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CIRCUIT CIRCUS - Circos, Intelectuales y Payasos

Circos, Intelectuales y Payasos


CIRCUIT CIRCUS
CIRCUIT CIRCUS

Circos, Intelectuales y Payasos


Jorge Castillo, Payaso
(Óleo sobre tela, 188 x 147 cm. Madrid, 1957).
CIRCUIT CIRCUS

Circos, Intelectuales y Payasos


Eduardo Subirats (ed.)

VALÈNCIA, 2017
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en,
o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni
por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por
cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

Creativitat & Recerca, nº 8

Colección dirigida por Ricard Silvestre

© Del texto: sus autores


© De la fotografía de cubierta: Fragmento de la obra Payaso (1957) de Jorge Castillo
© De la edición: Universitat de València, 2017

Coordinador editorial: Eduardo Subirats


Corrección: Centre de Documentació d’Art Valencià Contemporani - CDAVC
Diseño de la colección: Silvia Costa
Maquetación: Antonio J. Ballester

ISBN: 978-84-9133-101-8
Depósito legal: V-2593-2017

Impresión: La Imprenta Comunicación Gráfica


Tel. 96 134 12 77 - Fax. 96 134 03 82
laimprenta@laimprentacg.com

Impreso en España - Printed in Spain


INDICE

PRELUDIO

I. DE CIRCOS Y PAYASOS
13 1. EL PAYASO SAGRADO
Jorge Castillo (Ibiza)
27 2. CIRCUIT CIRCUS
Anita Pantin (New York, Caracas)

II. EL ENSAYO Y LA CULTURA DE LA DECADENCIA


39 1. LA DIFICULTAD QUE PRESENTA EL GUIARSE POR LAS
PROPIAS IDEAS
Martha Alzate (Pereira)
47 2. ENTRE EL ENSAYO Y EL PAPER: EL SUJETO DEL
DESMORONAMIENTO
Gergana Petrova (Sofía/Guanajuato)
53 3. A INDUSTRIA DOS PAPERS, O ACADÊMICO COMO EMPRESÁRIO
E O ENSAIO COMO INTERRUPÇÃO
Andre Cechinel (Santa Catarina)
59 4. LAS CONDICIONES POSMODERNAS DE LA CRÍTICA Y EL
LUGAR DEL ENSAYO
Leónidas Morales Toro (Santiago de Chile)
7
65 5. EL DECLIVE DE LA CULTURA Y EL AUGE DE LA VIOLENCIA
Silvia Garza (Ciudad de México)

III. REFORMAR, EDUCAR, EMANCIPAR


77 1. AMÉRICA ANTE LAS FAUCES FLORIDAS DEL MICTLÁN
Elías Morado (Ciudad de México)
85 2. EL ENSAYO COMO INSTRUMENTO DE REGENERACIÓN.
Christopher Britt (Washington D. C.)
91 3. ENSAYO SOBRE EL ENSAYO
Eduardo Subirats (Princeton)

IV. TRES ENSAYISTAS LATINOAMERICANOS: MARIÁTEGUI,


ARGUEDAS, FLORES GALINDO
97 1. EL ENSAYO Y EL VALOR DE LA EXPERIENCIA EN MARIÁTEGUI
Y ARGUEDAS
Carmen María Pinilla (Lima)
107 2. LA ESCRITURA Y EL LEGADO DE ALBERTO FLORES GALINDO
Gonzalo Portocarrero (Lima)

V. INTERMEZZO

125 1. DEL SONIDO EN RULFO A MURMULLOS DEL PÁRAMO


Julio Estrada (Ciudad de México)
147 2. SOBRE O BRASIL E A LUZ QUE AINDA BRILHA
Leca Kangussú (Ouro Preto)

VI. ESCLARECIMIENTO EN UNA EDAD DE DESTRUCCIÓN


161 1. ESCLARECIMIENTO EN UNA EDAD DE DESTRUCCIÓN
Eduardo Subirats (Princeton)
167 2. ESCLARECIMIENTO Y EL IMPERIO DE LA LIBERTAD
Christopher Britt (Washington D.C.)
173 3. ESCLARECIMIENTO DEL PODER
Paul Douglas Fenn (San Francisco)

VII. HOMENAJE A CÉSAR LEVANO Y POST-SCRIPTUM


187 1. ESCRITO A VOCES
Charlotte Burenius (Lima)
193 2. POST-SCRIPTUM. JUAN GOYTISOLO: MEMORIA Y EXILIO
Eduardo Subirats (Princeton)

8 EPÍLOGO
199 BREVE CRÓNICA DE CIRCUIT CIRCUS
PRELUDIO

El liberalismo postdemocrático se distingue por la ausencia de


voces y debates intelectuales independientes, por la falta de una con-
ciencia social autónoma con respecto a los sistemas de propaganda, y
por el triunfo incontestable de la vigilancia electrónica y el espectácu-
lo. Un mundo de ruinas que ha degradado la función del esclareci-
miento a la repetición de lingüísticas políticamente correctas: la paz
para designar la guerra, la democracia para definir los pentágonos de
poder, los derechos humanos como coartada de continuas atrocidades,
y la sustentabilidad para encubrir la destrucción masiva de los equili-
brios ecológicos y culturales de la tierra.
En la era en que el postintelectual asume los formatos del cono-
cimiento corporativamente departamentalizado, y se doblega a la ba-
nalización lingüística de la academia y el espectáculo, nosotros asumi-
mos la creatividad transgresora del Payaso sagrado. El que da risa 9
porque hace llorar. Y en la era en que las universidades asumen la de-
gradación masiva del pensamiento bajo el principio de su rentabilidad
económica, mantenemos el espíritu itinerante y lúdico del Circo.
El Circo en lugar del cubículo microintelectual. El Payaso míti-
co en lugar del burócrata académico. Y la reflexión artística e intelec-
tual en torno a un mundo dividido en lugar de los formatos de repro-
ducción técnica de las lingüísticas corporativamente vigiladas.
Por eso llamamos la atención, desde Santiago de Chile, Lima,
Bogotá o Bucaramanga, sobre la degradación académica del ensayo.
Y defendemos el ensayo independiente como expresión del rigor, la
honestidad y la libertad intelectuales. Por eso definiremos a lo largo de
este camino el esclarecimiento filosófico, político y técnico en una
edad de espectáculo y destrucción.

Eduardo Subirats
Bucaramanga, Mayo de 2017

10
I
DE CIRCOS Y PAYASOS
JORGE CASTILLO

1
EL PAYASO SAGRADO

Hace algunos meses, quizás un año, Eduardo Subirats me sugi-


rió que hiciera, que escribiera o que dijera algo sobre el tema de Paya-
so Sagrado.
- Porque este tema?
Porque Eduardo vio un cuadro mío que le impresionó, un cua-
dro grande del año 57 me parece… o 58, que le impresionó como
pintura y le impresiono también como filosofo.
Lo vio distinto, a distintos niveles, lo pudo sentir y pensó que
había algo de sagrado, algo de inteligente, una inteligencia de un tipo
muy especial de esa figura humana, de un actor del circo. Lo llamó
directamente el Payaso Sagrado y me dijo haz algo sobre este tema, y
yo le dije: “Naturalmente”, le conteste que sí, pero que supiera que, al
poder hablar de payasos, hablaría de él y de mi, como payasos que 13
somos dentro del mundo de arte y filosofía él, y yo dentro del mundo
de la pintura. Considerados, seguramente por los sistemas como au-
ténticos payasos.
Esto es lo que le ha pasado a infinidad de grandes intelectuales
e incluso, yo diría, pequeños intelectuales, artistas todos esos persona-
JORGE CASTILLO

jes que van por el mundo ofreciendo su fantasía, su imaginación o la


precisión de sus análisis y esto les condena de alguna manera, condena
muy honorifica, les condena a ser una especie de payasos itinerantes
que se mueven por el mundo hablando. Y a Eduardo le pareció muy
bien, porque comprendió el sentido y además, coincide con lo que él
siempre ha pensado respeto al filósofo artista, considerándolo casi
como una especie de saltimbanqui que se mueve por un mundo. Por un
“mundo” porque probablemente es distinto al mundo tal como lo ve-
mos o lo consideramos generalmente.
Esa mente poliédrica que aun usando la farsa alcanza la inteli-
gencia como una revelación más de las que el universo nos hace llegar.
Hay que hablar de ello. Yo quiero hablar de ello.
Asistimos, creo, asombrados, siempre asombrados, a su miste-
rioso teatro. Estamos hablando, sin duda, de una visión, que solo es
fiel a la verdad de las cosas más allá de su apariencia.

14

Jorge Castillo, El payaso sagrado (video, 2017)


JORGE CASTILLO

En 1949, en Buenos Aires, conocí a un personaje maravilloso,


un gran payaso americano – Félix Adler. Félix Adler era extraordina-
rio en su presencia tanto en la pista, como luego, dos días después
cuando volví a verlo a iniciativa juvenil, puesto que yo tenía solo die-
ciséis años, entonces, al conocerlo en directo, recuerdo un personaje
único, una especie de sabio, que se movía de una manera difícil de
comprender. Que gesticulaba en el aire tanto en la pista como fuera de
la pista, de una manera extraña, con un poder simbólico maravilloso.
Entonces sí que este personaje influyó en mí y unos años des-
pués, me sentí capaz, finalmente de pintar un retrato a propósito de
él. Y fue ese mi primer payaso, ese payaso que Eduardo Subirats
contempló.
Hablamos de un complejo personaje, situado, generalmente,
en las fronteras de lo razonable y correcto, de lo grotesco y lo sim-
bólico. En el arte, como en la vida, luz y sombra nos hacen percibir,
ni mejor, ni peor – percibir, llegar a ver. Eso sí, que miremos una
obra pictórica como el payaso que interesó al filósofo o leamos algu-
nas líneas de un riguroso pensador, nos encontraremos con lo mismo
– la visión y la necesidad de comprender su mensaje. Leyendo a
Nietzsche, por ejemplo, maravilloso personaje inteligente nos decla-
ra “y como soportaría yo ser hombre si el hombre no fuese también
poeta y adivinador de enigmas”.
El payaso inteligente que se encarna en el actor cubierto de bri-
llantes colorines domina todas las tradiciones eclipsadas, acapara el
beneficio de una predictible inocencia, poseyendo como un rey mítico
esos silencios y vacíos que complotan contra nuestra mirada mortal.
El payaso que hay en él exhibe nuestras vidas casi con despre-
cio de los trazos milenarios de la sociedad e imita, hermético, nuestras
desgracias de una felicidad superflua, a veces, siempre obsesiva, y en 15
ocasiones, radiante.
En presencia de Félix Adler, el encuentro de mi adolescencia, el
arte resonaba con fuerza. Estaba en él sin más como la piel profunda y
de él brotaba el artificio y la total ausencia de teoría, el contacto eran
las estrellas.
JORGE CASTILLO

Su mundo, si es que hay todavía uno, él lo hizo como un oficio


sagrado, mensajero de un reino que quizá no exista en la virtualidad de
los sistemas.
Siendo un artista saltimbanqui, se convierte en el curioso ser
que elude la placidez burguesa para buscar su centro, el necesario ma-
nantial de las sedes del alma; probablemente, dado que suele estar
perdido en las inmensidades, Dios le resulta lejano.
A veces, de esa nada, de esa sensación de nada, surgen las luces
del espíritu.
El payaso sagrado busca esa realidad existente de los sabios,
realidad llena de actividad potente y primordial. Ese Dios tan alejado
e inalcanzable está en su conocimiento poético y su cálida objetividad.
“De los colores del mundo una porción se convierte en ver-
de, una porción se convierte en blanco de narciso” dice el Sufí
Yalal al Din Rumi y concluye diciendo que ese mundo “se convier-
te en una perla”.
No hay duda, la raíz de toda inteligencia es un afán inmenso.
¿Qué le permite al payaso sagrado percibir el prestigio a menudo ridícu-
lo de nuestra especie? Creo que consiste en que no ignora su grandeza,
ni el recorrido inmemorial desde el que el hombre aparece en la historia.
Filósofo, artista, el Payaso inteligente enarbola las cualidades
de una locura manejable. Cualidades indispensables en el arte, en oca-
siones una actitud astuta también, sus volteretas son lógicas al espacio,
y como las cabriolas de un juguete de cuerda - imagen de la fantasía.
Su mente evoluciona en el espacio y su ilusión es uno de noso-
tros cuando nos perdemos felicísimos en cualquier mero vaniloquio.
Félix Adler me dijo “llegan aquí, sin corazón”, se refería a los espec-
tadores de su circo, “llegan aquí, sin corazón, pero han comprado la
16 entrada”. Los hechos nada le dicen al artista, en el arte solo la simula-
ción y la realidad son ciertas. Frente al dato la inocencia resplandece y
vence la hipótesis infinita de Santayana.
El sagrado payaso inteligente es sobre todo hombre, “sin mun-
do”, diría Anders, “la larga lista de los parados, al perder su trabajo,
incluso perdieron ese mundo…” insiste el filósofo.
JORGE CASTILLO

Los espíritus itinerantes viven el mundo inviolable de lo que


existe por sí mismo.

“Aún no hemos nacido.


Aún no estamos en el mundo.
Aún las cosas no están hechas.”

Nos lo decía Artaud, convencido de que la banalidad es la situa-


ción única de nuestra vida. Es algo que podemos ver; en la cultura (y
cultura es todo), todo dormita hoy y quizás siempre, bajo el control
ilimitado de jerarquizadas instituciones, que sin vergüenza alguna im-
ponen modas de modelos nuevos y archivan lo que consideran memo-
ria inservible.
La farsa poética del payaso es lo viejo y lo nuevo. Es una farsa
que reúne lucidez con didáctica.
En ese otro mundo, como cielo inmutable, sobre todo hay ma-
gia y extrañeza, un repertorio interminable de sinsentidos fértiles que
alivian de cualquier académica rutina. Se impone en él a veces, solo es
ritual sin ritualidad, ingenuo y hermoso como un niño comiéndose una
a una las uvas de un Baco complaciente. Ritual de la pureza aunque al
payaso sagrado no le obsesiona lo puro ni lo impuro. Goethe nos habla
de ese mundo que nunca conoció, pero quizás por eso profeso de poe-
ta. Lo dice así:

“Llámalo como quieras,


Llámalo corazón, fortuna, amor, Dios,
No tengo ningún nombre
Para eso. Todo es sentimiento.”
17
Nos habla Goethe de un momento que evapora la fe, y surge,
enérgica y parlanchina la incredulidad respecto a cualquier cosa. Algo
así como un día sin ocaso, sumido en la abstracción.
Espectro de un vacío, común al hombre de hoy, a lo mejor de
ayer, está en la fuga atropellada de sonrisas y de amor, en las pala-
JORGE CASTILLO

bras sin filo de mensajes cobardes. El ocaso que esconde al miedo


que todo paraliza.
El payaso filósofo posee el verbo. No tributa al lenguaje, sabe,
como Mallarme: “No confundir lenguaje y verbo”.
Que solo hablen los árboles, podría decirnos Adler, el payaso
blanco. Byron fue un payaso sagrado, lo dejaremos hablar, nos hablara
siempre… continuamente como los grandes árboles.
“Dios es nada” es, sin duda, el hermoso y preciso lenguaje del
amor, el único posible, el de los extraviados fuera de sí.
Dostoievski pensaba que hemos creído ser una clase de huma-
nidad que nunca ha existido, que lo próximo será, pues, imaginarnos
nacidos de una idea, de unas docenas de palabras, de un plan astuta-
mente concebido.
Todo podría ser una mentira, el circo en el cual vivimos y nos
recreamos. En el juego virtual de sentirnos vivos, comenzamos a per-
cibirnos a nosotros mismos en las palabras nuevas.
Dijo Ciro Alegría que “el mundo es ancho y ajeno”, y el pensa-
dor itinerante sabiendo mucho de lo virtual y de lo ajeno como el pa-
yaso, vive en esa anchura provisional del mundo que no le pertenece.
No hay mucho de real a parte de una gran miseria. Todo es puro
encantamiento, menos el decaer constante de lo cotidiano.
Vivimos en el universo de las opciones que se excluyen, y así
cualquier anhelo se consume en sí mismo. El payaso pintor, infante
prisionero de sus imágenes, siempre supo que Venus se convirtió un
día sin ninguna fecha, en compañera de la Luna y que la Tierra y el
cielo son una promesa…
El bien común implica la consideración del porvenir, amigos
ensayistas afilen bien los lápices, porque la réplica de las costumbres,
18 ahora globales, arma sus bayonetas.
Pero esto es hablar como soldados. El payaso sagrado es tras-
gresión, del tiempo y la moral, de los espacios, una rotura de los poros
para que entren las canciones. Abrir el paso hasta las múltiples mane-
ras. Eliminar los círculos de lo que no se sale nunca. Perseverar en el
amor y erradicar el miedo de nuestro acontecer.
JORGE CASTILLO

Jorge Castillo, Palomares


(Óleo sobre tela, 300 x 611 cm. Boissano, 1967)

Fue Giacometti al dejar los cuerpos y los rostros, en un acuerdo


tácito, olvidados en el pensamiento, el que quebró las apariencias. Me
dijo “imposible acabar una cabeza”. Se remitió así al silencio y al es-
pacio solitario como un Heráclito artesano, buscó el refugio vacío de
lo particular y accesorio para poder adivinar las apariencias en la for-
ma. Me confesó que le desconsolaba y confundía el no poder tomar en
serio ningún criterio estético. Lo viejo había muerto y lo nuevo aún no
había nacido. Pensaba que la realidad es nada y al mismo tiempo que
vacía, es excesivamente cruel. Nada avanzaba o retrocedía en los vo-
lúmenes de yeso que llenaban su taller. En esa quietud blanca el tiem-
po dejaba de existir. Según él, la muerte hacia su ronda cada día en
busca de “Los cadáveres exquisitos”.
Su otro desconsuelo ocurría cada mañana al levantarse. Com-
prendía de pronto que las estatuas tienden a reemplazar lo vivo. Se
19
negaba a aceptar esa forma de la realidad. Me dio la impresión de pa-
recerse a ciertas palabras de Sartre sobre que los libros no morían si
permanecían quietos en un estante. Más bien se volvían inmortales.
De lo mejor del filosofo y lo más puro del escultor un rasgo
esencial se extendía pero Giacometti rechazaba toda inmortalidad.
JORGE CASTILLO

El payaso filosofo socava el espacio en el que vive con noso-


tros. Es su tarea de ratón riguroso.
Escribe en la ritualidad oscura algunas metálicas palabras fundidas
para un siempre jamás que alguien pronunciara. Todo en el parece póstumo
y verdadero; nos envuelve en su graciosa lógica, (siempre me ha hecho
reír); en su desamparo solidario nos espera sin abrir las puertas de su forta-
leza. Es propietario de un desierto interminable, tanto como si nunca hubie-
ra sido. Ese aire que rodea como aura la estructura totémica de su pensa-
miento… ¡Mágico proceso de la alquimia! Es deliciosamente vivo…
A veces un príncipe andrajoso se aproxima a nuestros universos
como atómica estrella, a la respiración incontrolada en un torrente de
energía, es el payaso inteligente que visita los cadáveres intactos de la
riqueza del pasado. Incluso del pasado abolido.
La clownerie de Beckett, se ha dicho, es una parábola negativa.
Se ha dicho que su parábola es el sinsentido del hombre, escrita para
mostrarnos al hombre sin sentido, lo cual vacía de moral la fábula, y
“no hay doctrina que enseñar”: El hombre sin mundo, sin las cosas del
mundo y además sin doctrina, entre la habitación y la farsa, el No Lu-
gar donde solo hay No Alma.
Si a veces la vida se parece a los despojos de una catástrofe,
sabe el payaso poeta remendarlo todo poniéndole “puntos suspensi-
vos” como pasivo albañil y provocar la risa o la sonrisa. Lo que jamás
hará es despreciar la vida, atreverse a negarla. Naturalmente, todo tie-
ne para él un código, una cifra aparente en la intermediación del diablo
y sus claves, la estética de la maldad.
Para el Bufón de siempre nunca tuvo el sentido contemplarse en
lo puro o en lo impuro.
Ya lo dije antes, En ese caso verdaderamente ambiguo, se acer-
20 caría a Dios alejándose al mismo tiempo de los humanos. Su carácter
sagrado se lo impide. Tenemos algunos la sensación que lo sagrado,
como la inteligencia, ocurre fluido en su silencio, que dura al infinito
entre sombras protectoras.
Se nutre de oscuridad para luego aparecer como luz única, cla-
ridad reveladora de los auténticos móviles humanos.
JORGE CASTILLO

Dice Borges: “Ser ciego tiene sus ventajas: yo le debo a la som-


bra algunos dones…” En su oscuridad, Borges dictaba sus palabras
mágicas a un amable amanuense.
Cuando Oscar Wilde decía “dele usted una máscara y dirá la
verdad”, se refería a sus contemporáneos y a sí mismo. El hombre le
preocupaba y le cansaba su idiotez.
En la paradójica naturaleza del ser humano se configura un la-
berinto en donde el payaso inteligente se pasea como ladrón, también
como filosofo o artista, ladrones todos ellos de la esencia; itineran in-
mersos en la claridad de las cosas.
Las breves palabras de Wilde pecan de realistas, desaniman, al-
gún móvil oscuro las propone, ese muro de lo puro y de lo impuro del
que hablamos y la realidad equivoca, el dato virtual, las formulas y las
ideologías. Nos empuja al vacío.
“La nada es una existencia prestada”, me dijo, encantador de
serpientes, una de esas noches Parisinas, Sartre.
El payaso Félix Adler me advirtió de lo mismo pero con otras
palabras, riendo compasivo de mi adolescente trayecto, de los torpes
tramites de mi ingenuo conflicto.
El payaso, al ser un gran farsante posee una verdad concreta, es
el apoyo de su infancia, el nido de sus convicciones ocultas, la pomada
que le cura. Enucleado de su núcleo social, comunica como risueño
mensajero, todo lo que creemos ser. Y él lo sabe, todo le es traslucido,
poeta y pensador atraviesan la resistencia opaca de las cosas.
La existencia humana, nos aclara el bufón, es desdichada, pero
procura realizarse sin embargo, en la totalidad perdida.
Eso le sirve para prosperar en la comicidad de sus piruetas.
En manos del payaso poeta somos arte. Si fuimos formas vacías,
él las completa en la ilusión. Casi un hermoso teatro sin – noso- 21
tros, el no – ser desnudo existencialista, como si naciéramos ¡al
fin! de una idea.
Pero no estoy seguro que seamos un ensayo de las inteligencias.
En cambio, si “gestos épicos para un uso discrecional”, como dijo
Bertold Brecht.
JORGE CASTILLO

El payaso inteligente es un gesto, una forma del verbo, la supe-


ración del lenguaje. Sus gestos en el aire de dibujos rituales modifican
algo, como a nosotros y él mismo cuando sale de sí y se prolonga en
el espacio y es instrumento de un mensaje. La utensilidad del payaso
inteligente, no merma al ser que vive radiante en su interior.
Simplemente le ayuda a extenderse libremente, ilimitadamente,
en la utopía de un mundo, un mundo a nuestra semejanza.
Lo que los artistas y los filósofos buscan, incluso sin saberlo, es
parecerse a la verdad honda que vive en las entrañas de la naturaleza,
“…del abra en que nace el torrente, salió una luz que nos iluminó por la
espalda. Era una estrella más luminosa y helada que la luna”, escribe
José María Arguedas en una de sus novelas maravillosas. Lo que no se
sabe se conoce, diría un quechua caminando sin prisas por un desierto
andino. Todo está en esa entraña, en esa amplitud de sus procesos crea-
dores de los procesos de la naturaleza. En ello nos topamos con los
principios del arte y del pensamiento, que aparecen los dos como emo-
ciones. Tiene la vida la capacidad de decidir por sí misma, desde luego,
de improvisar y de imponerse para honrar sus verdaderos móviles. La
vida en su plenitud, el origen de las verdaderas revoluciones.
El cuerpo que tenemos, que nos hace visibles, lo mismo que
viene del payaso más remoto, sabe regresar a él en el instante en el que
huye de nosotros la noción de presente y lo real nos encuentra desam-
parados en este desdibujado mundo. A veces, podríamos hablar de una
situación embrujada, o como una trampa tendida y un escape imposi-
ble del acontecer. Para el artista, el saltimbanqui, hay muchos horizon-
tes, muchos paisajes diferentes, un presente constante, el cinetismo de
la vida. Es soñador itinerante en esa ensoñación ilimitada y sin retorno
del espacio.
22 Saben los payasos filósofos que el mundo no puede dar conse-
jos, que permanece callado y absorto en sus primeros síntomas de una
incipiente esquizofrenia.
Vivimos ya dos guerras. Como consecuencia nos hemos incli-
nado poco a poco al egoísmo metafísico, llamémosle mejor solipsis-
mo. Probablemente para encontrar alguna forma de felicidad. Hubo
JORGE CASTILLO

payasos en las dos ocasiones, entre las ruinas de las dos guerras. Hay
que decir que algunos fueron impostores.
En una Europa crepuscular. “Últimos días de la humanidad” nos
anunció Karl Kraus en 1914. Freud en ese momento habló del “malestar
de la cultura”, y tuvimos un poeta de la guerra, un heroico Georg Trakl
que se volvió loco en la batalla de Grodek. Por allí merodeaban Hemin-
gway y Alexander Kerenski, siendo el americano conductor de una am-
bulancia y el ruso un líder menchevique. Muchos murieron atrapados en
una extraña perplejidad. Un día Virginia Wolf se arrojó al rio Ouse.
“siento que voy a enloquecer de nuevo”, alcanzó a decir.
La perentoria autoridad de un terrible mundo que se presentaba
como nuevo.
Pero volvamos a esos que hoy son artistas o filósofos. Hable-
mos de la gran preocupación de todos ellos, el mundo y el hombre
como especie desesperada.
¿Qué conciencia tenemos de esa desesperación? Los grandes
payasos inteligentes saben algo sobre esa cualidad subterránea, sobre

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Jorge Castillo, Somos nosotros


(Carboncillo y acrílico sobre madera, 200 x 200 cm, 2016)
JORGE CASTILLO

el pavimento que caminan, sobre su origen y su significado. Kafka nos


habló de ello y es la razón de su comicidad tan profunda.
Volvemos una y otra vez a saquear el mundo. Lo rompemos
todo y un día lo reconstruimos en un bucle imparable y hablamos de
todo eso que está roto y así seguiremos hablando y hablando y hablan-
do… interminablemente.
A la desesperación se suma el desconcierto y a él la perplejidad
ante la estupidez política, la hipocresía de la elegancia diplomática, la
táctica de los conflictos, la impostura de los gobernantes cómodos en
las mayores vergüenzas económicas.
Los payasos inteligentes lo contarán con palabras de fuego y
pagarán el precio.
Los desesperados que no son poetas ni filósofos, ven como el
mundo desaparece alrededor y solo pueden gritar, cantar y ponerse a
bailotear dando mil vueltas sin sentido. Se les toma por locos, por
borrachos, por atónitos y descontentos. Se les rodea con un gran vacío;
así que se apoderan de la calle para gritar, para gritar lo que no tienen
ni tendrán nunca. Perplejos ante un mundo que se desvanece. Simples
y quizás sagrados como todo lo que vive, o las cosas quietas y que nos
acompañan silenciosas durante toda nuestra parsimoniosa vida.
No obstante esta situación desprotegida intentamos formarnos
una idea del mundo, una figura envuelta en la melancolía, y así usando
las palabras hacemos aparecer ese mundo que pareció una vez perdido.
Buscamos en el aire una constelación de símbolos para poder
ver en la verdad o la mentira, la posibilidad que somos. Creemos que
a priori, siempre seguiremos siendo simples e inocentes.
Probablemente la naturaleza del mundo, poco tendrá que ver
con nuestros pensamientos, ya que no hay ningún posible realismo
24 que nos vincule a ese mundo; solo la fantasía puede hacerlo asumien-
do el misterio.
Hay que decir que acaso el arte sea la felicidad más claramente
dicha. El payaso poeta nos lleva a comprender la música esencial de
los lenguajes, y si lo que necesitamos es permanecer unidos cuerpo y
alma, es decir intactos, no hay ningún realismo que nos sirva.
JORGE CASTILLO

El mundo hoy, es ya virtualidad. No puede guiarnos, no nos


ofrece ejemplos, la ética que lo gobierna ya no sigue siendo una re-
flexión sobre la moral y las costumbres. De alguna manera ha dejado
el hombre de ser tratado como un fin en sí mismo.
Si bien las obras realizadas existen por sí mismas, ella sí, su
valor se remite a la posteridad, al capricho de los mercados.
En esta virtualidad que ya tiene sus años, se adelantó Holderlin
diciendo “ya no soy nada, ya no me gusta vivir”.
Anticipación de un poeta en un mundo enfermo. Esto no es nue-
vo. El poeta Bocangel en la decadencia española, ya denunciaba un
mundo que puede deshacerse y desaparecer, dijo:
“Huye del sol el sol, y se deshace
la vida en manos de la propia vida”…
De todas maneras, tiene la vida esa capacidad de decidir cuáles
son sus verdaderos móviles.
El gran momento ahora, es reconocerse en esta nueva situación.
Un mundo agobiante y agobiado de toda clase de conflictos. La muer-
te, el abandono, la negación, el miedo, lo precario.
La tercera gran guerra ha tenido lugar mientras dormíamos. Lo
imposible sucedió sin despertarnos. La prestidigitación de los poderes.
Es una guerra perdida o que perdimos en una larga noche.
Como en el amor, todo empieza otra vez sobre las ruinas.

25
ANITA PANTIN

2
CIRCUIT CIRCUS

It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine!

It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine!

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It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine! It’s gonna be just fine!
ANITA PANTIN

Mientras preparo estas páginas, me es imposible


olvidar que los venezolanos afrontamos una
dictadura forajida y cruel.
ANITA PANTIN

PRESOS POLÍTICOS EN VENEZUELA José Vicente García


10 de abril 2017
Jimmy Méndez

Dan Zambrano Miguel Carrasquel


Francisco José Coronel Lugo Braulio Jatar

Saumar De La Ossa Delson Guarate

Luis Antonio Lucena Piñero Yon Alexander Goicoechea Lara

Ronnie Alejandro Ramos Marchan Jheremy Bastardo Lugo

Santiago Guevara García Vilca Fernández


Andreas Díaz Del Nogal Javier Infante Pérez

Noel Ricardo Lugo Romero Humberto Yosuino


Javier Rafael Peña Yelut Naspe Iniestra

Freidi Rafael Montero Carlos Luis Jiménez Alfonzo

Yacson Enrique Lozada Matute Pablo José Molina Gíl


Ruben Augusto Bermúdez Oviedo Jesús María Alarcón Camacho

Juan Francisco Díaz Castillo Hector Alejandro Zerpa


Raúl Isaías Baduel Betty Grossi

Steyci Brigitte Escalona Mendoza Danny Gabriel Abreu Abreu

Gilber Caro Andrea Susana Gonzalez de León

Eduar Cogollo Pérez Eduardo Figueroa Marchena


Carlos Andrés García Edgar Bolívar Ramírez

Francisco Javier Cataño Correa Jauan David Poletti

José Javier Morales Alfonzo Antonio José Ledezma Díaz

Geralexys de Jesus Vargas Pacheco Pedro Rafael Maury Bolívar


29
Armenak Abure Granado Meza Peter Alexander Moreno Guevara

Michael Anthony Mardo Yatim Ricardo José Antich


Rafael Alejandro Liendo Luis Rafael Colmenares Pacheco
ANITA PANTIN

Luis Lugo Calderón Neri Córdova Moreno

Jesús Salazar Mendoza Cesar Orta Santamária

Henry Salazar Moncada Victor José Ascanio

Carlos José Esqueda Martínez Ruperto Chiquinquirá Sánchez

Franklin Fermín Hernández Hernández José Gregorio Delgado Vázquez

Carmen Alicia Gutiérrez Acevedo Ignacio Porras Fernández

José Gámez Bustamante Marcelo Eduardo Crovato Sarabria

Juan Miguel De Sousa Ángel Betancourt

Victor Andrés Ugas Chamel Akl

Gregory Sanabria Jan Carlos Nieto Quintero

Jhosman Paredes Oswaldo Hernández

Juan Pablo Giraldo Ochoa Raúl Emilio Baduel

María Elena Uzcátegui Daniel Omar Ceballos Morales

Gabriel Valles Sguerzi Leopoldo Eduardo López Mendoza

Lorent Enrique Gómez Saleh José Carlos Hernández Díaz

Leonel Sánchez Camero Rodrigo José Hernández Díaz

Efraín José Hurtado Rolando Guevara

Vasco Manuel Da Costa Otoniel Guevara

José Luis Santamaría Iván Simonovis Aranguren

Ronny José Navarro Rodriguez Juan Bautista Guevara

Jimmy Torres Erasmo José Bolívar

Antonio José Garbi González Hector José Rovaín

Renzo David Prieto Ramírez Marco Javier Hurtado

30 Carlos Pérez Arube José Pérez Salazar

Laided Salazar de Zerpa Fuente

Andrés Thompson Martínez FORO PENAL VENEZOLANO


ANITA PANTIN

31
ANITA PANTIN

ni imponga
una asociac
“Personare”
ión arbitrari
a

32
Lanzar a un pozo veinte años de imágenes
para que vivan juntas “a juro”.
ANITA PANTIN

A partir de los años 80 me he interesado Advance Studies in the Arts). Experimento


en el arte digital. Seguía sin rigor la de corta vida.
información que llegaba a Caracas.
Recuerdo haber dicho: esta herramienta El laboratorio (digo laboratorio y no taller)
puede interesarme cuando esté cerca de ella, ideal para artistas, contaba con los juguetes
tanto como un lápiz. Esta técnica, fue creada más preciados. Allí trabajaba horas y horas
por fríos ingenieros en laboratorios helados, diarias con jóvenes, casi todos hombres,
pensando que dichas tecnologías llegarian un que se sentían poderosos, muy poderosos:
día a ser tan íntimas como una prolongación dominaban “at a glance” cuanta tecnología
organica del cuerpo del creador. llegara a sus manos.
Empecé a ser testigo de un arte que daba
Creo que en gran medida, y existiendo coñazos en los ojos. El mundo se estaba
riesgos para al artista, las estas tecnologías llenando entusiasmado, sin remedio y “a
nos ofrecen nuevas herramienta, sin que eso millón” de imágenes huérfanas de memoria,
signifique abandonar la vigilancia ante su de sensaciones y de culturas, hechas por
poder de seducción. artistas que conocían solo la emoción que les
proporcionaba Star Wars.
Es por eso que llegué al Instituto de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Y solo porque me querían, y porque nos
Texas teníamos mucho respeto, después de bastante
en Austin. Ellos me abrieron las puertas a los esfuerzo,
laboratorios mas “cutting edge”; y participé y oyendo sus argumentos en contra las
en muchos proyectos de arte, educación y instituciones que rigen el arte, logré que
publicidad. unos pocos me acompañaran a la galería de
la Universidad, donde mostraban entre otros
Era un momento ideal, tantas cosas estaban a Bill Viola, de quien Peter Greenaway dijo: 33
empezando. En ese tiempo aparecieron los “Bill Viola is worth ten Scorceses”. Viola
primeros browsers. Pero me interesa hablar ya trabajaba en sus videos sobre la mística.
de mi experiencia en CASA (Center for También exponían a Tony Oursler con la
ANITA PANTIN

producción artística, regada en cuanta


obra “Guilty”, que hiela la sangre. Todo eso
entusiasmó a los más rebeldes. forma de almacenaje digital existe, algunos
documentos guardados en formatos ya
En la maravillosa biblioteca de aquel centro obsoletos.
les mostré a unos pocos artistas, todos Aquí hay cuadros al óleo que no existen en
de Estados Unidos, artistas suyos que no la tela, pero las pinceladas que vemos sí son
conocían. fotografías de mis trazos y vienen de cuadros
reales.
¡Gané una! ¡Y a los chamos, al menos por Hay sedas que invento partiendo de sedas de
unos minutos, se les movió el piso! No sé si la mejor calidad, que me proporcionan los
mi esfuerzo por darles un poco de su propia
verdaderos expertos en la tradición milenaria
cultura llegó a algo, si le vieron el queso a
de artesanía italiana. Aquí tengo el privilegio
la tostada, pero a mí me ayudo a entender
mucho sobre arte digital. de producir mi aporte para alta costura. La
“paleta” de colores y texturas completa en
CircuitCircus junta, digitalmente y sin escena, el espíritu de una soprano dramática.
anestesia, partes de mi producción en
pinturas al óleo, escenografía, vestuario, Y claro está, fotografío con la misma
animaciones, videos, moda, dibujos, VJ finalidad, fragmentos de obras de otros
Vejay (videos manipulados en vivo), y artistas que encuentro en cuanto medio está
parte de un “terabite” de videos tomados de a mi alcance. Voy creando una colección
microscopios que me esperan como caimán
siempre más grande que me ofrece la
en boca de caño, para que los convierta en
naturaleza, la ciudad y la gente que nos
personajes de un circo.
rodea. Algún día el color de una hoja, la
34 Uso la fotografía para trasladar a pixeles forma de caminar de un transeúnte, los
todos esos elementos, modificarlos, sonidos del bosque saldrán a la superficie en
deformarlos, muchas veces para estudiar, varias manifestaciones de mi trabajo.
para comprender tantos años de mi Anita Pantin
ANITA PANTIN

Originalmente mi circo viene de una urgencia muy personal,


íntima, de ordenar más de veinte años de imágenes, que lla-
mo “personajes”, en pantallas muy chiquitas (800x480 pixel o
menos), gracias a la computadora, “raspberry pi”, que corre
con un programa basado en Linux.

Con software “open source” y una instalación que, de entra-


da, muestra su infraestructura: cables, sistema de sonido, en-
chufes, “en fin, tout le bordel” le da ya un sentimiento “no Time
Square”.
Vemos primero las “tripas” y, en el centro, como si nos
asomáramos a un pozo, veremos las imágenes.

