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La Oración Litúrgica

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Padre Lorenzo Ato

En nuestro artículo anterior hablamos de la oración como testimonio de fe, esta vez destacamos la
importancia de la oración litúrgica. Recordemos que, a luz del Concilio Vaticano II, la liturgia es
concebida como el "ejercicio del sacerdocio de Jesucristo... Acción sagrada por excelencia, cuya
eficacia, con el mismo título y el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC,
7). Aunque, como dice el mismo Concilio, "La sagrada liturgia no agota toda la actividad de la
Iglesia" (SC, 9); sin embargo, "la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al
mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC, 10). Por otra parte, aunque "la
participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual" (SC, 12), no por ello deja de
ser esencial en la vida cristiana. El cristiano está llamado a una vida intensa de oración, personal y
comunitaria. Es fundamental para el cristiano nutrir su oración personal con la oración litúrgica.

La oración litúrgica es la oración oficial y pública de la Iglesia, recogida en los numerosos textos
litúrgicos, en las distintas celebraciones, en los sacramentos, particularmente en la celebración
eucarística, "fuente y cumbre de la vida cristiana". El Año Litúrgico se constituye en un referente
para ayudar a los cristianos en el camino de la oración. Al respecto señala el Catecismo: "La
Tradición de la Iglesia propone a los fieles unos ritmos de oración destinados a alimentar la
oración continua. Algunos son diarios: la oración de la mañana y la de la tarde, antes y después de
comer, la Liturgia de las Horas. El domingo, centrado en la Eucaristía, se santifica principalmente
por medio de la oración. El ciclo del año litúrgico y sus grandes fiestas son los ritmos
fundamentales de la vida de oración de los cristianos" (n. 2698). La oración litúrgica es oración de
todo el pueblo de Dios, con la que se expresa la Iglesia como sacramento de unidad; es ejercicio
sacerdotal de Cristo en su Cuerpo Místico. La oración litúrgica tiene un poderoso poder de
impetración pues ella es expresión no sólo de la voz de la Iglesia sino de la voz de Cristo, las
súplicas se hacen "por nuestro Señor Jesucristo", por tal razón las plegarias poseen una singular
eficacia (Cf., OGLH, 17).

Dentro de la Oración Litúrgica tiene un lugar especial el rezo del Oficio divino, tan recomendado
por la Iglesia. El Oficio divino, nos dice el Concilio Vaticano II, es la voz de la Iglesia, o sea, "de todo
el Cuerpo místico, que alaba públicamente a Dios..." (SC, 99), "es la oración de Cristo con su
Cuerpo al Padre" (SC, 84). El rezo diario del Oficio divino, que resulta obligatorio para los clérigos,
es también muy recomendable para todos los fieles laicos, por ser fuente de piedad. "El Oficio
divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es además fuente de piedad y alimento de la
oración personal." (SC, 90); en tal sentido, más que una obligación es una necesidad de índole
espiritual para todos los fieles. El fin del Oficio divino es la santificación del día, de las horas y de la
jornada (Cf., SC, 88). De este modo, "quienes participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar
una fuente abundantísima de santificación en la Palabra de Dios, que tiene aquí principal
importancia. En efecto, tanto las lecturas como los salmos que se cantan en su presencia están
tomados de la Sagrada Escritura, y las demás preces, oraciones e himnos están penetrados de su
espíritu." (OGLH, 14).

El Catecismo destaca la importancia del Salterio. "Los Salmos (o 'alabanzas'), son la obra maestra
de la oración en el Antiguo Testamento" (Catecismo, n. 2585). Rezar con los salmos es rezar con la
misma palabra de Dios. "El Salterio es el libro en el que la Palabra de Dios se convierte en oración
del hombre" (n. 2587). Los Salmos constituyen una fuente inagotable de oración, ellos no dejan de
enseñarnos a orar. "Un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado, pero es de una sobriedad
tal que se puede rezar verdaderamente por los hombres de toda condición y de todo tiempo" (n.
2588). Jesús mismo oró con los salmos, haciendo una relectura de los mismos; lo primeros
cristianos también dieron suma importancia a esa práctica. El Apóstol Pablo exhortaba a los
Cristianos con estas palabras: "Reciten salmos, himnos y cánticos inspirados; cantan y salmodien
en vuestro corazón al Señor" (Ef 5, 19; Col 3, 16). Los Salmos recogen experiencias profundas de
vida en ese diálogo constante con Dios, son de una imponderable riqueza para cultivar la vida de
oración.

El catecismo nos habla de los distintos tipos de oración (bendición, adoración, petición,
intercesión, acción de gracias, alabanza, etc.,), destacando entre todas la Oración del Señor (Padre
Nuestro), a la que considera, en palabras de Tertuliano, "resumen de todo el Evangelio" (n. 2761).
"La Oración del Señor está arraigada esencialmente en la oración litúrgica...En todas las
tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de las principales Horas del Oficio
Divino" (n. 2768). Es sobre todo en la Eucaristía que la Oración del Señor cobra su pleno
significado. "En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda la
Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia..." (n. 2770).

