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(Versión preliminar)
LA PREHISTORIA E HISTORIA TEMPRANA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DEL BAJÍO
Campus Guanajuato
Universidad de Guanajuato
Introducción
la prehistoria e historia temprana de los grupos indígenas que tienen una presencia histórica en el
enfocaré en la región conocida como el Bajío, en el sur de lo que hoy es el sur del estado de
Cuando sea pertinente, ampliaré este marco geográfico para incluir las regiones vecinas donde se
dieron procesos culturales e históricos vinculados a los del Bajío. Esta tarea me obliga a trabajar
desde una perspectiva transdisciplinaria, aprovechando los estudios previos realizados por
Espero que los resultados sean útiles para los lectores que desean conocer las raíces profundas de
2
El Bajío como región
No hay un consenso amplio sobre los límites del Bajío. En este estudio definiré esta región
geográfica como el conjunto de valles interconectados que conforman la cuenca hidrográfica del
río Lerma, comprendidos entre los 1600 y los 2000 metros sobre el nivel del mar (figura 1).1 Con
este criterio, el río Lerma penetra en el Bajío en el sureste del estado de Guanajuato,
descendiendo desde el valle de Toluca, poco antes de verterse en la presa Solís en el valle de
Acámbaro. Saliendo de este valle y fluyendo entre cerros, el Lerma entra en el gran valle aluvial,
ancho y plano, que constituye la mayor parte del Bajío. Corre este río hacia el Noroeste, pasando
por las ciudades de Salvatierra y Salamanca, para luego dar un giro hacia el suroeste, donde
define la frontera entre Guanajuato y Michoacán, rozando la ciudad de La Piedad. Sigue su curso
hacia tierras jaliscienses, donde desciende por debajo de la cota de los 1600 metros antes de
alcanzar el lago de Chapala, donde nace el río de Santiago, el cual lleva las aguas de la cuenca del
1
Véase Carta de México, 1988. Para elaborar esta descripción geográfica del Bajío utilicé
también el programa informático Google Earth, disponible en la red.
3
Figura 1. El Bajío y los valles del Altiplano Central.2
El río de Querétaro baja desde la ciudad del mismo nombre, en el extremo oriental del Bajío.
Se convierte en el río Apaseo antes de unirse con el río Laja, cerca de Celaya. El Laja, fortalecido
con estas aguas, sigue su curso con rumbo al Poniente hasta desembocar en el Lerma, poco antes
de llegar a Salamanca.
La subcuenca del río Laja forma una extensión del Bajío hacia el Norte, bajando entre cerros
desde Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende y Comonfort. San Felipe, hacia el Noroeste,
queda por arriba de la cota de los 2000 metros que hemos fijado para delimitar esta región.
2
Mapa del autor, tomado de Wright, 2005: II, 157.
4
La ciudad de Guanajuato, un importante centro minero desde mediados del siglo XVI, se
localiza en una cañada que penetra en el flanco sur de la Sierra de Guanajuato. Se encuentra en el
límite septentrional del Bajío. La cota de los 2000 metros pasa por el centro histórico de este
asentamiento. El río Guanajuato fluye hacia el sur, uniéndose con los ríos Silao y El Cubo, para
En el oeste del Bajío el sistema del río Turbio, incluyendo su afluente el río Colorado, corre
de Poniente a Oriente desde la frontera entre Guanajuato y Jalisco. Rodea la sierra de Pénjamo
por el Norte y vira hacia el Sur, pasando por el valle de Pénjamo y desembocando en el Lerma.3
La región nororiental del estado de Guanajuato, incluyendo una parte de la Sierra Gorda,
queda fuera de la cuenca hidrográfica del río Lerma. Sus aguas drenan hacia el sistema del río
Pánuco. Lo mismo sucede con el valle de San Juan del Río en el sur del estado de Querétaro: el
río San Juan se junta con el río Tula, procedente del valle del Mezquital en Hidalgo, para formar
la prehistoria e historia, estas regiones vecinas han tenido amplios vínculos culturales con el
Bajío.
Considerando lo anterior, el Bajío es una gran cuenca, de fondo llano, que alcanza desde la
ciudad de Querétaro hasta León. La surcan varios ríos, con caudales modestos, y la rodean lomas,
cerros y montañas con alturas entre 2000 y 3000 metros. Tiene dos subcuencas anexas,
el sureste y el valle del alto Laja en el noreste. Esta región corresponde al Centro-Norte de
3
Quedándonos entre las cotas de los 1600 y los 2000 metros, podríamos sumar al Bajío parte del
oriente de los estados de Jalisco y Aguascalientes, así como el noroeste de Michoacán,
incluyendo el valle de Zamora, aunque las definiciones tradicionales de esta región generalmente
no tienen un alcance tan amplio hacia el Poniente. Si fijáramos la cota inferior en 1700 metros,
como lo hace Murphy (1986: 3), se eliminarían las tierras bajas del suroeste del estado de
Guanajuato y el noroeste de Michoacán, en las inmediaciones de Pénjamo y La Piedad.
5
México, siendo una zona de transición entre el Altiplano Central, que reúne las condiciones
clima más árido. El Bajío tiene un clima templado, con un régimen pluvial que permite la
agricultura de temporal, aunque no son raros los años en que las lluvias resultan insuficientes.
coincidía con el límite septentrional de las culturas de tipo mesoamericano, con asentamientos
cultivadas como maíz, frijol, calabaza, jitomate, chile, etcétera, así como una serie de rasgos
culturales definitorios como los basamentos troncopiramidales escalonados para templos, el juego
de pelota, libros pintados, un calendario que combinaba una cuenta anual con otra, de carácter
adivinatorio, de 260 días.4 En el Norte de México vivían los nómadas y seminómadas cazadores y
culturales que nos sirven para definir la tradición mesoamericana.5 Esto se debe en buena medida
a las condiciones climáticas, pues las tierras al norte de esta región presentan sequías frecuentes;
difícilmente podían sostener asentamientos urbanos con una base agrícola, como los que
controlaban las regiones hacia el sur –en la zona de los lagos de Michoacán y el Altiplano
4
La definición clásica de Mesoamérica se puede consultar en Kirchhoff, 2002: 43-54.
