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mx

LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL


Y LA APLICABILIDAD DE LAS NORMAS
GENERALES

Rubén A. SÁNCHEZ GIL*

Dedico cordialmente este trabajo a todos mis


alumnos de la Facultad de Derecho de la UNAM

SUMARIO: I. Introducción. II. La regularidad constitucional de las normas gene-


rales. III. El control constitucional de normas generales en México. IV. Normas
auto y heteroaplicativas. 1. Importancia práctica de esta clasificación. 2. Evo-
lución histórica. 3. Normas autoaplicativas. 4. Normas heteroaplicativas. V. La
opinión actual de la Suprema Corte. 1. La individualización de los efectos de
las normas generales. 2. El “primer acto de aplicación” de las normas genera-
les. VI Conclusiones. VII. Fuentes.

I. INTRODUCCIÓN

S
in duda el control de la constitucionalidad de normas generales es
uno de los tópicos más interesantes, y quizá el más relevante, del
Derecho Procesal Constitucional; no en balde Kelsen expresó que
“Garantías de la Constitución significa, entonces, garantías de la regu-
laridad de las normas inmediatamente subordinadas a la Constitución;
es decir, esencialmente garantías de la constitucionalidad de las leyes”.1
La natural complejidad de los procesos de control constitucional, que
ya tienen aún en casos relativamente sencillos, comunes y corrientes,
que implican sólo un estudio de mera legalidad, se magnifica cuando
los actos reclamados son normas con efectos generales y, mucho más
aún, cuando éstas provienen de la actividad del legislador. Son muy

* Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.


1 KELSEN, Hans, La garantía jurisdiccional de la constitución (La justicia constitucional), trad. de

Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, serie Ensayos
Jurídicos, núm. 5, 2001, p. 15.

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variados los problemas que el control constitucional de normas gene-


rales plantea, por mencionar algunos: la procedencia del control consti-
tucional según la aplicabilidad de dichas normas, la suspensión de sus
efectos, el papel político que corresponde al juez constitucional, etcé-
tera; que pueden incluirse en un catálogo más o menos extenso según
las particularidades de cada orden jurídico específico.
Escogimos en esta ocasión el primero de los problemas menciona-
dos: la aplicabilidad de las normas generales y la procedencia de los
medios por los que se puede revisar su conformidad con la ley funda-
mental, por ser uno de los que mayores dificultades técnicas presenta a
la hora de su práctica judicial. Por lo menos en México, y debido al
principio de instancia de parte agraviada en el juicio de amparo y en
la controversia constitucional, la realización de un perjuicio contra los
actores de esos procesos, ocasionado por una norma general, determina
que tengan derecho a instar la actividad de los tribunales para reclamar
la inconstitucionalidad de dicha norma; por este motivo el tema reviste
suma importancia, porque “simplemente” condiciona en nuestro país el
derecho a acceder a la justicia constitucional.
En el foro, en no pocas ocasiones hay duda sobre la aplicabilidad de
las normas generales y, por lo tanto, de la procedencia del juicio de am-
paro especialmente, en su contra; la incertidumbre que ha rodeado la
distinción entre normas auto y heteroaplicativas, padecida no sólo por
los justiciables sino también por los tribunales, es sin duda un serio
obstáculo al derecho acceso a la justicia que, opinamos, debe ser lo más
llano y claro a efecto de que nuestros tribunales cumplan su elevada
función de resolver la conflictiva social, sin tecnicismos que sólo ponen
de relieve el capricho del juzgador.
Dicha incertidumbre ha sido en gran parte alentada por la ignorancia
del criterio que actualmente sostiene la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, distintivo de la aplicabilidad de normas generales según su in-
dividualización condicionada o incondicionada, que aclara cuándo
existe el perjuicio sufrido por el gobernado que contra una norma ge-
neral promueve el juicio de amparo o el órgano de poder que asimismo
inicia una controversia constitucional. Muchos aún mantenemos la
inexacta idea de que la diferencia entre ambas clases de normas radica
en su aplicación a través de un acto de autoridad, como largo tiempo
sostuvo la propia Corte aún luego de las reformas legales que desecha-
ron ese elemento.
También en ocasiones no hay suficiente claridad para establecer cuán-
do ocurre, en agravio de una persona, el “primer acto de aplicación” de
una norma, de modo que pueda determinarse con toda certeza el mo-
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 201

mento oportuno para impugnar su regularidad constitucional, lo que en


realidad es una consecuencia inevitable de la aplicación del actual cri-
terio de la Suprema Corte sobre aplicabilidad de normas generales, por
la complejidad que éstas han adquirido en vista de la realidad social que
pretenden ordenar.
Este trabajo intenta satisfacer nuestra curiosidad personal sobre el
tema que le ocupa, derivada de la experiencia profesional, y también
servir a nuestros alumnos para comprender mejor el mismo —por lo
cual abundamos en aspectos que nos impiden tratar en la cátedra las
restricciones temporales a que estamos sujetos—. Desde luego, este
tópico no se agota en lo manifestado en esta ocasión, por el contrario,
sería conveniente realizar estudios más profundos que nos lleven a
lograr la mayor certeza sobre la procedencia del control constitucional
de normas generales, valor que a fin de cuentas es el elemento funda-
mental del orden jurídico.

II. LA REGULARIDAD CONSTITUCIONAL


DE LAS NORMAS GENERALES

Las normas jurídicas con efectos generales son aquellas que regulan
permanente-, no transitoriamente, la conducta de los seres humanos, en
forma abstracta e impersonal, vinculando a todos los aquellos sujetos
incluidos en la hipótesis que contienen.2 Aunque los ordenamientos le-
gislativos son el más claro ejemplo de las normas generales, éstas abar-
can también otras especies como: tratados internacionales, reglamentos,
decretos, circulares administrativas y, en general, cualquier acto por el
cual el Estado regule in abstracto la conducta de una determinada cate-
goría de personas, sin referencia concreta a un sujeto específico.3
La filosofía revolucionaria francesa del siglo XVIII estableció la idea
de que la soberanía reside en la nación configurada por el pueblo, y que
representaba la “asamblea nacional” que proclamó el 26 de agosto de
1789 la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”,

2 Cfr. OJEDA BOHÓRQUEZ, Ricardo, El amparo contra normas con efectos generales, México, Porrúa,

2001, p. 52.
3 Cfr. ibidem, pp. 55-73; y “REGLAMENTOS. TÉRMINO PARA INTERPONER AMPARO EN SU CONTRA. CÓMPUTO

PARA LAS REGLAS ESTABLECIDAS PARA LAS LEYES. […] Esos principios [que rigen el juicio de amparo] son
aplicables, no solamente a las leyes, sino también a los reglamentos, en virtud de que, aunque éstos formal-
mente son actos administrativos, en su aspecto material constituyen verdaderos actos legislativos por cuan-
to que son de naturaleza impersonal, general y abstracta.”, Segunda Sala, Apéndice al Semanario Judicial
de la Federación 1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 438, p. 505.
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cuyo artículo 6º manifestaba que la ley es expresión de la voluntad ge-


neral y que todos los ciudadanos tenían el derecho de concurrir a su for-
mación por sí mismos o a través de sus representantes.4 A partir de ello
se formó la tradición gala de supremacía de la ley como obra de una
asamblea legislativa representante del pueblo soberano, superior a todos
e inferior a nadie, expuesta por Carré de Malberg con estas palabras:

La segunda fuerza característica de la ley consiste en el poder de valor que se


atribuye a su contenido, un poder del que sólo ella es capaz y que va justo a
tornar este contenido, cualquiera que sea, intangible respecto de toda autoridad
diferente al legislador. Este poder es tan absoluto que no se puede explicar, él
también, más que fundándolo sobre la idea de que por la ley el parlamento enun-
cia la voluntad general y soberana de una nación. Si, en efecto, la ley posee
virtudes soberanas, ello no puede ser más que en razón de que las voluntades
legislativas expresadas por el Parlamento son otorgadas por la Constitución al
mismo soberano; y esto implica que el Parlamento fue considerado como el re-
presentante y el equivalente del soberano. Es entonces esta cualidad especial,
monopolizada por las asambleas parlamentarias, quien hace que la ley no se
imponga sólo a los ciudadanos, sino que ella domine y rija la actividad de todos
los órganos estatales que funcionan al lado del Parlamento, tratando a éstos ya
no como representantes de la voluntad nacional, sino —según la palabra de
Rousseau (El contrato social, lib. III, cap. 1º)— como ‘ministros’ de esta volun-
tad.5 (cursivas en el original)

Los ideales de lucha contra el despotismo que informaron la revolu-


ción francesa y los principios de soberanía popular que ésta postulaba,
resultaron insuficientes como medida de salvaguarda de la libertad
porque, como opina Zagrebelsky, “la impugnación del absolutismo sig-
nificó la pretensión de sustituir al rey por otro poder absoluto[:] la
Asamblea soberana”.6

4 Cfr. “Déclaration des droits de l’homme et du citoyen”, Ministerio de Justicia de la República Fran-

cesa, http://www.justice.gouv.fr/textfond/ddhc.htm
5 “La deuxième force caractéristique de la loi consiste dans la puissance de valeur qui s’attache à son

contenu, une puissance dont elle seule est capable et qui va jusqu’à rendre ce contenu, quel qui’il soit, intan-
gible à l’encontre de toute autorité autre que le législateur. Cette puissance est tellement absolue qu’on ne
peut l’expliquer, elle aussi, qu’en la fondant sur l’idée que par la loi le Parlement énonce la volonté générale
et souveraine de la nation. Si, en effet, la loi possède des vertus souveraines, ce ne peut être que pour la rai-
son que les volontés législatives exprimées para le Parlement sont rapportées par la Constitution au sou-
verain lui-même; et ceci implique que le Parlement a été considéré comme le représentant et l’égal du
souverain. C’est donc cette qualité spéciale, monopolisée par les assemblées parlementaires, qui fait que la
loi ne s’impose pas seulement aux citoyens, mais qu’elle domine et régit l’activité de tous les organes éta-
tiques fonctionnant à côté du Parlement, ceux-ci étant traités non plus en représentants de la volonté
nationale, mais —selon le mot de Rousseau (Contrat social, liv. III, ch. 1er)— en ‘ministres’ de cette volon-
té.” (trad. del autor), Carré de Malberg, Raymond, La loi, expression de la volonté générale, edición fac-
similar de la original de 1931, París, Economica, s.a., p. 48.
6 ZAGREBELSKY, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, trad. de Marina Gascón, 5ª ed.,

Madrid, Trotta, 2003, p. 25.


LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 203

La Constitución escrita que establece los principios de la organi-


zación política de una nación aparece primeramente en Estados Unidos
de América,7 y de su existencia surge el principio de supremacía cons-
titucional a partir de la tradición jurídica8 de las colonias inglesas que
luego formaron ese país. Dicho principio consiste en estimar la Cons-
titución como la norma suprema que impone cierto sentido a la activi-
dad y organización de los órganos del Estado, los que de ningún modo
pueden contravenir sus disposiciones, muy especialmente los órganos
legislativos cuya actividad se restringe a fin de proscribir el “despo-
tismo parlamentario”.9 Estas restricciones de la Constitución a los actos
legislativos tienen dos modalidades: a) formales, al establecer un pro-
cedimiento mediante el cual dichos actos son creados; y b) materiales,
al prescribir positiva o negativamente su contenido.10
A partir de estas restricciones impuestas al legislador, que Ferrajoli
aprecia como “la conquista más importante del derecho contemporá-
neo”, el “Estado de derecho” —basado en la supremacía de la ley—
evoluciona al “Estado constitucional de derecho” cuyas notas carac-
terísticas11 son entre otras: a) la dignidad humana como premisa, b) el
principio de soberanía popular, c) la Constitución caracterizada como
un “contrato” de contenido axiológico, d) el principio de división de
poderes y e) las características esenciales al Estado de derecho —fun-
damentalmente el respeto al orden jurídico— y al Estado social.12
Evidentemente, las restricciones constitucionales a la actividad legis-
lativa pueden ser franqueadas y producirse leyes con defectos de regu-
laridad constitucional, es decir que no estén conformes con la norma
de jerarquía inmediata superior en el orden jurídico, que en este caso es
nada menos que la ley fundamental.13 Se impone entonces resolver el
dilema propuesto por Sieyès: “o la Constitución es vinculante o es una

7 Cfr. MORA-DONATTO, Cecilia, El valor de la constitución normativa, México, UNAM, Instituto de

Investigaciones Jurídicas, serie Ensayos Jurídicos, núm. 8, 2002, p. 5.


8 Véase GRANT, James Allan Clifford, El control jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes. Una

contribución de las Américas a la ciencia política, México, UNAM, Facultad de Derecho, 1963, pp. 29-31.
9 Cfr. MORA-DONATTO, Cecilia, op. cit., nota 7, pp. 7-8.
10 Véase GUASTINI, Riccardo, “La constitución como límite a la legislación” (trad. de Miguel Carbo-

nell), Estudios de teoría constitucional, México, Fontamara, colección Doctrina Jurídica Contemporánea,
núm. 8, 2001, pp. 47-49.
11 HÄBERLE, Peter, El estado constitucional, trad. de Héctor Fix-Fierro, reimp., México, UNAM, Instituto

de Investigaciones Jurídicas, serie Doctrina Jurídica, núm. 47, 2003, pp. 1-2.
12 Véase FERRAJOLI, Luigi, “El derecho como sistema de garantías”, Derechos y garantías. La ley del

más débil, trad. de Perfecto Andrés Ibáñez, 2ª ed., Madrid, Trotta, 2001, p. 19; y Zagrebelsky, op. cit., nota
6, pp. 21-41.
13 Cfr. KELSEN, op. cit., p. 14.
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nulidad”;14 lo cual decidirá el carácter jurídico de la Constitución porque


resulta imposible hablar de un ordenamiento verdaderamente “jurídi-
co” cuando no existe seguridad en el cumplimiento de sus disposicio-
nes.15 La Constitución no puede tenerse como una auténtica norma
“jurídica” sino en virtud de la existencia de procedimientos que sirvan
para obtener imperativamente su cumplimiento, de manera que exista la
certidumbre de que sus disposiciones no son “letra muerta” sino reglas
plenamente eficaces.16

III. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE NORMAS


GENERALES EN MÉXICO

La regularidad de normas generales es revisada en sede jurisdiccional


en nuestro país, a través de los siguientes instrumentos de control cons-
titucional: a) juicio de amparo, b) controversia constitucional y c) ac-
ción de inconstitucionalidad.
No nos parece apropiado, dados los límites metodológicos de este
trabajo, realizar un excursus sobre los diferentes puntos de vista en que
pueden clasificarse los medios de control constitucional; sin embargo,
podemos decir en términos muy generales que nuestro sistema de con-
trol constitucional es relativamente difuso, y de carácter jurisdiccional
y concreto, con excepción de la acción de inconstitucionalidad.17 A con-
tinuación revisaremos someramente las particularidades de los medios
de control constitucional de normas generales en México y, también,
haremos algunas consideraciones respecto del “control difuso” y la
posibilidad de que la llamada “apelación por atracción” y otros proce-
dimientos sirvan al control constitucional de normas generales.

a) Juicio de amparo

Constituye el instrumento tradicional de control constitucional en


México y el de mayor alcance protector porque se encuentra a disposi-
14 “…either the constitution is binding or it is a nullity…” (trad. del autor), citado en Troper, Michel,
“The logic of justification of judicial review”, International journal of constitutional law, Nueva York,
Oxford University Press-New York University School of Law, año I, núm. 1, enero 2003, p. 103,
http://www3.oup.co.uk/ijclaw/hdb/Volume_01/Issue_01/pdf/010099.pdf
15 Véase RECASÉNS SICHES, Luis, Tratado general de filosofía del derecho, 14ª ed., México, Porrúa,

1999, pp. 220-226.


16 Cfr. LOUIS FAVOREU citado en García de Enterría, Eduardo, La constitución como norma y el tribu-

nal constitucional, 4ª reimp. de la 3ª ed., Madrid, Civitas, 2001, pp. 31-32.


17 Véase nuestro trabajo “El control difuso de la constitucionalidad en México. Reflexiones en torno a

la tesis P./J. 38/2002”, aún inédito.


LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 205

ción de toda persona afectada en sus derechos fundamentales por un


acto de autoridad. Puesto que su conocimiento y tramitación se encuen-
tran dentro de las atribuciones de todos los niveles jurisdiccionales del
Poder Judicial de la Federación y de algunas autoridades judiciales
locales, puede caracterizarse como un medio de control relativamente
difuso.18
Los artículos 103 constitucional y 1º de la Ley de Amparo, autorizan
la procedencia de este instrumento, contra normas generales que vul-
neren las garantías individuales de los gobernados. En atención a los
principios de instancia de parte agraviada y agravio personal y directo
que rigen el juicio de garantías,19 no es procedente impugnar a su través
una norma general inocua para el quejoso. En el siguiente apartado
desarrollaremos este punto de acuerdo con la distinción entre normas
auto y heteroaplicativas.

b) Controversia constitucional

Aunque este proceso fue establecido en el texto original de la Cons-


titución de 1917, no tuvo vida efectiva sino hasta 1995 debido a que la
reforma judicial que entró en vigor ese año, otorgó legitimación acti-
va en él al municipio, y a que hasta entonces el sistema político que
operó en México no permitió al Poder Judicial Federal ocupar el lugar
que le corresponde.20
De acuerdo con la fracción I del artículo 105 constitucional, la instan-
cia de este procedimiento corresponde a órganos de poder originaria-
mente establecidos en la Constitución Federal,21 para reclamar la
violación de cualquier disposición de esta ley fundamental.22 Sin embar-
go, para que exista legitimación activa en la controversia constitucional
es necesario que la violación reclamada ocasione al actor algún per-

18 Artículos 103 y 107 fracciones V, VII, VIII, IX, X a XII y XVI, constitucionales; 36 a 46, 84, 85, 98,
99 y 103 de la Ley de Amparo; 10 fracciones II, III, IV, VI y VII, 21 fracciones II, iv y v, 37 fracciones I a
IV, VIII y IX, 29 fracción I, 51, 52 fracciones II a V, 54 y 55, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la
Federación; y los acuerdos 5/1999 y 5/2001 del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
19 Fracción I del artículo 107 constitucional, y artículos 4º y 73 fracciones V y VI, de la Ley de Amparo.
20 Cfr. CARBONELL, Miguel, ¿El tercero ausente? Poder judicial y democracia en México, México,

UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003, p. 3. Véase también GONZÁLEZ AVELAR, Miguel, La
Suprema Corte y la política, 2ª ed., México, UNAM, 1994.
21 “CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. LEGITIMACIÓN ACTIVA Y LEGITIMACIÓN PASIVA.”, Pleno, Apéndice al

Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 38, p. 210.


22 “CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. EL CONTROL DE LA REGULARIDAD CONSTITUCIONAL A CARGO DE LA

SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN, AUTORIZA EL EXAMEN DE TODO TIPO DE VIOLACIONES A LA CONSTI-
TUCIÓN FEDERAL.”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I, tesis 38, p. 37.
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juicio en su esfera jurídica,23 por lo cual el proceso que ahora comenta-


mos es de carácter concreto igual que el juicio de amparo, siéndole
aplicable por ello la distinción entre normas auto y heteroaplicativas
que expondremos más adelante.

c) Acción de inconstitucionalidad

La reforma judicial de 1995 también introdujo este procedimiento de


control cuyo objeto se constituye limitativamente por las normas gene-
rales relacionadas en la fracción II del artículo 105 constitucional: trata-
dos internacionales y leyes stricto sensu.24
El promovente de la acción de inconstitucionalidad no requiere invo-
car un interés especial para iniciarlo, sino únicamente ubicarse en los
supuestos de legitimación activa que la mencionada fracción constitu-
cional establece,25 lo que caracteriza como “abstracto” a este instrumen-
to de control porque la inconstitucionalidad de las mencionadas normas
se determina a partir del alcance de sus disposiciones confrontado con
la Constitución, sin importar las modalidades que su aplicación a un
caso concreto26 pueda imprimirle. Al no existir alguna situación perso-
nal de los actores, dependiente de la inconstitucionalidad de la norma
impugnada en este procedimiento, su resolución tiene efectos erga
omnes pues de lo contrario sería absurda su tramitación porque consis-
tiría en un mero ejercicio de especulación teórica, que definitivamente
no persigue la actividad judicial.
De suma relevancia es lo dispuesto en el antepenúltimo párrafo de la
fracción II del artículo 105 constitucional, en el sentido de que “[l]a
única vía para plantear la no conformidad de las leyes electorales a la
Constitución es la prevista en este artículo”.

