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os hará libres
José Luis Argumedo
JA C
DAVIS
d ig ita liz a d o p o r d pm
Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin el
debido consentimiento escrito del autor.
JA C
DAVIS
P.O. BOX 251078
GLENDALE, CA 91205-1078
Contenido
Introducción
1. ¿Biblia o Tradición? - I
2. La Madre de Jesús - 13
3 .El Papa-2 5
5. Títulos Papales - 43
7. El Purgatorio - 59
8. ¿Confesión o Confesionario? - 65
9. El Rosario - 73
11. Eunuquismo - 87
1
indicar eventos aislados y escogidos, era mostrar a Jesús como
Salvador, Maestro y Señor. Fue escrito no para dar información
sino para dar vida. Su propósito era pintar el cuadro de Jesús de
tal manera que el lector pudiese encontrar en él al Mesías y al
Hijo de Dios. Así, pues, toda señal, portento o milagro de Jesús
fueron hechos con el propósito de dar respaldo, credibilidad o
confirmación a lo que el apóstol consideraba lo más importante:
“sus doctrinas”.
Todas las doctrinas de Jesús están contenidas en el Nuevo
Testamento, respaldadas por el testimonio de su poder divino.
Otro pasaje que usan, es el último versículo del evangelio de
San Juan: “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si
2 se contaran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría
para contener los libros que se escribieran ” (San Juan 21:25).
La Verdad
os hará libres En este pasaje, el apóstol llega al fin de su presentación. Ter
mina su evangelio pensando de nuevo en la grandeza de Jesús.
Sin importar qué tan maravillosa sea nuestra imaginación no po
demos comprender la maravilla de Jesús. Las palabras humanas
son insuficientes para describirlo. Los libros incapaces de conte
nerlo. Así es que San Juan hace uso de una hipérbole. Una hipér
bole es una figura gramatical que consiste en aumentar o
disminuir excesivamente la verdad de aquello de que se habla.2
Así, por ejemplo, decimos: “Te lo he dicho un millón de veces.”
“Podría comerme una vaca.” “Estoy muerto de cansancio.” To
das estas son expresiones hiperbólicas. No lo hemos dicho un
millón de veces. No podríamos comemos una vaca. Y, si estu
viéramos muertos de cansancio no podríamos estarlo diciendo.
No pueden tomarse estos textos en otro sentido que el que
surge del deseo de reforzar una idea. Es entonces difícil validar
con estos versículos toda la tradición católica.
Es interesante que mientras usan estos dos textos bíblicos, pa
san por alto otros textos de la Escritura. Así encontramos al mis
mo apóstol San Pedro, quien de acuerdo a la Tradición Católica
fuera el primer papa señalando:
“La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, co-
» . Ibid.
I
12
La Verdad
os hará libres
Capítulo dos
La Madre de Jesús
13
4. Nacimiento de Jesús -San Mateo 1:18-25.
5. Los pastores — San Lucas 2:8-20
6. María en el templo — San Lucas 2 :21-32
7. La huida a Egipto — San Mateo 2:13-23
8. Jesús a los 12 años — San Lucas 2:41 -52
9. En las bodas de Caná — San Juan 2:1-5
10. ¿Quién es mi madre? — San Mateo 12:46-50
11. Alabanzas de una mujer — San Lucas 11:27,28
12. Junto a la cruz — San Juan 19:25-27
13. María con los apóstoles en Jerusaién — Hechos 1:14
Por supuesto, en cada uno de estos pasajes, María no es el
personaje central. En algunas ocasiones solamente se alude a
ella. En ningún momento es María el centro de la atención. In
cluso en el establo es Jesús el foco del relato. En la huida a
Egipto y en el relato de Jesús a los doce años, tanto ella como
José juegan un papel igual. En las bodas de Caná de Galilea es
Jesús en quien se centra el evangelista en su relato.
Relación de Jesús y M aría
La primera persona que consideró importante la posición de
María fue aquella mujer que interrumpió a Jesús mientras ense
ñaba:
Estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer del
pueblo y dijo: ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te
criaron! Pero él dijo: Dichosos mas bien los que oyen la pala
bra de Dios y la guardan (San Lucas 11:27,28).
La fraseología parece haber sido común, ya que era aplicada
por los rabinos a Moisés e incluso a algún gran rabino. Más im
presionante quizás sea el pasaje rabínico en el cual Israel es des
crito como pronunciando estas palabras al contemplar al Mesías:
“Bendita la hora en la cual el Mesías fue creado; bendito el vien
tre de donde salió; bendita la generación que le contempla; ben
dito el ojo que es digno de contemplarle. ’MPero a Jesús pareció
no gustarle. Se estaba exaltando únicamente su humanidad y su1
1. Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesús the Messíah, vol 2,pág. 202.
conexión humana. El ojo humano se estaba centrando en el
hombre y su trabajo terreno y poniendo a un lado a Dios y su
trabajo celestial.
No es de extrañar que cada vez que el hombre trató de resal
tar la humanidad de Jesús, sin negarla, el señaló hacia su espiri
tualidad :
El les responde: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mi
rando en tomo a los que estaban sentados en coro, a su alrede
dor, dice: Estos son mí madre y mis hermanos. Quien cumpla la
voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre
(San Marcos 3 :33-45; cf. San Mateo 12:46-50; San Lucas 8:19-
21).
Cabe hacer la pregunta: ¿Cómo se consideraba María con re 15
lación a su hijo? Vez tras vez encontramos a María sujeta a su La madre
hijo. Le obedece y acata su voluntad ante la cruz cuando la con de Jesús
signa al cuidado de Juan. Le obedece y reconoce su lugar en la
boda de Caná de Galilea. Es obediente y le reconoce como su
Salvador en el momento de la anunciación:
Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se
alegra en Dios mi Salvador... (San Lucas 1:46,47).
Vemos claramente que María estuvo sujeta a Jesús como su
superior. En ningún momento leemos de sus intenciones de do
minio y autoridad sobre su hijo. María reconoció siempre su pa
pel y su lugar. Fue un instrumento en las manos de Dios y se
gozó en llevar a cabo su obra.
Ni María ni Jesús tuvieron problema en su relación de autori
dad. Por lo menos no encontramos ningún registro de ello en la
Biblia o en la Tradición. Después de la ascensión de Jesús, Ma
ría no ocupó ningún lugar de preeminencia entre los discípulos.
Para ellos estaba clara su misión. En ningún evangelio o epístola
se niega su función. Pero jamás se le otorga ninguna cualidad re-
dentiva especial. Tanto para María como para los discípulos el
principio es sencillo:
Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás (San Mateo
4:10).
En tiempos neotestamentarios nunca surgió el problema del
lugar de María. Fue cuando el hombre trató de ganarse la salva
ción que la adoración idólatra de María como madre de Dios
surgió. Consciente de este falso culto, la Iglesia Católica ha
hecho la siguiente clasificación, dividiendo el culto en tres cate
gorías:
1) el de latría, que rinden a Dios
2) el de dulía, que rinden a los santos
3) el de hiperdulía, que rinden a la Virgen.
Pero tengamos muy en cuenta que sólo hay un culto, el que se
rinde al Todopoderoso, y cualquier otro que se invente, con cual
quier otro nombre que se le asigne, es una abominación que
16 Dios condena.
M aría y las enseñanzas de Cristo
La Verdad
os hará libres • A María no se le deben dirigir oraciones y peticiones:
“Cuando vosotros oraréis, decid: Padre nuestro. . . ” Así ense
ñó el Señor y ninguna otra oración cabe en el sistema cristiano.
• María no es mediadora:
Hay un solo mediador y este es Cristo. El mismo dijo: “Nadie
viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). San Pablo declaró enfá
ticamente lo mismo al escribir a Timoteo: “Porque hay un Dios;
asimismo un mediador tenemos para con el Padre, a Jesucristo
hombre" (1 Timoteo 2:5).
• María no es abogada:
No es ella la que puede abogar por nosotros ante Dios. San
Juan escribió: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos pa
ra con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 San Juan 2:1).
• María no puede salvamos:
San Pedro dijo ante el concilio de los judíos: “Y en ningún
otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, da
do a los hombres, en que podamos ser salvos " (Hechos 4:12).
Expresiones heréticas y profanas acerca de M aría
San Anselmo escribió que cuando recurrimos a la Madre de234
25
do estaba a punto de abandonar a sus discípulos corporalmente y
ascender a los cielos. Sin embargo, en virtud del don del Espíritu
Santo, Jesús estaría más cerca de sus discípulos en toda la tierra
que si permaneciera corporalmente entre ellos. La Escritura hace
real la presencia de Jesús para cada creyente humilde. Por medio
del don y la dirección del Espíritu Santo, cada discípulo del
Maestro podría encontrar comunión con Cristo tal y como lo hi
cieron los apóstoles. Elena White ha comentado apropiadamen
te: “Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo
lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que
fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la tie
rra.”2
OC En cuanto al papel de vicario de Cristo, Tertuliano (145-220)
uno de los Padres de la Iglesia, escribió “Ese vicario del Señor
La Verdad es el Espíritu Santo.”3 Podemos estar de acuerdo con las pala-
os hará libres bras del historiador Adventista Leroy Edwin Froom: “El Espíritu
Santo es el verdadero vicario y sucesor de Cristo aquí en la tie
rra.”4
Sucesor d e San Pedro
La Iglesia Católica sostiene que como sucesor de San Pedro,
en la sede de Roma, el Papa ha heredado la autoridad del Prínci
pe de los Apóstoles primera cabeza de la Iglesia Universal. El
es, por consiguiente, como San Pedro, el Supremo Jerarca de to
da la Iglesia.
En el Concilio Vaticano I (1869-1S70) se señaló:“Si alguno
dijere que no es por institución de Jesucristo o de derecho divino
que el apóstol Pedro tenga sucesores perpetuos de su primado
sobre toda la Iglesia; o que el Pontífice Romano no es el sucesor
del apóstol Pedro en este primado, sea anatemizado.”
Examinaremos varios pasajes del Nuevo Testamento en los
que veremos que por alta que haya sido la estima en que Pedro
era tenido, por muy grande su primado moral, que nadie le des
conoce, no ejerció jamás autoridad sobre los demás apóstoles ni
sobre la Iglesia en general. Ninguna diferencia había entre após
tol y apóstol.
2 Elena White, El Deseado de Todas las Gentes, págs. 622,623.
3. Tertuliano, 4 ANF 27
4. ve. 60
¿Es Pedro la "roca"?
Un texto bastante común para justificar la posición de Pedro
como principal discípulo y cabeza de la Iglesia, es el siguiente:
Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a cons
truir mi Iglesia (Mateo 16:18).
Dirigiéndose a Pedro como Simón Bar-jona, en el versículo
17, Jesús estaba usando el nombre que el le había dado a Pedro
después de su primer encuentro (ver San Juan 1:40-42; San Ma
teo 4:18). Las palabras “sobre esta piedra” o “sobre esta roca”
han sido interpretadas de muchas maneras: 1) que Pedro es esta
“roca”; 2) que la fe de Pedro en Jesús como el Cristo es “esta ro
ca”; 3) que Jesús mismo es “esta roca”. Razones de peso han si
do dadas en favor de cada una de estas explicaciones. 27
La mejor manera de determinar lo que Jesús quiso decir en El Papa
esta frase es indagando lo que estas formas de expresión signifi
caban para los judíos de su tiempo. El testimonio de los escritos
de los discípulos mismos nos da una clave. Afortunadamente te
nemos los registros de sus escritos que nos iluminan en cuanto al
significado de las palabras de Jesús (ver 2 Pedro 1:16; 1 Juan 1:1-
3).
El mismo Pedro, a quien fueron dirigidas estas palabras, ne
gó, por sus enseñanzas que la “roca” a la que Jesús se refirió
fuera el mismo (ver Hechos 4:8-12; 1 Pedro 2:4-8). Mateo regis
tra el hecho de que Jesús usó de nuevo esta misma expresión ba
jo circunstancias que indican claramente que se refería a sí
mismo (ver Mateo 21:42; Lucas 20:17, 18).
Desde tiempo antiguo la figura de una roca era usada por los
hebreos como un término específico para designar a Dios (ver
Deuteronomio 32:4; Salmo 18:2). Así encontramos que el profe
ta Isaías habla de Cristo como “una gran roca en el desierto”
(Isaías 32:2), y como “una piedra escogida y valiosa” (Isaías
28:16). San Pablo afirma que Cristo era la “Roca” que iba con
su pueblo en tiempos antiguos ( 1 Corintios 10:4; cf. Deuterono
mio 32:4; 2 Samuel 22:32; Salmo 18:31). En un sentido secun
dario las verdades que Jesús habló son también la “roca” en la
cual todos los hombres pueden edificar con seguridad (Mateo
7:24,25), porque él mismo es la palabra viva hecha carne (Juan
1:1,14; cf. Marcos 8:38; Juan 3:34; 6:63,68; 17:8).