Son videos en loop, de diferente duración, eso permitirán que 35


al paso del tiempo convivan imágenes, palabras y sonidos en
tiempos diferentes cada vez.
ANITA PANTIN

36
II
EL ENSAYO Y LA CULTURA DE LA DECADENCIA
MARTHA ALZATE

I
LA DIFICULTAD QUE PRESENTA EL GUIARSE
POR LAS PROPIAS IDEAS

Habitamos un mundo en la plenitud de las herramientas téc-


nicas y tecnológicas. Jamás, en toda la historia de la humanidad,
el ser humano había tenido un acceso tan global e inmediato a la
información.
Y, sin embargo, esta abundancia no ha conseguido formar el
criterio de los humanos como seres pensantes, sino que, al contrario,
esta hiper información sesga, está manipulada y obedece a múltiples
inclinaciones.
Los intereses, de todo tipo, siempre han estado presentes y son
inherentes a la condición humana. Somos seres sociales que a lo largo 39
de la historia nos hemos distribuido, en formas más o menos inequita-
tivas, los recursos disponibles.
La condición de ser social implica la convivencia basada en
acuerdos. Las sociedades en los diferentes períodos de la historia se
han establecido en función de estos acuerdos, a veces implícitos y la
MARTHA ALZATE

más de las veces explícitos, los cuales constantemente hay que estar
revisando, ampliando, y, sobre todo, obligando a su cumplimiento.
Aunque acatar las reglas sociales establecidas para cada tiempo
constituye la base de la convivencia y de los momentos de estabilidad
y productividad -que pueden relacionarse de manera general con tiem-
pos de paz-, el género humano ha precisado para su avance de los que
se salen de ese estado inducido, aquellos con la capacidad de señalar
las fisuras por las que se escapan el bienestar colectivo y la equidad.
Así, al tiempo que la gran masa se asume por completo en el
orden imperante, el avance de las sociedades ha provenido de los in-
quietos que no se conforman con cumplir las normas, la información
otorgada, o la verdad aparente, y que han llevado su inquietud a la
elaboración de nuevas teorías: científicas, sociales, culturales, econó-
micas, etc. Para hacerlo, han precisado de los recursos de la técnica
para llevar a cabo sus investigaciones, pero, sobre todo, han requerido
hacerse la pregunta por el ser y el estar del hombre en el mundo. Esta
pregunta demanda un espíritu peculiar, uno que sospecha, que no se
convence de la totalidad del mundo, y que intuye o demuestra sus
fragmentaciones.
Pero, aunque este ejercicio de suspicacia, investigación y teori-
zación, precisa apalancarse en el acervo teórico y práctico alcanzado
por las diferentes generaciones, no ha podido ser a partir de la simple
mención, de la adopción sin juicio, o de la vulgar copia, como se ha
posibilitado el proceso de creación.
Crear supone conocer. No es posible partir de la nada para
llegar a una innovación sustancial en cualquier campo. El conoci-
miento puede ser empírico o teórico, o puede obtenerse de ambas
formas, de tal manera que se logre un dominio más completo de lo
40 que existe. Pero, en todo caso, al recurrir a fuentes teóricas o prácti-
cas, no se trata de realizar una simple adopción de conceptos sin
apelar al discernimiento.
En épocas como la que nos ha tocado vivir, enfrentarse a la
avalancha de información disponible, y aplicar a ello algún tipo de
raciocinio, exige un esfuerzo descomunal, y en ocasiones se requiere
MARTHA ALZATE

una especie de rebelión. Es en este escenario en donde alzarse en


contra de las prácticas al uso se confunde con contrariar las normas
de todo tipo. La experiencia ha demostrado que a aquel que no se
aplica al cumplimiento de lo instaurado en alguna estructura social,
se le tildará de extraño, perturbador, o revoltoso, o, de manera más
benévola, de inútil.
El panorama se complica si, además de la cantidad de datos y
reseñas, nos enfrentamos a la especialización de los campos del saber.
Es necesario formarse ampliamente para hacer frente con posibilida-
des de acierto a las versiones recortadas, pero fuertemente documen-
tadas, de la súper especialización contemporánea.
Para argumentar sobre asuntos de la existencia, que siempre
tienen alto grado de complejidad, y hacerlo lejos de la versión mi-
croscópica del súper especialista, se requiere una amplitud de mente
y de nociones que rebasa de manera importante el tiempo y los re-
cursos disponibles, y hasta la fuerza de voluntad de los individuos
contemporáneos.
¿Cómo exigirle a un pobre humano de hoy, atropellado por los
teléfonos móviles, las series de televisión, las redes sociales, las nove-
dades de las casas editoriales, los playlist, y el tiempo requerido en el
gimnasio para alimentar el ego body, que se forme de manera amplia
en las artes, la historia, la sociología, la antropología, la filosofía, o las
matemáticas? ¿Cómo pedirle que indague acerca del genoma y de los
sistemas inter planetarios, entre otros muchos temas, o que “desperdi-
cie” su tiempo leyendo poesías? Y, además, ¿Parecería razonable se-
ñalar que como recompensa sólo recibirá el sentirse como un verdade-
ro desadaptado que, por andar buscando el infinito, no llena como
debería su cuenta bancaria?
Reconozcamos que, para una persona común y corriente, hacer- 41
le estas solicitudes es pedir demasiado.
Por ello, hay que apelar a la comprensión profunda cuando al-
gún pragmático nos receta la fórmula infalible para entender el mun-
do: la posibilidad de estar muy informados gracias a la versión que se
nos otorga con la prontitud de un click, apegarnos a la editorial de la
MARTHA ALZATE

revista de mayor circulación, a los documentos científicos o de divul-


gación que se encuentran disponibles a la velocidad del instante, o leer
al escritor que ha recibido el último premio.
Entonces, siguiendo la receta sugerida, podremos elaborar un
discurso en apariencia informado e ilustrado, que se apega a los refe-
rentes más divulgados convertidos en norma incontrovertible en cada
caso. Se da incluso el caso, en nuestro perverso sistema académico,
que los autores más citados se convierten en los obligados a invocar,
de tal forma que su “popularidad” se propaga exponencialmente, así
como la imposición de referirlos independientemente de sus méritos
reales. De todas formas, ya se trate de una reunión social o académica,
el procedimiento se conserva, solo cambian las fuentes.
Ese tipo de usurpación ramplona, y sin que medie en ello una
verdadera documentación o una incorporación de las nociones a las
que se apela, no constituye ningún tipo de pensamiento propio, ni es-
tablece en el individuo que así obra una conexión que conmueva o
modifique radicalmente su perspectiva del mundo.
No dudemos, para conceder la gracia de la buena fe, de las lec-
turas realizadas como un hecho cierto, ni del recorrido investigativo
de los que pretende afirmar elaboraciones con respecto a determina-
dos asuntos. Ni siquiera sospechemos que el individuo en cuestión, de
manera bien intencionada, pertenezca a grupos interdisciplinarios a
partir de los cuales se pretende generar una visión completa de los
sucesos, en su empeño por posibilitar la búsqueda de una visión más
global de los problemas complejos.
El asunto es que esta buena fe no basta. Compartir juicios con
otros que también ejercen su pensamiento a partir de fragmentos de
objetividad, no garantiza la integración que se requiere para el aborda-
42 je de problemáticas que comprenden aspectos tan variados como las
ciencias humanas, la comprensión de la naturaleza, el uso de la técnica
o la aplicación de las tecnologías.
Reflexionar sobre la ocupación del espacio y la convivencia
en una ciudad, por ejemplo, se vuelve un ejercicio supremamente
recortado si se parte de los paradigmas teóricos de cada uno de sus
MARTHA ALZATE

componentes. De manera independiente, se reflexiona sobre la sa-


lud, la educación, la infraestructura, la cultura, la economía, las tec-
nologías, el gobierno, etc., pero no es común encontrarse con un
teórico o funcionario capaz de integrar en un mismo pensamiento
las diferentes dimensiones relativas a la complejidad de una urbe y
sus residentes.
Habitar no significa solamente compartir un lugar, surtirse de
recursos, usarlos para su transformación. Es también respirar, vivir,
amar y crear, o relatar y representar lo que sucede en un micro cosmos,
a partir de los advenimientos que constituyen el existir, todo ello deli-
mitado en un territorio particular.
Para entenderlo, no se asume el reto de fundamentarse teórica-
mente en el caso por ejemplo de los políticos que conocen bien las
problemáticas de las comunidades, ni tampoco vemos a los teóricos
del urbanismo, la cultura, la economía, y otros estudios, yendo a com-
partir con las comunidades, haciendo trabajo de campo, untándose de
vivencias para tener una mejor comprensión de los problemas a los
que pretenden dar solución o que son de su interés.
Nuestra sociedad cuenta con buenos profesionales en ciencias y
tecnologías, en humanidades y filosofía, pero son pocos los filósofos
que también pueden administrar una empresa con buenos resultados,
o aportar su entendimiento para resolver problemas prácticos de la
vida social. Los hay, y son por demás muy exitosos. Porque en un
mundo repleto de especialistas que miran lo que sucede con por lo
menos con uno de sus ojos nublado por las cataratas de su propia es-
pecialidad, quienes alzan la vista y dan a su perspectiva mayor ampli-
tud son poseedores de una gran ventaja comparativa.
Si nos remitimos al ámbito universitario, espacio dedicado por
definición a la búsqueda y construcción de saberes, nos enfrentamos 43
con un creciente proceso de burocratización y mercantilización, que
ha subvertido el objeto mismo del conocer. Al momento de construir
sus teorías, para cumplir con las reglas y la productividad exigida por
la institucionalidad, los académicos se ven obligados a privilegiar las
menciones, más que a respetar un afán por realizar una integración
MARTHA ALZATE

teórica y práctica de los hechos, de las circunstancias acerca de las


cuales es menester hacer referencia.
Tal vez, intentar hacer un ejercicio de mayor complejidad sea
descartado por la división de presupuesto, o el paper construido a partir
de pensamientos y reflexiones propias no pase la evaluación de los pares
académicos. Como me dijo una buena amiga estudiante de un doctorado
en una universidad mexicana, al respecto de mis propios estudios docto-
rales: “Siempre debes citar, porque, aunque estés estudiando un docto-
rado, tú no eres nadie y tu propia voz no tiene ningún valor”.
Las dinámicas propias del sistema profundizan las tendencias
al trámite y al mercadeo de los saberes, de manera más contundente
cada vez. Es así como llegamos al punto en que el conocimiento se
ha convertido en un producto que debe amoldarse a unos patrones
pre determinados, so pena de carecer de valoración, divulgación o
financiamiento.
Como cualquier manufactura debe presupuestarse, sujetando
las posibilidades de su realización a la disponibilidad de recursos. Y
requiere ser empaquetado de manera llamativa, “envuelto”, por así
decirlo, en los referentes de moda (ya se trate del lenguaje, los temas
o las teorías), de tal manera que por medio de este trabajo premeditado
y consciente se ajuste a las condiciones del mercado y haga posible un
retorno sobre la inversión, por moderado que sea.
La actividad científica debe ser útil a la sociedad, se nos ha di-
cho. Pero no se nos ha explicado que esa utilidad, en el caso de los
procesos de investigación, generalmente no tiene la capacidad de crear
capital en un sentido, digamos, financiero, y que, frecuentemente, lo
que se estudia no genera una usabilidad inmediata, ya que se requieren
años y recursos, a veces en apariencia mal invertidos, para lograr
44 avanzar en algo la rueda de la historia.
Pero, a todas estas, ¿en donde ha quedado, en los tiempos que
vivimos, el ejercicio del conocer, reflexionar, elaborar y proponer
pensamiento, labores cuya práctica han guiado los destinos de los
hombres en cabeza de sus más destacados pensadores desde que se
tiene memoria?
MARTHA ALZATE

¿Es posible hacerse a una idea de lo que nos rodea y proponer


algo novedoso acerca de ello, partiendo de los compartimientos estan-
cos en los que se ha subdividido el conocer?
¿Puede lograrse un avance significativo acerca de los fenóme-
nos objetivos, cuando se incorporan conocimientos ajenos a manera
de citaciones, como muletas que permiten un endeble apoyo, sin que
ello signifique una conmoción, un cuestionamiento profundo que re-
mueva las estructuras de pensamiento pre fijadas, y que contribuya a
cambiar nuestra propia manera de ser y estar en el mundo?
¿Hasta donde llega nuestra formación, de tal manera que poda-
mos entender los diferentes aspectos de nuestro transcurso vital, y ha-
cer cruces e integraciones en un solo cerebro -el nuestro-, para enten-
der de mejor manera lo que sucede y que requiere de nuestro aporte o
de nuestra intervención?
A manera de inventario y con conocimiento de causa, quiero
afirmar que la rebelión a la norma establecida, a la usanza o a los pa-
trones de comportamiento, siempre será censurada, apartada, juzgada
como una insensatez o, a lo sumo, como una inutilidad.
Sólo nos queda como recompensa a los rigores que nos exige la
autodeterminación, la gratificación de ir comprendiendo, así sea par-
cialmente, de la mano de los grandes pensamientos que nos han prece-
dido. Esta práctica, que entre más frecuente se convierte en más reta-
dora, nos impulsa a proponer, aunque erremos, aunque nos señalen de
poco sensatos.
A pesar del inmenso sacrificio que nos exige hacernos a una
idea propia sobre la realidad, debemos persistir incansablemente en
pensar por nosotros mismos, porque, como decía mi padre: “más vale
equivocarse cien veces usando el propio criterio, que acertar una vez
usando el criterio de los demás”.
45
GERGANA PETROVA

2
ENTRE EL ENSAYO Y EL PAPER:
EL SUJETO DEL DESMORONAMIENTO

Para hablar del ensayo como forma queremos partir del postu-
lado adorniano que nos dicta que “[…] la ley formal más íntima del
ensayo es la herejía.” Y ciertamente hoy en día es de herejes atreverse
a cuestionar la rigurosidad del paper en la exploración y cumplimien-
to cabal con los objetivos delineados previamente que demanda la
honrilla institucional; es de herejes hacer saltar las contradicciones en
el discurso establecido que enmarca la operatividad funcional de las
instituciones académicas, pues a la racionalidad operacional, positiva
y unidimensional parece no convenirle que los problemas existan. Con
otras palabras, lo que aquí está en juego es la imposibilidad de la pro-
blematización de los temas filosóficos en ciertos tiempos y contextos;
tiempos como los que vivimos hoy en día. 47
La reducción del conocimiento a la ciencia organizada, y la
condena como impuro a todo aquello que no encaja con el estilo aca-
demicista de referencias sin fin, se hace patente en las discusiones
académicas encajonadas en el paper que, lejos de lograr desvelar la
plétora objetiva de significados encapsulados en cualquier fenómeno,
GERGANA PETROVA

obstruye al pensamiento en su aspiración por la verdad. Es por demás


señalar que el pseudo intelectual, decantado por la instrumentaliza-
ción de los saberes más allá de cualquier transformación del conoci-
miento, de la sociedad, de nuestra realidad, acepta gozosamente la
pretendida objetividad rigurosa como velo encubridor de sus propios
fines; fines que van desde el reconocimiento como una autoridad inte-
lectual hasta la posibilidad de participar en el propio actuar del poder
institucional y el reparto de fondos económicos. Existen razones muy
específicas que sostienen el encanto embaucador del academicismo y
no sólo son de índole económica. La libido de todos los beneficiados
encuentra su satisfacción cuando éstos son tratados como alguien que
pertenece a las élites intelectuales, incluso cuando para ello se les im-
pone fecha de caducidad que expira tan pronto. Es precisamente la
“frialdad” de la argumentación objetiva lo que intensifica el senti-
miento de aislamiento, orfandad y desesperación que padecen casi to-
dos los individuos hoy, pesadumbre que los convierte en presas del
discurso manipulador.
Por otro lado, no hay que olvidar que uno de los impulsos más
recónditos del sistema capitalista es el de perpetuar ideológicamente
la necesidad del trabajo duro, huella de la que tampoco escapa la labor
intelectual. De tal modo, la presión por demostrar una productividad
constante y efectiva resulta ser el imperativo operante que incide sobre
el ritmo del proceso de investigación, como si el pensamiento pudiera
fraccionarse tan sólo para los propósitos del paper que busca la satis-
facción de la mirada inquisitoria y el criterio de evaluación por pares.
La productividad del pensar –cuantificado en ecuaciones donde tiem-
po y citas estilo APA son las constantes más importantes– se revela
como fundamento y razón de existir que enmarca la pretendida re-
48 flexión. Parafraseando a Adorno: al pensador hoy en día se le exige
certificado de competencia.
Así, ante la tendencia positivista en general que rige en los ám-
bitos académicos, el desplazamiento de la filosofía por la ciencia bajo
las normas institucionales que gobiernan sobre la academia, ha condu-
cido a una curiosa disociación de la reflexión y la especulación. Estos
GERGANA PETROVA

últimos dos elementos que otrora Hegel postulaba como esenciales


para la vida de la filosofía misma. En vista de los tiempos reducidos,
la especulación ha devenido en la formulación apresurada de hipóte-
sis, las cuales, disociadas de la reflexión, están, eso sí, rigurosamente
enmarcadas en la repetición erudita de ideas filosóficas previamente
aprobadas y validadas. Así, toda reflexión es apenas capaz de incidir
en la realidad a menos que esté figurando dentro de la franja pública-
mente reconocida de ideas.
La imposición de un discurso estilo APA, de referencias sin fin,
por encima de la reflexión, exime al discurso mismo de la responsabi-
lidad de ser reflexivo. De tal modo, el número de referencias citadas
en la bibliografía es la medida que hace resaltar la infatigabilidad del
investigador en su identificación con la poderosa colectividad segui-
dora a las ideas expresadas. Ahí es donde se consigue su reconoci-
miento por aquellos a quienes se dirige. Bajo la presión de la econo-
mía del tiempo y la coerción económica del mercado, el académico
que desea ganarse el sustento debe afirmarse por sobre todas las cosas
como un conocedor de excelencia de la infinitud de referencias aun
cuando éstas sólo estén enmarcadas en la constelación de una pseu-
doerudición sectaria de su alta especialización. La ferviente organiza-
ción progresista del pensamiento se refleja en la investigación tan es-
tudiosa como lejana de entender los hechos y la constelación de
factores que los condicionan.
La exhortación hacia la rigurosidad de la investigación hunde
sus raíces en la honradez intelectual. Todo escrito académico es im-
pelido a ser minuciosamente documentado y respaldado por las au-
toridades intelectuales y para cada idea a la que llegue el estudioso
es imperativo que describa el camino de su investigación enmarcán-
dolo en las referencias autorizadas. Pero la legitimación completa, 49
para escarnio de la idea, irremediablemente cae en la tediosa repro-
ducción de todo aquello que ya se ha dilucidado. Y no hay que olvi-
dar la advertencia de Adorno en el sentido de que: “El conocimiento
se da antes bien en un entramado de prejuicios, intuiciones, inerva-
ciones, autocorrecciones, anticipaciones y exageraciones, en suma,
GERGANA PETROVA

en la experiencia intensa y fundada, mas en modo alguno transparen-


te en todas sus direcciones.”1
La hiper-especialización, mezclada con la pomposidad del in-
terlocutor, se vuelca en el discurso grandilocuente del conocedor eru-
dito y ante la verdad revelada se clausura toda posibilidad de apertura
al mundo que nos rodea. Pero apegarse a las consagradas conceptuali-
zaciones es garantía de no perder el enfoque del tema a investigar,
pues la apertura implica un pensamiento disperso e improductivo de
acuerdo a los estándares de trabajo impuestos desde la formación aca-
démica del investigador. Lo que resulta evidentemente cierto es que en
la era del positivismo y la industria cultural, la objetividad está calcu-
lada por los sujetos que la organizan. Frente a ella, la argumentación
dialógica recae en las manos de la arbitrariedad de los poderosos o
como Habermas lo postula en la teoría de la acción comunicativa: es
el argumento más convincente para la institucionalización social de
la acción racional con arreglo a fines.2
Así, el sujeto resulta no sólo rígidamente contrapuesto a todo
objeto como objeto de investigación, sino que cualquier esfuerzo por
su parte por penetrar la fachada fetichizada y culturalmente ya prefor-
mada es desacreditado como mero ocio. El encapsulamiento discursi-
vo se hace todavía más patente en el sectarismo instaurado alrededor
de los profesores renombrados, quienes como caciques intelectuales
conducen a las hordas de jóvenes incautos hacia la revelación de la
razón. O mejor dicho, usando la metáfora de Adorno: “Cuando los
profesores titulares sientan el principio de sum ergo cogito para luego
quedar a merced del sistema abierto de la agorafobia y sentirse arroja-
dos en la comunidad del pueblo, sus adversarios se extravían, si no se
mantienen bien alerta, por los dominios de la grafología y la gimnasia
rítmica.”3 Pero la retórica, que apela al lenguaje comunicativo inme-
50
1. Adorno, Th. Mínima moralia: Reflexiones desde la vida dañada, Akal, Ma-
drid, 2006, p. 86.
2. Habermas, J. Teoría de la acción comunicativa I: racionalidad de la acción
y racionalización social. Santillana, México, 2005, p. 106.
3. Adorno, Th. Mínima moralia: Reflexiones desde la vida dañada, Akal, Ma-
drid, 2006, p. 72.
GERGANA PETROVA

diato, proporciona en el ensayo una satisfacción distinta: “[…] de la


felicidad de una libertad frente al objeto que da a éste más de lo suyo
que si lo integrase despiadadamente en el orden de ideas.”4 En efecto,
lo más irritable para el conocimiento discursivo, que tiene lo verdade-
ro a la vista y no lo posee, es justamente este conocimiento que se re-
vela en la dimensión estética que posee a lo verdadero pero como algo
inconmensurable, como algo enigmático. El ensayo es expresión de
esta dimensión.
La forma del ensayo estructurada en una constelación dinámi-
ca, remite a aquello carente de intenciones, aquello que se escapa a
la red categorial, impulsando así al movimiento dialéctico, privado
de motivo y dirección, a recuperar la verdad sin que ésta haya sido
ponderada de antemano. En cuanto que remite a lo inefable, el ensa-
yo se asemeja al arte, pero al mismo tiempo debido a los conceptos
que en él aparecen y se confrontan, el ensayo está necesariamente
vinculado a la teoría. De tal modo el ensayo irrumpe en la lógica de
la conciencia ordenadora y estructuradora que en complicidad con la
imperante división del trabajo siempre tiende hacia lo práctico, lo
aplicable, lo “útil”, pues aquello que remite al carácter enigmático
no es una experiencia específica, empíricamente determinable, sino
es una experiencia pensante, la cual como tal, es siempre individual.
Frente al carácter unificador, sistematizador, objetivador, instrumen-
tal y controlador implícito en el carácter discursivo de la razón, en
la lógica del concepto5, como lo precisa Javier Corona, el ensayo es
la liberación de la constricción del pensamiento identificador, pensa-
miento que bajo el principio de la no-contradicción articula concepto
y significado, en la formalización lógica de la razón, sistematiza y
somete lo real a los procesos de racionalización de la sociedad mo-
derna y sus instituciones.
Por el contrario, el ensayo no busca la subordinación lógico for- 51
mal de los elementos, sino los plasma en un horizonte en el cual sujeto
y objeto están en constante fluir, devolviéndole al pensamiento la con-

4. Adorno, Th. Notas sobre literatura, Akal, Madrid, 2009, p. 31.


5. Cfr. Ibid, p. 113.
GERGANA PETROVA

tradicción que le es inmanente, contradicción que éste experimenta


inevitablemente enfrentándose a la cosa. Es así como el pensamiento
reflexivo sitúa al individuo como la única dimensión subjetiva y con-
vierte a la conciencia individual en pensamiento; un pensamiento crí-
tico que no se detiene ni ante el progreso y exige hoy tomar partido en
favor de los residuos de libertad, de las tendencias hacia la humanidad
real, aún cuando éstas parezcan impotentes frente a la marcha triunfal
de la historia.

52
ANDRÉ CECHINEL

3
A INDUSTRIA DOS PAPERS, O ACADÊMICO COMO
EMPRESÁRIO E O ENSAIO COMO INTERRUPÇÃO

O alfabeto da Teoria (literária) – “Teoria” com “T” maiúsculo


e “literária” entre parêntesis – reserva um cardápio teórico de varia-
dos nomes, nomes de todos os tipos e para todos os gostos, pronto
para o consumo instantâneo. A rigor, dispensa-se qualquer ritual de
iniciação aos que ingressam no mundo da Teoria, pois os rituais to-
mam tempo e podem significar um adiamento incômodo. Como um
crítico brasileiro recentemente apontou, a mais generosa das letras
do alfabeto, nesse cardápio Teórico, parece ser a letra “B”: Bache-
lard, Badiou, Bakhtin, Barthes, Bataille, Baudrillard, Bauman, Beau-
voir, Benjamin, Bhabha, Blanchot, Bloom, Bourdieu, Butler etc. (cf.
Durão, 2015). Pela origem dos autores, aliás, é possível dizer que, tal
como no caso do fluxo das mercadorias, a Teoria vem do norte do 53
globo já manufaturada, bastando ao sul aplicá-la aos seus objetos,
obedientemente. E se a definição prévia do campo teórico-conceitual
não for suficiente, a Teoria oferece, ainda, os temas a partir dos quais
devemos trabalhar: “estudos culturais” (Cultural Studies), “estudos
pós-coloniais” (Post-Colonial Studies), “estudos de gênero” (Gen-
ANDRÉ CECHINEL

der Studies), “estudos transnacionais” (Transnational Studies), “es-


tudos animais” (Animal Studies), “estudos queer” (Queer Studies),
“estudos urbanos” (Urban Studies), “estudos pós-humanos” (Pos-
thuman Studies), “estudos da deficiência” (Disability Studies) etc.,
num esquema que pode repetir-se ad infinitum e ad nauseam, e que
se renova com a mesma rapidez com que a empresa Apple atualiza as
funções dos novos modelos de Iphones. Enfim, escolhidos teórico e
tema, basta agora aplicar a fórmula aos mais diferentes tipos de tex-
tos literários, textos que, na verdade, já não têm muito a dizer, po-
dendo ocupar o confortável lugar de quem se limita a abrigar a piro-
tecnia conceitual do espetáculo da Teoria.
Tendo abandonado a reflexão sobre a literatura e passando de
uma vez por todas para o campo simplesmente temático, a partir de
autores fetichizados que se substituem uns aos outros segundo a cicli-
cidade do sistema de estrelato acadêmico – Agamben que relê Fou-
cault, Žižek que relê Lacan etc. –, a Teoria (literária) entrou em cur-
to-circuito, como bem provam os célebres manuais ou antologias
utilizadas em sala de aula nos conhecidos cursos de introdução à Teo-
ria Literária. Sem definir seu objeto com clareza, para assim circular
mais livremente, os manuais da Teoria (Literária) aumentaram de ta-
manho, evidenciando a megalomania e o narcisismo de uma empresa
fadada ao fracasso (cf. Barry, 2016): Debating Texts, de Rick Rylance,
publicado pela Open University (1987): 288 páginas; Modern Criti-
cism and Theory: A Reader, de David Lodge, publicado pela Long-
man (1988): 480 páginas; Literary Theory: An Anthology, de Rivkin e
Ryan, publicado pela Blackwell Publishing: primeira edição (1997),
1100 páginas; segunda edição (2004), 1300 páginas; por fim, a grande
campeã de vendas e de tamanho, a Norton Anthology of Criticism and
54 Theory (2001): cerca de 2800 páginas. A julgar pelo número de pági-
nas, os manuais da Teoria (Literária), apesar das questões teórico-po-
líticas que apresentam, assemelham-se aos produtos que agridem os
nossos olhos nas filiais das grandes Department Stores, onde tudo se
encontra pronto para consumo e descarte posterior, num processo li-
near de suposto “melhoramento” contínuo.
ANDRÉ CECHINEL

Esse processo de terceirização dos compromissos intelectuais


diante da literatura obedece a um esquema temporal bastante utili-
tário: é preciso publicar, atingir as metas de produtividade estabeleci-
das pelas agências de fomento à pesquisa, mas o tempo para fazê-lo é
curto. Pensar o texto literário em sua especificidade, naquilo que ele
propõe, requer um exercício de reflexão que está na contramão do
tempo disponível para o trabalho. Mais fácil, nesse caso, é recorrer a
uma estrutura rígida, uma fórmula que se repete e economiza tempo:
escolha os seus teóricos, os seus temas, os seus conceitos e aplique aos
mais variados artefatos. As conclusões, que via de regra limitam-se a
reafirmar os mesmos pressupostos teóricos que conduzem a própria
atividade analítica, já são conhecidas de antemão, e convertem a aná-
lise num processo instrumentalizado, pouco artístico e que silencia a
dimensão criativa e estética da literatura. Não são poucos os artigos
cujas linhas iniciais, ao recorrer aos mesmos termos de sempre, termos
de pronta aquisição, mais parecem uma ladainha religiosa, uma home-
nagem aos deuses da Teoria, sintoma da nossa servidão voluntária. Em
resumo, a differance já não produz muita diferença.
Assim, uma profunda contradição paira hoje sobre a Teoria (li-
terária). Seus pressupostos, por um lado, são declaradamente políti-
cos: entre outros, a defesa das chamadas minorias, grupos que, cola-
dos ao dispositivo dos Studies, podem fundar a todo momento novas
áreas de estudos, sem, contudo, manter necessariamente um diálogo
direto com a literatura senão por uma via temática bastante frágil, que
reduz o artefato literário ao seu suposto tema, reproduzindo, de resto,
o mesmo esquema aristotélico de sequência de ações (início, meio e
fim) que a própria Teoria não deixa de atacar a todo momento. Por
outro lado, esses mesmos pressupostos políticos, além de volatilizar a
questão da construção formal e estética das obras – já que o interesse 55
é a dimensão diretamente temático-política –, diminuindo, pois, a
atuação do que é propriamente “literário” nos “Estudos Literários”,
operam por meio de artigos que estão em profunda sintonia com o seu
tempo: ali onde o ensaio freia, discorda, interrompe, abre, escapa, des-
via, o artigo limita-se a seguir o curso normal das coisas, reafirmando,
ANDRÉ CECHINEL

muito embora sob o pressuposto da divergência, uma temporalidade


estritamente produtiva – a temporalidade destrutiva do tempo presen-
te. Assim, a Teoria Literária caminha para o seu próprio desapareci-
mento, não sob o signo da falta, mas de um excesso emudecido.
O abandono gradativo do ensaio como forma de expressão nas
humanidades resulta dessa relação menos criativa e mais mecânica
com os objetos. O ensaio, como diz Adorno, não admite que seu âm-
bito de competência lhe seja prescrito. Em outras palavras, o ensaio
não permite justamente a realização do cenário antes descrito; ele
não aceita o silenciamento dos artefatos literários em nome de pres-
supostos teóricos ou conceitos que, engessados ou não, domestica-
dos ou não, conquistam para si um estatuto permanentemente políti-
co. O ensaio é aberto, tateante, estético, livre, crítico, criativo,
intuitivo, imprevisível, rebelde; o ensaio não segue as regras do jogo,
o ensaio é polêmico e procede “metodicamente sem método”. O que
dizer do artigo? O artigo é obediente: título, resumo, palavras-chave,
abstract, keywords, introdução, desenvolvimento, conclusão, re-
ferências, nome do autor, vínculo institucional, data de aceite etc. O
artigo é organizado, e sua organização e estrutura fixa permitem, não
o contato com o outro, mas a gestão de si. Numa universidade em
que todos somos empreendedores gerindo o próprio currículo, o arti-
go é o elemento que regula e atualiza o nosso valor no circuito aca-
dêmico. O ensaio corresponde à saída de si e, no mercado das vaida-
des, no mercado da produção de positividades e estímulos, sua hora
permanece mais desfavorável do que nunca. A defesa do ensaio é a
defesa do pensamento num momento histórico em que pensar cons-
titui um gesto criminoso.
No Brasil, a literatura e o ensaio crítico mantiveram uma re-
56 lação estreita ao longo de todo o século XX. Antonio Candido, Alfre-
do Bosi, Afrânio Coutinho, João Alexandre Barbosa, Luiz Costa
Lima, Roberto Schwarz, entre tantos outros. Quais desses intelectuais
poderiam ter surgido na universidade administrada de hoje? Quais
deles não teriam de destruir a integralidade de suas obras em nome de
artigos fragmentários que, a bem da verdade, ninguém ou quase nin-
ANDRÉ CECHINEL

guém lê? Quem não teria sido descredenciado a partir dos critérios
imbecilizantes e embrutecedores de produção que hoje regulam a
universidade brasileira e que produzem os mesmos professores obe-
dientes incapazes de se manifestar publicamente frente, por exemplo,
a um golpe que destitui uma presidenta eleita pelo voto popular? Nes-
se cenário, surge a figura do especialista: avesso a debates mais am-
plos, o especialista produz a gestão de si a partir de investigações
particularíssimas e de um vocabulário especializado que permite o
diálogo apenas entre os iguais, entre os chamados “pares”. Se o en-
saio está relacionado à abertura e, portanto, ao debate público, o arti-
go produz o fechamento característico do tempo presente e o monó-
logo infinito e improdutivo a que gradativamente nos acostumamos
na universidade. Que tudo permaneça como está, que possamos se-
guir as nossas atividades como se nada estivesse acontecendo – eis a
tarefa histórica reservada ao artigo.

57
LEONIDAS MORALES T.

4
LAS CONDICIONES POSMODERNAS DE LA CRÍTICA
Y EL LUGAR DEL ENSAYO

A lo largo del siglo XX fue desarrollándose, en Europa y los paí-


ses de habla inglesa, la teoría de los géneros con la que actualmente
trabajamos6. Es fundamental en este sentido el reconocimiento de que
los géneros, como clases de discurso, son históricos, es decir, su suerte
se decide en el tiempo. En otras palabras: se forman, se transforman o
desaparecen, respondiendo de alguna manera a determinadas condicio-
nes sociales y culturales específicas. Pero nada de esto le ocurre a los
géneros en forma aislada, a cada uno separado de los demás, sino que
dentro de la institución de la que forman parte, que, a su vez, como toda
institución, está expuesta a la misma historicidad. Por otra parte, y tam-
bién respondiendo a las condiciones sociales y culturales de un momen-
to o un período, dentro de la institución tampoco ocupan un lugar inde-
pendiente o autónomo: aparecen formando parte de un orden de 59
distribución y de jerarquización. Por ejemplo, como lo señaló Lukacs, la
novela ha ocupado un lugar de privilegio desde el siglo XIX.
6. Una excelente compilación de los trabajos más significativos en este campo
es la de Miguel A. Garrido Gallardo, Teoría de los géneros, que incluye una bibliogra-
fía amplia del mismo compilador. Madrid, ARCO/LIBROS, 1988.
LEONIDAS MORALES T.

La irrupción del género que conocemos con el nombre de “en-


sayo”, no escapa obviamente a ninguna de las determinaciones ante-
riores, empezando por la más esencial de todas: la historicidad. En
efecto, la introducción “oficial” del género del ensayo se produce en
el siglo XVI con Miguel de Montaigne y su obra Ensayos. La posibi-
lidad de este género es inseparable de la historia de la sociedad moder-
na (capitalista y burguesa), que, en los tiempos de Montaigne, estaba
en un activo proceso de conquista y expansión, de lucha con las cate-
gorías políticas, religiosas, económicas del orden medieval. Por su
naturaleza, era un proceso animado por un impulso crítico, de libertad
y racionalidad. Es justamente este impulso el que hace posible el en-
sayo y su incorporación a la nueva institución del arte y la literatura
que estaba en construcción, que se abría paso desplazando los paradig-
mas de la institución medieval del arte y la literatura.
El ensayo es pues inseparable de la modernidad no sólo en su
origen sino a lo largo de su historia, respondiendo a ella, reinstalando
cada vez sus particulares atributos como género. Incluso pudo vivir un
periodo de esplendor, en la primera mitad del siglo XX, cuando el
movimiento de las vanguardias protagonizaba un enfrentamiento de
ruptura con la institución del arte y la literatura heredada del siglo XIX
fundamentalmente. El ensayo pudo asumir ese momento porque la
suya era una estructura abierta al tiempo (cotidiano, histórico), abierta
a las posibilidades estéticas de su palabra y, a la vez, una estructura
que exigía, como principio determinante, un pensamiento libre, si bien
racional, sensible a las resonancias, felices o angustiosas, del tiempo
de todos los días. Así fue cómo pudo constituirse un grupo de ensayis-
tas cuyo pensamiento sigue orientándonos hasta nuestros días. Pienso,
por supuesto, en Geroge Simmel, en Max Weber, en Sigmund Freud,
60 en Walter Benjamin, en Theodor Adorno.
Leemos con frecuencia que nuestro tiempo posmoderno tiene
como sustento o marco un capitalismo llamado “tardío”. Me parece
engañosa esta palabra: “tardío” trae a la memoria connotaciones de
ocaso, a la manera del El otoño de la Edad Media de Huizinga. Y, por
el contrario, de lo que se trata aquí es de un estado del capitalismo
LEONIDAS MORALES T.

comparable a una suerte de advenimiento de una promesa originaria,


de una profecía cuya evidencia se nos impone desde su cumplimiento.
El tiempo posmoderno es más bien una epifanía del capitalismo. O
también: la lógica de la mercancía ha entrado en el despliegue totali-
zado de su horizonte. Es justamente este estado al que nos referimos
cuando hablamos de un mundo globalizado. Por eso posmodernidad y
globalización de la mercancía se nos han aparecido desde el comienzo
como términos correlativos.
Este proceso de globalización que barre con las fronteras esta-
blecidas, incluyendo entre éstas las de nación, tiene réplicas en todos
los planos de las prácticas sociales: la política, la economía, la ciencia,
la tecnología y, desde luego, las prácticas que se inscriben en el orden
la cultura y el pensamiento, como es el caso de los géneros, sean los
géneros de la imagen, de la representación o del discurso. En efecto,
los géneros del discurso han venido perdiendo cada vez más su identi-
dad tradicional, sus límites como clases de discurso, abriendo sus
fronteras, mezclándose con otros, formando nuevas constelaciones.
Desde los collages hasta los actuales montajes que ponen en un mismo
espacio, subsumidos, la pintura y la fotografía (Warhol), o, en la repre-
sentación, en la escena, la convivencia de la actuación con escenas
proyectada del cine. Por su parte, en la literatura ocurre otro tanto. En
las últimas décadas, en Chile, la novela, por ejemplo, incorpora for-
mas que eran propias del ensayo, de la poesía o del drama. Pienso so-
bre todo en la narrativa de Diamela Eltit. La obra más importante de
un notable poeta chileno (Juan Luis Martínez), de gran proyección y
vigencia, se llama sintomáticamente La nueva novela. Un caso extre-
mo sería la aparición en nuestros días de la “novela gráfica”.
Dentro de este proceso de apertura o invalidación de las fronte-
ras de los géneros, es visible un fenómeno más de fondo: el de la crisis 61
de la ficción, es decir, la invasión de la ficción por la realidad, o de la
realidad por la ficción. En la novela actual, incluso como dispositivo
editorial, es decir, de venta, se juega con el hábito de la separación
entre realidad y ficción: se invita al lector a que lea la novela que se le
ofrece como realidad, y, más aún, como biográfico. Un caso extremo
LEONIDAS MORALES T.

del mismo fenómeno lo tenemos en los “blog” que luego se editan


como relatos novelescos. Es la hiperrealidad de Baudrillard, o en tér-
minos menos sofisticados, son los “realities” de la televisión. El con-
sumo entusiasta de estas nuevas mercancías salta a la vista.
En el contexto de estos procesos globalizadores, ¿cuál es la
situación particular del ensayo hoy? La de un género cuyo lugar
como género de la crítica y del pensamiento en el ámbito de las uni-
versidades ha sido puesto en entredicho. Otro género amenaza con
desplazarlo: el “paper”. Producido por la academia estadounidense,
pero “naturalizado” entre nosotros por los que conocemos como
“Estudios Culturales”. No es un azar esta situación del ensayo: la
difusión del paper, más allá de lo que puedan pensar muchos de sus
cultores, responde al hecho incuestionable de que se trata de un gé-
nero de naturaleza específicamente posmoderna, en el sentido de que
su estructura discursiva permite almacenar y hacer circular lo que
ya, a fines de la década del 70, Lyotard (La condición posmoderna)
identificaba como una nueva forma del saber: la información. Alma-
cenar y hacer circular: ¿no es esto justamente lo que los “container”
hacen con la mercancía, o mejor, lo que la mercancía impone desde
su estado de globalización? La información encuentra en el paper su
tierra prometida, la estructura uniformada para la circulación global
de la información..
Para quienes no podemos renunciar a él y persistimos en su es-
critura, la posición del ensayo en la actualidad puede definirse, por lo
pronto, ocupando un término de Foucault, como una posición de “re-
sistencia” al poder del paper institucionalmente instalado por los Estu-
dios Culturales. Una resistencia que no es otra cosa que el ejercicio
tenaz de una verdadera libertad del pensamiento, de su palabra y su
62 materialidad significante, lejos, muy lejos de la palabra codificada,
canonizada del paper. No se cierra, como el paper, al tiempo cotidiano,
a su rumor, trágico o lúcido, a su pausa reflexiva, lejos, muy lejos de
la velocidad, de la premura del paper con su carga desbordante de in-
formación ansiosa, carga estibada una y otra vez, como una mercancía
en estado de oferta permanente. Una reflexión de Freud, en su ensayo
LEONIDAS MORALES T.

