Sie sind auf Seite 1von 35

Expresión simbólica y territorial:

los cursos fluviales y el arte paleolítico en Asturias


Un siglo después del reconocimiento científico de la
Cueva de la Peña, Candamo
Expresión simbólica y territorial:
los cursos fluviales y el arte paleolítico en Asturias

Rodrigo de Balbín Behrmann


Miguel Ángel de Blas Cortina
M.ª Soledad Corchón Rodríguez
Marco de la Rasilla Vives

Edición a cargo de M. Á. DE B LAS CORTINA

REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

OVIEDO 2014
© de esta edición, Real Instituto de Estudios Asturianos®
© de los textos, los autores
Cubierta: Diseño de M. Á. de Blas sobre el grabado “Riberas del Nalón” (1880) de José Cuevas y calco de “ciervo herido” de
Candamo, de Cabré/Benítez Mellado (1919).

I.S.B.N.: 978-84-942660-7-2
Depósito legal: 4095-2014
Imprime: Asturgraf
Los caminos más antiguos de la imagen:
el Sella
RODRIGO DE BALBÍN BEHRMANN

1. I NTRODUCCIÓN cionarse con seres superiores propiciatorios.


Los individuos humanos, reconocidos como
Desde que las formas gráficas del paleolí- de nuestra propia especie, se encontrarían así
tico fueron descubiertas, allá por el año 1878, en una situación mental subdesarrollada, pre-
en un espacio conocido como las Asturias de via al pensamiento elaborado.
Santillana, nos hemos acostumbrado a ver las Estaríamos ante un comportamiento in-
imágenes artísticas como evidencias aisladas fantil, imitativo de la realidad, temeroso y ar-
en medio de un espacio hostil, lleno de frío y caico, ante una sociedad inferior motivada
dificultades, donde los grupos humanos vi- por la necesidad. Esta era la idea del mundo
vían separados unos de otros y se organizaban occidental sobre el resto de las culturas huma-
en pequeñas bandas de pocos componentes. nas presentes y pasadas que no habían alcan-
Nuestra imagen de ese pasado lejano se zado su nivel tecnológico. Pasado y presente
asociaba a las cuevas como único ámbito de vi- de las culturas primitivas o salvajes tenían el
vienda y decoración de la época, en un paisaje mismo pequeño grado de desarrollo y podían
encerrado donde los artistas pintaban imáge- ser comparadas eficazmente entre sí.
nes de su entorno, quizás como huida o defen- La gran revolución conceptual se produ-
sa ante un mundo tan complejo. jo a partir de la obra de A. Leroi-Gourhan
Se imaginaban así grupos independientes, (1965), quien propuso el análisis de las repre-
mal dotados para la supervivencia, a partir de sentaciones en sí mismas, bajo criterios estruc-
una tecnología pobre en recursos y un pensa- turales. No abandonó la idea previa de que las
miento ligado a lo más inmediato, sin sufi- formas tenían un contenido único religioso,
ciente capacidad de abstracción o de creación pero inició un camino hacia el tratamiento de
de códigos inteligentes de comunicación. Las las imágenes paleolíticas como una frase signi-
necesidades de alimentación y supervivencia ficativa.
hacían que las obras artísticas que crearan, al- El tiempo le ha ido dando la razón en
gunas reconocidas como de gran calidad, estu- muchos aspectos, no solamente en esa forma
vieran determinadas de manera obligatoria. de entender las grafías, sino también en su
Solo se podía crear imágenes para conseguir propuesta cronológica, que en rasgos genera-
alimentos y en el mejor de los casos para rela- les sigue siendo útil. La idea religiosa, sin em-

65
bargo, que iría necesariamente unida a la nes tomarían las rocas exteriores como sopor-
oscuridad y el misterio de las cuevas, ha sido te de su discurso.
progresivamente abandonada (Balbín y Alco- Ahora, en este escrito, nos proponemos
lea, 1999; Alcolea y Balbín, 2007). analizar el territorio del Sella, en el oriente as-
Desde 1981 en que se descubrió el yaci- turiano. Tiene características propias que lo
miento portugués de Mazouco (Jorge et al., hacen reconocible y elementos significativos
1981, 1982, 1981-82), al aire libre, nuestro que podemos describir y analizar.
modelo de arte paleolítico ha cambiado radi- No se puede hablar de fronteras en la Pre-
calmente. Si conocemos formas a la intempe- historia, ni antigua ni reciente, ni de espacios
rie a lo largo de toda la zona portuguesa cer- concebidos con nuestras actuales orejeras ad-
cana a la frontera, y fuera de ella, en la Vieja ministrativas. No se puede hablar de Asturias
Castilla, Extremadura, Almería o la Cataluña en el paleolítico, porque no existía como tal.
francesa, es porque el procedimiento estaba Si hablamos de Asturias es para circunscribir
mucho más extendido de lo que aún hoy po- un espacio geográfico que reconocemos, pero
demos conocer (Alcolea y Balbín, 2006). Ello que no tiene contenido significativo más allá
significaría que lo más importante y abundan- del descriptivo. Más real es hablar de espacios
te de las representaciones artísticas paleolíti- más pequeños, los que van unidos a caracte-
cas estaría en lugares públicos, al alcance de rísticas geográficas tangibles, por ejemplo a las
todos, en oteros y vados fluviales, lejos de la cuencas fluviales, tan marcadas en el Cantá-
oscuridad, el misterio o la religión como la brico.
entendemos hoy en día. Como se ha dicho, hay diversas maneras
Esas manifestaciones gráficas al aire libre de tratar ese territorio, y la que nosotros pro-
deberían entenderse como marcadores de los ponemos ahora es la que tiene contenido grá-
espacios ocupados por los grupos humanos fico o artístico si se prefiere utilizar ese térmi-
(Bueno y Balbín, 2009), que dejarían así no, incorrecto pero asentado.
muestra de su larga pertenencia a los territo- Hay otras formas de reconocer el territo-
rios familiares y ancestrales. Esos territorios rio, y la más usual es la de la reconstrucción
son para nosotros ahora de la máxima impor- histórica que se basa en la arqueología. Los
tancia, pues nos indican una distribución cul- objetos que dejaron los individuos del paleo-
tural mucho más realista de la que se propo- lítico en su devenir nos indican mucho de su
nía en los viejos modelos, dependientes de las tecnología, economía, uso del medio ambien-
cavernas calizas. Zonas ocupadas por el gru- te, cronología y modos de vida. Se trata de
po, con diversos espacios de uso, entre los muestras materiales de las que hay que obte-
que se podrían encontrar campamentos al ner consecuencias de conducta. El arte paleo-
aire libre y en cueva, zonas de explotación lítico es otra manifestación material, pero se
económica, márgenes de actuación y relacio- desarrolla por su propio camino, paralelo al
nes con otros grupos, que lejos de permanecer propiamente utilitario y consecuencia de la
aislados se encontrarían en continuo contacto misma ideología que posee el grupo. No sabe-
con ellos mismos y con otros, intercambian- mos lo que significa, pero poco a poco vamos
do objetos, personas y conocimientos. sabiendo cómo se organiza, cómo se distribu-
¿Se podría hablar de tribus? Seguramente ye, cómo se relaciona, cómo cambia con el
sí, de tribus o grupos similares con relaciones tiempo, en suma, lo que no significa. No te-
diversas en la distancia, capaces de unirse pa- nemos el problema resuelto pero vamos te-
ra actividades comunes, económicas, sociales, niendo mejores argumentos y mayor capaci-
familiares, cinegéticas o bélicas, asentados en dad de análisis y relación. Algo es algo.
territorios reconocibles y perdurables.
Hay varios caminos para reconstruir esos
posibles territorios, y uno de ellos, segura- 2. LA CUENCA DEL SELLA
mente el más eficaz, es el de las representacio-
nes rupestres, que a veces se presentan como Es uno de los territorios más reconoci-
cavernarias, y en la mayor parte de las ocasio- bles, por su delimitación natural entre monta-

66
Fig. 1. Foto aérea del curso del Sella con las zonas marcadas.

ñas, por su recorrido perpendicular a la costa ción en los estuarios durante el último proce-
y porque su pendiente es limitada hasta la so glaciar (Flor y Camblor, 1989, p. 14). En
zona media, permitiendo un tránsito fácil Santoña se tomaron muestras de la base holo-
(Fig. 1). cénica del río Asón a –26 y –30,5 m de pro-
Naturalmente tratamos de la cuenca co- fundidad (Cearreta y Murray, 1996, p. 289) y
mo eje de una zona de explotación, lo que no en Bilbao a –24 y –21 m (Cearreta y Murray,
requiere una vida estricta en su entorno, ni 2000, p. 156), siempre por encima de los nive-
marca fronteras insalvables. Es un ámbito or- les rocosos de excavación pertenecientes al fi-
ganizado en torno al río, a su geografía y a sus niglaciar Würm. Desde el comienzo de la de-
recursos naturales, que en su momento se glaciación, a partir de una posición inicial de
añadirían a los marinos de una más amplia 110 m del nivel del mar por debajo del actual,
desembocadura. este iría subiendo a una velocidad inicial de
Como en otros casos, lo que conocemos 11,5 mm/a, cambiando en un tiempo relativa-
se remite a las cuevas, con la versión peculiar mente breve el perfil de los río cantábricos y
de la Güelga en la zona media, porque la ero- de las márgenes de los mismos (Alonso y Pa-
sión producida desde el final de los hielos ha gés, 2010). Esto significa que todo lo que se
colmatado todas las salidas fluviales, que con encuentra por encima es consecuencia del
frecuencia lo hacen en forma de ría. Los son- comportamiento postglaciar, que cubrió con
deos existentes en alguna de las desemboca- sedimentos los posibles restos de conducta
duras de los ríos cantábricos, como las del Eo, paleolítica al aire libre. No es fácil por tanto
Navia y Nalón, han llegado al sustrato rocoso encontrar materiales antiguos sobre el suelo
en profundidades de 65, 45 y 60 m respectiva- actual y una vez más debemos meternos en
mente, lo que indica los procesos de excava- las cuevas para encontrarlos.

