Sie sind auf Seite 1von 9

Mamá, papá, curé mi

depresión pero no les va a


gustar cómo lo hice
Por Olympia Villagrán mayo 27, 2016
-+
273K
SHARES
Twitter1264 1264 facebook271K 271K pinterest362 362 google
plus43Share43 stumbleupon56Share56 meneame62Share62 tumblr105Share105
273K
SHARES
1264

271K

362

43

56

62

105

26 de mayo del 2016

Ma y papá:

Hola, espero hayas sacado esto del buzón a tiempo, ma; pude haber llamado, sí,
pero como ustedes saben, para mí, en la palabra escrita siempre se queda un
poquito de uno mismo y me gustaría que ustedes sintieran la sinceridad y felicidad
con la que les cuento el secreto que he guardado los últimos dos años.

Entenderé bien si se sienten decepcionados, también sé perfectamente que papá


ni siquiera leerá esta carta, te pedirá a ti que le hagas un resumen perfectamente
estructurado, con una introducción muy breve pero contundente, tres ideas
principales sobre el contenido y una conclusión que justifique de manera científica
lo que digo en esta carta, y está bien, en verdad admiro cómo papá puede darle
una explicación a todo, aún cuando ante sus propios ojos no la hay, y respeto
enormemente tu paciencia para comprender y aceptar a todos como somos,
incluyéndome e incluyéndolo.

Hoy, quisiera pedirte justamente que la misma paciencia y amor con los que me
has educado estos 26 años, aparezcan más grandes que nunca para que puedas
entender qué fue lo que me salvó la vida, aunque para ti, para ninguno de los
dos, se trate de la mejor decisión.

“En el momento en el que comienzas a amar todo lo que existe, todo lo que existe
te hace sentir amado”.

Esto lo entendí después de haberme curado de mi depresión, una de las etapas


más horribles que cualquiera podría atravesar y no porque la tristeza sea el
sentimiento que te atormenta a cada segundo cuando estás deprimido, de hecho,
la tristeza es parte del todo, y está bien sentirla, pues nos hace valorar la felicidad.
Lo que no estuvo bien fue la manera en la que mi mente, mi cuerpo y mi espíritu
se paralizaron, dejaron de girar con el mundo, privándome de todo lo maravilloso
que éste tenía para mí.

Piénsenlo, yo, una niña que pasó toda la primaria arrinconada prefiriendo ser
ignorada que molestada por sus compañeros, la única del grupo de mis amigas
sin novio durante toda la secundaria, menos hablar de un primer beso o de
recaditos de amor mal redactados. Nunca fui un Vargas Llosa, pero siempre me
gustó la escritura, prefería hacer cualquier cosa que me guardara un espacio
tranquilo y poco ruidoso para escribir que desvelarme para amanecer con una
cruda de los mil demonios al otro día.

Recuerdo que el día que decidí beber, papá tuvo que ir por mí, porque claro,
siendo la primera vez que lo hacía, no pude concursar con el estómago de barril
de mis amigos. El día que decidí fumar tuve que quedarme sentada en la
banqueta durante hora y media esperando que el mareo y malestar que sentía se
detuvieran. Quiero decir, jamás he sido una chica problemática, ¿cómo podría
serlo después de haber tenido unos padres como ustedes? Siempre conmigo. Así
que por favor, grábense que lo que hice para deshacerme de la depresión que me
hundió en el fango no tiene nada que ver con un historial tóxico, una mala
educación, algún abuso y menos, por falta de cariño.

Para curarme de mente, cuerpo y por supuesto, alma, no eran necesarios los
psicólogos que encontraste. Mamá, su divorcio fue un evento triste, por supuesto,
pero no fue mi evento, ya que ustedes fueron, son y seguirán siendo mis padres
antes y después de su separación. La cancelación de mi boda fue de las
más fuertes decepciones amorosas que me llevé a mis inexpertos 24 años y ni
eso significó que necesitaba de antidepresivos para despertar, como paliativo
funciona, pero no como solución. Por cierto, hoy le agradezco a aquella persona
por haberme permitido equivocarme una y otra vez, de esa forma me preparé, aún
más, para no lastimar al siguiente o los siguientes amores de la vida que me faltan
por tener, bueno, de esto quizás papá no quiera hablar.

