Baden, 1989, p p . 509-510. Cf. también R. Wiethólter, «Entwicklung des Rechts-
begriffs (am Beispiel de BVG-Urteils zum Mitbestimmungsgesetz und —allgemeiner—
an Beispielen des sog. Sondernprivatrechts)», en Jahrbuch für Rechtssoziologie und
Rechtstheorie, 1982, p p . 38-59, y R. Wiethólter, «Zum Fortbildungsrecht d e r (richterli-
chen) Rechtsfortbildung: Fragen eines lesenden Recht-Fertigungslehrers», en Vierteljah-
resschrift für Gesetzgebung und Rechtswissenschaft, 1988, pp. 27-28.
52
G. T e u b n e r , H. Willke, «Kontext u n d A u t o n o m i e : Gesellschaftliche Selbststeue-
r u n g d u r e n reflexives Recht», e n Zeitschrift für Rechtssoziologie, 1984, p p 4 ss Cf. N.
L u h m a n n , «Einige P r o b l e m e m i l "reflexiven Recht"», e n Zeitschrift fuur Rechtssoziolo-
gie, 1984, p p . 1-18, y I. M a u s , «Perspektiven "reflexiven R e c h t s " u n d Deregulierungsten-
d e n z e n » , e n Kritische Justiz, 1986, p p . 390-405.
53
N. Luhmann, Zweckbegriff und Systemrationalital, Suhrkamp, Frankfurl am
Main, 1984, p. 102.
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54
N. Irti, Veta della decodificazione, Giuffré, Milano, 1979, p. 15. Todo esto ya
había sido indicado por Giuseppe Capograssi. Véase, por ejemplo, G. Capograssi,
L'ambiguitá del diritto contemporáneo, también en Id., Incertezze sull'individuo, Giuffre,
Milano, 1969, pp. 98-99.
55
J. Habermas, Recht und Moral (Tanner Lectures), ahora también en Id., Faklizitát
und Geltung, cit., p. 553, trad. mía. Tales propuestas se acercan —me parece— a ideas
que juristas italianos «comunitaristas» como Pietro Rescigno defendían hace más de
treinta años: véase P. Rescigno, Persona e comunitá, II Mulino, Bologna, 1966, especial-
mente el ensayo «Le societá intermedie» (pp 29-67).
56
Compárese G. Teubner, «After Legal Instrumentalism? Strategic Models of Post-
regulatory Law», en International Journal of the Sociology of Law, 1984, p. 384.
57
Véase G. Teubner, «The Two Faces of Janus: Rethinking Legal Pluralism», en
Cardozo Law Review, 1992, pp. 1443 ss.
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60
Sobre la dificultad de reducir los derechos a deberes y a normas positivas, véase
F. Laporta, «Sobre el concepto de derechos humanos», en Doxa, n.c 4, 1987, pp. 23 ss.
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E. Blankcnburg, «Legal Cultures Compared», en Laws and Rights. Proceedings of
the International Congress of Sociology of Law for the Ninlh Centenary of the University
ofBologna, ed. by V. Ferrari, Giuffré, Milano, 1991, p. 97.
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