Hoy empezaremos por el cómo funciona y las ventajas
principales de un SSD que encontraréis tras el salto.
SSD, a fondo SSD, a fondo (I) SSD, a fondo (y II)
Cómo funciona un SSD, características
más importantes La principal diferencia de un SSD respecto de un disco duro tradicional es el uso de memoria flash en vez de discos magnéticos y una cabeza lectora mecánica. Ésto los convierte en dispositivos mucho más rápidos, pues se eliminan las partes mecánicas causantes de lentitud en las lecturas de la información.
Un SSD puede estar fabricado con diversas arquitecturas,
aunque lo más común es que utilicen memorias NAND de diversas formas. Generalmente hay dos opciones, SLC o MLC en relación a la estructura de los módulos de memoria usados: Single-Level Cell utiliza dos un bit por cada celda de información (0 o 1), mientras que Multi-Level Cell utiliza dos bits (00, 01, 10 y 11), dando lugar a la posibilidad de que ocurran mayor cantidad de errores.
Técnicamente son mejores los SLC, aunque dada su estructura
permiten una menor capacidad de almacenamiento y además suelen ser bastante más caros. Los SSD de tipo MLC son a día de hoy los más comunes en el ámbito doméstico, con lo que en principio serán nuestra opción ideal.
Respecto de la interfaz de conexión de un SSD, hay unidades
disponibles prácticamente para cualquier interfaz de transmisión de datos: SATA y PCIe serán las más interesantes ya que son los estándares que estamos acostumbrados a utilizar, aunque hay muchas más. Lo más normal es que los SSD disponibles en el mercado se conecten a través de estas interfaces, principalmente de la primera SATA en sus versiones 2 y 3 (esta última conocida también como SATA 6 Gbps).
El funcionamiento de un SSD no difiere en absoluto
del de un disco duro tradicional, al menos desde el punto de vista del usuario. Gracias a la actual estructura del software de nuestro ordenador son el firmware y el sistema operativo los encargados de hacer funcionar a la unidad de estado sólido en nuestro ordenador. Quizá se den problemas de incompatibilidad con ordenadores antiguos (más de cinco años) que no cumplan los actuales estándares de conectividad, pero nada que deba ser considerado común o representativo. Por último, comentar que son dos los tamaños principales de un SSD: 1.8 y 2.5 pulgadas, amén por supuesto de los SSD por PCIe que se conectan directamente al slot correspondiente en la placa base. Lo más común serán las 2.5 pulgadas, que generalmente pueden instalarse en ordenador de sobremesa (con su correspondiente adaptador a bahías de 3.5 pulgadas) y en casi cualquier portátil del mercado.
SSD, ventajas principales
El uso de memoria flash en nuestro ordenador no es una novedad. La memoria RAM, por ejemplo, es un ejemplo de memoria flash basada en circuitos pero, a diferencia de la que encontramos en un SSD, es volátil: en cuanto se elimina la corriente que pasa por los circuitos de los módulos RAM estos pierden la información almacenada.
En un SSD no ocurre esto, si no todo lo contrario: a pesar de la
pérdida de la corriente la información sigue siendo almacenada para siempre, sin ningún tipo de pérdida y como ya ocurría en otros tipos de almacenamiento.