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La existencia y toda la vida humana están determinadas por la cultura, a su vez, ésta
por la sucesión de generaciones que han ido transcurriendo a través del tiempo, es
decir en la historia, cada una de estas generaciones lleva implícita la importancia que le
imprime cada uno de sus miembros particulares, ya que cada uno aporta su
pensamiento que es desenvuelto en nuestra existencia. Immanuel Kant es uno de esos
pensadores que han dejado huella en la historia, por esta razón me inclino más por su
pensamiento en esta materia, para realizar una reflexión acerca de su aportación a la
Filosofía de la Religión.
Opta por el teísmo que admite una posición que añade atributos personales: como un
ser inteligente, y libre, esta decisión es porque ya estaba un tanto harto de las prácticas
religiosas, ya que él cree que vale más una acción buena que cientos de rezos, hacer
una acción caritativa, que estar siempre rezando, la fe se basará en la buena conducta
que uno tenga, nunca a la inversa, que desde mi punto de vista, creo que esta idea es
justa porque las personas que se fanatizan por la religión tienden a solucionar sus
problemas creyendo que con unos simples rezos les traerá la solución a todo, y se
despreocupan por realizar acciones más virtuosas y honestas.
Con estas ideas se acerca más a afirmar atributos cercanos al ámbito moral: dice que
Dios es el Supremo bien y que es más importante creer que demostrarlo:
“De esta manera conduce la ley moral, por el concepto del supremo bien como objeto y
fin de la razón pura práctica, a la religión, esto es, al conocimiento de todos los deberes
como mandamientos divinos, no son como órdenes arbitrarias y por sí mismas
contingentes de una voluntad extraña, sino como leyes esenciales de toda voluntad
libre por sí misma que, sin embargo, tienen que ser consideradas como mandatos del
Ser supremo, porque nosotros no podemos esperar el supremo bien, cuya realización la
ley moral nos hace proponernos como deber, más que de una voluntad moralmente
perfecta (santa y buena) y también todopoderosa (V, 129; 181).”
Al referirse al bien supremo sostiene que debemos promoverlo, o sea que las acciones
que uno realiza deben ser con honestidad. Así cuando se habla de necesidad de una
acción que se cumple por respeto a la ley moral permite distinguir la acción “conforme
al deber”, que depende de la simple legalidad (por estar inspirada por el sentimiento, el
temor o la inclinación), de la que se efectúa “por deber”, es decir por moralidad. Ésta,
de hecho, depende sólo del respeto a la ley, como sentimiento determinado a priori (o
puramente racional) por la representación (o ideas) de la ley moral. En este sentido,
precede la experiencia y es válida para todos los seres racionales.
Deber es, por lo tanto, querer, incondicionalmente y viceversa. De ahí que Kant grabe
un primer mandato en sus tablas de la ley: “Obra como si la máxima de tu acción
pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza”.
Por ejemplo en Kant cuando estaba ya harto de los rezos él puso en práctica una
máxima que cambio la costumbre de creer lo mismo de la religión, por eso admitió y
puso su máxima diciendo que es mejor una acción que cientos de rezos. Sin embargo,
no siendo susceptible de ser, ni invalidado, ni confirmado por la experiencia empírica,
es necesario pues llegar a la conclusión de la imposibilidad de un acto moral
absolutamente conforme con el deber, que sólo puede ser obra de un santo.
No consideraba, por ejemplo, entonces esta libertad como la libertad no sometida a las
leyes, como en la anarquía, sino más bien como la libertad del gobierno de sí mismo, la
libertad para obedecer en conciencia las leyes del universo como se revelan por la
razón. Creía que el bienestar de cada individuo sería considerado, en sentido estricto,
como un fin en sí mismo y que el mundo progresaba hacia una sociedad ideal donde la
razón, obligaría a todo miembro a crear sus leyes de tal manera que pudieran haber
nacido de la voluntad única de un pueblo entero, y a considerar todo sujeto, en la
medida en que desea ser un ciudadano, partiendo del principio de si, ha estado de
acuerdo con esta voluntad.
Por otra parte: “Así pues, la moral conduce ineludiblemente a la religión, por la cual se
amplía, fuera del hombre. A la idea de un legislador moral poderoso, en cuya voluntad
es fin final (de la creación del mundo) aquello que también puede y debe ser fin final
del hombre (VI, 6; 22).”
Es decir que tenemos que admitir una causa moral del mundo para proponernos este
fin final según siempre las leyes morales, entonces tan necesario sería admitir este fin
final como admitir la existencia de Dios. Por esta razón intentó también reconciliar
ciencia y religión en un mundo de dos niveles, que incluyen los noumena, objetos
concebidos por la razón aunque no percibidos por los sentidos, y los phenomena, las
cosas tal y como aparecen a los sentidos y que son accesibles al estudio material.
Mantenía que, como Dios, la libertad y la inmortalidad humana son realidades
noumenales es decir son objetos del conocimiento sensible y que estos conceptos se
asimilan a través de la fe moral y no a través del conocimiento científico.
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA