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La escucha atenta del fútbol

Matías Serrano Acevedo

“I have nothing to say/ and I am saying it/ and that is poetry/ as I need it.”

John Cage Commented [L1]: De dónde?

Existe una relación íntima entre el deporte y el sonido. Podríamos plantear que cada deporte
tiene su sonoridad propia, su constante juego de acontecimientos sonoros que aparecen y
desaparecen rítmicamente. Michel Chion en La Audiovisión se detiene particularmente en el
tenis, al definirlo como “el deporte acústico por excelencia”1 ya que este juego debe ser de Commented [L2]: Falta el año, la ciudad de publicación y la
editorial (si es textual, también la página). Aplicar esto a todas
los pocos que podemos seguir únicamente por el oído. Escuchen imaginariamente la siguiente las citas. A las de internet, poner la fecha en que fue visitado
secuencia: un jugador hacer rebotar la pelota, se apresta a realizar el saque, lanza la bola el link
hacia el cielo, un tenso silencio que desemboca en el gemido de este y que se resuelve con el
primer golpe de la raqueta. La pelota va, rebota en el suelo, se escucha otro golpe de vuelta
mientras esta secuencia es acompañada por la aguda fricción que generan las zapatillas de los
jugadores y sus gritos que evidencian su esfuerzo (te pienso, Sharapova); el famoso ¡out! de
un juez de línea que marca el final del punto, el público aplaude, el juez central canta la
puntuación, los comentaristas detienen su pausa para dar sus apreciaciones (si se trata de una
transmisión televisiva) y los jugadores se preparan nuevamente, el silencio atento vuelve a la
cancha y el ritual se repite.

Pero estamos aquí para conversar de fútbol y pienso si es que existe alguna forma de seguir
los acontecimientos de la cancha a través del oído. La construcción sonora de un partido
(televisado o emitido por radio2) está compuesta usualmente por los mismos elementos: la
voz de uno o varios locutores relatando (incansablemente, por desgracia 3) lo que sucede en la
cancha, pelotazos, gritos (la mayoría de las veces ininteligibles) captados por los micrófonos
ambientales y el aliento inconstante del público. Y me detengo en este último porque es el
que genera el principal matiz con respecto a lo planteado por Chion, que un partido de fútbol
puede ser seguido por el comportamiento de su público, que se manifiesta a través del sonido
y que alcanza la cumbre en el icónico grito de gol. Mientras más gritos y más fiesta, mayor
compenetración con el equipo al cual sigo. “Te alentaré, aunque vayas perdiendo”, dice un
popular cántico, lo que más bien corresponde a una fútil declaración de amor, un compromiso
imposible de cumplir. Solo los miembros más militantes de la hinchada, un sector minoritario
dentro del público, es el que mantiene el ritmo y la energía por un periodo de tiempo cercano
a los 90’, mientras el resto se percibe mucho más permeable a lo sucedido dentro de la cancha
y que incluso es capaz de generar “pifias” cuando el equipo no concreta sus jugadas4.

1
Michel Chion, La Audiovisión. Capítulo 8. parte II.
2 Solo me remitiré a las transmisiones, ya que la experiencia de escucha desde la galería en un partido, la cual
consigue ser incluso distractora en términos sonoros, da para profundizarlo en otro artículo.
3
Hace tiempo tengo la inquietud de escuchar -la transmisión de- un partido de fútbol sin la participación de
comentaristas, para intentar seguir el flujo de las tensiones exclusivamente a través de lo que captan los
micrófonos ambientales.
4
Mención especialmente dedicada a la hinchada chilena del partido contra Venezuela en el Estadio
Monumental. “Cuesta entender por qué los hinchas no nos apoyan”, diría Claudio Bravo, el arquero y
capitán chileno, luego del partido.
No quiero culpar ni realizar un juicio de valor a los hinchas, sino que hacer evidente lo
permeable del espectador frente a lo que sucede en la cancha. Pocas personas son capaces de
mantenerse saltando, gritando y aplaudiendo durante todo un partido, porque físicamente es
casi imposible e incluso puede llegar a ser cínico. Un espectador es sensible a lo que ocurre
en la cancha5, se tensiona, sufre crispación, grita de rabia, insulta al árbitro, al técnico, a los
jugadores contrarios y a los propios. Estas reacciones son honestas; los cuerpos no pueden
mentir6.

Ya dijimos entonces que el seguimiento acústico de un partido de fútbol se distingue a través


de su público y hay un acontecimiento emblemático, en la historia del fútbol mundial, donde
lo sonoro de un partido cobró particular trascendencia. Y no me refiero a un sonido
estruendoso, sino que todo lo contrario, al sonido más amado por John Cage: el silencio.
Trasladémonos a Brasil, 16 de julio de 1950, Estadio Maracaná. Se dice que 200.000
personas se instalaron en las galerías del estadio para presenciar el partido final del mundial Commented [L3]: Graderías?
de fútbol, donde el local se enfrentaba a Uruguay. En el primer mundial después del receso
obligado por la II Guerra Mundial, un empate le bastaba a los cariocas para conseguir la copa
Jules Rimet, la que -por única vez en la historia- el campeón obtendría tras alcanzar la punta Commented [L4]: Es raro esto aca, porque no fue
campeón… quizás buscar otra palabra?
de un cuadrangular final. Brasil llegaba después de una victoria por 6-1 sobre España, por lo
que la fiesta (el baile, los cánticos, el ruido) ya se estaba celebrando y donde incluso el
mismo presidente de la FIFA reconoció que llevaba el discurso escrito donde se daba por
campeón del mundo, después de 12 años sin mundiales, a los locales.