23 “CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL. INTERÉS LEGÍTIMO PARA PROMOVERLA.”, Pleno, Semanario Judicial


de la Federación y su Gaceta, Novena Época, T. XIV, julio de 2001, Jurisprudencia P./J. 83/2001, p. 875.
24 Cfr. BRAGE CAMAZANO, Joaquín, La acción de inconstitucionalidad, reimp., México, UNAM, Instituto

de Investigaciones Jurídicas, serie Estudios Doctrinales, núm. 191, 2000, p. 136; y “ACCIÓN DE INCONSTITU-
CIONALIDAD. SÓLO PROCEDE CONTRA NORMAS GENERALES QUE TENGAN EL CARÁCTER DE LEYES O DE TRATADOS
INTERNACIONALES.”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I, Materia
Constitucional, tesis 17, p. 18.
25 El 33% de los integrantes de la legislatura que emitió la norma impugnada, el Procurador General de

la República y los partidos políticos únicamente tratándose de leyes electorales.


26 “Más aún, como se ha podido señalar en relación con la máxima in claris non fit interpretatio, un

texto que sobre el papel y a la luz de la experiencia parecía claro, puede oscurecerse ante el surgimiento de
un caso nuevo.”, ZAGREBELSKY, op. cit., p. 139.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 207

d) Control difuso

No obstante lo dispuesto en la última parte del artículo 133 constitu-


cional, respecto a la facultad de los jueces ordinarios para la apli-
cación preferente de disposiciones constitucionales, en perjuicio de las
contenidas en leyes ordinarias que contravengan la ley fundamental, la
jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha soste-
nido que dicho precepto no autoriza el ejercicio del control de la cons-
titucionalidad de normas generales, a las autoridades jurisdiccionales
ordinarias.27

e) Apelación por atracción y otros procedimientos

El primer párrafo de la fracción III del artículo 105 constitucional


establece lo siguiente:

De oficio o a petición fundada del correspondiente Tribunal Unitario de Circuito


o del Procurador General de la República, [la Suprema Corte de Justicia de la
Nación] podrá conocer de los recursos de apelación en contra de sentencias de
Jueces de Distrito dictadas en aquellos procesos en que la Federación sea parte
y que por su interés y trascendencia así lo ameriten.

El recurso de apelación es un “medio ordinario de impugnación de


resoluciones jurisdiccionales que permite someter una cuestión ya deci-
dida en primera instancia a la reconsideración de un juez superior, com-
petente para darle la solución que estime arreglada a derecho, tomando
en cuenta los agravios formulados al efecto por la parte recurrente”.28 Por
lo anterior, al conocer de recursos de apelación por atracción usando de
la facultad otorgada por la fracción III del artículo 105 constitucional, la
Suprema Corte estaría ejerciendo no su jurisdicción constitucional sino
la de carácter ordinario,29 lo que aparentemente le impediría controlar la
constitucionalidad de las normas en que se fundan los fallos a cuya re-
visión se avoque.

27 Cfr. “CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS GENERALES. NO LO AUTORIZA EL ARTÍCU-

LO 133 DE LA CONSTITUCIÓN”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I,


Materia Constitucional, tesis 159, p. 196; y “CONTROL JUDICIAL DE LA CONSTITUCIÓN. ES ATRIBUCIÓN EXCLU-
SIVA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-
2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 160, p. 197. Supra, nota 17.
28 PINA, Rafael de, y PINA VARA, Rafael de, Diccionario de derecho, 19ª ed., México, Porrúa, 1993, voz

“apelación”.
29 Cfr. BURGOA ORIHUELA, Ignacio, Derecho constitucional mexicano, 11ª ed., México, Porrúa, 1997,

pp. 820-825.
208 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

Ahora bien, puesto que no procede algún medio de impugnación con-


tra la resolución de la Suprema Corte al decidir por atracción un recur-
so de apelación,30 dicha instancia judicial estaría obligada a revisar
—oficiosamente o a instancia de parte— los vicios de inconstituciona-
lidad de la resolución impugnada y de las normas en que ésta se apoye,
en obsequio de la garantía de acceso a la justicia establecida en el
artículo 17 constitucional, dado que las partes no tendrían otra oportu-
nidad de impugnar la inconstitucionalidad de la resolución apelada.31
Desafortunadamente, de acuerdo con nuestro conocimiento, la Suprema
Corte de Justicia de la Nación no ha resuelto algún asunto por esta vía
y, en consecuencia, tampoco ha establecido algún criterio que aporte
luz sobre la apelación por atracción; en esta oscuridad tiene un papel
importante la falta de una ley que reglamente el ejercicio de la facultad
concedida a nuestro Máximo Tribunal en la fracción III del artículo 105
constitucional —lo que parece lamentar don Juventino Castro32—.
Similares consideraciones podrían hacerse respecto de los juicios de
anulación de la declaratoria de exclusión del Sistema Nacional de Coor-
dinación Fiscal contra los Estados, y de cumplimiento de los convenios
de coordinación fiscal, previstos en el artículo 12 de la Ley de Coor-
dinación Fiscal, aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha
estimado que dichos procesos no tienen por objeto más que decidir la

30 Véase la fracción I de los artículos 73 de la Ley de Amparo y 19 de la Ley Reglamentaria de las

Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cfr.
“SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. SUS FALLOS SON INATACABLES.”, Segunda Sala, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, T. XVI, diciembre de 2002, tesis 2a. CLXXIV/2002,
p. 291; y “SUPREMA CORTE DE JUSTICIA, SUS EJECUTORIAS SON INATACABLES.”, Segunda Sala, Semanario
Judicial de la Federación, Quinta Época, T. LXXXVI, p. 1385.
31 La Suprema Corte de Justicia de la Nación también ha sostenido —aunque implícitamente— la

opinión que formulamos acerca del derecho de “acceso a la justicia” establecido en el artículo 17 constitu-
cional, al resolver la acción de inconstitucionalidad 18/2003 promovida por la fracción priísta del Congreso
del Estado de Yucatán contra la reforma electoral de esa entidad, publicada el 30 de junio de 2003, expre-
sando en el considerando cuarto de la ejecutoria correspondiente que “[d]e igual manera, debe desestimarse
la segunda causa de improcedencia referida, toda vez que la acción de inconstitucionalidad es la única vía
para plantear la posible contradicción entre una norma de carácter general y la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, y en el caso, los artículos Séptimo y Octavo Transitorios del Decreto
impugnado, no obstante que constituyen disposiciones que, como su propio nombre lo indica, son transito-
rias, gozan del mismo atributo de obligatoriedad que el articulado común que integra el Código Estatal
Electoral, por lo que forman parte integrante de la reforma llevada a cabo a dicho cuerpo normativo y por
tanto, atendiendo al sistema de medios de control de la Constitución Federal, únicamente pueden ser com-
batidos mediante la acción de inconstitucionalidad.” (cursivas añadidas); el texto transcrito fue tomado de
Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán, Mérida, año CVI, núm. 29,987, 17 de octubre de 2003,
suplemento, p. 26.
32 Cfr. CASTRO Y CASTRO, Juventino Víctor, El artículo 105 constitucional, México, UNAM, Facultad de

Derecho, 1996, p. 376.


LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 209

legalidad de las autoridades demandadas, sin posibilidad de alegar en


ellos la inconstitucionalidad de algún acto.33
En cuanto la facultad que otorga el artículo 15 de la Ley Federal de
Competencia Económica a la comisión del ramo, para declarar la in-
validez de aquellos actos de las entidades federativas —entre los que
podrían incluirse normas generales—, que atenten contra lo dispuesto
en la fracción V del artículo 117 constitucional, primeramente nos
parece discutible su constitucionalidad atenta la jurisprudencia34 sobre
la concentración del control constitucional en el Poder Judicial de la
Federación y, en segundo término, dicha declaratoria puede impugnarse
mediante la controversia constitucional según ha establecido la Supre-
ma Corte de Justicia de la Nación.35

IV. NORMAS AUTO Y HETEROAPLICATIVAS

1. Importancia práctica de esta clasificación

Las normas generales pueden distinguirse según su aplicabilidad


mediata o inmediata. La doctrina ha distinguido dos tipos de normas, de
acuerdo con este criterio: las autoaplicativas y las heteroaplicativas.
Esta distinción no es el resultado de simples especulaciones con fines
teóricos, sino posee gran utilidad para la práctica de los medios de con-
trol constitucional en México.
En el juicio de amparo y la controversia constitucional se requiere la
existencia de un agravio a la esfera jurídica del promovente para otor-
garle legitimación activa en dichos procesos y, si dicha afectación no se
realiza, la correspondiente acción será improcedente. No es único el
modo en que las normas generales causan un perjuicio suficiente para
que la persona que pretenda su declaración de inconstitucionalidad,
tenga derecho a instar la actividad judicial con ese fin, sino que el mis-
mo puede ocasionarse en distintas formas según la situación particular

33 Cfr. “COORDINACIÓN FISCAL. LOS JUICIOS QUE PREVÉN LOS ARTÍCULOS 11-A Y 12 DE LA LEY RELATIVA Y
10, FRACCIÓN X, DE LA LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN TIENEN CARACTERÍSTICAS
PROPIAS QUE LOS DIFERENCIAN DE LAS CONTROVERSIAS CONSTITUCIONALES QUE REGULA LA FRACCIÓN I DEL
ARTÍCULO 105 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.”, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Novena Época, T. XV, abril de 2002, Jurisprudencia P./J. 22/2002, p. 899.
34 Cfr. supra, nota 27.
35 “COMPETENCIA ECONÓMICA. EL MEDIO DE CONTROL CUYA PROCEDENCIA SE REITERA EN EL ARTÍCULO 15