67
Lo mismo podría decirse de las manifes- ño, permitiendo su ocupación y en muchos
taciones artísticas al aire libre, aunque aquí la casos además su decoración, en las paredes o
realidad es algo distinta. Podrían quedar rocas en los objetos. Este es el caso de Tito Bustillo,
exentas con formas gráficas en las laderas La Lloseta, Les Pedroses, El Cuetu, Cova Ro-
montañosas, pero en nuestra zona esas rocas sa, El Cierru, El Buxu, La Cuevona, San An-
son calizas, y su capacidad de conservación de tonio y La Güelga, al menos.
grabados antiguos es limitada. Otro caso sería Hay por tanto una concentración excep-
el de las cuencas fluviales del occidente del cional de documentos prehistóricos en la
Principado, con una base frecuente de esquis- cuenca del Sella, tanto materiales como artís-
to en sus laderas, pero en uno y otro caso no ticos, a lo largo de un período de tiempo que
se ha buscado adecuadamente y en nuestra supera los 40.000 años. En el centro de ese
ciencia no se encuentra lo que no se busca. desarrollo se encontraría el objeto del pre-
El Sella estuvo poblado desde tiempos sente trabajo dedicado a las manifestaciones
antiguos, pero los restos de ese poblamiento gráficas. Estas debieron comenzar al menos
solo se suelen encontrar en cueva. Las cuevas hace 36.000 años, siguiendo las cronologías
son edificios inestables, que colapsan con el que poseemos en la actualidad, pero a lo me-
tiempo, por lo que encontrar niveles muy an- jor nuestros primos neandertales ya eran capa-
tiguos en ellas es difícil e infrecuente. Tampo- ces de realizar esos símbolos desde tiempos
co ha aparecido nada muy antiguo en excava- anteriores.
ciones cavernarias, aunque sí hay recogidas de
superficie de implementos técnicamente per-
2.1. La cuenca media
tenecientes a momentos antiguos del cuater-
nario (Fernández y Ruiz, 2008).
Ya en momentos más avanzados, pero Dentro de cada una de estas zonas trata-
anteriores al arte paleolítico, los restos cono- remos de los lugares más importantes y de sus
cidos se multiplican, entre otros motivos por condiciones, teniendo siempre en cuenta to-
su presencia en el interior cavernario. En el das las manifestaciones culturales. No cree-
Sella y sus afluentes tenemos muestras del mos que el arte pueda ser tratado de una ma-
Paleolítico Medio al menos en La Cuevona y nera independiente al resto de la conducta
La Lloseta. Restos de la misma época, funda- humana. A fin de cuentas el arte es material,
mentalmente físicos y neandertales, encontra- aunque revista unas formas de carácter más
mos en el Sidrón, que se encuentra en la simbólico, estético o comunicativo
cuenca del Piloña, afluente del Sella, donde La cueva más importante de esta zona es
existen además formas gráficas que tratare- el Buxu. Fue dada a conocer por Obermaier y
mos, y que proponen la duda de quién fuera el Conde de la Vega del Sella en 1918. Poste-
realmente su autor. riormente intervinieron E. Olábarri y M. Me-
A partir del Paleolítico Superior y hasta el néndez en los años setenta, y a partir de ese
Mesolítico, que enlaza los tiempos glaciares momento dirigió las excavaciones M. Menén-
con los actuales, los sitios con documentos dez (Menéndez, 1984, 2003; Menéndez y
materiales se multiplican a lo largo de toda la Ocio, 1996; Menéndez y Olábarri, 1983; Me-
cuenca, en yacimientos como La Cuevona, El néndez y Martínez, 1990; Menéndez et al.,
Cierru, La Güelga, Les Pedroses, Cova Rosa, 2007). Los trabajos comenzaron por los estu-
El Buxu, Tito Bustillo, La Lloseta, Cueva Car- dios rupestres y continuaron por ellos mismos
mona, Los Azules, La Cavada, Pandu, Reque- y por las excavaciones. En estas últimas han
xáu, Fresnu, Cuetu, El Tenis, Cueva Ceñil, aparecido documentos diversos de importan-
Cueva de Junco, La Molera, San Antonio, cia, entre ellos una escultura de ave en bulto
Cuetu de la Hoz y El Molín, al menos (Balbín redondo (Fig. 2) y una placa decorada con la
et al., 2012). figura de un cérvido (Fig. 3). La cueva tiene
Se trata de una zona caliza fuertemente abundantes grabados y pinturas, estas últimas
karstificada, por lo que las cuevas son muy sobre todo en negro, en un estado de conser-
abundantes y frecuentemente de buen tama- vación defectuoso. Se ha tomado sobre ellas

68
Fig. 2. Escultura de pájaro de El Buxu. Fig. 3. Placa con cierva grabada de El Buxu.

muestras de colorante y se buscaron también 2.2. La cuenca baja


posibilidades de datación a partir de series de
uranio. La mayor concentración de yacimientos
Otro de los sitios significativos en ese es- se encuentra en la desembocadura actual del
pacio del Sella es la Güelga, espacio exterior e Sella, quizás porque es un espacio más amplio
interior situado frente al Buxu al otro lado del y asequible o porque su concentración en el
río Güeña. Las excavaciones realizadas por el macizo de Ardines ha permitido una prospec-
equipo de M. Menéndez desde 1989 han ción más intensa. Sea como fuere existe un
ofrecido cronologías antiguas que nos remon- mayor número de yacimientos conocidos y
tan al inicio del Paleolítico Superior, lo que por consecuencia una mayor cantidad de re-
nos propone la ocupación de la zona en mo- presentaciones, a su vez más variadas.
mentos semejantes a los más antiguos de la El protagonista de la desembocadura es la
cuenca baja del río. Existen niveles corres- cueva de Tito Bustillo, por su tamaño, inves-
pondientes a Musteriense, Chatelperroniense, tigación y número variado de imágenes repre-
Auriñaciense y Magdaleniense. sentadas. Es una cueva con un desarrollo lon-
Posee importantes muestras de arte mue- gitudinal de unos 600 m a los que habría que
ble, entre ellas una tibia grabada con figuras añadir los que suponen las galerías laterales,
de cierva y un colgante realizado sobre un abundantes y frecuentemente decoradas.
hueso hioides, todo ello encontrado en el ni- Su entrada actual se encuentra al nivel de
vel 3 magdaleniense, que tiene una fecha en la ría de Ribadesella, aunque antaño se acce-
su base de 14.020+130 BP (Martínez y Me- día por el interior de una gran dolina situada
néndez, 1995; Menéndez y Martínez, 1992a, junto a la aldea de Ardines, por la que entra-
1992b; Menéndez y García, 1997; Menéndez ba y entra el río San Miguel. Este fue el res-
et al., 2007). ponsable de la horadación del macizo de Ar-
El Sidrón se sitúa en la cuenca del río dines, aprovechando la existencia de una gran
Piloña, afluente del Sella por la margen iz- grieta longitudinal que contribuyó a la disolu-
quierda, al otro lado de los yacimientos del ción de la roca caliza y la formación de una
área de Cangas de Onís. Es conocida por ser caverna de grandes espacios y altos techos. Al-
un lugar fundamental para el conocimiento guno de sus conjuntos, en concreto el que de-
del individuo de Neanderthal, al que se han nominamos XI, que se encuentra cerca de la
dedicado diversos e importantes trabajos (Ra- entrada original, mide 50 por 50 m de super-
silla et al., 2011). ficie, lo que le otorga una extensión útil de
En una galería lateral profunda existe un 2500 m2, utilizada en su práctica totalidad an-
peculiar conjunto de signos de apariencia an- tes del gran colapso que transformó esa zona.
tigua relacionados con el sexo femenino (For- Ese colapso hizo que grandes fragmentos de
tea, 2011). pared cayeran sobre el suelo y que una parte

