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ISBN: 978-84-9717-183-0
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ÍNDICE
LEXICOLOGÍA Y LEXICOGRAFÍA
DIALECTOLOGÍA Y SOCIOLINGÜÍSTICA
LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
!.i
t
[ndice 9
·o. Introducción
Mucho se ha escrito sobre la historia de las abreviaciones técnicamente
·. conocidas con el nombre de «abreviaturas», como meras representaciones
· gráficas de palabras o expresiones, pero no tanto sobre la historia de las «si-
. tal como las definimos comúnmente hoy. En inglés existen algunas refe-
rencias de interés sobre esta segunda cuestión, y yo mismo la he abordado en
otro lugar (Rodríguez González y Cannon 1994).
En español, sin embargo, las referencias han sido mínimas. El tratamiento
de la historia faltó incluso en las dos tesis que dediqué al estudio de las siglas,
en español (1980) e inglés (1981), a través del cual conocí precisamente aMa-
nuel Seco, quien, por la novedad de este fenómeno lingüístico y la escasa bi-
. bliografía existente, me animó vivamente en aquel momento a publicar una
.•· monografía sobre el tema. Por avatares de la vida fui aplazándolo para una mejor
ocasión, sin que aún lo haya llevado a término, y una de las razones fue preci-
•. samente mi intención de describir en el futuro, con más sosiego, algunos aspectos
. nuevos. Con esta publicación pretendo llenar uno de esos huecos, y de ese modo
dar cumplimiento, siquiera parcial, a sus deseos, como mi mejor homenaje.
. Antes de abordar el estudio de la historia de las siglas, interesa hacer un
recorrido por la historia de las abreviaciones en general, para así encuadrar
.· mejor elfenómeno.
· l. De la escritura a la abreviatura
Las abreviaciones formadas por medio de siglas, por su frecuencia y su con-
figuración, constituyen uno de los fenómenos lingüísticos más característicos
356 Félix Rodríguez González
de nuestro tiempo, tan característico que Pedro Salinas troqueló la frase, tan
manida hoy, de «siglo de las siglas», para calificar la pasada centuria. Pero
al igual que ocurre con otros fenómenos lingüísticos de actualidad, como lo;
extranjerismos, las siglas cuentan con antecedentes históricos remotos cuyo
estudio detenido daría lugar por sí solo a un extenso trabajo.
Por su carácter eminentemente escrito, la historia de las siglas, o de las
abreviaciones en general, va ligada a la propia historia de la escritura. Y la
escritura, como medio o canal por el que se transmite la lengua, ha llevado
impresa desde siempre la necesidad de una comunicación más económica y
eficaz, algo inherente a la lengua misma.
Una. de las representaciones escriturales más primitivas que se conocen,
la cuneiforme de los sumerios (IV milenio A.C.), fue ideográfica, pues sus ca-
racteres -ideogramas- sirvieron para expresar gráficamente una idea o un ob-
jeto. Pero la rigidez y la pobreza del sistema ideográfico pronto condujeron
a la invención de símbolos que representaban sílabas, y después letras. En
esta sustitución de un sistema (icónico) por otro (simbólico), y sobre todo en
su difusión, los fenicios desempeñaron un importante papel.
Frente al carácter conservador y hermético de la escritura cuneiforme, y des-
pués de los jeroglíficos egipcios, cuyo conocimiento se restringía a un pequeño
sector de la población -escribas encargados de la ciencia, la administración y
la religión-, los fenicios, pueblo comerciante y viajero, animados por un espúitu
más abierto y realista y con más contactos con el mundo exterior, rompieron
con la tradición anterior y comenzaron a utilizar signos claros, fáciles de repro-
ducir y que se correspondían con los mismos fonemas. Su escritura, más sim-
plificada, prefiguró los alfabetos hebreo, griego y latino.
El alfabeto latino, derivado del griego a través de los etruscos, fue utilizado
por la Iglesia Romana y sobrevivió a la caída del Imperio. Su uso no dejó por
ello de ganar terreno y con el tiempo se extendió a la mayoría de las naciones,
sobre todo en Occidente.
Desde el momento en que la escritura dejó de ser patrimonio de unos pocos
y se generalizó, aunque a nivel receptivo más que productivo, se asistió a una
proliferación de abreviaciones. Su desarrollo resulta fácil de explicar si se
considera, por un lado, el factor humano: un reducido número de copistas
para los que el tiempo era precioso; y por otro, la necesidad de economizar
lo más posible el material que servía de soporte a sus escritos (papiro, perga-
mino, e incluso piedras).
