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PROPUESTAS PARA CONSTRUIR UNA PEDAGOGÍA CRÍTICA

Magdalena Medellín Sosa.1


Desescolarizar la sociedad.
En el texto de Rigoberto Martínez se plantea la teoría antiinstitucional propuesta por Iván Illich, la
cual parte del supuesto de que es posible el mejoramiento de la sociedad humana siempre y cuando en
la sociedad industrial desaparezcan las instituciones. Para que esto sea posible, propone la
desescolarización de la sociedad y la desinstitucionalización de las relaciones humanas.
Para tal propuesta Illich argumenta la diferencia entre instrucción y educación, define la primera
como proceso de transmisión de información en forma obligatoria y homogénea dentro de los espacios
escolares; por otra parte, a la segunda la define como una actividad compleja cuyo propósito es la
realización del ser humano como integral, feliz, creativo, digno y autónomo. En la instrucción en tato
proceso escolarizado se fija el nivel de rendimiento a partir de la asistencia obligatoria a la escuela y a
la asimilación de un currículum homogenizado donde lo importante es seguir las reglas impuestas, no
aprender.
Iván Illich se refiere al currículum escolar como profundamente antieducador y exclusor en algún
nivel del sistema escolar de las personas que transitan la formación social. Dice que la escuela es
monopolizadora y antieducadora porque enseña a obedecer, a memorizar, a respetar. En resumen la
escuela enseña a ser un sujeto disciplinado y servil en un espacio tedioso, aburrido, antidemocrático y
deshumanizado donde la educación es una prerrogativa para unos pocos privilegiados, un espacio de
segregación social en el cual las condiciones socioeconómicas de los estudiantes constituyen un factor
importante en el desenvolvimiento escolar.
Esto es la escolarización de la sociedad, un sistema donde los pobres asumen y aceptan su
condición de oprimidos de acuerdo a su nivel escolar, un proceso alienante que convierte a las
personas en máquinas autómatas al servicio de la clase dominante y que permite generar y legitimar
las desigualdades sociales. La escolarización es la cosificación de la humanidad en tanto que la
felicidad se centra en la posesión de las cosas, el consumo en acaparamiento de la riqueza y se
considera al éxito como la adquisición de títulos y el ejercicio unilateral del poder. Contra esto Iván Illich
propone desinstitucionalizar la sociedad; desinstitucionalizar el pensamiento y a los seres humanos;
separar a la escuela del Estado; que la escolarización no sea un requisito para ejercer una profesión o
adquirir un empleo; que la asistencia a la escuela deje de ser obligatoria; así como prohibir dar ventajas
con base en el nivel de escolarización en lugar de su nivel de educación o capacitación. La
desescolarización de la educación depende del liderazgo de personas escolarizadas y la escuela es el
espacio más propicio para la desescolarización.

1Lic. En Educación. Alumna de Maestría en Ciencias de la Educación. Consorcio Educativo Alfonso


Cravioto

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Rigoberto Martínez por su parte realiza algunas críticas a la teoría de Illich, al enunciar que su
propuesta es inviable y pesimista para los educadores críticos, puesto que, dicha teoría no crítica de
fondo el modo de producción capitalista cuya formación social está basada en la propiedad privada y la
división de clases. Ya que para Illich, el problema de la deshumanización de la sociedad son las
instituciones no el sistema capitalista al que responde. Al denunciar las instituciones del sistema social,
dado como una totalidad compleja termina legitimando las estructuras sociales. Dice Rigoberto
Martínez, al proponer desescolarizar el capitalismo Illich, da un paliativo para el malestar pero no un
remedio para curar la enfermedad, culpa a la ciencia de la deshumanización de la sociedad, cuando la
ciencia no es el problema sino su utilización como instrumento de poder y sometimiento.
Las escuelas como reflejo del sistema económico.
Rigoberto Martínez retoma la Critica que Samuel Bowles y Herbert Gintis hacen a la escuela
capitalista, para dicha crítica los autores de la teoría de la correspondencia explican ampliamente el
funcionamiento del sistema capitalista y la relación que se gesta entre este y la escuela, de este modo
explican el principio de correspondencia, el cual consiste en que en el sistema capitalista, la educación
formal responde a la formación de la fuerza de trabajo, estableciéndose una relación en la cual las
escuelas producen los bajadores que dicho sistema requiere.
En este sentido la teoría de la correspondencia plantea el problema de la educación como una
parte inherente al sistema capitalista, puesto que en este sistema se da una relación social en la que
los dueños de los medios de producción se apropian de la riqueza producida por la clase obrera pobre,
es así como se explica que el cimento de la sociedad se basa en la explotación de clases, sin embargo,
argumentan los autores retomados por Martínez, que la propia naturaleza del hombre no corresponde a
la conformación de este sistema social, donde se da la explotación del hombre por el hombre.
Bowles y Gintis plantean que el ser humano puede vivir en colectividad sin propiedad privada
ajeno al sistema capitalista porque, el egoísmo, el individualismo y la competitividad son rasgos que
impone la sociedad no son parte de la sustancia humana. Así, sin opresión ni explotación, la
colectividad despierta virtudes en las personas como la creatividad, la solidaridad y la buena voluntad
porque el hombre es bueno por naturaleza, es el capitalismo quien lo malea.
De esta manera los autores de la teoría de la correspondencia justifican la crítica que le hacen
a la escuela capitalista, en la cual se da una relación entre nivel socioeconómico y nivel de
escolarización de las personas independiente del coeficiente intelectual que posean, dicha relación
determina la escolaridad que alcanzarán. La crítica también señala que la escuela enseña la sumisión
que se reproducirá en el trabajo; crea la elite gerencial conformada por los sumisos y la mano de obra
barata con los rebeldes expulsados de sus aulas. He aquí el papel social de la escuela, despolitizando
las relaciones de explotación; la escuela es injusta en cuanto premia a los privilegiados y castiga a los
más pobres a través de su sistema meritocrático. La estructura de la escuela es un reflejo de la