69
Fig. 4. Renos del panel principal de Tito Bustillo.

de la cueva, la que contenía la auténtica entra- Superior, en forma de vulvas y antropomorfos


da original, se desplazara desgajada del cuerpo de los conjuntos II y V, y en el mismo Panel
principal del macizo, separándose algunos Principal que recibe el número X, donde la
metros y permitiendo la entrada de derrubios base de sus grafías, sobre la que se superponen
de ladera que colmataron su comunicación después muchas figuras en momentos más re-
con el exterior. cientes, pertenece a esos inicios.
El resto de la caverna debió sufrir pocas La cueva fue descubierta en 1968 por el
transformaciones, salvo la entrada actual, grupo espeleológico Torreblanca, aunque en
fondo antiguo, en su relación con otra cueva ella y en sus aledañas entraban los curiosos
situada en nivel superior y conocida con el desde mucho antes. Fue excavada desde los
nombre de La Cuevona. años 70 primero por M. A. García Guinea
Hemos organizado el interior en 11 con- (1975), después por A. Moure (Moure, 1975a,
juntos, de los que el número más alto corres- 1975b, 1976, 1989, 1990a, 1990b; Moure y
ponde al acceso antiguo. Están organizados Cano, 1975; Moure y González, 1988) y final-
por proximidad topográfica y son irregulares mente por el equipo de R. de Balbín y J. Al-
en su contenido gráfico, siendo el más im- colea (Balbín y Alcolea, 2002; Balbín et al.,
portante y mejor dotado el X. La mayor par- 2000, 2002, 2003 y 2012) desde finales de los
te de ellos se encuentra en diversos tramos años 90. En sus excavaciones se ha encontra-
de la galería que constituye el eje fundamen- do una colección de arte mueble de las más
tal de la cueva, y dentro de ella la parcela- importantes del mundo del Paleolítico Supe-
ción en conjuntos no deja de ser un artificio rior, un enterramiento mesolítico e importan-
con el que nos organizamos, pues la decora- tes muestras de comportamiento desde los
ción debió ocuparla en su totalidad, de ma- inicios de aquel hasta sus finales.
nera fundamental en las épocas finales del Desde el descubrimiento de la cueva han
Paleolítico Superior. venido siendo estudiadas sus manifestaciones
Las decoraciones que conocemos se re- artísticas, por parte de diversos autores hasta
montan a los mismos inicios del Paleolítico la práctica actualidad, con propuestas que el

70
Fig. 5. Caballo del panel principal de Tito Bustillo.

tiempo y el trabajo han ido cambiando y me- en la denominación general (Jordá, 1958).
jorando (Beltrán y Berenguer, 1969; Jordá et Más adelante se ha utilizado el nombre de
al., 1970; Mallo y Pérez, 1969; Balbín, 1989; Cueva del Río, que ha venido a complicar la
Balbín y Moure, 1980a, 1980b, 1981a, 1981b, ya compleja denominación del sitio, aunque
1982, 1983. Fig. 4 y 5). ese nombre finalmente se ha hecho corres-
Sus decoraciones parietales han sido ana- ponder con La Lloseta (Mallo et al., 1980).
lizadas por diversos procedimientos, obte- Tradicionalmente y en la zona se llamaba cue-
niéndose sobre ellas fechas de C14, paleomag- va de La Moría (Fernández Tresguerres, 1998).
netismo y análisis de colorantes, la mayor Las excavaciones descubrieron la presen-
proporción de ellos obtenida en una cueva cia de niveles magdalenienses y de un con-
paleolítica (Kopper, 1973; Kopper y Creer, chero asturiense y posterior. Además de un
1974). En los últimos tiempos se tomaron conjunto rupestre poco valorado (Mallo y
muestras de Uranio/Torio que han dado lugar Pérez, 1969; Jordá et al., 1970), donde se des-
a fechas antiguas, indicativas y coherentes con tacó el grupo situado en la chimenea que co-
las obtenidas por el método del C14 (Pike et munica la galería principal de Tito Bustillo.
al., 2012). Este grupo estaría compuesto por dos cabras,
La Lloseta es otra de las cuevas del ma- un signo escaleriforme y dos caballos. Estas
cizo de Ardines, directamente superpuesta a son las figuras que también incorpora M. Be-
Tito Bustillo, se abre a la misma dolina por renguer (1985).
donde penetra el río San Miguel en el macizo En el año 2005 hicimos una publicación
y se comunica con aquella en vertical por la completa del contenido de la cueva en le re-
galería larga principal (Balbín et al., 2002, vista L’Anthropologie (Balbín et al., 2005), que
2003 y 2005). incorpora abundantes figuras animales y sig-
Es conocida desde antiguo. Hernández nos, acompañados de varios relieves naturales
Pacheco, su primer excavador la denominó transformados en formas sexuales (Fig. 6).
Cueva de Ardines y Jordá La Lloseta, extraño La cuenca baja del Sella posee una con-
nombre que ha triunfado en la bibliografía y centración especial de cuevas, decoradas o no,

71
Fig.6. Caballos de La Lloseta en su conexión con Tito Bustillo.

que no vamos a describir aquí en pormenor, conjuntos gráficos de la cuenca del Sella, sino
entre las que cabría destacar Les Pedroses por de los motivos por los cuales creemos que se
su conjunto gráfico, aunque también hay re- puede establecer un nexo entre ellos, propo-
presentaciones artísticas parietales o muebles niendo un contacto y una vida común en los
en El Cuetu, Cova Rosa, El Cierru, La Cuevo- momentos finales de la última glaciación. Se
na y San Antonio. trataría de afirmar la existencia de una comu-
La que ahora nos ocupa, Les Pedroses, se nidad cultural en esta cuenca fluvial, una de
encuentra en El Carmen, en la parte superior cuyas manifestaciones más importantes sería
del macizo de Ardines, muy cerca de la del precisamente la gráfica. Hay índices suficien-
Cierru. Su panel principal se encuentra a la tes para realizar tal afirmación
derecha de la parte profunda, y es de peque-
ñas dimensiones. Nuestras prospecciones nos 3.1. Las representaciones sexuales
han permitido encontrar nuevas galerías y re-
presentaciones en ellas (Jordá, 1970; Jordá y
Mallo, 2014; Jordá Pardo, 2014; Balbín et al., El sexo es un motivo de primera impor-
2.000. Fig. 7). El yacimiento de la entrada fue tancia para los grafistas del Paleolítico Supe-
excavado en los años 50 por Jordá y Álvarez y rior. Probablemente no solo por su interés in-
en 1959 G. A. Clark hizo un sondeo en su trínseco, sino también por lo que tiene de
conchero y tomó fechas de los niveles astu- relación con la procreación. No podemos afir-
rienses (1976). mar con rotundidad cuál de esas versiones se-
ría la más destacable, pero las dos debieron ju-
gar un papel preponderante.
3. LAS FORMAS IDENTITARIAS En toda nuestra cuenca hay una concen-
tración especial de elementos sexuales, mascu-
Lo que hoy nos proponemos aquí no es linos y femeninos, mayor en la cuenca baja
una descripción exhaustiva de los principales por su mejor dotación de cavidades.

72
Fig. 7. Panel principal de Les Pedroses.

Fig. 8. A. Camarín de las Vulvas de Tito Bustillo. B. Doble óvalo del panel principal de Tito Bustillo.
C. Panel principal del Sidrón. D. Sexo femenino sobre relieve natural de La Lloseta.

73
Fig. 9. A. Figura femenina de la Galería de los Antropomorfos de Tito Bustillo. B. Perfil femenino del panel principal de
Tito Bustillo. C. Perfiles femeninos del Camarín de las Vulvas frente al panel principal. D. Figura femenina de Llonín.

74
Fig. 10. A. Estalagmita pintada de rojo en el fondo de La Lloseta. B. Estalactita pintada de La Lloseta.
C. Sexo masculino del fondo de El Buxu. D. Estalactita pintada de rojo del conjunto V de Tito Bustillo,
junto a la mano negativa.

75
Fig. 11. A. Figura masculina de la Galería de los Antropomorfos de Tito Bustillo.
B. Antropomorfo de Les Pedroses.

Los signos sexuales de Tito Bustillo po- una lógica composicional y temporal que de-
seen una composición que se advierte en las be ponerse en relación con otras presentes en
formas más antiguas de la cavidad y una pre- la hermana cueva de La Lloseta. En esta los
paración en la que se incluyen aglutinantes signos sexuales femeninos se acompañan de
grasos que permiten la mayor duración de las estalactitas y estalagmitas coloreadas para do-
pinturas en buen estado. Las formas sexuales tarlas de condición fálica (Fig. 10, a y b). Esto
del Camarín de las Vulvas de Tito Bustillo mismo se puede ver en el conjunto V de Tito
(Fig. 9c) se relacionan con las figuras más an- Bustillo, donde frente a la Galería de los An-
tiguas del Panel Principal de la misma (Fig. tropomorfos aparece una mano negativa pin-
9b), en sus formas oval y humana y con la al- tada, junto a una estalactita coloreada al mo-
go más lejana de Llonín y su figura del Panel do de la cueva superior (Fig. 10d).
Principal (Fig. 9d). Formas femeninas de una Estamos hablando por tanto de un siste-
condición semejante se encuentran en la Ga- ma decorativo basado en el sexo como ele-
lería de los Antropomorfos, que poseen dos mento fundamental, donde la forma femeni-
fechas cruzadas de C14 y U/Th que ciñen su na se ve acompañada por la masculina que
realización al año 30.000 a. C. (Pike et al., surge del aprovechamiento habitual de protu-
2012. Fig. 9a). berancias coloreadas. Esto es así, como suele
Hemos propuesto pues que en una pri- pasar en general, donde la figura femenina re-
mera etapa de Tito Bustillo se pintarían imá- conocible es más frecuente que la masculina,
genes sexuales femeninas en varios lugares, que aunque existente, escasea más. Tenemos
conjuntos III, V y X de valores equiparables y dos formas masculinas reconocibles, sin em-
convenciones similares, y eso parece tener bargo, en el macizo de Ardines, la primera en

