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mmm memememememenenenetenmes ss = = = | Capituto 1 LA VALENCIA DIFERENCIAL DE LOS SEXOS ¢SE HALLA EN LOS CIMIENTOS, DE LA SOCIEDAD? | { ‘esa dela E] interés que, en determinado momento de mi trayec- toria cientifica, he mostrado por la distincién social de los sexos se funda a la vez en la experiencia sobre el terreno y en encuentros ocasionales. En 1984, en el momento en que comenzé el interés por las nucvas téenicas de procreacién, entraron en contacto conmigo médicos y juristas para aportar un punto de vista antropoldgico a la cuestion de las potenciales incidencias sociales de esas nuevas técnicas, y para obtener algunas informaciones sobre la manera en que se representaban y trataban en las sociedades Ilamadas «tradicionales» los fenomenos vitales de la procreacidn: gestacidn, constitu- cién del nifio, lactancia, etc.' De este modo se abordaban necesariamente Jas cuestiones de la relaci6n entre lo mas- culino y lo femenino. Anteriormente, en 1976, los promotores de la Enciele- pedia Einaudi me pidieron que me hiciera cargo del con~ junto de temas relatives al parentesco, v el conjunto de conceptos que yo debfa tratar comportaba la oposicién masculino/femenino? 1. Francoise Hétitier-Auge, sDon ef miilisation de sperme ot dene. eres de substitution, Un point de vue fordé sur Fanthrapnl fal Tubert Nessen, ed, Géieigne, Procidation et Droit, Paris, Actes Sia 1 pp. 237-253, Frangoise Héviter, »Maschile/Femminiles, en Bicidopedie UH vino Memoria, Tuvin, Einaudi, 1978 Rafael An, Evolucin| Manuel £ Bp Teresa di Perspecti desde la} | | 16 -MASCULINO/FEMENINO Por tiltimo, también puedo citar, como punto de arran- que, mi participacién en el Alto Consejo de la Poblacion y la Familia, en el que uno de los asuntos fundamentales planteados por el presidente de la Reptblica se referfa alas incidencias sociales sobre la poblacién dentro de treinta ajios, resultantes de las procreaciones médicamente asisti- das, asi como de otras técnicas (diagnéstico antenatal, mapa genético, terapia génica, etc.). Por definicién, en el trabajo realizado por este grupo de reflexion se abordaba también la relacién entre los sexos. Estas demandas y estos diversos trabajos han formado el trasfondo de mis ocasio- nales incursiones en el tema. Por lo dems, como antropéloga y africanista, esti el trabajo de campo que he llevado a cabo. Ese trabajo se centré, al comienzo, en los sistemas de parentesco, y en particular en el funcionamiento de los sis- temas semicomplejos de alianza que se hallan, sobre todo, en ciertas sociedades del Africa negra.* ‘AL hilo de mis investigaciones, observando que existia una correlacién estrecha entre las reglas prohibitivas de alianza —o sea las que impedfan casarse con alguien en concreto— y las concepciones relativas a la sangre, a st produccién y transmisiOn, me orienté en una segunda fase hacia las representaciones y la simbélica del cuerpo: nocio- nes como la reproducci6n, la inset én corporal, los com- ponentes de la persona, los humores del cuerpo... De este modo, me he encontrado necesariamente en mi recorrido con el tema de la relaci6n entre los sexos Los poderes sociales y la antropologia Sste es un problema que se plantea permanentemente en el plano social. Seria presunttoso al respecto creer que los trabajos de los investigadores de ciencias hutana influyen profundamente en el legislador y en quienes deci den en la materia, e incluso que son comprendidos y aten- A. Fiangoise Héviter, L’Exeveiee de fo prem, Paris, Le Seuil 9st | | BERHREEGRERE 17 VALENCIA DIPERENCIAL DE LOS SEXOS didos en los medios de comunicacién. Sin embargo, a los antropélogos ya se les consulta y se hallan presentes en ins- tancias regionales o nacionales que deben tratar, por ejem- plo, de cuestiones de biostica 0 de aquellas en las que inter- Fienen las relaciones sociales de sexo, lo que permite dar a ‘conocer un mensaje las mas de las veces considerado por nuestros compafieros como inhabitual y en ocasiones incongruente. Pero al menos dicho mensaje se transmite. De eso