DE LA LEY FEDERAL RELATIVA, CONSTITUYE UNA CONTROVERSIA CONSTITUCIONAL DE LAS PREVISTAS EN EL


ARTÍCULO 105, FRACCIÓN I, DE LA CONSTITUCIÓN GENERAL DE LA REPÚBLICA.”, Pleno, Semanario Judicial de
la Federación y su Gaceta, Novena Época, T. XII, diciembre de 2000, Jurisprudencia P./J. 156/2000, p. 763.
210 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

del sujeto agraviado y la manera en que se ejecutan sus disposiciones, de


modo que el problema estriba —como advierte el maestro Noriega36—
en determinar el momento oportuno para impugnar una norma general,
a fin de que el estudio de su constitucionalidad no resulte ocioso para
su promovente al no haber ofensa que reparar a su favor y constituya
igualmente una indebida evaluación del Poder Judicial sobre la labor
legislativa.
La oportuna impugnación de una norma general, atenta la existencia
del agravio que aduzca el actor del proceso constitucional del cual se
trate, determina entonces la procedencia o improcedencia de la acción
que ejercita, y la posibilidad del órgano jurisdiccional para entrar al estu-
dio de la supuesta inconstitucionalidad atribuida a la norma en cuestión.
Es fácil apreciar la relevancia práctica que, tanto para jueces como jus-
ticiables, tiene la aplicabilidad de una norma general cuya regularidad
constitucional se discute; para los primeros, su correcta determinación
lleva a no transgredir los límites que el Constituyente impuso a su fun-
ción y, para los segundos, el éxito o fracaso —posiblemente irrepara-
ble— de su causa en virtud de un “mero” tecnicismo.
Por tales razones, es indispensable un criterio claro e inequívoco de
distinción entre normas “autoaplicativas” y “heteroaplicativas”, para la
certeza que debe caracterizar a todo sistema jurídico, en aras de un efec-
tivo acceso a la administración de justicia, que permita la adecuada
defensa de los intereses de los justiciables y, por encima de todo, del
orden constitucional;37 pues sobre dicha clasificación descansa la proce-
dencia contra normas generales del juicio de amparo y de la contro-
versia constitucional,38 piedras angulares de nuestro Derecho Procesal
Constitucional.
De acuerdo con lo establecido en los artículos 4º, 22 y 73 fracciones
VI y XII, de la Ley de Amparo, el juicio de garantías es procedente con-
tra una norma de carácter general cuando ésta ocasiona un perjuicio al

36 NORIEGA CANTÚ, Alfonso, Lecciones de amparo, 6ª ed. revisada y actualizada por José Luis

Soberanes Fernández, México, Porrúa, 2000, T. I, p. 128.


37 Cfr. ibidem, p. 141.
38 La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha estimado, al resolver la controversia constitucional

325/2001 promovida por el municipio de Nuevo Laredo, Tamaulipas, que los criterios jurisprudenciales re-
lativos a normas generales establecidos en procesos de amparo, también son útiles para la decisión de con-
troversias constitucionales. Véase el numeral II del considerando tercero de la ejecutoria correspondiente
en “PUENTES INTERNACIONALES. ES CONSTITUCIONAL EL HECHO DE QUE EL CONGRESO DE LA UNIÓN HAYA DIS-
PUESTO QUE AL SER VÍAS GENERALES DE COMUNICACIÓN SON BIENES DE DOMINIO PÚBLICO DE LA FEDERACIÓN Y
TODO LO RELACIONADO CON ELLOS, JUNTO CON SUS SERVICIOS AUXILIARES Y DEMÁS PARTES INTEGRANTES, SON
DE JURISDICCIÓN FEDERAL, PUES LO HIZO EN USO DE LA FACULTAD QUE LE CONFIERE EL ARTÍCULO
73, FRACCIÓN
XVII, DE LACONSTITUCIÓN FEDERAL.”, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
T. XVIII, agosto de 2003, pp. 1378 y ss.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 211

quejoso, el cual puede realizarse a partir de la sola vigencia de la norma


general o por su aplicación sobre dicho actor, siendo entonces el mo-
mento en que el mandamiento de la norma general incide en la esfera
jurídica del gobernado, provocando una ofensa a su interés jurídico y
originando su derecho a pedir amparo.
En la controversia constitucional la cuestión es mucho más comple-
ja, pues si bien ni el artículo 105 constitucional ni su ley reglamentaria
señalan expresamente que el actor debe hacer valer un interés particu-
lar en la inconstitucionalidad del acto o norma que impugne y, además,
la fracción I del artículo 19 de la ley que regula este proceso, dispone
que la posibilidad de impugnar a su través una norma general existe a
partir de su publicación, no desde el inicio de su vigencia, que ocasio-
naría un perjuicio al órgano de poder actor;39 la Corte ha sostenido que
la existencia de la legitimación activa en este proceso requiere que el
acto impugnado afecte los “intereses legítimos” del actor.40 El “interés
legítimo”41 en la controversia constitucional contra normas generales,
no impugnadas por un concreto acto de aplicación sino por su sola
expedición, entraña que por su sola vigencia dicha norma incidirá en la
esfera jurídica de la entidad actora, pues sólo de este modo podría jus-
tificarse la existencia del agravio que hace procedente esta vía proce-
sal42 pues, si la aplicabilidad de esa norma dependiera de la realización
de un hecho posterior al inicio de su vigencia, se revelaría entonces que
el perjuicio que aduce el actor es potencial no actual, lo cual haría
inexistente una verdadera contradicción entre partes que deba ser diri-
mida a través de la función jurisdiccional cuya finalidad es resolver no

39 Cfr. “AMPARO CONTRA LEYES VACATIO LEGIS CARENCIA DE INTERÉS JURÍDICO PARA RECLAMAR UNA LEY
DURANTE ESE PERIODO.”, Segunda Sala, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I,
Materia Constitucional, tesis 93, p. 124; y “VACATIO LEGIS. CARENCIA DE INTERÉS JURÍDICO PARA RECLAMAR
UNA LEY DURANTE ESE PERIODO.”, Primera Sala, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-
2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 509, p. 587.
40 Cfr. supra, nota 23.
41 El “interés legítimo” consiste en una situación benéfica para una persona o un grupo de personas,

protegida por el orden jurídico aunque sin otorgar a sus titulares un derecho de exigencia oponible a un
segundo sujeto —que constituiría un “interés jurídico”—, pero sí la posibilidad de reclamar la observancia
de las normas que la protegen, distinguiéndose también en que su titularidad deriva de una situación par-
ticular de las personas que de él se aprovechan en forma especial, a diferencia del interés genérico en el
respeto al orden jurídico —que constituiría un “interés simple”—, que un sujeto ajeno a sus titulares podría
tener y a quien la observancia de las normas jurídicas relativas no beneficiaría particularmente; cfr. Ferrer
Mac-Gregor Poisot, Eduardo, Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colec-
tivos, México, Porrúa, colección Breviarios Jurídicos, núm. 9, 2003, pp. 18-21 y 48-49.
42 Cfr. COSSÍO DÍAZ, José Ramón, “Similitudes y diferencias entre las controversias constitucionales y

las acciones de inconstitucionalidad”, en Cossío Díaz, José Ramón y Pérez de Acha, Luis Manuel (comps.),
La defensa de la constitución, 2ª ed., México, Fontamara, colección Doctrina Jurídica Contemporánea,
núm. 1, 2000, p. 69.
212 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

prevenir43 conflictos de intereses. En tal virtud, la aplicabilidad de una


norma general determinará la procedencia de la controversia constitu-
cional, para lo cual no estorba el hecho de que el plazo para el ejercicio
de la correspondiente acción transcurra a partir de su publicación, según
la fracción II del artículo 21 de la ley reglamentaria del artículo 105
constitucional, porque aunque no ocasionaría perjuicio por su sola expe-
dición sino hasta el inicio de su vigencia, la realización de ese agravio
es inexorable; de lo cual se infiere la relevancia que en este proceso
tiene la distinción entre normas autoaplicativas y heteroaplicativas, y la
posibilidad de que lleguen a existir problemas respecto de la determi-
nación de esas calidades.44
Respecto de otros procedimientos como la apelación por atracción y
los juicios de coordinación fiscal, suponiendo que en ellos sea factible
analizar la constitucionalidad de una norma general, la aplicabilidad de
ésta no causa problema pues la impugnación de su regularidad consti-
tucional provendría del hecho de que efectivamente apoyen la resolu-
ción o acto sobre los que recaería el estudio de la Suprema Corte, a
semejanza de lo que ocurre en el juicio de amparo directo45 (sin dejar de
reconocer que son discutibles los efectos de esa posible declaración
de inconstitucionalidad y otras particularidades).
En los numerales siguientes y luego de conocer su evolución históri-
ca, esbozaremos las notas distintivas de las normas “autoaplicativas” y
“heteroaplicativas”, aunque refiriéndonos al tradicional y divulgado
concepto de las mismas, porque el criterio de calificación que a su res-
pecto sostiene actualmente la Suprema Corte, ha impuesto una nueva
concepción sobre este tópico, a la cual nos referiremos con mayor deta-
lle en el próximo apartado.

2. Evolución histórica

El juicio de amparo ha procedido contra normas generales desde su


creación en la Constitución yucateca de 1841, de acuerdo con la frac-
43 Cfr. GÓMEZ LARA, Cipriano, Teoría general del proceso, 8ª ed., México, Harla, S.A., pp. 2-3 y 122.