76
Fig. 12. A. Signo grabado de El Buxu. B. Signo grabado del panel principal de Tito Bustillo.

77
el conjunto V, opuesta y complementaria con bientación humana conocida es neanderthal?
la femenina a la que se superpone sobre una Esa presencia no excluye otra, pero nos esta-
bandera estalagmítica translúcida (Fig. 11a). mos moviendo en momentos de la máxima
La segunda está en el nivel superior, dentro de antigüedad relacionada con nuestro tipo hu-
la cueva de Les Pedroses, y es una vez más un mano, tan antigua que nos acercamos peligro-
individuo masculino tocado con una piel, al samente a la supuesta frontera con nuestros
modo de Hohlensteinstadel y con una crono- primos neandertales. Pero ¿existe esa frontera?
logía coincidente para la propuesta para el fa-
moso hombre-león, en este caso afirmada por 3.2. Los signos
nuestra cronología cruzada de tito Bustillo,
del 30.000 a. C. (Fig. 12b). Estos esquemas han sido concebidos más
Dentro de la cuenca media debemos ha- de una vez como marcadores gráficos de la
cer especial hincapié en la cueva de El Sidrón, máxima importancia para conocer las áreas
cuyo arte rupestre aún no ha sido investigado, culturales en el Paleolítico Superior (Leroi-
pero que reúne una serie de características Gourhan, 1980; Moure, 1994).
comparables a las formas vulvares de Tito Bus- En la cuenca del Sella los signos son fre-
tillo y La Lloseta (Fig. 8). Todas ellas, a su vez, cuentes y variados, y entre ellos podríamos in-
pueden relacionarse con momentos antiguos cluso incluir los elementos sexuales a los que
del desarrollo artístico, a juzgar por los crite- hemos hecho referencia en el apartado ante-
rios que hemos desarrollado en nuestras publi- rior. Muchos son básicos y generales, con re-
caciones sobre esta cueva (Balbín et al., 2003). laciones que se pueden establecer quizás en su
Ese hecho, tan usual en la parte baja de la propia simplicidad.
cuenca, aparece también en la cuenca media, Otros son más complejos y elaborados, y
y sobre todo en la cueva del Sidrón, donde los proponen por tanto una mayor intencionali-
sexos femeninos son predominantes en sus dad o una más clara funcionalidad gráfica.
pequeños paneles, pero hay otro elemento Entre ellos podemos destacar los rectangula-
aislado pintado en la pared profunda del Bu- res grabados complejos, presentes en los pane-
xu con un contenido sexual masculino claro y les principales de Tito Bustillo y El Buxu, en
un principio de actuación que vemos extendi- situación inferior y anterior a las últimas de-
do a lo largo de toda el área fluvial (Fig. 10c). coraciones, al menos en la primera, otorgan-
Los sexos masculinos y femeninos existen do por tanto una cronología relativa que coin-
en bastante abundancia dentro del Arte Paleo- cide con lo propuesto para la segunda
lítico, y caracterizan en momentos antiguos (Menéndez, 1984) y que debería encontrarse
ciertas zonas, como las riberas del valle de la dentro del estilo III de Leroi-Gourhan, en
Vezère en la Dordoña francesa y en las cuevas momentos del solutrense o magdaleniense an-
antiguas de Les Eyzies (Leroi-Gourhan, 1965). tiguo, utilizando la nomenclatura de las in-
Fuera de allí las figuras rupestres relacionadas dustrias materiales (Fig. 12).
con el sexo existen, pero no en una concentra- No son fáciles de comparar estas formas
ción similar. En nuestro caso, además, se tra- grabadas con las pintadas clásicas del Castillo
ta de pinturas rupestres, lo que nos otorga una o La Pasiega, pero su organización interna re-
condición muy especial, que se enriquece con sulta muy similar, y podría ser una variante de
la presencia complementaria de elementos se- lo que aparece en Cantabria, con una forma
xuales masculinos, menos elaborados en ge- especial para la cuenca del Sella, ausente en
neral pero igualmente presentes e ilustrativos. otras zonas por lo que hoy sabemos.
Es un modo propio de nuestro espacio, por lo
que sabemos, y le otorga una homogeneidad 3.3. El arte mueble
significativa y formal en los primeros momen-
tos del desarrollo artístico del paleolítico. Las relaciones formales suelen establecer-
Sabemos que este modo es muy antiguo se más sobre el arte rupestre que sobre los ob-
en la zona costera, pero ¿qué antigüedad de- jetos decorados, pero ese último criterio es
bería tener en el Sidrón, donde la única am- tan útil como el primero, dado que son pro-

78
ducto del mismo pensamiento y consecuen- leolítico no es más que un procedimiento es-
cia de la comunicación del grupo. La mayor tilístico, que se manifiesta ahora en los obje-
parte de los objetos decorados que se encuen- tos de uso cotidiano como podría manifestar-
tran en los yacimientos arqueológicos paleolí- se en otros más duraderos o artísticos. Se trata
ticos son productos de deshecho de la activi- de formas materiales que se pueden comparar
dad cotidiana y manifiestan por tanto un y relacionar creando corpora de valor más am-
interés escaso en su conservación por parte plio o general.
del grupo humano. La posibilidad de datar los objetos parie-
Esto no quiere decir, sin embargo, que tales a partir de su relación formal con otros
sus representaciones no tengan importancia presentes en los niveles de los yacimientos,
cultural, o que no existan códigos de realiza- es de gran utilidad, y sirvió para realizar sín-
ción que se repiten dentro del grupo, forman- tesis cronológicas tan útiles como la de A.
do parte sustancial de su identidad y de las di- Leroi-Gourhan. Se basa en comparaciones
ferencias establecidas con los demás (Balbín y formales que podrían tildarse de estilísticas
Alcolea, 2012). con fundamento y eso desagrada a algunos
Este es el caso de los colgantes que apare- investigadores.
cen en la cuenca del Sella, con similitudes lla- Los inicios de la representación gráfica en
mativas entre sus zonas media y baja. No son Europa tienen un especial interés arqueoló-
los únicos posibles, ni son todos semejantes, gico, no solamente porque se trata del co-
la variedad es muy grande, pero existe un tipo mienzo de una actividad muy humana, sino
bastante reiterado en la zona, que manifiesta porque ese comienzo posee cada vez fechas
maneras de hacer o posesión de elementos co- radioactivas más antiguas.
munes. Estos son los hiodes recortados de Ti- En cualquier caso las formas que pode-
to Bustillo y La Güelga, ya puestos en rela- mos advertir en los comienzos artísticos son
ción en otras ocasiones (Menéndez, 2003. Fig. imágenes conseguidas, producto de una ela-
13) y que acompañan a los seleccionados con boración anterior. No son esquemas simples
anterioridad para afirmar la idea de una co- de quienes están empezando a plasmar en
munidad representativa que debe responder a imágenes su pensamiento, sino productos
contenidos culturales más profundos. elaborados de quien ha realizado antes la
correspondiente labor de abstracción y codi-
ficación, hasta conseguir el sintagma. Esos
4. SECUENCIAS GRÁFICAS EN LA CUENCA elementos son producto de una tradición cul-
DEL SELLA tural, propia de los grupos sapiens sapiens o sa-
piens neanderthalensis, y necesitan de tiempo e
Son escasas las referencias en toda Euro- integración ideológica, para que los observa-
pa que, como en el Sella, aúnen varias cuevas dores de las mismas sean capaces de entender
con ocupaciones que abarcan todo el trans- el mensaje y conocer su significado, no evi-
curso del paleolítico superior con la evidencia dente a primera vista y necesitado de la admi-
de disponer de decoración. El análisis formal sión colectiva del signo gráfico.
y cronológico basado en el establecimiento de En suma. Lo más antiguo representado es
estilos artísticos es un recurso que ha demos- producto de un largo proceso de elaboración,
trado su valía en ámbitos históricos como la y dadas las fechas que tenemos, cada vez más
llamada Historia del Arte y tiene fundamen- antiguas, estamos entrando dentro del terri-
tos de indudable solidez. En Prehistoria exis- torio de una humanidad algo diferente a la
te un cierto rechazo a propuestas de esa índo- nuestra, algo pero no mucho.
le, por más que se establecen de manera Estas afirmaciones contradicen en parte
habitual paralelos formales, y no solamente las afirmaciones del admirado A. Leroi-Gour-
en las formas plásticas, sino también en los han (1965), que proponía unos primeros mo-
útiles más funcionales y materiales. La organi- mentos artísticos de aprendizaje, aunque no
zación de criterios formales para establecer los cerraba el paso a que el proceso hubiera co-
útiles predominantes en cada período del pa- menzado antes.