Por otro lado, pasarme dos años culpando a los demás por mi frustrante situación
laboral no me convertía en una víctima merecedora de ansiolíticos, más bien, me
regalaba la oportunidad de buscar el trabajo en donde realmente encontraría mi
felicidad.

Obviamente, antes de haber hecho lo que hice, todo esto parecía muy distinto,
realmente todo esto fue lo que me ató de manos y pies antes de curarme, justo
antes de probar los hongos alucinógenos que me sanaron.

¿Ya lo dije? Ok… quiero que respires y vuelvas a leer el párrafo anterior muy
lentamente, ¡estoy curada mamá! ¡Y soy absolutamente feliz!

Los hongos mágicos que un día, mientras la desesperación me mataba, decidí


comer, me recogieron del suelo, me subieron al cielo, me dejaron tocar aquello
que por años todos buscamos y me regresaron a la Tierra de la manera más
amable posible, y por todo eso, no existió ningún precio que pagar.

Ahora, de manera muy puntual, quiero que le leas lo siguiente a papá, si es que
sigue escuchándote.
No soy una adicta.

Mi cura llegó con la primera y única vez que probé los hongos hace dos años.

No afirmo que ésta sea la única y/o mejor manera de vencer la depresión, pero en
mi caso, funcionó.

Les pido perdón por todo el tiempo que les oculté el secreto, sólo trataba de
protegerlos.

Me sentía asustada, malagradecida y estúpida, no quería decepcionarlos, nunca


quise herirlos, ¿cómo podría? Ustedes son la razón de que yo sea yo, de que esté
aquí, respirando, escribiendo, disfrutando. Todas las noches que no dormiste para
cuidar de mí mamá, todos los fines de semana que trabajaste papá, todas y cada
una de las veces que me defendieron, me protegieron y me enseñaron a hacerlo
por mí misma. Ahora entiendo que todos sus esfuerzos buscaban algo en común:
mi felicidad. ¿Entienden por qué después de darme cuenta de eso me aterraba
contarles esto?

Pero no pude más, tenían que saberlo, no nos merecemos secretos. Y no sé qué
sucederá de aquí en adelante, si me dan la oportunidad de
continuar explicándoles qué viví esa noche, me encantaría que mientras lean o
escuchen cada línea, se imaginen a mi lado, mirándome y cuidando de mí,
tomándome de la mano para hacerme sentir su cálido amor.

Hace dos años fui a acampar a la playa con mis amigas de la universidad, a modo
de despedida, preparamos un ritual alrededor de una fogata en el que
ridículamente bailamos y aullamos como locas en medio de la nada, conforme
pasaba la noche, me fue poseyendo lo que se había adueñado de mí durante casi
un año, esa atisbante sensación de soledad, de vacío y desamor. No se por qué,
pero cuando me levanté de la arena para irme a dormir a mi tienda, un chico que
acompañaba a una de mis amigas me estiró la mano con una sonrisa, fue casi
como si al verlo a los ojos pudiéramos hablar sin decirnos nada, él me entendía y
yo a él.
Tomé lo que el chico tenía envuelto en una especie de bolsa de pan y sin decirle
nada, di media vuelta y caminé con mi lámpara hasta donde se dejaban de oír las
voces y risas de los demás. Hasta hoy no comprendo qué fue lo que pensé o sentí
al meter ese extraño psicótico en mi boca, fue como si otra yo, valiente y
“valemadre”, decidiera por mí… Entonces, ahí estaba, sin nadie a mi alrededor,
con un poco de frío, mi celular sin señal en el pantalón, la bolsa arrugada bajo uno
de mis zapatos y el hongo sobre mi lengua.

