LA RE-FLEXIÓN DE LOS CONCEPTOS

DE FREUD
EN LA OBRA DE LACAN

, a cargo de
NESTOR A. BRAUNSTEIN

1
'Ef EDICIONES
~E
LAFUNDACION
¡
1
 N UICF

1r,i lfü)DUCCIÓN
¡,or N éstor A. Braunstein 7

I.AS PULSIONES Y LA MUERTE (COLLAGE)

por Néstor A. Braunstein 11

11 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
¡,or Daniel Gerber 81

La represión y el sujeto dividido, 81; Del Vorstellungsreprasentanz de Freud

al significante de Lacan. La metapsicología en el campo del lenguaje, 96;La
represión en la dialéctica de la demanda y el deseo . El sexo y el goce, 119;
Inconsciente, represión y estructura del {medio) decir, 152

lll . LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN

por María Teresa Orvañanos 170
Introducción, 170; La sexualidad como efecto del lenguaje, 171; La falta-el
falicismo-frustración-privación-castración, 174; Fase fálica, 181; El Edipo como
ediciones de la fundación mito y como estructura, 185; El Edipo como complejo, 193
fundación mexicana de psicoanálisis, I.A.P. IV. NEUROSIS (i) PERVERSIÓN
por David Gi!lmg 205
la presentación, los textos y la disposición en conjunto de La re-flexión per
Acerca de un romance, 205; Donde hablo, Y o se debe . . . dí -vertir, 206;
de /01 conceptoJde Freud en la obra de Lacan son propiedad de la Funda -
¿Quién puede escribir el destino ... o Dios lo ha escrito?, 210; De la produc-
ción Mexicana de Psicoanálisis, I.A .P. Prohibida la reproducción toral
ción del goce, 212; La falsa pareja, 216
o parcial de esra obra por cualquier medio, sin la autorización por escrito
de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis, Tecoyotida 154 (Colonia V. LA TRANSFERENCIA
Florida), 01030, México, D. F. por María Eugenia Escobar 220
porrada de María Oscos Introducción, 220; Recorrido de Freud, 223; Sugestión y transferencia, 226;
Transferencia como resistencia, 229; Transferencia ligada a la repetición, 234;
primera edición, siglo xxi, méxico, 1983 Sobre el deseo del analista, 241; El sujeto supuesto saber, 247; Conclusiones, 250
segunda edición, siglo xxi, méxico, 1987
tercera edición, ediciones de la fundación, méxico, 1992 VI. EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
© fundación mexicana de psicoanálisis, i.a.p., por gentil
por Fri<la Saal 251
autorización de siglo xxi editores, s. a. de c. v., primitiva propietaria
de los derechos de esta obra. Introduc ción y límites, 251; La introducción al narcisismo y el estadio del
ISBN 968-23-1260-4 espejo, 253; La segunda reversión freudiana, 1920, 266
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méxico [5]
,,
ÍNDICE

VII FJ. CUERPO Y EL LENGUAJE

por Mirt a Bicecci
IN 'I IH >I>UCC IÓN
276
Fn el prin cipio era el verbo, 276; En él estaba la vida . .. y la vida era la luz
de los hombre s, 277; Y aquel verbo fue hecho carne .. . y habitó entre noso-
tros, 285; Y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho, 290

vm. LA FORCLUSIÓN y EL NOMBRE DEL PADRE

por J. David Nasio
295
La forclusión (10 de mayo de 1982), 295; La alucinación (24 de mayo de
1982), 308

11, ,111
flexiona y re-flexiona a Freud. El acero de Freud se templa ante
l., rn nte mplación maravillada de quien ve cómo los conceptos multi-
¡,11
, .m sus facetas, sus filos y sus brillos. Freud hace escuchar al incons-
' 1c·ntc y Lacan saca la obvia conclusión: si se lo escucha es porque está
,·,1ruct urado como un lenguaje.
Pero, ¿qué del lenguaje de Freud? Traducido con perversión, trai-
' 1onado y desviado, circula desteñido y desconocido. Trocadas sus pala-
lH,1s,las pulsiones hechas instintos, el yo travestido como ego y hasta
rnmo self, el objeto inasible ofrecido como gancho para la madurez
f;l'nital, la pulsión de muerte rebajada a conducta agresiva, el deseo degra-
dado al nivel de mezquina apetencia. Todo esto amontonado "en los
t·stablos de Augias de la literatura psicoanalítica" que Lacan se propuso
limpiar para rescatar el oro freudiano enterrado bajo su equivalente
sim bólico.
El discurso lacaniano corrió con una suerte que puede parecer para-
dójic a: mientras más se difunde la especie de que es ininteligible, esqui-
zofré nico, rebuscado, confuso, superfluo e inaccesible, mayor es el inte-
rés que despierta, más se multiplican las traducciones, las ediciones y
las reediciones. Queda claro que no es obra para lectores apresurados
y que no se presta para sacar impresiones superficiales. Pasa con Lacan
como con todos los grandes pensadores: o se entra en su discurso o
se decide activamente ignorarlo llamando rechazo a la ignorancia.
Vana es la discusión centrada en el estilo de Lacan. Lo que Lacan
vino a decir, por ser nuevo, necesitó de odres nuevos. Si el inconsciente
está estructurado como un lenguaje y si del lenguaje no conocemos otra
cosa que !alengua, será necesario que tomemos nuestro lugar en !alengua
lacaniana para estar en condiciones de escuchar cómo eso habla.
Desafío: leer a Freud desde Lacan. Como todo desafío es opcional;
nadie tiene por qué asumirlo . Pero los autores de este libro comparten
la idea de que una lectura no lacaniana de Freud está, hoy en día, con-
denada al extravío. Y el extravío en la lectura de Freud no podrá sino
descaminar en la práctica que Freud fundó y que se llama psicoanáli-
sis. Aunque nada garantice el éxito cuando se opta por el otro recorrido:

[7]

8 INTRODUCCIÓN
\'i(· .. 1 1·1 n
no basta con ponerse bajo la advocación de Lacan y de su enseñanza
para, así de fácil, estar ya en un camino directo y seguro hacia la ver-
dad del inconsciente, hacia una práctica psicoanalítica inmaculada.
Lacan retoma y reflexiona a Freud. No lo repite, mucho menos lo
"supera". Vuelve sobre los conceptos y los pone a trabajar para que
den cuenta de una práctica, de una práctica de parloteo. No es cuestión
de sacralización de un texto, de un autorJ de un Maestro al que se dota
imaginariamente de un Saber Absoluto. Ese no podría ser Freud y tam-
poco Lacan. Cuando el discurso de Freud-Lacan es divinizado (a veces
pasa), se constituye o se pretende constituir una iglesia fundada en la
transferencia masiva sobre un personaje-discurso que ocupa para todos
los cofrades el lugar del ideal del yo y que lleva a renunciar al deseo
y al propio discurso para sostener la identificación con el depósito y
garante de la Verdad.
Se genera así una "masa artificial" (Freud) donde la pureza de la
palabra del Maestro ocupa el lugar de la reflexión y deviene bandera
para emprender cruzadas y guerras santas contra todos los demás que
pasan a ser sospechosos o convictos de desviacionismo. Y es de esta
manera que vemos al pensamiento remplazado por la repetición entreco-
millada o por el subrayado de trozos escogidos del texto sagrado de
un autor que queda así con-sagrado .
Pero Lacan invita a que se le lea de muy distinta manera a partir
de la manera en que enseñó a leer a Freud. Lacan no reproduce a Freud:
selecciona, recorta, corrige, omit e, despla za problemáticas, fecunda con
el saber procedente de la antropología, de la lingüística o de la topolo-
gía contemporáneas. La lectura lacaniana de Freud es un descentra-
miento porque nada hay en ella de repetición . El "retorno a Freud"
que preconiza no es la canonización homogénea de una palabra reve-
lada sino un desarrollo del sentido de la obra . Obra de Freud que se
manifiesta no en la coherencia monolítica de sus textos sino en la poli-
semia de su decir, en la apertura a la diseminación de su discurso. Sí;
en Freud no encontramos el cierre sino el despliegue infinito del cam-
po del inconsciente posibilitado en ese escenario del decir que es la
situación analítica.
Es posible argüir que Lacan hace una lectura más de Freud, de nin-
guna manera la única o la verdadera. Es posible decir también que todos
los trabajos de los psicoanalistas de todas las escuelas se han inspirado
y han partido siempre de textos freudianos. Es posible agregar que no
escasean las lecturas biologistas, etologistas, culturalistas o psicologis-
tas de Freud. Seguro que todo esto es cierto. También es seguro que
no se puede distinguir un Freud "bueno" de uno "malo" según los
año s de su producción, tal como se hace con los vinos según la vendimia
o como estaba de moda hacerlo hasta no hace mucho con la obra de
Marx. Y Lacan no pretende jamás hacer la única lectura de Freud. Prac-
tica una organización transversal de los textos del fundador que atra-
1111\
¡\ 111\AIINSTFIN 9
mjunto de la obra. Y sostiene, eso sí, que las conclusiones
111,.il 11·,1Ura son las únicas coherentes, no con la especulación de Freud
11111 ,11, necesidade s más o menos coyunturales de ligar al psicoanáli-
,, 1_1_11 1 l.1 ciencia natural, sino con lo original y lo revolucionario de
1111•,-¡w1 ,mciade Freud, la que se repite con la misma frescura del origi-
11111 1·11l ,1da análisis proseguido según el método psicoanalítico.
1 ,l' dijo: nadie está obligado a internarse en los textos de Lacan.
Pe,11 " 110 lo ha leído, tampoco debe sentirse obligado a opinar sobre
lo 'I"" ,¡;nora o desconoce. Este libro, este Coloquio de la Fundación
1ld 111.11 el libro es el resultado, responde a una demanda que la difu-
d,11 dl' la obra de Lacan ha generado: la de articular los desarrollos
.lnp l.w.amientos que el decir de Lacan ha impuesto a los conceptos
lrc11d1.1nos . El libro que se empieza a leer es confesadamente incom-
plw,, inco mpleto porque hay muchos términos esenciales del psicoa-
11Il1"' que no son tocados, incompleto también porque cada uno de
lí" , , .,bajos es una apertura a una problemática que debe ampliarse,
,e l 111.1rsc, matizarse, criticarse. Del lector es la palabra. De los autores
1,,., 111·,gos: los que derivan de pensar su práctica cotidiana con las herra-
111 w111.1sto madas de un Lacan cuya voz les ha llegado por el discutible
1111nmedio de la palabra escrita, los de equivocarse, incluso los de trai-
r.1111.11 a la obra que pretenden re-presentar.
Y .1lgo más: la re-flexión de los conceptos de Freud ocupó el lugar
u· 1111 .1l en la elaboración lacaniana hasta 1965, año de la emisión del
1.1·1111 nario sobre "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis"
(1 ,liro XI). A partir de entonces puede decirse que Lacan, dueño ya
1lt- los tér minos axiales de su álgebra, desarrolla una obra fundamental
1·11d campo y en la causa freudiana que lo lleva al extremo tan justifi-
' .ulo como para muchos incomprensible de sostener que el inconsciente
11111·s de F reud sino de Lacan (1977).
F.I inco nsciente es de Lacan porque él fue quien supo darle su so-
pollc topo lógico articulándolo en la dialéctica del sujeto y el Otro. Cabe
1.11ve'/, definir aquí una posición frente a ciertos equívocos difundidos.
I' .11.1 el pensamiento ingenuo la aritmética es sencilla y el álgebra es
1111 .1disciplina abstracta y complicada que se debió aprender con grandes
,11lrimicnto s en el ciclo medio de la educación para después olvidarla
w 11rap idez. Mientras que para el pensamiento matemático el álgebra
1:~d proce dimiento de simplificación, matriz de todos los cálculos, que
pn mitc acceder a lo impensable de la aritmética cuantificada y de sus
1.,1,.,s facilidades intuitivas . No es otro el sentido del álgebra lacaniana
y , u pasió n matemática . Se trata de establecer los elementos significan -
11·, m ínim os que están en juego en todos los psicoanálisis y operar con
l<-1ras minú sculas y mayúsculas, tachadas o no, con grafos, con trans -
p,m ·ntcs figuras topológicas. Lacan, el difícil, se empeñan muchos l'll
1l'pl·tir . Lacan animado por el impulso de una simplificación cxtrcm ,1
del camp o freudiano. La difícil simplicidad: de eso se trata en la obr .1
 10 INTRODUCCIÓN

del "segundo Lacan", de ese Lacan que empieza a partir del punto en 1 /\S Pl JLSlO NES Y LA MUERTE (COLLAGE)
que este libro concluye. La difícil simplicidad de un Lacan que a nadie
puede dejar indiferente porque habla de todo el que habla . NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
Este Tercer Coloquio de la Fundación fue copatrocinado por el Cen-
tro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos, por Siglo Veintiuno
Editores y por El Colegio de México. El Cuarto Coloquio, que contará
además con el auspicio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt), se desarrollará a comienzos de 1984 y versará sobre aspectos
epistemológicos reunidos bajo el tÍtulo de "El discurso del psicoanáli-
sis" , mientras que el Quinto Coloquio girará en torno a "La interpre-
tación psicoanalítica". ·

A 111mo DOS. "Espero constantemente que un 'médico' fi-

NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
h',1¡
,:,f.:,,t n el sentido excepcional de la palabra -uno de los
,,c pnsig uen el problema de la salud general del pueblo,
l h, {·poca, de la raza, de la humanidad-,
u_1 se sienta un día
o,, v .,Ior suficiente para llevar a sus consecuencias extre-
n1,1-.lo que yo no hago más que sospechar, y arriesgue esta
1dc,1 •En los filósofos todos, hasta el presente, no se ha tra-
, 11tk1 11unca de «verdad», sino de otra cosa, por ejemplo, de
d11d, de porvenir, de poder, de vida.'" [Federico Nietz-
dH' (1881), El gay saber.]

'\N IDADD ELACAN: "La pulsión: ¿quién otro que yo supo

11, it"sgarse a decir algo sobre eso?" [En Televisión,1974.]
Cor rer el riesgo, lograr decir, justificar o injustificar el or-
g11ll
0. Para los que seguimos, recorrer el re-corrido.

1,UUNDBEGRIFF(CONCEPTO FUNDAMENTAL): Trieb,concepto

\ll'lllpre inseguro, ambiguo, contradictorio, inaprehensible.
Y siempre lo más seguro e imprescindible para dar cuenta
de la experiencia psicoanalítica: la de encontrar sin buscar,
,/110 escuchando.
Nun ca llega uno a verla pero no hace como psicoanalista
ot ra cosa que vérselas con ella. Ella, la pulsión.

1>l·.RIVA. En Freud, pulsión es Trieb. Nunca instinto . En

buen inglés (no el medicalizado de Strachey) Triebes drivc.
Y de Trieb-driveen francés y español se deriva dérive-denv,,.

[11]
 12 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
Llamarla deriva es ya empezar a hablar de la pulsión: de
puerto en puerto, de objeto en objeto, entre los bordes de
la corriente, acelerando, retardando, cortando, impulsan-
do. Sus velas son movidas por el principio del placer pero
su trayectoria es la transgresión de este principio. A con-
tracorriente, contra viento y marea.
TRIBULACIÓN (del latín tributare:oprimir, presionar). El su-
jeto de la pulsión: el sujeto atri( e)bulado.
TRIEB: Bien pudiera ser lo primero que descubrió el psicoa-
nálisis y que el descubrimiento le pertenezca de modo ab-
soluto. Si hay re-presión ( Verdrangung)es porque hay pre-
sión (Drang)porque algo empuja para salir (en el discurso;
si no puede, en el síntoma). El par presión-represión es el
presupuesto de toda la fenomenología y de todo el pensar
psicoanalítico.
Pero que sea lo primero en el orden del descubrimiento
no hace de ello lo primero en el orden del ser. La pulsión
es efecto del deseo por el camino de la demanda. Surge an-
tes y más aÍlá del sujeto. Y hace surgir al sujeto.
EN EL REINO DEL SONIDO. La palabra del analizante va di-
bujando los objetos, concreta sus relaciones, establece sus
equivalencias (libidinales). Los Órganos corporales se inte-
gran bizarramente en una red discursiva. Una red: comple-
ja ligazón de vasos comunicantes por donde se va inscri-
biendo la historia de un cuerpo, por donde lo real del cuer-
po y lo imaginario de su esquema muestran que dependen
de una palabra articuladora y se articulan en una palabra
enuncia da.
Es transgresión epistémica quitar a la pulsión del campo
de la escucha donde se constituye como objeto y llevarla
.1 te!·renos ajenos, allí donde priman moléculas y micros-
cop ios.
IN\l'INA'f'(INSTINTO). Nada que ver con la pulsión derivan-
! t' El se define por la adecuación al objeto, ella por un exce-
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN 1\
so que deja al sujeto anonadado. El instinto es guía en Ll
vida, es un maravilloso saber sin aprendizaje. La pulsión
es un riesgo y contra ella se erigen defensas que Freud pre-
firió a veces llamar destinos. El instinto hace vivir; la pul-
sión presentifica la muerte. El instinto es positividad etoló-
gica. La pulsión es negatividad antropológica y antropógena.
Si de algo habla el psicoanálisis -y ésa es la re-flexión la-
caniana de F reud- es de cómo el organismo resulta apresa-
do en la dialéctica del sujeto. Y nunca se dio el caso de que
un psicoanalista tuviese que vérselas con un instinto ...
NECESIDAD. El concepto de pulsión está abrumado por una
comparación: se pretende equipararlo al hambre, a la sed,
o a cualquier otra necesidad del organismo, a los ciclos y
ritmos del cuerpo. Y luego se piensa que, como la I).ecesi-
dad, también la pulsión puede ser satisfecha o frustrada, que-
dar más o menos gratificada. A partir de tal analogía se de-
riva el concepto al campo de la psicología: la pulsión sería
fuerza motivadora de comportamientos.
De allí a querer educarla, corregirla, reforzarla en más o
en menos no hay sino un paso -que tantos franquean con
gusto- para reencontrarse en el lugar del Amo.
DIALÉCTICA FREUDIANA. La pulsión es esa exigencia de tra-
bajo impuesta al aparato psíquico que está en la base de to-
dos los progresos del hombre. Mefistofélicamente acicatea,
siempre indomeñada, hacia adelante.
Pero su meta es conservadora, es la restauración de un
estado anterior, en última instancia, el retorno al silencio
de la muerte. .
Muchos -Freud el primero- ven aquí una contradicción.
Y lo es, en sentido hegeliano. Unidad de los contrarios. No
se resuelve postulando un dualismo de dos entidades dife-
rentes sino una dialéctica que remite a una unidad funda -
mental. Vidamuerte.
EL BURRO. Alguna vez lo hemos imaginarizado de modo
chusco: el hombre no es un burro que corre detds de 1111.1
 l •I LAS PULSIONES Y LA MUERTE
%anahoria sino que es un burro que corre detrás de un es-
pejo donde se ve el reflejo de una zanahoria instalada detrás.
Un río (deriva) que llega al mar animado por el impulso
de volver a su fuente.
FICCIÓN DE UN MITO. "Seres mÍticos, magnos en su inde-
terminación." No. No han salido -en tanto conceptos-
de ningún imaginario. Son una construcción simbólica que
da cuenta de una realidad, de la emergencia del cuerpo de
la sexualidad humana como sometido al lenguaje. A estas
elaboraciones simbólicas, ordenadoras de lo real, Lacan, tras
los pasos de Bentham, las llama ficciones. La pulsión es, así,
una ficción indispensable para organizar teóricamente la rea-
lidad de un destino, el del hablente.
GRENZBEGRIFF(CONCEPTO LÍMITE). Así consideró Freud a la
pulsión, un representante de lo orgánico en el campo de
lo psíquico, el efecto de una excitación somática interior
ineludible, que impone su registro en lo psíquico como re-
presentación y como afecto y que tiende a acceder a la mo-
tricidad pudiendo suceder que quede bloqueada, que sufra
variables destinos.
La pulsión, embajadora del cuerpo ante el alma.
Curioso concepto límite sería éste. La biología no sabe
nada de él, no lo encuentra, no lo pide, no lo quiere. Y el
psicoanálisis no puede explicar nada de lo que ocurre en
,u experiencia sin recurrir a él. Lo descubre y, como ho-
1 rorizado por su descubrimiento, trata de desembarazarse
d(' {I, de remitirlo a un territorio ajeno para que se lo de-
vuelvan domesticado, para que le expliquen desde afuera
"' '>l'l reto de su propia eficacia.
Por 'ill<.'rte,la biología calla y devuelve el envío. "Psicoa-
11:111'>1.1'>, ;1 vuestras pu 1
.
s10nes.,,
Y la pulsi<'>nqueda, Íntegra, en nuestro campo.
111i,, u c i1\ l•l{l>!Jf >!ANA. Nombre que se da a la especulación
1drn/ ;fic.1rk: Fr!'lid '>obreel funcionamiento del organismo.
N ÉSTOR A. BRAUNSTEIN 1~
En el Proyecto el aparato del alma está pensado como apa-
rato neurológico con cargas de excitación, facilitaciones y
barreras. Creemos que hay que ver en ello el intento de ex-
presar en términos presuntamente materialistas algo que la
filosofía supo desde un comienzo y esto para llegar a en-
contrar las mismas aporías con las que tropezó el pensa-
miento filosófico. En el Filebo de Platón puede encontrar-
se la formulación más precisa que se haya dado del princi-
pio del displacer-placer así como la anticipación clara del
carácter restaurador de un equilibrio previo que tienen las
funciones del organismo. Más aún, algo indica en el texto
que el Sócrates de ese diálogo podía estar sobre la pista de
un más allá del principio del placer en la vía del significante.
En Freud se encuentra constantemente la metáfora bio-
logizante de los descubrimientos que hace en el campo del
lenguaje. ·
HIPÓSTASIS ( corno transformación falaz y subrepticia de una
cosa en otra, sentido moderno del término que no es reco-
gido por los diccionarios). En realidad, doble hipóstasis: del
plano del lenguaje que es el de la experiencia psicoanalítica
al campo del cuerpo y sus exigencias (Not des Lebens). Y
luego desde allí, desde la comarca invadida, corno si la pul-
sión irrumpiese desde afuera en el campo psíquico, se per-
geña la noción de Reprasentanz, de representancia, de dele-
gación del cuerpo en el alma.
Se trata a la pulsión corno una necesidad biológica (cosa
que ningún pensador riguroso vio lógica) y se la lanza al
campo de los conductisrnos y de la psicología. Se le adju-
dica una psicogénesis con raigambre orgánica y, ya por
este camino, puede pedírsele a la pulsión, a la sexualidad,
que se adapte.
PSICOANÁLISIS, ¿CIENCIA NATURAL? La respuesta afirmat i V.,
aparece hasta en el último momento de la elaboración d<'
Freud. Sostenernos que debe entenderse en el campo dt· l.,
oposición "ciencia natural" vs. "ciencia del espíritu" q111 ~
 11, LAS PULSIONES Y LA MUERTE
no deja otra opción y que se superpone a la oposición ma-
terialismo vs. idealismo.
Ahora bien, el concepto contemporáneo de "materiali-
dad del signo" ha roto con el carácter "espiritual" de las
"ciencias del espíritu" y el materialismo se enfrenta ahora
con el idealismo filosófico dentro de cada una de las disci-
plinas, tanto de las "naturales" como de las "espirituales",
reconsideradas ahora como "ciencias sociales':.
LA MOSCA. "En nuestros empeños en torno de la edifica-
ción del psicoanálisis hemos hecho también sustantivos ha-
llazgos biológicos ... " [Sigmund Freud (1938), Obras com-
pletas, t. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 197.]
"¿Qué mosca lo picó a Freud cuando habló de descubri-
mientos biológicos hechos con el psicoanálisis?" Uacques
Lacan, Seminario del 28 de febrero de 1962 (inédito).]
LA PULSIÓN. Escapa al orde,n vital, lo desordena introdu-
ciendo en él al símbolo que ha tomado del Otro, cierra el
camino a la satisfacción, consagra a la incompletud, engen-
dra la realidad y la cultura que la engendran a ella, se enga-
ña a través del yo en el amoroso abrazo de objetos imagi-
narios, se arriesga en la lucha a muerte de puro prestigio
y todo eso para retornar conservadoramente a la quietud.
En el camino muchas cosas han cambiado.
¡Cuánto trabajo se toma este animal pervertido para en-
rnntrar su propio camino hacia la muerte!
¼llf F'J'O NO ES INDIVIDUO. Porque el sujeto no surge por un
d,·,.11milo natural preordenado y preinscrito sino por ocu-
p,11 y.1y siempre un lugar en el espacio simbólico. El indi-
vid110.1p.1rccccomo categoría biológica, como polo alter-
lHHivo rnnc.cptual de la especie. Mientras que el sujeto, atra-
vc,.,do por d significante, es una categoría psicoanalítica;
11 , 11111-l.110 ('\ d Otro.
S,',k, 11d11,i1 la autonomía del orden simbólico se po-
l<'11do
Nf STO R A. BRAUNSTEIN
drá alcanzar la clave de la constitución del sujeto. Dicho
sea de paso, la autonomía del orden simbólico conlleva la
dependencia del orden imaginario para con él.
EL OBSTÁCULO EPISTEMOLÓGICO. Para Freud consiste en
pensar sus hallazgos en términos económicos. Cuando se
piensa en cantidades el presupuesto es que para que algo
salga por un punto tiene que haber entrado antes por otro
ya que no hay acción sin causa y nada puede provenir de
la nada. Freud tomó de la neurología el modelo del arco
reflejo con sus dos extremos, perceptivo y motor y lo apli-
có en un primer momento para explicar el funcionamien-
to del aparato psíquico, es decir, lo que le iba enseñando
el diálogo con sus pacientes. Pero la pulsión no puede inte-
grarse a ese esquema. Su traslado a la neurología es una evi-
dente hipóstasis. Descubierta como motor del sujeto en una
experiencia intersubjetiva, aflorando en el seno de la cade-
na significante, es llevada con esfuerzo al plano orgánico,
al terreno imaginario de su desconocimiento como análo-
go de la necesidad corporal.
EL MODELO DEL HAMBRE. Es, en relación con la pulsión,
muy útil. Sirve para comprender todo lo que la pulsión no
es. El hambre se presenta en el tiempo de modo cíclico con
alternancia de la tensión y la saciedad. La pulsión es una
fuerza constante. El hambre se satisface con un objeto es-
pecífico y adecuado, el alimento. La pulsión se caracteriza
por la contingencia y la infinita variabilidad de sus objetos
sin que ninguna la satisfaga (volveremos, y largamente,
sobre esto). El hambre debe aplacarse por la entrada en ac-
ción de órganos anatómicos que son siempre los mismos.
La pulsión, siempre sexual, siempre de muerte, es ubicua.
Ella no tiene órganos visibles, tiene un territorio que se
extiende caprichosamente por el cuerpo, por el espacio, por
los demás, por sus miradas, por el pensamiento, por las co
sas. El sujeto del hambre necesita comer. El sujeto de la pul
sión requiere ...
 18
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
PERO LA PULSIÓN SE ALIMENTA. De olores, de miradas, de
aplausos, de mucosas, de palabras, de rimas y ritmos, de gol-
pes dados y recibidos, de humillaciones, de culpas y ver-
güenzas, de contratos cumplidos e incumplidos, de espejos
y retratos, de rimas y ritmos, de promesas, de rimas y rit-
mos, de libros, de elocuencias y silencios, de colores y man-
chas, de zapatos, de rimas y ritmos, de plegarias, de biena-
venturanzas y condenaciones. A veces, también, de besos
y orgasmos.
Más con la invitación a comer que con la comida.
Se alimenta, no se satisface con todo esto.
ORGANIZACIÓN DEL INSTINTO. Porque en el hombre nada
es "natural". Es la pulsión -la sexualidad y la muerte
inducidas y reguladas por el lenguaje- la que organiza los
modos en que los hombres satisfacen sus necesidades. El
hambre del hombre, más allá del mínimo necesario para
continuar viviendo, apunta antes al menú que al platillo.
"Los obreros franceses necesitan vino y los obreros ingle-
ses necesitan cerveza" (Marx). La conclusión es inevitable:
la sexualidad organiza a los instintos prescribiendo los mo-
dos de satisfacción de la necesidad. Nada es más ilustrativo
a este respecto que la patología y la perversión de los ins-
tintos. La anorexia y la bulimia sirven como modelos para
explicar el hambre y su satisfacción.
ANLEHNUNG (APUNTALAMIENTO o APOYO). Cuesta entender
esta novedad de la primacía de la pulsión sobre el instinto.
Lacan encontró en Freud la idea de que la pulsión se apoya
primero en la satisfacción de la necesidad del cuerpo y lue-
go se independiza de ella. La encontró y la re-flexionó. Cen-
t ,.índose en otros textos freudianos anteriores y posterio-
re., .1 los Tresensayosque inscriben el apogeo de la doctrina
e Id .,pu mal amiento, centrándose en el Proyectoy en Másallá
dcl/'muipio deflacer y pasando por la ~ntroducció17: del ~~r-
.-·,.m,1111,
pmtulo que para el hombre solo hay sat1sfacc1on
posible d(' l., rwcesidad por la prelación del deseo del Otro,
N I \J()R A . BRAUNSTEIN ,,,
del Nebenmensch,del prójimo auxiliador.
Así, la satisfacción y la sobrevivencia pasan a depender
de un deseo ajeno que pudiera no existir.
Lo primero, entonces, no es el instinto, ni la necesidad,
ni su satisfacción. Lo primero es el deseo del Otro, anclado
en el orden simbólico, que abre las puertas para que el or-
ganismo del ser desamparado (hiljlos)de la infancia pueda
sobrevivir.
Hay apuntalamiento, pues, pero no en una actividad cor-
poral, no en el orden vital, sino en el campo de la transub-
jctividad, en la relación de constitución de un sujeto en ese
or~en significante que revela aquí una de sus funciones
emmentes.
LA DEMANDA DEL OTRO. Nada en el desamparo del niño po-
dría destinarlo a sobrevivir. El recién nacido no desea nada
y la muerte sería su destino ineluctable y casi inmediato.
Sobrevive por la mediación de este deseo del Otro que
llega a él bajo la forma de un ofrecimiento, de un don de
lo que puede satisfacer sus necesidades. (Obsérvese, no hay
deseo pero sí hay necesidad.) Mas no todo es generosidad
en el Otro; hay un precio que pagar. El don conlleva una
demanda, la demanda, la exigencia, de que el don sea acep-
tado. Porque si no lo es no hay don.
El deseo del Otro es vehiculizado por esta demanda, co-
rre subterráneamente bajo la cadena significante con que
el Otro significa su don y expresa su demanda.
CIRCUITO DE LA DEMANDA. Aceptar el don es colocarse en
el lugar del deseo del Otro, aceptar sobrevivir porque él
lo desea y hacerse deseante de ese deseo. Este deseo del de-
seo se expresará a su vez en la sucesión de demandas que
desde el grito y el llanto hasta el amor estructurará la histo-
ria del sujeto en los registros a que nos habituó la ideologí.,
evolucionista natural concibiéndolos como "fases del dcs.1
rrollo psicosexual''.
El Otro hace pasar su deseo bajo los significante,; de lrn~1
 .20 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
demanda que encuentra el espejo de otra demanda que ve-
hiculiza un deseo. que no es propio sino también del Otro.
La demanda es de cada uno, el deseo es siempre del Otro
porque es desde el lugar del Otro que el sujeto es deseante.
Comer y ser comido. Ser mirado y mirar. El cuerpo está
comprometido, es prenda del deseo. Emerge una y otra vez
incluido en una dialéctica, expuesto a una reversibilidad,
integrado en un juego de espejos .
LA MADRE. EL OTRO. Con su deseo, pasando por su lalen-
gua, expresando sus demandas, ofreciendo sus dones como
significantes de su amor, dando su beso de buenas noches
al niño insomne, escribe las pulsiones en el cuerpo infantil,
conduce a la existencia.
En tanto sometida a la ley de castración que le impide
reintegrar su producto, pone barreras a la demanda, la pos-
terga, la deniega, la suprime, la reprime, la hace reprimir.
O la sustituye por otra. Instaura la pulsión y la lanza a la
inacabable derivacic>n metonímica. Habitada por la palabra
del Padre, hace del individuo un sujeto.
DESGARRAMIENTO. No puede el hombre llegar a ser uno si
no es pasando por el rodeo del Otro, lugar donde habrá
de ser reconocido para alcanzar una problemática unicidad
y desde donde quedará para siempre amenazado por la frag-
mentación. Todo espejo es frágil. Situación precaria ésta de
que uno sólo puede encontrar la garantía de que es uno al
reconocerse del otro lado del espejo donde es otro.
Y el Otro tendrá que reaccionar de algún modo frente
al aguijón de esta estructura pulsional. La meta de la pul-
sión sólo puede lograrse con 1aparticipación del Otro, aun-
que sea fantaseado. Consiste en hacerse algo por medio del
Otro, pudiendo el Otro ser esa mirada que mira desde el
fondo del estanque. Hacerse chupar, cagar, coger, mirar,
hablar, escuchar, psicoanalizar .. .
Toda sexualidad es se-ducción: ser algo que se ofrece al
deseo del Otro. La modalidad de esta entrega que se refrac-
11
N l' STOR A. BRAUNSTEIN
ta y rebota en el deseo, en la demanda, en el goce y en b
angustia del Otro, configura destinos humanos y se mani -
fiesta en cuadros psicopatológicos.
La deriva de este proceso constituye al sujeto en la tran-
subje tividad dialéctica. El hombre transhistórico es el hom-
bre pulsional.
MÁS ALLÁ DE MÍ. Pues el yo no es sede de verdaderas pul-
siones . Las perdió cuando se introdujo el narcisismo allá
por el año 15 y quedó en claro que si había algo de pulsio-
nal en el yo eso era sexual y prestado o, más bien, escamo-
teado por la estratagema de la identificación. Sí, el nivel del
/ch es no pulsional, es imaginario, aun cuando el trozamiento
de las identificaciones, tema de la segunda tópica, haga de
él un reservorio secundario de la libido.
La razón es clara: el Y o es la sede del principio del placer
que lo regula, es defensa, es comando de las palancas de la
represión, es barrera erigida en el itinerario de la pulsión
mientras que la pulsión se ubica fuera del campo narcisista
como una transgresión al principio del placer. Por ese mo-
tivo es, y Freud lo señala, una amenaza pulsional.
Las pulsiones no son mías pero yo soy por mis pulsiones.
EL CARÁCTER. Credencial de identidad y coraza.
LO IMAGINARIO. Ese nivel del narcisismo donde la autocon-
servac ión predomina como aspiración y meta. ¿Quién más
claro que Freud cuando demuestra que el amor está ligado
primero a la satisfacción del hambre y que es después cuan-
do llegan las pulsiones, siempre parciales, a marcar con sus
símbo los este campo de la autoconservación?
La pulsión coloniza y marca con la señal de la muerte
al esfuerzo de autoconservación que és propio del yo y no
pulsional. El sistema percepción-conciencia también está fue-
ra de lo pulsional: el mundo exterior es percibido y regis-
trado de modo pasivo.
 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
1.0 SIMBÓLICO. Hay una afinidad fundamental de la pulsión
con el registro simbólico. La incompletud del sujeto lo lan-
za a realizarse en el campo del Otro buscando allí el objeto
(real) perdido y para siempre faltante.
¿Qué es la pulsión sino ese no-mío que me anima? Esa
cosa que más allá de mí insiste y me empuja, que es memo-
rable y se memoriza y luego se rememora orientando las
búsquedas de mi ser. Insistencia y compulsión de la repeti-
ción que al sacarme fuera de mí me historiza a la vez que
me mata.
La pulsión es esa manera en que se presentifica la auto-
nomía de lo simbólico en el hombre apoderándose de su
materia viviente, subordinando al cuerpo, haciéndolo ma-
pa donde se clavan los mojones de las inscripciones sig-
nificantes.
LENGUAJE PULSIONAL. Las pulsiones se instalan en la cade-
na discursiva y allí sorprenden con sus jugueteos, con sus
permutaciones banales o rebuscadas, con los jeroglíficos oní-
ricos, con las perturbaciones inesperadas del cotidiano vi-
vir, con el estilete del chiste.
Está bien hablar de un lenguaje pulsional porque ellas,
__....
las pulsiones, aparecen diferenciando los flujos del signifi-
cante y del significado y actuando como motores de un pro-
ceso infinito de enunciación que se reconoce por los efec-
tos de metáfora y de metonimia inducidos en el nivel del
enunciado. Y también porque esos enunciados llevan la mar-
ca de l_adefensa tal como aparece en esa epifanía de la pul-
sión que desde Freud, pasando por Lacan e Hyppolite, se
llama denegación.
FLIESS(ROBERT). Afirmó que hay diferentes clases de lengua-
je de las pulsiones parciales tal como puede apreciarse en
los sujetos donde las actividades excretorias han recupera-
do su función sexual primitiva. En estos casos la alteración
de la correlación entre las distintas pulsiones parciales se
observa no en el lenguaje empleado sino en la emisión de
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN 'I
la cadena hablada. La emisión de la palabra se erot i'.l.1y l.1
sexualidad pregenital se expresa como si las palabras lwh1l'
sen llegado a ser sustitutos de sustancias corporales.
El silencio podrá considerarse allí como equivalente de
la oclusión esfinteriana y esta puntualización sobre la ma-
nera en que la palabra es dada y retenida le permite dist in-
guir un lenguaje pulsional uretral con modalidades de in-
continencia, fálico y mixto, un lenguaje pulsional anal y
uno pulsional oral. [Roben Fliess, "On erogenic (regres-
sively partial-erotic) languaje", en Erogeneityand libido,
Nueva York, lnternational Universities Press, 1956.]
EL SIGNIFICANTE. Es lo que el sujeto representa para otro
significante. El sujeto (S), efecto de una historia que inclu-
ye en una posición dominante al deseo de sus antepasados
y la historia de ese deseo, aparece entre una palabra consti-
tuyente (S,) y una palabra constituida (S2) que habrá de ser
refrendada por el otro de la interlocución. Se presenta co-
mo un eslabón en el encadenamiento significante que debe
obedecer a los mandatos del S1 que ordenó su nacimiento
y que debe pagar las deudas de sus padres porque la deuda
es simbólica, atraviesa a las personas que la soportan, se ins-
cribe en ellas sin que ellas lo sepan. Como el condenado
a muerte que lleva la sentencia inscrita en su cuero cabellu-
do y, aun no pudiendo leerla, está sometido a su imperio.
El ordenamiento pulsional está más allá de la subjetivi-
dad de sus soportes, es una palabra que hace derivar al de-
seo en relaciones transubjetivas donde el Otro, ubicado en
el lugar de S2 , habrá de testimoniar del pasaje de la pul-
sión, con su mirada, con su aplauso o con su orgasmo.
PRIMACÍA DEL SIGNIFICANTE. El sujeto es llevado a la
deriva por este movimiento que tiene en él su sede y que
él no puede detener ni torcer. Allí está, encadenado:
S1 - S- S2 • Su estatuto se expresa en la tachadura que ma-
tematiza la primacía del significante tanto sobre el signifi-
cado como sobre el sujeto.
 24 LAS PULS!ONES Y LA MUERTE
La primacía del significante es el punto clave para aden-
trarse en la doctrina lacaniana de la pulsión.
EL SUJETO. Está eclipsado en la estructura de la pulsión. Es
el escenario de la insistencia repetitiva de los significantes
que lo atraviesan. La subjetividad es un proceso que se cons-
tituye entre la voz activa y la voz pasiva de un verbo en
infinitivo. Entre mirar y ser mirado. Entre hablar y ser es-
cuchado. Entre escuchar y ser hablado.
La pérdida del objeto (que lanza al aparato psíquico a bus-
car en la realidad la representación que colme el agujero
abierto por la falta) se ve sustituida por el fantasma de la
recuperación de tal objeto. Lo perdido pone en movimien-
to una demanda gobernada por un fantasma que es la que
determina a un sujeto. El objeto faltante primero es causa
del deseo. El deseo es causa de un sujeto.
ROMPECABEZAS. La pulsión es una estructura acéfala, asub-
jetiva; un fragmento (es siempre parcial) de algo que sólo
se configura por montaje, sobreposición, desorden, con otra
y con otras mil pulsiones no menos parciales. A ese rom-
pecabezas armado como un cuadro de Archimboldo que
es cada hablente como consecuencia del imprevisible mon-
taje pulsional que en él tiene lugar se le llama sujeto.
Y este sujeto se coloca en el campo de las pulsiones que
lo habitan, organiza allí su modo de articular estas fuerzas
que lo traspasan. Cuando el sujeto comanda y vectoriza el
campo pulsional y fantasmático en función del goce del
Otro tenemos la estructura psicopatológica conocida co-
mo perversión.
WINNICOTT. La idea de la relación madre-hijo es una ilu-
sión de carácter psicológico. En realidad la madre amamanta
a un niño que forma parte de ella y el niño se nutre de un
pecho que forma parte de él. Allí no hay ni uno ni otro.
"En psicología, la idea de intercambio se basa en una ilu-
sión del psicólogo."
N~.STO R A. BRAUNSTEIN l~
DAR ES PEDIR. Pedir que se acepte lo que se da. Y, después
de la aceptación, pedir la gratitud. Pues no aceptar lo ofre-
cido es ingratitud.
La madre ofrece su pecho. Dice, sin decir: "Cómeme
hasta saciarte." Sin decir, dice: "Quiero que vivas." Vivir
o morir para el todavía-no-sujeto es indiferente. Pero alguien,
otro, el Otro, quiere que él viva.
El ofrecimiento crea la demanda. La ausencia del pecho
satisfactor induce un estado de desamparo que se manifies-
ta por el grito. El grito es, para la madre, significante de
una demanda. Con su ofrecimiento la madre ha creado la
demanda y rápidamente esta demanda circula por los apa-
ratos de la voz. De la viva voz, efecto de la separación del
pecho que tapa la boca.
VIDAMUERTE. El auxilio del Otro es salvador, providencial.
El pecho, el conjunto de los cuidados maternos entre los
cuales la palabra tiene un rol prominente, deviene rápida-
mente significante del amor y del deseo ajeno. Se vive por
él, en él; se es él. La incorporación canibalística es uno de
los fundamentos de la identidad. Teniendo el pecho se tie-
ne todo; faltando, nada hay. En la unidad pechobebé no
hay yo ni no yo. Es un estado de narcisismo primario ab-
soluto, una disolución de todos los límites, un estado de
goce sin representación del goce. Una muerte. Narciso de-
saparece en la mirada que lo mira. El bebé desaparece en
el pecho que lo bebe.
El auxilio del Otro salva la vida orgánica pero, y ésta es
la paradoja antropógena, ese auxilio tiene que faltar para
que haya vida de un sujeto. La experiencia de la falta con-
duce a la alucinación del pecho y el fracaso de la descarga
movida por la alucinación lleva a la representación del ob-
jeto según el incipiente principio de realidad. Queda ins-
taurado un ciclo de presencia-ausencia, cada una sobre el
fondo de la otra. Equivalente auténtico de la presencia-
ausencia del bebé en el deseo del Otro, equivalente de la
vidamuerte, cada una sobre el fondo de la otra.
El libre juego de la pulsión, supuesto que se autorizase
 26
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
su satisfacción irrestricta, es la muerte. En su camino se in-
terpone este deseo amoroso del Otro que prescribe presen-
cias y ausencias. El bebé se identifica con este deseo. La
vida, Eros, desvía el camino de la muerte, la pervierte o,
mejor dicho, la sublima. Cambia la meta pulsional que lle-
varía a la fusión mortífera y posterga el fin.
EL FIN DE LA VIDA. Las dos acepciones se abrochan en una
sola significación.
LA PULSIÓN A SECAS. Borges atribuye a un payador anóni-
mo estos versos: "La vida no es otra cosa / que muerte que
anda luciendo" (¿luz siendo?).
Y Lacan cita a Heráclito: "El arco recibe el nombre de
la vida y su obra es la muerte."
Presuntamente es Lenin quien habría manifestado que "so-
mos muertos con permiso".
Hasta la biología en su discurso contemporáneo coinci-
diría en decir que la muerte no es lo contrario de la vida
sino la continuación natural de ésta.
También en Freud la oposición entre Eros y las pulsio-
nes de muerte es difícil de compaginar con muchos de sus
textos, incluso dentro mismo de Más allá del principio de
placer, y con todo lo que al respecto nos revela la clínica
psicoanalítica.
La tesis, apuntalada en muchos textos de Lacan, es que
la pulsión de muerte es la pulsión, a secas, y que en su reco-
rrido ella debe pasar por el rodeo de la vida.
LA CLÍNICA. Muestra siempre, en el decir de Freud, mez-
clas variables de los componentes eróticos y tanáticos. Cuan-
do hay defusión (Entbindung)es siempre porque la pulsión
de muerte aparece en cultivos puros. No se reconoce nun-
ca a la pulsión de la vida actuando sola. No se habla jamás
de Entbindungen eróticas. Es que Eros no podría existir sin
hundir sus raíces en la muerte. Lo contrario no es cierto.
NÍ'STO R A. BRAUNSTEIN
liEXUALIDAD. La humana, la del psicoanálisis, surge en l'I
campo del Otro y desde allí invade al organismo. La pul -
sión representa y metaforiza esta intrusión de lo sexual que,
por proceder y requerir del Otro, es alienante y, por serlo,
colinda con la destrucción del sujeto, con la muerte.
La pulsión indica que hay que realizar algo (" exigencia
de trabajo") para que el deseo sea reconocido en el Otro.
Por eso es que no hay más pulsiones que las sexuales, en
las fronteras de la muerte. Pulsiones que son salvajes, irre-
ductibles al principio de realidad y también a su dueño, el
principio del placer. Pulsiones que arrastran al más allá de
la autoconservación con la fuerza incontenible del deseo y
que impugnan la idea misma de ligazón y construcción de
unidades progresivamente superiores. Están en el origen de
la cultura a la vez que ésta sólo es posible a través de su
morigeración, postergación y sustitución así como por la
inhibición de sus metas que permite la fundación de víncu-
los humanos sólidos y relativamente estables. Si por algo
hay malestar en la cultura y si por algo era F reud pesimista
con relación a ciertos ideales de armonía era por conside-
rar que esta lucha de la cultura contra la rebeldía y el salva-
jismo de la pulsión sexual estaba perdida de antemano. Por-
que la pulsión sexual es muerte apenas desviada.
LAS ZONAS ERÓGENAS. Son los sitios donde la pulsión que-
da para siempre insatisfecha. Lugares del Organlust (placer
de órgano) que ofician como bordes de enganche a la vez
que como límites irreductibles de la pulsión.
No por casualidad son bordes u orificios a través de los
cuales se producen los intercambios del organismo con el
exterior, del espacio del sujeto con el espacio del Otro. Las
enumeraciones clásicas de estos orificios generalmente omi-
ten a los más importantes, las orejas, cuyo puesto de privi-
legio peligra a veces en manos de los ojos. La clásica res-
tricción a los puestos oral, anal y fálico es, por lo tanto,
arbitraria e ignorante.
 28
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
LOS BORDES. Comunican el exterior con el interior, pero
el interior psicoanalítico del hombre es aquel en el que se
penetra por donde el significante entra, en primer lugar,
ojos y oídos, pero también las demás cavidades en tanto que
por ellas salen y entran significantes del deseo del Otro.
No se trata de ninguna preinscripción en lo orgánico. El
intercambio se da entre el U no y el Otro y allí la leche y
la caca sólo intervienen como significantes.
Esta función del borde es alimentada y multiplicada por
lo imaginario: recuérdense los efectos erógenos del coito
de los animales para el hombre de los lobos, las teorías se-
xuales infantiles o la cautivación de la imaginación huma-
na por la actividad de la mantis religiosa. ¿Goza ella lo que
el hombre fantasea que gozaría la mujer en su lugar? ¿Son
zonas erógenas los Órganos imaginarios, tales como la cavi-
dad faltante en el hombre o la protuberancia fálica ausente
en la mujer?
Dada la especularidad imaginaria que constituye a las pa-
rejas, dada la presencia de lo simbólico como soporte y ar-
gamasa de lo imaginario, ¿no se engendra en cada humano
un monstruo proteiforme, andrógino y zoomorfo que es
el cuerpo del goce? ¿No es así como toda la superficie cor-
poral puede abrirse a esta estructura de borde que define
a una zona cualquiera como erógena?
ROLAND BARTHES. "¿El lugar más erótico de un cuerpo no
es acaso allí donde la vestimenta se abre? En la perversión
(que es el régimen del placer textual) no hay 'zonas eróge-
nas' (expresión por otra parte bastante inoportuna); es la
intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que
t''> erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pan-
1.11<'>11y el pulóver), entre dos bordes (la camisa entreabier-
1.1, el f.iUantey la manga); es ese centelleo el que seduce, o
111, ·im: l.l puesta en escena de una aparición-desaparición."
I! I ¡,/,,n-rdel texto, México, Siglo XXI, 1978, p. 17.]
1'N tW1 1 I< I< > Sí, ¿qué es un orificio para un fluido que lo
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN 'I
atraviesa? Es una zona de atracción y concentración done.le
se crea un flujo rotacional. El fluido -llamémoslo con el
nombre que le corresponde, libido- se invagina a través
de él, se aglomera dibujando una espiral en sus bordes y
desde allí se abre en una especie de arco anular hacia afuera
buscando algo que pueda contenerlo, orientado hacia un
orificio equivalente o complementario en el Otro que pue-
de incluso encontrarse en el propio organismo tratado así
como Otro para esa libido.
EL ARCO. Lacan dibuja a la pulsión como un arco (recuér-
dese su cita de Heráclito). Desde el borde orificial de con-
tacto e intercambio sale disparada una flecha-boomerang que
rodea al Otro y lo contornea para volver al punto de parti-
da en un encuentro placentero, imagen espectral del goce,
que halla su paradigma en la evocación freudiana de su ideal:
unos labios que se besan a sí mismos.
Lo que el arco contornea es el objeto de la pulsión, algo
que en el Otro habrá de responder al deseo que ella conlle-
va. La vuelta al punto de origen es su meta. El orificio que
hace de borde, rampa de lanzamiento y blanco para el mi-
sil en la fuente. La imperiosidad de su exigencia en el senti-
do de su capacidad para desplazar y postergar el juego de
otras pulsiones, su dominancia dentro del campo pulsional,
es su fuerza, presión o impulso (Drang).
Si se observa el dibujo lacaniano del arco de la pulsión
saltará pronto a la vista que se trata del mismo grafo que
el grafo del deseo o del "destapador" por el cual en la in-
terlocución el sujeto puede alcanzar el sentido de su decir
y de su desear tras atravesar recurrentemente las líneas del
enunc iado y de la enunciación.
AlMING. Nada más sencillo que pensar en la pulsión como
una suerte de tiro al blanco, de caza cuyo objeto es cobrar
la presa. Pero esto es volver al plano de la mitología bioló
gica y recaer en el modelo del hambre, . en la ideología d(·
la pulsión adaptativa.