a pretender que sea escuchado hay un paso. Pero lo importante es sin duda que se observe en Ja hora actual una mayor disponibilidad del Estado y de las instituciones 2 considerarnos como interlocutores que pueden influir sobre la decisién que se va a tomar, en el plano legislativo © en otro, y también que los antropéloges hacen més esfuterzos que en el pasado para hacerse ofr puiblicamente Pienso en otro tipo de encuentro con interlocutores que tienen posibilidades de accién en su préctica cotidiana: la profesién médica, por ejemplo. En 1991 yo debia hablar en tin congreso de ética médica acerca de las actitudes de las Sociedadles tradicionales ante las epidemias.* Por las reac- tiones del piblico, es cierto que al menos una parte de los oyentes se dio cuenta de que funcionamos, y de que ellos mismos funcionaban, con un sistema de representaciones que difiere poco del que se halla en las sociedades tradi Gionales, subyacente a su comprensién racional del hecho epidémico; ¥ que es preciso tener en cuenta estas repre sentaciones, sobre todo en las acciones de prevencién pare ia salud, No estamos tratando exactamente de la relacion entre los sexos, pero se trata en lo fundamental del mis lipo de accion: hacer comprender la existencia v la profi didad de los anclajes simbdlicos que pasan inadvertide Jos ojos de los pueblos que los ponen en praictica, Forzoso es advertir que las relaciones hombres-mujeres se teplantean sin cesar en Jos interrogantes de las distintas inciancias que he citado, En Jo que es casi un matiz en relacién con el trabajo de la antropologfa, nos enfrentames 4, Frangoise Hivitier-Auga, sles “srcict’s tadiirmnat es” ' nieses en Ordre des: mid 2 tmedicale, Pais, 810 mans 1081. E 18 MASCULINO/FEMENINO. a una doble dificultad: contimia tratandose de problemas sociales concretos y urgentes. Asi, las procreaciones médicamente asistidas, el «doble trabajo» femenino, en el exterior y en el hogar, el puesto de Jas mujeres inmigradas, las consecuencias del alargamiento de la vida, sobre todo femenina, el régimen de pensio- nes, etc., son otros tantos Ambitos concretos en los que la politica precisa de consejos y orientaciones, pero esencial- mente de orden pragmatico y con alcance inmediato. La aproximacién antropolégica, que se propone hacer com- prender la l6gica de las situaciones, s6lo interesa si puede desembocar en tomas de posicién concretas, o conferir cier- ta autoridad a decisiones de orden ético o técnico. Hay una forma de sordera selectiva. Asi, he necesitado largo tiempo, en el Alto Consejo de la Poblacion y Ia Familia, para hacer entender cosas elementales. Por ejemplo, que los nuevos modos de procreacién carecen de influencia sobre el siste- ma de filiacién, que no se pueden inventar «nuevos» modos de filiacién, salvo por clonacién o instaurando la reptiblica platonica, que suprime la relacién entre padres e hijos, y que por Gautu era intl legislar en este sentido. ~ Nuestros escritos circulan relativamente en una vasija cerrada. Por tanto, necesitamos continuar con este esfuer- zo de informacién para atenuar en lo posible esa sordera selectiva a la que acabo de referirme, y acceder a un nivel de comunicacién que nos permita ser escuchados plena- mente por el poder piblico. Dicho de otra manera: es preciso franquear altas m llas para hacer comprender que no nos referimos a «otros» totalmente exéticos, extranjeros a nosotros mismos, a men- talidades arcaicas, a modos de vida desaparecidos, ni siquiera a supervivencias, sino a nosotros mismos, a nues- tra propia sociedad, a nuestras propias reacciones, com- portamientos y representaciones. Volviendo al hilo de mi discurso, la antropologfa llama- da de los sexos nunca ha sido para mi un objeto de estudio en si misma, como es el caso de algunos de nuestros cole- gas. Nunca me he propuesto, en efecto, convertirlo en Ambito de mis investigaciones, puesto en que recuso el fraccionamiento de la disciplina antropolégica en sectores VALENCIA DIFERENCIAL DE LOS SEXOS. “ys auténomos: antropologia de la salud, de la politica, de lo religioso, etc. El