Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Ver comentarios
¿En qué lugar ubicar la "imaginación sociológica" de Saskia Sassen, una de las
intelectuales más influyentes de las últimas décadas para pensar la ciudad en la
globalización, que se define como "contraintuitiva", más cómoda analizando las
fronteras y los márgenes que los centros transitados por las teorías mainstream ?
Para Sassen, la ciudad no es, parece claro, ese "libro de piedra" que Victor Hugo se
proponía leer; ni está en la poesía de las multitudes anónimas que describía Charles
Baudelaire; ni en la geografía personal proyectada en la Dublín de James Joyce. La
ciudad que mira se parece a la que vio Georg Simmel, tan alarmado por la
desconfianza, el "espíritu calculador" y la indiferencia que motivaba la vida urbana
como satisfecho por la libertad que ese ambiente prometía, y también a la que estudió
la Escuela de Chicago, que vio en la ciudad el laboratorio social donde observar y
resolver la integración de una sociedad que se volvía más y más compleja y desigual.
Un siglo más tarde, como a Simmel y a los sociólogos de Chicago, a Saskia Sassen le
preocupa el alma de las grandes ciudades, a las que ve crecientemente
"desurbanizadas". Aunque crezcan en densidad poblacional y alumbren nuevos
barrios y construcciones cada vez más vanguardistas, aunque elaboren "marcas" que
las posicionan en el mercado de los festivales y la industria de la cultura y el turismo,
las ciudades, piensa Sassen, están perdiendo su urbanidad, su carácter de espacio
para la vida en común.
El contraste entre las viviendas de La Cava y el barrio vecino, en San Isidro (2003).
Foto: AP / NATACHA PISARENKO
"La ciudad es un sistema complejo pero incompleto", define en diálogo con adn
cultura, y describe cómo, a fuerza de guerras que ahora se combaten en las ciudades,
de enfrentamientos que grupos armados del narcotráfico escenifican en terreno
urbano, de la violencia del delito generada por décadas de injusticias sociales y
económicas, de las fronteras invisibles que instalan las desigualdades, la ciudad está
perdiendo la flexibilidad que le aseguró sobrevivir a siglos, gobiernos, organizaciones
políticas y cambios sociales sin perder su identidad como espacio para la convivencia
urbana. "La ciudad es hoy un espacio de combate abierto", continúa. Al cerrarse a
fuerza de impersonales distritos de oficinas de vanguardia, al completarse trazando
espacios privados hiperseguros y zonas empobrecidas donde sus habitantes viven
igualmente encerrados, al perder, en fin, parte de su alma común, la ciudad deja de
ser capaz de integrar la novedad y la diferencia.
Sassen pasó cinco días en Buenos Aires, a comienzos de este mes, junto con su
marido, el sociólogo Richard Sennett, invitados por la Universidad Nacional de San
Martín (Unsam), con la agenda de dos rockstars pero la humildad de quienes no han
cambiado la curiosidad intelectual por la impostura. En menos de una semana,
pronunciaron dos conferencias cada uno y una en conjunto -todas a sala llena y casi
todas con transmisión simultánea por Internet-, dieron entrevistas y se reunieron con
distintos grupos de investigadores locales.
-Una pregunta anterior a esa es qué es la ciudad, porque hoy en día existe muchísimo
terreno urbanizado a través de la construcción, pero que no es ciudad. Mucho de lo
que llamamos ciudad es hoy sólo terreno construido densamente. Para mí la ciudad
es una especie de sistema complejo pero incompleto. Y en ese rasgo de ser
incompleto reside, por un lado, su capacidad de vida larguísima. Pensemos en las
grandes ciudades, que sobrevivieron a imperios, reinos, repúblicas, distintos
gobiernos, multinacionales, sistemas financieros, de todo, y ahí siguen. Lo complejo
significa además mucha diferenciación. Lo incompleto hace que nuevas
materialidades puedan instituirse. Me parece que en lo incompleto reside la capacidad
y la necesidad de la ciudad de ir incorporando nuevas modalidades de orden visual y
social. La ciudad está ahí, lista para recibir. Pero no sin tensiones y combates, porque
cada cambio implica transformaciones. Ésta es una época en la que esas ciudades
complejas y abiertas empiezan a sufrir un poco de desurbanización.
De márgenes y penumbras
Su multicitado libro La ciudad global , editado en 1991 por primera vez -y en español
en 1999-, se plantó contra las ideas fácilmente repetidas de que la globalización
trascendía los territorios y traspasaba fronteras. Según postuló entonces, la
globalización tenía en realidad anclajes locales y nacionales bien precisos,
inserciones territoriales y arquitectónicas, particularmente en los sectores económicos
de capital transnacional, como el financiero, que se dedicó a analizar con lupa
etnográfica desde entonces. Nueva York, Londres, Tokio y Fráncfort, pero también
Sidney, San Pablo, México D. F. y Shanghái, comparten algunos rasgos que las hace
particulares: en ellas, la globalización puede verse actuando concretamente, en las
elites transnacionales de altos ejecutivos, los funcionarios de organismos
internacionales y los migrantes que sostienen parte del funcionamiento y la economía
globalizada, como retrató en Una sociología de la globalización , que la editorial Katz
publicó aquí en 2007. Siguió en esa línea para analizar cómo buena parte de las
globalizaciones sucedían en el espacio bien concreto de los Estados nacionales -lo
desarrolló en Territorio, autoridad y derechos - y el lugar de "los inmóviles" como
sujetos políticos de los tiempos globales.