79
Fig. 13. A. Hioides decorado de Tito Bustillo. B. Hioides decorado de La Güelga.

Por lo que sabemos, las primeras imágenes Los animales y los signos aparecen en el
conservadas sobre materiales duros, seleccionan Arte Paleolítico a lo largo de todo su desarro-
preferentemente figuras sexuales más o menos llo y también las representaciones humanas,
elaboradas, esquemas de difícil comprensión, aunque estas parecen cambiar más en su as-
como los claviformes, y animales en distinto pecto que las demás. En sus primeros mo-
grado de elaboración. Objetos semejantes a los mentos parecen más frecuentes las formas fe-
primeros están presentes en La Lloseta y en el meninas, más o menos evidentes, a veces en
conjunto VI de Tito Bustillo (Fig. 14). Si los cla- relación con las masculinas. Este es el caso de
viformes fueran siluetas femeninas de perfil, co- la cuenca del Sella, como se ha dicho, donde
mo parece demostrarse en yacimientos como se produce una concentración única, propia y
Gönnersdorf (Bosinsky et al., 2001), se trataría característica dentro de una forma generaliza-
una vez más de referencias sexuales integrables da en el mundo paleolítico europeo.
en el grupo propuesto en primer lugar. Los cla- Además de las figuras femeninas hay
viformes de Gönnersdorf, sin embargo, perte- otras que pertenecen de manera clara a los
necen a un magdaleniense medio-avanzado, y momentos más antiguos, como son las manos
la cronología obtenida por nosotros en Altami- en positivo o negativo, signo o forma hiperre-
ra (Pike et al., 2012, Supplementary Materials) alista más extendida por el mundo entero,
por el procedimiento de series de U/Th es de pero que en el contexto del Paleolítico Su-
36.160 ± 610 BP. Esto propone la existencia de perior deben acumularse en el inicio gráfico,
los esquemas femeninos en los dos extremos como ya indicaba A. Leroi-Gourhan (1965).
del desarrollo artístico. O las estilizaciones hu- Este mantenía la posible pervivencia del sím-
manas duraron desde los comienzos del Arte bolo en momentos posteriores, siempre que
Paleolítico hasta su final, o lo que llamamos fuera en forma individual y no acumulati-
claviformes son continentes similares con con- va. Las fechas que poseemos sobre una mano
tenidos diferentes a lo largo del tiempo. No to- de la cueva de El Castillo, 37.630±340 BP,
dos los claviformes deben ser iguales ni signifi- las situarían al principio (Pike et al., 2012,
car lo mismo (González et al., 1997). Supplementary Materials), y las incorporarían

80
por tanto al elenco del que forman parte las
representaciones humanas citadas anterior-
mente. Todo ello es muy bello, pero resulta
que de este grupo no tenemos más que una
muestra en Tito Bustillo (Fig. 15). No parece
la especialidad representativa de la zona.
En la cuenca baja tenemos abundan-
tes manifestaciones de épocas antiguas, algu-
nas fechadas en la vecina Cantabria. Entre
ellas algunos animales, y signos como los
discos de la pared del conjunto XI de Tito
Bustillo, sobre el yacimiento excavado por
A. Moure, cuyos trasuntos en El Castillo po-
seen una fecha de 34.250±170 BP. Esas for-
mas, sin embargo no se documentan en la
cuenca media.
Tito Bustillo es una gran galería, con más
número y variedad que el resto, pero además
se acompaña de otras cavidades que poseen a
su vez un largo desarrollo. De las épocas más
antiguas tenemos animales variados en ella,
como los que aparecen en el XE del Panel
Principal (Fig. 16) y otros elementos de la épo-
ca como las figuras antropomorfas masculinas
de Tito Bustillo y Les Pedroses (Fig. 11), con
el mismo tipo de convenciones que las figuras
antiguas alemanas de Hohlensteistadel, con
cronologías asentadas en el 30.000 a. C.
(Schmid, 1989; Conard, 2003; Wolf et al.,
2013). Esa variedad no la encontramos en zo-
nas superiores de la cuenca, por el momento.
Existen componentes antiguos a lo largo
de toda la cuenca del Sella, pero en una varie-
dad distinta según las zonas. Todo conduce a
proponer una vez más a Tito Bustillo como Fig. 14. A. Claviformes del conjunto VI de Tito Bustillo.
B. Claviforme de La Lloseta.
lugar central y principal del espacio fluvial,
donde lo que aparece es más y más variado.
Las representaciones gráficas no se inte- Sus detalles y convenciones los acercan de
rrumpen a lo largo de todo el desarrollo del manera especial, mostrando un modo de ha-
Arte Paleolítico en la cuenca del Sella, lo que cer que se observa también en el conjunto I
indica que siempre podemos encontrar simili- de Tito Bustillo.
tudes y semejanzas en ella. Fuera de los signos
que antes indicamos, son sin embargo más
frecuentes las correlaciones posibles en mo- 5. I NTERCAMBIO DE MATERIAS PRIMAS.
mentos avanzados, pues ahora se pueden ad- LOS COLORANTES
vertir mejor.
Este es el caso de las ciervas grabadas con La cueva de Tito Bustillo posee en su
un estilo evolucionado que aparecen en los conjunto XI, próximo a la entrada antigua, un
paneles principales de Tito Bustillo y en la es- espacio que hemos denominado Cantera de
cápula de La Güelga (Fig. 17. Martínez y Me- Colorante (Balbín et al., 2003. Fig. 18b) de
néndez, 1995; Menéndez y Martínez, 1992a). donde se obtuvieron cantidades importantes

81
Fig. 15. Mano negativa de Tito Bustillo. Fig. 16. Panel de los Megaceros XE de Tito Bustillo.

de pigmento que sería preparado in situ y tras- Tenemos además la fortuna de haber rea-
ladado a otros sitios dentro de la misma cue- lizado análisis de color en la cueva de Tito
va, creando una base primera después elabo- Bustillo en un número superior a las de más
rada y transformada a voluntad. cuevas paleolíticas, y por tanto lo que se pue-
En el año 2011 intervinimos en colabora- de afirmar tiene un fundamento amplio y va-
ción con el equipo de Antonio Hernanz, del riado (Balbín et al., 2003). En esta caverna las
Departamento de Ciencias y Técnicas Fisico- pinturas se pueden organizar en cuatro gru-
químicas de la UNED, y de Mario Menéndez pos fundamentales, variados y complejos.
Fernández del Departamento de Prehistoria y Unos poseen aglutinante graso en su compo-
Arqueología de la UNED en un muestreo de sición, y son curiosamente los de apariencia
colorantes en las cuevas de Tito Bustillo y El estilística más antigua, que incluyen vulvas,
Buxu. Nuestro interés era comprobar la posi- discos y estalagmitas fálicas. Todos tienen
ble existencia de relaciones próximas en la una carga compositiva que incluye habitual-
cuenca del Sella, analizando los pigmentos mente calcita, hueso, dientes, conchas y arci-
utilizados en sus diversas áreas para ver si se lla, lo que les da una composición heterogé-
compartían. En ese trabajo (Hernanz et al., nea final sobre una base común. Si nos
2012), se propone que los colorantes utiliza- empeñamos en ver solo el resultado final, de-
dos en ambas cuevas no fueron los mismos. pendiente de la receta aplicada en cada caso,
Es una posibilidad, sin duda, pero las interpre- en momentos muchas veces diferentes, esta-
taciones pueden ir por otros senderos, pues no mos tomando el todo por la parte e ignora-
es igual el lugar originario del que puede pro- mos la base general.
venir el pigmento que la consecución última En el artículo al que hacemos referencia,
de este, que ha de pasar por diversos pasos de y en el que hemos participado, se propone la
preparación (Balbín y Alcolea, 2009). diferencia de origen entre los colorantes por

82
Fig. 17. A. Tibia grabada con ciervas de La Güelga. B. Ciervas grabadas en el panel principal de Tito Bustillo.

el tamaño de la molturación de los compo- lusco, y restos de carbono, procedentes de los


nentes y por la presencia o ausencia de algu- carbonatos de la calcita o de carbón vegetal
nos de estos. La muestra TBCV-III-18 corres- amorfo, destinado a oscurecer la tonalidad del
ponde a la vulva de la derecha del Camarín de color. Esto significa que, siendo la misma la
las vulvas de Tito Bustillo (Fig. 8a), y presenta base, el producto final varía a voluntad del ar-
una granulometría inferior a 1 micra o milési- tista, pero también según la época en la que se
ma de milímetro, lo que indica una prepara- pinta, aun utilizando la misma base. La receta
ción muy especial que incluye una carga com- usada en cada momento depende de los com-
pleja con calcita, anatasa e hidroxiapatito. Esa ponentes básicos y de la forma de mezclarlos
fórmula o receta es propia del Camarín, como añadiendo otros elementos que llamamos car-
ya indicábamos en un trabajo anterior (Balbín ga. No es fácil, ni deseable que las muestras
et al., 2003) y fue aplicada con toda probabili- sean iguales al 100%, pues las variaciones y
dad en épocas antiguas con presencia de aglu- mezclas intermedias pueden ser muchas.
tinante graso en el sexo femenino que apare- En el artículo cuyo primer firmante es A.
ce a su izquierda en el mismo panel. Hernanz (Hernanz et al., 2012), se incorpora
En el trabajo previo al que hemos hecho también como posible diferencia la granulo-
varias veces referencia (Balbín et al., 2003), ex- metría de las muestras, una con un tamaño in-
plicábamos lo que parece ser el procedimien- ferior a una micra, de la que acabamos de ha-
to general de preparación del colorante aplica- blar. Y las demás con una proporción mayor
do en las paredes paleolíticas, compuesto por de granos inferiores a 10 micras, y una sola in-
una base necesaria de hematites y arcilla, a la ferior a 30 micras, utilizada en el símbolo se-
que se añadirían otros componentes destina- xual masculino del Buxu. No pretendemos
dos a otorgar cuerpo a la mezcla, como restos aquí una uniformidad absoluta entre las
óseos manifiestos en nitratos y apatito, restos muestras, ni siquiera que todos sus compo-
de calcita procedentes de la misma pared o nentes procedieran de la misma fuente. La
producto del machaqueo de conchas de mo- cantera de colorante (Fig. 18b) posee una se-

83
Fig. 18. A. Digitaciones pintadas de El Buxu. B. Cantera de colorante de Tito Bustillo.

rie de elementos básicos, pero solamente he- ponentes o granulometría a lo largo de su ex-
mos analizado un bloque. No parece necesa- tensión. Muy probablemente si hubiéramos
rio que toda la cantera, de la que se extrajeron muestreado otro bloque u otro espacio, el ta-
muchos kilos de color, tenga los mismos com- maño de los granos fuera distinto.