enfoque y el método son los mismos. Por supuesto, los investigadores se especializan en etnias, regiones y problemas, pero la disciplina es una, y trocearla en categorias auténomas me parece una operacién mutila- dora y que excluye el resto. La diferencia de los sexos, tope tiltimo del pensamiento Dicho Jo anterior, me parece que la observacin de la diferencia esta en el fundamento de todo pensamiento, tanto tradicional como cientifico. La reflexion de los hombres, desde la emergencia del pensamiento, no ha podido dirigir- se mas que a aquello que le era dado observar mas de cerca: el cuerpo y el medio en el que esta inmerso. El cuerpo humano, lugar de observacién de constantes —asiento de érganos, funciones elementales, humores—, presenta un rasgo notable y ciertamente escandaloso: la diferencia de sexos y el papel distinto de éstos en la reproduccién. Me ha parecido que se trata del tope ultimo del pensa- miento, en el que se fundamenta una oposicién conceptual esencial: la que enfrenta lo idéntico a lo diverso, uno de esos themata arcaicos que se encuentran en todo pensa- miento cientifico, antiguo y moderno, y en todos los siste- mas de representacion. Pilar esencial de los sistemas ideoldgicos, la relacién idéntico/diferente esta en la base de los sistemas que opo- nen dos a dos valores abstractos o concretos (caliente/frio, secofhtimedo, alto/bajo, inferior/superior, clara/oscuro, etcé- tera), valores contrastados que vuelven a encontrarse en las tablas clasificatorias de lo masculino y lo femenino. El dis. curso aristotélico opone lo masculino y lo femenino como. respectivamente, célido y frie, animado e inerte, soplo ¥ materia. Pero si tomamos ejemplos mas recientes —los dis- 180s médicos de los higienistas de los siglos xvitt y xix como también el discurso médico contemporaneo—, porle- mos mostrar la permanencia, formulada o implicita, de estos sistemas de categorias de oposicion. En la edicién = 2 aparecida en 1984 de la Encyclopaedia Universalis, en el articulo «Fecundacién», el encuentro entre el évulo y el espermatozoide, cuyo mecanismo contintia inexplicado, lo presentan unos bidlogos como el encuentro de una materia 0 (MASCULINO/FEMENINO- inerte, vegetativa, que precisa ser animada por un principio ‘ activo, por una energia que aporta la vida. Ahf no véo la supervivencia de un conocimiento filoséfico heredado, sino la manifestaci6n espontdnea de una pauta de interpreta cién, valida tanto en el discurso cientifico como en el natu- ral, que engloba los géneros, los sexos ¢ incluso, como se ve, los gametos, en este sistema de oposiciones que tiene su origen en la observacién primordial de la diferencia irre- ductible de los sexos. De hecho me sittio en un nivel muy general de anélisis de las relaciones de sexo a través de sistemas de represen- tacién, sin implicarme en el debate conceptual en torno a las categorias de sexo o género. La construccién social del género es, por lo demis, un asunto que me interesa en dos aspectos. Primero, como artefacto de orden general funda- do en el reparto sexual de las tareas, el cual, con la prohi- bicién del incesto/obligaciGn exogamica, y con la instaura- ciérde una forma reconocida de unién, constituye uno de los tres pilares de la familia y de la sociedad, segin Claude Lévi-Strauss.’ En segundo lugar, como artefacto de orden particular resultante de una serie de manipulaciones sim- bélicas y concretas que afectan a los individuos. Esta segunda construccién se afiade a la primera. Ciertas sociedades, neoguineanas 0 inuit, presentan situaciones ejemplares desde este punto de vista. Entre los inuit, sobre todo, la identidad y el género no son funcién del sexo anatémico; sino del género del alma-nombre reen- carnada. No obstante, llegado el momento, el individuo debe inscribirse en las actividades y aptitudes propias de su sexo aparente (tareas y reproduccién), aunque su identidad y género sigan siendo funcién de su alma-nombre.