5
La voz náhuatl chichimeca es el plural de chichimecatl. Desde el siglo XVI circulan varias
etimologías populares, varias de las cuales incluyen la voz chichi, “perro”. Pero la palabra náhuatl
chichimecatl tiene vocales largas en las primeras dos sílabas, y la palabra chichi con significado
de “perro” tiene vocales cortas, por lo que estas derivaciones no son posibles. Parece que el
gentilicio se derive del verbo chichi, “mamar”, como afirma el cronista tlaxcalteco Diego Muñoz
Camargo (1984: 142), ya que esta voz náhuatl tiene las vocales cortas. Aun así la etimología de la
palabra chichimeca es problemática. Véanse: Karttunen, 1992: 47-48, 142; Molina, 1571: 19v,
55r.
6
Central–, hacia el Occidente –en los actuales estados de Colima, Jalisco y Nayarit– y hacia el
Oriente –en la Huasteca–. Entre los territorios de los señoríos mesoamericanos y las tierras
habitadas por los nómadas había grupos de transición, con culturas que integraban elementos de
ambas tradiciones. Ejemplos de ello en el momento de la Conquista española son los caxcanes de
Jalisco y Zacatecas y los pames de Hidalgo, Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí.6
Esta frontera cultural, que corría de Oriente a Poniente, era altamente permeable y fluctuaba a
lo largo de los siglos, como veremos a continuación. Había también otra frontera, que corría de
Norte a Sur, que separaba los hablantes de dos grandes familias lingüísticas. En la parte oriental
del Bajío, así como las regiones vecinas, vivían hablantes de lenguas otopames, incluyendo a los
otomíes mesoamericanos, los pames –un grupo chichimeca que compartía algunos elementos
culturales con sus vecinos otomíes– y los chichimecos jonaces, que eran cazadores y recolectores
plenos.7 En la parte occidental del Bajío predominaban los hablantes de lenguas que han sido
clasificadas como parte de la familia yutonahua, los guamares y los guachichiles, siendo
chichimecas que se sostenían mediante la caza y la recolección de alimentos silvestres (figura 2).8
Es probable que los nahuas hubieran habitado esta región durante algunos periodos,
mesoamericana, se caracteriza por haber tenido una gran movilidad, llevando a cabo migraciones
6
Armillas, 1987; 1991; Braniff, 2000; Kirchhoff, 1971.
7
En el presente estudio uso los nombres históricos, en lengua castellana, de los grupos
lingüísticos. Para los gentilicios modernos, así como los términos de autodenominación en cada
una de las variantes actuales, véase el catálogo que fue elaborado por el Instituto Nacional de
Lenguas Indígenas (Catálogo, 2008).
8
No tenemos información sobre la lengua de los guachichiles. Sobre su filiación con la familia
yutonahua, y más específicamente con el grupo corachol –una división interna de esta familia que
incluye el cora y el huichol–, véase Miller, 1983: 331. Sobre la posible identificación de los
guachichiles con los huicholes, véase Olguín, 2008. Tampoco tenemos información sobre la
lengua guamar; es considerada como una lengua yutonahua principalmente por su ubicación
geográfica, en la orilla sureste de la región donde se hablaban lenguas de esta familia.
7
importantes durante los últimos siglos de la época Prehispánica, saliendo de sus tierras
Otro grupo con una presencia histórica en esta región fueron los tarascos, hablantes de una lengua
Figura 2. La distribución de las lenguas indígenas del Altiplano Central y el Centro-Norte hacia
1520.10
9
Wright, 1999a; 2007: 21-24.
10
Mapa del autor.
8
La prehistoria del Bajío
de los europeos, con la excepción de los relatos nativos, escritos en el periodo Novohispano
Es posible construir una visión coherente, aunque borrosa, reuniendo y confrontando entre sí
interesantes, pero éstos no son tratados aquí, en aras de la brevedad, y porque los resultados son
todavía muy preliminares. Puesto que el objeto de estudio de este proyecto son los grupos
indígenas, y éstos tradicionalmente han sido definidos mediante el criterio lingüístico, uso aquí la
teoría y los métodos de la prehistoria lingüística, la cual nos permite ubicar los lugares de origen
de los grupos lingüísticos, sus migraciones y los tiempos aproximados de estos movimientos. La
información arqueológica nos sirve para poner a prueba las hipótesis generadas mediante el
estudio de las lenguas. El conocimiento resultante nos permite interpretar los textos históricos de
Los primeros americanos arribaron a esta parte del continente hace más de 150 siglos, acaso más
de 200, aunque la cronología de estos movimientos sigue siendo polémica. Es probable que
11
Cuando uso la frase “Altiplano Central”, me refiero al valle de México y a los valles
circundantes: los de Toluca, Morelos, Puebla-Tlaxcala y el Mezquital.
12
Para una visión general de las fuentes históricas indígenas, véanse Boone, 2000; Gibson, 1975;
Glass, 1975; Glass/Robertson, 1975.
9
hablaran una lengua que se originó en el noreste de Asia. Estas bandas de cazadores y
recolectores poblaron el vasto paisaje americano, con una gran diversidad de ecosistemas,
separados por sierras, ríos y otros accidentes geográficos. Esta situación provocó la pérdida de la
comunicación entre los grupos, así como una gran diversificación lingüística, a lo largo de los
milenios. Los cambios en las lenguas suelen darse con cierta regularidad temporal, por lo que el
estudio comparativo de las variantes lingüísticas actuales nos proporciona una visión aproximada
gradual. El clima de la Tierra se calentó durante el octavo milenio a. C., cuando terminó la última
edad de hielo, provocando cambios climáticos y la extinción de los grandes mamíferos que
caminaban sobre estas tierras. Hay evidencia de la domesticación de la calabaza desde el octavo
milenio, y del maíz desde el séptimo milenio.14 Hacia los milenios sexto y quinto se estaba
cultivando maíz en una amplia zona del sur de lo que hoy es México.15 En el periodo Preclásico
Inferior, entre 2500 y 1200 a. C., había aldeas agrícolas sencillas en el Altiplano Central, el
13
El método lexicoestadístico de la glotocronología fue desarrollado hacia mediados del siglo XX
(Swadesh, 1972). Ha sido criticado, principalmente por su falta de precisión, pero si asignamos
un margen de error amplio a las fechas obtenidas con este método (uso aquí el 25 por ciento),
éstas nos permiten ubicar en el tiempo, en términos aproximados, los movimientos prehistóricos
de los grupos lingüísticos. Así podemos confrontar la evidencia lingüística con los datos
arqueológicos e históricos, reconstruyendo las migraciones prehistóricas desde una perspectiva
transdisciplinaria. Un estudio reciente (Homan/Brown/Wichmann, 2011) propone un nuevo
método para determinar la cronología de la diversificación interna de las familias lingüísticas;
arroja resultados similares a los fechas glotocronológicas, por lo menos para las lenguas que nos
interesan en el presente estudio, lo que tiende a confirmar la utilidad del método de Swadesh. En
casi todos los casos, estas nuevas fechas para la diversificación de las lenguas emparentadas cae
dentro del margen de error del 25 por ciento. Cabe aclarar que en este estudio no se incluyen
todas las lenguas de las familias otopame y yutonahua, por lo que es importante consultar las
listas de idiomas estudiados, en la página web de este proyecto (Automated Similarity Judgment
Program, sin fecha), antes de intentar hacer inferencias con base en sus conclusiones.