Más allá del principio del placer, traduce muy bien lo que aquí esta-
mos sosteniendo. Decía: “Lo que sigue es pura especulación, y a veces
harto extremada, que el lector aceptará o rechazará según su posición
particular en estas materias. Constituye, además, un intento de perse-
guir y agotar una idea, por curiosidad de ver hasta dónde nos llevará”7.
Hasta ahí Freud. Yo sólo me atrevería a agregar, para terminar, una
observación vital: que el ensayo es para muchos, dentro de los que me
encuentro, un cuerpo verbal que “respira” y vive, mientras el paper se
atraganta y se asfixia con su carga muerta.

63

7. Sigmund Freud, “Más allá del principio del placer” en Psicología de las ma-
sas. Traducción de Luis López Ballesteros. Madrid, Alianza Editorial, 2012, p. 115.
SILVIA GARZA

5
EL DECLIVE DE LA CULTURA Y EL AUGE DE LA
VIOLENCIA

“A veces, lo que veremos será simplemente horroroso, pero si no


examinamos y entendemos las causas de ese mal no podremos
cambiarlo, contenerlo o transformarlo mediante decisiones
fundadas y medidas sociales innovadoras.”
Philip Zimbardo. El efecto Lucifer.

México vive hoy uno de los momentos más convulsos de su


historia. En muchos estados del país, la violencia aparece de manera
cotidiana en la vida de los ciudadanos. Sufrimos una violencia social
aparentemente insuperable que se extiende, silenciosa como un cán-
cer, entre todos los habitantes, incluidos los más pequeños. Se trata de
una crisis de grandes dimensiones y su gravedad radica en que está 65
siendo alimentada precisamente por aquello que debería contenerla: la
educación y la cultura.
En el siglo XXI vemos, azorados, una generación de niños ais-
lados, más atraídos por la tecnología y la agresividad que por el culti-
vo de los mejores valores humanos. Muchos de los anhelos infantiles
SILVIA GARZA

actuales están plagados de ambiciones en las que la ira, el odio o el


éxito inmediato salen triunfantes, mientras que los ideales de genero-
sidad, amor, conocimiento o legalidad prácticamente han desapareci-
do. Es decir, el impulso educativo hacia el crecimiento económico, el
lucro y la compulsión consumista ha provocado que muchos jóvenes
de comunidades, sobre todo rurales o marginadas de México, donde
he trabajado, vivan en un contexto que ha erosionado sus ideales de
desarrollo intelectual, social o espiritual más elementales.
Ni las instancias educativas ni la sociedad mexicana podemos
quedar exentas de esta problemática; es necesario articular y comunicar
a los ciudadanos un discurso reflexivo y crítico sobre las repercusiones,
tan directas y totales, que tiene la violencia actual en la vida, la sociedad,
el ecosistema y, sobre todo, en la configuración emocional e intelectual
de los niños. Si los mexicanos asumimos, sin resistencia ni crítica, los
valores negativos que padecemos, esta crisis y el sentimiento de impo-
tencia moral colectiva seguirán creciendo inexorablemente, y con ellos,
la incapacidad para juzgar objetivamente y actuar la esperanza de cons-
truir una en el corto plazo una nueva sociedad armónica.
Tanto los aspectos creativo e imaginativo como la capacidad de
crítica están siendo eliminados de la educación básica obligatoria del
país. Y no hay que olvidar que para muchos niños la escuela es, y será,
la única posibilidad de conocer la belleza, la justicia y la verdad. De
ahí la necesidad de que, como sociedad civil, rechacemos aquellos
modelos educativos que solo opten por promover habilidades produc-
tivas y altamente especializadas en su aplicación, cuyo objetivo se li-
mite a generar ganancias. De ahí también la necesidad de criticar una
educación unilateralmente orientada a la adquisición de las habilida-
des que más se avienen con el crecimiento económico y el lucro. Esta
66 condición formativa resulta inadmisible para quienes nos dedicamos a
la educación, ya que sabemos que la riqueza del ser humano reside en
su capacidad de tener una visión humanista, propia de un ciudadano
democrático y solidario: la educación no consiste solo en enaltecer los
poderes técnicos o económicos, sino, sobre todo, en apreciar la diver-
sidad de las culturas, y la dignidad y la singularidad de lo humano.
SILVIA GARZA

Mi tesis es la siguiente: la crisis actual mexicana se está nutriendo


de los modelos educativos derivados de una cultura moderna que propi-
cia la apología de la violencia. Peligrosamente, el contexto cultural y
educativo están provocando una transformación de “los anhelos” del
niño actual, homo violentus, que implicará un nuevo orden social, que
muchos ni siquiera han advertido. En el año 2009 hicimos una consulta
sobre la violencia familiar y escolar que viven los niños en México.
Entrevistamos a 3,740 niños, entre 8 y 18 años, de las escuelas públicas
de 19 estados de la república. Uno de los datos que nos sorprendió fue
descubrir que el 48% de los niños, en sus casas, sistemáticamente eran
golpeados por sus padres con objetos duros, como cinturones, tablas o
chanclas. Constatamos que para los niños la violencia está legitimada.
Para los niños la violencia es la forma más rápida y eficaz de resolver
los problemas. Sin duda, el vínculo amor y violencia resultó ser más
fuerte de lo que pensábamos. Y las consecuencias de utilizar la violencia
como herramienta educativa son visibles: más allá de la afección física
queda un sentimiento de disolución de la dignidad de la persona, senti-
miento que propicia la frustración y la agresividad.
Valeria Luiselli, en su libro Los niños perdidos, un ensayo en
cuarenta preguntas, narra su experiencia, como traductora en la Corte
Federal de Inmigración de Nueva York, sobre la devastación del ima-
ginario infantil de los niños migrantes indocumentados, cientos de in-
fantes centroamericanos que logran cruzar, por México, a Estados
Unidos y que son víctimas de violaciones, abusos y maltratos. Nos
dice Luiselli: “Me imagino que en la mente de muchos niños que emi-
gran, el mundo es un lugar en donde no se vive en realidad con nadie.
¿Con quiénes vives realmente cuando tu comunidad inmediata está
deshecha por la violencia sistemática, por la corrupción a todos los
niveles, por la negligencia de los políticos, y la impotencia de los ciu- 67
dadanos, y sobre todo, por el miedo y la desconfianza las personas con
quienes ¨vivimos”?
Es verdad que esta crisis mexicana se corresponde con otra de
carácter mundial más amplia: la crisis contemporánea es diferente a
las del pasado, escribe Zygmunt Bauman: “los retos actuales están
SILVIA GARZA

golpeando duramente la esencia misma de la educación tal como se le


concibió en el umbral de la larga historia de la civilización: hoy está
en tela de juicio lo invariable de la idea, las características constituti-
vas de la educación que hasta ahora habían soportado todos los retos
del pasado y habían emergido ilesas de todas las crisis. Me refiero a
los supuestos nunca antes cuestionados”.
Es urgente modificar este discurso deforme. Y si la cultura es
aquello que permite al hombre la capacidad de reflexionar y de discer-
nir a propósito de los valores para poder convivir con sus semejantes,
ante la violencia sistemática que padecemos en México me parece ur-
gente cultivar, desde el ámbito educativo, el alma de los ciudadanos, y
engrandecer su sensibilidad y su conocimiento, con el fin de estable-
cer una mejor comprensión de los otros. En la Declaración Universal
sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO, se dice:

«La cultura debe ser considerada como el conjunto de los ras-


gos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además
de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos,
los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias».

Así, la apuesta radica en fortalecer las artes, la literatura, la edu-


cación humanista, como herramientas eficaces para denunciar los
maltratos, los abusos y la violencia, y lograr construir una mejor socie-
dad. Es claro que no tengo objeción ninguna contra la educación tec-
nológica y científica, pero la tecnología poco está haciendo por la bue-
na y futura salud de sus usuarios.
Tengo casi diez años de ofrecer, desde la Organización de la
68 Sociedad Civil que presido, Educadores somos todos, A.C., programas
culturales en las comunidades más vulnerables de mi país. Hemos lle-
vado el arte, la lectura, la música clásica y el teatro a las comunidades
indígenas y a los barrios marginados con mayores índices de violen-
cia. He tenido experiencias muy conmovedoras. Estos proyectos cul-
turales nos han hecho reconocer que las emociones más profundas no
SILVIA GARZA

siempre pueden expresarse verbalmente y que el arte ayuda a esa libe-


ración del alma. La vulnerabilidad, el miedo, el enojo, la desconfianza
son emociones en las que la narrativa y el teatro abren las puertas a ese
mundo silenciado. La literatura nos ha permitido que mujeres víctimas
de violencia de género, por ejemplo, logren establecer una compara-
ción “con otras” mujeres, “con otras” familias, o “con otros” persona-
jes que han sufrido lo mismo que ellas.
Con estos programas, los beneficios no han sido solo culturales;
nos estremece conocer las repercusiones sociales del proyecto. Como he
dicho, la literatura y el teatro han resultado ser magníficos antídotos fren-
te al conformismo de mujeres que vivían bajo condiciones indignas de
sometimiento. Francisca, profesora de la meseta purépecha en Michoa-
cán, uno de los estados con mayor violencia del país, ha movilizado a una
gran cantidad de mujeres de Ocumicho, Paracho y Uruapan para señalar,
desde la literatura, la violencia machista en la que han vivido toda su
vida. Las instancias de canalización de atención a víctimas nos empiezan
a mostrar los avances en las denuncias de malos tratos hacia las mujeres
de la zona. ¿Por qué es importante que las mujeres y los niños se acer-
quen a los libros? ¿Para qué sirve la lectura? ¿Qué ventajas o destrezas
intelectuales adquirirán quienes se aficionan a la música clásica? ¿Qué
virtudes desarrollarán los niños que participan en las obras de teatro de
fábulas de Samaniego o La Fontaine? No lo podemos responder en tér-
minos cuantitativos; sin embargo, quienes elaboramos estos proyectos lo
sabemos: la literatura, la música, el teatro y las artes son instrumentos de
transformación, de defensa y de lucha contra la adversidad.
El hecho de que las mujeres de la meseta purépecha michoaca-
na, para seguir con el mismo ejemplo, hayan despertado a su propia
condición de dignidad, respeto y justicia humana es el provecho más
grande, para ellas y también para nosotros, que se ha obtenido. Aun- 69
que a muchos nuestra propuesta les parezca inútil, siempre hemos in-
sistido, desde la sociedad civil, en que los niños, los jóvenes y las
mujeres deben leer, acercarse a la música e ir al teatro. La literatura
nos ha servido para empezar a tejer redes que sostengan a toda la co-
munidad, ya que los lectores de Ibsen o de Shakespeare o de Juan
SILVIA GARZA

Rulfo, se han entendido y se han sentido miembros de la misma espe-


cie porque, en esas obras, han aprendido aquello que compartimos
como seres humanos, lo que permanece en todos nosotros por debajo
del amplio abanico de diferencias que nos separan; y nada ha resultado
mejor al ser humano contra la estupidez de los prejuicios, del racismo,
de la xenofobia, de los nacionalismos excluyentes o de la violencia.
Esta comprobación incesante que aparece siempre en la gran literatura
es la igualdad esencial de hombres y mujeres de todas las geografías y
estratos sociales.
Existen algunas experiencias internacionales donde también se
ha operado esta vinculación de cultura y paz social. Recordemos el
caso de la ciudad de Palermo, Italia, en donde La Cosa nostra provo-
có, durante décadas, que la ciudad fuera sinónimo de crimen organiza-
do, corrupción y violencia. En 1992 la mafia mandó asesinar a los
jueces Paolo Borsellino y Giovanni Falcone. Ante estos crímenes, y en
oposición a la omertá, el pueblo entero se echó a la calle con la finali-
dad de que el mundo conociera el estado de miedo y violencia en el
que los sicilianos vivían a diario. Gracias al programa cultural “Una
nueva cultura de la legalidad”, hoy la capital de Sicilia es símbolo de
“Renacimiento”. Los tres ejes de acción iniciales del programa fueron:
1) la escuela, 2) el ámbito socio-cultural y 3) la renovación urbanísti-
ca. Este programa lo han continuado hasta nuestros días.
Sicilia nos ha enseñado una forma en la que la sociedad civil
puede reaccionar con éxito ante la violencia e intimidación del crimen
organizado: la cultura y la educación. Para combatir la violencia, los
sicilianos reconocieron el valor de las artes y la cultura. De alguna
manera, las bisagras Cultura-Justicia y Arte-Legalidad continúan hoy
en el Valle de los Templos, la antigua Akragas de Agrigento, uno de los
70 espacios culturales más emblemáticos de la isla siciliana: en el espacio
cultural sagrado, entre el Templo de la Concordia y el de Juno Lacinia,
en el principio mismo de la civilización occidental, se extiende, entre
olivos y miles de turistas, El jardín de los jueces como un reconoci-
miento actual a aquellos magistrados que, con sus muertes, iniciaron
un cambio de mentalidad en la sociedad.
SILVIA GARZA

Algunos podrán pensar que difícilmente el arte detendrá la vio-


lencia, y acaso tendrán razón, pero lo cierto es que el arte sí puede
prevenir su inminencia y desde luego puede ayudar a construir, como
los sicilianos lo hicieron, una nueva cultura cívica con el principio
aristotélico de armonía fundamental. En México hay algunas organi-
zaciones de la sociedad civil que se dedican a la educación para la paz.
RedeseArte Cultura de Paz es una de ellas.
“A finales de 2010, Ciudad Juárez era ya considerada por tercer
año consecutivo como la ciudad más violenta del mundo, con una tasa
de homicidios de 227 por cada 100 mil habitantes, superando zonas en
guerra como Bagdad o Afganistán, que llegaban a 27 y 170 respecti-
vamente. Un domingo de marzo del 2011 las voces de las sirenas cam-
biaron por el resonar de las risas de cientos de niños que alegres toma-
ban la explanada del Centro Cultural Paso del Norte ante la mirada
cómplice de familiares y maestros (…) cual sería la sorpresa de todos
cuando alrededor de cuatro mil niños de las colonias abandonadas en
la periferia de la ciudad visitaban por primera vez el centro cultural y
lo hacían con tal orden, disciplina y toda la dignidad del mundo. En
una ciudad que se encontraba convulsa, estigmatizada y señalada
como la más violenta del mundo, dentro de todo ese horror cotidiano
y el temor que implica que las distintas policías y el ejército patrullen
las calles, que los criminales hagan de las suyas a plena luz del día, la
presencia de estos cuatro mil niños venían de comunidades vulnera-
bles en muchos sentidos y muy alejados de la infraestructura cultural,
parecía una flor en medio del desierto juarense (…) Ese día no hubo
muertos por primera vez en muchos días, la ciudad que estaba siendo
abatida por las balas tenía un impasse para ver sonreír a sus niños, a
pesar de que los muertos se contaban por docenas diariamente, los
niños aún estaban ahí, víctimas silenciosas de lo que estaba sucedien- 71
do en nuestra ciudad; terminarían por convertirse en artífices de esa
transformación de sus comunidades, que serían articuladas en derre-
dor del arte”.
Con programas con éste, o como los que propiciamos desde
Educadores, hemos logrado vincular entre los mexicanos más vulne-
SILVIA GARZA

rables conceptos de libertad, de felicidad y de progreso con el desarro-


llo de las artes. La Secretaría de Educación Pública ha hecho esfuerzos
con programas de prevención de violencia, pero dichos programas,
que se han estipulado en los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo
2013-2018 y el Programa Sectorial de Educación 2013-2018, a mi
juicio, cumplen más con las motivaciones políticas que con las educa-
tivas o culturales. Generalmente, quienes diseñan políticas educativas
suelen considerar las disciplinas artísticas como meros ornamentos
improductivos y, en una época en que las naciones deben prescindir de
todo aquello que no sea productivo, las humanidades, la literatura y las
artes han ido perdiendo terreno aceleradamente; no solo desaparecen
de los programas y planes de estudio, sino también han sido elimina-
das peligrosamente de la mente y de los corazones de los propios pro-
fesores y estudiantes. En las comisiones de cultura y de educación, es
frecuente encontrar a servidores públicos o políticos con una ética de
la irresponsabilidad, como los llama Giovanni Sartori:

“A la luz de la ética de los principios, el político que produce


desastres se queda tan tranquilo. Su defensa es: mis principios y mis
intenciones eran buenas, y yo respondo solo de su pureza (…) La ética
de las intenciones está en su puesto cuando afecta a la esfera de las
decisiones individuales: pero se sale de su sitio cuando invade la esfe-
ra de las decisiones colectivizadas. Bien entendido, no es que estas
últimas no deban estar guiadas por finalidades o por intenciones, o que
estas intenciones no deban ser bien- intencionadas. Es que en el ámbi-
to de las decisiones colectivizadas la bondad de los intentos no basta.
Por tanto, la ética de las intenciones si, y solo si, actúa en el ámbito que
le compete. En cambio, se convierte en una mala ética de la irrespon-
72 sabilidad. Y el caso es que hoy la ética de los principios prevalece en
todos los terrenos, y cada vez más, sobre la ética de las consecuencias.
¿Cómo se explica esto?”

El camino será largo, sí, pero estoy convencida de que el refuer-


zo de la educación humanística y artística es lo que nos permitirá vis-
SILVIA GARZA

lumbrar un futuro mejor, un porvenir que no quede reducido a la co-


municación electrónica y a la existencia humana configurada como un
mero aparato de consumo. No hay que olvidar que la función de la
cultura consiste también en crear un auténtico espacio público de re-
flexión sobre el futuro que queremos. Y justamente, en este momento
de gran crisis, mediante la enseñanza de las artes podremos compren-
der, enfrentar y transformar la dramática situación histórica actual y
nuestra condición existencial frente a ella. Creo que únicamente los
individuos conscientes de su valor, de mente abierta y reflexiva, y de
carácter participativo, podrán generar sociedades prósperas, modernas
y progresistas; y solo en estas sociedades podrán florecer sistemas de-
mocráticos, transparentes, con equidad y justicia social, que otorguen,
a cambio, solidez a la sociedad que los vea nacer.

73
III
REFORMAR, EDUCAR, EMANCIPAR
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

1
AMÉRICA ANTE LAS FAUCES FLORIDAS
DEL MICTLÁN

Dejar de escribir sería morir.


A la memoria del periodista
Javier Valdez (1967-2017)

A diferencia de las concepciones mítico-históricas de los pue-


blos originarios de América, vinculadas íntimamente a la naturaleza y
sus procesos orgánicos vitales, el Cristianismo es una religión que, al
dejarse llevar por su desprecio hacia el Mundo y el Cuerpo, acabó por
anular el principio de Regeneración. Al hacer esto, el concepto cristia-
no del Tiempo se autonomizó de los ciclos concretos y diversos de la
Vida y la Muerte: agrícolas, lunares, migratorios, etcétera, a los que,
sin poder anular, sí colocó en un segundo plano y hasta en un tercero. 77
Con ello, lo que se impuso fue una idea abstracta del tiempo que no
podía ser ya ni cíclica ni mucho menos regenerativa, sino lineal e infi-
nita, a partir de lo cual, las ideas de Purificación y Pecado fueron in-
troducidas dentro del imaginario social como puertas de acceso hacia
lo eterno, ya sea que esto se representase como gloria en el Cielo o
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

castigo en el Infierno. Lo que aquí observamos, es la radical suplanta-


ción de lo biológico e histórico, finito y concreto, por lo divino y eter-
no, absoluto y totalitario, para cuya efectuación el cristianismo institu-
yó al Papa y al Sacerdote como representantes de Dios en la Tierra,
mientras que la Iglesia fue erigida como Casa de Cristo e instancia
mediadora ante los Hombres, para quienes la Confesión y la Peniten-
cia fueron dispuestas como instrumentos para la Purificación, simbo-
lizando el camino hacia el eterno abrazo del Dios-Hijo. Al final, las
comunidades humanas bajo el yugo cristiano sólo conocieron una for-
ma específica de lo eterno: el Pecado, renovable ad infinitum bajo la
experiencia de la culpa, el dolor y el fracaso, para lo que ningún casti-
go resulta suficiente.
Dicho esto, podemos afirmar que el ethos de la modernidad es,
precisamente, el que se levanta a partir de esta concepción pecaminosa
de la existencia, y que encarna a través de la figura del Estado moder-
no, quien, en sí y para sí, hace valer su ser totalitario a través de las
instancias burocrático-inquisitoriales que le dan forma y funciona-
miento específicos, es decir, que hacen de éste un ente político-religio-
so de naturaleza confesional. Ahora bien, no se crea que la religiosidad
es el distintivo del Estado latinoamericano, como podría ocurrir desde
una perspectiva real-maravillosista –si cabe el término. Sino de indi-
car que esta es la particularidad de todo Estado moderno, precisamen-
te por lo que de moderno tiene. El equívoco, en realidad, estaría en la
creencia de que el ethos de la Modernidad se constituye exclusiva-
mente bajo el dominio de la razón instrumental y la ascesis producti-
vista. Si así fuera, la dinámica auto-destructiva y contra-productivista
que es ya un aspecto inocultable de lo moderno, sólo podría ser expli-
cada como el exceso incuantificable y ya-no-matematizable de sí,
78 cuando en todo caso, la irracionalidad de lo moderno está ahí, consti-
tutivamente, como un principio fundante.
Una inmersión crítica hacia el núcleo duro de la Modernidad
puede resultar en toda una revelación, ¿cuál?, la del Misterio Trinita-
rio, que establece que Dios es Uno y a la vez es Tres: Padre, Hijo y
Espíritu Santo, tres personas distintas, un solo Dios verdadero todas
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

ellas. Veamos, bajo los razonamientos de la aritmética más básica, la


unidad que se multiplica por sí es igual a la unidad misma; no así, si
atendemos al modus operandi trinitario, porque entonces esa multipli-
cación da como resultado tres. Sin embargo, tres multiplicado por sí
mismo no es nueve, es otra vez tres, porque tres es igual a uno. Y es
esta irracionalidad del Universo cristiano la que circularmente se cie-
rra en el Cielo tan solo para abrirse paso en el Mundo bajo la forma del
Amor de Cristo por la Humanidad (y, subsecuentemente, la del Amor
del Fraile por el Indio) y, de ese modo, efectuarse al tenor de los tres
principios teologales de la Ley de Dios: Fe, Esperanza y Caridad, los
mismos que la Modernidad, en su sentido más convencional, no sólo
no abolió, sino que reafirmó como substancia básica de su propio
Amor por la Técnica, pero en términos de Fe en el Progreso, Esperan-
za en la Ciencia, Caridad en la Abundancia. Así, sólo con la asunción
de la irracionalidad intrínseca del dogma trinitario, podrá entenderse a
cabalidad la naturaleza de la razón instrumental moderna, cuyo ori-
gen, desde las concepciones teologales de la cristiandad, es divino, o
sea, un atributo que Dios misericordioso concede al Hombre con ex-
clusividad para la comprensión, el ordenamiento y el control de las
cosas del mundo –tal como quedara formalizado ya desde la época de
San Agustín en el siglo IV.
Si acordamos que la irracionalidad de lo divino subyace hasta
en la más básica de las operaciones aritméticas, podríamos compren-
der por qué en América la racionalidad moderna acabó convertida en
aritmética del terror. Esto, singularmente, se aprecia en las transforma-
ciones del tiempo. Mientras que en la América protestante del Norte el
tiempo fue convertido en dinero y reloj nuclear en cuenta regresiva, en
la América católica del Sur el tiempo se convirtió en fila de espera: fila
ante las ventanillas del partido por el bono mensual alimentario, fila 79
ante el escritorio de los servicios de salud por la programación de una
cirugía urgente, fila para el acceso al vehículo del transporte público,
pero sobretodo, fila ante las puertas cerradas de la justicia.
A este respecto, resulta pertinente referirse al caso de la señora
Miriam Rodríguez, una reconocida activista que buscaba a personas
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

desaparecidas en el estado de Tamaulipas, al norte de México. Miriam


había denunciado amenazas de muerte en su contra y había pedido
protección a las autoridades. Años atrás, en 2014, había padecido el
secuestro de su hija Karen Alejandra, menor de edad, a quien encontró
en una fosa clandestina en el municipio de San Fernando, sitio en el
que fueron encontrados al menos 289 cadáveres, no pocos de ellos de
personas de origen centroamericano. Por su propia iniciativa, Miriam
fue capaz de dar con los asesinos de su hija, quienes eran parte del
cártel de Los Zetas y, además, logró que fueran apresados. La noche
del pasado 10 de mayo de 2017 –cuando en México celebramos el Día
de las madres– Miriam fue asesinada por un grupo armado en las puer-
tas de su propia casa. Gracias a las organizaciones civiles, hoy sabe-
mos que la señora Miriam Rodríguez, efectivamente, se quedó a la
espera de que las autoridades pusieran en marcha las medidas especia-
les de seguridad en algún momento acordadas.
En países como México, en que la democracia se ha convertido
en un circo de los horrores y la vida cotidiana en un caminar sobre
vidrios, lo moderno se expresa a través de esa aritmética de la muerte
por la cual a los mexicanos el tiempo de la vida se nos está yendo en
contar cadáveres, tarea en la que nos afanamos aún a sabiendas de que
los muertos por la violencia del Estado son ya incontables. La Comi-
sión Nacional de Derechos Humanos ha contabilizado el hallazgo de
1,143 fosas clandestinas aparecidas a lo largo del territorio mexicano
entre 2007 y 2016, de las que se han exhumado 3,230 cadáveres o
restos óseos –cifras que rebasan por completo la capacidad del Estado
para proceder a un trabajo de identificación. Quepa añadir, que la cien-
cia misma palidece ante esta realidad. Ejemplo de ello, es la incapaci-
dad mostrada por la universidad vienesa de Innsbruck para establecer
80 con certidumbre la procedencia genética de los restos óseos que el
gobierno mexicano le entregó y que, presumiblemente, serían de algu-
nos de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, víctimas
de desaparición forzada en 2014.
Si yo tuviese que proceder a una definición, diría lo siguiente:
“La Modernidad es la siniestra experiencia de vivir lo invivible a tra-
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

vés del sinsentido de cuantificar lo incuantificable”. En realidad, se


trata de un tipo de experiencia que ya había sido vislumbrada por Niet-
zsche y que refirió en términos de “exceso de historia” (Übermaß von
Historie), experiencia por la cual la racionalidad moderna se impone
con toda su irracionalidad como una abrumadora pragmática del cál-
culo que es paralizante y aniquilante de toda fuerza vital. Algo que se
proyecta sobre la civilización como un auténtico –y también lucrati-
vo– padecimiento. Cito: “Ese memento mori [recordatorio de muerte]
medieval y de desesperanza que el cristianismo, respecto a todos los
tiempos venideros de la existencia terrenal, lleva en el corazón”8. Sin
embargo, lo que aquí quisiera enfatizar es el punto que esta situación
ya ha alcanzado, en que parece observarse un fenómeno de implosión
por el cual la Modernidad, abrazada por el cáncer de la necrofilia cris-
tiana, se vuelve sobre sí misma y comienza a devorarse y a alimentar-
se de su propio y putrefacto cadáver.
En medio de esta situación es trascendental captar el sentido de
nuestra historia como habitantes de este continente, y asimilar que el
portentoso proceso de la Invención de América –como lo expresó Ed-
mundo O’Gorman en la década de 1950– es el proceso de invención
de la Modernidad misma. Sin embargo, resulta clave identificar que
este enorme acontecimiento también significó la reinvención del Cris-
tianismo, cuyo Logos, alojado al interior de ese proceso inventivo
como un verdadero parásito, acabó por dominar al organismo del cual
vive. Entender, finalmente, que la Iglesia también se reinventó y que
lo hizo a costa de las poblaciones autóctonas, a quienes recreó bajo la
novedosa figura del “Indio Americano”. Al hacerlo, al revitalizar el
sentido de su vocación “salvífica”, la Iglesia no solo se reinventó, sino
que también logró salvarse a sí misma, a través de la renovación de su
razón de ser en esta nueva etapa de la Historia. Un Nuevo Mundo, una
81
8. “Vielleicht gefällt diese Bemerkung nicht, vielleicht ebensowenig als jene
Ableitung des Übermaßes von Historie aus dem mittelalterlichen Memento mori und
aus der Hoffnungslosigkeit, die das Christentum gegen alle kommenden Zeiten des
irdischen Daseins im Herzen trägt”. Nietzsche F.: “Unzeitgemässe Betrachtungen.
Zweites Stück. Vom Nutzen und Nachteil der Historie für das Leben”, en: Werke in
Zwei Bänden (I). München: Carl Hanser Verlag, 1967, p. 155.
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

Nueva Iglesia, un Nuevo Adán. Es la Modernidad Trinitaria que así se


pinta de cuerpo entero.
Desconectados de nuestras raíces más arcaicas, los latinoame-
ricanos hemos aceptado alimentar con nuestra sangre el proyecto de
civilización que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana concibió y
dispuso para nosotros. De no iniciar una crítica frontal, estaremos
condenados a vivir inmersos en esa dinámica por el cual la vida es
experimentada y reproducida como un calvario en que la purifica-
ción del pecado justifica toda humillación. Comprendamos esto:
América no adviene al Mundo por obra de la auto-conciencia, sino
por un acto sacramental llamado Bautismo, por el cual el pasado
entero de los pueblos originarios del continente fue condenado y
desterrado de sus mentes y sus prácticas cotidianas por todos los
medios de la violencia al alcance. En tanto proyecto civilizatorio,
América fue la primera en ser racionalmente diseñada desde los púl-
pitos de los concilios y los debates teologales que tuvieron lugar en
ambos lados del Atlántico durante el siglo XVI, siendo el “Indio
Americano” el más acabado de todos sus productos. No creo exage-
rar si afirmo que él es la primera invención humanoide de probeta,
cuyo manual de uso son las numerosas doctrinas, sermonarios y con-
fesionarios escritos e impresos en lenguas indígenas por las órdenes
de religiosos en Perú y México, libros en los que la enseñanza iniciá-
tica es poner al Indio de rodillas. La modernidad del Indio America-
no realmente consiste en que su condición miserable y lastimera fue
apriorísticamente concebida para que pudiera ser mantenida por me-
dios artificiales a voluntad de su creador: sacerdote. Y es precisa-
mente a él, a quien el Estado moderno le debe el modelo de sujeción
y dominio que hoy caracteriza a sus políticas públicas: la invención,
82 a diestra y siniestra, de tipos diversos de ciudadanía que conforme
más singularizadas, más vulnerables son y, por lo tanto, más y más
dependientes. Quien las inventa es quien por derecho las explota.
Así, el enfermizo interés del Estado contemporáneo por la sexuali-
dad de los ciudadanos, especialmente niños y jóvenes, expresa cuán
ambiciosa es su vocación de dominio.
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

Lo paradójico, es que para encarar críticamente a la Moderni-


dad hay que encarar críticamente al Cristianismo. Esto implica proce-
der a echar abajo el tabú que al respecto ha prevalecido en la sociedad
–especialmente en la academia, donde con mayor refinamiento la reli-
gión cristiana se ha aposentado. En sus inicios, bajo los recursos de la
gramática, la retórica y la dialéctica medievales; hoy, en tiempos de
pusilanimidad intelectual, bajo las buenas maneras de los lenguajes
políticamente correctos. En aquel entonces, la Suma y el Tratado; hoy,
a duras penas, el Paper. En la actualidad, un Twit de ciento y tanto
caracteres tiene más posibilidades de impactar al mundo e influir en la
sociedad, que todo lo que han producido las academias de Filosofía de
América del Norte y del Sur en los últimos 10 años. ¿Y saben qué? Me
parece genial, por su gazmoñería. No perdamos de vista que en nues-
tra región el dominio del Logos cristiano comenzó con Bartolomé de
las Casas en Guatemala, Bernardino de Sahagún en México y José de
Acosta en Perú, y que éste se ha prolongado hasta el presente a través
de la Teología de la Liberación y su reconversión filosófica. En refuer-
zo de ese dominio y con presuntos tufos salvíficos, ha venido a asen-
tarse el cáncer intelectual de la Teoría postmoderna, cuyos miembros
dentro del feminismo no han hecho sino prolongar las labores cate-
quísticas de las dos Teresas más influyentes de la era moderna: la de
Ávila y la de Calcuta.
En síntesis, al absolutizar la idea de lo eterno como Vida o Cas-
tigo perpetuos, el Cristianismo no solo aniquiló el valor de la Vida
como experiencia comunitaria que se realiza a través de complejos
sistemas de regeneración. También extinguió el sentido de la Muerte,
considerada por los antiguos habitantes de América como una dimen-
sión constitutiva de la Vida misma, algo sin lo cual ningún ciclo rege-
nerativo puede cumplirse a cabalidad. Que la Vida se prolonga hacia 83
el ámbito de la Muerte y que, en un movimiento de reflujo, ésta se
prolonga hacia aquélla, es algo que da cuenta de la íntima correlativi-
dad que entre ellas puede haber. Dentro de la cosmogonía antigua de
los pueblos originarios, la Muerte no sólo es el ámbito donde se gesta
la Vida, sino que es el sitio donde culmina simbólicamente el acto se-
ELIAS ISRAEL MORADO HERNÁNDEZ

xual entre las divinidades. En el caso de México, esas divinidades son


la del Saber y la del Erotismo: Quetzalcóatl y Xochiquétzal. La histo-
ria cuenta que del semen de Quetzalcóatl surgió un murciélago, el cual
voló y se prendió con sus dientes a la vagina de Xochiquétzal. Éste
arrancó un trozo de la vulva de la diosa y con él descendió al Mictlán,
que es la Tierra de los Muertos. Cuando el murciélago dejó caer allí su
bocado, la carne hizo germinar la tierra, de la que comenzaron surgir
las flores amarillas más olorosas de que se tuviese memoria. Así,
mientras que, dentro de las concepciones cristianas, el Inframundo fue
representado como una cámara de torturas sin fin, para los antiguos
mexicanos éste fue imaginado como un campo florido. Démonos, en-
tonces, la libertad de fantasear que nos adentramos por las fauces del
Mictlán, que caminamos entre sus flores y respiramos de ellas, y de-
mos oídos al sabio canto de sus laboriosos insectos que tejen con su
miel la voz de nuestros antepasados – quienes ya son todos aquellos
que fueron asesinados apenas ayer.

84
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

2
EL ENSAYO COMO INSTRUMENTO
DE REGENERACIÓN

Desde Montaigne y Bacon, el ensayo viene siendo el género lite-


rario mejor adaptado a la expresión de los ideales intelectuales, morales,
y políticos de la modernidad. En Montaigne, la modernidad toma la
forma epistemológica del escepticismo. Psicológicamente propone una
subjetividad reflexiva, autónoma, y soberana. En Bacon, este escepticis-
mo auto-reflexivo se vuelve programático. En nombre de la “prudencia
intelectual” Bacon lleva a cabo una severa crítica de los llamados “ído-
los de la mente” y de las falsedades, equivocaciones y confusiones que
generan. A su vez, propone un nuevo método riguroso –un nuevo órga-
no para pensar y conocer la verdad: la razón inductiva. Gracias a este
método inductivo y experimental los hombres modernos habían de li-
brarse de la ignorancia, conocer las leyes de la naturaleza y, por medio 85
de su nueva ciencia y tecnología, convertirse en los amos de la naturale-
za y de los demás hombres no modernizados.
Pero el ensayo en América Latina, así como en España, se ha
tenido que enfrentar siempre con el espectro de la decadencia cultural
hispana. En lugar del ensayismo esclarecido de Montaigne, Bacon,
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

Descartes o Voltaire la cultura hispana del siglo XVIII produjo el inte-


lectualmente tullido ensayismo del eclesiástico “ilustrado” Feijoo.
Consciente de la decadencia cultural que lo rodeaba, y determinado a
luchar contra la ignorancia, las supersticiones y las falsedades promo-
vidas por el escolasticismo, Feijoo defendió el escepticismo moderno
y la nueva ciencia como métodos seguros de llegar a conocer la verdad
del orden natural. Pero por temor al poder tiránico de la Inquisición,
jamás se atrevió a cuestionar el dogma de la Iglesia. Al contrario, de-
fendió la revelación y la profecía como los métodos más seguros de
conocer las verdades espirituales. Esta doble defensa de los métodos
modernos y esclarecidos por una parte y, por otra, de los métodos
pre-modernos y religiosos acabaría socavando su proyecto ensayístico
y torciendo la conciencia auto-reflexiva y moderna a la que aspiraba
hacia una conciencia escindida y dividida en contra de sí misma.
De hecho, no sería hasta la invasión napoleónica de España que se
daría a conocer una voz plenamente esclarecida y moderna en el ensayis-
mo español. Me refiero a José María Blanco White, cuya crítica de la de-
cadencia hispana como resultado del casticismo, lo enfrentó con la doble
tiranía de la monarquía absolutista y la iglesia inquisitorial. De allí su
huida, como la de tantos otros intelectuales liberales y románticos, al exi-
lio de Londres o París. Pero Blanco White, a quién Simón Bolívar nombra
como “amigo” en su famosa “Carta de Jamaica,” fue (y sigue siendo) una
verdadera excepción. Por lo general, cuando los ensayistas españoles y
latinoamericanos se enfrentan a la decadencia cultural hispana, se quedan
a mitad de camino; y, como el mismo Feijoo, acaban teniendo que defen-
der la decadencia como una imaginada fuente de regeneración.
Tomemos como ejemplo y paradigma de esta paradoja del ensa-
yismo latinoamericano el llamado “Libertador,” Simón Bolívar. En
86 sus cartas y proclamas Bolívar critica los abusos de poder de la monar-
quía absolutista española en América latina, y al mismo tiempo acata
esa misma tiranía en nombre de la emancipación. Defiende el derecho
de los criollos a ejercer lo que él llama “la tiranía activa y dominante”.
Se trata, ni más ni menos, de una crítica moderna a la tiranía anti-mo-
derna española que acaba abogando por esa misma tiranía. La emanci-
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

pación postcolonial con la que soñó Bolívar perpetuó el orden colonial


por medio de la tiranía activa y dominante de los criollos.
Consideremos otro ejemplo: el de Sarmiento. Su crítica de la
barbarie y de la tiranía de los bárbaros españoles y mestizos, coincide
con la defensa de la civilización y del proyecto civilizatorio europeo
en América Latina. Considera que la solución a la decadencia impues-
ta por esa barbarie es una campaña genocida en contra de las poblacio-
nes mestizas e indígenas de las pampas de Patagonia. Propone, en
otras palabras, la extensión de una tiranía imperial en aras de la conso-
lidación y expansión nacional.
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX encontramos
un panorama ensayístico harto parecido. En Colombia, escribiendo
bajo la bandera del regeneracionismo, está uno de los fundadores del
Instituto Caro y Cuervo, Miguel Antonio Caro, cuyos ensayos en torno
al Quijote de Cervantes, propusieron la restauración del idealismo qui-
jotesco como fórmula para la regeneración de los valores católicos en
una época de peligrosa modernización y secularización de la sociedad
colombiana. Por su parte, en Uruguay, Rodó también acabaría cele-
brando estos valores tradicionales, elitistas, y quijotistas como solu-
ción regeneradora de la percibida decadencia impuesta en el hemisfe-
rio por el positivismo, hedonismo, y liberalismo del temible “Coloso
del Norte”. Por su parte, el nicaragüense Rubén Darío acabaría defen-
diendo el imperio espiritual y cultural de Don Quijote frente a los va-
lores capitalistas del moderno imperialismo providencialista de los
Estados Unidos de América.
Este quijotismo de estirpe elitista siempre se articuló dentro del
proyecto republicano y democrático de las emancipadas naciones lati-
noamericanas. Aún así encontró su complemento en el quijotismo pro-
to-fascista de pensadores y ensayistas españoles como Ganivet, Una- 87
muno, Ortega y Gasset o Maeztu. Al igual que Caro, Rodó, y Darío,
estos ensayistas españoles elevaron la figura de Don Quijote al estatus
de un héroe trágico, agónico, mesiánico y regenerador. Según ellos, el
mundo hispano había caído en un estado de decadencia por culpa de
los Sanchos, de las masas, que en vez de mantenerse fiel a los valores
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

de Don Quijote, pretendieron dejar de ser escuderos y volverse gober-


nadores. Es decir, en vez de obedecer a sus amos, escogieron obede-
cerse y gobernarse ellos mismos. La regeneración quijotista dependía,
por lo tanto, de la capacidad de los nuevos Quijotes de humillar a los
Sanchos e imponer su voluntad sobre ellos. El programa de regenera-
ción propuesto por estos ensayistas pedía la destrucción de la demo-
cracia moderna y la restauración, bajo la bandera del fascismo nacio-
nal-católico español, de la doble tiranía tradicional de poderes políticos
absolutistas y poderes religiosos inquisitoriales.
Por su parte Martí, el héroe nacional cubano por antonomasia,
vio en el “Coloso del Norte” y en su imperialismo providencialista no
sólo una amenaza a los valores tradicionales del mundo hispano, sino
también un admirable ejemplo de tiranía moderna. En este sentido,
retrató al General Ulises S. Grant como un nuevo modelo heroico para
una época moderna en que los viejos modelos ya no servían. Grant,
según Martí, entendía que había que movilizar a las masas de soldados
para la destrucción total del enemigo. Era sobre la base de esta des-
trucción masiva que, según Martí, se había de construir la libertad
nacional. Martí criticó al imperialismo español por ser tiránico; pero
celebró el naciente imperialismo yanqui como modelo de una nueva
tiranía nacionalista. Paradójicamente, sería este nuevo imperialismo
moderno de los Estados Unidos el que acabaría con el sueño indepen-
dista cubano de Martí.
Pero dejemos atrás los debates en torno a la percibida decaden-
cia de comienzos del siglo XX y consideremos algún que otro ejemplo
más cercano a nuestra época post-moderna, post-revolucionaria y
post-intelectual. A mediados del siglo XX, Octavio Paz estilizó la na-
ción mexicana como una nación mestiza. A diferencia de los intelec-
88 tuales revolucionarios mexicanos que, como Vasconcelos, habían
ideado la nación mestiza mexicana como el comienzo de una futura
raza cósmica que sería la culminación de la modernidad, Paz contem-
pló el mestizaje bajo su aspecto negativo, subalterno y estigmatizado:
los mexicanos eran los hijos de la gran chingada; estaban chingados y
divididos interiormente contra sí mismos. Eran resentidos, rencorosos
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

y violentos, y desconocían, como el Minotauro encarcelado por Déda-


lo, el camino que les liberaría del laberinto de su ensimismamiento
cultural. Para escapar, emanciparse y modernizarse Paz proponía que
los mexicanos se contemplaran en el espejo radiante de la cultura hí-
per-modernizada de los Estados Unidos de América. El México
post-revolucionario de Paz perpetuaba de esta manera el colonialismo
… si ya no de un imperio español, pues del otro, el del norte.
Algo parecido ocurre hoy en día con los ensayistas latinoameri-
canos de estirpe postmodernista. Consideremos, por ejemplo, a Can-
clini y Mignolo. Ambos quisieran celebrar a los marginados como fi-
guras heroicas que por medio de sus identidades híbridas y sus tácticas
subalternas resisten a los poderes tiránicos del capitalismo globaliza-
dor. Sus propuestas supuestamente radicales resultan, no obstante, de-
masiado tímidas. El hibridismo de Canclini es plenamente comercial:
allí donde los misioneros coloniales mestizaron Coatlicue y la Virgen
María para hacer Guadalupe, allí Canclini mestiza la Guadalupe con
Coca Cola. Y las estrategias “de-coloniales” de Mignolo no son sino
las mismas estrategias de resistencia idealizadas por de Certeau, pero
transportadas desde las calles vanguardistas de París y Nueva York a
los “des-tiempos” y “tierras de nadie” de la modernidad latinoameri-
cana. Lo que esconden tanto Canclini como Mignolo detrás de su re-
tórica postmoderna de la resistencia es la exaltación misionera de la
pobreza y la renuncia a la soberanía. De lo que se trata, en última ins-
tancia, es la celebración de una moralidad cristiana y pre-moderna
que, en vez de buscar cambios revolucionarios, pretende justificar el
resentimiento de los vencidos y su tácita resistencia como el límite que
impone la postmodernidad al heroísmo.
Una y otra vez y a lo largo de los siglos vemos que estas tímidas
críticas de la decadencia hispana acaban acatando las premisas de la mis- 89
ma decadencia que están llamadas a superar. La única verdad que revela
esta extraña dialéctica de la regeneración es la incapacidad de las socieda-
des hispanas de modernizarse a partir de sus propias fuerzas culturales.

