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La revolución del mindfulness – 1ª parte: más allá de la

meditación.
El mindfulness está de moda. Desde que en los años 60 empezaran a ser populares en
Occidente distintas formas de meditación, primero la meditación transcendental, hoy
una marca registrada y en su origen una técnica de meditación desarrollada por un
maestro indio a quien los Beatles o los Beach Boys, entre otras celebridades,
consideraban su gurú, Maharishi Mahesh Yogi; pero posteriormente también distintas
formas de meditación budistas, como la meditación Zen, Vipassana o tibetana, ahora,
más allá de la meditación llega el mindfulness.

Aunque para nosotros el mindfulness sea una moda, debemos ser conscientes que en
Asia lleva 2.500 años de moda. Como explicó en su reciente visita a España el biólogo
norteamericano Jon Kabat-Zinn, creador en 1979 del programa de Reducción del estrés
basado en mindfulness (MBSR en sus siglas en inglés) que ha popularizado el
mindfulness en Occidente: “el mindfulness es una forma de llevar aquellos aspectos
más universales del budismo a Occidente.“ Podríamos decir entonces que el
mindfulness es una moda, sí, pero una moda milenaria.

La llegada del budismo a Occidente


En efecto, el popular psicólogo norteamericano Daniel Goleman relata en su “Prólogo”
a Nuestra salud innata que en 1975 en un restaurante de Cambridge (Massachussets), el
lama tibetano Chögyam Trungpa Rinpoché (autor del mencionado libro), quien venía de
instalarse en los EE.UU. después de haber fundado el primer monasterio budista
tibetano en Europa, donde por ejemplo acudirían figuras como David Bowie, se inclinó
sobre la mesa con un gesto de complicidad y mientras le miraba fijamente a los ojos le
dijo con rotundidad: “El budismo vendrá a Occidente como una psicología.”

Cuarenta años después, esta suerte de “profecía” no deja de ser sorprendente puesto que
aunque quizás Trungpa Rinpoché no sabía qué nombre adoptaría esta forma de
psicología budista, ¡el hecho es que ya está aquí! Es, como titulaba el 23 de enero de
2014 la revista Time: “The Mindful Revolution”. Es la última revolución, la “revolución
del mindfulness”.

A menudo pensamos en las revoluciones como algo por venir, en el futuro, o como
hechos que sucedieron, en el pasado. Además solemos pensar en una revolución como
un suceso de enormes proporciones, grandioso. Sin embargo la revolución del
mindfulness no es así.

Te has preguntado alguna vez, ¿quién eres? O, ¿qué haces en el mundo? Incluso, ¿qué
posees en realidad? O ¿dónde está la conciencia? Por favor, te invito a que te pongas
estas preguntas por un instante. ¿Quién soy? ¿Qué hago en el mundo? ¿Qué tengo en
realidad? ¿Dónde está la conciencia? Observa, ahora mismo no tienes ni idea de cuál es
la respuesta. Todavía no lo sabes pero aquí radica la cuestión.

Lo que sí sabes es quién fuiste en el pasado, tienes una vívida imagen de tus recuerdos.
También sabes quién te gustaría ser o, quizás, quién no te gustaría ser. Del mismo modo
puedes recordar qué hiciste en el pasado o lo que te gustaría hacer en el futuro, qué
tuviste o qué te gustaría tener. Y ahora ya sabes donde está la conciencia, recordando el
pasado e imaginando el futuro. Es natural, los neurocientíficos lo llaman la Red
Neuronal por Defecto (DMN en sus siglas en inglés), es el modo de funcionamiento
automático de tu cerebro que te lleva a estar constantemente rumiando en el pasado y el
futuro.

El momento presente
Pero todo cuanto forma parte del pasado ya no está y todo lo relativo al futuro aún está
por venir, por lo que lo único que hay está en el momento presente, todo cuanto tienes
está en el momento presente, incluso cuando tu mente recuerda o imagina sigue estando
en el momento presente. El momento presente es todo lo que hay, por lo que si no
estamos atentos a cada pequeño momento perdemos todo cuanto hay, ¡lo perdemos
todo! El momento presente es todo cuanto eres, todo cuanto tienes, todo cuanto haces,
donde siempre están tu cuerpo y tu mente.