Jesús es la “roca de nuestra salvación” (Salmo 95:1; cf Deute-
ronomio 32:4, 15,18). El solo es el fundamento de la Iglesia
porque “nadie puede poner otro fundamento que el que ya está
puesto, que es Jesucristo” ( 1 Corintios 3 :11), y “en ningún otro
hay salvación” (Hechos 4: 12).
San Agustín (c. 400 A.D.), el más grande de los teólogos ca
tólicos de los primeros siglos de la Iglesia, deja que sus lectores
decidan por sí mismos si Jesús se refería a sí mismo o a Pedro
cuando utilizó estas palabras.5 Crisóstomo, otro Padre de la
Iglesia Cristiana, dijo que Jesús prometió establecer el funda
mento de la Iglesia en la confesión de Pedro [no en Pedro mis
28 mo] y que Jesús solamente es el fundamento de la Iglesia.6
Eusebio, uno de los primeros historiadores cristianos, cita a Cle
La Verdad
mente de Alejandría declarando que Pedro, Santiago y Juan no
os hará libres
buscaron la supremacía en la Iglesia, sino que escogieron a San
tiago como su dirigente.7 Otros Padres de la Iglesia, como Hila
rio de Arles, enseñaron lo mismo.
Fue cuando se buscó apoyo escritural para el obispo de Roma
como primado de la Iglesia, que las palabras usadas por Jesús en
esa ocasión fueron sacadas de su contexto. A partir de entonces,
las palabras de Jesús se consideraron como si estuviera haciendo
a Pedro la “roca”. El Papa León I (c. 445 A.D.) fue el primer
pontífice que pretendió que su autoridad venía directamente de
Cristo a través de Pedro.
El nombre Pedro se deriva del griego petros, una “piedra” ge
neralmente un pedazo de piedra. La palabra “roca” es la palabra
griega petra, una masa grande de roca, un “peñasco” o “grupos
de rocas” una “cima rocosa”. Una petra es una “roca” masiva,
fija, inamovible. Una petros es una pequeña piedra. Obviamente,
una petros, o piedra pequeña, difícilmente se podría convertir en
el fundamento de un edificio, y Jesús está diciendo que solamen
te una “roca” puede servir como tal. Esto mismo indicó Jesús
cuando dijo, en otra ocasión:
Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un
5 Retracciones i. 2 1.1
6 Comentario en Gálatas, cap. 1:1-3; Homilías en Timoteo. No. xvíii cap. 6:21.
7 Historia de la Iglesia, ii. 1.
hombre prudente que construyó su casa sobre la roca (Mateo
7:24).
La palabra aquí empleada por “roca” es petra. Cualquier edi
ficio construido sobre Pedro, petros, un humano frágil y propen
so a errar, tal y como lo registra el evangelio, no puede ser el
fundamento de la Iglesia. Es tanto como edificar sobre la arena.
Es interesante que cuando los discípulos le preguntaron al Se-
ñor: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mateo
18:1), nunca dijo que Pedro o cualquier otro apóstol, sino que
tomando a un niño lo puso en medio de ellos, diciéndoles que el
que se humillare como ese niño, el tal era el mayor en el reino
de los cielos.
Dignatarios d e la Iglesia Católica 29
Papa Significa padre y se le da el título de
El Papa
Santidad,
Cardenal Significa fundamental y es un Príncipe
de la Iglesia.
Nuncios e Internuncios: Son representantes del Papa en las
naciones que mantienen relaciones ofi
ciales con la Santa Sede.
Delegado Apostólico Actúa en las naciones que no mantie
nen relaciones con el Vaticano.
Arzobispos Tiene, cada uno, la vigilancia de uná provincia
eclesiástica; ésta se compone de varios obis
pados. Se les da el título de Excelentísimo.
Obispo Significa guardián, el cual está a cargo de una
diócesis. Recibe el título de Reverendísimo.
Canónigos Tienen el deber de ser consejeros del obispo. Se
les da el título de ilustrísimo.
Cura Significa cuidar, está encargado de un área
parroquial.
El Papa com o d o c to r infalible
De acuerdo a la tradición y el dogma católico, el Papa ha reci
bido de Jesucristo la misión de enseñar a todos, pastores y fieles,
las verdades de la fe. El es infalible, a saber, no se equivoca
cuando llena los deberes de su cargo.
Para que el Papa sea infalible, se requieren tres condiciones:
1) Que su decreto recaiga sobre una cuestión concerniente a la fe,
a las costumbres, o a la disciplina de la Iglesia; 2) que emita un
juicio definitivo con la voluntad formal de obligar las concien
cias; 3) que hable como pastor y doctor de todos los cristianos
en virtud de la autoridad apostólica. Se dice entonces que el Pa
pa habla ex cáthedra, es decir, sentado en la sede de Pedro, co
mo debe estar sentado todo juez que dicta sentencia.8
De una manera práctica, cuando el Papa habla como cabeza
de la Iglesia en materia de fe y moral, es infalible. Cuando el Pa
pa, aunado a los obispos del mundo en un concilio general, ha
bla en materia de fe y moral, es infalible. Cuando el Papa
aunado a los obispos en sus diócesis, en armonía con la doctrina
revelada, habla en materia de fe y moral, es infalible. Elena,
White, ha comentado: “Una de las principales doctrinas del ro-
manismo enseña que el Papa es la cabeza visible de la Iglesia
universal de Cristo, y que fue investido de suprema autoridad
sobre los obispos y los pastores de todas partes del mundo. Aun
más, al Papa se le han dado los títulos propios de la divinidad.
Se le ha titulado ‘Señor Dios el Papa,’9 y se le ha declarado infa
lible. Exige que todos los hombres le rindan homenaje. La mis
ma pretensión que sostuvo Satanás cuando tentó a Cristo en el
desierto, la sostiene aún por medio de la Iglesia de Roma, y mu
chos son los que están dispuestos a rendirle homenaje.”10
El Segundo Concilio Vaticano no trajo a debate ni el principio
de autoridad religiosa ni la doctrina del papado. Fue a todas lu
ces una confirmación esencial de los Concilios de Trento (1545-
1563) y Vaticano I ( 1869-1870). A sí que las definiciones
dogmáticas de Roma sobre estos asuntos siguen vigentes. Sobre
esto se nos ha amonestado: “La Iglesia papal no abandonará
nunca su pretensión a la infalibilidad. Todo lo que ha hecho al
perseguir a los que rechazaban sus dogmas lo da por santo y
bueno; y ¿quién asegura que no volverían a las andadas siempre
que se les presente la oportunidad? Deróguense las medidas res-
8. Pág. A. Hilfaíre.
9 Dominum Deum nostrum Papam.
10 Elena White, El Conflicto de los Siglos, pág. 54.
trictivas impuestas en la actualidad por los gobiernos civiles y
déjesele a Roma [Vaticano] que recupere su antiguo poder y se
verán resucitar en el acto su tiranía y sus persecuciones.”11 To
dos estamos de acuerdo en que es necesaria una guía infalible y
confiable para los asuntos que conciernen a la fe, a la doctrina y
a la vida espiritual de la Iglesia de Jesucristo y de sus discípulos.
Es innegable que en la humanidad hay tinieblas de ignorancia,
de error, de empecinamiento y de desorientación. Entonces,
¿dónde se hallará esa luz que nos guíe? ¿Dónde esa verdad que
merezca ser abrazada con absoluta confianza? Y ¿quién será el
que tenga la autoridad suficiente para decimos que se debe creer
y que no se debe creer?
Los Adventistas del Séptimo Día reconocemos que la autori 31
dad para estas cosas está en las Sagradas Escrituras. El Espíritu
Santo, la tercera persona de la trinidad, quien es el autor de ellas, El Papa
da luz a las mentes que en actitud humilde y reverente las leen,
meditan y estudian para conocer la verdad y la voluntad de Dios.
La Biblia, con la ayuda del Espíritu Santo, es la guía infalible y
nuestra luz.
1 * Ibíd., pág. 6 2 0 .
La
Verdad
Capítulo cuatro
El Papado y las
Escrituras
Mientras yo estaba mirando los cuernos, vi que de entre ellos
salía otro cuerno más pequeño, y entonces le arrancaron tres
cuernos para dejar lugar al último que le había salido, el cual
tenía los ojos como los de un ser humano y una boca que habla
ba con mucha arrogancia (Daniel 7:8).
Insultará al Dios Altísimo e irá acabando con su pueblo; tra
tará de cambiar la ley de Dios y las fiestas y el pueblo de Dios
estará bajo su poder durante tres tiempos y medio. (Daniel 7:25).
La Iglesia Católica considera su máxima autoridad al Papa.
Su autoridad reside, no únicamente con relación a sus poderes
para aplicar las leyes eclesiásticas, sino en su poder y autoridad
de aplicar las leyes divinas e incluso modificarlas. Un escritor
católico ha comentado:
“El Papa dispone de una autoridad y un poder tan grande que
puede modificar, aplicar o interpretar aún las leyes divinas... El
Papa puede modificar la ley divina, puesto que su poder no se
deriva del hombre sino de Dios, y está actuando como vice-ge-
rente de Dios en la tierra con la más completa autoridad de ligar
o desatar a sus ovejas.” 1
Algunos papas mismos han hecho declaraciones aun más
pretenciosas que la anterior. El Papa León XIII (1873-1903) de
claró en su encíclica de junio 20, de 1894: “Ocupamos en esta
tierra el lugar de Dios Omnipotente.”12 El Papa Bonifacio VIII
(1294-1304) llegó a considerar sumisión a la autoridad papal in
dispensable para la salvación: “Declaramos, afirmamos, defini
mos y proclamamos que cada ser humano debe someterse al
Pontífice Romano para que sea salvo.” El Papa Gregorio VII
(1073-1085) asignó al oficio papal el manto de la infalibilidad:
1 Traducido de Prompta Biblioteca, Papa II por Lucio Ferrari. Citado en S. D. A. Comm
IV: 831.
2 Las Grandes Cartas Encíclicas (New York, Denziger Bros ), pág. 304.
33
“La Iglesia de Roma nunca ha errado, ni errará jamás.”
Por supuesto, este tipo de declaraciones no han sido tomadas
con mucho gusto por aquellos cristianos, tanto católicos como
protestantes, que son conscientes de la realidad bíblica. No sólo
ha cometido errores en el pasado sino que aún hoy pueden seña
larse prácticas que están en oposición las verdades bíblicas. Así
encontramos al cardenal Gibbons que opina: “Usted puede leer
la Biblia de Génesis a Apocalipsis y no encontrará una sola línea
que autoriza la santidad del día domingo. Las Escrituras dan vi
gor a la observancia religiosa del día sábado, día que nosotros
nunca santificamos.”3
La escritora que ya citamos anteriormente comentó a este res-
34 pécto:
La Verdad “Antes de la caída, nuestros primeros padres habían guardado
os hará libres sábado que había sido instituido en el Edén; y después de su
expulsión del paraíso continuaron observándolo... El sábado fue
honrado por todos los hijos de Adán que permanecían leales a
Dios. Pero Caín y sus descendientes no respetaron el día en el
cual Dios había reposado. Eligieron su propio tiempo para el tra
bajo y el descanso sin tomar en cuenta el mandamiento expreso
de Jehová.”4
El Papa y la Dispensa de las Am éricas
La autoridad papal rigió los acontecimientos humanos de tal
manera durante siglos, que en ocasión del descubrimiento de
América, los reyes españoles Femando II de Aragón e Isabel de
Castilla, los “Reyes Católicos” (1479-1516) tuvieron que acudir
al Papa para conseguir sanción sobre las nuevas tierras:
El rey Fernando no reposaba hasta haberse asegurado del so
berano pontífice (Alejandro VI) la sanción sobre la posesión de
todas las tierras ya descubiertas y aquellas que Colón pudiera to
davía descubrir. Inmediatamente envió a Roma un embajador
para solicitar del Papa la concesión oficial de aquellas tierras en
favor de los españoles, excluyendo a todas las demás naciones.
Pidió que esta concesión fuera exclusiva y hereditaria. Alejandro
7* Heath, Las Profecías de Daniel, pág. 90. Citado en The Approaching End of the Age.
por Guinness.