Existe un sublime registro sonoro de esta final7, en el cual se manifiesta buena parte de lo
planteado anteriormente. Luego de un estridente grito del público posterior al himno (“una
gran muestra de patriotismo”, según el comentarista), se da el inicio al partido, con 200.000
personas que se mantienen fervientes a lo largo del partido, pero sin concretar un anhelado
grito de gol durante el primer tiempo. A los 2’ del segundo tiempo anota Friaça y el estadio,
literalmente, estalla. “Un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudió al
monumental estadio”, revivió Eduardo Galeano8. Los petardos ya se tenían preparados para
ese momento de fiesta, del ruido, de la alegría. Veinte minutos después se generaría el primer
gran golpe a los ánimos locales, con el gol de Schiaffino. El comentarista diplomáticamente
canta el gol de los uruguayos, mientras se siente cómo el ruido ambiental del estadio
desciende sustancialmente. Aunque Brasil seguía “campeonando” con el empate, la tensión
del público -que incluso se puede oír- se vuelve premonitoria. Diez minutos antes del final,
Ghiggia decreta la sentencia, tras un desvío insuficiente del portero. El locutor continúa
narrando con energía, como si fuera la última persona con esperanza de ese estadio, mientras
el público se mantiene silente y expectante, volviendo a emocionarse por momentos en
jugadas de riesgo, pero volviendo rápidamente al silencio y a la espera de un milagro que
finalmente no ocurriría.

El internauta que subió este registro a YouTube fue suficientemente elocuente: “final del
partido, silencio sepulcral”. Y es que la situación fue trágica; incluso el comentarista declara
sentirse sin palabras, el reportero en la cancha intenta comunicarse con la cabina de forma
infructuosa. Jules Rimet no sabe qué hacer con el discurso que tenía escrito en su bolsillo y
5
Independiente de si vemos el partido en directo, o a través de una pantalla. Recordemos al famoso Tano
Pasman y su grito “Estamos en la B”, luego de ver en su living a River Plate descender.
6 “Puedo hacerlo todo con mi lenguaje, pero no con mi cuerpo. Lo que oculto mediante mi lenguaje lo dice mi

cuerpo [...] Mi cuerpo es un niño encaprichado, mi lenguaje es un adulto muy civilizado”. Roland Barthes,
Ocultar. Fragmentos de un discurso amoroso.
7 Transmisión completa, en portugués, de la final del mundial de 1950. Subido por ROdelUru

https://www.youtube.com/watch?v=3gA5MYdX4_I
8
Eduardo Galeano, Fútbol a sol y sombra. El mundial del 50.
decide entregarle rápidamente y casi a escondidas la copa a Obdulio Varela, el capitán
charrúa. Uruguay, finalmente, escribió una nueva historia a través del silencio9. Varela pasó
la noche consolando a los jugadores derrotados. El comentarista brasileño se calló: se retiró
de la locución. El arquero Barbosa vivió el resto de su vida con la culpa, incluso llegó a
quemar los palos del arco del Maracaná. Pese a haber sido un arquero excepcional, solo 50
personas fueron a su funeral.

Pareciera que la grandeza del acontecimiento fue capaz de transformar el ruido generalizado
en un oxímoron, un silencio ensordecedor, donde cada espectador, jugador o comentarista
buscaba explicarse lo sucedido. Porque si bien existía un silencio generalizado, las cabezas de
todos ellos estaban repletas de ruidos: colmadas de preguntas, de imágenes, de ganas de que
las cosas resultaran de otra forma, de imaginar escenarios más amigables, donde todos
estarían celebrando y no callados, mirándose las caras de esa forma. Imagino que para Chion,
Cage, o cualquier oyente atento, el Maracanazo debe ser uno de los acontecimientos de la
historia más sabrosos del cual se pudo haber sido testigo. Una parada obligada para cuando
existan las máquinas del tiempo.

Epílogo

Tres días después de terminar este escrito, fui a un bar a ver el partido final de la eliminatoria
sudamericana para el mundial de Rusia, donde Chile definía de visita ante Brasil la
clasificación. Posterior a la derrota, que sumada al resto de los resultados de la fecha significó
la amargura de perderse otro mundial, un parroquiano del bar, que no conocía, se me acercó y
me explicó lo siguiente: “Chile perdió la clasificación en el partido contra Paraguay, en
Santiago. Los hinchas estaban en silencio, solo se oían algunos tímidos “ce-hache-i” de vez
en vez. El mismo Arturo Vidal levantaba los brazos en desazón al no sentir el apoyo, el ruido
de la gente. [...] Para el partido con Ecuador, fue otra la historia, había bombos y cánticos, los
jugadores sentían la energía del público”. Chile perdió el partido contra Paraguay y ganó en
el último minuto a Ecuador. Los futbolistas generan simbiosis con el público –viceversa- y
esto se manifiesta como un gran sonido.

9
Mucho se ha hablado de la tragedia de los brasileños, poco de la fiesta de los uruguayos.

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