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Las cinco ponencias del VIII Pleno Casatorio Civil estuvieron sumamente interesantes.

Sinceramente, para provecho de todos, debería implementarse la posibilidad de un debate entre


los amici curiae en futuros Plenos. Por mi parte, adelantaré que mis ideas coinciden bastante con
las que expusiera el profesor Gastón Fernández. Tengo, empero, algunas opiniones diferentes de
las ideas expuestas por cada uno de los amici. En las líneas que siguen, el amable lector o lectora
encontrará los principales planteamientos expuestos por los amici y un análisis de estos.

Amicus curiae del VIII Pleno Casatorio Civil.

Los “amigos del tribunal” del VIII Pleno Casatorio Civil.

1. Exposición de las cinco ponencias

Primera ponencia: Gastón Fernández

La primera ponencia, a cargo del profesor Fernández, recordó que un negocio jurídico puede tener
defectos extrínsecos y defectos intrínsecos. Estos últimos se presentan cuando falta un «elemento
esencial o presupuesto necesario» para la formación del negocio. Cuando el defecto se traduce en
una «circunstancia externa», este es de naturaleza extrínseca. El defecto intrínseco da lugar a la
invalidez, en tanto que el defecto extrínseco a la ineficacia.

Dicho esto, destacó que no es lo mismo que un cónyuge, para disponer de un bien social, actúe
arrogándose indebidamente un poder de representación del otro y que actúe obrando en nombre
propio. El primer caso es ineficaz en virtud del artículo 161 del Código Civil. El segundo caso
constituye un supuesto de contrato sobre bien ajeno. Ambos casos, sin embargo, se encuentran
regulados en el artículo 315 del Código Civil y también constituyen casos de defectos extrínsecos,
esto es de ineficacia. En efecto, en ambos casos hay un problema con la legitimación para
disponer.

Aquí me interesa subrayar que ante una de las preguntas del juez Luis Almenara, el profesor
Fernández afirmó que la legitimación es un concepto problemático, porque, para algunas
legislaciones y doctrinas, es un factor intrínseco y, para otras, un factor extrínseco. Pero lo que
importa es cuál es la opinión que recoge nuestro Código Civil. Y este es claro: la legitimación es un
factor externo.

Por último, el primer amicus sostuvo que la nulidad por falta de manifestación de voluntad no es
aplicable, puesto que esta causal únicamente se refiere a quienes intervienen en el negocio.
Cuando un cónyuge celebra un acto de disposición de un bien social, pues no falta la
manifestación de voluntad de ninguno de los celebrantes. Esta causal de nulidad se presenta, por
ejemplo, cuando se falsifica documentos para hacer parecer que un cónyuge ha intervenido en el
acto, cuando esto no ha sido así en realidad.

Segunda ponencia: Alex Plácido

La segunda ponencia, a cargo del profesor Alex Plácido, empezó indicando que es necesario saber
qué debe entenderse por el término «intervención» contenido en la primera parte del artículo 315
del Código Civil. En base a consideraciones de justicia distributiva, debe entenderse que ambos
cónyuges deben intervenir cuando se trata de actos de disposición «trascendentes». Cuando se
pretende efectuar actos no trascendentales para la sociedad de gananciales, cualquiera de ellos
puede celebrarlos. Así, se tiene que nuestro Código Civil acoge un sistema mixto para la gestión de
los bienes sociales. Por tanto, cuando un cónyuge no interviene en el acto de disposición, no hay
duda de que hace falta un elemento estructural. No está presente la voluntad de declarar ni la
voluntad declarada de quien necesariamente tendría que intervenir: el otro cónyuge. Nos
hallamos, pues, ante un supuesto de ineficacia estructural: la nulidad por falta de manifestación
de voluntad.

El segundo amicus es consciente de las críticas que se puede alzar contra esta idea: ¿la nulidad,
acaso, no resulta perjudicial si es que el cónyuge que no interviene considera conveniente y/o
beneficioso al acto de disposición? Claro, si sucediese esto, no podría hacerse nada y el beneficio
se perdería inevitablemente, puesto que la nulidad es insubsanable. Empero, el profesor Plácido
señala que, en estos casos, los intervinientes podrían celebrar de nuevo el acto de disposición
junto con el cónyuge que no intervino inicialmente. De este modo, el beneficio no se perdería y
asunto resuelto.

Por último, cabe recordar que el segundo amicus afirmó que la solución correcta sería la
anulabilidad, puesto que los intereses afectados no tienen relevancia general, sino que
corresponden solo al cónyuge que no ha intervenido.

Tercera ponencia: Enrique Varsi

El profesor Enrique Varsi, en la tercera ponencia, señaló que el artículo 315 del Código Civil es una
norma imperativa, de tal manera que las partes no pueden pactar en contrario. De igual modo,
dijo que el término «disponer» es omnicomprensivo, puesto que abarca todo acto que implique
«perder el control» de un bien (piénsese, por ejemplo, en la compraventa o en el usufructo). En
este sentido, para efectuar actos de disposición de bienes sociales, ambos cónyuges deben
intervenir porque así se protege mejor a los intereses de la familia, tal como manda el artículo 4 de
la Constitución.

Con arreglo a lo dispuesto por el artículo 326 del Código Civil, el profesor Varsi destacó que la
regulación contenida en el artículo 315 del Código Civil aplica también a las uniones de hecho. Si
bien existen varias teorías para comprender la consecuencia de la falta de intervención de un
cónyuge, lo cierto es que los sistemas legales modernos se caracterizan por flexibilizar la
intervención de ambos cónyuges; es decir, que no se suele optar ya por la nulidad, sino por la
ineficacia. De manera que el cónyuge que no interviene, puede intervenir después para «rescatar»
al acto de disposición. En este contexto, según el tercer amicus curiae, se tiene que entender que
el acto de disposición de bien social por un solo cónyuge, es un acto con eficacia suspendida, que
puede ser «rescatado» luego por cónyuge que no interviene.

Por último, añadió que no es posible establecer una regla general para estos casos, puesto que se
pueden presentar causales nulidad, como el fin ilícito, que se puede configurar cuando los
celebrantes se coluden para perjudicar al cónyuge que no interviene.
Cuarta ponencia: Rómulo Morales

El cuarto amicus curiae, el profesor Rómulo Morales, resaltó que en las principales legislaciones
(europeas y latinoamericanas) reputan ineficaz al acto de disposición de un bien social por un solo
cónyuge. Luego indicó que la primera parte del artículo 315 del Código Civil se refiere a tres
conceptos: legitimidad, falta de legitimidad y ratificación. Estos tres conceptos son ajenos a la
invalidez. De este modo, si un cónyuge celebra un acto de disposición sin la intervención del otro,
tenemos un acto que se celebra con falta de legitimidad, la cual provoca la ineficacia, no la
invalidez. El acto de disposición, así celebrado, es válido y eficaz entre las partes celebrantes, pero
no lo es para la sociedad de gananciales, no teniendo relevancia lo dispuesto en el artículo 2014
del Código Civil en estos casos. Para que la sociedad asuma los efectos, el cónyuge no interviniente
tiene que ratificar.

Un dispositivo que permitiría comprobar lo dicho es el artículo 1669 del Código Civil, que se refiere
a la ratificación de un acto de disposición sobre un bien que (parcialmente) es ajeno. De igual
forma, la regulación sobre los contratos sobre bienes ajenos indica claramente que la ausencia de
legitimidad no provoca la invalidez, sino tan solo la ineficacia del contrato.