14
McClung, 2013: 38.
15
Ranere/Piperno/Holst, 2009.
10
Occidente de México, Oaxaca, la Costa del Golfo y la Zona Maya, mientras los habitantes del
adaptándose a las nuevas condiciones climatológicas. Hasta ahora no tenemos evidencia del
surgimiento de asentamientos agrícolas en el Bajío previa al siglo VI a. C., aunque los límites
septentrionales de la nueva tradición de vida sedentaria no estaba lejos: hay aldeas agrícolas de
estudiando aquí.17
En estos tiempos emergieron las protolenguas que darían origen a la diversidad lingüística
que conocemos por las fuentes históricas. El idioma proto-otomangue probablemente se hablaba
desde el valle de Oaxaca hasta lo que hoy es el norte del estado de Guanajuato y el sur de San
Luis Potosí. Los hablantes del proto-otomangue que vivían hacia el sur participaban en la
transición hacia la vida aldeana y agrícola, mientras que los del norte seguían con su vida nómada
otomangue se separó en una variante meridional, ancestral a las familias zapoteca, chinanteca,
amuzga, mixteca, popoloca y tlapaneca, así como una variante septentrional, ancestral a la familia
regiones anexas. A su vez, el idioma proto-otopame se dividió en una rama meridional, de la cual
descienden las lenguas de los otopames mesoamericanos –los otomíes, mazahuas, matlatzincas y
ocuiltecos– y otra rama septentrional, de la cual se derivan las lenguas de los otopames
16
Niederberger, 1987.
17
Oliveros, 2004.
18
Campbell, 1997: 157-159; Hopkins, 1984; Manrique, 1972.
11
Alrededor del mismo tiempo, surgió la lengua proto-yutonahua en el Occidente de
Mesoamérica, extendiéndose por el noroeste de México y el suroeste de lo que hoy son los
Estados Unidos de América. Otro grupo lingüístico del Occidente de México, los tarascos,
hablaba una lengua aislada, sin parientes cercanos. La primera división del proto-yutonahua
produjo una rama septentrional, ancestral a las lenguas de esta familia que se hablan al norte de la
frontera México-Estados Unidos, y otra meridional, de la cual descienden las lenguas que se
hablan en México, entre las cuales se encuentran los idiomas pápago, tepecano, tarahumara,
Entre 1200 y 600 a. C. surgió la primera civilización –o sociedad compleja con una marcada
que se extendió por varias regiones, incluyendo el Altiplano Central, entre 1200 y 600 a. C.,
durante el periodo Preclásico Medio.20 Esta tradición cultural, caracterizada por la concentración
del poder político en manos de reyes divinizados, así como la construcción de edificios
monumentales, alcanzó los valles centrales de México, con la excepción del valle del
Mezquital.21 La tradición olmeca dejó poca huella en el Occidente de México, mientras el Bajío
La distribución espacial de las lenguas otopames guarda una estrecha relación con el
espacio. Esta situación sería muy difícil de explicar si los hablantes de estas lenguas hubieran
19
Campbell, 1997: 133-138; Swadesh, 1956; 1972; 2002; Valiñas, 2000; Wright, 2007: 14-21.
20
Grove, 1996; Reilly, 1995.
21
López Aguilar, 1994: 116.
12
realizado movimientos poblacionales de largas distancias después de la diversificación interna del
hablantes de las lenguas otopames se reunían en los centros urbanos que iban surgiéndose y
red de cadenas de lenguas emparentadas que podemos observar hasta hoy. Los movimientos más
importantes se dieron cuando algún grupo lingüístico colonizaba nuevos territorios; como
ejemplo tenemos la presencia de los hablantes de una variante del otomí en la Sierra Madre
Oriental, en los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla. El hecho de que los parientes lingüísticos
más cercanos de los otomíes –los mazahuas, matalatzincas y ocuiltecos– se encuentren en los
valles centrales de México indica que los otomíes serranos descienden de poblaciones que vivían
en el Altiplano Central.23
Por lo anterior, podemos afirmar que los otopames mesoamericanos –los antepasados de los
otomíes, mazahuas, matlatzincas y ocuiltecos– fueron los habitantes sedentarios mas antiguos de
una amplia zona del Altiplano Central, especialmente los valles de México, Toluca y el
de los otopames norteños –los pames y los chichimecos jonaces– abarcaba el Bajío oriental y
parte de la Sierra Madre oriental, incluyendo la Sierra Gorda, cerca de donde se encontraban estos
22
Para los principios teóricos de la prehistoria lingüística, que nos permiten sacar inferencias
sobre las migraciones prehistóricas mediante el estudio comparativo de las lenguas, véase Dyen,
1956.
23
Wright, 2005: I, 17-275.
13
Inicios de la vida sedentaria en el Bajío
Los primeros asentamientos mesoamericanos del Bajío se establecieron hacia mediados del
primer milenio a. C., después del auge de las sociedades complejas asociado con la difusión del
arte olmeca, en una época cuando florecían los centros urbanos en el valle de México,
notablemente Cuicuilco. Es muy conocida y admirada la cerámica funeraria del Bajío oriental,
producida entre 600 a. C. y 200 d. C., durante los periodos Preclásico Superior (600-200 a. C.) y
Protoclásico (de 200 a. C. a 200 d. C.). En la literatura arqueológica se suele hablar de una
“cultura Chupícuaro” asociada con este estilo, porque fue en las excavaciones en Chupícuaro, en
el valle de Acámbaro, donde fue detectado por primera vez (figura 3).24 En realidad esta cerámica
es una manifestación regional de un estilo que se extiende desde el norte de Michoacán hasta
Tlaxcala y desde el valle de Morelos hasta el noroeste de México, pasando por el centro urbano
una gran red de interacción cultural, más que una cultura arqueológica. Esta primera tradición
cerámica del Bajío representa un eslabón en una cadena de interacción cultural que comunicaba
24
Braniff, 1998; Estrada/Piña, 1946; Florance, 2000; Flores, 1992; Mena/Aguirre, 1927; Porter,
1956; Rubín, 1946; Weaver, 1969.