El carácter “resolutivo” no “preventivo” de la jurisdicción constituye desde luego la visión tradicional sobre
esta función pública; la discusión sobre el punto está abierta, por supuesto, pero nos resulta difícil conce-
bir que un caso en el cual no exista actual o inminentemente una real oposición de intereses, sino sólo una
mera “posibilidad” de que ella se dé, pueda ser objeto de la dicción del derecho que la mencionada función
implica.
44 Cfr. CASTRO Y CASTRO, op. cit., nota 32, p. 230.
45 Cfr. supra, nota 38; y “CONSTITUCIONALIDAD DE LEYES. PARA QUE EN AMPARO DIRECTO PUEDAN OPE-

RAR LOS CONCEPTOS DE VIOLACIÓN RELATIVOS, SE REQUIERE QUE LOS PRECEPTOS SE HAYAN APLICADO EN LA
SENTENCIA RECLAMADA O EN EL PROCEDIMIENTO JUDICIAL QUE CON ELLA CULMINÓ.”, Pleno, Semanario Judi-
cial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, T. VI, septiembre de 1997, tesis P. CXXXIII/97, p. 203.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 213

ción I del artículo 62 de ese ordenamiento, que establecía como un


instrumento jurídico “contra las leyes y los decretos de la legislatura
que sean contrarias al texto literal de la constitución”,46 lo cual fue rei-
terado en los artículos 25 del Acta de Reformas de 1847 y 101 de la
Constitución de 1857.47
Debido a la opinión de José María Lozano, seguida por Ignacio
Vallarta, se estimó que el juicio de amparo procedía, no contra las leyes
en sí mismas, sino sólo contra aquellos actos concretos que se realiza-
ban en su aplicación.48 La premisa de tal opinión, de acuerdo con los
mencionados juristas, era la siguiente:

No basta la existencia de una ley anticonstitucional que viole una garantía indi-
vidual. Mientras la ley no se ejecuta o aplica, debe considerarse como letra
muerta, a nadie ofende ni causa perjuicio. La ley adquiere una existencia real
cuando se aplica a un caso particular…49

A partir de esta consideración, aunada al principio de instancia de parte


agraviada que caracterizó al juicio constitucional desde su nacimiento,
la lógica conclusión de Lozano y Vallarta fue la expresada en el párrafo
anterior: que sólo procedía el juicio de amparo contra los actos de apli-
cación de una ley, no contra ésta en abstracto, pues ella no ocasionaba
al quejoso algún agravio que le permita iniciar el proceso de garantías.50
Esta opinión, fundada en la falsa estimación de que una ley no puede
causar perjuicio sino a través de un acto de aplicación, fue rebatida por
don Emilio Rabasa quien sostuvo que el juicio de amparo sí procedía
contra leyes sin haber un acto de aplicación porque: a) la supremacía
constitucional en que se funda el judicial review norteamericano, que
respalda al juicio de amparo, admite dicha procedencia; b) el Constitu-
yente mexicano, de no haber deseado la procedencia del juicio de am-
paro contra leyes que no son aplicadas al gobernado mediante un acto
concreto, hubiera establecido sólo la expresión de “actos” en el artícu-
lo 101 de la Constitución de 1875; y c) tampoco hubiera tenido ningún
sentido la referencia a la “ley” que se hace en el artículo 102 de la

46 La Constitución yucateca de 1841 y otros documentos relativos a la historia del juicio de amparo,

pueden consultarse en ÁLVAREZ MONTERO, José Lorenzo, 150 años de legislación de amparo 1847-1997,
Xalapa, Instituto Mexicano del Amparo, 1997.
47 Ordenamientos consultados en TENA RAMÍREZ, Felipe, Leyes fundamentales de México 1808-1999,

22ª ed., México, Porrúa, 1999.


48 Cfr. BURGOA ORIHUELA, Ignacio, El juicio de amparo, 33ª ed., México, Porrúa, 1997, pp. 216-217.
49 Idem, p. 217. Véase también NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, pp. 129-131.
50 Cfr. BURGOA ORIHUELA, loc. cit., nota 48; y TENA RAMÍREZ, Felipe, Derecho constitucional mexicano,

28ª ed., México, Porrúa, 1994, pp. 528-529.


214 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

misma ley fundamental, al establecerse la “fórmula Otero”.51 Ahora


bien, tampoco es del todo correcto el pensamiento de Rabasa, de acuer-
do con el maestro Ignacio Burgoa,52 puesto que fue emitida sin reserva
alguna, extendiendo indiscriminada y, por tanto indebidamente, la pro-
cedencia del juicio de garantías, soslayando el principio de agravio per-
sonal y directo, opinión a la cual se adhiere don Alfonso Noriega53 quien
sostiene que para impugnar normas generales en el juicio de amparo,
“es necesario esperar el momento en que dichas leyes se individualicen
y aparezca la figura del perjuicio directo en la persona o bienes de un
sujeto agraviado”.
En relación con la procedencia del juicio de amparo contra normas
generales, la Suprema Corte ha sostenido diversos criterios para identi-
ficar el momento oportuno para impugnarlas, que pueden separarse en
los siguientes “periodos” siguiendo la concepción del maestro Noriega:54
Primer periodo. Sólo procedía el juicio de amparo contra leyes apli-
cadas al quejoso mediante un acto de autoridad concreto.
Segundo periodo. Basándose en la opinión de don José María Lozano,
soslayada por Vallarta, la Corte opinó que es procedente el juicio de
amparo contra una norma general, aunque no haya sido ejecutada a
través de un acto concreto, si ésta contiene un “principio de ejecución”.55

51 Cfr. RABASA, Emilio, El juicio constitucional, 6ª ed., México, Porrúa, 1993, pp. 298-301. Felipe Tena

Ramírez sostuvo que la autoría de los argumentos de Rabasa no corresponde a éste, sino al abogado Luis
Gutiérrez Otero quien los expuso “con mayor claridad y lógica” —según el maestro Tena— en los alegatos
del amparo en el que Vallarta hizo suyas las consideraciones de Lozano sobre la procedencia del juicio de
garantías únicamente contra los actos de aplicación de una ley inconstitucional, y que citamos en la nota
49; cfr. NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, pp. 131-132 y 139-140.
52 Cfr. BURGOA ORIHUELA, op. cit., nota 48, p. 219. Felipe Tena Ramírez sostuvo que la autoría de los

argumentos de Rabasa no corresponde a éste, sino al abogado Luis Gutiérrez Otero quien los expuso “con
mayor claridad y lógica” —según el maestro Tena— en los alegatos del juicio de amparo en el que Vallarta
hizo suyas las consideraciones de Lozano sobre la procedencia del juicio de garantías únicamente contra
los actos de aplicación de una ley inconstitucional, y que citamos en la nota 49; cfr. NORIEGA CANTÚ, op.
cit., nota 36, pp. 131-132 y 139-140.
53 Cfr. ibidem, pp. 140-141.
54 Cfr. ibidem, pp. 136-138.
55 Cfr. ibidem, p. 135. La tesis que cita el maestro Noriega para ejemplificar este periodo es la siguiente:

“AMPARO CONTRA UNA LEY.”, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, T. XXXI,
p. 1046; debe notarse que su texto es prácticamente una copia literal de las palabras de Lozano, no sólo de
las empleadas aisladamente por Vallarta, sino también de las que refieren el “principio de ejecución” que
hace inmediatamente impugnable una ley a través del juicio de amparo; pero aún más importante es que el
criterio de esta tesis amplía jurisprudencialmente la procedencia del juicio de amparo, pues se acuñó en
el amparo administrativo en revisión 2305/28, resuelto el 19 de febrero de 1931, tiempo en el que aún regía
la Ley de Amparo de 1919 cuyos artículos 3º, 20 fracción I, 43 y 70, no contemplaban la distinción entre
normas auto y heteroaplicativas, la cual no se incluyó (por lo menos rudimentariamente, en principio) sino
hasta la expedición de la vigente Ley de Amparo de 1936; véanse ÁLVAREZ MONTERO, op. cit., nota 46; e
infra, nota 59.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 215

Tercer periodo. La Suprema Corte abandona el criterio sostenido en


el periodo anterior y estima que procederá el juicio constitucional con-
tra una ley, si ésta es “inmediatamente obligatoria”.
Cuarto periodo. El criterio adoptado por la Suprema Corte en esta
ocasión, afirma que una ley será impugnable en amparo, sin importar su
aplicación concreta, si afecta a personas determinadas “por circunstan-
cias concretas que les determinan de una manera clara”.
Quinto periodo. Determina la Corte que el juicio de amparo proce-
derá contra normas generales que ocasionen un perjuicio real al quejoso
y que tengan ejecución con el solo mandamiento que contienen.
Sexto periodo. Adopta nuestro Máximo Tribunal la distinción entre
normas auto y heteroaplicativas, para establecer cuándo se ocasiona un
agravio al quejoso y determinar la procedencia del juicio de amparo en
su contra, distinguiéndolas según la necesidad de un acto de autoridad
que las aplique al quejoso.
Séptimo periodo. La Corte se inclina por distinguir entre normas de
individualización condicionada o incondicionada, que mantiene en la
actualidad.
Finalmente, el maestro Noriega también aclara que las reformas a la
Ley de Amparo publicadas el 16 de enero de 1984 y las del 5 de enero
de 1988, uniformaron los preceptos de ese ordenamiento para estable-
cer como criterio para la procedencia del juicio de amparo contra nor-
mas generales que no han sido aplicadas concretamente, el inicio de la
vigencia de la norma en cuestión y no su sola expedición como disponía
la ley con antelación a dichas modificaciones.56
Como puede apreciarse, no es sino hasta el sexto de los mencionados
periodos, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación adoptó un cri-
terio preciso para determinar la oportunidad de impugnar en juicio de
amparo, normas generales que por sí mismas causaban perjuicio a los
gobernados, lo que generó incertidumbre en los justiciables quienes
cautelarmente promovían el juicio de garantías contra la norma que
estimaban perjudicial, con la consiguiente —cualquiera puede imagi-
narlo— carga laboral superflua de nuestros tribunales. Así lo apreciaron
el maestro Héctor Fix-Zamudio57 y don Mariano Azuela Rivera cuyas
palabras transcribo por su elocuencia:
Siempre hemos terminado nuestra lección de amparo contra leyes mediante un
consejo práctico a los alumnos. Ante la vaguedad de los términos de solución al
problema en la ley y en la jurisprudencia, cuando se duda si una ley admite o no

56Cfr. NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, p. 138.