Quinta ponencia: Giovanni Priori

El profesor Giovanni Priori, último amicus curiae, afirmó que la infracción a la primera parte del
artículo 315 del Código Civil provoca la ineficacia del acto de disposición de un bien social, mas no
su invalidez. Así también, destacó que esta es la tendencia en las codificaciones más recientes. Si
bien el Código Civil peruano no regula expresamente el concepto de legitimación, este existe y se
desprende de varias normas de nuestro Código Civil, que no sancionan con invalidez su ausencia.
Ahora bien, en opinión del profesor Priori, este Pleno Casatorio Civil debe llevar a cabo una tarea
de diferenciación de distintas hipótesis, tomando como referencia la buena o mala fe de las partes
contratantes, así como si el acto de disposición es a título oneroso o gratuito. Así, si la sociedad de
gananciales se beneficia del acto de disposición, mal puede invocarse la ineficacia. Si los cónyuges
obran de mala fe, tampoco pueden invocar la ineficacia. Si el tercero obra de mala fe, sí le puede
ser opuesta la ineficacia. Conforme a esta idea, si el acto de disposición es a título gratuito, el
tercero no podrá alegar buena fe.
2. Análisis de las cinco ponencias

Análisis de la primera ponencia (Gastón Fernández)

En lo tocante a la primera ponencia, debo decir que la idea que asocia la invalidez a «defectos
intrínsecos» y la ineficacia a defectos «extrínsecos» ha sido ya superada por la doctrina. Y es que la
invalidez (tal como lo señalaran Luigi Cariota-Ferrara, Renato Scognamiglio y, más recientemente,
Vincenzco Scalisi) puede ser producto de defectos «extrínsecos» como de defectos «intrínsecos».
Por ejemplo, los defectos en el poder de representación provocan ineficacia (artículo 161 del
Código Civil), pero también invalidez (artículo 166 del Código Civil). Por ello prefiero quedarme con
la idea del profesor Fernández en tanto señala que la ineficacia y la invalidez dependen de lo que
el legislador disponga en un caso particular.

Por otro lado, hacia el 2014 publiqué algunos comentarios en los que sustentaba que existe la
imperiosa necesidad de distinguir entre la actuación de un cónyuge en nombre propio y la
actuación de un cónyuge irrogándose poderes de representación del otro que, en realidad, no
tiene. Sin embargo, en mi concepto, la distinción mencionada se regula por normas distintas. El
artículo 315 del Código Civil se refiere solo a poderes de representación. Si un cónyuge actúa en
nombre propio para disponer de bienes sociales, el artículo 315 del Código Civil no es aplicable. Si
sostengo que esta normativa se aplica a ambos supuesto (actuación de cónyuge en nombre ajeno
y en nombre propio para disponer de bienes sociales), pues prácticamente estoy sugiriendo que
las consecuencias jurídicas son las mismas, y ello no parece conveniente.

En efecto, si el cónyuge actúa arrogándose indebidamente un poder de representación del otro


que, en verdad, no ostenta, pues el acto de disposición de bien social debe considerarse ineficaz
por mandato del artículo 161 del Código Civil. Y es ineficaz también entre los celebrantes. Por
supuesto, mal puede decirse que el acto es eficaz plenamente entre el cónyuge que actuó en
solitario y la otra parte contratante. No. Esto no es así puesto que el cónyuge obró siempre en
nombre ajeno. Acá no cabe más que la aplicación de la responsabilidad precontractual por
ineficacia (total) del acto celebrado, que se rige por la regulación de la llamada responsabilidad
extracontractual. No se podrá demandar al cónyuge celebrante por responsabilidad contractual.

En cambio, si el cónyuge obró en nombre propio, tenemos un acto sobre bienes ajenos y,
conforme manda el artículo 1539 del Código Civil, en tanto no se peticione la rescisión, nos
hallamos ante un acto plenamente válido y eficaz entre los celebrantes. Si el cónyuge celebrante
del acto de disposición no consigue que el verdadero titular del bien (la sociedad de gananciales)
de desprenda del mismo en favor de la otra parte, esta podrá emplear la responsabilidad
contractual para satisfacer sus intereses frustrados.

Análisis de la segunda ponencia (Alex Plácido)

Con respecto a la segunda ponencia, hay un punto en el que vuelvo a coincidir con el profesor
Fernández. La falta de manifestación de voluntad sólo puede predicarse respecto de los
celebrantes del acto jurídico. Si un cónyuge celebra en nombre propio o ajeno un acto de
disposición de un bien social, pues el otro cónyuge no es celebrante y, por tanto, no puede decirse
que su manifestación de voluntad falta. En este orden de ideas, cabe preguntarse qué son los
cónyuges frente a la sociedad de gananciales. Fácil, son representantes. No pueden ser otra cosa.

Si se dice que la declaración de los cónyuges es un elemento estructural o constitutivo del acto de
disposición de bienes sociales, pues se tendría que admitir que los esposos son auténticos órganos
de la sociedad de gananciales. Los cónyuges serían los órganos por medio de los cuales la sociedad
de gananciales declararía su voluntad. Empero, esta idea no tiene respaldo en nuestra normativa.
Los cónyuges están lejos de ser órganos de la sociedad de gananciales. Además, de acuerdo con la
tesis de la nulidad, si bien es verdad que se puede celebrar de nuevo el acto jurídico, no es menos
cierto que el tercero contratante tendría la plena libertad de «desanimarse» y no celebrarlo otra
vez. Se entiende, entonces, que si el acto de disposición es considerado beneficioso por el cónyuge
que no interviene, la conservación de este beneficio no dependería solo de la voluntad del
cónyuge que no intervino, sino también de la buena voluntad del tercero contratante. Este
inconveniente no se presenta si se adopta la tesis de la ineficacia.

Para terminar este apartado, no creo que sólo esté en juego el interés del cónyuge que no
interviene. Se trata de una norma que refleja la igualdad del hombre y la mujer en la
administración de la economía familiar, un asunto que ciertamente es de interés general.
Precisamente esta consideración debería empujarnos a tomar partido por la postura que resulta
más conveniente para los intereses de la familia: la de la ineficacia.

Análisis de la tercera ponencia (Enrique Varsi)


Con respecto a la tercera ponencia, me permito precisar que la eficacia suspendida sólo aplicaría a
los supuestos en los que un cónyuge se arroga indebidamente un poder de representación del
otro. Aquí, sin duda alguna, cabe la ratificación. Sin esta, el negocio simplemente no produce
efecto alguno entre los celebrantes, como ya indiqué líneas arriba. La ratificación tiene una
función, como dice el profesor Varsi, de «rescate». Pero en el supuesto más usual, en el que el
cónyuge actúa en nombre propio para disponer de un bien social, el negocio es válido y eficaz
entre los celebrantes. El tercero contratante puede exigir el cumplimiento del contrato al cónyuge
interviniente, sin que importe la falta de intervención del otro cónyuge. Se trata, pues, de un
contrato sobre bien ajeno, cuya admisión es aceptada por nuestro Código Civil (inciso 2 del
artículo 1409), como ya se indicó también. Podría hablarse de ineficacia en este caso, pero
solamente respecto de la sociedad de gananciales. Dada esta plena eficacia entre las partes, la
intervención del cónyuge no celebrante carece de una función de «rescate».

Análisis de la cuarta ponencia (Rómulo Morales)

En lo tocante a la cuarta ponencia, conviene reiterarlo, no creo que la primera parte del artículo
315 del Código Civil se refiera a la actuación de un cónyuge en nombre propio. Esta norma no
puede dejar de interpretarse sistemáticamente. Si los cónyuges, como ya se dejó sentado, son
auténticos representantes de la sociedad de gananciales, la intervención de la que habla el artículo
citado se refiere a la representación conjunta que se requiere para efectuar actos de disposición
de bienes sociales.