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estructura económica, responde a las relaciones de producción capitalista, ayuda a mantener y
legitimar las desigualdades sociales a través de la división de clases.
Mención aparte, es la de la propuesta de cambio en el campo de la educación que plantea la
teoría de la correspondencia, tal propuesta refiere que no se puede dar una trasformación que
repercuta en el sistema escolar, si no es a través de un cambio radical en las estructuras sociales, es
decir, la abolición del capitalismo para dar paso a un sistema basado en un modo de producción
socialista, como menciona Martínez, “Si queremos que la educación responda a los intereses de las
clases explotadas y no a los intereses de la clase explotadora, se hace necesario un sistema social
basado en un modo de producción socialista.” (Martínez Escárcega, 2014. P. 45 )
Rigoberto Martínez realiza una crítica a la teoría de la correspondencia destacando lo que para
él constituye una serie de desventajas en dicha teoría, entre las cuales destaca una visión fatalista del
trabajo pedagógico, el cual terminan legitimando las relaciones de explotación. El único camino que le
queda al educador crítico es la renuncia a su quehacer pedagógico y enfilarse a la revolución.
La escuela capitalista es irracional y, por lo tanto, irracional es todo lo que se hace dentro de ella. El
problema de la educación debe pasar primero por una profunda revolución social, se debe destruir el
sistema capitalista y construir un sistema socialista, solo entonces la escuela se pone al servicio de los
intereses de las clases explotadas.
Otra crítica que se hace a la teoría de la correspondencia es su análisis determinista sobre la
función que desempeña en la relación que establece con la formación para el trabajo, desconociendo
una infinidad de mediaciones socioculturales y psicosexuales que operan en la construcción de
identidades colectivas de forma inconsciente, a la escuela le corresponde formar la mano de obra que
demanda el sector productivo, desconociendo las contradicciones y las tensiones constitutivas de toda
relación social. Según Martínez, a la teoría de la correspondencia le hace falta una visión más holística
sobre la función de la escuela y una perspectiva más compleja sobre el funcionamiento del sistema
social.
La escuela como aparato ideológico de estado
La teoría de la reproducción aduce al sistema capitalista, que es conformado a partir de una
formación social que determina y que a su vez es determinada por un modo de producción dominante
referido a la producción masiva, cuyo origen se gesta en las posturas acríticas para reproducir las
condiciones de producción existentes. Para que dichas reproducciones tengan lugar es necesario
mantener las relaciones de explotación y las fuerzas productivas que se componen por la fuerza de
trabajo y los medios de producción.
El supuesto esencial de esta teoría refiere a que la educación institucionalizada es un aparato
ideológico de Estado cuya función prioritaria es ayudar a mantener la reproducción de las relaciones de
producción de una formación social capitalista. La clase dominante requiere condiciones materiales y
condiciones ideológicas para apoderarse de la riqueza que genera la clase obrera. Para mantener la

