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¿Cuál es la comprensión que está en juego en una narración? El autor de Blanco nocturno
reflexiona sobre la interpretación de textos literarios en un mundo del que han desertado los
dioses. El texto fue recogido en su reciente Antología personal (FCE)
1.
¿Qué quiere decir interpretar un relato? Muchos han llamado la atención sobre el modo en
que Kafka leía en voz alta La metamorfosis: la risa le interrumpía la lectura. Por su parte,
en la grabación de algunos fragmentos del Finnegans Wake, la voz de Joyce salta de una
consonante a otra con un tono jocoso, suelto, medio circense, como si nos advirtiera -igual
que Kafka- de que se trata de un relato cómico.
2.
3.
4.
En 62 Modelo para armar Cortázar utiliza un capítulo de Rayuela como indicio de una
ficción posible. La novela se despliega a partir de la noción de figura, una configuración
espacial que determina la vida de los personajes. Retoma así, y lleva al límite, el
procedimiento formal de algunos de sus mejores cuentos ("La flor amarilla", "Continuidad
de los parques", "Todos los fuegos el fuego", "El otro cielo") donde ya intentaba ir más allá
de las estructuras lineales de la narración y establecía conexiones espaciales entre distintos
episodios de un relato. La reacción hostil de la crítica frente al libro es una muestra de la
supersticiosa resistencia nacional a cualquier motivación narrativa que no responda a las
reglas emocionales de la carrera de Psicología. Habría que releer la novela de Cortázar en la
serie de El castillo de los destinos cruzados de Italo Calvino, o La vida instrucciones de uso
de Georges Perec, es decir, en el contexto de la literatura potencial, y por lo tanto, fuera de
la literatura argentina.
5.
Recuerdo que hace años en un curso sobre las novelas cortas de Onetti, en Puán, es decir,
en la carrera de Letras de la UBA, los estudiantes interpretaban con entusiasmo las oscuras
y siempre intrigantes nouvelles de Onetti. En Para una tumba sin nombre, una mujer con
un chivo está en la estación Constitución. ¿Se trataría del devenir animal? La cara de la
desgracia -con la historia de la muchacha muda que es asesinada- ¿no era un intento de
decir cómo no hablar ante la ley? Las hipótesis circulaban, siempre brillantes y
sorprendentes, pero en lugar de leer el relato, me pareció que los estudiantes sólo lo
interpretaban. Un día corté el circuito y les pedí que me resumieran la anécdota de Tan
triste como ella. Estupefacción, escándalo. Sí, tenían que leer muy cuidadosamente la
historia y hacer un resumen del argumento. ¿Era esa lectura una interpretación? Lo fue,
cada uno de los estudiantes tomaba decisiones en el entrevero de la historia y estaba
obligado a definir uno de los sentidos implícitos y dejar a un lado los otros posibles. A
partir de ahí la discusión podía enriquecerse porque todos eran expertos en el relato, ya que
lo habían leído como si tuvieran que reescribirlo. Imaginé que algún estudiante me iba a
copiar el relato tal cual -o con imperceptibles variantes- y me lo iba a entregar como su
resumen de lectura, pero eso no sucedió.
6.
7.
Joyce postula su novela Ulises como una versión de la Odisea; la metempsicosis -palabra
que Molly no entiende al comienzo del día- sugiere que el alma del héroe griego ha
reencarnado en Bloom, el judío errante que vaga por Dublín. La historia del viajero, del
forastero, del astuto Odisseo, el polytropos, el hombre de muchos viajes, que está lejos,
siempre en situación precaria, reaparece, en distintas épocas, en Dante, en Virgilio, en
Kafka, en Canetti, y en el Simbad de Las mil y una noches.
8.