Por consiguiente, si un cónyuge actúa en nombre propio, la representación no aplica, no siendo


pertinente la invocación del artículo 315 del Código Civil. Como lo dije a propósito de la primera
ponencia, las consecuencias entre el actuar en nombre propio y el actuar en nombre ajeno sus
sustancialmente diferentes. Surge la siguiente interrogante: ¿en ambos casos cabe la ratificación?
Sin duda alguna cabe cuando un cónyuge se arroga poder de representación de forma indebida. La
respuesta no es tan simple si el cónyuge actúa en nombre propio. En este caso la cuestión no es
más que esta: ¿cabe la ratificación en los contratos sobre bienes ajenos? Es más que oportuna la
invocación del artículo 1667 del Código Civil hecha por el cuarto amicus curiae: se trata de un
contrato sobre bien parcialmente ajeno, en el que se establece a la ratificación como aplicable. Es
viable aceptar que la ratificación opera en ambos casos. Pero esto no debe afectar la distinción
entre actuación en nombre propio y actuación en nombre ajeno.

Análisis de la quinta ponencia (Giovanni Priori)


Con respecto a la última ponencia, el profesor Priori se ha detenido sobre un aspecto muchas
veces descuidado por la doctrina y jurisprudencia. Creo que las distinciones que planteó el último
amicus curiae deben entenderse como apoyadas en el principio de la buena fe (artículo 1362 del
Código Civil) y en el principio de la fe pública registral (artículo 2014 del Código Civil).

A diferencia de lo sostenido por el cuarto amicus curiae, opino que este último principio sí es
pertinente en estos casos. De hecho, así también lo consideró el profesor Plácido al recordar que
no sólo se debe tener en cuenta la información brindada por la SUNARP, sino también por la
RENIEC. Y es que es innegable la trascendencia que tiene la información que brinda el registro
público sobre la titularidad del bien. Por lo tanto, aunque el Pleno Casatorio no lo llegue a decir,
un tercero de mala fe no puede verse protegido ante a la pretensión de ineficacia. Del mismo
modo, un tercero de buena fe tampoco puede alcanzar tal protección si su adquisición es solo a
título gratuito, a menos que los cónyuges hayan obrado de mala fe. El principio de la buena fe
impone, evidentemente, que nadie puede obtener un beneficio de su propio actuar fraudulento o
malicioso.

Ciertamente los problemas que debe enfrentar el VIII Pleno Casatorio no se limitan a los descritos
en estas líneas. Hay otros problemas complejos e interesantes que este Pleno Casatorio tiene que
resolver, de los cuales me ocuparé en próximas publicaciones. Por ahora, hagamos votos para que
el VIII Pleno Casatorio Civil adopte una decisión debidamente justificada y conforme a las intereses
de la familia y del tráfico jurídico.
¿Nulo, anulable o ineficaz?:
A propósito del VIII pleno
casatorio civil
Por Dr. Wildert Pérez Pagán

La convocatoria de los magistrados civiles de la Corte Suprema de la República,


el pasado 22 de diciembre último, en la Sala de Juramentos del Palacio Nacional
de Justicia, se llevó a cabo la audiencia del VIII Pleno Casatorio Civil, que tiene
por objeto de discusión, determinar si el acto jurídico celebrado por uno de los
cónyuges sin la intervención del otro, debe ser declarado nulo, anulable o
ineficaz. En dicho evento de relevancia académica, a convocatoria de la Corte, se
contó con la presencia, en calidad de ponentes de cinco amicus curiae .
[1]

Como es normal en el ámbito académico, los profesores intervinientes (amicus


curiae) dieron cuenta de la existencia de distintas posiciones jurídicas a tomar en
consideración a efectos de resolver el caso objeto de controversia (Nulidad de
Acto Jurídico. Cas. Nº 3006-2015-Junin) que indudablemente llevará a analizar
los alcances y confines del artículo 315 del Código Civil.
Así, a decir de Varsi Rospigliosi y Torres Maldonado, existen diversas teorías
acerca de la disposición de bienes sociales por uno de los cónyuges. Aquí, las
más importantes, a mi juicio:
1) Tesis de la nulidad: por ausencia de manifestación de voluntad, por ser un
supuesto de ejercicio abusivo de derecho, por ser contrario a las normas que
interesan al orden público y las buenas costumbres
2) Tesis de la anulabilidad
3) Tesis de la ineficacia.
Es objeto del presente artículo intentar explicar cada una de las teorías líneas
arriba indicadas, a través de un ejemplo de ocurrencia frecuente en nuestro
medio: La sociedad conyugal constituida, bajo el régimen patrimonial de la
sociedad de gananciales, por Juan Rojas Villa y Roxana Masías Vega, es
propietaria de un departamento (bien social) en la ciudad de Quillabamba. Dicho
bien inmueble es transferido o dispuesto a título oneroso por Juan Rojas Villa, sin
intervención de su cónyuge, a Pedro Reyes Guzmán.

1.- Tesis de la nulidad


Ahora bien, en esta tesis, parafraseando a Varsi Rospigliosi y Torres Maldonado
de acuerdo al primer supuesto, es decir, por ausencia de manifestación de
voluntad, el negocio jurídico es nulo, pues, la falta de voluntad de Roxana Masías
Vega en el acto de disposición vicia el acto de nulidad. Por otra parte, en el
supuesto de ejercicio abusivo del derecho también sería nulo, al no contar con un
fin lícito el acto jurídico, por tanto, devendría en inválido, específicamente en
nulidad. Finalmente, en el último supuesto de esta tesis, de igual manera que las
anteriores deviene en nulo, pues si la exigencia legal es de orden imperativo
(criterio de orden público) y requiere la intervención de ambos cónyuges, no hay
manera de superar dichas barreras legales sino es cumpliendo con las
disposiciones del artículo 315 del Código Civil.

2.- Tesis de la anulabilidad


Expuesta en el VIII Pleno Casatorio Civil por el profesor Alex Plácido y citada
por Ramírez Jiménez , indica que el Código Civil regula un sistema mixto para
[2]

la gestión de bienes sociales (principio de igualdad). Así, cuando uno de los


cónyuges como en el ejemplo planteado (Roxana Masías Vega) no interviene en
el acto de disposición, se advierte la falta de un elemento estructural del acto
jurídico. Además, dice que no está presente la voluntad de declarar ni la voluntad
declarada de quien necesariamente debió intervenir, es decir, el otro cónyuge.
Finalmente, dicho autor plantea que la solución correcta sería la anulabilidad,
puesto que los intereses afectados no tienen relevancia general, sino que
corresponden solo al cónyuge que no ha intervenido.
3.- Tesis de la ineficacia
Tesis mayoritaria “En nuestro medio, han asumido esta tesis: Moisés Arata,
Luciano Barchi, Rómulo Morales, Nelson Ramírez, Aníbal Torres, Claudia
Canales, Fort Ninamancco, Carlos Agurto y Sonia Quequejana” [3]

Esta tesis explica que “la ineficacia no implica invalidez, solamente el no


despliegue de efectos jurídicos” . Por su parte Morales Hervias deja en claro que
[4]

resulta de suma importancia distinguir las consecuencias de la actuación en


nombre propio y la actuación en nombre ajeno. En relación a la primera,
manifiesta que la representación no aplica, por tanto la ratificación resulta
discutible. En tanto que en el segundo caso, cabe ratificación cuando un cónyuge
se arroga poder de representación de forma indebida.
En el ejemplo planteado la cónyuge no interviniente en el acto jurídico no podría
ratificar su voluntad no expresada en el contrato. En tanto que si resulta
admisible su ratificación a condición que haya actuado arrogándose poder de
representación en forma indebida.

