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Tras la estimulante lectura del libro de M.

Cavallé, paso a comentar algunos aspectos que me han resultado


problemáticos.

1. La definición de la “filosofía académica”, relativa a los centros oficiales de enseñanza, como una
actividad estrictamente teórica o especulativa, no hace justicia a los filósofos prácticos (y con esto me
refiero a los que desarrollan su trabajo particularmente en campo de la bioética; también en CTS) que sí
se han esforzado por que su trabajo responda a realidades, conflictos y necesidades sociales. No
obstante, más bien constituyen excepciones y es cierto que esa no es, en absoluto, la tónica general.

2. Toda crisis es una oportunidad. Hay un punto sobre el que el AF podría arrojar mucha luz, y que
Mónica señala, y es el explotar el potencial de crecimiento y de autoconocimiento que todo conflicto
trae consigo (p. 49). Descubrir y celebrar el poder transformador, dinámico y creativo de toda crisis.
Esto, que creo que solo se aprende realmente cuando se pasa por ello, me lo dio a entender Rilke en
Cartas a un joven poeta hace años (y os lo copio porque soy una romántica):

Considere usted si esas grandes tristezas no han pasado más bien por en medio de usted, atravesándolo. Si no
se han modificado muchas cosas en usted, si no ha cambiado usted en algún sitio, en alguna parte de su ser,
mientras estaba triste. (…) Si nos fuera posible ver más allá de lo que alcanza nuestro saber y un poco más
lejos de las avanzadillas de nuestro pensamiento, tal vez entonces soportaríamos nuestras tristezas más
confiadamente que nuestras alegrías. Pues son los momentos en que ha entrado en nosotros algo nuevo, algo
desconocido; nuestros sentidos enmudecen tímidamente cohibidos, todo en nosotros se repliega, surge un
silencio y lo nuevo, que nadie conoce, se alza en su centro y calla (…) Sería fácil hacernos creer que no ha
ocurrido nada, y sin embargo nos hemos transformado, como se transforma una casa en la que ha entrado un
huésped.

Y Nietzsche en algún lugar de Así habló Zarathustra:

Solo donde hay sepulcros, hay resurrecciones.

3. ¿Visión del mundo equivale a Filosofía? Nadie duda de que todos albergamos creencias sobre el
mundo, nosotros mismos y los demás, escalas de valores más o menos explícitas, etc. pero no estoy
segura de que sea apropiado llamar a eso filosofía. No creo que un conjunto de elementos que incluye
creencias inconscientes o implícitas y pensamientos automáticos pueda considerarse, en rigor, como
filosofía. Más bien parece que lo es en potencia, pero no en acto. ¿La filosofía no surgiría precisamente
con el trabajo de reflexión sobre dicha visión del mundo o sobre algún aspecto particular de ella? ¿No es
contradictorio hablar de filosofía irreflexiva, automática, inadvertida o inconsciente?

4. AF y Psicoterapias. Pienso mucho sobre la relación entre estas dos cosas. Señalo algunas ideas que
anoté mientras realizaba la lectura:
 En la p. 44 se afirma que la psicología y las psicoterapias están en proceso de formulación,
mientras que el AF retoma una tradición milenaria. Sin embargo, la práctica del AF, en las
condiciones en que se da actualmente, tiene una vida muy corta y creo que sería presuntuoso
creer que no podría beneficiarse del estudio de los avances en psicoterapias. Es cierto que la
psicología tiene una vida corta, pero tampoco conviene despreciar todo un siglo de estudios e
investigaciones. Los psicólogos, en la medida en que vinieron a cubrir el vacío terapéutico
dejado por la filosofía, se ocuparon de asuntos que conciernen al AF, por lo que creo que
merecen recibir nuestra atención.