25
Braniff, 1996: 59, 60; 2000: 38; 2001: 94-103; Crespo, 1992; Darras/Faugère, 2005; 2007;
2010; Gorenstein, 2000: 324; Kelley/Kelley, 1987: 146; Rubio Chacón, 1998: 1509; Saint-
Charles/Almendros/Flores/González, 2010; Wright, 1999a.
14
Figura 3. Cabeza de una figura de cerámica policroma del estilo Chupícuaro. Museo Regional de
26
Fotografía del autor, 2011.
15
Hacia el siglo VI a. C. aparecieron los primeros asentamientos mesoamericanos, con cerámica
y arquitectura monumental, en el valle del Mezquital, el valle de San Juan del Río y el Bajío
pobladores sedentarios iniciales del Bajío oriental. Otra hipótesis, que no excluye la primera, es
que hayan llegado grupos desde el Occidente de México, acaso de la región michoacana. Los
primeros agricultores abajeños probablemente entraron en contacto con los pames, con raíces más
antiguas en el Bajío oriental. Las fronteras lingüísticas, que suelen ser borrosas, son imposibles de
trazar con precisión para estos tiempos remotos. Existen palabras cognadas que se relacionan con
el cultivo en las lenguas otomí, mazahua, matlatzinca, ocuilteco y pame; esto indica que en algún
momento los pames participaban en la cultura sedentaria.27 Si nos fijamos en las palabras para los
números en las variantes sur y norte del grupo pame, observamos que los pames meridionales
mientras los septentrionales contaban de una manera distinta.28 Esto apoya la visión de los pames
como un grupo fronterizo, de transición, así como una mayor vinculación de los pames del sur
con los colonizadores mesoamericanos del Bajío. Al margen de estos desarrollos, en el Bajío
oriental y la Sierra Gorda, vivían los nómadas chichimecos jonaces, quienes seguían practicando
Así surgió una cultura abajeña plurilingüe y multiétnica. De manera hipotética, podemos
suponer que hubiera una mayor presencia de grupos hablantes de lenguas yutonahuas en el Bajío
occidental, entre ellos los ancestros de los guamares, los guachichiles y posiblemente los nahuas,
estos últimos con una cultura vinculada con la tradición mesoamericana. Es probable que los
27
Harvey, 1964: 529-531. Véanse también los trabajos de Armillas (1987; 1991).
28
Avelino, 2006.
16
tarascos hayan tenido una presencia importante en los asentamientos del Bajío, tal vez desde los
Hacia principios del siglo III d. C., la población plurilingüe del Bajío participaba en las redes de
interacción social, comercial y cultural con los pueblos mesoamericanos hacia el sur, a la vez que
interactuaban con sus vecinos nómadas. En el periodo Clásico, de 200 a 600 d. C., buena parte de
la población del Altiplano Central se había concentrado en dos polos urbanos: Cholula, en el valle
varios centros rectores con arquitectura monumental, predominando los complejos con patios
cerrados, integrando plataformas perimetrales rectangulares con basamentos escalonados, tal vez
florecimiento cultural de los sitios abajeños continuó durante el Epiclásico (600-900 d. C.),
después del colapso de la hegemonía teotihuacana. Los sitios de mayor jerarquía de estos
periodos, a juzgar por el volumen de sus construcciones, fueron Tepozán (al sur de Querétaro),
San Bartolomé Aguascalientes (al oriente de Apaseo el Alto), San Miguel Viejo (al poniente de
San Miguel de Allende), Peñuelas (al sur de San Felipe), Peralta (también llamado El Divisadero,
al noreste de Abasolo) (figura 4) y Loza de los Padres (al sureste de León).30 También hay
arquitectura monumental en los asentamientos de segundo rango, como podemos observar en tres
sitios que han sido restaurados y abiertos al público: Plazuelas, en las faldas de la sierra de
Pénjamo (figura 5), Cañada de la Virgen, al poniente del río Laja en el sur del municipio de San
29
Carot, 2005; Pollard, 2000.
30
Cárdenas, 1999a; 1999b.
17
Miguel de Allende, y El Cóporo, en la región conocida como el Gran Tunal, en la frontera entre
los estados de Guanajuato y San Luis Potosí. El estudio de la cultura material, especialmente los
patrones de asentamiento, la arquitectura y la cerámica, revela una frontera cultural entre los ríos
Laja y Guanajuato, que dividía esta región en una zona oriental y otra occidental. Los
hierro sobre el fondo café del barro cocido (figura 6). Los sitios occidentales se asemejan un poco
más a la tradición Teuchitlán que florecía entonces en los Altos de Jalisco, con una mayor
las vasijas del estilo Blanco Levantado (figura 7), recubiertas con caolín después de la quema y
pintadas con motivos lineales. Estas dos subregiones se pueden concebir como eslabones en la
Altiplano Central.31
31
Brambila, 1993; Brambila/Crespo, 2005; Braniff, 2000; Crespo, 1993; 1998a; 1998b; Jiménez
Betts, 1992; Juárez, 2005; Martínez Bravo, 2005; Weigand, 2000; Wright, 1999a; Zepeda, 2005a;
2005b. Hay información sobre las excavaciones recientes, con excelentes ilustraciones, en los
siguientes capítulos de un libro colectivo sobre las zonas arqueológicas del estado de Guanajuato:
Cárdenas, 2007; Castañeda, 2007; Torreblanca, 2007; Zepeda, 2007.
18
Figura 4. Patio hundido del conjunto 2, sitio arqueológico de Peralta.32
32
Fotografía del autor, 2009.
19
Figura 5. Basamento oriental, conjunto Casas Tapadas, sitio arqueológico de Plazuelas.33
33
Fotografía del autor, 2009.
20
Figura 6. Escudillas de cerámica del estilo rojo sobre bayo, procedentes de Tierra Blanca de
34
Fotografía del autor, 1986.
