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diagonalperiodico.net/cuerpo/pon-gran-sonrisa-cuando-te-despidan.html
La Unión Europea no sólo impone severas purgas al estado del bienestar en materia
de pensiones, empleo o derechos sociales, también se preocupa por la salud mental de
los europeos. Junto a los severos comisarios encargados de hacer cumplir los dictados
de San Mercado, la UE creó en 2008 una comisión de psicólogos y probos funcionarios
para redactar el llamado Pacto Europeo por la Salud Mental y el Bienestar.
El pasado mes de marzo la reunión de esa comisión tuvo como tema laPromoción de la
Salud y el Bienestar en el Lugar de Trabajo. Junto a los habituales miembros de la oficina
europea, esos días fue invitada a participar la Federación Europea de Asociaciones
de Psicólogos. Todos juntos parieron unos exhortos al diálogo y la democracia
empresarial que complementan la ideología del pensamiento positivo que sirvió en EE UU
para individualizar los despidos alejando cualquier respuesta colectiva. Esta ideología, por
su inconfundible aroma norteamericano, necesita un envoltorio de “comunicación
democrática en la empresa”, con el objetivo de vencer los restos de saber común y
escepticismo que aún conservan los trabajadores europeos.
Ante las melifluas propuestas de Roe, que pide a los gerentes que cedan su poder a la
autogestión para “trabajar la prevención en salud mental, a través de la asignación de
puestos de trabajadores, supervisores y directivos en un clima de diálogo negociado“,
uno echa en falta la sinceridad de Jack Welch –apodado Neutron Jack– que, tras
despedir a 112.000 trabajadores de la General Electric, prometió en un discurso
memorable seguir despidiendo cada año el 10% restante para que todo el mundo
supiese que había que rendir al máximo, multiplicar la productividad y vender
individualmente la contribución de su trabajo al beneficio de los accionistas de la empresa.
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Roe, como Alicia, parece vivir en un país alejado de esos cálculos empresariales de
ganancias que presiden, por definición, las lógicas gerenciales y habitar en una tierra de
armonía donde gerentes, trabajadores y accionistas dialogan democráticamente
sobre cómo gestionar la crisis mediante “la reasignación y reestructuración de los
puestos de trabajo (work redesigning) y la apertura de una transparencia comunicativa que
tienda –nada menos– que a una democracia organizacional (workplace democracy)”.
Poco importa que vivamos en un mundo bueno o malo, los factores cognitivos que están
bajo el control del pensamiento son lo que pueden convertir en feliz un trabajo atroz o
una situación penosa, si somos capaces de “hacerlo fluir” (Seligman enseña en unas
semanas). Una teoría tan magra logra su éxito al articularse como un idealismo pragmático
que facilita técnicas para sobrevivir en la jungla social.
La psico-gestión de la
crisis en EE UU ha
permitido que millones de
personas acepten
despidos y subempleos
REUBICARSE. ¿Quién se ha llevado mi queso?
El texto cuenta la historia de unos ratones que descubren, cuando llegan a su base de
aprovisionamiento, que su queso ha desaparecido. Algunos ratones se quedan allí
lamentándose, tratando de comprender qué ha pasado y buscando porqués. Otros, los
supervivientes, exploran el laberinto y encuentran otros quesos mejores que el primitivo.La
moraleja fue creída y aceptada por la multitud de americanos despedidos de unas
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empresas que ofrecían charlas, terapias o servicios de coaching, en lugar de seguros
de paro. Estas charlas generaban una cosmovisión de la realidad que permitía ‘reubicarse’
y aceptar sin quejas trabajos de lavacoches por horas.
Naturalmente, los despidos masivos no crean un buen clima de trabajo, sino más bien un
realismo “pesimista” que durante los primeros años de la crisis hizo disminuir la producción
en EE UU. Los gerentes llegaron a hablar de sabotaje colectivo contra la empresa (“para lo
que me queda dentro, vagueo”). Los consultores llamados para resolverlo decidieron
etiquetarlo como ‘depresión colectiva’. Como solución propusieron contratar unos
cuantos especialistas en pensamiento positivo que recreasen la confianza en que la
empresa buscaba lo mejor para todos y que incluso el despido podía llegar a ser una
oportunidad de mejorar.
Desde esa perspectiva,ser parado parece algo voluntario, debido a actitudes victimistas.
Así, las tasas de paro parecen una alucinación que nada tiene que ver con cada parado
concreto y los ricos parecen tales por su arrojo y tesón frente al riesgo.
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Naturalmente, aquí como allí, la indefensión del trabajador frente a las grandes
corporaciones es la norma, y cuando los de arriba deciden cerrar una empresa por falta de
beneficios no hay democracia laboral que valga. Sólo cabe mejorar el capital psico-técnico
de cada uno y competir mejor equipado por ese bien escaso llamado salario.
Para no ir muy lejos, así lo reflejan los trabajos realizados en Murcia por Rafael Piqueras y
Alberto Rodríguez, que publica la revista de Psicología del trabajo y organizaciones, que
confirman las virtudes del pensamiento positivo: muestran cómo los optimistas “pasan
menos tiempo en el paro” porque logran un alto nivel de motivación.
SONREIR O AUTOCULPARSE
“En EE UU e incluso en el Reino Unido, una ‘actitud positiva’ es obligatoria en el trabajo.
Pueden despedirte por tener una ‘mala actitud’, lo que supone un nuevo nivel de
intimidación por parte del empleador”, explica la feminista Barbara Ehrereich, autora de
Sonríe o muere: cómo el pensamiento positivo ha engañado a América y al mundo.
Ehrereich conectó el pensamiento positivo de las organizaciones de lucha contra el
cáncer, que conoció de cerca porque tuvo un cáncer de mama, con la psicología positiva
usada para gestionar la crisis:un cáncer o un despido constituyen oportunidades en
este marco. En lugar de mirar a los aspectos sistémicos de los problemas, se pone el foco
en los personales, dentro de la ideología de la auto-inculpación.
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