Lo que a continuación les describiré, ha sido lo más maravilloso que he


experimentado en mi vida, mi felicidad vino con ese momento y yo me dividí en un
antes y después de haber comido los hongos mágicos.

El cielo me abrazaba, cada estrella brillaba y tintineaba cuando yo la miraba, todo


se sentía más cerca de mí, la naturaleza y todo lo vivo que me acompañaba se
conectó conmigo, podía ver lo que nos unía sin tener que verlo, de mi
interior comenzó a salir una especie de calor que me confortaba sin importar qué,
no existió un sólo segundo en que mi cara, todo mi cuerpo, mis pensamientos y mi
corazón dejaran de sonreír, sentía cómo la arena, el mar y la brisa bailaban
conmigo, felices y complacidos. Me amé como nunca, me amé al darme cuenta de
cómo me amaban todos y todo.

Y los recordé, aparecieron como una película en mi cabeza, festejando mi llegada,


abrazándome en mis cumpleaños, llorando conmigo cuando nos despedimos,
pidiéndome perdón y yo a ustedes. Por cierto, los perdoné, a ustedes, a cada una
de la personas que en su momento hirieron algunas de mis partes, a todos los que
se equivocaron como los humanos que somos, a mí, me perdoné a mí. A partir de
eso, las ganas de reírme, carcajearme, llorar de felicidad, de abrazar a mis
amigos, de gritarles a ustedes que los amo y de darle las gracias al mundo por
darme tanto, fueron incontrolables.

Soy tan afortunada, ahora lo sé, la más bendecida por haber nacido en un país
donde las mujeres tenemos derechos y oportunidad de desarrollarnos académica
y profesionalmente, me honra haber tenido una familia que se quedara conmigo
sin importar qué, brindándome un techo hermoso y todo lo que necesito para ser
feliz, agradezco ser yo, completa y sana, agradezco existir.

Antes de probar el alucinógeno que me regresó a la vida, había intentado practicar


yoga, unirme a movimientos activistas en pro de los animales sin hogar y… todo
parecía funcionar al principio, pero la depresión siempre reaparecía en el
momento más inoportuno para que yo botara todo de una sola vez. Estas
sustancias provocaron en mí lo que nada ni nadie logró antes, me despertaron, me
conectaron, me situaron en la realidad de vivir en un mundo que sólo por existir
me ama sin medida. Aprendí que la felicidad no se calcula en monedas, parejas,
amigos, objetos o recompensas, más bien, esa es la depresión, la que nos hace
cuantificar todo sin dejarnos calificar nada.

La felicidad son los errores, las caídas, las lágrimas, esas personas que se
alejaron, las mismas con las que nos equivocamos, el fracaso y el miedo, todo lo
que nos lleva a ser y estar donde hoy estamos. Espero que algún día, no importa
cuándo, este tipo de regalos de la naturaleza sean utilizados por médicos o
personas responsables y calificadas para proporcionarle a la gente una cura a sus
demonios, todos esos que nos deprimen y que con una venda en los ojos nos
impiden ver la infinita lista de razones por las que podríamos ser felices.

Espero me perdonen por haberles ocultado esto, yo sé que así será, también
quisiera saber si alguna vez probaron o tuvieron una experiencia semejante a la
mía, si la respuesta es sí, ¡márcame en este momento, mamá!

Ahora, confiando en el poder que siempre he creído que tienen las palabras, les
envío con todo mi amor y desde mi pensamiento una muestra de la paz y felicidad
que siento desde el día en que mi espíritu fue liberado de aquella opresión bajo la
que me tenía la tristeza. Asegúrense de sentirse orgullosos de todo su trabajo
como padres, pero sobre todo, de saber que los amo con todo el alma, al igual que
me amo a mí.

Atentamente,

Su hija, la de ahora, la que vive plenamente feliz.

Das könnte Ihnen auch gefallen