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Por otra parte, expresó que al no habérsele notificado la sentencia definitiva, se le vulneró
su derecho de audiencia, pues se le privó de la oportunidad de recurrir de la misma.
Por resolución de las diez horas del día seis de septiembre de mil novecientos noventa y
nueve, se admitió la demanda, la cual se circunscribió única y exclusivamente a la falta de
notificación de la sentencia definitiva pronunciada por la Jueza Segundo de lo Mercantil de
San Salvador en el proceso ejecutivo mercantil promovido por el Banco Salvadoreño, S.A.
contra el señor Pedro Antonio Gutiérrez Brizuela; se suspendió inmediata y
provisionalmente el desalojo del inmueble adjudicado en pago; y se pidió informe a la
Jueza Segundo de lo Mercantil, quien en síntesis expresó que en el proceso ejecutivo
mercantil clasificado bajo la referencia EM-439-98, promovido por el licenciado Benjamín
Baltazar Blanco como apoderado del Banco Salvadoreño, S.A. contra el señor Pedro
Antonio Gutiérrez Brizuela, se concluyeron las etapas del proceso ejecutivo y que a
solicitud de la parte actora, se pronunció sentencia definitiva, a las diez horas y treinta y
cinco minutos del día dieciséis de noviembre de mil novecientos noventa y ocho,
condenando al señor Pedro Antonio Gutiérrez Brizuela a pagar al Banco Salvadoreño, S.A.
cantidad de colones y accesorios de ley. Sostiene que dicha sentencia sólo fue notificada a
la parte actora el día diecinueve de noviembre de mil novecientos noventa y ocho, no así a
la parte demandada, en virtud de la interpretación que del artículo 532 del Código de
Procedimientos Civiles se hacía antes del conocimiento de la sentencia pronunciada por
esta Sala a las nueve horas del día trece de octubre de mil novecientos noventa y ocho. Que
dicha sentencia fue declarada ejecutoriada por no haberse recurrido de ella y luego se
procedió a la venta en pública subasta del inmueble embargado, el cual por no haberse
presentado ningún postor, se adjudicó en pago al Banco Salvadoreño, S.A. Finalmente
manifiesta que el señor Pedro Antonio Gutiérrez Brizuela se mostró parte en el proceso
ejecutivo mercantil, alegando nulidad en el mismo, solicitud que fue denegada; y
consecuentemente se señaló plazo para que se procediera a la desocupación del inmueble.
Mediante auto de las doce horas del día veintiséis de octubre de mil novecientos noventa y
nueve, se confirió audiencia al Fiscal de la Corte, quien no hizo uso de la misma.
Por resolución de las quince horas y treinta minutos del día seis de septiembre de mil
novecientos noventa y nueve, se confirmó la suspensión del acto reclamado y se pidió
nuevo informe a la autoridad demandada; quien reiteró los conceptos vertidos en su primer
informe y remitió los pasajes pertinentes del proceso ejecutivo de mérito.
Por resolución de las doce horas y cincuenta minutos del día dieciséis de febrero de dos
mil, esta Sala resolvió omitir el plazo probatorio por considerar que existían suficientes
elementos de hecho y de derecho vertidos en el proceso que delimitaban suficientemente la
pretensión constitucional planteada por la parte actora, en el sentido que constaba lo
necesario para tener por establecida la existencia del acto reclamado. Consecuentemente, el
presente proceso quedó en estado de dictar sentencia.
II. De lo antes expuesto, queda claro que la posible infracción constitucional a examinarse
en este proceso está referida, a la supuesta falta de notificación de la sentencia definitiva en
el proceso ejecutivo mercantil promovido contra el demandante; específicamente para
determinar si existe con ello negación al derecho de hacer uso de los recursos establecidos
en la ley; y por tanto, violación al derecho de audiencia y defensa.