Bibliografía:
 RAMÍREZ JIMÉNEZ, Nelsón. (2016). Una crónica sobre lo que dijeron los amicus
curiae en el VII Pleno Casatorio. Lima: Gaceta Civil & Procesal Civil.
 AVENDAÑO VALDEZ, Jorge. (1990). DERECHOS REALES. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú.
 LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo. (1994). El Negocio Jurídico. 1994:
Jurídica Grijley E.I.R.L..
 ZANNONI, Eduardo A.. (2000). Ineficacia y nulidad de los Actos Jurídicos.. Buenos
Aires: Astrea.
 VARSI ROSPIGLIOSI, Enrique. (2013). Tratado de Derecho de Familia. Lima: Gaceta
Jurídica.

Referencias:
1. El amicus curiae –expresión latina que se puede traducir como “amigo del
Tribunal”– es un informe escrito que puede ser presentado por una persona natural o
jurídica que, a pesar de no tener un interés directo en el caso, interviene en él para
defender un interés de trascendencia general, como cuando está en juego la defensa
de los derechos fundamentales. En Defensoría del Pueblo, El amicus curiae ¿Qué es
y para qué sirve? Jurisprudencia y labor de la Defensoría del Pueblo, Serie
documentos defensoriales. Documento Nº 8, Lima, 2009, Pág. 45.
2. RAMÍREZ JIMÉNEZ, Nelson. “Una crónica sobre lo que dijeron los amicus
curiae en el VII Pleno Casatorio”. En: Gaceta Civil & Procesal Civil, Nº 31, Enero
2016. Pág. 96.
3. RAMÍREZ JIMÉNEZ, Nelson. Op. Cit., Pág. 109-110.
4. RAMÍREZ JIMÉNEZ, Nelson. Op. Cit., Pág. 109.
VIII Pleno Casatorio Civil: ¿En
qué se diferencian la nulidad y la
ineficacia en sentido estricto?
Por
Editorial EnfoqueDerecho
-
6 abril, 2016
2
1090

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Por Miguel Ángel Pérez Caruajulca, alumno de la Facultad de Derecho de la


PUCP. Asistente de docencia del curso “Instituciones de Derecho Privado 2”
en la misma casa de estudios. Practicante del Área de Proyectos,
Infraestructura y Construcción del Estudio Hernández & Cía. Abogados.

El autor manifiesta su más sincero agradecimiento a Walter Vásquez


Rebaza por su apreciable ayuda con la revisión y comentarios a este
trabajo. Asimismo, desea hacer extensivo su agradecimiento y
reconocimiento al profesor Rómulo Morales Hervías por las enseñanzas
recibidas y por la confianza depositada ciclo a ciclo en el curso Instituciones
de Derecho Privado 2. Finalmente, el autor pone de relieve que cualquier
error presente en este trabajo le es completamente imputable.

Recientemente, un tema controversial ha concentrado la atención de la


comunidad jurídica. Se trata del VIII Pleno Casatorio Civil cuyo objeto de
análisis son los actos de disposición de bienes sociales por un solo cónyuge.
La discusión se centra en determinar cuál es la sanción jurídica aplicable a
estos actos de disposición realizados sin la participación de uno de los
cónyuges, a propósito de la interpretación de lo establecido en el artículo
315 del Código Civil Peruano (1). Son dos los remedios o sanciones que se
han desarrollado tanto jurisprudencial como doctrinariamente: (i) la nulidad
y (ii) la ineficacia (en sentido estricto).

En el presente escrito, más allá de pretender sentar una posición jurídica


respecto al VIII Pleno Casatorio Civil, queremos ir un paso atrás para poder
aportar a una mejor comprensión de las materias en discusión. Así pues, lo
primero que uno se puede preguntar es (i) en qué consisten dichos actos
de disposición y (ii) en qué se diferencian la nulidad y la ineficacia (en
sentido estricto). En adelante, esbozaremos las posibles respuestas a estas
interrogantes.

 Los actos de disposición de bienes

Cuando se hace referencia a actos de disposición, a lo que se alude es, en


última instancia, a los negocios jurídicos o actos de autonomía privada en
virtud de los cuales se dispone de bienes o de derechos, y que implican la
modificación de la esfera jurídica patrimonial de un sujeto. Es mediante los
negocios jurídicos, principalmente contratos, que se realizan la disposición,
transferencia y/o gravámenes de bienes. Dichas disposiciones pueden ser
realizadas mediante un contrato de compraventa, un contrato de donación,
una permuta, un arrendamiento, etc. Las sanciones o remedios de nulidad
o de ineficacia (en sentido estricto) recaen pues sobre estos negocios
jurídicos.

 La formación de los Negocios Jurídicos

El hecho que el VIII Pleno Casatorio Civil pretenda determinar la sanción


aplicable a los actos de autonomía privada por los cuales se dispone
unilateralmente de bienes conyugales, teniendo que optar entre la nulidad
o la ineficacia (en sentido estricto), nos adelanta que dichos remedios o
sanciones son en sí mismos distintos. Pero, ¿cuáles son las diferencias
entre estas dos sanciones? ¿qué implicancias tiene el optar por una u por
otra sanción o remedio?

Para responder estas preguntas, lo primero que debemos mencionar


respecto a la nulidad y a la ineficacia en sentido estricto, es que éstas son
sanciones aplicables a los negocios jurídicos que se encuentran en una
situación patológica, esto es, actos que están en una situación de
anormalidad lo cual implica, en líneas generales, su no producción de
efectos jurídicos y con ello la no realización de ningún finalidad práctica (2).

Ahora bien, para comprender qué es una situación patológica, debemos


entender en qué consiste una situación óptima o saludable en términos
jurídicos. En este punto es ineludible realizar una explicación de cómo es
que se forman y desarrollan los negocios jurídicos hasta alcanzar su
finalidad para poder advertir así en qué etapa de su formación aparece una
patología.

Los negocios jurídicos como hechos jurídicos que se presentan en la


realidad, pasan por un proceso que va desde su constitución hasta la
consecución de su finalidad. Así, para que un acto de autonomía privada
pueda llegar a cumplir su propósito práctico para el cual ha sido concebido
debe antes pasar por tres etapas secuenciales, esto es, debe transitar por
tres escalones hasta alcanzar su plenitud: (i) existencia, (ii) validez y (iii)
eficacia. Un negocio jurídico debe pues primero existir como tal, luego ser
válido y, asimismo, eficaz.

 Primer Escalón: Existencia e Inexistencia (3)

Como bien se ha dicho, ser, valer y ser eficaz (4) son situaciones distintas
con connotaciones y consecuencias jurídicas distintas también. Para
calificar a un hecho jurídico en la realidad social y jurídica éste tiene
primero que existir, es decir, tiene que presentarse en la realidad. Por
ejemplo, para decir que un contrato –negocio jurídico por antonomasia–
existe en la realidad, tienen que presentarse conjuntamente todos aquellos
elementos que lo estructuran y que nos permitan identificar jurídicamente
que estamos frente a un auténtico acuerdo patrimonial.

Siguiendo a una autorizada doctrina nacional (5) consideramos que el


contrato tiene cinco elementos: las partes, el acuerdo, el objeto, la causa y
la formalidad obligatoria (6). De esta manera, si en un determinado hecho
de la realidad aparecen conjuntamente estos elementos estructurales
podemos decir entonces que estamos frente a un contrato que existe;
contrariamente, ante la ausencia de alguno de ellos, diremos pues que el
contrato no existe como tal, en cuanto no ha logrado completar su
formación.

Un contrato se estructura por los elementos antes mencionados, su


ausencia determina la “inexistencia del contrato”. (7) Esta inexistencia
contractual es “la primera forma patológica del contrato (negocio jurídico)”,
(8) una situación en la cual no se va a configurar este tipo de negocio y por
ende no podrá surtir efectos jurídicos ni llegar a cumplir ninguna finalidad.
(9) Esta situación de inexistencia negocial no es susceptible de
subsanación, en tanto no hay negocio que corregir, ni efectos negociales
que activar.