Sin embargo al atender el momento presente, al desactivar el piloto automático, quizás


te decepciones. Quizás lo que encuentres no encaje con tus expectativas, es decir con lo
que habías pensado. Quizás esperabas encontrar algo especial, algo distinto, sublime o
grandioso, aunque eso solo fue algo que imaginaste en el pasado. Sin embargo, estar
atento al momento presente, a cada pequeño momento, ¡lo es todo! ¡Es todo cuánto
eres! ¡Todo cuánto tienes! ¡Todo cuanto haces en el mundo! ¡Allí donde siempre estás!
Qué podría haber más maravilloso. Ésta es la revolución de la conciencia, traerla de
vuelta al momento presente. Esto es el mindfulness, estar atento al momento presente.
Estar atento momento a momento. Estar atento a quién eres en este momento, qué estás
experimentando, qué estás haciendo, dónde estás. Como dice el maestro Zen vietnamita
Thich Nhat Hanh en El milagro del mindfulness: “es el milagro que puede traer de
vuelta en un instante la mente dispersa y devolverla a la plenitud para que
podamos vivir cada minuto de vida.”

Pero no te agotes intentando estar atento en todo momento, para estar atento no hay que
hacer nada, la atención no puede fabricarse, simplemente ya está presente sin esfuerzo,
puesto que es una cualidad innata de la mente. Sólo tienes que recordar que ya está
aquí, en todo momento.

Mindfulness
Mindfulness en este sentido no significa ‘atención plena’, no hay nada que llenar. Si no
estás plenamente atento simplemente es que no estás atento. Quizás alguien en algún
momento pensó que la palabra inglesa mindfulness se compone de mind (mente)
y fullnesss (plenitud), pero en realidad se forma a partir de mindful y ness. To be
mindful en inglés significa ‘tener presente’, ‘tener en cuenta’, ‘ser consciente’ o ‘estar
atento’. El sufijo -ness sólo substantiviza la expresión: mindfulness es ‘la presencia’, ‘la
consciencia’ o ‘la atención’.

Pero la palabra mindfulness a su vez es la traducción inglesa de sati, un término en


lengua pali, la lengua literaria con la que se han transmitido las enseñanzas del Buddha,
en un origen orales, en el Sudeste Asiático. En otras lenguas en las que se tradujeron las
enseñanzas budistas, mindfulness en sánscrito es smṛti (pronunciado “smriti”), en
chino nian (“nien”) y en tibetano dran (“dren”). Sati, o cualquier otra variante,
literalmente significa “recordar”, “memoria” o “atención”, y en el contexto del
budismo hace referencia al cultivo de la atención correcta (sammā sati), el séptimo
componente del Camino Óctuple de los nobles (ariyo aṭṭhaṅgiko maggo), el sendero
budista.

En efecto, podemos ver la relación entre la atención y la memoria si observamos que


cuando no recordamos algo es porque no estábamos atentos. Como explica el monje
theravada Anālayo en Satipatthana. The Direct Path to Realization: “El mindfulness es
recordar el momento que tan a menudo olvidamos, el momento
presente.“ Mindfulness significa recordar el momento presente, sentido que todavía
preserva en inglés la palabra record que significa “grabar”, “registrar”. Por lo que la
atención al momento presente, significa apretar el botón rojo de REC, desactivar el
modo TV (la red neural por defecto, el reality siempre de cháchara) y activar el modo
vídeo, darse cuenta de lo que estás sintiendo en este momento, abrir la atención y vivir
tu vida en directo, no desde tus rumiaciones. Puedes hacerlo ahora mismo, no tienes que
cambiar de postura ni dejar de hacer lo que estabas haciendo. No hace falta que alcances
profundos estados de absorción meditativa, ni que te retires a una cueva en el Himalaya.

Pero este recordar el momento presente tampoco significa pensar en el momento


presente, mindfulness es una atención preconceptual, prelingüística. En la jerga del
mindfulness, ‘sin juzgar’. En efecto, incluso en su etimología latina, la palabra recordar
(re + cor, cordis) significa “regresar al corazón”, por lo que se trata de estar atento a
lo que estás sintiendo, a lo que estás experimentando, que sólo sucede en el momento
presente. Recuerda que para la mayoría de culturas asiáticas la mente se encuentra en el
corazón y que en chino ambas palabras se llaman igual: shin. Recuerda también que hoy
la neurociencia ha descubierto que alrededor del corazón existe una red de 40.000
neuronas conocida como cerebro cardíaco. En el lenguaje popular siempre lo supimos,
es lo que llamamos escuchar la intuición: “tengo una corazonada…”

