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¿Cómo puede un simple católico vivir la propia fe en una situación de creciente confusión como ésta
la actual? Es la pregunta que ha respondido el cardenal Raymond Leo Burke en una conferencia
celebrada es Louisville (Kentucky) el pasado 21 de julio, pero que vale la pena retomar por su
extrema actualidad. Sin hacer concesiones sobre la verdad de los peligros presentes, Burke ha
explicado cómo evitar el espíritu mundano del cisma, hasta que esté pronto a dar la vida por la
Iglesia.
“Es un momento –ha comenzado el cardenal –que puede simplemente ser descrito como una
confusión, una división y un error”. Entonces ha hablado de un joven sacerdote que se le había
acercado pidiéndole: “Cardenal, ¿piensa que estamos cerca del fin de los tiempos?”. “La expresión
sobre su rostro –ha dicho Burke- me ha hecho comprender la sinceridad de su pregunta que lo
animaba. Entonces no he dudado en responder “Podría ser”. Porqué “Vivimos en los tiempos más
turbulentos del mundo y también lo son para la Iglesia”. Entonces Burke ha mencionado la ideología
de género desenfrenada y destructiva del hombre, la negación de la libertad religiosa por vetar todo
discurso público sobre Dios, la anticoncepción, la eutanasia, el adoctrinamiento de los niños. Al
mismo tiempo la búsqueda salvaje “del placer y del poder mientras el papel de la ley, dictado de la
justicia, es pisoteado”, por lo cual existe “un temor justificado de un choque mundial”, porqué “la
situación actual del mundo no puede proseguir a menos que conduzca al exterminio total”.
Por esto, ha continuado Burke, “el mundo nunca como hoy ha tenido necesidad de la enseñanza
sólida y de la dirección que Nuestro Señor…quiere dar al mundo a través de la Iglesia”. Pero no se
puede dejar de constatar que “de forma diabólica, la confusión y el error…han entrado también en
la Iglesia”, que “no parece conocer más su identidad y misión”, ni “tiene la claridad y el coraje de
anunciar el Evangelio de la vida y del Divino Amor”.
Entonces el recuerdo del cardenal Meisner muerto por un ataque al corazón como también habría
muerto se sabe que murió el cardenal Caffarra: “Sé cuánto ha sufrido por la continua y creciente
confusión sobre la enseñanza de la Iglesia y al interior de la Iglesia misma. Claramente le había
expresado al Papa Benedicto XVI las mismas preocupaciones, preocupaciones que parecían
comunes a ambos, mientras al mismo tiempo reafirmaba, como nuestra fe nos enseña, la confianza
en Nuestro Señor que ha prometido permanecer en su Cuerpo Místico, “todos los días hasta el fin
del mundo…” Cuando yo mismo la última vez con el cardenal Meisner en Colonia, el 4 de marzo de
este año, estaba tranquilo pero, al mismo tiempo, me expresó su determinación para continuar la
batalla por Cristo y por la verdad que Él nos enseña, sin interrupciones, a través de la Tradición
Apostólica.
Desgraciadamente “acerca de las declaraciones del Papa Francisco, existe una comprensión
popularmente desarrollada por la cual toda externación suya debe ser aceptada como enseñanza
papal o magisterial…La cuestión es complicada, porque el Papa Francisco elige regularmente hablar
de manera coloquial. Motivo por el cual, cuando uno pone sus observaciones dentro del contexto
propio de la enseñanza y de la práctica de la Iglesia, puede ser acusado de hablar contra el Santo
Padre…Como resultado, estaría tentado de permanecer en silencio o tratar de explicar
doctrinalmente un lenguaje que confunde o incluso contradice a la doctrina”.
