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A diferencia de Freud, que consideraba la transferencia como fundamental en la

psicoterapia y estimaba que era provocada de manera artificial por el terapeuta,

Jung afirmó que era una modalidad de la proyección, inconsciente, independiente,


autónoma y natural.

Jung consideró que no era tan importante sino relativa ya que “su aparición significa en
una parte de los casos el inicio de una evolución curativa.

En otros casos, es un obstáculo o una molestia

En un tercer grupo, es relativamente indiferente al tratamiento

Sin embargo, en la mayoría de casos es un fenómeno crítico que presenta vivas


tonalidades y su presencia se ve con claridad o se percibe sin necesidad como su
ausencia”

En la transferencia y contratransferencia el inconsciente de ambos - paciente y médico-


proyecta, respectivamente, ideas y sentimientos del uno en el otro que provienen de
complejos afectivos del estrato personal del inconsciente pero también de los arquetipos
del inconsciente colectivo.

Estas proyecciones pueden ser negativas si hay rechazo, malestar y hasta odio, o
positivas en el caso contrario, pero en ambos casos el trabajo del terapeuta radica en
hacer conscientes tales proyecciones y, en lo que a él respecta, no luchar vanamente
para no padecer la contratransferencia como se defiende en el psicoanálisis freudiano
pues, al igual que la transferencia, es independiente de su voluntad consciente, sino que
debe implicarse plenamente en su resolución.

Estas diferencias con Freud se evidencian también incluso en la forma de relacionarse


las dos partes implicadas. Así, mientras que en la psicoterapia freudiana el paciente está
tendido y el psicoanalista se sienta detrás de él en la psicoterapia junguiana ambos están
sentados frente a frente.

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