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relación de la fuerza de trabajo, los obreros requieren además de la formación para la diversificación
del trabajo, la inculcación de valores y actitudes que le permitan aceptar las condiciones de trabajo que
le son impuestas por el sistema capitalista y además aceptar que es justo y correcto por naturaleza el
rol que desempeña en la producción como explotado y sumiso a la ideología de la clase dominante.
Para que la sumisión se lleve a efecto, se requiere del poder del Estado, mismo que se
configura por lo que Althusser denomina el Aparato Represivo de Estado, cuya función es la de ejercer
el dominio a través de la violencia. Y el Aparato Ideológico de Estado que ejerce dominación a partir de
la Ideología. Por lo tanto, el poder del Estado aplicado en sus distintos aparatos asegura la
reproducción de las relaciones de producción existente. Y en este mismo sentido, es de vital relevancia
la importancia que adquieren los Aparatos Ideológicos de Estado para permanencia de las relaciones
de producción.
Para la teoría de la reproducción, la escuela es el aparato ideológico de Estado más
significativo, así lo enuncia Martínez “…en una formación social predominantemente capitalista, la
escuela es el aparato ideológico de Estado más importante, ya que las personas se ven sometidas, de
forma obligada, a una inculcación ideológica durante muchas horas de su vida.” (Martínez Escárcega,
2014. P.51)
La teoría de la reproducción ofrece un acierto importante según Martínez, permite ver a la
educación, y a la escuela en particular, como parte de una totalidad social, como parte de una
formación social al servicio de la reproducción de las relaciones de producción capitalistas.
La escuela deja de ser una institución aislada, un espacio autoritario que institucionaliza el
alma y el pensamiento; ahora la escuela es parte de un modo de producción capitalista que
tiene como centro la explotación de clases, la extracción de plusvalor, el lucro, la avaricia y la
ganancia feroz. (Martínez Escárcega, 2014. P.53 )
La escuela como reproductora de la violencia simbólica.
Aquí Rigoberto Martínez retoma los fundamentos la teoría de la violencia simbólica expuesta
por Pierre Bourdieuy Jean-Claude Passeron, dicha teoría muestra los dispositivos de opresión que
permite la participación activa del oprimido en su propia dominación. La teoría de la violencia asume
que en todo sistema educativo impera un funcionamiento interno de violencia simbólica que no es
evidente a la luz de todos. En el funcionamiento interno o lógica oculta como la llama Martínez, se
desarrolla la violencia simbólica definida por los autores como la imposición legítima de significaciones.
“El ejercicio legítimo de la violencia simbólica implica que pasan desapercibidas (se hacen invisibles)
las relaciones de fuerza en las que se basa la imposición de significaciones.” (Martínez Escárcega,
2014. P. 54 ). Para explicar la implicación de la violencia simbólica en el sistema, los autores, la
delimitan en ciertos espación referidos a la acción pedagógica, la autoridad pedagógica, el trabajo
pedagógico y el sistema escolar.

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Así refiere el autor, según Bourdieu y Passeron, violencia simbólica es toda acción pedagógica,
en tanto es imposición de una arbitrariedad cultural por parte de un poder arbitrario; la fuerza en la que
se fundamenta proviene de la fuerza entre los grupos que componen una formación social. La acción
pedagógica responde a los intereses del grupo que posee el poder de Estado.
La educación se define como un modelo arbitrario de imposición e inculcación de
arbitrariedades culturales. Por tanto, toda acción pedagógica es una violencia simbólica porque
representa la imposición arbitraria de un tipo de educación que responde a los intereses de la
hegemonía. De tal manera que el grupo hegemónico arbitrariamente elige el conjunto de significados
que serán impuestos por la acción pedagógica la cual se constituye en violencia simbólica en dos
sentidos, porque personifica la fuerza del grupo en el poder y porque selecciona ciertos significados
que responden a los intereses del grupo en el poder.
Sin embargo, según Martinéz, toda acción pedagógica precisa de autoridad pedagógica para
poder ser ejercida. La autoridad pedagógica se define como el derecho legítimo de imponer una
arbitrariedad cultural, ya sea que se trate de una institución (familia, escuela, iglesia, medios de
comunicación) o un agente (padre, maestro, cura, comunicólogo).
Ahora bien, la acción pedagógica no solo necesita de la autoridad pedagógica, del derecho
legítimo de imposición; también necesita del trabajo pedagógico que haga posible la inculcación de
forma duradera de una arbitrariedad cultural. Pero dicha inculcación debe permanecer al concluir la
acción pedagógica y para que esto se concrete se requiere de un conjunto de esquemas que lo
permitan, Martínez Escárcega plantea “El habitus es una formación duradera, la imposición arbitraria de
una arbitrariedad cultural por parte de un poder arbitrario que opera de forma autónoma, es decir, sin la
necesidad de la vigilancia y la presencia del poder arbitrario que la impuso.” (Martínez Escárcega,
2014. P. 56 )
El trabajo pedagógico tiende a reproducir el tipo de prácticas pedagógicas que lo generaron a
través del habitus como principio generador de prácticas que reproducen determinadas condiciones de
producción de una arbitrariedad cultural. Según la teoría de la violencia simbólica el éxito de la
inculcación dependerá de cómo se lleve a cabo el trabajo pedagógico, desarrollado por la familia
(primario) o por el sistema educativo (secundario). Al respecto menciona Martínez Escárcega (2014):
El trabajo pedagógico primario produce un hábito primario, que es el principio y la constitución
de cualquier otro habitus. La forma de inculcación del hábito primario determina la inculcación
de los demás habitus. Entre más eficiente sea la inculcación de una arbitrariedad cultural por
parte del trabajo pedagógico primario, menos difícil será para el trabajo pedagógico secundario
llevar a cabo la inculcación arbitraria de un modelo educativo. (p. 58)
Bibliografía
Martínez Escárcega, R. ( 2014 ). Pedagogía tradicional y pedagogía crítica. México: Doble
Hélice Ediciones-Instituto Latinoamericano de Pedagogía Crítica.

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