La existencia es el primer escalón que un negocio jurídico debe recorrer en


el camino hacia su plena eficacia, por el contrario, la inexistencia constituye
su primer gran obstáculo.

 Segundo Escalón: Validez e Invalidez

Corroborado que un negocio jurídico –el contrato en este caso– presenta


todos los elementos configuradores de la categoría como tal, es que
podemos dar un paso adelante y transitar al análisis del siguiente escalón:
la validez. Los contratos, en cuanto actos de autonomía privada que
apuntan a cumplir determinadas finalidades prácticas, esto es, que buscan
satisfacer necesidades cotidianas mediante la reglamentación y
programación de los intereses de las partes que lo celebran, deben ser
acordes con los valores que propugna el ordenamiento jurídico. Así, los
negocios jurídicos deben ser compatibles con el sistema jurídico.

En tal sentido, no es suficiente que concurran todos estos elementos, es


decir, que exista un acuerdo, partes, un objeto, una causa y una formalidad
para afirmar que estamos ante un contrato digno de protección que pueda
surtir efectos. Será necesario que ese acuerdo haya sido libre y sin vicios,
que las partes sean sujetos capaces, que el objeto sea física y
jurídicamente posible, que la causa sea lícita, y que la formalidad sea la
requerida por la norma. Si todo eso se cumple podemos decir que estamos
frente a un contrato que existe y que es válido, pues además de presentar
los elementos configuradores de un negocio jurídico, cumple con los
requisitos de validez que postula el ordenamiento jurídico.

Contrariamente, cuando los elementos que pretenden configurar un


contrato incumplen los requisitos de validez, se presenta la segunda
patología del negocio jurídico. Esta patología es conocida como invalidez.
Se puede llegar a la invalidez por dos caminos: la nulidad y la anulabilidad.
Un contrato puede ser nulo o anulable por estar inmerso en las causales de
nulidad o de anulabilidad, respectivamente.

Así, en el Código Civil (10) se regulan las causales que generan estas dos
formas de invalidez. Siendo un negocio jurídico sancionado con nulidad
cuando:

1. Falta la declaración de voluntad de las partes;


2. Haya sido realizado por persona absolutamente incapaz;
3. Su objeto sea física o jurídicamente imposible o indeterminable;
4. La causa o finalidad sea ilícita;
5. Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad;
6. Adolezca de simulación absoluta;
7. La ley lo declare expresamente.

Si un contrato incurre en alguna de estas causales, ello determinará su no


producción absoluta de efectos jurídicos.(11) El negocio jurídico nulo no
podrá cumplir ninguna finalidad en tanto la reglamentación en él contenida
no es idónea para satisfacer necesidades prácticas dado que atenta contra
el ordenamiento jurídico, por lo tanto no es digno de protección estatal. “La
nulidad implica la improductividad automática y general de los efectos”.
(12)

La sentencia de nulidad por la cual se establece la invalidez de un negocio


jurídico es declarativa, lo cual significa que se limita a reconocer una
situación existente e insubsanable. En el Código Civil se establece un plazo
de prescripción de 10 años para pedir la nulidad de un negocio jurídico,
pudiendo solicitarla cualquier persona con interés. Incluso la nulidad puede
ser observada de oficio por el juez. La nulidad es la forma más grave de la
patología denominada invalidez, en la cual se protegen intereses y valores
generales de la sociedad.

Por otro lado, tenemos a la anulabilidad. En la anulabilidad, a diferencia de


la nulidad, su protección está circunscrita a las partes del negocio jurídico,
toda vez que la afectación de los vicios que la generan recae y aquejan tan
solo a ellos mismos. Por lo cual únicamente la parte legitimada para
solicitar judicialmente la invalidez por anulabilidad de un acto de autonomía
privada, es aquella que ha sido afectada por el vicio, teniendo para ello un
plazo de 2 años y siendo la sentencia que emita el juez constitutiva, (13)
esto es, la invalidez se constituirá a partir de ese momento extendiéndose
retroactivamente hasta el momento de la celebración del negocio. (14)

Una particularidad adicional de un contrato que incurre en anulabilidad es


que, a diferencia de un contrato nulo que no genera en ningún momento
efectos, éste sí llega a surtir efectos provisionalmente, pudiendo estos
efectos mantenerse y continuar en el tiempo en caso el acto se convalide o
confirme. Un acto se convalida cuando transcurre el plazo de 2 años para
alegar la anulabilidad; y se confirma cuando la parte que ha sido afectada
por la causal de anulabilidad reafirma la validez del contrato celebrado e
informa que desea sus efectos (confirmación expresa) o simplemente
ejecuta el contrato a pesar de tener conocimiento del vicio sufrido
(confirmación tácita), superándose así la afectación inicial causada.

Un contrato incurre en causales de anulación en los siguientes casos:

1. cuando una de las partes está inmersa en incapacidad relativa


(natural y de obrar),
2. por estar viciado por error, dolo y violencia o intimidación moral,
3. cuando así lo declare la ley expresamente

Es importante mencionar que las causales de invalidez, ya sea de nulidad o


de anulabilidad, se presentan en el momento de la formación del negocio
jurídico. Es decir, en el momento en que deben concurrir todos los
elementos configuradores del contrato y cumplir con los requisitos de
validez estipulados en el ordenamiento. Estas causales se determinan en un
momento específico en el tiempo y espacio: cuando el contrato se forma.
(15)

 Tercer Escalón: Eficacia e Ineficacia en sentido estricto (16)

Habiendo transitado el primer escalón y corroborado que el negocio jurídico


existe -en cuanto presenta todos los elementos configuradores-, y luego de
haber ascendido al segundo escalón y haber comprobado que es válido –ya
que cumple con los requisitos de validez del ordenamiento-, lo último a
verificar es si ese negocio jurídico es también eficaz, ósea, susceptible de
surtir efectos jurídicos. La eficacia es el tercer y último escalón que deben
alcanzar los negocios jurídicos para que puedan cumplir las finalidades
prácticas por las cuales han sido concebidos.
Así pues, como regla general un negocio jurídico que presenta todos los
elementos que lo configuran como tal y que cumpla además con todos los
requisitos de validez establecidos por el ordenamiento, debería surtir
efectos automáticamente. A saber, debería ser eficaz, ser apto de cumplir
su finalidad. Si se escala satisfactoriamente por el primer y segundo
escalón, se debería entonces alcanzar automáticamente el tercer escalón:
la eficacia. Por ejemplo, un contrato de compraventa que está conformado
por todos sus elementos y que no ha incurrido en causales nulidad o
anulabilidad, debería estar en aptitud de generar ya las obligaciones de
transferencia de la propiedad y del pago del precio entre las partes e
incluso incentivar su cumplimiento, modificando así las situaciones jurídicas
de las partes y satisfaciendo los intereses prácticos que los llevaron a
celebrar ese contrato.

No obstante, ello no siempre es así. Hay determinados supuestos en que si


bien se tiene un acto de autonomía privada perfectamente conformado,
tanto a nivel de existencia como de validez, este aun no cuenta con la
aptitud de producir efectos, de poder modificar esferas jurídicas, de poder
cumplir su finalidad. Cuando ello sucede nos encontramos frente a un
negocio jurídico que si bien es existente y válido, no es eficaz. Cuando esta
situación se presenta es que estamos frente a la tercera patología del
negocio jurídico, a la cual se le denomina ineficacia en sentido estricto.