Por otro lado, se advierte también que la referencia a la ley no supone una remisión plena,
ilimitada y absoluta a la legislación secundaria, pues, si bien es cierto, que en el ámbito
procesal rige el principio de legalidad de los actos procesales, tal principio no hace
referencia sólo a la legalidad secundaria sino que se extiende al sistema normativo como
unidad, es decir, la legalidad supone respeto al orden jurídico en su totalidad, lo que
incluye a la Constitución. Por ello, la legalidad no es sólo sujeción a la ley, sino también -
y de modo preferente- sujeción a la Constitución. Y es que, sobre la expresión ley no debe
olvidarse que -en virtud de los principios de supremacía constitucional, jerarquía normativa
y regularidad jurídica-, la disposición legal debe ser conforme -en forma y contenido- a la
normativa constitucional.
La exigencia del proceso previo supone dar al demandado y a todos los intervinientes en el
proceso, la posibilidad de exponer sus razonamientos y defender sus derechos de manera
plena y amplia. Y es que hacer saber al sujeto contra quien se pretende en un
determinado proceso, la existencia de éste, y facilitarle el ejercicio de los medios de
defensa, constituyen circunstancias ineludibles para el goce irrestricto del derecho de
audiencia. Por todo ello, esta Sala ha sostenido repetidamente que existe violación al
derecho constitucional de audiencia cuando el afectado por la decisión estatal no ha
tenido la oportunidad real de defensa, privándole de un derecho sin el correspondiente
proceso, o cuando en el mismo no se cumplen las formalidades esenciales -procesales o
procedimentales- establecidas en las leyes que desarrollan el derecho de audiencia.
Insistiendo en tal punto, en la sentencia de las quince horas del catorce de febrero de mil
novecientos noventa y siete, dictada en el proceso de inconstitucionalidad relativo a la Ley
Transitoria de Emergencia contra la Delincuencia y el Crimen Organizado, esta Sala
expuso que el derecho consagrado en el artículo 11 de la Constitución, "no se limita al
simple oír al gobernado que ha de ser afectado por una resolución sancionadora, sino que
supone también una serie de garantías procesales o procedimentales, según sea el caso". En
ese mismo sentido, en la sentencia de las diez horas y treinta y cinco minutos del día uno de
septiembre de mil novecientos noventa y seis, se consignó que el derecho de audiencia "no
es un postulado teórico, ni proclamación meramente retórica, y obliga a todos los órganos
del Estado; ya que su esencia no sólo responde a una protección del gobernado, sino que
obedece a razones de orden público".
Precisamente por el objeto que persiguen estos actos procesales -eficaz comunicación entre
el Organo Judicial y las partes- es que su adecuada realización reviste especial importancia.
En virtud de ello, es que el incumplimiento de una formalidad esencial, cuya observancia
puede incidir negativa y gravemente en las oportunidades de ejercer el derecho de
audiencia y otros derechos por parte del sujeto afectado, adquiere connotación
constitucional; en el sentido que, la realización de un acto procesal de comunicación en
coexistencia con condiciones que carecen de razonabilidad o proporcionalidad respecto de
los fines que lícitamente puede perseguir el legislador, deviene en violatoria de la
normativa constitucional.
En ese sentido, es necesario indicar, que si bien los actos procesales de comunicación deben
ajustarse a las regulaciones que el legislador establece, -su definición, determinación de
condiciones, modo de ejecución y consecuencias de tales actos procesales, así como los
límites o particularidades de algunos de ellos- éstas deben estar encaminadas a preservar los
derechos constitucionales.
Por otra parte, conviene recordar, que los actos procesales de comunicación se rigen por el
principio finalista de las formas procesales, según el cual los requisitos y modos de
realización de dichos actos, deben ser apreciados desde una perspectiva finalista, cual es
garantizar el derecho de audiencia y otros derechos constitucionalmente reconocidos. Lo
anterior quiere decir, que siempre que el acto procesal de comunicación cumpla con su
objetivo, cualquier infracción procesal o procedimental en la realización del mismo, no
supone o implica per se violación constitucional.
