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edición de
Patricia Elena González
y Eliana Ortega " •■x
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marta traba
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y otros
^íturaaiti
H IP O T E S IS SOBRE UNA ESCRITURA D IF E R E N T E *
Marta Traba
lo gos/pathos
h o m b re
__________(sobre)
mujer
lo m i s m o / l o otro
s u je to /o tro (objeto)
m a s c u l in o /f e m e n in o
v isib le/n o visible
p e n e /v a g in a
II
“ No, no es la solución
tirarse bajo un tren com o la Ana de T olstoy
ni ap urar el arsénico de M adam e Bovary
ni aguardar en los páram os de Avila la visita
del ángel con el venablo
antes de liarse el m anto a la cabeza
y com enzar a actuar.
N i con clu ir las leyes geom étricas, contando
las vigas de la celda de castigo
com o lo hizo Sor Ju a n a . N o es la solución
escribir, m ientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la fam ilia Austen
ni encerrarse en el ático
de algu n a residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la B iblia de los D ickinson,
debajo de una alm ohad a de soltera.
Debe haber otro modo que no se llám e Safo
ni M esalina ni M aría E g ip ciaca
ni M agdalena ni C lem encia Isaura
O tro m odo de ser h um ano y libre.
O tro m odo de ser.” .
(“ M editación en el um bral” , en P oesía n o eres tú[ 1972Í p.
326). ' —7
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Bibliografía Selecta
Jo sefin a L u d m e r
colaboración.
Juana hace entrar en contradicción saber y decir; ese es el
punto de partida de la cadena de contradicciones que proliferan
en el texto. Su lugar propio es el del estudio y el saber; si escribir
es “ fuerza ajena”, “ lo mío es la inclinación a las letras”; no
estudio para decir, enseñar ni escribir, sino "para ignorar
menos” . Y cubre de silencio el espacio del saber: los libros son
mudos ("sosegado silencio de mis libros”, "teniendo sólo poi
maestro un libro mudo” dice en tono de queja); la lectura se
desarrolla desde San Ambrosio, maestro de San Agustín, sin
habla. Desde esa otra red, donde se juega ya no su decir sino su
verdadera práctica, Juana escribe sobre el silencio femenino.
S eg u n d o m o v im ien to : saber sob re el n o decir. Este movi
miento implica una reorganización del campo del saber. Para
discutir la sentencia de Pablo sobre el silencio de las muj eres en
la iglesia, erige una doctrina de la lectura (no propia, no revul
siva sino estrictamente escolástica) que niega la división entre
saber profano y saber sobre el más allá, en un árbol de las
ciencias (a la manera del de Raimundo Lulio) en cuya cúspide
se encuentran los textos sagrados. Para llegar a ellos y a la
teología, como le aconseja el Obispo, dice que "hay que subir
por los escalones de las ciencias y las artes humanas; porque
¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias quien aun
no sabe el de las ancillas?” Y enumera: lógica, retórica, física,
aritmética, geometría, arquitectura, historia, derecho, música,
astrología. Estas ciencias están encadenadas unas con otras. En
el registro de su biografía cuenta las dificultades que tuvo para
estudiar estas ciencias (esclavas, puesto que sin ellas no hay
altura); le prohibieron durante tres meses el estudio, pero (el
gesto de la resistencia) "aunque no estudiaba en libros, estu
diaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de
letras, y de libro toda esta máquina universal” . Siempre es
posible, entonces, anexar otro espacio para el saber. No sólo no
hay división entre saber sagrado y profano, sino que no hay
división entre estudiar en libros y en la realidad. Ha descubierto
“secretos naturales” mientras guisaba: "Veo que un huevo se
une y fríe en la manteca o aceite y, por el contrario, se despedaza
en el almíbar” . Y finalmente, en la medida en que no hay
división ninguna en su campo, no es posible escindir mujeres y
hombres para el saber, que sólo admite la diferencia entre
necios, ignorantes, soberbios por un lado, y sabios y doctos por
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Rosario Ferré
I
“De cómo dejarse caer de la sartén al fuego”
II
“De cómo salvar algunas cosas en medio del fuego”
III
"De cómo alimentar el fuego”
¡V
“ Conclusión”
cuerpos: somos nosotras las que gestamos a ios hijos y las que
les damos a luz, las que los alimentamos y nos ocupamos de su
supervivencia. Este destino que nos impone la naturaleza nos
coarta la movilidad y nos cre¿. unos problemas muy serios en
cuanto intentamos reconciliar nuestras necesidades emociona
les con nuestras necesidades profesionales, pero también nos
pone en contacto con las misteriosas fuerzas generadoras de la
vida. Es por esto que la literatura femenina se ha ocupado en el
pasado, mucho más que la de los hombres, de experiencias
interiores, que tienen pocc -.;ue ver con lo histórico, con lo
social y con lo político. Es pó¿ r.sto también que su literatura es
más subversiva que la de lo^ hombres, porque a menudo se
atreve a bucear en zonas prohibidas, vecinas a lo irracional, a la
locura, al amor y a la muerte: zonas que, en nuestra sociedad
racional y utilitaria, resuh..- i veces peligroso reconocer que
existen. Estos temas interesan a la mujer, sin embargo, no
porque ésta posea una naturaleza diferente, sino porque son el
cosecho paciente y minucioso de su experiencia. Y esta expe
riencia, así como la del hombre, hasta cierto punto puede
cambiar; puede enriquecerse, ampliarse.
Sospecho, en fin, que el interminable debate sobre si la
escritura femenina existe o no existe es hoy un debate insubstan
cial y vano. Lo importante no es determinar si las mujeres
debemos escribir con una estructura abierta o con una estruc
tura cerrada, con un lenguaje poético o con un lenguaje obs
ceno, con la cabeza o con el corazón. L o importante es aplicar
ésa lección fundamental que aprendimos de nuestras madres,
las primeras, después de todo, en enseñarnos a bregar con fuego:
el secreto de la escritura, como el de la buena cocina, no tiene
absolutamente nada que ver con el sexo, sino con la sabiduría
\con la que se combinan los ingredientes.