-Usted ha escrito que las ciudades han vuelto hoy a ser un prisma a través del
cual mirar ciertos fenómenos de reconfiguración del orden social, como lo
fueron a principios del siglo XX. ¿Qué dicen las ciudades hoy de nuestra época?
-La ciudad no es siempre la misma entidad. A principios del siglo XX, en Europa y en
Estados Unidos, la ciudad era una especie de ventana a nuevas realidades, que no
eran urbanas en sí mismas pero que encontraban en el espacio urbano el lugar para
ejecutar un proyecto: las industrias, los mercados de trabajo, la sindicalización, las
cuestiones políticas. Después vinieron una serie de décadas en las que la ciudad
perdió interés, se volvió un espacio administrativo, rutinario. Y las ciudades se
volvieron más pobres: en los años 60, justo antes de que empezara el cambio, si uno
miraba el porcentaje que representaban las ciudades en los índices de la riqueza
nacional, éste era bajo. En los años 80 comienza una nueva época, que revaloriza el
espacio de la ciudad para ciertas lógicas muy específicas. Desde entonces, la ciudad
nos permite ver una historia más amplia, porque es el espacio no sólo para lo urbano
y lo rutinizado, sino también para lo no urbano, para aquello que encuentra en la
ciudad un momento estratégico de sus operaciones en un contexto de economía
global. Y además es un espacio donde se desarrollan las grandes crisis sociales, de
una manera muy distinta de lo que fue a principios del siglo XX.
-En ese momento, la ciudad fue un espacio para la movilización, las demandas
laborales, los sistemas de consumo colectivo. Hoy es un espacio de renovación muy
visible si se miran las nuevas construcciones, pero que a la vez invisibiliza la tragedia
social, a todos los que fueron echados de los centros urbanos. La ciudad se vuelve un
espacio heurístico, pero hay que trabajar un poco para entenderlo. Si uno se fija sólo
en lo visible, pierde una historia social que también tiene sus aspectos negativos muy
marcados. El espacio de la ciudad se ha vuelto un espacio de combate abierto. Todas
las crisis de las últimas décadas dejaron expulsiones y huellas, y hay que
recuperarlas. Esto también demuestra que la ciudad se ha vuelto rígida, y por eso
puede "romperse" más fácilmente. Al ir perdiendo su urbanidad, aunque aumente su
densidad de edificios, se afecta su capacidad de longevidad. Vamos completándola
más y más, y va perdiendo esa flexibilidad que le da supervivencia, que le permite ir
cambiando.
-Es un elemento central. Por un lado, hay muchas violencias que no son urbanas,
pero que usan el espacio de la ciudad para operar. Mucho de lo que tiene que ver con
las bandas armadas del narcotráfico no guarda relación con grupos o demandas
urbanas. Eso también desurbaniza la ciudad. A eso hay que agregarle que las
guerras, que antes se libraban en los cielos, en los grandes océanos, en los campos
abiertos, también se fueron urbanizando. Y hay un tercer elemento, que es una
historia de expectativas, de proyectos, de ilusiones frustradas. En los últimos veinte
años hemos salido de un pasado que ha cubierto varias generaciones en el que a
cada generación le iba un poquito mejor que a la anterior, y había un Estado social
que facilitaba eso. Ahora, por primera vez, tenemos una generación de clase media -
algo que se ve en Egipto, en España, en Estados Unidos, en Chile y creo que aquí- a
la que a sus hijos e hijas les va a ir peor. Eso está generando mucha movilización,
que estamos viendo, sobre todo de jóvenes de clase media, para combatirlo.
-Londres. Es una ciudad que uno siente que no es solamente de los ingleses, y que
está un poco menos obsesionada con el éxito y el poder que Nueva York. Distintas
personas la sienten como una ciudad propia. La gran pregunta es de quién es una
ciudad.
La afirmación de Sassen invita a ampliar la pregunta: ¿de quién es hoy Wall Street, la
plaza Tahir en Egipto o las calles de Madrid? ¿De quiénes son los "conurbanos" de
tantas grandes ciudades latinoamericanas, entre los barrios cerrados hiperseguros y
los asentamientos de pobreza extrema? Italo Calvino escribió que la fuerza de una
ciudad está en las preguntas que puede originar. ¿De quién es hoy Buenos Aires?
El teatro del mundo
¿Qué puede decir el teatro sobre la vida en las ciudades? ¿Qué tiene que ver la
experiencia del actor y del espectador con la del ciudadano? ¿De qué modo puede
ser útil el arte para volver más democrático el espacio público urbano? Para
responder estas preguntas, Saskia Sassen y Richard Sennett están llevando adelante
un proyecto conjunto -algo inusual: ellos mismos, matrimonio hace 25 años, apuntan
sus diferencias en estilo de trabajo y abordaje de sus temas de interés cuando se les
pregunta por trabajos en colaboración-, con sede en Nueva York y Londres, pero que
también se desarrolla, hasta ahora, en Fráncfort y en Berlín, con la colaboración de
unas ochenta personas, entre investigadores sociales, arquitectos, planificadores
urbanos, artistas visuales y performers .
"Theatrum Mundi/Global Street", tal el nombre del proyecto, fue presentado durante su
estadía en Buenos Aires en Malba, en una conferencia conjunta que mostró una
forma posible de cruzar los intereses de ambos sociólogos en un proyecto que busca
repensar los espacios públicos y "reurbanizarlos".