La frecuencia con que se han utilizado las abreviaciones desde la Antigüe-
dad y a lo largo de la Edad Media ha atraído la atención de los especialistas
en epigrafía y paleografía que las recogen con minuciosidad dando lugar a
Origen y evolución de las siglas 357
extensos tratados. Las que mejor se conocen son las pertenecientes a la cultura
griega y, especialmente, latina, y sus rasgos gráficos no son muy diferentes
de los que encontramos en el español contemporáneo.
La cultura latina usó y abusó de las abreviaturas y siglas. A ella se debe el
mismo nombre de sigla, proveniente, según las opiniones más autorizadas,
de singulae (litterae) 'letras aisladas', como las llamaba Cicerón, y en este
sentido etimológico me referiré a las siglas por el momento. Los romanos las
emplearon en las inscripciones lapidarias y también en los epígrafes de mo-
nedas y medallas donde, por las razones antes expuestas, se convertían en un
recurso especialmente útiL Conocidas son las inscripciones SPQR. (Senatus
Populusque Romanus), que los ejércitos romanos exhibían en sus banderas;
TNRL (Iesous Nazarenus Rex Iudeorum), que desde Poncio Pilato se viene es-
cribiendo sobre las cruces; RIP (Requiescat in pace), colocada sobre los epi-
tafios funerarios; igualmente cristiana es la palabra ichtus 'pescado', que los
primeros cristianos escribían en las catacumbas e interpretaban como lesous
Christos, Theou Uios, Soter (Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador).
Pero no todas las siglas estaban ligadas al rótulo y a la escultura, también
se empleaban en los documentos escritos tanto oficiales (redacción de actos
públicos, leyes o decretos) como privados (cartas y negocios particulares):
por ej., A.= Amicus; DSP. =de sua pecunia; IOM. = Iovi Optimo Maximo; L =
libertus; y NP = nobilissimus puer. Como estos ejemplos indican, tales abre-
viaciones no sólo afectaban a la esfera de los tratamientos y fórmulas estere-
otipadas sino que se aplicaban también a los nombres y frases corrientes, es
decir, a cualquier palabra o expresión que hubiera alcanzado cierta frecuencia.
Y, como el resto de la escritura, en los primeros siglos se escribieron todas en
mayúsculas (en la época carolingia, siglo VIII, se llegó a una combinación de
mayúsculas y minúsculas).
A medida que la cultura latina se extendía, los manuscritos se multiplica-
ban y con ellos las iniciales y otros tipos de abreviaciones. En tales circuns-
tancias, para que el sistema abreviativo fuera operativo y eficaz, la lógica
imponía como principio básico dotar a la abreviación de un carácter distintivo,
conspicuo, dentro del texto, con objeto de que el significado pudiera recons-
tituirse sin mayor dificultad. Con el tiempo esto se consiguió de diversas ma-
neras: mediante el carácter mayúsculo, en las llamadas «siglas»; o bien,
mediante la adición de un signo ortográfico auxiliar, a modo de signo diacrí-
tico, especialmente en las «abreviaturas» propiamente dichas. Los signos
abreviativos consistían generalmente de un punto (feL 'feliciter'), una letra
volada (d0 'dito'; po 'primo') o varias (AL mus 'Altissimus'), una tilde (futis
'futuribus'), una vírgula o apóstrofo (Quo' 'quomodo') y una rayita horizontal
colocada por encima de la abreviación (añ 'annos', no 'nostro', eps. Tales
358 Félix Rodríguez González
por espacio de más de 1.000 años si bien sufrieron algunas modificaciones im-
puestas por la evolución de la escritura. Los copistas que las utilizaban se lla-
maban notarii, de donde procede nuestra palabra notario.
En distintos períodos de su historia el exceso de formas abreviativas y las
dificultades en la interpretación de su lectura en libros y documentos oficiales
suscitaron fuertes protestas, llegando en algunos casos a decretarse su prohi-
bición; así lo dispusieron, por ejemplo, el Senado romano y más tarde los em-
peradores Teodosio II (408-450) y Justiniano (482-565), éste último de una
manera severa. Pero el uso prosiguió en la escritura de manuscritos e inscrip-
ciones a lo largo de la Edad Media, aunque con sucesivos flujos y reflujos.