En la Eucaristía confluyen y se realizan los fines de la oración: latréutico (adoración), eucarístico


(acción de gracias), deprecatorio (peticiones) y propiciatorio (por nuestros pecados). "La Eucaristía
contiene y expresa todas las formas de oración: es la 'ofrenda pura' de todo el Cuerpo de Cristo 'a
la gloria de su Nombre' (Cf. Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, 'el
sacrificio de alabanza'" (n. 2643). No hay mejor forma de honrar y alabar a Dios que ofreciendo el
sacrificio eucarístico.

El lugar propio para la Oración Litúrgica de la comunidad parroquial es el templo (como casa de
Dios) (Cf., n. 2691), lo cual no quiere decir que no se pueda realizar fuera de ese ámbito, pero
siempre teniendo en cuenta que no resulta indiferente la elección de un lugar adecuado que
favorezca el clima de oración de acuerdo a su naturaleza (oración personal, comunitaria). Si no se
realiza en el templo, es conveniente hacer la Oración Litúrgica en un oratorio convenientemente
dispuesto.

OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

DEL SUMO PONTÍFICE

La liturgia, fuente de vida, de oración y de catequesis (CIC 1071 a 1075)


Los numerales 1071-1075 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) se ocupan de la sagrada liturgia
como fuente de vida y su relación con la oración y la catequesis. La liturgia es fuente de vida, sobre
todo porque es “obra de Cristo” (CIC, 1071). En segundo lugar, porque "es también una acción de
la Iglesia" (ibid.). Pero entre estos dos aspectos, ¿cuál es el más importante? Y además, ¿qué
significa en este contexto la palabra "vida"?

Responde el Concilio Vaticano II: "De la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros
la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los
hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden
como a su fin."(Sacrosanctum Concilium [SC], 10). Esto deja en claro que cuando a la liturgia se le
llama fuente de vida, significa que de ella fluye la gracia. Con esto, se ha respondido a la primera
pregunta: la liturgia es fuente de vida, sobre todo porque es obra de Cristo, Autor de la gracia.

Uno de los principios clásicos del catolicismo, sin embargo, dice que la gracia no anula la
naturaleza, sino que la presupone y perfecciona (cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I,
1, 8 a 2, etc). Por lo que el hombre coopera con el culto litúrgico, que es una acción sacerdotal del
"Cristo total", es decir, de la cabeza, que es Jesús, y de los miembros, que son los bautizados. Por
eso la liturgia es fuente de vida en cuanto es acción de la Iglesia. Así como es obra de Cristo y de la
Iglesia, la liturgia es "acción sagrada por excelencia " (SC 7), que ofrece a los fieles la vida de Cristo
y requiere su participación consciente, activa y fructuosa (cf. SC 11). Aquí se comprende también
la ligazón de la sagrada liturgia con la vida de fe: se podría decir, "de la Vida a la vida." La gracia
que nos es dada por Cristo en la liturgia nos llama a una participación vital: "La sagrada liturgia no
agota toda la actividad de la Iglesia" (SC, 9), sino que, "debe ser precedida por la evangelización, la
fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la Vida nueva según el
Espíritu, el compromiso en la misión de la Iglesia y el servicio de su unidad”. (CIC, 1072).

No es casual que, al momento de recopilar los escritos litúrgicos de Joseph Ratzinger en un solo
volumen, con el título Teología de la liturgia, se quiso transmitir una de las intuiciones
fundamentales del autor al añadir el subtítulo: Fundamento sacramental de la existencia cristiana.
Se trata de una traducción en términos teológicos de lo que dijo Jesús en el Evangelio con las
palabras: "Sin mí no pueden hacer nada" (Jn 15,5). En la sagrada liturgia, recibimos el don de
aquella vida divina de Cristo, sin la cual no podemos hacer nada válido por la salvación. Por eso, la
vida cristiana no es más que una continuación, o el fruto de la gracia que se recibe en el culto
divino, sobre todo en la Eucaristía.

En segundo lugar, la liturgia tiene una estrecha relación con la oración. Una vez más, el fulcro de la
comprensión de esta relación es el Señor: " La liturgia es también participación en la oración de
Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana encuentra su fuente y su
término.» (CIC, 1073). La liturgia es, por lo tanto, fuente de oración. De ella aprendemos a orar de
la manera correcta. Dado que la liturgia es la oración de Jesús, ¿qué podemos aprender de ella
para nuestra oración personal? ¿En qué consistía la oración del Señor? "Para entender a Jesús son
fundamentales las referencias continuas de que él se retiraba "al monte " y allí oraba toda la
noche,"a solas" con el Padre. [...] Este "orar" de Jesús es un hablar del Hijo con el Padre, en el que
están involucrados la conciencia y la voluntad humana, el alma humana de Jesús, de modo que la
"oración" del hombre pueda convertirse en participación en la comunión del Hijo con el Padre "(J.
Ratzinger/Benedetto XVI, Gesù di Nazaret, I, Rizzoli, Milano 2007, pp. 27-28). En Jesús, la oración
"personal" no es distinta de su oración sacerdotal: según la Carta a los Hebreos, la oración sufrida
de Jesús durante la Pasión "es la puesta en práctica del sumo sacerdocio de Jesús. Precisamente,
en su grito, llanto y oración, Jesús hace lo que es propio del sumo sacerdote: Trae los afanes de los
hombres hacia Dios. Presenta al hombre enfrente de Dios "(ibid., II, LEV, Città del Vaticano 2010,
p. 184).