D a n ie l 8
La P r e v a r ic a c ió n A s o la d o r a
LO QUITADO LO SUSTITUIDO
43
imperfectos, está ofendiendo a Dios y desobedeciendo a Cristo.
Por eso jamás encontramos escrita esta palabra aplicándose a
los profetas, apóstoles, evangelistas, etc., en las páginas escritu
rarias. Hasta el cuarto siglo no comenzó a generalizarse la cos
tumbre de llamar “Padre” al ministro o sacerdote. Después de
esa fecha, cuando gobernaba la Iglesia Gregorio VII, obispo de
Roma, se diferenció esta palabra de la de “Papa”, siendo esta úl
tima únicamente el obispo de Roma, elevado a la categoría de
“Padre de la Cristiandad”. Existen otros títulos bondadosos que
pueden ser aplicados a los ministros del Señor sin necesidad de
usurpar a Dios lo que solamente a Dios le corresponde.
2. SUMO PONTIFICE: “Pontífice” significa
44 “constructor de puentes”. Fue el título que llevaron los sacerdo
tes paganos de Roma porque oficiaban sobre el puente del río
La Verdad Perusa y también de aquellos otros que construyeron un puente
os hará libres so^ re e j r f0 xiber. Después pasó a poder de reyes y emperadores
como puede verse en las inscripciones de algunas monedas ro
manas. Es pues, un título de origen pagano.
Cierto es que Pablo emplea la misma palabra aplicada a Cris
to, en el sentido de “Sacerdote o Sacrificador”. Sin embargo, no
temos que es a Cristo y no a ningún sacerdote a quien Pablo
distingue con este nombre. El dice literalmente: "Porque ¿al
pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los
pecadores y hecho mas sublime que los cielos". (San. Pablo a los
Hebreos cap. 7; vers. 26).
Cristo es el único Pontífice de la Iglesia por estas razones:
1. - El es el Sacerdote eterno, propuesto por Dios al mundo
creyente.
2. - El tiene poder para salvar a todos los que por su mediació
se allegan a Dios.
3. - El es el Mediador o Intercesor único entre Dios y los hom
bres.
4. -El es perfecto.
5. - El se ofreció una sola vez en sacrificio redentor. Por tanto,
El solamente es acreedor a este glorioso título.
Así lo entendieron los primitivos cristianos para quienes sólo
Cristo fue el “Pontífice Máximo”. El puente construido por Cris
to para que por El las almas lleguen a Dios, es el único puente
salvador y eterno. Y ese puente esta construido con el precio de
una sangre derramada en un sacrificio augusto. Unicamente, di
ce Juan, “la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado
Cuando el obispo de Roma hace gala de tal título, está contra
diciendo las Sagradas Escrituras y pretendiendo ocupar, en la
Iglesia, el lugar que únicamente a Cristo corresponde.
3. VICARIO DE CRISTO. Acaso sea éste el título más apre
ciado por el romanismo y el que peores consecuencias ha aca
rreado a la Iglesia. La palabra “vicario” quiere decir sustituto,
representante o el que hace las veces de otro.
Ya existía este nombre en el imperio romano. Es de significa 45
do representativo. Según él, el Papa ostenta toda autoridad, espi
Títulos
ritual y religiosa, sobre la Iglesia, sus ministros, el dogma y la papales
moral.
Unicamente a Cristo concedió el Padre: ‘W a potestad sobre
los cielos y la t i e r r a Insistimos, únicamente a Cristo. El Papa,
al pretender ser sustituto de Cristo, hace ostentación del mismo
poder. Investido, según el romanismo, con la potencia del Espíri
tu Santo, su santidad, su sabiduría, su infalibilidad radican en él
de un modo permanente y exclusivo.
Es cierto que Cristo dejó como representantes suyos en la tie
rra a sus discípulos. Así dijo El: "El que os recibe a vosotros, a
mi recibe; y el que a m í recibe, recibe al que me envió”. Y tam
bién: "El que a vosotros oye, a m í oye; y el que a vosotros dese
cha a mi deshecha”. (San. Mateo, cap. 10:40). Oír, recibir o
rechazar a uno de sus enviados equivale a hacer lo mismo con
Cristo. Sin embargo, la afirmación de Cristo no se refiere a uno
solo, sino a todos los apóstoles. De tal suerte que, recabar para
sí, dirigida a uno sólo y no a todos esta potestad, significa limitar
y trastornar el ideal cristiano.
También Cristo señaló a sus representantes en la tierra por
medio de una vigorosa parábola, conocida comunmente bajo el
nombre de “Parábola del Juicio Final” En ella Cristo dice: “Todo
cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a Mí lo
hicisteis”. ¿Quiénes eran estos hermanos pequeñitos? La parábo-
la lo aclara: los hambrientos, los sedientos, los solitarios, los
desnudos, los enfermos, los prisioneros. Estos, dice El, son sus
representantes, de tal modo que hacer por ellos alguna cosa es
hacerlo por el mismo Cristo. Servirles, sacrificarse por ellos, ha
cerles un bien es hacérselo al mismo Cristo. De este modo, al
identificarse Cristo con la Humanidad sufriente, lanza audaz
mente un reto a la mente cristiana, invitándola a realizar, por
amor a El, toda clase de beneficios al mundo.
Entendemos que jamás pasó por el pensamiento de Cristo ins
tituir a una persona con este privilegio de ser representante suyo
en la tierra. Jamás pronunció la menor alusión sobre el particular
hacia uno de sus apóstoles. Siempre, al destacar esta representa-
46 ción habló en términos generales, incluyendo a todos los creyen
tes y a todos los necesitados. Hubiéramos querido encontrar un
La Verdad solo texto bíblico que contuviera estas palabras: “En tí delego mi
os hará libres autoridad, mi sabiduría, mi poder”. No lo hallaremos por parte
alguna de la Escritura. Porque si hubiera existido algún cristiano
ungido con esa gracia sobrenatural, la Iglesia Cristiana Univer
sal lo hubiera reconocido como tal y se hubiera inclinado ante él.
Por esto, nada tiene de extraño que para llegar a la posesión
del título de “Vicario de Cristo” hayan tenido que pasar quince
siglos y esperar a que el Concilio de Florencia lo decretara así,
en favor del obispo de Roma.. El obispo de Constantinopla se le
vantó violentamente contra el decreto, indicando claramente que
no podía transigir con tal dictadura religiosa.
No podemos concebir cómo existe un hombre en la tierra ca
paz de cargar con la responsabilidad de “representar a Cristo”
entre los hombres. Conociendo la verdad de la naturaleza huma
na, tan imperfecta, tan insegura, tan enferma, no podemos creer
que alguien, sea quien fuere, se atreva a presentarse ante el mun
do diciendo: “Yo soy el sustituto de Cristo, de aquel Cristo ino
cente, limpio, puro, santo, divino, Hijo Unigénito de Dios y
Redentor del mundo”. Unicamente la soberbia o la ceguera es
piritual han podido volcar sobre un solo hombre todo el peso
enorme de semejante responsabilidad.
4. SU SANTIDAD. He aquí otro de los títulos exclusivamen
te papales. Este, por supuesto, tomado del judaismo. El sumo sa
cerdote judío llevaba sobre su frente, como parte de su atavío
religioso, una placa de oro en la que podía leerse este rótulo:
“Santidad a Jehová”. Tales palabras hacían de él una especie de
labú sagrado, intocable y santo.
El Papa, como Sumo Pontífice de la Iglesia o Sumo Sacerdote
ludio, no lleva sobre sus vestiduras nada semejante, pero sí es
saludado y reconocido como compendio y suma de todas las vir
tudes, como único representante de la santidad más absoluta.
Precisamente por esta aureola de santidad es por lo que recibe
acatamientos y homenajes semejantes a aquellos que, de vivir
entre los hombres, recibiría el mismo Cristo. Y, sin embargo, no
es posible borrar el contenido solemne de la escritura cuando
nos afirma que: “por cuanto todos pecamos todos estamos desti
tuidos de la gloría de Dios”.... “Y el que se dijere sin pecado es 47
mentiroso y hace a Dios mentiroso”... “Que no hay hombre que
haga siempre el bien y nunca peque”...“Que somos nacidos y Títulos
concebidos en pecado” y solamente la fe y la misericordia divi papales
na pueden librarnos del peso enorme de la culpa y de la herencia
. . “Que el pecado está en nosotros” y no es posible la salva
ción de criatura alguna si no aceptare el perdón concedido por
Dios en Cristo.
La propia historia eclesiástica lo demuestra. El romanismo re
conoce, en parte, que la santidad pontifical siempre relativa, no
ha residido sino en un pequeño número de papas quienes supie
ron destacarse por sus virtudes y su piedad. El romanismo reco
noce las manchas terribles que recayeron sobre la Iglesia por
culpa de hombres elevados a la categoría papal que no supieron,
no pudieron o no quisieron mantenerse dentro de los límites es-
irictos de la moralidad cristiana. No queremos lanzar anatemas
contra nadie. Nosotros somos también hombres y por tanto con
laminados de pecado. Nuestra miseria espiritual, nuestra impo
tencia para vencer el pecado son bien manifiestas. No podemos
arrojar la piedra contra nadie. No debemos hacerlo. Cristo es el
que juzga. Pero sí, lamentamos esta ceguera romanista y lamen
tamos, más aun, que el Sumo Pontífice romano, sabedor como lo
es de la teología cristiana, acepte, sobre sí un título tan glorioso
como inmerecido.
La santidad no estuvo ni estará jamás en criatura humana. La
pureza del ángel ha sido negada al hombre. Solo Dios es Santo,
solo Dios lleva sobre sí, en justicia y verdad, el título precioso
de “Su Santidad”. Fuera de Dios, la relativa santidad humana,
tan lejos de la perfección, obliga a toda criatura a inclinarse so
bre el polvo de la tierra y gritar con el humilde Publicano de la
parábola de Cristo: “Oh, Dios, sé propicio a mí, pecador
48
La Verdad
os hará libres
Capítulo seis
¿Santa Cena o M isa?
57
¿Santa Cena
o Misa?
59
o en este mundo, o en el purgatorio en el mundo venidero, antes
de que pueda batirse la entrada al reino de los cielos; sea anate
ma."
Esta idea del purgatorio, la creencia en un fuego que purifica
a las almas, es de origen pagano. En Grecia fue sostenido por Pi-
tágoras y Platón. Platón, hablando acerca del futuro de los muer
tos, afirmaba que “de aquellos que han sido juzgados, algunos
deben primeramente ir a un lugar de castigo donde deben sufrir
la pena que han merecido.”' Entre los latinos lo sostuvo Virgilio,
como puede ser encontrado en su libro “La Eneida” y en algunos
otros de sus escritos. Así lo encontramos habiendo enseñado que
“algunas almas quedan suspendidas al viento (limbo), otras son
echadas al agua y otras purgadas en fuego hasta que se haya
60 agotado toda la malicia del pecado.” 2 Del paganismo pasó a la
La Verdad Iglesia Católica entre otras muchas creencias y prácticas.
os hará libres
La Iglesia sostiene que las penas del purgatorio son tan gran
des que superan a todas las penas de este mundo.3 Las almas en
el purgatorio, aunque mueren en la gracia de Dios, se ven priva
das de la visión de Dios. El fuego, según Tomás de Aquino, es
tan intenso como el del infiemo ya que declara que es el mismo
calor que atormenta a los condenados. El purgatorio terminará
con el mundo, pero las almas que hayan merecido estar más
tiempo, verán aumentadas sus penas, y así la duración será com
pensada por la intensidad.
Esta enseñanza de la Iglesia, aunque asentada como dogma,
no siempre ha sido bien recibida. San Agustín, uno de los Pa
dres más ilustres de la Iglesia, a principios del siglo V dijo; “La
fe católica descansando sobre la autoridad divina, cree que el
primer lugar es el reino de los cielos y el segundo el infierno.
Desconocemos por completo otro tercero; más aún, encontramos
que no existe en la Escritura tal lugar ” 4
La Biblia habla claramente del cielo y del infierno. Pero para
nada se nombra un tercer lugar, mucho menos de un purgatorio.
Las enseñanzas de la Iglesia a este respecto son contrarias a la
enseñanza de la Biblia. Mientras la Iglesia enseña acerca de un
1 Platón, Phaedrus, pág. 249.
2 Dryden, Virgilio. Libro VI, lins, 995-1012.
3 DocL Cristiana F. T. D. pág. 104.
4 San Agustín, Enquiridon, VIII y LXIX.
lugar de tormento, la Biblia enseña acerca de un Dios de amor
i|ue nos ha lavado y perdonado los pecados:
De Jesucristo, el cual es el testigo fiel, primogénito de entre
los muertos y soberano de los reyes de la tierra, el cual nos amó
y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5).