30 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
Es tarde para ello. Y a es mucho el tiempo tanscurrido des-
de que se observó que el hombre ama más la caza que la
presa. Es más, que puede organizarse la caza más excitante
de todas, la de la presa imposible: la Dama del amor cortés,
Eldorado, la piedra filosofal, el Saber absoluto, la tierra
prometida.
El fin de la pulsión consiste en perseguir el objeto y no
en alcanzarlo, en buscar, en todo caso, los sustitutos alcan-
zables del objeto inalcanzable.
Lacan distingue entre aim y goal haciendo una distinción
en el cuadro del deseo que sólo la lengua inglesa permite
conceptualizar con precisión.
El goal es siempre más o menos decepcionante, mientras
que la actividad aiming that goalpuede ser verdaderamente
ilustrativa de la aspiración pulsional.
INHIBICIÓN DE META. Términos poco felices utilizados
para u:n destino pulsional que consiste en lograr algo
diferente de un fin pulsional supuestamente más completo
y no inhibido.
Si la caza puede ser y es más deseable que la presa y si
la idea del objeto puede dar caricias más placenteras que el
objeto mismo, entonces la pulsión inhibida en su meta (ziel-
gehemmt) puede ser la esencia de la pulsión, la que sostiene
al deseo organizando la ascesis, la que no se da por cumpli-
da con la posesión, la qúe "acicatea, siempre indomeñada,
hacia adelante".
De modo que la "inhibición de meta" bien pudiera ser
no un "más acá" del objeto sino un "más allá", más allá
de las cosas de este mundo, más allá de las imperfecciones,
cosa situada más allá de los bienes y los dones, en ese pun-
to donde se disuelve la imagen del yo y se contacta como
significante con un puro significante que es ajeno al reino
natural.
Esta "inhibición de meta" que puede ser, hablando en
,·i~or, un más allá de la meta es la clave de la sublimación.
F, en relación con ese punto más luminoso que se puede
,lr la traducción de Trieb como deriva.
,:11l11l
11
Nl'STOR A. BRAUNSTEIN
FLUIDEZ . El Triebfreudiano puede ser visto como la afluen-
cia del significante a un cuerpo que queda así habitado por
el lenguaje. O, más exacta y heideggerianamente, el cuerpo
pasa a habitar en el lenguaje.
La fluidez no lo es de hormonas o de cargas eléctricas si-
no de las palabras y de los signos que satisfacen el anhelo.
Que lo satisfacen o que lo desplazan y lo derivan.
Esta barahunda de flujos que se interceptan y que con-
fluyen hace fermentar un mundo en la fantasía. El hom-
bre, exiliado de sí para vivir en el Otro, se hace creador
al jugar con el símbolo que lo ha creado (Jort-da).
EL MITO. En el sentido vulgar y no técnico del vocablo, el
gran cuento, es el de que hubo alguna vez satisfacción pul-
sional, el de que existe, el de que puede haberla.
El concepto de pulsión es correlato del de insatisfacción.
Por eso la pulsión es antropógena: viniendo del Otro hace
aparecer un sujeto allí donde no lo había. Y lo hace desapa-
recer al presentificar en él a la muerte.
Freud partió del principio del placer y le asignó~la sobe-
ranía en el funcionamiento del aparato psíquico. Esta es la
hipóstasis biologista. Está en el punto de partida y no en
el de llegada, fue corregida por la investigación. F reud mis-
mo demostró que el hombre no es un ser que tiende a la
adaptación. Todo lo que es esencial en su comportamiento
se halla más allá del principio del placer y de la homeosta-
sis. El mundo humano surge por la obcecada aspiración a
superar el obstáculo y el fracaso. El hombre está sometido
a instancias ideales que lo apartan del confort y de la míni-
ma tensión que serían las metas para el principio del placer.
El hombre es un animal fallido. El propio camino hacia
la muerte transcurre por la complicación y por la persecu-
ción de lo difícil.
El lenguaje tiene la culpa. Del lenguaje es el mérito.
Nada mejor y nada peor pudo traer el esclavo Esopo
del mercado.
BEFRIEDIGUNGERLEBNIS(EXPERIENCIA DE SATISf AC( ]ON) . ( M .1
 32 LAS PULS!ONES Y LA MUERTE
la traducción de lo que en rigor es "vivencia de apacigua-
miento".) Es el mito, el cuento freudiano, de que alguna
vez hubo un estado de calma absoluta y que la pulsión tiende
a restaurar ese estado previo.
Si ese estado existió, de él no puede haber representación
alguna. No habiendo ni yo ni no yo no puede haber huella
mnémica o marca de tal situación. No obstante, la pulsión
es búsqueda apasionada de ese estado. Reencontramos así
lo ya dicho: la pulsión es de muerte, aspira a la disolución
del sujeto en la nada de la Cosa que a veces se imaginariza
como claustro materno.
LA FALTA. A partir de la cual algo ausente puede ser re-
presentado; es lo que posibilita la aparición de un sujeto
como sujeto de esa falta, es decir, sujeto de la pulsión como
empuje hacia el llenado de ese hoyo abierto en lo real por
la pérdida del objeto primero, pérdida sin representación
de eso que precedi6 al sujeto y abrió el surco para que él
pudiera germinar, de ese objeto que para que el sujeto pu-
diera ser debió ser abandonado irremisiblemente, la placenta
si se quiere figurarlo, molde y modelo de todo lo que debe-
rá abandonar y dejar caer en su vida, objeto a real que nin-
gún significante podrá devolverle sino como decepción o
frustración de su demanda: "Esto no es sino el indicador
de lo que te falta para ser."
El llenado de la falta, la ausencia de falta es lo que nunca
existió. La "vivencia de apaciguamiento" es la invocación
mitológica (no hay mito que no sea mito de los orígenes)
de un momento en que 1afalta habría sido sentida y luego
borrada de modo cabal en un sujeto. Cuando, en realidad,
no podía haber allí sujeto alguno.
IMPUGNAR A LA SATISFACCJÓN. Ésa es la función teórica del
concepto de pulsión. Esto va manifiestamente en contra de
muchos textos de Freud en los que se habla de Triebbefrie-
digung (apaciguamiento de la pulsión). Pero ¿quién podría
dejarde percatarse de que es el concepto mismo de Freud
NI \ IUR A. BRAUNSTEIN H
'>obre la pulsión el que cambió cuando él postuló l.i pul
.,ión de muerte y el más allá del principio del placer?
Desde ese instante la meta de la pulsión pasó a ser el m.rn
tcnimiento de la insatisfacción. Nuevamente el modelo
hambre-saciedad deviene un obstáculo epistemológico que
impide entender la novedad absoluta del concepto freudia-
no de pulsión, clave de la antropología psicoanalítica y pie-
za esencial de una nueva concepción de la historia que res-
ta en lo fundamental por escribirse.
MELANIE KLEIN. Para "la tripera" existen rastros o huellas
filogenéticamente adquiridas del objeto perdido. Las fanta-
sías originarias del bebé manifestarían un saber efecto de
reminiscencias y el mundo objeta! se crearía en el esfuerzo
por restaurar la plenitud del cuerpo materno. Las pulsio-
nes son en su teoría un dato primero y el aparato psíquico
estaría orientado desde un comienzo a la dominación de
las pulsiones de muerte por medio de la proyección.
SI ALGO FALTA a uno para ser tiene que dirigirse a otro
para poderlo tener. La falta en el ser instaura una nueva
dimensión: la de la demanda. El deseo de recuperar lo per-
dido se manifiesta en un pe(r)dido. Tampoco el otro puede
dar lo que uno ha pe(r)dido. En su lugar da algo, otra cosa,
un objeto que necesariamente es menos que lo que se de-
mandó, un objeto que frustra al deseo aun cuando pudiera
satisfacer la necesidad.
El deseo se define por ser exactamente la diferencia entre
lo demandado y lo recibido; está más allá de lo que con el
lenguaje se ha solicitado y más acá de lo que el otro ha po-
dido dar.
El deseo, al tener que pasar por la dimensión del lenguaje
y del Otro, deviene irrealizable.
HOYO EN LO REAL. Que es definitivo y que lanza .11\l'I p111
los desfiladeros de la demanda, a enhebrar signifir.111tl''>
q11"
 34 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
no pueden recibir del Otro otra cosa que significantes, in-
suficientes por naturaleza para colmar el agujero.
Esta búsqueda del significante del objeto causa del deseo
en el campo del Otro es lo que se pretende delimitar con
el concepto de pulsión, de deriva metonímica.
Sólo existe el ser por lo insuturable o incalmable de su
falta. De la falta en el ente, nos atreveríamos a proponer.
Esto fue sabido antes de Freud, mucho antes. Sólo que
el concepto del objeto perdido o de la falta originaria reci-
bía tradicionalmente el nombre de Dios. Puede decirse in-
cluso de Dios como causa en tanto que la falta del objeto
es el eje de la relación del sujeto con el mundo.
EL SÍNTOMA. Está ligado a la satisfacción. Freud lo supo an-
tes que nadie y su descubrimiento se llamó psicoanálisis así
como el método que empleó para llegar a él. Pero ¡aten-
ción! que la satisfacción no es del sujeto (que bastante dis-
placer le toca en tal "satisfacción") sino que el síntoma sa-
tisface en tanto que obtura o metaforiza la falta originaria.
El síntoma es la localización de una pulsión, acéfala y asub-
jetiva, que disimula a la vez que sostiene la falta. Es una
formación de compromiso que liga a la pulsión con la de-
fensa. Metaforizando la falta, Dios es un síntoma: ofrece
contentamiento a la insatisfacción original.
LA ALUCINACIÓN de la satisfacción no satisface a la exigen-
cia pulsional. Es más bien la evidencia de su no realización
en tanto que la estructura del objeto alucinado es la misma
que la del objeto demandado. Y -ya se dijo- nunca el ob-
jeto de una necesidad o de una demanda puede satisfacer
a la pulsión.
No es el objeto perdido lo que la alucinación puede recu-
perar. En Freud es muy claro que el objeto está siempre
perdido: el pecho se constituye como objeto del deseo cuan-
do se percibe a la madre como figura completa. Y es el ob-
jeto perdido el que constituye a la función de la repetición,
indisolublemente ligada al lenguaje.
NÍSTOR A. BRAUNSTEIN 35
LOS DESTINOS de la pulsión no incluyen la satisfacción. A
menos que vayamos al término extremo: la muerte. La pul-
sión, exigencia constante de trabajo, no puede conocer el
apaciguamiento definitivo. Encuentra, sí, objetos que la de-
rivan y la desplazan y que producen placeres. Este disfrute
de los bienes mundanales es alcanzado por la pulsión en el
síntoma, en el orgasmo, en el trabajo, en el arte, en la re-
versión contra sí mismo de un impulso dirigido hacia afue-
ra y en la transformación de una meta en su contraria dia-
léctica dentro de la unidad de una oposición significante.
La Befriedigunges un espejismo ofrecido a la pulsión, un
ideal que orienta al hombre en su insatisfacción ...
Un imposible, definición de lo Real. No es raro que se
le haya llamado Dios o que se haya buscado de tantas ma-
neras y siempre infructuosamente su nombre verdadero.
El psicoanálisis es la ciencia de esa imposibilidad. Safouan
habló de una ciencia del fracaso del principio del placer.
La ciencia de una paradoja: la de todas las molestias que se
to ma el hombre para alcanzar el goce por el camino del dis-
placer, engañado de rato en rato por placenteras distensiones.
LA DEFENSA. La pulsión es lo intolerable, una exigencia ra-
dical e imperiosa de satisfacción a la que el yo debe poner
límites, barreras.
El principio del placer, con el auxilio de su dependiente,
el principio de realidad, lleva a las cosas, los objetos susti-
tutivos, los bienes. Pero la pulsión, cualquiera sea, es una
intimación planteada al yo: "Escúchame, no podrás sobor-
narme." Y el yo responde reprimiendo a sus representan-
tes; sofocándola.
La benevolencia conciliadora de muchos espíritus gusta
soñar con una armonización entre el yo y las pulsiones.
¡Cuánta ingenuidad!
FREUD NO CREÍA en la satisfacción pulsional: "Creo que por
extraño que suene, habría que ocuparse de la posibilidad
de que haya algo en la naturaleza sexual misma desfavora-
 36 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
ble al logro de la satisfacción plena" ... "Ahora bien, esa
misma ineptitud de la pulsión sexual para procurar una sa-
tisfacción plena ... pasa a ser la fuente de los más grandio-
sos logros culturales, que son llevados a cabo por medio
de una sublimación cada vez más vasta de sus componen-
tes pulsionales. En efecto ¿qué motivos tendrían los seres
humanos para dar otros usos a sus fuerzas pulsionales se-
xuales si de cualquier distribución de ellas obtuvieran una
satisfacción total? Nunca se librarían de ese placer y no pro-
ducirían ningún progreso ulterior." [Sigmund Freud, "So-
bre la más generalizada degradación de la vida amorosa"
(1912), Obras completas,t. XI, Buenos Aires, Amorrortu,
1979, pp. 182-183 (el tema es retomado y ampliado en El
malestar en la cultura, 1930).]
FREUD SÍ CREÍA en la satisfacción pulsional: "Las pul-
siones sexuales de meta inhibida tienen, respecto de las no
inhibidas, una gran ventaja funcional. Puesto que no son
susceptibles de una satisfacción cabal, son particularmente
aptas para crear ligazones duraderas; en cambio, las que po-
seen una meta sexual directa pierden su energía cada vez
por obra de la satisfacción, y tienen que aguardar hasta que
ella se renueve por reacumulación de la libido sexual." [Sig-
mund Freud, Psicologíade las masasy análisis del yo, ibid,
t. XVIII, p. 131.]
LA SATISFACCIÓN. Es uno de lo~ puntos más contradicto-
rios del pensamiento de Freud. Lacan toma una posición
tajante, definida, en consonancia con cuanto venimos ex-
poniendo. Toda pulsión es de muerte. La satisfacción exis-
te en el plano de la necesidad y en el plano de la demanda.
No entra en el plano del deseo. La pulsión aspira a la insa-
tisfacción, es aim, contornea a la Cosa y vuelve sobre sí mis-
ma erotizando al cuerpo.
Lacan retomará este tema de la insatisfacción pulsional
en una fórmula ubicada en el límite de este trabajo: NO HA Y
RELACIÓN (O REAPORTE - rapport) SEXUAL.
N (\ lllR A. BRAUNSTEIN
¡; 1. OBJETO PERDIDO como objeto de un reencuentro pos1-
hlc (¿de Adán con su costilla?), como posibilidad de una
11ueva experiencia de satisfacción, motoriza toda la búsqueda
del hombre y es el responsable del paso del principio del
placer al principio de realidad. ,
La pulsión mitifica Q. Lacan, Ecrits, p. 853; EscritosII, p.
389] este real de la pérdida al desplazarlo al campo simbólico.
Los objetos terrenales son lo que no es el objeto perdido.
Llegan a ser después de una primera negación: no es esto,
no es aquello, y así el sujeto accede a un mundo de signifi-
cantes definido cada uno de ellos por su diferencia con otro
y por su no identidad con la Cosa.
MISTERIOS FREUDIANO$. Lo que nunca hubo (la Befriedi-
gung) organiza el funcionamiento de todo lo que hay.
El objeto que nunca estuvo hace ser al sujeto deseante y
es causa de su hacer.
La nada hace todo. Creación ex nihilo.
Como formulación provocadora, la de Norman Brown:
el psicoanálisis es la ciencia del pecado original. [Cf Eros
y Tánatos (1959), Mortiz, 1967.]
A condición, claro, de que primero haya el verbo. A con-
dición también de que primero haya un cuerpo sensible.
Tanto uno como otro existen. Por eso hay hombre.
En la intersección de dos inconciliables, el significante y
el _cuerpo, surge la pulsión, condición de existencia de un
suJeto.
GRAMATICALIDAD. El deseo del Otro por el sesgo de su de-
manda organiza a las pulsiones y éstas están estructuradas
como un lenguaje que se posesiona del cuerpo. Organ iz,1
ción significante que nada significa pero que será fucnH· d¡•
todas las significaciones. Allá se darán condensacionc., llH '
tafóricas (una pulsión por otra) y deslizamientos nw10111
micos (en la meta y en el objeto de la pulsión).
El juego pulsional es un juego de lenguaje. Freud oh.,,:,
vó que las permutaciones aparecen gramaticaliz,HI.,..,y q11, •
 38
LAS PULS!ONES Y LA MUERTE
hay una retórica del inconsciente. Habrá que tener en cuenta
esa peculiar conjugación del "yo lo amo" en el caso del pre-
sidente Schreber, las relaciones entre el amor y el odio tal
como se analizan en el artículo sobre las pulsiones, las me-
tamorfosis del fantasma en el artÍculo sobre la génesis de
· 1asperversiones (Ein Kind wird geschlagen), la forma en que
un nicht puede servir a la vez para levantar la represión y
para mantenerla o lo que puede pasar entre un glancey un
Glanz sin olvidar al glans en el origen del fetichismo.
DESEO DEL DESEO. "Este deseo de hacer reconocer su deseo,
en el que se verifica literalmente que el deseo del hombre
se enajena en el deseo del Otro, estructura en efecto las pul-
siones descubiertas en el análisis, según todas las vicisitudes
de las sustituciones lógicas, en su fuente, su dirección y su
objeto, pero lejos de que estas pulsiones, por mucho que
nos remontemos en su historia, muestren derivar de la ne-
cesidad de una satisfacción natural, no hacen sino modu-
larse en fases que reproducen todas las formas de la pulsión
sexual." Uacques Lacan (1955), "Variants de la cure-type",
Écrits, p. 343; Escritos11,p. 110.]
LA META INALCANZABLE. "La pulsión reprimida nunca ce-
sa de aspirar a su satisfacción plena que consistiría en la re-
petición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las
formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimacio-
nes, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y
la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pre-
tendido engendra el factor pulsionante, que no admite afe-
rrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que,
en las palabras del poeta, 'acicatea, indomeñado, siempre
hacia adelante'. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción
plena, en general es obstruido por las resistencias en virtud
de las cuales las represiones se mantienen en pie; y enton-
ces no queda más que avanzar por la otra dirección del de-
sarrollo, todavía expedita, en verdad sin perspectivas de clau-
surar la marcha ni de alcanzar la meta." [Sigmund Freud
N I STOR A. BRAUNSTEIN \1 1
(1920),Másallá del principio de placer, 0.C., t. XVIII, p. 42.)
No hay idea fundamental de Lacan cuyo origen no pue -
da rastrearse en este párrafo.
SINÉC DOQUE. La pulsión apunta al objeto real (el pecho,
por ejemplo) en tanto que parte del objeto simbólico. De
ese objeto simbólico (el mismo pecho) que lo es porque es
dado o negado, porque es un don que simboliza el deseo
del Otro. Esta parcialidad abre la posibilidad de sustitucio-
nes infinitas. Así, el lugar del pecho puede ser ocupado por
cualquier otro objeto que simbolice, como él, el amor ma-
terno. Y, especialmente, por ese objeto que puede expresar
el amor: la voz. Palabra que alimenta. Alimento que, por
ser don, es palabra.
EL DON. El deseo desea el deseo del Otro y pide su mani-
festación. Lo pide por los medios del lenguaje: el grito, la
palabra y la mirada demandante. Lo pide bajo la forma de
objetos significantes de ese deseo porque el deseo es un ob-
jeto no natural (Hegel). No se puede solicitar de este mo-
do: "Dame tu deseo." Hay que pedir algo que lo simbolice
pero que no es el deseo mismo, se pide un objeto. Pero,
así, el objeto es una coartada, lo que el Otro da al no poder
dar lo que se le pide. La satisfacción de la demanda llena
al estómago pero deja hambriento al deseo que aspira a otra
cosa y otra más. Toda demanda concedida es frustración
amorosa. Las madres generosas y los nursanalistas compla-
cientes lo saben bien. Es fácil dar objetos; basta con tener-
los. Es más, "conviene": el don demanda reconocimiento,
hace deudores. La madre llega a ser omnipotente porque
puede dar o negar el objeto.
Ese objeto es inespecífico, nada vale ni es en sí sino como
don: se instaura en una dialéctica del toma y daca de lo:-.
demandadores demandados, de los pedigüeños más o nw
nos insatisfechos, que encarrilará las modalidades amatori.1,
del sujeto.
Y el intercambio de dones erotiza los orificios del ninp1 ,.
 40
LAS PULSJONES Y LA MUERTE
EL OBJETO. Oscuro es el de la pulsión, contingente, irrele-
vante, listo para toda clase de sustituciones, caracterizado
más por lo que no es que por lo que es, es decir, por no
ser el objeto perdido, la Cosa. Es el objeto que insatisface
a la pulsión, que es contorneado por ella en aquel arco he-
racliteano que retorna al punto de partida erotizándolo.
Su carácter negativo es su esencia. Existe como una dife-
rencia (une différance- Jacques Derrida) entre lo deman-
dado y lo alcanzado. Distingue y difiere; mantiene así a la
pulsión en actividad. Insatisfecha. Derivante.
EL BLANCO. La pulsión apunta y dispara. En su camino re-
cibe del Otro un objeto: pecho, mirada, voz. La pulsión
lo rodea y vuelve para compararlo con una huella dejada
por lo real inaccesible. El objeto es registrado como signifi-
cante de lo que no alcanza para colmar la falta. La pulsión
apunta de nuevo ...
El objeto alcanzado es el del sistema preconsciente que
está en relación de reconocimiento-desconocimiento con ese
objeto ideal impensable: la Cosa.
PRESCINDENCIA. El cumplimiento del fin pulsional sexual,
podríamos decir el logro del placer con mantenimiento de
la insatisfacción, puede prescindir de un objeto real. Así se
explica que la pulsión sea autoerótica y pueda bastarse con
un fantasma. Claro que lo irreal del fantasma no le quita
su materialidad, eso que con Lacan llamamos lalengua. Y
esta prescindencia del objeto real ajeno es posibilitada por
el símbolo, fundamento y sustancia del (auto)erotismo.
LA PALABRA. Con su posibilidad de diferenciar y de diferir
es el sustituto privilegiado del don. "-Dame." "-Sí. Ma-
ñana." Eso es lo que el otro da cuando no puede dar.
Este don aplaza y mantiene la imposible satisfacción pul-
sional. Fundamenta la re-petición. Así debe ser. La satisfac-
ción no puede alcanzarse hacia atrás; imposible remontar
N I \IOR A. BRAUNSTEIN 11
1·1tiempo. Y tampoco hacia adelante porque el significantl'
110 puede devolver lo real. Así, el hombre avanza entre dos
111urallasde imposibilidad y deviene histórico. "Lo real es
lo imposible."
1 /\ COSA.Perdida en un comienzo que nunca existió, actúa
rnmo un Otro absoluto del sujeto que aparece siempre
privado y aspirando a ella, a reencontrarla, a buscar sus sig-
nos, a detectar en la realidad circundante lo que a ella pu-
diera conducir. Es una alucinación primaria, huella mné-
mica de algo trascendente que organiza a la percepción y
sostiene la deriva humana.
Esa Cosa, sobre la que se volverá en el trabajo dedicado
al amor, es un hoyo constituyente del ser que, según se lee
en Tótem y tabú pretende llenarse con la religión, bordear-
se con el arte o negarse con la ciencia. Y que el psicoanáli-
sis coloca en el centro de su reflexión como fundamento
de su pretensión de diferenciarse de arte, religión y ciencia.
FL OBJETO Y EL YO. No pueden confundirse el objeto de la
demanda y el don, que pertenecen al orden imaginario, con
el objeto de la pulsión, el objeto último, el no ser de las
cosas, que remite a lo real y que vanamente trata el discur-
so de aprehender.
Por ser imaginario el objeto es equiparable al yo y se in-
tercambia con él. Cuando este objeto imaginario se pierde
el yo se apodera de él por identificación y lo incluye
en su estructura. El yo es intercambiable con los objetos
de su demanda.
Se ahonda así un abismo infranqueable entre la pulsión
(acéfala) y el yo. El yo atiborra de objetos imaginarios a
la e'xigencia pulsional pretendiendo amueblar el~vacío. Pe-
ro jamás podría concordar el yo con la pulsión. El es barre-
ra y defensa contra la organización pulsional.
a. Es aquello que la pulsión contornea con su arco sin po
derlo alcanzar. No es el objeto del deseo sino la causa del
 42 LAS J>ULSIONESY LA MUERTE
deseo, su primer motor, eso que la sostiene, eso que la im-
pulsa a buscar objetos.
La relación con el a define al sujeto que es su contraparte
en el fantasma.
a que es tronco de un árbol cuyas ramas son todos esos
objetos que se constituyen en tanto que perdidos e irrecu-
perables. En su progenie cabe incluir placenta, pecho, he-
ces, mirada, voz, objetos todos que no pueden servir para
~ada. E_salrededor de ellos que se instaura el sujeto del
mconsc1ente.
DOBLE POSICIÓN DEL a con respecto del sujeto. Es un resto
que cae y se expulsa; las heces serían su paradigma. Y, a la
vez, es eso que debe perderse para que se ponga en marcha
la operación de subjetivación y posibilitar la existencia de
un g deseante.
Es un desecho y una causa, une cause qui cause toujours.
VORSTELLUNGSREPRASENTANZ (REPRESENTANTE DE LA REPRE-
SENTACIÓN). En Lacan no es, como lo es en Freud, uno de
los dos componentes que representan a la pulsión en el psi-
quismo, esto es, el componente representacional, mientras
que el otro es el afectivo [cf. Michel Tort], sino el signifi-
cante binario, núcleo de la Urverdrangung, de la represión
originaria, que será abordada en el próximo capÍtulo.
Este significante binario de Lacan debe concebirse con re-
lación al significante (o rasgo) unario, surgido en el campo
del Otro y fundamento de la problemática unidad del sujeto.
Ya lo habíamos especificado: entre S1 y S2 debe interve-
nir S, un sujeto que se eclipsa en la producción de enuncia-
dos. Un punto esencial de la re-flexión lacaniana sobre el
Vorstellungsreprasentanz es que impugna la idea, presente
en Freud, de un momento primero de la pulsión anterior
a su ligazón con representantes representacionales y afecti-
vos. En Lacan la pulsión aparece vinculada a la demanda,
siempre articulada en el seno de un encadenamiento
significante.
NI\IOR A. BRAUNSTEIN u
l· I SUJETO ES EL REPRESENTANTE DE LA REPRESENTACIÓN. El
~ujeto desaparece y se metaforiza al pasar de la enunciación
.11enunc iado, se desconoce en sus enunciados, en sus reprc -
.\l'ntacio nes. En esta medida el sujeto de la enunciación es
1nconsciente; sobre él recae la represión. Es él, el sujeto, el
representante de la representación articulada que lo presen-
1ifica eclipsándolo de la cadena significante.
En Freud la ligazón teórica entre pulsión y Vorstellungs-
reprasentanz es inmediata. En Lacan la pulsión es asubjeti-
va y se expresa en una cadena significante de enunciados
donde el sujeto de la enunciación es ese resto que cae como
no pudiendo encontrar su lugar en la cadena. Y ese, resto
es el Vorstellungsreprasentanz. [Michel Tort (1966), "A pro-
pos du concept freudien de 'représentant' (Reprasentanz)",
Cahiers pour l'analyse, núm. 5, 1966, pp. 37-64. En español,
en Gregario Baremblitt et al., El concepto de realidad en psi-
coanálisis, Socioanálisis, Buenos Aires, 1974, pp. 175-206.]
IJacques Lacan, Seminarios del 3 de junio de 1964 y del 19
de mayo de 1965.]
EL CUER PO DE LAS PULSIONES. No es el de las pulsaciones,
sístoles y diástoles, contracciones y distensiones, sino un
cuerpo que está escrito, trozado, descuartizado, animado
de sentido.
Este cuerpo no se tiende en los anfiteatros de anatomía.
Está ubicado en el discurso, llega a ser cuerpo porque em-
pezó al ser animado por el deseo del Otro y es por eso que
es sustancia gozante, cuerpo-collage de pulsiones parciales
que erotizan Órganos y funciones en montajes dislocados.
La madre, en tanto que deseante, es quien marca los
puntos significantes del cuerpo de su hijo. Después, cier-
tamente, de aceptar la imposible reintegración de ese
cuerpo, sometida como está a la Ley del Padre.
QUELLE (FUENTE). Es el lugar del cuerpo donde resuena y
consuena el deseo del Otro que pasa por los artificios pro
c.:ustianos de su demanda. Es el lugar del placer de órgano,
 44 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
de una demanda imposible de saciar, abertura del tonel sin
fondo del deseo.
Nada de ese deseo pasa por lo orgánico, por algún pruri-
to o requerimiento de estimulación de la zona anatómica
considerada en el plano de lo real.
No hay tampoco un escalonamiento temporal, una suce-
sión preestablecida de activaciones de las zonas erógenas.
Así como no hay pasaje o transformación de las pulsiones
de una en otra.
LA TEORÍA DE LA LIBIDO. Es requerida en el psicoanálisis para
unificar el campo de los fenómenos que se presentan en la
experiencia. En Freud, la libido, reductible en última ins-
tancia a la fuerza del deseo masculino y por lo tanto en es-
trecha relación con el falo, es una objetivación cuantitativa
del deseo que permite dar cuenta de aquello que es movido
por ese deseo y de sus vicisitudes.
Decir que la libido es la energía del deseo inconsciente
implica negar, en un mismo movimiento, que sea la ener-
gía comandada por el principio del placer. Por el contra-
rio, si hay un principio que guía al deseo, éste no es el del
placer sino el de la imposibilidad y el fracaso del placer de
satisfacción.
Es la energía del deseo en tanto que nostalgia, en tanto
que anhelo de la recuperación de la unidad perdida en el
momento de la separación de la placenta, mito lacaniano
que se sobrepone al otro, más divertido, del andrógino pla-
tónico. El mito lacaniano cuenta que cuando se produce
la separación de la placenta se desprende del organismo una
finísima laminilla qúe reviste al cuerpo y al mundo, que es
como un órgano viviente que se expande, emite seudopo-
dios, se condensa, se coagula, se derrama en una extensión
variable de territorio. La libido es, en esta invención de La-
can, una laminilla retráctil que viste, in-viste y re-viste al
mundo de un sujeto particular.
Como Órgano es lo que representa al órgano por an-
tonomasia en el sujeto, y como función es la función
pura del Eros.
4',
Nf \ I< ll\ A BRAUNSTEIN
I IJ<;'l'ORIA DEL CUERPO PULSIONAL. Nada se pierde, nada se
11 ., nsforma. Todo se conserva viviente, todo se historiza.
L,,.,capas de lava se acumulan una sobre otra. La laminilla
1:1111scrva sus prerrogativas sobre los objetos ya investidos
puede retornar a ellos en el proceso llamado de regresión.
( :uadros de Dalí con insólitos plegamientos, cuadros de
M.lgritte donde el ojo es atravesado por el cielo y las venta-
11.1s se rompen llevando en sus cristales fragmentados el pai-
,.,jc que por ella se transpare11taba, cuadros de Archimbol-
do que figuran rostros por superposición de flores, peces,
11.\lnaso frutos arrancados a la Naturaleza y ensamblados
por el lenguaje pictórico, variante del discurso.
La pulsión: un collage heteróclito y estrafalario de frag-
111entosincongruentes que se arma en una imagen especu-
1.,rque aprendemos a reconocer como nuestro cuerpo y que
llamamos yo.
nuANG (PRESIÓN o EMPUJE). Por reconocidos que estemos al
traba jo de traducción de J.L. Etcheverry y por interesados
que estemos en unificar las referencias a Freud que se ha-
len en español, jamás podríamos seguirlo en su propuesta
de traducir Drang por "esfuerzo", término que no tiene
relación alguna con el concepto freudiano. Preferimos "pre-
,ión" porque alienta el vínculo Drang-Verdrangung
(represión).
Lacan subraya complacido una expresión de Freud: el
/)rang es una fuerza constante (konstante Kraft). Siendo así
,u modelo no es el de la energía biológica sometida a exa-
cerbaciones y remisiones, estructurada diacrónicamente en
ritmos variables.
Si es konstante Kraft no puede tratarse de una energía ci-
nética que, pasado un cierto umbral de descarga, se resol-
vería en movimientos. Lo destacable es que la afirmación
de la presión como una fuerza constante excluye la posibi-
1idad de que ella alcance jamás algún tipo de satisfacción
o que pueda plegarse a los modelos del hambre o del
orgasmo.
Es cierto que la expresión de konstante Kraft aparece en
 46 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
un momento decisivo de la teoría de Freud. Pero hay que
reconocer también que esta konstante dista de ser una cons-
tante a lo largo de la obra de Freud. Reléase en este mismo
capÍtulo la referencia a "lo que Freud no creía" y a "lo que
Freud sí creía" para constatar las oscilaciones de su pensa-
miento sobre el particular.
DRANG. EN EL CAMPO FREUDIANO. Independientemente de
los planteos biologistas que ocasionalmente desdibujan su
ruta, es allí donde encontramos el secreto del Drang.
Es claro que no se puede asimilar el Drang a una necesi-
dad, a una exigencia vital, a una pura y simple tendencia
a la descarga. Nuevamente se ve aquí que la pulsión es trans-
gresión al principio del placer.
La necesidad afecta a la totalidad del organismo mientras
que la pulsión afecta al aparato psíquico y pone en marcha
allí ciertas operaciones defensivas; concretamente, es repre-
sentancia del ello ante el yo. La necesidad pone en juego
los mecanismos del stress;la pulsión pone en juego a la an-
gustia de castración. La necesidad va seguida de una descar-
ga fisiológica, la pulsión no es descarga sino insistencia re-
petitiva de los significantes de una demanda imprescriptible.
La presión no es una energía cinética, no se comprende
según leyes termodinámicas. La pulsión está comandada por
una irrefrenable compulsión de repetición. Es eterna. En
este sentido es una "fuerza constante" que se ve operando
en el campo freudiano, esto es, en la sesión analítica.
ENERGÍA E HISTORIA. En 1931 Bernfeld y Feitelberg propu-
sieron distinguir entre las pulsiones de muerte, intervinientes
únicamente en un registro energético, termodinámico, y las
pulsiones destructivas y sexuales que dejarían marcas me-
morables de su paso y que, por lo tanto, serían históricas.
De este modo, las pulsiones de muerte, fuera de la historia,
no serían propiamente pulsiones sino la manifestación en
lo psíquico de la entropía reinante en lo físico.
Lacan argumentó en contra de esta posición (Seminario
N I \l<lll A. BRAUN STEIN
,obre la ética en el psicoanálisis) y sostuvo que la pulsión
de muerte, originada en el Otro, en el campo del lenguaje,
,.., la forma radical de la pulsión (de la pulsión a secas, co-
1110 hemos dicho) y que es por el significante que la pul-
\lÓn existe e inscribe sus marcas en la historia .
La historia de la pulsión es un efecto de la pulsión en la
lt1'itoria. La pulsión es el proceso que hace del hombre un
.111im al no natural, un animal histórico.
n1KÉY TEKHNÉ. La historia, postula Freud en El malestar en
li1cultura es el resultado de la lucha eterna entre la pulsión
de muerte y las pulsiones de vida.
La historia, dice Heidegger en su Introducción a la meta-.
(~ica,es el resultado de la lucha eterna entre diké y tekhné,
entre la norma instituida que aglutina unidades cada vez
más complejas y tekhné, la actividad disolvente del hombre
que impugna los órdenes y las órdenes de lo establecido para
destruir lo existente y crear nuevas formas de existencia.
En un trabajo anterior hemos opinado que ambas con-
rept ualizaciones se recubren y convergen pero que la hei-
deggeriana es más ajustada pues elude los equívocos biolo-
~istas ineluctablemente vinculados a los conceptos de vida
y muerte. [Néstor A. Braunstein (1980), "Nada más sinies-
tro (Unheimlich) que el hombre", en A medio siglo de "El
malestar en la cultura"de Sigmund Freud,México, Siglo XXI,
1980, pp. 215ss.]
'-.FXUAL TOTAL. Otro mito, otro cuento, es el de que exis-
tiría en alguna parte una pulsión sexual total respecto de
la cual las pulsiones reveladas por la experiencia analítica
serían parciales.
Si la función de la sexualidad es concebida en términos
biológicos su meta sería la reproducción. Pero, de hecho,
no existe para la especie ninguna representación psíqui ca
de la reproducción.
En efecto, el encuentro más o menos fortuito del csp1.·1
mato zoide y el óvulo carece de significación para el psiqu"
 48 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
mo donde no se conserva registro del acontecimiento.
Pero, ya sobra decirlo, la sexualidad humana es búsque-
da del reencuentro con los significantes del placer. Así las
cosas, no hay en el hombre otras pulsiones más que las par-
ciales, parciales respecto al goce cuyo camino indican, las
que se instauran por accidentes y sobresaltos inducidos por
una experiencia que lo es de lenguaje recayendo sobre pun-
tos seleccionados de la superficie corporal donde engendran
el placer de órgano.
LA PULSIÓN PARCIAL. Es la manera en que este rodeo que
es la vida en el camino de la muerte se inscribe en el cuerpo.
Es un corte, un recodo, una inundación o un súbito secado
del flujo sensorial por una zona de borde que inscribe en
ella una marca registrada psíquicamente como significante.
La pulsión parcial recorta y fragmenta el cuerpo hacien-
do de él un rompecabezas que se integra como unidad en
la imagen especular, imagen análoga a la del otro.
ALIENACIÓN. De la fragmentación implantada por la par-
cialidad de las pulsiones sale el sujeto a través de la aliena-
ción que representa la identificación con la unidad del otro
en el espejo que le devuelve la unidad del propio cuerpo.
IDENTIFICACIÓN. Sometido a la demanda del Otro y como
manera de retener a ese Otro, el sujeto pretende entregar
su a, se identifica con los significantes de lo que el Otro
le demanda, se fragmenta en una multiplicidad de yoes que
vienen a ocupar su lugar, a habitarlo, a colonizarlo. Estas
identificaciones (alienaciones) están movidas por el deseo
pero no llegan jamás a satisfacer la pulsión permitiendo así
el desplazamiento metonímico. Su multiplicidad obra co-
mo escudo que previene contra una siempre posible identi-
ficación aniquilante.
LA FALLA FECUNDA. Soporte imaginario de lo que falta al
sujeto en el ser, el Otro es el destinatario de una demanda
1 \ 1, ll( A BRAUNSTE!N l'.I
ci:>11la que el sujeto trata de restaurar la unicidad perdid.1.
1~111rega su hambre, sus excrementos, su mirada, su voz, su
1111or, como soportes ae su ser que le requiere el deseo dd
de una dc-
< )( ro. Estos dones son, a su vez, m<1tJ.ifestaciones
111,rnda sexual que debe atravesar por el camino de las pul-
, 11mes parciales en un régimen de intercambios regido por
1 I significante.
De todos modos, el Otro está carente (A) de esto que se
le pide. Esta desventura del deseo es su constituyente esen-
1 1.11. Nada de lo que el Otro puede entregar colmará jamás
la falta (a) por la que el sujeto accede a la existencia.
La razón última de esta falla fecunda del ser radica en la
di visión sexual que consagra a ambos sexos a la incomple-
1ud, a la búsqueda del pedazo de andrógino que les falta,
.mimados por la promesa de lo imposible: "y serán una
.,ola carne".
< )BJETO PARCIAL. Mientras que las funciones del cuerpo son
rnntinuas en el tiempo, los objetos que ellas requieren o
que de ellas emanan s;m discontinuos. Es así que los obje-
tos son parciales respec~o de las funciones que los produ-
cen: escíbalos, chorros de semen, de orina, pecho y demás
.llimentos que se inscriben como cortes significantes de di-
ferencias en relación con la continuidad vivida.
Alternancia de presencias y ausencias, de antes y después,
de tensión y distensión. Por eso erotizan a los bordes y
por eso se localiza en esos bordes la función del principio
del placer.
El corte constituye al objeto parcial. El pecho que inte-
resa al psicoanálisis no es el de la anatomía sino el del des-
tete ... Y ese pecho recibe su valor pulsional por ser ofren-
da del Otro como objeto parcial, como parte del objeto de
amor en tanto que don simbólico que puede otorgarse o
negarse .
La pulsión parcial se organiza a partir de un intercan1
bio, de un toma y daca. La dialéctica de esta reciprocitl.td
está organizada por aquello que constituye la falta en el
Otro; el Falo.

