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Propiedad Privada

PECADOS U ACCIONES CONTRA EL SEXTO MANDAMIENTO:


NO ROBARÁS
Los siguientes son ejemplos de pecados u acciones contra el sexto mandamiento. La
enumeración no es taxativa y no es la misma en todos los países (ya que la concepción de
propiedad varía según el tiempo, la sociedad, la cultura y el lugar).

Hurto
Hurta quien se apodera ilegítimamente de una cosa mueble, total o
parcialmente ajena.

Robo
Roba el que se apodera ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente
ajena, con fuerza en las cosas o con violencia física en las personas, sea que la
violencia tenga lugar antes del robo para facilitarlo, en el acto de cometerlo o
después de cometido para procurar su impunidad.

Extorsión
Extorsiona el que con intimidación o simulando autoridad pública o falsa orden
de la misma, obliga a otro a entregar, enviar, depositar o poner a su disposición
o a la de un tercero, cosas, dinero o documentos que produzcan efectos
jurídicos.

Defraudación
Defrauda a otro el que actúa con nombre supuesto, calidad simulada, falsos
títulos, influencia mentida, abuso de confianza o aparentando bienes, crédito,
comisión, empresa o negociación o valiéndose de cualquier otro ardid o engaño.

Usura
Realiza usura el que, aprovechando la necesidad, la ligereza o la inexperiencia
de una persona le hace dar o prometer, en cualquier forma, para sí o para otro,
intereses u otras ventajas pecuniarias evidentemente desproporcionadas con su
prestación, u otorgar recaudos o garantías de carácter extorsivo.

Quiebra fraudulenta
Quiebra fraudulentamente el comerciante declarado en quiebra que, en fraude
de sus acreedores, incurre en algunos de los hechos siguientes:

1º Simula o supone deudas, enajenaciones, gastos o pérdidas;


2º No justifica la salida o existencia de bienes que debiera tener; substrae u

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oculta alguna cosa que correspondiere a la masa;


3º Concede ventajas indebidas a cualquier acreedor.

Usurpación
Usurpa:
1º el que por violencia, amenazas, engaños, abusos de confianza o
clandestinidad despoja a otro, total o parcialmente, de la posesión o tenencia de
un inmueble o del ejercicio de un derecho real constituido sobre él, sea que el
despojo se produzca invadiendo el inmueble, manteniéndose en él o
expulsando a los ocupantes;
2º el que, se apodera de todo o parte de un inmueble, destruye o altera los
términos o límites del mismo;
3º el que, con violencias o amenazas, turba la posesión o tenencia de un
inmueble.

Daños
Daña el que destruye, inutiliza, hace desaparecer o de cualquier modo daña una
cosa mueble o inmueble o un animal, total o parcialmente ajeno.
También lo realiza el que altera, destruye o inutiliza datos, documentos,
programas o sistemas informáticos; o vende, distribuye, hace circular o
introduce en un sistema informático, cualquier programa destinado a causar
daños.

Falsificación
Falsifica quien imprime o hace una moneda que tenga curso legal en el país sin
autorización debida y el que la introduce, expende o pone en circulación como
así también el que falsifica moneda extranjera, los títulos de la deuda nacional,
provincial o municipal y sus cupones, los bonos o libranzas de los tesoros
nacional, provinciales y municipales, los billetes de banco, títulos, cédulas,
acciones, valores negociables y tarjetas de compra, crédito o débito, legalmente
emitidos por entidades nacionales o extranjeras autorizadas para ello, y los
cheques de todo tipo, incluidos los de viajero, cualquiera que fuere la sede del
banco girado.

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LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA PROPIEDAD PRIVADA


Propiedad privada y cristianismo1

Por Pacho O´ Donnell


Para LA NACION

En los últimos tiempos, el tema de la propiedad privada ha tomado vigencia. La


Iglesia Católica tiene una posición nítida sobre él, reiterada en multitud de
documentos, que puede sintetizarse en dos puntos: la propiedad es un derecho
natural y la propiedad tiene (debe tener) una función social.

Según el primer punto, la propiedad no es simplemente una costumbre social


fáctica sino un derecho natural, o sea, anterior y superior a toda legislación
humana sobre el tema. Es decir que todos los nacidos en la Tierra tienen
derecho, por naturaleza, a la propiedad, en primer término lo necesario para
vivir. Y si crecen sin tenerlo, ello es atentatorio contra un derecho natural y, por
ende, se cometería un pecado colectivo contra el plan de Dios.