21
Figura 7. Vasijas de cerámica del estilo blanco levantado, procedentes de Tierra Blanca de Abajo,
llegaban hasta el Gran Tunal, en lo que hoy es la frontera entre Guanajuato y San Luis Potosí.36
La vecina zona de Río Verde, hacia el Oriente, fue colonizada desde la Huasteca.37 En estas
zonas fronterizas, los agricultores interactuaban con sus vecinos chichimecas, quienes
35
Fotografía del autor, 1986.
36
Braniff, 1992; Crespo, 1976.
37
Michelet, 1996.
22
probablemente hablaban idiomas yutonahuas –como el guachichil y el guamar– y otopames –el
mesoamericanos del Centro-Norte fueron abandonados. La causa más probable, de acuerdo con la
evidencia disponible, es que hubo sequías que hacían insostenibles la agricultura, al menos
durante un periodo corto, que hubiera sido suficiente para provocar el abandono de estas
poblaciones.39 Al mismo tiempo surgió la ciudad de Tollan Xicocotitlan (hoy Tula de Allende)
como centro rector del valle del Mezquital.40 Varios rasgos estilísticos presentes en la cerámica
del Bajío de los periodos Clásico y Epiclásico parecen reflejarse en la cerámica tolteca que surgió
estilo Blanco Levantado, un tipo de cerámica que no tiene antecedentes en el Altiplano Central
tienen antecedentes en la cultura Chalchihuites de Zacatecas y Durango, que también tuvo que
abandonar sus asentamientos durante este periodo.43 Al parecer Tollan absorbió parte de las
poblaciones que migraron al centro de México desde los asentamientos mesoamericanos del
Centro-Norte y el Noroeste. Entre ellos probablemente había hablantes del náhuatl y tal vez
poblaciones otopames que regresaban a sus tierras ancestrales.44 El estado tolteca, con sede en
38
Rodríguez, 1985; 1988; Viramontes, 2000.
39
Armillas, 1987; 1991; Brown, 1992; Michelet, 1996: 72, 73.
40
Blanton/Kowalewski/Feinman/Finstein, 1997: 142; Cowgill, 2000: 295.
41
Braniff, 1999.
42
Braniff, 2000: 39; Cobean, 1990: 449-457; Crespo, 1991b: 133; 1996: 77-83; Martínez Bravo,
2005.
43
Hers, 1989.
44
Carrasco, 1987; García/Castillo, 1976; Harvey, 1972, Soustelle, 1937.
23
Tollan, colapsó hacia mediados del siglo XII.45 Las fuentes históricas indígenas registran una
Los pocos asentamientos en el Centro-Norte que sobrevivieron hasta los siglos XI y XII
muestran semejanzas con Tollan en su cultura material. Alrededor del tiempo del colapso del
estado tolteca estos asentamientos fueron abandonados. El más notable de estos centros toltecas
del Bajío es el sitio de El Cerrito, en el valle de Querétaro, que presenta notables semejanzas con
Tollan Xicocotitlan en su cultura material (figura 8). La mayor parte del Bajío permaneció bajo el
control de los cazadores y recolectores durante todo el periodo Posclásico Tardío, desde los
45
Davies, 1987: 349; López/Solar/Vilanova, 1998: 33, 34.
46
Bierhorst (traductor y editor) 1992; 1998; Kirchhoff/Güemes/Reyes (traductores y editores),
1976. Los mapas de Cuauhtinchan relatan episodios de esta migración, por medio del lenguaje
visual centromexicano; véanse Yoneda, 1981; 1999.
47
Braniff, 1972: 280, 281; 1992; 2000: 42; 2001: 106, 107, 109-112; Crespo, 1976; 1991a.
24
Figura 8. Basamento principal de El Cerrito.48
Bajío hacia la región de los lagos en Michoacán, donde después surgiría el estado tarasco.
Durante la primera parte del Postclásico Tardío hay evidencia de la expansión efímera de este
grupo hacia el sur del Bajío,49 aunque para el momento de la Conquista el río Lerma marcaba el
límite entre el estado tarasco y el territorio de los chichimecas, siendo Yuririapúndaro (hoy
48
Fotografía del autor, 2003.
49
Braniff, 2000: 42; 2001: 110; Castañeda/Cervantes/Crespo/Flores, 1989: 40;
Castañeda/Crespo/Contreras/Saint-Charles/Durán/Flores, 1988: 330-332, 351; Sánchez Correa,
1993; Zepeda, 1988.
50
Carot, 2005; Pollard, 1995; 2000.
25
La llegada de grandes números de nahuas al Altiplano Central durante el Postclásico
Temprano e inicios del Postclásico Tardío coincidió con el abandono de los asentamientos
las migraciones nahuas se produjeron en varios momentos, desde el siglo VII d. C.,
aproximadamente, hasta el siglo XIII. Las tradiciones históricas de los nahuas, registradas poco
después de la Conquista, apoyan esta hipótesis.51 A juzgar por los estudios de la prehistoria
lingüística, las primeras migraciones fueron desde el territorio original de los nahuas en el
Occidente de México hacia el sur, por la costa del Pacífico y hacia el valle del río Balsas. En
algún momento del Epiclásico, o hacia principios del Posclásico Temprano, arribaron grupos de
fronteriza entre Jalisco y Zacatecas; históricamente éstos se llaman caxcanes; hablaban una
variante del náhuatl mucho más cercano a la de los aztecas, apoyando la idea de que éstos
migrantes, que incluyen a los mexicas, hayan sido los últimos en salir del Occidente de
Mesoamérica, siglos después de los antepasados de los nahuas orientales, quienes hablaban
Mesoamérica produjo migraciones masivas hacia los valles del Altiplano Central. Entre estos
migrantes había nahuas, como hemos visto. Es probable que también hubiera desplazamientos de
grupos otopames, descendientes de los pobladores iniciales del Bajío, hablantes de las lenguas
51
Hay una literatura extensa sobre estas narraciones. Véase, por ejemplo, Navarrete, 1999.
52
Para un resumen de la prehistoria lingüística de los nahuas, con referencias adicionales, véase
Wright, 2007: 13-24.