50 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
LA DIFERENCIA SEXUAL. No encuentra una clara represen-
tación en el aparato psíquico. La oposición masculino-
femenino, relativamente clara en la biología, es reflejada po-
brevemente, confusamente, por la oposición actividad-pasivi-
dad que rige en el inconsciente y que funciona a través de
las pulsiones parciales. De esas pulsiones parciales que se
clasifican arbitrariamente como activas y pasivas. Mas, ¡cuán-
to trabajo se toma el exhibicionista para ha~erse mirar!
Por otra parte, la diferenciación masculino-femenino tal
como se revela en la clínica es un hecho que depende ine-
quívocamente del lenguaje. ¿Cómo explicar si no que tal
oposición sólo llegue a ser significativa después del pasaje
por el par Edipo-castración y mucho ant es de la pubertad?
ACT IVIDAD-PASIVIDAD. La única libido es de naturaleza mas-
culina, manifestada en el inconsciente como actividad. Así
lo hemos creído desde que nacimos al psicoanálisis pero tal
afirm ación parec e contradecirse con la experiencia clínica.
Por varias razones. Una, muy evidente y ya apuntada,
es que el cumplimiento de una pulsión de fin "pasivo"
supone un sostenido esfuerzo activo. Dos, que la actividad-
pasividad es definida analíticamente por los contrastes gra-
maticales que no suponen ningún sustrato real (por ejem-
plo, ¿cómo definir en la perspectiva del inconsciente lo que
es actividad· y lo que es pasividad con respecto al par
masoquismo-sadismo que no se superpone de modo algu-
no al par hacerse pegar-pegar?). Y tres, lo más importante,
y que ya hemos adelantado, que en tanto que es ineludible
el rodeo por el Otro que habrá de reconocer al deseo como
deseo de deseo, la meta esencial de toda pulsión pareciera
ser pasiva y consistir en ofrecer algo, en hacerse mirar, chu-
par, cagar, reconocer por el Otro, sea como fuere.
EL ELLO ,caldera plena de hirvientes estímulos pulsionales.
Para Lacan, comparable a una lotería donde todas las bolas
coexisten sin oponerse en una sincronía que lo es del siste-
1\ 1lll\ A. BRAUNSTEIN ~1
111.1 significante, donde todas las combinaciones y permuta -
,.,oncs son posibles según las leyes del proceso primario.
1k esa sincronía (que lo es de la enunciación) surge una
, ,,dcnac ión diacrónica en función de la circularidad de las
, lcmandas con el Otro, una sucesión ordenada de los signi-
l 1t antes en un discurso (un enunciado).
Reservorio que es una barahúnda pulsional pero no de
l.1spulsiones como misteriosas instigaciones procedentes
dl' lo somático sino como copresencia de diferentes repre-
M'ntantes de la representación (Vorstellungsreprasentanz),
for-
111ade existencia de la pulsión reprimida.
Nadie habita en el Ello. Es Ello porque no hay allí
l ·L YO .
ningún sujeto. Las pulsiones viven en él el libre juego de
su combinatoria. En ese torbellino es que el sujeto llega a
hacerse un lugar, a pretender imponer un orden que es sos-
t cnedor de la represión.
Ese orden se organiza desde un yo del enunciado que es-
ti desde siempre divorciado del Ello (nada de génesis gra-
dual y diferenciación progresiva, por freudiana que sea la
.lseveración), del sujeto de la enunciación. El yo resistente
y represor traspone distorsionando (entstellt) a la pulsión
que aparecerá en el enunciado expresada en términos de
demanda.
Y en el discurso articulado del yo !alengua que el habiente
habita, lalengua materna, se colará produciendo insólitas for-
maciones del inconsciente que no son sino modalidades del
despuntar de la pulsión en el discurso.
GÉNE SIS DE LA PULSIÓN. Nada queda del psicoanálisis si se
pretende explicar a la pulsión por escozores que aparecen
en el cuerpo según alguna clase de ordenación preestable ci-
da bajo las formas complementarias de la predestinaci6n fi
siológica o del apuntalamiento en una satisfacción natur ;ll.
Sólo hay un origen para la pulsión que la razón psiro ,\
nalítica puede avalar: el deseo del Otro que hace del lwh{·
un objeto antes de que pueda ser éste, para sí, sujc:to. Y , ¡
 52 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
hay deseo en el Otro es, se sabe desde Platón, porque en
el Otro hay falta y el niño es objeto llamado para llenarla.
Y objeto privilegiado pues el niño fue ofrecido como pro-
mesa a su madre para que ella saliera del Edipo.
DESARROLLO DE LA PULSIÓN. Tiene lugar en este dar y reci-
bir sustancias corporales que es ya manifestación dialéctica
y que alcanzará su culminación en las resignificaciones re-
troactivas habilitadas por la expansión plena de la función
del lenguaje.
No hay una migración natural de la libido sobre las zo-
nas erógenas paseándose de la boca a la cola para después
quedarse a vivir en el pito. Las "transposiciones de la pul-
sión" (1917) son el resultado de una delicada y variable re-
lación entre la demanda y el deseo.
LA DEMANDA. Consiste en invocar al Otro para que se ma-
nifieste como deseante y entregue un don como símbolo
y prenda de su deseo.
La demanda es demanda de amor y la entrega del don la
satisface porque conlleva un reconocimiento.
Este don no procede del otro de la relación dual. El pe-
cho materno y todos los dones que lo sustituyen en línea
de descendencia hereditaria no aparecen en una relación ob-
jeta! con el otro imaginario sino que vehiculizan el deseo
del Otro.
Mas el otro no siempre responde a la demanda aceptán-
dola y satisfaciéndola. Puede también rehusarse. Queda en
claro que la demanda, independientemente de que sea sa-
tisfecha, aceptada o rechazada, expresa el poder adquirido
por el otro que es su destinatario. Este poder hace que para
el demandante la relación con el demandado se cargue de
ambivalencia. Dado el desamparo del cachorro humano este
poder del otro de acceder o rehusarse a su demanda es po-
der de vida o muerte, omnipotencia.
La de¡:nanda, el grito, es expresión de una alienación ori-
ginaria. Para subsistir el niño depende del deseo del Otro.
N I , 1llR A. BRAUNSTEIN -~ 1
f>MNIPOTENCIAS. El niño se coloca como deseante pero
t.unbién el otro, en tanto que carente y sometido al Otro
1rmsubjetivo, es demandante y deseante.
La omnipotencia del otro es rápidamente contrabalan-
ceada por la omnipotencia del niño que también puede re-
husarse, por ejemplo, a recibir el alimento o, también, a
dejar dormir o, también, a controlar sus esfínteres. A ser
un "buen niño" que cumple mansamente con las deman-
das de sus mayores y recibe sus dones con gratitud. Con
la anorexia y con la constipación o con sus berrinches el
niño se hace amo de su amo.
La omnipotencia de cada uno es un efecto de la falta del
Otro (A).
PRIMACÍA DE LA DEMANDA. Pues no hay pulsiones sino en
el campo estructurado por el entrecruzamiento de las de-
mandas de reconocimiento del deseo de cada uno.
Lo demandado pasa a ocupar el lugar del objeto a esca-
moteado en el origen. Se demanda por medio del lenguaje
algo que el lenguaje no puede articular. La demanda está
destinada a preservar la hiancia de la insatisfacción del deseo.
La demanda, y esto lo ejemplifica la marcha de una análi-
sis, progresa desde su punto de partida, el pedido de algo,
un saber, la cura, el goce, el pase, etc., hasta un cierto
punto que es el punto de identificación. La experiencia psi-
coanalítica aparece centrada en torno a la secuencia deman-
da-transferencia-identificación.
LALENGUA ES LALENGUA MATERNA. Con su fluir, con sus
escansiones, con sus jadeos y suspiros, con su rudeza, sua-
vidad, ternura y pasión transmite sus anhelos transvestidos
como demandas. Lalengua materna organiza las repeticio-
nes infantiles y erige las imprescindibles barreras que tra
ban su satisfacción. Estructura la temporalidad infantil ht
cha de flujos y paroxismos, de estancamientos y ráfagas.
Vehiculizando el Nombre del Padre como metáfora, lanza
a metaforizar.
 54 LAS PULS!ONES Y LA MUERTE
Lalengua hace la demanda hace la pulsión hace el estilo.
Ylapulsióneselestiloeselhombre.
EROTIZACIÓN. ¿Qué no se erotiza en este juego de intercam-
bios? Todo. El don recibido en respuesta a la demanda y
que alcanza un valor simbólico independiente por comple-
to de su relación con cualquier ciclo instintivo. También
erotización del vínculo demandante-donante. Además, ero-
tización de la actividad corporalque pone al niño en pose-
sión del objeto real demandado.
Subrayado: esta erotización es capital con respecto a la
voz, al arrullo, al canto de cuna, a la espera jadeante de la
palabra portadora de reconocimiento, a ese pensamiento y
esa palabra del niño que se pronuncia en respuesta a la de-
manda del Otro: ¿sabes?, ¿me quieres? Erotización también
de la boutade, de la insólita ocurrencia infantil que los adul-
tos se repiten con inefable goce narcisista. Erotización, en
fin, del espíritu.
EL GRITO. Sí; también el de Munch. El grito, esa primera
conjugación de la demanda y la pulsión. Aquello con lo que
se demanda el auxilio del prójimo es a la vez fuente y obje-
to de la pulsión invocante que recorre el arco ya clásico ro-
deando a ese otro que debe hacer resonar la demanda.
Bastión inaugural de la invocación y de la plegaria, mani-
festación originaria de la alienación en el Otro y, a la vez,
regulador pulsional que responde al principio del displa-
cer/placer. En la desesperación y en el orgasmo, allí, el grito .
Esencial en esa pulsión oral que se satisface tantas veces
en el momento de ordenar el menú.
Es la providencial comunidad topológica de la boca para
hablar y para comer. Que también puede funcionar como
ventosa para aspirar palabras ajenas, como esfínter siempre
disponible para la coprolalia, como erguido órgano de la
seducción en la manifestación de un deseo violador.
PALABRA que creyendo demandar objetos demanda decep-
ciones para que el juego prosiga.
i l \1 OI\ A. BRAUNSTEIN 55
1 A DECEPCIÓN con el objeto real es provocada por una
1·,1zónde fondo, estructural. Que se acceda a entregar lo de-
1t1.1ndadoy saltará a la vista. Pues ya se dijo: sólo se puede
, 11orgar un objeto real que simboliza lo que no se puede
d,lr: el deseo.
La satisfacción de la demanda es una compensación susti-
tutiva de algo que no es natural y que es intransferible: el
deseo. Su lugar está siempre al margen de la demanda, más
.,cáde ella y más allá también. Porque es intransferible está
en el origen de la transferencia. Y sometido a la decepción
m to do intento de gratificación.
Que quede constancia de esta diferencia llamativa: el ob-
JCtoalucinado da cumplimiento al deseo (por lo menos hasta
que se produce la descarga), el objeto real lo decepciona.(!)
EL ANIQ UILAMIENTO del sujeto puede lograrse por la satis-
facción de la demanda, especialmente si el objeto satisfac-
tor es aportado antes de que sea demandado.
Es menester que el otro sea incapaz de darlo todo, que
el otro se vea obligado a denegar y a postergar para que el
yo como sujeto de la demanda pueda constituirse. Siempre
se supo: hay amores que matan. Son esos amores "a todo
dar" que no piden más que el reconocimiento de su omni-
pote ncia dadivosa.
Si la demanda es satisfecha en lo real no queda lugar para
la alucinación de la satisfacción que empuja al hablente a
const ruirse un mundo de deseo en la alternancia del placer
y la realidad. Sólo subsiste entonces, soberano, el principio
del Nirvana.
LO REAL debe permanecer siempre como lo imposible pa-
ra que pueda haber deseo y existencia derivante del sujeto
entre la demanda que lo constituye y la demanda apalabra-
da que él articula.
La insatisfacción es el motor del sueño. Que te dejen, Ani-
ta, sin fresas ni frambuesas y tu deseo se hará inmortal. Al
fin y al cabo un sueño no es otra cosa que la resistencia y
 56 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
la insistencia de ese real imposible que encuentra su causa
en el a y su razón en el imposible del reaporte sexual, en
el corte impuesto al hombre y a la mujer por la sexuación.
La insatisfacción impone sus chocantes condiciones al
principio del placer y fuerza al psiquismo a proceder a esa
desexualización creadora de objetos en tanto significantes
que damos en llamar principio de realidad. Fuerza a matar
la muerte hablando, creando.
ORALIDAD. La zona erógena, la boca para el caso, es el
sitio de los intercambios, donde la demanda quiere satisfa-
cerse y el deseo se insatisface e insiste planteando una nue-
va demanda.
La vida empieza en esta intersección de demandas: alimen-
tarse, ser alimentado, alimentar, devorar, ser devorado, in-
corporar, ser incorporado, recibir y dar. Si las cosas van
bien, como deben, estas demandas recíprocas son desbor-
dadas por el deseo que aspira a un más, a otra cosa, ahora,
ya. Que aspira a lo real imposible, puerta de entrada a la
existencia humana. Todo habrá de intentarse para preser-
var el aguijón de un deseo innominado y ciego.
Es esencial que desde este primer momento esté en ac-
ción el Nombre del Padre, el Falo, la estructura edípica,
para que al sujeto le sea significado que no puede colmar
él la falta en el Otro materno, que él mismo es objeto con-
tingente en la fuga metonímica de los objetos del deseo
del Otro.
El deseo es captado en sí mismo y proyectado sobre el
otro. En el interior de la demanda oral el deseo es captado
como viniendo desde afuera, especularizado. El otro es cons-
tituido como reflejo del hambre del sujeto, está habitado
por los mismos impulsos canibalísticos. La madre deviene
devoradora: es el lugar de un hambre articulada que demanda
y el niño llega a ser el objeto imaginario de un hambre que
lo codicia a él.
su ENCIO DEL ANALISTA. Se funda en la comprensión de es-
11/
(\11 >I\ A BRAUNSTEIN 57
1c L1rácter transitivo y especular del deseo. Hablar en res-
¡,11cstaa una pregunta es aplastar con el objeto de la satis-
1 H ción a esa demanda que debe manifestarse para que se
evidencie el deseo que la subtiende. Hablar es alimentar.
I·11 la sesión analítica es poner en marcha la señal de angus-
11,1 despertada en el analista por la demanda del analizante,
poner en marcha la represión, impedir que se revele la falla
Inunda que es el deseo del analizante, obturar el lugar del a.
¡; 1 PECHO.Es colocado por la cadena articulada de la de-
111,rnda como aquello que podría satisfacerla. Viene, en rea-
lidad, al lugar del vacío que la demanda abre al manifestar
lo incolmable del deseo.
Puebla con su imagen el inconsciente bajo la forma del
l.111tasma,entra en el lugar de lo innombrable. Cuando el
,ujeto integra la forma completa de la madre, dice Freud,
t·I pecho se transforma en el objeto de ella que el sujeto ha
pl'rdido. Es el sujeto mismo quien queda como a, desecho
dl' la madre. La depresión y el pasaje al acto suicida son,
n11í, consecuencias nada extrañas.
El pecho se ofrece a la demanda. Mas la pulsión, en la
rl'iteración de la demanda, confirma la vanidad del objeto
rl'al. El vacío que el pecho fingía llenar resulta así circuns-
aito por la pulsión.
ANALIDAD. Es una inversión de la oralidad. El demandan-
tl' se transforma en el demandado. El niño debe hacer una
ofrenda en respuesta a la demanda del Otro y el Otro debe
~.rncionar el don con su contentamiento, acusando recibo
del excremento entregado.
La caca ocupa el lugar del pecho; es un objeto real que
viene a colmar una demanda simbolizada sin apaciguarla.
El excremento dado es prenda de reconocimiento y obe-
diencia al deseo del educador.
El sujeto debe entregar su caca para satisfacer al Otro. A
través del objeto precioso que Íntimamente ha formado, es
{:I mismo quien debe darse a esa demanda, se identifica con
 58
LAS PULS!O NES Y LA MUERTE
el excremento, es lo que (se) sacrifica. Cuando las heces son
legitimadas como don, se sexualizan, se sexualiza el vínculo
con quien las recibe, se sexualiza la zona que permite retener-
las o expulsarlas y se sexualiza el sujeto entero que pone
en juego aquí su pulsión de dominio (Bemachtigungstrieb).
El sujeto se entrega al goce que el Otro tiene de él. Satis-
face su necesidad al tiempo que la supedita al deseo de su
educador, acepta la disciplina que se le impone. Por amor.
Y haciendo reserva de su odio. Clásicamente se le da a esto
un nombre: sadismo anal.
El Otro fecaliza al sujeto que se ideµtifica con el excre-
mento que se le demanda, lo más desagradable, ese tes-oro
que se le pide y que se hace desaparecer con asco y bajo
cascadas de agua ni bien lo entrega. Los fantasmas son tam-
bién en este caso de inversión especular de la demanda que
refleja el deseo del Otro; hacer caca, hacer mierda, hacer
cisco al otro. Cagar y ser cagado.
Impulsos sádicos que, al pretender ser controlados, ha-
cen aparecer la sintomatología obsesivo-compulsiva.
GENITALIDAD.Es el vínculo agresivo de la relación sádico-
anal lo que se traslada a la relación triangular de la
genitalidad.
En la oralidad y en la analidad el deseo aparecía manifes-
tándose en relación con una demanda como lo que no
podía ser colmado. En la genitalidad el deseo hace la de-
manda, no responde ni deriva de ella.
La tradicional ligazón mostrada por la clínica de la neu-
rosis con lo pregenital encuentra aquí su razón de ser: el
deseo neurótico arraiga en la demanda del Otro y depende
de sus manifestaciones. El deseo genital acaba derogando
la dominación del Otro que fuera instaurada por la deman-
da. Es una condición absoluta con relación al Otro; deja
de ser la demanda de una demanda.
En este plano la necesidad no juega ya ningún papel; ni
siquiera el de ese pálido espejismo que era aún en la pul-
sión anal. El deseo genital es imposible de explicar en rela-
ción con la necesidad y con el par frustración-gratificación.
1~ 1(>!\ A llRAUNS T EIN S9
1 1>11'0. A su vez, este deseo (por la madre) debe quedar in-
111sfccho.Su apaciguamiento acabaría también con el mun -
1 lc,de la demanda que es base del inconsciente y que hace
tl,·1hom bre un hablente.
El objeto de este deseo debe ser resignado; tal es el senti-
d,, del complejo de edipo y del de su motor: el complejo
,lt·castración. El deseo no podrá cumplirse en lo dual y de-
1,l'rá derivarse, desplazarse hacia los objetos de la cultura
el lenguaje (claro, también el hombre, también la mujer,
lo son) y dirigirse más allá del íntimo mundo familiar.
El complejo de edipo acaba con el funcionamiento pul-
,11 mal centrado sobre la demanda del Otro y hace aparecer
.ti sujeto deseante, objeto y lugar de una pulsión genital que
está sometida a la ley de prohibición del incesto y que lo
l.111zaa realizaciones en el campo de la cultura.
Es así como el complejo de edipo organiza la oposición
111ascu lino-femenino y vectoriza la vida pulsional del hom-
bre y la mujer.
Deja a la vista, además, cómo la sexualidad, genital o no,
t·s organizada desde el campo del Otro.
1 A NEU ROSIS. Está estructurada en torno a la demanda del
Otro, así como la perversión se organiza en torno al goce
del Otro y la psicosis es motorizada por la angustia del Otro.
El deseo del sujeto no se articula en una demanda sino
que pasa por la demanda del Otro: "Dime qué quieres que
'iea para ti, para tu contentamiento." El sujeto es demanda
de una demanda en tanto que neurótico. U na demanda que
lo po ne permanentemente al margen de su propia aniqui-
lación, tanto cuando la demanda le es formulada y debe re-
conoc er su incompetencia y su fracaso como cuando no lo
es y queda expuesto a su alienación irremisible en esa espe-
ra de una palabra salvadora que no llega.
De manda de una demanda: "dime lo que quieres que sea
para ti y yo, con mi omnipotencia derivada de mi capaci-
dad de negar, te mostraré tu fracaso o, si no, con mi omni-
pote ncia derivada de mi capacidad de asentir a tu demanda
te demostraré que, accediendo, no soy yo, de modo que ha-
 60 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
brás logrado lo que demandabas de mí pero al precio de
no tenerme ya a mí". Aporías de la demanda que el análisis
constituye y demuestra en cada momento de la transferencia.
DESPLAZAMIENTO DEL FANTASMA. En el neurótico la pulsión
(S O D) desplaza al fantasma (S O a).
Para el neurótico, a, el oscuro objeto de su deseo, ha sido
remplazado por el anhelo de representar y de ser a corno
objeto del Otro. La neurosis es esa renuncia al deseo con
alienación en los significantes de la demanda del Otro.
Para el obsesivo el acento recae directamente en la deman-
da del Otro tomada como objeto de su deseo. En el histéri-
co la demanda recae sobre el objeto del deseo del Otro: en
tal caso el sujeto no pu ede sino experimentar su carencia
en ser y la resuelve por medio de la identificación con la
falta, con el significante de la demanda del Otro.
FÓRMULA DE LA PULSIÓN. La pulsión, siempre parcial, siem-
pre de muerte, siempre insatisfecha, depende de esa demanda
del Otro que llama al sujeto a la existencia, demanda que
es expresión del deseo y de la falta en el Otro. El sujeto
existe porque el Otro lo llama al tiempo que se desvanece
en ese entrecruzamiento de demandas. Se justifica así el
materna que representa a la pulsión de modo inequí-
voco: g O D.
REPASO. Momento propicio para repasar lo ya adquirido.
El sujeto de la pulsión no es el de ningún enunciado sino
el del inconsciente que articula la diacronía de los enuncia-
dos sin saber siquiera que es él quien habla.
El sujeto se disuelve en la concatenación de los sig-
nificantes de su demanda. La demanda, a su vez, no podría
quedar satisfecha sin aniquilar el deseo. La demanda es, en
última instancia, demanda de que se perpetúe la insatisfac-
ción. La demanda es defensa, defensa de la pulsión, defensa
contra el peligro pulsional.
<I ', 11lR A. BRAU N STEIN 61
l·'.ntre el sujeto y la demanda hay un corte, simbolizado
,;11la fórmula por el rombo o losangeque consagra la in-
1~t>mpatibilidad radical entre el sujeto y su demanda y que
distingue a la pulsión (oral, escópica, etc.) de la función del
,),~ano que ella coloniza.
1( O D. El psicoanalista habrá de poner en juego la no res-
1 n1csta a la demanda para poder reconstituir la cadena sig-
111ficante que insiste en el inconsciente. Sólo entonces po-
d I i definirse la relación que guarda el sujeto en fading con
rl'lación a eso que demanda en cualquiera de los registros
pu lsionales (oral, anal, vocal, etcétera).
La demanda formulada al Otro pone en evidencia la in-
1 ,lpacidad de éste de responder de otro modo que en el pla-
11 0 de la necesidad, otorgando algo que sea conforme al prin-
1 ipio del placer. El Otro revela de este modo una carencia
que confronta al sujeto con la angustia. Su deseo pasa por
.dgo que el Otro debiera tener y no tiene ni puede dar:
) (A). Por esa carencia, la demanda deja un resto: es el de-
'>l'O, d, cuya causa es a. El objeto a designa la relación al
111ismo tiempo imaginaria y de imposibilidad que el sujeto
t icne con la causa y con el correlato de su deseo en el fan-
t ,lsma cuya fórmula es g O a. El rombo es corte, es el va-
l fo incalmable, es el inconsciente, es la relación de imposi-
hilidad que se instaura en la intersección de la demanda del
, ujeto (S) con el Otro.
l' U LSIÓN, DESEO y FANTASMA. Es común la perplejidad ante
estos tres términos y hay quien no vacila en considerarlos
, 1nónimos. El gráfico lacaniano del deseo permite distin-
~uirlos y reconocer su especificidad. Aparece allí la pulsión
l orno ese proceso de eclipse del sujeto en la formulación
de su demanda. El deseo como ese resto metonímico que
l orre bajo la demanda sin poder articularse en ella. El fan-
t ,lsma como el escenario imaginario que es motorizado por
l'I deseo y que integra a la vez que ineluctablemente separa
.,1sujeto del inconsciente g de ese a que es causa de su deseo
 62 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
y agente de la subjetivación. Uacques Lacan, Écrits, p.
Escritos I, p. 328.]
30 DE MAYO DE 1962. Hay una incompatibilidad radical
entre la demanda (D) del sujeto y el objeto a, causa de su
deseo (d).
¿Qué demanda el sujeto?: más allá de las palabras que
articula, el a del Otro, lo que el Otro no puede dar: S (A).
¿Y el a del sujeto?: es lo que el Otro, en tanto que de-
sean te, le demanda a él revelándolo como S.
La demanda está hecha para ser insatisfecha y contornea
un vacío que no puede colmarse porque está subtendida por
el deseo y el deseo apunta a otro sitio, a un sitio en el Otro
donde lo que hay es nada (le ríen).
EL-DESEO-EL-FALO. En los maternas de la pulsión y del fan-
tasma, el deseo queda figurado por el rombo intermedio.
Su concepto surge de lo repetitivo de las demandas que
indican la falta y la diferencia que queda siempre insoluta
entre las demandas y los objetos reales que vienen a (in)-
satisfacerlas.
Entre el niño y su madre, por la interposición del padre
en posición metafórica prohibiendo a los dos la unión o
la reunión, la intersección de las demandas engendra un hue-
co incolmable, un vacío interno que es el deseo representa-
do como O.
En el interior de este vacío se inscribe aquello que se per-
fila tras la ley de la castración que lo ha instaurado: el Falo
como significante.
EL MUNDO de los hombres es un producto del deseo. Ésa
es la novedad, la más radical quizás, de las muchas que Freud
trajo a ese mismo mundo.
El deseo, a su vez, tiene como prerrequisito al lenguaje,
a lalengua, a las demandas circulares, a la decepción apor-
tada por los objetos que satisfacen la necesidad.
En este sentido es que el deseo, efecto de la falta, mueve
11, 11 >RA. BRAUNSTEIN 63
817;
e I mundo al mover los discursos, los trabajos, los amores
} los días de los hombres.
Primero Freud pensó que el deseo tendía a restaurar el
¡ir incipio del placer y actuaba conforme a él. Cuando los
d1sdpulos de Freud se hubieron convencido de lo que el
111,lestroles enseñaba y se disponían a guiar a sus analizan-
ll's en función del disfrute del placer, cuando incluso la cul-
t II ra toda podía esperar del aporte del psicoanálisis un apa-
' 1~uamiento de su malestar preconizando la mitigación de
l.1-; restricciones pulsionales, Freud dio un giro pasmoso a
11 pensamiento y planteó que el deseo apunta más allá del
principio del placer, que el deseo, en tanto que consagrado
n la búsqueda de lo imposible (el reaporte sexual), presenti-
r1ca a la muerte en el ser. La pulsión pasó a ser pulsión
de muerte.
FI PLACER MISMO. El puro placer es equivalente de la muer-
te. Y a lo proclamaba Platón en el Filebo:el placer sin el
enten dimiento, sin el significante habría que decir con La-
ran, es un imposible pues acaba por negarse a sí mismo.
U no, porque su búsqueda de la reducción de las tensio-
nes al mínimo lleva, en su instancia más radical, a una ten-
'iÍÓn cero, indiferencia con el exterior, principio de Nirva-
na, muerte.
Dos, porque el placer sin el significante impide siquiera
saber si hay goce o no, es decir, es un goce sin gozante. El
~oce sin la memoria es un puro presente que se desvanece
y no habiendo la memoria no podría haber tampoco la evo-
cación del goce ni tampoco la posibilidad de acomodar un
nuevo goce mediante la previsión. De estas maneras, el rei-
nado absoluto del principio del placer equivale a la muer-
te: "tú no vivirías una vida de hombre, sino la de un pul-
món marino o la de todos los animales marinos que viven
encerra dos en su concha" (Filebo).
Y tres, porque la vida en el puro placer impediría la con-
siderac ión del mundo exterior y de los peligros que de 61
proceden dejando librado al organismo a la inercia. Pucd(·
que este argumento, tan racional, tan razonable, sea el di-.
 64 LAS PULSJONES Y LA MUERTE
fraz de este otro: la vida en el puro placer, la vida sin la
castración, la vida en el reaporte sexual, la vida en el único
incesto verdadero que es el incesto con la madre tanto para
el varón como para la niña, no es la vida sino la muerte
para el mundo de los hombres, la vida de todos los anima-
les marinos que viven encerrados en su concha. U na vida
fuera del lenguaje, esa que es ilustrada por la psicosis sim-
biótica infantil.
Tres caminos por los cuales la vida del organismo acorde
con la forma pura del principio del placer equivale a la muer-
te de la que sólo puede escaparse por la virtud del signifi-
cante que permite vivir, sí, pero que, a la vez, de un modo
diferente a lo que sucede con el organismo, mata.
EL PRINCIPIO DEL PLACER gobierna a los procesos primarios
tanto como a los secundarios. Pero la pulsión, repetición
de la demanda animada por el deseo, viene a susp~nder la
acción de este principio. ¿Que cómo sucede esto? Esa es la
función positiva de la decepción. En efecto, la alucinación
del objeto perdido da lugar a una descarga motriz que res-
ponde a los dictados del principio del placer, es decir, tien-
de a la restauración de un estado anterior de equilibrio. Mas
la descarga, al realizarse sobre un objeto incapaz de satisfa-
cer, irreal, origina una decepción y un aumento de la ten-
sión contrarios al principio del placer. Es así como la de-
cepción enseña al psiquismo a suspender la vía alucinatoria
y muestra al principio del placer un nuevo camino, el de
insistir en la demanda al Otro, es decir, la pulsión.
La pulsión en su arco provoca el placer de Órgano y ero-
tiza las funciones pero descubre, al mismo tiempo, al suje-
to humano su alienación fundamental puesto que su deseo
tiene que encarrilarse como demanda pasando por los sig-
nificantes del Otro.
WIEDERZUFINDEN (REENCONTRAR). Hay en el principio la
marca de algo perdido que nunca se tuvo (eso que viene
a indicar el mito de la experiencia de satisfacción). Puesto
1( 111/1, BRAUNSTE IN <,S
i ¡tlt nunca existió, esa marca o huella no puede ser una
i e,presentación, no es posible concebirla sino como un ho-
o, rnmo una negatividad originaria, la Cosa propuesta por
Í .tll.111.
(, 1 principiodel placer, en su forma radical, está orienta-
d.-,.1 recuperar esa fusión inicial con la Cosa, ese estado en
q111 nada se deseaba porque nada faltaba, porque se era uno
con la Cosa, allí donde no había sujeto deseante ni "yo"
,pie lo representara.
Ahora bien, ¿cómo encontrar esa Cosa si no es por el ca-
1111110 del significante, es decir, de las marcas que en el obje-
1,,real podrían permitir remitirse a la cosa ausente?
Se busca una identidad de percepción mas por este cami-
110 la identidad es imposible. Todo lo que se logra en este
, ,fuerz o por reencontrar la Cosa estará marcado por una
,_I, ferencia, cada cosa será por no ser la Cosa. Cada objeto
,·l·al estará marcado en su origen por una denegación: "esto
110 es (lo que mi deseo intencionaba)". Y así se irá constru-
yendo la realidadsegún el principio homónimo que la ca-
, ,1rteriza; la realidad llegará a ser, bajo la forma del no-ser,
,·xpelida por el principio del placer hacia el exterior.
La alucinación es el fundamento de la percepción; la
1,,cura el de nuestra precaria cordura.
l· I . PRINCIPIO DE REALIDAD.Es un efecto de las pulsiones par-
l iales. Resulta: del fracaso del principo del placer que ha
puesto en marcha a la alucinación, de la articulación signi-
f 1cante de la demanda, y de las sucesivas denegaciones que
.1fectarán a los objetos aportados por la demanda. En ese
orden: uno, dos y tres.
Su meta de todos modos es la del principio del placer,
,ólo que no absoluto, sino atenuado, postergado y des-
plazado. Es la interposición de la vida en el camino de
la muerte.
Igualmente cabe decir que el principio de realidad es un
proceso de sublimación desexualizadora. Mientras que el
principio del placer erotiza tanto al cuerpo como a los oh
jetos y los pone al servicio de su meta reductora de tcmio
 66 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
nes, el principio de realidad reconoce al entorno aunque
sea displacentero. Cumple con los fines del principio del
placer ofreciendo al ser un disfrute atemperado de lo que
en el mundo puede conseguirse, hace que el juego de la vi-
da continúe y aporta suaves satisfacciones que traban el ca-
mino al Goce.
Desplaza, deriva, al deseo y lo lleva a alcanzar siempre
otra cosa que la Cosa intencionada en su heroica locura.
LA REALIDAD. Es desilusión del deseo que puede, gracias a
tal desilusión, sostenerse como deseo y seguir pulsionando
en el aparato. Desde el psicoanálisis la realidad se hace con
el placer y es un producto de la transformación crítica
de éste.
El instr~mento de la construcción de la realidad es el len-
guaje o, mejor dicho, lalengua, ese resultado del pasaje
de una institución, la lengua, por los carriles del deseo
de una madre.
EL HUECO. En el centro de la organización de la realidad
hay un hueco que se excava desde una doble vertiente: la
de la imposibilidad de que ninguna palabra alcance a lo real
_del mundo, siendo de ley que toda palabra debe conformarse
con contornear ese real, y la vertiente impuesta por la ley
de prohibición del incesto que define de antemano como
prohibido al objeto primero del deseo.
Estas dos vertientes convergen en un punto: lo real, lo
real primero para el hablente es que, por efecto del lengua-
je, o es hombre o es mujer, y si es una cosa no es la otra
y debe renunciar a algo antes de poder saber de qué se tra-
ta. Mas la renuncia queda inscrita en su carne y se mani-
fiesta como ese deseo que mitifica Aristófanes en El banquete.
Éste es el sesgo correcto para entender por qué la enig-
mática dialéctica freudiana (sólo hay una libido, la mas-
culina) es significada por Lacan en dos fórmulas: uno, la
primacía del significante fálico y dos, la ausencia de re-
lación-reaporte sexual.
1, 11>I\ A BRAUNSTE IN 1,
1 1\ BARRERA. El aparato psíquico es, desde el comit'IIZO
,li: la reflexión freudiana (Proyecto,1895), una estructura i11-
1c 1 puesta entre la excitación y la descarga para impedir u11
v,1riamiento total de la energía aportada desde el mundo
exterio r. Es un sistema de barreras que traba el funciona
111iento irrestricto del principio del placer, fuga desbocada
•¡11 c conduciría al cero, a la indiferenciación, a la anulación
, t' las diferencias. Tal presencia suprema de la entropía puede
111etafo rizarse como retorno a lo inanimado pero, en la
pas pectiva del lenguaje, subrayada en Freud por Lacan, es
,111u lación del orden vital con inscripción en el registro del
,.;i~nificante y sumisión a una Ley que es otra que la de la
vida, historización. El pasaje de la vida a la muerte puede
pensarse en términos de entropía o de estados de equilibrio
y desequilibrio. El de la acción humana movida por la
pulsión e~ términos de acumulación de inscripciones con-
1nemorat1vas.
El principio del placer está más acá de la exigencia radi-
l al de la pulsión. Es morigeración: en lugar de la inercia
impera en él la constancia, en lugar de la disolución vital
se plasma el sobresalto de un cambio entre un estado de
tensión y uno de distensión, prólogo de una nueva tensión.
La ley del aparato, la del principio del placer relativo que
se afirma' como principio de realidad, es la de interponer
instancias intermedias que eviten el horroroso contacto con
el bien supremo, la Cosa, el estado de no deseo que sería
el acabamiento de toda tensión.
Allí se delinea el lugar eminente del yo, de la autoconscr
vación. Por el amor del Otro. Por eso se vive, por eso se
deriva.
MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER. El deseo insiste. Su...
caminos pasan por la puesta a prueba, por el sufrimi<.'11111
de tensiones displacenteras en la búsqueda insensata tk· 1111
objeto que no podría alcanzarse sin pagar el precio d!' l.1
destrucción del yo. Experiencia de lo Unheimlich q11!' t 1,1.,
miten los relatos de Poe, de Hoffmann, de mucho, 111 ós,
y que ejemplificaron con sus vidas Holderlin, Ni!'t,.,, ·l1i
 68
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
Van Gogh, Artaud y tantos locos anónimos.
He aquí una paradoja capital: el principio del placer es
soberano en el aparato psíquico pero la observación más
superficial nos muestra al hombre repitiendo una y otra vez
las mismas experiencias displacenteras. Si el principio del
placer tiene el imperio que se le atribuye, ¿cómo explicar
que sea tan poca la felicidad hallada en el mundo, tan poca
que parece que "la felicidad no entra en el plan de la crea-
ción"? [El malestar en la cultura.]
Es indiscutible la prevalencia del principio del placer en
el plano de la fisiología animal, pero es justamente a partir
de la comprobación de que ese principio no funciona para
explicar la vida de los hombres que nace la reflexión psi-
coanalítica.
LA REPRESIÓN, piedra basal del edificio del psicoanálisis, se
procesa siguiendo los dictados del placer, de la evitación del
displacer que provocaría la emergencia desvergonzada de
los significantes de la pulsión. La represión impone consi-
derar el carácter paradójico del placer al que obedece: lo
reprimido retorna dolorosamente en el síntoma, ¿para pla-
cer de quién, de quién sino del Otro que en su momento
impuso la represión de los representantes pulsionales por
medio de la angustia de castración surgida en el Yo? [Inhi-
bición, síntoma y angustia.]
La represión obedece a una demanda imperativa y abso-
luta de la Ley e impone el retorno de la pulsión bajo los
emblemas del displacer. Así "todo displacer neurótico es
un placer que no puede ser sentido como tal" [Más allá del
principio de pl acer].
LA TRANSGRESIÓN . Si el principio del placer reina en el in-
consciente y su meta se alcanza interponiendo barreras en
el camino del deseo para que todo quede en el "más acá",
desconociendo el "más allá" y si la pulsión es una deman-
da que se repite e insiste provocando el eclipse del sujeto,
la relación entre placer y pulsión es contradictoria y hasta
1<"111
A BRAUNSTEIN 1,•1
111
1111ómica. En tanto que exigencia de trabajo que impuls;\
111distofélicamente hacia adelante, la pulsión es una trans -
1n·.,ión, "la única forma de transgresión permitida con rc-
1,ii:iún al principio del placer" Uacques Lacan: Les quatre
. .. , p. 167]. La pulsión fuerza y trastorna al prin -
,·,:111cepts
1:ipio del placer. Se ubica más allá de la autoconservación
1~ intro duce la negatividad de la vida del hombre, la negati-
v 1dad creadora.
l' NCUEN TROS: HALLAZGOS. Bloqueado el camino del goce,
quedan los fugaces encuentros con el placer, apoyaturas de
l.1insatisfacción fecunda que se sostiene gracias al deseo. El
placer, el que se encuentra, está organizado alrededor de la
reaparición de ciertos signos; el placer se halla, por despla-
.uniento, sobre las huellas de experiencias previas.
El placer es una evocación afortunada.
cl·L PLACER? "No hay que pedir que se diga lo que es.
Porque es lo que se pide." Uacques Derrida, La carte posta·
le, París, Flammarion, 1980, p. 436.]
PLATÓN demostró que el placer es posibilitado por el sig-
nificante [Filebo, Obras completas, Aguilar, p. 1226]. Freud
no podía dejar de coincidir en ello. Pero sacar las conse-
cuencias completas de esa tesis implica pasar más allá del
placer, que no es ya del ,organismo, sino del significante en
Jon de el organismo está incluido, atrapado. Otro ángulo
para la paradoja del principio del placer porque es también
el significante el que traba el camino al goce y el que hace
imposible la plena satisfacción de la pulsión (sexual, de muer-
te, ¡cuántas redundancias!).
Indefectiblemente el deseo del hombre está soldado al de
seo del Otro y entre tales dos deseos hay una insoslayable
incompatibilidad. Freud, animado por Lacan, se encucnt 1.1
con Platón y Hegel.
LO QUE SE BUSCA es el camino hacia la propia n1ttt·1 lt ~. El
 70
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
guía en la excursión es el principio del placer que "parece
estar directamente al servicio de las pulsiones de muerte"
[Másallá del principio de placer, 0.C, t. XVIII, p. 61]. Ahora
bien, ¿cómo conciliar estas tesis?, ¿está el principio del pla-
cer al servicio de las pulsiones de muerte o apuntan éstas
a algo que está más allá del principio del placer? La respuesta,
provisionalmente, es: el principio del placer indica la direc-
ción, jalona el camino; la pulsión lo transgrede, va más allá,
es trascend ente. ¿Por qué? Porque el principio del placer
es eficaz en el individuo, en el organismo viviente, rige en
el orden de lo animado. Pero la satisfacción del hombre de-
be pasar por los emblemas del Otro, no existe sino en la
alienación y es ese Otro el que impone la renuncia al prin-
cipio del plac er motorizando la presión de los incesantes
embates pulsionale s, repeticiones de la demanda que asegu-
ran la insatisfacción.
En el hombre la soberanía del principio del placer es re-
signada en favor del goce del Otro que remplaza al orga-
nismo por una inscripción significante: asegurar esta ins-
cripción a través del reconocimiento del Otro, ésa es una
meta que está más allá del principio del placer.
EL GOCE. Nombre apropiado para este placer más allá del
placer al que apunta, incansable, el deseo. Es un efecto de
la dialéctica transubjetiva. El deseo y la demanda son inse-
parables del deseo y la demanda del Otro, generando en
su interacción ese vacío que se inscribe en el interior del
rombo del materna. El borramiento del rombo es lo impo-
sible: (g D), para la pulsión y (g a) para el fantasma impli-
can un des-ser qu e se esboz a en la experiencia de lo sinies-
tro: el hombr e confrontado con una satisfacción absoluta
de la demanda o con el obj eto innombrable del deseo ...
MÁS ACÁ DEL GO CE está el usufructo placentero del cuerpo,
meta de las ideologías adaptacionistas que guían a las psico-
terapias, cosa que no es desdeñable sino en la medida en
que pudiera basarse en el desconocimiento de la exigencia
11 •ll A IIKAUNSTE IN
l!il, 111sigente del deseo, en un reforzamiento de la reprc -
d,11("yo fuerte") y en una renuncia pulsional.
1(1placer y su principio están del lado del significado, de
111 l 11'1
squeda y disfrute de los bienes, de la adaptación,
do l.,.,ganas de objetos nombrables y comprables. Pero es-
¡ n 11significados se desplazan bajo la corriente de los signifi-
l 1\111es irre ductibles a tal "lógica" y arrastrados en una bús-
1ucda tan apasionada como lunática de un reencuentro
1inposib le.
111 >.l'O DE PLACER Y TEXTO DE GOCE. Escribe Barthes: "Tex-
í, i de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene
d, l.1cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica
r1111/orta ble de la lectura. Texto de goce: el que pone en es-
1 11lo de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una for-
111.1de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históri-
'· 11'>,
culturales, psicológicos del lector, la consistencia de sus
\';dores y de sus recuerdos pone en crisis su relación con
1:l kngua je... " (p. 22).Y añade: "Por otra parte, proveniente
,1,·1psicoanálisis, tenemos un medio indirecto de fundar la
11posición entre texto de goce y texto de placer: el placer
, ., decible, el goce no lo es. El goce es in-decible, inter-
dicto ... " [Roland Barthes, El placer del texto, México, Si-
¡;lo XX I, 1978, p. 31].
· El texto de goce es, en última instancia, el texto que co-
lo, a al lector en ese límite más allá del cual se produce la
n t inción del sujeto. El goce no puede ser alcanzado por
11111g ún texto, por ningún discurso. Pero puede ser evoca-
do, recordado. Pasa en la experiencia analítica: la interpre -
1.u:ión toca ese punto más allá del placer donde el sujeto,
l'llt re maravillado y espantado, asiste a su disolución. El texto
del goce es análogo de la interpretación psicoanalítica. Juan
1). N asio pide que se acepte su definición: El psicoanalist,,
,·sel que evoca-recuerda(rappelle)el goce. [En L'inconscic111
,1 venir, París, Bourgois, 1980, p. 149.]
RECURRENCIA. Hay que leer a Freud al revés. No s1· 111111
 n w~u~~Yuwan
prende primero al principio del placer y luego a su más allá
simplemente porque apareció uno en 1895 y el otro en 1920.
No se comprende al orden humano como asentado sobre
algo anterior y más fundamental. Invertir la cronología: el
hombre existe por el deseo del Otro y se constituye a par-
tir de sus demandas. Es la dimensión dialéctica de la exis-
tencia la que precede a la existencia misma. El placer es
secundario a la existencia del significante, no es un dato pri-
mario. Desde el placer humano es que podemos preguntar-
nos qué podría ser un placer sin el significante, qué podría
ser el placer en la experiencia animal.
El placer del hombre está hecho de reminiscencias y asen-
tado en la nostalgia, no es un dato sensorial aun cuando
se experimente aplicando electrodos en zonas cutáneas o
en áreas corticales. "El principo del placer es eso que se sa-
tisface con el blablablá" [Lacan, Encare (Aún)].
El más allá traza un límite; el placer es lo que queda más
acá del límite que lo constituye, se subordina a ese límite,
del goce.guardián de la frontera. Es el inflexible aduanero
deviene
ZONA CREPUSCULAR. El hombre habita en una región que
está más allá del principio del placer y más acá del goce.
Entre la homeostasis y la muerte. Queda dicho de otra ma-
nera lo que dijo el filósofo: el hombre habita el lenguaje.
Entre la nostalgiay la promesa. Poéticamente(HOlderlin).
Entre la nostalgia del pasado y la promesa del futuro. Dos
imposibles. Así se construye el tiempo .
UNA COMPULSIÓN que instiga a buscar el placer más allá del
placer y que orienta hacia el "morir a su manera" por el
intermedio, también, de las mismísimas pulsiones de au-
toconservación "e stos guardianes de la vida [que] fueron
originariamente alabardero s de la muerte". [Sigmund
Freud, Más allá del principio de placer, Obras completas,
t. XVIII,p. 39.]
Sí. La esencia de la pulsión, su ser último, es compulsión,
1t tlt /\ IIRAUNSTEIN
<11 11pulsión de la repetición, Wiederholungszwang, insistrn
L L1 t·n la demanda, repetición,* re-petición.
L.1compulsión de repetición se instala allí donde pretcn
k reinar el principio del placer y lo vulnera, le impone un .\
d,dicación. Repetición que lo es de los signos de la prime
1 1 ,.uisfacción, de la superación de la primera pérdida. Re-
1•1 11, ión que sólo puede encontrar algo en lo simbólico, nun -
' , rn lo real; por eso mismo, marcado de insuficiencia.
Mientras que d principio del placer es conservador, su
111.Ísallá, es decir, la compulsión de repetición, es una con-
d 1l ión de progreso y transformación. Compulsiva. Irre -
1,('flable.
Mientras que el principio del placer puede, en abstracto,
1·1 pensado en términos de homeostasis y de inmanencia,
I·, compulsión de repetición introduce la trascendencia. Es-
1.í centrada, a diferencia del principio del placer construido
1•11 to rno a presencias, en las ausencias, en la falta en el ser,
que es causa del deseo y de la innovación significante.
1 A REPETICIÓN. Es impulso, drive, derivación inacabable.
l ,a pulsión sólo existe como repetición insistente y esa re-
petición no proviene desde una interioridad del sujeto, in-
...iste desde afuera, ex-siste.Es imposible separar los conceptos
de pulsión y repetición.
Por virtud de la repetición el significante viene a ocupar
d lugar del sujeto que lo articula. El sujeto, atribulado, es
el punto de desvanecimiento que hay entre una palabra cons-
tit uyente y una palabra por él articulada, efecto de la pul -
sión: S1 -+ g -+ S2 • Se entiende así que la repetición, este
desde afuera que lleva a la epifanía del sujeto, es, al mismo
tiempo, lo que suspende la presencia del sujeto al consagrarlo
a un orden simbólico anterior y exterior a él. No se tctt.,
* Este juego de palabras se produce en español, no en alemán . V1t·m· .1 , 11,
bray ar el descubrimiento freudiano destacado por Lacan que liga l,1 p11l\11111
a la demanda. En alemán halen (de donde el sustantivo Holung) 1·s hu,, .11 11
ir por algo y el prefijo wiederindica la insistencia lo mismo que el pt 1•1110n ¡,.,
ñol re-. Aunque su uso es poco frecuente, la lengua alemana incluye r l v111.1hl1,
Repetition.
 74 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
de un retorno a lo inanimado, la regresión de la vida a
la muerte, sino de la presencia activa y determinante de la
muerte desde un principio, como constituyente de la vida.
LA COMPULSIÓN DE REPETICIÓN. Instiga a enfrentar una y
otra vez el obstáculo, lo insatisfactorio de la realidad, hasta
encontrar el modo de superarlo, es decir, hasta tropezar con
un nuevo obstáculo.
Se ha repetido mucho a manera de chiste: el hombre es
el único animal que tropieza dos veces con la misma pie-
dra. Es cierto; sólo cabría agregar que por eso es hombre,
es decir, animal cultural.
Este proceso que tiende más hacia la dificultad que hacia
su evitación está orientado por la experiencia de satisfac-
ción que, ya se dijo, nunca existió. La búsqueda de ese algo
que coincida con un rastro inscrito previamente y que co-
rresponde a un hoyo abierto en lo real va produciendo re-
sultados esperados e inesperados que difieren siempre de lo
que podría colmar tal abertura. Se instaura así una progre-
siva diferenciación significante que amplía el mundo y po-
tencializa los modos de actuar sobre él. En ese camino es-
tán comprometidas las ciencias y las técnicas. La repetición,
al encontrar otra cosa que 1apretendida por el deseo, hace
aparecer lo nuevo y es el motor del saber. Rompe con los
mecanismos prestablecidos de adecuación entre el orga-
nismo
los y el. mundo, bloquea toda posible armonía con
objetos
¿Y LA MUERT E? Su presencia ya fue presentida en este reco-
rrido perfilándose en el horizonte y calificando a toda pul-
sión. Pues de 1apulsión se puede ya decir, y quizás no sea
mucho, que es asubjetiva y que sabemos de ella por su arti-
culación en un lenguaje de 1ademanda que eclipsa al sujeto
y lo tacha como lugar de un reaporte imposible.
Una muerte que, en psicoanálisis, trasciende el estrecho
aunque esencial marco de 1amuerte biológica, 1areal, esa
que es continuación de 1a vida. En el orden de 1a biolo-
I• 111 A IIKAUNSTE IN
111 los organismos pueden considerarse también siempn:
p 1110 ya muertos, tan sólo los portadores de un cierto
11111
1llo de plasma germinativo, en términos de Freud, o de
k•1dos nucleicos, en términos contemporáneos. Los indivi-
1.111
11-;,los organismos vivientes, son una contingencia pres-
111d ible en esa vida que realmente interesa en el plano de
l,1 b1ología, la de la especie x.
1 A VIDA? Es una imposición surgida en el campo del
( >t ro, un acontecimiento originado en el orden simbólico
q11l'se posesiona de lo real de un organismo y traza en él
In., caminos propios del principio del placer. Un principio
dl'I placer que estará siempre sometido a su soberano, cau-
,., del sujeto, el más allá del principio del placer.
l ,a vida es el camino propio hacia la muerte. La pulsión
, ll' vida es Eros, no una destructiva lucha por la autocon-
',l'rvación, sino la organización articulada de la libido en tor-
110 al Falo, es decir, a la castración.
Vida: interposición del principio del placer en la trayec-
t o ria hacia el Nirvana. Bullicio.
MUERTES IMAGINARIA y SIMBÓLICA, directamente interesadas
en el discurso psicoanalítico.
El orden simbólico constituye, atraviesa y preexiste a los
'>Ujetos que lo soportan. El sujeto es traído a la vida por
l.t palabra y es consagrado a la muerte por ese "automatis-
mo de repetición" que es la ley de la pulsión. Su muerte
..imbólica está marcada desde siempre. En cada momento
l'n que habla es remplazado por el significante que articula.
Lo simbólico induce la erección de un yo, fantasma de
unicidad. Un querido yo que se aferra a la vida, que destru -
ye para sobrevivir, que sabe pero no quiere saber que al
gún día habrá de desaparecer de la faz de los espejos, en est·
fantasma de la muerte que los hombres tanto reconocen y
abominan (verleugnen).
LA AUTOCONSERVACIÓN. Consiste en vivir destruyendo ,
 76
LAS PULSIONES Y LA MUERTE
proyectando hacia el exterior la pulsión para conservar esa
vida en lo imaginario, para mantenerse en el empeño de
alcanzar la propia muerte.
Un elemento decisivo para que exista tal anhelo de auto-
conservación así como para comprender los casos en que
se atenta contra ella (suicidio, alcoholismo, etc.) es el deseo
de vidamuerte, siempre ambivalente, de los padres y muy
especialmente de la madre hacia el hijo. Deseos intrincados
en una espesa dialéctica que se extiende mucho más allá de
los años infantiles, que perdura a todo lo largo de la vida
del sujeto. Que se ilustre esta aseveración con lo anecdóti-
co de Freud, quien no podía tolerar, a los 75 años de edad,
la posibili~ad de que el cáncer que padecía acabase con su
vida antes de que llegase a su fin la de su madre.
TÁNATOS es una dimensión esencial para el abordaje de la
vida. La vida es fragmentada, periodizada, trabajada por el
lenguaje. Vivir es estar en condiciones de morir. La vida
es un rodeo obstinado y perverso en el camino hacia la muer-
te, hacia eso que no es viviente en el hombre y que es lo
simbólico. La vida sólo sueña con morir, con totalizar un
ciclo de resignificaciones retroactivas de la experiencia. La
vida es muerte siempre, desde un comienzo y al mismo tiem-
po pues no hay vida sin pasar por la alienación en el Otro,
en su discurso, en su deseo. Es desde esa muerte que el len-
guaje trae al ser que pueden abordarse los fenómenos del
orden vital.
EL ETERNO RETORNO es lo que cabe decir de la muerte, no
el eterno reposo, porque no hay reposo posible para el
significante.
El sujeto está lanzado al reencuentro de una unidad
originaria anterior a la vida, es decir, a un estado del puro
significante, límite donde el orden simbólico encuentra a
lo real.
Pero, decía Lacan en su seminario del 16 de marzo de 1976:
"U no nunca reencuentra. Siempre da vueltas en redondo.
ltil\ A IIRAUNSTEIN
11¡ por eso que hay progreso. Dicho de otra manera: sólo
hl )' 1111progreso marcado por la muerte y ésta es la raz6n
1{11' l., que la muerte es pulsionada, hecha pulsión por Freud,
11111: .,da a la deriva. La pulsión de muerte es lo real en tanto
¡¡11110puede ser pensado más que como impensable." [Or -
t1tr?, núm. 9, p. 37.]
i A l"NTROPÍA es concepto con vigencia en el terreno físico-
p11mico y es uno de los niveles en que puede articularse
1 1cma de la muerte. Pero el psicoanálisis nada tiene que
v, 1 con ello.
J \ 1IOMEOSTASIS, el equilibrio y los correspondientes esta-
do-,de desequilibrio, son todos conceptos válidos en una
h1ología de la muerte. Otra vez en un territorio donde el
p~1rnanálisis nada tiene para decir.
¡ ,\ PVLSIÓNDEMUERTE está más allá de las regulaciones na-
1111 ,\les. Hace del vivir una inscripción histórica, historiza
'd hom bre y al acontecer. Estampa su sello de origen en
t:I,cnti do de la vida y ofrece un término al vagabundeo de
cst L' sentido.
1A I IISTORIA. Es la marca dejada por el troquel de la insis-
11·ncia repetitiva en la vida de los hombres. Tekhné,opues-
1.1 a diké.
En sus páginas se ve brotar la fuerza muda y constante
<ll' la pulsión de muerte como negatividad inmortal, ene-
111iga de Eros, en la construcción de la cultura. Impugna-
< 1Ón de lo existente y creación de lo novedoso, superación
del orden natural con enfrentamiento y destrucción de la
naturaleza. Fuente inagotable tanto del progreso como del
l reciente malestar en la cultura. Suelo en el que germina
d exuberante árbol de la culpa.
Lo propio de toda pulsión, demanda repetitiva de satis-
facción, expresión de inconformidad, es la inscripci6n dl·
una marca de su pasaje. Esta intersección dialéctica de la,
demandas, esta reiteración de imposibilidades consagrad."
por el lenguaje, este retorno incoercible de sueños i111p11t;

78 LAS PULSIONES Y LA MUERTE
nadores de la represión, va forzando a la realidad instituida
y va dejando un saldo de destrucción y construcción de nue-
vos órdenes sobre las cenizas de los viejos.
La clave de la historia es la vieja negatividad hegeliana,
el machacar constante de la pulsión de muerte en el
yunque de una realidad agobiante. Si la clave de la historia
es la pulsión de muerte puede asegurarse, entonces, defini-
tivamente, que ella no puede conocer el fin ni la realización.
LA MUERTE CREADORA. Puede que el texto más trascenden-
tal de Freud sobre la pulsión sea Die Verneinung [La nega-
ción, 1924]. Queda allí en claro que sólo hay para el sujeto
un camino que le permite salir del narcisismo primario y
de la alucinación guiada por el principio del placer. Ese ca-
mino es la proyección hacia el exterior de lo displacentero
y el ulterior reconocimiento de lo proyectado. La pulsión
de muerte es el fundamento de esta Ausstossung, ex-pulsión
que acaba en la representación del objeto para la concien-
cia marcado por el signo de la negación. La percepción ofrece
un sino de realidad al deseo, el deseo halla insatisfactoria
esta realidad y la inscribe como diferencia entre lo preten-
dido y lo encontrado y se lanza hacia otro objeto buscan-
do inacabablemente la identidad de percepción que resulta
siempre fallida.
MEFISTÓFELES es el espíritu que vaga por el mundo negan-
do lo que existe, aportando la contradicción, implantando
la duda. Es la manifestación mÍtica de la pulsión de muer-
te. Introduce el conflicto en la realidad, un conflicto que
no existe en el orden vital donde Eros reina soberano, don-
de rige la ley de la homeostasis y de la armonía entre el su-
jeto y el objeto. Para Eros la muerte no existe, queda aboli-
da en la continuidad de la especie. La pulsión de muerte
constituye a la realidad humana por medio de una sucesión
de ex-pulsiones denegatorias que se condensan en torno a
ese fantasma privilegiado de la humanidad: el yo, núcleo
,_¡
l<_ll\ A BRAUNSTEIN
de b representación imaginaria de un ser para la muerte.
\ J11yo que se constituye en una relación mortal con el otro
1)1110 rival, o él o yo, de la que podrá precariamente salir
, ,,11 el subterfugio antropógeno del pacto simbólico.
1>ioses Eros, es continuidad del orden vital, pura afirma-
• 1n11. Mefistófeles es negación, cuestionamiento de lo exis-
1111te, voluntad de creación a partir de la nada, es condi-
l l< ,11 de paso a lo humano, es impulso de progreso por la ·
\ 1.1empecinada de la repetición, es palabra que mata, es re-
1'h.1zodel anhelo de salvación, es inmortalidad del deseo in-
..,11sfechoque pugna hacia adelante.
Muchas veces se dijo ya que el hombre freudiano tiene
1111.1 naturaleza fáustica. Es hora ya de conjurar el equívoco.
11 PRINCIPIO DE NIRVANA no tiene sentido para el psicoa-
11.ilisis si es representado como una tendencia de la vida que
1u·rtenece al orden natural, manifestación de una inercia psí-
q111caanáloga a la entropía física.
Pero sí importa como forma de manifestación última del
1ll'sco, esto es, como punto de colmamiento del deseo en
d1,nde, no faltando nada, nada puede desearse. Fantasma de
1111 no-deseo que es incompatible con la existencia del ser
l,11manoen tanto que sexuado. Fantasma de la clausura de
b brecha originaria que lanza a la ex-sistencia.
Está ciertamente más allá del principio del placer y del
,1,sfrute de bienes por parte de un sujeto o yo. Es el colmo
1 le la empresa asubjetiva de la pulsión.
11 LÍMITE. (Seminario del 5 de diciembre de 1956) La pul-
'1<'rnde muerte, un límite del significado jamás alcanzado
ior un ser humano. Más allá de él opera el 'significante so-
l 1rl' el fondo de una experiencia (no vivida) de la muerte,
electo de la insistencia significante.
"Es posible que haya algo más, algo ajeno a la impronta
ill'I significante en la pulsión y en el anhelo, pero nosotros,
¡i-..icoanalistas,no tenemos ningún acceso a ello. Sólo el sig-
80
LAS PULSIONESY LA MUERTE

nificante puede llevarnos a tocar ese límite que sería ajeno I! 1 A REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
a las leyes propias del significante."
Llega así el momento de callar ... DANIEL GERBER

octubre de 1982

Somos Edipo y de un eterno modo

La larga y triple bestia somos, todo
Lo que seremos y lo que hemos sido

Nos aniquilaría ver la ingente

Forma de nuestro ser; piadosamente
Dios nos depara sucesión y olvido.