*
CHRISTOPHER BRITT ARREDONDO

Pero existe una alternativa. Aludí a ella cuando mencioné a


Blanco White. Se trata de la tradición ensayística del exilio. Podemos
y debemos contrastar esta tradición alternativa, radicalmente moderna
y renovadora, con la tradición del decadentismo hispano y latinoame-
ricano. Frente a Bolívar, Miranda. Frente a Sarmiento, Simón Rodrí-
guez. Frente a Caro, Rodó, Darío y Martí (por no decir nada de Una-
muno y Ortega y Gasset), Mariátegui y Arguedas. Frente a Paz,
Revueltas y Galeano. Y frente a Canclini o Mignolo, Ángel Rama --
cuyo ensayo La ciudad letrada sigue siendo la muestra ejemplar de
una autoconciencia crítica y modernizadora latinoamericana que, por
medio de una rigurosa labor de análisis histórica, ensaya para todos
nosotros la recuperación de una modernidad hispana que se ha visto
desde sus mismos orígenes ninguneada, silenciada y exiliada.

90
EDUARDO SUBIRATS

3
ENSAYO SOBRE EL ENSAYO

Nuestra edad histórica ha invertido ostensible y ostentosamente


el sentido emancipador del progreso formulado por las filosofías cien-
tíficas europeas del siglo dieciocho. El Tableu historique des progrés
de l’esprit humaine, con su ejemplar visión del futuro, ha dado paso al
icono por excelencia del siglo veinte, el Angelus Novus: un postsujeto
derrotado que transita a espaldas de un tiempo histórico que lo empuja
con los vientos huracanados del Progreso hacia un futuro que no es
capaz de confrontar, mientras contempla desde su mirada unilateral-
mente retrospectiva un inabarcable valle de ruinas.
Estas son las condiciones históricas y objetivas de pensar,
crear y esclarecer en el mundo contemporáneo. Y esas condiciones
no son buenas. Todos sentimos su malestar a flor de piel. Aunque no
podamos expresarlo. No existen siquiera las categorías que permitan 91
comprender la esquizofrenia del mundo humano que confronta el
propio logos del tiempo histórico como un destino maldito. Y ha
desaparecido el ensayo como género literario de reflexión frente a
esta situación histórica terminal precisamente. Las administraciones
académicas han dictado sumariamente la eliminación del intelectual
EDUARDO SUBIRATS

bajo los slogans propagandísticos del último libro, el último cuadro


y el final de los discursos, en beneficio de una “sociedad del espec-
táculo” integralmente manipulada a partir de los sistemas corporati-
vos de información.
El ensayo moderno nació con Montaigne como forma literaria
de emancipación reflexiva del dogmatismo escolástico. Su bandera
epistemológica fue la skeptesthai, la acción de mirar, reflexionar y ver.
Desde sus orígenes, el ensayo ha sido el medio natural de articulación
de una crítica social y el medio de expresión de la libertad del intelec-
to humano. En el siglo veinte, el ensayo ha cristalizado una conciencia
independiente frente a sus ininterrumpidas crisis sociales, militares y
políticas. Estas características definen la forma del ensayo en dos sen-
tidos fundamentales y complementarios: el rigor hermenéutico y la
expresión estética. Desde Rousseau y Nietzsche el ensayo ha asumido
una función educadora bajo esas dos premisas.
En el universo latinoamericano contamos con dos modelos clá-
sicos que son globalmente relevantes porque han puesto de manifiesto
el lado oscuro del logos occidental: la crítica del genocidio colonial
americano de Bartolomé de Las Casas en su Brevísima relación de la
destrucción de las Indias, y el ensayo filosófico y mitológico de res-
tauración de las destruidas memorias de las civilizaciones precolonia-
les de América, los Comentarios reales del Inca Garcilaso.
El contexto contemporáneo es y no es disimilar con respecto al
horizonte histórico representado por la destrucción total de las civili-
zaciones de América y el poder universal de la escolástica. Las gran-
des corporaciones mediáticas y académicas han asumido la función
que desempeñaban las administraciones eclesiásticas de las universi-
dades. Las industrias culturales asumen la misma función que la Pro-
92 paganda fide. Hoy el sistema escolástico ha sido suplantado por la
razón instrumental. Junto a ella se han constituido las megamáquinas
del poder militar, mediático y financiero. Los grandes sistemas ideoló-
gicos del pasado han sido eliminados y suplantados por un conoci-
miento cuya característica esencial es la departamentalización bajo un
pragmatismo subordinado a la lógica del mercado capitalista.
EDUARDO SUBIRATS

El dictado institucional que corona la “condición postmoderna”


es por todos conocido: el postarte, la postliteratura, el postpensamien-
to y el posthumano. Las micropolíticas han instaurado triunfalmente la
fragmentación y la desintegración de la reflexión hasta su completa
irrelevancia, lo mismo se trate de economía política, climatología o
teoría literaria.
Hoy, el microintelectual se define epistemológicamente bajo la
primacía absoluta de la información sobre la reflexión. Su apertura a
la realidad está formateada por áreas, campos y jerarquías institucio-
nalmente prefijados. Acepta la fragmentación del conocimiento como
su propio signo de identidad. Y carece de los espacios físicos y de las
categorías metafísicas que le permitan construir una experiencia subs-
tancial del mundo en el que vive.
Le sucede a estos nuevos microintelectuales lo que a los cuatro
ciegos y el elefante que no podían ver. Uno de ellos palpa la trompa y
la confunde con una serpiente; el segundo identifica las orejas con las
alas de un pájaro fabuloso; el tercero siente los colmillos como verda-
deras lanzas; y el cuarto percibe las patas como macizos tambores. Los
stars del conocimiento corporativo hacen después el resto: deconstru-
yen el elefante virtual como una serpiente alada, montada sobre sóli-
dos timbales y con la cabeza en punta de lanza.
La degradación de los sistemas educativos y la eliminación de la
reflexión intelectual son procesos paralelos. El paper es su santo y seña
contra la imaginación, la creatividad y la innovación. La consecuencia
política inevitable de este proceso de degradación es un espectáculo
electrónico de burdos engaños, crasos crímenes y sintagmas vacíos.
Las lágrimas y los suspiros por las catástrofes vencidas, y una
dialéctica negativa disminuida a retóricas políticamente correctas son
los penúltimos fingimientos de ese moribundo microintelectual. La 93
ficcionalización de lo real, a lo ancho de un abanico diverso de realis-
mos mágicos, es su alibi como sujeto postartístico y postliterario. Es
preciso poner en cuestión las premisas epistemológicas y organizati-
vas de la falsa conciencia de ambos. Y esto significa la redefinición
del intelectual.
EDUARDO SUBIRATS

Desde Ibn Rushd, fundador del primer esclarecimiento europeo


en la Córdoba andalusí, el esclarecimiento mitológico, el esclareci-
miento filosófico y científico, y el esclarecimiento político han consti-
tuido el corazón reflexivo del intelectual moderno. La escolástica fue
su primer retroceso dogmático. El enlightenment representado por la
tecnociencia de Bacon, la ideología del estado absoluto de Hobbes y
la física mecánica de Newton fue su segundo fracaso histórico. La
ciencia instrumental, y su poder de destrucción y manipulación masi-
vas jalonan su ocaso en el siglo veinte.
La tarea esencial del intelectual es esclarecer. Pero este esclare-
cimiento no quiere decir la declaración formal de unos intangibles
droits del homme et du citoyen bajo los que se han legitimado los im-
perialismos modernos y postmodernos. Tampoco puede encerrase en
el subdepartamento del racionalismo empírico de Bacon. Y no es nin-
guna razón hegeliana de estado.
Krishna, Prometeo o Quetzalcóatl representan modelos arcai-
cos de esclarecimiento en y desde el mito. Giordano Bruno, Spinoza
o Goethe expusieron un esclarecimiento científico y filosófico mo-
derno opuesto a las epistemologías mecanicistas de Descartes, New-
ton y la revolución industrial. No en último lugar, Nietzsche y los
pioneros del psicoanálisis ampliaron el esclarecimiento de la con-
ciencia humana, más allá de su reduccionismo cientificista, a las me-
morias profundas y reprimidas.
Un esclarecimiento mitológico sobre los fines de la comunidad
humana y los medios para realizarlos; un esclarecimiento científico
sobre la integración de la acción humana en la naturaleza; un esclare-
cimiento de la propia conciencia humana: estas son las acciones que
deben distinguir al ensayo contemporáneo.

94
IV
TRES ENSAYISTAS LATINOAMERICANOS:
MARIÁTEGUI, ARGUEDAS, FLORES GALINDO
CARMEN MARÍA PINILLA

1
EL ENSAYO Y EL VALOR DE LA EXPERIENCIA
EN MARIÁTEGUI Y ARGUEDAS

En 1929, cuando José María Arguedas tenía 18 años, leyó en


Huancayo los escritos de Mariátegui de la revista Amauta. Leyó lue-
go su famoso ensayo sobre el proceso de la literatura en el Perú, el
último de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, lo
cual, desde nuestro punto de vista, causó gran impacto en su vida y
en el proyecto de escritor que entonces construye, para el cual era
piedra angular apreciar como ventaja su experiencia del mundo an-
dino, sus particularidades biográficas y su dominio del quechua. Ma-
riátegui también permitió a Arguedas, según palabras suyas, apreciar
un “orden permanente en las cosas”, orden que le sirvió para inter-
pretar la realidad y exponer sus ideas con libertad, a través del ensa-
yo. Veamos cómo. 97
En el mencionado ensayo sobre la literatura en el Perú, Mariá-
tegui afirmaba enfáticamente que con el poeta César Vallejo se había
iniciado al fin el ciclo de la poesía verdaderamente peruana, libre de
la imitación que caracterizó a la producción anterior. Consideraba
CARMEN MARÍA PINILLA

que Vallejo era el poeta de una estirpe, de una raza, quien mejor re-
presentaba la peruanidad, entendida ésta en el sentido indígena. A su
procedencia andina se debía el “giro vernáculo”, la autenticidad de
su lenguaje. Mariátegui lamentaba asimismo que dentro de la narra-
tiva peruana no hubiese ocurrido algo similar, por eso clamaba la
llegada en este campo de la “obra maestra”, aquella del narrador
andino que al expresarse a sí mismo expresase también al pueblo
indígena, y preparase el camino para el cambio radical de su condi-
ción social, al estilo de lo que se propuso el mujikismo en Rusia. Este
narrador aún inexistente debía fundar, como Vallejo, esa peruanidad,
cuyo eje, decía Mariátegui, “descansará mejor en la piedra andina
que en la arena costeña”.
Consideramos que Arguedas asumió como proyecto de vida el
tremendo reto que Mariátegui lanzaba. Consideró que tenía la primera
condición exigida por éste y que lo colocaba por encima de otros can-
didatos con similar pretensión: la experiencia directa del mundo andi-
no. Si ofrecía su testimonio con honradez se libraría de caer en lo que
calificaba de “monstruosas deformaciones” de la realidad que encon-
traba en cuentos de indigenistas como Ventura García Calderón y En-
rique López Albújar, publicados en Amauta. De ahí su férrea defensa
de la literatura testimonial que oponía a aquella entendida como fic-
ción absoluta o “hermosas mentiras”.
Al valor de sus experiencias de infancia y adolescencia junto a
los indios que lo protegieron cuando niño, Arguedas añadía poderosos
afectos y gratitud hacia ellos, que los señores o mistis trataron infruc-
tuosamente de anular como parte de la educación tradicional –y racis-
ta- exigida por el logos colonial. Se inicia de esta manera un proceso
de identificación con aquellos concertados y maktillos indígenas, con
98 todo ese pueblo quechua que sabía valioso e injustamente desprecia-
do, dominado y explotado.
Este proceso de identificación corre paralelo al de recreación de
su identidad. Arguedas pasa del “los indios nos temen…” a “nosotros
los indios…”, y logra formular para sí, y para todos los peruanos, una
identidad inédita que Gonzalo Portocarrero ha llamado la del “mestizo
CARMEN MARÍA PINILLA

reintegrado”, paradigma de la nueva peruanidad pues supera aquel del


mestizaje acriollado.9
Hay otros aspectos que en Arguedas concurren a enriquecer este
particular y complejo proceso de autoidentidad y acomodo de afectos, en
el que también interviene Mariátegui al señalar al gamonalismo como
factor determinante de la explotación del indígena. Sistema en que parti-
cipa el padre –en calidad de juez- pero también en tanto víctima.10
Para lo que voy a explicar enseguida sobre el modelo de ensayo
que Mariátegui ofrece a Arguedas, hay que recalcar que el escritor an-
dahuaylino pudo extraer el máximo provecho de su experiencia biográ-
fica debido a las condiciones especiales que poseía para la comprensión
simpatética de la realidad social. Su sensibilidad, interés, imaginación y
honestidad le permitieron que esta herramienta epistemológica y meto-
dológica produjera en su caso grandes logros. Se usó a sí mismo como
campo de experimentación echando mano de aquel surtido “repositorio
de experiencia disponible” acumulado desde su infancia, gracias al inte-
rés que siempre puso en comprender las motivaciones de los diferentes
actores sociales de su entorno inmediato y mediato. Dotado, además, de
lo que Dilthey denominó “alma ágil” para transportarse a psiquismos
extraños e imaginar el mundo desde esas diferentes perspectivas, pudo
construir finos esquemas de la realidad social, los que constantemente
corregía ante nuevas experiencias.11
Refiriéndose a sus logros frente al conocimiento del mundo so-
cial, Arguedas expresó alguna vez que “esta posibilidad de juzgar con

9. PORTOCARRERO, Gonzalo, La urgencia de decir “nosotros”. Los inte-


lectuales y la idea de nación en el Perú republicano, Lima: PUCP, 2015, p. 285-290.
Ante la heterogeneidad sociocultural de nuestra sociedad, Gonzalo afirma que Argue-
das supera la disyuntiva entre homogenización mestiza y la fragmentación desorien-
tadora. (p. 199)
10. He trabajado este tema al estudiar la forma como Arguedas se distancia
99
de las posiciones de su padre, juez de primera instancia, y de las de su grupo social,
dentro del cual el indígena no existía frente a la ley. Ver PINILLA, Carmen María,
“Herencia familiar y legalidad en Todas las sangres”, en PINILLA, Carmen María
(ed), Todas las sangres cincuenta años después, Lima: Ministerio de Cultura, 2015
11. Mecanismos que fueron analizados por Alfred Schütz en su detallado es-
tudio sobre los postulados epistemológicos de Max Weber. Desarrollé este tema en mi
libro Arguedas: conocimiento y vida, Lima: PUCP, 1993.
CARMEN MARÍA PINILLA

lucidez sí ya es una obra, diríamos, de trabajo propio”.12 Trabajo


propio que, repetimos, realizó desde joven, logrando captar y expresar
ajustadamente el mundo social, especialmente el andino, al punto que
en la sociedad peruana Arguedas fue considerado por muchos como su
mejor intérprete. Cuando aparecieron sus primeros relatos reunidos en
Agua, en 1935, el socialista Genaro Carnero Checa señaló en una reseña
que Arguedas encarnaba al narrador esperado por Mariátegui.
Ahora bien, con este rico y temprano conocimiento del mundo
social y con el modelo de ensayo que Mariátegui le proporcionó, Ar-
guedas cumplió sus objetivos de escritor trascendiendo el discurso li-
terario. Ilustramos entonces esta afirmación recordando uno de sus
primeros ensayos. Aquel que coloca como introducción a su obra Can-
to Kechwa, de1938.
Es importante que señalemos los antecedentes de su aparición:
cuando estaba casi terminando sus estudios universitarios de Letras en
la Universidad de San Marcos, protestó con sus compañeros simpati-
zantes de la República Española ante la visita de un representante de
Mussolini a la Universidad de San Marcos. Por tal hecho fue apresado
por espacio de once meses en el penal El sexto, en Lima. Se aproximó
ahí a importantes líderes políticos, y tuvo la oportunidad de meditar
sobre su proyecto de escritor. Decidió entonces escribir de memoria
las letras de aquellas canciones y poesías en quechua que escuchó du-
rante su infancia, decidió también publicarlas conjuntamente con pro-
ducciones de algunos poetas y narradores provincianos, amigos suyos,
pues buscaba, lo cito, “hacer ver” la fuerza de la nueva literatura pe-
ruana, aquella que expresa verdaderamente al Perú, oponiéndola a una
literatura citadina “endeble y artificiosa”.13
Las canciones reunidas en Canto kechwa, estuvieron precedi-
das de lo que Arguedas tituló “Ensayo sobre la capacidad de creación
100 artística del pueblo indio y mestizo”. Explica ahí los dos objetivos que

12. ALEGRÍA, Ciro, ARGUEDAS, José María, et al, Primer encuentro de


narradores peruanos, Lima: Latinoamericana editores, 1968, p. 236.
13. Carta manuscrita de José María Arguedas a José Ortiz Reyes sin fecha,
probablemente de agosto de 1938. En: ORTIZ RESCANIERE, Alejandro, José María
Arguedas. Recuerdos de una amistad, Lima: PUCP, 1996, p. 42.
CARMEN MARÍA PINILLA

persigue su publicación: “demostrar que el indio sabe expresar sus


sentimientos en lenguaje poético; demostrar su capacidad de creación
artística y hacer ver que lo que el pueblo crea para su propia expre-
sión es arte esencial.”14 En realidad, buscaba Arguedas combatir los
prejuicios raciales y culturales; buscaba, a través de la vivencia estéti-
ca, que los lectores transformasen el desprecio en admiración, buscaba
pues trastocar el sentido común y cambiar las mentalidades haciendo
visible las creaciones de un pueblo capaz de enriquecer la cultura uni-
versal. Y Arguedas se presenta en este ensayo como parte del pueblo
andino; tuvo el cuidado de referirse a su experiencia biográfica para
revelar enseguida que las hermosas y líricas canciones quechuas que
presentaba expresaban su propia sensibilidad.
Lo que interesa tener en cuenta es que el modelo de ensayo
mariateguiano, combativo, argumentativo, esclarecedor, donde el au-
tor expresa desde el inicio sus posiciones y sustenta sus preferencias,
permite que Arguedas se convierta en etnólogo diez años antes de es-
tudiar esta profesión, y que realice una obra importante de difusión de
la cultura andina. Lo muestran sus numerosas publicaciones en dife-
rentes medios, especialmente en La Prensa de Buenos Aires, sobre
temas, etnológicos: las ferias comerciales de la sierra sur, peculiares
costumbres, rituales en torno a las fiestas, entierros, matrimonios,
construcción de viviendas, el sentido de algunas ciudades, monumen-
tos, piedras, etc. Al punto que al leerlos cualquiera pensaría que el
autor tiene una formación etnológica y maneja las normas académicas
que rigen este tipo de discurso, sin excluir, naturalmente, los elemen-
tos poéticos propios de su pluma ni los elementos míticos de la cosmo-
visión andina, suya también.

La ciencia y el ensayo
101
John Murra consideró que para Arguedas fue una revelación
encontrar en 1946 que una ciencia como la etnología valorara su ínti-

14. ARGUEDAS, José María, Obras Completas, Tomo I, Lima: Horizonte,


1983, p. 156.
CARMEN MARÍA PINILLA

mo conocimiento del mundo andino; y, lo cito, “que lo que él ya había


retratado en Agua o en Yawar Fiesta ahora resulta ser parte integrante
de su nueva vocación”.15 Desde nuestro punto de vista Arguedas echó
mano del poder y prestigio de la ciencia en la sociedad peruana, para
dotar de peso a su palabra.16 En tanto científico social, Arguedas se vio
obligado a introducir en sus ensayos referencias a teóricos de su disci-
plina. Se observa el esfuerzo por adaptarse a la metodología impuesta,
pero se observa al mismo tiempo la imposibilidad de anular la subjeti-
vidad, cuya exclusión exige el positivismo a las ciencias sociales. En
el fondo, Arguedas confió mucho más en su conocimiento vivencial
que en las teorías o metodologías de la ciencia.17 De las lecturas teóri-
cas, se identificaba con aquellas que coincidían con sus principios. Por
eso mismo quedó deslumbrado e interiorizó los postulados de Dilthey,
expuestos en Vida y poesía (obra que Arguedas, desde luego, cita) y en
El mundo histórico. Consideraba, al igual que el filósofo alemán, que
ninguna “cabeza científica” podía jamás mostrar y enseñar de la vida
lo que alcanzaba la mirada del poeta y del artista.18
Diez años después de sus estudios etnológicos, en 1956, Ar-
guedas publicó un ensayo en la Revista del Museo Nacional que titu-
ló “Puquio, una cultura en proceso de cambio”.19 Fue el resultado de
un viaje de investigación que hizo a Puquio con su profesor François

15. MURRA, John, “José María Arguedas: dos imágenes”, Revista Iberoame-
ricana, Nº 122, enero-marzo 1983, p. 45.
16. Lo evidenció en varias polémicas, periodísticas especialmente, en las que
se vio envuelto por criticar las alteraciones que algunos empresarios del folclor hacían
con las expresiones tradicionales del pueblo andino. Arguedas sacaba a relucir su
condición de científico social enmudeciendo a sus contendores.
17. Lo dijo claramente con respecto a los trabajos de su tío Víctor Navarro del
Águila en 1949: “Para este ensayo mucho mas le han valido a Navarro las observa-
ciones personales que ha hecho de las ruinas arqueológicas de toda la región Chanka,
Pokra y Wanca, y su dominio del folklore de los tres pueblos mencionados, que la
102
escasa bibliografía que hay saber esta cuestión”. ARGUEDAS, J.M. “Las tribus de
Ankcu Wallolc de Víctor Navarro del Águila”, Obra Antropológica, Lima: Horizon-
te-Comisión del Centenario del Natalicio de J. M. Arguedas, 2012, Tomo I, p. 269.
18. DILTHEY, Wilhem, El mundo histórico, México: FCE, 1944, p. 315
19. ARGUEDAS, José María, “Puquio, una cultura en proceso de cambio”,
Revista del Museo Nacional, Tomo XXV, pp. 184-232, Lima, 1964. También en, AR-
GUEDAS, José María, Obra Antropológica, tomo IV, p. 290.
CARMEN MARÍA PINILLA

Bourricaud y otros distinguidos colegas. Buscaba estudiar la vigencia


de ciertos mitos prehispánicos. Expuso y analizó entrevistas. Y con-
cluyó lamentando – así lo expresa – que, debido al proceso de moder-
nización y al individualismo que éste conlleva se hubiesen perdido
tales mitos en la población joven. Su ensayo finaliza resucitando a un
encolerizado y amenazante protagonista de estos mitos, Incarrí, y es-
cribió: “Incarrí vuelve, y no podemos menos que sentir temor ante su
posible impotencia para ensamblar individualismos quizá irremedia-
blemente desarrollados. Salvo que detenga al sol amarrándolo de
nuevo, con cinchos de hierro, sobre la cima del Osqonta, y modifique
a los hombres; que todo es posible tratándose de una criatura tan sa-
bia y resistente”. Con ello, desde nuestro punto de vista, Arguedas
evidencia la limitada influencia de la metodología científica en su
pensamiento y en sus escritos académicos, algo que lo descalificaba
ante muchos de sus colegas, para quienes las concepciones míticas y
metafísicas de las culturas prehispánicas y su dimensión cósmica, era
señal inequívoca de “atraso” cultural o barbarie. Eduardo Subirats
explica la burda contraposición de la racionalidad del logos contra la
irracionalidad del mito, y de la ciencia y el progreso contra el pensa-
miento arcaico, como una lamentable herencia del estrecho tradicio-
nalismo católico español”.20
Pocos años después de este ensayo, la ciencia desacreditó el
saber vivencial de Arguedas, e hizo tambalear por un momento la se-
guridad que depositó desde antaño en el valor de su experiencia.
Ocurrió en 1965, durante una penosa reunión en el recién fun-
dado Instituto de Estudios Peruanos, cuando un grupo de científicos
sociales, narradores, poetas y críticos literarios decidieron analizar las
últimas novelas que reflejaban la realidad social del país en momentos
de crisis y cambios sociales. Una de estas novelas fue Todas las san-
gres, aparecida un año antes. Lamentablemente se impuso entonces el 103
positivismo y el absurdo de exigir a una novela apego a la realidad
objetiva. A lo largo del debate se criticó duramente la “confusión de
planos sociológicos”, la falta de expresión de los cambios dentro del

20. SUBIRATS, Eduardo, Mito y Literatura, México: Siglo XXI, 2014, p. 179.
CARMEN MARÍA PINILLA

campesinado y la inadecuación de ciertos datos que la novela de Ar-


guedas presentaba. Éste, sumamente abatido, solo replicó que en su
novela había expresado sus vivencias; que si le enrostraban desapego
a la realidad, entonces, dijo tajante, “no he vivido, … o he vivido en
vano”. Reiteró más tarde este mismo argumento al expresarle a un
periodista que “todo lo que pinto en Todas las sangres lo he vivido
personalmente. Y he tratado de plasmar la complejidad del fenómeno
social y humano del Perú tal como lo he vivido”.
Tuvo tal impacto en Arguedas esta crítica de sus colegas que
empezó a escribir un cuento basándose “íntegramente” en la in-
vestigación del sociólogo francés Henri Favre, uno de los críticos
más severos de Todas las sangres en el IEP, quien acababa de lle-
gar al Perú para recoger datos sobre el campesinado indígena de
Huancavelica, zona -y tema- que Arguedas conocía desde niño,
aun sin manejar el método holístico de Favre, ni sus estadísticas,
ni su forma de calificar al campesinado ignorando sus especifici-
dades culturales.
En este borrador inconcluso de cuento (que se publicó tal cual
en sus Obras Completas de 1983) se advierte que el narrador caracte-
riza a los campesinos indígenas de manera diferente a como lo había
hecho en Todas las sangres. Aparecen modernizados y politizados,
enfrentados al gamonal, clarificados en sus intereses de clase. Así,
cuando este atemorizado Arguedas intentaba, novelar siguiendo los
lineamientos de la ciencia, expresó a un periodista que ahora su pro-
yecto de cuento era “ciento por ciento real”.21
Felizmente Arguedas se sacudió pronto la tiranía de la ciencia,
abandonó el absurdo propósito de una literatura científica y volvió a
confiar en su conocimiento vivencial. Criticó entonces desde su poesía
en quechua a los científicos o “doctores”. 22 Los denunció por fingir
104 apreciar al mundo andino, “engordar” a costa de él, y mantener pode-
rosos prejuicios con respecto a su cultura.
21. ESCAJADILLO, Tomás, “Arguedas habla de su obra” Lima, El Obser-
vador, 4 de diciembre de 1983.
22. “Huk Doctorkunaman Qayay. Llamado a algunos Doctores”, Obras Com-
pletas, Tomo V, Lima: Horizonte, 1983, p. 251-257.
CARMEN MARÍA PINILLA

Dos años después de la reunión de 1965 abandonó Arguedas un


proyecto de investigación científica, financiado por la Universidad
Agraria, sobre los migrantes andinos en el puerto de Chimbote y lo
transformó en una novela, El zorro de arriba y el zorro de abajo, ex-
plicando que el lenguaje académico no le permitía expresar la comple-
jidad social de ese universo. Nos dejó así una obra de vanguardia en la
que se intercala el lenguaje narrativo y mítico con diarios y testimo-
nios desgarradores que dan cuenta de su aproximación a la muerte.
Gracias a sus cualidades personales Arguedas sacó el máximo
provecho del magisterio de Mariátegui y se adelantó a los científicos
sociales en sus posiciones y logros epistemológicos. Gracias a su sen-
sibilidad y honestidad conoció mejor que sus colegas el mundo huma-
no y social. Al defender la hermenéutica y la comprensión se acercó,
sin saberlo, a una crítica filosófica de las epistemologías científicas.
Arguedas, en fin, lidió con la tiranía de la ciencia, algo que nos recuer-
da la lucha que hoy se libra contra la tiranía del “paper”, tiranía que,
como dice Eduardo Subirats es producto del proyecto tecnocientífico
dominante, que impone un solo orden epistemológico, conceptual-
mente vacío, y fomenta discursos “académicamente clonados”.

105
GONZALO PORTOCARRERO

2
LA ESCRITURA Y EL LEGADO DE
ALBERTO FLORES GALINDO

“Qué es lo andino? –se pregunta- Alberto Flores Galindo


(AFG) en la introducción a uno de sus textos más significativos, a su
libro Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes.
Y se responde: “Antes que nada una antigua cultura que debe-
ría ser pensada en términos similares a los que se utilizan con los
griegos, los egipcios o los chinos, pero para ello hace falta que este
concepto por crear se desprenda de toda mistificación. La historia
ofrece un camino: buscar las vinculaciones ente las ideas, los mitos,
los sueños, los objetos y los hombres que los producen y los consumen,
viven y se exaltan con ellos. Abandonar el territorio apacible de las 107
ideas desencarnadas, para encontrarse con las luchas y los conflictos,
con los hombres en plural, con los grupos y clases sociales, con los
problemas del poder y la violencia en una sociedad. Los hombres an-
dinos no han pasado su historia encerrados en un museo imposible”
(Buscando un Inca p. 12.)
GONZALO PORTOCARRERO

AFG nos invita a acompañarnos en su esfuerzo por elaborar un


concepto adecuado para la exploración de lo “andino”. Se trata de
hacer transparente una realidad oscurecida por una intensa carga de
prejuicios que hacen pensar que lo andino, o indígena, es una supervi-
vencia sin valor, “primitiva”, llamada a desaparecer. Entonces, elabo-
rar un concepto más veraz de lo andino supone hacer visible una rea-
lidad compleja, que escapa a la mirada criolla, que jerarquiza y
disminuye. Para empezar, hay que cuestionar la imagen criolla de un
mundo andino, triste y melancólico, pobre e ignorante. Incluir en el
mismo centro de la revaloración de este mundo su habilidad artística,
su capacidad de goce y alegría, su valoración de la música y la fiesta.
Entre otros aspectos.
Para la cristalización de ese concepto hay que dar dos pasos
claves, nos dice AFG. El primero: desprenderse de toda “mistifica-
ción”. Es decir, relativizar los estereotipos esclerotizados, aquellos
que nos impiden un abordaje fresco y abierto a una realidad que exce-
de los estrechos márgenes en los que ha sido representado. El segundo
paso, lo define Alberto Flores Galindo con sencillez y precisión de
manera que es mejor citarlo literalmente. Se trata de producir nuevas
elaboraciones a partir de … “buscar las vinculaciones entre las ideas,
los mitos, los sueños, los objetos y los hombres que los producen y los
consumen, viven y se exaltan con ellos.”
Entonces una vez que se cuestionan los prejuicios degradantes
que pesan sobre el término “andino”, lo que queda es una palabra que
reclama una resignificación que solo puede instituirse en una comuni-
dad gracias al consenso razonado de sus hablantes.
En todo caso, para la elaboración de un concepto más potente se
requiere de repensar muchas veces la realidad, tratando de identificar
108 lo común en una serie de objetos relacionados entre sí, pero cuyos
vínculos no han sido aún evidenciados.
Gracias a la prosa ágil y condensada de AFG, lo que se prestaría
por su complejidad a decirse en páginas densas e intrincadas es volca-
do en un lenguaje directo y transparente. Esta prosa tiene, además,
notablemente, un ritmo que favorece su lectura. Tanto en el aspecto
GONZALO PORTOCARRERO

fonético como en el sintáctico. En todo momento la prosa fluye, evi-


tando el desconcierto del lector cuando tiene que detener su lectura
pues se percata que no comprende del todo. Y que, por tanto, es nece-
sario volver atrás.
Qué capacidades permiten que AFG elabore una prosa tan tras-
parente, capaz de plantear en forma llana, los asuntos más complejos.
Para acercarnos a una respuesta debemos tener en cuenta que AFG era
un lector asiduo de literatura: narrativa, poesía y ensayo. Acaso sin
querer fue acumulando un impresionante caudal de lecturas. Este punto
merece ser desarrollado. A diferencia de otros autores, AFG no se en-
frascó en una identidad tribal y en un lenguaje que puede llegar a ser
esotérico, como sucede a menudo entre los llamados especialistas. La
pasión por el conocimiento lo hizo cultivar una serie de disciplinas y,
de otro lado, su gusto por una expresión precisa y contundente, lo alejó
de las retóricas alambicadas y grandilocuentes. El ideal al que sometía
su escritura era decir lo esencial de una forma convincente y atractiva.
Muchos han pensado que AFG no tenía un bagaje conceptual
significativo. ¡Gran error! A cualquiera que lo lea le tendrá que constar
su inquietud teórica. Aparte de la Historia, le interesaba el Psicoanáli-
sis, la Filosofía, la Teoría Social y la Crítica Literaria. Y es que AFG
no es uno de esos autores que gustan poner los conceptos “por delan-
te” sea por un puro afán ostentatorio, o sea porque priorizan, o reem-
plazan, la investigación de la realidad con la elaboración de discursos
teóricos. Entonces, AFG no exhibe los conceptos que usa, pero lo im-
portante es que ellos están trabajando en el análisis de los textos o
imágenes. En este proceso los conceptos no se “aplican” a la manera
de encasillar una realidad dentro de un esquema predefinido.
La perspectiva de AFG no era ciertamente reemplazar la reali-
dad con afirmaciones teóricas sino redefinir los conceptos para que 109
contribuyan a esclarecer y ordenar la información disponible, dando a
su escritura un sesgo interpretativo. En realidad, Flores Galindo acuñó
una serie de conceptos como “utopía andina” o “la disputa por las al-
mas”. Y también esculpió frases como “discrepar es otra forma de
aproximarnos”. Se trata de condensaciones a las que se llega luego de
GONZALO PORTOCARRERO

un arduo trabajo de reflexión que súbitamente se cristaliza en imáge-


nes poéticas, inéditas.
La fluidez en el estilo de AFG tiene mucho que ver con sus lec-
turas literarias. Para empezar la lectura de El Quijote, tan fomentada
por su padre. Pero igualmente importante es su dedicación a la lectura
de libros de historia. AFG no tuvo dudas vocacionales. Desde su in-
fancia se decidió por el camino de ser un narrador de historias.
Su rechazo al dogmatismo le permitió un acercamiento a la rea-
lidad muy distinto del vigente a inicios de los años 70. En esa época,
para muchos, en las filas de la izquierda, la función del intelectual era
sencilla y clara; aunque también disputada. Para la mayoría se trataba
de justificar la inminencia de una revolución. Las estadísticas sobre el
empleo y las remuneraciones eran leídas como el termómetro del hu-
mor del mundo obrero. El ensayo era concebido como un género litera-
rio en oposición a la objetividad y rigor del “texto científico”. Impreg-
nado de subjetividad, poco sistemático en sus premisas conceptuales, y
demasiado tentativo en sus conclusiones, el ensayo era la forma como
no se debía de escribir un texto que aspirase a la veracidad.
En realidad, con el ensayo, Montaigne inventó un género discur-
sivo que ha tenido tantos seguidores como críticos. Las características
de la escritura ensayística son: abordar un tema desde una perspectiva
totalizante y multidisciplinaria; abrazando, además, una voluntad de es-
tilo; que se despliega en un diálogo con el sentido común, que cuestiona
las certezas y las incertidumbres de la época. El autor no debe camuflar
su presencia en el texto. Debe hacerla explícita y reflexionar desde su
experiencia durante el mismo proceso de escritura que es un momento
de gran despliegue creativo. Los críticos al ensayo subrayan el impre-
sionismo del género, su vocación literaria, la falta de una armazón con-
110 ceptual predefinida y la excesiva presencia del autor. Los críticos se
afilian a la “escritura académica” con su orientación netamente discipli-
naria, su retórica pesada y reiterativa, su especialización erudita, y la
proliferación, muchas veces solo ornamental, de referencias bibliográfi-
cas. Sin negar valor a la escritura académica que propicia la academia
anglosajona puede decirse, al menos, que es poco comunicativa.
GONZALO PORTOCARRERO

AFG se inició como un historiador académico afiliado a la es-


cuela francesa de los Anales. No obstante, desde muy joven destacó
por su creatividad y su prescindencia de los dogmas de la época, prin-
cipios de los años 70, época dominada por un marxismo de raíz estruc-
turalista, simple y elemental.
A AFG le interesaba mucho la teoría, pero no como conceptos
que sustituyen a la realidad sino como medios para afinar la mirada y
penetrar más hondo en la complejidad del mundo. También era un
gran lector de novelas, afición de dónde provenía su gusto por una
prosa musical, capaz de presentar los temas más difíciles en un len-
guaje que sorprende por su lo sostenido de su ritmo y la contundencia
de su expresión. Siguiendo la tradición de autores que había estudiado
en profundidad, como José Carlos Mariátegui y José María Arguedas,
su escritura se decantó por el ensayo. La búsqueda de información era
solo la mitad de la investigación. La otra mitad era el propio proceso
de escritura pues era en este momento que aparecían las conexiones de
sentido que permitían hilvanar los datos de una manera intempestiva,
novedosa. En su escritura se produce un incesante ir y venir entre los
datos y la imaginación. Y gracias a este diálogo se va entramando un
argumento que se basa en la información pero que la trasciende.
Buscando un Inca, es la obra de su madurez como escritor. Flo-
res Galindo presenta a un país capturado por el deseo de reencontrarse
con una historia indígena que fue reprimida pero no olvidada por la
mayoría de los peruanos. Entonces la única manera en que el país po-
dría superar el trauma de la invasión española era mediante recuperar
la tradición indígena viva, pero oculta por la vigencia del colonialis-
mo. Flores Galindo ha sido muy leído y ha tenido una gran influencia
sobre la manera en que los peruanos se piensan a sí mismos.
El objetivo de esta ponencia es reconstruir el camino que llevó 111
a Flores Galindo a convertirse en el magnífico ensayista que fue. Des-
de su infancia y familia, hasta su labor como profesor e investigador.
Los miembros de la generación a las que perteneció Alberto
Flores Galindo se sintieron convocados a realizar grandes hazañas. El
aliento utópico estremecía al mundo. En el Perú, en el campo de la
GONZALO PORTOCARRERO

ciencia, el arte y la política, la expectativa era la misma: eliminar ese


lastre de injusticia que detenía el encuentro de nuestro país con ese
futuro posible, que lo estaba aguardando. La figura del militante era el
modelo al que teníamos que aspirar, convertirnos en alguien que da
todo sin pedir nada a cambio. No obstante, toda esta impronta heroica
ocultaba realidades de las que solo muy paulatinamente empezamos a
tomar conciencia. Hoy en día estas realidades han llegado a ser tan
abrumadoras que las mismas ideas de héroe y hazaña, nos parecen
ficciones ingenuas o patéticas mentiras.
En efecto, nuestra generación fue descubriendo que tras la figu-
ra del militante estaban escondidos deseos de protagonismo personal.
Deseos legítimos y absurdamente negados pero cuyo incontenible
desborde terminó por erosionar la confianza en una comunidad cre-
yente, que compartía una misión y una moral. De pronto lo único que
existía eran individuos cada uno con su juego propio. También fuimos
descubriendo, sobre todo entre aquellos que no tomaron el éxito por
asalto, que la figura del militante escondía otra realidad no menos
sombría: una voluntad de sacrificio que era una negación de la vida.
Es decir, la tentación del fanatismo, de convertirse en instrumento de
una causa, de ganar un sentido exaltado de sí a costa de renunciar a la
propia humanidad, a los afectos y placeres que hacen la vida buena y
cálida, dentro de lo posible, desde luego.
Entonces vino la descomposición. No obstante, los ideales de
comunidad y realización de hazañas no han desaparecido del todo. En-
tre la gente que siente estos llamados la figura de Alberto Flores Galin-
do es un referente necesario pues él logró realizar una gran proeza inte-
lectual. Eso sí, en un equilibrio difícil, luchando contra los propios
apetitos de protagonismo personal y contra la tentación suicida. Si su
112 carta de despedida, escrita antes de que el cáncer lo consumiera, se
llama “reencontremos la dimensión utópica” es porque era consciente
del declive, pero de la necesidad del aliento utópico. Hasta el final de
sus días pensó que los ideales eran necesarios para dar sentido a la vida,
aunque tampoco se tratara de martirizarse por ellos. Los seres humanos
somos fines y no medios. Ahora bien, en muchos aspectos su reflexión
GONZALO PORTOCARRERO

quedó inconclusa y algunos de sus planteamientos son hoy inactuales.


