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Universidad de Valparaíso

Facultad de Humanidades
Carrera de Sociología
Alumno: Oscar Muñoz Fuenzalida
Profesor: Eduardo Muñoz Inchausti
Asignatura: Sociología Política
Fecha: 08/01/2018

Pensar al tiempo desde las ciencias sociales


de Guadalupe Valencia García

En el presente texto la autora nos proporciona una interesante reflexión sobre el tiempo en
las ciencias sociales. Si bien este fenómeno –como ella misma lo señala–, puede ser
abordado desde múltiples dimensiones, lo que ella realiza en este texto, apunta a dos
aspectos en específico, el tiempo como dimensión constitutiva de todo fenómeno
sociohistórico y como exigencia del conocimiento en cuanto se requiere conocer la realidad
social presente.
En su abordaje al tema, la autora manifiesta la importancia de comprender el fenómeno del
tiempo en las ciencias sociales, no como un ingrediente externo, como vara de medida de
los fenómenos sociales, sino que, más bien en su dimensión interna, cuestión que permite
comprender las especificidades que se manifiestan en sus diversas temporalidades. En ese
sentido, su abordaje reflexivo nos plantea un problema que se manifiesta a nivel
epistemológico, teórico y metodológico.
En un comienzo la autora nos plantea una distinción importante, el Tiempo (como duración,
donde ocurren los sucesos) como categoría y los conceptos de tiempo, temporalidad, más
propios de los discursos humanos (donde ocurren los fenómenos). Esta distinción, según lo
señala la autora, puede favorecer una aproximación al tiempo, ya no como dimensión
general, sino que como tiempo histórico, que permita la comprensión de los variados
mundos sociales.
De esta manera, la autora pasa a trabajar el concepto de Temporalidad social, entendida
como un tiempo que da cuenta de los variados aspectos de la realidad social, así como
también en su forma de análisis respecto a aspectos temporales propios de procesos
sociales. No obstante, la especificidad de un tiempo que sea propio para las ciencias sociales
no resulta conveniente, dado que los tiempos biológicos, cósmicos u otros, interactúan
simultáneamente y forman parte de un único universo, por lo tanto, hace falta pensar los
procesos sociales respecto a su complejo campo de temporalidades.
Al momento de pensar el tiempo nos resulta imposible imaginarlo alejado del espacio. Así
surge el concepto de espacialidad y la autora da cuenta de ello a través de los mapas. Como
bien señala la autora, pensar a lo social en función de la "topografía espaciotemporal",
resulta mejor que seguir utilizando la tan conocida imagen del tiempo como el fluir del agua
en un río”. No obstante, a pesar de que tiempo y espacio deben concebirse de manera
unificada, dado su indisoluble unidad, también es cierto, que deben ser convenientemente
analizados separadamente para una mayor comprensión de su propia especificidad.
La realidad socio-histórica que estudia las ciencias sociales, posee una naturaleza
cambiante, es una realidad abierta, que nos invita a ser partícipes de su propia construcción,
y en ese esfuerzo las nociones de tiempo o modos de tiempo, dialogan y se interceptan,
pasado, presente y futuro, conforman amalgama que se va materializando en la
conformación de nuestra manera de entender y vivir en el mundo.
En ese sentido, la complejidad que reviste el abordaje del tiempo para las ciencias sociales,
se basa en los múltiples ritmos en los que este se desenvuelve, como lo señala Braudel
acerca de la pluralidad de los tiempos, y como bien lo señala la G. Valencia, al hacer
referencia a este autor, y como este concibe la idea de totalidad mediante el tránsito por
las diversas temporalidades.
También, es posible hacer diferencias entre la historia y la historicidad. La primera resulta
más como un lugar donde ubicar los procesos sociales, la segunda trata al presente para
entender el sentido de la realidad que ocurre en tal presente. La historia sería la estructura,
la historicidad las posibilidades de transformación. Considerando lo dicho anteriormente,
la autora nos plantea que tanto las ideas sobre el fin de la historia, o de la linealidad de esta,
no tendrían sentido en cuanto que la propia historia y su historicidad deambularían en un
presente perpetuo, perdiendo su conexión con la idea de pasado y futuro, que le son
inexorables.
Con todo esto, la idea de pluralidad temporal resulta según nos señala la autora una buena
estrategia para el tratamiento de la realidad sociohistórica. Destacando las distinciones que
existen en la comprensión de tiempo, en su aspecto estructural y episódico, en los
diferentes ciclos de ritmo, las secuencias y simultaneidades, necesidad y azar, entre
determinismo y libertad.
Frente al comportamiento y la realidad, la autora cuestiona el hecho de considerar la acción
humana, puesto que, si bien ella entabla que la realidad no se “aprehende” pensando
solamente un fenómeno, existe en la historia y el entendimiento de ésta desde la
temporalidad, una cuestión de entrecruzamiento de lo social, en lo que podría ser un
despliegue transcoyuntural. En este sentido, la autora nos da cuenta de que, para pensar la
historicidad, existe un carácter temporal que podemos comprender de manera compleja
pensando los acontecimientos como también los fenómenos de manera cruzada y no
asilada respecto a sus coyunturas que se enmarcan en el tiempo. Así también, la autora
nos da a entender a las realidades sociales como formas de organización social que pueden
ser deslumbradas en sus formas específicas respecto a cómo se desarrollaron en relación
con el tiempo. Es así, como cada realidad social, o forma de organización social, posee su
propia historicidad expresada como fenómeno desde la multiplicidad temporal.
La autora remite a problemas que son de carácter epistemológico respecto a cómo se ha
visto el tiempo desde ser un factor exógeno a la realidad social, es decir, el espacio temporal
se ha desmarcado de la realidad social, lo que implica consecuencias teóricas para entender,
por ejemplo, a los protagonistas o a los mismos sujetos que construyen la realidad social.
Para la autora, Immanuel Wallerstein ha dado la idea del reencantamiento del mundo para
romper con todos los bagajes que implica el tiempo y la reinserción de éste en el espacio
puesto que son cuestión que implican a la naturaleza y a los humanos desde tales barreras
que son imaginarias al tiempo. En este sentido, la autora nos indica la necesidad de construir
una epistemología del tiempo presente, es decir, una epistemología que consecuencia al
tiempo y al movimiento de lo real en el espacio, y desde su significación con la ampliación
de los horizontes de la conciencia histórica que se tienen de la subjetividad del sujeto.
A esto, la autora llega como conclusión que, la realidad social en sí misma, tiene que ser, y
desde una posición de realidad como movimiento, vista como desborde al objeto o la cosa
en sí, es decir, la relación causal del objeto a partir del movimiento que se contempla en la
realidad social. Tal realidad, es inesperada, imprevisible, lo que nos da una cuestión de
riesgo, pero también de posibilidades de emancipación, puesto que, si bien el pasado está
construido ya, también podemos construirlo desde una lectura a la historicidad reflejada en
el tiempo y en el espacio de la historia de una sociedad específica, como también sus
posibles e indeterminadas posiciones que son posibles construir desde una mirada al futuro,
puesto que no está escrito en la lectura pasado-presente-futuro. Y es aquí donde la autora
toma la precaución de dar cuenta del inmovilismo intelectual que se presenta en la lectura
del tiempo, puesto que la autora explica que, sin tal posibilidad de emancipación, es decir,
si no se asuma tal cosa, el inmovilismo da un paso a la derrota de la humanidad para tener,
apenas, la capacidad de emanciparse y construir su propio futuro entendido como destino.

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