Integrar cuerpo y mente


Así pues, la práctica del mindfulness consiste en integrar mente y cuerpo, en llevar la
atención a lo que estás experimentando momento a momento a través del cuerpo. Pero
el cultivo de la atención en el mindfulness no es un mero ejercicio cognitivo o
atencional, es una práctica psicosomática, objeto de estudio por parte de la medicina
llamada mente-cuerpo y que ha dado lugar a la aparición de nuevos campos
interdisciplinarios de investigación científica sobre la mente, la naturaleza de las
experiencias y el cultivo de la salud, como la neurociencia contemplativa, cuyo
principal exponente es el psicólogo Richard Davidson (alumno de Goleman, entre otros)
o la neurobiología interpersonal (IPNB en sus siglas en inglés), formulada por el
psiquiatra Daniel Siegel.

Ésta es la revolución del mindfulness. Sucede ahora, está presente en las pequeñas
cosas, puede practicarse haciendo cualquier actividad, promueve la salud física y mental
a un nivel interpersonal y ha generado una nueva disciplina científica. Es decir, el
mindfulness es meditación y no lo es, es meditación y post-meditación, es meditación
formal e informal. El mindfulness va más allá de la meditación y se ha convertido en
una práctica coadyuvante, literalmente que “contribuye a ayudar”, potencialmente en
todas las esferas de la vida humana. Estar atento o no es la clave de la transformación.

Ésta, sin embargo, es solo la primera parte, el mindfulness no solo consiste en el cultivo
de la atención. En efecto, como dice el Buddha: “Igual que el océano tiene un único
sabor (ekarasa), el sabor de la sal, del mismo modo estas Enseñanzas tienen un
único sabor, el sabor de la liberación.” Se refiere a la liberación del sufrimiento y ésta
es la única finalidad de la práctica del mindfulness. Sin embargo veremos que el cultivo
de la atención es solo un primer paso.

Fuente: http://www.psiquentelequia.com/revolucion-
mindfulness-meditacion/

La revolución del mindfulness – 2ª parte: la sombra de


la meditación

Quizás uno de los factores que haya contribuido más en la llamada “revolución del
mindfulness” sea su promesa de felicidad. Esta promesa la comparte con tantas otras
formas de meditación, yoga, coaching o terapias alternativas también populares en
nuestro tiempo.

En el caso del mindfulness, el respaldo de la comunidad científica en los campos de la


biología, la neurociencia o la psicología, así como el creciente número de estudios
clínicos que avalan sus efectos positivos para el bienestar, parece marcar la diferencia.
Por lo que el mindfulness se presenta como el último método de autoayuda y, además,
“comprobado científicamente”.

Sin embargo, existe un aspecto poco conocido del mindfulness, un tabú. Y es que las
prácticas de mindfulness no funcionan siempre, ni parecen funcionar para todo el
mundo. De hecho, incluso en algunos casos la persona se siente peor.
Es un fenómeno para el que se prepara nula o escasamente a los practicantes de
meditación, así como a los instructores. En contextos tradicionales budistas, por el
contrario los maestros sí que advierten de la peligrosidad de la meditación y, por lo
tanto, también de enseñar a meditar.

En estos contextos espirituales la precaución suele residir en el carácter esotérico o


iniciático de la enseñanza, así como en el seguimiento personalizado de la relación
maestro-discípulo. No es aquí mi propósito tratar si estas precauciones son suficientes y
las posibles derivas de la práctica meditativa en contextos budistas.

Por el contrario, me propongo indagar en los efectos adversos que parece tener la
meditación para algunas personas en un contexto laico. En efecto parece ser que la
popularización del mindfulness ha dejado en la sombra los riesgos de la meditación, por
otro lado conocidos desde antaño.

La sombra de la meditación oculta riesgos reales. Conocidos por la tradición budista,


hoy la popularidad del mindfulness parece ignorar estos riesgos.

La popularización de la meditación
Cada día la meditación es más popular en nuestra sociedad y cada vez forma parte en
mayor medida de la corriente principal, el mainstream. Y no podría ser así si no la
asociáramos con la salud y el bienestar. Puede parecernos obvio, lo que nos muestra
hasta qué punto hemos internalizado esta creencia , ¿cómo va a no ser bueno meditar?

Sin embargo, debemos tener en cuenta que en Asia, en las sociedades budistas la gente
no medita. Ni siquiera los monjes budistas meditan. Recitan las escrituras, realizan
oraciones, invocan a las divinidades protectoras y ahuyentan a los espíritus maléficos,
etc., pero casi nadie practica la meditación tal como nosotros la entendemos.