 A lo largo del texto se insiste en que el AF es una modalidad de asesoramiento alternativa a las
psicoterapias. De esto se deduce que, en cuanto modalidad, trata los mismos problemas que las
psicoterapias pero desde una aproximación o un enfoque distinto (sino no constituiría una
alternativa a las psicoterapias, sino algo simplemente ajeno a las mismas). No obstante, se
recalca que el AF se orienta a la clarificación de situaciones no patológicas, dado que éstas
requieren un tratamiento específicamente psicológico o médico. De lo que se sigue:

o Filosofía para sanos

o Psicología/Psiquiatría para personas con patologías

El concepto de patología debe referirse, pues, a algo que exceda el ámbito de aplicación del AF, por lo que no
puede asimilarse a: problema, crisis, conflicto, malestar, etc. ¿Qué queda entonces? Parece que solo concebir la
patología como enfermedad en sentido estricto, y más propiamente, como enfermedad mental (lo cual no deja
de ser contradictorio con la crítica del AF a la psicopatologización). Pero ¿esto no es una manera de legitimar el
paradigma biomédico y su consecuente tratamiento terapéutico (principalmente psicofármacos)? ¿Qué
problemas, por constituir patologías, no son susceptibles de un abordaje filosófico?

Creo que, en este punto, debemos atender a las críticas al paradigma biomédico de la antipsiquiatría (véase el
artículo de Jose Luis Romero): la enfermedad mental es una aberración conceptual ya que lo que así
considerado no es, en sentido estricto, ni enfermedad ni mental, sino problemas vitales (de índole relacional).
La terapia, según la antipsiquiatría, habrá de consistir en el mayor fomento de la conciencia y autonomía
personales, ¿acaso no es este uno de los cometido principales del AF?

 Señala Mónica un poco más adelante la “importancia de la cooperación y del mutuo enriquecimiento
entre psicología y filosofía”, pero personalmente echo en falta una mayor profundización en la naturaleza de
esta relación y, sobre todo, en las consecuencias que tal simbiosis tendría para la formación del asesor
filosófico: ¿puede un filósofo asesor prescindir de la formación en psicoterapia? Y si se concluye que no, ¿con
qué grado de profundidad debe conocer el campo de las psicoterapias y sus técnicas?

 Otro aspecto que me ha llamado la atención es la afirmación de que el AF no “se basa en un criterio
normativo preestablecido relativo a lo que los clientes son, en función de sus ‘síntomas’, y a lo que deberían
ser” (p. 67).. Desde mi punto de vista, en realidad sí se establece un criterio normativo cuando se dice que el AF
no es una actividad propia para personas con patologías. Más adelante (p. 68) se insiste en que “Los asesores
filosóficos no acuden al criterio normal/anormal. No comparten la visión según la cual hay personas que son
normales y otras que no lo son. Consideran que cualquier realidad humana es una posibilidad humana.”
Nuevamente me chirría esta afirmación con el desplazamiento de la “patología” y su tratamiento al campo de la
psicología. No es cierto que el AF no clasifique, aunque sea esta única clasificación entre personas sin
patologías adecuadas para el AF/ personas con patologías inadecuadas para el AF (la antipsiquiatría puede que
muestre una mayor contundencia en este rechazo al etiquetamiento normalizador)..

En este sentido, no me parece desacertado abogar por una terapéutica que prescinda de esa clasificación
limitadora (para el posible consultante, el asesor y la propia disciplina del AF) entre sufrimiento y patología. Y
apostaría por un terapéutica integradora que utilizara técnicas diversas según el estadio del proceso de cambio y
mejora (personal y único) en que se haya el consultante. Probablemente, las técnicas filosóficas más
sofisticadas requieran de una mayor lucidez y serenidad por parte del consultante, por lo que es posible que
sean más adecuadas para los estadios finales de los procesos más complejos, pero eso no quiere decir que varios
de los métodos propios del AF no puedan aplicarse desde el principio (de hecho gran parte de las psicoterapias
actuales podrían considerarse “filoterapias” en cuanto que utilizan aproximaciones y métodos específicamente
filosóficos). De todo esto se deduce también que no veo problema en hablar de Filosofía terapéutica o terapias
filosóficas.

