Sie sind auf Seite 1von 4

LA SALUD MENTAL EN LA PAREJA

La Salud Mental es un estado de bienestar en el cual el individuo es


consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones
normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es
capaz de hacer una contribución a su comunidad. Dentro de este
concepto, las relaciones interpersonales juegan un papel fundamental,
sobre todo en el caso de las relaciones de pareja influyendo tanto
positiva como negativamente según sea el caso.

En las relaciones de pareja, hay depositadas muchas expectativas por


parte de ambos, no hay nada que se inicie con tantas esperanzas e
ilusiones y al mismo tiempo sea tan frágil y fracase tanto y tan
rápidamente como el enamoramiento; y aunque se considera normal
que las relaciones de pareja pasen por etapas donde haya tanto
aspectos positivos como negativos, mantener una relación tiene sentido
solo cuando nos aporta cosas positivas la mayor parte del tiempo,
contribuyendo a nuestra salud mental.

Las relaciones interpersonales están determinadas por la cultura, la


personalidad, los patrones de comportamiento, así como las vivencias
que cada uno ha experimentado y que experimentara, por lo que
convivir en pareja es una tarea compleja, tomando en cuenta que se
trata de dos personalidades distintas, con carácter y formas de actuar
diferentes. Normalmente, el ser humano cree que el amor es un
sentimiento que acarrea felicidad, bienestar y placer, (idea que es
reforzada por el ideal del amor que se nos plantea en los cuentos o las
historias de ficción), pero posterior a esa sensación, el amor de pareja
es un arte que requiere conocimiento, dedicación y esfuerzo.

Formar parte de una relación de pareja debe significar para ambos tener
un mejor sistema de apoyo, estabilidad y confianza, contribuyendo a la
salud mental de la pareja pero también a la estabilidad emocional de
cada uno por separado; sin embargo para muchos, la vida en pareja es
cuestión de sobrevivencia a factores estresantes y hasta dolorosos.
Probablemente, la frase “yo lo quiero y él (o ella) va a cambiar”; sea bien
conocida por todos, no obstante, las relaciones que se desarrollan en
un clima de celos, gritos, reproches, insultos y hasta maltrato físico o
psicológico difícilmente cambian ese patrón con el paso del tiempo.

No existe una receta mágica para una relación de pareja saludable, sin
embargo existen algunos puntos que esencialmente deben cuidarse,
tanto desde el nivel individual como el interrelacional para llegar a tener
una relación madura y gratificante.

A nivel individual, cada miembro de la pareja debe tener autonomía, ser


dueña de sus decisiones para no dejarse manipular, pero eso también
implica asumir la responsabilidad por sus actos. Una vida autentica en
pareja requiere que cada individuo tenga cierto grado de libertad e
iniciativa.

Es conveniente que cada uno conserve sus amistades, además de las


que puedan tener en común, recordando que el espacio entre amigos
no tiene por qué competir con la pareja.

A nivel interrelacional, conversar, sin interrogar al otro, sin reproches,


sin imponer, escuchando los puntos de vista de la pareja y dando a
conocer nuestra opinión. No involucrar a los familiares u otras personas
en los problemas de pareja.

Vivir el momento presente, es preciso que cada uno sepa vivir con
plenitud e intensidad el momento presente. La persona anclada en el
paso o pendiente del futuro no tiene calidad de vida.

Reconocer si se presentan dificultades que no pueden manejar solos y


buscar la ayuda de un especialista.

Para una relación de pareja sana es necesario, en primer lugar,


comprender que una relación de pareja se construye a lo largo del
tiempo, va cambiando y pasando por diferentes fases. Cada momento
de la relación tiene distintas necesidades y los miembros de la pareja
deben ir adaptándose a ellas. No es lo mismo la relación de la pareja en
sus etapas iniciales, cuando se convive bajo el mismo techo, cuando
llegan los hijos, incluso es distinta cuando estos son pequeños o ya son
adolescentes, pero también en el momento que hay que hacerse cargo
de los padres o ante cualquier tipo de circunstancia vital. Cualquier
cambio de etapa suele ser un momento crítico ya que, por un lado, están
las necesidades de cada una de las partes y, por otro, las necesidades
de la pareja como conjunto.

La primera fase de una relación de pareja la constituye el


enamoramiento. Este periodo se caracteriza por una idealización del
otro, del que solo se ven las virtudes. Es un periodo feliz en la que el
otro es maravilloso. Sin embargo, con el tiempo, la realidad se amplía y
se empiezan a ver aspectos que no gustan, por eso muchas relaciones
no superan esta fase. Pero, si se sigue con la esperanza de hacer
cambiar con el tiempo aquello que disgusta, solo se está sembrando la
semilla de una relación insatisfactoria, en la que, a largo plazo,
aparecerán la desilusión, la desconfianza o los reproches, por un lado,
y la falta de compromiso o el agobio, por el otro.

Pasada la fase de enamoramiento, hay que atender a la realidad de lo


que sucede dentro de la relación y cómo afecta a cada uno. Una relación
sana solo se consigue cuando los dos miembros están emocionalmente
sanos, y esto también requiere tiempo. Muchas parejas pueden ser
estables sin ser sanas, como sucede en las que uno domina y el otro se
deja someter, en las relaciones de dependencia emocional o cuando
uno adopta el papel de "mamá o papá" y el otro se infantiliza. Estas
relaciones pueden tener estabilidad, pero no ayudan a los miembros a
crecer juntos y desarrollarse personalmente ni tampoco a avanzar en
las distintas etapas vitales".

Estar sano emocionalmente pasa por reconocer lo que uno necesita y


lo que quiere o no quiere. Una vez reconocido lo que se espera de la
relación, es fundamental responsabilizarse de las decisiones propias
que todo esto implica en la vida cotidiana, sin exigir al otro miembro que
aporte todo lo que uno desea o que cambie para que se adapte al 100%.
Es ahí donde empieza la negociación en el sí de la pareja. Cada uno
debe definir sus necesidades -con diferente grado de prioridad- y ver si
puede ocuparse de ellas, al mismo tiempo que valora si está en
disposición de convivir con las necesidades del otro.

Das könnte Ihnen auch gefallen