Jorge Luis Borges, Edipo y el enigma

1 1 A REPRESIÓN Y EL SUJETO DIVIDIDO

I, FI pilar fundamental
lo'.111914, al referir la historia del movimiento psicoanalíti-
.,, ,, escribe Freud: "La doctrina de la represión es ahora el
pil.11fundamental sobre el que descansa el edificio del psi-
10.111álisis, su pieza más esencial." 1 La historia del psicoa-
11111,..,is comienza, en efecto, con el descubrimiento de las
,·c,,stcncias que impiden que la verdad que sostiene al sín-
l f1111.\ sea dicha. Y estas resistencias evidencian un sujeto que
, .11cce de la unidad que la psicología académica le adscribe,
q11c está escindido, desgarrado por el conflicto que lo re-
P' 11nido mantiene con lo represor.
l .a represión es, desde los orígenes, re-presión, presión en
, 111ido inverso, insistencia en la presión de aquello que pug-
11,1 por abrirse paso hacia la conciencia. Re-presión que ge-
111·ra la presión de lo inconsciente, ya no asimilado a lo "mar-

, <;igmund Freud, Contribución a la historia del movimiento psicoanalit1rn,

11 Obras completas,tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 15

[81)
 82
LA REPRESIÓ N Y EL INCONSC!ENTP.
gina1" de 1aconciencia transparente sino calificado como
proceso "dinámico", eficiente, portador de algo que exige
ser reconocido con un apremio que se precipita en perma-
nentes irrupciones, interrupciones que quiebran 1aconti-
nuidad y la coher encia que lo consciente pretende para sí.
2. La represión: lo primordial
En el sujeto -ahora dividid9- la represión es primordial,
fundante de su estructura. Esta no se concebirá como un
conjunto de instancias desarrolladas progresivamente a partir
de una primitiva indiferenciación, no obstante los muchos
pasajes de Freud que así lo dejan entrever, sino como el re-
sultado de una represión inaugural. Así lo señala 1aNota
de 1912: "El distingo entre actividad preconsciente e incons-
ciente no es primario, sino que sólo se establece después
que ha entrado en juego la defensa. " 2
Esta defensa es 1arepresión primordial, fechada en un
tiempo mítico, cuando "a la agencia representante psíqui-
ca de la pulsión se le deniega 1aadmisión en lo consciente.
Así se establece una fijación; a partir de ese momento la agen-
cia representante en cuestión persiste inmutable y la pu1-
sión sigue ligada a ella". 3 Agencia representante psíquica
propone José L. Etcheverry -traductor de Freud- como
equivalente del Vorstellungsreprdsentanz,es decir, del ele-
mento que hace las veces de la representación, que repre-
senta a la pulsión en el campo de la representación. Lo que
los trabajos de Freud que se ocupan del tema dan a enten-
der, por otra parte, es que sólo en virtud de su fijación
al representante -representación 1apulsión adquiere el carác-
ter de tal.
La afirmación del fund ador del psicoanálisis es inequívo-
ca además en otro aspecto: 1afijación del Vorstellungsreprd-
sentanz equivale a su exclusión de la conciencia, quedando
2 Estas transcripciones siguen una secuencia que Freud des
Sigmund Freud, Nota sobre el concep to de lo inconsciente en psicoanálisis,
en 3Obras completas, tomo X II, Buenos Air es, Amorrortu, 1980, p . 275.
Sigmund Freud, "La repre sión" , en: Trabajossobre metapsicología,Obras
completas, tomo XIV, Buenos Aire s, Am orrortu, 1980, p. 143.
111 e ,1 RBER HI
1 l.1 represión asociada a un proceso de inscripción. De
1¡, lllanera retoma Freud una antigua formulación que pul'
111 l,.,llarse en sus primeros escritos en los cuales vinculaba
! l.1 represión con la inscripción de signos en los sistemas
p 11
1 q11icos. Signos que sólo se caracterizan por sus correla-
l i,111es con otros signos. Tal la naturaleza del Vorstellungs-
(/11,'isen tanz: constituir un signo sin un significado pun-
1, 1.1I, sólo localizable en una red. Esto, a partir de la lingüís-
, ic., <;aussuriana, equivale a denominarlo significante, ya que
11ata de un elemento sólo definible en tanto incluido en
u 11;1 combinatoria. De este modo, la represión -fijación del
V11r.,,;tellungsreprasentanzpara Freud- es, en una perspecti-
\' , que guarda coherencia con su planteo, inscripción
ignificante.
1 Represión y sistemas de inscripciones:
"" teoría de la memoria
1,:, afirmación precedente puede fundamentarse recurrien-
do a las tesis expuestas por Freud en su carta 52 a Fliess.
Ce,mo es sabido, allí desarrolla un esquema anticipatorio
dl' lo que posteriormente será el aparato psíquico, conci-
bwndo a lo psíquico como un proceso estructurado por va-
11.1scapas de inscripciones que se diferencian al pasar de un
\l'itema a otro. El pasaje determinará retranscripciones pe-
11<'>dica
s, cambios en la modalidad de inscripción: "Traba-
l'> con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se
h., generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo
1·11 tiempo el material preexistente de huellas mnémicas ex-
perim enta un reordenamiento según nuevos nexos, una re-
11 .rnscripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, en-
1onces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera
\ 1mple, sino múltiple, está registrada en diversas varieda-
4
1 ks de signos. "
l ribe: P (percepción), Ps (signos de percepción), le (inrnn
4
Sigmund Freud, Fragmentosde la correspondenci
a con Flicss,en ( )/,1 , 11 e1)111
¡ilctas,tomo I, Buenos Aires, Amorrortu, 1982, p. 274.
 84 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
ciencia), Pre (preconciencia) y Ce (conciencia). Dentro del
primer registro, el de la percepción, se plantea la ya clásica
oposición freudiana entre percepción y memoria que se
mantendrá a lo largo de toda su obra: la primera es siem-
pre incapaz de retener rastro alguno de lo acaecido mien-
tras que la segunda será quien desarrolle tal función.
Precisamente en relación con las modalidades de organi-
zarse de la memoria es que aparecen reflexiones fundamen-
tales, absolutamente antagónicas a toda interpretación de
la misma como "función psicológica". De acuerdo con el
texto mencionado, el registro de la memoria no es uno y
homogéneo sino que se estructura en virtud de la articu-
lación de tres sistemas cuyos contenidos y modos de fun-
cionamiento son diferentes. En primer lugar está el siste-
ma de signos de percepción (Ps), que tendrá especial im-
portancia: "es la primera transcripción de las percepciones,
por completo insusceptible de conciencia y articulado se-
gún una asociación por simultaneidad". 5 Como se advier-
te, es en un contexto asociativo, al margen de la concien-
cia, que se organizan los signos de percepción.
También el siguiente sistema, le (inconciencia), se orde-
na con base en ciertas relaciones, en este caso las causales:
"las huellas le quizá correspondan a recuerdos de concep-
tos, de igual modo inasequibles a la conciencia". 6
Algo resulta indiscutible hasta aquí: las representaciones
no son simples reflejos del mundo exterior. Por una parte
porque los rastros o signos que carecen de conciencia no
se organizan en un único contexto sino en dos; pero ade-
más porque se trata de signos que no se corresponden pun-
tualmente con acontecimientos o datos empíricos, que
-por el contrario- se ordenan y relacionan de acuerdo con
tipos especiales de tematización, con nexos que los organi-
zan como una verdadera estructura significante que se inter-
pone entre percepción y conciencia.
La memoria, desde aquí, deja de ser función de la con-
65 Sigmund
Freud, ibid., p. 275.
Sigmund Freud, ibid., p. 275.
1t~N II I GERBER
, 11·11cia.Batería de representaciones-significantes, sin 1111
,, 111<:u . con referentes empíricos, es radi<.:,11
lo. inmediato
111cnte mconsc1ente.
r/. l,a memoria y la Otra escena
l ,1,s sistemas interrelacionados de signos van a estructurar -
1, en efecto, fuera de las localidades que, clásicamente, dc-
l 111cn a lo psicológico. Lo harán en un lugar que -dice
1 .,can- "no es un lugar espacial, anatómico, sino [... ]
i11menso escalonamiento, espectro espacial situado entre per-
i q,ció n y conciencia o, como se dice, entre cuero y
,, 7
, .1rne .
1
Puede decirse categóricamente que lo esencial del concepto
fI l·udiano de inconsciente está ya formulado en esta idea
1ll' un sistema de representaciones-significantes situado en-
tre percepción y conciencia. En este lugar los significantes
-..edespliegan, se retranscriben, se reordenan sin interven-
' 1cmde la conciencia. Por eso es un lugar que se define por
,u alteridad radical respecto de ella, lugar Otro, campo del
kng uaje que preexiste al sujeto. ¿De qué otra manera si no
interpretar el sentido de esa memoria siempre preexistente,
('11 la cual los signos son un elemento asociativo, combina-
torio, organizado según las características del significante
romo tal, independientemente del significado?
Las combinaciones significantes se realizan, además, al
margen de las leyes de la gramática, de las exigencias de iden-
tidad, de no contradicción. Siguen más bien lós lineamien-
tos de lo que posteriormente se denominará proceso pri-
1t1ario, siendo la condensación y el desplazamiento los
mecanismos que las gobiernan. Mecanismos similares en su
estructura a las dos vertientes productoras de sentido qu••
d lenguaje posee, la metáfora y la metonimia: figuras de.·
l'Stilo que también lo son de la transgresión de la lógica gra
matical. Desde la carta 52 la producción del sentido es c.·x
terior a la conciencia, ajena a toda (psico)lógica; afín, en
7 Jacques Lacan, Le sefminaire. Livre XI: Les quatre conceptsfonda,111
•111,1111
¡/,
la psychanalyse, París, Ed. du Seuil, 1973, p. 46.
 86
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
cambio, al arte de trovar, a la poesía.
En este esquema, donde lo psíquico se equipara a siste-
mas de transcripciones,la represión es el fenómeno especí-
fico que acompaña a los reordenamientos sucesivos de las
representaciones. Al pasar éstas de un nivel de inscripción
a otro, algo del orden del sentido se pierde en la nueva for-
ma de expresión: "la denegación (Versagung) de la traduc-
ción es aquello que clínicamente se llama represión. Moti-
vo de ella es siempre el desprendimiento de displacer que
se generaría por una traducción, como si este displacercon-
vocara una perturbación de pensar que no consintiera el
trabajo de traducción". 8 La represión aparece, pues, como
hecho-de-lenguaje y recae sobre representaciones. Es nota-
ble, además, que una traducci6n -una relaci6n entre signi-
ficantes- pueda generar displacer;la concepción de efecto
material del lenguaje está ya esbozada: placer y displacer
serán, de aquí en más, productos de un trabajo en el campo
de las representaciones, nunca sustancializacionesde orden
afectivo con existencia autónoma.
5. La Otra escena, escena del discurso
La represión es denegación de traducción. Su localización
es por lo tanto interior al registro del discurso, siempre frac-
turado por efecto de ella. De ahí que se manifieste cuando
el discurso se interrumpe, tropieza, trastabilla; cuando al-
go en él falta para que su sentido se realice:"Cada vez que
hay represión hay interrupción del discurso. El sujeto dice
9
que la palabra le falta. " La represión aparece así como el
correlato de un discurso imposibilitado de decirlo todo.
Ahora bien; el discurso no se origina en el yo consciente,
emisor del mismo, porque "todo lo consciente tiene una
etapa previa inconsciente".ro Hay -a eso alude la mención
8 infinitas y variadas maneras de evocar un (re)encuentro im-
p. 276.
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, op. cit.,
9
Jacques
_
Ed. du Seuil,Lacan,
1975, Le
p. séminaire.
295. Livre I: Les écrits techniques de Freud, París,
JO Sigmund Freud, La interpretación de los sueños en Obras completas,
tomo V, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 600.
111 1,11\1\l•R
etapa previa- un primado de la lengua sobre el su
111 1111,1
11¡,,, 1 onstit uido desde ella. El discurso, por lo tanto, no
j!lil'de organ izarse desde la percepción -que está siempre
1
1!1 l,,do de la conciencia, de lo secundario- sino a partir
1
I!' In~ procesos primarios, procesos que se desarrollan en
1l11~~.1r del Otro, ese campo transindividual donde los sig-
l!ífi,·.111tes se combinan, se sustituyen, juegan sin interven-
11111 de subjetividad alguna.
I •111anto la conciencia no posee el control de las palancas
¡111 rnman dan el discurso del que ella es efecto, cumple la
1'11111
1
1<>n de desconocimiento de las condiciones de enuncia-
l i, ,11de sus enunciados. Desconocimiento que sus tropie-
, 1,, los quiebres en la continuidad de su discurso, hacen
1,,11ente. De ahí la definición lacaniana: "El inconsciente es
1ip1cllaparte del discurso concreto en cuanto transindivi-
d11;tl que falta a la disposición del sujeto para restablecer la
t11 111inuidad de su discurso consciente."
11
El inconsciente forma parte del discurso en tanto éste es
11 .111-;indivi dual, trasciende al individuo y no posee en él su
111cnte;es el discurso del Otro, se inscribe en ese intervalo
, 111 re percepción y conciencia que es la "Otra escena" (eine
11ulereSchauplatz),espacio gobernado por las leyes de la sin-
'-, o nía significante, esto es, del proceso primario. Ahí mis-
111< > se organiza el pensamiento -esencialmente inconscien-
1, · como sustituto insuficiente -hecho de significantes-
,le un objeto radicalmente perdido.
,,. Pensamiento y deseo inconsciente
l~I inconsciente son pensamientos, afirmará -insistente-
111ente-Freud. Los procesos del pensamiento son, en tan-
1o inconscientes, indistinguibles del deseo. Constituyen las
posible con el objeto perdido. En este sentido, el deseo se
equipara al eterno deslizamiento del significante en su va
no intento de apresar el objeto. Pensar, hablar, desear, son
11Jacques Lacan, Écrits, París, Éd. du Seuil, 1966, p. 258 [Escrito.1J, M,ix,
,o, Siglo XXI, 1971, p. 79].
 88 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENI
procesos indisociables; los tres exteriores a la conciencia,
subsidiaria -ya que no amo- de ellos.
Un cuarto proceso puede sumarse a los anteriores y brin-
dar el modelo de los mismos: soñar. El sueño es "cumpli-
miento de deseos", pretensión de cerrar con significantes
la brecha que el mismo significante abre. La imposibilidad
de lograrlo determina que una huella permanezca indestruc-
tible; la huella del deseo, perenne, imborrable: "[los deseos
inconscientes] comparten este carácter de la indestructibi-
lidad con todos los otros actos anímicos realmente incons-
cientes, vale decir, los que pertenecen con exclusividad al
sistema Ice. Son vías facilitadas de una vez por todas, que
nunca quedan desiertas y que llevan a la descarga el proce-
so de la excitación inconsciente[ ... ]. Los procesos que de-
penden del sistema preconsciente son destructibles en un
sentido muy diferente. Sobre esta diferencia se basa la psi-
coterapia de las neurosis".12
El deseo no deja de recorrer, una y otra vez, esas vías pa-
ra siempre abiertas. Es quien determina al fluir significan-
te como interminable deslizamiento metonímico, rodeos
que hacen laberintos alrededor de una imposible identidad
de percepción. Pensar, hablar, equivalen al despliegue de
los significantes en el plano de la metáfora; a la sustitución
-con palabras- del objeto del deseo. La metáfora evoca,
protege del alucinar; por ella la identidad de percepción ce-
de su lugar a la identidad de pensamiento: "Toda la com-
pleja actividad psíquica de pensamiento que se urde desde la
imagen mnémica hasta el establecimiento de la identidad
perceptiva por obra del mundo exterior no es otra cosa que
un rodeo para el cumplimiento del deseo, rodeo que la ex-
periencia ha hecho necesario. Por tanto el pensar no es si-
no el sustituto del deseo alucinatorio. " 13
De este modo, sólo en virtud de su desconocimiento de
las condiciones productivas de los procesos del pensamien-
to puede el yo creerse dueño de los mismos. En realidad
12
13 Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., p. 546.
Sigmund Freud, ibid., p. 558.
111 1.1 1\lll · R !!'I
l 1 , l'ÍCcto y no causa del pensar que, situado en el campo
1, 1 ll'llguaje, lo trasciende. En el Otro, la "Otra escena",
o piensa antes e independientemente del yo. El incons-
1e11tl', entonces, son pensamientos; siempre y cuando se
lli.!~nhe toda concepción que hace de estos últimos emana-
1.i1,11l's inmateriales, epifenómenos volátiles o ideas etéreas.
l·'l ¡it·nsamiento es material, posee la materialidad que le otor-
¡ l'I ser hecho de lenguaje, que "es cuerpo sutil, pero es
14
1 1111po". A la imposible coincidencia del yo con el suje-
!í, que habla es preciso vincular -como su indispensable
1 0111 plemento- la tesis de que el pensar se localiza fuera
11 l.l conciencia presuntamente pensante: es un efecto de
l 1,·xistencia -exterior a ella- del lenguaje, no un produc-
i,, del cerebro o de un yo autónomo.
FI inconsciente:descentramientodel cogito
1 1 pensamiento puede representarse, por otra parte, bajo
l., lorma del yo pienso.15 No la forma del yo-representación
i 111.1ginaria sino la del sujeto verdadero, el sujeto del incons-
ci,:nte que piensa más allá de la conciencia. Un sujeto esen-
d. dmente distinto de aquel que supone la psicología, apunta-
l.11laen el supuesto de la plena coincidencia entre el yo que
1•tt·nsay el yo que es, tal como lo concibe el cogitocartesia-
110. El psicoanálisis viene a subvertir los basamentos de este
ultimo: "Lo que aporta Freud -dice Lacan- es la idea de
que un sujeto piensa en nosotros según leyes que son las
1111 smas que las de la organización de la cadena significante.
l o que se llama el inconsciente es el significante en acción,
wparado del juego de la tendencia, situado sobre otra 'escena
¡i-.íquica' [... ] y que marca la heterogeneidad de las leyes
') ll C conciernen al inconsciente en relación con todo lo que
puede vincularse al dominio del preconsciente, de lo com-
prensible, de la significación." 16
14
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 301 [EscritosI, p. 118].
IS Cf Jacques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 44.
11
' Jacques Lacan, Seminario V: Las formaciones del inconsciente(tramn 1p
, u',n de J.B. Pontalis), en Lasformacionesdel inconsciente, Buenos Airr \, N 11t'V .1
Vt\iÓn, 1970, p. 81
 90 LA REPRESIÓN Y EL INCONSC!ENTI
La psicología, fundada en la fórmula cartesiana: "Pienso,
luego yo soy", reproduce la presuma transparencia del yo
para consigo mismo. Transparencia ilusoria establecida por
el hecho de pensarse: "Yo soy el mismo que piensa", lo
· que implica: "Y o poseo el sentido de mi discurso, senti-
do que articulo en mi decir."
En ésta, su proposición fundamental, desconoce la con-
ciencia que soy en realidad por y a través del Otro -único
poseedor del sentido de aquello que yo digo- y que, en
el momento en que hablo -lejos de poseerlo- pierdo el
sentido, me pierdo en un enunciado donde sólo puedo fi-
gurar en tanto representado.
En el enunciado, en efecto, el sujeto que habla se des-
vanece, pierde el sentido. Sólo el Otro puede entonces
-restituyéndole el sentido- permitirle recobrar su estatu-
to. El eclipse, el/ading del sujeto, es consustancial a la exis-
tencia del significante: "El significante, produciéndose en
el campo del Otro hace surgir al sujeto de su significación.
Pero sólo funciona como significante al reducir al sujeto
en curso a no ser ya más que un significante, al petrificarlo
en el mismo movimiento con que lo llama a funcionar, a
hablar como sujeto." 17
Hablar equivale así a desaparecer tras eso que se dice. No
hay -por consiguiente- identidad posible entre el sujeto
del enunciado -el yo que se representa en el discurso- y
el sujeto de la enunciación, siempre excluido del mismo,
sólo identificable a la pérdida de sentido inherente al acto
de decir. El presupuesto cartesiano de plena unidad entre
el yo de la existencia y el yo del sentido queda impugnado
por la empresa freudiana. El sujeto que el psicoanálisis de-
marca es ese que nunca se realiza en el enunciado, sujeto
siempre por-venir, separado del sentido del discurso por ~fec-
tos de lo que para Freud es la represión primordial. Esta
es barrera que mantiene al sujeto en el lugar de lo siempre
significado por el significante, lo siempre impedido de con-
fundirse con éste para gobernar el discurso. La barrera es
17
Jacques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 188.
1 ! , 11<111K '11
1,,, h.lrra resistente a la significación que irremediable
111.1 '>l'paraa significante y significado como órdenes dis-
l p \ c inarticulables.
I )d signo al significante:el sujeto en fading
b1111
es cierto que para Saussure significante y signi-
,idl>son las dos caras simétricas y complementarias del
111
1¡'1111 l111güístico,el cual es por él definido como la rela-
(;¡¡ 111disolubleque liga a aquéllos, la inclusión que él mis-
li!i debió realizar del concepto de valor -que hace del
w1u una entidad opositiva, negativa y relativa- echa las
l 1,1•J1-..para la lectgra freudiana del signo que será desarro-
11 ,,d.,por Lacan. Este llevará las implicaciones del concep-
1 di' valor hasta sus últimas consecuencias, postulando la
1,, i¡Mrición de la simetría del signo al demostrar la prima-
11 d!'I significante que -traza material, fónica- tiene pree-
1111H ·ncia sobre el significado al cual determina. Como con-
i:.:
1H·ncia lógica, la barra que vinculaba -en Saussure-
111111.l s caras complementarias cambia de carácter y ahora
p,11a dos etapas diferenciadas en el proceso -inacabable-
dt• producción del sentido.
/\ partir de Lacan -de una reflexión psicoanalítica sobre
l ll'nguaje- el signo lingüístico se convierte en algoritmo,
11~l'll1inoque define un proceso matemático de cálculo que,
11,dación al signo, aludirá a su estatuto de proceso signifi-
u 111te. El participio activo hace referencia al aspecto de pro-
1l11n :ión del sentido que lo caracteriza y ya no de expresión
1le-· un significado preexistente. La producción del sentido,
, ,peración fundamental del significante, será la significan-
11,1, no la significación. Esto porque el sentido no se asimi-
1,, .11significado: carece de la puntualidad que se exige para
e,~tl' último y-huidizo- se desliza de manera permanente
1,,,jo la barra resistente a la significación.
La significancia en tanto proceso del significante prccxis
tt · al sujeto el cual se constituye como efecto de la mism.1;
rnmo lo eternamente representado-excluido en la opcraci<'>11
~,~nificante, lo primordialmente reprimido por la cxi-;tcn
t~i.1 de la barra que lo enajena del sentido de su disnir-..11
 92 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
desde el momento mismo en que el lenguaje lo hace sujeto,
poniendo en su boca las palabras que lo habrán de repre-
sentar ante el Otro. El significante consagra al sujeto a ser
sólo en y para el Otro; de éste recibe sus propias palabras
que son la causa-perdida- de su ex-sistir. Como lo señala
Lacan: "El efecto del lenguaje es la causa introducida en el
sujeto. Gracias a ese efecto no es causa de sí mismo, lleva
en sí el gusano de la causa que lo hiende. Pues su causa es
el significante sin el cual no habría ningún sujeto en lo real.
Pero ese sujeto es lo que el significante representa, y no po-
dría representar nada sino para otro significante: a lo que
se reduce por consiguiente el sujeto que escucha. " 18
El significante eclipsa al sujeto quien sólo puede aparecer
en los puntos de corte, de interrupción del discurso -allí
donde el sentido se precipita, tiende a rebasar la barra- pa-
ra desaparecer inmediatamente. Las fracturas, las vacilacio-
nes de la cadena significante constituyen escansiones en don-
de se manifiestan los procesos de la enunciación, ocultos
a la conciencia. Enunciación que es la marca de un sujeto
que pide ser reconocido más allá de lo que dice a través de
lo que su mismo enunciado deja traslucir, entre líneas. Los
cortes de la cadena discursiva son así el paradigma de un
"plus" de decir que se produce en la inasible fugacidad de
un instante lógico en el cual se hace ostensible el carácter
de función de discontinuidad en el discurso que posee el
sujeto del inconsciente.
Contrariamente al yo -continuo e ilusoriamente idénti-
co a sí mismo- el sujeto del inconsciente es lo que viene
a esbozarse en el punto de interrupción que fragmenta el
discurso; surgiendo en el momento de un decir insólito que
sorprende al yo por la precipitación de un sentido inespe-
rado, en ruptura con el resto del discurso. Permanece, al
contrario, disimulado cuando el discurso se conserva "en-
tero", perfectamente articulado en los moldes conven-
cionales.
18
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p . 835 [EscritosII, México , Siglo XXI, 1975,
p. 371].
111 1 ,11\lffR 'JI
!,11 <'xistencia del sujeto del inconsciente invierte asom-
' .
111nr,,, mente 1os termmos de1senu'do comun:
' a mas
' ".mte-
i 111.ul" del discurso, menor sentido; a más fragmentación,
pr,-.d ,ilidad de mayor sentido. Primacía del significante y
¡nud11cción del sentido en los cortes del enunciado resul-
\11 ;1-,í conceptos indisociables: "Si la lingüística nos
i 0111ucve el significante al ver en él el determinante del
w 1d1cado, el análisis revela la verdad de esta relación
1 hKcr de los huecos del sentido los determinantes de
u d1-;curs o." 19
1 1-;ujeto está organizado desde el orden del lenguaje que
lo 1·,obie rna, aunque él -en el plano imaginario- se sienta
u 11110.Esto porque siendo el discurso representación, sus-
, i11 11,{m de la cosaperdida, produce inevitablemente un efec-
1u dt' reduplicación: la ilusión de que tras todos los decires
l,,1y .,Iguien -un yo- que es fuente de los mismos y lugar
1, ,11unificación. El yo ocupa el lugar del vacío que es cau-
, , le las cadenas significantes carentes de autor; asume de
1.1 manera la pretensión de ser punto de convergencia
,11 todos los enunciados, la ambición de sintetizarlos en una
,-,, ~.111ización coherente y homogénea.
En realidad, es la desaparición del sujeto de la enuncia-
1611- puesto en fading por la represión primordial- la
l ,111<;a productora de discursos, determinante -en última
111 ~tancia- de la constitución del yo en el lugar dejado va-
1.:Í,> de la enunciación. Pero con la aparición del yo -pura
1il<'11tific ación al significante que se desconoce como iden-
1d 1c1ción- puede producirse un movimiento de inversión
1l1.iléctica por el cual lo constituyente -el lenguaje- pasa
1111,oriamente a percibirse como constituido.
'' Desdoblamiento de la forma sujeto.
/ '/ inconsciente entre la enunciación y el enunciado
Accesorio imprescindible que pretente obturar una falta,
11pliruna insuficiencia radical del sujeto, el yo cumple l.i
11
1111c1ión -indispensable para la conservación de su unid.HI
11
' Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 801 [Escritos I, p. 313].
 94 LA REPRESIÓN Y El INCONSCIEN
imaginaria- de desconocimiento. Desconocimiento de qu
es en el lugar del Otro que el sujeto se origina y encuentr
el sentido que él está condenado a perder constantemente,
Sin embargo, para el yo es imperioso poseer el sentido y,
ante la cárencia del mismo, sólo puede aferrarse enga-
ñosamente a un saber ilusorio, hecho de creencia. Saber
convencional que, pretendiendo ligar los significantes con
significados unívocos, lo aleja aún más del sentido.
La tesis fundamental de que es en el Otro que el discurso
se origina, y no en el yo, es ilustrada por Lacan con un ejem-
plo al alcance de cualquier observador: el de la situación
del niño, que no duda que el otro conoce sus pensamientos
y que sólo en un tiempo lógico posterior comprenderá que
tal convicción es falsa. Comprensión que surgirá precisa-
mente en el momento en que la represión ya esté instalada
y el yo -efecto de ella- pueda presumir la autoría del
discurso.
Se afirmó anteriormente que esta presunción yoica
-compartida por otra parte por el conjunto de la psi-
cología- se asienta en la fórmula central del cogito carte-
siano que identifica existencia y sentido, expresando tam-
bién -sin saberlo- la imposibilidad de esa asimilación. Ha
bastado a Lacan acentuar de otra manera la puntuación del
"Pienso, luego yo soy" para hacer aparecer una discordan-
cia fundamental entre estas dos figuras del sujeto que que-
da así descentrado del sentido que supone poseer.
El juego con el sentido de la tesis consiste en una puntua-
ción diferente: "Pienso: 'luego yo soy'." El sujeto aparece
ahora profundamente dividido por la intervención del sig-
nificante: "considerado únicamente en el tiempo, este suje-
to del 'yo pienso ' revela lo que él es: el ser de un fracaso.
Yo soy el que piensa: 'Luego yo soy' [... ] el 'luego' cariz
de la causa, divide inauguralmente al 'yo soy' de existencia
del 'yo soy' de sentido". 20
20
Jacque s Lacan, "Re spu esta a un os estudiant es de filosofía sobre el objeto
del psicoanálisis ", en Jacques Lacan et al., Significante y sutura en el psi-
coanálisis, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, p. 58.
í 1 ,_, 11\lll ·R 'I \
1ll forma sujeto queda de este modo radicalmente desdo-
l1l1id;1,.1 partir de lo cual el sujeto del significante, el yo del
¡¡111111,1do, va a ocupar un lugar excéntrico en relación con
1 1111 ·10 que allí se significa: "No se trata de saber si hablo
1, 1111 mismo de manera conforme con lo que soy, sino si
li 11,do hablo de mí, soy el mismo que aquel del que
11:1 1,11,_" J.1Existencia y sentido se escinden por la acción del
il\' 1i fil ante, cuya consecuencia con relación al sujeto será
l ,11\l l'ntramiento del mismo respecto de la representación
111, posee de sí, su ubicación en un lugar excéntrico a la
11l.,d que es su causa. Desde la subversión freudiana de
111 ,1dijctividad es posible afirmar que el sujeto no piensa;
¡11·11sado,hablado por una verdad que sólo puede articu-
1,il1;1 ,\ medias en un decir en el cual -invariablemente-
l111f.dta: " Pienso donde no soy, luego soy donde no pien-
! , 1 . . ] no soy allí donde soy el juguete de mi pensamien-
; ,, p1L'nsoen lo que soy, allí donde no pienso pensar." 22
1 , presencia del orden significante como causa de la exis-
!r 111 1.1de los sujetos constituye a éstos como sujetos irre-
ii1td1.1blemente divididos; es la razón de la imposible iden-
i ¡¡JH I de ellos consigo mismos. El sujeto, cada sujeto, está
d,, 1dido entre el Mismo que cree hablar bajo la forma de
!I11 yo imaginario y el Otro que verdaderamente habla y
;_11 1'\I iona aquella presunta identidad. Y la represión es, en
e.11· conte xto, el concepto que da cuenta de esta división
!"[ 111 itiéndola a la borradura de las condiciones de enuncia-
t 1/,11en el enunciado: "La represión está ligada a la necesi-
iL1d de que el sujeto se borre en el proceso de la enun-
._:i H ión." 23
1 o borrado en el enunciado va a reaparecer sin embargo:
,~11l.1s"fallas" de la cadena discursiva, trazas que la enun-
1_Í,1 1ión deja en ella, formaciones del inconsciente a través
d1· l.1s cuales lo reprimido retorna, síntomas que denuncian
1_111 decir más allá de lo dicho. Por esto mismo el incons -
'I J.,cques Lacan, Écrits, op. cit., p. 516 [Escritos I , p. 201).
'' J.icques Lacan, ibid., p. 516 [ibid., p. 201).
11
J.1eques Lacan, Seminario VI: El deseo y su interpretación (tram cripc,ún d,·
1.11. Ponta lis), en: l as form aciones del inconsciente, op. cit., p. 144 .
 96 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
ciente se localiza en el discurso, donde puede equipararse
a ese sujeto de la enunciación que se pierde en el momento
en que aparece: es el discurso del Otro que habita al sujeto
y lo divide entre un enunciado que se pronuncia y una enun-
ciación que se pierde. "¿A dónde quiero llegar -pregunta
Lacan- sino a convencerlos de que lo que el inconsciente
trae a nuestro examen es la ley por la cual la enunciación
nunca se reducirá al enunciado de discurso alguno?" 24
En síntesis: la represión es el acto mismo de la constitu-
ción del sujeto en el campo del lenguaje, del Otro; lo que
da cuenta de su desaparición {fading) en el significante. Por
ello es -necesariamente- pérdida de sentido -denegación
de traducción en los términos de Freud- y exigencia
imperiosa de recuperación del mismo. De los sistemas de
inscripciones que -en Freud- componen una memoria in-
dependiente de la conciencia, al sujeto apresado en el signi-
ficante de Lacan hay un ininterrumpido hilo conductor: la
insistencia en el carácter privilegiado que posee el corte en
el discurso, la traducción imposible, la falta de sentido que
produce el sentido. Para ambos, el inconsciente es causa del
discurso, eso que, sin-sentido, habla e impugna las certezas
más firmes de la conciencia.
II. DEL VORSTELLUNGSREPRASENTANZ DE FREUD AL
SIGNIFICANTE DE LACAN . LA METAPSICOLOGÍA
EN EL CAMPO DEL LENGUAJE
1. El Vorstellungsreprasentanz, significante del inconsciente
La represión -de acuerdo con Freud- se ejerce sobre el
representante (R eprdsentan z) de la pul sión que hace las ve-
ces de representa ción (Vor stellung) de ésta. El mismo Freud
define a estos representantes como signos articulados entre
sí componiendo amalgamas que deben tratarse como ver-
daderos jeroglíficos. Tal es la característica de las formacio-
nes del inconsciente, cuyo desciframiento implica otorgar
a las representaciones -palabras o imágenes- el estatuto
24
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 892.
!I J. <,11\IIFR 1¡
•1;11if
icantes, con independencia del significado: "las im.í
11,
~:;dd sueño no han de retenerse si no es por su valo1
ignificante, es decir, por lo que permiten deletrear del
¡11,,vt-rbio' propuesto por el rébus del sueño" .25
1~11t·sta perspectiva, afirmar que la represión recae sobre
1 11~presentante-representación (Vorstellungsreprasentanz)
H¡ q ,1tt a concebirla como un reforzamiento de la barra
r,·,1,tcnte a la significación- que, separando a significan-
!¡1 , 1,· -;ignificado, deja al primero de éstos totalmente mó-
il, libre de cualquier ligadura estable con el segundo, deri-
11do en el sin-sentido.
1 1 Vorstellungsreprasentanz constituye, en efecto, un ele-
!"' 1110 puramente combinatorio; sólo individualizable por
!11" hció n que mantiene con otro. Es, por lo tanto, un sig-
1iiIll .111te, esto es, "un signo que no remite a un objeto, aun
11,·1estado de traza, pese a que la traza anuncia sin embar-
' ., ,u carácter esencial. Es [... ] el signo de una ausencia.
l 1c1o en tanto que forma parte del lenguaje, el significante
1111signo que remite a otro signo, que está como tal es-
[!"11t urado para significar la ausencia de otro signo, en otros
1/.rn1inos, para oponerse a él en una pareja". 26
I•1 significante -signo de una ausencia- no representa
t111objeto, evoca más bien la falta del mismo. Es presencia
l1n ha de ausencia, siendo él mismo -su aparición- quien
tl,a· esta dimensión de falta. La .cosa -que sólo adquiere
l!\ t a categoría al inscribirse en el orden simbólico- desapa-
1i;íT tras la marca que deja el significante. La existencia del
1i11 111dohumano como mundo sometido a un orden signi-
1i1;,mte, el orden simbólico, es correlativa de la generación
d,; un lugar vacío en lo real, lugar de una falta que nada
podrá colmar. El significante abre un hueco en lo real o,
111 ;\s bien, determina a lo real como hueco, referencia inasi-
1,lc, agujero imposible de ser obturado, sólo bordeado por
l., palabra.
\ Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 510 [EscritosI, p. 195].
H, Jacques Lacan, Le séminaire. Livre lll: Les psychoses, Parfs, í'.d . du 'w11tl
,
p. 188.
l'.1111,

98
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIEN
La falta-de-lo-real es el hoyo abierto por la existencia d
lenguaje, hoyo en la estructu,ra misma del sujeto por efect
de la represión primordial. Esta lo determina como caren
cía, carencia en el ser que es causa de su cualidad de hablan
te, hablado en realidad por el lenguaje cuya ley, la ley de
significante, ·viene a ocupar el sitio de la causa perdida.
del agujero. El hablante es hablado por el lenguaje, e
habiente (parlétre), ente sólo hecho de palabras, desprovis-
to de ser.
El significante representa pues la ausencia del sujeto de
la enunciación que se escurre en el juego del mismo. Por
esto el sujeto de la metapsicología freudiana no es otro que
el efecto de una encrucijada de representaciones que lo pree-
xisten. Representaciones cuyo carácter de significantes está
planteado en esa combinatoria de términos que es Vors-
tellungsreprasentanz.
Vorstellungsreprasentanz:lo que representa a la pulsión en
el campo de la representación, lo que figura como su repre-
sentante. De ninguna manera su representante representati-
vo; se trata, al contrario, de un producto del orden simbó-
lico, en absoluto "representativo" pues no es una copia, un
reflejo del objeto o una reproducción de la realidad. La re-
presentación reprimida no es, por consiguiente, lo repre-
sentado de un deseo articulable en una representación; es
el efecto de la fijación (inscripción) del Vorstellungsre-
prasentanz.
Y es esta inscripción significante lo que pone en marcha
el deslizamiento continuo de la cadena discursiva, desliza-
miento que va a tratar de zurcir -aunque sólo podrá
bordear- el hoyo inaprehensible, lo reprimido primordial
fundante del deseo que se asimila a ese deslizamiento. El
concepto de Vorstellungsreprasentanzno indica otra cosa que
la imposibilidad de representación del deseo; el hecho de
que no exista deseo que no sea reprimido, falto de un re-
presentante puntual, en incesante -insistente- circulación,
huidizo a todo intento de apresamiento, de colocarle un
nombre que lo aliene.
1111
!•.\NII I l,FRBE R
Representación y afecto:lo metapsicológicoy lo psico/ogH11
h r.\ precisión se impone en este momento: el Vorstell1111g\
, ¡11,'isen
tanz es del orden de la representación -del len
r 11.1w- exclusivamente. El afecto -que es para Freud el otro
l li11 iento que representa a la pulsión- no pertenece al cam-
f", de lo inconsciente. Es necesario fundamentar su exclu-
11_,11 de allí.
( :orno el mismo Freud lo reitera con frecuencia, la mo-
' d,11pulsional no es en sí consciente ni inconsciente. Sólo
..,lll'mos de ella por sus representantes: el representante-
11 presentación ( Vorstellungsreprasentanz) y el monto de
dello. Pero sólo el primero es reprimido y existe en el in-
,·, 111sciente. En cuanto al segundo, es siempre consciente
~·preconsciente: "Cuando restauramos la concatenación co-
11t'Lta, llamamos 'inconsciente' a la moción afectiva origi-
11.1ria, aunque su afecto nunca lo fue, pues sólo su represen-
27
, .ll ,ón debió pagar tributo a la represión."
No susceptible de ser reprimido, tres son los destinos del
dn ·to: a] persistir -en todo o en parte- como ·tal; b] mu-
d.,rsc en un afecto diverso, en particular en angustia, o
, 1 -.cr sofocado por completo en su desarrollo. Los afectos
,tTfo, de este modo, apéndices preconscientes de lo re-
111 1mido, índices desplazados y equívocos del proceso
, le represión.
Este carácter de sustitutos es lo que Freud acentúa: "con
lrt'cuencia la moción pulsional tiene que aguardar hasta en-
,o ntrar una representación sustitutiva en el interior del sis-
' l'tna Ce. Después el desarrollo de afecto se hace posible
1lt·sde este sustituto consciente, cuya naturaleza determina
1•1 carácter cualitativo del afecto" .28 Es así como el afecto
1 l'sulta ser un producto secundario, subordinado al juego
1ll'I significante y eliminado por ello de lo estrictamente mt··
1,1psicológico, es decir, de los efectos de determinación (kl
,11jeto por el Otro. Su lugar se circunscribe -más bien
J] Sigmund Freud, Lo inconsciente, en Obras completas, tomo XIV, 1\111· 1111
:s, Am orrortu, p. 174.
/\ 111
'H Sigmund Freud, ibid., p. 175.
 100 LA REPRESIÓ N Y
a lo "psicológico", ese espacio imaginario estructurado por
lo simbólico cuyo elemento fundamental es el yo, repre-
sentación ilusoria de unidad del sujeto fundada en el desco-
nocimiento de los mecanismos que lo constituyen desde el
lenguaje; yo comprometido narcisísticamente -"afec-
tivamente" - con la imagen que lo enajena en el Otro.
La postura de F reud en relación con el afecto no sufrirá
variaciones ulteriores. Aun en el esquema de la segunda tó-
pica y la segunda teoría de la angustia, el afecto conserva
el mismo carácter que le adjudica la Metapsicología.Esto se
desprende de la lectura de Inhibición, síntoma y angustia,
texto que define a esta última -afecto por antonomasia-
como "algo sentido" , para añadir luego: "La llamamos es-
tado afectivo si bien no sabemos qué es un afecto. " 29 Hay,
sin embargo , una caracterización freudiana del afecto que
se remonta a los Estudios sobre la histeria y es retomada en
este texto de 1925: "Los estados afectivos están incorpora-
dos en la vida anímica como unas sedimentaciones de anti-
quísimas vivencias traumáticas y, en situaciones parecidas,
despiertan como unos símbolos mnémicos. Opino que no
andaría descaminado equiparándolos a los ataques histéri-
cos adquiridos tardía e individualmente, y considerándo-
los sus arquetipos normales. " 30
Símbolos mnémicos: si se recuerda la concepción freu-
diana de la memoria, esbozada en páginas anteriores, surge
la lógica conclusión de que lo afectivo es subsidiario de la
preexistencia de lo simbólico. Inserto desde siempre en es-
te orden, el sujeto -sin saberlu- reproduce un esquema
heredado, no a través de sus genes sino como un legado que
recibe del Otro, quien lo constituye como sujeto del mis-
mo. La herencia es del significante, del cual se es in-
voluntario portador; sin ella no habría ser humano entre
humanos.
El estatuto de lo reprimido es justamente el de ese testi-
2
~ Sigmund Freud, Inhibición, síntoma y angustia, en Obras completas,to-
mo30XX, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 125.
Sigmund Freud, ibid., p. 89.
EL JNCONSCIENTI
ll 1 <,11\llER 10 1
li\11 11 0 del que todo sujeto es soporte inconsciente: el dis
ur \11 del Otro que hace de cada candidato al género hurna -
11D 1111 sujeto. Como lo señala Lacan: "Es el significante el
¡11e l'S reprimido, pues no hay otro sentido que dar en es-
! P S I extos al vocablo Vorstellungsreprasentanz.En cuanto
1,)-.afectos, formula expresamente [Freud] que no son re-
wi111idos,ya que sólo se puede decir de ellos tal cosa gracias
1111ato lerancia, y articula que, simples Ansatze o apéndi-
' , de lo reprimido, señales equivalentes a accesos histéri-
l 1,,fijados en la especie, son solamente desplazados, como
l,, ,\lestigua este hecho fundamental, en cuya apreciación
1 d.l a reconocer un analista: por el cual un sujeto está en
1, necesidad de 'comprender' tanto mejor sus afectos cuan-
31
' 11 menos motivados realmente están. "
"i se toma en cuenta, por otra parte, el hecho de que quien
, , perimenta el afecto es el yo -sede de las identificaciones
1111,lgin arias del sujeto, asiento del engaño, la ilusión, tejido
dl' representaciones que cumplen una función de desco-
nocimiento- puede entenderse también el carácter enga-
1)oso - destinado al desconocimiento- de todo afecto. Aho-
, .1 bien, esto no debe interpretarse apresuradamente como
1111a reivindicación de lo intelectual. El reproche de "in-
11·lectualismo" frecuentemente formulado contra la teoría
l.,raniana, carece de justificación en tanto se apoya en la an-
l i~ua dicotomía intelectual/afectivo que el concepto de pri-
1mcía del significante -elaborado por Lacan- viene a pun-
1ualizar como enteramente falsa.
Intel ectual y afectivo son, en efecto, nociones de una vie-
J,\ psicología sustancialista que cosifica como entidades a las
que asigna existencia real a aquello que no constituye sino
11n aspecto puramente fenoménico, resultado de la mate-
rialidad del lenguaje que produce un sujeto desprovisto de
l ualquier sustancia. La "vivencia" de una sustancia -tal co-
mo el yo la experimenta- formará parte, en todo caso, dl'
su estructura ilusoria cuya función es impedirle conocer ,u
inserción en lo simbólico.
31
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 714 [Escritosll , p. 3241,
 102 LA REPRESIÓ N Y EL INCONSCIENTI
No hay intelectualismo alguno en Lacan a ser com-
batido desde una postura empirista que eleva el valor del
afecto -siempre engañoso- a la categoría de clave para
"comprender"al sujeto. Esto se desprende de afirmaciones
esparcidas a lo largo de toda su obra. Baste un ejemplo: "si
lo intelectual se ubica en alguna parte, es al nivel de los fe-
nómenos del yo, en la proyección imaginaria del yo, seu-
doneutralizada -seudo en el sentido de mentira-, que el
análisis ha denunciado como fenómeno de defensa y
resistencia' '.32
Se podría argüir que esto es insuficiente como fundamen-
to, que Freud introduce un concepto de energía el cual se
vincula al llamado punto de vista económico, que esta ener-
gía es el "quantum de afecto" que moviliza al aparato psí-
quico. A todo esto se puede responder que no es posible
considerar esta energía al margen de un proceso activo de
la cual es resultado, el proceso de la significancia.
Así como en la física la energía es una metáfora que preten-
de dar cuenta de cierta relación entre dos masas capaz de pro-
ducir algo del orden de una fuerza, un trabajo; en psico-
análisis la energía posee el mismo estatuto de efecto estructu-
rado, nunca de una sustancia en sí y por sí. Es ella una cons-
tante que puede establecerse a partir de una relación mate-
rial, la oposición significante. "[ ... ] la energía no es una
sustancia, que por ejemplo se bonifica o que al envejecer
se pone agria, es una constante numérica que para poder
trabajar necesita el físico encontrar en sus cálculos[ . . .] Sin
esta constancia que no es más que una combinación del
cálculo, no hay física[ ... ] Esto no es de mi cepa. Cualquier
físico sabe claramente, es decir, presto a decírselo, que la
energía no es más que la cifra de una constancia. Ahora bien,
lo que Freud articula como proceso primario en el incons-
ciente[ ... ] no es algo que se cifre, sino que se descifra. Yo
digo: el goce mismo. Caso en el cual, no constituye una
energía, y no podría escribirse como tal". 33
32
33 Jacques Lacan, Le séminaire. Livre l, op. cit., p. 303.
Jacques Lacan, "Televi sión", en Radiofonía y televisión, Barcelona, Ana-
grama, 1977, pp. 101-102.
[ 1(1111\ 10 1
1, 1.il l'cto, derivado de la acción del significante, ap.llt'Cl'
11 el lugar de lo no dicho que el decir genera. Es u11
pil, 11/imeno del proceso de significancia, una segregación
pi l' '>t ' cuela en los intersticios abiertos por la palabr,l
111_k, ,l ocupar el lugar de lo que a ésta le falta: la verdad
1!1\i'I iculable. Usurpando el lugar de la verdad es como el
lru u ,lfecta: es sufrimiento -por una parte- debido a la
íi t' 1H 1.1de una palabra plena, y es a la vez presuntuosidad
,·ci:,1sta-afectación-, fingimiento del yo instalado en la
li1• 1/,11de amo.
I' 11.aloja inherente a la represión: para Freud su objetivo
11locarel afecto, pero sólo puede cumplirlo afectando
1 }' ' ,, consolidándolo en su espejismo narcisista, esa panta-
1l,i ,·1·fractaria al pasaje de la verdad que pretende decirse
1.1 ~11lugar. Por efecto de la represión que es su causa, el
l11;'" 11rso del yo es afectado, palabra vacía, vacuidad de un
11 1•,11·1mie nto cuya única función es ocultar la insuficiencia.
N"presentación-cosa y representación-palabra:
, , teoría del inconsciente-lenguaje
l\lw: 110 existe lugar para el afecto en el sistema inconscien-
! C \' ;I a reafirmarse cuando Freud iridica cuáles son las re-
·11c-.l'ntaciones tÍpicas del mismo y en qué se distinguen de
1 preconscientes. Dos posibilidades se contrastan en pri-
.11~
i1111 lugar: doble inscripción de una misma representación
11 ,,jtios diferentes (sistemas inconsciente y preconsciente-
,.,e,11 sciente) o cambio del estado funcional de ella, el cual
¡ li I l'rminaría el pasaje de un sistema a otro. Ambos inten-
111, de explicación generan escollos insalvables que, con pa-
11· 11ciamayéutica, Freud va advirtiendo. Un intervalo se
d,1l' entonces delimitando un tiempo de comprender in-
,l" pensable hasta que -no casualmente- el análisis del lcn-
l\11 .1je esquizofrénico precipita la conclusión. Manifiesta
l •1n 1d: " En la esquizofrenia las palabras son sometidas ,ll
1n1smo proceso que desde los pensamientos oníricos laten
1,:-.crea las imágenes del sueño, y que hemos llamado el ¡,rn
,-,.,opsíquicoprimario. Son condensadas, y por desplaza111il'11
t o se transfieren unas a otras sus investiduras compkt.rn1t ·11

