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FACULTAD DE ARTES
Las herramientas principales del estudiante de arte dramático son muy claras:
cuerpo, gesto y voz. La técnica corporal se desarrolla desde las asignaturas físicas
como Acondicionamiento físico pasando por Ballet y Danza Contemporánea hasta
complementarse con Movimiento Escénico. Por otro lado, el gesto se ejercita con
el pasar de Interpretación Actoral hasta alcanzar Pantomima. Mientras que la voz
queda rezagada pues solamente se asignan tres asignaturas para explorarla
únicamente en teatro.
En el acto de hacer teatro, dice el maestro Caballero “el actor se dirige a una masa
de espectadores en un espacio generalmente amplio” (Caballero 20). Por
consiguiente y por experiencia, la voz debe alcanzar hasta la última butaca de la
sala. Como consecuencia, las características de la voz natural, sobre todo su
volumen y su ritmo deben modificarse en aras de lograr este objetivo. A eso se le
conoce como proyección de voz. Antonio Meca resalta que la proyección de voz
debe llegar con la misma intensidad y tono al espectador más lejano (Meca 139).
Para lograr una correcta proyección vocal hay tres pautas indispensables:
La radio nos devuelve a la forma original del teatro (Erbele 312). Es decir, vuelve
a la transmisión oral como lo hacían nuestros antepasados como se puede
apreciar en algunos juegos acústicos propios del teatro religioso. Además, gracias
a la alta sensibilidad de los micrófonos que permiten captar la inflexión de voz
más sutil dejan a la proyección vocal fuera de la cabina de grabación.
Con motivo de lo anterior, hay que recordar que numerosas piezas teatrales
fueron interpretadas en la radio durante sus primeros años de creación como lo
menciona el filosofo francés Souriau: “El auditor al estar privado del aspecto
visual, desea que la acción vaya a buen ritmo, ya que el ritmo de movimiento de
la acción escénica es reemplazado por el ritmo de la imagen mental” (Souriau 16).
Por ende, la radio exige un ritmo conciso, una actuación progresiva aprovechando
las cualidades del micrófono, marcar inflexiones vocales para determinadas
intenciones actorales, una dosificación precisa del aire, un conocimiento profundo
del aparato fonador y una perfecta dicción.
Con la ausencia del cuerpo, todo el peso de la acción dramática recae en la voz,
la cual tendrá que ampliar sus recursos expresivos y aprovechar otros como el
ruido o música para trasmitir un mensaje. De tal modo que hay varios puntos a
tomar en cuenta:
La televisión, dice Odette Aslan nos hace partícipes del presente y sus
acontecimientos en el mismo instante en que suceden (Aslan 200). En resumen se
convierte en nuestros ojos que mira a cada rincón del mundo donde pasa algo. En
este particular medio, el actor parece estar aislado sólo en el área del
entretenimiento como los programas de revista, telenovelas o programas cómicos.
Al ser un medio compartido por los periodistas, el actor debe hacer uso de sus
herramientas para mimetizarse en este aparato despersonalizado y frío pero a la
vez familiar y para todos los gustos.
En la televisión pesa más la imagen que la palabra además de contar con un ritmo
variado según el realizador y el tipo de programa. En cuestión de movilidad, el
actor debe aprender a desplazarse entre las numerosas cámaras, saber cuándo
quedarse quieto y que cámara mirar. Señala Aslan que la actuación no es para
una masa, sino para un solo espectador al que el actor aborda en su casa, en una
percepción solitaria (Aslan 204).
Para abordar este subtema, debo remarcar tanto la voz como la interpretación y el
movimiento, ya que en la televisión se incrementa la percepción del espectador,
haciendo que un pestañeo sea tan insoportable como un grito.
Odette Aslan define al cine como una sucesión de imágenes en un sala oscura
donde se buscan sensaciones para vibrar (Aslan 191). El éxito del cine se debe en
al formato del teatro: una sala amplia con butacas aislada del ruido exterior con
luces generales que marcan el inicio y el fin de un acontecimiento artístico. Si bien,
las primeras películas fueron interpretadas por actores de teatro, su tendencia a
exagerar sus movimientos corporales se consideraban excesivos. La desmesura
de los movimientos inútiles emponzoñaban los sentimientos más sinceros, señala
Aslan (Aslan 191). En cuanto a los primeros films hablados pasó lo mismo:
balbuceos y exageraciones por doquier.
Conclusión
Aslan, Odette. El Actor en el Siglo XX. Barcelona. Editorial Gustavo Gili, 1979.