En el periodo visigótico y primeros años de la Reconquista, es decir, tras el
resquebrajamiento del Imperio y la cultura romana, desaparecida la vida ciu-
dadana normal por guerras e invasiones, y descompuesto el latín, el uso de las
abreviaciones decayó considerablemente; igualmente las notas tironianas fueron
cayendo en el olvido. Sin comprender la lengua, inútil sería para el pueblo con-
servar las formas abreviadas y signos anteriores. Las notas siguieron empleán-
dose en los conventos hasta el final del renacimiento carolingio, pero no para
registrar los discursos sino únicamente como escritura de copia para economizar
el pergamino cuyo coste era elevado (cf. Géhénot 1975: 262).
En general los libros y documentos escritos en Europa en tal época raras
veces contienen abreviaciones. A partir del siglo X cobran un fuerte impuho
que se incrementa a medida que avanza la Edad Media y las lenguas van asu-
miendo sus verdaderas formas nacionales. Con su nueva floración los des-
manes escriturales anteriores vuelven a repetirse, ocasionando serios errores
en la escritura y lectura de siglas y abreviaturas, lo cual conduce a nuevas
prohibiciones, esta vez por obra de un rey ya nacional, Alfonso X el Sabio
(1221-1284) de Castilla; también en Francia, por esta época, Felipe el Her-
moso (1208-1314) prohibió su uso. La prohibición del rey castellano (ley 7,
tít. 19, partida 3) tuvo como efecto acabar con las abreviaciones cuya inter-
pretación pudiera causar confusión. Afectó a toda clase de documentos legales
e inspiró el desarrollo de leyes posteriores. Pero las abreviaturas no por eso
dejaron de emplearse. Con la elevación cultural y a falta de imprenta los co-
pistas tenían que reescribir una y otra vez los manuscritos para atender una
demanda creciente que los superaba, viéndose así sometidos a mayores exi-
gencias de tiempo.
En el siglo xv, en los comienzos de la imprenta, las abreviaturas no des-
aparecen, antes bien, fueron muchas las empleadas tanto para suplir letras
como para representar palabras enteras. Y esto por las mismas razones de eco-
nomía que los amanuenses, pero también por otra, como el deseo de vender
libros impresos como si se tratara de manuscritos y guardar secreta la inven-
ción de la imprenta (Martínez de Sousa 1984: 16).
~..'
360 Félix Rodríguez González
2. De la «abreviatura» a la «Sigla»
2.1. La aparici6n de las siglas en las lenguas europeas
En esta situación llegamos al siglo XIX, y en concreto al último tercio. Por
aquel tiempo las abreviaciones cobran un nuevo impulso y un nuevo e inusi-
tado rumbo. Hasta el siglo XIX las abreviaciones, se tratara de iniciales o no,
constituían un recurso abreviativo al servicio de cualquier escribiente, a modo
3
<<Abreviatura», en Enciclopedia Universal/lustrada Europeo-Americana, tomo 56, Espasa-
Calpe, Madrid, c.l927.
4
En inglés las abreviaciones en general tuvieron un peso mayor a lo largo de los siglos xvn y
xvm, sobre todo en la escritura de la corte. Se dijo que los escritos eran <<más difíciles de
leer que los latinos de épocas anteriores>>, y fue por esta razón por la que en el reinado de
Jorge II el Parlamento decretó la prohibición del uso de abreviaturas en documentos legales.
(Sobre este punto, véase Rodríguez González y Cannon 1992)
Origen y evolución de las siglas 361
5
Con anterioridad existía la taquigrafía, pero no puede decirse que recogiese la palabra viva.
En puro rigor la taquigrafía castellana, tal y como la concebimos hoy, no aparece hasta el
siglo XIX, y su fundación se atribuye a Francisco de Paula Martí (cf. Rose!I 1967: 14).
Para Galliot (1955: 332) nada prueba que las siglas del pasado -{fe la época clásica o de
la Edad Media-, hayan sido pronunciadas como las nuestras. Las diferentes circunstancias
históricas que envuelven a ambas épocas según explico en este estudio, conducen a pensar
que hasta el siglo XIX la sigla puede considerarse sólo un hecho de grafía. Esto no quiere
decir, sin embargo, que esporádicamente no haya habido casos de siglación espontánea donde
las iniciales han sido efectivamente pronunciadas, pero se trata de hechos aislados y con una
limitada audiencia, sin repercusión por tanto en el sistema lingüístico. Algeo (1975: 218),
por ejemplo, nos ofrece el testimonio del poeta Byron (1788-1824), quien utilizó las abre-
viaciones en forma de iniciales M.P. (Member oj Parliament) y MS (manuscript) en su valor
fonético, según puede deducirse de la rima de los poemas en que aparecen.