5. El capítulo tercero, Mujer y filosofía, lo dejo para un comentario aparte.

Abrazos,

Ada Galán

Muy interesantes tus dudas. Como tú bien demuestras la relación entre las consultorías filosófica y psicológicas
están por esclarecer.

Después de mis propias dudas y chirríos yo lo veo así:

Con prácticamente todos los estados mentales el filósofo puede relacionarse, pero deberá saber que el espacio
dedicado al espíritu crítico en una persona en pleno brote psicótico es cercano a cero o bajo cero. La mínima
distancia que hay que poner en relación con los contenidos mentales simplemente no se puede dar. La persona
está absolutamente sumergida en una realidad mental prácticamente incontrolable. Por otro lado muy a menudo
psicólogos y psiquiatras no ofrecen otra solución que la farmacológica. Esto es a lo que fácilmente se puede
llamar enfermedad.

Sin embargo la psicología ha tratado conflictos humanos, que pertenecen al ámbito de la experiencia propia de
nuestra condición, como si fueran patologías. Eso ha sido un error que ya no suelen cometer, precisamente
desde que los psicologos saben más de filosofía. En este mundo de bellos felices parece que durante un tiempo
tener un estado melancólico era como tener la peste, o sea una enfermedad, cuando en realidad muy a menudo
es un estado de transición hacía una conciencia más profunda de la realidad. Por terminar también apuntar a que
un estado de shock emocional tampoco es el momento oportuno para hacer propiamente una consulta filosófica,
sin embargo podría ser ese el momento en el que pida ayuda (por ejemplo en el teléfono de la esperanza) y en
ese momento aunque seas filósofo, lo que toca es servir de paño de lágrimas.

Un abrazo
Mercedes
Qué buen trabajo Ada.
Me parece muy acertada la reflexión del punto 3, clarifica lo que hay
de chirriante en la expresión "filosofía de vida". ¿Podríamos decir
entonces que todos poseemos una "visión del mundo" pero que sólo
algunos, aquellos que reflexionan acerca de su visión del mundo (y
las de los otros), poseen una "filosofía de vida"?

En cuanto a la relación entre el AF y el paradigma biomédico de la


que te ocupas en el punto 4, señalas una contradicción a propósito de
la enfermedad mental como criterio para demarcar los respectivos
ámbitos, ¿podrías explicar algo más de tal contradicción? ¿No podría
estar dilucidándose aquí, si llevamos la argumentación hasta las
últimas consecuencias, la paradoja de que no es la psiquiatría (o no
solamente ella) la que decide lo que es y lo que no es una enfermedad
mental? Trato de explicarlo. Se me antoja muy sensato que un asesor
filosófico, ante un consultante que dice escuchar voces que le
angustian y concebir ideas suicidas, decida remitirlo a un
psiquiatra. Pero ¿qué haría un asesor con uno de esos casos límites,
como son los Trastornos de Personalidad, una de esas etiquetas que le
han granjeado a la Psiquiatría tantas críticas por su
afán "patologizador"? Es decir, podría no haber contradicción entre
ambos reconocimientos hacia la Psiquiatría por parte del
Asesoramiento Filosófico; el reconocimiento de la patología mental
como su ámbito propio, pero también el reconocimiento de su celo o
afán patologizador. Mas ¿quién posee entonces la legitimidad para
decidir lo que sea una patología mental? ¿Cae dentro de
la "jurisdicción" filosófica, de la médica, de ambas?

Un saludo
Nacho

Muchas gracias Nacho y Ada por vuestros comentarios de gran ayuda!


Algunas cosas ya van quedando más claras, otras se irán esclareciendo sobre la marcha.