El apóstol Pablo, con repetida insistencia traía este mismo
punto a colación:
El cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su esen
cia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de
llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la dies
tra de la Majestad en la alturas (Hebreos 1:3- Biblia de Jerusa-
lén).
San Pablo nos presenta aquí al Hijo de Dios habiendo efec
61
tuado la purificación por el pecado. El mismo vino a resolver el El Purgatorio
problema del pecado. Cristo ha ofrecido el sacrificio que quita el
pecado de una vez por todas. Cristo ha llevado a cabo una purifi
cación completa y total.
Creer en la doctrina católica del purgatorio es desechar toda
la enseñanza de la Biblia a este respecto. Creer en esta doctrina a
pesar de los claros preceptos bíblicos es rebelamos contra Dios.
Fue en armonía con el apóstol San Pablo que San Juan Cri-
xóstomo (347-430) escribió: “En donde hay gracia, hay remi
sión; en donde hay remisión, no hay castigo.” 5
A este respecto Elena White ha comentado:
“Los siglos que se sucedieron presenciaron un constante au
mento del error en las doctrinas sostenidas por Roma. Las ense
ñanzas de los filósofos paganos habían recibido atención y
ejercido influencia dentro de la Iglesia. Muchos de los que pro
fesaban ser convertidos se aferraban aún a los dogmas de su filo
sofía pagana. Así se introdujeron graves errores en la fe
cristiana. De este modo se preparó el camino para la introduc
ción de otra invención del paganismo, a la que Roma llamó pur
gatorio, y de la que se valió para aterrorizar a las muchedumbres
crédulas y supersticiosas.” 6
65
cibir de él, la absolución o perdón.” 1 Bajo esta definición, la
Iglesia Católica considera tres diferentes tipos de confesión: or
dinaria, extraordinaria y frecuente.
En el IV Concilio de Letrán (1215), el Papa Inocencio III en
su bula Ego te Absolvo, introdujo esta forma del sacramento de
la confesión, la cual no fue adoptada por la Iglesia sino hasta el
año 1545-1563.
No cabe la menor duda que la confesión fue tomada de las
costumbres Medo-Persas. El libro persa pagano Zend Avesta,
que existió 400 años antes de Cristo, se refiere a lo que llamaron
patest, arrepentimiento y confesión. En el mismo se especifica
ban todos los pecados que el hombre puede cometer y era de es
66 ta manera: I) presenta el penitente al doctor de la ley; 2 )
empieza elevando una súplica a Ormuz y a su ministro en la
La Verdad tierra; 3) resuelve hacer todo el bien posible y se consagra a su
os hará libres
dios y cuando se confiesa dice: “Yo me arrepiento de todos mis
pecados, y renuncio a ellos. ¡Oh dios mío! Lastimaos de mí
cuerpo y de mi alma en este mundo y en el otro. Yo deshecho to
do mal, en pensamiento y en obra. ” 2
Otra vez traemos a referencia testimonios de los Padres de la
Iglesia:
San Basilio (329-379), quien viviera en Atenas, comentando
sobre el salmo 31 indicó:
Yo no me pongo en espectáculo delante del mundo para hacer
una confesión con mis labios, yo cierro mis ojos y hago la con
fesión en el secreto de mi corazón. Es sólo delante de ti, ¡Oh, mi
Dios!, donde yo dejo escapar mis suspiros. Tú sólo eres testigo
de ello. Mi gemir es en el secreto de mi alma. No hacen falta
muchas palabras para confesar que los gemidos y los suspiros
del corazón son la confesión mas aceptable.”
San Juan Crisóstomo (347-407) consideró también necesaria
la confesión únicamente delante de Dios:
“Es admirable que Dios no solamente nos perdona los peca
dos, sino que los perdona sin obligar a revelarlos, solamente
73
Pero siendo su uso anterior al de la existencia del Ave
María (San Antonio empleaba unas piedrecitas), hay que decir
que se comenzó a utilizar para otras oraciones y, especialmente,
para el Padre Nuestro. En Inglaterra se llamaba a los rosarios
paternosíers y a sus fabricantes paternosterers. Aun hoy, tan
poco amigos como son los ingleses de cambiar el nombre de las
calles, existe la Paternóster Row, donde antiguamente se habían
agrupado los de este oficio.
También el nombre de rosario es anterior a la devoción que
conocemos hoy por él, y con ésto nos adentramos ya en la histo
ria de su formación.
Junto con la devoción alegre y gozosa nacieron los sim
74 bolism os. El más fácil de todos ellos fue el de la rosa.
“Coronémonos de rosas” se dice en el libro de Sabiduría 2:8, y
La Verdad se coronaban realmente de ellas en la época medieval. Estas
os hará libres
coronas de rosas dieron nacimiento a esta forma de expresión
sim bólica religiosa. En un francés hablado vulgarmente
recibió el nombre de chapelet de roses. En español se le llegó a
conocer, lógicamente, como rosario. Y en italiano se le conoce
con el nombre de corona, evidentemente teniendo en mente la
idea de una corona de rosas.
Tan arraigado está el rosario en el culto católico, que un
rezo popular mexicano dice: “El rosario de María no lo dejes
de rezar, es el primer escalón de la gloria celestial”
Esta costumbre popular católica en nada tiene base bíblica. Ni
Jesús, ni los apóstoles, ni los Padres de la Iglesia apoyan esta
práctica y costumbre. El ejemplo que Jesús nos dejó fue:
Cuando oréis no seáis como los hipócritas, que gustan de
orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para
ser vistos de los hombres; en verdad os digo, ya tienen su paga.
Tu, al contrario, cuando quieras orar, entra en tu aposento,
corre el cerrojo de la puerta y ora a tu Padre que está en lo
secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará. (San
Mateo 6:5, 6 ).
Ninguna nación ha tenido un ideal de oración tan elevado
como los judíos. Ninguna religión la ha colocado en un nivel
tan alto como la de los judíos. “Grande es la oración,” decían
los rabinos, “mas grande que todas las obras.” Una de las
mejores cosas que se podían decir de un hogar, en el dicho
rabínico es ésta: “El que ora dentro de su casa se rodea de una
muralla que es más fuerte que el hierro.” Lo único que lamenta
ban los rabinos era que no se podía orar todo el día.
Pero su manera de orar se volvió demasiado formal. Entre
sus oraciones estaba el Shema, que consistía de tres pasajes
cortos de la E scritu ra—D euteronom io 6:4-9; 11:13-21;
Números 15:37-41. Shema es un imperativo de la palabra
hebrea por oír. El Shema toma su nombre del versículo que
dice: “Oye, oh Israel, el Señor tu Dios uno es.” La repetición del
Shema y el Shemoneh'esreh— literalmente, el dieciocho, porque
consistía de dieciocho oraciones—, llegó a carecer de significa 75
do. En los días de Jesús se había convertido en una repetición
baladí y supersticiosa. El Rosario
Entre los judíos, en los días de Jesús, existía una tendencia
a las oraciones largas. Se creía también que ciertos lugares
eran sagrados. De esta manera las oraciones eran únicamente
efectivas si eran largas y eran recitadas en esos lugares sagrados.
Fue contra este tipo de pensamientos que Jesús estuvo en
desacuerdo.
¿No existe la misma tendencia en el rosario? Se trata de una
repetición inútil de líneas ya trazadas. Es, sin lugar a dudas,
largo. ¡Cincuenta y ocho cuentas en un rosario! ¡Cincuenta y
ocho oraciones! ¡Todavía más largo que el Shema y
Shemoneh ’esreh juntos!
Jesús nos da dos reglas simples de oración. 1) Toda oración
debe ser dirigida a Dios. El problema es que tendemos a orar a
los hombres y no a Dios. A un santo y no a Dios. A una imagen
y no a Dios. Ya sea en público o en privado, el hombre debe
poner su mente en contacto con Dios por medio de la oración. 2)
Debemos siempre recordar que Dios es un Dios de amor que
está más listo a contestamos que nosotros dispuestos a orar. No
tenemos que aburrirlo con nuestras peticiones hasta el fastidio.
Debemos venir hacia El sabiendo que está dispuesto a dar.
Capítulo diez
Los Santos
1. Diccionario Larousse.
77
candidato. Si todo resulta satisfactorio, se anuncia que el falleci
do pertenece al número de los elegidos del cielo. Se le concede
el título de “Bienaventurado” o “Beato” y se le da autorización
para que su imagen o sus reliquias sean veneradas públicamente—
Para llegar a la etapa final—la de santo-, debe demostrarse
que el beato ha realizado por lo menos dos milagros desde su
beatificación. La Sagrada Congregación de Ritos investiga las
pruebas al respecto. Si todas las etapas del proceso han sido sa
tisfactorias, se celebra la ceremonia de canonización con toda la
pompa tradicional en la basílica de San Pedro en Roma. Enton
ces el Papa anuncia que el Bienaventurado queda incorporado al
número de los santos y merece recibir veneración pública de la
Iglesia Católica.
78
E jem plo verdadero d e canonización
La Verdad
os hará libres En 1569 nació en Lima, Perú, un niño a quien pusieron por
nombre Martín. Aquel niño, con el correr de los años, ingresó en
el convento de los Padres Dominicos de la Ciudad de Lima. Al
parecer se destacó allí por su humildad, pues se nos cuenta que
se conformó con ser un hermano lego, barrendero del convento.
Martín de Porres murió en 1639. En 1836, a los 197 años de su
muerte, fue declarado Bienaventurado o Beato. 126 años des
pués, a los 323 años de su muerte, fue declarado santo. En Perú
se le conoce popularmente como el santo de los ratones, pues
cuenta la tradición que Martín de Porres hizo pacto con los rato
nes que destruían la ropa en el convento, comprometiéndose los
roedores a vivir en el jardín y el monje a darles allí el alimento
necesario. El hecho de que Martín de Porres fuese elevado a la
categoría de santo ha constituido un gran acontecimiento en el
Continente Latinoamericano. Los oportunistas y mercaderes del
cine, que siempre están a la caza de la última sensación o acon
tecimiento, llevaron a la pantalla la vida de Martín de Porres ba
jo el titulo de Fray Escoba. Convirtieron así en un medio más de
explotación de dinero y sentimientos, la vida del humilde Martín
de Porres.
¿Cuántos santos ha producido la Iglesia Católica?
De acuerdo con una información, publicada en 1979, la Igle
sia Católica tiene 4.394 santos. En el proceso de canonización,
los santos son elegidos del cielo. Lógicamente, los que no son
elegidos no pueden llegar al cielo.
En los días de San Pablo había muchos más santos que todos
los santos reconocidos por la Iglesia Católica. Escribiendo a una
de las Iglesias cristianas en el Asia Menor, el apóstol se refirió a
las Iglesias del área como “las Iglesias de los santos” (1 Corin
tios 14:33). Los santos de las Iglesias primitivas eran de carne y
hueso. En aquel tiempo los cristianos llegaban a ser santos en un
día, en un momento. Cuando arrepentidos de sus pecados abrían
su corazón al Salvador y eran regenerados por el Espíritu Santo,
llegaban a ser santos.
Primera canonización
Durante mil años vivió y prosperó la Iglesia Cristiana sin la 79
canonización de los santos. La primera canonización que se lle
Los santos
vó a cabo fue la del obispo Ulderico de Augsburgo en el año
995, por obra del Papa Juan XV.
En la primera etapa de la canonización se declara bienaventu
rado al difunto candidato. Gracias a Dios que la Santa Biblia nos
da la seguridad de que el que quiere puede alcanzar el calificati
vo de bienaventurado. Aun antes de morirse. He aquí las prue
bas:
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos
(Salmo 1:1). Bienaventurados todos los que en El (Dios) confían
(Salmo 2:12). Bienaventurados los que oyen la palabra de
Dios, y la guardan (Lucas II :28).
Santos discontinuados
La Sagrada Congregación de Ritos declaró el día 14 de febre
ro de 1961 fuera del santoral a 1 0 1 santos que por su antigüedad
crearan serias dificultades para probar su verdadera existencia.
Vamos a considerar a algunos solamente, cuyas festividades y
cultos son muy populares.
Enero 15 San Mauro. Siglo VI.
Enero 30 Santa Martina. Patrona de la ciudad de Roma.