* Un 5. Claude LeviStranss, «La familles, Annales de Fonivensité dabidjan sevie F, LIL, 1971 6. Bernard Saladin d'Anglure, «lgalijug ow les reminiscences dune Arme- nom inwite, Etudes innit (D, pp. 33-63. VALENCIA DIFERENCIAL DE, mchacho, en virtud de su alma-nombre femenina, Pu ser educado y considerado como una muchacha hasta la puxertad, cumplir con su papel de hombre reproductor en laedad adulta, y luego dedicarse a tareas masculinas en el seno del grupo familiar o social, aunque conservando toda suvida su alma-nombre, es decir, su identidad femenina (v. mis adelante, cap. VII). | Evoco, pues, estas cuestiones del sexo y del género bajo una luz antropolégica general, a partir de mis trabajos de campo y de investigaciones ajenas.'Y me he apoyado en varias ocasiones explicitamente en estos trabajos para tra- tar de hacer comprender a distintos auditorios (médicos, jwistas, psiquiatras...) que las categorfas de género, las Tepresentaciones de la persona sexuada, el reparto de las tareas tal como las conocemos en las sociedades occiden- tales, no son fendmenos de valor universal generados por tna naturaleza biolégica comin, sino construcciones cul- turales, Con un mismo «alfabeto» simbélico universal, anclado en esta naturaleza biolégica comtin, cada sociedad thbora de hecho «trases» culturales singulates y que le son propias. Halfabeto de los datos biolégicos En la perspectiva ingenua de Ja ilusién naturalista, habria una transcripcién universal y tinica, bajo una forma candnica que legitima la relacién de los sexos, de hechos considerados como de orden natural porque son Jos mis- os para todo el mundo. Pero en realidad los caracteres cbservados en el mundo natural estén descompuestos, ato- niizados en unidades conceptuales, y recompuestos en aso- iaciones sintagméticas que varian segiin las sociedades. No hay un paradigma Unico. Si pudiéramos elabor exhaustivas de estas asociaciones diferentes en sus rasg Ibgrariamos describir todo el paisaje de la diversidad cul tural. Pero la cuestién no radica ahi Esta claro que tanto para la construccin de los siste mas de parentesco (terminologia, filiacidn, alianza) como para las representaciones del género, la persona y la pro- 22 MASCULINO/FEMENINO creacién, todo parte del cuerpo, de unidades conceptuales inscritas en el cuerpo, en lo biolégico y lo fisiolégico, observables, reconocibles, identificables en todo tiempo y lugar. Estas unidades se ajustan y recomponen segiin diver- sas formas l6gicas posibles, pero posibles también porque son pensables, segiin las culturas. La inscripcién en la bio- logfa es necesaria, pero sin que haya una traduccién tinica y universal de estos datos elementales. ‘Asi puede demostrarse facilmente, en el ambito de la filiacion, que se toman en consideracién datos brutos de cardcter muy simple: la existencia de dos sexos de anatom{a diferenciada y que deben reunirse para engendrar vastagos de uno y otro sexo, un orden de las generaciones que no puede modificarse (tanto si se habla de células como de individuos, el progenitor precede al engendrado), una suce- sién en el orden de los nacimientos de las fratrias y, por tanto, la existencia de lineas colaterales. A partir de estos datos elementales, las combinaciones l6gicas posibles entre posiciones sexuadas parentales y posiciones sexuadas de jus solu son seis: patrilineal, matrilincal, bilineal, cognati cia.paralela y cruzada. Las dos ttimas practicamente no se han realizado, y no puede haber otras. Pero tampoco puede haber menos, pues una tinica disposicién no puede haberse apoderado de todos los espfritus: todas las posibilidades logicas, plausibles y realizables han sido exploradas. La descomposicion en atomos de las relaciones diversas de hermandad y colateralidad (hermano hermana, pri- mogénito o segundogénito de un hombre o una mujer, del padre o de la madre de un hombre o una mujer, etc.) impli- ca también posibilidades logicas de emparejamiento de estos diversos rasgos elementales que desembocan en los sistemas-tipo terminoldgicos, en ntimero finito no obstan- te las variaciones observables (v. mas adelante). Me considero, pues, materialista: parto verdaderamente de lo biolégico para explicar c6mo