84
En otro sitio del artículo que comenta- 32.000±1.600 BP, lo que nos pone en directa
mos (Hernanz et al., 2012, p. 1650), se habla relación con las fechas antiguas de Tito Busti-
de las diferencias existentes entre muestras llo, cuyo yacimiento de entrada excavado por
con un claro parecido originario, como son A. Moure solo documentó los momentos fi-
las digitaciones del Buxu (BPA, Fig. 18a), el nales del Paleolítico Superior. Las figuras ru-
doble óvalo del Panel Principal de Tito Busti- pestres y otros espacios excavados por nos-
llo (TBXB-17, Fig. 8b) y el fondo rojo del Pa- otros han ampliado mucho el uso de ese
nel XE de Tito Bustillo (TBXE-n95, Fig. 16) espacio cavernario, permitiéndonos decir que
por las diferentes contribuciones de las estruc- duró todo el Pleistoceno Superior-Final, del
turas de hematites y la incorporación de mismo modo que otros yacimientos de la
carbón amorfo en la BPA. La diferente incor- cuenca fluvial de los que hemos podido con-
poración de hematites puede depender perfec- seguir noticias cronológicas. La marcación
tamente de la mezcla, del mismo modo que la gráfica del territorio del Sella comienza por
del carbón amorfo, pero las tres deben perte- tanto con el Paleolítico Superior, si no antes,
necer a una época antigua, como ya dijimos y dura hasta su final pleistoceno y los comien-
(Balbín et al., 2003), y sus diferencias son mí- zos del Holoceno.
nimas. En la misma página 1650 se afirma Tenemos asentada la costumbre de reali-
también que los pigmentos de Tito Bustillo y zar una interrupción en el comportamiento
el Buxu poseen algunas similitudes, afirma- gráfico al final del Paleolítico Superior, cos-
ción con la que coincidimos aunque para no- tumbre que debemos ya ir eliminando (Bue-
sotros el parecido es mucho mayor, con las no et al., 2007), y que nos lleva a desechar me-
salvedades que hemos incorporado. cánicamente las dataciones que se salen del
rango paleolítico. Eso pasa con la del Buxu 9,
9.130+170 BP no calibrada (Fig. 19), o las del
6. CRONOLOGÍAS PARA EL ARTE PALEOLÍTICO bóvido XD 89 y el caballo XC 58-2 que son
DE LA CUENCA DEL SELLA 7.910+80 y 9.650+100 BP sin calibrar, y entre
8.988 y 8.562 BP y entre 11.231 y 10.721 BP
El valle del Sella ha sido poblado desde respectivamente calibrada (Fig. 20). Son las fe-
momentos antiguos, como manifiestan las chas finales hasta ahora de un desarrollo grá-
ocupaciones musterienses de La Cuevona, La fico que no tuvo por qué acabar con los fríos,
Lloseta, La Güelga o El Sidrón. No vamos a pues sabemos bien que bajo el punto de vista
tratar aquí de esos momentos, aunque lo que estrictamente material no acabó. Baste como
tratamos, las manifestaciones gráficas del Pa- muestra la datación del enterramiento del Co-
leolítico Superior, no se encuentran lejos del xu en Tito Bustillo, con una cronología pro-
musteriense, ni de los autores de esa cultura. piamente aziliense de 8.470+50 BP sin cali-
Muestra de ello son las dataciones más anti- brar, entre 9.542 y 9.421 BP calibrada. Tras los
guas obtenidas en Tito Bustillo, dentro de la grandes fríos Tito Bustillo era utilizada, entre
que llamamos Galería de los Antropomorfos, otras cosas, para enterrar y probablemente
dotada de dos representaciones humanas, la también para pintar y grabar. Los azilienses
masculina de ellas fechada por U/Th en una no debieron advertir la necesidad de dejar de
horquilla que va del 36.200+1.500 BP al decorar los espacios que habían usado sus an-
35.540+390 BP, con un yacimiento material tepasados y que usaban ellos mismos. El valle
previo que por C14 fue datado en el del Sella se ocupó y marcó con grafías desde
32.990+450 BP, o entre el 38.420 y el 36.137 los inicios hasta los finales del Paleolítico Su-
con fecha calibrada BP. Estamos exactamente perior, y quizás antes y después del mismo.
en los primeros momentos del Arte del Paleo-
lítico Superior y poco nos separa en el tiempo
de los antecedentes del Paleolítico Medio. 7. REFLEXIÓN FINAL
Quizás poco también en el comportamiento.
En la cueva de La Güelga tenemos una Los estudios zonales en el arte Paleolítico
datación para momentos auriñacienses del no se han prodigado (Sauvet et al., 2008; Con-

85
Fig. 19. Panel datado de El Buxu BU9.

key, 1990, Menéndez, 2003; Moure, 1994) también los de La Lloseta, La Cuevona, Les
aunque su interés sea innegable para compren- Pedroses y sus aledaños, pero ampliaba las
der la organización geográfica de los grupos miras concretas de cada uno de ellos a una
humanos del momento. Las propuestas de es- visión de conjunto que nos parecía más expli-
tudio han estado referidas habitualmente al cativa. Esa propuesta se basaba en las afirma-
conocimiento de un determinado yacimiento, ciones de M. Conkey y en la observación de
muchas veces complejo e importante, sin to- realidades como las de Kostienky o Gönners-
mar suficientemente en consideración espa- dorf, que nos hicieron reflexionar sobre nues-
cios más amplios y relaciones entre vecinos. tra propia realidad y entender el compor-
Nosotros, cuando acometimos a partir de tamiento de los finales del Paleolítico Supe-
los años noventa del pasado siglo el estudio rior en nuestra zona, como más colectivos y
del espacio final del río Sella, tomamos como organizados.
base principal el macizo de Ardines, y nos Entendimos entonces que las bandas ais-
propusimos precisamente eliminar el aisla- ladas y dispersas que constituían la propuesta
miento entre yacimientos próximos tratando tradicional para conocer el comportamiento
los documentos en conjunto, siempre que las humano de la época eran muy poco indicati-
circunstancias nos lo permitieran. Ello no eli- vas y que había que revisar el planteamiento
minaba la documentación pormenorizada de de inicio. En ese sentido hemos recogido la
los sitos, sobre todo el de Tito Bustillo, pero documentación correspondiente al mayor nú-

86
Fig. 20. A. Bóvido datado del panel principal de Tito Bustillo XD 89.
B. Caballo datado del panel principal de Tito Bustillo XC 58-2.

87
mero de cuevas de Ardines, en número de 12, mente destacable que es precisamente el más
con al menos cuatro decoradas, alguna sellada antiguo. En él se produce algo único en el
y ocupación coincidente al menos al final del mundo finiglaciar, que es la concentración de
Paleolítico Superior. De entre ellas hay tres de imágenes sexuales sobre todo femeninas, pero
gran tamaño, Tito Bustillo, La Cuevona y La también masculinas, pintadas en las paredes
Lloseta, que además poseen decoración en di- de sus cuevas. Las figuras se hacen en el co-
verso grado y se encuentran tan cerca una de mienzo de nuestro arte, pero ya elaboradas y
otra que hasta se comunican por ciertos sitios concebidas de manera completa como símbo-
de su interior. El modelo de un poblamiento los, producto necesario de una abstracción
conjunto y una organización común surge de previa cuyo recorrido cronológico no somos
inmediato y propone a su vez una relación a aún capaces de conocer. Comenzaron pron-
mayor distancia, no solamente en la desem- to y ya estaban elaboradas a principios del
bocadura fluvial, sino también en espacios desarrollo artístico.
más alejados. Entre ellos se encontraría la Después se siguen elaborando imágenes,
margen derecha del Sella en su desembocadu- con un desarrollo más abundante sobre todo
ra, y otros sitios remontando el río hasta su mueble, en épocas recientes. Las relaciones si-
zona media, donde conocíamos la existencia guen existiendo a lo largo del río, y se mani-
de un núcleo de poblamiento en torno a la fiestan en objetos y símbolos pintados y gra-
cueva del Buxu. bados, que para los primeros usan materias
No toda la cuenca es objeto de nuestro primas del mismo origen, con transformacio-
estudio directo, afortunadamente pues se- nes diversas que no anulan su origen común.
ría inabarcable. En la margen derecha de la A veces poseemos una documentación
desembocadura hemos prospectado y visitado completa, como en el macizo de Ardines,
sitios, con un éxito muy discreto, pues aunque donde hay presencia de todos los momentos,
conocemos la existencia de varias cuevas, sola- en manifestaciones materiales o artísticas. En
mente hemos documentado decoración en otros casos poseemos fragmentos del desarro-
una de ellas, la de San Antonio, cuyo conteni- llo, que se completan unos con otros, como
do no es el que en su momento se diera a co- pasa en la cuenca media, que necesita en par-
nocer, pero que sigue siendo de interés y con te la desembocadura para proceder a su expli-
buenas posibilidades futuras. cación completa. Ardines debió ser siempre el
No es fácil reconocer una relación com- centro de un grupo humano que proponía los
pleta a partir de restos fragmentarios de con- mismos símbolos para entenderse a sí mismos
ducta, pero las grafías pueden ser una de las y ser entendidos por los demás. Ardines debió
mejores herramientas, y eso es lo que aquí dis- ser siempre la referencia y el espacio donde el
cretamente nos hemos propuesto. Como se grupo integraría su entidad y su interacción, y
ha dicho, la cuenca del Sella es conocida y allí sería siempre Tito Bustillo el principal es-
marcada al menos desde los inicios del Paleo- pacio, también para la reunión más o menos
lítico Superior, con un momento especial- ocasional del grupo.