57Citado en GÓNGORA PIMENTEL, Genaro David, Introducción al estudio del juicio de amparo, 6ª ed.,
México, Porrúa, 1997, p. 49.
216 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

el amparo desde el momento en que es promulgada, hay que resolver la duda


en el sentido de la acción y no de la abstención, porque es la mejor manera de evi-
tarse perjuicios. En todo caso hay que promover el amparo y todavía más: en el
caso de que el juez de distrito deseche la demanda, intentar el recurso de revi-
sión contra el auto para obtener una declaración de la Corte sobre el particular;
en esa forma, aun desechada la demanda por la Corte, no podrá más tarde
desechar el amparo contra un acto de ejecución de la ley, puesto que ya la Corte
dictó una decisión que la obliga. De lo contrario, la jurisprudencia que declara
que es consentido el acto derivado de actos consentidos puede privar al agra-
viado, que no tuvo la suficiente prudencia para impugnar la ley desde luego, de
toda posibilidad de defensa contra una violación a la Constitución.58

3. Normas autoaplicativas

Durante largo tiempo, el Pleno de la Corte sostuvo el criterio de que


una norma es autoaplicativa y, por tanto, impugnable desde su expedi-
ción o inicio de su vigencia en el plazo señalado en la fracción I del
artículo 22 de la Ley de Amparo, si desde entonces obliga al goberna-
do a realizar u omitir una acción y no se requiere un acto de autoridad
que genere dicha obligatoriedad,59 el cual se mantuvo —al menos explí-
citamente— hasta la emisión de la jurisprudencia actual de esa instan-
cia judicial, a la que aludiremos en el próximo apartado.
En la confusión que produjo la aplicación de la tesis jurisprudencial
referida en último término, tiene gran responsabilidad el segundo de los
mencionados elementos: la obligatoriedad de la norma general impug-
nada, derivada de su aplicación a través de un acto de autoridad; pero
de esto nos ocuparemos al hablar de las normas heteroaplicativas pues-
to que resulta más atinente a dicho tema, baste ahora mencionar que la
doctrina ha encontrado definiciones de normas autoaplicativas, mucho
más felices que la expresada en la tesis que comentamos, y que expon-
dremos a continuación.

58 Citado en ibidem, pp. 49-50.


59 “LEY AUTOAPLICATIVA”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1995, T. I,
Materia Constitucional, tesis 187, p. 185; en el mismo sentido “LEYES AUTOAPLICATIVAS, AMPARO CONTRA.”,
Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, vol. 103-108, Primera Parte, p. 167. El primer
precedente de esta jurisprudencia es el amparo en revisión 3125/50 interpuesto, como se aprecia del número
de expediente que le correspondió, cuando aún no se modificaba la fracción V del artículo 73 de la Ley de
Amparo por la reforma publicada el 19 de febrero de 1951 en el Diario Oficial de la Federación, y que
entonces establecía la improcedencia del juicio de amparo “contra leyes que por su sola expedición no
entrañen violación de garantías, sino que se necesite un acto posterior de autoridad para realizar las viola-
ciones” (cursivas añadidas); ÁLVAREZ MONTERO, op. cit., nota 46, p. 311; y FERRER MAC-GREGOR POISOT,
Eduardo, Compendio de derecho procesal constitucional. Legislación, prontuario y bibliografía, México,
Porrúa, 2003, p. 215.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 217

El maestro Burgoa ha concebido las normas autoaplicativas como


aquellas que “su sola promulgación [y el inicio de su vigencia] ya
implica una evidente obligatoriedad efectiva y actual para las personas
o categorías de personas por ellas previstas”.60 Esta definición tiene el
mérito de eliminar la ausencia de necesidad de un acto de aplicación
por parte de una autoridad, como elemento del concepto al que corres-
ponde,61 de acuerdo con el vigente texto de la Ley de Amparo, la cual
distorsiona la debida aprehensión del mismo porque bien pueden exis-
tir normas heteroaplicativas que no requieren un acto de autoridad para
adquirir obligatoriedad pero que tampoco la tienen por su sola vigencia,
como veremos.
Por su parte, el maestro Noriega basa su definición de normas auto-
aplicativas en lo expresado en la fracción III del artículo 39 de la dero-
gada Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación del 27 de agosto
de 1934, que disponía que los jueces de distrito en materia adminis-
trativa conocerían de los juicios de amparo contra leyes cuya simple
expedición cree, modifique o extinga, en perjuicio del quejoso, una
situación concreta de derecho.62 A partir de esta disposición y fundando
sus argumentos en la teoría jurídica de Julien Bonnecase, concluye aquel
jurista que una norma puede ser impugnada inmediatamente a través
del juicio de amparo si al iniciar su vigencia crea, modifica o extingue
en perjuicio de un gobernado una situación jurídica concreta lo que,
aunque no lo señala expresamente, equivale a decir que dicha norma
tiene carácter autoaplicativo.63

4. Normas heteroaplicativas

Intuimos que, interpretando a contrario sensu la citada jurispruden-


cia que definió las normas autoaplicativas64 y convirtiendo en premisa
de su razonamiento la expresión de dicha tesis en el sentido de que es
autoaplicativa aquella norma cuya obligatoriedad no requiere un acto
de autoridad, nuestros tribunales65 —destacando el Pleno de la Suprema

60 BURGOA ORIHUELA, op. cit., nota 48, p. 220.


61 Aunque posteriormente el maestro Burgoa incluye dicho elemento en su definición de normas
autoaplicativas, a guisa de conclusión a la sección relativa de su obra, en consideración a la tesis citada en
la nota 59 que antecede; ibidem, p. 226.
62 Cfr. NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, pp. 143 y 147.
63 Cfr. ibidem, pp. 147-155.
64 Supra, nota 59.
65 Cfr. “LEYES AUTOAPLICATIVAS, AMPARO CONTRA.”, Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Sép-

tima Época, vol. 103-108, Primera Parte, p. 167; y “LEYES, AMPARO CONTRA. TÉRMINO PARA INTERPONER-
LO.”, Cuarta Sala, Semanario Judicial de la Federación, Séptima Ëpoca, vol. 163-168, Quinta Parte, p. 31.
218 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

Corte— y algunos litigantes, llegaron a la conclusión aparentemente


“lógica” de que sería heteroaplicativa sólo aquella norma general que
efectivamente requiera un acto de autoridad para tener obligatoriedad.
La incorrección de la “inferencia” anterior se encuentra en la supues-
ta interpretación a contrario sensu de la tesis jurisprudencial que toma
como fundamento, pues constituye una extensión de las implicaciones
lógicas del texto de esa jurisprudencia y se convierte en un argumento
productor de una norma nueva imprevista por la instancia que acuñó el
criterio referido, que constituye una arbitraria creación de quien efectuó
esa “interpretación”,66 pues del hecho de que una norma autoaplicativa
no requiera ser aplicada por un acto de autoridad para afectar la esfera
jurídica de una persona, no se desprende necesariamente que sea auto-
aplicativa toda norma que no requiera un acto de autoridad para afectar
una determinada situación jurídica. Este “razonamiento”, por cierto tam-
bién anacrónico dados los cambios a lo dispuesto originalmente en la
fracción V del artículo 73 de la Ley de Amparo,67 es contrario a la regla
del silogismo que enseña que “de dos premisas negativas no se conclu-
ye nada”,68 ya sea que dicha “argumentación” se construya indicativa69
o condicionalmente;70 desde luego, lo anterior es susceptible de corro-
borarse mediante la construcción de otros silogismos con diferentes
premisas, en lo cual deberá tenerse cuidado de que éstas sean material-
mente verdaderas y se respeten las reglas formales del raciocinio.
La inclusión de la necesidad de un acto de autoridad aplicativo de una
norma considerada violatoria de garantías individuales, como elemento
para determinar su aplicabilidad mediata o inmediata y la posibilidad de
su impugnación en juicio de amparo, especialmente considerando el

66 Véase GUASTINI, Riccardo, “Técnicas interpretativas” (trad. de Marina Gascón), Estudios sobre la

interpretación jurídica, 5ª ed., México, Porrúa-UNAM, 2003, pp. 28-31.


67 Véase supra, nota 59.
68 GUTIÉRREZ SÁENZ, Raúl, Introducción a la lógica, 25ª ed., Naucalpan, Esfinge, 1990, p. 197.
69 Dicho silogismo sería expresado así: “Ninguna norma autoaplicativa requiere un acto de autoridad

para afectar inmediatamente la situación jurídica de un gobernado; la norma N no requiere un acto de auto-
ridad para afectar inmediatamente la situación jurídica de un gobernado; luego, la norma N es autoaplica-
tiva (¿?)”.
70 Asimismo: “Si una norma no requiere un acto de autoridad para afectar inmediatamente la situación

jurídica de un gobernado, es autoaplicativa; la norma N no requiere un acto de autoridad para afectar inme-
diatamente la situación jurídica de un gobernado; luego, la norma N es autoaplicativa (¿?)”; de este silogis-
mo también puede criticarse la verdad de los juicios que forman su antecedente y su consecuente. También
podría expresarse este mismo silogismo en otra forma: “Si una norma es autoaplicativa, no requiere un acto
de autoridad para afectar inmediatamente la situación jurídica de un gobernado; la norma N no requiere un
acto de autoridad para afectar inmediatamente la situación jurídica de un gobernado; luego, la norma N es
autoaplicativa (¿?)”, en cuyo caso contravendría la regla del silogismo condicional que enseña que “De la
afirmación del antecedente se sigue la afirmación del consecuente; pero no viceversa”. Cfr. GUTIÉRREZ
SÁENZ, op. cit., nota 68, pp. 218-219.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 219

restringido concepto de “autoridad” para efectos de este proceso consti-


tucional, sostenido hasta 1996,71 no es un elemento esencial para distin-
guir entre normas autoaplicativas y heteroaplicativas, ya que existen
normas generales a) inocuas por su sola vigencia y b) que no requieren
ser aplicadas por una autoridad para afectar la situación jurídica de una
persona, las cuales por el primer elemento mencionado no podrían con-
siderarse autoaplicativas y, por el segundo, tampoco incluirse dentro de
las heteroaplicativas, sin que pueda sostenerse la imposibilidad técnica
de controlar su regularidad constitucional, atentos los principios de su-
premacía constitucional y de acceso a la justicia que informan nuestro
orden jurídico.
Ejemplos de normas que no ocasionan agravio por el inicio de su sola
vigencia y tampoco requieren para ello un acto de autoridad, son aque-
llas cuya aplicación proviene de un particular diferente al agraviado,72 y
aquellas cuyo cumplimiento deba efectuar motu proprio el agraviado
luego de colocarse él mismo en determinados supuestos73 como los que
originan el pago del impuesto sobre la renta74 o de regalías75 a los au-
tores y sociedades de gestión colectiva.