Febrero 14 San Valentín (269 A.D.). Patrono de los
enamorados.
Mayo 18 San Venancio (257 A.D.).
Julio 17 San Alejo, siglo V. Patrono de las enfermeras
y los limosneros.
Julio 20 Santa Margarita o Marina. Patrona de las
futuras madres.
Julio 25 San Cristóbal. Patrono de los choferes y
conductores.
Septiembre 23 Santa Tecla.
Noviembre 22 Santa Cecilia. Patrona de los músicos
Noviembre 25 Santa Catalina. Patrona de los filósofos.
Diciembre 2 Santa Bibiana. Patrona de los epilépticos y
locos.
80 Diciembre 4 Santa Bárbara. Se le invoca contra el rayo y
La Verdad el fuego. Es patrona de los artilleros, inge
os hará libres nieros, militares y mineros. En algunos paí
ses también la han hecho patrona de los ar
quitectos, albañiles y constructores.
Por q u e no creer en los santos
La respuesta es sencilla, porque las Sagradas Escrituras — la
Palabra de Dios— lo prohíben. Esta prohibición la podemos co
locar en dos grupos:
El primer grupo incluye textos que nos dan una prohibición
directa. Los diez mandamientos incluyen un mandato en contra
de la adoración de cualquier cosa que no sea el verdadero Dios:
No te harás ninguna escultura ni imagen alguna ni de lo que
hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni
de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás
ante ellas ni les darás culto (Exodo 20:4,5).
El mandato es claro. Dios nos ordena que no adoremos nada
que no sea a El mismo. Eso incluye todo lo que está en los cielos
lo mismo que en la tierra. Incluido en esto está el hacer imagen
alguna con el fin de rendirle adoración. Este mismo pensamiento
lo encontramos de esta forma:
Tened mucho cuidado de vosotros mismos; puesto que no vis
teis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb en
medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna es—
cultura de cualquier representación que sea; figura masculina o
femenina (Deuteronomio 4:15,16).
Más adelante, en el mismo libro, se nos da la razón por la cual
no hemos de hacer imágenes y adorarlas.
Ni te levantarás estatua, lo cual detesta Yahveh tu Dios (Deu
teronomio 16:22).
¡El Señor detesta todo tipo de estatua que se levanta con el fin
de adorarla! No solamente Dios detesta este tipo de estatuas, si
no que se pronuncia una maldición contra los que no tienen ésto
presente.
Maldito sea al hombre que hace un ídolo esculpido o fundido,
abominación a Yahveh, obra de manos de artífice, y lo coloca en 81
un lugar secreto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén
(Deuteronomio 27:15). No solamente Dios detesta este tipo de Los santos
idolatría sino que la tiene por abominable. El salmista lo pone de
esta forma vivida:
Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place
realiza.
I j j s ídolos de ellos, plata y oro, obra de mano de hombre. Tie
nen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no
oyen, nariz tienen y no huelen.
Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un
solo susurro de su garganta. Como ellos serán los que los ha
cen, cuantos en ellos ponen su confianza (Salmo 115).
El segundo tipo de prohibición incluye aquellos textos que
son una advertencia en contra de lo grandioso, espectacular e in
verosímil.
La venida del impío estará señalada por el influjo de Sata
nás; con toda clase de milagros, señales y prodigios engañosos
(2 Tesalonicenses 2:9).
San Pablo señala a Satanás como la fuente de todo engaño.
En este pasaje hace referencia a personas con poderes sobrehu
manos que podrán hacer “milagros, señales y prodigios.” No es
tá diciendo que estos eventos sobrenaturales sean falsos. Lo que
está diciendo es que estos eventos sobrenaturales producirán fal
sas impresiones, engañando a las gentes. Sus actos extraordina-
rios llevarán a muchos a aceptar la mentira como verdad. Esta es
la motivación de Satanás. Es la naturaleza de la impiedad de pre
sentarse a si misma como la piedad. No es solamente asunto de
confundir la verdad con la mentira y la impiedad con la piedad.
El más grande de los engaños incluye hacerse pasar por la divi
nidad. Para esto, no hace falta hacerse pasar por Dios. Basta con
tomar sus atributos.
¿Es ésto raro? ¿Es ésto extraordinario? Escribiendo a los co
rintios, San Pablo dice que no es raro ni extraordinario:
Y nada de extraño; que el mismo Satanás se disfraza de ángel
de luz (2 Corintios 11:14).
0 2 Concordando con estas advertencias y amonestaciones bibli —
cas, Elena White ha comentado:
La Verdad “El culto de las imágenes y reliquias, la invocación de los
os hará libres santos y la exaltación del Papa son artificios de Satanás para ale
jar de Dios y de su Hijo el espíritu del pueblo. Para asegurar su
ruina, se esfuerza en distraer su atención del único que puede
asegurarle la salvación. Dirigirá las almas hacia cualquier objeto
que pueda sustituir a Aquel que dijo: ‘Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados y yo os daré descanso’ (Mateo
11:28.)2
Los Padres de la Iglesia y el culto a los santos
San Cipriano recomendó: “¿Para qué postrarse delante de las
imágenes? Eleva tus ojos al cielo y tu corazón, allí es donde de
bes buscar a Dios.” 3
San Agustín (A.D. 389) exhortó a la imitación de la piedad
manifestada por los hombres del pasado, pero rechazó su culto:
“Que no sea nuestra religión el culto de las obras hechas por ma
no de hombre. Que no sea nuestra religión el culto de los anima
les. Que no sea nuestra religión el culto de los difuntos. Porque
si vivís una vida santa, es imposible creer que desean tales hono
res, antes desearían que nuestro culto lo diésemos a Aquel por
quien debemos ser participantes con ellos de la salvación. Por lo
tanto, tenemos que rendirles honor imitándoles, y no rindiéndo-
87
te el caso del romanismo relacionado con el voto de castidad o
abstinencia total de los apetitos camales. Con esto, el matrimo
nio pasa a la categoría de pecado. ¿Por qué? ¿Existe alguna ne
cesidad fundamental para ello? ¿Ordena el Evangelio algo
parecido? Cristo no dice más que “el que sea capaz de hacerse
eunuco por causa del reino de los cielos, que se haga”. No obliga
a nadie. No impone a nadie semejante yugo. El que sea capaz de
un sacrificio parecido, que se sacrifique y nada más.
Cristo no considera que el eunuquismo pueda salvar al mun
do, ni servir de ejemplo a la Humanidad. El jamás forzó a los su
yos para que se abstuvieran del matrimonio, ni aconsejó jamás el
seguir parecida senda a los hombres. Cristo, el Príncipe de los li
bertadores, no podía encadenar al mundo creyente con cadenas
88 de oprobio y oscuridad. Cristo no deseó jamás una humanidad
La Verdad mutilada ni desprovista de aquellos atributos naturales con que
os hará libres Dios mismo la creó. Antes por el contrario, El compartió su pan
y su vino con unos y con otros, sin considerar si quienes le se
guían o le necesitaban eran solteros o casados. Léanse las condi
ciones, pero ni una de ellas guarda relación con la vida sexual
de hombres y mujeres. El se complació en compadecer a los pa
dres y a las madres en aflicción por causa de sus familiares; en
bendecir a los niños y en inculcar en la mente de todos, los debe
res más respetuosos para con la familia y en especial entre las
mujeres para bendición de su propio hogar, sin que por eso su
maternidad fuera obstáculo a su pureza. Tampoco el matrimonio
de su propia madre con José, hombre justo, fue condenado por
Dios. Y creemos con todo el corazón que María la madre de
Cristo, fue verdaderamente santa.
Por otra parte, ¿en qué se puede fundar el romanismo para
imponer el celibato obligatorio a sus sacerdotes, frailes, y mon
jas? En que, como dice el apóstol Pablo “el casado tiene cuida
do de las cosas del mundo y en como ha de agradar a su mujer”.
¡Ese no es un argumento! Cierto que la preocupación del ho
gar es inevitable para quien se casa. No solo el hombre ha de
cuidar de su mujer, sino que cuando en el hogar los hijos apare
cen, estos cuidados aumentan y con ellos las preocupaciones e
inquietudes...¿Pero acaso ésto no es también cosa del Se
ñor?...Servir a los familiares, desvivirse por el hogar, sacrificar
tiempo, dinero, salud y vida por causa semejante, podrá desagra
dar a Dios? La buena monja Teresa de Jesús supo decir que:
‘También entre los pucheros esta Dios”...y no dijo ningún dis
parate. Si Dios nos ha dado el privilegio maravilloso de ser pa
dres y madres ¿por qué hemos de pensar que nos hurtamos a su
servicio dedicando parte de nuestros esfuerzos al cultivo de los
hogares y de los seres queridos que en el hogar conviven con no
sotros?
Pero se nos objeta que eso puede ir en menoscabo del servicio
de la Iglesia. Creo que es un error demostrable por todos aque
llos que estando casados y con familia han dedicado sus esfuer
zos máximos a servir a Dios dentro de su Iglesia.
El mismo apóstol Pablo dice: “Para gobernar bien la Iglesia 89
se debe comenzar por gobernar bien el hogar”. Eso es indiscuti
ble. La Iglesia es al fin y al cabo un hogar, el hogar de la familia Eunuquismo
de Dios y aquellos que están llamados al servicio de la Iglesia
verán siempre en ella como una continuación de su propio ho
gar. Dentro de la Iglesia, en efecto, los problemas, las inquietu
des, las enfermedades, los pleitos se presentan con la misma y
frecuente naturalidad que en los hogares. Si hemos empezado
por encauzar y resolver los problemas familiares, seguro que
tendremos mucho camino adelantado para administrar debida
mente la Iglesia. Todo depende de la consagración del corazón a
Dios.
Y si se nos aduce la falta de tiempo para compaginar el servi
cio de la Iglesia con el servicio del hogar responderíamos con el
capítulo tres del libro del Eclesiastés, donde se afirma que “hay
tiempo para todo cuanto se quiere debajo del 5 0 I ” .
En una palabra, no podemos ver causa alguna justificante
del celibato obligatorio impuesto por el romanismo.
Acaso se pretenda hacer resaltar la pureza moral del estado
del matrimonio, considerando como exponente de mayor
santidad la situación del soltero que la del casado. Tal cosa
sería un desconocimiento total de lo que implica la verdadera
santidad.El matrimonio no impide ni priva de la santidad. Antes
bien, existe mayor santidad en el esposo fiel y en el padre
honrado que en cualquier célibe impenitente. Porque la santidad
en sí no depende del celibato o del matrimonio, sino de la consa
gración de la vida a Dios y esta consagración de la vida a Dios
puede lograrla cualquier hombre o mujer sin imposición de nin
guna dase ni sacrificios estériles. La doncella o la casada pue
den servir al Señor, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia y
conservar la honestidad del espíritu, lo mismo haciendo que no
haciendo voto de castidad. Si honramos justamente el nombre de
madre, en su sentido litera!, es porque sabemos que en ella se
dan las excelsas virtudes de amor, humildad, abnegación y casti
dad mucho más abundantemente que en las mujeres que no lo
son.
Y bendecimos más justamente, al padre honrado, trabajador,
90 cuya vida es un dechado de sacrificio, que al hombre, que por el
hecho de conservarse soltero, vive para sí, aunque se diga vivir
La Verdad totalmente para el Señor,
os hará libres «• , . ~ .
Si el matrimonio fuera causa de impureza tendríamos que
culpar a Dios por haberlo instituido; tendríamos que renegar de
nuestros padres por habernos traído al mundo; tendríamos que
abominar de la Humanidad por estar formada, no por ángeles,
sino por hombres y mujeres creados para vivir en sociedad
complementándose los unos con los otros.
El voto de castidad obligatorio corta sus alas al amor humano,
lo mas hermoso que existe sobre la tierra. Rasga la virilidad del
hombre y le sepulta en los antros de la desesperación. Hunde a
la mujer entre las obras de una dicha improbable a cambio de la
ternura de su cariño natural y ancestral. Porque en toda mujer
existe el sentido de lo maternal, que lejos de ser vergüenza para
la Humanidad es orgullo y dignidad para la raza humana. Los
escrúpulos romanistas hacia el matrimonio ni tienen razón de
ser, ni pueden alcanzar la aprobación de Dios, por ser contrarios
a su voluntad.