Respecto de lo anterior, esta Sala considera que, desde un punto de vista procesal y
constitucional, el demandado en un proceso, tiene derecho a que se le haga saber tres etapas
específicas: (a) El planteamiento de una demanda en su contra, lo cual se logra mediante
el emplazamiento; (b) la declaratoria de rebeldía, pues ésta no es consecuencia automática
de la falta de contestación de la demanda sino que precisamente deber ser declarada y por
lo mismo, si no se notifica, el demandado no puede suponer que se encuentra en rebeldía; y
(c) la sentencia definitiva, pues la misma puede alterar la situación jurídica del demandado;
por lo que la omisión de su notificación le cierra la oportunidad de conocer el contenido de
la misma, negándole así el ejercicio de otros derechos, como lo es el hacer uso de los
recursos previstos en la ley, reduciéndole, en consecuencia, su derecho de audiencia y la
oportunidad de un doble conocimiento jurisdiccional, lo cual le brinda mayor seguridad
jurídica al demandado.
Consta en este expediente judicial que a las diez horas y treinta y cinco minutos del día
dieciséis de noviembre de mil novecientos noventa y ocho, se pronunció la sentencia
definitiva en el proceso ejecutivo mercantil instruido contra el señor Pedro Antonio
Guitiérrez Brizuela, y que la misma, de conformidad al artículo 532 del Código de
Procedimientos Civiles, sólo fue notificada a la parte demandante.
En ese sentido, se deduce que el análisis de esta Sala no debe concretarse a determinar una
flagrante transgresión al derecho de audiencia, sino más bien, a la comprensión en el caso
concreto, de la notificación de la sentencia definitiva al demandado, en aplicación del
artículo 532 del Código de Procedimientos Civiles.
Así mismo, se indicó que "(…) dicha disposición puede en algún momento, originar
interpretaciones y/o aplicaciones que resulten contrarias a la normativa constitucional,
específicamente vulneradora del derecho de audiencia y el derecho de recurrir, puesto que
el referido artículo 532 del Código de Procedimientos Civiles excluye la posibilidad de
notificar al demandado rebelde todo tipo de resoluciones, incluso aquéllas que modifiquen
la situación jurídica del demandado, impliquen un acto privativo de derechos o posibiliten
el ejercicio de otros derechos constitucionalmente reconocidos (…)".
Que la justificación que hizo el legislador "(…) para no notificar las resoluciones al
demandado declarado rebelde, no tiene razón de ser, pues en esa etapa del proceso -de
conclusión como dice Guasp o iudiciun según Alcina- éste ha sido tramitado en su totalidad
(…)".
Por último, en tal jurisprudencia, se señaló que "(…) no obstante señalar la disposición en
comento, que al declarado rebelde no se le harán más notificaciones, ello no elimina la
obligación de notificarle todas aquellas resoluciones que pueden hacer variar su situación
jurídica, como es el caso de la sentencia definitiva. Lo anterior, de ninguna manera
significa que no puede aplicarse la regla contenida en el artículo 532 del Código de
Procedimientos Civiles, sino que tal deberá considerarse aplicable en relación a aquéllas
resoluciones que no afecten la situación jurídica de la parte (…)".
De lo expuesto en los párrafos que anteceden puede concluirse que al declarado rebelde
debe siempre notificársele la sentencia definitiva, pues a través de ésta se modifica la
situación jurídica de las partes, ya que se constituyen nuevas situaciones jurídicas, se
declara la existencia de realidades preexistentes o se ejecutan forzosamente situaciones
establecidas; no así todas aquellas resoluciones que no afecten su situación jurídica.
Ahora bien, por resolución pronunciada el veinte de diciembre del año recién pasado, en el
proceso clasificado bajo la referencia 89-99, se aclaró que la vinculación de la sentencia
que estableció la obligación de notificar la sentencia al rebelde, debía entenderse a partir
del momento en que fue pronunciada; y por lo tanto, tal criterio debía estimarse integrado al
espectro jurídico vía jurisprudencia a partir del trece de octubre de mil novecientos noventa
y ocho.