Según el segundo punto acerca de la función social de la propiedad, no sólo el


propietario tiene el derecho de beneficiarse con sus posesiones, sino que
también tiene la obligación moral de extender los beneficios hacia el conjunto
de la sociedad a la que pertenece. El destacado teólogo catalán José Sols insiste
en que la Iglesia no ha puesto el énfasis necesario, ni en su prédica ni con su
ejemplo, en promover el deber social del multipropietario.

El papa Juan Pablo II, en una de sus encíclicas sociales, la Centesimus Annus , de
1991, con motivo del centenario de la primera gran encíclica social moderna,
la Rerum Novarum, de León XIII, afirmaba: "Dios ha dado la tierra a todo el
género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie
ni privilegiar a ninguno ( ) Es mediante el trabajo como el hombre, usando su
inteligencia y su libertad, logra dominarla y hacer de ella su digna morada. De
este modo se apropia de una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su
trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. Obviamente, le incumbe
también la responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte
del don de Dios; es más: debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la
tierra". Posición que no está lejos de la sostenida en el siglo XVII por el padre
del liberalismo, el filósofo inglés John Locke, quien acotaba el derecho de
propiedad a la tierra que se era capaz de trabajar.

1 Miércoles 06 de septiembre de 2006 | Publicado en edición impresa

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Para algunos teólogos de la Doctrina Social de la Iglesia, la propiedad sin


trabajo previo queda puesta en cuestión, incluyendo las propiedades obtenidas
sin esfuerzo y las heredadas. Esa era la opinión del patriarca de Constantinopla,
San Juan Crisóstomo, a fines del siglo IV d.C.: "Dime, ¿de dónde te viene a ti ser
rico; de quién recibiste la riqueza?, y ése, ¿de quién la recibió? Del abuelo, dirás,
del padre. ¿Y podrás, subiendo el árbol genealógico, demostrar la justicia de
aquella posesión? Seguro que no podrás, sino que, necesariamente, su principio
y su raíz han salido de la injusticia". San Ambrosio, obispo de Milán, también
en el siglo IV d.C., confirmaba: "¿Hasta dónde pretendéis llevar, oh ricos,
vuestra codicia insensata? ¿Acaso sois los únicos habitantes de la tierra? ¿Por
qué expoliáis a los que son de vuestra misma naturaleza y vindicáis para
vosotros solos la posesión de toda la tierra? En común ha sido creada la tierra
para todos, ricos y pobres, ¿por qué os arrogáis el derecho exclusivo al suelo?".
Eran tiempos en que el trabajo agrícola era la fuente exclusiva de recursos,
distante aún el desarrollo de la industrialización. Por lo tanto, la referencia a la
"tierra" en estos párrafos debe ser tomada como metáfora de "sistema
productivo".

La dolorosa realidad es que en la sociedad actual se da validez sólo al primer


término del concepto cristiano de "propiedad", obviándose su función social. Es
entonces cuando toma sentido lo de "privada", por cuanto "priva" a los demás
de su goce y uso. El propietario hará valer que tiene derecho legal a sus bienes,
a todos los que su ambición alcance, porque posee las escrituras
correspondientes y porque, en el mejor de los casos, paga impuestos por ellos.
Los medios masivos se encargan de mostrar a los insaciables acumuladores de
bienes como "triunfadores", ofreciéndolos como modelos de identificación
social. También a San Ambrosio pertenece una frase notable: "La naturaleza
engendró el derecho común; el uso establecido, el derecho privado".

¿Hace falta recordar que de los 6000 millones de habitantes de la Tierra 2800
millones viven con menos de 2 dólares al día, y de éstos, 1200 millones con
menos de 1 dólar al día? (PNUD) ¿De lo que puede deducirse, cristianamente,
que hay demasiados pobres? ¿No estremece saber que el patrimonio de las tres
personas más ricas del mundo es equivalente al de los 40 países más pobres del
mundo? Es obvio, entonces, que la función social de la propiedad privada está
lejos de cumplirse, aunque hay ciudadanos y empresas que son una encomiable
excepción.

Los evangelios ponen en boca de Jesucristo varias opiniones sobre el tema:


"Dejaos de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las
echan a perder, donde los ladrones abren boquetes y roban" (Mateo 6,19);
"nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al
otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al

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dinero" (Mateo 6,24). Y cuando un joven rico, que cumplía con los
mandamientos, se le acercó preguntándole qué más tenía que hacer para ganar
la vida eterna, Jesús le dijo: "Una cosa te falta: vete a vender lo que tienes y
dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y, anda, sígueme a mí" (Marcos
10,21). Es decir que lo instaba a cumplir con la función social de la riqueza.