La ineficacia en sentido estricto es la patología que se presenta por


causales distintas a las de la inexistencia e invalidez, toda vez que estas
patologías se ubican en diferentes escalones. “Un acto de autonomía
privada válido es ineficaz cuando no produce sus efectos por factores
extrínsecos o por el incumplimiento de un requisito legal”. (17) La ineficacia
solo puede determinarse una vez que se ha corroborado que el negocio
jurídico no está inmerso en supuestos de inexistencia o en causales de
invalidez. La ineficacia en sentido estricto se reputa de negocios existentes
y válidos, se analiza necesariamente en el tercer y último escalón en el
camino de los negocios jurídicos.
Son ejemplos de causales de ineficacia en sentido estricto: “la ausencia de
legitimidad de contratar, la falta de realización de la condición o la ausencia
de inscripción”, (18) la resolución, entre otros. Como se puede notar, estos
son casos en los cuales un negocio no surte o deja de surtir efectos por
causales distintas a las de inexistencia o de invalidez.

La ineficacia en sentido estricto puede ser a su vez provisional o definitiva.


Es definitiva cuando el negocio ya no surtirá en adelante efectos jurídicos,
ejemplos de ello son la resolución del contrato, la no realización definitiva
de una condición suspensiva, el cumplimiento de una condición resolutoria
o de un plazo de vigencia. Es provisional cuando el negocio si bien en un
momento no surte efectos, es posible que posteriormente cobre eficacia,
como por ejemplo, en el caso de un contrato sometido a un determinado
plazo de inicio de vigencia, un negocio que falta ser inscrito, (19) un
contrato celebrado por alguien que carece de legitimidad para contratar. En
todos los casos de ineficacia provisional, el negocio jurídico podría cobrar
eficacia y modificar situaciones jurídicas.

Determinados supuestos de negocios jurídicos inmersos de manera


provisional en causales de ineficacia, pueden ser subsanados mediante la
ratificación, como por ejemplo los contratos celebrados por personas que
carecen de legitimidad. (20) Muestra de ello es el contrato celebrado por
el falsus procurator. En este supuesto se estipula que aquel negocio
realizado por un falso representante o por un representante que excede sus
poderes de representación es ineficaz (en sentido estricto) o inoponible
respecto al representado lo cual significa que ese negocio a pesar de existir
y ser válido no surte efectos respecto al titular de las situaciones jurídicas
inmersas en el contrato, salvo que opte por ratificarlo. La figura que aquí
subyace es la falta de legitimidad del falsus procurator para disponer por
medio del contrato de situaciones jurídicas ajenas.

Otro ejemplo es el contrato de arrendamiento realizado por un


copropietario sin la participación de los otros copropietarios, donde el
contrato es válido para las partes que celebraron el contrato pero ineficaz
para la copropiedad, toda vez que el copropietario que arrendó
unilateralmente carece de legitimidad para contratar. El negocio celebrado
se convertirá en eficaz totalmente cuando los otros copropietarios lo
ratifiquen. (21)

El negocio jurídico realizado por uno sólo de los cónyuges sería pues
también un caso en el cual el cónyuge que dispone unilateralmente carece
de legitimidad para contratar. (22)

La ausencia de legitimidad no es pues causal de inexistencia o de invalidez


del negocio jurídico, sino causal de ineficacia en sentido estricto.

Como se ve, una de las peculiaridades de la ausencia de legitimidad para


contratar como supuesto de ineficacia en sentido estricto es que puede ser
susceptible de subsanación, esto es, el negocio jurídico carente de efectos
respecto al verdadero titular de las situaciones jurídicas comprometidas
puede llegar a surtir efectos de manera definitiva en caso opere la
ratificación del negocio por su parte. Se entiende por ratificación al negocio
jurídico unilateral por el cual se atribuye eficacia al contrato (de por sí
ineficaz) celebrado por el sujeto carente de legitimidad. (23)

Otra particularidad de la ineficacia en sentido estricto por ausencia de


legitimidad es que el afectado por esta patología puede pedir la declaración
de ineficacia del negocio jurídico en cualquier momento, en cuanto no se ha
establecido expresamente un plazo de prescripción. (24)

 La disyuntiva del VIII Pleno Casatorio Civil

Así en el VIII pleno casatorio civil se busca determinar si la patología de los


negocios jurídicos realizados por un solo cónyuge se ubica en el segundo
escalón, es decir, si son inválidos o si, por el contrario, están en el tercer
escalón, esto es, si son ineficaces en sentido estricto.
Serían inválidos por nulidad, según se ha dicho, (25) por tres razones: i)
por ausencia de declaración de voluntad del cónyuge no participante, ii)
porque su objeto es jurídicamente imposible y/o iii) porque tiene un fin
ilícito. Y serían ineficaces en sentido estricto en cuanto son realizados por
una parte que carece de legitimidad para contratar.

El optar por una u otra opción, como se ha visto hasta este momento, tiene
consecuencias jurídicas distintas, en cuanto se ubican en etapas o
escalones distintos de la vida del negocio jurídico y toda vez que responden
a causales distintas también.

Si se opta por la nulidad, lo cual determinaría la invalidez del negocio


jurídico, ello significaría la improductividad de efectos jurídicos del negocio
desde un inicio, tanto para las partes contratantes como para el cónyuge no
participante, así como la imposibilidad de subsanación. “La nulidad del
Contrato impediría también que el adquirente de buena fe actuase
remedios contractuales supletorios establecidos por ley, tales como las
garantías de saneamiento, resolución por incumplimiento y otros remedios
sinalagmáticos”. (26)

La parte que contrató con el cónyuge no autorizado sólo podría pedir


jurisdiccionalmente que se le indemnice la afectación a su llamado “interés
negativo” (27) por haber celebrado un contrato inválido, esto es, que se le
reestablezca a la posición inicial en la que hubiera estado antes de celebrar
este negocio. El plazo para solicitar la nulidad es de 10 años.

En cambio, si se opta por la ineficacia en sentido estricto, ello significaría


que el negocio jurídico no surte efectos provisionalmente respecto al
cónyuge preterido, pero éste tiene el poder de ratificar ese negocio jurídico
o dejarlo sin efectos definitivamente con respecto a su persona
(oponibilidad), pudiendo ejercer esta pretensión en cualquier momento
dada su imprescriptibilidad.
En caso esto último suceda, quedaría a salvo la vinculación entre las partes
que celebraron el contrato, para quienes el contrato sí surtiría efectos. En
este caso la parte que celebró el contrato podría exigir el cumplimiento del
contrato y, toda vez que ello no va a ser posible de realizar, dada la
negativa de ratificación, podría demandar el resarcimiento por la afectación
a su “interés positivo”, (28) es decir, el interés en el cumplimiento efectivo
del contrato que se verá reflejado en el daño emergente y lucro cesante
que el incumplimiento de su contraparte le haya generado. La protección
del tercero, así como del cónyuge afectado, quedan aseguradas con esta
posición.

Finalmente, sea cual sea la decisión de la Corte Suprema respecto a este


tema, esperamos que lo aquí desarrollado coadyuve a una mejor
comprensión de los aspectos jurídicos sometidos a discusión en este Pleno
Casatorio Civil.