Capítulo doce
Papas y Padres Contra
el Celibato O bligatorio
Obispos tan respetables como Hilario, Gregorio, Nicianceno y
Basilio fueron casados y el obispo de Tolemaida Synesio, en el
siglo V, fue también casado. Por eso en el año 692 y en el VI
Concilio General se ordenó que: “fueran depuestos los que in
tentaran privar a los sacerdotes y diáconos, después de haber re
cibido las órdenes en la compañía de sus esposas y que si alguno
se apartara de su esposa bajo pretexto de mayor santidad fuera
depuesto y excomulgado”. Por eso el Papa Pío XII en el 1958,
después de haberle impuesto el celibato a los sacerdotes y mon
jes escribió: “Quizás no fuera lo peor que muchos sacerdotes
estuviesen casados, pues de esta manera pudieran salvarse en el
matrimonio sacerdotal los que ahora, en el celibato sacerdo
tal, son condenados.” Y añadió: “Como el matrimonio ha sido
prohibido por razones de peso, atendiendo a consideraciones de
más peso aun parece que debería devolvérseles.”
El piadoso San Bernardo afirmo'. “Quitad del sacerdocio el
matrimonio honrado y lo llenaréis de guardadores de concubi
nas.” Y recordando una mejor época para la Iglesia dijo: “Mien
tras los sacerdotes engendraron hijos legítimos, la Iglesia
floreció con una legión feliz de hombres; vuestros papas fueron
mas santos, vuestros obispos mas inocentes y vuestros sacerdo
tes y diáconos mas honestos y mas castos”. Y al referirse al voto
de castidad obligatorio escribe: “Esta castidad forzada está tan
lejos de sobrepujar a la castidad conyugal que ningún otro cri
men ha traído mas desprecio al santo orden, mas peligro para la
religión, más pesar a todos los hombres que la deshonra produci
da en el clero por su lujuria. Por esto sería en interés tanto del
cristianismo como del santo orden que el derecho de matrimonio
público fuere devuelto al clero”.
¿Para qué mas comentarios? Si los propios jerarcas del roma-
mismo consideran que ha sido un nefasto error imponer el celiba-
93
to al clero y a las órdenes monacales, nada más tenemos que
añadir.
Pero volvamos la atención hacia Cristo. El apeló varias veces
al simbolismo de la parábola para elogiar el matrimonio. Ya los
místicos del siglo XVI, vieron en las maravillosas páginas del
Cantar de los Cantares, la figura piadosa de Cristo como el espo
so de la Iglesia.
Una de las más bellas parábolas se refiere a una boda. Otra, al
hogar de un buen padre de familia cuyos hijos siguen diferentes
caminos. En su método de enseñanza, descriptivo y realista El
ensalza las virtudes de los hogares y advierte a la Humanidad de
los peligros de la vida solitaria. Su discípulo Juan, en su libro de
94 Revelación o Apocalipsis, habla de la “bienventuranza” de cuan
tos se hallen presentes en las bodas del Cordero de Dios y gusta,
la Verdad así mismo de presentar a la Iglesia bajo la forma alegórica de
os hará libres
una esposa buena, fiel, honrada y piadosa... Si todo esto no es un
homenaje de Dios hacia el matrimonio ¿Qué es?...
Creemos que el romanismo ha cometido un tremendo error al
imponer el celibato a sus sacerdotes y monjes. Creemos que este
error se hace más patente cuando se enfrentan las tres ramas his
tóricas del cristianismo: la Iglesia Romana, la Iglesia de la Re
forma y la Iglesia Ortodoxa, porque en estas dos últimas, los
ministros y todos los demás servidores de la Iglesia, quedan en
completa libertad para contraer o no matrimonio. Y la historia
demuestra que en esta libertad se halla, no solo la voluntad de
Dios sino también la dignidad de la propia Iglesia.
¿Rectificará el romanismo? ¡Puede hacerlo! Tenemos la segu —
ridad de que el día en que lo hiciese así, será un día de fiesta pa
ra todos sus servidores y la simpatía del mundo y el agrado de
Dios, lo acompañarían para siempre.
C re c e d y m u ltip lic a o s (Libro del Génesis Cap. 1; vers. 28)
Ley de Dios es que la naturaleza humana encuentre una legíti
ma expresión en la unión de los seres de distinto sexo y que se
sujeten a dicha ley todos los organismos vivos.
“Creced y multiplicaos ”, fue la voz que dio expresión a este
mandato divino y, salirse de su disciplina equivale a intentar
evadir el plan de Dios. Por eso, dóciles al imperio de la naturale—
za y a la inefable influencia de esta orden, todos los seres vivos,
desde el principio de los tiempos, la han obedecido... y la tierra,
antes tan desordenada y vacía, ha visto crecer y desarrollarse,
progresivamente, hombres, animales y plántas hasta cubrirla casi
totalmente.
Cuando Dios vio la enorme tristeza del primer hombre, a
quien no podía bastarle la maravilla inmensa de un paraíso, ni
la presencia de los animales más corpulentos y domésticos, ni
la tarea necesaria de laborar la tierra para hacerla producir... di
jo: “haréle una ayuda idónea para él" y creó a la mujer, de la
misma substancia del hombre y semejante a él en todo.
Dios la creó como ayuda y compañera para el hombre, bus
cando que entre ambos no existiera ni aun el orgullo de la prima 95
cía, sino más bien la igualdad en todas las cosas.
Celibato
“No es bueno que el hombre esté solo”, dijo Dios. No lo esta
rá nunca. La soledad puede a veces servir para escudar el dolor y
el desengaño; para hacer soñar y meditar, pero cuando se prolon
ga demasiado engendra el hastío y produce tristeza, forja el há
bito de la rutina y presenta ante los ojos abiertos un horizonte sin
objetivo ni esperanzas. Pero cuando el hombre encuentra en la
mujer el complemento necesario para su vida, cuando acierta a
sentir en ella como el eco de si mismo y de su soñada felicidad,
por fuerza ha de acatar con júbilo la decisión divina,ha de aplau
dir, sin reservas, la gran sabiduría de la determinación eterna.
El hombre al permanecer solitario, debería sentirse suma
mente pequeño en su grandeza, contemplando la soledad de su
vida no como una caricia sino como un castigo, porque el hom
bre nació para ser sociable para vivir en sociedad, compartiendo
su pan y su esperanza, su ilusión y su dolor con los demás, de
jando a su paso una estela de sanos recuerdos entre aquellos que
le hicieron sentirse hombre, esposo y padre.
El estado del matrimonio es, pues, consecuencia imperativa
de una ley biológica y moral. Cuando se pretende substituirla o
anularla se atenta contra la naturaleza y contra Dios. Cuando se
inculca en el ánimo de las gentes la idea bastarda de que el ma
trimonio encierra la llama devastadora del “pecado”, se contra
dice a la moral y se traiciona a la vida. No puede haber pecado
en una institución de carácter divino. El matrimonio obedece a
una ley, no a un capricho; es una necesidad, no un instinto de
senfrenado.
Por eso el apóstol Pablo escribió esta frase lapidaria: “En to
dos es honroso el matrimonio”, Hebreos 13:4. Y al decir esto,
pensó en si mismo, tanto como en toda la Humanidad. No olvidó
que Cristo sanó a la madre de la esposa de Pedro cuando ésta,
adolorida por la fiebre, yacía en cama. El apóstol Santiago fue
acompañado de “su esposa” en sus continuas peregrinaciones y
aun el mismo apóstol San Pablo reclama para si la potestad de
llevar consigo una “hermana mujer”, argumentado de este modo:
“¿No tengo yo, dice Pablo,también la potestad de llevar conmi
go una “hermana mujer, como Pedro y Santiago?” (I Cor. 9:5.)
Insistimos: el matrimonio es una escuela universal, adecuada
para instruir en la disciplina del deber, de la abnegación, del sa
crificio y del amor verdadero. Por eso el apóstol tiene toda la ra
zón al asegurar que es “honroso para todos”. Así lo creyó en un
principio la Iglesia romana al elevarlo nada menos que a la cate
goría de “sacramento”, cometiendo bajo este punto de vista un
nuevo error doctrinal, porque el matrimonio, como argumenta
Casander, “no confiere la gracia del Espíritu Santo a los contra
yentes”. De esta misma opinión fue Durando, quien afirmó que
el matrimonio “ni confiere ni aumenta la gracia de quienes con
traen”. Durante quince siglos creyó la Iglesia romana esta ver
dad y la mantuvo en su doctrina hasta llegar al Concilio de
Florencia en el año 1439, en que admitió la existencia de siete
sacramentos, en lugar de dos, y entre ellos el del matrimonio.
Con anterioridad a esta fecha el matrimonio únicamente fue con
siderado como una “institución divina” por su origen, digna de
todo respeto y honra, pero nada más.
Los apóstoles Pablo y Pedro escriben mucho sobre el particu
lar y aconsejan sabiamente a los contrayentes haciéndoles saber
sus deberes recíprocos y múltiples para el buen gobierno del ho
gar y de la familia.
Cristo mismo santificó con su presencia el matrimonio cele
brado en Caná de Galilea, donde realizó su primer milagro en fa
vor de los contrayentes y sus convidados. Siem pre la
presencia de Cristo en el matrimonio cristiano será garantía in
mediata de santificación, en cuanto al vínculo matrimonial se re-
fiere; pero no de santificación constante para los contrayentes,
porque la presencia de Cristo en el hogar y en la familia está
condicionada a la buena voluntad y al esfuerzo personal de los
desposados y de sus familiares. En el hogar de los creyentes pia
dosos Cristo siempre está bendiciendo con su presencia espiri
tual, a la familia, así como deja de estar en los hogares en donde
por carencia de fe o frialdad de espíritu, la familia prefiere orien
tar sus vidas por otros caminos alejados de la voluntad divina.
En los hogares donde el amor lo es todo, la gracia de Dios abun
da y aun sobreabunda. En los hogares donde el cieno del “peca
do” enloda la vida conyugal o familiar, la gracia de Dios se
ausenta por incompatibilidad. De moda es que el matrimonio no
confiere por si mismo la gracia, aun cuando la fe y el amor sean
la base primordial del vínculo. También Cristo, reconociendo el
97
origen divino del matrimonio y la absoluta unidad manifestada Celibato
por el hecho matrimonial, decreta su indisolubilidad, afirmando
que solamente la muerte de uno de los cónyuges anula el víncu
lo. Otro motivo, aparte del hecho de la muerte, capaz de produ
cir la disolución matrimonial la establece Cristo en el caso del
adulterio comprobado. Para el cristianismo no existen, pues, más
que dos causas capaces de romper “lo que Dios unió”: la muerte
y el adulterio. El divorcio tan en boga en nuestro tiempo, no es
lícito bajo el punto de vista cristiano, salvo en el caso de adulte
rio comprobado. Las leyes civiles modernas lo permiten por un
sinnúmero de causas, a veces desprovistas de razón y buena fe.
Es mucho más cristiana la separación de cuerpos entre los espo
sos que el divorcio, con vistas, sobre todo, a un nuevo matrimo
nio, creador casi siempre de problemas innecesarios y enojosos.
Este rigor de Cristo para con el vínculo matrimonial debiera ha
cer pensar a quienes lo contraen, sabiendo que lo hacen para to
da la vida, y por tanto, es de conveniencia personal y social el no
proceder desconsideradamente, ni presentarse ante Dios con pro
mesas fingidas, ni acercarse al altar con miras interesadas o
egoístas, debiendo, en todo momento, contraerlo por amor y con
la esperanza cierta de la bendición de Dios. Quedan, pues, bien
sentados estos puntos principales: primero que el matrimonio es
honroso para todos, y segundo, que la Iglesia, al reconocer su
origen divino no lo sanciona y reconoce como un precepto dado
por Dios a toda la Humanidad.
¿Por q u é R om a lo p ro h íb e a sus sacerd otes y
monjas?