"Enfermedad es del estómago retener y no distribuir los alimentos, pues con


ello perjudica al cuerpo entero. Así, enfermedad o maldad es de los ricos
retener para sí lo que tienen, pues eso es perdición suya y de los demás. El ojo, a
su vez, recibe toda la luz, pero no la retiene para sí solo, sino que alumbra a
todo el cuerpo. Y es que, mientras sea ojo, no pertenece a su naturaleza retener
toda la luz. ( ) Así, también vosotros, cuanto fuere puesto en vuestras manos no
lo retengáis para vosotros solos, pues perjudicáis al bien común; pero, antes que
a nadie, os perjudicáis a vosotros mismos" (San Juan Crisóstomo, Homilía X, 4 ).
Es decir que la doctrina cristiana no condena la posesión de bienes, sino el
destino que se da a ellos. Este es el sentido de la parábola evangélica de los
talentos (Mateo 25 y Lucas 19), en la que el señor premia a los siervos que han
dado fruto con lo recibido y condena al siervo que no ha construido nada con la
parte recibida. Puede asimismo homologarse la posesión abusiva de bienes con
la depravación de algunos políticos de considerarse "dueños" de un cargo o
función y pretender eternizarse en él, como si se tratase de una propiedad
privada.

El Concilio Vaticano II (1962-1965), promovido por el recordado Juan XXIII,


daría algunos pasos decisivos hacia un compromiso real y no retórico en el
tema que nos ocupa, sensibilizado por la situación de miseria y desprotección
de cientos de millones de seres humanos, todos ellos con derecho teórico de
propiedad, pero que en la práctica no tienen nada porque se les ha quitado lo
que poseían o se les ha negado toda posibilidad de acceso a aquélla. Un avance
consistió en definir como "propiedad" también a "los bienes inmateriales, como
es la capacidad profesional", es decir, poseer acceso al conocimiento tecnológico
que es hoy decisivo en cavar la zanja entre progreso y atraso, y cuya
"propiedad" es disputada por los poderosos del planeta. También establece que
la propiedad no es sólo privada, sino que también puede ser pública,
estableciendo que "a la autoridad pública toca, además, impedir que se abuse de
la propiedad privada en contra del bien común". Esta última consideración
llevó al Concilio a hablar de la necesidad de cambios en el actual (des)orden de
cosas: "Son, pues, necesarias las reformas que tengan por fin, según los casos, el
incremento de las remuneraciones, la mejora de las condiciones laborales, el
aumento de la seguridad en el empleo, el estímulo para la iniciativa en el
trabajo; más todavía, el reparto de las propiedades insuficientemente cultivadas
a favor de quienes sean capaces de hacerlas valer". Es decir que también fijó el

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derecho a la expropiación "siempre que el bien común lo exija". Por supuesto


que esto no justifica andar cortando alambrados con prepotencia

También el papa Juan Pablo II se ocupó del tema en su Sollicitudo rei


socialis (SRS 42): "Hoy, vista la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión
social, este amor preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar
de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo,
sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor: no se
puede olvidar la existencia de esta realidad". Luego da un magnífico ejemplo
evangélico: "Ignorarlo significaría parecernos al «rico Epulón» que fingió no
conocer al mendigo Lázaro, postrado a su puerta ( Lucas 16, 19-31)".

Jean-Yves Calvez, destacado teólogo jesuita, en su libro Los silencios de la doctrina


social católica, denuncia un déficit de acción en los católicos: "La Iglesia ha
advertido acerca de algunas modalidades de propiedad y de capitalismo, pero,
en cambio, prácticamente nunca ha tomado posición acerca del capitalismo
mismo, entendiendo, por supuesto, que éste no se define sólo por el uso del
capital, cosa que encontramos en toda economía moderna, ni tampoco sólo por
el reconocimiento del derecho de propiedad en una sociedad, sino por algo
mucho más específico: hay capitalismo allí donde el capital, o bien los medios
de producción, está en manos de pocas personas, mientras que la inmensa
mayoría de hombres sólo puede aportar su trabajo al proceso de producción.
Esta situación contiene, por sí misma, un gran peligro de injusticia y de división
social. En consecuencia, ¿no habría que trabajar (los católicos) para superar esta
situación?".

No es vano recordar que, por no hacerlo, el marxismo, en su vertiente


comunista, adquirió un inmenso poder y llegó a dominar la mitad del mundo,
aprovechando el egoísmo y la indiferencia de los cristianos ante el infortunio
del prójimo.

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