Yo por ejemplo me valgo de mi propia experiencia y de cómo enfrentarme a lecturas y


pensamientos de otros me ha hecho reposicionar los míos propios... y eso no quiere
decir que "hable ya por ellos", sino que mi voz se ha ido transformando y la actitud
interna que la acompaña también.
Me pregunto qué pasaría en un caso práctico, como por ejemplo, si entre los valores de
una persona está el considerar inferior como ser humano a hombres de otra raza, por
ejemplo..y eso le crea problemas de adaptación al medio, emocionales en relaciones con
otros familiares, etc etc..., los que sean....
es ese un valor a "ajustar" por ejemplo, o simplemente se trata de hacer que se sienta
bien con ese criterio que trae de formación cultural y lograr que ello no le moleste en
sus relaciones sociales, existenciales,,,etc???'

Perdón si hablo de cosas qeu no corresponden, sobre todo perdón por la ignorancia si
confundo términos y temas y el atrevimiento de andar diciéndolas cómo se me ocurren
sin pararme a reflexionar y estudiar nun poco más antes de nada, pero cuento con la
comprensión de mis compañeros, y maestros sobre todo, en esto.

El problema del "no -directo" tiene sus inconvenientes a la hora de aclarar sentidos que
uno quiso o no quiso dar, pero tiene también sus ventajas. Y para mí de momento es la
única opción de conversar con vosotros, pues cuestiones de distancia me impiden asistir

a las reuniones. Pido paciencia!

Desde Panamá un abrazo a todos y gracias de nuevo.


Margarita

A mí no me pidas disculpas ni nada de eso que yo, cuanto más voy conociendo de Filosofía, Psicología y
"Espiritualidad", más me aproximo a la frase de Sócrates "solo sé que no se nada"!

En serio, tengo muchas más dudas que certezas, mil piezas por encajar, pero creo estoy en el camino. Suena un
poco a sermón de domingo pero caminemos juntos.

Pensaré en lo que dices en tu último mensaje.

Ciao!

Ada Galán

Leer la cartilla de los valores que hay que tener......es el trabajo de los señores curas.
Ajustar ciertas tuercas de tus valores para que no chirries y te adaptes mejor a tu realidad social, lo hacen
algunas terapias psicológicas.
La filosofía pretende que en cada vuelta de tuerca que des a un pensamiento ajustado a tu experiencia, la
comprendas mejor y la valores en su justa medida. Las consecuencias son múltiples. Y son bastante
impredecibles. No hay un yo ideal al que tender sino a una mayor autenticidad y a una mayor verdad. Una
persona capaz de saborear eso no suele entretenerse en tener valores mezquinos como el racismo.
Un abrazo
Mercedes

Que bueno esto del debate ¡aunque sea a traves de la pantalla! A mí, como si fuerais unos Sócrates a
distancia, ya me habéis despertado una cuestión en la que no había caído y es a propósito del comentario de
Margarita sobre un supuesto consultante racista (¡y tú pidiendo perdón por expresar tus dudas!). Personalmente
no me considero racista, pero si yo como asesor filosófico me encontrase con un consultante entre cuyos
valores se encuentra un "racismo intelectual" que se fundamentase en ciertas teorías biológicas (que algunos
rasgos psíquicos, del mismo modo que algunos rasgos físicos -como el color de la piel, la estatura, etc.- están
determinados por la información genética) y que no concluye que de ello se deban derivar acciones
perjudiciales en contra de esas otras razas (encerrarlos en ghetos, exterminarlos...), entonces, si esa creencia
está bien integrada en su visión del mundo y no le supone ningún problema o sufrimiento al consultante ¿no
debería yo contemplar a esa persona -el consultante- como "una posibilidad más de lo humano" (que de hecho
sabemos no es la primera vez en la historia que toma forma y se actualiza)? ¿No debería yo permanecer neutral
y evitar el intentar convencer a dicho consultante de su error?

Mercedes, estoy muy de acuerdo con tu afirmación "No hay un yo ideal al que tender sino a una mayor
autenticidad y a una mayor verdad" (entiendo esa verdad como "veracidad", no en sentido metafísico). ¿No
podría alguien como el consultante descrito ser auténtico en ese sentido, ser veraz consigo mismo, que su vida,
actos, sentimientos, valores..., fueran coherentes?