Consecuentemente, es evidente, que en el presente caso la aplicación del artículo 532 del
Código de Procedimientos Civiles, es incongruente con la normativa constitucional, pues
no tomó en consideración la incidencia que el derecho de audiencia tiene en relación a los
actos procesales de comunicación, específicamente respecto de la sentencia definitiva, pues
la misma es susceptible de modificar la situación jurídica de una persona, privándole de sus
derechos e incluso del ejercicio de otros, como lo es el de recurrir. Y siendo que, el
argumento del amparo ha sido la ausencia de notificación de la sentencia definitiva a la
parte demandada, puede concluirse, con base a lo expuesto, que el actor de este amparo no
tuvo oportunidad de recurrir de dicha sentencia definitiva, negándole así la oportunidad de
alegar sus derechos en segunda instancia, por lo que debe estimarse la pretensión planteada.
Para el caso, y por lo dicho anteriormente es necesario recordar que el efecto restitutorio de
una sentencia, según reiterada jurisprudencia de este Tribunal, es diferente cuando el acto
reclamado ya se ha ejecutado y cuando éste, por el contrario, no se ha realizado. En el
supuesto en estudio quedó dicho que el acto reclamado generó a través de sus efectos la
realización de una multiplicidad de actos que desembocaban todos en un perjuicio directo e
inminente del quejoso, pero a su vez, fruto de la consumación sucesiva de ellos, operó un
cambio de situación jurídica, esto es, que el inmueble embargado en el proceso ejecutivo
mercantil se adjudicó en pago al Banco ejecutante, tal como consta a fs.36.
Por tales circunstancias, esta Sala, en el supuesto en estudio, quiere dejar por sentado que
los efectos de la presente sentencia estimatoria se circunscriben a declarar la violación al
derecho de audiencia de la parte actora, en el sentido que ésta no puede ser privada de un
derecho sin ser oída y vencida en un proceso con arreglo a las leyes y a la Constitución; y,
consecuentemente, siendo irreparable el daño final causado, a la expedita posibilidad del
particular para reclamar, contra el legitimado, en virtud del artículo 245 de la Constitución
y si así lo estima conveniente, por la violación del derecho enunciado supra y otorgado por
la Constitución de El Salvador.
VII. Es necesario precisar, que en el presente caso, si bien han existido actos violatorios de
las normas constitucionales al privar al demandante del amparo del ejercicio de derechos
constitucionales; tales actos fueron realizados en cumplimiento de una disposición legal -
artículo 532 el Código de Procedimientos Civiles- y la autoridad responsable no actuó por
error, sino en cumplimiento de una posible interpretación de ley, es decir, ajustó su
conducta a la ley secundaria, pero no a la normativa constitucional. Consecuentemente no
puede atribuirse responsabilidad a la funcionaria demandada. Y es que si bien es cierto, a la
fecha en que se pronunció la sentencia definitiva en el proceso ejecutivo mercantil -
dieciséis de noviembre de mil novecientos noventa y ocho- la Jurisprudencia de esta Sala
ya había dado un contenido constitucional a la citada disposición -sentencia del trece de
octubre de mil novecientos noventa y ocho- por el poco tiempo transcurrido entre ambas
resoluciones y la falta de conocimiento por parte de la Jueza Segundo de lo Mercantil de la
citada jurisprudencia, procede relevarla de la responsabilidad personal. Sin embargo cabe
aclarar que , teniendo ahora conocimiento de tal jurisprudencia -como ella misma lo
expresa en su informe de fs. 16-17- debe siempre aplicar el contenido constitucionalmente
declarado por este Tribunal del artículo 532 del Código de Procedimientos Civiles, en casos
similares. Consecuentemente, al no poder imputársele culpa alguna a la funcionaria
demandada, la responsabilidad se desplaza al Estado.