362 Félix Rodríguez González
1
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364 Félix Rodríguez González
cuenta que día a día eran noticia en la prensa y que, en ese contexto, el perio-
dista se veía incitado a la abreviación, especialmente en los titulares (cf. Baum
1955: 105-6).
También en Europa la Alemania nazi a partir de 1933 despunta por el nú-
mero de siglas empleadas en el terreno político, situación que se repetirá en
otros países europeos, entre ellos España, como hiego veremos. A los «felices
años 20» siguió una honda crisis económica que afectó sobre todo a las clases
medias, las cuales reaccionaron vivamente encuadrándose en formaciones
políticas que prometían restituir el orden. De este modo el espectro político-
ideológico se vio ampliado, lo que se tradujo en un nuevo brote de siglas de
partidos y organizaciones políticas.
Con la Segunda Guerra Mundial (1939-45), tanto en Europa como en los
Estados Unidos, la práctica siglar va a verse refor:zada consolidándose defi-
nitivamente. Una vez más son los Estados Unidos los que ejercen la mayor
influencia. Durante los años que duró la participación norteamericana, la Ar-
mada y la Marina hicieron uso de iniciales con la misma fecundidad e ingenio
de que había hecho gala el Gobierno Federal una década antes al dotar a mu-
chos entes estatales de su propia abreviación (Baum 1955: 106 sigs.). Para
dar una idea de la extensión del fenómeno citaré, por ejemplo, algunas de las
siglas de que se sirvieron las unidades de servicio en las que participó la mujer
(Womens =w):·WAC (Women's Army Corps), WASP (Women's Air Force Ser-
vice Pilot), WAVES (Women's Appointed Volunteer Emergency Service). For-
maciones análogas se adoptaron en Inglaterra, como WAAF (Women's Auxiliary
Air Force Service) y WREN (Women 's Royal Naval Service). Como estos ejem-
plos indican, se observa una tendencia a acuñar la sigla en forma más con-
densada, que invite a pronunciarlas como si de palabras se tratara («acrónimo»),
lo que las diferencia de la «sopa de letras» de los años treinta donde predo-
minaba la pronunciación alfabética («!iteración») _7
Pero la guerra dio lugar no sólo a siglas de organizaciones sino de todo
cuanto se relacionara con el tema militar. A esta época pertenecen neologis-
mos tan conocidos hoy como radar (radio detection and ranging) y jeep (GP,
General-Purpose [Vehicle]), pero también formaciones efímeras, ya desapa-
recidas, como la expresión kia (soldado 'killed in action', muerto en acción).
El Departamento de Marina fue el qne más sobresalió en el empleo de siglas
con las que continuamente salpicaban sus comunicados, muchas de las cuales
adoptaron extrañas formas y combinaciones, a base de truncamientos (por ej.
CoMSUBSPAC 'Commander Submarines Pacific' y CINCLANT 'Commander in
7
Para la tipología de las siglas y sus dificultades, véanse Rodríguez (1984) y Álvarez de Mi-
randa (2006).
·_,·¡
Origen y evolución de las siglas 365
Chief, Atlantic'), que atrajeron severas críticas, algunas en medios tan influ-
yentes como el Washington Post (cf. Baum 1955: 105-6). Esta jerga repleta
de iniciales tan inusuales en los comunicados militares, recogidos a su vez
por la prensa, induce a pensar que su uso respondía no sólo a la necesidad de
transmitir sus mensajes con brevedad sino también al oculto deseo de darles
un carácter secreto o, al menos, de complicar la tarea de descodificación a
los lectores y oyentes del campo adverso (cf. Sliosberg 1972: 110).
Los hábitos lingüísticos del periodo bélico tuvieron su continuación más
tarde en la vida política de la etapa de posguerra. Irán surgiendo nuevos nom-
bres de organizaciones políticas y militares (NATO, UNO, UNICEF, etc.), algunos
de los cuales se acuñan muy conscientemente a partir de palabras preexisten-
tes con objeto de aportar connotaciones favorables, así como otras asociacio-
nes que ayuden a evocar su significado o función (por ej. CARE, SHAPE, ACTION,
etc,), procedimiento ya observado anteriormente en WAVES y empleado abun-
dantemente en el lenguaje de hoy (cf. Rodríguez González 1983).