En particular la idea de un encuentro entre el socialismo y el mundo
andino, en la que pusiera tantas esperanzas, parece hoy fuera de lo po-
sible. No obstante, ni el inacabamiento, ni las creencias ilusas, quitan
valor a lo que fue su aporte fundamental: poner en evidencia que tras la
fragmentación aparente de la sociedad peruana existe un vínculo po-
tente pero inadvertido. Se trata de lo andino, de una matriz cultural
viva, en permanente recreación. Entonces a rastrear sus orígenes, sus
resistencias y cambios, dedicó su obra cumbre Buscando un Inca. Iden-
tidad y Utopía en los Andes. Alberto Flores Galindo logró un paso de-
cisivo en hacer visible la negada tradición andina. Su hazaña contribu-
yó a abrir un horizonte de esperanza para la sociedad peruana.
Para quien escribe estas líneas Alberto Flores Galindo es una pre-
sencia viva. Algo así como un fantasma que no cesa de interpelar(me). El
diálogo que tengo con él nunca terminará. Entonces no puedo aspirar a
encerrarlo en un concepto. Mis ideas sobre él y su obra van cambiando.
Lo que dije ayer no es necesariamente lo que escribo hoy ni lo que podré
pensar mañana. No obstante, aun cuando el diálogo se mantenga, en las
páginas que siguen trato de hilvanar algunas ideas en torno a cómo logró
realizar esa hazaña que es ciertamente un ejemplo para todos.

II

Desde el inicio de su trayectoria intelectual, Alberto Flores Ga-


lindo destacó por su creatividad y resistencia a los muchos dogmatis-
mos del momento, los inicios de la década de los años 70. Para profun-
dizar en este aspecto es necesario aclarar algunas ideas en torno a la
creatividad, pues existe la disposición de ver en ella algo puramente
mágico. En principio ser creativo es ser capaz de producir un conoci- 113
miento nuevo pues permite dar un significado a informaciones disgre-
gadas, a hechos oscurecidos por los intereses o por la inercia de los
consensos mayoritarios. La creatividad habilita a hacer algo sin reglas,
a salirse de las recetas, a desarrollar intuiciones que se anuncian débil-
mente pues están ocultas tras las simplificaciones. Las actitudes fun-
GONZALO PORTOCARRERO

dantes de la perspectiva de Alberto Flores Galindo fueron precisamen-


te pensar a contracorriente y tratar de ir más lejos. Esta posición
implica una ruptura con el espíritu gregario y, sobre todo, una aguda
sensibilidad para registrar “lo disonante”, para descubrir nuevos hori-
zontes de comprensión de la realidad. En la base de la actitud creativa
está un instinto de ruptura, a la vez que un anclaje denso, sensorial, en
el mundo; se trata de ese vínculo intenso con las cosas que nos permi-
te adentrarnos en sus entrañas. Ser creativo es un ejercicio de coraje,
una capacidad para autorizarse a sí mismo, una apuesta a ser libre.
El pensamiento se ejerce sobre fenómenos previamente identi-
ficados; distingue y separa, asimila y reúne. Todo ello en un diálogo
interior a través del que un argumento va cobrando forma. No obstan-
te, la actividad de pensar no puede desligarse de la escucha y la intui-
ción, a las que podemos razonar, respectivamente, como espera atenta
y como salto o impulso imaginativo. Se trata de aguardar para apode-
rarse de lo que apenas se insinúa. La escucha y la intuición son facul-
tades ligadas a la sensibilidad, a la inscripción de nuestro ser en el
mundo, a la corporalidad. A través de sus epifanías misteriosas, crista-
lizadas en metáforas, la intuición selecciona los factores que tendrán
que ser puestos en relación y nos da, paralelamente, una prefiguración
de sus conexiones. Todo ello representa la materia prima del pensa-
miento abstracto. Digamos que la intuición salta, capta paralelismos
iluminadores entre realidades disímiles.
Alberto Flores Galindo trabajó largamente el siglo XVIII. Le
interesaba, especialmente, comprender el funcionamiento de la socie-
dad limeña. Como buen historiador acumuló una gran erudición sobre
el periodo. No obstante, para que la riqueza de los datos adquiera una
significación definida es siempre necesaria una imagen totalizadora,
una suerte de clave interpretativa, asequible solo mediante la intui-
114 ción. Alberto Flores Galindo creyó ver en los cuadros de Rugendas23,
las acuarelas de Pancho Fierro y las Tradiciones de Ricardo Palma las
fuentes donde podría identificarse dicha clave.

23. La referencia a Rugendas proviene de una conversación personal. Pancho


Fierro y Ricardo Palma están expresamente citados en Aristocracia y Plebe.
GONZALO PORTOCARRERO

En efecto, en las pinturas de Rugendas sobre el mercado o la


Plaza de Armas de Lima, es visible una gran profusión y abigarra-
miento de gentes. Pero en este denso panorama le llamó la atención el
hecho de que los personajes retratados se ignoraran mutuamente24.
Pensó estar frente a un testimonio plástico de la debilidad de los vín-
culos en la sociedad limeña. Una sociedad donde los individuos no
están entretejidos en colectividades, pues el ideal colonial de la jerar-
quización fractura la socialidad, dificultando, entonces, cualquier ac-
ción colectiva. Las gradaciones de fortuna y de color de piel se vuel-
ven tan significativas que resulta una sociedad dominada por la
heterogeneidad y la violencia. Los de arriba, la aristocracia, y los de
abajo, la plebe: todos desconfían de todos. Se trata, pues, de una socie-
dad atomizada, incapaz de actuar sobre sí misma, “sin alternativa”. De
ahí que los limeños estuvieran tan divididos y que no fuera posible
ningún tipo de acción en la coyuntura de la Independencia.
En las acuarelas de Pancho Fierro y en las Tradiciones de Ricar-
do Palma encontró una confirmación de esta hipótesis. En las láminas
de Pancho Fierro halló una galería de retratos individuales, pero no de
tipos sociales, pues cada uno este retrato representa una singularidad,
de manera que el conjunto es “tan heterogéneo como disgregado”. De
la misma manera, la disparidad de las narrativas de Palma, imposibles
de ser totalizadas en un gran fresco, testimonia la debilidad de los
vínculos colectivos. La ciudad de Lima sólo podía producir historias
fragmentarias. No una novela, pero si narrativas breves.
La intuición se asocia con la imaginación y el arte, con la cap-
tación simbólica del mundo. Mientras tanto, la razón discursiva suele
ser referida como “desensorializada”, abstracta. No obstante, habría
que insistir en que estas formas de captación del mundo no son exclu-
yentes. En la realidad una no puede funcionar sin la otra. De cualquier
115
24. Inclusive, en esta línea sugerida por Alberto Flores Galindo se podría ir un
paso más allá, ya que en el mundo atomizado que retrata Rugendas hay, sin embargo,
un vínculo que resalta. Se trata de la conversación entre un sacerdote y una tapada.
Podríamos pensar, entonces, que el lazo que estabiliza a la sociedad colonial limeña es
el que se teje entre la Iglesia y el género femenino. Este lazo entre el poder simbólico
y la sumisión devota es el que aporta la poca autoridad vigente en la sociedad colonial.
GONZALO PORTOCARRERO

manera, Alberto Flores Galindo poseía ambas capacidades de manera


que el rigor lógico y la información histórica se apoyaban en una ca-
pacidad intuitiva que le hacía posible elaborar “cuadros”, hilvana-
mientos de hipótesis, a la vez fundados y sugerentes. Estos “cuadros”
funcionaban como anticipaciones que orientaban su búsqueda de in-
formación. Para volver al caso de la sociedad limeña de las vísperas de
la independencia, Alberto Flores Galindo elabora la imagen de una
“sociedad sin alternativas”, demasiado fragmentada como para poder
generar un proyecto colectivo.
Pero la capacidad artística de AFG no está solamente en el
rapto totalizador que le permite trascender la mera erudición; está
también, como se ha dicho, en la elegancia y la musicalidad de su
prosa. AFG era un magnífico escritor. Su prosa, con razón, ha sido
calificada como “ágil y nerviosa” (Marco Martos). En efecto, trata
de ir al fondo de las cosas de la manera más precisa y directa posible.
Evita esas divagaciones que debilitan el impulso y rompen la con-
centración. Su discursividad es, pues, afilada. En la lectura de sus
trabajos, la vista se desliza sin resistencias entre las líneas, porque la
melodía interna se sostiene, casi no hay quiebres de ritmo, las frases
son cortas y contundentes. Ellas se encadenan para integrar argu-
mentos persuasivos. No obstante, a veces el ritmo se altera. Una ora-
ción precedida por un “pero” o un “sin embargo” introduce nueva
información, un matiz en lo que parecía ya un cuadro cerrado. La
complejidad no se pierde. En este sentido, se puede decir que la es-
critura de Alberto Flores Galindo logra evitar la embriaguez triviali-
zante de una música ya dada. Se detiene antes de caer en el estereo-
tipo. Los cambios de ritmo evitan la simplificación. Ellos anuncian
una frase que matiza, que rompe y trasciende.
116 Ahora bien, cabe preguntarse: ¿De dónde provenía esa facilidad
expresiva, esa contundente capacidad de convencer? Sin pretender una
respuesta acabada me parece importante señalar el constante frecuenta-
miento de la literatura y quien sabe, sobre todo, el deseo de comunicar.
Alberto Flores Galindo era una persona alta (1.84) y fornida, de
piel blanca y cabello rubio. El mestizaje lo traía impreso en su fisiono-
GONZALO PORTOCARRERO

mía. Sin embargo, nunca hizo sostenidamente deporte. En su colegio lo


que más le atraía era atender en la biblioteca como asistente del director.
Pero quizá otro factor que reforzó su sorprendente capacidad de
asociación, verdadera base de su habilidad para construir hipótesis no-
vedosas, fue su posición de puente entre sus padres. Era el único hijo de
un matrimonio poco avenido. Las discusiones eran constantes y ningu-
no de los padres estaba dispuesto a abandonar su punto de vista sin que
antes se declarase su victoria. Esta posición, ser exigido por la madre y
el padre, ambos intransigentes, se prestaba para que Tito se convirtiera
en mediador que tenía que comprender lo que cada uno de sus padres
pretendía decir a su pareja. Un ejercicio emocionalmente costoso pero
que estimuló en él una temprana capacidad hermenéutica.
Alberto Flores Galindo era un lector voraz. Iba y venía entre la
Historia, la Literatura, el Psicoanálisis, la Filosofía y la Teoría Social.
Le interesaban muchas perspectivas. Pero todas ellas deberían ser úti-
les para comprender la historia peruana; entendida a su vez como “his-
toria contemporánea”, es decir como el estudio del pasado que se si-
gue reproduciendo en el presente. Esta observación me permite volver
sobre su estudio sobre la sociedad colonial. En efecto, la imagen de
una sociedad anudada, sin capacidad de agencia sobre sí, es plenamen-
te contemporánea.

III

No se podría entender la perspectiva de Alberto Flores Galindo


si no se explicita sus raíces éticas. AFG se pensaba en términos de un
“intelectual comprometido”; es decir, como una persona que busca la
verdad en la medida en que ésta es útil a la liberación de la vida. Y el
principal obstáculo era la injusticia y sus múltiples rostros: la explota- 117
ción, la violencia, el desconocimiento del otro, la incapacidad para
una reparadora acción colectiva. Como razonaba desde la posibilidad
y la esperanza, en sus textos eran siempre recurrentes la indignación y
la convocatoria a actuar. No obstante, de alguna manera, existía una
profunda escisión en su ánimo. Como buen peruano tendía a una vi-
GONZALO PORTOCARRERO

sión trágica y pesimista de la realidad. El optimismo, la “terca apuesta


por el sí”, era algo que se imponía como una obligación; el deber de
no dejarse llevar por la volátil marea de la opinión, la apuesta a con-
vertirse en un agente de la posibilidad. Ahora bien, la intransigente
denuncia de la injusticia, la solidaridad con los de abajo, tenía en Al-
berto Flores Galindo una honda raíz cristiana. Sin embargo, su voca-
ción profética y su apuesta por la utopía provenían de la tradición
marxista y de su culto a lo insurrecto y popular, como también de su
confianza en el poder de la razón para construir un mundo de justicia.
¿Podría decirse que Alberto Flores Galindo hizo del optimismo
una actitud dogmática? ¿Logró realmente integrar su visión lúcida, y
a menudo desencantada, con el voto por el sí, al que siempre convocó?
¿No esperaba acaso demasiado de tan poco? ¿No había un culto ro-
mántico-platónico a lo imposible? ¿Un espíritu que no se quiere rendir
al escepticismo que lo habita?
Sea como fuere, el desgarramiento entre el culto a la esperanza,
entendido como imperativo moral, y el escepticismo, que se deriva de
la propia inteligencia de las cosas, intenta ser conjurado mediante una
suerte de apuesta por lo absoluto. Una aspiración decidida que no se
detiene en las carencias, sino que salta hacia la fe y el futuro. Habla-
mos de la “invitación a la vida heroica” planteamiento que él recogie-
ra de José Carlos Mariátegui. En esta perspectiva, la nobleza e inefi-
ciencia –aparente- de la acción acrecientan su belleza seductora. El
héroe nos compromete con el futuro, solo así su sacrificio no habrá
sido en vano. El deslumbramiento estético que produce la figura del
héroe nos obliga a seguir sus pasos. La misma persona que se decida a
ser héroe deriva su fuerza del deseo de encarnar una imagen tan entra-
ñable a la colectividad. Asumiendo este llamado, Alberto Flores Ga-
118 lindo se imponía la obligación de imaginar una narrativa épica para lo
que sentía como una situación trágica. Ahora bien, es necesario decir
que este desgarramiento no es sólo suyo, sino que resulta sintomático
de la sensibilidad peruana. Una sensibilidad atrapada entre la prome-
sa, el deseo de ser nación, y la realidad del egoísmo, el odio y la frag-
mentación. En todo caso, Alberto Flores Galindo quiso suturar está
GONZALO PORTOCARRERO

herida postulando la vigencia de la “utopía andina”, de una virtualidad


o fantasma que acompaña la historia peruana desde la invasión espa-
ñola. La utopía andina es la idealización del Imperio Incaico y de lo
nativo imaginados como alternativas plausibles a la desvertebración
colonial. El espectro de los Incas podía ser la fuerza que reparara a una
sociedad tan cargada de resentimientos, tan “sin alternativa” como es
el Perú. La utopía fue una creación esperanzadora de los vencidos,
pero también fue retomada por otros contingentes sociales.
Esta es la distancia que media entre sus dos grandes libros: Aris-
tocracia y Plebe, terminado en 1982, y Buscando un Inca, cuya ver-
sión definitiva es de 1988. Mientras que la idea de “sociedad sin alter-
nativa” domina el primer texto, lo propio ocurre con la idea de un mito
unificador en el segundo. Y es que, a partir de 1983, año en que se
escala la violencia política, Alberto Flores Galindo se dispara a la bús-
queda de aquello que podría dar consistencia a la quebrantada socie-
dad peruana. La idea la fue elaborando a partir de pistas que encontró
en las obras de Mariátegui y, sobre todo, Arguedas. También impor-
tantes fueron las intuiciones de Pablo Macera y el diálogo con Manuel
Burga. Por no mencionar a muchos otros historiadores y antropólogos
con los que entró en interlocución. No obstante, fue Alberto Flores
Galindo quien logró hacer visible esa gran creencia unificadora que,
tomando muchas formas diversas, permanece en la sociedad peruana
desde la época colonial.
En efecto, la alta valoración de lo nativo, en especial de lo In-
caico, está presente, desde al menos el siglo XVIII, en las formas más
disímiles y en los sectores sociales más distintos. En muchas rebelio-
nes indígenas de carácter milenarista el Imperio de los Incas represen-
tó un horizonte definitivo. El futuro era la vuelta a ese pasado de es-
plendor que, a la manera de lo que acontece en el ciclo mítico de 119
Inkarrí, nunca había terminado de morir. La sensación de fortaleza del
pasado y la expectativa de un (nuevo) Inca han sido conjugadas en
fórmulas políticas muy diferentes. En todo caso, el orgullo en torno a
lo imperio y lo andino, la afirmación de su actualidad, ha sido una
presencia permanente pero insuficientemente verbalizada en la histo-
GONZALO PORTOCARRERO

ria del país. Correspondió a Alberto Flores Galindo el gran mérito de


poner en evidencia esa realidad muda pero sólida que es, precisamen-
te, lo andino. Un elemento que inadvertidamente articuló la disgrega-
da sociedad peruana. La visibilización de este principio oculto de uni-
dad fue, ciertamente, una gran hazaña. Fue como decirles a los peces
que viven en el agua. El suyo fue un trabajo de arqueología mental que
permitió hacer ver el fundamento oculto de la vida social peruana.
Desde luego que la manera en que se ha integrado lo andino en
las diferentes propuestas políticas ha variado radicalmente. Lo andino
fue también apropiado desde lo criollo. Leguía, Belaúnde, Velasco,
Toledo, son ejemplos de este tratar de usar la legitimidad andina en la
perspectiva de generar un amplio consenso. Pero Alberto Flores Ga-
lindo no le daba importancia a estos ensayos desde el poder. Para él, la
utopía andina tenía que venir de los mismos campesinos y sus descen-
dientes. Su transformación en una retórica desde el Estado desnatura-
lizaba su capacidad de convocatoria. La nación debería construirse
desde abajo. Hacia el fin de su vida se planteó el tema de quiénes son
los herederos y continuadores de la utopía andina. ¿La Izquierda le-
gal?, ¿el radicalismo de Sendero Luminoso? O ¿esos migrantes que
comenzaban a ser el centro demográfico del Perú moderno?
La elaboración de la utopía andina implicó mucha ansiedad y
sacrificios. Alberto Flores Galindo se había impuesto como deber
imaginar la unidad del Perú, el reordenamiento de ese mundo colonial
desvertebrado y sin alternativa. En la línea abierta por Mariátegui y
Arguedas, identificó en lo andino el elemento cimentador de la nueva
nacionalidad. Su aporte fue el señalar los derroteros que habían permi-
tido a lo andino resistir, abrirse paso en medio de la negación colonial
y republicana.
120 Cuando se planteaba la contemporaneidad de la utopía y los
caminos de lo andino, lo asaltó una enfermedad fatal. En el último año
de su vida no pudo retomar su labor intelectual, pero sí reflexionó con
intensidad sobre la vida. Y compartió tanto sus inquietudes como sus
respuestas insuficientes pero comprometedoras. Todo ello en su carta
de despedida: Reencontremos la dimensión utópica.
GONZALO PORTOCARRERO

En realidad, AFG quedó muy sorprendido por las diversas mani-


festaciones de solidaridad de las que fue objeto. Visitas constantes de sus
amigos, colectas económicas para ayudarlo a solventar los crecidos gas-
tos de su enfermedad, homenajes y reconocimientos públicos. La calidez
de la gente lo abrumó. Esta situación lo llevó a matizar mucho de lo que
había pensado con anterioridad. Más importante que las ideas, son los
hombres y mujeres de carne y hueso. De la misma manera, los afectos
son tan o más valiosos que la propia razón. Si la vida tiene sentido y
merece la pena de ser vivida, es porque estamos acompañados. De esta
forma se entiende el último párrafo de su carta de despedida. “Muchas
gracias a todos los amigos y desde luego, sobre todo, a quienes discrepan
conmigo. Siempre mi estilo agresivo, pero que no anula el cariño y el
agradecimiento con todos ustedes, más aún con quienes más he discuti-
do. Discrepar es otra manera de aproximarnos: y, desde luego, cuando
acudieron a ayudarme no les interesó saber qué posición tenía en la cul-
tura o en la política. Un abrazo, ¡qué buenos amigos!”.
¿Hasta qué punto Alberto Flores Galindo no repara en las fron-
teras entre amistad y admiración? La pregunta puede parecer válida
por cuanto su hazaña produjo una enorme simpatía entre sus muchos
lectores que, aunque no pensaran como él, no podían dejar de deslum-
brarse por su fuerza argumentativa y moral, por la riqueza de su ima-
ginación. No obstante, a un nivel más decisivo, lo verdaderamente
importante es que tanto admiradores como amigos nos sentimos pro-
fundamente identificados con él, en especial cuando ya estaba de cara
a la muerte. Alberto Flores Galindo no era sólo su persona, era ya un
mito viviente, una esperanza a la que no queríamos dejar partir.
También me había propuesto relacionar las ideas con la vida de
Alberto Flores Galindo. Y es que su obra resultó liberadora del dogma-
tismo que marcó tan a fondo los inicios de los años 70. A diferencia de
los intelectuales del momento para Flores Galindo no tenía mucho sen- 121

tido reiterar, menos parafrasear, las teorías de un autor. Lo que si tenía


sentido era pensar, en descubrir nuevas ideas e imaginar nuevos escena-
rios a partir de las informaciones que su propia investigación recogía.
V
INTERMEZZO
JULIO ESTRADA

1
DEL SONIDO EN RULFO A MURMULLOS
DEL PÁRAMO

Este texto pide al lector adentrarse en campos distintos para


entender las bases con las que abordo como música Pedro Páramo
(1955), de Juan Rulfo (1917-1986).25 Adopto por ello tres perspecti-
vas: una reflexión sobre la necesidad de la investigación-creación
como fórmula para adentrarse en los procesos del arte, una historia de
la formulación de “Doloritas”, primera parte de la multi-ópera Mur-
mullos del páramo, y una reflexión en torno a la noción de multi-ópe-
ra como un nuevo modelo diseñado para modificar la percepción y la
recepción del público, del experto en el arte actual al oyente cercano
al mundo campesino y tenebroso de la novela, algo que en parte ilustra
la presentación de “Doloritas, quasi una ópera radiofónica” en San
Gabriel, pueblo natal del escritor.
125

25. Rulfo, Juan, Pedro Páramo, México, Plaza y Janés, 2000.


JULIO ESTRADA

1
Investigación-creación en arte

Desde antes de iniciar el siglo XXI comienza a brotar en los


países de Latinoamérica un problema nuevo en las artes a causa de su
mayor integración a universidades y centros de estudios avanzados, un
factor cuya exigencia de ajustarse a normas más especulativas que la
mera obediencia de la academia, es decisivo para impulsar la búsque-
da sistemática como nutriente fundamental del acto creativo y a enten-
der que éste requiere más que antes del binomio investigación-crea-
ción. Si, por una parte, los métodos académicos en artes ofrecen la
solución prêt-à-porter de problemas en verdad complejos, sus proce-
dimientos no alcanzan a evitar el dogma y, si acaso requieren de la
indagación, ésta remata en el hallazgo de algún recurso técnico o con
adestramientos que refuerzan un conocimiento caduco, de modo que
si ensayan corregir lo anticuado no llegan a cuestionar su fondo por el
riesgo de provocar su derrumbe.
Dentro de la compleja actualidad que viven las artes, y a diferen-
cia de la arquitectura, el arte visual, el cine o la literatura, la música vo-
cal e instrumental que no prescinde de lo escrito enfrenta el obstáculo de
bregar con la dicotomía entre el registro digital, en código, y su comuni-
cación analógica; es decir, que el músico debe adoptar desde sus prime-
ros pasos las reglas del código que deja huellas imborrables en los siste-
mas antiguos y modernos. Y como complemento adverso, dicha forma
de crear música exige imaginarla y escucharla mediante el signo, lo que
estorba a la libertad de un proceso que no evita que la obra se emparen-
te más con su origen digital que con la necesidad que impulsa a todo
creador a la obtención depurada del fruto.
Frente al problema que señalo arriba, el proceso de representa-
126 ción del impulso creativo se reemplaza por el sistema de referencia de
cada escritura, lo cual exige que el intento de intuir las pulsiones del
imaginario atraviese por una traducción simultánea sin que el produc-
to se asimile perceptivamente antes de ser una obra musical. Al anali-
zar el problema de la dicotomía digital-analógica en la representación
JULIO ESTRADA

de la fantasía se requiere propiciar que esta última se manifieste de


manera directa, para observarla al natural, tal como fluiría del imagi-
nario por fuera de todo compromiso con el saber establecido. Entre las
formas con menores recovecos para desvelar las señales del imagina-
rio mencionaré dos principales:
La verbalización de lo imaginado en sesiones parecidas a un
psicoanálisis a solas o con un tutor, donde el creador narra su ensoña-
ción, lo que en música enfrenta la escasez del vocabulario para descri-
bir lo sonoro y exige de la sinestesia como referencia –por ejemplo,
nombrar el timbre pide hacerlo como si fuese un objeto visual o táctil:
claro, oscuro, brillante, opaco, o liso, rugoso, suave, duro.
La otra fórmula reside en intentar el registro analógico de las
fantasías mediante el registro cronográfico de cada movimiento que se
observe en ellas para, una vez capturado el mayor número de datos,
éstos sean la base para ser convertidos meticulosamente al código que
permite comunicar el resultado a otros músicos.
Ambas ideas proponen como principio la experiencia indivi-
dual de percibir al imaginario, de manera que éste no se contamine de
las nociones contenidas en un sistema y pueda traducirse con la fres-
cura necesaria; traducir aquí quiere decir convertir lo analógico en
digital, un procedimiento justo a mitad del camino entre el imaginario
y la partitura resultante.
El punto de partida para una creación en verdad libre de trabas
es hacer tabula rasa de los valores establecidos, cuyas bases erróneas
saltan a la vista: una teoría que sirve más para justificar al sistema
que para modificarlo, un sistema cuya deriva es el estilo en tanto que
modo de empleo de una instrucción, y un estilo que deviene la última
parcela que se le deja a la creatividad del compositor. Aun si el pasa-
do hizo aportes innegables para confeccionar el gran arte musical
dentro de un continuo histórico casi sin fracturas, de fines del XVI a 127
inicios del XX –como ejemplo arbitrario, de un lado Monteverdi y
del otro Schoenberg–, el modus operandi es el mismo, la cadena
teoría > sistema > estilo, hoy incompleta para un proceso de crea-
ción musical que enfrenta rompimientos aún más significativos entre
JULIO ESTRADA

sus sistemas y un incremento de la información que dificulta la asi-


milación del todo.
Si es indispensable rescatar la visión pionera que antes permitió
al artista ordenar con facilidad sus propios materiales, en la época ac-
tual es inevitable considerar a la realidad en la vieja cadena teoría-sis-
tema-estilo para dar el soporte científico fundamental a lo teórico, y
también a la imaginación como esencia superior a cualquier estilo, dos
aspectos que dejan corregir para dar flexibilidad a la sencilla tercia y
expresarla dentro de una estructura circular:

realidad > teoría > sistema > estilo > imaginación >

En dicho orden, la realidad y la imaginación se encuentran liga-


das, antes ignoradas o incluso opuestas para la música actual, ya que aun
a pesar de su polaridad opuesta –a menos que se trate de una abstracción
matemática– el imaginario no presenta estados físicos cuya apariencia
sea distinta de los conocidos en la materia. Esta última observación deja
aproximarse con mayor certeza al imaginario e integrar su sitio priorita-
rio en el proceso creativo, además de que le induce a actuar en conse-
cuencia frente a todo hallazgo científico sobre la realidad.
La creación en arte no se presenta de formas ni totalmente es-
pontánea ni meditada; el aquello aún no se conoce y cuando surge es
a través de fantasías sobre las que se tienen apenas señales borrosas
antes de captarlas; a su vez, el investigar tiene como función óptima la
de adentrarse analíticamente en el proceso creativo y proyectar de
modo objetivo el universo de la materia con la cual se produce el arte.
La investigación conduce por lo general a interrogar las entelequias
del pasado que parecen aún regir en la actualidad; baste el ejemplo del
supuesto que escinde ritmo y sonido en dos campos diferentes: métri-
128 ca y acústica. La fusión del ritmo y del sonido como una misma infor-
mación y como parte de un mismo continuo es una de las repercusio-
nes más inadvertidas que tiene el asimilar el tiempo-espacio
einsteniano para dar nuevas bases teóricas a la música mediante la
crono-acústica –ritmo-sonido–, cuya admisión y aplicación en la
JULIO ESTRADA

práctica creativa contribuye a diseñar modelos apropiados de capta-


ción de la fantasía, lo mismo que métodos de registro multifactorial de
esta última como se hace frente al fenómeno físico.26 El carácter auto-
suficiente de nuestras fantasías exige del análisis certero del modo de
movimiento que les es propio para luego poder convertirlas en las ana-
logías gráficas arriba señaladas, punto de partida y base para su ulte-
rior cifrado en código musical.
Crear e investigar son terrenos que tienden a verse por separado
cuando se entiende al arte como mero producto de la intuición y a la
investigación como producto sólo de la razón, idea cuyo origen entre
tantos otros podría provenir de la ordenación pragmática de las áreas
del conocimiento en las instituciones educativas, lo que difiere de la
tentativa, más actual y certera, de integrar nuestros talentos por disími-
les que parezcan.27 La inclusión de la creatividad artística como crea-
ción e interpretación en las universidades a lo largo de los siglos XX y
XXI ha hecho expandir sus otrora estrechos vínculos con las humani-
dades, las ciencias y las ingenierías, y a ser a su vez objeto de interés
en dichos campos. Las artes día a día tienden a conquistar su autono-
mía al propiciar que sean entendidas como un área de comunicación
de la imagen sensorial –visual, auditiva, táctil, olfativa o gustativa–,
mental, emotiva y afectiva a través de la herramienta que les da inge-
nio y sin la cual es imposible entenderlas: la percepción.
La innovación en el arte se presenta al modificar el mecanismo
perceptivo que ordena al conjunto de relaciones que sostienen nues-
tros sentidos desde la interpretación que, sólo de forma momentánea,
podemos darles. La indagación es históricamente indispensable para
propiciar el cambio del estado del arte en el arte, una evidencia que
desde sus inicios remotos y evolución hacia nuestro pasado ofrece ya
la figura del investigador-creador: de Vitruvio a da Vinci, de Aristoxe-
no a Bach, de Sófocles a Shakespeare. 129

26. Estrada, Julio, Théorie de la composition : discontinuum-continuum, tesis


doctoral, Université de Strasbourg 1994.
27. Es notorio el desfase de las artes respecto de las humanidades, las ciencias
y las ingenierías, a las cuales las artes se les vincula de modo sistemático, arropamien-
to que distrae y confunde respecto a su auténtica ubicación.
JULIO ESTRADA

2
El sonido en Rulfo

Pedro Páramo aporta a la literatura mexicana un mundo de fic-


ción hecho de la realidad y de lo imaginario, dos elementos insepara-
bles, como en el drama de Hamlet, donde la voz del espectro del padre
decide a Hamlet a actuar y a segar la vida del culpable y la propia. En
la novela de Rulfo cohabitan una parte real que se incita a percibir
sensorialmente –la naturaleza floreciente o en plena erosión– o la his-
toria de los habitantes de San Gabriel, Jalisco, durante la guerra criste-
ra. La parte irreal es la Comala imaginaria donde coexisten los perso-
najes vivos al lado de sus almas en pena, seres adheridos a un
ambiente fantasmagórico que el lector percibe no por al tacto ni tanto
por la vista sino, de modo singular, por el oído.
Por encima de toda simbolización cultural expresada mediante
nociones, el sentido de la percepción en Rulfo nos lleva a vivir sus pro-
posiciones como imágenes mentales en las que la incitación sensorial,
de la más experimentada a la menos usual o incluso desconocida, nos
obliga a fantasear: “olía a eso: a sombra recalentada por el sol. A amoles
podridos”,28 dice, y por el contexto en que aparece la figura se deriva
que aquel olor es similar al de los restos vegetales marchitándose a la
orilla del río. Los estudios sobre Pedro Páramo señalan con frecuencia
la marca autobiográfica, lo que llevaría a suponer que su modo de sen-
sibilizarnos es hacernos vivir lo que él goza en la memoria y sufre en
vida, que esas luces y esas sombras en la novela provienen de una expe-
riencia intensa que necesita imprimir en lo íntimo del otro. Rulfo nos
adentra en su ámbito natal al recurrir a presencias históricas en una mix-
tura entre recuerdo e ilusión que formula de modo innovador con los
residuos sonoros de una realidad suprimida; más que un asunto de mú-
130 sica, su núcleo subyace en el vínculo entre lo real y lo imaginario.
La voz es a menudo la imagen mental con la que intentamos
retener la presencia efímera de aquellos que dejan de existir en el

28. Rulfo, Juan, “El Llano en llamas, El Llano en llamas, Plaza y Janés, Mé-
xico, 2000, p. 90.
JULIO ESTRADA

mundo; algunos recordamos más el timbre de voz de alguien que los


rasgos de su rostro; acaso nos es más difícil conservar en la mente una
imagen visual que una auditiva, o quizá en el tiempo mismo de nuestra
vida la escucha –aun si no lo recordamos– es una de las primeras sen-
saciones. Nuestra voz es para el exterior una característica tan clara
como la huella digital o la marca ocular que nos distingue de cualquier
otro, y es además una señal de existencia por su presencia inmanente
en el interior del ser: la presencia del habla en la mente es lo más cer-
cano a escuchar el yo.
El lector de la obra que al inicio Rulfo denomina Los murmullos
es alentado de modo insistente a la vivencia auditiva de los ambientes,
las alusiones a lo sonoro y las voces que dan esencia a un estilo litera-
rio cuya temática alrededor del oído el autor prepara desde antes de la
novela con El Llano en llamas, como ilustra de modo sugestivo el
diálogo emblemático de “Luvina”:

“¿Qué es? —me dijo.