En el budismo, tanto seglares como monjes no aspiran a la “iluminación”. El nirvana o


la extinción del sufrimiento es un objetivo muy lejano, después de vidas y vidas
acumulando méritos para algún día tener un renacimiento en el que, entonces sí, uno
pueda llevar la vida de ascesis y renuncia que el propio Buddha emprendió en su
momento.

Es decir que tradicionalmente, en el budismo la meditación, entendida como un


medio de liberación del sufrimiento, está reservada a una minoría de practicantes
muy avanzados que llevan una vida de reclusión. La población y la clase monástica
se ocupan de fines más mundanos.

Pero en Occidente pocos serían los interesados en pagar por una conferencia sobre
exorcismos o por un retiro de plegarias. ¡No, aquí queremos meditar! ¡Queremos todo el
pastel! Eso sí, sin renunciar a nuestro estilo de vida.

Este es el primer desajuste, un conjunto de prácticas de cultivo de la mente de una gran


complejidad se ofrecen por primera vez al público en general. Es algo así como la
popularización de la ascensión al Monte Everest. Y ya conocemos el resultado.
Posibles efectos adversos de la meditación
Hay que reconocer que resulta difícil detectar los efectos contraproducentes de la
práctica meditativa, puesto que las personas que sienten que meditar no les funciona
tienden a no expresarlo. Puede que en muchos casos piense que es ella o él quien no lo
hacen bien, que es “culpa” suya o que se debe a un problema personal.

En una ocasión, al salir a la calle después de una sesión de uno de mis cursos, una
participante sufrió un ataque de ansiedad y fue hospitalizada de urgencia. Por suerte
volvió a la siguiente sesión y me lo contó ella misma, de lo contrario nunca lo habría
sabido. Al final del curso mostraba una sonrisa de satisfacción por su evolución
positiva.

En un curso en el contexto profesional, en el transcurso de un ejercicio de relajación


profunda otra participante abandonó la sala y pidió ser atendida por personal sanitario
que se encontraba en las instalaciones. Le detectaron un episodio de hipertensión y le
aconsejaron ir a casa a descansar.

En otra ocasión, en el transcurso de un retiro en el que participaba como alumno, en una


sala repleta con más de cien personas meditando en la penumbra antes del amanecer, de
repente un extraño sonido rompió el silencio. Una mujer había sufrido un desmayo y al
caerle la cabeza hacia atrás se estaba ahogando. Finalmente cayó al suelo y rápidamente
varios médicos presentes en el grupo acudieron a atenderla. Ella misma me contó que
solía tener problemas de hipotensión.

Todos estos casos son muy poco frecuentes, al menos los que se visibilizan, pero son
suficientemente importantes como para recibir la atención debida.

En un segundo grupo, podríamos encontrar síntomas más leves pero que impactan a los
participantes con una cierta mayor frecuencia. Estos pueden ser la aparición inesperada
de un dolor abdominal, el aumento de un dolor cervical o insomnio.

Finalmente, en un tercer grupo, podríamos encontrar los efectos más leves pero de una
incidencia más común: cambios de humor, irritabilidad o apatía.

El efecto “backdraft”
Así pues, la pregunta es: ¿por qué a veces la meditación produce el efecto opuesto al
esperado? Yo lo llamo efecto “rebote”, aunque se suele traducir como “contracorriente”,
pero su nombre original es “backdraft”. Este concepto fue acuñado por los profesores de
psicología Christopher Germer (Universidad de Harvard) y Kristin Neff (Universidad de
Texas), dos de los mayores especialistas en mindfulness y los creadores del programa
Mindful Self-Compassion.
En efecto, el backdraft o “explosión de humo” describe la imagen bien conocida, por
fortuna para la mayoría de nosotros solo en el cine, en la que en un incendio al abrir
una puerta o una ventana la entrada repentina de oxígeno produce una violenta
explosión.

Los bomberos conocen muy bien los riesgos del efecto backdraft o “explosión de
humo”.

En la meditación, nuestras experiencias de dolor y sufrimiento son el fuego. De hecho,


ya el Buddha utilizaba la imagen del fuego para representar el concepto de dukkha, toda
forma de insatisfacción o infelicidad.

“¡Monjes, todo está en llamas! ¿Qué es lo que está en llamas? La visión está en llamas,
los objetos visibles están en llamas y la conciencia visual está en llamas.”