La tendencia a utilizar abreviaciones con formato siglar ha continuado sin
parar hasta nuestros días y ha alcanzado en las últimas décadas cotas de ex-
pansión jamás soñadas. Por un lado, la sigla ha salido del reducido círculo en
que se originó merced a la proyección social que le han brindado los medios
de comunicación de masas -prensa, radio y televisión-, que han cont.-i.l:mido
poderosamente a su difusión. De este modo las siglas, cuyos orígenes reales
son remotos, han encontrado en esos medios un vehículo eficaz para su im-
plantación. Primero en el medio periodístico, dado el origen escrito de casi
todas las siglas, el cual va a vivir etapas de esplendor como consecuencia de
una alfabetización casi generalizada; después a través del medio radiofónico
y televisivo, donde alcanzan una mayor difusión y popularización llegando
así a los estratos sociales y. culturales más bajos.
Ligado a lo anterior está el hecho de que la sigla ha dejado de ser patri-
monio de un grupo político, comercial, o cultural, y se ha extendido en todos
los órdenes, en todas las esferas de la vida, formando parte también de las
jergas de los grupos más reducidos o insignificantes socialmente (cf. Rodrí-
guez González 1992).
De todos ellos destaca por su proyección social el dominio político en
cuyo seno se albergan determinadas siglas que alcanzan la máxima «frec;;uen-
cia de utilización». Pero el mayor número de siglas («frecuencia léxica») en
los tiempos actuales se registra en el terreno de la ciencia y de la tecnología,
en concreto en aquellos sectores que por su naiuraleza son propicios a una
celeridad en la comunicación; este es el caso de los lenguajes técnicos de las
telecomunicaciones y, de manera especial, del nuevo y floreciente campo de
366 Félix Rodríguez González
8 Testigo fiel del trato de favor que recibe la sigla en los sectores científicos más en punta es su re-
copilación en forma de diccionarios especializados de los que son ejemplo: M. Cebrián Herreros,
Siglario intemacional de radio y televisión (2' ed., Madrid, 1983); y R. C. Moser, Space-Age
Acronyms, Abbreviations and Designations (IFI Plenun Press, Nueva York, 1969); H. Sawoniak,
Dicciuriario intemacionui de siglas relativas a la información cient(fica, la biblioteconomía y
disciplinas afines; Peter Wenrich, Anglo-American Abbreviations in the Field of Electrical En-
gineering (No publicado, Nueva York, 1973); Diccionario de siglas relacionadas con la infor-
mática (Madrid, IBM, 1974); E. Puch, Dictionary ofAcronyms & Abbreviations in Management,
Technology & lnformation Science (Hamden, Connecticut.: Shoe String Press, 1970).
Origen y evolución de las siglas 367
9 María Moliner [DUE] ( 1965) y GDESA, entre otros diccionarios, llaman a estos nombres «crip-
tónimos>>, si bien el término tiene un uso más amplio pues no se limita sólo a iniciales.
wEs probable que algunas de ellas se leyeran y se llamaran por el nombre completo; así ocurrió
con s.D.N. (Sociedad de Naciones), como recuerda el citado autor, y lo mismo ocurriría, creo,
con E.M. (Estado Mayor, antes aludido)
11 Cit. por J. Polo (1972: 70). Que no se trataba sólo de epigrafía callejera lo indica muy bien el
texto siguiente, extraído del artículo <<La danza de las letras>>, publicado en un diario de la época:
l...· Idas y venidas, vueltas y revueltas, reuniones y conciliábulos de los jefecillos del derrotado
marxismo. El pacífico y sereno ciudadano asiste desde lejos a este ajetreo burocrático y
seudo-obrerista, donde triunfa a falta de otra cosa la técnica que un día llamamos <<iniográfica>>.
En efecto, el c.N. de la U.G.T. se reúne y pide auxilio a c.E. de la U.G.T. y del P.S.o. No se
sabe lo que pensarán de esto el C.E. de la C.N.T. (A.l.T.) y los de la F.A.I. También se ignora la
actitud del C.N. del P.C. (Informaci6n, 25-11-1935, pág. 1).