Me voy a cenar porque con el diálogo y la filosofía, hasta en este ágora virtual, se le olvidan a uno los
requerimientos del cuerpo.

Un saludo
Nacho
La veracidad está en un nivel distinto al de la elaboración del "racismo intelectual". Se pueden tener teorías
muy sofisticadas y vivir enajenado de centro vital. si viniera a la consulta alguien a poner a prueba sus teorías
racisto-intelectuales, le escucharía claro pero luego, como a los niños, le haría preguntas sobre otra cosa, sobre
algo probablemente muy simple que no se halla preguntado nunca. como por ejemplo ¿se dejaría usted salvar la
vida por un negro?
Buenas noches
Mercedes
HOLA A TODOS.
He leído ya varios artículos bajados de Filopraxis y de los que se van mencionando.
Me han resultado muy interesantes y clarificadores. Y de momento se me planteó una pregunta qeu quisiera
compartir ...

En LA FILOSOFÍA COMO ARTE DE VIVIR, por citar uno de los textos, pues es un punto compartido, leo:

" El asesor debe conseguir que sea el propio consultante el que junto con el encunetre las mejores
soluciones y aplique desde su propio sistema las mejores actitudes y soluciones a sus conflictos, desde su
lenguaje y código. "

Esta idea, que es super respetuosa con el otro, como tiene que ser, debo confesar que al principio me chocó y
chocó con mis preconcepciones de la visión del filósofo como una especie a veces de re-educador, de
limpiador de cassettes con lenguajes confusos para regrabarlos con otro más claro, más hacia la raíz de las
cosas....

Me gustaría profundizar más sobre este tema y cualquier aclaración, o consejo de lectura será bienvenido.
... pues aún me queda la duda: qué pasa si el código del paciente está desajustado, si el problema es justamente
su código??? o eso no sucede´? no sé....
Un saludo a todos y un abrazo
Margarita

Hola.

Yo también he leído ya bastante del material bibliográfico y con respecto a las dudas que te suscita Margarita, te
haría un par de preguntas más relacionadas con esas con las que terminas tu email: ¿Qué sería un código
"desajustado"? ¿Con qué herramienta se mediría el ajuste o desajuste de los códigos?

Una de las cosas que también menciona Mónica Cavallé es que no existe una única forma de vivir, o de vivir
buenamente (Aristóteles decía al comenzar Ética a Nicómaco que todos los hombres desean como fin último la
FELICIDAD, pero que en qué sea eso de la felicidad ya no se ponen de acuerdo - o sea, que cada uno la
persigue de una forma, por distinto camino, o la cifra en cosas distintas-). Relacionado con todo ello debe estar
el hecho, que también señala Mónica, de que las soluciones no pueden "imponerse" al consultante, sino que
éste, en el proceso de poner en claro su propia filosofía de vida (¿podríamos hacer esta expresión sinónimo de
"código"?), debe ser él mismo el que encuentre aquellas "soluciones compatibles con su sistema, código o
filosofía de vida", excogitándolas, sacándolas de sí mismo (y aquí tenemos el paradigma orientador de la
mayéutica de Sócrates, a cuyos interlocutores no parecía quedarles una sensación desagradable, como si aquél
les impusiese su ideología, antes bien, como el caso del esclavo Fedón en su deducción geométrica, les parecía
que con su ayuda - la de Sócrates- alumbraban "soluciones" que estaban ya en ellos mismos). Recuerdo que
también era un imperativo para aquellos griegos el famoso "conócete a tí mismo": supongo que si se parte de la
premisa de que no hay una única receta válida para todos, el primer paso para saber lo que a mí me conviene no
puede ser otro que el conocerme, saber cómo soy yo, hacerme consciente de ello.

No sé si esta disgresión te apunta algo nuevo, pues son cosas que a lo mejor tú ya tenías en mente al expresar tu
duda sobre el "código". En cualquier caso, supongo que dentro de 10 días tendremos la oportunidad de aclarar
mejor, pues nada sustituye al diálogo vivo, ésta y otras cuestiones.