Lo mismo se puede decir de don Quijote. Lionel Trilling (en La imaginación liberal) ha
señalado que "toda la prosa de ficción es una variación sobre el tema del Quijote". Pero
quizá no es la prosa de ficción la que encuentra su fundamento en esa novela sino más bien
la interpretación personal de la ficción. Sabemos que el héroe de la primera novela es un
lector de novelas; un apasionado de las ficciones heroicas que sale a la realidad y trata de
vivir lo que ha leído. Muchas veces encontramos esa figura del lector apasionado en la
historia del género: Madame Bovary de Flaubert, desde luego, pero también el Julien Sorel
de Stendhal o el Raskolnikov de Dostoievski, y lo mismo sucede con Silvio Astier en El
juguete rabioso de Arlt ("Me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca.",
así empieza la novela y Astier no hace otra cosa que vivir -o intentar vivir- lo que ha leído).
9.
En El beso de la mujer araña los dos protagonistas, recluidos en una celda, discuten las
interpretaciones de distintas ficciones como una forma de pasar el tiempo pero también de
conocerse y seducirse. Molina, el joven gay, cuenta películas y al contarlas se identifica con
la atmósfera sentimental del cine de Hollywood; por su parte Arregui, el guerrillero
marxista, sólo ve en esos films la alienación burguesa y la manipulación ideológica. En un
sentido, el libro es una discusión sobre la ficción y su poder, sobre los modos de interpretar
la narración y la fantasía. Lo extraordinario -y otra muestra de la capacidad narrativa de
Puig- es que los dos terminan por "actuar" en la película del otro: Arregui se transforma en
un héroe romántico, sensible, enamorado y moribundo, mientras que Molina muere
heroicamente en una cita política, asesinado -y eso no se decide- por la policía, o por los
guerrilleros del grupo de Arregui.
10 .
Bovarismo, el término creado por Jules de Gaultier (Le bovarysme, 1902) a partir de Emma
Bovary, designa "el poder que tiene el hombre para concebirse otro del que es", o sea, la
posibilidad -o la ilusión- de crearse una personalidad imaginaria y de tomar como modelo a
los héroes de la ficción. De hecho, esa interpretación pragmática de un relato está muy
presente en la cultura contemporánea (sobre todo en la tradición estadounidense, tan
amante de la verdad revelada, las mentiras periodísticas y la guerra preventiva): basta
recordar al asesino de John Lennon, que se había identificado hasta tal punto con The
Catcher in the Rye (El cazador oculto) de Salinger que varias veces intentó cambiar su
nombre por el del protagonista, Holden Caulfield, y, antes del crimen, deambuló, con el
libro en el bolsillo, por las zonas de Nueva York cercanas al Central Park y al Museo de
Ciencias Naturales, donde culmina la novela. O también -para salir de la literatura hacia
otros ámbitos de la ficción- podríamos recordar al joven texano que circuló erráticamente
por las rutas de los Estados Unidos para matar a Ronald Reagan mientras le escribía cartas
a la actriz Jodie Foster porque se había identificado con el héroe de Taxi Driver, la película
de Martín Scorsese. Y más recientemente, en fin, el enmascarado que irrumpió en un cine
donde se estrenaba Batman para acribillar indiscriminadamente a los espectadores como si
fuera el Joker o Bane o algún otro personaje demoníaco del cómic.
11 .
La novela ha contado muchas veces la historia del héroe como intérprete o descifrador de
signos; quizá Marcel, el narrador de En busca del tiempo perdido, ha sido el máximo
protagonista de esa odisea de la interpretación (y el obsesivo protagonista de las novelas de
Thomas Bernhard, una de sus realizaciones más extremas). A menudo el relato ha hecho de
la comprensión desviada el centro de la trama. Ya no se trataba de las interpretaciones
equívocas del oráculo sagrado que, en la tragedia, llevaba a los héroes a la decisión
inevitable y a la muerte. El protagonista de la novela busca, en cambio, el sentido en el
deambular por la ciudad, en ciertos gestos triviales, en algunas palabras equívocas, en
textos mal leídos (o leídos demasiado fervientemente). La interpretación equivocada está
más presente en nuestra cultura -y en nuestra vida personal- de lo que nos resignamos a
aceptar. Por eso tal vez la novela ha sido el género que mejor ha mostrado el desconcierto
de la significación en un mundo del que han desertado los dioses.