368 Félix Rodríguez González
Durante la pasada contienda las siglas políticas alcanzaron una frecuencia tal
que atrajeron poderosamente la atención de un distinguido visitante como el
escritor Orwell que, recordando su estancia en Cataluña, comenta:
As for the kaleidoscope of political parties and trade unions, with their tire-
sorne names -P.S.U.C., P.O.U.M., F.A.I., C.N.T., U.G.T., J.C.!., J.S.U., A.J.T.- they
merely exasperated 12 •
Al igual que ocurre en otros países (cf. Zumthor 1951: 22), la proliferación de
siglas políticas arranca de los movimientos obreros y partidos de izquierda (co-
murústas, socialistas, anarquistas) y se extiende luego a formaciones de derecha
(por ej. CEDA) y extrema derecha (P.E., J.O.N.s.). Concluida la Guerra Civil e im-
plantado el régimen franquista, la mayoría de las siglas de orgarúzaciones de
izquierda caerán en el olvido, sin otro uso que el que quieran darle en sus res-
pectivos grupos los diezmados militantes y simpatizantes, y esta situación va a
mantenerse durante mucho tiempo. Ahora bien, en la prensa de los años 40 y
50, volcada principalmente hacia las noticias de fuera, aparece un gran número
de siglas extranjeras, muchas de ellas de carácter internacional (ONU, OCDE,
UNESCO, EFTA, CEE, MCE, etc.). Todavía a principios de los años 60 cuando se
habla de las siglas se reconoce en ellas una condición de lo extranjero. Al decir
del académico Martínez de Campos (1962: 419-20):
«La sigía nunca ha sido muy corriente en nuestro idioma. Modernamente,
tendemos más a utilizar siglas ajenas que a implantarlas de motu propio. [ ... ]
La sigla, pues, llega de fuera; es algo así como un extranjerismo ... ».
Sin embargo, el aluvión de siglas extranjeras, algunas tan farrúliares como las
nortea..rnericanas FBI y CIA, irá espoleando los tímidos brotes experimentados
por nuestro idioma. Irán surgiendo y popularizándose siglas autóctonas en los
nombres de sociedades económicas, como SEAT, ENSIDESA, etc. A mediados de
los años 60 el profesor Muñoz Cortés se hace eco de esta moda en una serie de
números del diario Madrid (9, 16 y 23 de noviembre de 1965) dentro de la sec-
ción «El lenguaje y la vida», en uno de los cuales (16 de nov.) dice:
La tendencia a emplear la sigla es ya una manía. Se está extendiendo en la
Prensa española este uso. Se habla de o.r. ( ...),de L.A.I., y hoy ht visto un
anuncio en que dan el contenido del próximo número de B.y N.
Y, en efecto, basta echar una mirada a la revistasP, laque mejor toma el pulso
al país en esa época, dado su característico estilo «interpretativo» y el aire
progresista que le anima 13 , para darnos cuenta de la dimensión que va asu-
miendo el fenómeno, incluso en el hasta entonces soterrado campo político.
12
Homage to Catalonia, Harcourt Brace Jovanovich Inc., 1952, pág. 48.
13
«Como nació SP>>,SP, 15-12-1962, págs. 57-58.
Origen y evolución de las siglas 369
14
Una comparación de publicaciones le lleva a Stefanovics (1971: 179) a siíuar a España, así
como a Ecuador y Paraguay, entre los países <<abreviaturófobos>>, en comparación con otros
como México. Andando el tiempo, otro observador de la prensa española, Carlos Segoviano
(1987: 37), repara en la <<abreviaturofilia>> de los diarios. Ambas evaluaciones aparecen en
la misma revista, Lebende Sprachen, y las separan tan sólo tres lustros.
370 Félix Rodríguez Gonzá/ez
cativa (COU,EGB, BUP, FP; ERPAS; APA, EPA, LAU, LRU, LODE, LOGSE), en la eco-
norrúa e industria (PNB, PIN; ERT, INH), en las diferentes ramas del ejército (el
IMEC, el JEME, el JEMA), en la jerga de otros ministerios (el FORPPA, el IRYDQA,
el !CONA), yen el lenguaje parlamentario (la LOAPA, el PEN).
La presencia de múltiples siglas en la prensa escrita de los 70, especial-
mente en el campo político, produjo como resultado el florecimiento y popu-
larización de un buen número de derivados (PCE >pecera, PSOE> psoísta,
UCD > ucedista), llegando a un nivel de implantación mucho más acusado que
en inglés, por razones lingüísticas y extralingüísticas (cf. Rodríguez González
1988; 1989).
Igualmente digna de señalarse en las siglas de los años 70 en adelante es
su popularización y difusión también por los medios de comunicación oral.
