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LA NOVELA CRIOLLISTA, Carlos Alonso.

Durante el período de construcción de nacionalidades en el siglo XIX los grupos conductores de lo


que con el tiempo constituirían los diferentes países de Latinoamérica, se ocupaban de establecer
los discursos e instituciones que preservarían una identidad nacional que, de hecho, se estaba
consolidando en este mismo proceso. El período presenta varios ejemplos que atestiguan la
convicción de que la especificidad lingüística y literaria se consideraba correlativa de la
individualidad política y cultural que Hispanoamérica acababa de alcanzar a través de su lucha por
la independencia. Se podría decir también que una de las preocupaciones persistentes de los
practicantes del movimiento de finales del siglo XIX llamado Modernismo, aún a pesar de la noción
crítica que afirma su tendencia cosmopolita, fue en última instancia la necesidad de una expresión
literaria nativa. En resumen, los orígenes de la novela criollista o novela de la tierra, tienen una
dimensión diacrónica que no se puede reducir a un punto temporal concreto. Sin embargo, la
intensidad explosiva el carácter continental de la preocupación cultural por lo autóctono que
marca los treinta primeros años del siglo veinte en Latinoamérica es un fenómeno cuyas
coordenadas históricas no deben pasar por alto.

Tradicionalmente, el movimiento criollista se ha abordado como una de las muchas


manifestaciones de ese fenómeno cultural más vasto que el crítico Martín Stabb ha llamado “el
redescubrimiento de América”. Según esta visión, el criollismo fue un reflejo del neokantianismo.
La otra explicación convencional del surgimiento de una literatura de autoctonía en este período
es que representa un nostalgia por un pasado agrario, en una era de inmigración incesante y
expansión económica que amenazaba la hegemonía de la aristocracia terrateniente en todo el
continente. Aunque estas interpretaciones sin duda se refieren a cuestiones importantes, se
podría sostener que el contexto desde el que surge la novela de la tierra conlleva una conjunción
más compleja de circunstancias políticas, intelectuales y culturales de lo que éstas permiten. La
más importante de todas es el surgimiento del modernismo europeo en todas sus manifestaciones
diversas e incluso contradictorias. Se puede describir como un compuesto de dos tendencias, las
cuales surgieron del deseo de alejarse de la concepción del arte como mímesis y del intento de dar
un nuevo aire a los cánones estéticos. La primera, la primitivista, fue la predominante en
Latinoamérica durante esta época y puede ser detectada en los tres avances culturales más
importantes del continente durante los años 20 y 30: la literatura afro antillana, el movimiento
indigenista y el criollismo. Los movimientos afro-antillano e indigenista tomaron de la antropología
un discurso ya elaborado sobre el Otro, para hablar sobre los Otros representados por los negros y
los indígenas. Por el contrario, y ya que se refería a lo más intrínseco, la narrativa criollista invocó
la fórmula que constituía el núcleo de la filología, la disciplina que estudiaba monumentos
culturales para desvelar el espíritu colectivo que supuestamente representaban, para definir la
identidad cultural. Otro factor que determinó la emergencia del movimiento criollista fue la
reacción latinoamericana contra la doctrina del panamericanismo, iniciativa apoyada por Estados
Unidos que tuvo como objeto la definición de un lazo común para todas las américas. El
surgimiento del ideal panamericano se debe entender como una estrategema ideológica por parte
de los Estados Unidos para facilitar su hegemonía en el continente. El amenazador mito histórico
del panamericanismo tuvo que ser neutralizado con una creación paralela, otra narración cultural
que articulara una realidad mitopoética exclusiva para Latinoamérica.

La formulación de un orden cultural pan-latino pronto tuvo la oportunidad de apropiarse, para sus
propósitos, de la circunstancia histórica que creó un contexto ideal para su desarrollo y que ayuda
a comprender la aparición de la literatura criollista: el primer centenario del movimiento
independentista en Latinoamérica en 1910.

El último factor que contribuye a la aparición de los intereses criollistas, es el impacto continental
de la Revolución Mexicana (1910-1920). La empresa cultural que comenzaron los intelectuales
mexicanos posrevolucionarios aportó un modelo para la institucionalización de la ideología
nativista para el resto del continente.

Los límites cronológicos de la novela de la tierra se pueden situar entre los años 1910 y 1945. La
primera fecha refleja el surgimiento de un deseo de afirmar la existencia de una identidad nacional
o continental, a través del vehículo de una creación literaria. La fecha final refleja el ascendiente
de la filosofía existencialista en Latinoamérica. No obstante, pronto se evidenció la naturaleza
problemática de este proyecto en Latinoamérica. La dificultad residía en el mito latinoamericano
de la fundación cultural, es decir, en su identificación completa con la modernidad desde el
comienzo de su surgimiento histórico. Por ello si tal Texto pretendía demostrar de alguna manera
su autenticidad, debía a la vez incorporar un discurso que garantizara esa legitimidad, en otras
palabras, la composición de tal texto literario tendría lugar dentro de los confines de un discurso
que pudiese autentificar el reclamo del Texto como una obra literaria nativa, un discurso cuyos
preceptos se integraran dentro del texto para certificar sus pretensiones de ser verdaderamente
una creación literaria nativa. Este es el papel que llegó a cumplir la disciplina de la filología en el
discurso literario criollista.

La lengua hablada fue el vehículo principal a través del cual este espíritu colectivo se expresó, pero
no fue el único; las tradiciones, leyendas, mitos, fueron otros campos en donde se manifestó esta
voluntad. La cultura y la historia estaban influidas hasta cierto punto por la geografía ya que esta
última siempre dejaba su huella característica en la hechura espiritual del pueblo que vivía dentro
de sus fronteras. Esta relación orgánica abrió el camino para una espiritualización correlativa del
ambiente, es decir una concepción del medio físico como un agente telúrico que forma
secretamente a todas las creaciones del ser colectivo. Textualizar una esencia espiritual colectiva
es un proyecto que adquiere su inteligibilidad completa dentro del horizonte conceptual
delimitado por la disciplina de la filología. El discurso de la filología proporciona los conceptos y las
relaciones esenciales que legitiman la escritura de estas obras. Esto explica por qué, en un nivel
más superficial, la novela de la tierra se asemeja a un conjunto indiscriminado y sencillo de lugares
comunes filológicos: el habla como un ejemplo privilegiado del lenguaje, la geografía como una
presencia telúrica sempiterna, la representación detallada de una actividad humana surgida en
consonancia perfecta con el ambiente. Sin embargo, mientras que la filología trataba de cotejar e
interpretar textos para llegar al espíritu ontológico colectivo que se escondía bajo ellos, los
escritores de la novela de la tierra tomaban como punto de partida esta supuesta esencia y luego
procedían a escribir el texto que le daría cuerpo ostensiblemente. Por ello en la novela de la tierra
hay un reversión de la trayectoria interpretativa que la filología propuso. Es decir, estas novelas
imaginan el proceso de su nacimiento como un desplazamiento desde la esencia espiritual al
texto.

Se puede detectar en las novelas de la tierra una consciencia intensificada de su propia


textualidad, del proceso que dio lugar a su escritura. De aquí que la novela de la tierra pretenda
ser un texto literario que incorpora la esencia autóctona pero también tenga al lado un discurso
crítico paralelo que comenta la legitimidad y validez de la formulación del sentimiento autóctono
que anuncia.

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