26
ancestrales al otomí, mazahua, matlatzinca y ocuilteco. También hay indicios de la llegada de
hablantes de una lengua “chichimeca” no identificada, probablemente el pame; hemos visto que
algunos pames parecen haber tenido contactos estrechos con los abajeños mesoamericanos.
dinastías importantes del valle de México en el siglo XIII, haya sido pame.53
y Tlacopan controlaba buena parte del Altiplano Central y su poder se extendía a otras regiones
de Mesoamérica por medio de las guerras de conquista. Estos señoríos eran plurilingües e
incluían barrios de nahuas y de varios grupos otopames: otomíes, mazahuas, matlatzincas y los
referidos chichimecas, quizá pames. Los señoríos de la Triple Alianza cobraban tributos a los
señorío otomí participaban en las campañas militares organizadas por esta confederación de
señoríos. La zona dominada por Xilotépec abarcaba la mitad occidental del valle del Mezquital,
en el estado de Hidalgo y la parte colindante del estado de México. No parece haber alcanzado las
tierras de los actuales estados de Guanajuato ni Querétaro, habitadas entonces por los
chichimecas seminómadas y nómadas (figura 9).54 Las interacciones económicas entre los
sedentarios y los nómadas fueron esencialmente de tipo comercial, según algunas fuentes
históricas, aunque hay indicios del pago de tributos por parte de algunos grupos de pames.55
53
Véase, por ejemplo, Carrasco, 1987: 241-246.
54
Sobre la Triple Alianza y sus dominios, véase Carrasco, 1996.
55
Sobre el pago de tributo a los señores de Xilotépec desde Zimapán, en la sierra al norte del
valle del Mezquital, véase Murguía, 1985: 101-103. Los señores de Jilotepec (el pueblo de indios
novohispano que se derivó del señorío otomí de Xilotépec) afirmaron en un juicio que hubo una
presencia otomí en el valle de Querétaro antes de la Conquista, y que estos otomíes entregaban
algodón a los señores de Xilotépec. Estas declaraciones, sin embargo, fueron negadas en otras
declaraciones del mismo expediente jurídico. No se confirman en otros documentos del siglo XVI,
aunque este asunto sigue generando polémica entre los historiadores regionales. Para un buen
resumen de la discusión, véase el estudio introductorio en Urquiola, sin fecha [2006]. Sobre las
27
Figura 9. Representación pictórica de chichimecas en el Códice florentino, de la segunda mitad
Sabemos por las fuentes históricas que en el momento de la Conquista había asentamientos
estado tarasco, en Yuriria y Acámbaro, en el sur del Bajío. En el primero de estos pueblos había
relaciones comerciales entre los otomíes de Xilotépec y los pames del valle de Querétaro, véase
Ramos, 1582: 1v.
56
Imagen tomada de Sahagún, 1979: III, 123v.
28
y chichimecas (probablemente pames).57 Hacia el oriente, el territorio del señorío otomí de
Xilotépec abarcaba la mitad occidental del valle del Mezquital, según la mayor parte de las
fuentes novohispanas. Las tierras al norte del Lerma estaban habitadas por diversos grupos de
chichimecas que hablaban, como hemos visto, idiomas yutonahuas en el oeste (guachichil y
guamar) y otopames en el oriente (pame y chichimeco jonaz). En las zonas vecinas de Jalisco,
Aguascalientes y Zacatecas había otros grupos yutonahuas: los cocas, tecuexes, zacatecos y
caxcanes. Por el rumbo del Oriente, los pames y chichimecos jonaces eran vecinos de los
huastecos.58
He mencionado que los pames, especialmente los del Bajío oriental, desarrollaron una cultura
semisedentaria, probablemente debido a sus contactos amplios con los pueblos mesoamericanos.
Por ello son difíciles de clasificar, por presentar elementos culturales de tipo mesoamericano y
pames convivían con los mesoamericanos en la frontera norte del territorio del estado tarasco;
otros vivían en el Bajío oriental o en la Sierra Gorda. Durante las primeras décadas de la época
Novohispana, varios grupos de pames fueron integrados en los pueblos de indios del norte de la
Nueva España, como Yuriria, Acámbaro, Ucareo y Querétaro; en algunos casos servían como
aliados de los otomíes y españoles en su lucha contra los nómadas indómitos. Otros pames
mitad del siglo XVI. No eran tan aguerridos como otros grupos de chichimecas, limitándose por lo
general al robo de ganado y el hostigamiento de los estancieros. Los pames se extendían por el
oriente hasta el valle de San Juan del Río, Ixmiquilpan en el norte del Mezquital y la sierra de
57
Vargas, 1987: 60, 69.
58
Jiménez Moreno, sin fecha; Kirchhoff, 1971; Miller, 1984: Powell, 1977: 49; Santa María,
2003; Wright, 1999a.
29
Metztitlán. Había pames en la Sierra Gorda, en Tolimán, Puxinquía y Xichú, lugares que fueron
Los chichimecos jonaces eran vecinos de los pames en la Sierra Gorda. No parecen haber
tenido contactos tan amplios con los mesoamericanos durante la época Prehispánica. Siguieron
resistiendo a la colonización de su región hasta mediados del siglo XVIII, cuando finalmente
fueron derrotados, casi exterminados.60 Sobrevivieron los que estaban asentados en la misión
jesuita en San Luis de la Paz, en el pie de monte de la Sierra Gorda, donde sus descendientes
Hacia mediados del siglo XVI, los guamares ocupaban un territorio amplio en lo que hoy es el
estado de Guanajuato. Su territorio alcanzaba el río Lerma por el Sur; Pénjamo, las minas de
Guanajuato y Cuerámaro por el Poniente; la subcuenca del río Laja por el Oriente; y San Felipe y
Santa María del Río, en ambos lados de la actual frontera entre los estados de Guanajuato y San
Luis Potosí, por el Norte. Había cuatro o cinco grupos de guamares; cada uno hablaba una
variante de la misma lengua. Tenían la capacidad de aliarse para la defensa de su territorio. Fray
Guillermo de Santa María, escribiendo durante la Guerra Chichimeca, los llamó “la nación más
valiente y belicosa, traidora y dañosa de todos los chichimecas”. El mismo autor nos explica que
la palabra guamar se deriva del gentilicio que usaban en su propia lengua, ecuamar.61
El territorio de los guachichiles comenzaba cerca de la ribera derecha del río Lerma, en el
extremo poniente del Bajío, al oeste del las tierras de los guamares. Se extendía hacia el Norte en
abarcando buena parte del estado de San Luis Potosí, colindando con la Huasteca y alcanzando la
59
Powell, 1977: 165-178; Santa María, 2003: 114; Soriano, 1764-1777; 2012; Wright, 1999b: 49-
63.