“¿Qué es qué? —le pregunté.
“—Eso, el ruido ese.
“—Es el silencio [...]”29

Para el lector que tiende a favorecer lo auditivo, le resulta inme-


diato el intuir cómo suena aquel ruido que es solo silencio, que existe
y no existe –como en la novela los personajes–, experiencia poética
que pide representarse de oído la dualidad real-irreal propia del tema.
Al concluir El sonido en Rulfo30 me percaté de que la búsqueda
creativa al fondo de mi texto anidaba un proyecto inconsciente, escri-
bir una ópera, dato que remite al binomio investigación-creación artís-
tica al que refiero páginas arriba. Si los espectros descritos por el autor
de la novela son con mucho más auditivos que visuales o táctiles, la 131

29. Ibid, “Luvina”, p. 129.


30. Estrada, Julio, El sonido en Rulfo, Instituto de Investigaciones Estéticas,
UNAM, México 1990, 1ª. Edición, y El sonido en Rulfo: “el ruido ese”, 2008, 2ª. edi-
ción, corregida y aumentada, con un CD que incluye “Doloritas” y diversos ejemplos
sonoros y musicales.
JULIO ESTRADA

constatación pide desprender del texto tanto el sonar de la realidad


cuanto inventarse “cómo suena” aquel inframundo para incitar a con-
vertirlo a una cierta música. El dilema reside en hacer el intento tan
sólo con lo que otros denominarían música o, a la inversa, con el res-
paldo de recursos nuevos que induzcan a la percepción del espectador
a entender de modo sensible lo que escucha y hacerle entrar a un uni-
verso laxo y desusado que opto por llamar otra música, una materia en
la que abrevarían distintos géneros auditivos.
Murmullos del páramo (1990-2006) está constituida por dos par-
tes principales, “Doloritas” (1990-92) y “Susana San Juan” –esta última
concluida en 2006 aunque sin el formato radiofónico que la hermanaría
a su antecedente–. “Doloritas” es la versión inicial que me llevó a em-
prender con paso seguro la empresa –gracias a Carlos Cruz de Castro y
a José Iges, de la Radio Nacional de España, quienes dieron todo el
apoyo a su alcance a un proyecto desechado en México, y facilitaron la
posibilidad de que otros países –incluso el mío sólo a través de la
UNAM– se interesaran a futuro en la obra completa que al llevar a la
escena denominé multi-ópera por su apertura a representaciones con
distintas hechuras, desde la más modesta grabación que deja salvar obs-
táculos sociales para acceder a cualquier entidad –“Doloritas, quasi una
ópera radiofónica”–,31 hasta la representación escénica –la versión ope-
rística íntegra, que despliega ricos recursos y mayores esfuerzos.32

31. Estrada, Julio, “Doloritas”, quasi una ópera radiofónica, (1991-92) 55’,
1a. parte de Murmullos del páramo (1991-2006), sobre Pedro Páramo de Juan Rulfo,
juliusedimus, e.20a. Libreto, dirección musical y teatral, Julio Estrada. Fátima Miran-
da, voz; Llorenç Barber, ruidista; Stefano Scodanibbio, contrabajo. Radio Nacional de
España, Radio-2. Productor, José Iges, Ars Sonora. Estreno en Madrid, 16 de marzo
de 1993, RNE, Radio-2; estreno en México, 20 de marzo de 1993, Radio Universidad.
32. Estrada, Julio, Murmullos del páramo (1991-2006), 100’, A Velia, ju-
liusedimus, e.20. Estreno mundial en 2006 en el Teatro Español, Madrid, dirección
132
musical del autor, con representaciones en Stuttgart, ciudad de México y Venecia;
danza butoh de Ko Murobushi y puesta en escena de Sergio Vela. La versión completa
comprende 7 voces solistas, contrabajo, ruidista, sho, trombón y guitarra, grabación
en estudio de voces de actores, de ambientes sonoros, de música popular de fines del
siglo XIX a inicios del XX. Un dispositivo de 12 altoparlantes rodea al público para
crear un espacio auditivo adicional al espacio escénico. En 2011 pude presentar mi
versión escenográfica y musical en el Teatro Spiral de Tokio.
JULIO ESTRADA

El ensayo de recrear Pedro Páramo de un modo fiel al imagina-


rio auditivo que recubre la novela residiría en formular su otra música
con elementos que expresen con perfecta claridad su pertenencia a la
realidad a la par de otros que, sólo producto de la creación musical,
evoquen la irrealidad que le conocemos. Primera oportunidad de rea-
lizar Pedro Páramo, “Doloritas, quasi una ópera radiofónica”, está
integrada por varias capas que distinguen a los componentes de más
obvia audibilidad de la novela, a saber, las voces de los personajes, los
ambientes sonoros, y una canción sugerida por el texto:
El modo de hablar de los personajes de “Doloritas” se inspira en
el estilo que el propio Rulfo imprimió en su grabación de “Luvina” y
“Díles que no me maten”,33 de El Llano en llamas, paradigma de un no
dramatizar que legitima la belleza de su tono de voz y la convierte en
un emblema trágico de la destrucción de México. La voz del autor es
en sí una entidad dolorosa, no exenta de un rencor contenido que la
hace tan portentosa como el más áspero arte mexicano. Bajo dicha
premisa busqué con afán hasta hallar un grupo de acreditados actores
–Ernesto Gómez Cruz, Ana Ofelia Murguía, Paloma Woolrich e Isabel
Benet–34 que, conocedores o encauzados al hablar rulfiano, lograron
integrar a sus voces aquel habla llanera.
Los ambientes sonoros naturales que Rulfo describe en Pedro Pá-
ramo son la segunda capa del registro fonográfico, y la fórmula fue ir a
cosecharlo en el pueblo natal del escritor, San Gabriel, y en el vecino
Tuxcacuesco –uno de los nombres que en el ensayo previo a la novela
precede al mítico Comala–, ambos en pleno Llano de Jalisco: de ahí
mismo vienen las grabaciones del “trote rebotado de los burros”,35 de una
chicharra registrada a milímetros de donde chirriaba con fuerza, de los
pasos en los caminos en las afueras de San Gabriel que el autor nombra

133
33. Rulfo, Juan, Voz viva de México, Difusión cultural, UNAM, México 1963.
34. A esas voces añadí la de un entrañable amigo, el escultor Augusto Escobe-
do, a quien sometí a la dura prueba de gritar, a pesar de su enfisema pulmonar, dos
frases “–¡Ay vida, no me mereces!”. […] y “déjenme aunque sea el derecho de pataleo
que tienen los ahorcados”, que la novela describe como “un grito arrastrado”. Rulfo,
Juan, Pedro Páramo, op. cit., p. 38.
35. Ibid., p. 7.
JULIO ESTRADA

en “Luvina” como “’pasojos de agua, que no son sino terrones endureci-


dos como piedras filosas que se clavan en los pies de uno”,36 o del brioso
caballo de Miguel Páramo –gracias al jinete local que se prestó con des-
envoltura a trotar, correr y relinchar sujetando él mismo la grabadora di-
gital y el micrófono. Del Estado de Morelos provienen los demás ele-
mentos de la naturaleza, como el dulce amanecer con pájaros e insectos
o la tormenta y el amenazante estruendo de sus truenos cercanos en la
barranca que une al sitio arqueológico de Xochicalco con el pueblito
tlahuica de Cuentepec, mientras que el ladrar incesante de los perros
arranca en el silencio de las tres de la madrugada y despierta al pueblo de
Coatetelco.37 Finalmente, los pasos que hacen crujir las duelas o las puer-
tas, y el paso de una vieja carreta, son obra de Bernardo Mingo, emérito
ruidista de la Radio Nacional de España, que en pleno estudio hacía ha-
llazgos inusitados que sorprenden a los músicos.
El tercer elemento, la música local, es apenas sugerido por las
escasas menciones a ella que hace el autor, de las cuales la más signi-
ficativa proviene del más breve de los fragmentos de la novela:
Ruidos. Voces. Rumores. Canciones lejanas:

Mi novia me dio un pañuelo


con orillas de llorar...

En falsete. Como si fueran mujeres las que cantaran.38


En la búsqueda de aquel texto que tiene traza de canción popu-
lar,39 la gente de San Gabriel me ayudó a encontrar a Don José Gonzá-
lez, músico y campesino –amigo de la infancia de Rulfo– quien me dio
su versión cantada y luego la ejecutó en el violín.
A mi entender, hay sólo otra canción más que surge en lo que
Rulfo entendía como el segundo capítulo de la novela, a partir del pre-
134
36. Rulfo, Juan, “Luvina”, El Llano en llamas, op. cit., p. 14.
37. En unas y en otras grabaciones tuve el apoyo cómplice entusiasta de mis
hijos y de varios amigos, Marcos Deli, Fabián Medina, Óscar Menéndez y Julio Bracho.
38. Rulfo, Juan, Pedro Páramo, op. cit., p. 53.
39. El texto original cambia de género y mantiene el estilo popular: “Antonio
me dio un pañuelo con orillas pa llorar…”.
JULIO ESTRADA

dominio en el texto de la figura de Susana San Juan, cuyo balbuceo so-


litario parece evocar una canción infantil: “El dulce de menta es azul.
Amarillo y azul. Verde y azul. Revuelto con menta y yerbabuena”.40
Las tres capas arriba mencionadas –habla, ambientes y música–
son la parte fija del material básico de “Doloritas”, cuyo complemento
esencial son las frases que, con referencia a lo auditivo, Rulfo siembra
con sutileza a lo largo del texto y dan a su obra el tono de misterio que
nace de un impulso original: crear música verbal. Dichas alusiones a
espectros sonoros se observan de manera más marcada en la parte ini-
cial de la novela con la llegada e ingreso de Juan Preciado al pueblo en
el que nació en busca de su padre, Pedro Páramo, ambiente de incerti-
dumbre, y otra, con el surgimiento pleno de Susana San Juan, única
tortura conocida del cacique, dentro de aquel vago universo que el
lector ya ha aceptado. La versión final fusiona ambos capítulos en un
continuo que a su vez se entrecorta en setentaiún segmentos y cuya
secuencia deviene un hábil recurso para desorientarnos.
La irrealidad que yace en Pedro Páramo se revela poco a poco,
primero, con el juego de un tiempo cuyo futuro no llega a existir
–“Allá te acostumbrarás a los derrepentes, mi hijo”,41 advierte Dolori-
tas–, cuyo presente es un espejismo que hace de eje para transitar,
tanto a la alusión al pasado como memoria –de la voz rumorosa de la
madre muerta a los evocaciones que aún guardan los personajes–
como para insistir en que el hoy no existe y se encuentra encerrado en
un pasado incierto –“Pedro Páramo murió hace muchos años”, la dice
Abundio a Juan,42 “Pobre Eduviges, debe andar penando todavía”, le
apunta Damiana Cisneros antes de desaparecer de súbito–43 que es el
espacio de vida y muerte de seres errantes en aquella Comala ardiente
que retiene a todos en el inframundo rulfiano.
Y segundo, dicha irrealidad se hace aún más ficticia con la
fantasía que impregna nuestro oído desde el inicio: la mujer que en 135
la calle da las buenas noches a Juan Preciado le lleva a la imagen,
40. Rulfo, Juan, Pedro Páramo, op. cit., p. 102.
41. Ibid., p. 54.
42. Ibid., p. 9.
43. Ibid., p. 39.
JULIO ESTRADA

“su voz eran hebras humanas”,44 o al abrir una puerta recibir en ple-
no el grito de un ahorcado, “casi lo oí junto a mis orejas […]; pero yo
lo oí aquí, untado a las paredes de mi cuarto”,45 o la conjetura con
que culmina el imaginario musical rulfiano, “Es cierto, Dorotea. Me
mataron los murmullos”.46 Esos “fósiles resonantes” que rodean al
personaje al percatarse de estar muerto son la expresión inmanente
de los seres que permanecen en el infierno de Pedro Páramo. En
“Doloritas”, la producción de dicho murmurar colectivo es una ver-
sión improvisada con las voces de Fátima Miranda y Llorenç Barber,
junto a las de amigos y familiares; aunque a pesar de aquel esfuerzo
ajeno, insatisfecho al recrear aquellas “hebras humanas” con el mero
“buenas noches” dicho por una actriz, dediqué varios años a escribir
un elemento que se esparce en toda la multi-ópera, hum –del maya,
murmullo– para cinco solistas (1992-2006), constituido por solos,
dúos, tríos, cuartetos y quinteto, con el cual surgen los personajes de
aquel inframundo.
“Doloritas” es, en la primera parte de Murmullos del páramo, el
canto agónico de Comala, anhelo mítico en el que la voz permanece
después de la muerte sólo en el oído de un vivo muriente, su hijo Juan.
Crear el canto de Doloritas como el de los murmullos que encarnan a
los demás personajes implica explorar de modo incisivo registros que
la práctica no conoce o a los que pocas veces se recurre, si bien la
creatividad mozartiana no repele de escucharse la calca estilizada del
estertor en el Confutatis o el llanto en la Lacrimosa del Requiem: uno
y otra son la física por encima de lo abstracto y nuestra mente, aún de
manera subliminal, los identifica como arquetipos anteriores a la ono-
matopeya y al habla.47

44. Ibid., p. 11.


45. Ibid., p. 38.
136
46. Ibid., p. 67.
47. Es inspiradora la grabación Crybaby. que registra una serie de entona-
ciones de los niños recién nacidos, donde se alcanza a reconocer por fuera del lengua-
je la manifestación de sus distintas necesidades –hambre, sueño, cansancio, cólico, y
otras– que las madres de cualquier parte del mundo reconocen de manera intuitiva.
Crybaby. An Analysis of the Cry Language of Babies, Marc B. McKinley, Folkways
Records, FW06275 / FX 6275, Washington, D.C. 1973.
JULIO ESTRADA

El cantar de la música de origen europeo antigua y moderna se


ajusta al valor impuesto de la pureza vocal, herencia del religioso Pales-
trina que pasa de su generación a tantas otras como una verdad inagota-
ble, y si bien la voz actual incorpora elementos distintos, éstos cumplen
con una función más experimental u ornamental que no hurga en lo re-
cóndito. El drama musical de hoy es magro porque su canto permanece
casi intacto y no transluce la relación física que dejaría emerger al ser
que lo produce o lo concibe para ser reconocible por todo escucha. De
concentrarnos en las melodías, ritmos, añadiduras de consonantes o el
palmoteo que conlleva la música contemporánea, resalta más el juego
de acrobacia estética rayano en el deporte que en el arte –como predecía
hace un siglo Ortega–.48 Tanto el cantante, adiestrado para recurrir al uso
de la técnica –una forma culturizada de manejar la voz– como el com-
positor –usuario de un sistema más que creador de música– tienden por
axioma a la aprensión a cambiar lo que conocen, y ambos evitan son-
dear en los registros de la voz que, sin embargo, son habituales entre
todas las personas ajenas a la música en acciones inadvertidas como
sonoridades propias del habla y la expresión humana.
Entre otras formas de indagar nuestras otras voces una puerta
anchurosa se abre con el estudio de la música no europea y, en el caso
de nuestro continente, mediante el contacto vivo con las antiguas cul-
turas que aún preservan los Hopi o los Bororos lejos del contacto con
el exterior siglos después de la Conquista, cuyos cantos ceremoniales
o sociales son ricos en esas “impurezas” cargadas de armónicos y en
esa libertad de movimiento monódico ajena a la noción de armonía
que se refleja en las coloraciones de la voz, con frecuencia enriquecida
por el canto colectivo. El ejemplo deja sopesar cómo la reducción fa-
vorece el encauce sólo hacia la voz, sin disgregarla en artificios que
estorban para que la música contemporánea se adentre más en la emo-
ción y el afecto propios del arte. 137
Las voces imaginarias en Pedro Páramo impelen a la creativi-
dad musical a emprender la búsqueda que ahonde en el carácter de

48. Ortega y Gasset, José, La deshumanización del arte y otros ensayos de


estética, Alianza editorial, Madrid, 1986.
JULIO ESTRADA

cada personaje, de modo que su singularidad provenga del carácter


profundo de cada voz para así dar una dimensión más a la novela que
nos induce a ensoñar con su visión sensitiva y fantasiosa. Luego de
adentrarme en aquel texto tuve la certeza de que la voz era la substan-
cia que había que esculpir con cuidado, por encima de lo concreto de
su texto, para hallar la efigie auditiva de cada uno de los seres que re-
salto de la obra: Doloritas –la madre muerta–, Juan Preciado –aquel
que va a asumir su muerte–, Abundio el sordomudo –voz sin habla ni
canto–, Pedro Páramo –un montón de piedras–, Susana San Juan –so-
ñadora desquiciada– y Justina su doncella –adherida y desprendida de
Susana–. Bajo esa perspectiva, no incorporo texto alguno al canto de
ningún personaje en “Doloritas”, donde los monólogos y diálogos son
dichos por los actores como en una pieza de radio teatro; mantengo
dicho esquema con menor énfasis en la segunda parte, “Susana San
Juan”, una vez zanjada la complicada trama de hacernos entrar al há-
bitat de la novela.
La música de “Doloritas, quasi una ópera radiofónica”, es un
trío para voz femenina, contrabajo y ruidista, mictlan, donde el cantar
de la madre muerta de Juan Preciado, Doloritas Páramo, sin pronun-
ciar palabra, recurre a entonaciones primigenias que desprenden el
tono áspero y estertóreo de la moribunda, o al llanto que se fusiona al
viento nocturno o a la escarcha matinal. Su tono aciago se inspira tan-
to en el modelo mozartiano de expresar el sentido del texto con la
música, como en la llorona –figura universal de la aflicción de la ma-
dre– que estremece al canto por la pérdida del hijo, también madre
tierra cuyo plañir con aires de viento desvela el páramo. En contraste
con la Pietà de la Doloritas de Rulfo, en “Doloritas” hay una Pietà
impía que no niega la voz cruda de la madre extinguida.
138 El canto de Doloritas recorre su cuerpo y se percibe en el susu-
rro con boca cerrada o con el anidar del tono en la frente para sentirlo
introspectivo, dudoso al expresar la suspicacia desde el timbre nasal,
franco al hacer que fluya en la boca, doloroso al apreciarse que nace
en la garganta, frágil al rozar con aliento débil en los bronquios, enér-
gico al emanar desde la dureza del vientre o afirmativo y confiado al
JULIO ESTRADA

asentarse en los genitales. Su voz, impura como la vida y la muerte, se


refuerza con colores que fusionan la vocal a la consonante en una con-
densación rumorosa, silbante o crujiente, diseño que busca potenciar
la fantasía rulfiana.
El ruidista proviene en sus inicios ya del movimiento futurista
italiano de Luigi Russolo, creador de los intonarumori, o de la denomi-
nación de la radio y del cinematógrafo para quien genera los sonidos y
ruidos ambientales de todo orden. Murmullos del páramo extiende la
noción tradicional de “percusionista” a la del músico contemporizador
que debe conjugar una materia sonora inestable con articulaciones que
añaden al percutir el frote y el rasgueo. Los instrumentos del ruidista son
tan indefinidos como el ruido mismo y no todos son propiamente musi-
cales sino simples objetos cuya manipulación diestra permite encontrar
la voz del objeto del campo –semillas, ramas, piedras, cuerdas– o inven-
tar fantasmagorías sonoras con objetos de los más diversos órdenes que
induzcan a percibir la desolación de la tierra.
El tercer instrumento, el contrabajo, es desde el inicio de la obra
la personificación de Juan Preciado, que parece un cadáver sobre una
mesa, para extraer de su cuerpo una materia ríspida y seca –en mi
imaginación el sonido de la piel raída del huarache campesino– con un
arco cercano a la cabeza y el cuello del instrumento que frota rústica-
mente las cuerdas y obtiene tonos vagos y desvencijados que evocan
la torpeza de Juan inerte, y otro arco que frota las cuerdas en la cerca-
nía del vientre que las hace resonar, del puente o del cordal que las
sostienen y produce tonos que oscilan de lo oscuro a lo brillante o
llegan a la estridencia del músculo reseco que aún resiste al ocaso.
Todo por fuera de la destreza que daban los dedos al instrumento, la
gravedad del ambiente se sublima con el encuentro entre las meras
crines y la madera de ambos arcos al aire, sin tocar las cuerdas, últimas 139
señales de vida que confrontan al personaje con una muerte que alcan-
za a su conciencia. Su voz del antes Orfeo quebrantado surge con ali-
vio hacia el momento en que el contrabajo, ejecutado de pie, recobra
el movimiento de los dedos y hace escuchar un aire que refresca su
origen en otros tiempos.
JULIO ESTRADA

mictlan, el mundo náhuatl de los muertos, retoma el sentido


arcaico de Pedro Páramo, a mi entender un anuncio que abarca, desde
el mito prehispánico de la destrucción de antiguas culturas agrícolas
acosadas por la guerra, la erosión y la Conquista, hasta su herencia sin
escapatoria en el México amargo de hoy, tierra infértil de una comuni-
dad campesina desaparecida y de una sociedad vencida por la fuerza
del poder sin límites.

3
Opciones de interpretación y recepción

A veinticinco años de su creación, “Doloritas, quasi una ópera


radiofonica”, se ha presentado en radios de habla hispana, lo que ha
permitido escucharla en la ciudad o en el campo de la provincia mexi-
cana lo mismo que en varios países de América latina y en los EE UU.
Su versión concertante, con el trío mictlan acoplado a la grabación del
texto y los ambientes, realizada en Alemania, Canadá, España, Fran-
cia, Italia y México favorece el desplazamiento y la confrontación con
públicos muy distintos. Dicha ductilidad proviene de la noción misma
de multi-ópera que define a Murmullos del páramo, una arquitectura
que integran siete módulos autónomos:

mictlan, trío: voz femenina –Doloritas–, ruidista –Abundio


Martínez o el páramo– y contrabajo –Juan Preciado–
hum, quinteto: soprano –Susana San Juan–, mezzo –Justina–,
contralto –mujer en el pueblo–, tenor –Juan Preciado– y barítono –Pe-
dro Páramo–
Retrato, solo: trombón –Pedro Páramo–
140 mictlan’ome –náhuatl, ome, dos–, sexteto: soprano coloratura –
Susana San Juan–, mezzo –Justina–, barítono –Pedro Páramo–, trom-
bón –Pedro Páramo–, ruidista –Abundio– y contrabajo –Juan Preciado–
matlapoa –náhuatl, cálculo de cristales–, solo: sho –padre Rentería–
Caja con trenzas, solo: guitarra –Susana San Juan–
Fósiles resonantes, los doce músicos: voz femenina, sopra-
JULIO ESTRADA

no coloratura, quinteto vocal, ruidista, sho, trombón, guitarra y


contrabajo.
El carácter modular amplifica la idea de forma abierta de los
años cincuenta al permitir el desensamble del todo para emprender su
construcción por partes, reflejo del proceso de creación por separado
de cada módulo que a su vez remite a la parcelación de la novela.
Cada uno de los siete módulos puede ejecutarse como una obra
independiente para expandir su potencial de la escena a la sala de con-
cierto, o en combinaciones que, sin alterar el orden en secuencia de los
siete módulos, produzcan un conjunto de obras cuya formación sería
solamente instrumental, sólo vocal, o una mixtura de voces e instru-
mentos, factor que da a cada combinación una edificación distinta en
densidad –desde solos, dúos,… hasta alcanzar los siete módulos que
arman la multi-ópera–. Al encarnar cada instrumento a un personaje,
se abre la opción de representar la ópera sin los textos dichos por los
actores, perfil que vuelve a dar a la música resultante el entorno espec-
tral propio de la novela.
La versión completa de Murmullos del páramo integra dos ele-
mentos adicionales, el espacio y la danza:
Un sistema de 12 altoparlantes forma un hábitat semiesférico
por encima de los espectadores mediante el cual se escuchan las voces
y acciones de los actores, la sonoridad de los ambientes, lo mismo que
la música instrumental y vocal; dicho espacio crea en el oyente una
escucha viva del contraste entre la realidad –arriba, donde apenas se
percibe la existencia cotidiana del campo– un nivel intermedio –el
gradual descenso al pueblo de Juan Preciado– y un amplio nivel bajo
–el inframundo de Comala un poco por encima de todo el público para
hacerle percibir el sentido fatídico de la vivencia–. A su vez, el canto
de los personajes que se encuentran en la escena del teatro se desplaza 141
virtualmente en aquel espacio con vuelos que enfatizan su condición
de espectros.
Por momentos, el trombón –personificación del cacicazgo de
Páramo– ocupa espacios alternativos que le ubican en algún sitio ele-
vado y dominante o en alguna bóveda aún más abajo que el espacio
JULIO ESTRADA

colectivo, mientras que el sho –órgano de boca japonés que simboliza


la ascendencia de la iglesia de Rentería– se coloca en balcones o pla-
taformas por encima del mundo real.49
Finalmente, un danzante Butoh –danza que nace con la destruc-
ción moderna del Japón y quise aplicar al deterioro incesante de mi
país– actúa en la escena principal con una representación dramática
cuya evolución independiente corre en paralelo a la de los músicos.
La representación completa de la multi-ópera ofrece un conjun-
to de planos que multiplican varias escenas y forman un prisma que
enfrenta al espectador con la ruptura de un todo que sólo ensambla la
observación individual; por ejemplo, si la potencia y energía del trom-
bón son Pedro Páramo, el mismo personaje coexiste simultánea aun-
que no sincrónicamente como la voz del actor, como el canto del barí-
tono y con su representación figurada por el danzante Butoh.
La proliferación escénica con un espacio al frente donde se si-
túan instrumentos, cantantes en acción y danza, y por encima del au-
ditorio la semiesfera en la que se desplazan de forma virtual los am-
bientes sonoros, los actores y el canto individual o colectivo, lo mismo
que la flexibilidad de la arquitectura modular, hacen de la multi-ópera
un nuevo modelo musical: Murmullos del páramo está concebida para
abrir plenamente la ópera a sociedades más vastas en un franco con-
traste con las producciones de repertorio, cuya vana fastuosidad en la
representación escénica en las últimas décadas tiende a predominar
sobre el contenido musical que les da origen. La idea de multi-ópera
se acerca más al eclecticismo del cine que al encierro de la ópera tra-
dicional por su carencia de fronteras entre la voz de los actores, los
ambientes sonoros naturales y una música que, a su vez, no marca lí-
mites entre la popular o la producida tanto a través de una escritura
musical como con tecnologías avanzadas; la visión del todo, ajena a
142 las categorías culturales, es la de un estimulante cosmos auditivo por
la variedad de sus vertientes.

49. Aun si no fue parte de la concepción escrita de la multi-ópera, en el estreno


mundial, en un alto balcón del Teatro Español se ubicó Chavela Vargas para cantar
generosamente, con su voz fibrosa e intensa, “Mi novia me dio un pañuelo”.
JULIO ESTRADA

Las reacciones ante unas u otras versiones de Murmullos del


páramo han sido múltiples y variadas; en París, donde escribí mictlan
bajo condiciones familiares dramáticas, la reacción del público fue de
estupefacción negativa, casi de rechazo ante la manifestación directa
del duelo que venía de la voz de Doloritas o la tosca voz de los dos
instrumentos. En contraste, el tema de la muerte o el de la existencia
después de la vida que rubrican a la novela fueron aceptados con ma-
yor llaneza y sin contención alguna en otros países de Europa que han
sufrido la destrucción de la guerra.
De todos los sitios en los que bajo distintas confecciones se
presentó Murmullos del páramo es México donde la recepción fue
más franca, y por momentos coincidente con mis expectativas, como
si la imaginación que generó la obra hubiese encontrado su territorio
privado. Desde el momento mismo en el que me planteé convertir la
novela en un tema de ópera entendí que su sitio era mi país, donde la
temática rulfiana tiene tantos significados para la sociedad; de ahí que
aluda en los siguientes párrafos a una vivencia memorable que me
deja concluir con lo escrito hasta aquí. Me referiré a la presentación
sencilla de “Doloritas, quasi una ópera radiofónica” en una hacienda
abandonada a la suerte de su historia, la Telcampana de la novela y de
los cuentos, situada a un lado de San Gabriel:
En 1998, en un festejo en torno a Juan Rulfo, la Universidad de
Jalisco me invitó a presentar “Doloritas, quasi una ópera radiofónica”
para integrarla a una serie de actividades culturales en San Gabriel,
para lo cual partimos en varios autos desde Guadalajara. La idea era
representar primero un ballet con un grupo de jóvenes universitarias
cuyo director artístico había diseñado una versión que remitía a la gra-
bación de “Doloritas”, para luego escucharla en concreto. En una cur-
va del camino debajo de un puente se volteó dramáticamente la camio- 143
neta en la que viajaban varias de las bailarinas. La escena resultó
aterradora: seis de aquellas chicas yacían muertas en la carretera y al-
gunas más con heridas de gravedad. Recuerdo con estupor cómo un
señor que venía en nuestro auto bajó de inmediato a reconocer como
médico el estado de aquellos cuerpos y, así como confirmó que su
JULIO ESTRADA

propia hija había muerto, continuó a dar auxilio a quienes pudieran


requerirlo. Una parte del grupo regresó con las ambulancias a Guada-
lajara y el otro continuamos a San Gabriel.
Ahí nos esperaba un comité sin imaginar la tragedia y nos dije-
ron que la presentación de “Doloritas” estaba programada para hacer-
se en la vieja hacienda de Telcampana. Dadas las circunstancias se
agruparon de inmediato los organizadores para discutir qué hacer con
el programa; algunos optaban por interrumpir todo y otros por mante-
nerlo aunque fuese en parte. Sin formar yo parte de nada, y anticipan-
do a los demás que me sujetaría respetuosamente a la decisión por
adoptar, sugerí que no cancelasen los actos sino que los llevasen a
cabo como una manera de rendir un recuerdo hecho de creatividad
artística rulfiana a las chicas recién fallecidas.
La discusión se llevaba a cabo dentro de la casa natal de Juan
Rulfo, cercana a la plaza principal de San Gabriel, así que a la espera
de lo que se decidiera opté por caminar por el pueblo luego de años de
no visitarlo rememorando lugares o en busca de encontrarme con al-
guien conocido. Media hora más tarde me enteré de que el comité
había decidido llevar a cabo la ceremonia y que se haría “Doloritas”
en San Gabriel. El ánimo de tristeza me llevó a recogerme en un sitio
aislado para asimilar el duelo y decidí ir a la iglesia principal, cuando
al cruzar el pórtico del jardín exterior me encontré frente a un señor
que identifiqué de inmediato:

–Don José González, ¿no?


–Sí.
_¿Cómo está? No imaginé encontrarme con usted aquí...
–Estoy bien. ¡Buenas tardes! Sí soy José, pero más bien su hermano.
144 –¡Ah! Y su hermano, ¿cómo está?
–Bien ahora. Anduvo mal pero ya se compuso. Anda bien.
–¡Qué bueno! Salúdelo de mi parte y, por favor, dígale que trai-
go la grabación de la canción que me cantó hace años: “Mi novia me
dio un pañuelo...”.
–¿Dónde la trae?
JULIO ESTRADA

–Aquí conmigo en una cinta, y se canta hoy a las ocho de la


noche en la hacienda de Telcampana. Ojalá pueda usted venir también.
–Sí, cómo no, yo voy y le digo.
La entrada a la hacienda Telcampana tenía un arco para el paso
de carruajes y a pocos metros estaba lo poco que debió quedar del
edificio original, una pequeña habitación elevada apenas un metro de
la tierra que no rebasaba treinta metros cuadrados. El deterioro era casi
total y más que recordar algún cuento donde aparece su nombre reso-
nante la mayor impresión era contemplar aquel montón de piedras que
cierra la novela. No había otra opción que situarnos ahí y disponer
dentro de un espacio mínimo cuatro bocinas orientadas hacia el exte-
rior, de modo que alrededor todo quedase cubierto por el sonido y los
oyentes se situaran, unos encerrados al centro apoyados en la base de
alguna columna desvencijada o en el piso de tierra, o bien en el exte-
rior próximo en varias sillas que trajo la propia gente.
Ahí no había ni siquiera vegetación y sólo hacia la entrada y en
otros sitios apenas cercanos al salón derribado se distinguían monto-
nes de pencas secas y ramas tiradas por doquier, brozas con las que
pedí hacer grandes fogatas que al cabo de un rato dieron un luminoso
vigor al ambiente desolado del sitio. La oscuridad de la noche en con-
traste con el fuego vivo daba la impresión de sumergir a la hacienda en
un incendio. Todo estaba listo para comenzar la audición en medio del
frio nocturno y el calor de cuatro grandes fogatas que ardieron hasta el
final de “Doloritas”. Dediqué la presentación a las jóvenes cuyas vidas
había segado aquel accidente atroz y doloroso para todos.
Al final, como siempre evitando liquidar el concierto con el
aplauso seguido de la retirada del público, incité a los asistentes, en su
mayoría campesinos y escasa gente urbana, a dialogar en torno a lo
vivido al venir y a lo escuchado ahí, de lo que resultó una discusión en 145
torno a la novela, conocida por casi todos, y a la idea de que una ópera
ocurriese bajo esas condiciones. Oteé entre el público al buen amigo
el violinista y cantante Don José González, aunque no le vi ni tampoco
a su esposa. Para cerrar el evento recordé la coincidencia afuera de la
iglesia con el hermano del músico hacia el mediodía y dije que hubie-
JULIO ESTRADA

se querido también dedicarle a Don José la función, a quien lamentaba


tanto no haber visto esa noche.
Casi al irme, una señora acompañada de su hija pasó a mi lado
y me detuvo para decirme:

–Oiga, señor, lo que usted contó es como su ópera.


–¿Cómo?
–Sí, Don José González y su hermano murieron hace tiempo,
cosa de cinco años lo menos.
–¡Ah!
Pensé en el encuentro que había tenido aquella misma tarde y
recordé algo en efecto curioso: el rostro muy afeitado, sonrosado, del
hermano de José González y su andar ondulante, casi como flotando.
No, no creo en los fantasmas aunque la vivencia no deja de remitir al
Llano de Rulfo; aún más: más allá y aún a pesar de aquella mañana en
que vivimos aquellas partidas aciagas, las últimas palabras de esta
charla me recondujeron al vértigo movedizo, del dolor al humor, que
se traen la vida y la muerte en esas tierras.

146
LECA KANGUSSU

2
SOBRE O BRASIL E A LUZ QUE AINDA BRILHA

There is a crack, a crack in everything.


That’s how the light gets in.
Leonard Cohen, “Anthem”

O Brasil passou por uma situação bastante peculiar, no ano de


2016: a presidenta democraticamente eleita no pleito de 2014 foi de-
posta através de um controverso processo de impeachment, do qual
saiu condenada nas votações da câmara e do senado. O processo acu-
sou-a de “pedaladas fiscais”, o que significa que a presidente pedala-
va, uma metáfora para descrever a ação de pegar dinheiro emprestado
de uma fonte para quitar débitos com outra. Vale a pena lembrar que,
curiosamente a presidente tem mesmo o habito de andar de bicicleta,
de pedalar... 147
Depois do impeachment, quem assumiu o governo foi o vi-
ce-presidente, alguém que, portanto, fazia parte desse governo que
pedalou. A presidente pedalava para manter vivos programas sociais
voltados à população de baixa renda, implantados desde quando o Par-
tido dos Trabalhadores assumiu o poder, em 2010, com a eleição de-
LECA KANGUSSU

mocrática do torneiro-mecânico Luis Inácio “Lula” da Silva. Lula foi


re-eleito em 2006 e, nas eleições de 2010, passou a faixa presidencial
a sua companheira de partido, Dilma Roussef, que também foi demo-
craticamente reeleita, em 2014.
Desde o início de seu primeiro mandato, Lula assumiu as pro-
messas feitas na campanha presidencial e criou programas essenciais
para diminuir as enormes diferenças econômicas existentes no Brasil.
Dentre estes, o mais importante foi o Fome Zero, que tirou o país do
mapa da fome pela primeira vez na história. Ao lado deste, outras
iniciativas foram desenvolvidas com a intenção de integrar as classes
mais pobres no processo de desenvolvimento do Brasil, como o Min-
ha casa, minha vida, um programa de construção e financiamento a
juros baixos de casas populares; o Mais médicos, com objetivo de
contratar profissionais de medicina para atender no sistema público
de saúde; o Reúne, voltado à criação de universidades públicas e à
ampliação das existentes; o programa de criação de cotas universi-
tárias reservadas às populações negras, pardas, indígenas e a quem
estudou em escolas públicas; e diversos programas voltados ao aper-
feiçoamento profissional, ao desenvolvimento da pesquisa e ao estí-
mulo à arte e à cultura. Além disso, foram estabelecidos direitos e li-
mites legais para trabalhos antes “informais”, como o trabalho
doméstico, por exemplo, e a correção anual do salário mínimo foi
sempre um pouco acima da inflação, criando condições de segurança
econômica e de ganho real na renda dos trabalhadores. Enquanto es-
teve no poder, o foco do governo do Partido dos Trabalhadores foi a
transformação material e simbólica das condições então existentes,
através da inserção das classes menos privilegiadas na cena econômi-
ca, social e cultural – criando uma sociedade capaz de acolher enor-
148 mes parcelas de população antes excluídas.
Por outro lado, o Partido dos Trabalhadores fez alianças espú-
rias. As piores foram com a bancada dos parlamentares ruralistas, liga-
da aos proprietários de grandes extensões de terra; com os capitães do
agronegócio, famigerados invasores de terras indígenas; com políticos
de partidos de direita, visando conseguir maioria no parlamento para
LECA KANGUSSU

aprovar projetos; e com empresários de multinacionais e agentes do


capital financeiro global. Como consequência, o Partido dos Trabalha-
dores pode ser criticado pela política voltada à questão da demarcação
das terras indígenas e pelo fato de não ter tocado no problema de dis-
tribuição dos meios de produção, nem na taxação fiscal dos lucros. Em
outras palavras, foi realizada uma política voltada ao social, mas man-
tendo intocada a dimensão do capital internacional – que continua ex-
traindo riquezas do país, sobretudo na área da mineração – e das gran-
des fortunas, sobre as quais não foram aumentados os impostos.
Mesmo assim, durante os anos de governo do PT, o Brasil alcançou
avanços sociais inéditos em nossa história. Além dos ganhos financei-
ros, foi grande o desenvolvimento do que pode ser denominado “capi-
tal simbólico”. A classe trabalhadora nunca teve antes seus direitos tão
considerados e, por isso, nunca se sentiu tão fortalecida.
Desde o início de suas relações com países estrangeiros, quando
foi “descoberto”, o Brasil tem sido uma espécie de celeiro de onde são
extraídas matérias primas a baixo custo. O preço deste custo baixo é
fruto de, e reflete-se na deterioração da natureza e nos baixos salários
pagos aos trabalhadores locais. Tal situação, bastante conveniente ao
capitalismo global, passou por mudanças – mesmo que não absolutas
– durante o governo do PT, sobretudo no que diz respeito aos salários.
O que, como seria de se esperar, provocou uma reação. Ainda durante
o governo Lula, abriu-se um processo de investigação de corrupção no
governo. Conforme se sabe, desde Platão, nenhuma sociedade classis-
ta pode viver em paz sem algum nível de corrupção, não necessaria-
mente financeira. Ao pensar uma polithea, uma cidade ideal, no famo-
so livro III da República, Sócrates propõe que esta seja composta por
três classes de cidadãos: os trabalhadores, os defensores da cidade, e o
rei filósofo. E para que cada cidadão aceite viver na classe à qual foi 149
destinado, para que não haja “luta de classes”, Sócrates sugere que
seja espalhada uma “nobre mentira”, a qual só será crível se contar
com um sólido poder de persuasão, salienta o filósofo. A “nobre men-
tira” é a de que, ao criar os seres humanos, o deus que os modelou
colocou ouro na composição de uns, os mais preciosos; prata em ou-
LECA KANGUSSU

tros, nos auxiliares, ferro e bronze nos lavradores e demais artífices.