71 Véase “AUTORIDAD PARA EFECTOS DEL JUICIO DE AMPARO. LO SON AQUELLOS FUNCIONARIOS DE ORGA-
NISMOS PÚBLICOS QUE CON FUNDAMENTO EN LA LEY EMITEN ACTOS UNILATERALES POR LOS QUE CREAN, MODI-
FICAN O EXTINGUEN SITUACIONES JURÍDICAS QUE AFECTAN LA ESFERA LEGAL DEL GOBERNADO.”, Pleno,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, T. V, febrero de 1997, tesis P. XXVII/97,
p. 118.
72 Véase “LEYES HETEROAPLICATIVAS, AMPARO CONTRA. PROCEDE POR ACTOS PROVENIENTES DE UN PAR-

TICULAR QUE ACTÚA POR MANDATO EXPRESO DE LA LEY.”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la
Federación 1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 337, p. 392. Esta tesis fue emitida antes de que
la Suprema Corte establezca el criterio que actualmente sostiene para distinguir entre normas auto y hete-
roaplicativas, y proviene de la Séptima Época del Semanario Judicial de la Federación.
73 Véase “LEYES, AMPARO CONTRA. EL CUMPLIMIENTO DEL QUEJOSO POR IMPERATIVO LEGAL ES ACTO DE

APLICACIÓN QUE PUEDE SERVIR DE BASE PARA EL CÓMPUTO DEL PLAZO DE IMPUGNACIÓN”, Pleno, Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 316, p. 372. Esta tesis
ya fue sostenida por la Suprema Corte luego de establecer el criterio que actualmente sirve para distinguir
entre normas auto y heteroaplicativas.
74 De acuerdo con la fracción I de los artículos 2º del Código Fiscal de la Federación y 1º de la Ley del

Impuesto sobre la Renta vigente en el año 2003, las personas residentes en México que obtengan algún
ingreso están obligadas al pago de dicha contribución, deber jurídico que parte —quiéralo o no el propio
contibuyente— sólo cuando obtiene algún ingreso, mientras que al no incurrir en dicho supuesto las dis-
posiciones relativas a ese impuesto de ninguna manera inciden en su esfera jurídica la cual se mantiene
incólume, aunque siempre se deben considerar las particularidades relativas a causación, determinación,
época de pago y exigibilidad, de la obligación tributaria (véase RODRÍGUEZ LOBATO, Raúl Germán, Derecho
fiscal, 2ª ed., México, Harla, S.A., pp. 109-128).
75 De acuerdo con el artículo 26 bis de la Ley Federal del Derecho de Autor, reformado por decreto

publicado el 23 de julio de 2003 en el Diario Oficial de la Federación, si alguna persona transmite o comu-
nica, públicamente, una obra artística, debe pagar una suma por concepto de regalías al autor de la misma
o a la sociedad de gestión colectiva que lo represente; entonces, no es sino hasta que aquella persona rea-
liza la comunicación o transmisión que nace su obligación de pago —y su consiguiente perjuicio—, en
tanto que si omite dicha acción el precepto citado en nada afecta su situación jurídica.
220 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

Obviamente, el más claro ejemplo de normas heteroaplicativas si-


guen siendo las de carácter punitivo, es decir, aquellas que señalan una
sanción contra el sujeto que realizó una conducta antijurídica, que sólo
puede aplicarse en una determinación de autoridad que la individualiza,
notables en las legislaciones penal y de responsabilidades de servidores
públicos.
Por exclusión respecto de las normas autoaplicativas, y fundiendo los
conceptos que sobre éstas vertieron los maestros Burgoa y Noriega,
expresados líneas arriba, podemos definir —teórica no dogmática-
mente— a las normas heteroaplicativas como aquellas que por su sola
expedición y vigencia no afectan la situación jurídica de los sujetos a
los cuales se dirigen.

V. LA OPINIÓN ACTUAL DE LA SUPREMA CORTE

1. La individualización de los efectos de las normas generales

El criterio actual de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para


distinguir entre normas auto y heteroaplicativas, se basa en la indivi-
dualización condicionada o incondicionada de sus efectos. El rubro y el
texto de esta tesis jurisprudencial a que dio origen son los siguientes:

LEYES AUTOAPLICATIVAS Y HETEROAPLICATIVAS. DISTINCIÓN BASADA EN EL CONCEP-


TO DE INDIVIDUALIZACIÓN INCONDICIONADA. Para distinguir las leyes autoaplica-
tivas de las heteroaplicativas conviene acudir al concepto de individualización
incondicionada de las mismas, consustancial a las normas que admiten la proce-
dencia del juicio de amparo desde el momento que entran en vigor, ya que se
trata de disposiciones que, acorde con el imperativo en ellas contenido, vincu-
lan al gobernado a su cumplimiento desde el inicio de su vigencia, en virtud de
que crean, transforman o extinguen situaciones concretas de derecho. El con-
cepto de individualización constituye un elemento de referencia objetivo para
determinar la procedencia del juicio constitucional, porque permite conocer, en
cada caso concreto, si los efectos de la disposición legal impugnada ocurren
en forma condicionada o incondicionada; así, la condición consiste en la reali-
zación del acto necesario para que la ley adquiera individualización, que bien
puede revestir el carácter de administrativo o jurisdiccional, e incluso com-
prende al acto jurídico emanado de la voluntad del propio particular y al hecho
jurídico, ajeno a la voluntad humana, que lo sitúan dentro de la hipótesis legal.
De esta manera, cuando las obligaciones derivadas de la ley nacen con ella
misma, independientemente de que no se actualice condición alguna, se estará
en presencia de una ley autoaplicativa o de individualización incondicionada; en
cambio, cuando las obligaciones de hacer o de no hacer que impone la ley, no
surgen en forma automática con su sola entrada en vigor, sino que se requiere
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 221

para actualizar el perjuicio de un acto diverso que condicione su aplicación, se


tratará de una disposición heteroaplicativa o de individualización condicionada,
pues la aplicación jurídica o material de la norma, en un caso concreto, se halla
sometida a la realización de ese evento.”76 (cursivas añadidas)

En realidad este criterio no es de reciente creación, ya que desde


1968 don Mariano Azuela Rivera lo esbozó con los mismos elementos
que se incluyen en la tesis que acabamos de transcribir,77 sostenida por
el Pleno de la Suprema Corte a partir de 1996 según los precedentes
relacionados con ella.
Como se desprende del texto de esta jurisprudencia, una norma ten-
drá carácter autoaplicativo si impone un deber lato sensu que cause
agravio al sujeto a quien se dirige, sin necesidad para que se origine su
obligatoriedad de un hecho diferente a su vigencia. Pongamos un ejem-
plo: Imaginemos una norma que imponga a todas las sociedades mer-
cantiles —por el mero hecho de ser tales— un impuesto anual por el
10% del valor de su capital social; en tal caso, la observancia del impe-
rativo que contiene la norma será de efecto inmediato para toda socie-
dad mercantil, pues no requiere de la realización de un hecho distinto a
su vigencia, para alterar el catálogo de derechos y obligaciones que
tienen esas corporaciones —que constituye su situación jurídica de
acuerdo con Bonnecase78— creando inmediatamente para ellas la obli-
gación de solventar ese impuesto aunque ello deba suceder meses des-
pués; por lo tanto, dicha norma tendrá carácter autoaplicativo.
Por el contrario, la norma será heteroaplicativa o de obligatoriedad
mediata, si es necesaria la existencia de un hecho —no estrictamente un
acto, y mucho menos que éste provenga de una autoridad—, diferente
a su sola vigencia, para que afecte la situación jurídica del sujeto a
quien se dirige.
Utilicemos para ejemplificar las normas heteroaplicativas el impues-
to sobre la renta.79 Es claro que mientras alguna persona no perciba
algún ingreso, no tendría obligación de pagar el mencionado tributo y
le resultaría absolutamente indiferente la constitucionalidad de las nor-
mas que lo regulan; sin embargo, si una sociedad mercantil obtiene
alguna utilidad, ese hecho propio de la empresa contribuyente —que no
requirió un acto aplicativo de autoridad— causa dicho tributo pues se

76 Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, T. I, Materia Constitucional,


tesis 328, p. 383.
77 Cfr. BURGOA ORIHUELA, op. cit., nota 48, pp. 223-224; y NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, pp. 143-144.
78 Cfr. ibidem, pp.148-149.
79 Véase supra, nota 74.
222 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

colocó en el supuesto legal que lo establece y nace una obligación fis-


cal a su cargo que modifica su situación jurídica,80 y es en este momen-
to que la norma en cuestión le ocasiona perjuicio al imponerle una
nueva obligación: el pago del impuesto sobre la renta sobre el ingreso
percibido, aunque ésta sea posteriormente exigible.81
Lo mismo puede decirse sobre el pago de regalías por la comuni-
cación o transmisión públicas de obras artísticas, que señala el artículo
26 bis de la Ley Federal del Derecho de Autor. La sola expedición y
vigencia de la reforma que estableció el texto vigente de ese precepto,
publicada el 23 de julio de 2003, no afecta a ninguna persona sino hasta
que efectivamente comunique o transmita una determinada obra artísti-
ca; en tanto dicho acto no se produzca, la mencionada disposición en
ningún modo incide en la situación jurídica de algún sujeto, creando a
su cargo una nueva obligación de pago a favor del autor o la sociedad
de gestión colectiva que a éste represente.

2. El “primer acto de aplicación” de las normas generales

Debido al criterio de individualización condicionada o incondiciona-


da, distintivo de la aplicabilidad de normas generales y determinante en
la procedencia del juicio de amparo y la controversia constitucional,
surge un nuevo problema: establecer cuál sería el “primer acto de apli-
cación” de las normas heteroaplicativas, dificultad que no existía pues
dicho acto tenía que provenir de una autoridad, salvo lo ya dicho sobre
el realizado por un particular en virtud de un mandato legal.82
Para determinar el “primer acto de aplicación” de una norma general,
es preciso no confundir la existencia del deber jurídico que impone,83
con su exigibilidad y su cumplimiento, que respectivamente aluden a
los perjuicios “jurídico” y “material” que ocasiona. Para ilustrar lo
anterior, deliberadamente escogimos ejemplos de la materia fiscal por-
que en ella son notables los problemas que esta cuestión provoca, pues
mientras algunos tribunales por ejemplo han sostenido acerca del im-
puesto sobre la renta, que las normas relativas no ocasionan agravio al
quejoso sino hasta que efectúa el pago de ese tributo porque hasta
entonces ese sujeto no ha sufrido afectación alguna, otras instancias en

80 “...la obligación fiscal nace en el momento en que se realiza el hecho imponible...” (cursivas añadi-

das), RODRÍGUEZ LOBATO, op. cit., nota 74, p. 120.