(Buddha, Enseñanza del fuego, Adittapariyaya Sutta, SN 35:28)

No olvidemos que el concepto de nirvana significa precisamente “extinción”, extinción


de este mismo fuego. Pero volvamos al backdraft. Nuestro dolor físico o emocional es el
fuego que nos consume y que intentamos por todos los medios no sentir o, al menos,
tener bajo control. Por lo que ese fuego se encuentra en una habitación cerrada a cal y
canto, sin apenas oxígeno. Es en este escenario en el que aparece el bombero que busca
extinguir el fuego, es decir la meditación.

Toda forma de dolor es percibida como una amenaza. De hecho esa es la función
adaptativa del dolor, ser una señal nocioceptiva, el aviso de un posible daño. Como tal,
desencadena en la persona la primera fase del estrés, la “fase de alarma”. Es decir que
activa una reacción de evitación del peligro o la amenaza mediante la huída o la
parálisis, que se manifiesta con tensión muscular, sentimiento de miedo y pensamientos
de preocupación.

Pero qué sucede cuando es la propia reacción natural de estrés la que se percibe como
un peligro o una amenaza. Qué sucede cuando ya no es la infección gastrointestinal la
que mi organismo percibe como una amenaza, sino que ahora es el propio dolor
estomacal que me avisa de ello el que empieza a preocuparme y veo como peligroso.
¿Tendré una úlcera? ¿Será grave? Pues que reactivamos nuestra respuesta de estrés y el
dolor primario se ve incrementado con un nuevo dolor creado por nosotros o dolor
secundario. Se trata precisamente de la distinción entre dolor (inevitable parte de la
vida) y sufrimiento (evitable puesto que lo causa nuestra resistencia al dolor primario).
Este fenómeno se conoce como ciclo reactivo del estrés, donde es el propio estrés el
que nos estresa.

Esta es la ecuación formulada por Germer y Neff:

DOLOR X RESISTENCIA = SUFRIMIENTO

Que matizan de este modo:

EMOCIONES DIFÍCILES X RESITENCIA = EMOCIONES DESTRUCTIVAS


Los psicólogos han investigado mucho sobre la capacidad de suprimir de manera
consciente los pensamientos y las emociones no deseados. Sus conclusiones son claras:
no tenemos esa capacidad. Paradójicamente, cualquier intento de suprimir
conscientemente los pensamientos y las emociones no deseados hace que estos se
intensifiquen.

(Kristin Neff, 2012. Sé amable contigo mismo. El arte de la compasión hacia uno
mismo. Barcelona: Oniro, pp. 130)

Y es que, a pesar de la complejidad de las técnicas de meditación, a nivel del Sistema


Nervioso Autónomo básicamente lo que hacemos es activar su rama parasimpática, es
decir que nos inducimos una “respuesta de relajación”, como ya llamaba a la misma
meditación el cardiólogo Herbert Benson.

Esta relajación desactiva la respuesta de estrés y, por lo tanto, nuestras reacciones


evitativas ante la percepción de peligro o amenaza. Cierto, pero ello supone que a nivel
psicológico se debiliten nuestras resistencias o mecanismos de defensa ante el
dolor, lo que puede hacer que, en el menor de los casos, nos sobrevengan pensamientos
sobre una dificultad por la que estemos atravesando en nuestra vida actual (y que
intentamos olvidar con todo tipo de distracciones), o que incluso puedan aflorar
recuerdos de una experiencia traumática (disociada de nuestra memoria largo tiempo
atrás).

Pero la meditación mindfulness no es una mera relajación, sino que partiendo de este
estado de atención receptiva y sin esfuezo, intencionadamente prestaremos atención a
las experiencias que se presenten momento a momento. Es aquí donde, debido al propio
ejercicio de relajación y atención consciente, de repente la persona se puede hallar
atrapada en un espiral en el que cuanto más huye del dolor más se adentra en el
mismo. Esto es el efecto backdraft o explosión de humo.

Kristin Neff lo define así:

“Las personas acostumbradas a la autocrítica constante, a menudo sufren un estallido


de ira y emociones negativas intensas cuando intentan adoptar por primera vez un
enfoque más amable y cariñoso consigo mismas. Es como si su concepción del yo
estuviera tan cargada de un sentimiento de inadecuación, que este “yo menospreciable”
luchara por sobrevivir cuando se siente amenazado. Por supuesto, el modo de tratar con
el backdraft consiste en aceptar conscientemente la experiencia y sentir compasión por
lo difícil que resulta experimentar una negatividad tan intensa.”