Com isso, as diferenças sociais seriam naturalizadas, consideradas in-
atas e fundamentadas em diferenças ontológicas. Ao propor este pseu-
dos, o filósofo aceita a corrupção do logos para manter a paz na cida-
de. E depois de propô-lo, pergunta a Glaucon, seu interlocutor “Sabes
de algum expediente para fazer acreditar neste mito?” (República
415c) A conclusão é que os habitantes da cidade ideal não acredita-
riam nessa “nobre mentira”, na primeira vez em que ela fosse contada,
mas, dependendo de onde a fama a levasse, ela poderia tornar-se verí-
dica para as gerações seguintes... A questão a destacar aqui – salien-
tando sua presença na aurora da filosofia grega – é que se os seres
humanos devem ser vistos como semelhantes e possuírem os mesmos
direitos, como fazer com que sejam aceitas, pacificamente, as des-
igualdades geradas por um sistema classista?
Voltando ao Brasil, ainda no mandato do presidente Lula, foi
aberta a investigação sobre a existência de corrupção no governo. Esta
posição é contrária a de Tayyip Erdogan, presidente do Turquia, que
depois de impedir a investigação sobre corrupção em seu governo –
proposta por um antigo aliado, hoje colaborador do governo dos Esta-
dos Unidos – sofreu uma tentativa militar de golpe de estado, da qual
também saiu vitorioso. Parece no mínimo curioso que o juiz que pro-
pôs, leva a cabo a investigação brasileira, e ainda não conseguiu nen-
huma prova contra Lula, tenha sido “educado” em Harvard.
As investigações deixaram clara a existência de corrupção den-
tro do Partido dos Trabalhadores, portanto, dentro do governo. Entre-
tanto, apesar de grande esforço, não se conseguiu provar nenhum des-
vio de verba em proveito pessoal, todo o dinheiro desviado era sempre
destinado a campanhas e projetos do Partido dos Trabalhadores. Por
150 outro lado, sobre todos – todos, sem exceção – os parlamentares que
votaram a favor do impeachment paira a suspeita e, na maioria das
vezes, mais que suspeita, a acusação mesmo de desvio de verbas pú-
blicas para contas pessoais em proveito próprio. Inclusive sobre o
próprio ex-vice-presidente, este colocado no poder depois da saída de
Dilma Roussef.
LECA KANGUSSU

Depois de demitir todo o ministério composto pela presidenta


deposta e nomear um novo – formado apenas por homens brancos – o
presidente não eleito apressou-se em aprovar um aumento de 41,1%
no salário dos juízes, o que parece ter sido o motivo da forte aprovação
que lhe é dada pelo poder judiciário, aprovação que se estende tam-
bém ao poder legislativo, na medida em que o aumento proposto foi
aprovado na câmara e no senado. São portanto estreitos os laços entre
os poderes judiciário, executivo e legislativo, dispostos a levar adiante
um projeto de desgoverno em direção oposta àquela adotada pelo Par-
tido dos Trabalhadores e outros partidos democráticos de esquerda.
Neste contexto, a antiga dicotomia esquerda-direita pode ser
entendida como antagonismo entre trabalho-capital. Em outras pala-
vras, mais do que uma presidenta, o foco agora é depor todo um pro-
jeto político voltado à valorização do trabalho e da vida de quem tra-
balha, e impor uma política em defesa do capital – foco compartilhado
pelos três poderes, a partir do esquema político que o não eleito tenta
implantar. Sendo a maioria da população composta por trabalhadores,
a crise de representatividade política – crescente no mundo contem-
porâneo – instalou-se no Brasil, aliada à crise da legitimidade. Dia
após dia, o governo que não pode ser considerado legítimo, quanto
menos representativo, corta direitos adquiridos pela classe trabalhado-
ra nos últimos catorze anos e entrega as riquezas naturais do país às
grandes corporações internacionais. O abuso utiliza eufemismos que
seriam cômicos se não fossem trágicos. Por exemplo, observa-se que
é injusto um “trabalhador inativo” receber o mesmo salário e o mesmo
aumento percentual que um trabalhador ativo: à primeira vista parece
razoável esta desculpa para diminuir as aposentadorias... Ou que a
Petrobrás (Empresa Brasileira de Petróleo) não precisa “ser obrigada”
a participar de todas as explorações petrolíferas realizadas por com- 151
panhias estrangeiras no país – argumento para entregar as reservas
naturais do Brasil ao capital internacional sem participação brasileira.
Diante desse quadro, o que fazer? Nas eleições para prefeitos e
vereadores realizadas em todo o país, no ano do golpe (2016), depois
da posse do não eleito, os partidos de direita obtiveram maior número
LECA KANGUSSU

de vitórias, mas há que se tomar cuidado com essa percepção: os votos


nulos e brancos (no Brasil o voto é obrigatório) foram bastante nume-
rosos, algumas vezes superando os votos vitoriosos, e em todas as
eleições se somados aos do segundo colocado os votos nulos e brancos
superam sempre os votos do ganhador. Ficou claro o desencanto com a
política, causado em grande parte pela revelação da corrupção existen-
te dentro do Partido dos Trabalhadores. “Político é tudo igual, tudo
corrupto” foi uma frase bastante ouvida para justificar as abstenções.
Se, por um lado, a frase não é a pura expressão da verdade; por outro
lado, revela que o problema é sistêmico, ficou bastante claro que é uma
ilusão poder humanizar um sistema cuja essência é o mercado – e a
consequente perspectiva através da qual tudo é mercadoria, ou possibi-
lidade de consegui-la, e o valor mais alto é o capital, e não o trabalho.
Na estrutura global em curso, as decisões políticas são fruto
muito mais de esquemas armados por corporações multinacionais, que
dominam o mercado mundial, do que por programas de um ou outro
partido. Como se viu no Brasil, mesmo um governo voltado ao trabal-
ho e ao trabalhador não conseguiu, em um primeiro momento, trans-
formar as estruturas vitais de funcionamento do capitalismo e, em um
segundo momento, não conseguiu sequer manter-se no poder onde foi
colocado por mais de 54 milhões de votos, obtidos em uma eleição
democrática. Ainda que não tenha havido taxação nas grandes fortu-
nas, nem aumento de restrições ao mercado financeiro e exportações
de matéria prima bruta, as mudanças destinadas a equalizar o desequi-
líbrio social, implantadas pelos programas governamentais do Partido
dos Trabalhadores, não foram bem recebidas pelo capitalismo global,
o grande detentor do poder. Quer dizer, uma nação formada por trabal-
hadores que conhecem e estão em posse dos direitos trabalhistas que
152 lhes são devidos não interessa ao mercado.
Minado pela corrupção, visado por empresas internacionais que
escavam e dilapidam o Brasil, e dão um dinheiro sem lei para cada vez
mais poucos, o governo imposto pretende mostrar que o país está sob
controle e pode ser explorado, sem riscos para os investimentos. Para
isso, quer dizer, para tranquilizar as criminosas organizações multina-
LECA KANGUSSU

cionais, o não eleito tenta implantar uma série de medidas de austeri-


dade restritiva, e algumas afetam profundamente a educação. Dentre
elas, a da “escola sem partido” – proibindo discussões políticas nas
escolas – e a da retirada das disciplinas de filosofia, sociologia e edu-
cação física do currículo obrigatório. Este seria formado por portu-
guês, matemática e.… inglês! Fica fácil perceber a intenção de pro-
duzir uma geração de máquinas estúpidas, incapazes de levar o pensa-
mento adiante, mas aptas a falar o idioma que domina o mundo.
De todas as medidas propostas, a mais inacreditável é sem du-
vida a de congelar investimentos e salários governamentais pelo pe-
ríodo de... vinte anos! Medida apresentada eufemisticamente como
“contenção de gastos públicos por 20 anos”. Isso, claro, depois de
aumentar em mais de 40% o salário dos juízes e, quase na mesma
proporção, o dos parlamentares, i.e, os salários dos que vão avaliar e
aprovar ou não as impopulares medidas propostas. Mesmo sem consi-
derar o crescimento populacional, é impossível imaginar o estrago
causado por vinte anos sem aumentar o número de servidores públi-
cos, professores, médicos, entre outros; vinte anos sem crescimento de
investimentos em educação e pesquisa, saúde e bem estar social, cul-
tura e arte; sem construção de escolas, universidades, bibliotecas, cen-
tros de saúde, parques, jardins...
No meio dessa situação sombria e aparentemente insolúvel,
porque o poder executivo cooptou o legislativo e o judiciário, surgiu a
luz de uma grande recusa: a dos estudantes de todos os graus, dos se-
cundaristas aos pós-graduandos que, em protesto contra as medidas do
governo golpista, ocuparam escolas e universidades – mais de duas
mil instituições educacionais foram ocupadas por estudantes, a partir
de novembro de 2016. Os estudantes recusaram-se a continuar deixan-
do a vida correr como se nada estivesse acontecendo, perceberam que 153
o futuro deles está comprometido e, numa espécie de microfísica da
resistência, ergueram-se de maneira surpreendentemente organizada
para interromper o curso que a história ameaça seguir. Cabe lembrar
aqui a posição de Walter Benjamin, quando o nacional-socialismo
chegou ao poder na Alemanha (o que lhe custou a vida), e sua repetida
LECA KANGUSSU

afirmação da necessidade de interromper o fluxo da história. Entre


outras metáforas, nas Teses sobre o conceito de história e no trabalho
das Passagens, Benjamin escreveu que era preciso arrancar o pavio
antes que o fogo chegasse à dinamite, que era preciso fazer o gesto de
Josué e parar o sol, que era preciso puxar o freio de emergência do
trem da história. Nada disso foi feito e hoje perguntamo-nos como foi
possível, na ilustrada Alemanha, acontecer o nefasto fenômeno do Ho-
locausto. Como a nação símbolo do desenvolvimento da racionalidade
e da própria filosofia caiu em um estado de barbárie...
O movimento brasileiro das ocupações foi comparado com os
ocorridos na Europa no final da década de 1960, sobretudo com os de
maio de 68 em Paris, e também com a ocupações de espaços públicos
acontecidas mundialmente em 2011, das quais o grande símbolo é o
Occupy Wall Street. Sem dúvida, estamos diante de uma corrente de
acontecimentos afins cuja origem, entretanto, é bastante anterior a es-
tes exemplos recorrentes. Há tempo já, ocupar espaços públicos tem
sido a alternativa, para se fazer ouvir, dos danados da terra. São, por
exemplo, mundialmente conhecidas as ocupações de espaços, e as
marchas contra o racismo e a pretensa supremacia branca, planejadas
por organizações ligadas a Martin Luther King Jr. (aquele que tinha
um sonho), nos Estados Unidos, na década de 1960.
Na América do Sul, movimentos sociais de recusa utilizaram
fortemente essa arma, e desejo apresentar dois deles. Primeiro, o cria-
do pelas mães de “desaparecidos” no processo de extermínio – para o
qual foi reclamada a consideração de “genocídio” –levado a cabo pela
ditadura argentina, nos anos de 1976-1983. Em protesto contra o mas-
sacre dos dissidentes em curso, no dia 30 de abril de 1977, em Buenos
Aires, Azucena Villaflor e mais treze mães de filha ou filho desapare-
154 cidos cobriram a cabeça com um pano branco, no qual estava escrito o
nome da desaparecida, e puseram-se a andar em torno da Plaza de
Mayo, local onde fica a Casa Rosada, sede do governo da Argentina,
murmurando pedidos de informação. Neste país, havia (não sei se ain-
da existe) uma tradição de as mães guardarem, como lembrança, a
primeira fralda de seu bebê. E foi neste pedaço de tecido, reconhecível
LECA KANGUSSU

naquele contexto, que escreveram os nomes dos desaparecidos e fo-


ram reclamar informações na praça principal da cidade. Repetiram a
ação todas as quintas feiras, sempre as 15:30, até o final da ditadura.
Foram chamadas pelo governo de “las locas de la Plaza”. Nem todas,
porque Azucena Villaflor foi assassinada neste mesmo ano. O movi-
mento cresceu e a performance pacífica das mães, quando espalhada
na mídia estrangeira e elevada ao patamar de espetáculo, comoveu o
mundo. O rito das incansáveis mães, reproduzido semanalmente, criou
uma forte imagem simbólica capaz de levar a comunidade internacio-
nal a questionar os procedimentos da ditadura argentina – colocada no
poder pela CIA, como se sabe, através da então secreta operação
“Condor” (Naomi Klein desvenda parte dessa história em The Shock
Doctrine. The Rise of Disaster Capitalism, 2005).
O segundo movimento de ocupação política do espaço público
que desejo mencionar é bem menos conhecido apesar de mais bem-su-
cedido. Em 1997, depois de mudar a lei para eleger-se presidente do
Peru pela terceira vez, em eleição bastante controvertida, Alberto Fu-
jimori provocou diversos protestos no país. Dentre estes, teve forte
adesão e efeito a performance realizada por um grupo de artistas –
Susana Torres, Gustavo Buxtin, Emilio Santiestevan, Claudia Coca,
Jorge Salazer, Abel Valdivia, Luis Garcia Zapatero, Sandro Venturo,
Natalia Iguiniz – e denominada “Lavado de las Banderas”. O grupo foi
para a Plaza Major de Lima, onde fica o palácio do governo peruano,
com bacias vermelhas, barras de um sabão popular cujo nome “Bolí-
var”, nome do herói da independência do país, vem impresso em rele-
vo, e bandeiras do Peru que foram lavadas e, depois de limpas, esten-
didas na praça. A atividade doméstica, imediatamente reconhecível,
foi usada como metáfora para protestar contra a corrupção que man-
chava a honra do país. Marcada pela diferença, na medida em que ao 155
mesmo tempo que expressava uma recusa, também produzia novas
ações e novos sentidos, a performance repetiu-se de maio a outubro de
2000, com adesão crescente, disseminou-se por outras cidades e aju-
dou a derrubar Fujimori, cujo gesto fatal foi o ridículo de proibir a la-
vagem da bandeira. A linguagem da arte transformou-se em lingua-
LECA KANGUSSU

gem política na medida em que foi reconhecida na polis. Sobre o


assunto, é excelente o texto do intelectual peruano Victor Vich, “Des-
obediencia simbólica: performance, participación y política”, disponí-
vel online em <hemisphericinstitute.org/journal/1_1/vivh3.html>
Os dois exemplos mostram como a utilização de símbolos cul-
turais e de elementos prosaicos da vida cotidiana, de signos partici-
pantes, e por isso imediatamente reconhecíveis, do imaginário popu-
lar, pode transformar-se em dispositivo para a produção de efeitos
espetaculares de notável potência política – sobretudo se lembrarmos
que todo poder encontra-se ancorado na capacidade de dominar a ver-
dade na dimensão do imaginário.
Os estudantes que ocuparam escolas e universidades no Brasil,
como recusa às políticas do governo não eleito, criam um movimento
novo, autônomo e emancipador. Os ocupantes experimentam o prazer
da liberdade. Nas ocupações existe uma agenda de atividades que inclui
aulas do que desejam aprender, e que vão desde música, dança, teatro,
bordado, corte de cabelo, até filosofia e literatura, como também ativi-
dades voltadas ao ritmo de vida cotidiano (cozinha, arrumação, limpe-
za). Por encontrarem-se encantados com o poder conquistado e com a
descoberta da própria potência, a vida de estudantes nas ocupações foi
uma mistura de festa e protesto social. Quer dizer, não se tratava de
anarquia generalizada e sim da proposta de uma nova forma de ocupar
a escola. Espacialmente, a escola foi usada como lugar de crítica, tendo
como foco a capacidade de este espaço público – o mais representativo
da vida sócio-política de estudantes – poder ser o lugar ideal para a ex-
periência de uma alternativa de poder, ou de um poder alternativo ao
existente, e para influenciar uma transformação na opinião pública. É o
local de aprendizagem. Ao invés de delegar o poder a representantes, os
156 estudantes criam-no. Não apenas a expressão da descrença nos modos
vigentes de se fazer política, mas sobretudo o caráter afirmativo do mo-
vimento parece ser sua grande força e, em um momento de desespe-
rança, fazer brilhar uma luz de esperança no fim do túnel.
Vale lembrar que se trata de uma geração que cresceu e foi edu-
cada durante o governo do Partido dos Trabalhadores, quer dizer, uma
LECA KANGUSSU

geração acostumada a ouvir, ao longo de catorze anos, que salários


dignos, educação, saúde, moradia e direitos trabalhistas são bens aos
quais toda população precisa ter acesso. Perder esses direitos pare-
ce-lhes inadmissível. O movimento foi solidário e coletivo no sentido
mais radical do termo: é de todos, não havia luminares carismáticos a
serem seguidos, e sim um brilho consoante e compartilhado. Aos que
o acusaram de falta de representatividade política, pode-se responder
que, no fundo e de fato, atualmente a política representativa é mero
placebo, pois o que ela representa na verdade são os interesses do ca-
pital internacional. Pequenas maquiagens são feitas algumas vezes
para disfarçar problemas muito evidentes como machismo, racismo,
homofobia, devastação da natureza em escala planetária, e outros efei-
tos colaterais. Como se sabe, quando os sintomas são agudos ao ponto
de apresentarem riscos deve-se tratá-los com urgência: mas eles vol-
tam enquanto permanecer a doença.
O capitalismo é devastador, cria focos de riqueza a partir da
miséria generalizada e enormes desigualdades fomentadas ainda mais
por crises que fazem quantidades enormes de dinheiro serem destina-
das a cobrir rombos de bancos, enquanto a população mais pobre paga
a conta – o que gera ódio, violência e revolta individuais mal ende-
reçadas quando sem acolhimento na dimensão política.
Mas o pior de todos os estragos é o causado na interioridade dos
indivíduos. Com a tendencial hegemonia do discurso capitalista, acon-
teceu o processo de alienação e de coisificação dos seres humanos que
cortou os laços coletivos e as alianças afetivas, obstruiu o contato com
os outros, com a natureza e, por fim, consigo mesmo (vide Marx). No
lugar esvaziado e ensombrecido dos afetos surge, como esperança fa-
dada ao fracasso, a busca e a adesão a qualquer pseudo satisfação ou
entorpecimento, itens oferecidos em escala monumental pela socieda- 157
de do espetáculo, agora compactada na tela dos celulares. E, nesse
caminho, o conjunto de normas socialmente reconhecidas e não neces-
sariamente escritas – que através da distinção entre o que é aceitável e
o que é inaceitável compõe o pano de fundo dos valores tanto da so-
ciabilidade quanto da atividade individual – parece esgarçar-se ao
LECA KANGUSSU

ponto da invisibilidade. Resumindo, estamos no meio de um processo


de corrupção moral, alienadas de nossos laços coletivos, solitárias e
pouco solidárias, e perdemos boa parte da identidade coletiva. Em sua
avidez, o capital passa por cima e tenta diluir e desfazer o que já foi
considerada a maior realização da civilização: o desenvolvimento de
uma sensibilidade moral espontânea.
Aqui, podemos pensar, conforme Benjamin o faz na tese IV,
Sobre o conceito de história, na existência de “coisas espirituais” que
se manifestam como valores autotélicos, como confiança, coragem,
humor, astúcia, e agem de longe, “do fundo dos tempos”, e sempre
questionam a vitória dos dominadores. Capazes de despertar entusias-
mo, as “coisas espirituais” podem ser consideradas como o motor pri-
meiro do impulso para criar um sistema de necessidades onde indiví-
duos e coletividade convivam harmonicamente. A meu ver, pode-se
ver o desejo dessa conciliação e a presença de espírito brilhando no
movimento dos jovens ocupantes das instituições escolares. Foi o mo-
vimento que deu o primeiro passo na grande recusa, em curso, a aus-
teridade que o não eleito deseja implantar no Brasil – implantação
cujo fracasso faz pesar sobre ele a ameaça de ser também golpeado. A
história está aberta... E, conforme o ditado popular, “ri melhor quem ri
por último”.

158
VI
ESCLARECIMIENTO EN UNA EDAD
DE DESTRUCCIÓN
EDUARDO SUBIRATS

1
ESCLARECIMIENTO EN UNA EDAD
DE DESTRUCCIÓN

1
El esclarecimiento no tiene lustre, ni tampoco significa ilustración.
Su principio y su fin es la claridad.

Hablar de esclarecimiento en las regiones geopolíticas que estu-


vieron sometidas al imperialismo español significa poner de manifies-
to una ausencia. Ni en España ni en sus colonias jamás ha existido una
reforma de la escolástica cristiana, no hubo una revisión de los funda-
mentos teológicos y políticos del colonialismo del Escorial, ni se puso
en cuestión el absolutismo político de la Iglesia católica. Y por consi-
guiente nunca pudo desarrollarse una episteme o una ciencia moderna.
La lengua castellana ni siquiera tiene una palabra adecuada para tradu- 161
cir Aufklärung o enlightenment: su traducción común y corriente como
“ilustración” carece de vínculos etimológicos con la claridad y la luz,
pero arrastra el lustre y el brillo de los altares barrocos y los sermones
de los “picos de oro” que denostó Francisco de Goya desde su exilio.
Esta ausencia de un esclarecimiento ético, científico y político ha
EDUARDO SUBIRATS

arrastrado al mundo postcolonial hispánico por una pendiente indefi-


nida de decadencia y atraso.

2
El espectáculo ha heredado la función antiesclarecedora que en
el siglo dieciséis monopolizaba la Iglesia romana

No vivimos en una edad esclarecida como pretenden las lin-


güísticas políticamente correctas. Ni tampoco vivimos en una edad de
Aufklärung, de esclarecimiento en el sentido verbal de una acción en-
caminada al desarrollo y el florecimiento del espíritu humano en las
artes y en el pensamiento, como pretendía erróneamente Kant. Nues-
tra cultura postmoderna ha traspasado la sutil línea divisoria entre el
esclarecimiento y la transubstanciación mediática de la realidad en el
fenómeno multicolor de formas, sonidos y espacios del espectáculo.
Vivimos en la edad del espectáculo.
El espectáculo es el sistema de representaciones industrialmen-
te producidas de la realidad y de nuestra propia existencia en ella. Es
una obra de arte integral diseñada, fabricada y difundida a partir de
esquemas cognitivos e intereses institucionales predefinidos. Y sin
embargo, le distingue de la obra de arte histórica – la tragedia griega o
la opera moderna – una determinada pretensión de totalidad, y la ins-
tauración de una realidad objetiva con ella. Espectáculos modernos
son los Autos de fe de la edad de la Inquisición o los altares revolucio-
narios a la diosa Razón en el siglo de les lumières. Los teatros de la
guerra global indefinida son hoy su expresión máxima.
La condición de este sistema objetivado de una realidad ficticia,
pero representada como realidad incontrovertible es la completa des-
162 articulación de la experiencia individual. Se lo ha llamado final del
sujeto, muerte del humano, agonía de la autoconciencia, y ha sido ce-
lebrado intelectualmente a lo largo de una variada serie de procesos
psicóticos comprendidos entre el autismo y la esquizofrenia. La pro-
ducción del espectáculo parte de la premisa de una suplantación de las
categorías y los esquemas individuales de reconocimiento de lo real
EDUARDO SUBIRATS

por procesos automáticos o semiautomáticos de procesamiento. Por


eso el espectáculo constituye e instaura una realidad objetiva que es a
la vez supra y transubjetiva. Una realidad que no es preciso compren-
der en el medio de una experiencia individual y reflexiva. Las realida-
des virtuales del espectáculo sólo pueden registrarse como formas
mudas de una realidad devenida opaca a las luces de la razón humana.

3
La Revolución de Mayo-68 fue una obra de arte integral de
características completamente nuevas

Los situacionistas, una comunidad de pintores, poetas e intelec-


tuales independientes, entre los que se contaban Asger Jorn, Guy De-
bord o Raul Vaneiguem, declararon, en el Paris de 1968, una guerra
intelectual y artística contra el espectáculo. Un espectáculo que ya
había alcanzado la transustanciación eucarística de las contingencias
de la existencia humana en el Gran teatro del mundo de la arquitectu-
ra, la pintura y la poesía del barroco. Su consecuencia fue la ocupación
del teatro de l’Odeon bajo el lema: “Quand l’assemblée nationale de-
vient un théâtre bourgeois, tous les théâtres bourgeois doivent devenir
des assemblées nationales.” La Revolución de mayo fue la explosión
de una imaginación capaz de poner decenas de millares de actores en
un teatro urbano sin ningún espectador.

4
Tres signos de nuestro tiempo histórico

Vivimos bajo tres amenazas de consecuencias destructivas incal-


culables para todo el planeta: una guerra global que es, directa e indi- 163
rectamente, una guerra nuclear; el calentamiento global y el deterioro
ambiental industrialmente inducidos; y tercero, los desplazamientos
compulsivos de decenas de millones, los tráficos humanos y los geno-
cidios. El nuevo esclarecimiento tiene que revelar la lógica destructiva
que recorre este proceso civilizatorio; y tiene que despertar nuestros
EDUARDO SUBIRATS

ojos a la realidad destructiva de la guerra, a las redes de vigilancia elec-


trónica y a las estrategias de propaganda totalitaria coreada por la fan-
farre de la democracia y la modernidad. Tiene que hacer consciente el
curso suicida del desarrollo industrial ante catástrofes ecológicas de
intensidad y frecuencia crecientes. Y tiene que hacer frente a las dece-
nas de millones de humanos en campos militares de concentración para
refugiados, y a la administración por los bancos mundiales de una masa
de cientos de millones en la miseria y la agonía.

5
¿Qué hacer?

Leibniz formuló el objetivo emancipador por excelencia de


todo esclarecimiento filosófico, ético y político: la liberación de la
esclavitud humana. Lo formuló a través de una figura dialéctica del
señorío y la servidumbre. Pero, al contrario de Hegel y de la llamada
izquierda hegeliana, Marx inclusive, Leibniz no legitimaba esta servi-
dumbre como una transición o evolución hacia su superación a través
de una proletarización universal, llámese comunismo o capitalismo
neoliberal. Leibniz definió, por el contrario, la manera de acabar con
esa servidumbre. El camino y el proceso del esclarecimiento por anto-
nomasia era la educación, la formación humana como medio de ruptu-
ra de las cadenas de la servidumbre. Leibniz expuso un concepto de
educación como medio de emancipación en un sentido que anticipaba
el pleno desarrollo de este ideal republicano por el modelo de educa-
ción social, científica y multirracial que expuso Simón Rodríguez un
siglo más tarde desde la perspectiva de las culturas colonizadas de
América. Este era su argumento principal: allí donde el Señor o la or-
164 ganización política del estado se niegan a dar al esclavo, súbdito o
sujeto aquella educación (Bildung) que le permita desarrollarse en el
sentido de la libertad de su persona, se vuelve por eso mismo conde-
nable. Todo poder político que recorte, disminuya o prive a sus súbdi-
tos del derecho a la educación, y en su lugar utilice fondos públicos
para la propaganda y la manipulación, merece ser derrocado.
EDUARDO SUBIRATS

Educar y educarse es la finalidad de todo esclarecimiento. Pero


no cualquier educación. El nuevo esclarecimiento tiene que crear nue-
vas formas artísticas e intelectuales de expresión y comunicación, re-
formular las formas de solidaridad comunitaria, abrir la imaginación a
las diferentes comprensiones de la naturaleza y de la existencia huma-
na en las culturas presentes y pasadas. Tiene que asumir el principio de
autonomía intelectual y ética de la persona frente a un sistema mani-
pulativo a través de la propaganda, y frente a un sistema educativo
crecientemente instrumentalizado y fragmentado bajo el principio de
profesionalidad y rendimiento capitalistas. Tiene que reintroducir la
educación estética en el centro de sus reformas del sistema educativo.
Y tiene que rehabilitar el modelo de educación por antonomasia, el
Bildungsroman: el florecimiento de la existencia humana como obra
de arte individual.
Pero educar, formar, esclarecer y emancipar lleva consigo un
largo camino. Los prejuicios y las supersticiones se trasmiten bajo el
diseño electrónico de las carreras presidenciales contemporáneas con
la misma rapidez que los misioneros inoculaban sus demonios a sus
Indias y sus indios. La educación, en el sentido sustantivo de la Bil-
dung definida por el clasicismo europeo de Beethoven, Schiller o
Goethe, significa esclarecimiento de la verdad. Este mismo principio
ético de la verdad que el cinismo de las Humanities ha conseguido
disminuir a una vigilancia gramatical de las citas a pie de página. Este
principio a la vez epistemológico y ontológico de verdad nos obliga
hoy a repensar la formación humana y a pensar esta pedagogía huma-
nista más allá de esta educación.
Tiene que confrontar una naturaleza crecientemente devastada,
un mundo histórico en ruinas y una civilización hipertecnológica; tie-
ne que confrontar el crecientemente militarismo y la expansión global
de la guerra. 165
C. BRITT ARREDONDO

2
ESCLARECIMIENTO Y EL IMPERIO DE LA LIBERTAD

Con la demolición del Muro de Berlín en 1989 y la subsiguien-


te disolución de la Unión Soviética en 1991 la lógica nihilista de una
destrucción mutuamente garantizada, que había dominado la Guerra
Fría, cedió el paso rápidamente a visiones algo más esperanzadoras
del porvenir. En Occidente y particularmente en los Estados Unidos
este optimismo se representó bajo las banderas de un glorioso triunfo
providencial. Francis Fukuyama cristalizó la forma definitiva de esta
visión victoriosa cuando, en 1992, interpretó el final de la Guerra Fría
como el mismo final de la historia. De acuerdo con su fantasía en esta
época “post-histórica” ya no le quedaba al “último hombre” mucho
más por hacer que atender a la administración global del imperio y
167
disfrutar de las resultantes prosperidad y paz perpetua.50
Hoy disfrutamos de esa paz: una guerra global contra el terror
que no tiene indicios de un final; una economía de mercado en perma-

50. Francis Fukuyama, the End of History and the Last Man. New York: The
Free Press, 1992.
C. BRITT ARREDONDO

nente expansión cuyo frenético consumo de energía arroja rápidamen-


te al mundo a un colapso ecológico; y por todas partes los mismos
signos de una desintegración social y política asociada con un llamado
estado de excepción elevado a nueva norma de gobierno no solo entre
regímenes despóticos, sino también, lo que es más significativo, entre
las democracias del mundo entero.51 El resultado de esta violencia glo-
bal es el mayor número de refugiados, de peticiones de asilo y de
personas internamente desplazadas desde la Segunda Guerra Mun-
dial.52 No vivimos en una era posthistórica bajo el signo de la paz
perpetua. Sobrevivimos bajo el poder universal de un esclarecimiento
providencial y tecnocéntrico que, por medio de sus crecientes guerras
mundiales, instaura una nueva época de destrucción.

La historia política de los Estados Unidos de América pone de


manifiesto un legado esclarecido harto contradictorio. No solamente
ha incluido siempre y hasta el presente las semillas de las virtudes re-
publicanas que han sostenido la democracia norteamericana durante
siglos, sino también los vicios que repetida y persistentemente han
debilitado a esa democracia. La primera formulación filosófica de este
legado esclarecido lo encontramos en el Novum organum de Francis
Bacon, donde se identifica el razonamiento inductivo como el único
método capaz de liberar a los seres humanos de la ignorancia y de re-
velarles las leyes por medio de las cuales sobreponerse a la naturaleza
y gobernarla. La teoría política propuesta por John Locke en Two
Treatises of Government también identifica el esclarecimiento con el
autogobierno: un gobierno de sí mismo que se extiende, en razón de la
industria y el trabajo, sobre las “islas vírgenes” y los “pueblos incivi-
168 lizados” que ese trabajo industrial está llamado a incorporar a la mar-
cha del progreso. El esclarecimiento, de acuerdo con estas formulacio-

51. Giorgio Agamben, State of Exception. Chicago: University of Chicago


Press, 2005.
52. UNHCR Global Trends Report, 2013.
C. BRITT ARREDONDO

nes originarias, es la soberanía que libera a los humanos de la


ignorancia y al mismo tiempo les capacita para dominar a la naturale-
za y al propio humano. Significativamente, tanto para Bacon como
para Locke este imperium esclarecido era al mismo tiempo una cues-
tión providencial, dependiente de la sanción bíblica de una domina-
ción universal sobre la naturaleza.
Cuando, en 1776, los colonizadores británicos de Norteaméri-
ca declararon su independencia de la monarquía británica creían que
su sociedad era la encarnación más auténtica de este esclarecimiento
providencial. Y cuando, en 1789, los Founding Fathers, o Padres
Fundadores, ratificaron la Constitution of the United States of Ame-
rica, vieron en esos Estados Unidos una mítica “Ciudad levantada
sobre las Colinas” y un modelo de luz en el vasto horizonte de una
oscura historia mundial. Más tarde, en 1803, cuando Thomas Jeffer-
son firmó la compra de Luisiana, lo hizo asimismo creyendo que su
país estaba llamado a cumplir el objetivo de un “imperio de la liber-
tad” destinado a expandir la luz emancipadora de la razón por el
mundo entero. De Franklin a Jefferson y de Washington a Hamilton,
los Founding Fathers abrazaron la lógica providencial implícita en
la noción imperialista de esclarecimiento como un estado liberador
del señorío. En 1823, John Quincy Adams, que creyó firmemente
que Dios había otorgado a los Estados Unidos la dignidad de una
nación redentora, declaró por medio de la Doctrina Monroe que el
imperio de la libertad de Norteamérica incluía por naturaleza a la
totalidad de las Américas.53
A lo largo del siglo diecinueve la convicción de que América
estaba llamada a cumplir un “destino manifiesto” llevó al gobierno de
los Estados Unidos a la anexión de cada vez mayores extensiones de
tierra, ya fuera por medio de su compra (como fueron los casos de
Oregón y Alaska), ya fuera a través de la conquista militar explícita 169
(como lo fueron Florida, el Norte de México, Puerto Rico, Hawái y las
Filipinas) o una combinación de compra y conquista (Panamá). Aun-

53. William Earl Weeks, John Quincy Adams and American Global Empire
Lexington, Kentucky: University of Kentucky Press, 1992. p.17.
C. BRITT ARREDONDO

que estas conquistas expresaran ciertamente el legado esclarecido del


imperio americano, no por ello pusieron menos en cuestión el compro-
miso del pueblo Americano con los ideales esclarecidos cristalizados
en la Declaration of Independence. De hecho, en 1900, la mayor parte
de los estadounidenses se habían enamorado a tal punto de la idea de
que los Estados Unidos había sido elegido por la Providencia para ci-
vilizar el mundo por el bien del cristianismo, la democracia y el capi-
talismo que en las elecciones presidenciales de ese mismo año votó
abiertamente contra la república y en favor del imperio.54
A comienzos del siglo veinte, los presidentes McKinley y Roo-
sevelt promovieron una política exterior que sostenía la expansión im-
perial global de los Estados Unidos a expensas de la democracia, tanto
dentro como fuera del país. El pretexto era, sin embargo, que en el si-
glo veinte el imperialismo de los EE.UU. favorecía la autodetermina-
ción democrática. Esta fantasía estaba íntimamente relacionada con la
noción de que el imperialismo norteamericano era históricamente no-
vedoso: un imperialismo anti-imperial llamado a propagar por las cua-
tro partes del mundo la prosperidad de la American civilization. Du-
rante los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, Henry
Luce resumía este ideal cuando alentaba a los ciudadanos estadouni-
denses “a perseguir y realizar la visión de América como poder mun-
dial… lo mismo que el Buen Samaritano… como la fuerza motriz de
los ideales de libertad y justicia,” y dar forma a una visión del siglo
veinte como “el primer gran siglo de América”.55
Desde este punto de vista, el Siglo de América, habría introdu-
cido en el mundo un nuevo tipo de imperialismo anti-imperial, una
especie de imperialismo que utilizaría su poder con el único objetivo
de defender los intereses de la humanidad. Así, las categorías lógica-
mente contradictorias de imperio y libertad se conciliaban bajo la pre-
170 misa teológico-política de un destino providencial que identificaba a
los EE.UU. como la nación redentora del universo. Sólo entonces la
54. La Plataforma del Partido Demócrata se organiza casi exclusivamente en
torno a un objetivo anti-imperialista.
55. Niall Ferguson, Colossus: The Rise and Fall of the American Empire, New
York, Penguin, 2004, p.65-66.
C. BRITT ARREDONDO

expansión global de este imperio anti-imperialista podía alcanzar el


significado metafísico de una libertad trascendente y absoluta.
Pero sólo tenemos que recordar los horrores de la venta de ar-
mas a Irak, Siria, Colombia, y Afganistán para poder comprender la
naturaleza profundamente nihilista y destructiva de este imperio de la
libertad y los intereses supuestamente “humanistas” y “progresistas”
que defiende. Hoy en día sabemos perfectamente bien que el imperio
de la libertad está llamado a instaurar providencialmente el poder, no
de la libertad, sino de la nueva tecno-ciencia industrial y militar que se
impone sobre toda la tierra.

En lugar de la razón universal tenemos hoy las divisiones epis-


temológicas de los expertos del conocimiento y las limitaciones mora-
les de la mentalidad burocrática; en lugar de la comunidad racional de
una humanidad solidaria y responsable tenemos las divisiones y los
conflictos de un capitalismo global descontrolado, y en lugar de la
relación armónica con la naturaleza tenemos una dominación tecnoló-
gica, industrial e imperial tanto de la naturaleza como de la humani-
dad. Esta es la crisis de nuestra así llamada edad post-histórica: en
lugar de establecer nuestra mente en una relación armónica con nues-
tras comunidades y con la naturaleza, el poder esclarecedor de la razón
ha fracturado nuestra inteligencia, ha fragmentado nuestras comunida-
des y nos ha alienado de la naturaleza.
Se trata del fracaso de una razón histórica providencialmente
cumplida bajo el signo del progreso, la democracia y la libertad, que
sin embargo ha desembocado en los sistemas de vigilancia y manipu-
lación de la masa electrónica, en la destrucción de los equilibrios eco-
lógicos planetarios y en las estrategias de la guerra total. Y es por eso 171
precisamente que nos importa e interesa llevar a cabo este tipo de re-
construcción crítica de los límites conceptuales y de las ambigüedades
políticas del Enlightenment de los Founding Fathers. La relevancia de
la síntesis irracional de imperialismo y libertad que vengo analizando
C. BRITT ARREDONDO

es histórica y política. Es el principio lógicamente contradictorio y


ontológicamente irreconciliable que sostiene el new global order.
Y sin embargo, pese a sus evidentes fracasos y su nihilismo
destructivo, el legado del esclarecimiento sigue representando para to-
dos nosotros una fuente viable para la construcción de una unidad éti-
ca de inteligencia, comunidad y naturaleza. Lo es, no en el sentido del
esclarecimiento providencial e imperial, sino más bien en términos de
los esclarecidos ideales seculares, democráticos, y comunitarios que
propuso Thomas Paine a comienzos de la American Revolution. Tanto
por su oposición al imperio, la monarquía, y la religión como por su
insistencia en la democracia popular, el sufragio universal, la aboli-
ción de la esclavitud, y la educación pública y gratuita, los demás
Founding Fathers consideraron a Paine como un radical, un demago-
go, y un peligroso partidario de una forma de democracia que resulta-
ba demasiado genuina para quienes pretendían más bien construir un
imperio de libertad.56 En nombre de estos ideales esclarecidos y de una
tecno-ciencia que promueva la convivencia, denunciamos todos los
nacionalismos, imperialismos, y demás “–ismos” globalizantes que
impiden la construcción de un futuro humano.

172

56. Paul Atwood. War and Empire: The American Way of Life. New York:
Pluto Press, 2010, p. 53.
PAUL FENN

3
ESCLARECIMIENTO DEL PODER

Inconscientemente, todos somos nacionalistas. Como conse-


cuencia, nuestra imaginación política y cultural se ha visto reducida al
concepto de la Resistencia.
Nuestros ideales supuestamente democráticos no son más pal-
pables que nuestros supuestos ideales cristianos. ¿Cuántos cristianos
conocemos que se comportan como Jesús? ¿Y cuántos demócratas que
se parecen a los Atenienses de antaño? A fin de cuentas, pensamos
como Atenienses, pero actuamos como si fuéramos Romanos.
Así como el LOGOS del imperio español era el cristianismo, el
del imperio de los EE.UU. es la democracia. Imaginamos que nuestra
infrecuente votación nacional tiene un significado participativo similar
173
al de la votación diaria de los Atenienses en el año 400 AC. Sin embar-
go, nuestras elecciones, controladas por partidos oligárquicos que se
ponen de acuerdo sobre la economía y la guerra y difieren sólo en cuan-
to a la identidad, se parecen más a las iglesias que a los gobiernos. Nos
consideramos “pueblos” libres, pero nuestras franquicias las heredamos
PAUL FENN

de del Imperio Romano, que gobernaba en nombre de todos sus súbdi-


tos conquistados. Así, el voto es un ejercicio de humillación y someti-
miento, no de soberanía. En esencia, se asemejan al consuelo que ofre-
cían los sacerdotes en la época colonial a los indígenas esclavizados:
“por lo menos,” les decían, “has podido salvar tu alma.”