81 Cfr. ibidem, pp. 125 y 127.
82 Cfr. supra, nota 72.
83 Si bien una norma jurídica puede alterar la situación de una persona al otorgarle una prerrogativa de

la que antes carecía, esto por supuesto no puede causarle agravio y haría improcedente el juicio de amparo.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 223

cambio han resuelto que el “primer acto de aplicación” de las normas


que regulan ese tributo, consiste en la realización de los supuestos de
causación del mismo; lo que por lo menos implica absoluta oscuridad
en la interpretación de las normas que rigen la procedencia del juicio de
amparo contra normas heteroaplicativas y de la jurisprudencia de la
Suprema Corte, extensible en lo conducente a la procedencia de la con-
troversia constitucional.84
Señalamos que la situación jurídica de una persona puede modificar-
se al imponerle una norma general un nuevo deber jurídico, por su sola
vigencia o al cumplirse la condición que individualiza sus efectos, que
altera el conjunto de derechos y obligaciones que la constituyen, lo
que ocasiona un “perjuicio jurídico” para el sujeto en cuestión; esto debe
distinguirse del “perjuicio material” que ese mismo sujeto padecería
por el efectivo cumplimiento de lo dispuesto en la norma general, ac-
tualizado sólo cuando efectúa el acto (pago, entrega de un bien, etc.) u
omisión que la norma le impone, lo cual bien puede ocurrir simultánea-
mente con el surgimiento del “perjuicio jurídico” o con posterioridad.
Que no sea imperativo el cumplimiento material inmediato del deber
impuesto a alguna persona por una norma general, al haber un plazo
suspensivo85 para ello —como sucede con muchas obligaciones fis-
cales—, no implica la inexistencia del mismo y el consiguiente agravio
del que pudiera dolerse la persona sobre quien recae, pues de dicha
modalidad únicamente depende la mera exigibilidad de ese cumpli-
miento, no la modificación de la situación jurídica del sujeto en cues-
tión, que fue en realidad alterada por la realización de la condición que
particularizó a su respecto el mandamiento de la norma general.
Coincidimos con el maestro Noriega86 en que basta el “perjuicio
jurídico”, la sola variación de la situación jurídica del sujeto cuya con-
ducta regula la norma, para que ésta le ocasione agravio bastante para
su legitimación activa en el juicio de amparo o la controversia constitu-
cional, y pensamos ese es el momento en que verdaderamente surge el
interés procesal del agraviado para impugnar la norma que le afecta;87

84 “The differences in interpretation among various courts are symptomatic of the lack of clarity of

interpreted rules” (“Las diferencias de interpretación entre diversos tribunales son sintomáticas de la falta
de claridad de las reglas interpretadas”, trad. del autor), WRÓBLEWSKI, Jerzy, The judicial application of law,
trad. de Jerzy Wróblewski et al., Dordrecht, Kluwer, 1992, p. 124, n. 14.
85 Cfr. GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ, Ernesto, Derecho de las obligaciones, 13ª ed., México, Porrúa, 2001,

p. 950.
86 Cfr. NORIEGA CANTÚ, op. cit., nota 36, p. 155.
87 Cfr. “INTERÉS JURÍDICO, COMPROBACIÓN DEL.”, Pleno, Apéndice al Semanario Judicial de la Federa-

ción 1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 283, p. 336; y “ACTIVO DE LAS EMPRESAS, IMPUESTO AL.
EXTREMOS QUE DEBE PROBAR UNA EMPRESA, PARA ACREDITAR SU INTERÉS JURÍDICO PARA IMPUGNAR EL RE-
224 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

sin negar desde luego que un “perjuicio material” constituye un agravio


a la persona que sostiene la inconstitucionalidad de la norma que lo
origina, que en realidad deriva del “perjuicio jurídico” que ocasiona la
sola colocación del quejoso en los supuestos que dicha regla prevé. Si
no fuera el “perjuicio jurídico” sino el “material” quien origina agravio
al quejoso y le otorga legitimación activa, sería inexplicable la proce-
dencia del juicio de amparo contra multas o sentencias definitivas civi-
les y mercantiles, que no han sido ejecutadas, porque a pesar de causar
un perjuicio “jurídico” a la persona contra quien se dirigen, aún no le
han ocasionado un agravio “material”.
Sentado lo anterior, estudiaremos someramente los criterios que la
Suprema Corte ha establecido para determinar el “primer acto de apli-
cación” de una norma general, para efectos de la procedencia del con-
trol constitucional.
La Segunda Sala ha establecido jurisprudencia88 en el sentido de que
la aplicación de la norma debe ser actual y concreta, pues la inminen-
cia de que ella ocurra no actualiza o concreta el perjuicio en la esfera
jurídica del gobernado de manera real y actual (cursivas añadidas). Por
otro lado, la opinión del Pleno sostenida en al menos dos criterios
jurisprudenciales,89 puede entenderse en el sentido de que el primer acto
de aplicación de una norma se da por la realización de un perjuicio
material al quejoso, aunque la última tesis que referimos manifiesta que
“el perjuicio a la esfera jurídica del gobernado podrá surgir […] de
aquel acto por medio del cual él mismo se coloca en [las hipótesis pre-
vistas por la ley]”. Por último y con posterioridad a los criterios del
Pleno citados, la Segunda Sala sostuvo en tesis aislada90 que el primer
acto de aplicación de una norma será “aquel que trasciende a la esfera
jurídica del gobernado generándole un perjuicio que se traduce en una
afectación o menoscabo a su patrimonio jurídico”.
Nos hallamos entonces con el dilema de saber, para efectos de la pro-
cedencia de los medios de control constitucional, cuál de los siguientes
“actos” debe entenderse como el “primero” en aplicación de una norma

GLAMENTO DE LA LEY QUE LO ESTABLECE.”, Tercera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Octava
Época, T. V, Primera Parte, enero a junio de 1990, tesis XCIII/93, p. 154.
88 “LEYES HETEROAPLICATIVAS. SI SE RECLAMAN POR ACTOS INMINENTES Y NO POR ACTOS CONCRETOS YA

REALIZADOS, ES IMPROCEDENTE EL JUCIO DE AMPARO.”, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación


1917-2000, T. I, Materia Constitucional, tesis 341, p. 396.
89 Supra, notas 72 y 73.
90 “LEYES. EL PRIMER ACTO DE APLICACIÓN QUE PERMITE IMPUGNARLAS EN AMPARO ES AQUEL QUE TRAS-

CIENDE A LA ESFERA JURÍDICA DEL GOBERNADO, CAUSÁNDOLE UN PERJUICIO, CON INDEPENDENCIA DE QUE SU
FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN SEA O NO CORRECTA.”, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación
y su Gaceta, Novena Época, T. XII, diciembre de 2000, tesis 2a. CLXXV/2000, p. 447.
LA PROCEDENCIA DEL CONTROL CONSTITUCIONAL... 225

general: a) el hecho lato sensu que coloca al agraviado bajo los supues-
tos de la norma y altera su situación jurídica mediante la imposición de
un nuevo deber jurídico, es decir la “condición” que determina la indi-
vidualización de sus efectos, o b) el hecho lato sensu que le ocasiona
un perjuicio material y concreto, a través del cumplimiento real de ese
deber jurídico. La cuestión no es de poca monta, pues es común que el
agraviado omita impugnar la norma que le afecta sólo por haberse colo-
cado en sus supuestos, y la reclame luego de su cumplimiento volun-
tario o exigido por un acto ajeno, pues aunque ambos son aplicativos de
la norma, sólo uno de ellos puede ser el “primero”. De acuerdo con lo
manifestado en los primeros párrafos de este numeral y con apoyo en la
jurisprudencia de la Suprema Corte, consideramos que el “primer acto
de aplicación” de una norma general, es aquel hecho lato sensu por el
cual un sujeto se coloca en la hipótesis que ésta contiene y altera in-
mediatamente su situación jurídica imponiéndole un deber jurídico que
antes no tenía o eliminando una prerrogativa a su favor, no obstante
que el cumplimiento material de la obligación que la norma le impone
se sujete a un plazo suspensivo, cuya realización indudablemente sería
un “acto de aplicación” pero no original sino posterior, lo cual a nuestro
parecer no se opone al criterio que sostiene ahora ese Alto Tribunal para
distinguir entre normas auto y heteroaplicativas.

VI. CONCLUSIONES

Primera. El actual criterio de la Suprema Corte que distingue entre nor-


mas de individualización condicionada o incondicionada, es adecuado
no sólo al sentido de los textos de la Ley de Amparo y la Ley Regla-
mentaria del artículo 105 constitucional, a cuya aplicación sirve, sino
también a la complejidad de las normas generales que integran nuestro
orden jurídico.
Segunda. Puede decirse que la oportunidad para impugnar alguna
norma general en el juicio de amparo o la controversia constitucional,
es el momento en que altere la situación jurídica del agraviado, impo-
niéndole un nuevo deber jurídico o privándolo de un derecho, pues en
ello consiste el perjuicio necesario y bastante para su legitimación acti-
va en esos procesos constitucionales.
Tercera. Es indiferente, de acuerdo con el criterio actual de la Su-
prema Corte, si esta afectación deriva de un acto de autoridad, un acto
propio del agraviado o un particular, o de un hecho en sentido estricto,
ajeno a la voluntad de alguna persona, para calificar una norma de
226 RUBÉN A. SÁNCHEZ GIL

“heteroaplicativa” y situarla respecto de las consecuencias jurídicas


derivadas de tal calidad.
Cuarta. Debe considerarse el hecho lato sensu que condiciona la
individualización de los efectos de una norma general como “primer
acto de aplicación” de la misma, si de él proviene inmediatamente la
alteración de la situación jurídica de la persona a quien se dirige, pues
los perjuicios materiales que la norma en cuestión pueda ocasionar, en
realidad son de carácter contingente y no son determinantes para que el
agraviado tenga legitimación activa en el juicio de amparo o la contro-
versia constitucional, pues debe atenderse preferentemente al perjuicio
jurídico que se le ocasione.

VII. FUENTES

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LEY FEDERAL DEL DERECHO DE AUTOR.
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