104 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIEN
te; el proceso puede avanzar hasta el punto en que una sol
palabra, idónea para ello por múltiples referencias, tom
sobre sí la subrogación de una cadena Íntegra de pen
samientos. " 34
El esquizofrénico "juega" con las palabras de la mism
manera que lo hace el sueño o cualquiera de las formaci
nes del inconsciente: siguiendo las leyes del proceso prima,
rio o, como Freud lo asevera, valiéndose de las semejanza.
en la expresión significante y prescindiendo enterament
del significado. La homofonía, la polisemia significante, or•
ganizan ese juego que para la conciencia -exigente de mo-
do inagotable de significados unívocos- aparece con una
fachada tan incomprensible. Y aunque Freud no lo diga en
estos términos, está claramente planteada por él la prima -
cía del significante, ¿de qué otra manera interpretar lo que
agrega a continuación?: "Si nos preguntamos qué es lo que
confiere a la formación sustitutiva y al síntoma de la esqui-
zofrenia su carácter extraño, caemos finalmente en la cuenta
de que es el predominio de la referencia a la palabra sobre
la referencia a la cosa. " 35
Sin duda el hecho de que F reud desconociera los desarro-
llos que, simultáneamente, estaba realizando en lingüística
F. de Saussure le impidió asimilar esa oposición referencia
a la palabra-referenciaa la cosa a la dicotomía fundante de
la lingüística estructural: significante-significado. La asimi-
lación, sin embargo, es inevitable: sólo basta tomar en cuenta
la dualidad esencial del signo lingüístico para advertir
que la palabra como significante puede subrogar una cade-
na de pensamientos; esto por su carácter equívoco, poliva-
lente, desprovisto de ligazón estable con un solo significado.
Ahora bien, el lector atento puede apreciar que, en los
términos de Freud , palabra no es equivalente de lo que él
denominará después repr esentación-palabra, elemento ca-
racterístico del sistema preconsciente-consciente. La pala-
bra á"secas -que puede ser tratada como una "cosa" y re-
34
Sigmund Freud, Lo inconsciente, op. cit., p. 196.
35
Sigmund Freud, ibid., p. 197.
10~
1·1 , .11111111
11 r e por las leyes del proceso primario- es lo que - desde
l .i,:.111 puede definirse como significante. Este, por para
lt:.jii:,1-;que resulten las denominaciones, es similar en sus
1r,,c1erísticas no a la representación-palabra freudiana si-
iiti ., l., representación-cosa, eminentemente móvil. Porque
l,1 1 e presentación-palabra -contrariamente a la anterior -
11 ,: , ,, consigo una "sobre-investidura" preconsciente, es
ll'1~i1, se abrocha de manera estable a un significado por
n,ed10 de un trabajo de "gramaticalización" que intenta
F •ilvcrtir el significante en signo y restarle toda la am-
l11r ,11cdadposible.
1 ., descomposición de la representación-objeto -repre-
111.11 :ión y no reflejo- en representación-palabra (Wort-
•Ji ,tcllung) por una parte y representación-cosa (Sachvors-
/cl/1111g) por otra, tal como lo propone Freud, no debe pres-
1;,1 , l' ento nces a las confusiones que se pueden suscitar en
¡¡11110 a lo equívoco del vocablo "cosa". La representa-
1Í111H :osa -propia del inconsciente- no puede equipararse
1t .,\µ,una modalidad de copia fotostática de un objeto o a
1111 .1 imagen especular de éste, y así lo puntualiza Freud:
1 · 1, ,nsiste [la representación-cosa] en la investidura, sino de
l 1 1111age n mnémica directa de la cosa, al menos 36de huellas
1111 1t'.·micas más distanciadas, derivadas de ella" . La cosa,
1,11c'i , está siempre mediada, presentada por un orden de len-
p 1,1jeel cual "no es concebible sino como una red, un hila-
¡J, -;obre el conjunto de las cosas, sobre la totalidad de lo
11•,il" .37 Es por esto que "las cosas del mundo humano son
,~o,as de un universo estructurado en palabras, que el len-
1•,11.,je domina, que los procesos simbólicos gobiernan
, 11-;u to talidad" .38
Subordinada al significante, la representación-cosa no c.k
1gnasino a él mismo, a su característica de combinarse con
111 ros significantes, no sólo con independencia del signili
Sigmund Freud, ibid., p. 198.
11'
17Jacques Lacan, Le séminaire. Livre I, op. cit., p. 289.
IHJacques Lacan, Le séminaire. Livre VII: L'éthique de la psy<h,111
,1( \'" i (i11
f.d1
1t1). Clase del 9 de diciembre de 1959.
 106 LA REPRESIÓN Y EL INCONSC!ENTI·
cado sino produciéndolo en su despliegue. La exclusividad
de la representación-cosa en el inconsciente equivale a la
estructuración de este último conforme a la lógica del sig-
nificante, la cual -idéntica al proceso primario- se rige por
la ley de sustitución y los juegos basados en la homofonía,
la aproximación, la similicadencia. El sobreagregado de
representaciones-palabra en el preconsciente indica -en este
caso- el esfuerzo de dar significado al significante, de fre-
nar su deslizamiento en el plano de las significaciones con-
vencionales con el fin del reconocimiento intersubjetiva,
inseparable de un "saber sobre lo que se habla" sin el cual
no hay ratificación imaginaria en y por el otro.
Así pues, el concepto de primacía del significante en-
riquece la perspectiva freudiana, evitando las· recaídas en
concepciones que aluden a un lenguaje de imágenes o pre-
verbal como lo propio del inconsciente, completamente
ajenas a los textos del fundador del psicoanálisis. La oposi-
ción terminante que mantiene Freud a la idea de una ins-
cripción de las representaciones en dos lugares distintos del
aparato psíquico puede entenderse, a la luz de las elucida-
ciones lacanianas, como una cerrada negativa de conside-
rar la posibilidad de existencia de dos lenguajes diferentes,
uno de imágenes que sería el del inconsciente y otro verbal
constitutivo de lo preconsciente-consciente. Al dejar esto
claramente establecido reafirma, una vez más, la innegable
primacú de las representaciones-cosa, las representaciones
inconscientes -el significante- sobre las representaciones -
palabra, es decir, la conciencia-preconciencia amarrada al
significado: "De golpe creemos saber ahora dónde reside
la diferencia entre una representación consciente y una in-
consciente. Ellas no son, como creíamos, diversas trans-
cripciones del mismo contenido en lugares psíquicos dife-
rentes, ni diversos estados funcionales de investidura en el
mismo lugar, sino que la representación consciente abarca ·
la representación-cosa más la correspondiente representa-
ción-palabra, y la inconsciente es la representación-cosa
sola. El sistema lec contiene las investiduras de cosa de los
objetos, que son las investiduras de objeto primeras y genui-
111 1 ,11\lffR 10
, l:I sistema Prcc nace cuando esa representación-cos;t l'~
1,l,1<·mvestida por el enlace con las representaciones-palabr.,
¡111 ll' corresponden."
39
1 , distinción entre representaciones-cosa y representa-
i;111<''i palabra -ambas derivadas del lenguaje- que se
,11111 · 1 pone a la división inconsciente-preconsciente/ cons-
11:11l l', puede elucidarse aún más a la luz de la diferencia
¡ue desde la lingüística estructural- se establece entre el
lí-111,;11,\je como estructura y el lenguaje como función. Des-
1(1 ~:st e punto de vista las representaciones-cosa pueden
1111 11larse al primero y las representaciones-palabra al
¡:,1111do.
1, 1 lenguaje como estructura no sólo preexiste a la entra-
¡, que todo sujeto hará en él sino que produce -desde
,~111pre- a todo individuo como sujeto: "El hombre
)i(d,l.1, pues, pero es porque el símbolo lo ha hecho hom-
lírc."1ºEsta estructura es la de la lengua que -siempre am-
h1g11.1,imperfecta- se manifiesta a través del sujeto hablante,
dd h,1blente (parlétre), quien dice siempre más de lo que
111 · y habla sin saber lo que dice, en particular, en cada
¡¡_n 11 t ecimiento rnetafórico y metonímico que el vínculo en-
! 11 los significantes produce al margen de sus intenciones
l ; !1l'il'Íentes. Estos acontecimientos, equívocos, agudezas,
1 l1i-,1e s, lapsus, presentan al yo -presunto autor del enun-
11do- rebasado en un instante de sorpresa, hilaridad o aun
¡1.111to provocados por la emergencia súbita de lo inespe-
1 ,111< >. Es un momento de asombro, suspendido en el tiem-
¡H,, que corresponde a la aparición del inconsciente. Dicho
le e >tra manera: el inconsciente no es sino ese instante, en
1( 11alse muestra corno "la suma de los efectos de la pala-
h11sobre un sujeto, en ese nivel en que el sujeto se consti-
i ti } l' por los efectos del significante". 41
l .•1 lengua -distinta del código que se caracteriza por b
1111Ívo ca exactitud de sus referencias- es sede del equívoco,
11
' \1~mund Freud, Lo ir.consciente,op. cit., p. 198 (las cursivas \On 11111·,11.1~)
1
J.teques Lacan, Écriis, op. cit., p. 276 [Escritosl, p. 96).
'
111.1cques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 116.
 108
LA REPRESIÓN Y EL IN CO NSCJEN
asiento del malentendido que la primacía del significant
genera. En ella el sonido impera sobre el sentido y la con
tante producción del neologismo se impone sobre todo "l
gismo". La lengua es, ante todo, 1a1engua(lalangue),neol
gismo paradigmático con el cual Lacan designa la primad
del flujo sonoro que es su esencia material sobre toda fo
malización, siempre a posteriori. Lalengua puede equipa
rarse al lenguaje "esquizofrénico" que cita Freud como mo-
delo del inconsciente; ella muestra que este último no es
un lenguaje especial, distinto del "normal", sino prototi po
de éste: es el lenguaje del inconsciente que tiene preeminen-
cia sobr e los pro cesos conscientes.
A partir del concepto de !alengua, es posible advertir la
relación estrecha que vincula al lenguaje de la esquizofre-
nia, del sueño o del síntoma, con los procedimientos del
lenguaje en general. Estos últimos -eminentemente re-
tóricos- muestran absoluta similitud con los que gobier-
nan la producción de aquellos lenguajes. Puede entonces in-
troducirse la reflexión en torno a la fórmula central de
Lacan: "el inconsciente está estructurado como un lengua-
je", fórmula en la cual debe acentuarse -a la luz de toda
la obra lacaniana- un lenguajey no estructurado. Porque
no se trata de pensar al inconsciente como un objeto ente-
ramente formalizable ni de hacerlo una estructura, reser-
vorio en segundo plano de signos disimulados a la concien-
cia, sino -coherentemente con Freud- de sostener una
"psicotización" del mismo (en el sentido del lenguaje es-
quizofrénico), lo que tampoco implica concebirlo como lo
"patológico" en referencia con alguna norma.
Lo que está en cuestión, en última instancia, es la posibi-
lidad de pensar la presencia de una estructura "esquizofré-
nica" en todo discurso. Esto permitirá fundamentar que en
el lenguaje no hay anomalía s porque lo que así se califica
no es sino ese resto resistent e a toda formalización lógica,
ese real que lo simbólico no puede apresar; real del deseo
inconsciente que debe rescatarse del lugar de desecho al que
lo condena la lingüística, para convenirse en la causa de la
existencia del discurso, en la razón de un goce de la lengua
1 1,1111111( 10'1
hlr ,11,11
,1)inalcanzable al hablante, sólo dicho "entre líneas"
ll" .
., 11 1·de la lengua. La palabra, en efecto, juega más allá
1 1111·10, conforme a reglas que trascienden la subje-
i,L,d del hablante, reglas que los manuales denominan
"11 .1. Y ésta, contrariamente a la opinión de algunos lin-
11¡1,1~, no es una función más del lenguaje, es la naturale-
i i11i-,1na de éste. "Todo uso del lenguaje se desplaza en
11ii11 :1.ífora":42 su función es evocar el objeto ausente, su
!111p l1· existencia es nostalgia por la causa perdida, la cosa
.1 U! t1 ~Íl'mpre resignada cuyo (re)encuentro es imposible. El
h11;e,, ,nconsciente no es anterior al lenguaje, es su correla-
\ -,1 el inconsciente está estructurado como un lenguaje,
1,1 110 significa que el deseo "se exprese" en el lenguaje
111H1 -;ituviera una esencia más allá de éste, sino que todo
111;11,tjc es, fundamentalmente, lenguaje de deseo.
El ll'nguaje como función, por su parte, es resultado de
(' 11.tbajo de formalización sobre /alenguatendiente a di-
1p.11d equívoco. Es, en otros términos, el sistema de las
1{i¡111 ·<;cntac iones-palabra preconsciente/ c~nscientes, preten-
l1do instrumento al servicio del yo. Este se considera
il11'ioria mente- amo de la lengua y pretende ejercer un
k11 ll inio sobre la misma que se estrellará en cada sueño, ca-
d,1",teto fallido", cada síntoma; formaciones todas a través
di l.1scuales el inconsciente se manifiesta como el verdade-
1 il .uno.
/\.I yo corresponde pues el intento de amarrar significan-
¡1 .1 significado, el afán de impedir el deslizamiento del sen-
, 1110;es decir, el propósito de asirse al significado para ha-
,_1, resistencia a la producción del sentido. El yo se impone
1111 ,1tarea sisífica: eliminar el equívoco que una y otra ve
11•1orna, detener el deslizamiento del sentido que no respe-
1.1 barrera alguna. En esta tarea consume buena parte de sus
0
l'ncrgías": en el mantenimiento de lo que Freud denomi -
11.1"co ntrainvestiduras" opuestas a la presión de lo rcpri
42 Jacques
Lacan, Seminario L 'envers de la psychanalyse(inédito) , 111,11/11
.t, 1971.
 110 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCJEN
mido, del juego significante que no deja de jugarse. Y el sí
toma -el síntoma neurótico- no es sino el tapón, el diqu
que pretendiendo contener su deslizamiento deja al semi,
do en suspenso, en sufrimiento. Por esto el yo -esto rb,
esencial a la trayectoria errática del sentido- es el sínto m
por excelencia.
4. La represión y el sentido: no hay metalenguaje.
La verdad y la ficción
La tesis central de Lacan, "el inconsciente está estruct ura
do co~o un lenguaje", se enraiza en la metapsicología freu-
diana. Esta, como se ha visto, constituye una verdadera sub-
versión del lenguaje al impugnarle su presunta función de
expresar un sentido pleno y previo, un sentido que, tamo
para el sujeto que habla como para quien escucha, poseería
absoluta transparencia.
Siempre faltante en cambio, esto es, sometido a la repre-
sión, el sentido no pertenece al signo así como tampoco al
yo "emisor" del discurso que se considera amo del mism o;
depende de la sustitución de un significante por otro en el
enunciado, proceso donde la imposición de cada nuevo sig-
nificante provocará una modificación del sentido haciendo
que éste sólo exista en permanente traslación.
Así pues, el sentido no consiste en ninguno de los ele-
mentos de la cadena; insiste más bien -imposibilitado de
tener cabida en ella- en el sin-sentido aparente que gene-
ran las lagunas del discurso, las ambigüedades, los cortes .
Son éstos los momentos privilegiados de revelación -a
medias- de la verdad lacerante, momentos en que esa re-
velación deja sumido al yo en la perplejidad en tamo ha
sido desbordado por su propio mensaje, que se presenta
-como en ninguna otra situación- en absoluto como pro -
pio sino recibido del Otro en forma invertida.
La revelación del inconsciente se produce en el intervalo
inevitable que separa el hablar del "querer decir". Es repe-
tición de un fracaso de este último - "no quise decir eso"-
siempre desbordado por una palabra que dice mucho más:
"El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de signi-
:1 (,1 111111( 111
I! ,11·111;, que en algún sitio (en otro escenario, escribe él) se
¡wt l' insiste para interferir en los cortes que le ofrece el
111"º efectivo y la cogitación a la que él informa."
41
111;._:
1 ,1 1l'presión es ese intervalo que separa al sujeto que ha-
1dii d1·l sentido de su discurso. Es por ello condición para
¡tw 1·11el lugar del sentido faltante se erija el yo del saber,
p11 c,10 a la emergencia de la verdad. Yo del dominio ilu-
i 1 it1-,obre los signos, apuntalado en el desconocimiento
lrl 1.11,ícter de significantes que en realidad éstos poseen.
[ 1 que, al constituirse en obstáculo para la producción del
111ido, determina que la precipitación de este último sólo
, ¡1<>sible allí donde su discurso sólido y coherente tro-
l'''· .1, se enreda, vacila; donde se denuncia la verdad que
l ¡1n•tcnde ignorar: su imposibilidad de dominar el lenguaje
q11c l'n realidad lo domina. Por esto "el descubrimiento del
1111),nsciente, tal como se muestra en el momento de su sur-
1i111 1ento histórico con su dimensión plena, es que el alean-
' del sentido desborda infinitamente los signos manipula-
d11,por el individuo". 44
l·J sentido escapa inevitablemente al yo, se desplaza en
, , instante deslizamiento, inapresable para la conciencia. Esto
1111p one una nueva vuelta de tuerca a las reflexiones prece-
d1·11tcs:el habiente (parlétre) no es hablado por la lengua si-
110 por !alengua (lalangue) ya que ésta es condición de toda
l1·1g1ua posible. Lalengua funda a la lengua como no-código,
l11 gar de la falta, de la falta de una correlación fija entre
significantes y significados. En la lengua falta entonces un
\l'lltido "propio" de las palabras, toda ella es metáfora, sus
111ución de un real ausente.
No existiendo -ni pudiendo llegar a existir- sentido
" propio", no hay un Otro de la lengua, un significante qul'
ocupe el lugar de garantía de sentido inequívoco. En ot rn,
tfr minos: ningún significante podría estar en un sitio 1()(,1
!izado más allá de todos los otros y desde allí legislar ,ll l'll .1
43
Jacque s Lacan, Écrits, op. cit., p. 799 [Escritos I, p. 3 111-
44 Jacques Lacan, Le séminaire . Liv re 11: Le moi dans /11th/ m i,: ,I,, l 1
d,ms la technique de la psychanalyse, Parfs, Éd. du Seuil, llJ7K, I' 1
 112
LA REPRESIÓN Y EL INCONSC JENH
de cómo deben entenderse estos últimos. No hay "sentido
del sentido" porque el sentido no encuentra punto de de-
tención. Retomando la expresión aforística de Lacan, "no
hay metalenguaje", es decir, algo, más allá del mismo, que
pueda convertirlo en código unívoco y exa:cto.
La verdad, por lo tanto, no es lo que el lenguaje articula;
es la causa del hablar que trata -inútilmente- de alcanzar-
la y sólo puede sustituirla por un saber ilusorio acerca de
ella. Porque no hay metalenguaje, la verdad es huidiza a
la aprehensión significante pudiendo sólo propagarse bajo
la forma de ficción y ocupa en el discurso el lugar de la fal-
ta, de lo que falta a éste para dejar de ser ficción. La única
verdad, la verdad por antonomasia, es la de la falta ... de
ella. Falta que es, por otra parte, la del sentido pleno, del
Otro, señalado -él también- por una carencia.
La represión primordial no sólo divide al sujeto enajenán-
dolo del sentido; funda también al Otro -sede del signi-
ficante- como lugar de la carencia. Esto determinará que
toda palabra, todo decir, sólo sea decir a medias una ver-
dad inarticulable. Decir a medias consagrado -por esta
razón- al malentendido, ya que todo no puede decirse. La
represión primordial, la Urverdréingung,es pues la contra-
partida lógica de 1ainexistencia de metalenguaje, el lugar
de la falta de 1averdad en el discurso: "Esta falta de lo ver-
dadero sobre lo verdadero, que necesita todas las caídas que
constituye el metalenguaje en lo que tiene de engañoso, y
de lógico, es propiamente el lugar de la Urverdrangung,de
1arepresión primordial que atrae a ella todas las demás, sin
contar otros efectos de 1aretórica. " 45
No existe metalenguaje. El trabajo de la significancia
-de la acción eterna del significante- es interminable en-
tonces. Producción del sentido equivale a colocar un signi-
ficante en lugar de otro en un proceso que no se cierra nun-
ca. El decir será decir a medias una verdad que -por no
sabida- causa el discurso, que -en tanto inarticulable- exi-
ge hablar, incansablemente, aun -y sobre todo- en sue-
45
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 868 [EscritosI, p. 352].
i t,I 1t111R 111
1 ,l última palabra, la palabra que vendría a cerrar el
111ido definitivamente, es seguida siempre de otra. Des
pu{,i,dt· decir, aún resta qué decir. Aún es el lugar del de-
,. imposible de silenciar.
/,o reprimido primordial: lo no-reconocido(unerkannt)
:1 }o l.t inexistencia de metalenguaje se desprende una
1111lusión fundamental: la imposibilidad de fechar el mo-
11('11to de la represión primordial, premisa lógica de la exis-
! ll 1,t del sujeto mas no acontecimiento cronológicamente
'" il 1zable.
1 ., necesidad de fechar el instante de efectivización de la
1, ¡11csión primordial se ha impuesto a la posteridad de Freud
111110 un imperativo fundamental que suele ir acompaña-
!,, por la exigencia de determinar lo que sucede antes de
1,111crucial acontecimiento. Los atolladeros a que ha con-
1111 ,do esta pretensión son el resultado de su punto de par-
l IIl., erróneo: considerar la represión como un mecanismo
i111rínseco al sujeto, algo que se desarrolla en él al margen
,Ir su relación con el Otro -el lenguaje- donde es sujeto
,¡,..,de siempre.
Porque no es posible considerar al sujeto -efecto de la
1,:presión primordial- como si tuviera existencia antes de
1 st a última. De ahí la necesidad de considerar el tiempo de
d1t ha operación -que lo ubica en el campo de la palabra
donde, por otra parte, está desde siempre- como mítico.
Sólo en el mito, ciertamente, puede haber respuesta
1Iusoria- sobre los orígenes de lo que carece de origen:
,·1sujeto hablante, sujeto desde siempre al discurso del Otro.
l".I mito viene así a ocupar el lugar de la imposibilidad de
11 ,\llar un significante -metalingüístico- que pueda dar
1 uenta del origen, que no puede situarse porque "desde an-
tes de su nacimiento y más allá de su muerte [el hombre]
está atrapado en la cadena simbólica, la cual ha fundado el
l111ajeantes de que borde en él la historia". 46
Imposible, pues, fechar el tiempo de la represión primor
46
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 468 [EscritosII, p. 191].
 114 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIEN' I
dial. Hacerlo exigiría recurrir a un significante, pero éste
sólo puede remitir a otro y así en sucesión infinita. De
este modo el origen se convierte en el punto ciego, lo in-
nombrable generado por la palabra y causa a la vez del des-
pliegue de ésta, el enigma que sostiene al ser viviente como
eterna pregunta acerca de él mismo. Enigma del que
-porque nada se puede saber- nada se querrá saber, no
obstante lo cual no se dejará de querer saber.
Para este enigma -del que la historia es una inagotab le
búsqueda de respuestas- propone Freud una designación:
lo Unerkannt, esto es, lo no-reconocido; equivalente de lo
reprimido primordial, de aquello con lo cual conecta el om-
bligo del sueño. Lo Unerkannt es el orificio abierto por el
lenguaje, lo real a cuyo alrededor se umbilican las mallas
significantes que, ocultándolo, lo protegen para mantener -
lo en su estatuto de causa. Lo Unerkannt es condición del
discurso porque constituye "ese algo que se especifica por
no poder ser dicho en ningún caso, cualquiera sea la apro-
ximación, por 47estar, si uno puede expresarse así, en la raíz
del lenguaje".
Es en el sueño -vía real al inconsciente- donde Freud
tropieza en primer lugar con lo Unerkannt, lo no-reco-
nocido. Y así deja constancia de ello: "Aun en los sueños
mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en
sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí
arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se de-
jan desenredar, pero que tampoco han hecho otras contri-
buciones al contenido del sueño. Entonces ése es el ombli-
go del sueño, el lugar en que él asienta en lo no-conocido
(unerkannt, no-reconocido según Lacan). Los pensamien-
tos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpreta-
ción tienen que permanecer sin clausura alguna y desbor-
dar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red
de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más
47
Jacques Lacan, "Respuesta de J. Lacan a una pregunta", en Suplemento
de las Notas, Publicación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires,
núm. 1, noviembre de 1980, p. 127.
11 ,:; ¡ I\ IIIR w,
pt ,e,Je ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como
1 li1111go de su micelio." 48
El sueño -!alengua que es la condición del lenguaje-
11111.t en lo imposible de reconocer, en lo Unerkannt. Y
1, 110 se distingue de lo Urverdrangt, lo reprimido pri-
1111dial. Lo que no puede decirse ni escribirse es, por esto
n,1, 111<>,lo que no cesa de no escribirse, de insistir en hallar
1111 lugar en el discurso. Lo Unerkannt es la roca viva que
1c~ 1, 1e a cualquier escrito y por ello subsiste; es la letra in-
ll'lcl>lc -la letra de la represión primordial- que se inscri-
hc I n la carne haciendo de ésta un cuerpo deseante, suspen-
l1d11J e la letra, sufriente.
1 1,Unerkannt en tanto letra es la marca que se traza en
1 , uerpo cuando una parte de éste -el otro que hasta en-
1, _111l eS no era exterior a él- cae por obra de la acción del
l¡; 11ificante que es Ley y se constituye como objeto perdi-
d11 , causa del deseo. Este objeto -objeto a- es el resto de
111 operación significante que constituye al sujeto, la letra
·¡111· persiste en el lugar de la parte irremediablemente per-
1_ i,Lt del cuerpo, caída cuando el significante se en-cama;
1,11,1 que se intentará borrar con todos los sustitutos del ob-
11lo perdido que serán los objetos de la pulsión. La caída
,1,·1objeto a abre, pues, un hoyo y alrededor de éste se teje
, 1 ombligo que es borde, litoral de la falta.
Borde del agujero, límite de lo real, el litoral es literal.
h letra que hacefalta, traza del margen de lo imposible de
11' l onocer. La letra en tanto frontera con lo innombrable
e equipara así a la barra de la represión primordial. Pe-
1 o no se confunde con el significante; consiste, más bien,
(•n "la estructura esencialmente localizada del sign i fi
'..mte", 49 esto es, en la marca -imborrable- que éste dej.,
impresa.
La letra, "aquello que del lenguaje llama el litoral a lo
literal", 50 hace agujero, "dibuja el borde del agujero l'tl 1:I
4tSigmund Freud, La interpretación de los sueños, op. cit. , p. SI'>.
49
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 501 [Escritos I, p. 187].
~oJacques Lacan, "Lituraterre", en Suplemento de las Not,1.1, 11/'
• 111,, p 1
1 1'
 116 LA REPRESIÓN Y EL INCON SCIEN'I
51
saber". Perfora todo saber organizado por significante
alrededor del hueco que el mismo significante abre. Por eso
no es sino el borde del hoyo; y de esta manera se encuentr
en el discurso, suspendida del significante, en suspenso
-en souffrance-, en sufrimiento: es resto, verdad que no
habla, que agujerea el saber.
5. El sujeto reprimido (deseante),
el objeto que lo causa, el fantasma
La historia del sujeto -como un sueño- se a-sienta en el
ombligo que sutura lo Unerkannt. El deseo es lo que "hace
ombligo": transforma -continuamente- el agujero en ci-
catriz; es como el micelio, la parte subterránea e invisible
del hongo sobre el cual éste se eleva.
Función del deseo es organizar las redes de significantes
que constituyen una historia. Deslizándose entre esas
redes exige siempre otro significante que, sin éxito, preten-
derá atraparlo. Sin embargo el deslizamiento no es lineal,
es circular: el deseo circula, hace círculos pues. su despla-
zarse tiene un límite: "el deseo, más que cualquier otro
punto del palmo humano, encuentra en algún lugar su
límite". 52
Límite del deseo, eje alrededor del cual girará incansable-
mente, el fantasma -correlato imaginario de aquél- será
el escenario fijo donde se representará siempre el mismo
drama. No obstante, los incesantes cambios de posición de
sus personajes y las constantes permutaciones en la trama
del argumento darán, en cada momento, la impresión de
algo siempre diferente. Los mismos cristales del calei-
doscopio combinándose -a cada instante- de una mane-
ra distinta y componiendo así figuras permanentemente
novedosas.
El fantasma define la relación del eclipse del sujeto de la
enunciación -que el significante tacha- con un objeto siem-
pre evanescente que es causa de su estatuto de deseante. La
51
52
Jacques Lacan, ibid., p. 139.
Jacques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 32.
:¡ 1 t,11\111 R 11
, ,11uladel fantasma tal como la expone Lacan, g O ,\ (:,
S tachado marca de a) presenta un proceso circul,u
li it•r'!,l':
111,t: el sujeto en fading -en eclipse- frente al objeto dt·
l. 11·c,. Proceso circular en el cual este último -inalcan -
tl,le provee las representaciones imaginarias para la cons-
P 11tu'>n del yo, pantalla tras la cual el sujeto desaparece,
"1Wd,1 reprimido: "El fantasma es propiamente la 'estofa'
11,;i , ·,t' Y o Ue)que se encuentra primordialmente reprimi-
1,,, por no ser indicable sino en el fading de la enun-
1 ll u'in."
53
l•11el fantasma queda así escenificada la relación del suje-
1e,1 on el objeto de deseo, relación que escapa a toda com-
¡,,, 11sióndesde el sentido común ya que el objeto -perdido
d, ,,,k siempre- no es la meta del deseo sino aquello que
k, 1 ,1usa.Faltante, determinará al sujeto como reflejo de su
\11\t'nciay al deseo como interrogante acerca de él.
r~inguna complementariedad podrá signar -por esta
,-.,zc'm-la relación del sujeto con su objeto que -por el
·1111trario- será una reláción de simultánea articulación-
p.1ración, conjunción-disyunción o "más que"-"menos
,¡11t·"que el losange-pequeño rombo- simboliza. Encuen-
11e, imposible que se expresa en la afirmación paradójica:
'l•:I sujeto está en exclusión interna respecto a su
._,l,jeto."54 El doble carácter del objeto -que determina su
i 11,1<:cesibilidad- se hace ostensible aquí: interno al sujeto,
11la medida en que es su causa, es a la vez siempre exterior
, {·I, inalcanzable.
1~lobjeto recupera, en este contexto, su valor etimológi-
1 11; es ob-jecta, lo que está arrojado, el resto del sujeto, lo
1 .,ído de la captura significante como residuo de la división
que se produce con el acceso al lenguaje. En esta entrada
indisociable de la existencia humana misma- el sujeto
pierde una parte de sí, su carácter mismo de sujeto de l.l
l'llunciación que ningún enunciado puede representar. Se
pierde -en realidad- él mismo, alienado inevitablemc111,·
\.l Jacques Lacan, 4crits, op. cit., p. 816 [Escritos I, p. 328].
~4 Jacques Lacan, Ecrits, op. cit., p. 861 [Escritos I, p. 346].
 118
en el significante. Pero la (re)aparición en el exterior de u
de esos objetos cuyas características lo definen como se
rable del cuerpo (pecho, heces, pene, mirada, voz) abr,
posibilidad de (re)significar lo perdido como algo del
den exterior, generando la perspec;iva del (im)posible (re
cuentro con la parte resignada. Esta es identificada ah
con ese objeto que está afuera, seccionado del cuerpo.
Es a partir de aquí que el objeto -objeto a, resto de
división del sujeto, residuo de la represión primordial-
convierte en soporte del desaparecido sujeto de la enunci
ción. Simbolizando lo que ex-siste a todos y cada uno
los enunciados, el acceso a] mismo viene a representar l
imposible recuperación de una identidad irremediablement
perdida. En este sentido es -este objeto- Jo que permit
el sostenimiento del sujeto proveyéndole de una respuesi
ilusoria a la pregunta -siempre abierta- acerca de su deseo
La entrada en escena de] objeto a disimula la divisi6
radica] que -determinada por el significante- aparecer
como carencia causada por él mismo. Su posesión im
posible, por lo tamo, promete la reconquista de la unidad
perdida. Precisamente este objeto inicia, una y otra vez, el
circuito de la pulsión, la cual intenta el (re)encuentro del
sujeto con su parte perdida. Intento fallido de apresar un
objeto que se desvanece en el momento en que se pretende
saber sobre él, hacerlo significante del deseo.
La pu]sión es el derivar eterno, de objeto en objeto, de
un deseo que vanamente pretende (re)encontrar en el futu-
ro un tiempo perdido que no se deja de añorar. Errancia
sin objeto -en ambos sentidos- la pulsión es el "tesoro
de los significantes"," el lugar del Otro por donde el de-
seo no tiene otr a alternativa que circular. Lugar del Otro
que, campo del significante , lo es de la falta, de la falta de
saber sobre el objeto. En la pulsión, entonces-y por ella-
el sujeto queda separado del objeto de deseo y nada podrá
saber acerca del mismo: "La pulsión divide al sujeto y al
deseo, deseo que no se sostiene sino por la relación que él
55
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 817 [Escritos1, p . 329].
! l!.111
!\ 11'
11111 l', por esta división con un objeto que lo causa .
l., estructura del fantasma." 56
11 presión primordial es división, corte que separa al
! 1l1·scante de su causa, un objeto perdido. Resultado
11:1 de esta división vendrán a quedar sellados por el
111
,1,testimonio de la inevitable escisión y apertura de
,~il,didad -ilusoria- de reunificación. En él, el deseo
1,, p.1rasiempre anclado a un orden inmutable en su es-
. t 111.1,organizador de lugares intercambiables que son
11r í'11111vamente ocupados por elementos esencialmente
t !1d1ll'S.
1 1 1'
11
,111tasma es punto de referencia inamovible del deseo:
, ,1enificaciones sucesivas escanden tiempos y modali-
l,1d1. del cumplimiento de este último, constituyendo su
lrr11 ,1 110 de modo lineal sino circular, describiendo círcu-
11J~l 11Irededor del objeto que lo sostiene, que siendo el so-
pt111, de la identidad imaginaria del sujeto, funda la ima-
¡, 111gañ osa que éste pretende ratificar en el Otro.
11,y una relación estrecha, pues, entre el carácter primor-
¡, ,1de la represión y el fantasma primordial. Este último
t111 1plc la función de obturar el agujero que aquélla abre
11l.1estructura de lo simbólico. Ocultando lo real, el fan-
¡~111,llo protege en tanto causa, convierte al hoyo en ley
le 111 1deseo que exige una vuelta más y rescata así al sujeto
de -.u eclipse con el señuelo, de un objet9 que -por inal-
i11 :able- puede movilizar a la pulsión. Esta, por su parte,
1quipara al recorrido de un circuito que sólo bordea, sin
¡11 1,1bilidad de apropiárselo, al objeto; es pulsión siempre
j);11cial, reprimida.
II L I A REPRESIÓN EN LA DIALÉCTICA DE LA DEMANDA
\' 1\1 DESEO . EL SEXO Y EL GOCE
I /,a represión y el sexo. Constitución del falo
l,o repr imido es lo sexual: descubrimiento irritante del psi
c, ,.málisis, convertido más tarde en lugar común, cuando
~,, Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 853 [EscritosII, p. 389].
 120 LA REPRESIÓ N Y EL INCONSCll·NI
la pregunta ¿qué hay que entender por lo sexual? cayó baj
los efectos de la represión misma. Algo posee el sexo qu
impone su represión, que determina que la realidad del in
consciente sea -eternamente- de orden sexual; algo qu
trasciende la moral social, erróneamente considerada por
muchos -aun psicoanalistas- responsable de la represión,
En realidad, esta represión tiene que ser vinculada al enig-
ma que rodea a la pulsión sexual misma, a la carencia de
un objeto connatural a ella y, por consiguiente, a la falta
de saber sobre el objeto que la caracteriza. La represión es
correlativa al hecho de que la sexualidad se constituya co-
mo agujero en el cuerpo del sujeto deseante, falta de ade-
cuación a la función orgánica del sexo provocada por
el lenguaje.
Deriva misma del significante, la pulsión no es la busca-
dora de objetos satisfactores que la interpretación ingenua
de la teoría pretende. No advierte esta última que la satis-
facción mataría al deseo, perdiendo así la vida el poco sen-
tido -sentido de causa perdida- que tiene. La pulsión de-
be subsistir, entonces, como interrogante -abierto por el
lenguaje- del.cual el sujeto se hace portador. Interrogante
que lo destina a una insuficiencia que ningún saber puede
eliminar. Carencia de respuestas satisfactorias y respuestas
insatisfactorias para la carencia: así se estructura la sexuali-
dad, nunca alrededor de un objeto "pleno" sino de la falta
del mismo.
Un significante viene, en la teoría, a intentar significar
la falta: el falo. "El falo tiene la función de significante de
la falta-en-ser (manque-a-etre) que determina en el sujeto su
relación con el significante ." 57 Significante de la falta, de
la falta de significante capaz de venir a colmar la carencia,
el falo es el significante del acceso imposible al objeto de
deseo, de la irremediable ausencia de éste, del sexo en lo
que implica de sección, corte, separación.
El falo es significante del deseo en tanto éste es inequipa-
rable a la necesidad y se vincula al registro de la demanda
57
Jacque s Lacan, Ecrits, op. cit., p . 710 [Escritos 11, p . 319].
111 1.11\IIFR l .l l
pn1' donde las necesidades del hombre deben hacerse anun
iM La existencia del lenguaje impone, en efecto, que esas
1c,,,ida des tengan que pasar por el desfiladero de la deman
Li de la palabra del Otro- para recibir reconocimiento .
M/1•,,lÚn, serán sancionadas como necesidades por un mo-
i1111t·nto de retorno desde el Otro que determina que el
11¡, 1o que aparentemente las experimenta, las recibe en rea-
l1.l.1 d desde aquél, en-ajenadas.
!\ l~o quedará, por lo tanto, desde siempre ya en-ajenado
11l.1captura del cuerpo biológico por el Otro y será impo-
il,ll' de articular en la demanda. Es lo reprimido primor-
li.d, innombrable que funda todo lo nombrable: "Lo que
l'llcuentra así enajenado en las necesidades constituye una
f •7'C'rdra ngung por no poder, por hipótesis, articularse en
1(1 demanda: pero que aparece en un retorno, que es lo que
e• presenta en el hombre como deseo (das Bageheren)."58
F I deseo -descentrado de la conciencia en-ajenada en la
11,nanda- es, pues, retorno; retorno de lo reprimido pri-
111 ordial que, no-realizado en la palabra, insiste en ser reco-
11 1H ido. Y la represión -se advierte- es el efecto específi-
~ 11de la preexistencia del Otro que genera la necesidad a
p,111 ir de su demanda misma. El deseo inconsciente apare-
,-, en ese intervalo que se abre entre necesidad y demanda;
11,·-,deallí pide la palabra y -no escuchado- re-pide, repite
11H .msablemente. Esta re-petición es el inconsciente, estruc-
1111 ,tdo como un lenguaje: "Es la incidencia concreta del sig-
11d icante en la sumisión de la necesidad a la demanda la que
d reprimir al deseo en posición de desconocido da al in-
,.•111sc iente su orden. " 59
La instancia-insistencia-de la falta cuyo discurso metoní -
111 1coes el deseo retorna una y otra vez en la demanda que
hecha de palabras- pretende anularla. Porque la palabra
"'>lopuede remitir a otra palabra, nunca a la inalcanzabk
1l'ÍCre ncia. Y el deseo -capturado en la demanda- es lo
que designa eso otro de lo nombrado, el objeto otro
~HJacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 690 [EscritosI, p. 284).
w Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 709 [Escritos JI, p. 3191-
 122
LA REPRESIÓN Y EL IN CONSCIENTf
inaprensible, el objeto a'. Es, por esto, deseo de deseo, res-
guardo de su objeto causa, impugnación radical de toda sa-
tisfacción que, con el cebo del placer, pretende acallar
su verdad. El deseo es -finalmente- el resto irreductible
a cualquier demanda, la diferenciaque el significante esta-
blece en tanto difiere, por una parte, el acceso al objet~ y
en tanto es quien instituye, por otra, una imborrable diJe·
rencia entre el objeto hallado y el objeto pre-tendido.
En este sentido, el falo es la designación concreta de esa
diferencia , "es el significante de la carencia, de esa distan-
cia entre la demanda del sujeto y su deseo". 60 Lejos de pro-
meter la plenitud, el falo es marca de la castración que hace
del viviente un sujeto deseante, exiliado del ser por el signi-
ficante que lo mantiene bajo la barra del signo. Exilio del
ser sin retorno posible, con una sola alternativa: explorar
nuevas tierras en el intento de reencontrar la patria que no
puede sino perderse.
El exilio del ser es otro nombre de lo que la represión
primordial genera. Y el falo es el estigma de esta última,
el sello de no retorno inscrito para siempre en el pasapor-
te; la marca indeleble que mortifica la carne expulsada del
suelo natal cuando se convierte en cuerpo. Cuerpo que só-
lo tiene existencia prensado entre significantes; muerto
-mortificado- como condición fundamental para poseer
vida, ser contado y contar entre otros cuerpos-significantes:
"El significante, produciéndose en el lugar del Otro, toda-
vía no ubicado , hace surgir allí al sujeto del ser que no
tiene todavía la palabra, pero al precio de coagularlo. Lo
que allí había, listo a hablar [. .. ] desaparece por no ser ya
más que un significante. " 61
Lo que el falo simboli za es justamente esa desaparición
de lo viviente del ser correlativa del apresamiento en el
orden simbólico; el impul so vital, la potencia fecundante,
todo lo que al entrar en el campo del significante debe que-
60
Jacque s Lacan, Seminario v.·Las fo rmaciones del inconsciente, op. cit.,
p. 103.
61
Jacque s Lacan, Écrits, op. cit., p . 840 [Escritos II , p. 376].
111 <,I RBER ,~·1
l,11 · ,ubo rdinado a la castración que es Ley. En consl'UH·11
1¡1, l.l represión primordial es -antes que nada- reprcsi/rn
lel f.tlo; ella lo instaura como el significante primordi,ll,
;_11110 lo que otorga al significante su rasgo principal: cxi.,
1!I ' rnmo pura diferencia.
1 1represión primordi~l es desvanecimiento del ser vivicn-
1.c 11,lsel significante. Este, además, inscribiéndolo en el
1l'¡;1.,tro simbólico sitúa al sujeto en la anticipación cons-
1,1111 t· de su muerte y hace de él portador de un saber
-.ibcr la muerte- del que nada querrá saber. Pero -efecto
111 1ultáneo de la anticipación- el significante abre también
111 pl'rspectiva ilusoria de trascender la muerte identificán-
d,, ,t' con la imagen engañosa que podría situarse más allá
d<l'sta. De ahí que la cercanía de esta imagen -imagen fá-
111., precisamente- que permitiría la realización del deseo
e I lo más próximo de aquello que constituye el aconteci-
111it·nto simultáneamente más familiar y extraño: la muerte
ií11,ma,lo siniestro (unheimlich) por excelencia.
l',\ra alejar la presencia pavorosa de la muerte en el cami-
11 0 del deseo -pero no pudiendo dejar de evocarla a cada
n,omento porque es el trasfondo del mismo- es que la re-
p1(''iiÓnprimordial sostiene al humano en la insatisfacción.
i,,: impone permanentes rodeos alrededor del hoyo que ella
pc:rfora, hoyo alrededor del cual se organizan las redes dis-
,;i,rsivas de la historia que lo bordean incansablemente. La
11presión estructura la historia -historia de inevitables y
, , 111-;cc utivas decepciones- estableciendo una barrera infran-
i¡11 l'able entre el sujeto y la imagen de su yo ideal, esa ima-
\<' ll especular, fálica, mortífera, que desde el espacio virtual
11 0 dejará de llamarlo.
Lo viviente, la vida del hombre, tiene así a la muerte co-
111 0 condición de posibilidad misma. La muerte -destino
i11 l'xorable marcado en el cuerpo por el significante- es I ,l ' Y
y orde n, válida para todos. La vida sólo es posible dcnt rn
d<'los senderos que esta Ley -ley de lenguaje- traza. B,110
el imperio de la castración y la imposibilidad de ser l'I f.1lo
l'terno circulante- vivir no será sino hablar y 110 dt·J,11
dl' hablar de eso que falta: "Eso que está vivo dt• t",I<' ,, .: 1
 124
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCII N
(del sujeto) en lo Urverdrangt encuentra su significante p
ra recibir la marca del la Verdrangungdel falo (por lo cu
el inconsciente es lenguaje). " 62
2. El falo y el goce
El falo significa -paradójicamente- la cópula imposible co
el objeto de deseo, el acceso nunca logrado al U no, la unió
que podría anular la diferencia sexual, subproducto de l
diferencia significante. Es, por lo tanto, el significante d
lo prohibido al sujeto desde el momento que habla, es d
cir, del goce.
Inalcanzable siempre -porque su lugar es el del Otro, el
de la cadena significante- el goce se produce allí donde d
sujeto no sabe. Punto de articulación del cuerpo con el len
guaje y por ende, resto de insatisfacción que mortifica, el
goce está en la impotencia y la compulsión de repetición,
ese intento renovado, reiterado y eternamente fracasado d
anular la diferencia, de llegar al Uno.
La repetición -el goce- es resultado de la cerrada ne
gativa del sujeto -primordialmente reprimido- de so-
meterse al significante, de abonar la deuda simbólica que
el lenguaje le impone como derecho a la humanidad. No
pagada, la deuda se eterniza y hace del acto fallido -el
encuentro imposible con el objeto de deseo- lo verda-
deramente exitoso, lo que -a espaldas de la conciencia-
es goce que impugna el pretendido primado del principio
de placer.
El goce es imposible, y sin embargo hay goce... allí donde
jamás se espera. En el acceso fallido al objeto de deseo, que
la conciencia experimenta como fracaso porque no sabe que.·
el "éxito" -el (re)encuentro con el Uno- tendría efectos
mortíferos para el deseo, lo aplastaría al eliminar la única
razón que la vida posee para sostenerse, la búsqueda del ob-
jeto inhallable.
La represión, impidiendo el goce, asegura ese fracaso que
es éxito para el deseo, para la supervivencia de éste que es
62
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 693 [Escritos I, p. 286].
111
1111\ l .!.'•
1 !iH~t :1 final. Por esto mismo no se opone al deseo, lo rT\
1-11 d,, .d imposibilitar el goce del sujeto que habla, al con..,
Hu1, lo como goce exclusivo del Otro, del despliegue si~
liiu11tr. La represión protege al deseo, cuya satisfacción
1c111;11a extinguirlo, de múltiples maneras: colocando obs-
11lc,.., en el camino hacia su objeto de modo de exacerbar-
1111dtiplicando los intrincados y laberínticos senderos que
11111<'.índolo- lo alejan del objeto, manteniendo -más allá
h1 , 111 l.ls las realizaciones narcisísticas- la distancia que se-
p 1i r¡1.ti yo del ideal del yo con el fin de impedir la (con)fu-
11 1 on la imagen fálica. Cabe recordar las palabras de
l I c,,d, abiertamente esclarecedoras en esta cuestión: "El per-
011, .:io gue se infiere frustrando al principio el goce sexual
t crioriza en que su ulterior permiso dentro del matri-
11w111 o ya no produce una satisfacción plena. Pero tampo-
¡¡ 11, ·va a mejor resultado la libertad sexual irrestricta des-
1comienzo. Es fácil comprobar que el valor psíquico
1, necesidad de amor se hunde tán pronto como se le
11elvl' holgado satisfacerse. Hace falta un obstáculopara
11l1ionar la libido hacia lo alto, y donde las resistenciasna-
' ,.tl,·sa la satisfacción no bastaron, los hombres de todos
lu) tmnpos interpusieron unas resistenciasconvencionalesal
,,,· del amor." 63
h indispensable, pues, que la represión exista para que
li,1\ .1deseo, idea que se reafirma en El malestar en la cultu-
' <>n la aseveración freudiana de que la represión no es
p1nducida por la cultura sino -a la inversa- esta última
p,11 b represión: "Muchas veces uno cree discernir que no
,<'>lo la presión de la cultura, sino algo que está en la esen-
1.1 de la función [sexual] misma, lo que nos deniega lasa-
11,I.Kciónplena y nos esfuerza por otros caminos." 64 Y es-
1,_,, otroscaminos no son sino los del rodeo significante, de
l., 1 ultura en tanto discurso que pretende colmar la careo-
1
'' 'i1gmund Freud, "Sobre la más generalizada degradación de la vida a1110
,., .i'' (Contribuciones a la psicología del amor, 11),en Obras completas, 11111111
1, llucnos Aires, Ámorrortu, 1979, p. 181 (las cursivas son nuestra,).
'i Sigmund Freud, El malestar en la cultura, en Obras completas, wnw X )(1,
l\111·11os Aires, Amorrortu, 1979, p. 103.
 126
cia de objeto de la pulsión sexual, carencia que es otro nom-
bre de la represión.
Algo en la esencia de la pulsión misma deniega su satis-
facción plena: su naturaleza misma que la define como pul-
sión reprimida, sólo así pulsiona. El sujeto reprimido, esto
es, sexuado, separado del objeto de deseo, se ve imposibi li-
tado -por la naturaleza misma de la pulsión- de acceder
a él y sólo le queda el camino de soñar, pensar, hablar. Otros
caminos, caminos del Otro que tendrá que transitar sin des-
canso, hasta que la muerte ... lo una al objeto cuando ya
no exista cuerpo viviente que pueda experimentar goce al-
guno de dicha (re)unión.
En esta misma perspectiva se inscribe la fórmula de La-
can, tan controvertida y a la vez reveladora, "no hay rela-
. ción (rapport)sexual": no hay complementaríedad posible
entre un sexo y el otro porque el Otro -el otro sexo- no
puede restituirle al sujeto su parte perdida, el objeto a des-
de siempre resignado. La aseveración de Lacan, en realidad,
sólo lleva hasta sus últimas consecuencias los desarrollos
freudianos en torno a la pulsión y la represión y realiza un
ajuste definitivo de cuentas con el mito -cuestionado des-
de los Tresensayos- de la existencia de un objeto natura l
y adecuado para la sexualidad.
Así, la represión es -sin duda- sexual; pero sólo porque
la relación (rapport)sexual no existe y las relaciones sexua-
les son subrogados de la única relación (im)posible, ésa que
-como el goce- está prohibida al sujeto que habla: "La
represión no se produce sino para atestiguar en todos los
decires, en el menor de los decires, lo que implica este de-
cir que acabo de enunciar: que el goce no conviene -non
decet- a la relación sexual. A causa de que habla, el men-
cionado goce, él, la relación sexual no existe. " 65
Hay represión porque se habla, y desde el momento en
que se habla el goce no conviene a (no viene con) la rela-
ción sexual, es puro goce del habla. Así, el falo mantie ne
65
p . 57.Jacques Lacan, Le séminare, Livre xx· Encare, París, Éd. du Seuil, 1975,
111 <,I RllER I'
l'eminencia, su función de ordenador de los intcn :,\lll
,, 111
l1111N:-exuales, función sólo posible de ejercerse en la medi
111 ¡ 11que la (con)fusión se imposibilite, que el sujeto esté
,,-qH·dido de ser Narciso, destino al que el amor aspira. En
i t ,entido la represión oficia de Ley, superficie del espe-
que (im)pide la (re)unión gozosa con el otro que cautiva;
l i"c, que también aparece por efecto de la existencia de ese
hn, dt· que separa entonces al ser humano del complemen-
11 q11 e a la vez le ofrece.
1,,1barra que la represión primordial im-pone abre y cie-
¡ ,i ,1la vez la posibilidad de ser-Uno, de acceder a una iden-
id,-ul absoluta, inmóvil. Ella misma genera la ilusión de la
i111<·1 te y exige que ésta dé paso a la muerte de la ilusión
1,111 que la vida sea, para que -reprimido- exista deseo
1 1 e 111t' al cual no se erigirá defensa alguna porque él es de-
l l111.¡a, Ley, prohibición: "el deseo es una defensa, prohibi-
1,1,11(déjense) de rebasar un límite en el goce". 66
I .t represiónprimordial y la ley primordial
, ,111rariamente a lo que el sentido común quisiera -y a
111 ,·f111
cepción simplista que extravió a algunos sucesores de
í1,, 11d- la represión sexual no se asimila a la acción de una
Íq que se opone a la satisfacción del deseo. Más bien, éste
1 t·y, la ley primordial, "la que regulando la alianza, so-
!n, pone el reino de la cultura al reino de la Naturaleza en-
Jf\,Hlo a la ley del apareamiento" .67El deso inconsciente
1i"!
ley de prohibición del incesto; Ley de lenguaje que regu-
1,¡ l." alianzas, sólo posibles en virtud de la circulación de
1,rn, ujetos, impedidos de mantener su fusión con el objeto
pri111ordial,la Madre. Y es una ley idéntica al orden del len-
1\'"'ll' porque también en éste algo circula: el sentido, pues-
, 1.11movimiento por la naturaleza misma del significan-
' t·11tidadopositiva, relativa y negativa como los sexos y
I , . hcneraciones.
ldt'·ntica al orden del lenguaje, la prohibición del incesto
11
' ' J ,1n ¡ucs Lacan, É,crits,op. cit., p. 825 [EscritosI, p. 336).
'' J.,r quc s Lacan, Ecrits, op. cit., p. 277 [EscritosI, p. 97).
 128 LA REPRESIÓ N Y EL INCONSCIJNI
es por lo tanto la instancia organizadora del inconscient
estructurado como un lenguaje: "en este inconsciente[ .. ,
[Freud] reconoció la instancia de las leyes en que se funda
la alianza y el parentesco, instalando en ellas desde la Trau
deutung68
el complejo de Edipo como su motivación cen
· tral ". La leyes de parentesco poseen una estructura d
lenguaje que regula inconscientemente la circulación de lo.
sujetos: éstos no pueden (con)fundirse desde el moment
en que el incesto está prohibido. El concepto de inconscient
-en este sentido- designa el efecto de la Ley sobre el suje
to constituido como tal por ella; sujeto que -privado del
objeto primordial, incestuoso- está obligado a derivar po
los caminos metonímicos del lenguaje en una eterna erran
cía en el significante, una errancia que desconoce que la bús
queda es en realidad nostalgia, evocación de un tiempo irre-
cuperable. El deseo inconsciente es la Ley que exige
errar, tanto en el sentido de deambular como en el de equi-
vocarse siempre en cuanto al objeto. De esta manera la Ley
es regla sin excepciones.
Por el complejo de Edipo la prohibición se efectiviza para
cada sujeto. Estos se constituirán en el campo del signifi-
cante como la diferencia que los separa del otro, del otro
significante. La im-posición del Nombre-del-Padre (Nom-
du-Pere)que es el significante de la Ley, no (Non) rotundo
a la posibilidad de ser-Uno en y con el otro, separa al ser
de la palabra. Y el ser, el habla-ser(parlétre),habiente,que-
da para siempre excluido del decir en el cual sólo puede
ex-sistir en todos y cada uno de los enunciados bajo la for-
ma de pregunta, pregunta que condiciona toda palabra por-
que: "Lo que busco en la palabra es la respuesta del otro.
Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta. " 69
El sujeto del inconsciente -sujeto de la enunciación ex-
cluido del enunciado- es pregunta que soporta el decir, pre-
gunta por su identidad desconocida que no posee respuesta
porque ella es condición de todo decir. De ahí otra defini-
68 Jacques
69 Lacan, É_crits,op. cit., p. 432 [Escritos!, p. 174].
Jacques Lacan, Ecrits, op. cit., p. 299 [EscritosI, p. 117].
;·,¡ !, ! llll~R l l 'I
, 111l.icaniana del inconsciente: éste es el no-yo, no la ne
1o 11111 del sujeto sino su causa; el lugar desde donde se plan-
11, pregunta por su existencia. Y esta pregunta carece de
¡111 esta en tanto alude a la causa, lo natal, lo incestuoso,
111p1ohibido. Es el enigma que debe permanecer abierto
li 11que se despliegue una historia que será la sucesión de
p11t·stas más o menos fallidas al mismo.
, lcmás, la respuesta al enigma pondría al sujeto en el mis-
·' , .11nino trágico que Edipo: sabedor y -por esto mismo-
k~r, 1.1ciado. Se deberá ser Edipo pero conservando la igno-
11111,1y el deseo que continuará inscrito como jeroglífico
111I ( )tro, la esfinge. El enigma tendrá que conservarse in-
k~, 1frabie para aspirar a suceder y poseer sucesión, para
¡i1t•,1·1var se en la memoria de los hombres. Y ésta presupo-
¡¡, 1111olvido primero y primordial: por él se constituye co-
i! 11nconsciente y la falta -falta de un recuerdo esencial-
!,.1tcdeseo: "Enseñamos, siguiendo a F reud, que el Otro
el lugar de esta memoria que él descubrió bajo el nom-
lt1, de inconsciente, memoria que él considera como el ob-
1c1, 1 de una pregunta que permanece abierta en tanto con-
li, 1ona la indestructibilidad de ciertos deseos." 70
FI deseo reprimido y la demanda
I',11su dependencia respecto del lenguaje, el sujeto se cons-
i 1111ye ignorante. No conocedor del sentido de lo que dice
11 palabra es pregunta por el mismo. Hablar es dirigirse
1I <>tro para demandarle lo que éste no tiene: una respues-
t , .ti enigma de quien articula el discurso, de su identidad.
1 ., demanda es intransitiva; es demanda de amor suspendi-
1.,dd Otro, pendiente de la respuesta de éste. Pero el Otro,
n le del significante, carece de la respuesta; es el lugar de
li1l.1lta (dicho una vez más: "no hay metalenguaje"). Cual-
'l"'er respuesta articulable sólo podría darla en términos de
i_ 1·111an da, es decir, de manera engañosa. En este sentido, el
d,·,t.·osurge como resultado de esa imposibilidad de respucs-
1.1, es el resto irreductible de lo que la demanda no pucd(·
0
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 575 [Escritos11, p. 260].
 130 LA REPRESIÓ N Y EL INCONSCII NI '
articular, de lo que el Otro no está en posibilidad de sati
facer. Y así regresa al sujeto como pregunta: ¿qué quien•
Reprimido en la demanda, el deseo retorna con inagot
ble insistencia repetitiva. Es re-iteración de un significant
del cual aquélla se ha apoderado, que resiste y, resistiend
in-siste. Pide ser reconocido como significante del dese
por esto el retorno de lo reprimido -que el síntom
articula-_--no es sino deseo de reconocimiento que denun
cia la existencia de un deseo por reconocer. Y en tanto n
reconocido
. . . retorna una y otra vez con incansable insisten
c1a repet1t1va.
En el síntoma -como en el acto "fallido" o en el sueño
el deseo se cumple. Pero cumplimiento de deseos equival
a articulación en la palabra, producción de un discurso en
el lenguaje que el Otro aporta y cuya sanción de sentid<
se espera. El deseo es deseo siempre a reconocer porque no
posee otro camino que el de la alienación de la palabra qu
lo hace deseo de reconocimiento, demanda. Este inevitab l
anudamiento -más allá de la conciencia- constituye el in
consciente: "El inconsciente es el discurso del Otro: el má
allá donde se anuda el reconocimiento del deseo con el de
seo de reconocimiento. " 71 El inconsciente -discurso- es
nudo que no se des(a)nuda, nudo de palabras que hacen de-
seo alrededor de un real inaprehensible.
Apresado en la demanda, lo reprimido no es de orden na-
tural, es efecto del significante. Producido por éste consti-
tuye lo no-realizado en la medida en que no ha venido "a
tiempo" a la palabra y permanece en suspenso, suspendi-
do; sufriente como el ser que espera revelarse, que deman-
da ser. Es el sujeto de la enunciación que, ex-sistiendo al
enunciado, insiste en él; el ser del hablente que está -desdt·
que habla- excluido del decir. Lo reprimido es esta impo-
sibilidad consustancial a la historia del sujeto, imposibil i-
dad que es la de decirlo todo, de decir el ser.
Y esta imposibilidad sólo podrá hacerse oír en el padeci-
miento del síntoma, fractura del discurso, goce del que la
71
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 524 [Escritos I, p. 209].
111 c,H{ llER IJ 1
¡, 111 ,cncia nada sabe. Goce de la pura diferencia cntrl' L'I
l II L't buscado y el placer obtenido que opera como indis
11-...tbleacicate para mantener el deseo en pie; exigiendo
11 111p re un nuevo significante, una nueva metáfora allí don-
l• 1 1 objeto falta: "La pulsión reprimida nunca cesa de as-
p1,·:11a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición
l,J ll na vivencia primaria de satisfacción; todas las forma -
1Dm·s sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son
!I l',11ficientes para cancelar la tensión acuciante, y la dife-
i C1H ia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendi-
1lt1 t·ngendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse
1 11,n guna de las situaciones establecidas, sino que, en las
I' d.,hras del poeta, "acicatea, indomeñado, siempre hacia
1, l1-l.1nte ." 72
ALicate, aguijón clavado en la carne, el significante pul-
1,_111,1; ejerce presión de manera insistente, re-presión. La
1 epresión es producto de la Ley que hace falta: sin ella no
h;ty vida pero por ella hay deseo, metonimia de la falta que
lrncl'vivir. El acicate empuja hacia adelante exigiendo recu-
pc, .1run tiempo perdido que está atrás, un tiempo u-tópico,
111 lugar ya. Efecto de la Ley es la imposición de resolver
li1.d'íoranza del a yendo a la deriva, de convertir la evoca-
¡ 10 11 nostálgica en circular errático, siempre alrededor de
l._:,ti-tópico.
IV INCONSCIENTE , TEMPORALIDAD, REPRESIÓN
Tiempo del inconsciente, tiempo de la historia
I •1 1nconsciente es, pues, lo no-realizado en la historia del
,IIJL'
to. A la espera, suspendido en una permanente latencia
, 1111stituye, en el decir de Freud, "procesos que se compor -
1 111 de una manera activa y a pesar de ello no llegan hasta
l., Lonciencia" .73 Pero esta afirmación, no obstante sus as-
'c.;igmund Freud, Más allá del principio de placer, en Obras co111plct,11,
1111110 e,
xv m, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 42. El poeta aludido Col'tltc·
11 l, 111.110,parte I, escena 4.
1
Sigmund Freud , Más allá del principio de placer, en Obrai <11111¡,/1
·/,11,
1 1/11,11 completas, tomo IX, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 40.
 132
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
pectos esclarecedores, entraña un riesgo: asignar al incons-
ciente sustancialidad,suponerlo atributo del sujeto, una parte
de él mismo que incluso podría ser mensurable. Ahí se apun-
talan las concepciones del inconsciente que le dan el carác-
ter de depósito de elementos del pasado, de acontecimien-
tos que -olvidados- serían determinantes de la actualidad.
De ahí la necesidad de leer aquella definición a la luz de
la fórmula que Freud no deja de reiterar, el inconscientees
atemporal: "Los procesos del sistema Ice son atemporales,
es decir, no están ordenados con arreglo al tiempo, no se
modifican por el transcurso de éste ni, en general, tienen
relación alguna con él. También la relación con el tiempo
se sigue del trabajo del sistema Cc." 74
La no sustancialidad del inconsciente es correlativa de es-
ta localización fuera del tiempo (a-temporal)que caracteri-
za a sus procesos. Estos son exteriores a ese tiempo medido
por relojes y almanaques, al tiempo considerado en su di-
mensión cronológica, lineal, uniforme; tiempo donde el pa-
sado es aquello que fue, el futuro lo que será y el presente
ese instante casi inaprehensible de hoy. Debiendo ubicár-
sela al margen de tal concepción totalmente convencional,
la temporalidad del inconsciente es ruptura tajante con cual-
quier criterio lineal, en absoluto cronológica sino -como
ya se advierte en los trabajos iniciales de Freud cuya reva-
loración y enriquecimiento ha realizado Lacan- lógica.
El tiempo lógico es el tiempo de la articulación de la ca-
dena significante. En ésta el sentido no se produce puntual-
mente -signo a signo- como cada segundo se registra en
el cuadrante que recorren las agujas, porque el significante
se anticipa siempre al significado y determina que éste
-constantemente- se difiera. Es un tiempo caracterizado
por la postergación eterna del sentido seguida de su preci-
pitación provisional en el momento privilegiado de la pun-
tuación que permite que el último significante (re)signifi-
que retroactivamente (nachtraglichkeit,apres-coup)a los
anteriores. Un tiempo en el cual será el significante por-
4 Sigmund Freud, Lo inconsciente, op. cit., p. 184.
IIANIEL GERBER 133
venir el que, siempre a posteriori asignará sentido al sin-
,ent ido de la actualidad que ya no es.
El acontecer histórico -acontecer inscrito en la cadena
-.ignificante- queda así descentrado del presente porque lo
que cada sujeto vive es, en realidad, el futuro anticipado en
el cual espera que el sentido del que carece le sea restituido
por un nuevo significante del Otro. Es que el presente sólo
es pérdida, pérdida de sentido, desvanecimiento en el signi-
ficante, carencia en el ser eternamente postergado en su rea-
1ización para el futuro. Por esto, como el poema gauchesco
lo apunta, "El tiempo sólo es tardanza de lo que está por
venir." 75 Lo que sucedió, lo que sucede, van a (re)signifi-
l arse siempre después, en el momento en que un nuevo sig-
11ificante venga a inscribirse para otorgar sentido retroacti-
vo al presente, pretérito ya desde el momento que se habla
de él. Pero este sentido -en la medida que cada significan-
1e que se añada a la cadena habrá de modificarlo- será -in-
variablemente- abierto, efímero, sentido siempre a pro-
ducirse.
El tiempo de la historia -conjunto de acontecimientos
que el orden simbólico organiza y da sentido- resulta, por
consiguiente, muy diferente de lo que la conciencia inge-
rrna puede llegar a percibir. Porque el descentramiento del
yo en relación con el verdadero sujeto de la enunciación,
el sujeto del inconsciente, es el correlato indisociable de otro
descentramiento: el del presente y su relación con el pasa-
do respecto del futuro, que no consiste únicamente en el
lógico sucesor de éstos sino en el tiempo que les otorgará
,entido, ex-sistencia. En la historia -sometida a la deter -
minación discursiva del tiempo lógico- los acontecimien-
tos carecen de realidad sustancial y tampo co son irreversi-
hles como lo querría el sentido común; están sometidos,
más bien, a un orden , una sucesión y una eficacia que se
.,partan de las reglas de la continuidad temporal -donde
lo anterior es siempre determinante de lo que sigue- y cons-
tituyen un modo de determinación verdaderamente insóli-
5
José Hernández, Martín Fierro, México, Aguilar Editor, 1976, p. 335.
 134
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
to porque -en todos los casos- lo posterior posee el senti-
do de lo previo.
Queda impugnada de este modo la noción de una conti-
nuidad y uniformidad del discurso como expresión de un
sujeto igualmente continuo y uniforme, y surge el concep-
to del sujeto escindido, obturado por un yo engañosamen-
te unificado y emergiendo precisamente en el momento en
que la continuidad se quiebra, que la sucesión coherente de
signos experimenta un corte. Y el sujeto del inconsciente
no se distingue del corte mismo; viene así a cuestionar el
carácter uniforme e interrumpido que el tiempo histórico
aparenta poseer. Si el inconsciente no puede equiparse a una
sustancia, una parte del sujeto, un depósito, es -funda-
mentalmente- porque constituye lo antagónico de la con-
cepción del tiempo como sucesión de instantes que encuen-
tran su sentido en alguna esencia última que despliega sus
potencialidades. El inconsciente es -por el contrario- el
con_cepto de una memoria asubjetiva y discontinua; memoria
gobernada por una lógica insólita para el sentido común:
en ella es el sucesor el que constituye al antecedente en el
momento de sustituirlo. Y la sustitución implica olvido,
caída del significante previo reemplazado por el siguiente
como única condición para que las cadenas significantes se
desplieguen. La memoria -inconsciente- es olvido de aque-
llo que la funda; se edifica alrededor de un vacío que la
estructura como espacio inacabado, abierto a la historia.
2. La historia y el efecto nachtraglich
(apres-coup, a posteriori)
Los trabajos de Freud son ilustrativos de lo afirmado. Ya
en la correspondencia dirigida a Fliess -tiempos de los orí-
genes, sólo definibles como tales desde una actualidad que
así los (re)significa- se alude por primera vez al hecho de
que los acontecimientos -considerados en sí mismos- ca-
recen de peso determinante en la producción de un sínto-
ma. Para que éste se desencadene -dirá Freud- se requie-
ren, por lo menos, dos acontecimientos que se relacionan
de una manera insospechada: el segundo retroactúa sobre
1•ANII-.LGERBER 1\",
1·1primero otorgándole sentido, sentido que viene a \lp :111
1cr en un momento diferente del de la vivencia.
Está planteada, de esta manera, una tesis fundamental: la
que postula el carácter lacunar del sentido de la expericnci;1
vivida, el que sólo llega a posteriori, cuando un nuevo suce
,o (re)significa al anterior y le asigna un lugar en la histo -
ria. (Re)significación que es consecuencia de una conexión
,1-;ociativa solamente: el enlace de un significante con otro
para producir un sentido en nada inequívoco. Hay, pues,
hoyos, lagunas en la comprensión del acontecer y lo que
viene a cumplir la función de llenarlas es la fantasía, un "falso
enlace", sustituto indispensable de la verdad que -imposible
de ser dicha- queda protegida.
Las fantasías son productos del significante, y ocupan el
lugar dejado vacío por el significante mismo, el lugar del
,cntido que falta. Baste recordar que -indica Freud- ellas
)rovienen de lo oído. Oído que tiene preeminencia sobre
lo entendido, siempre a posteriori. Primacía del significan-
t e sobre el significado detectable también en el efecto de
fragmentación que el acontecimiento sufre, dividiéndose en
multitud de trozos (in)significantes que establecerán nue-
vas e insólitas combinaciones: "La formación de fantasías
acontece por combinación y desfiguración, análogamente
.1 la descomposición de un producto químico que se com-
bina con otro[ ... ]. Así, un fragmento de una escena vista
es reunido en la fantasía con otro de la escena oída, mien-
tras el fragmento liberado entra en otra conexión. " 76
La formación de fantasías está determinada, pues, por esa
ausencia de isocronía entre el tiempo del suceso y el tiem -
po de comprensión del mismo. Entre ambos se establece
un intervalo que no es otro que aquel que separa perccp
ción de conciencia. Intervalo en el cual se estructura la Otn,
escena de lo psíquico y allí el significante desarrolla su jue
go, convierte al acontec~r en fantasía y abre con esto b di
mensión de la verdad. Esta es efecto de la existencia de l.,
palabra, ajena por lo tanto a toda idea de adecuacil>11del
76
Sigmund Freud, Fragmentosde la correspondenciacon Ri(' .11, o¡,. , 11 , I' :l'J\
136 LA REPRESIÓN Y EL IN CONS CIENTE
discurso a los hechos. Porque la verdad como problema sólo
aparece en un mundo de lenguaje, donde la presencia del
significante determina la desaparición del referente, causa
perdida del discurso.
En ese intervalo -suspensión del sentido generada por
la palabra- la fantasía ocupa un lugar preeminente o, más
bien, ella es ese mismo intervalo en tanto el lenguaje fun-
ciona como "filtro" que protege al sujeto del efecto
anonadante de lo real. Proteger de la verdad y proteger a la
verdad es cometido principal de las fantasías: "Las fanta-
sías provienen de lo oído,entendido conposterioridad(nach-
traglich),y desde luego son genuinas en todo su material.
Son edificios protectores, sublimaciones de los hechos,
embellecimientos de ellos, y al mismo tiempo sirven al
autodescargo. " 77
Lo oído está destinado a ser entendido siempre conposte-
rioridad (nachtraglich,apres-coup).Esto es efecto de que el
sujeto recibe el lenguaje como un torrente sonoro antesde
que algún significado venga a producirse. Hay un perma-
nente efecto de retraso en el arribo del sentido con rela-
ción al significante, efecto de retraso que no es sino la
represión. Represión, por otra parte, que sólo tendrá lugar
con posterioridad, en el momento en que el sentido iba a
producirse; que el recuerdo -banal hasta entonces- iba a
adquirir una significación traumática: "Es reprimido un re-
cuerdo que sólo con efectoretardado(nachtraglich)ha deve-
nido trauma.'' 78
El efecto traumático no está en el recuerdo mismo, en
su representación. Se produce cuando va a articularse con
una nueva representación para cobrar sentido por obra de
la conexión significante. Y no cualquier sentido sino sen-
tido sexual, sentido ligado a eso siempre sabido que es
preciso seguir ignorando: el carácter incestuoso -he ahí lo
traumático por excelencia- de la sexualidad, sexualidad in-
77
Sigmund Freud, ibid., p. 288.
78
Sigmund Freud , Proyxto de psicología, en Obrascompletas,tomo
nos Aires, Amorrortu , 1982, p. 403.
llANIEL GERBER 1.1
tro ducida por el Otro primordial con su inevitable..·sl'dlll
ción. Lo sabido de lo que nada se querrá saber es el incl'sl11
que está en el origen de todo ser humano, la transgrcsiú11
pro ductora del cuerpo erógeno, cuerpo amarrado al dcsl'o
del Otro. Ni siquiera es menester que la escena de seduc
ción haya "verdaderamente" tenido lugar; ella es una esce-
na construida y -simultáneamente reprimida- a posterio-
ri. (Re)construida a partir de las (re)significaciones que los
(re)encuentros con los objetos de la pulsión -(re)encuen-
t ros fallidos porque el éxito es el incesto- van a evocar.
La eventualidad de un (re)encuentro posible, esto es la es-
cena de seducción.
Para que el trauma se produzca -dirá Freud- son indis-
pensables, por lo menos, dos escenas. Coincidencia no ca-
sual: también para que el sujeto ex-sista son necesarios, por
lo menos, dos significantes;el segundo de éstos, sustituyendo
.ti pr imero, lo (re)significa a la vez que lo envía bajo la ba-
rra, a la categoría de significante reprimido, al lugar del sig-
11ificado inalcanzable. Las escenas del trauma son -ante
1odo- significantes. La segunda escena sexual -segundo
significante- es la que asigna el mismo estatuto -sexual-
., la primera al mismo tiempo que, (re)significándola como
1ncestuosa, exige su represión. El interrogante acerca de las
razones de que lo sexual sea lo reprimido puede recibir así
un nuevo intento de respuesta: sólo en el plano sexual hu-
ho siempre un antes -antes mítico de la fusión con el obje-
10 pr imordial- (re)construido desde toda (im)posible rela-
l ión sexual que no es sino actualización de una pérdida. Un
.,ntes: el telón de fondo de lo siniestro (un-heimlich)que pro -
yecta su sombra inquietante sobre todo objeto. La repre -
,ión intenta miti-gar, miti-ficando el pasado, esos efectos
,iniestros; sin ella el erotismo sólo actualizaría uno de sus
.\\pectos, la evocación -paralizante- de la muerte. Así, el
deseo sexual no podría erigirse. La represión, por consiguil'II
te, condiciona la erección de ese deseo.
I, Bue-
138 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE 1•ANll-l GERBER 11•