Históricamente, los intelectuales son eclesiásticos. Los sacerdo-


tes y monjes que acompañaron a los conquistadores, restringieron,
pero también justificaron y dirigieron, su violencia. En los tiempos
anteriores al Renacimiento, los intelectuales usaron las llaves del Rei-
no de los Cielos para limitar y dirigir el poder secular de los príncipes.
Durante el Renacimiento y la Ilustración, los intelectuales adoptaron
el estado nacional como contrapunto a una Iglesia corrupta, empren-
diendo de esa manera una transmigración del poder moral del Papa al
príncipe. Desde los philosophes del Siglo de las Luces, los intelectua-
les han identificado el poder nacional como una fuerza progresiva.
Tanto la revolución americana como las revoluciones francesa y lati-
noamericanas abrazaron al estado nacional por sus teatros de demo-
cracia: el recipiente de la perfección cultural.
Hoy los intelectuales conciben la democracia como la expresión
de la voluntad del pueblo. Mantenemos este ideal del estado, a pesar de
interminables decepciones: una semejanza directa con la iglesia medie-
val. Sufrimos de una especie de esquizofrenia ontológica. En los Estados
Unidos, cuando hablamos de política, hablamos de Trump, Obama,
Bush, o Clinton. Como intelectuales, nosotros respondemos a las elec-
ciones nacionales como si midieran la opinión pública y tuvieran un sig-
nificado más allá de las campañas de propaganda de oligarcas y tiranos.
174 Las democracias nacionales no funcionan. No son democracias.
Son, más bien, imperios quese hacen pasar por democracias. De allí
que el concepto de la resistencia, a pesar de ser negativo, obedezca las
premisas de una ideología imperialista que ha sido fundamentalmente
transfigurada en un teatro imperial de sentido democrático.
PAUL FENN

Roma originó esta forma de travestismo a través del populismo


imperial: César extendió el derecho a votar a los pueblos subyugados
para socavar la democracia en la ciudad de Roma. Esta apropiación de
la retórica democrática para facilitar la centralización del poder fue
apropiada por las tribus alemanas cuando invadieron el imperio occi-
dental en el siglo IV, complicando las contradiciones inherentes a la
democracia europea. La invención de las identidades nacionales euro-
peas en el siglo XIX ocultó los desplazamientos del milenio anterior
que, a base de identidades ficticias, crearon un nuevo nivel de poder
nacional: el poder de la muerte voluntaria con que Napoleón derrocó
los protocolos tradicionalmente circunscritos de la guerra.

El desplazamiento de los pueblos siempre ha sido adornado con


una retórica democrática nacional. La invasión de las naciones euro-
peas a otras partes del mundo repitió este ritual de desplazamiento a
un nivel global. Ya sea en América del Sur o América del Norte, todos
somos pueblos desplazados. Nuestras ciudades muestran los desechos
de la incoherencia y el desarraigo. Sin vínculos históricos, las socieda-
des de todas las Américas y, de hecho, de todo el mundo “post-colo-
nial” carecen fundamentalmente de solidaridad. No tienen base para la
solidaridad. Los movimientos anticoloniales imitaron a sus amos me-
diante la promulgación de identidades forzadas y basadas en mitos
nacionales. De Washington a Bolívar, nos dijeron que éramos herma-
nos americanos o colombianos. Sin embargo, no somos hermanos.
Sólo somos payasos en el circo mítico del culto de la hermandad. Lle-
vamos puesto los trajes repartidos por los gobiernos nacionales. 175
Hoy en día las naciones democráticas promueven el desplaza-
miento como si se tratara de libertad. Se nos dice que la emigración es
una forma de auto-realización, y que el derecho a vivir donde uno
nació es simplemente una cosa del pasado. Se nos dice que la migra-
PAUL FENN

ción masiva a las ciudades es sostenible e inevitable. Así, la miseria de


masas se presenta como una especie de utopía de la perfección huma-
na: los campesinos representan una contaminación obsoleta y una
amenaza para la ecología.
De este modo, la contradicción de la democracia nacional se
agrava en las sociedades poscoloniales. Entre los desplazados, no hay
solidaridad. Sin solidaridad, la cooperación es imposible. Sin coopera-
ción, la democracia es imposible. Por lo tanto, se nos anima a adoptar
las identidades míticas nacionales como un medio cultural para lograr
la democracia, al igual que los indígenas fueron animados a convertir-
se en cristianos para unirse a la Hermandad del Hombre.

El neoliberalismo ha surgido en los Estados Unidos y se está


extendiendo por todo el mundo para llenar el vacío creado por las de-
mocracias nacionales fallidas. El neoliberalismo busca crear una uto-
pía cibernética basada en una reingeniería de la existencia privada.
Fundamentalmente, el neoliberalismo afirma que la gente es irracional
en su toma de decisiones públicas, pero racional en su comportamien-
to económico privado. Se trata de una utopía de autómatas egoístas. El
estado nacional es redefinido como el gran diseñador de “mercados”
cuidadosamente atenuados -no los mercados libres de la mano invisi-
ble de Adam Smith, sino los mercados diseñados por el gobierno en
todos los aspectos de la existencia. Al igual que la Utopía de Thomas
More, el neoliberalismo imagina una sociedad basada en reglas y per-
fectamente equilibrada, pero en este caso las reglas gobiernan y exi-
gen una producción y un consumo económicos compulsivos. Querien-
176 do representar esta pesadilla como una utopía, el neoliberalismo ha
emprendido una transvaloración de la nomenclatura de la democracia:
la “comunidad” se redefine como personas que son idénticas a noso-
tros y que desean lo mismo que nosotros. Últimamente se ha venido
hablando de una nueva “economía compartida”, que en realidad signi-
fica la monetización de todo, desde nuestros coches hasta nuestros
PAUL FENN

sofás. Las tecnologías de comunicación electrónica, son instrumentos


de esta nueva, distraída, desencarnada y trascendente distopía: una
adicción a la ausencia, un rechazo de la existencia física: la imaginaria
solidaridad del abrazo de un oso de peluche.

La tecnología es el tótem mágico del trans-imperio neoliberal.


La tecnología es la ciencia despojada de la filosofía, cuyo carácter
distintivo es la movilidad, y la trascendencia de la ubicación y de otras
personas. Con las máquinas de Ivan Illich, la energía designa aquel
fantasma en la máquina que ha reemplazado al trabajo de los esclavos.
En este sentido, la tecnología ha prolongado un modo de vida basado
en la esclavitud, donde el trabajo se divide entre el trabajo enajenado
y el ocio desencarnado. Las máquinas de energía han cambiado los
sacrificios humanos por el sacrificio de las montañas, los ríos, los
océanos y la atmósfera. Hoy, el cambio climático, la proliferación nu-
clear y la guerra perpetua son sacrificios modernos a los que estamos
universalmente resignados, principalmente para controlar el acceso al
petróleo, el gas natural y el enriquecimiento de uranio: un fenómeno
que resume el verdadero significado del “progreso”.

Los intelectuales, y los intelectuales de izquierda en particular,


son los agentes sociales del fanatismo democrático nacionalista. La vio-
lencia apocalíptica de la Segunda Guerra Mundial tuvo un efecto similar
en la opinión intelectual a la de la Revolución Francesa, atribuyéndola a
la ideología más que al propio poder nacional. Los intelectuales se reti- 177
raron de los discursos sobre los sistemas políticos y económicos, como
si atacaran la raíz del problema. En la Teoría de la Resistencia que evo-
lucionó a partir de la Dialéctica de la Ilustración, los intelectuales de la
izquierda renunciaron al LOGOS y se retiraron a una posición de resis-
tencia ciega ante todo poder, ya fuera democrático o no. Los post-estruc-
PAUL FENN

turalistas cuestionaron si las instituciones democráticas podrían ser más


violentas que la dominación monárquica, y excavaron arqueológica-
mente la dominación del yo, cuestionando si los sistemas del lenguaje
podrían ser más opresivos que la tortura física. Evitando las cuestiones
políticas, estas críticas confundieron todas las formas de gobierno en un
solo edificio arquetípico e inalcanzable.
Sin embargo, en nuestro tiempo, los Estados Unidos ha refutado
esta hipótesis demostrando la violencia del poder nacional para ani-
quilar a millones de seres humanos sin recurrir a la ideología. En su
lugar, la ausencia del LOGOS proporciona un suelo fértil, aunque dis-
traído, para la manipulación. Aburridas y distraídas, las masas vuelven
a un estado de paranoia amnésica. La ausencia del LOGOS no detiene
la violencia, sino que la gestiona como un hecho permanente y admi-
nistrado de la vida nacional. Tecnologías como los drones, la vigilan-
cia y los misiles guiados proporcionan anestesia para suavizar las vo-
ces de la resistencia. Las muertes de enemigos y civiles no se calculan.
La ideología no es necesaria, y tampoco es la causa de esta violencia
implacable. Como un órgano obsoleto, la ideología y el LOGOS se
han convertido en las expresiones formularias de un catequismo en
que ya casi nadie cree.

En el ambiente triunfante del neoliberalismo y del cientificis-


mo mercenario, las universidades imponen la separación de las hu-
manidades y las ciencias que definen la realidad tecnológica, some-
tiendo los planes de estudios científicos a fines industriales y
militares e imponiendo regímenes cientificistas de especialización
178 micro-disciplinaria. Abandonando sus fundamentos filosóficos, las
universidades imitan el concepto hegeliano del estado nacional como
exhibiciones utópicas de la sociedad que se perfecciona a sí misma.
En este sentido, las universidades se asemejan a un establecimiento
militar moderno, adoptando planes de sostenibilidad, adoptando el
feminismo y la homosexualidad para demostrar su apertura cultural.
PAUL FENN

Al igual que los militares, los intelectuales universitarios se han se-


parado del LOGOS para abrazar una tolerancia políticamente co-
rrecta en las humanidades. Por medio de esta catarsis de la política y
de la historia real, las universidades están degradando sus currículos
de humanidades en una revista plástica de estudios de identidad, ce-
lebrando la diversidad privada de la interpretación y la fluidez de la
percepción y demostrando, de esta manera, su compromiso con la
libertad. Mientras tanto, los humanistas académicos ignoran o tole-
ran la ineluctable transferencia de riqueza desde las humanidades
hasta la tecnología y la “ciencia” orientada a la guerra, todo ello or-
ganizado bajo la rúbrica de una burocracia neutralizadora.

En todas partes, el lenguaje pierde su poder: filosóficamente,


a través de la privatización de la historia y la filosofía en cuestiones
de identidad y opinión personal; constitucionalmente, a través de la
desintegración de la teoría política coherente y su reemplazamiento
por una cacofonía de “problemas”. Dentro de esta cacofonía, se en-
cuentra la sociedad civil. Pero porque carece de solidaridad, es di-
vidida y conquistada por los oligarcas, que socavan las instituciones
políticas democráticas. Políticamente, este desmoronamiento toma
la forma de un “colapso político”, o la incapacidad de los estados
constitucionales de responder efectivamente al cambio climático y
a otros “problemas”. Habiendo rechazado el LOGOS y habiendo
adoptado estrategias de resistencia basadas en la identidad, los inte-
lectuales académicos son una parte integral de una sociedad civil
que se está volviendo cada vez más desintegrada. Imitando a sus
profesores, los activistas se fragmentan en camarillas de adoradores 179
de ídolos inclinados sobre mil “problemas” divergentes bajo la rú-
brica de la Resistencia, representando crisis que son ecológicos, so-
ciales, imperiales, civiles, económicos, educacionales, sexuales,
raciales, medicinales y muchas más catástrofes sistémicas, todas las
cuales podrían ser explicadas como un solo epifenómeno. Limita-
PAUL FENN

dos a hacer críticas negativas, los movimientos de resistencia polí-


tica presentan un micro-nacionalismo reaccionario. Encarcelados
en una impotente corrección política, los movimientos de la resis-
tencia como “Occupy” evitan la teoría y el LOGOS; repiten las pur-
gas de los partidos políticos, la catarsis y la Inquisición. En este
sentido, la resistencia refuerza el poder nacional y la dinámica de la
llamada “guerra cultural”, cuando deberían más bien enfocarse en
cuestiones seculares.

10

La ausencia de intelectuales tiene una dimensión moral y una


dimensión epistemológica. La traición moral de los intelectuales a
principios del siglo XX, que parece haber sido una reacción a la de-
mocracia misma, se ha atrofiado en una discapacidad o deterioro
real. Mientras que la especialización en las ciencias consistió en una
fragmentación de la ciencia en la investigación tecnológica del com-
plejo industrial militar, la especialización en las humanidades se lo-
gró mediante la reducción de la filosofía y la literatura a la reproduc-
ción cultural. En ambos casos, los conocimientos impartidos a los
especialistas micro-disciplinarios generaon formas de conocimiento
reducidas y desintegradas. Reducidos a los especialistas culturales,
muchos humanistas no son de utilidad para la sociedad civil o el
discurso político. La incapacidad de los científicos para decidir qué
hacer, y la incapacidad de los humanistas para hacer cualquier cosa,
ha creado al proletario académico, alejado de su trabajo como cual-
quier obrero. A falta de valencias entre los saberes, las sociedades
civiles han sido despojadas de actores intelectuales dispuestos a con-
tribuir al discurso político, aparte de lamer estampillas o marchar en
180 manifestaciones de protesta y resistencia. Para que los intelectuales
puedan reingresar en la vida política, hace falta una revuelta contra
la especialización y el servilismo ante la industria militar. Y para que
esto suceda, la teoría, o lo que también se conoce como LOGOS,
debe ser abrazada de nuevo.
PAUL FENN

11

Pero esto no será suficiente mientras la nación siga siendo el


teatro de la democracia. La autoimagen del demócrata nacional es
una sociedad en la que EL PUEBLO quiere algo y EL GOBIERNO
debe hacerlo. Bajo esta perspectiva, los gobiernos municipales pa-
recen capas subsidiarias e inferiores, encargadas de llevar a cabo
funciones superficiales, rutinarias, no ideológicas, y autorizadas
desde arriba. Así, EL PUEBLO habla a los gobiernos nacionales, y
los gobiernos nacionales se dirigen a los gobiernos locales. Esta es
una visión jerárquica de la democracia que propone la voluntad ge-
neral de Rousseau como una abstracción definida y un ritual cir-
cunscrito de elecciones y votaciónes. Socialmente, el gobierno local
es una mediocridad, carece del prestigio de niveles más altos – es un
mero escalón para que los políticos escalen hacia las cimas más al-
tas del verdadero poder.
Estamos atrapados en la nación, y nos ha vuelto cínicos, pe-
simistas e inhumanos. En este cínico cuento de hadas, la resistencia
figura como el arquetipo de un heroísmo trágico. Pero no es trági-
co, sino más bien patético. Es el patético heroísmo del sacerdote.
En casos raros, la Resistencia podría mitigar o limitar el daño, pero
no la dirección general del declive de la política moderna hacia la
catástrofe.

12

La localización política es el contexto necesario para un LO-


GOS democrático. ¿Qué es la democracia? El municipio: es un arra-
bal político abandonado, abandonado: la escena vacía de la demo-
cracia. Al deshacerse de la violencia imperial y la esquizofrenia 181
social del estado nacional, la localización crea una zona segura para
el LOGOS y el pensamiento sistémico y, por lo tanto, el empodera-
miento del lenguaje para crear una teoría política coherente y una ley
democrática robusta.
PAUL FENN

13

La democracia no consiste en la toma de decisiones en un tiem-


po vacío, sino en la creación cultural de nuevos conocimientos. Los
escasos momentos en que los movimientos de resistencia ganan el po-
der político, y se muestran incapaces de gobernar e incluso de ofrecer
un sistema económico alternativo, acaban reforzando el neoliberalis-
mo. Esto fue tan cierto en la Revolución Rusa como lo es hoy en día
bajo Syriza en Grecia o Chávez en Venezuela. En todos estos casos,
los movimientos de oposición retrasaron cualquier consideración seria
de su plan hasta ganar el poder, y luego se derrumbaron ante la desco-
munal complejidad y su falta de preparación. En pocas palabras, estos
ideólogos, formados por la oposición y la crítica negativa, estaban
epistemológicamente desprevenidos para tomar las riendas del gobier-
no y carecían de la competencia técnica para traducir los conceptos
amplios de la poeisis en la realidad práctica y eficiente de la techne.

14

Por lo tanto, hace falta una “Dialéctica Positiva” dentro de las


prácticas y teorías políticas de la izquierda: una intrusión epistemoló-
gica. Lo que hace falta no es un nuevo sistema, sino una nueva con-
cepción del conocimiento capaz de darle vida a la democracia, no
como sistema formal, sino como una práctica cultural basada en la
acción intelectual. No se trata del susurro de Maquiavelo en los oídos
de los Medici en Florencia, ni tampoco de la tomada de poder político
de Lenin en nombre del proletariado. En la tradición de Licurgo de
Esparta y Solón de Atenas, la incursión se apropia de la nomenclatura
jurídica y técnica que busca reintegrar la filosofía con la tecnología.
182 De allí que la Dialéctica Positiva requiera una rebelión general en con-
tra de las fronteras disciplinarias y las funciones profesionales, así
como la contextualización de la Dialéctica Negativa de Adorno en tér-
minos de una agenda con claros propósitos filosóficos: la república
municipal. Para generar solidaridad a base de la sobrevivencia comu-
PAUL FENN

nal, hay que llevar a cabo una crítica inminente y complementarla con
otra crítica de carácter trascendente.
Es decir, acciones legislativas fundacionales deben ser seguidas
por dos dialécticas negativas: ambivalentemente hacia dentro y hacia
fuera. Mientras la crítica trascendente busca proteger las nuevas leyes
municipales de los ataques que recibe desde los intereses incumbidos
externos a la municipalidad, la crítica inminente busca destruir la re-
sistencia burocrática y la mediocridad que emergen desde dentro de la
misma municipalidad.

15

La descentralización es un concepto tan estéril como el neolibe-


ralismo: es simplemente un sistema más que se promulga desde arriba
hacia abajo, sin ninguna base cultural. Con simplemente darles el po-
der estatal a burócratas locales no se consigue nada. La localización no
se debe entender como una mera descentralización de poderes existen-
tes hacia gobiernos locales, sino como el escenario de una nueva prác-
tica escrituraria. A saber: la invención de nuevos poderes circunscritos
entre las municipalidades y los individuos. Su fin es despertar, disci-
plinar, proteger, y expandir el moribundo y mediocre “gigante dur-
miente”: la república: el municipio.

183
VII
HOMENAJE A CÉSAR LEVANO
Y POST-SCRIPTUM
CHARLOTTE BURENIUS

1
ESCRITO A VOCES

Escrito a voces da cuenta de la vida del periodista y poeta


peruano César Lévano, aristócrata del proletariado, entre historias
que se entrecruzan en el desvarío y delirio que es el Perú violento y
desgarrado, entre libreros ambulantes, elementos de vida dudosa y
príncipes achorados en el Cercado de Lima donde conocí a César
Lévano gracias a Doris Gibson, periodista, defensora a ultranza de
Lévano y de la libertad entre dictaduras, jaranas criollas y dignidad
inquebrantable.

En el páramo paradisíaco de corrupción, devastación ecológica


y desesperanza que es el Perú, César Lévano resiste con la alegría 187
como arma de combate en su casa/biblioteca en el barrio popular del
Rímac, al este del centro histórico de Lima, junto a los cerros de po-
breza, al otro lado del río de aguas envenenadas por los relaves mine-
ros de los Andes centrales, acompañado por la soledad tras la partida
de su amada Natalia y de su segundo hijo Rainer.
CHARLOTTE BURENIUS

Ejemplo de lucha, ética y coherencia en un país violento, des-


membrado e incoherente, Lévano trabaja desde su escritorio atiborra-
do de libros en un país que no lee, refundido entre rumas de revistas
cubiertas del polvo del desierto, con una luz fluorescente colgada de
alambres sobre un mar de papeles, una cama angosta arrimada bajo la
escalera, dos andadores de aluminio y una silla de ruedas.
Vive entre marejadas de libros y columnas de diccionarios en
los cuatro idiomas que aprendió en las prisiones que frecuentó por sus
ideas, y que su tía Emérica le llevaba disimulados como fondos de
bolsas de fruta. Tras los avatares de una casi centenaria existencia,
prepara las últimas clases de periodismo en la Universidad Mayor de
San Marcos, dictando cátedra con un bagaje cultural inusitado en el
mar de ignorancia que gobierna este país.
Escribe y lee sin tregua, desplazándose con dificultad en busca
de los libros de consulta en su laberíntica biblioteca. Allí rememora la
vida obrera, la música criolla antigua y la historia del PC que fue su
trinchera de juventud.
Trabaja desde los siete años. Fue lustrabotas en el Mercado
Central en su infancia y canillita, vendiendo periódicos en el barrio del
Cercado de Lima, próximo al callejón de vecindad detrás del Palacio
de Justicia de Lima donde nació.
Recorría palomilla las calles de la ciudad rematando diarios en-
tre el repique de las campanas a la hora del ángelus. Como aprendiz de
sastre en un cuartucho en una azotea polvorienta situada detrás de un
cine, y que había sido el local del periódico La Razón de José Carlos
Mariátegui en la calle Pileta de la Merced, se deslumbró con la música
de Bach en la película Fantasía que llegaba a esos altos en dos sesiones
cinematográficas diarias.
188 Vivió su infancia entre libros y periódicos proletarios en los que
escribían su abuelo paterno Manuel Caracciolo Lévano y su padre Del-
fín Lévano, panaderos anarquistas miembros fundadores de la Federa-
ción de Obreros Panaderos Estrella del Perú, adalides del movimiento
obrero de inicios del siglo XX y artífices de las ocho horas de trabajo,
derechos que perdieron los obreros en el Perú con gobiernos recientes.
CHARLOTTE BURENIUS

Una mañana colgando sus periódicos en una cuerda en el quios-


co en la esquina de la plaza Manco Cápac en el barrio de La Victoria
de Lima, un militar borracho lo estampó contra la pared. Le amputa-
ron una pierna de raíz. Tuvo que dejar su trabajo vendiendo periódi-
cos. Su abuelo, ya jubilado había muerto cuando organizaba el sindi-
cato de vendedores de periódicos.
Se mudó a la casita de su abuela materna en el barrio obrero de
Lince. Allí vivía su padre, tullido tras las torturas carcelarias durante
la dictadura de Leguía, que lo formó moralmente desde su lecho de
pobreza. En ese paraíso de su infancia el pequeño César escuchaba
hablar de José Carlos Mariátegui durante las visitas ocasionales de
Amalia La Chira, madre de Mariátegui, y amiga de su abuela.
En este país desconcertante de metal y melancolía, regentado
por una clase conservadora sin nada que conservar, huyendo del cal-
vario de ignorancia, abuso e hipocresía coincidí con César Lévano
junto a Doris Gibson, periodista fundadora de la revista Caretas, de-
fensora acérrima de Lévano en los momentos aciagos de su vida de
militante comunista durante las dictaduras en América Latina.
Circulando como reportera gráfica por los corredores oscuros y
la escalera acaracolada del edificio La Nacional, descubrí quién era
aquella persona que Doris Gibson respetaba y protegía, agarrándose a
empellones con la policía que pretendía arrestarlo intermitentemente.
Bajo de estatura, enternado, el cabello recortado, apoyándose
en un bastón de madera con incrustaciones de latón, rodeado de dic-
cionarios que a pesar de la carestía le proveía la revista, con su pierna
ortopédica a buen recaudo, Lévano escuchaba a Doris que acomodada
de medio lado sobre el escritorio conversaba pausadamente con él lue-
go de dar rienda suelta a su carácter volcánico en la redacción.
Al pie de las escalinatas del avión que lo traía de regreso tras 189
dos años como corresponsal del periódico Unidad del PC en Moscú,
Doris, tras feroz trifulca con la policía, los siguió en un Citroën azul.
Al llegar a la oficina del Prefecto advirtió: “Si el señor Lévano no
está almorzando conmigo mañana, dedicaré varias páginas a este
atropello”.
CHARLOTTE BURENIUS

César Lévano recaló en Caretas en 1956, revista fundada por


Doris Gibson con el periodista Paco Igartua. Su maestro Francisco “el
Negro” Castillo, guía de sus lecturas y escrituras juveniles, y que tra-
bajaba como redactor en la revista, fue quién le sugirió a Igartua que
Lévano escribiese un artículo sobre sus tres años de cárcel durante la
dictadura del general Odría.
En 1960 Doris Gibson lo invitó a trabajar a tiempo completo en
la revista. Lévano dejó sus trabajos como traductor en France Presse y
corrector de pruebas en el diario La Prensa, propiedad del hacendado
y político conservador Pedro Beltrán. Intermitentemente se alejó de
Caretas para trabajar en otras publicaciones, programas de radio y pa-
neles políticos televisivos.
Nunca buscó notoriedad ni encumbrarse en puestos de mando.
En su militancia en el PC trabajó recorriendo los cerros escarpados
que rodean Lima donde los llegados de provincias lotizan desiertos y
quebradas en pampas con esteras de miseria, mientras que su esposa
Natalia lo esperaba rascando la olla ante la penuria económica para
dar de comer a sus cuatro hijos.
Fue expulsado tres veces del PC hasta que dejó de militar sin
dejar de ser comunista, defendiendo los derechos de los trabajadores,
escribiendo sobre los postulados de José Carlos Mariátegui, recordan-
do al anarquista peruano Manuel Gonzáles Prada que llegaba al calle-
jón donde nació a conversar con su padre y su abuelo en el cuarto que
era conocido como “la capillita”, donde se congregaban los líderes
obreros a principios del siglo XX, fundando allí el movimiento obrero
en el Perú.
Ni veinte años de guerra interna, ni la carestía a finales de los
años 1980 con una inflación de más de 3.000% en el primer gobierno
190 de Alan García, ni las restricciones casi diarias de electricidad y agua
potable, ni las explosiones de coches bomba en cualquier esquina cor-
tesía de PCP Sendero Luminoso, ni tampoco los secuestros y asesina-
tos selectivos del MRTA, quebraron a Lévano.
Continuó escribiendo en diversos medios y dictando magisterio
de periodismo en la universidad de San Marcos, ignorando las amena-
CHARLOTTE BURENIUS

zas, arrastrando su pierna bajo la sombra de los eucaliptos de la Facul-


tad de Letras, con su infaltable talega de libros en la mano.
Cuando el riesgo senderista acechaba frontal reunió durante dos
años a sus alumnos en la biblioteca de su casa en el Rímac. Nunca se
doblegó y dejó claro en sus escritos su distancia con el grupo armado
maoísta liderado por el profesor Abimael Guzmán.
Luego de pasar largo tiempo refundido en un rincón de la revis-
ta Caretas, a los 80 años César Lévano fue nombrado director del dia-
rio La Primera, hoy el Diario Uno, tribuna de oposición donde escribe
una columna que hasta políticos e intelectuales de derecha respetan.
“Te leo todos los días” saludó el actual presidente del Perú a Lévano
en Palacio de Gobierno en enero de 2017.
Rumbo a Chorrillos para almorzar en los altos del restaurante El
Mar de la playa La Herradura con el librero ambulante Jorge Vega,
Lévano se detenía en Miraflores. Sentado en una banca cedida por la
vendedora de golosinas hojeaba en una esquina los diarios y revistas
extranjeros, escasos en Lima, partiendo con un atado de prensa en in-
glés, francés, alemán e italiano.
Varios ex presidentes, políticos y empresarios están bajo sospe-
cha por los sobornos de la empresa brasilera Odebrecht. El Poder Ju-
dicial archivó la investigación de los robos de fondos bibliográficos en
la Biblioteca Nacional del Perú, al igual que la denuncia por pedofilia
contra una agrupación religiosa de inspiración falangista. César Léva-
no asiste puntual al rosario de juicios a los que se expone por sus es-
critos periodísticos.
Acaba de editarse en versión de reportaje viajero, Rebelde sin
pausa, el anecdotario de su azarosa vida. Infatigable en su silla de rue-
das acude a los homenajes en su nombre, y apenas asoma por las calles
arreboladas de esta inmensa y caótica ciudad se detiene ante los que se
acercan a agradecerle por sus escritos enalteciendo la cultura, las lu- 191
chas sociales, denunciando la impunidad y el abuso. Su columna dia-
ria le ha robado el nombre a su poemario Árbol de batallas.
EDUARDO SUBIRATS

2
POST-SCRIPTUM.
JUAN GOYTISOLO: MEMORIA Y EXILIO

El destino de todo intelectual ha sido y es el exilio. Un concepto


de intelectual vinculado al esclarecimiento filosófico, poético, artísti-
co y también político. Un concepto de acción intelectual simbólica-
mente comprometida con la búsqueda de la verdad y la comunicación
de los avatares de esta voluntad de verdad. Y un exilio sin retorno.
El destino de todo intelectual español ha sido el exilio. Bartolo-
mé de las Casas fue un exiliado en razón de su origen judío y de su
cristianismo reformista. El Inca Garcilaso fue un exiliado porque vin-
culó las cosmologías de su origen inca con la filosofía cabalista de
otro exiliado ibérico: el filósofo sefardí Leone Ebreo. Cervantes fue
un exiliado por estar demasiado cerca del humanismo islámico y he-
breo para el poderoso legado de la Inquisición y la Contrarreforma 193
hispánicas. Fue un exiliado Giuseppe de Rivera, quien llamó a España
madrasta de toda inteligencia. Exiliados paradigmáticos en el europeo
siglo de las luces fueron José María Blanco White y Francisco Goya:
testimonios del oscuro destino de una España entregada a la corrup-
ción de la Iglesia católica y a una monarquía totalitaria. Picasso fue
EDUARDO SUBIRATS

otro artista hispánico exiliado. Y los dos intelectuales que dieron for-
ma literaria a la recuperación y revisión de una historia española pros-
crita en nombre de las ficciones nacionalcatólicas, Américo Castro y
Vicente Lloréns, han sido dos grandes exiliados de Princeton. La tra-
dición de los exilios hispánicos no termina en modo alguno con ellos.
El exilio, en el sentido transitivo de exiliar, es un acto de intole-
rancia. Y la segura garantía de la perpetuación de esta misma intole-
rancia – y de la imbecilidad colectiva que salvaguarda. En la Historia
de España se ha exiliado todo lo que es diferente a un principio dog-
mático elevado a verdad absoluta: un solo dios, una ley fijada para la
eternidad, una fe e identidad totales, un principio imbatible de autori-
dad patriarcal... Esos exilios excluyen la reflexión, la crítica y la vo-
luntad de reforma como mera disidencia. El exilio ha sido el arma bajo
la que sucesivas inquisiciones han mantenido la identidad inmaculada
de una España petrificada en trascendencias heroicas, conquistas mís-
ticas, y un bendito atraso intelectual y moral.
La obra literaria, ensayística y periodística de Juan Goytisolo ha
sido una continua confrontación con las expresiones intelectuales y la
voluntad política de esta intolerancia. Confrontación con el nacional-
catolicismo español del siglo veinte y sus sucesivas vindicaciones de
identidades inmaculadas y cristalinas por Ganivet, Unamuno, Maeztu,
Ortega... Resistencia contra el franquismo como la manifestación cri-
minal de esa misma intolerancia. Una oposición a la mezcla de arro-
gancia y provincianismo que han distinguido tanto la derecha como la
izquierda españolas hasta el día de hoy. Rechazo de la homofobia
alentada por las elites falangistas y postfalangistas.
Tres momentos capitales en el pensamiento literario y ensayís-
tico de Goytisolo: la recuperación de la memoria islámica como lega-
194 do fundamental de las culturas, las lenguas y las religiones ibéricas; su
identificación de José María Blanco White, el intelectual esclarecido
que abandonó el sacerdocio y la Iglesia, rompió con las debilidades de
las Cortés de Cádiz, se embarcó como exiliado de la España negra en
una fragata británica, y en Inglaterra se unió a los líderes más esclare-
cidos de la lucha por la Independencia de Hispanoamérica; y en tercer
EDUARDO SUBIRATS

lugar, un “compromiso” intelectual que une la literatura con una expe-


riencia humana transformadora, que debate y provoca una conciencia
pública abierta a los dilemas del mundo en la tradición del humanismo
moderno de Lessing, Thomas Mann o Rabindranath Tagore.
Este parti pris le puso a Juan Goytisolo contra las cuerdas de la
política diaria y la historia real: a sus parodias del franquismo le si-
guieron las miradas oblicuas a una problemática transición, para aca-
bar con la profecía negativa tanto en sus novelas como en sus ensayos
sobre el declinar de occidente bajo la bandera de sus prejuicios y sus
guerras globales. Y pasó de un exilio fascista al exilio de la democra-
cia neoliberal; y de París a Marrakech.
En primavera de 1997 invité a Juan Goytisolo a través dc la
New York University. Conseguimos reunir a su entorno a las escasas
voces lúcidas del hispanismo estadounidense, y en los convites que le
siguieron en años sucesivos se estableció un diálogo abierto entre his-
toriadores y estudiantes del mundo islámico y del mundo hispánico.
En aquella primera ocasión organizamos un debate en el que Goytiso-
lo mediaba entre Susan Sonntag y Edward Said. Fue uno de los últi-
mos debates intelectuales y públicos celebrados en New York ante la
catástrofe que entonces se avecinaba. Y un sonoro coronamiento que
los frailes de Madrid no pudieron ocultar.
De ánimo luchador, con él y un puñado de amigos organiza-
mos una serie de debates en New York, Londres y Madrid, y en la
Al-Akhawayn University, en Ifrane, Marruecos. Algunos de esos
eventos fueron masivos. El motivo que vindicábamos eran dos nom-
bres destacados del reformismo de la historia española en el exilio
norteamericano: Américo Castro y Vicente Llorens (el primero, un
defensor de la identidad islámica y judía de la cultura filosófica, li-
teraria y artística de la Península ibérica; el segundo, descubridor de 195
Blanco White y los liberales españoles exiliados por la monarquía
borbónica del siglo diecinueve).
Después de todo, fue un feliz fin de siglo. Las fuerzas del mal
nos rodeaban por todas partes, pero todavía tuvimos la energía sufi-
ciente para formular un programa de diálogo e integración de cultu-
EDUARDO SUBIRATS

ras, religiones y lenguas, de burlar la indigencia intelectual española


que había culminado en la celebración del centenario del Imperio
hispano-cristiano en 1992 y, acto seguido, de la generación del 98,
patético testimonio de la caída estrepitosa de ese mismo criminal
imperio. Pudimos vislumbrar la posibilidad de un diálogo intelectual
a lo ancho de América latina, África y Europa. Pero la fiesta terminó
muy pronto. En la academia y fuera de ella se impusieron global-
mente “tiempos de silencio”.
En un gesto no exento de ironía hacia los monaguillos intelec-
tuales del Madrid postmoderno, Carlos Fuentes decidió incluir la
obra de Juan Goytisolo en su ensayo general sobre la literatura lati-
noamericana del siglo XX. La relación de Goytisolo con la historia,
las sociedades e incluso la literatura latinoamericanas fue más bien
esporádica. Sin embargo, su obra solo puede comprenderse desde la
tradición de reforma de la memoria, y de resistencia simbólica y po-
lítica que ha constituido el núcleo espiritual de la gran literatura lati-
noamericana a lo largo de las vicisitudes del siglo veinte: Mário de
Andrade, Juan Rulfo, José María Arguedas, Augusto Roa Bastos,
Miguel Ángel Asturias…

Eduardo Subirats

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EPÍLOGO
BREVE CRÓNICA DE CIRCUIT CIRCUS

El día 15 de mayo de 2017, en una fría mañana bogotana, tuvo


lugar la inauguración de una insólita aventura. En el florido patio co-
lonial del Instituto Caro y Cuervo nos encontramos un grupo de jóve-
nes procedentes de las cuatro partes del continente americano. Proce-
dían de las secciones culturales más diversas de nuestra realidad
fragmentada. Junto a profesores de universidades distinguidas, había
estudiantes, periodistas, escritores y, no en último lugar, compositores
y artistas. Muchos de los congregados se veían por primera vez. Las
expectaciones del encuentro eran inmensas.
El certamen que nos había convocado era novedoso en la forma
y en el fondo. Nos habíamos puesto el propósito de defender el ensa-
yo, en una edad de crisis y confusión mundiales, como expresión de la
libertad y la creatividad del pensamiento. Y lo hacíamos con la clara
conciencia de confrontar un sistema académico crecientemente buro- 199
cratizado y su imposición urbi et orbi del “paper científico” como ins-
trumento de fragmentación y disolución del pensamiento. Pero ese
solamente fue el punto de partida. Al mismo tiempo, queríamos expre-
sar nuestro más rotundo rechazo de los rituales académicos al presen-
tarnos públicamente como un grupo de saltimbanquis y payasos, cons-
cientes de que la desaparición del intelectual en la sociedad del espec-
táculo nos obligaba a repensara sus orígenes mitológicos y religiosos:
el payaso sagrado.
Nuestra función comenzaba precisamente con esta figura de
una inteligencia arcaica y subversiva: el payaso, el clown, el tricks-
ter... Reivindicábamos expresa y explícitamente la libertad, el espíri-
tu transgresor, la creatividad erótica y la elevación espiritual que ha
distinguido a la figura del payaso bajo sus múltiples formas históri-
cas; y bajo sus variados nombres. Defendíamos claramente la volun-
tad del trickster de traspasar fronteras y romper normas absurdas
frente a la rigidez cadavérica del funcionario académico sometido al
poder corporativo de una burocracia sin inteligencia, sin conocimien-
to y sin espíritu.
Queríamos huir del oscuro destino de las máquinas académicas
y emigrar de ciudad en ciudad en busca de un espacio en el que poder
pensar y hablar en libertad sobre los terribles dilemas de nuestro tiem-
po. A los pocos días de nuestra entrada en Bogotá fuimos a buscar
suerte en Bucaramanga, donde nos abrió las puertas de la universidad
un grupo numerosos de estudiantes jóvenes. Nuestra siguiente parada
fue Lima: una reunión a puerta cerrada en la Universidad Católica, y
una asamblea abierta en la Casa de la Literatura Peruana. Allí nos aco-
gió la plana mayor de los seguidores de la tradición poética, filosófica
y política de Mariátegui, Arguedas y Flores Galindo. Finalmente, tras
un intermedio en el desierto de Ica, acabamos celebrando una ceremo-
nia perfectamente académica en la Universidad de Chile en Santiago.
Los ensayos, los gestos, los ritmos y las actitudes intelectuales
que desplegamos en estos encuentros y publicamos hoy en forma de
libro hablan por sí mismas y no requieren una introducción. Sólo se-
ñalaré tres motivos centrales. Primero, la visión poética de la descom-
posición de nuestro mundo histórico como necesario punto de partida
de todo pensamiento que pretenda abrir una perspectiva humana del
porvenir. En segundo lugar, la protesta contra los abusos de poder bu-
rocrático sobre la inteligencia y la creatividad humana en nombre de
la ciencia y bajo la sagrada autoridad de la academia y sus corporacio-
nes. Finalmente, presentamos un programa mínimo de actuación inte-
lectual bajo la bandera de un renovado esclarecimiento.
Desde mi punto de vista personal el resultado de este itinerario
circense fue todo un éxito. En Santiago y en Bogotá asistieron un pú-
blico selecto de profesores y un puñado de estudiantes. En Bucaraman-
ga nos encontramos con una algarabía de voces jóvenes, participativas
y sonrientes; y en Lima, con la presencia intelectual de una tradición
que remonta Mariátegui y a Arguedas. Tuvimos tiempo de caminar y
reflexionar por el desierto de Ica. Y culminamos este itinerario iniciáti-
co en la Isla del Sol del lago Titikaka con un homenaje póstumo a Juan
Goytisolo, que acababa de fallecer en su exilio de Marrakech.

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