Atrás quedaba el medio escrito de los años 30 y 40, cuando la prensa más de
una vez utilizaba formas abreviadas, incluso con mayúsculas, que no se pro-
nunciaban sino e,n sus formas plenas, como recuerda Rafael Lapesa a propó-
sito de la s.D.N. (Sociedad de Naciones), precursora en los años 40 de la actual
ONU. Con una prensa mucho más difundida y una radio y televisión que llega
a todos los estratos sociales, la sigla se enraíza en los hábitos lingüísticos, a
lo que no es ajena la aureola de distinción que la rodea. A este respecto, citaré
algunos testimonios un tanto individuales y anecdóticos pero que ilustran fiel-
mente el grado de difusión y prestigio del fenómeno adquirido en la vida co-
tidiana. Interesante es el nombre de una agencia matrimonial que, en lugar
anunciarse como tal en el periódico, lo hace bajo el rótulo de ICROM (Institu-
ción Científica de Relación y Orientación Matrimonial) 15 ; el de un delincuente
que para desviar el curso de las investigaciones relacionadas con su crimen,
se confiesa autor del mismo en una carta anónima que firma con la sigla
GADAC (grupo de afectados del aceite de colza), institución inexistente a la
que pretende traspasar la autoría del crimen 16 ; y, a un nivel más elevado, el
de un novelista (Antonio Rato), quien al ser preguntado sobre cómo definiría
su tarea literaria contesta: «como ONNIS, Objeto narrativo no identificado» 17 ;
es decir, con una sigla inexistente que, ideada por analogía con OVNIS, asume
una función metalingüística.
En resumen, y retomando los argumentos expuestos anteriormente, pode-
mos concluir que la aparición del fenómeno de las siglas tal y como lo cono-
cemos hoy ha estado estrechamente ligada a la primera y segunda revolución
industrial, y al desarrollo del periodismo impreso, pero se expande con el pe-
15
Cit. en El País, 16-8-1984, pág. 26.
16 Cit. en Deia, 19-1-1984, pág. 21.
17
Diario 16,3-6-1984, pág. 12.
Origen y evolución de las siglas 371
Para completar este análisis sobre la evolución de las siglas, añadiré ahora
algunas notas sobre su evaluación como procedimiento lexicogenésico, ya
que en el transcurso de su historia han suscitado reacciones distintas.
En España, desde que en los años 30 del siglo pasado comienzan a utili-
zarse las siglas con cierta profusión, se han producido airadas críticas en roe-
dios académicos y periodísticos, especialmente por el confusionismo que su
uso genera y por el carácter extranjero que en un principio han tenido (cf.
Martínez Campos, supra). Expresivos son en este sentido los comentarios de
Ramón y Caja! (1970: 63), quien en los años 30 decía que para aclarar su sig-
nificado haría falta, en frase de un ministro, «crear una asignatura universi-
taria», al tiempo que señalaba, denostando la influencia extranjera, que
«carecemos de originalidad hasta para lo frívolo» (cit. por Martínez de So usa
1984: 29). Su creciente número en los años 40 llamó la atención a Carlos Ar-
niches (1948), quien en un ensayo divulgativo, se refirió a ellas como «ma-
nantial desbordante que amenaza anegar el cauce de los idiomas».
Llevados por el mismo reflejo purista, algunos académicos de la lengua
como Dámaso Alonso (1962) y Rafael Lapesa (1963) criticaron este subsis-
tema léxico por servirse de una morfología descarnada e inmotivada, o sea,
semánticamente opaca. El primero escribió un conocido poema en el que iró-
nicamente se refiere a las siglas como «gris ejército esquelético», «legión de
monstruos», «fríos andamiajes en tropel». Y, más explícitamente, en una con-
ferencia pronunciada en Oviedo denunció que la invasión de siglas estaba
«matando el idioma» 18 • Con un toque mas lingüístico y menos apocalíptico,
el segundo habla de «Plaga universal de monstruos que, por no tener raíz lé-
xica, no evocan nada, y cuyo cuerpo sonoro, formado por azar y no por evo-
18
P. García, «Tiempo de sig!aS>>,Abc, ¿?, 1985, pág. 18.
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372 Félix Rodríguez González
En los años 80, a medida que las siglas se van sedimentando en el idioma, se
recogen algunas voces más templadas en los medios de comunicación en
tomo a este fenómeno, como éstas:
Parece- que hay una necesidad universal y atemporal de abreviación, producto
de la pereza humana para utilizar en toda su extensión las palabras que ha
inventado para significar las cosas. De ahí nacieron la siglas, aprendidas por
todos desde la niñez (¿quién no recuerda al Cristo del colegio con el INRI a
la cabeza?), utilizadas por todos en los años estudiantiles (¿quién no se ha
confeccionado su propia sigla para memorizar la lista de los reyes godos?)