han cuajado tanto insti tuciones sociales como sistemas de representaciones y de pensamiento, pero dejando sentado como principio que este dato biolégico universal, reducido a sus componentes esenciales, irreductibles, no puede tener una sola y tinica traduccién, y que todas las combinaciones Iégicamente VALENCIA DIFERENCIAL DE LOS SEXOS 2B posibles, en los dos sentidos del término —matemiticas, pensables—, han sido exploradas y realizadas por los hom- bres en sociedad 1a valencia diferencial de los sexos Hay un terreno, sin embargo, en el que es probable que sdlo se haya dado una traduccién de ese dato biol6gico: lo que yo llamo la «valencia diferencial de los sexos». En LExercice de la parenté he escrito que a los tres «pilares» a los que ya me he referido habfa que afiadir la valencia diferencial de los sexos», que también es un arte- facto y no un hecho de la naturaleza.? Esta valencia dife- rencial expresa una relacién conceptual orientada, si no siempre jerarquica, entre lo masculino y lo femenino, tra- ducible en términos de peso, temporalidad (anterior/poste- sior) y valor. Dicha relacion conceptual es fécilmente iden- ificable en el tratamiento terminolégico de la relacién cen- ral de hermandad (los pares hermano/hermana y herma- raihermano) y de las posiciones de parentesco que se des- arenden, si se toman como Ambito de examen esos siste- ‘nas en que se expresa de la manera més avanzada la légi- ca de reglas de filiacién patri o matrilineal que son los sis- emas crow y omaha.® Cuando ime interesé particularmente por la I6gica ins- crita en el coraz6n mismo de las terminologias de paren- lesco, se me hizo patente que en los sistemas mat stow, que deberfan representar la figura inversa, como en iin espejo, de los sistemas patrilineales omaha —en que la relacién hermanofhermana se analiza como una relacion spadre»/chija»—, la Iégica de la denominacion inversa —en que la relacién hermana/hermano deberia traducirse como una relacién «madre»/«hijon— nunca Hega hasta el final, En un nivel generacional dado, las relaciones reales de mayorazgo intervienen y hacen cambiar la légica inter- nna de las denominaciones: el hermano mayor de una mujer Pp, 62.67 8 Del nombre de pueblos indios de América del Noste q 24 MASCULINO/FEMENINO no puede ser tratado por ella de chijo» o de un equivalen- te de hijo, si su hermano menor puede serlo. Incluso si los sistemas crow postulan en su esencia una «dominancia» de lo femenino sobre lo masculino en el seno de la relacién central de hermandad entre un hermano y una hermana, no se extraen todas las consecuencias, ni siquiera en el solo registro de la denominacién. No me refiero, por supuesto, al funcionamiento global de las sociedades. En los sistemas omaha, esta «dominancia> enteramente conceptual de lo masculino sobre lo femenino en la relacién de hermandad extrae implacable e imperturbablemente sus tiltimas con- secuencias. ‘Asi, esa relacién conceptual se inscribe al parecer en la estructura profunda de lo social que es el campo del paren- tesco. Las maneras como se traduce en Jas instituciones sociales y el funcionamiento de los diversos grupos huma- nos son variados, pero es un hecho de observacién general la dominacién social del principio masculino, Tomemos un breve ejemplo: entre los iroqueses, cuyo derecho es por lo demas patrilineal, las matronas, mujeres de edad madu- ra verosimilmente menopéusicas, disponfan sin duda de poderes considerables, en especial sobre las mujeres més jovenes que ellas. Pero esto no llegaba hasta el ejercicio politico del poder, ni siquiera hasta la igualdad con los hombres en los procesos de decision.