Un saludo
Nacho
¡¡Ah!!! Por eso mismo no se puede hablar propiamente de "paciente", pues no se trata de alguien pasivo, al que
se le prescribe una receta y recibe o sufre un tratamiento, sino que se trata de un sujeto que elabora él mismo y
para sí mismo, con la ayuda del filósofo, las "soluciones" (sólo él en última instancia podría decir si esto o
aquello son realmente una "solución" para él)

Un saludo
Nacho

Solo una puntualización antes de ponerme a escribir una respuesta más detenida. El texto al que se refiere
Margarita es de Roxana Kreimer y está en la wiki.

El párrafo de Roxana que destacas, Margarita, me ha recordado la frase atribuída a Sócrates:

Solo el conocimiento que surge del interior es verdadero conocimiento.

Por otro lado, es cierto que algunos asesores como Peter Raabe abogan por desempeñar una función pedagógica
"El orientador filosófico, comentaba, también ofrece educar al cliente en formas más afectivas de pensamiento,
de tal forma que si un problema reaparece de nuevo el cliente estará en mejores condiciones para aforntarlo por
él mismo. El orientador filosófico se ocupa así de mitigar el problema y de su prevención. Él es, por tanto, un
orientador y un profesor (teacher) que ayuda al cliente a pensar claramente sobre el asunto que tiene a mano y
proporciona al cliente al mismo tiempo las herramientas que mejorarán su pensamiento en el futuro" (Raabe,
"What is philosophical counseling?", citado por Barrientos, 2004: 67)

El tema es controvertido.

Una última cosa, porque no dispongo de más tiempo, la voz que suene en el "cassette" ha de ser, radicalmente,
la del propio paciente/cliente. Si no, no hablaríamos de filosofía. La intención del asesor no ha de ser la de
grabar nada en la mente del asesorado.

Un abrazo desde Madrid Margarita.

Ada Galán

Me temo que Margarita no va a cruzar el Atlántico para el dia 13. Así que será nuestra buena excusa para esforzarnos en
escribir.

Para ir mucho al grano (quizás me salto muchas cosas, pero vosotros lo sabreis encajar)
me viene a la mente una relación que hace Mónica de estados en donde la conciencia se contrae:

- negar la experiencia

- Postergar el estar presente (estar como esperando a vivir)

- No entregarse (por no creer en algo)

- Presunción de que “ya nos lo sabemos”

- Necesidad constante de novedad …..


Esto subyace a todos los códigos, pero su conocimiento es lo que hay que alcanzar.

Tambien me viene a la cabeza la relación que hace Oscar Brenifier de los obstáculos y estrategias (capítulo 8 de su libro
EL DIALOGO EN CLASE) se trata de formas reconocibles que adquiere la ocultación, la precipitación, el bloqueo
emocional… Todos nuestros conflictos y temores terminan ofreciendo su cara en nuestro modo de conocer y de hablar.
También es verdad que hay ciertos vericuetos del pensamiento lógico que simplemente hay que conocer para usarlos,
pero a un nivel tan básico como la construcción gramatical de una frase. Aquí, es verdad se da una cierta labor
pedagógica.
Salud!
Mercedes

Margarita, has dado en una diana de la filosofía práctica. Esta tiene mucho más interés en tratar el desarrollo, la
claridad del discurso que su contenido.
Una asesoría filosófica no es un debate, ni una discusión. Incluso si en el empeño de claridad aparecen
paradojas hay que dejar que se planteen en toda su riqueza. No se trata de aplicar conceptos ajenos por muy
sabios que sean, se trata de observar tu vida y CREAR tus propios conceptos. Se trata de que puedas hacer uso,
llevar adelante tu experiencia, y pensarla con claridad es el primer paso. Para muchos, el segundo paso que es la
acción, ponerse en marcha, también es filosofía.
Un saludo
Mercedes

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