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La naturaleza de lo social.
Los grupos primarios constituyen la red fundamental del entramado social y lo social
constituye la verdadera sustancia medular de nuestra ciencia, así los problemas de la
sociología se refieren a la naturaleza del vínculo social. El misterio que afrontan los
sociólogos es la naturaleza de lo social. Las diferentes maneras de abordar esta solución
en con el desarrollo de dos grandes campos:
1) Estática social.
2) Dinámica social.
Algunas especies que han sobrevivido lo han conseguido mediante su sociabilidad lo cual
aumenta al acercarnos al hombre el cual necesita del aprendizaje o socialización para un
despliegue ideológico normal.
Wilson ve en el parentesco la principal fuerza generadora de la sociedad y el fenómeno
del altruismo, así cuanto mayor es el coeficiente de parentesco mayor es la disposición al
altruismo. Esta cultura puede llevar incluso a la transformación de ciertos rasgos físicos.
Aristóteles ya definió al hombre como ZOON POLITIKON; animal político por naturaleza. El
se refería a la polis como paradigma de sociedad, un sistema de vida, no un agregado de
individuos, por tanto esta definición contiene un matiz importante; "su dimensión
cultural".
El hombre se ha ido remodelando como especie social, como "ser de praxis" (Marx). Otro
de los aspectos básicos es el de la comunicación entre los seres humanos.
Wilson expone así mismo que el segundo paso de la ampliación cultural del hombre se
baso en la caza.
El ser humano, al igual que muchos animales, tiende a vivir en sociedad. Las relaciones
sociales e interpersonales constituyen una auténtica necesidad para lograr un desarrollo
adecuado y expansivo de la personalidad, aunque también pueden ser una fuente de
conflictos.
El recién nacido comienza su vida de relación de un modo también activo, ya que no sólo
conecta con los demás a través de la satisfacción de sus necesidades elementales que ve
cubiertas por la madre, sino que grita o llora reclamando lo que desea. La primera infancia
está marcada por una intensa dependencia de los demás, ya que el niño moriría si no
fuese por las relaciones que mantiene con los demás.
Esta dependencia se mantiene en menor grado durante las posteriores épocas de la vida,
prácticamente en todos los ámbitos: la educación, el trabajo, la familia, etc., de tal modo
que las relaciones sociales resultan imprescindibles para lograr el desarrollo de las propias
aptitudes y de la personalidad. Además hay que considerar la influencia sociocultural que
recibimos a través de la transmisión directa por parte de personas próximas o mediante
los medios de comunicación social. Se puede decir que el hombre actual vive bajo la
influencia de un continuo bombardeo de estímulos entre los que destacan los que se
refieren a la conducta social y a los hábitos de otras personas. Se produce entonces un
aprendizaje sociocultural paulatino por el que cada persona va reteniendo parte de la
información que recibe y modelando unas formas de respuesta más o menos
estructuradas, a la vez que se adapta en mayor o menor medida a una serie de patrones
de conducta de su medio sociocultural.
En este aprendizaje influyen también factores de imitación, que actúan de un modo más
ostensible cuanto mayor sea la admiración y proximidad que se mantiene con una
persona determinada. Por ejemplo, es frecuente que los hijos imiten los gestos y
expresiones de sus padres. También suelen adquirir durante la infancia gran parte de sus
creencias, formas de comportamiento, costumbres y tradiciones, que más tarde, con la
llegada de la adolescencia, pondrán en tela de juicio.
La vida de relación puede constituir, por diversos motivos, una fuente de problemas para
el niño. Muchas veces se produce una cierta discordancia entre los modelos
socioculturales que se le ofrecen, con lo que el niño se siente incapaz de elaborar un
patrón educacional a este nivel que tenga suficiente coherencia. Tal es el caso de los niños
que tienen padres que se contradicen mutuamente en planteamientos fundamentales
sobre las relaciones interpersonales o sociales, que no actúan de acuerdo con las teorías
que predican; o de niños que encuentran en los profesores del colegio o en sus amigos
patrones socioculturales distintos, incluso opuestos, a los ofrecidos por su ambiente
familiar. En todos estos casos se puede producir una falta de orientación más o menos
grave causada por estas contradicciones que da lugar a que el niño no pueda aspirar a
conseguir unas pautas de comportamiento coherentes en sus relaciones sociales, ya que
no sabe bien lo que los demás esperan de él. La consecuencia puede ser una personalidad
mal estructurada, con un fondo importante de inseguridad en sí mismo, que se manifiesta
especialmente dentro del campo de las relaciones sociales.
En otras ocasiones los problemas derivan de la dificultad que surge ante la necesidad de
adaptarse a determinados ambientes o transformaciones sociales. Por ejemplo, el cambio
de domicilio a un nuevo país con costumbres y patrones de comportamiento en las
relaciones sociales muy distintos a los que anteriormente se venían desarrollando, exige
un esfuerzo de adaptación más o menos intenso que, de no lograrse, puede ocasionar
problemas de incomunicación, aislamiento, falta de integración social e incluso trastornos
del tipo de la depresión. La incomunicación prolongada por disminución o ausencia de
relaciones interpersonales es un factor que favorece extraordinariamente la aparición de
numerosos trastornos psicopatológicos que varían desde los trastornos por ansiedad a la
depresión o a síndromes paranoides; pero también se puede producir el fenómeno en
sentido inverso, ya que una de las principales manifestaciones de la casi totalidad de los
trastornos psicopatológicos es el deterioro de la vida de relación.