60
Galaviz, 1971; Labra, sin fecha; Labra/Labra, sin fecha.
61
Jiménez Moreno, sin fecha; Powell, 1977: 52; Santa María, 2003: 114, 115.
30
región de Saltillo en el norte. Según Guillermo de Santa María, la palabra guachichil significa
cabello de este color, y de portar gorros puntiagudos de piel teñido de rojo. Este fraile afirma que
los guachichiles eran “la más gente de todos los chichimecas y que más daños han hecho”.62
No hay que caer en los estereotipos, comunes en la historiografía de esta región, que exageran
chichimecas. Ambas son categorías artificiales que simplifican un panorama complejo, en una
región donde durante dos milenios hubo interrelaciones culturales entre pueblos sedentarios y
nómadas. Los pames, como hemos visto, no caben cómodamente en ninguna de estas categorías.
Los chichimecas, cuyos formas de vida se adaptaban mejor al clima árido del Centro-Norte,
poseían conocimientos profundos acerca de su medio geográfico y todo lo que contenía.63 A pesar
de la relativa escasez de estudios arqueológicos –y por lo tanto de objetos culturales que nos
muestren aspectos de su cultura–, podemos inferir mediante la analogía etnográfica, entre estos
grupos y los pueblos históricos del Norte de México, que los chichimecas tenían expresiones
estéticas notables, en las áreas de las tradicionales oral, la danza, la música y las artes visuales.
Hoy quedan pinturas rupestres y algunas obras escultóricas como testimonio de su cultura
intelectual.64
62
Jiménez Moreno, sin fecha; Powell, 1977: 48-52; Santa María, 2003: 115, 116.
63
Las descripciones etnográficas más ricas en datos sobre la cultura de estos pueblos norteños se
encuentran en los textos de Santa María (2003) y Velázquez (2008). Sobre los pames de la Sierra
Gorda en el siglo XVIII, véanse los dos “prólogos historiales” en Soriano, 1764-1777; 2012.
64
Kirchhoff, 1971; Rodríguez, 1985: 158-192. Algunas esculturas en hueso, incluyendo un
instrumento musical, así como pigmentos minerales y grabados rupestres, se pueden apreciar en
Rodríguez, 1985: 176-187. Sobre las pinturas rupestres del Centro-Norte, véanse
Crespo/Castañeda, 1999; Faugère, 1997; Rodríguez, 1985: 187-192. Es posible detectar la
existencia de dos tradiciones pictóricas, una vinculada con los mesoamericanos y otra con los
chichimecas, aunque esta frontera estilística, como otras fronteras culturales en esta región, puede
ser borrosa. Sobre la música y la danza entre los chichimecas, véase Nava, 2000.
31
Conquista y colonización
En el siglo XVI, el panorama étnico y lingüístico del Centro-Norte del país sufrió
región, así como su colonización por estancieros, mineros y otras categorías de europeos, así
como una larga guerra contra los chichimecas que defendían sus tierras ancestrales.
Las presiones ejercidas por los conquistadores y demás colonos españoles sobre las
poblaciones indígenas motivaron la salida de algunos grupos de otomíes hacia el Bajío y otras
regiones adyacentes. Hay evidencia histórica de la colonización, durante los dos decenios que
siguieron a la derrota de Tenochtitlan en 1521, de San Juan del Río, Querétaro, San Miguel (hoy
de Allende) y tal vez Apaseo (hoy el Grande), por grupos de otomíes procedentes del antiguo
señorío de Xilotépec, en el poniente del valle del Mezquital. Los otomíes aprovecharon sus
habilidades para comunicarse con los pames, con quienes habían cultivado relaciones comerciales
Las primeras incursiones de los europeos en las tierras abajeñas fueron de tipo militar. No
hegemónicos. De 1530 a 1533 el conquistador Nuño de Guzmán y sus seguidores recorrieron las
riberas del río Lerma; con base en estos hechos, la Audiencia de la Nueva Galicia, con sede en la
recién fundada villa de Guadalajara, reclamó su jurisdicción sobre esta región. Durante las
décadas subsecuentes, las reales audiencias de México y de Nueva Galicia disputaron el control
65
Wright, 1989; 1999b.
32
del Bajío.66 De la misma manera, los obispados de México, Michoacán y Nueva Galicia pelearon
Después de los recorridos de Guzmán, arribaron al Bajío los primeros colonos españoles para
establecer estancias ganaderas. Con ellos llegaron misioneros franciscanos y agustinos para
mediante la imposición de la ideología cristiana y la educación de los hijos de los señores nativos,
quienes serían los nuevos gobernantes de los pueblos de indios después del relevo generacional.
A diferencia de los europeos que se apoderaron de la región de Guadalajara, los colonos del Bajío
lograron evitar la resistencia armada de los chichimecas durante la década de 1541 a 1550. 68
Zacatecas en 1546 y, durante el siguiente lustro, la construcción de una carretera entre estas
minas y la ciudad de México. El nuevo camino real pasaba por el valle del Mezquital, con un
ramal que pasaba por Tula y otro por Jilotepec; después de juntarse, el camino seguía por San
Juan del Río y entraba en el Bajío en Querétaro. Al norte de este pueblo, poblado en su mayoría
por otomíes y pames, el camino se dividía de nuevo en dos ramales; el del poniente pasaba por
San Miguel el Grande (hoy de Allende) y se juntaba con el ramal oriental cerca de San Felipe,
para continuar hasta Zacatecas. En la segunda mitad de la década de 1551 a 1560, con el
descubrimiento de plata en la cañada de Guanajuato, se amplió la red de caminos para incluir este
nuevo real de minas. Durante el resto del siglo XVI surgieron pueblos y villas con poblaciones
66
Jiménez Moreno, sin fecha: 22-24; Tello, 1997: 70-73; Urquiola, sin fecha
67
Beaumont, 1932: III, 95; Jiménez Moreno, sin fecha: 29, 35.
68
Gerhard, 1986; Powell, 1977; Tutino, 2011: 71-77; Wright, 1989; 1999b.
69
Powell, 1977: 19-46.