3. Mito y verdad. Lo siniestro es lo que la proximidad de la verdad l'VOl .,,

Revelación y efecto de lo siniestro (unheimlich) In que retorna ante la inminencia de la revelación de l.1
111isma, revelación que -para tranquilidad de la conciencia
El mito -correlato del fantasma- viene a deformar, "em-
s,'ilo se produce a medias. Siniestra es la inquietante extra
bellecer", alterar la verdad del recuerdo que entonces sólo
neza frente a la reaparición de lo familiar -lo siempre
podrá hablar a través del síntoma. La represión sexual es
s,1bido- vuelto extraño por la acción de la represión. Lo
censura impuesta por la existencia de la palabra, mutila-
111iestro,lo actualizado por la irrupción del discurso del
ción de un texto -la historia- sin la cual éste no podría
( )tro con su aparente -pero también impactante- sin-
escribirse ya que su producción misma es resultado del es-
sentido. Siniestros son el sueño, el síntoma, el acto "fa-
camoteo de la verdad. El texto, la historia, es el conjunto
ll 1do"; ellos aproximan a una revelación anonadante. Tam-
de rodeos que la censura impone. Y la historia se escribe
1,ién siniestro es el hecho estético que, como aquéllos, pro-
siempre desde el momento actual; la represión, por lo
duce el develamiento sorpresivo de un saber que en el in-
tanto, es retroactiva. No hay diferencia señalable entre re-
' rnto de definirlo se desvanece. Encuentros sin búsqueda,
primir y (re)construir una historia: "Hay buenas razones
l.1emergencia del inconsciente y la precipitación del hecho
para sospechar que el despertar de lo reprimido no esté li-
estético pueden equipararse; para ambos es posible emplear
brado al azar, sino que obedece a leyes de desarrollo. Ade-
l.1asombrosa definic,ión de Borges: "La música, los estados
más, que una represión avanza desde lo reciente hacia atrás,
, le felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiem-
y afecta primero a los sucesos últimos. " 79
po, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos
El recuerdo -inscripción significante- es huella mnémica
ilgo; esta inminencia de una revelación que no se produce,
que sufrirá el proceso de "descomposición" por el cual va 81
l''i, quizá, el hecho estético."
a establecer combinaciones insospechadas con otros frag-
Inminencia de una revelación que no se produce, ¿podría
mentos de recuerdos. Pero la represión no obedece a carac-
hallarse caracterización más aproximada para esa irrupción
terísticas propias del recuerdo sino a la relación que súbita-
1 le un saber del que nada se sabe porque nada se quiere sa-
mente lo vincula con orro acontecimiento: "Dicho de
hcr? El inconsciente es ese saber que i(nte)rrumpe, saber
manera burda, el recuerdo hiede actualmente como en el
que no preexiste a la espera de ser integrado por la conciencia
presente hiede el objeto; y así como en el asco extrañamos
pues no constituye una certeza que pueda reafirmarla. Es
(damos vuelta) el órgano sensorial (cabeza y nariz), de igual
-.,lber que un decir inesperado va a crear, que no estaba an-
modo lo preconsciente y el sentido consciente se extrañan
1es de ese decir; saber que inevitablemente tendrá que ser
del recuerdo. Esto es la represión." 80 Por la represión un
l oagulado en el otro saber -el de la conciencia que ra-
recuerdo se extraña, se hace extraño, deja de pertenecer al
1 ionaliza- cuando un discurso coherente y "lógico" lo
yo y es recobrado por el Otro porque un otro significante
.1simile, cuando la represión se haya re-establecido (resta-
lo ha sustituido. La represión es sustitución significante que
hlecido). Pero un nuevo decir "fallido" de la conciencia rea-
convierte a lo familiar en extraño. El sustituto conserva,
brirá el ciclo y así sucesivamente. En esta encrucijada, el
sin embargo, el sello de familiaridad que lo hace siniestro
,ujeto sólo será la superficie donde saber inconsciente y s.t
(unheimlich).
her de la conciencia sostienen su pugna eterna.

79 8 1 Jorge
Sigmund Freud, Fragmentosde la correspondencia
con Fliess,op. cit., p. 294. Luis Borges, Otras inquisiciones,en Prosacompleta, vol. 2, 11.11,,:1,,
80
Sigmund Freud, ibid., p. 311. 11.1, Bruguera, 1980, p. 133.
 140
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
4. Represión y retorno de lo reprimido: un mismo proceso
Se desprende de lo expresado la posibilidad de señalar, en
el proceso represivo, una secuencia constante. Así la des-
cribe Freud: un acontecimiento originario que, inscrito en
el lenguaje, sufre la división en múltiples fragmentos; un
ocultamiento fantasmático del mismo, efecto de la fragmen-
tación y, finalmente, una repetición del suceso cuando se
produce otro que lo actualiza asociativamente por efecto
de la relación que se establece entre fragmentos de uno y
otro. La repetición del suceso coincide con la represión del
sentido que estaba por precipitarse para permitir que eso
que también estaba pasado, olvidado, llegara a tomar carácter
de recuerdo.
Había, en efecto, una cierta latencia del recuerdo que
quedará reprimido . Pero no se trata de la latencia de un su-
ceso archivado ya, sino de otra muy diferente: la que el sig-
nificante en que estaba capturado le otorga. Es la latencia
de todo acontecimiento en la medida en que sólo el orden
simbólico le da carácter de tal; latencia que el matiz ambi-
guo del imperfecto estaba con que se alude a ella evoca de
la manera quizá más adecuada: "Estaba ahí contiene la mis-
ma ambigüedad en que se suspende: un instante más y la
bomba estallaba, cuando, por falta del contexto, no se pue-
de deducir si el evento sucedió o no. " 82
El estatuto del acontecimiento -que el discurso le
otorga- es ese estaba ahí, en la cadena significante, perdida
su referencia con lo real -convertido por el lenguaje en lo
imposible- y abierto a la dimensión de la verdad que lo
simbólico introduce, que la desaparición del referente hace
nacer. ¿Cómo interpretar si no que la cuestión de la verdad
surja en el psicoanálisis de la despreocupación freudiana por
lo "verdadero" del relato? Verdad, una vez más, no es ade-
cuación "a los hechos"; del descubrimiento de que estos
últimos pueden ser simples "fantasías" se puede concluir
que el referente del discurso está en el discurso mismo, no
en un dato exterior a él.
82
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 678 [EscritosII, p . 300).
111
llANIE L GERBER
El tiempo del acontecimiento -referente desaparcl ul1>
que se registra en el imperfecto gramatical no es el de "ll
ubicación en el calendario. Es tiempo de una latencia M '
~uida del retorno de lo reprimido que lo convierte -en c,e
momento- en acontecimiento relevante y olvidado. Ca
, acterística de la temporalidad en que se inscribe el suceso
es ql!e el retorno de lo reprimido constituye a lo reprimi -
do. Este no posee existencia previa en un sitio localizable
1·spacialmente, en una "parte" del sujeto, no es sustancia
ubicable en algún lugar de la "persona" o porción de una
,ubjetividad centrada en el yo; no es psicológico, es meta-
psicológico. No se confunde -finalmente- con un "nivel"
de la personalidad entendida como totalidad unificada; es
"' discurso del Otro, dimensión solamente pensable en el
1 .unpo transindividual del lenguaje, allí donde el sujeto es
producido.
Es necesario -en esto radica tal vez lo fundamental del
1·,fuerzo de Lacan- liberar al inconsciente de esas metáfo-
, ,1s sustancializantes cuyo abuso ha servido -como la fan-
1.1 ,;Ía tal como Freud la caracteriza- para "embellecerlo"
1le modo de dejarlo reprimido. Reconocer su adscripción
d campo del lenguaje -ya no de lo orgánico, lo sociológi-
1o o lo psicológico- implica simultáneamente concebir la
, 1•presión como el efecto específico de la imposición signi-
1il ante y desligarla del lastre antropomórfico que la iden-
1dica con la acción de un misterioso homúnculo que ope-
, .,n'a "d entro " de1 suJeto.
.
1.as diversas (per)versiones biologizantes, sociologizantes
, , psicologizantes que los descubrimientos freudianos han
11·11ido que sufrir provienen sin duda del siempre vigente
, ,I>stáculo conciencialista, insistente en su pretensión de re-
' 1·1t1rar el abordaje del sujeto en un yo que conserva el co-
111 ,111dode todas las palancas, incluida la represión; un yo
11111dueño del sentido que -eventualmente- puede per -
1!1·1lo, caso en el cual el psicoanálisis podría lograr que lo
, 1'1upere. No es por azar que quienes han usado y abusado
de esta concepción se encuentren embarcados en utópicos
¡,1oyectos de fortalecimiento yoico, correlato puntual del
 142
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
h~llaz_gode un objeto adecuado para la pulsión, degradada
a mstmto.
Con la inclusión del inconsciente en el campo del len-
guaje el concepto de represión puede recobrar las con-
notaciones que originariamente tuvo en la obra de Freud
y enriquecerse desde nuevas perspectivas. "Denegación de
la traducción" -como fuera definida desde un comienzo-
es ella el correlato de la postergación eterna del sentido que
la sustitución significante establece; el retorno de un real,
lo que siempre falta por decir. Resulta así indistinguible del
retorno de lo reprimido: una y otro no son sino anverso
y reverso de un mismo proceso, desde el momento en que
sólo es posible afirmar que algo estaba reprimido a posterio-
ri, con su retorno. Es la naturaleza misma del tiempo lógi-
co que determina al antes como constituido desde el des-
pués, al retorno como productor de lo que estaba.
El retorno de lo reprimido designa así el efecto de retro-
versión inherente a la estructura de la construcción signifi-
cante, de la frase. En ésta, como se ha señalado, el último
significante -retorna sobre los anteriores para otorgarles
sentido. Ahora bien, si la historia del sujeto es lo que el dis-
curso inscribe en lo simbólico, no podría producirse un re-
torno desde algo previo, desde el pasado; sólo puede efec-
tuarse desde lo posterior, desde el futuro que retroactiva-
mente da su sentido al momento actual -ya pasado. El
retorno de lo reprimido no es pues el regreso de lo que es-
tuvo antes sino la anticipación (in)significante de lo que ad-
quirirá sentido después. Este carácter le es asignado por la
cualidad más notable de la cadena significante: su constan-
te anticipación sobre el sentido que se mantiene en suspen-
so, a la espera de una precipitación en el corte, la escan-
sión, el punto. Suspenso que, como todo hablante lo sabe,
se hace tanto más oprimente cuando la frase se interrumpe
antes del término que puede conferirle algún significado;
es éste el caso de esos breves enunciados que Lacan recuer-
da: "Y o nunca ... En todo caso... Aunque tal vez ... " 83
83
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 502 [Escritos I, p. 188).
1•I \
l>ANIEL GERBER
La estructura que poseen estas frases truncas put:dt· .1s1
milarse, vis-a-vis, al retorno de lo reprimido. Falta e11 t•ll.1,
el significante que, en el instante de ser pronunciado, pm1
hilitará la realización de un -ya que no de el- sentido. 1kl
mismo modo, el retorno de lo reprimido es corte antes d('
tiempo, antes del tiempo en que eso no-realizado pueda sig
nificarse. El futuro le conferirá -o no- sentido; a él -poi
lo tanto- se dirige, a la espera del sentido. Con mayor ri
gor: del futuro proviene como síntoma de la carencia en
d ser del sujeto que pre-tende resolverse en la anticipación
del mismo: "lo reprimido no viene del pasado, sino del por-
venir[ ... ] eso que vemos bajo el retorno de lo reprimido
es la señal borrada de algo que no tomará valor sino en el
futuro, por su realización simbólica, su integración en la
historia del sujeto". 84 Lo reprimido es lo que falta al ser,
lo que ser-á, siempre después.
5. La historia en futuro anterior y la aporía del inconsciente
El inconsciente carece de sustancia, es lo no-realizado de
la historia del sujeto, el ser que espera revelarse. Dicho con
más precisión: el inconsciente no es, será (ser-a')a posteriori,
en el momento en que -integrado en la historia por efecto
de un decir inesperado- haya dejado entonces de ser in-
consciente. El inconsciente designa pues una aporía; eso que
sólo es susceptible de adquirir sentido en el futuro, eso de
lo cual -en el instante de su revelación- sólo es posible
decir que ya no es, que habrá sido. En efecto, únicamentt'
este singular tiempo gramatical -el futuro anterior- put'·
de representar la permanente latencia de la verdad, del su
jeto de la enunciación, seguida por un retorno de lo
reprimido.
Sólo el futuro anterior porque es el único tiempo gra1n:1
tical que implica rechazo y recuperación del pasado a l., vt:·
que (re)significación retroactiva del mismo. El ha/mí ,id",
por otra parte, confiere al pasado el carácter de anticipo t'<p1Í
voco de lo que sólo en el futuro se puede realiz.11, t'"I11·1 .1
84 Jacques Lacan, Le séminaire. Livre I, op. cit., p. 181.
144 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
permanente del por-venir. Por esto el futuro anterior es el
tiempo específico en el cual se escribe la historia, que no
consiste en una acumulación lineal de acontecimientos su-
cediéndose en perfecta continuidad y agrupados alrededor
de un sujeto-centro de sentido plenamente determinado des-
de el comienzo del proceso, sino retroacción constante del
significante tornando al sujeto Otro del que cree ser: "Efecto
de retroversión por el cual el sujeto en cada etapa deviene
lo que él era antes y no se anuncia sino como: él habrá
sido -en futuro anterior. " 85 En la historia, cada signifi-
cante nuevo retroactúa sobre los anteriores; cada momen-
to histórico produce un sujeto que anteriormente no esta-
ba, hace del sujeto Otro del que era porque no hay sujeto
previo del cual la historia sea la realización. Un momento
histórico es, por lo tanto, sólo lo que el siguiente (re)signi-
ficará; o, más bien, no es, habrásido. De modo similar lo
entendía Freud cuando postulaba que la historia que un su-
jeto (re)construye es invariablemente retroactiva y que es-
ta retroactividad es un producto de la naturaleza del signi-
ficante: "Las fantasías son productos de épocas posteriores,
proyectadas hacia atrás, desde el presente respectivo hasta
la primera infancia, y el camino por el cual ello acontece
ha resultado ser, de nuevo, una conexión de palabra." 86
Lo posterior retorna pues sobre lo previo para darle exis-
tencia. Esto es la lógica del significante, lógica que rige el
inconsciente; lógica del proceso primario para la cual el prin-
cipio de identidad -cada cosa es igual a sí misma- que go-
bierna el espacio de los reconocimientos especulares carece
de validez en relación con el sujeto de deseo, siempre Otro
del que se re-presenta. El descentramiento del tiempo
-que deja de concebirse como dimensión idéntica a sí
misma- es disolución de la certeza que lo percibe como
continuidad absoluta. Esta última sólo sería sostenible re-
mitiéndola a una esencia última cuyo despliegue homogé-
neo daría a cada momento identidad y uniformidad con el
85
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 808 [EscritosI, p. 319].
86 Sigrnund Freud, Fragmentosde la correspondencia con Fliess,op. cit., p. 318.
11,',NIELGERBER I~'\
.interior y el siguiente, esencia equiparable a un yo sicmpn
l'I Mismo independientemente de sus modificaciones cin:un,
1.mciales.De ahí que el descentramiento del tiempo se,1l.t
1 ontra partida del descentramiento del yo, depuesto dd
lugar de lo Mismo invariante de una historia concebida co-
1110 expresión de sus "potencialidades". Como lo manifies-
1.l Borges: "No hay detrás de las caras un yo secreto, que
gobierna los actos y que recibe las impresiones; somos úni-
1 .tmente la serie de esos actos imaginarios y de esas impre-
,iones errantes. " 87
El inconsciente es así el testimonio de la radical no-
identidad del sujeto consigo mismo en ~l tiempo. En otros
1frminos: es el tiempo de una historia que el yo desconoce
en tanto se escribe en el Otro y desde éste, que se realiza
donde la palabra se despliega más allá de toda subjetividad
y conforma una memoria anónima, una memoria de la cual
los yoes no son sino inconscientes portadores. El incons-
1 icnte es, pues, la historia; historia en cuya trama signifi-
l ,mte -y al margen de las voluntades y los anhelos indivi-
1luales y colectivos- se teje el destino de cada retoño de
humanidad. Por esto: "Lo que enseñamos al sujeto a reco-
88
nocer como su inconsciente, es su historia."
Es preciso, en consecuencia, extraer todas las conclusio-
nes que la asimilación del inconsciente a la historia permi-
te formular. En particular, cuestionar todo intento de con-
cebir a esta última como desarrollo -logrado o no- de una
instancia central-individuo, yo, sujeto o libido- en la cual
todo puede hallar un sentido puntual. La formulación del
mconsciente-historia lleva implícita la concepción de que
el sentido de ésta no está en ningún elemento del pasado
.1sícomo tampoco del presente, porque es sentido a-reali-
.arse, siempre: sentido que carece de un Amo que pueda
l'nseñarlo. En esto radica, tal vez, el gran aporte del psicoa
nálisis al pensamiento antidogmático.
87 Jorge Luis Borg<;s, Otras inquisiciones,op. cit., p. 289.
88 Jacques Lacan, Ecrits, op. cit., p. 261 [EscritosI, p. 82).
 146 LA REPRESIÓ N Y EL INCONSCIENTE
6. Historia, repetición y estatuto del inconsciente
Actualizada de manera permanente por el discurso, la his-
toria no es el pasado a secas, es el pasado historizado en
el presente: "EIIa [la historia] representa el pasado bajo su
forma real, es decir, no el pasado físico cuya existencia está
abolida, ni el pasado épico tal como se ha perfeccionado
en la obra de la memoria, ni el pasado histórico donde el
hombre encuentra la garantía de su futuro, sino el pasado
que se manifiesta invertido en la repetición. " 89 La repeti-
ción es el síntoma de la historia : efecto de lo simbólico
sobre lo real, constitu ye al pr esente como retorno. No re-
torno de algo efectivam ent e pasado, de lo que alguna vez
era, sino retorno de lo que no era, de lo no -realizado, del
encuentro inevitabl emente faliido con un sentido que no
se produce.
La existencia del lenguaje es, de por sí, síntoma de una
fractura; de una fragmentación en la continuidad natural
eterna debida a la irrupción del significante. Un fracaso se
va a re-iterar a partir de entonces: la imposibilidad de reali-
zación plena del sentido, de recuperación de la armonía que
gobierna el mundo natural. El síntoma que la historia
-compulsivamente- repite es esta imposible restitución del
estado armónico que los hombres debieron resignar para
ser hombres.
La realización de una historia -meta del psicoanálisis-
no podrá, por consiguiente, ser algo distinto de la puesta
en su lugar de los acontecimientos de la misma, de la inter-
pretación de elios como auténticos actos faIIidos, índices
anticipados de un futuro por-venir jamás alcanzado. Reali-
zación de la historia es reconocimiento de que su tiempo
es el futuro anterior, de que -por lo tanto- no hay sujeto
que pueda devenir sujeto pleno -correlato de un objeto
"total" - porque él sólo es en la fugacidad de un instante,
para -inmediatam'ente- hacerse, Otro: "Lo que se realiza
en mi historia no es el pretérito definido de lo que fue, pues-
89 Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 318 [EscritosI, p. 135].
1tANll'L GERBER H
1o que ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que h.1 ,1d1,
1·11lo que yo soy, sino el futuro anterior de lo que yo h.1h1('
:.ido para lo que estoy llegando a ser." 90
El pretérito definido -lo que fue- es la historia muert.1,
olvidada, el recuerdo de lo que ya no tiene lugar; el pn·
1hito perfecto -lo que yo he sido- se aproxima más .11
presente, pero "lo que yo soy" implica una detención del
11empo, un punto muerto desde el cual no hay futuro posi
lile. Sólo queda, como tiempo válido, el futuro anterior;
t 1empo que me indica que yo habré sido esto sólo el tiem -
po que era necesario para decirlo, pero que una vez dicho
('<,;toydeviniendo Otro. Futuro anterior es el tiempo del
decir, de la palabra inesperada que hace del sujeto Otro; de
.,hí que la realización de la historia no implique el acceso
., una mÍtica unificación sino el reconocimiento de la divi-
,ión eterna que desgarra a la subjetividad, la revelación de
(',;e Otro del Mismo que se pretende ser, la admisión in-
l on dicional del carácter imposible de una identidad abso-
luta, del ser-Uno.
La historia no es, en definitiva, un desarrollo diacrónico
que se desenvuelve a partir de un origen puntual que ya
prefigura su(s) fin(es). Es lo que habrá de realizarse, realiza-
ción siempre diferida. El inconsciente freudiano -la his-
tori a- propone así un imperativo: "Wo Es war, soll Ich
werden." Su traducción -aproximada- sería: "Allí donde
esto estuvo (o estaba), yo debe advenir (o devenir)." Sin em-
bargo, el efecto revulsivo que estas palabras contienen fue
mitigado _por una traducción que recentra en el yo el do-
minio de los resortes de la subjetividad. La exigencia freu-
diana de advenir en el lugar donde eso (el inconsciente) era
se transformó en "el yo debe desalojar al ello".
Ahora bien, ¿como sería posible pregonar que el yo de
saloje al ello si su función -función de desconocimiento
de la verdad- no es otra? Porque es el yo quien usurpa el
lugar de la verdad -de eso, ello- para colmarlo con sus 1,1
cionalizaciones imaginarias. Mal podría el psicoanálisis qu,·
90
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 300 [Escritosl, p. 117].
 148 LA REPRESIÓN Y EL INCONS CIENTE
11~N IH . GERBER ll