88
BIBLIOGRAFÍA

ALONSO MILLÁN, A.; PAGÉS VALCARLOS, J. L. 2010. Actas de la Primera Mesa Redonda. San Román de Can-
“Evolución del nivel del mar durante el Holoceno damo (Asturias), 26-28 de abril de 2007. Univ. Can-
en el noroeste de la Península Ibérica”. Revista de la tabria, pp. 237-242.
Sociedad Geológica de España, vol. 23, n.º 3, pp. 157- BALBÍN, R. DE; MOURE, A. 1980a. “Pinturas y grabados
167. de la cueva de Tito Bustillo (Asturias): El Conjunto
BALBÍN, R. de. 1989. “L’Art de la grotte de Tito Bustillo I”. Trabajos de Prehistoria, n.º 37, pp. 365-382.
(Ribadesella, Espagne). Une vision de Synthèse”. BALBÍN, R. DE; MOURE, A. 1981a. “Las pinturas y gra-
L’Anthropologie, 93, 2. París, pp. 435-462. bados de la cueva de Tito Bustillo: El Sector Orien-
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J. 2002. “El conjunto pre- tal”. Studia Archaeologica, 66. Valladolid.
histórico de Ardines en Ribadesella”. En I Sympo- BALBÍN, R. DE; MOURE, A. 1980b. “La ‘Galería de los
sium Internacional de Arte Prehistórico de Ribadesella, Caballos’ de la cueva de Tito Bustillo”. Altamira
Libro Guía, pp. 9-47. Symposium. Madrid-Asturias-Santander, 1979. Mi-
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J. 2009. “Arte mueble en Ti- nisterio de Cultura, pp. 85-117.
to Bustillo: los últimos trabajos”. Veleia, 24-25, Ho- BALBÍN, R. DE; MOURE, A. 1981b. “Pinturas y grabados
menaje a Ignacio Barandiarán, pp.131-159, 2007- de la cueva de Tito Bustillo (Asturias): Conjuntos II
2008. al VII”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J. 2012. “Documentación Arqueología. XLVII. Universidad de Valladolid, pp.
arqueológica en la cueva de Tito Bustillo: los últi- 5-43.
mos hallazgos”. En Arias, P., Corchón, M.ª S., Me- BALBÍN, R. DE; MOURE, A. 1982. “El panel principal de
néndez, M., Rodríguez, J. A. (eds.), El Paleolítico Su- la cueva de Tito Bustillo”. Ars Praehistorica, 1, 47-96.
perior Cantábrico. Actas de la Primera Mesa Redonda.
BELTRÁN, A.; BERENGUER, M. 1969. “L’Art pariétal de
San Román de Candamo (Asturias), 26-28 de abril de
2007. Univ. Cantabria, pp. 129-136. la Grotte de Tito Bustillo (Asturies)”. L’Anthropolo-
gie, 73, París, pp. 579-586.
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J. 2009. “Les colorants de
BOSINSKY, G.; D’ERRICO, F.; SCHILLER, P. 2001. Die
l’art paléolithique dans les grottes et en plein air”.
L’Anthropologie, 113, 559-601. Gravierten Frauendarstellungen von Gönnersdof. Rö-
misch-Germanische Kommission des Deutschen
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J.; GONZÁLEZ, M. A. 2003. Archäeologischen Instituts, Stuttgart.
“El Macizo de Ardines, un lugar mayor del arte pa-
BUENO RAMÍREZ, P.; BALBÍN BEHRMANN, R. DE; AL-
leolítico europeo”. Primer Symposium Internacional de
COLEA GONZALEZ, J. J. 2007. “Style V dans le bas-
Arte Prehistórico de Ribadesella. Ribadesella, Asturias,
pp. 91-151. sin du Douro. Tradition et changement dans les gra-
phies des chasseurs du Paléolithique Supérieur
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J.; GONZÁLEZ, M. A. 2005. européen”. L’Anthropologie, 111, pp. 549-589.
“La Lloseta: une grotte importante et presque mé-
CEARRETA, A.; MURRAY, J. W. 1996. “Holocene paleo-
connue dans l’ensemble de Ardines, Ribadesella”.
L’Anthropologie. 109, 641-701. environmental and relative sea-level changes in the
Santoña estuary, Spain”. Journal of Foraminiferal Re-
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J.; GONZÁLEZ, M. A.; search, v. 26, pp.289-299.
MOURE, A. 2002. “Recherches dans le massif d’Ar-
CEARRETA, A.; MURRAY, J. W. 2000. “AMS 14C dating
dines : nouvelles galeries ornées de la grotte de Ti-
to Bustillo”. L’Anthropologie, 106, pp. 565-602. of Holocene estuarine deposits: consequences of
high-energy and reworked foraminifera”. The Holoce-
BALBÍN, R. DE; ALCOLEA, J. J.; MOURE, J. A.; ne January, 10, 155-159.
GONZÁLEZ PEREDA, M. A. 2000. “Le massif de Ar-
CLARK, G. A. 1976. El Asturiense cantábrico. Madrid, Bi-
dines (Ribadesella, les Asturies). Nouveaux travaux
bliotheca Prehistorica Hispanica, XIII.
de prospection archéologique et de documentation
artistique”. L’Anthropologie. 104-3. París, pp. 383-414. CONARD, N. J. 2003. “Palaeolithic ivory sculptures from
southwestern Germany and the origins of figurative
BALBÍN, R. DE; FOYO, A.; ALCOLEA, J. J.; TOMILLO, C.,
art”. Nature, vol. 426, 18/25 December, pp. 830-832.
SÁNCHEZ, M. A.; PASCUA, J. F.; GONZÁLEZ, M. A.
2012. “El macizo de Ardines en el paleolítico supe- CONKEY, M. W. 1990. “L’art mobilier et l’établissement
rior: organización de sus cavidades y yacimientos”. de géographies sociales”. En L’ Art des objets au Palé-
En Arias, P., Corchón, M.ª S., Menéndez, M., Ro- olithique, 2, 163-172. Colloque International, Foix-le
dríguez, J.A. (eds.), El Paleolítico Superior Cantábrico. Mas d’Azil.