Siendo esto así ¿Por qué razón prohíbe el romanismo contraer
matrimonio a sus sacerdotes y monjes? En el canon 21 del Pri
mer Concilio Lateranense, año de 1123, se decretó lo siguiente:
“Prohibimos contraer matrimonio a los presbíteros, diáconos,
subdiáconos y monjes y juzgamos que los matrimonios contraí
dos por los tales deben ser anulados y los individuos llamados al
arrepentimiento.” La confirmación de este decreto tuvo lugar en
el año 1139, en el segundo Concilio Lateranense. Para llegar a
este acuerdo tuvieron que pasar muchos años. El papa Gregorio
VII, en el año 1070, trató de imponer el celibato obligatorio a los
98 clérigos y monjes separándolos de sus legítimas esposas, habien
do sido sancionado su matrimonio por la propia Iglesia, y con-
La Verdad minó, bajo pena de excomunión, a los tales, para que hicieran
os hará libres voto de continencia y castidad. Este intento papal fue recibido
con la más dura reprobación por parte del clero, hasta el punto
de que la vida del arzobispo que presidió el Concilio de Magun
cia, en 1075, corrió serio peligro. Mas, a pesar de la justa ira del
clero y del alarido razonable de las esposas legítimas y de los hi
jos habidos en el matrimonio canónico y hasta sacramental; a
pesar de la protesta de la conciencia religiosa, contra toda la tra
dición observada por el romanismo durante nueve siglos, acabó
por imponerse la voluntad papal hasta el día de hoy. He aquí la
gran paradoja del romanismo: por un lado admite la legitimidad
de la ley divina y, repetimos, hasta se atreve a convertir en sacra
mento el matrimonio y, por otro, lo repudia, lo anatematiza, lo
proscribe a sus sacerdotes y monjes, casados muchos de ellos le
galmente ante Dios, la Iglesia y los hombres. San Pablo acierta
al afirmar “que en todos es honroso el matrimonio”, el romanis
mo se atreve a rechazar esta opinión apostólica, considerándolo
deshonroso para sus sacerdotes y monjes. Si Dios ordena a la
Humanidad: “creced y multiplicaos”, dotando a todo hombre y
mujer, salvo contadas excepciones, de los medios factibles para
ello, el romanismo ordena que desacaten este mandamiento sus
sacerdotes y sus monjes. ¿Por qué? ¿Acaso estas personas con
sagradas al servicio de la Iglesia no son dignas de contraerlo?
¿Quizá su constitución física los sitúa, sin excepción, en un or
den humano para quien sea absurdo o imposible cumplir las exi-
gencias del vínculo matrimonial? La realidad ha probado en de
masía que los sacerdotes y los monjes son personas de carne y
hueso, como los demás, sujetos como todos a las exigencias sa
bias de una Humanidad creada por Dios en una absoluta igual
dad. ¿Por qué entonces, lo que se considera normal para los
demás seres humanos que nacieron ya con la determinación di
vina de su sexo, el romanismo intenta anular lo que Dios deter
minó que fuera así? En otros térm inos mas claros: si el
matrimonio es de Dios, ¿Por qué el romanismo lo prohíbe?... y
si no-es de Dios, ¿Por qué lo bendice?... Se nos alega un argu
mento de muy poco valor. Se nos dice que en la Escritura Sagra
da se recomienda y se bendice la continencia - no lo creemos.
Dios está a favor de los hogares, de las familias y de los hijos.
En Dios no hay contradicción. Si El ordena el matrimonio, no
99
puede ordenar ni bendecir la continencia y la soltería Y añade: Celibato
“bueno es al hombre no tocar mujer”; pero enseguida advierte:
“Si tomares mujer no pecaste y si la doncella se casare no pecó”;
añadiendo: “que las jóvenes se casen, que críen hijos, que go
biernen bien su casa para que no den ocasión al adversario para
maldecir”. Y en cuanto a los ministros, sacerdotes, directores es
pirituales de la Iglesia, el mismo apóstol enfatiza diciendo:
“Conviene, pues, que el obispo (pastor, anciano sacerdote, etc.),
sea irreprensible, marido de una sola mujer...que gobierne bien
su casa, que tenga hijos en sujeción, con toda honestidad, porque
el que no sabe gobernar su casa ¿Cómo cuidará de la Iglesia de
Dios? (San Pablo a 1 Timoteo, 3: 2-5). Y el apóstol tiene mu
cha razón al aconsejar esto: La razón apostólica.
Capítulo trece
¿F u e g o Eterno?
101
le. En su amor y misericordia “El no quiere que ninguno se pier
da, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Pero, no todos
aceptan su llamado. No todos podrán ser salvos. Aquellos que
rechazan la gracia salvadora de Jesús serán echados al infierno,
al fuego eterno, al fuego que nunca se apagará. ¿Es posible que
esas personas vayan a arder eternamente, sin consumirse?
La idea de un infierno eterno, donde se dice que existen las
más terribles formas de sufrimiento mental y físico por toda la
eternidad, es un concepto heredado de la mitología pagana, car
gada de dioses tiranos, vengativos y crueles. Lamentablemente
esa idea equivocada comenzó a introducirse en los conceptos
cristianos de una manera tan sutil que terminó siendo aceptada
102 como un hecho bíblico. Cuando se empezó a traducir la Biblia a
los diferentes idiomas, a las palabras hebreas y griegas que se re—
La Verdad fieren al sepulcro, se las tradujo en muchas ocasiones por “in—
os hará libres fiemo”, con lo cual se produjo mucha confusión.
De acuerdo a nuestra limitada y humana manera de entender
la justicia, comprendemos que las equivocaciones de los hom
bres deben de ser pagadas con penas carcelarias o materiales en
conformidad con la falta cometida. Acusamos de tiranos deshu—
manizados o hasta de criminales a los que además de encarcelar
al culpable, le aplican castigos físicos o de orden psicológico.
Nos espantamos cuando se nos dice que eso sucede en países ci
vilizados. Sin embargo, con la doctrina del infiemo le estamos
endosando a Dios la monstruosidad de encarcelar a los pecado
res en un lugar donde hay toda clase de espantosas penas físicas
y terribles sufrimientos morales. A esto hay que agregarle que
esas condiciones inenarrables las padecerán los reprobos por to
da la eternidad. ¿Será que eso es la justicia de Dios? De ninguna
manera.
La Biblia nos enseña que cuando Dios permite sufrimiento o
pruebas es para purificar nuestra fe:
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de
tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas
pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedera se prueba con
fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea már-
nifestado Jesucristo.(\ Pedro 1:6,7)
Nos dice que su amor nunca admite pruebas mayores de las
que podemos soportar: No os ha sobrevenido ninguna tentación
que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser ten
tados más de lo que podéis resistir, sino que dará también junta
mente con la tentación la salida, para que podáis soportar.(1
Corintios 10:13)
También dice la Escritura que Dios nos disciplina porque nos
ama y quiere prepararnos para la salvación. Y que cuando “deja
sin disciplina de la cual todos han sido participantes, entonces
sois bastardos y no hijos” (ver Hebreos 12:4-11). Sin embargo,
el amor de Dios sigue esperando, pues no quiere que nadie se
pierda, sino que todos se arrepientan: El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es pa 103
ciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, si
no que todos procedan al arrepentimiento.(2 Pedro 3:9) ¿Fuego eterno?
Frente a este claro proceder de Dios, ¿qué objeto tendría Dios
al hacer sufrir a los impenitentes en un infierno eterno? Esas po
bres criaturas endurecidas en el pecado ya no buscarán el arre
pentimiento, ¿para qué entonces el sufrimiento? ¿Será que Dios
siente placer al hacer sufrir a los malos por la eternidad? Por otra
parte, Jesús dijo que cuando regrese “pagará a cada uno confor
me a sus obras” (Mateo 16:27). ¿Será un pago conforme a sus
obras el que los pecadores que apenas vivieron unas décadas,
nunca jamás en la eternidad terminen de pagar sus faltas? Las
Escrituras nos enseñan que el fuego final será purificador: Pero
el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los
cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo
serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán
quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas,
¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de
vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios
en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los ele
mentos, siendo quemados, se fundirán! (2 Pedro 3:10-13)
Además se le describe como una acción total y culminante:
Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los
soberbios, y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día
que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no
les dejará ni raíz ni rama... Hollaréis los malos, los cuáles serán
ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo ac
túe, ha dicho Jehová de los ejércitos. (Malaquías 4:1,3)
Con esto entendemos que los que amaron el pecado, el diablo
y sus demonios, serán destruidos para siempre. No existirá un
lugar en el universo de Dios donde por la eternidad vivirán los
rebeldes. La triste historia del pecado habrá terminado para
siempre.
Fuego Eterno.
La palabra griega correspondiente a “eterno”, en Mateo
25:41, es la palabra, aionios. Al analizarla se descubre que el
tiempo de duración de ese “eterno” tiene que ver con la existen
cia del sujeto al cual se refiere. Ese es el sentido en el cual apa
104 rece en la Biblia. Así, por ejemplo, encontramos; Como Sodoma
La Verdad y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuáles de la misma mane
os hará libres ra que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios con
tra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo
del fuego eterno. (Judas 7)
Ese “fuego eterno” no está ardiendo todavía. Se conoce el lu
gar en Palestina donde estuvieron esas ciudades, pero allí no hay
fuego. El fuego viene siendo entonces eterno en sus resultados,
porque nunca más se han edificado esas ciudades, ni hay planes
de hacerlo, porque el lugar donde estaban edificadas ha sido
inundado por las aguas del Mar Muerto. El apóstol Pedro confir
ma esto cuando dice que Dios “condenó por destrucción a las
ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a ceniza y po
niéndolas por ejemplo a los que habían de vivir impíamente... ”
(2 Pedro 2:6). Siendo ese fuego eterno “ejemplo a los que habían
de vivir impíamente”, nos demuestra que así como las ciudades
fueron destruidas para siempre, así será con el diablo, sus ánge
les y los que insisten en rebelarse contra Dios. Serán destruidos
para siempre. El fuego eterno es eterno en sus resultados.
F u e g o q u e n u n c a se a p a g a rá .
Probablemente Juan el Bautista se inspiró en el pasaje de Ma
laquitas 4:1-3, cuando enunció su descripción de la obra del Me
sías en Mateo 3:12. La mención evidentemente es con relación a
la destrucción total de aquellos que no aceptan el mensaje de
salvación. Se le describe como un fuego que “no les dejará raíz
ni rama ”, o sea que nadie podrá apagar. Se apagará únicamente
cuando haya terminado de destruir. Un ejemplo bíblico corrobo
ra este concepto. Jeremías advirtió a sus contemporáneos que si
seguían siendo rebeldes, Dios haría “descender fuego en sus
puertas, y consumiría los palacios de Jerusalén, y no se apaga
rá” (Jeremías 17:27). En 2 Crónicas 36:19-21 se registra que ese
día de destrucción había llegado habiéndose consumido “al fue
go todos sus palacios”, con lo que se cumplió “la palabra de
Jehová por boca de Jeremías ", El fuego que destruyó a Jerusa
lén en los días del profeta, no pudo ser apagado. Se apagó cuan
do completó su obra. Del mismo modo al fuego final nadie
podrá apagarlo. Sólo se extinguirá cuando haya destraído el pe
cado. Esa destrucción será eterna. Las palabras de Juan el Bau
tista son una promesa al mismo tiempo que una amenaza, el
105
cuadro de uno separando el grano de la espiga. Se usaba en ¿Fuego eterno?
aquellos tiempos un enorme abanico en el cual se depositaban
las espigas a paladas. Por un movimiento mecánico, el abanico
lanzaba las espigas al aire. El grano pesado caía al suelo, pero la
paja era llevada por el viento. El grano era entonces almacenado
y la paja quemada. La venida de Cristo involucra separación. Su
mensaje lleva a aceptarlo o a rechazarlo. Cuando oímos de Jesús
somos confrontados con una decisión que no se puede evitar. Es
tamos con él o contra él. Esa es la decisión que decide nuestro
destino. Tu y yo somos separados por nuestra reacción ante Je
sús.
Atorm entados por los siglos
En la visión del apóstol Juan, la descripción que hace de los
condenados refiriéndose a su tormento que dura por “los siglos
de los siglos ” (Apocalipsis 20:10) es derivada de Isaías 34:10:
No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su
humo; de generación en generación será asolada, nunca jamás
pasará nadie por ella.
Aunque algunos pretenden que estos pasajes de Isaías y Apo
calipsis enseñan que el humo del infierno asciende al universo
para siempre, un vistazo al contexto de Isaías 34 muestra que es
to no es así.
Refiriéndose a la ciudad de Bosra, un pueblo edomita a.20
millas al sureste del Mar Muerto (ver.6), Isaías declaró
...su tierra se (convertirá) en brea ardiente (Su fuego) no se
apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo; de
generación en generación será asolada...Se adueñará de ella el
pelícano y el erizo...En sus alcázares crecerán espinos, y ortigas
y cardos en sus fortalezas; y serán morada de chacales, y patio
para los pollos de los avestruces^Isaías 34:9-13)
De Isaías descubrimos que el fuego destruidor cuyo humo as
ciende “perpetuamente”, no está ardiendo para siempre. En el
pensamiento hebreo esa expresión significaba destrucción com
pleta, no arder para siempre. De otra manera, ¿cómo podría ha—
_ ber cardos y ortigas, espinos y pollos de avestruz?