En una palabra, la oración de Jesús es una oración dialogante, una oración realizada en presencia
de Dios. Jesús nos enseña este tipo de oración: "Es necesario mantener siempre esta relación viva

y portar continuamente los eventos cotidianos. Oraremos tanto mejor, en cuanto lo profundo de
nuestra alma esté orientada hacia Dios "(ibid., I, p. 159). La liturgia, por lo tanto, nos enseña a orar
porque nos reorienta constantemente a Dios: "¡Levantemos el corazón!/ ¡lo tenemos levantado
hacia el Señor!" La oración es estar dirigidos al Señor ,y esto es también el sentido profundo de la
participación activa en la liturgia.

Por último, la oración es "el lugar privilegiado de la catequesis [...] procediendo de lo visible a lo
invisible» (CIC, 1074-1075). Esto implica que los textos, signos, ritos, gestos, y los elementos
ornamentales de la liturgia deben ser de tal modo, que transmitan realmente el Misterio que
significan y puedan por lo tanto, ser explicados de modo útil en la catequesis mistagógica.

CUARTA PARTE

LA ORACIÓN CRISTIANA

PRIMERA SECCIÓN

LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA

CAPÍTULO SEGUNDO

LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN

ARTÍCULO 1

LAS FUENTES DE LA ORACIÓN

2652 El Espíritu Santo es el “agua viva” que, en el corazón orante, “brota para vida eterna” (Jn 4,
14). Él es quien nos enseña a recogerla en la misma Fuente: Cristo. Pues bien, en la vida cristiana
hay manantiales donde Cristo nos espera para darnos a beber el Espíritu Santo.

La Palabra de Dios

2653 La Iglesia «recomienda insistentemente a todos sus fieles [...] la lectura asidua de la Escritura
para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3,8) [...]. Recuerden que a la lectura de
la sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el
hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”
(DV 25; cf. San Ambrosio, De officiis ministrorum, 1, 88).

2654 Los Padres espirituales parafraseando Mt 7, 7, resumen así las disposiciones del corazón
alimentado por la palabra de Dios en la oración: “Buscad leyendo, y encontraréis meditando;
llamad orando, y se os abrirá por la contemplación” (Guido El Cartujano, Scala claustralium, 2, 2).

La Liturgia de la Iglesia

2655 La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia,
actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres
espirituales comparan a veces el corazón a un altar. La oración interioriza y asimila la liturgia
durante y después de la misma. Incluso cuando la oración se vive “en lo secreto” (Mt 6, 6),
siempre es oración de la Iglesia, comunión con la Trinidad Santísima (cf Institución general de la
Liturgia e las Horas, 9).

Las virtudes teologales

2656 Se entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe. A través de
los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos y deseamos, es su palabra lo que
queremos escuchar y guardar.

2657 El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa
para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la Iglesia y la oración personal alimentan en
nosotros la esperanza. Los salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos
enseñan a fijar nuestra esperanza en Dios: “En el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia
mí y escuchó mi clamor” (Sal 40, 2). “El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en
vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo” (Rm 15, 13).

2658 “La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). La oración, formada en la vida litúrgica, saca
todo del amor con el que somos amados en Cristo y que nos permite responder amando como Él
nos ha amado. El amor es la fuente de la oración: quien bebe de ella, alcanza la cumbre de la
oración:

«Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios
mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte. Te amo, Señor, y la única
gracia que te pido es amarte eternamente [...] Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los
momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro» (San Juan María
Vianney, Oratio, [citado por B. Nodet], Le Curé d'Ars. Sa pensée-son coeur, p. 45).

“Hoy”
2659 Aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la Palabra del Señor y participando en
su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos
ofrece para que brote la oración. La enseñanza de Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la
misma línea que la de la Providencia (cf. Mt 6, 11. 34): el tiempo está en las manos del Padre; lo
encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy: “¡Ojalá oyerais hoy su voz!: No
endurezcáis vuestro corazón” (Sal 95, 7-8).

2660 Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Reino
revelados a los “pequeños”, a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es
justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la
historia, pero también es importante impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas.
Todas las formas de oración pueden ser la levadura con la que el Señor compara el Reino (cf Lc 13,
20-21).

Resumen

2661 Mediante una transmisión viva, la Sagrada Tradición, el Espíritu Santo, en la Iglesia, enseña a
orar a los hijos de Dios.

2662 La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad son
fuentes de la oración.

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