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¿Existe una relación entre economía y felicidad?

Alejandro Arenas

La economía como ciencia tiene un papel cada vez más amplio en el estudio de la sociedad,
por ejemplo, las condicionas macroeconómicas de un país revelan importantes datos que nos
permiten conocer el comportamiento de las personas de manera agregada. Es por ello que en la
actualidad podemos cuantificar indicadores sociales relacionados con el bienestar, sin embargo,
en cuanto a la felicidad, sigue poniéndose en duda si la economía realmente tiene algo que decirnos
cuando pretendemos explicar una variable tan subjetiva como esta.
A pesar de que existe un buen número de investigaciones que tratan de explicar esta
relación, no muchos autores se han detenido a explicar por qué se convirtió en un importante objeto
de investigación económica. Por eso, el propósito de este artículo es determinar si existe o no una
verdadera relación entre economía y felicidad y, si existe, explicar de qué depende. Para lograr
esto, se pondrá en contexto el funcionamiento de la felicidad en Colombia y así, en última
instancia, se concretará cuáles son los factores que se deben tener en cuenta si planeamos abarcar
este tema desde un punto de vista económico.
El estudio de la felicidad se ha convertido en un frecuente objeto de investigación
económica gracias a la gran facilidad actual para la recopilación y análisis de datos, permitiendo
así que se relacionen indicadores sociales con distintos elementos cuantificables, cosa que
anteriormente no era muy común. Es por ello que el estudio de la felicidad desde el ámbito
económico requiere del estudio de variables macroeconómicas que puedan indicar cuál es la
calidad de vida de un país, de modo que se puedan identificar las condiciones socioeconómicas
que están produciendo efectos en los niveles de felicidad de una población. Sin embargo, no
podemos olvidar los elementos sociodemográficos propios de una región, ya que estos pueden
tener efectos sobre la manera en que un individuo justifica su felicidad.
Por naturaleza, los indicadores macroeconómicos que más nos dicen sobre la calidad de
vida de un país, en específico, sobre los niveles de felicidad, son el ingreso (estimado a través del
PIB per cápita), la inflación y el desempleo, hecho confirmado por Gerstenblüth, Melgar & Rossi
(2013), cuando concluyeron que las condiciones macroeconómicas de un país importan tanto
directa como indirectamente: “por un lado, vivir en un país con un mayor producto per cápita,
menor proporción de personas por debajo de la línea de pobreza y mayor índice de desarrollo
humano generan condiciones favorables que hacen a las personas más felices” (p. 178). Por otro
lado, fuertes vínculos familiares o sociales y una alta espiritualidad pueden hacer que los
individuos justifiquen su felicidad en el margen que estos se desarrollen.
Así, cuando miramos la felicidad desde una perspectiva meramente económica podemos
afirmar que el bienestar depende del consumo, en el modo de que un mayor consumo significaría
una mayor satisfacción de las necesidades y, de hecho, cada uno de esos agregados
macroeconómicos tiene sus efectos sobre el nivel del consumo. Barón (2011), definiendo la
relación entre consumo y felicidad, dijo:

En primera medida, si se está hablando de la satisfacción de las necesidades, éstas deben ser satisfechas a
través del consumo de aquellos bienes y servicios que los individuos necesitan. Por lo tanto, el objetivo de la
política económica en un escenario de estas características es ampliar los ingresos de los individuos para que
así logren consumir más. Así se asumiría que la felicidad es consumo y que aumentar el ingreso de las
personas es aumentar la felicidad (p. 5).