1. Artículo 315 del Código Civil: Para disponer de los bienes sociales
o gravarlos, se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder
especial del otro.
2. Es importante mencionar que no todos los casos de ineficacia en
sentido estricto responden a situaciones patológicas, tal como se verá
más adelante.
3. Para un análisis de la importancia y utilidad de la categoría de
existencia e inexistencia del negocio jurídico, véase: MORALES
HERVÍAS, Rómulo. “Inexistencia e invalidez del Contrato en el Código
Civil peruano de 1984”. En: Revista Jurídica del Perú. Derecho
Privado y Público. Normas Legales. Lima: Gaceta Jurídica. 2009. pp.
85-111. Disponible en:
http://works.bepress.com/romulo_morales/6/. Asimismo, para un
análisis detallado de la inexistencia del negocio jurídico como un
fenómeno distinto a la nulidad en el ordenamiento jurídico peruano
ver: VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “La inexistencia del negocio jurídico.
¿Duplicación inútil, hipótesis de escuela o genuina categoría
operativa?”. En: Revista Jurídica del Perú 141. 2012. pp. 164-188.
Disponible en: http://works.bepress.com/walter_vasquezrebaza/3
4. MORALES HERVÍAS, Rómulo. “Patologías y Remedios del Contrato”.
Lima: Jurista Editores. 2011. p. 191.
5. Ídem. p. 193.
6. La formalidad obligatoria no se presenta en todos los actos de
autonomía privada, tan solo en aquellos llamados “ad solemnitatem”,
la regla general es que los negocios jurídicos tengan libertad de
forma.
7. Cabe mencionar que, por política legislativa, muchas veces las
consecuencias jurídicas ante la ausencia de algunos de estos
elementos podría variar. Por ejemplo, tal es el caso del ordenamiento
italiano en el cual la ausencia de acuerdo, de objeto o de causa no se
sancionan con la inexistencia, sino con nulidad (invalidez) toda vez
que se ha plasmado esa solución expresamente. Distinto es el caso
peruano, en donde no se menciona que la sanción aplicable ante la
ausencia del objeto o de la causa sea la invalidez del negocio jurídico,
pero sí se ha plasmado que la ausencia de declaración de voluntad
(caso que determinaría la inexistencia de un negocio jurídico
unilateral) o la ausencia de formalidad obligatoria, se sancionan con
nulidad.
8. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Ob. cit. 2011. p. 195.
9. Un ejemplo de inexistencia del contrato es el contenido en el artículo
1359 del Código Civil que regula la ausencia de acuerdo: “No hay
contrato mientras las partes no estén conformes sobre todas sus
estipulaciones, aunque la discrepancia sea secundaria”. (El énfasis es
nuestro)
10. Causales de nulidad. Artículo 219.- El acto jurídico es nulo: 1.-
Cuando falta la manifestación de voluntad del agente. 2.- Cuando se
haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo
dispuesto en el artículo 1358. 3.- Cuando su objeto es física o
jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable. 4.- Cuando su
fin sea ilícito. 5.- Cuando adolezca de simulación absoluta. 6.- Cuando
no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad. 7.- Cuando la
ley lo declara nulo. 8.- En el caso del artículo V del Título Preliminar,
salvo que la ley establezca sanción diversa.Causales de
anulabilidad. Artículo 221.- El acto jurídico es anulable: 1.- Por
incapacidad relativa del agente. 2.- Por vicio resultante de error, dolo,
violencia o intimidación. 3.- Por simulación, cuando el acto real que lo
contiene perjudica el derecho de tercero. 4.- Cuando la ley lo declara
anulable.
11. Debe entenderse por no producción absoluta de efectos a aquellos
referidos al contrato mismo, dado que pueden darse casos en que el
contrato nulo sí produzca efectos jurídicos marginales, como por
ejemplo, en caso se hayan efectuado las prestaciones se genera la
obligación de restitución de las mismas, entre otros casos.
12. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 205.
13. “La demanda de anulación tiende a la remoción judicial del contrato;
la sentencia que acoge la demanda es una sentencia constitutiva,
pues modifica la posición jurídica de las partes, al privar al contrato
de su eficacia originaria”. En: BIANCA, Massimo. “Derecho Civil 3: El
contrato”. Traducción del italiano por Fernando Hinestrosa y Édgar
Cortés. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 2007. p. 690
14. Artículo 224 del Código Civil: El acto jurídico anulable es nulo
desde su celebración, por efecto de la sentencia que lo declare.Esta
nulidad se pronunciará a solicitud de parte y no puede ser alegada
por otras personas que aquellas en cuyo beneficio establece la ley.
15. Es importante mencionar que la diferenciación entre existencia y
validez como dos escalones distintos, además de las consecuencias
jurídicas que acarrean, sirve también para fines didácticos. En la
realidad ambas etapas convergen y son analizadas en el mismo
momento: la celebración del negocio jurídico.
16. Se tiene que tener cuidado con la utilización del término “ineficacia”,
ya que se lo suele utilizar indiscriminadamente cuando en realidad su
utilización tiene connotaciones y cargas distintas. No es lo mismo
hablar de “ineficacia en sentido general” que de “ineficacia en sentido
estricto”. La ineficacia en sentido general alude a la no producción de
efectos jurídicos de un negocio jurídico, sea cual fuere su causal. Es
así que un negocio jurídico inválido, por ejemplo, es a su vez ineficaz
en cuanto no producirá efectos negociales. En cambio la ineficacia en
sentido estricto es aquella que se presenta específicamente en este
tercer escalón, luego de haber comprobado la existencia y validez del
negocio. La ineficacia en sentido estricto es un tipo de ineficacia en
sentido general.
17. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 96
18. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2011. p. 201.
19. Por ejemplo, el contrato por el cual se constituye una hipoteca que
no ha sido aún inscrito, existe y es válido pero aun es ineficaz en
sentido estricto hasta su inscripción en Registros Públicos. Véase al
respecto: MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “La constitución del
negocio jurídico hipotecario ¿Inscripción
constitutiva?” En: http://polemos.pe/2015/09/la-constitucion-del-
negocio-juridico-hipotecario-inscripcion-constitutiva/
20. “La legitimidad del sujeto proviene de ser titular de situaciones
jurídicas subjetivas. (…) la legitimidad es una cualidad del sujeto y la
ilegitimidad es la ausencia de dicha cualidad”. MORALES HERVÍAS,
Rómulo. “La falta de legitimidad del contrato: inoponibilidad o
ratificación”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Vol. 208. 2016. p.
310. Disponible en: http://works.bepress.com/romulo_morales/38/
21. MORALES HERVÍAS, Rómulo. Op. cit. 2009. p. 95.
22. Véase al respecto: MORALES HERVÍAS, Rómulo. “La falta de
legitimidad del contrato: inoponibilidad o ratificación”. En: Diálogo
con la Jurisprudencia. Vol. 208. 2016. pp. 309–332; y VASQUEZ
REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes sociales por
parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales a favor de la
tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno Casatorio Civil”.
En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-la-
compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-corpus-
comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-suprema-2/
23. ROPPO, Vincenzo. “El Contrato”. Traducción del italiano por Nélvar
Carreteros Torres a cura de Eugenia Ariano Deho. Lima: Jurista
Editores. 2009. p.283.
24. En ese sentido: MORALES HERVIAS, Rómulo. “La imprescriptibilidad
de la accionabilidad de la pretensión de ineficacia en sentido estricto”.
En: Actualidad Jurídica. Nº 230. Lima: Gaceta Jurídica. 2014. p. 84.
Así como ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “¿Prescripción de la pretensión
de ineficacia ex artículo 161 del CC?”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia 200. Lima: Gaceta Jurídica. Mayo de 2015. p. 45.
25. Tercer Pleno Jurisdiccional Civil y Procesal Civil, octubre de 2015,
Arequipa.
26. VASQUEZ REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes
sociales por parte de uno de los cónyuges. Argumentos adicionales a
favor de la tesis “Pro ineficacia” ad portas del Octavo Pleno Casatorio
Civil”. En: http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-
de-la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-la-clausula-ad-
corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-suprema-2/
27. “Es llamado así porque se lo identifica con el interés a no iniciar una
tratativa como la que ha expuesto al sujeto a sufrir las incorrecciones
de la contraparte: y dado que iniciar esa tratativa ha grabado al
sujeto con gastos inútiles y le ha hecho perder otras ocasiones de
negocios (…)” (El énfasis es del original). En: ROPPO, Vincenzo. Op.
cit. p. 190.
28. Es el “(…) interés a la ejecución del contrato válidamente celebrado,
y a la adquisición de las correspondientes ganancias” (El énfasis es
del original). En: Ídem. pp. 190-191
8/12/2015

En efecto, los jueces de ambos colegiados, producto del citado

pleno, realizado recientemente, dejaron al voto la Casación N° 3006-2015-JUNÍN


vinculada a dicha materia, luego de escuchar las posiciones jurídicas de varios de los
principales expertos en derecho civil del país, algunos de los cuales sustentaron sus
ponencias considerando el derecho comparado, tal como da cuenta el jurista Nelson
Ramírez Jiménez, testigo de aquel debate académico.