® Buscando de dénde podia provenir esta «valencia dife- rencial de los sexos», y cuales serian los fenémenos toma- dos en consideracién en primer lugar para explicar su pre~ sencia universal, he Ilegado a la conclusién hipotética de que no se trata tanto de una carencia por parte femenina (fragilidad, peso’ y talla inferiores, inconvenientes deriva- dos de] embarazo y la lactancia) cuanto de Ia expresién de una voluntad de control de la reproduceién por parte de quienes no disponen de este poder tan particular: Lo cual nos Hleva a hablar de la procreacién. No cabe prescindir; cuando se trata de las categorfas de sexo, de todas las representaciones relativas a la procrea- 9. udith K. Brown, «Economic organization and the position of women among the Iroquois, Ethnohistory 17 (34), 1970, pp. 151-167, VALENCIA DIFERENCIAL DE LOS SEXOS cién, a la formacién del embrién, a las aportaciones res- pectivas dé los progenitores y, por tanto, a las representa ciones de los humores del cuerpo: sangre, esperma, leche, saliva, linfa, lagrimas, sudor, etc. Se observan por lo demas estrechas articulaciones entre esas representaciones y los datos mds abstractos sobre todo del parentesco y la alianza. ‘Los humores del cuerpo son en todas partes datos de observaci6n, sometidos a trituracién intelectual, si es que no son reductibles en todos los lugares a un mismo niicleo elemental indisociable de su cardcter fluido, que se puede derramar y proyectar fuera del cuerpo. Es sabido que Aristoteles explica la debilidad inherente a la constitucién femenina por su humedad y frialdad, debidas a las pérdidas de sustancia sanguinea que las mujeres experimentan regularmente sin poder oponerse @ dllo ni frenar el curso de las cosas. Los hombres no pierden su sangre si no es voluntariamente, por asi decirlo: en oca- siones que ellos mismos han buscado, como a caza, la guerra o la competicién. La pérdida de sustancia no afec~ ta, pues, a los individuos de la misma manera. La pérdida de sustancia espermatica también es controlable, y muchos sistemas sociales e ideolégicos preconizan y organizan este control. En resumen, en esta desigualdad —Io controlable frente a lo incontrolable, lo deseado frente a lo sufrido— podria hallarse la matriz de Ia valencia diferencial de los sexos, la cual también estaria, por tanto, inscrita en el cuerpo, en el} funcionamiento fisiolégico, o més exacta- mente procederfa de la observacién de este funcionamien- to fisiolégico Cabe profundizar en esta hipétesis, aunque en aparien- cia sea tautolégica: anatémica y fisiolégicamente la dife renciacién de los sexos es un dato natural. De su observ cion se desprenden nociones abstractas cuyo prototipa es I oposicidn idénticoldiferente, en fa que se moklean tanto las otras oposiciones conceptuales de las que nos servimos en nuestros discursos de todos los Grdenes, como las clasi ficaciones jerdrquicas que el pensamiento opera v que poseen valor. @Se trata de un invariante, de una categoria universal? Cierto niimero cle nuestras colegas feministas, o que traba aH 25 EEES 26 MASCULINO/FEMENINO jan en la antropologfa de los sexos, impugnan la idea y tra- tan de demostrar que habria 0 que hubo sociedades en las cuales la valencia diferencial de los sexos no existirfa, o que funcionarfa al contrario de lo que conocemos. Pero la demostracién sigue siendo bastante ilusoria. ‘Sin embargo, decir exactamente por qué la valencia diferencial de los sexos parece haberse impuesto de mane- ra universal, lo mismo que la prohibicién del incesto, me parece que se desprende de las propias necesidades: se trata de construir lo social y las reglas que le permitan fun- cionar. A los tres pilares que para Claude Lévi-Strauss eran la prohibici6n del incesto, el reparto sexual de las tareas y una forma reconocida de unién sexual, ahadiré un cuarto, tan evidente que no se advertia, pero absolutamente indis- pensable para explicar el funcionamiento de los otros tres, que tampoco tienen en cuenta més que la relacién de lo masculino y lo femenino. Este cuarto pilar o, si se prefiere, la cuerda que liga entre sf los tres pilares del tripode social, es la valencia diferencial de los sexos. Esto podria resnitar desesperante, pero en realidad no lo es. Este discurso se sittia, ciertamente, a un nivel muy abs- Yracto y muy general. Por supuesto quedan por hacer ané- lisis afinados y precisos de las evoluciones actuales y del papel de los actores sociales. Pero no debe olvidarse que desde los tiempos primitives hasta nuestros