33
La vida de los chichimecas del Bajío fue alterada para siempre. Algunos pames fueron
incorporados en los asentamientos novohispanos del Bajío oriental. Los guamares que estorbaban
a la instalación de las estancias ganaderas en el poniente del Bajío fueron obligados a congregarse
bajo la tutela de los frailes agustinos en Pénjamo. Otros chichimecas tuvieron que abandonar sus
tierras. Muchos fueron capturados por los soldados españoles y vendidos como esclavos. Los
guamares y guachichiles organizaron una resistencia de guerrillas que mantuvo en jaque a los
colonos europeos y sus aliados indígenas durante cuatro décadas, entre 1550 y 1590 (figura 10).
Los chichimecos jonaces y algunos pames frenaban la expansión de los españoles hacia el
Oriente. Al final del conflicto, mediante una combinación de fuerza militar y sobornos en especie
para integrar a algunos grupos de chichimecas, el Bajío había sido efectivamente incorporado en
70
Powell, 1977; Tutino, 2011.
34
Figura 10. El conquistador otomí don Pedro Martín de Toro, en un manuscrito de la segunda
Los otomíes del Bajío celebraban sus victorias militares contra los nómadas mediante la
danza y las narraciones orales épicas. Ambos tipos de expresión continúan formando una parte
71
Francisco Martín de la Puente, Francisco, Códice Pedro Martín de Toro, c 1650-1696, Archivo
General de la Nación, México, fondo Real Audiencia, serie Tierras, vol. 1783, expediente 1, folio
19 recto (imagen tomada de Wright, 1988: lámina 2).
35
importante de las tradiciones de esta región en el siglo XXI, reforzando la identidad étnica de los
indígenas. Un fenómeno curioso fue cómo, hacia fines del siglo XVII y principios del XVIII, las
historias nativas sobre la expansión de los otomíes al Bajío fueron plasmadas en papel, escritos
con el alfabeto latino en castellano. Hay varios documentos, generalmente con el conquistador
otomí Nicolás de San Luis Montañés como protagonista, que narran la fundación de los
principales asentamientos del Bajío. Varios autores franciscanos del siglo XVIII integraron estas
relaciones en sus crónicas, con lo que pasaron a formar una parte integral de la historiografía
regional. Desde entonces, más de un historiador incauto ha caído en el error de usar estos textos
contienen una versión mítica de los sucesos, con abundantes anacronismos y hechos
inverosímiles. Son documentos valiosos para entender la visión que los otomíes de hace tres
siglos tenían acerca de las hazañas de sus antepasados, pero evidentemente requieren de un
Consideraciones finales
Durante más de dos milenios el Bajío fue una región de fronteras. Su ubicación entre las tierras
relativamente productivas al sur y el árido paisaje norteño hace que esta región haya estado sobre
–o cerca de– los límites fluctuantes entre Mesoamérica y los territorios de los nómadas cazadores
de Mesoamérica, entre los hablantes de lenguas yutonahuas en el Occidente y los que hablaban
idiomas otopames en el Oriente. Los tarascos, sin parientes lingüísticos cercanos, también tienen
72
Wright, 2012.
36
Los avances hacia el Norte y los retrocesos hacia el Sur de los grupos sedentarios de filiación
cultural mesoamericana han dado origen a ciertas confusiones en la historiografía regional. Una
de éstas es la creencia popular de que en décadas recientes se ha “descubierto”, por medio de los
proyectos arqueológicos, que esta región pertenecía al área cultural que llamamos Mesoamérica.
En realidad esto se ha sabido desde hace varios siglos, pues la evidencia siempre ha estado a la
vista. Para una referencia temprana, de 1582, podemos consultar el memorial del cura párroco de
San Miguel el Grande, quien enuncia la hipótesis de que las ruinas de los asentamientos de
agricultores en el Centro-Norte de México fueron obras de los otomíes, quienes los habían
abandonado:
73
Velázquez, 2008. El mismo pasaje fue resumido por el cronista real Antonio de Herrera en su
37
Desde el siglo XIX y a lo largo del XX encontramos referencias en la literatura académica que
monumentales, cerámica sofisticada y otros objetos culturales que indican una relación con las
identificación de los otomíes con los chichimecas que habitaban el Bajío durante los últimos
siglos de la época Prehispánica.75 Una revisión atenta del corpus de los documentos novohispanos
indica que los otomíes fueron un pueblo sedentario, de filiación cultural plenamente
mesoamericana, quienes convivían con los nahuas y otros grupos lingüísticos en los señoríos
poblaron el Bajío después de la Conquista, primero huyendo de los abusos de los invasores
europeos, después como aliados militares de los españoles contra los chichimecas que se resistían
Si los otomíes han sido difamados en los textos históricos, los diversos grupos de chichimecas
que habitaban el Centro-Norte de México han recibido un trato aún más injusto, por la
etnocentricidad de los autores, quienes a menudo los han calificado de “salvajes” y “bárbaros”,
con la idea implícita de una supuesta inferioridad. Los nómadas cazadores y recolectores, si bien
38
tenían estructuras sociales más sencillas que sus vecinos de Mesoamérica, desarrollaron culturas
orales de los caciques otomíes, que presentan una visión mítica de la conquista del Bajío y las
histórica de los otomíes hacia principios del siglo XVIII, pero no deben ser confundidos con los
documentos del siglo XVI que nos presentan una visión más precisa de la expansión de los
mesoamericanos y europeos hacia esta región. Varios grupos indígenas del Bajío, y de las
conservando tradiciones que reflejan su memoria colectiva en torno a la Conquista del Bajío.
Estas tradiciones han sido adaptadas y resignificadas, como respuesta los cambios culturales y
sociales durante tres siglos. Una de las manifestaciones más vigorosas de las identidades étnicas
de los pueblos originarios del Centro-Norte de México es la danza, que incorpora elementos
“salvajes”, recuerdan y escenifican las luchas entre los chichimecas indómitos y los
conquistadores otomíes y europeos, aunque los franceses hayan tomado el lugar de los invasores
españoles en muchos casos.76 Los otomíes de Cruz del Palmar, en la subcuenca del río Laja,
siguen teniendo encuentros rituales con los chichimecos jonaces de San Luis de la Paz; retoman
aspectos de su cultura tradicional, y otros basados en sus propias investigaciones, para construir y
76
Bonfiglioli, 1996; Fernández/Mendoza, 1992.
39
reconstruir sus identidades.77 En el noroeste de Guanajuato y zonas aledañas, las danzas de
“indios broncos” también reflejan las tensiones identitarias entre los indios del Sur y los del
histórica, reflejando el aspecto fronterizo de esta región. Así algunos sectores de la población
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