Consecutivamente, la explicación sobre el hecho que ocurre “distinguir como la Iglesia siempre ha
hecho, las palabras del hombre que es el Papa y las palabras del Papa como Vicario de Cristo en la
tierra. En la Edad Media, la Iglesia hablaba de los dos cuerpos del Papa: el cuerpo del hombre y el
cuerpo del Vicario de Cristo…Actualmente la Iglesia no está acostumbrada a un Romano Pontífice
que hable públicamente de manera coloquial. De hecho, siempre se ha usado una gran prudencia,
de modo que cada palabra pública del Papa fuese claramente en acuerdo con el Magisterio”. En
cambio el Papa Francisco “ha decidido frecuentemente hablar en su primer cuerpo, el cuerpo del
hombre en vez del cuerpo del Papa. De hecho, también en los documentos que, en el pasado
representaban una enseñanza más solemne, el mismo ha dicho claramente que no está ofreciendo
una enseñanza magisterial sino su pensamiento personal. Más aquellos que están habituados a una
modalidad diferente de hablar por parte del Papa quieren hacer de cada declaración suya parte del
Magisterio, aunque esto “es simplemente incorrecto y dañino para la Iglesia”.
Decir todo esto no es “un acto de enemistad o confrontación al Papa Francisco”. Al contrario, “sin
esta distinción perderíamos fácilmente el respeto por el papado o pensaríamos que, si no estamos
de acuerdo con la opinión personal del Romano Pontífice ahora debemos romper la comunión con
la Iglesia”. Entonces, “mientras mantenemos firmemente la fe católica en aquello que concierne al
oficio petrino, no podemos caer en la idolatría hacia el papado que haría que cada palabra
pronunciada por el Papa, aunque fuese interpretada en sentido contrario a la palabra de Cristo
mismo, por ejemplo, respecto a la indisolubilidad del matrimonio (Mt 19, 19). Más bien, junto al
Sucesor de Pedro, deberíamos esforzarnos por comprender siempre más a fondo la palabra de
Cristo, a modo de vivirla siempre más perfectamente”.
Entonces Burke ha comenzado a hablar del antídoto a la confusión el cual es la devoción mariana,
el catecismo y el martirio. “¿Cuál debería ser nuestra respuesta al momento extremadamente difícil
en cual nos ha tocado vivir, momento que parece realmente apocalíptico? Debe ser la respuesta de
la fe, la fe en Nuestro Señor Jesucristo que está vivo por nosotros en la Iglesia y que nunca dejará
de enseñarnos, santificarnos y guiarnos en la Iglesia, como también Él ha afirmado, de permanecer
con nosotros siempre hasta su retorno”. Por esto “debemos estudiar más atentamente la
enseñanza de la Fe contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica y estar preparados para defender
estas enseñanzas contra la falsedad”. Además “no debemos dejar de reconocer los muchos signos
edificantes de fidelidad a Cristo en la Iglesia. Pienso en muchos bellos hogares católicos…en muchos
valientes y buenos sacerdotes y obispos que viven la fe y dan ejemplo en su vida cotidiana.
La Santísima Virgen María nos conducirá del mismo modo a buscar la intercesión de San Pedro por
su sucesor, el Papa Francisco…Debemos invocar también la intercesión de los grandes papas santos
que han guiado a la Iglesia en tiempos difíciles.” Y “en modo particular, debemos orar por los
cardenales de la Iglesia, que son los principales consejeros del Romano Pontífice”, porque “en
tiempos similares” el servicio de los cardenales requiere una particular claridad y coraje a la voluntad
de aceptar cualquier sufrimiento requerido por ser fieles a Cristo y a su Iglesia, “hasta el
derramamiento de la sangre”.
El cardenal ha dejado claro que esto no significa ignorar “la gravedad de la situación” sino no “dejar
espacio para la desesperación humana…Nuestra seguridad está en Cristo. Si debemos hacer todo
aquello que esté en nuestras posibilidades para defender la fe católica en toda circunstancia…pero
debemos saber que la victoria pertenece últimamente y únicamente a Cristo”. Finalmente “no se
puede hacer espacio…para el cisma que es siempre y en cada lugar algo errado” sino “debemos
estar prontos a aceptar cualquier sufrimiento que pueda venir por Cristo y la salvación de su Cuerpo
Místico, nuestra Madre la Iglesia…aceptar el ser ridiculizados, incomprendidos, perseguidos,
exiliados e incluso morir, por permanecer uno con Cristo en la Iglesia bajo la protección materna de
la Santísima Virgen María”. También porque “el cisma es fruto de un modo moderno de pensar, por
el cual se cree que le Iglesia está en nuestras manos”.