89
FERNÁNDEZ IRIGOYEN, J.; RUIZ FERNÁNDEZ, J. 2008. gravuras rupestres em Mazouco, Freixo da Espada
“Prospección geoarqueológica de las terrazas fluvia- a Cinta (Portugal)”. Zephyrus, XXXIV-XXXV, pp.
les del río Sella (Oriente de Asturias): el yacimien- 65-70.
to de El Caxili”. C. & G., 22 (3-4), 173-187. JORGE, V. O.; JORGE, S. O.; SANCHES, M. J.; RIBEIRO, J.
FERNÁNDEZ TRESGUERRES, J. 1998. Catálogo de cuevas P. 1982b. “Mazouco (Freixo-de-Espada à Cinta)”.
de Ribadesella. Inédito. Nótula Arqueológica. Portugalia, nova serie, II/III,
FORTEA, J. 2011. “La Galería de las Pinturas”. En Rasi- pp. 143-145.
lla, M., Rosas, A., Cañaveras, J. C., Lalueza, C. KOPPER, S. 1973. “Datación paleomagnética de las pin-
(eds.), La cueva de El Sidrón (Borines, Piloña, Asturias) turas del Paleolítico Superior de la Cueva de Tito
Excavaciones Arqueológicas en Asturias. Monografías, Bustillo, Asturias (España)”. T. P., 30, pp. 319-323.
1, pp. 187-191. KOPPER, S.; CREER, K. M. 1974. “Paleomagnetic dat-
FLOR, G.; CAMBLOR, C. 1989. “Características dinámi- tings of cave art paintings in Tito Bustillo Cave, As-
cas y sedimentológicas del estuario de Ribadesella turias, Spain”. Science, 186, pp. 348-350.
(Asturias, N de España)”. Trabajos de Geología, vol. LEROI-GOURHAN, A. 1965. Préhistoire de l’Art Occidental.
18, n.º 18, pp. 13-37. París.
GARCÍA GUINEA, M. A. 1975. Primeros sondeos estratigrá- LEROI-GOURHAN, A. 1980. “Les signes pariétaux com-
ficos en la cueva de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias): me ‘marqueurs’ ethniques”, En Altamira Sympo-
Excavaciones de 1970. Publicaciones del Patronato sium, 289-293. Madrid: Ministerio de Cultura.
de las Cuevas Prehistóricas de la Provincia de San-
MALLO, M.; PÉREZ, M. 1969. “Primeras notas al estudio
tander, XII.
de la Cueva del Ramu y su comunicación con La
GONZÁLEZ SAINZ, C.; MUÑOZ, E.; MORLOTE, J. M. Lloseta”. Zephyrus, 19-20, pp. 7-26.
1997. “De nuevo en la Cullalvera (Ramales, Canta-
MALLO, M.; CHAPA, T. y HOYOS, M. 1980. “Identifica-
bria). Una revisión de su conjunto rupestre paleolí-
ción y estudio de la cueva del Río (Ribadesella, As-
tico”. Veleia, 14.
turias)”. Zephyrus, XXX-XXXI. Salamanca, pp. 231-
HERNANZ, A.; GAVIRA-VALLEJO, J. M.; RUIZ-LÓPEZ, J. 243.
F.; MARTÍN, S.; MAROTO-VALIENTE, A.; BALBÍN
MARTÍNEZ, A.; MENÉNDEZ, M. 1995. “Arte mueble
BEHRMANN, R. DE; MENÉNDEZ, M.; ALCOLEA-
magdaleniense de la Cueva de La Güelga, Cangas
GONZÁLEZ, J. J. 2012. “Spectroscopy of Palaeoli-
de Onís, Asturias”. I Congreso de Arqueología Peninsu-
thic rock paintings from the Tito Bustillo and El
lar. Porto. Actas VI, 17-25. Trabalhos de Antropología e
Buxu Caves, Asturias, Spain”. J. Raman Spectrosc, 43,
Etnología, vol. 35 (2).
1644-1650.
MENÉNDEZ, M. 1984. “La Cueva del Buxu: el arte pa-
JORDÁ, F. 1958. Avance al estudio de la cueva de La Llose-
rietal”. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 112,
ta. Oviedo.
755-801. Oviedo.
JORDÁ, F. 1970. “Cueva de Les Pedroses”. Gran Enciclo-
MENÉNDEZ, M. 2003. “Arte prehistórico y territoriali-
pedia Asturiana, t. 11, 162. Gijón.
dad en la cuenca media del Sella”. En R. de Balbín,
JORDÁ CERDÁ, F.; GÓMEZ FUENTES, A.; HOYOS P. Bueno (eds.), El Arte Prehistórico desde los inicios del
GÓMEZ, M.; SOTO, E.; REY, J.; SANCHIZ, F. B. 1982. siglo XXI. Primer Simposium Internacional de Arte Ru-
Cova Rosa-A. Departamento de Prehistoria y Ar- pestre de Ribadesella, pp.185-199.
queología de la Universidad de Salamanca, Sala- MENÉNDEZ, M.; MARTÍNEZ VILLA, A. 1990. “Excava-
manca. ciones arqueológicas en la cueva de La Güelga.
JORDÁ, F.; MALLO, M. 2014. “La cueva de Les Pedroses Campañas de 1989-1990”. Excavaciones Arqueológi-
(El Carmen, Ribadesella, Asturias)”. Nailos Estudios cas en Asturias 1987-1990, pp.75-80.
Interdisciplinares de Arqueología, N.º 1, 2014, pp. MENÉNDEZ, M.; MARTÍNEZ, A. 1992 a. “Una tibia con
131-162. ciervas grabadas de la Cueva de la Güelga, Cangas
JORDÁ, F.; MALLO, M.; PÉREZ, M. 1970. “Les grottes du de Onís, Asturias”. Zephyrus, 44-45, 65-76.
Pozo del Ramu et de La Lloseta (Asturies, Espagne) MENÉNDEZ, M.; MARTÍNEZ, A. 1992b. “Excavaciones
et ses representations rupestres paléolithiques”. Pré- arqueológicas en la Cueva de la Güelga. Campañas
histoire Ariègeoise, XXV, pp. 95-140. de 1989-1990”. Excavaciones Arqueológicas en Astu-
JORGE, S. O.; JORGE, V. O.; ALMEIDA, C. A. F. de; SAN- rias, 1987-1990. Consejería de Educación y Cultu-
CHES, M. J.; SOEIRO, M. T. 1981. “Gravuras rupes- ra. Oviedo.
tres de Mazouco (Freixo da Espada a Cinta)”. Ar- MENÉNDEZ, M.; GARCÍA, E. 1997. “La Cueva de la
queologia, Porto, n.º 3, pp. 3-12. Güelga (Asturias): Arte mueble y territorialidad en
JORGE, S. O.; JORGE, V. O.; ALMEIDA, C. A. F. de; SAN- el Magdaleniense cantábrico”. XXXIV Congreso Ar-
CHES, M. J.; SOEIRO, M. T. 1982a. “Descoberta de queológico Nacional. Cartagena, 1997.

90
MENÉNDEZ, M.; OCIO, P. 1996. “Novedades en el arte OBERMAIER, H.; VEGA DEL SELLA, Conde de la, 1918.
mueble y su relación con el arte rupestre en la cue- La Cueva del Buxu. CIPP, Memoria, 20. Madrid.
va del Buxu (Asturias)”. II Congreso de Arqueología PIKE, A. W. G.; HOFFMAN, D. L.; GARCÍA DÍEZ, M.; PET-
Peninsular. Zamora. En prensa. TITT, P. B.; ALCOLEA, J.; BALBÍN, R. DE;
MENÉNDEZ, M.; OLAVARRI, E. 1983. “Una pieza singu- GONZÁLEZ SAINZ, C.; HERAS, C. DE LAS; HERAS,
lar de arte mueble de la Cueva del Buxu (Asturias)”. J. A. DE LAS; MONTES, R.; ZILHAO, J. 2012. “U-Se-
Homenaje al Prof. Martín Almagro Basch, 1, 319-329. ries Dating of Palaeolithic Art in 11 Caves of
MENÉNDEZ, M.; QUESADA, J. M.; JORDÁ, J. F.; CA- Spain”. Science, vol. 336, n.º 6087, pp. 1409-1413. Y
RRAL, P.; TRANCHO, J.; GARCÍA, E.; ÁLVAREZ, D.; Supplementary Materials.
ROJO, J.; WOOD, R. 2007. “Excavaciones arqueoló- RASILLA, M.; ROSAS, A.; CAÑAVERAS, J. C.; LALUEZA,
gicas en la cueva de la Güelga (Cangas de Onís)”. C. (eds.). 2011. “La cueva de El Sidrón (Borines, Pi-
Excavaciones Arqueológicas en Asturias 2003-2006, loña, Asturias)”. Excavaciones Arqueológicas en Astu-
pp. 209-221. rias. Monografías, 1.
MOURE, J. A. 1975a. Excavaciones en la cueva de Tito Bus- SAUVET, G. 1993. “Les signes parietaux”. En L’ Art parié-
tillo (Asturias): Campañas de 1972 y 1974. Publicacio- tal paléolithique. Téchniques et méthodes d’étude, 219-
nes del Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo. 234. Ed. du CTHS, Paris.
MOURE, J. A. 1975b. “Datación arqueológica de las pin- SAUVET, G.; FORTEA, J.; FRITZ, C.; TOSELLO, G. 2008.
turas de Tito Bustillo (Ardines, Ribadesella, Astu- “Echanges culturels entre groupes humains paléoli-
rias)”. Trabajos de Prehistoria, 32. Madrid, pp. 176-181. thiques entre 20.000 et 12.000 BP”. Bulletin de la
Société Préhistorique Ariège-Pyrénées, tome LXIII, pp.
MOURE, J. A. 1976. “Excavaciones realizadas en la cue-
73-92.
va de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias)”. Noticia-
rio Arqueológico Hispanico, 5. Madrid, pp. 65-71. SCHMID, E. 1989. “Die Altsteinzeitliche Elfenbeinsta-
tuette aus der Höhle Stadel im Hohlenstein bei As-
MOURE, A. 1989. “La caverne de Tito Bustillo (Asturies,
selfingen, Alb-Donau-Kreis”. En Fundberichte aus
Espagne). Le gissement paléolithique”. L’Anthropolo-
Baden-Württenberg 14, Stuttgart 1989, pp. 33-96.
gie, 93, 2, 73-86.
STRAUS, L. G. 1996. “Paléoécologie d’un territoire:
MOURE, J. A. 1990a. “La cueva de Tito Bustillo (Ribade-
Pyrénées et Cantabres”. En L’art préhistorique des
sella, Asturias): el yacimiento paleolítico”. Excava-
Pyrénées, Catálogo de la exposición del Musée des
ciones Arqueológicas en Asturias 1983-86, pp. 107-127.
Antiquités Nationales (Saint-Germain-en-Laye),
MOURE, A. 1990b. “La cueva de Tito Bustillo”. Excava- pp. 142-155.
ciones Arqueológicas en Asturias, 1983-1986. Junta del
TESTART, A. 1982. Les Chasseurs-cueilleurs ou l’origine des
Principado de Asturias, Oviedo.
inégalites, Societé d’ Etnographie, Paris.
MOURE, J. A. 1994. “Arte paleolítico y geografías socia-
UTRILLA, P. 1990. “Bases objectives de la chronologie de
les. Asentamiento, movilidad y agregación en el fi-
l’art mobilier paléolithique sur la côte cantabrique”.
nal del paleolítico cantábrico”. Complutum, 5, 313-
En L’ Art des objets au Paléolithique. I, 87-99. Colloque
330.
International, Foix-le Mas d’Azil.
MOURE, J. A.; CANO, M. 1975. “Excavaciones en la cue-
UTRILLA, P. 1994. “Campamentos-base, cazaderos y
va de Tito Bustillo (Asturias): Trabajos de 1975”. BI-
santuarios. Algunos ejemplos del paleolítico penin-
DEA, Oviedo.
sular”. Homenaje a J. González-Echegaray. Museo y
MOURE, J. A.; GONZÁLEZ MORALES; M. R. 1988. “El Centro de Investigación de Altamira. Mon. 17,
contexto del arte parietal. La tecnología de los artis- 97-113.
tas en la cueva de Tito Bustillo (Asturias)”. Trabajos WOLF, S.; EBINGER-RIST, N.; KIND, C.-J. 2013. “Die
de Prehistoria. 45. Madrid, pp. 19-49. Rückkehr des Löwenmenschen. Geschichte-
OBERMAIER, H. 1925. El Hombre Fósil (2.ª Ed.), CIPP, 9, Mythos-Magie”. Mitteilungen der Gesellschaft für Ur-
Madrid. geschichte, 22 (2013), 115-120.

91

Das könnte Ihnen auch gefallen