[ ... ]Pero si a la pereza mental se añade la perfección visual, las siglas apa-
recen en nuestra vida como el mejor canal de transmisión de imágenes pú-
blicas· que la sociedad ha puesto en manos de sus creadores y de sus
receptores. Es más fácil recordar ONU que Organización de las Naciones Uni-
das y más rápido escribir Kg, que kilogramo. (José"Ramón Sánchez Guzmán,
«Las siglas», Ya, 12-9-1982, 13).
Similares reacciones pueden encontrarse en la prensa inglesa en parecidas fe-
chas, algunas tan airadas como la siguiente, datada en los años 60.
Our language is in danger of losing its function as a means of communication
as a result ofheavy and spreading infection with acronyms. A specialist who
has made a particular study of L'ris disorder describes the course and sympthons
of the malady, and calls for vigorous prophylactic measures. («Acronymania
-a modero contagion»,New Scientist, 29-32-1968). [Trad. 'Nuestra lengua
está en peligro de perder su función como medio de comunicación como re-
sultado de la fuerte y creciente infección de siglas. Un especialista que ha
hecho un estudio detallado de este desorden describe el curso y síntomas de
la enfermedad, y exige vigorosas medidas profilácticas].
Igualmente, varios lustros más tarde, refiriéndose a la relativa modernidad
del fenómeno siglar, Russell Baker, desde las páginas del Sunday Observer
se hace eco de quienes reconocen que
«expansive technology, science and government have overloaded the lan-
guage with so many big, hard to remember, hard to pronounce words that the
substitution of a shorthand languagc is inevitable» ( «Alphabet Soup», The
New York Times Magazine, 27-10-1985, sec.6, pág. 28). [Trad. 'la tecnología
en expansión, la ciencia y el gobierno han sobrecargado la lengua con tantas
palabras difíciles de recordar y de pronunciar que la sustitución de un len-
guaje taquigráfico parece inevitable']
Pero aunque esta premisa es fácil de asumir y casi nadie la discute hoy, la crí-
tica aflora una y otra vez en la prensa al considerar la hipertrofia de un sistema
abreviativo que descansa en un corto número de iniciales, pese a las múltiples
combinacionés que éstas permiten. Se maldice el confusionismo creado ante
Origen y evolución de las siglas 375
22
El artículo se titula, muy significativamente, «COMPATPLANEREPRONSPAC», y corresponde al
acrónimo de Commander Patrol Plane Replacement Squeadrons Pacific, el más largo utili-
zado hasta entonces.
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376 Félix Rodríguez González
Los políticos, como los médicos, se rodean de una jerga protectora de su sa-
piencia frente al vulgo. Ya no se trata de que nadie les entienda cuando hablan
a nivel de planteamiento de la problemática, etc., sino que, además, se ex~
presan, para abreviar, por siglas cuyo significado sólo ellos dominan. («Es-
coja su sigla», Diez Minutos, 17-10-1981, 11)
En línea con estos planteamientos críticos, algunos novelistas como el norte-
americano Thomas Pynchon han utilizado profusamente siglas en sus obras
de ficción con fines humorísticos y una clara intención satírica. Con su bizarra
morfología Pynchon pretende subrayar las aberraciones de las modernas for-
mas de comunicación y la supremacía creciente de la gran burocracia sobre
la sociedad y la vida del individuo, con los resultantes efectos deshumaniza- ·. '···
dores (cf. Pütz 1991).
De cualquier modo, y pese a todos los reparos que puedan aducirse, hemos
de convenir en que la sigla hoy día constituye un procedimiento de formación
de palabras plenamente enraizado en el idioma, que, mal que nos pese, hay
que asumir y analizar, y que el abuso que conlleva la siglación, y que conviene
atenuar, no es muy diferente del cometido con otras innovaciones léxicas,
como los préstamos de voces extranjeras, particularmente anglicismos. La
novedad y la profusión del fenómeno de las siglas han producido, ciertamente,
un uso exacerbado en algunos momentos, pero, por lo general, el sistema de
la lengua termina imponiendo mesura, extirpando los brotes más atípicos y
anómalos y haciendo volver las aguas de la inundación a su cauce normal.
Ante lo inevitable del fenómeno, y para paliar los nocivos «ruidos» en la co-
municación que el desconocimiento de las siglas ha de producir en algunos
hablantes o lectores, no sólo se debe recurrir a la publicación y continua ac-
tualización de diccionarios y glosarios que las registren sino que también debe
explicarse su significado cuando por primera vez aparecen en el texto.
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