Por otra parte, en Apocalipsis 20:9 dice que “de Dios deseen—
La Verdad dió fuego del cielo, y los consumió”. Una cosa consumida no
os hará libres puede seguirse quemando. Es lógico concluir que la expresión
“serán atormentados por los siglos de los siglos ” tiene el mis
mo sentido que la expresión “fuego eterno ” o “fuego que nunca
se apagará”.
Se trata del fuego que cumple la misión de destruir el pecado
y a los pecadores para siempre. Arderá hasta no dejar “ni raíz ni
rama”, hasta que sean “ceniza” hasta que sean "consumidos”
completamente. Entonces se apagará solo, como se apagó el
“fuego eterno ” que consumió a Sodoma y Gomorra. Se trata de
un fuego eterno en sus resultados. Arderá hasta que el pecado y
sus resultados hayan quedado erradicados de la creación de
Dios. En su misericordia Dios nos invita a considerar su oferta.
La elección es entre vivir eternamente o dejar de existir eterna
mente. Dios no se complace en el sufrimiento de sus criaturas.
Dios quiere damos la vida eterna. Pero tu y yo tenemos que ele
gir. Por otra parte, Dios no quiere que vayamos a El por miedo.
El quiere que vayamos a él por amor. El es justo y bueno. Quiere
que vayamos a él porque le reconocemos como nuestro redentor.
No por miedo a sufrir eternamente.
Más importante que eso es la recompensa que espera a quie
nes le aceptan. Vivir en un mundo sin dolor ni sufrimiento. Vi un
cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la pri
mera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la
santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios
dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y o í una
gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres, y él morará con ellos;y ellos serán su pueblo, y
Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
(Apocalipsis 21:1-4)
108
El gusano en estos textos no se refiere a una alma inmortal
como muchos suponen. Las palabras griegas skolex (Mar 9), y
tola'ath (Isa 66), se traducen refiriéndose a gusanos como los
que se nutren de cadáveres. De esta manera, el fuego que no se
puede apagar, esto es el fuego que no se puede apagar hasta que
cumple su propósito divino, y el “gusano”, simbolizan la muerte
segura y la destrucción completa de los perdidos.
Para los judíos la condenación del cuerpo al Gehena, en don
de era consumido por fuego, significaba la pérdida de cualquier
esperanza en la resurrección. Gehena para el judío en los días de
Jesús era el símbolo de la segunda muerte (Apoc 20:15). No
había otro símbolo más rotundo que éste. Para los judíos en los
días de Jesús, Gehena en ningún momento implicaba un lugar de
tormento eterno, sino de destrucción total. En su misericordia
Dios no va a mantener un museo de pecadores sufriendo en un
fuego eterno. En su justicia y misericordia el castigará a los re
beldes, porque “se apagará la lámpara de los im p ío s”
(Proverbios 13:9). Unicamente hay dos destinos para el hombre:
vida eterna o muerte eterna. Nosotros somos los que hacemos la
decisión. Dios nos invita a que escojamos la vida. A esto se le
llama también el reino de Dios. ¿Qué es el reino de los cielos?
La definición nos la da Jesús en su oración: “Hágase tú volun
tad en la tierra como en los cielos”. Entonces ser miembro de
ese reino significa hacer su voluntad. En vista del destino final
de los impíos, vale la pena hacer cualquier sacrificio y negarse
cualquier cosa para hacer la voluntad de Dios. Este pasaje es pa
ra tomarse muy en serio. Es necesario poner a un lado cualquier
hábito, abandonar cualquier placer malsano, cualquier amistad,
desarraigamos de algo que quizás ha llegado a ser muy aprecia
do por nosotros, para poder ser obedientes a la voluntad de Dios.
Este es un asunto que únicamente tu puedes resolver. Unicamen
te tu puedes hacer la decisión. No va a ser fácil. Va a doler. Pero
es la única manera de confrontar la realidad de la vida.
El rico y Lázaro
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no, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también
un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de
aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que
caían de la mesa del rico; y aún los perros venían y le lamían
las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por
los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue
sepultado . Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y
vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dan
do voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía
a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque
mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bie
110 nes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es con
solado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran
La Verdad sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los
os hará libres que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pa
sar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a
la casa de mi padre, no vengan ellos también a este lugar de
tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen
¡óiganlos!. El entonces dijo: No padre Abraham; sino que si al
guno va a ellos de entre los, muertos, se arrepentirán. Mas
Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco
se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. (La-
cas 16:19-31)
¿De qué está hablando Jesús en esta parábola? ¿Está Jesús en
señando acerca de la existencia del infierno? ¿O está mostrando
a los que le escuchan la inconsistencia de su manera de vivir?
¿De quién está Jesús hablando? ¿De el rico y Lázaro o de los ju
díos de su tiempo? Algunos creen que esta no es una parábola,
sino un evento real. Incluso creen que se trata del mismo Lázaro
al que Jesús resucitó (Juan 11). Pero el Lázaro que fue resucita
do nunca fue un pordiosero.
Es más, hay evidencia que Jesús dijo esta parábola antes que
resucitase a Lázaro. Entonces, ¿por qué se usa el nombre de Lá
zaro en esta parábola? Se usa para mostrar, bajo el velo de una
parábola, una amonestación a los fariseos por su persistente re
chazo de Jesús como el Hijo de Dios. El hombre rico representa
a los fariseos. Aunque más tarde Lázaro dio testimonio de Jesús,
los fariseos no estuvieron dispuestos a aceptarle. No se arrepin
tieron.
Jesús no les dijo la verdad en lenguaje literal. Pero sabía que
ellos entendían. Debemos tener en cuenta que esta historia es
una parábola. Sus símbolos son símbolos, no hechos literales. Si
esta parábola ha de ser tomada literalmente, ¿por qué no hacer lo
mismo con las otras? Si ese fuera el caso, entonces todo padre
tiene que dar la mitad de su heredad a su hijo menor. Todos los
patrones tienen que dar el mismo sueldo a todos sus obreros, sin
importar su trabajo, señoría o habilidad. Pero esto sería una per
versión y una mala representación de la palabra de Dios.
Veamos que fue lo que dijo Jesús acerca de la muerte. 111
El. campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del rei ¿Fuego eterno?
no, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró
es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los
ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema
en el fuego, así será en el fin del siglo. Enviará el Hijo del Hom
bre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven
de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el hor
no de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo
13:38-42).
Ten presente que este no es lenguaje figurativo. Jesús estaba
explicando literalmente a sus discípulos que los malvados serían
arrojados en el fuego en el fin del siglo. Jesús se contradeciría a
sí mismo si la parábola del rico y Lázaro enseña que los malos
se van al infierno al morir.
Jesús también enseñó: Porque el Hijo del hombre vendrá en
la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada
uno conforme a sus obras (Mateo 16:27).
Jesús claramente dijo que cada quien recibiría su recompensa
cuando el regresase en su gloria. ¿Podría Jesús decir en un lugar
una cosa y en otro lugar decir otra completamente diferente? Je
sús no se contradijo, ha sido la interpretación de los hombres la
que ha hecho que Jesús parezca contradecirse. Si tomamos esta
historia literalmente, tenemos entonces que el cielo y el infierno
están el uno al lado del otro. El hombre rico puede ver a Lázaro
y viceversa. Pueden hablarse de un lado a otro. ¿Te puedes ima
ginar eso? ¿Te puedes imaginar a una madre yendo a visitar a su
hijo en el otro lado, en el infierno, mientras ella goza de la glo
ria? Ir a visitar a alguien en la cárcel es suficientemente malo,
¿te imaginas ir a ver a alguien al infierno?
¿Cómo podrían los redimidos soportar tal cosa? Me duele es
cuchar a un niño que llora de hambre, ¡me sería insoportable oir
a alguien gritar en su suplicio etemol Ese lugar no sería la gloria
para mí. Esta parábola no puede ser tomada literalmente.
Otro problema que surge es: ¿qué es lo que está sufriendo en
el infierno? ¿qué es lo que está gozando en la gloria? La teoría
es que el alma, al morir el hombre, se va a uno o al otro. Pero
112 aquí tenemos que Lázaro tiene un dedo. Si tiene un dedo, tiene
que tener una mano. Si tiene una mano, tiene que tener un brazo
La Verdad
y el brazo tiene que tener un cuerpo. No se puede tratar de su al
os hará libres
ma, entonces. El rico tiene ojos. Entonces tiene una cabeza. En
tonces tiene un cuerpo. ¿Dónde está la base para la idea de un
alma inmortal sufriendo en el infiemo o gozando en el paraíso?
No en esta parábola.
En la parábola el rico conversa con Abraham, quien supuesta
mente está en el paraíso. Pero la Biblia dice que Abraham aún
no está en el cielo. En la epístola a los Hebreos, se mencionan
muchos nombres de hombres de fe de la antigüedad, entre ellos
a Abraham (Heb 11:8-19). Después de hacer mención de estos
hombres, el apóstol dice: Y todos estos, aunque alcanzaron buen
testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyen
do Dios alguna cosa mejor para nosotros para que no fuesen
ellos perfeccionados aparte de nosotros (Hebreos 11:39,40). Co
mo se ve, Abraham ni ninguno de los fieles de la antigüedad han
recibido el cumplimiento de la promesa de Dios respecto a la
salvación, pues él ha dispuesto que “no fuesen perfeccionados
aparte de nosotros”. Cuando Jesús venga todos los redimidos re
cibirán el mismo día el galardón de vida eterna prometida por la
gracia de Dios.
Alguien puede preguntar, “Si los muertos están inconscientes,
cómo puede el hombre rico hablar después que se murió?” En el
libro de los Jueces tenemos una parábola en la cual los árboles
están teniendo una conversación:
Fueron una vez tos árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al
olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de de
jar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres,
para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árbo
les a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les res
pondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los
hombres,para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron enton
ces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y
la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey
sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, sal
ga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano (Jueces
9:8-15 113
Todos sabemos que los árboles no hablan. Se trata de una pa
rábola. No dice que es una parábola, pero nosotros sabemos que
lo es. Está basada en algo que nunca sucedió. Su intención es ha
cer entender a los demás un punto por medio de una ilustración.
El Señor usó la parábola del rico y Lázaro para advertir a sus
oyentes avaros y confiados en sus riquezas que la salvación no
depende de los bienes materiales que se poseen, sino de la con
ducta y los procederes correctos de la persona. Entre los judíos
era común creer que la pobreza y la enfermedad eran maldicio
nes de Dios (Juan 9:1-3) y que la riqueza era una bendición divi
na. Jesús contradijo tales creencias por medio de esta parábola.
El punto importante de esta parábola es que es necesario obede
cer a Dios. La recompensa viene ciertamente después de la
muerte, durante la segunda venida de Jesús. En esta historia en
contramos que no hay una segunda oportunidad después de la
muerte. Nadie puede hacer su decisión después de la muerte. La
decisión tiene que ser hecha hoy. Si no obedecemos hoy, nunca
vamos a tener otra oportunidad después de la muerte.
Esta parábola nos indica que nuestra única esperanza es obe
decer las Escrituras. “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tam
poco se persuadirán aunque alguno se levantare de los
muertos”L. 16:31 Si lo que haz escuchado y estudiado de este li
bro no te convence, no hay nada en el mundo que te pueda con
vencer.
Tienes que hacer algo con la verdad que has conocido. De he
cho ya estás haciendo algo. La estás aceptando o la estás recha
zando. Si la estás rechazando te pido que reconsideres tu
posición, Cuando el Señor venga con su recompensa, va a haber
tan solo dos bandos: Los que van a la vida y los que van a la
muerte. No hay término medio. O estás en la ciudad o eres con
sumido para siempre.
El Señor, en aquel día dirá a unos: “Venid, benditos de mi Pa
dre heredad el reino preparado para vosotros desde la funda
ción del mundo” (Mateo 25:34). Y a los otros: “Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ánge
les” (v. 41)
114 ¿En qué grupo estarás tú?
José Luis Argumedo nació
el 19 de agosto de 1943, en la
ciudad de Fresnillo, provincia
de Zacatecas, México. Inició
sus estudios religiosos en el
Sem inario C onciliar de San
L uis P o to sí (M éxico) para
co n tin u ar en el S em inario
P o n tific io de B a rc e lo n a ,
E sp a ñ a , d o n d e o b tu v o su
licen ciatu ra en F ilo so fía y
Letras. Cursó tam bién en el
Instituto de Arte Sacro de la
ciudad de Lyon, Francia. Recibió la ordenación sacerdotal en
México en el año de 1966.