(Kristin Neff, 2012: 144-145)

La autocompasión
Llegamos pues al corazón de la meditación mindfulness: la práctica de la compasión. En
nuestra cultura el concepto de compasión a veces puede entenderse de forma negativa.
En efecto la etimología del término significa “sufrir junto con”, si tu sufres yo sufriré
contigo. Per en el mindfulness compasión tiene un sentido muy distinto.

En el budismo la compasión es la intención de querer aliviar el sufrimiento de otra


persona. Por lo tanto, cuando esta motivación se dirige a uno mismo hablamos de
autocompasión: desear aliviar nuestro sufrimiento.

Para ello, una vez hemos traído de vuelta la atención errática al momento presente,
acogemos con amabilidad cualquier experiencia difícil que pueda surgir. Con una
sonrisa interior de ternura (el “yoga de la boca” como lo llama Thich Nhat Hanh), con
una mirada afectuosa, estamos atentos pero no de forma neutra, sino con una atención
amable y bondadosa. Podemos, por ejemplo, impregnar todo nuestro cuerpo de una
claridad cálida, la claridad de nuestra atención a las sensaciones del cuerpo. Como si
este se llenase de agua clara desde una fuente interna. Podemos abrazar a nuestro dolor
como si de un bebé se tratara, con delicadeza y ternura.

La ira es como un niño pequeño que llora por su madre. Cuando el niño llora, la madre
lo abraza amablemente entre sus brazos y lo escucha con atención para ver lo que está
mal (…) No tenemos que rechazar nuestra ira. Es una parte de nosotros que, como el
bebé, necesita nuestro amor y nuestra escucha profunda.

(Thich Nhat Hanh, 2013. Felicidad. Prácticas esenciales de mindfulness. Editorial


Kairós: Barcelona, p. 130)

Así, desactivamos también la respuesta de estrés de “lucha, huída o parálisis”, pero


también activamos el sistema de confortamiento, satisfacción y seguridad. Paul
Gilbert, profesor de psicología en la Universidad de Derby y creador de la Terapia
centrada en la compasión, describe este sistema como la principal red neuronal de
regulación emocional (véase Paul Gilbert, 2015. Terapia centrada en la compasión.
Características distintivas. Bilbao: Desclée de Brower.).

Además, con la práctica de la compasión también fortalecemos nuestros vínculos de


apego seguro, tal y como estudia Javier García Campayo, profesor de psicología en la
Universidad de Zaragoza y creador de la Terapia de compasión basada en los estilos
de apego (véase Javier García Campayo y Marcelo Demarzo, 2015. Mindfulness y
compasión. La nueva revolución. Barcelona: Singlantana). En efecto, desde la
perspectiva de los estilos de apego la práctica de la compasión desarrolla también la
capacidad innata en los mamíferos de vincularnos y establecer un vínculo de apego
seguro con nuestras crías, incluso cuando estas experimentan dolor. De allí la
posibilidad de establecer ese mismo apego a nivel interno.

En resumen, al meditar no fijes la atención solo en la respiración, las sensaciones


corporales, los sonidos, los pensamientos o la propia atención, observa también si aflora
alguna incomodidad o malestar y, entonces, date cuenta de qué te dices o cómo te
sientes. Me estoy hablando desde la exigencia, la culpa, la crítica. Me estoy enfadando,
asustando, frustrando. Y entonces, abre el foco de tu atención y abraza de un modo
afectuoso estas voces y sentimientos tal como son, sin juzgarlos ni intentar evitarlos.
Como si fuera tu propio bebé, asustado, con dolor de barriga, con un berrinche.
Abrázalo con el corazón, con todo tu amor. Y mécelo con el vaivén de tu respiración.
Finalmente, como afirman Neff y Germer: “No nos damos autocompasión para
disminuir el sufrimiento, sino porque estamos sufriendo.” El mindfulness promete la
felicidad, sí, pero una felicidad que incluye el sufrimiento, que lo abraza. El
mindfulness es el cultivo de una atención que atiende el sufrimiento natural de estar
vivos. Aportando sentimientos positivos de calidez y ternura a los sentimientos difíciles
y dolorosos. Desarrollando el equilibrio emocional, una relación más equilibrada con las
emociones difíciles.

Quizás no se trate tanto de extinguir “literalmente” el sufrimiento, sino de no prender


más el fuego. Quizás podamos aprender a amar el sufrimiento, a amar en el sufrimiento.

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