al deponer al yo de su sitio de presunto amo vino a infligir

le:,tant o en el plano óntico donde representa lo ev,t,1vo, 1,,
una de las tres grandes ofensas al narcisismo de la huma-
nidad- exigir al yo la persistencia en su papel de silencia-
i¡ueen el momento en que se pretende saber sobre {·I
, .,rle coherencia se desvanece. Su estatuto sólo puede con
dor de la verdad. Por esto la importancia de la t,raducción , l'birse como sed insaciable de verdad, esto es, corno n:rn
propuesta por Lacan en diversos pasajes de los Ecrits, "allí
11ocimiento del deseo que es metonimia de la carcnci.,
donde eso era, debe yo advenir": 91 allí donde eso era (es-
111colmable en el ser. Realización del inconsciente es, en con
taba), donde se era (s'était, homófono a c'était, eso estaba),
,l'cuencia, cuestionamiento una y otra vez (re)comenzado
en ambos sentidos del imperfecto, sólo ex-sistencia del ser;
1 I!' toda certeza tranquilizante, de todo espejismo de saber
allí donde el sujeto de la enunciación siempre estaba a pun-
que no constituye sino identificación con el significante de
to de decir su palabra, allí yo (le) debe advenir, venir al ser
l., demanda del Otro, de la palabra del Amo o del Maes-
en un movimiento indisociable del de la producción de sen-
11o. Por esto "el estatuto del inconsciente es ético y no
tido a la cual el yo -convencionalmente amarrado a los sig-
, ,ntico" ,94 admitir su existencia es indisociable de una éti-
nificados compartidos, a la palabra vacía- hace resistencia.
' ., de la verdad que constituye el imperativo ineludible de
Eso que debe advenir no es pues otra cosa que el sentido,
dirigirse hacia ella eludiendo una y otra vez las trampas
el sujeto de la enunciación que el enunciado obtura, el Otro
del narcisismo.
de la conciencia que desde siempre se era, que un poco más
Co n demasiada frecuencia se hace del inconsciente una
y se era: "Utilicemos el favor que nos ofrece un imperfec-
, osa de la que se habla, se lo cosifica para inscribirlo en las
to distinto. Allí donde estaba en este mismo momento, allí
1.tcionalizaciones de un saber académico. Se "olvida" que,
donde por poco estaba entre esta extinción que luce toda-
1·11 realidad, es él quien habla, a su manera, más cercana a
vía y esa eclosión que se estrella, Yo (le)puedo venir al ser
desapareciendo de mi dicho. " 92 Desaparecer del dicho pa-
l.i de la poesía que a la del rigor universitario. Dar lugar
.1 esa palabra insólita, evocadora del goce es la ética que su
ra venir al ser: el yo -engañoso- debe borrarse del enun-
estatuto propugna: impugnación de todo intento sustancia-
ciado para que eso que -sin estar- estaba se realice en una
• • I • • I • l1zante y denuncia del discurso de la conciencia como pala-
enunc1ac1onpura, una enunc1ac1onque -por un mstante-
bra vacía que sólo pretende acallar la verdad. Producir una
hace oír la palabra Otra, la palabra del Otro -palabra
t l'OrÍa del inconsciente implica también la referencia a un
plena- para desvanecerse inmediatamente: "Enunciación
1 >bje to evanescente; no puede disociarse del reconocimien -
que se denuncia, enunciado que se renuncia, ignorancia que
se disipa, ocasión que se pierde, ¿qué queda ahí sino el ras- to de la imposibilidad -e impostura- del metalenguaje.
tro de lo que es preciso que sea para caer del ser?" 93 Teorizar sobre el inconsciente es así inseparable del análi-
. . ' , .
\IS mismo: esta es su euca.
Al inconsciente -se advierte- no se lo captura ni se lo
desaloja porque no es una cosa de la c'ual sea posible apro- . Ley, azar y sobredeterminación.Repetición y entredicho
piarse progresivamente. Sólo es posible escucharlo: él es pa-
labra que atraviesa al sujeto y al atravesarlo lo transforma El inconsciente, ello, habla; pero lo hace de un modo muy
en Otro. La realización del inconsciente es impensable por l'Special, como un "lenguaje sin gramática" ,95 desprovi,10
de la organización lógica que caracteriza a la con cietll i.1.
91 ,
92 Jacques Lacan, É,crits, op. cit., p . 417 [Escritos I, p . 160).
93 Jacques Lacan, Ecrits, op. cit., p. 801 [Escritos I, p . 313).
94 Jacques L acan, L e semmatre
' . . . L ivre
. . p . 34 .
XI, op. ctt.,
95
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 801 [Escritos I, p. 313). Sigmund Freud, Nuevas conferencias de introdu cción al p.11111
,111
.ilill,, ,: 11
Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu , 1979, p l'I,
 150
LA REPRESIÓN Y EL !NCONSCIENH
"Nos aproximamos a ello con comparaciones, lo llamamos
un caos, una caldera llena de excitaciones borboteantes. " 91'
El inconsciente es desorganización, caos, puesta en juego
de la sincronía significante, es decir, de la operación de este
último fuera de las leyes del tiempo convencional. Sin em-
bargo en su despliegue, ese juego sincrónico precipitará el
sentido en un punto que, de modo retroactivo, ordenará
una diacronía. La diacronía es historia, orden sólo provi-
sional, abierto a las innovaciones de sentido que nuevas co-
nexiones significantes determinarán. Lo diacrónico -con-
trariamente a toda evidencia- es efecto de la sincronía, la
historia se (re)significa en cada momento.
En este sentido, no hay contradicción entre la afirmación
freudiana que define al inconsciente como caos y la fórmu-
la lacaniana que lo concibe estructurado como lenguaje: el
desorden es sin-sentido del significante considerado en su
dimensión sincrónica; sin-sentido generador de sentido, con-
dición de la producción del orden, de la diacronía sujeta
a continuas reformulaciones. El ello -el juego significante-
puede compararse -de acuerdo con Lacan- con una lo-
tería: los elementos -significantes- que lo integran y que
sólo poseen valor unos con relación a otros, se entremez-
clan, circulan. Repetitivamente uno es "extraído", cae del
conjunto que circula .
El presunto azar que preside la "extracción" sólo se ex-
plica por el desconocimiento de una ley que ordena la
(re)aparición repetitiva, las posibilidades e imposibilidades
de que una combinación de cifras se produzca. Ahora bien,
la cifra -significante- que se precipita asignad un sentido
retroactivo a todo el juego y lo inscribirá en la historia co-
mo esejuego, distinto de cualquier otro. Sólo así, habrá si-
do: "Tómese el significante con toda simpleza, por la pun-
ta de materialidad irreductible que implica la estructura en
cuanto que es la suya, evóquesele bajo la forma de una
lotería, y aparecerá la evidencia de que no hay nada en el
mundo salvo el significante que puede sostener una coexis-
Sigmund Freud , ibid., p. 68.
96
1•~NII L GERBER 1~ l
l('llcia -que el desorden constituye [en la sincro11í.1 'I d,
«-ll'mentos en los ue subsiste el orden más indcstnH 11hl1 ·
1
ti desplegarse [en a diacronía]." 97 El orden es repetirn ',11,
, !'petición del fracaso en la empresa de organizar el d¡•
,orde n significante.
Lo azaroso del desorden sincrónico es efecto del ocult.,
111 iento de la repetición. Repetición -a través de infinit.1..,
1ombinaciones- de un real resistente a la ordenación: el
, eal de la diferencia irreductible que el significante estable
1·t·. La repetición es automatismo, determinismo psíquico
1¡ue carece de sujeto-autor y gobierna la producción de los
( iscursos, en particular de aquéllos presuntamente azarosos
romo pensar un número cualquiera o expresar una ocurren -
1 ia. Es que el azar mismo obedece a una determinación del
lenguaje y sólo en función de la reglas de permutación y
rnn mutación inherentes a este último es posible la produc -
eión de cada "jugada" del significante: "El único enuncia-
do absoluto fue dicho por quien tenía derecho: a saber, que
ningún golpe de dados en el significante abolirá jamás el
.,zar, por la razón, añadiremos por nuestra parte, de que
11ingún azar existe sino en una determinación de lenguaje,
y es bajo este aspecto que se lo conjuga, de automatismo
o de reencuentro. " 98
En el juego de la sincronía significante cada "extracción"
de uno de ellos está sometida a una determinación de len-
guaje y configura una repetición: lo Mismo que retorna.
Pero esto Mismo no es reproducción; no es posible decir
lo Mismo en una segunda oportunidad porque el signifi
cante re-iterado ya es otro significante. La repetición no es,
por lo tanto, reproducción de lo Mismo; pretenderlo de es-
ta manera sería consecuencia de concebir que el significan
te posee identidad única, es Uno que puede reproducirs!'
idénticamente. La repetición es insistencia de ese resto lo
que falta para ser Uno- que el significante, en su o¡wr.1
ción, expulsa. En tanto el significante sólo puede ,lpel.11
97 Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 658 [Escritos11, p. 280].
98
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 892.
 152
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENH
a otro, su imposibilidad de cubrir el campo de lo real se
hace manifiesta. Y este resto que deja, real no apresado por
lo simbólico, es lo que vuelve siempre al mismo lugar, no
se desliza, se repite, (re)inicia constantemente el movimiento
del molino de palabras que circulan a su alrededor.
De manera que lo que se repite es -solamente- la pura
diferencia que el significante instaura, su falla esencial, lo
que éste genera como dimensión de lo no logrado. Esta di-
ferencia es lo que al separar un significante de otro los indi-
vidualiza; es entre-dicho, hoyo que la palabra contornea.
Y se repite esa diferencia, no lo dicho sino lo entre-dicho;
entre-dicho que, escrito sin el guión intermedio alude
-por otra parte- a que lo destinado a la repetición -bajo
múltiples formas- es la discordia constitutiva, el malestar
fundante de la historia. Así, gobernado el inconsciente por
la ley inexorable del significante que lo destina a la función
de repetir el fracaso, puede entenderse que: "Eso habla, y
sin duda allí donde se lo esperaba menos, allí donde eso
sufre." 99
V. INCONSCIENTE, REPRESIÓN
Y ESTRUCTURA DEL (MEDIO) DECIR
1. El inconsciente en la superficie del decir
De lo hasta ahora expresado puede concluirse que el
inconsciente freudiano no se caracteriza como un simple
negativo de la conciencia, ni menos aún como las "profun-
didades" insondables del ser. La oposición preconsciente-
inconsciente no reproduce un antagonismo superficial-
profundo en el cual se vendría a reintroducir al sujeto
psicológico, nuevamente centrado en algo que le pertenece.
La expresión psicología profunda es completamente aje-
na a la empresa freudiana, que se inscribe en una verdadera
des-articulación del sujeto. Pretender que el psicoanálisis pre-
sente a éste como un ser determinado en su "personalidad"
99
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 413 [EscritosI, p. 156).
1•, 1
11~NII I GERBER
111.rnifiesta por niveles "profundos" es producir un lllll'V11
d,.,curso de tipo holista que retoma como su elemento t'Jl'
l., noción de sujeto unificado alrededor de alguna instanci.1
que funciona como soporte de su unidad.
La desconfianza manifestada por Freud hacia la noción
dl' personalidad testimonia lo radicalmente opuesto de su
nhjetivo, dirigido más bien a la descomposición, la disec-
1 1<'m de ésta, nunca a su integración. Psicoanálisis es frag-
111t •ntación, división, imposibilidad de unificación. No es
¡i,icología de las profundidades; es metapsicología: campo
donde lo psicológico se constituye como efecto imaginario
del orden simbólico.
Metapsicología: más allá de la psicología, descentra-
111 icnto de la oposición superficial-profundo, ubicación del
1nconsciente en un espacio exterior a este antagonismo en-
¡;,1ñosocuya vigencia conduciría a transformarlo en un mo-
derno sucesor del alma o la conciencia. Lejos de tales esen-
1 tas místicas, el inconsciente freudiano es el discurso del
<)tro que habla en el sujeto; discurso imposible de decir,
discurso imposible de no decir en los cortes de la cadena
,1gnificante, en el sueño, el síntoma, el acto "fallido"; im-
posible de no decir entre-cortado por las racionalizaciones
de la conciencia "bien pensante".
Lo esencialmente novedoso aportado por Freud, revalo-
1.1dopor Lacan, es la concepción del inconsciente-lenguaje.
<:orno toda verdad, ésta se dice a medias -entre líneas-
,, lo largo de toda la obra del primero; desde los comenta-
, ios contenidos en la carta 79 a Fliess, pasando por esos tres
1cxtos claves que son La interpretación de los sueños, Psico-
¡,atología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con
lo inconsciente y muy particularmente en el análisis de los
cinco casos clínicos sin descartar ninguno de los textos res
t antes del fundador del psicoanálisis.
Allí, en ese conjunto de escritos dispersos, fragmentarios,
unificados sólo imaginariamente por el nombre de Sigmurnl
Freud, se reitera permanentemente la referencia al inn>11..,
riente localizado en el campo del lenguaje, absolut.\11w111 e
opuesto a cualquier instancia de lo oculto a ser <lcslulH1'1 ta
154 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
por la perspicacia o la intuición: el espacio que le pertenece
es el de la escucha, de una escucha que se desentiende de
la "comprensión" para dirigirse a los aspectos "incompren-
sibles" del discurso, al lugar del equívoco, la vacilación, la
ambigüedad.
El inconsciente es discurso en tanto el sentido de éste va
siempre más allá de las intenciones que su presunto autor
cree poseer. Porque el sujeto -sin saberlo- dice siempre
más, y en esto se define como parletre, ser atravesado por
el goce de la lengua que le es inaccesible, ser cuya concien-
cia juzgará ese decir-de-más como exterior y ajeno a ella
misma y rechazará las asociaciones vinculadas a él con el
argumento de la falta de seriedad de las mismas o de consi-
derarlas simples juegos de palabras. La misma conciencia
resistente que se mostrará muy dispuesta a dar cabida a in-
terpretaciones que tengan la apariencia de provenir de oscu-
ras profundidades y cuyo sentido unívoco la coloque o
(re)afirme en una certeza.
La idea freudiana de un inconsciente verbal ya está
expresada en la citada carta 79. Advierte allí que en la neu-
rosis obsesiva se confirma algo ya detectado en otros ámbi-
tos, algo que echa por tierra toda pretensión hermenéu-
tica: "Para la neurosis obsesiva se corrobora que la repre-
sentación-palabra,y no el concepto a ella inherente, es la
localidad por donde irrumpe lo reprimido[ ... ] De ahí que
las cosas más dispares tiendan a reunirse como representa-
ción obsesiva bajo una palabra multívoca. Para la tenden-
cia a la irrupción, estas palabras ambiguas son, por así
decir, como matar varias moscas de un golpe." 100
No podría ser más claro: la palabra ambigua, a través de
la cual irrumpe lo reprimido, es el significante cuya equi-
vocidad permite -en el síntoma neurótico y en toda
formación del inconsciente- que una serie "normal" de
pensamientos sea sometida a un tratamiento "anormal"
cuando le es transferido un deseo inconsciente. Con más
100
Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, op. cit.,
p . 314.
IIAN IEL GERBER
precisión: ese tratamiento "anormal" es el deseo mis111ú,
1nexistente fuera del lenguaje.
El inconsciente -lalangue- es el lenguaje del deseo, kn
!!,Uaje equívoco que tiende a disolver las representaciones
meta para imponer al discurso el camino de eso que F rcud
va a llamar "asociaciones superficiales", esto es, de las co-
nexiones de significante a significante. Así sucede en el sue-
110: "Como signo inequívoco de asociación exenta de cual-
quier representación-meta se ha considerado el caso en que
las representaciones (o imágenes) emergentes aparezcan uni-
das por los lazos de la llamada 'asociación superficial', es
decir, por consonancia, ambigüedad de las palabras, coinci-
dencia en el tiempo sin relación interna de sentido, todas
las asociaciones que nos permitimos usar en el chiste y el
juego de palabras." 101 Afirmación que hay que leer a la luz
de lo que agrega líneas más abajo: "Toda vez que un ele-
mento psíquico se enlaza con otro por una asociación cho-
cante y superficial, existe también entre ambos un enlace
correcto y que cala más hondo, sometido a la resistencia
de la censura." 1º2
Si lo propio del inconsciente es, pues, este trabajo de "aso-
ciación superficial", por una parte; y si por otra un enlace
superficial denuncia otro más profundo y censurado, ¿no
quiere decir esto que lo profundo es precisamente lo super-
ficial, lo que "choca" por inesperado, lo que no hay que
extraer de algún abismo recóndito porque está siempre ahí,
en lo que el sujeto mismo dice sin reconocerse en su pala-
bra? En otros términos: no hay inconsciente oculto bajo,
detrás o en el interior de la apariencia manifiesta del suje-
to; lo reprimido no se encubre ni se disimula, se dice en
la superficie misma del discurso, en lo más "superficial" y
pueril de esa superficie. En este sentido, los literatos sudl'11
poseer mayor lucidez para advertirlo que los científicos. P<11
eso vale la pena citar a uno de los primeros: "El qut· p111
fundiza se hunde y el que se hunde se ciega, la vnd.,d l:S
101 Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, op. nt ., p. S.!-1
102 Loe. cit.
156 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
la apariencia, el misterio es la forma y lo más profundo que
posee el hombre es su piel." 1º3
2. El discurso y lo reprimido: una relación de continuidad
El inconsciente no se oculta, pues, se dice (y sedice); es pala-
bra que pretende hacerse oír, palabra que viene del Otro
y no de misteriosas profundidades. Palabra del Otro a quien
siempre me dirijo -más allá de mi interlocutor circunstan-
cial- en cuanto en y por él me he constituido como sujeto
de la palabra; del Otro que es el campo que se define por
su exterioridad respecto de las imágenes asumidas como pro-
pias por el sujeto, el tercero presente en todo diálogo, testi-
go de la verdad de mi palabra al que no puedo dejar de
invocar, especialmente en mi mentira para que él la haga
verdadera. Al Otro se encamina el mensaje que emito, bus-
cando de él una sanción de sentido y es por eso que adopta
una forma invertida, reverso especular del anverso que me
tendrá que ser retornado como sentido: "la palabra se ma-
nifiesta como una comunicación en la que no sólo el suje-
to, por esperar del otro que haga verdadero su mensaje, va
a proferirlo en forma invertida, sino en la que ese mensaje
lo transforma anunciando que es él mismo". 104
Es del Otro, efectivamente, de quien recibo la palabra que
me hace sujeto, palabra de la que -y a la que- yo respon-
do; es por lo tanto en ese lugar donde todo mensaje habrá
de originarse. De ahí que el emisor recibe en realidad el men-
saje que emite en forma invertida y entonces el lenguaje
humano constituye "una comunicación donde el emisor re-
cibe del receptor su propio mensaje bajo una forma in-
vertida" .105 Toda palabra es pues invocación dirigida a un
Otro absoluto, invocación que desconoce que ella mism.1
se pronuncia desde el lugar de aquél. El sujeto es el.peón
en el juego del significante que se despliega en la otra escc
na del lenguaje; y no puede saber quién es en esa partida.
103
André Gide, Los monederosfalsos, Barcelona, Seix Barral, 1970, p. 26(,
104
Jacques Lacan, 4crits, op. cit., p. 351 [Escritos!!, p. 118].
lOS Jacques Lacan, Ecrits, op. cit., p. 298 [EscritosI, p. 116].
DANIEL GERBER
Insiste por ello -ignorándolo también- en ser n·rn11111 1
do, nombrado, reanimado por el Otro; en ocupar un 111¡;,11
en él. Así, el juego se sigue jugando y el sujeto, "11,1
ciéndole el juego" al significante, se sumerge aún 111.1, e11
la partida constituyendo su desconocimiento la con<füil>11
de continuidad de ella: "el desplazamiento del significalltl'
determina a los sujetos en sus actos, en su destino, en ~u.,
rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, .1
despecho de sus dotes innatas y de su segmento social, si 11
1 onsideración del carácter o del sexo, y de buena o mala
¡;.rnaseguirá al tren del significante con armas y bagajes to
do lo dado de lo psicológico" .106
El desplazamiento del significante -en su juego de
,ustituc iones- determina el efecto sujeto. Sin éste, aquél
l' detendría,porque es la ocupación de un sitio excéntrico
1 -.u propio enunciado lo que se encuentra en el origen de
l.1insistencia en el decir. El concepto de inconsciente ar-
1ll ula esa determinación del sujeto por el significante, de
d1íque el campo que le corresponde sea ajeno a toda opo-
ll 1Ónsuperficial-profundo y delimit,able exclusivamente por
, 1 recorrido mismo del significante. Este se puede representar
, 111110 una superficie sin derecho ni revés: en ella el sujeto
, .inuncia -concatenando significantes- sin saber qué di-
, , por medio de una palabra que dice mucho acerca de ese
il>l'r.El inconsciente no es el reverso de la conciencia, hay
,¡111· localizarlo en el flujo del discurso mismo que, como
l ,e desplazara por una cinta de Mpebius, hace aparecer
11. l'I movimiento de torsión de su única superficie lo su-
1111, :-.tamente más oculto. Lo reprimido mantiene absoluta
• 11111inuidad con lo manifiesto.
1, , inconsciente no es el interior profundo opuesto a un
1, , ior superficial porque lo externo se sigue en lo Ínter-
; 1>e modo que sin necesidad de "cambiar de lado", el
11k11,que se desplaza a lo largo de las redes del discurso
ürll uentra con su propio reverso, su causa, lo no sabido
p1t• de alguna manera sabía. Pero además, circulando en Ll
,..,, ¡.1,qucs Lacan, Écrits, op. cit., p. 30 [Escritosll, p. 30].
158 LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
banda de Moebius -que como el significante no tiene sen-
tido, orientación preestablecida, porque no hay revés ni
derecho- el sujeto no puede saber cuándo pasa a lo que,
en realidad, no es el otro lado. Portador de un saber del que
nada sabe puesto que no sabe lo que dice: carácter esencial
del sujeto apresado en el significante. Como lo señala Freud
con relación al sueño: "Es muy posible y aun muy proba-
ble que el soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño
significa, sólo que no sabe que lo sabe y por eso cree que
7
no lo sabe. '-'1°
El inconsciente freudiano es ese saber del que nada se sa-
be porque se cree ignorar. Saber que se recibe del Otro y
se soporta en el discurso; con él el hombre habla -en el
mismo sentido que Aristóteles decía que el hombre habla
con su alma- sin que por ello pueda considerárselo un ins-
trumento a su servicio, porque: "ese lenguaje lo recibe, y
[... ] para soportarlo sumerge en él mucho más que el
alma: sus instintos mismos cuyo fondo sólo resuena en pro-
fundidad por repercutir el eco del significante" .108 El len-
guaje que se recibe para ser sujeto se apropia del cuerpo,
habla a través de él; sólo el yo -imagen narcisísticamente
inves_tida- hace r~~istencia a esa palabra que noche y día
eros-10na sus espeJ1smos.
Del Otro proviene el lenguaje con el cual el sujeto -apa-
rentemente- habla. Porque el Otro es el lugar simbólico
donde el yo se constituye junto al otro, su réplica especu-
lar, lugar que se extiende mucho más lejos de lo que el yo
articula. Lo que el inconsciente viene a testimoniar es que
el discurso prosigue, que la frase no se detiene, que el diálo-
go exterior continúa en el "monólogo" interior. Es que el
circuito de discursos en el que cada sujeto está anudado no
se silencia cuando el yo "decide" callar. La palabra conti-
núa circulando, por eso "el inconsciente no es el discurso
del otro abstracto, del otro en la diada, de mi correspon-
107 Sigmund Freud, Conferenciasde introducción al psicoanálisis,en Obras
comi etas, tomo XV, Buenos Aires, Amorrortu, 1978, p. 92.
1 8 Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 469 [EscritosIl, p. 92).
1>ANIELGERBER 15'1
diente, ni siquiera simplemente de mi esclavo, es el dt'><111
'iO del circuito en el cual estoy integrado. Yo soy uno dt·
'ius eslabones. Es el discurso de mi padre, por ejemplo, t·11
tanto que mi padre ha cometido faltas que yo estoy absolu
tamente condenado a reproducir -es lo que se llama supe-r
yó. Estoy condenado a reproducirlas porque es necesario
que yo retome el discurso que él me ha legado, no simple-
mente porque yo soy su hijo, sino porque no se detiene
.1 la cadena del discurso, y yo estoy justamente encargado
de trasmitirlo en su forma aberrante a algún otro". 109
Lo simbólico -dimensión exterior al sujeto, sede de los
discursos que lo sujetan- se continúa en lo reprimido "in -
terior", equiparable al sujeto de la enunciación que el enun-
l iado excluye. De esta manera, lo interior es continuidad
111 interrumpida de lo exterior: eso que por no encontrar ca-
hida en el significante ex-siste a éste e in-siste. Retorno de
lo reprimido es eterno y malogrado retorno de un sujeto
.ti que la cadena significante invariablemente rechaza: "No
es el pensamiento sino el sujeto lo que yo subordino al sig-
nificante; y es el inconsciente, cuyo estatuto demuestro cuan-
do trato de hacer concebir en él al sujeto como rechazado
<le la cadena significante el que, en ese momento, se consti -
tuye como reprimido primordial." 11º
Entre lo reprimido "interno" y la cadena del discurso no
hay hiato; el primero es también exterior: lo más ajeno a
l.,conciencia, imposibilitada de reconocerse en eso que -a
1·1la misma- se le ha impuesto. Lo advierte Freud: "Lo re-
primido es para el yo tierra extranjera, una tierra extranjc
111
1,\ interior." El sujeto del inconsciente -primor
dialmente reprimido- es lo que se escurre entre los intcrs
11rios que en el desplazamiento del significante se abrc11.
Está vacío de toda sustancia pero tampoco es una nada; es
t .1rencia que persevera en el ser que no se realiza, carcm i.,
109
Jacques Lacan, Le séminaire. Livre Il, op. cit., p. 112.
110
Jacques Lacan, Seminario V.-Las formaciones del inco11 •, o¡,. , it.,
sc1c1111
I' 61.
111
Sigmund Freud, Nuevas conferenciasde introducción al p11<0,111,,/111 ,, r 11
t ¡/,rascompletas, tomo XXII , Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p 'i 1
 160
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
en-ser. El sujeto es pasión, sin duda; pasión que el desliza-
miento del significante encienüe y extingue, una y otra vez.
3. El sujeto del inconsciente: entre el cierre y la apertura
Clivado del discurso por la barra del signo, el sujeto se de-
fine por la imposibilidad de saber acerca de su inserción en
la estructura. Pero también -paradójicamente- por la im-
posibilidad de no saberlo de alguna manera en tanto él no
es distinto de la estructura. Porque la relación estructura-
sujeto es inequiparable a una relación exterior-interior o
fuera-dentro: sólo puede conceptualizarse como un reco-
rrido. Recorrido del significante que se puede representar
topológicamente con el modelo de la cinta de Moebius, es-
tructura nodal sin derecho ni revés, determinada por una
falta central. Modelo que -puede apreciarse- es metáfora
de la cadena significante.
La cinta de Moebius es símbolo del inconsciente, pues si
bien éste no es el revés, la cara oculta de la conciencia, el
sujeto no puede saber cuándo irrumpe, en tanto circula
siempre por el mismo borde, el del significante. Lenguaje
y sujeto no pueden concebirse entonces como estructuras
distintas; resultan en cambio efectos del desdoblamiento de
una sola estructura -la del significante- producido de ma-
nera tal que el momento estructurante no puede distinguirse
del momento estructurado; no distinción asegurada por la
función de desconocimiento que es inherente al yo. Con-
forme a esta topología, el recorrido periférico del sig-
nificante no oculta un interior central ni tampoco es ex-
presión del mismo: se continúa en él configurándolo como
ilusión que oculta una relación de doble exterioridad. "La
topología que se aplicase a configurar [esta relación] -dice
Miller- debería hallarse constituida sobre un espacio uni-
do en su centro a la exterioridad de su circunscripción, den-
tro de una puntual convergencia: su exterior periférico es
su exterior central. El afuera pasa al adentro." 112
112
Jacques-Alain Miller, "Acción de la estructura", en ].A. Miller y Tho-
mas Herbert, Ciencias sociales: ideología y conocimiento, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1971, p. 25.
1>ANIEL GERBER 1,,1
El sujeto del inconsciente emerge en el recorrido <.kl-,i¡.; -
nificante como función de corte del discurso. Cortes suce
,ivos que, producidos en el sentido longitudinal de la cint.1
de Moebius, van a generar una nueva superficie topológi -
, a: el sujeto de la palabra se ha hecho Otro. Sin embargo,
,·s sólo a posteriori (apres-coup) que podrá decirse que el su-
wto del inconsciente estuvo ahí; sólo en el futuro anterior
,·s po sible representar esa fugaz aparición que en el instan-
1L' siguiente deviene otra cosa, sujeto ya coagulado en un
,1gnificante: "El sujeto nace en tanto que en el campo del
( )tro surge el significante. Pero por ese mismo hecho, eso
que antes no era nada sino sujeto por venir- se cuaja
<'11 significante. "
113
El corte en la cadena produce una aparición que es segui-
1 l.1por un segundo tiempo de desvanecimie~to: en el mo-
mento en que el sujeto iba a ser, ya no está. El, que no era
,,ada antes de surgir el primer significante, nace con éste.
Pero en la medida en que el significante sólo puede ser tal
, uando un segundo significante viene a sustituirlo, ya en
"' momento en que éste es pronunciado el sujeto habrá si-
110. Habrá desaparecido con S2 , segundo significante, sig-
11ificante binario y la (re)aparición exigirá un tercer signifi-
' ,\nte para proseguir así la serie infinita de ellos, serie cuya
,ondi ción es la emergencia imposible del sujeto.
En el mismo movimiento que provoca su aparición el sig-
11ificante hace desaparecer al sujeto, sepultado bajo el peso
de un nuevo significante. El inconsciente -sujeto de la
<'nunciación- es esa ley de pulsación temporal: su apertu-
1.1 sólo es localizable a posteriori, cuando el cierre se ha con-
,u mado. Aparición que desaparece en el mismo momento
,·11que se enuncia, el sujeto deseante nace dividido por el
,1gnificante que simultáneamente lo hace surgir como vi-
viente y lo aniquila en una re-presentación insuficiente en la
que su identidad va a cuajarse. El inconsciente es ese latido, el
11empo mismo de una emergencia evanescente, el momento
,le cierre que (re)significa al instante previo como apertura.
113
J acques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 181.
 162
LA REPRESIÓN Y El INCONS CIENTE
He ahí la paradoja irresoluble: el surgimiento del incons-
ciente coincide con su cierre, con la afanisis o desaparición
del sujeto en el significante binario; es, por lo tanto, espa-
cio al que siempre iba a acceder en el momento en que se
está cerrando, sitio al que -invariablemente- es imposi-
ble llegar "a tiempo": "El lugar en cuestión es la entrada
de la caverna respecto de la cual es sabido que Platón nos
guía hacia la salida, mientras que puede uno imaginar ver
entrar en ella al psicoanalista. Pero las cosas son menos fá-
ciles, porque es una entrada a la que nunca se llega sino en
el momento en que están cerrando (ese lugar no será nunca
turístico), y porque el único medio para que se entreabra
es llamar desde el interior." 114 El cierre del inconsciente
-tiempo que designa a posteriori la apertura- es la conse-
cuencia del efecto de retroacción del último significante, el
que produce el sentido de la frase, cuando ésta ya se ha pro-
nunciado. El inconsciente no es sino efecto de sentido
producido a posteriori, cuando el decir se ha evaporado,
cuando sólo cabe afirmar: eso que se dijo habrá sido . .. De
ahí su carácter de exterior al discurso que es a la vez causa
del mismo, borde inasible que sólo se puede cercar sin
aprehenderlo.
Es en este sentido erróneo pensar al inconsciente como
un interior, un depósito del cual se trataría de extraer
-uno por uno- sus elementos. Error simétrico de la con-
sideración del yo como quien opone resistencias al analista
que pretende hacerle conocer "su" inconsciente . Como si
se tratara de un conjunto de representaciones puntuales,
unívocas, que la sagacidad de un yo puede captar inmedia-
tamente en el otro, y no de un sentido que se desliza exi-
giendo un oído que no espere descubrir intenciones más
o menos ocultas sino que se deje conducir -gozoso- por
el juego del equívoco y la ambigüedad.
4. Alienación y separación. Causación y caída del sujeto
El cierre del inconsciente es efecto del habla, de que en ésta
114
Jacque s Lacan, Écrits, op. cit., p. 838 [Escritos II, p. 374].
1IANIEL GERBER lf,1
,ólo se re-presente el sujeto que ya no está, hable y ~e p111·
da hablar de él cuando ya es Otro del que era, y eso q111·
aa es sólo re-construcción. La apertura del inconsciente ,
,u entrada, es el corte por donde el sujeto aflora para des.1
parecer. La relación que puede establecerse entre el cicrrc
la entrada recubre la del Otro con el sujeto. Como esta
última, no es una relación de oposición sino de continui -
dad, de borde; relación de conjunción/ disyunción entre am-
bos, asociados/ disociados en un sólo movimiento circular
de unión/ separación que el pequeño rombo de la fórmula
del fantasma, el losange O puede simbolizar. La relación
de unión/separación representa la producción del sujeto co-
mo corte en acto, corte que lo separa del Otro sin eliminar
la sutura que mantiene con éste. El corte es sutura: aporía
de lo humano que, dominado por lo simbólico, se somete
y escapa a la vez a su apresamiento . El concepto de incons-
ciente nombra a esa paradoja: es el corte mismo en acción,
gobernado por dos operaciones, la alienación y la separa-
ción; ambas ordenadas en una relación circular, aunque
• I
no s1metnca.
•
La alienación es la afanisis del sujeto, su desaparición bajo
el significante, la inevitable división entre él mismo y su
causa que está en el Otro. Consecuencia de ella es la pérdi-
da de sentido: cada vez que éste aparece, el sujeto se pierde.
El sentido se produce en otra parte, por la acción del signi-
ficante binario que hace surgir al sujeto en el mismo
momento en que provoca su desaparición. La alienación de-
ter mina al sujeto como lo primordialmente reprimido, bo-
rrado del enunciado. El significante binario bajo el cual el
sujeto desaparece es por lo tanto el Vorstellungsreprasentanz ,
el representante-representación que sólo se define por su
remisión a otra representación. Su existencia misma impli -
ca la represión primordial ya que, significante, es el punto
de atracción, la causa -por abrir la (im)posibilidad de un
impronunciable- de las cadenas significantes que se van ;1
desplegar contorneando la falta, la falta del sujeto que dc-..1
parece y retorna en el significante. Represión y retorno d,·
lo reprimido -una vez más-, indistinguibl es: lo no d1d111
 164
LA REPRESIÓN Y EL INCONSCIENTE
que determina lo dicho trata de hacerse oír de una u otra
manera. La clínica freudiana es prueba incuestionable:
"Cuando me propuse la tarea de traer a la luz lo que los
hombres esconden, y no mediante la compulsión de la hip-
nosis, sino a partir de lo que ellos dicen y muestran, lo creía
más difícil de lo que realmente es. El que tenga ojos para
ver y oídos para oír se convencerá de que los mortales no
pueden guardar ningún secreto. Aquel cuyos labios callan
se delata con las puntas de los dedos; el secreto quiere salír-
sele por todos los poros." 115
Lo que la alienación indica es la captura del sujeto en el
campo del Otro, su sometimiento al significante que lo causa
privándolo del sentido y colocándolo a la espera de que aquél
se lo restituya. No hay sujeto que no se constituya por y
para el Otro, reprimido, "no hay sujeto sin, en alguna par-
te, afanisis del sujeto, y es en esta alienación, en esta divi-
sión fundamental,
116
donde se instituye la dialéctica del
sujeto". Esta dialéctica se genera en el hecho de que el
Otro, a quien el sujeto se dirige como Otro absoluto, Otro
que podría anularlo, carece del significante que pueda dar
respuesta a su pregunta: no hay metalenguaje. En consecuen-
cia un intervalo se abre entre los significantes del Otro quien
se dibuja así como lugar de la falta: su palabra no puede
ser sino demanda que deja entrever un deseo insatisfecho:
"Me dice esto, pero ¿qué es lo que quiere?"117
En el espacio que agrieta la palabra del Otro quedarán
abiertos los caminos por donde va a deslizarse su deseo. De
su aparición como Otro deseantc dependerá la constitución
misma del sujeto como sujeto de deseo, ya que es en él donde
percibe primeramente el deseo: "El deseo del Otro es apre-
hendido por el sujeto en lo que no encaja, en las faltas del
discurso del Otro, y todos los ¿porqué?del niño dan testi-
monio menos de una avidez por la razón de las cosas, que
de constituir una puesta a prueba del adulto, un ¿por qué
115
Sigmund Freud, Fragmento de análisis de un caso de histeria, en Obras
com~letas,
16 tomo VII, Buenos Aires, Amorrortu, 1978, p. 68.
117 Jacques Lacan, Le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 201.
Jacques Lacan, ibid., p. 194.
1,
1t~Nll ·.L GERBER
11e dices esto?siempre re-suscitado de su fondo, <JlH' (ºS el
enigma del deseo del adulto." 118 El deseo se plantea .,,íe,,
1110 enigma irresoluble que el descubrimiento de una c.1n·11
1 ia radical en el Otro propone al sujeto. Y éste, alicn.,d«,
., la demanda de aquél, se percata -siempre a posteriori
que esa demanda era de otra cosa, que el Otro es descant('
de un deseo del cual él no es el objeto. Esto produce la c,,í
da del sujeto de la cadena significante, su identificación con
lo que de él mismo se desprende, el objeto a; con ese resto
que la operación de captura en el significante del Otro deja,
ron el residuo no especularizable que el Otro -borde del
espejo- no "comprende", excluye de su dominio. A partir
de ahí el sujeto podrá (re)significar su propia caída como
causa del deseo del Otro; no por azar el fantasma de su pro-
pia muerte hace su aparición en ese momento bajo la for-
ma de la pregunta acerca de la carencia que en él produciría.
La caída d~l lugar del Otro es pérdida y pregunta: ¿Quién
soy si en el Otro no tengo cabida porque su deseo va más
allá de este ser que le ofrezco?, y también: ¿quién es él si
yo no soy quien le puede dar el carácter de Otro absoluto,
omn ipotente? El Otro carece de un significante para res-
ponder al enigma que en el sujeto se abre y lo reenvía a
su falta de sentido, su afanisis. Será para tratar de evadirse
de ésta que va a identificarse -en el fantasma que sostiene
su deseo- con el objeto que (re)aparece en el exterior co-
mo parte perdida de sí mismo. Así podrá ubicarse en el lu-
gar de lo que al Otro le falta, de causa de su deseo ya que
no de objeto que puede colmarlo. El sujeto, causa perdida,
es desde este momento condición para la existencia de dis
cur sos; será hablante para -sin saberlo- pedir otra cosa:
la restitución del sentido que no posee, la respuesta - qu('
si fuera posible lo aniquilaría- al interrogante de su dest·o.
Esta caída del sujeto del lugar del Otro, contraparticl.l in
dispensable de la alienación, define la segunda oper.\l u'rn
constitutiva: la separación, que impone el desbarata111H·11t n
de la ilusión subjetiva de complemento del Otro. Por 1,,.,,
118 Loe. cit.
 166 LA REPREsJÓN Y EL INCONSCIENTE
paración, la captura en el significante queda determinada
como pérdida. A partir de ésta, sin rumbo preciso que el
significante pueda señalar, sólo queda al sujeto -definido
como lo que en el deseo del Otro es resto, imposibilidad de
integración- la alternativa de derivar entre objetos susti-
tutos. Queda así identificado con el trazado evanescente de
una estela de (re)encuentros que, fallidos, son sólo (des)en-
cuentros con la parte de él mismo irremediablemente per-
dida. Carente de identidad que no configure una ilusi6n,
también se caracterizará por el constante errar -en ambos
sentidos- de identificación en identificación y éstas, en tanto
configuran otras tantas alienaciones y pérdidas, serán suce-
didas por nuevas separaciones.
5. El deseo,función de libertad
Separarse del Otro como Otro absoluto, separarse del ob-
jeto que -cuando ya no está- se creía poseer para colmar-
lo, es el efecto fundamental del descubrimiento de la falta
en el Otro. Ésta impone la inexistencia de respuesta a la
pregunta por el deseo que, por lo mismo, remitirá a la pro-
pia carencia. La pregunta es hoyo, pérdida fundante del de-
seo. Ante la ausencia de respuesta articulable, ante el efecto
de alienación y afanisis que toda pretensión de respuesta
podría provocar, s6lo puede sostenerse en su lugar el enig-
ma. El deseo -sucesión significante y olvido de la causa-
no exige una respuesta del Otro sino una falta de ésta que
le posibilite -insatisfecho- mantenerse como deseo; cons-
tituye así una relación de carencia a carencia, la constante
ruptura de los espejismos engañosos que el amor establece,
la imposibilidad de ser Narciso y re-fundirse con la imagen
mortífera; la exigencia de ser Edipo debiendo optar por una
u otra de las alternativas del dilema insoluble: el enigma o
la ceguera. Imposibilitado de alcanzar su objeto, única ra-
·~<>n de ser del mismo, "el deseo no es deseo de un objeto
'iino de esa falta que, en el otro, designa otro deseo". 119
11 1
V:: Las fiormaa.ones
. del inconsciente,
p, ''º.¡,1rquc.~Lacan, 5emmano
' · . . . .
op. czt.,
1•ANIELGERBER
El deseo, por lo tanto, se funda en la sepa, ,\l 11111 I•
intento renovado de liberarse del efecto afanístico tkl "'\'·
nificante binario, deseo de preservarse como des<.'o,1 c
impedir su alienación en la demanda del Otro. De al,í l.,
posibilidad de concebirlo -siguiendo a Lacan- corno
función de libertad en el sujeto. 120 Libertad que puede dt·
finirse como no ceder en cuanto al deseo, única ética qu<.'
el psicoanálisis puede promover, ética que impugna a tod,l
otra que se base en la sumisión a la demanda del Amo, S1
,\ quien por un deseo de reconocimiento que obtura el re
conocimiento del deseo, el sujeto coloca en el lugar del Otro
primordial y se asume como repetidor de su discurso de
dominio, S2 , His master's voice.
Función de libertad, que el psicoanálisis propone, no im
plica una nueva apelación a la "realización humana", otra
exaltación humanista de las inagotables potencialidades del
individuo oprimidas por las barreras culturales. Si así fue-
ra, sólo se reiteraría una vez más el antiguo discurso de la
conciencia desdichada, conservando intacta su esperanza de
instituirse en el lugar del Amo. Función de libertad no puede
ser sinónimo de realización de utopías -el acceso al objeto
de deseo está siempre vedado, el retorno al narcisismo pri-
mario es quimérico- sino liberación de la palabra, afloja-
miento de las amarras que -imaginariamente- la ligan a
un significado; posibilidad siempre renovada del juego del
significante que es goce, apertura del camino para la pro-
ducción inesperada del sentido que -una y otra vez- de-
berá advenir en el lugar ocupado por un espejismo esclavi-
zante. Permitir la realización del sentido en el sin-sentido:
es la libertad que el goce de la palabra puede alcanzar.
En ese COf!textopuede pensarse el estatuto ético del in-
consciente. Este es sentido que se desplaza, que no se deja
atrapar, que (re)torna; es "eso" que circula, reprimido, ina-
daptable a los sistemas sociales y al poder instituido qu
siempre hallará la complicidad involuntaria del narcisi smo
yoico que permite su sostenimiento. Es, en síntesis, lo pri
12
°Cf Jacques Lacan, le séminaire. Livre XI, op. cit., p. 199.
 168 LA REPRESIÓN Y EL IN CONSCIENTE
mordialmente reprimido: el deseo que la demanda del Amo
pretenderá -sin lograrlo- acallar. Deseo que en la dialéc-
tica que constituye al sujeto simultáneamente como el Mis-
mo de una identidad alienada y el Otro del sentido eterna-
mente postergado, es pugna eterna contra la desaparición
en el significante. Esa dialéctica es inaugurada por lo excluido
en la afanisis: lo primordialmente reprimido que no es la
esencia a realizarse en la historia sino lo siempre-no-realizado
que impide que el discurso se cierre sobre sí mismo, que
la historia encuentre fin(es).
6. Final de un recorrido: cierre que se desea {re}apertura
La historia, en efecto, carece de fin(es), es recorrido -sin-
sentido- del significante. Del mismo modo, este discurso
se pretende recorrido sin fin(es), de Freud a Lacan, de La-
can a Freud; significantes ambos que se sitúan en una con-
tinuidad también simbolizable por el modelo de la banda
de Moebius. Continuidad de un' recorrido alrededor de una
carencia: la carencia que el lenguaje inaugura, la carencia
que el deseo perpetúa en su eterno hablar.
U nas cuantas reflexiones más -derivadas de lo ya afir-
mado- intentarán finalmente, en su carácter de significan-
tes últimos del enunciado, operar a posteriori (apres-coup)
sobre lo ya dicho con la pre-tensión de abrirlo a nuevas
posibilidades elaborativas, de impedir -en lo posible- su
coagulación como discurso de un saber acabado. Las
re-flexiones pues:
- Lo reprimido no es la razón oculta que el discurso
manifiesto expresa, es lo que a éste le falta; lo que en él es
función de suspensión de la realización del sentido, de la
eternización del sujeto como hablante (habiente) de un de-
cir a medias.
- La represión es el correlato de la existencia del lengua-
je, bajo cuyo dominio no hay restitución posible del obje-
to perdido , la referencia es inaprehensible y la verdad no
puede decirse, toda. Se asimila, por lo tanto, al decir -en
todos los casos- a medias de la verdad en un discurso con-
'·W .ido al mal-entendido -no hay metalenguaje- que, me-
lf 1i.J
DANIEL GERBER
dio ?ecir, se encuentra en situación de permancntl' (, 1·)
comienzo.
- Autónomo de toda relación con lo natural, lo rl'p1 i
mido es lo que al discurso le falta para decirlo todo. Es c; H1
sa, por ello, de su imposible acallamiento: desde el Ot I o
- donde se origina- el sujeto sigue recibiendo su propio
mensaje en forma invertida. Para continuar diciendo, par.1
continuar deseando. •
- Por cuanto no hay verdad que pueda decirse toda, por
que la represión la funda como lo inarticulable que condi -
ciona lo articulable, resulta imposible la producción de un
discurso sobre la represión (y el inconsciente) que pueda
decirlo todo sobre ésta, que no lleve sus marcas. Estas mar-
cas son justo sus puntos de fractura, sus inevitables equívocos.
- La pretensión de decirlo todo no sólo es u-tópica; con-
duce -paradójicamente- al efecto contrario del esperado :
hacer resistencia al sentido, que debe circular, con una pa-
labra de Amo -de Maestro- que se autoriza para legislar
sobre lo que los conceptos deben significar. Pero la impo -
sibilidad de detener el sentido -de disipar el equívoco- lleva
a naufragar en la impotencia. El síntoma -condena de la
verdad al silencio absoluto- es denuncia de esa impotencia.
- Sólo el decir a medias -decir que porta consigo las mar
cas de la represión- deja abierta la posibilidad de un n ue~
vo decir, esto es, mantiene la verdad como causa porqur
no pretende decirla. El decir a medias es el que admite l.1
imposibilidad de hablar de la represión sin dejar de tener
presente que es por la represión que se habla. Es un det i ,.
que pretende -fundamentalmente- dar lugar al goce dt· l.,
palabra, goce cuya causa es esa imposibilidad.
El punto que ahora cierra -provisionalmente - cstt· di-.
curso le define su estatuto de decir a medias, decir dt•st 111,1
do a continuar en el Otro al que se dirige, de quirn ,,. 111
ha recibido en forma invertida. Enunciado para ti n II l.11 ,
para no impedir el goce sino posibilitarlo, su '>rnl ulo 1.
-esencialmente- pre-tensión de promover la p.il.1h1 •;1, (• 11
cualquier sentido. Así podrá (re)comenzar en l'I 1111111c, q11
lo cierra. Es el deseo que lo anima. ·
 III. LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
l. INTRODUCCIÓN
Freud se refiere al complejo de Edipo como un fenómeno
universal que se encuentra como eje a lo largo de toda su
obra, aunque sólo hacia 1923, 1 a partir de la introducción
del concepto de Falo, el Edipo adquiere un significado teó-
rico definitivo para él.
El complejo de Edipo es así una relación fundante y es-
tructurante del sujeto pues es constituyente del inconsciente
a través de un proceso de inscripción en el deseo del otro
mediado por la función materna. Es por medio del Nom-
bre del Padre como significante del Falo, falo que remite
al deseo de la madre, que se ejerce la castración, que separa
al niño del deseo de la madre para introducirlo en el orden
simbólico en posición de sujeto deseante. Queda así inscri-
to en un orden generacional que lo historiza,, a través del
cual el sujeto puede reconocer y ser reconocido en el mun-
do. El superyó singular surge como "heredero" de este com-
plejo universal con una función doble, como ley y como
portador del ideal del yo.
1 Ecrits, París, Seuil, 1966, p. 653 [EscritosII, México, Siglo XXI, 1976, p. 27'11
Sigmund Freud (1923), La organizacióngenital infantil, en Obras comple-
tas, tomo XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, pp . 141-149.
[170)
MARÍA TERESA ORVAÑANOS 17 1
LA SEXUALIDAD COMO EFECTO DEL LENGUAJE
Pero el lugar que el niño ocupa en la estirpe ,rg1111
la convención de las estructuras de parentesco, el 110111
bre de pila que a veces lo identifica ya con su abudc>
Los marcos del estado civil y aun lo que denotad -.u
sexo, son cosas éstas que se preocupan bien po co dt·
lo que él es en sí mismo: ¡que surja pues hermafrodi
ta, a ver qué!2
La palabra tiene una propiedad muy curiosa: es que
ella hace la cosa.3
El ser hombre o el ser mujer aparecen como efecto del sig-
nificante que al otorgarle un nombre propio, Guadalupe,
le confieren al sujeto una identidad sexual. "El nombre con-
fiere al sujeto su identidad. La identidad resulta de la iden-
tificación con el significante asignado." 4
El orden simbólico preexiste al sujeto ya que desde antes
de su nacimiento existe en el deseo del otro como hombre
o como mujer, lugar que viene a ocupar en el deseo de sus
padres, dependiendo a su vez de la castración y del Edipo
de ellos, lugar donde vendrá a insertarse en el orden del dis-
curso, suj,eto tachado por el efecto del significante que lo
ordena y lo historiza, sujeto de una Ley que regula las rela-
ciones entre los hombres; ley que organiza el deseo, Ley
de Prohibición del Incesto donde comienza lo que es la cul-
tura, en tanto cultura se opone a naturaleza, Ley del Padre,
N ombre del Padre como agente de la castración simbólica.
Sujeto al que se le plantea la alternativa de la imposibilidad
edípica que lo marca como sujeto deseante y como objeto
del deseo, a la vez que necesariamente debe intervenir la
Ley, el Nombre del Padre, por medio del cual se constitu-
ye como sujeto del deseo, como sujeto sexuado. Pasa a ser
2
, Jacques Lacan (1958), "Remarque sur le rapport de Daniel Lagache" , t ' ll
3
Jacques Lacan (1977), "Une pratique de bavardage", en Ornicar?, 1111111
19, 1979, p. 6.
4
Néstor Braunstein, "Lingüistería", en ELLenguajey el inconscic1111· /im,h .-1
no, México, Siglo XXI, 1982, p. 205.
 LOS COMPLEJOS DE ED!PO Y CASTRACIÓN
el objeto del deseo del Otro absoluto, relación mortífera,
a ser sujeto de deseo a través de un sistema de identificacio-
nes (ideal del yo-superyó).
Pasando por el complejo de Edipo se significará la dife-
rencia de los sexos, ser hombre o ser mujer. Es por esto
que la sexualidad no se gesta a nivel de lo biológico, ni el
hombre nace hombre, ni la mujer mujer, "sino que hom-
bre y/ o mujer deben significar su elección de objeto y ello
en el interior de una fase que ambos deben atravesar, la fa-
se fálica, donde las posibilidades en juego (falo/ castración)
los engloban a ambos, o bien solamente son posibilidades
diferentes a condición de ser, en tanto condiciones, idénti-
cas para uno y para otro". 5
El Edipo es así una estructura a través de la cual se cons-
tituye el sujeto del inconsciente, sujeto sexuado que se in-
cluye dentro de una cadena discursiva ocupando un lugar
en ecuaciones simbólicas como, por ejemplo, la indicada
por Freud en su artÍculo de 1917.6
A través de lo simbólico se organiza lo real del cuerpo.
Las diferencias sexuales son del orden del lenguaje que sig-
nifica a las realidades anatómicas propias del orden bioló-
gico. Es necesario tomar como punto de referencia cuando
hablamos de las diferencias sexuales a los tres registros de
lo simbólico, lo real y lo imaginario, ya que de otra mane-
ra toda experiencia se reduciría a un empirismo.
Freud, a partir de la organización fálica, plantea la oposi-
ción fálico/ castrado, oposición que no es entre dos térmi-
nos que designan dos realidades anatómicas, como podrían
ser el pene y la vagina, sino entre la presencia o la ausencia
de un solo término, el falo: primacía del falo para los dos
5
Osear Masotta, Introducción a la lectura de Jacques Lacan, Buenos Aires,
orregidor, 1974, p. 58.
6
"Puede servir como punto de partida de estas elucidaciones la impresión
de que en las producciones de lo inconsciente -ocurrencias, fantasías y sínto-