dias, ha habi- do siempre actores sociales, incluso si tenemos dificultades para descifrar su papel y los efectos de estos papeles en las representaciones fundamentales de las categorfas ancladas en los cuerpos. ¥ la relacién conceptual orientada se tra- duce en desigualdad vivida. Categorias cognitivas, desigualdad, dominacién Lo que choca, pese a las diversas disposiciones, son las constantes. Aunque el papel de los actores sociales en Ia hora actual sea extremadamente importante en la minimi: zacién de las diferencias vividas, sobre todo en las socieda- des desarrolladas; aunque se asista a mutaciones profundas, tanto de origen técnico (las biotecnologias), como por la VALENCIA DIFERENCIAL DE LOS SEXOS 2 evolucién de las costumbres (los cambios que se producen en el seno de la familia, en el ejercicio de la sexualidad, etc.), no me parece que haya llegado el tiempo en que la relacién de los sexos se conciba necesaria y universalmente como una relacién de igualdad, tanto en el aspecto intelec- tual como en el practico. Y me parece dificil llegar a ella, habida cuenta la estrecha vinculacién que a mis ojos existe entre los cuatro pilares en los que se apoya toda sociedad. Todo se arregla, y quiz las desigualdades se minimi cen, pero regresion asintética no quiere decir desaparicion. Incluso si las mujeres acceden cada vez més a las tareas masculinas, sigue habiendo més lejos, mas adelante, un «émbito masculino reservado», en el muy selecto club de la politica, lo religioso, las responsabilidades empresariales, etc. Evidentemente no se trata de la expresién de compe- tencias concretas inscritas en la constitucién fisica de uno yotro sexos. La inscripcién en lo biolégico no hay que bus- carla por ese lado, sino en datos de naturaleza ciertamente biolégica, pero tan fundamentales que se pierde de vista su condicion de hecho biolégico. Esos datos estan en el origen de las categorias cognitivas: operaciones de clasificacion. oposicién, calificacién, jerarquizacion, estructuras en las cuales lo masculino y lo femenino se encuentran encerra- dos. Estas categorias cognitivas, cualquiera que sea su con- tenido en cada cultura, son extraordinariamente durade- ras, pesto que son transmisibles y se inculean muy pron 10 por la educacién y el entorno cultural, y se perpettian a través de todos los mensajes y senales explicitos e implici- tos de lo cotidiano. Una de las funciones actuales de la antropologia Hama: da de los sexos consiste en sacar a la luz los problemas planteados por Ia dominacién masculina. Se trata de un trabajo mas que legitimo y necesario, y de esto no hay nin- guna duda, Pero en cuanto a creer que el conocimienta antropolégico de mecanismos complejos pueda influir en las decisiones politicas o de otra naturaleza, maniliesto mis dudas, por cuanto las situaciones objetivas no se cambiiin por simple toma cle conciencia o por decreto. Por supuesto que desempefan un papel esencial los actores sociale », hombres y mujeres: se puede esperar 28 MASCULINO/FEMENINO. pues, un avance hacia una igualdad de sexos cada vez mayor, que es la tendencia observable actualmente. Lo cual no es ni mucho menos desdefable, y debe hacerse ju: a Ia evolucion positiva de las sociedades occidentales. Pero dudo de que se Ilegue jamas a una igualdad idilica en todos los émbitos, pues ninguna sociedad podria construirse sin este conjunto de armaduras estrechamente soldadas entre sf que son la prohibicién del incesto, el reparto sexual de las tareas, una forma legal o reconocida de unién estable y, afiado yo, la valencia diferencial de los sexos. Esta construccién no es demostrable pero si muy pro- bable, puesto que este entramado conceptual halla su fuente en los datos inmutables que los hombres observan desde siempre, a saber, su cuerpo y su entorno. Entonces la dificultad mayor en el camino de la igualdad consiste en dar con la palanca que permitiria hacer saltar esas asocia- ciones. Capfruto IT LAS LOGICAS DE LO SOCIAL SISTEMATICAS DE PARENTESCO Y REPRESENTACIONES SIMBOLICAS

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