La materia de la referida casación bajo análisis implica dilucidar si el acto jurídico por
el cual uno de los cónyuges dispone de bienes de la sociedad de gananciales sin la
intervención del otro es nulo, anulable o ineficaz, lo que presupone fijar los alcances
del artículo 315 del Código Civil.Derecho comparado

Para el especialista en derecho civil

Giovanni Priori Posada, dicho acto jurídico constituye un supuesto de ineficacia


aunque reconoció que hay diferentes tratamientos en la legislación comparada sobre
la venta de bienes ajenos.Por ejemplo, citó el caso de la legislación de Venezuela en
donde tal acto configura un supuesto de anulabilidad, en tanto que en México
constituye causa de nulidad del acto.En Uruguay

, Chile, Colombia y Paraguay, entre otros países, el tema pasa por la validez, refirió.

Ante esa disparidad de tratamientos, Priori se inclinó por una solución que el propio
legislador haya considerado, en este caso, la ineficacia.

No obstante, sugirió tomar en cuenta las diferentes hipótesis existentes para emitir la
mejor solución.

Así, sostuvo que pueden presentarse actos de disposición a título gratuito en favor de
tercero que actúa de buena fe o mala fe, y actos de disposición a título oneroso en
favor de tercero que actúa de buena fe o mala fe.

También considera que pueden realizarse actos de disposición en los cuales el propio
cónyuge perjudicado actúa de mala fe, así como actos mediante los cuales se gravan
bienes en provecho del mismo cónyuge celebrante. A su vez, pueden producirse
actos mediante los que se gravan bienes por uno de los cónyuges, pero en provecho
de la sociedad conyugal, añadió.

Planteamientos

En la medida que un precedente emitido por el Pleno Casatorio Civil debe generar
efecto vinculante, lo deseable es que la Corte Suprema proyecte su decisión
atendiendo más al efecto ius constitutionis (defensa del interés general) antes que al
ius litigatoris (defensa del individuo), pues el efecto que se busca generar en la
sociedad así lo reclama, indicó Ramírez. Sostuvo, además, que la máxima instancia
judicial del país debe precisar los hechos que específicamente sustentan la sentencia,
teniendo en cuenta el listado propuesto por Priori, para facilitar que los jueces
inferiores puedan apartarse del precedente haciendo la debida distinción, cuando el
caso que les toca juzgar tiene matices que hacen ineficiente o injusta la jurisprudencia
generadas.

Aportes

A criterio del especialista en derecho civil Rómulo Morales Hervias, la tendencia


legislativa latinoamericana en la materia es tratar el tema como uno de legitimidad.

La legitimidad directa exige la intervención de ambos cónyuges, por lo que si no hay


una actuación conjunta, debe decretarse la inoponibilidad del acto, detalló.

Estima que debe tomarse en cuenta la inoponibilidad como la categoría adecuada


para hallar la mejor solución a la materia de la citada casación, que considera de
enorme importancia.
Como es de público conocimiento, ayer 22 de diciembre de 2015, se desarrolló el VIII Pleno
Casatorio Civil de la Corte Suprema. La cuestión era discutir (es un decir) en torno al acto de
disposición que se realiza sin el concurso de uno de los cónyuges. Más concretamente, se trataba
de dilucidar si un acto de esa catadura era nulo, anulable o ineficaz.

Así pues, se trataba de salvar una carencia del artículo 315 del Código Civil, esto es, la falta de
consecuencia jurídica de disponer de los bienes sin participación del otro cónyuge:

Para disponer de los bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder especial del otro.

Lo dispuesto en el párrafo anterior no rige para los actos de adquisición de bienes muebles, los
cuales pueden ser efectuados por cualquiera de los cónyuges. Tampoco rige en los casos
considerados en las leyes especiales.

El incansable litigante, don Nelson Ramírez Jiménez, que estuvo presente en el evento, hizo una
sabrosa y sustanciosa crónica de la intervención de los cinco reconocidos juristas que participaron
en calidad de «amigos del tribunal». En esta nota hemos transcrito los principales párrafos de la
crónica, no obstante que, al final, colocamos el enlace para que puedan leerla completa, e incluso
descargarla.

Dr. Fernández Cruz

Sostuvo que el art. 315 regula un caso de Legitimidad para realizar un acto de disposición, lo que
constituye una circunstancia extrínseca al negocio mismo y distinto a la capacidad. Por ende, la
legitimidad debe ser considerada como un requisito de eficacia del negocio (no es estructural sino
funcional), pues así es regulado en el C.C., por ejemplo, en las disposiciones sobre representación
o sobre el objeto del contrato.

Dr. Plácido Vilcachagua

Sostuvo que el art. 315 exige la intervención de ambos cónyuges. Considera que nuestro C.C.
regula la administración de la sociedad de gananciales por ambos cónyuges, de manera conjunta.
El principio de igualdad explica que la voluntad de disposición se conforme por la concurrencia de
la voluntad de ambos cónyuges; en el sistema peruano no tiene cabida la administración separada.
Ambos cónyuges son titulares de los bienes y ambos deben decidir en conjunto su disposición, lo
que es propio de la justicia distributiva. Sin perjuicio de ello se acepta el régimen de
administración indistinta para los actos de mera administración ordinaria que regula el art. 292 del
C.C.

Dr. Varsi Rospigliosi

Sostuvo que es un tema complejo en la medida que más que un tema meramente patrimonial,
involucra a la familia. En este esquema hay 3 sujetos de derecho a considerar: el marido, la mujer
y la sociedad de gananciales. El art. 65 del C. Procesal Civil cataloga a la sociedad conyugal como
un patrimonio autónomo, por lo que solo ambos cónyuges pueden adoptar decisiones al respecto.
El art. 315 hace referencia al concepto “disponer” y faculta para que un cónyuge dé poder al otro
para que pueda disponer del bien común; la razón de ser de dicho dispositivo es proteger el
interés familiar.

Dr. Morales Hervias

Sostuvo que la tendencia legislativa latinoamericana en la materia es tratar el tema como uno de
legitimidad. La legitimidad directa exige que ambos cónyuges intervengan, por lo que si no hay
una actuación conjunta, lo que corresponde es decretar la inoponibilidad del acto. Solo si se trata
de falta de poder, que es un caso de legitimidad indirecta, sería aplicable el art. 161 que hace
referencia a la ineficacia. La solución que propone tiene en cuenta los alcances del art. 1669 del
C.C., que regula un tema análogo referido al arrendamiento de un bien indiviso, e igualmente el
art. 1539 del mismo Código sobre venta de bien ajeno, pues en ninguno de ambos casos el Código
los regula como causa de nulidad.
Dr. Priori Posada

Sostuvo que es un supuesto de ineficacia y no de nulidad. Coincide en que la legitimación sustenta


el alcance del art. 315. Por ende, el conflicto debe solucionarse en base al art. 161 del C.C., esto es,
por la ineficacia. Hay diferentes tratamientos en la legislación comparada sobre la venta de bien
ajeno; por ejemplo, es causa de anulabilidad en el Código de Venezuela, de nulidad en México y de
validez en Uruguay, Chile, Colombia, Paraguay, entre otros. Ante esa disparidad debe considerarse
que se trata de la solución que el propio legislador haya considerado, en este caso, la ineficacia.

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