Por lo tanto, si el PIB per cápita es una aproximación del ingreso, este agregado está
relacionado positivamente con el nivel de felicidad, es decir que, si aumenta el PIB per cápita de
un país, se esperaría que sus habitantes reporten mayores niveles de felicidad y esto es lo que
efectivamente ocurre, sin embargo, hay excepciones. El crecimiento económico, el cual está en
función del aumento de este agregado macroeconómico, no siempre significa mejores condiciones,
pues un país podría tener un gran desarrollo industrial que le conlleve a un mayor PIB, pero al
mismo tiempo podría estar afectando el medio ambiente. En este caso, aunque las personas
registraran mayores ingresos, su bienestar se vería reducido. De igual forma, otra excepción puede
surgir con un aumento general de los ingresos, pues esto, en un país que posea altos niveles de
desigualdad mantendría estables las brechas sociales existentes y, por lo tanto, no mejoraría su
nivel de felicidad. Como dijo Poveda (2015): “todos disfrutan de mayores ingresos, pero las
diferencias preexistentes entre un individuo y otro se mantienen” (p. 256).
La tasa de inflación, simultáneamente, se relaciona con el ingreso, pues un aumento de la
inflación se traduce en un menor poder adquisitivo, y, por consiguiente, en un menor consumo.
Estudios de Blanchflower, Bell, Montagnoli y Moro (2014) demuestran que una importante
preocupación de los individuos es que la inflación rebaje su calidad de vida. Es por esto que
concluimos que la relación entre inflación y felicidad es negativa, pues un aumento en la primera
resultaría en una disminución de la segunda o viceversa. Mientras tanto, en cuanto al empleo,
Oswald (1999) halló que la ocupación genera un impacto positivo en los niveles de felicidad de
los individuos debido a que fomenta el sentido de pertenencia por el lugar de trabajo, implica la
interacción con otras personas y, además, usualmente conlleva una remuneración económica por
la ejecución de sus operaciones. A partir de estas afirmaciones, es posible concluir que la relación
entre empleo y felicidad es positiva, mientras que su contraparte, es decir, el desempleo, presenta
una relación negativa, pues un mayor desempleo reduce la ocupación de los individuos y dicha
situación es una razón mencionada frecuentemente para justificar la infelicidad.
Tras determinar el tipo de relación existente entre estas variables, se hace evidente la
relación existente entre economía y felicidad, sin embargo, aún no sabemos si dicha relación se
presenta de la misma manera en todas las regiones del mundo. Para ello, cabe poner como ejemplo
el caso colombiano, pues es bien sabido que Colombia no presenta los mejores niveles de ingreso
ni las tasas más bajas de desempleo o de inflación, es más, presenta altos grados de desigualdad,
y, aun así, se ubica en puestos altos o relativamente altos en los rankings mundiales del índice de
felicidad. Es precisamente aquí donde entran a jugar los factores sociodemográficos, los cuales
también tienen un gran peso a la hora de determinar la felicidad de sus habitantes, sobre todo en
la región latinoamericana, donde los elementos culturales, ideológicos y afectuosos hacen parte de
los factores que más se aluden por los individuos en el momento de justificar su grado de felicidad.
En efecto, un colombiano promedio se caracteriza por tener fuertes vínculos sociales y un
alto nivel de religiosidad. Por eso, aunque Colombia siempre se ha visto bien ubicada, consigue
mejores puestos en aquellos índices donde las variables macroeconómicas pasan a un segundo
plano y los elementos sociodemográficos pasan a tener un mayor peso, cosa que le otorga grandes
ventajas a la región latinoamericana, la cual, en su mayoría, cuenta con la misma caracterización
sociocultural de un colombiano promedio.
En definitiva, el estudio de la felicidad si tiene un lugar en la economía, elementos como
el ingreso, el empleo o la inflación son prueba de la relación que tienen, sin embargo, la
caracterización latinoamericana nos recuerda que dicho estudio no debe olvidar los elementos
sociodemográficos y basarse solo en elementos cuantificables, ya que es indispensable que ambos
se complementen para llegar a índices que verdaderamente muestren nuestro nivel de felicidad.
Referencias bibliográficas

Barón, J. A. M. (2011). Hacia el concepto de la felicidad en economía (No. 009928). UN-RCE-


CID.
Blanchower, D. G., Bell, D. N., Montagnoli, A., & Moro, M. (2014). The Happiness Trade-Off
between Unemployment and Inflation. Journal of Money, Credit and Banking, 46(S2),
117-141.
Gerstenblüth, M., Melgar, N., & Rossi, M. (2013). Ingreso y desigualdad ¿cómo afectan a la
felicidad en América Latina? Cuadernos De Economía, 31(59), 165-180.
Oswald, A. (1999). A Non-Technical Introduction to the Economics of Happiness. University of
Warwick, UK.
Poveda, Ó.M. (2015). Felicidad en América Latina; algunos determinantes socioeconómicos.
Revista de Antropología y Sociología: Virajes, 17 (1), 253-273.

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