m,1, los conceptos de caca (dinero, regalo), hijo y pene se distinguen con difi-
111lt,1dy fácilmente son permutados entre sí." [S. Freud, Sobre las trasposiciones
,/,· /,1 p11/sión, en particular del erotismo anal (1917), en Obras completas,
11111111 XVII, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 118.
MARÍA TERESA ORVAÑANOS 17J
sexos, y el pene como premisa universal. La diferencia de
los sexos aparece como soporte del complejo de castración:
hay algo que unos tienen y otros no.
A partir del la primacía del falo como significante pri -
mordial se desarrolla la conceptualización freudiana de los
complejos de Edipo y castración y se establece que la cas-
trac ión afecta por igual y asimétricamente al hombre y a
la mujer. Para Jones la diferencia es un hecho inmodifica-
ble de la naturaleza y atribuye un carácter innato tanto a
la femineidad como a la masculinidad.
Es el falo, no como Órgano sino como significante, lo que
despierta el deseo en el otro, el falo como ese lugar promi-
nent e y preminente en la estructuración del deseo.
Es a partir de Freud que se distingue la bisexualidad psí-
quica de la sexualidad biológica y F reud recuerda que es
Fliess quien le ha llamado la atención sobre el lugar de las
diferencias sexuales en el psiquismo.
En la definición de la posición de un sujeto ante la dife-
rencia de los sexos es decisivo el papel que juega el fantas-
ma de la madre. Este fantasma de la madre se constituye
según diversos parámetros tales como: el deseo infantil de
tener un hijo del padre, la aceptación por la madre de su
propio sexo, el lugar ocupado por el padre en el deseo de
la madre. El sexo del sujeto depende de la manera en que
t'.Stesurge en el fantasma de los padres, ya que el fantasma
t'S la ecenificación de un deseo inconsciente.
Este fantasma está a su vez en relación con el fantasma
de la escena originaria a través del cual el sujeto pone en
¡uego sus deseos y enigmas: to be or not to be (hombre
o mujer).
Hay que decir que en lo real no existen ni el hombre ni
b mujer; es desde lo simbólico que hombre y/o mujer ap,,
recen como significantes, significantes cogidos, atrapadm
por el lenguaje, por lo simbólico, en donde lo real del cue1
po es organizado a través de lo simbólico, generando lo im:i
ginario de una "individualidad".
 174 LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
3. LA FALTA-EL FALICISMO-FRUSTRACIÓN-
PRIVACIÓN-CASTRACIÓN
La frustración tendría por figura la Presencia (veo to-
dos los días al otro y sin embargo no me siento col-
mado; el objeto está ahí, realmente, pero continúa fal-
tándome, imaginariamente). La castración tendría por
figura la Intermitencia (acepto dejar un poco al otro,
"sin llorar", asumo el duelo de la relación, sé olvi-
dar). La Ausencia es la figura de la privación; a un
tiempo deseo y tengo necesidad. El deseo se estrella
contra la necesidad: está ahí el hecho obsesivo del sen-
timiento amoroso. 7
Se dice que la teoría lacaniana es una teoría de la falta, es
decir de la castración. El falo, dice Leclaire, es el signo de
la falta de objeto, en ello participa eminentemente de lo real,
pero también es el significante metafórico por excelencia.
Por el momento dejo de lado la problemática del falo que
trataré más adelante y me centro alrededor de la problemá-
tica de la falta.
Toda falta produce un movimiento, un movimiento que
lleva al sujeto en busca de un objeto. "Es la hiancia de un
vacío lo que constituye el primer movimiento. " 8 Si no hay
pieza faltante no existe movimiento. En Freud el primer
objeto de satisfacción es evocado como objeto faltante, per-
dido para siempre. La incompletud constitutiva del sujeto
es lo que lleva a la búsqueda de tal objeto perdid9 para siem-
pre (dasDing). Compulsión a la repetición que Freud in-
troducirá más tarde en el campo de la pulsión de muerte.
"La madre en tanto que ocupa el lugar de esta cosa, de das
Ding." 9
D~s !Jing como aquel elemento que empuja al sujeto
a ex1st1r.
A partir de la percepción ligada a la vivencia de apacigua-
miento (Befriedigungserlebnis) -relación mítica con el pe-
p. 48. Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso, México, Siglo XXI,
Roland
1'111),
~ J.1np1('\
//,,ti Lacan (1959), Seminario Vil· -La ética del psicoanálisis (inédito).
MARIA TERESA ORVAÑANOS
cho- queda una huella mnémica asociada a la excital i<'>11
pro ducida por la necesidad. La próxima vez que aparezt ,1
la necesidad, dice Freud, la moción pulsional querrá cargar
la imagen mnémica y producir la misma percepción pro
ducida por la satisfacción primera. 10
El sujeto, por medio del Principio del placer tenderá a
buscar en el exterior (rodeo por el Principio de realidad)
algo que coincida con la huella mnémica de la primera vi-
vencia de apaciguamiento, tratará de buscar en la realidad
lo que debe reencontrar, objeto inexistente que no podrá
jamás alcanzar. La vivencia de apaciguamiento quedará co-
mo un momento mítico de plenitud absoluta donde nunca
el sujeto alcanzará a satisfacer eso porque tiene una ausen-
cia que es incolmable. Busca das Ding y se encuentra con
las cosas, con die Sache.Es la diferencia entre das Ding (ob-
jeto buscado) y die Sache(objetos encontrados) lo que im-
pulsará a la búsqueda interminable, a la compulsión de re-
petición, a un más allá del principio del placer.
Es la ley que regula a ese Otro, la que prohibe el encuentro
entre el sujeto y el objeto perdido para siempre, encuen-
tro que sería la anulación del deseo, la anulación del ser.
El objeto perdido para siempre (dasDing) no es un obje-
to natural, de esos que el principio del placer podría procu-
rar, sino que se trata del objeto del deseo del hombre, es
decir el deseo del otro como deseante: el deseo del hombre
es el deseo del Otro, Otro (.A)ya que en tanto lugar de lapa-
labra, es también el lugar de esa falta. Así el Otro (A) se
caracteriza como faltante, la falta funda el deseo, es decir que
la falta aparece como la piedra basal que marca el origen
mítico del sujeto. Para cada sujeto esta falta se organizar.Í
de manera diferente dependiendo del lugar que venga a ocu
par el sujeto en la falta del Otro, Otro (A) como dcsL·a111t· .
Es sólo el deseo de no desear el que se plantea .11fi 11.11d('I
coro de Edipo en Colona, es la manera misma de .1,q~111 .11
la disolución del sujeto, ese pasaje de la vida ,1 l.1 111111·1te,
!O Sigmund Freud (1900), La interpretación de los 1111•(/(11 ,-;,111/1/
1 ,111 0/mt,
tas, tomo v, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 5'i
 176
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
el reencontrarse con el objeto, fin último del sujeto.
Lacan relaciona la falta de objeto con el falicismo y
como categorías de la falta sitúa a la castración, la frus-
tración y la privación.
Aunque no se trata en estas tres categorías del objeto en
cuanto real, sino del objeto causa del deseo, de todas for-
mas cabe preguntarse cuál es el objeto causa del deseo que
. en
falta . , estas tres categorías de castración, frustración y
pnvac1on.
Adelantándome y resumiendo, Lacan plantea que en la
castración el objeto que falta es un objeto imaginario, el
falo, y se sitúa en el nivel de la deuda simbólica; en la frus-
tración es un objeto real y se sitúa en el nivel de daño ima-
ginario; y en la privación es un objeto simbólico y se sitúa
en el nivel de ausencia, de un agujero, en el nivel de lo real;
estas categorías teóricas exigen una diferenciación.
La f rustrac1on
. ' -categona ' que po dnamos
' 11
amar " pree d'1-
pica", lo que no implica que sea anterior al Edipo, ya que
desde antes de nacer el sujeto se encuentra incluido dentro
del Edipo en tanto que estructura- está en relación con
el objeto real y se centra sobre la imagen originaria del
pecho materno, relación primitiva del niño con el objeto
primordial. La satisfacción y la carencia, la presencia y
la ausencia son consideradas como elementos esenciales de
la frustración.
Cabe aclarar antes de continuar que en Freud la frustra-
ción es lo que él llama la Versagung,sagenque significa de-
cir, Versagungcomo el desdecir, denegar traduce Etcheverry
en ciertos momentos. "El término freudiano Versagung
posee otras implicaciones: designa, no solamente un dato
fáctico, sino una relación que implica un rechazo (como
indica la raíz sagen) por parte del agente y una exigencia
más o menos no formulada como demanda por parte del
sujeto." 11
"Freud habla de la Versagungpara designar todo obstácu-
11
J 1.•,planche y }.B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis,Barcelona,
J>',1, l_.,1'101, 1974, p. 170.
MARIA TERESA ORVAÑANOS
lo (externo o interno) a la satisfacción libidi1l.ll." 1 '
Es en esta relación primitiva del niño con su ob¡eto I'',
mordial sobre la cual se van a formar en el sujeto s11, p11
meras relaciones y sus primeras fijaciones.
El objeto ejerce influencia en el niño aun antes de q11('
éste lo haya percibido como tal, es únicamente en f u11<.:i<'>11
de su presencia-ausencia que puede aparecer la carenci.,, l.1
querencia. El objeto aparece en relación con la falta a ¡w
tir de la cual se constituye el Otro. Ahora bien, es necc~.,
río que el niño salga de este estado llamado en Freud de
narcisismo primario, estado de indiferenciación con lama
dre y donde a través de la dialéctica de la presencia-ausencia,
a través de la falta, reconozca el niño a la madre para que
aparezca la posibilidad de investir a la madre como un ob-
jeto externo a la cual pueda buscar para sus satisfacciones
y placer.
A partir de esta falta se constituye el Otro como absolu-
to, algo que caracteriza y connota la primera constitución
del agente de la frustración. A través de esta presencia-
ausencia la madre deviene real como objeto de satisfacción
y al mismo tiempo simboliza el poder, el poder del don,
deviene omnipotente. De ella depende el acceso a sus obje-
tos de satisfacción, es así como ella deviene madre omnipo-
tente capaz de dar o negar el don. El objeto pasa a ser obje-
to de un intercambio.
Lo que está en juego en la frustración es esa demanda,
ese llamado al Otro absoluto. La demanda está destinada
a la frustración, dice Lacan, pues no tiene ninguna posibili-
dad de satisfacción, es sin límite, sin ley. Lo que está en jue-
go.en la frustración es ese algo que es menos el objeto que
el amor de quien puede hacer su don: "el objeto de la frus-
tración es menos el objeto que el don" .13
La Versagunges entonces aquello que al sujeto le es den e
gado por el Otro absoluto capaz de dar el don.
Es el deseo el que crea la necesidad. El deseo de la madn:
12 /bid.
13
Jacques Lacan (1956), Séminaire IV: La relation d'objet (inédito) .
 178
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
por el hijo, el deseo de ésta de que el niño sobreviva. 14
El deseo del otro es el que crea la necesidad en el lactan-
te, donde, a partir de la primera vivencia de apaciguamien-
to, la imagen del objeto adquiere un valor electivo en la
constitución del deseo del sujeto, imagen que será recarga-
da en ausencia del objeto real (satisfacción alucinatoria del
deseo) y guiará constantemente la búsqueda ulterior del ob-
jeto perdido para siempre. El conjunto de toda esta viven-
cia constituirá el fundamento del deseo, por esto es que siem-
pre el deseo es deseo de otra cosa, en perpetuo deslizamien-
to, en términos de la retórica, una metonimia.
La madre es el agente de esta relación a través de la fun -
ción del llamado, a través de esta serie de demandas, deman-
das que habrán de quedar siempre sin respuesta suficiente.
La frustración es frustración del amor y el don es señal de
amor, del amor que otorga este don. Esta serie de deman-
das que ningún objeto real colma son demandas del amor
del Otro de quien el niño desea ser objeto del deseo, de-
manda de la respuesta de ese Otro, representado por la ma-
dre, que deviene el agente simbólico de la frustración.
"Demanda que se refiere a otra cosa que a las satisfaccio-
nes que reclama. Es demanda de una presencia o de una
ausencia. Cosa que manifiesta la relación primordial con
la madre por estar preñada de ese Otro que ha de situarse
más acá de las necesidades que puede colmar." 15
La frustración aparece en una dialéctica de deseo y de-
manda, es demanda de otra cosa e imposible de satisfacer
pues el Otro absoluto está también en el lugar de la falta.
Hay una imposibilidad del Otro (.A)de responder a este
llamado que no puede colmar puesto que también a él le
falta. La frustración desemboca en otro plano que el del puro
y simple deseo, desemboca en el orden simbólico, ecuación
simbólica a partir de la cual este niño-pene aparece como
el sustituto del falo faltante de la madre y que sólo se com-
prende por referencia a la castración.
14
" ! le amamantado a un niño y sé lo grato que es amar a quien del seno
" 1,d111wnta." (W. Shakespeare, Lady Macbeth, acto r, escena 7).
' J.wqucs Lacan (1956), Séminaire IV, cit.
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
Como la demanda es demanda de otra cosa, el ohJl'l o '><
carga de significación. Si la demanda se satisface, el ohjl'I<,
pasa a segundo plano, pero si la demanda no se satisface l'I
objeto se desvanece y surge la posibilidad de la significaciú11.
En palabras de Lacan: "Por lo tanto el deseo se organiz,l
en esta retroacción de la demanda sobre la necesidad." 16 Es
decir, que el pecho, aun calmando el hambre, es una desi-
lusión y que el deseo es eso que resta cuando a la demanda
se le elimina la necesidad.
"Se demanda pero es demanda de otra cosa al Otro, de-
seo en el uno-demanda en el otro, demanda del uno-deseo
del otro, que es el nudo donde se acuña toda la dialéctica
de la frustración." 17
La alternativa de la presencia y ausencia de la madre ante
el llamado (demanda) de su hijo es lo que la instituye como
objeto en lo simbólico, simbólico de su presencia, ausencia
en lo real.
A partir de la relación con la presencia-ausencia el niño
descubre que no colma el deseo materno y que la madre
desea en él otra cosa que él mismo.
El niño representa para la madre la hiancia incolmable
abierta por el falo, espectro de eso que su madre desea en
él, introducido en una discordancia imaginaria puesto que
es niño y falo, y el falo como elemento de mediación que da
al deseo su soporte. El falo dice Lacan aparece como el mé-
dium entre la demanda y el deseo. 18 El falo es llevado a la
dignidad de objeto, de don que hace que el sujeto pueda
entrar en la dialéctica del intercambio. El niño puede iden-
tificarse con el falo, ideal de la madre, o con la madre co-
mo portadora del falo, puede colmar a la madre por lo que
a ella le falta, lo que es amado en el objeto es lo que a éste
le falta, la falta fecunda causa del deseo. La relación amoro
sa es una relación de don en la que no se puede dar si 110
16 Jacques Lacan (1957), Séminaire v: Lesformations de l'inco11m,•111 (i11i'-dí
to). Transcripción de J.B. Pontalis en Lasformaciones del inconsrn·11t1
', 11111
' ,,,.,
Aires, Nueva Visión, 1976.
17
Jacques Lacan (1961), Seminario IX: La identificaci<Ín(i11{·d1111)
18
!bid.
 180
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
lo que no se tiene: el falo, eso que nadie puede dar a nadie,
ese significante del deseo que es imposible agotar en nin-
gún objeto real.
La función simbólica introduce una separación entre los
tres términos de la relación madre-falo-niño, e inserta la falta
de objeto en una dialéctica nueva, la castración.
La función del padre, de la Ley, introduce el cuarto tér-
mino: el niño reconoce que no solamente no es el objeto
único de la madre, su afalicismo, sino que el interés de la
madre recae en el falo; se percata además de que la madre
está privada del falo. La madre deviene engañadora ante el
descubrimiento del niño de que también ella está castrada
lo que aparece como una ruptura de promesa, como una
demanda sin respuesta del Otro absoluto, la Versagung, el
desdecir, y así la satisfacción de la necesidad sólo es una coar-
tada, un engaño, " ... el objeto del deseo es el efecto de la
imposibilidad del Otro de responder a la demanda. En esa re-
lación de madre engañadora, el sujeto se presenta demandan-
do una respuesta a su deseo, punto sobre el cual el Otro care-
ce necesariamente de respuesta. La demanda hecha al Otro
se articula como la Versagung, la ruptura de promesa". 19
Es a partir de este momento lógico que se instaura la
castración, momento también a partir del cual podemos
hablar de la privación en lo real.
La privación no es equivalente de la frustración. Lacan
dice que la privación es esencialmente algo que en su natu-
raleza de falta es una falta real, es la ausencia de algo en lo
real definida desde lo simbólico por una ley que señala que
algo falta. En lo real no falta nada. Es sólo desde lo simbólico
que se puede enunciar que algo falta en su lugar; " ... sólo
el sujeto es afectado por la privación que lleva a lo simbóli-
co" . 20 Este real está fuera del sujeto y es necesario que él
lo aprehenda, es decir, que lo simbolice. Acceder a la pri-
vación es poder simbolizar lo real.
l'I ¡\ nl>nimo, " Le clivage du sujet et son identification", en Scilicet 2/3,
l' ,11r,, S(·u il, 1970, p . 122.
'O f /,1i/., pp . 103-130.
MARÍA TERESA O RVAÑANOS 1111
La tercera de las categorías de la falta, la caslram111,,t 111
taura por el orden de la Ley y organiza las otra-; dm t .11i: •
gorías de la falta. La castración exige la frustración y ll' d,1
sentido a la privación, puesto que es sólo desde lo si111b i',l1
co que la privación es concebible.
4. FASE FÁLICA
La fase fálica es momento organizador tanto en la obra de
Fr eud como en la estructuración subjetiva. Sabemos que
la declinación del Edipo en el varón se produce por inter
vención del complejo de castración, mientras que la niña,
en tanto no posee pene, se introduce en el Edipo a partir
del reconocimiento de la castración. Es la puesta en juego
del falo imaginario lo que lleva en los dos sexos al cucs-
tionamiento sobre la castración. Los complejos de Edipo
masculino y femenino van a organizarse y diferenciarse, di-
solverse o constituirse. Las diferencias entre los dos com -
plejos de Edipo son fundamentales. La comprobación de
su castración conducirá a la niña a la envidia del pene (Pe·
n isneid) que la llevará a realizar una serie de equivalencias
y sustituciones simbólicas (niño-pene); mientras que en el
niño el miedo a la castración ejerce un efecto inverso des-
embocando en la declinación y la destrucción del comple
jo de Edipo.
A partir del planteo freudiano sobre la primacía del falo
el niño se ve confrontado con la premisa universal del pene:
todos tienen pene. Mas después de la percepción de la dife
rencia anatómica de los sexos, particularmente de la cast 1,1
ción en la madre, se constituye el complejo de castraci{>11
pues el primer rechazo de la castración es en tanto que t,I\
tración del Otro. En la castración del Otro se dcscubn · 1:i
verdad: no hay Otro absoluto; se depone a esa madre q111.i
estaba en el lugar del Otro absoluto.
El complejo de castración cobra su sentido a pmt, ·11111,
en el hombre como amenaza y en la mujer co1110l'II\ 1111.,
del pene. Desde lo simbólico se plantea la oposil 11'111 l.'il1,
_,,
castrado: el elemento diferencial primordi:ll l'' l., ¡u,se1:i/;11
 182
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
o la no posesión del falo. Con esto el falo es promovido
a la categoría de significante y en tanto significante tiene
la capacidad de remitir a otros significantes.
El falo es significante de una carencia, de una ausencia,
pero al mismo tiempo tampoco como significante tapa la
ausencia, sino que representa el lugar de la falta. De allí es
que puede comprenderse su vínculo con la angustia. El lu-
gar que el niño ocupa en el deseo de la madre es el lugar
del falo, significante de la castración, donde el deseo de la
madre encuentra su más clara expresión, pero, al mismo
tiempo, donde se revela como lugar de un imposible. El
falo es esa imagen de completud que se imaginariza bajo
la forma de pene, soporte imaginario de una diferencia, de
una presencia o de una ausencia y el falo es instaurado en-
tonces como significante del deseo.
En Freud se manifiestan inconsecuencias en algunas oca-
siones respecto a la distinción entre falo y pene, pero el fon-
do del descubrimiento de Freud es esta oposición entre fálico
y castrado que rompe con toda referencia imaginaria: se trata
de una dimensión estructural. El falo surge en una dimen-
sión de significante y es independiente de la diferencia ana-
tómica de los sexos. Dice Freud: "El carácter principal de
esta organización genital infantil es, al mismo tiempo, su
diferencia respecto a la organización genital definitiva del
adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña
un papel genital, el masculino. Por tanto, no hay primado
genital, sino un primado del falo. " 21
Para Lacan "el falo en la doctrina freudiana no es un fan-
tasma, si hay que entender por ello un efecto imaginario.
No es tampoco un objeto ... y menos aún el órgano, pene
o clítoris que simboliza ... El falo es un significante, un sig-
nificante cuya función, en la economía intrasubjetiva del
,\n,llisis, levanta tal vez el velo de la que tenía en los mis-
f t"rios".22
11
Srg111undFreud (1923), La organizacióngenital infantil, en Obras comple-
t.-u,1,,1111>XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 146.
·:J1cq111·, l.acan (1958), "La signification du phallus", en Écrits,París, Seuil,
IIJ(,1i,p, l,'10 (Acritos 1, México, Siglo XXI, 1976, p. 283].
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
l"j
Su función como significante es levantar el velo, el velo.,,
,e-vela sobrevelando otra cosa, sobrevelando es que revcl.1
lafalta en el Otro y es tal falta en el Otro (.A)la que penni
te que exista el sujeto. La falta es lo que constituye la prn.i
hilidad de la existencia, así como es el vacío, el vaso, lo qut"
constituye al agua, como agua que puede acumularse. Es
decir, que el Falo (<1>) es constituyente de la castración so-
porte de 'la falta, al mismo tiempo que la engendra. Sólo
se puede hablar de castración a partir de la teorización del
concepto de Falo (<1>). El <I>crea y designa a la falta, la eterna
hiancia, causa del deseo que marca ál sujeto con la castra-
ción, única posibilidad de que el sujeto exista. El Falo (F)
otor ga significancia a lo que está ausente, a lo que falta,
pudiéndose entonces plantear el falo ( - cp)como efecto del
significante (princeps), problema que se tratará más adelante.
El deseo intentará obturar la falta en ser, ser el falo ( -<¡>)
para el Otro con su doble significación, dice Leclaire, de
falta y fuente del deseo.
El falo como el significante de la falta, falta que remite
a un objeto perdido, objeto a, objeto a que es causa del de-
seo, que no es el objeto del deseo, ya que éste no puede ser
representable, pero que como falta es localizable, mientras
que el falo es aquello que bordea la falta. "Estamos en con-
diciones de afirmar entonces que el falo no es el objeto-falta:
es lo que lo designa", 23 " ••• el falo como el signo del obje-
to imposible". 24
El falo es el lugar en donde la falta y el deseo se conju-
gan, es significante de la falta y es significante del deseo que
ocupa el lugar de esa falta.
En un primer momento mÍtico están el Sujeto y el Otro
no tachado. Pero el Falo, fundamento de la tachadura de
ambos, pasa a ser eso que circula y se cruza en la dimen-
sión significante. A través de él la falta puede ser significada.
A su vez la madre coloca al niño en el lugar del falo ( <I>).
23
Juan D. Nasio, La voz y la interpretación,Buenos Aires, Nucv., Vl\1<'>11,
1980, pp. 138 y 139.
24
!bid.
 184 LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
El niño, habíamos dicho, como objeto del deseo de la ma-
dre, deseo que es deseado por el niño. Es ahí el falo ( - cp)
el pivote de toda la dialéctica subjetiva en su calidad de sig-
nificante como objeto metonímico. El niño es colocado en
un lugar metonímico en la cadena del deseo materno y el
Falo (<I>)funciona allí como metáfora, como significante que
representa al sujeto tachado.
El falo pone en marcha toda la cadena significante, es eso
que provoca el deseo en el otro, pero eso que no puede en-
trar en el lugar del significante sin ser tachado, es decir, re-
cubierto por la castración. El falo en su eterno movimien-
to de búsqueda promueve el deseo que puede manifestarse
en una mirada, en la voz, en aquello que Lacan define co-
mo el amor, dar lo que no se tiene. El falo, lugar central
en la estructuración del deseo, pues el centro de todo deseo
es el deseo de la madre, no por la madre, sino de la madre.
Representación en lo imaginario ( - cp)con la que el niño
debe identificarse para satisfacer el deseo de la madre. El
Nombre del Padre reemplaza metafóricamente en lo sim-
bólico a esa representación imaginaria. Es el lugar decisivo
del deseo de la madre que Lacan subraya en Hamlet 25 co-
mo uno26 de los hilos conductores en la trama de la
tragedia. ¿Cuál es el deseo del hombre, sino el deseo del
Otro? ¿Qué es la madre sino el Otro?
Considero que éste es el punto central en donde se orga-
nizan las posiciones del deseo y la ley, a partir del cual se
pueden precisar las relaciones entre el Edipo y la castración.
Lugar donde se funden y se fundan la Ley y el Deseo.
Lacan plantea la diferencia entre falo imaginario ( - cp)y
Falo (<I>)simbólico.
El falo imaginario ( - cp)aparece en el lugar de la falta,
como objeto del deseo de la madre, lugar de la falta fálica
donde se inscribe para la mujer y el niño; no en el lugar
dd falo, sino en el lugar de la falta. Así, Juanito es tratado
'' J,llqucs Lacan (1959), "Hamlet", en Omicar?, núms. 24 y 25, 1981 y 1982.
•,,W Sh,1kcspeare,Hamlet, REINA : "¡Oh Hamlet, me has partido en dos el
l" ' 1. 1111I"(,Kto 111,escena IV).
MARÍA TERESA ORVAÑANOS 111
com o el falo de su madre (lo lleva al baño, lo acut",t.11:(111
ella en la cama, etc.) El inscribirse en el lugar de l.1 Ld1.,
es lo que Freud define como la ecuación simbólica qut· p1·1
mit e la equivalencia entre significantes, es decir que l.1rn.1
dre desea al niño en tanto que está inscrito y registrado 1·11
dicha equivalencia. Es por esto que la castración en la 111,1
dre es esencial; es en el lugar de su falta donde se inscrilH"
para la mujer el niño. Al mismo tiempo el niño viene w
mo tal a marcar la castración." ... el deseo del niño encue11·
tra cómo identificarse con la carencia-en-ser de la madrt',
a la cual por supuesto ella a su vez fue introducida por l.i
ley simbólica en que esta carencia está constituida" .27M.l
dre e hijo aparecen en una relación de intercambio. Gra
cías a la función paterna el niño cae de su identificación H
lica y se inscribe el Falo simbólico legítimamente dado por
esta función paterna de promesa y de prohibición. Dice La
can: " ... función del Padre que en el fondo es la de unir
(y no la de oponer) un deseo a la ley". 28
5. EL EDIPO COMO MITO Y COMO ESTRUCTURA
El complejo de Edipo es la estructura donde el sujeto s1·
determina y se identifica, llegando a insertarse en el mundo
simbólico, en una estructura de Ley. La Ley de Prohihi
ción del Incesto funda el deseo de la medida en que el
deseo llega a ser deseo porque existe la ley que lo prohílw .
Esta Ley preexiste al sujeto, aparece en la prehistoria dt"I
sujeto inscrita en términos simbólicos como lo está el od111-
lo de Edipo. En Edipo rey de Sófocles se ve que la pal.11>1 .,
que ordena el destino preexiste, está formada por lo-. di'
seos paternos, prefigurada desde antes que el sujeto vc11l',·'
al mundo. Edipo rey de Sófocles es la puesta en esu·11.1d,
un mito, historia que habrá de alcanzar la verdad. "FI 1111
to es precisamente lo que puede ser definido otorg.1111k1 111111
27
Jacques Lacan (1955), ''.D'une question préliminairc 10111a 11.1i11:111u11 ¡i11
sible de la psychose", en Ecrits, op. cit., p. 565 [Escritos 11, p . ,>', 1] ,
28
Jacqucs Lacan (1960), "~ubversion du sujet el diak111c¡i11 .111 ,l,\t 1i d 11i1
l'inconscient freudien", en Ecrits, op. cit., p. 824 íFm, 1111 t, I' 11(,1
 INI,
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
f(mnula discursiva a esa cosa que no puede transmitirse al
definir a la verdad." 29
En el mito a través del drama se asiste diacrónicamente
a lo que en cada uno de nosotros está estructurado sincró-
nicamente en el presente.
Por estar presente sincrónicamente en el sujeto es que no
hay momento de origen del Edipo, ni hay época del Edi-
po, ni hay muerte del Edipo. Dice Lacan que: "Edipo llegó
a la plena realización de la palabra de los oráculos que de-
signaban ya su destino antes que nazca. Antes de su naci-
miento se dijo a sus padres las cosas que hicieron que se
fuera precipitando hacia su destino, es decir, dejado colga-
do de un pie, realizador de sus destinos. " 30
El complejo de Edipo es el pasaje del mito a la existencia,
el pasaje del registro simbólico al registro imaginario. Otor-
ga, como dice Freud, una satisfacción simbólica en la cual
se vierte la nostalgia del incesto.
El Edipo como estructura presente desde siempre es cons-
tituyente del sujeto y lo organiza, marcándole los límites
de su subjetividad. La realización incestuosa es la anulación
del límite: si no hay límite . no hay cuerpo erógeno y no
hay aquello que separa cuerpo erógeno de cuerpo biológi-
co. Dice Lacan: "El Edipo quiere decir la manera en que
el sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico pre-
formado que instaura la ley de la sexualidad sobre el plano
simbólico. " 31
El registro de lo simbólico, a través de la Ley de Prohibi-
ción del Incesto, organiza la castración en la que el Edipo
es como dice Safouan una forma cultural de la promoción
de la función de la castración en el psiquismo.
A través de la asunción de la castración simbólica se crea
la carencia con la que se instituye el deseo. Así, el Edipo
representa una coyuntura de la ley que estructura el deseo
!'I J,1rqucs Lacan, "El mito individual del neurótico o 'Poesía y Verdad' en
l.1 1u·11rmi,", en /mago, 10, Revista de psicoanálisis, psiquiatría y psicología,
lh1rnm i\1rl's, julio de 1980, p. 50.
'º J.1,qun l..1.can,Séminaire 11:Le moi.. . , París, Seuil, 1978.
11
1"1¡111·,l ..1c1n (1955), Séminaire111:Lespsychoses,París, Seuil, 1981, p. 191.
~IAHIA TERESA ORVAÑANOS IH
t·n lo simbólico. A través del acceso al Nombre tkl P.ul,c
1 .tda sujeto encuentra sus deseos e identificaciones qul' In
t onstituirán. Es "en el nombre delpadre en donde tell(:rnm
que reconocer el sostén de la función simbólica que desde
el albor de los tiempos históricos, identifica su persona con
l.t figura de la ley". 32
Freud en Tótem y tabú relaciona al superyó con el mito
del padre de la horda primitiva y concluye que el sistema
totemista resultó de las condiciones del complejo de Edi
po, es decir que la identificación con el Tótem es la culmi-
nación del Edipo. Relata en Tótem y tabú que después de
la matanza de este padre cruel, que se apropia de todas las
mujeres, al ser incorporado aparece como esa figura "obs-
cena y feroz" que constituye el superyó. Se le coloca en
el lugar del T Ótem como instancia protectora, se le ofrecen
sacrificios (castración simbólica) y es la instancia de la ley
qu~ como lugar de significante le permite al sujeto estable-
cer un orden. Dice Lacan 33 que para que algo en el orden
de la ley pudiera ser vehiculizado fue necesario atravesar
por el drama primordial del asesinato del padre de la horda
primitiva, origen de la cultura en el que Freud ha ligado
el asesinato mismo del padre a la eterna ambivalencia de
las relaciones del hijo con el padre. Este padre prefigura la
ley primordial que regula y determina las alianzas y rela-
ciones de parentesco. Dice Lacan: "La Ley primordial es
pues la que, regulando la alianza, sobrepone el reino de l.t
cultura al reino de la naturaleza entregado a la ley del cm
parejamiento. La prohibición del incesto no es sino su pi
vote subjetivo, despojado por la tendencia moderna hast .1
reducir a la madre y a la hermana los objetos prohibido,
a la elección del sujeto, aunque por lo demás no toda liten
cia quede abierta de ahí en adelante.
"Esta ley se da pues a conocer suficientemente corno 1~1,,
rrelativa del orden del lenguaje. Pues ningún poder si11 11111
32,Jacques Lacan (1953), "Fonction et champ de la parok 1•1 d11 l.111¡t1L1r "
en Ecrits, op. cit., p. 278 [EscritosI, p. 97 (el subrayado l'' d,· 1 .,, .111)1
,
33 Jacques Lacan (1959), Seminario VII: La ética del p,1w,111,tl11 1J (i,d ·1l1111)
IHH
LOS COMPLEJOS DE EOIPO Y CASTRACIÓN
denominaciones de parentesco tiene alcance de instituir el
orden de las preferencias y de los tabúes que anudan y tren-
zan a través de las generaciones el hilo de las estirpes." 34
De esta manera el superyó, heredero del complejo de Edi-
po, es la ley que regula las interdicciones, por incestuosas,
de los deseos edípicos.
"Freud nos revela que es gracias al Nombre-del-Padre co-
mo el hombre no permanece atado al servicio sexual de la
madre, que la agresión contra el Padre está en el principio
de la Ley y que la Ley está al servicio del deseo que ella
instituye por la prohibición del incesto." 35
Esta ley, efecto del deseo del padre, es constitutiva del
sujeto en tanto impone el deseo por la madre que no podrá
ser satisfecho ya que significaría la muerte, donde el sujeto,
a través de la función del principio del placer, buscará siem-
pre lo que debe reencontrar pero no podrá jamás alcanzar.
Dice Lacan 36 " ••• el mito de Edipo no quiere decir sino
eso: en el origen del deseo, el deseo del padre y la ley no
son más que una misma cosa y la relación de la ley con el
deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley traza el
camino del deseo; el deseo es tanto que deseo de la madre,
para la madre, es idéntico a la función de la ley. En la me-
dida en que la prohíbe, la ley impone desearla porque, des-
pués de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable.
Si todo se organiza alrededor del deseo de la madre, si a
partir de allí se plantea que la mujer a la que ha de preferir-
se -pues de esto se trata- debe ser otra que la madre, ¿qué
quiere decir esto sino que en la propia estructura del deseo
se impone, se introduce un orden y que, digámoslo de una
vez, se desea porque está ordenado? ¿Qué quiere decir el
mito de Edipo sino que el deseo del padre hizo la ley?"
Ahora bien, "los dos principales mandamientos del tote-
.H j,Kqucs Lacan (1953), "Fonction et champ de la parole et du langage",
t11 !, 111,, op. cit., p. 277 [Escritos1, p. 97].
·'' l,1n¡ll(:sLacan (1964), "Du Trieb de Freud et du désir du psychanalyste",
rn /', 1111, o¡,. cit., p. 852 [Escritos11, p. 388].
1 p. 134.
" j ,ll q1u·, l.acan (1962), Seminario X: La angustia (inédito) .
MARIA TERESA ORVAÑANOS 111
mismo, los dos preceptos-tabú son el de no matar .11tt'i1t · 111
y no usar sexualmente a ninguna mujer que pertl'tH''/l ., .,
61,coinciden por su contenido en los dos crímenes de Ed1
po, quien mató a su padre y tomó por mujer a su madn·,
y con los dos deseos primordiales del niño, cuya represiú11
insuficiente o cuyo nuevo despertar constituye quizás el nú
37
deo de todas las psiconeurosis" .
Freud reemplaza al animal totémico por el padre en d
caso del varón ya que los primitivos designan al tótem co
mo su antepasado y padre primordial en donde Freud, re-
cor dando a Frazer, dice que el totemismo resulta de una
identificación del hombre con su tótem. Al mismo tiempo
recordemos que cuando Freud habla de la identificación pri-
maria con el padre de la historia personal sostiene que se
hace sobre el modelo de la incorporación oral. Es lo que
descubre en Tótem y tabú:los hermanos se apoderaron del
padre comiéndoselo y luego lo idealizaron pero, sintiéndo -
se culpables ante él, lo adoraban para aplacarlo.
Así, la primera identificación es una identificación can i-
balística. El sujeto se identifica con el padre de la prehisto -
ria personal.
Las consecuencias del apoderamiento oral por parte del
sujeto serán la idealización del objeto, la necesidad de repa-
rarlo, la culpa y la sumisión a la ley.
En Tótem y tabú después de la muerte del padre tiene lu-
gar su devoración; es la comida totémica, cuyos equivalen
tes se pueden observar en ciertos rituales religiosos (en el
cristianismo, el islamismo, el judaísmo). Allí la fiesta t <>t(..
mica es una conmemoración de aquel acto; en ese rno11H'II
to la ley queda abolida y todo se permite por un día, dl·,
pués de lo cual la ley del padre retorna a su lugar. El p.uln·
no solamente instaura la prohibición sino que adcm1, ¡w1
mite y hasta ordena la transgresión. "[ ... ] no sólo el .fü'''
nato del padre no abre la vía hacia el goce que b pn·,l·11r1.1
del padre se suponía prohibía, sino, si puedo dl•ril'lu, " '
37 Sigmund Freud (1912), Tótem y tabú, en Obra.,cm11plrt,11,
.:11,1 1, ,111,1 líili
 190
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
38
fuerza la prohibición". Después de matar al padre y co-
merlo se impone, en el mito de la horda primitiva, un
estricto cumplimiento de la ley: el padre muerto termina
funcionando como ley y como resultado se establece el prin-
cipio de exogamia que se deriva de la prohibición del incesto.
El tema de la muerte del padre y el de su sustitución ocu-
pan el centro del drama edípico. Lacan retoma este tema
en el Seminario sobre la ética del psicoanálisis relacionán-
dolo con la "muerte de Dios" (Hegel, Nietzsche, Heideg-
ger); no sólo que Dios ha muerto sino que Dios ha sido
matado, asesinado e incorporado. Tal es el aporte de Tó-
tem y tabú origen del mito y mito del origen del padre muer-
to, en donde el sujeto existe a partir de esa muerte.
El crimen funda la ley y coloca al sujeto ante una deuda
simbólica que tratará de reparar a través de su existencia
instituyéndose así el orden de una moral que para cada uno
se reactualiza en el Edipo. El mito del origen de la ley se
encarna en el asesinato del padre. Lacan comenta en "Fun-
ciones de psicoanálisis en criminología" 39 la expresión del
diálogo en los hermanos Karamazov: si Dios está muerto,
entonces toda está permitido. Para él, Lacan, el planteo freu-
diano representa una inversión: si Dios está muerto todo
está prohibido.
El crimen de Edipo no se realiza y sin embargo el sujeto
se siente culpable por haberlo consumado; el pensamiento
del crimen es ya un crimen.
Freud indica también en Dostoievskyy el parricidio40 que
el parricidio es el crimen principal tanto de la humanidad
como del individuo y la principal fuente del sentimiento
de culpa, culpa que se expresa a través de la necesidad
de castigo.
El superyó pide castigo. Esto se manifiesta en la clínica
y Freud lo designa como reacción terapéutica negativa. A
IH 'l ,K<Jlll'S
lll Lacan
. (1959), Seminario
, VII: La ética del psicoanálisis(inédito).
l,1n¡ut ·, Lacan (1950), en Ecrits, op. cit., pp. 125-149.
IO'11¡;11111nd Frcud (1927), Dostoievskyy el parricidio,en Obrascompletas,cit.,
.-, \ XI, p 171.
111111
MARÍA TERESA ORVAÑANOS 1111
> qu,
través de la enfermedad el paciente se inflige un L,1'>11~~<
es satisfacción del superyó.
11
También en El problema económico del masoqu,.,1110,
Freud consideró la necesidad de castigo y su relación l: 011
el superyó.
Durante el complejo de Edipo la relación del niño varn11
con el padre es ambivalente: hay odio hacia el padre como
rival, pero también hay ternura. Ser como el padre (ident i
ficación) y a la vez matar al padre (por la rivalidad). El
niño comprende que el deseo por la madre y la elimina-
ción del padre imponen el castigo, la castración.
Para conservar su masculinidad, el niño renuncia al de-
seo de poseer a la madre y de suprimir al padre. Pero como
este deseo permanece en el inconsciente constituye la base
del sentimiento de culpa.
Otra posibilidad es que, ante la amenaza de castración,
el sujeto se sitúe en el lugar de la madre adoptando el papel
de ésta como objeto erótico para con el padre. Pero el mie-
do a la castración le hace también imposible esta solución,
pues tendría que someterse a la castración para ser amado
por el padre (cf hombre de los lobos).
De esta manera el miedo ?-1padre y el enamoramiento
a éste sucumben a la represión y el sujeto termina en una
introyección del significante paterno bajo la forma de
superyó, heredero del complejo de Edipo.
Esto se observa en la clínica, especialmente en pacientes
obsesivos: el drama de la muerte del padre y de la deuda
simbólica, la ambivalencia hacia el padre como consecuen-
cia del ,deseo edípico y la entronización del padre como
superyo.
Los pacientes obsesivos están atormentados por la idea
del crimen del padre, con la vigencia del padre muerto o
vivo que constantemente viene a cobrar su deuda. Un pa
dre que mientras vive está muerto pero cuando mucre L'St.l
vivo. Es la deuda culpable de esa muerte lo que une de poi
41
Sigmund Freud (1924), El problema económicodel masoq11w110,1·11 (>/,,·;1
completas,cit., tomo XIX, p. 161.
 192
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
vida a la Ley, deuda que consiste en haber matado a Dios.
Esa deuda que el Hombre de las Ratas encuentra imposible
de saldar.
Para concluir, el sujeto para acceder al Nombre del Pa-
dre y así constituirse como sujeto del inconsciente, sujeto
deseante, ha tenido que matar al padre e introyectarlo acep-
tando así la castración simbólica.
Es necesario unir la aparición del significante de "padre
en cuanto actor de la ley, con la muerte, incluso con el ase-
sinato del padre, mostrando así que si ese asesinato es el mo-
mento fecundo de la deuda con la que el sujeto se liga para
toda la vida con la ley, el padre simbólico, en cuanto signi-
fica esa ley, es por cierto, el padre muerto" 42 y "el signifi-
cante al tachar al sujeto como tal, ha hecho entrar en él el
sentido de la muerte. Por eso es por lo que toda pulsión
es virtualmente pulsión de muerte". 43
El frenético.
¿No oísteis hablar de aquel loco que en la mañana radiante encendió
una linterna, se fue al mercado y no cesaba de gritar: "¡Busco a Dios!
¡Busco a Dios!"? y como allí se juntaban muchos que no creían en Dios,
él provocó grandes carcajadas. ¿Se habrá perdido?, decía uno. ¿Se ha
escapado como un niño?, decía otro. ¿O estará escondido? ¿Le hace-
mos miedo? ¿Se embarcó?, ¿emigró?, gritaban mezclando sus risas. El
loco saltó en medio de ellos y los atravesó con la mirada. "¿A dónde
fue Dios? -exclamó-, ¡voy a decíroslo! Nosotros lo hemos matado. ¡Ve-
sotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, ¿cómo lo hici-
mos? ¿Cómo pudimos sorber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para
borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando soltamos esta tierra
de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos
nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿No caemos incesante-
mente? ¿Y hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, hacia todos los
lados? ¿Acaso existe todavía un arriba y un abajo? ¿No vagamos como
,t través de una nada infinita? ¿No nos empaña el espacio vacío? ¿No
lt,1cemás frío? ¿No viene continuamente noche y más noche? ¿No te-
11t ·mos que encender linternas en la mañana? ¿No oímos aún nada del
1111dode los sepultureros que enterraron a Dios? ¿No olemos todavía
ii f,1<que\ Lacan (1955), "D'une question préliminaire atout traitement pos-
il,I,1) ,1, l., Jhychose", en Écrits, op. cit., p. 556 [Escritosll, p . 242].
~ ,1.11q11n l .,1can (1964), "Position de l'inconscient", en Écrits, op. cit.,
111, , ,, 11/111 11, p . 384). .
MARIA TERESA ORVAÑANOS
nada de la descomposición divina? ¡También se dcscompo1H·11111 ·, .1111
ses! ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo ht·111m111 :11;_1
do! ¿Cómo nos consolaríamos, nosotros los peores de to<lm lm ,l\c·,1
nos? Lo más sagrado y poderoso que hasta ahora poseyera el 1111111.111
se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién borrará de nmol 11,
esta sangre? ¿Con qué agua podríamos limpiarnos? ¿Qué fiesta\ l'xp1,1
toria s, qué juegos sagrados, tendremos que inventar? ¿No es dem.,,i,1
do grande para nosotros la grandeza de esta hazaña? ¿Acaso no ,l'1..1"
preciso que lleguemos a ser dioses para parecer dignos de ella? J.1m.~,
hub o hazaña más grande ¡y quien nazca después de nosotros, pene1w
ce, a causa de esta hazaña, a una historia superior a toda la histon.1
anteri or! Entonces guardó silencio el loco y miró de nuevo a sus oyen
tes: también ellos guardaban silencio y lo miraban extrañados. Por úl
timo, él tiró su linterna al suelo haciéndola pedazos y apagándola. "V en
go demasiado pronto, dijo entonces, todavía no ha llegado la hora .
Este enorme acontecimiento está en camino aún y vaga. Todavía no
ha penetrado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno nece-
sitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, las hazañas necesitan
tiempo, aún después de haberse hecho, para ser vistas y oídas. Esta ha-
zaña está más lejos de ellos que las estrellas más distantes y, no obstante,
¡son ellos quienes las hicieron!' Se refiere todavía que el loco penetró
ese mismo día en distintas iglesias y se puso a cantar en ellas su Re
quien aeternam deo. Habiéndole hecho salir e interrogado, se limitó
a contestar siempre: "iQué son pues aún esas iglesias si ya no son fosas
y tumbas de Dios?" 4
6. EL EDIPO COMO COMPLEJO
En cuanto al Edipo como complejo, Lacan plantea tres ticm
pos, tiempos lógicos que no deben entenderse como una
cronología. En el primero "el niño trata de identificarse con
lo que es el objeto del deseo de la madre: es deseo del deseo
de la madre y no solamente de sus cuidados; pero hay l'll
la madre el deseo de algo más que la satisfacción del dese<>
del niño: detrás de ella se perfilan ese orden simbólico d(·l
que depende y ese objeto predominante en el orden simh/,
lico, el falo" .45
44 Texto de F. Nietzsche que comenta M. Heidegger . M. 1kidc-¡.;¡:1 ·1, S,•11
das r.,rdidas, Buenos Aires, Ed. Losada, 1960, p. 178.
4 Jacques Lacan (1957), Séminaire v.·Lesformations de /'111C1111,,11·111(i11, \ l1
to). Transcripción de J.B. Pontalis en Lasformaciones del i11n1111,11·11/1', 1\1.ir' 111_
Aires, Nueva Visión, 1976, p. 86.
 1~14 LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
En este primer tiempo nos encontramos con la proble-
mática del falo en la que el niño se inscribe para la madre
como sustituto de esta carencia fundamental. Todo sujeto
ocupa un lugar en relación al deseo femenino pues todo su-
jeto es hijo de una mujer. Queda señalado así el lugar fun-
damental del deseo de la madre en la constitución del de-
seo del hijo.
Y a hemos adelantado en capítulos anteriores que el niño
en un primer momento se identifica con el objeto del de-
seo de la madre, es el falo imaginario de ésta.
La castración femenina es esencial desde el principio pa-
ra que el niño pueda ser el falo imaginario de la madre reem-
plazando un objeto por otro, es decir niño por pene. Este
papel del complejo de castración de la madre fue tempra-
namente reconocido en la historia del psicoanálisis por Karl
Abraham. 46
Recordemos que es a partir del complejo de castración
que la niña hace su entrada en el Edipo, como deseo del
padre y deseo de un hijo del padre que sustituye en el fan-
tasma al falo que falta.
La madre reconoce al hijo como objeto de su deseo y co-
mo aquello que transitoria, imaginaria e insuficientemen-
te, viene a llenar su carencia. El deseo de Yocasta, si se le
quiere llamar así, es el punto de partida para entender el
Edipo, camino fantasmático para que la madre, a través del
hijo, compense la decepción fálica. La madre ama funda-
mentalmente en el niño no lo que es, ni su imperfección,
sino lo que le falta, lo que está llamado a ser el objeto a
causa de su deseo. Para todo sujeto existe un lugar primero
que es el de la identificación al falo de su madre; es a través
de esta falta fecunda de la castración en tanto inscrita en
la estructura misma del sujeto que él puede constituirse en
dependencia del Otro. Pues el sujeto, a partir de su necesi-
dad, no puede más que alienarse en su demanda; demanda
4 cante, se aliena en un reconocimiento, desconociéndose, .,lit'
<,K. Abraha~, "Manifestaciones del complejo de castración femenino"
( 1920), en Psicopatologíay sexualidad, Buenos Aires, Ed. Hormé, 1973,
pp 2 11,254.
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
del otro de que el niño venga a satisfacer su propio ile:;e0
es así como el niño se sitúa como el falo imagin.u 10 d,~ l.1
madre, como objeto del deseo de la madre en el qut· 11ii\f,
y madre se encuentran en una relación de intercamh10
En esta posición del niño con su madre, debe bust .1r-.1 :
la clave del narcisismo primario, allí donde la imagen ide.d
está determinada en la relación con el otro, donde la m.1
dre inviste al hijo con los atributos de esa perfección abso
luta a la que Freud alude con la fórmula "His Majesty, tlr
Baby", compulsión de los padres de atribuir al niño todo
aquello que creyeron haber sido y quisieron ser en un mo-
mento originario de omnipotencia y que debieron resignar
ult eriormente ante los apremios de la vida y las influencias
de la educación, del Edipo.
Esta imagen del yo ideal está cargada por el deseo de la
madre, es la imagen de su falo de acuerdo con la ecuación
significante.
El niño se identifica con una imagen que es investida des-
de afuera; en este sentido es una imagen que viene desde
el ideal del yo de la madre y está marcada por el intercam-
bio simbólico. Esta imagen es categorizada por el lenguaje,
es decir que lo imaginario está subordinado y es inducido
por lo simbólico. En esta imagen especular el niño recono-
ce su unidad y la identifica con el nombre propio que le
es impuesto. Así en el lenguaje se instituye el lugar del yo
(moi), desde donde el niño se designará a sí mismo. El sig-
nificante lo representará; el sujeto queda en una total de-
pendencia del Otro, lugar del tesoro de los significantes,
el significante es lo que representa el sujeto para otro signi-
ficante. En este momento de reconocimiento y de júbilo,
en un solo acto psíquico, se constituyen los dos, el uno y
el otro. El sujeto aprende a reconocer su propia imagen co
mo equivalente de esa imagen que tiene del otro. El sujeto
se constituye en el lugar del Otro marcado por el signifi
nación originaria matriz del ideal del yo, matriz simbólic.1dt·
posteriores identificaciones. Se aliena en su propia im.1gt·11,
pero al mismo tiempo funda allí su deseo como dr-.eo d,·1
IIJ(, LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
Otro. El yo se constituye en el plano de lo imaginario, efecto
de una estructura simbólica que lo preexiste. Se identifica
con su propia imagen, yo ideal, a través del otro, a través
de la imagen en el espejo. En este júbilo del yo ideal, el niño
fija su perfección, su completud en la medida que corres-
ponde con lo que el Otro ha marcado con el ideal del yo.
Sujeto que está identificado con lo que Lacan llama el rasgo
unario (einzigerZug), rasgo único, que lo integra del otro
lado del espejo, no como uno unificador sino como uno
contable, se reconoce él mismo en este punto inaugural, a
partir de este momento el sujeto cuenta, es decir se inicia
una sucesión. "El Otro como metáfora del rasgo unario,
lugar de todos los unos que se suceden y cuya metonimia
es el sujeto mismo." 47
El sujeto es tachado por el significante que lo introduce
en el mundo del lenguaje. El sujeto se identifica con la mi-
rada unificante que el Otro dirige hacia él, es decir que este
júbilo se sostiene a condición del consentimiento del Otro,
ese Otro al que el niño se da vuelta para mirar y leer en
esa mirada un signo de reconocimiento. Este Otro está re-
presentado por la madre, la madre como el lugarteniente,
sin saberlo ella aparece allí como el agente: es el Otro sim-
bólico que coloca en su lugar al otro imaginario. A través
de la frustración, de la dialéctica de la presencia y la ausen-
f
cia, el Otro es marcado ºr una carencia y se revela como
descante, este deseo en e Otro (A) coloca al sujeto en posi-
ción de tener que cumplir un deseo que nunca llegará a sa-
tisfacer, respecto del cual siempe estará en falta, buscando
siempre la reunión con el objeto fundamentalmente perdi-
do. El sujeto a partir de esta imagen en el espejo es el sujeto
de la demanda, el sujeto que pide y ¿qué quiere?, ¿qué quie-
re el Otro?, ¿qué me quiere?, ¿qué quieren que yo quiera
para que desde allí quiera?
Incompletud permanente donde arraiga la tendencia ca-
racterística de la neurosis de satisfacer a ese Otro.
A través de esta imagen el niño queda capturado en el
~, " l.e clivage du sujet et son identification", en Scilicet 213, cit., p. 122.
MAfÚA TERESA ORVAÑANOS
deseo de la madre ( - q>),origen de la angustia y dl· l., l'ohh1,
La angustia no aparece ante la falta, sino ante la Pº"' hil II l.111
de la no falta; la angustia no es ante la pérdida del ol>¡ct11 ,
sino justamente ante su eventual presencia. Recorden1<><, ,¡111
el sujeto se constituye por la falta-en-ser y la castración , ,.
presenta la posibilidad de la falta de objeto, de la falt.1e11
el Otro a partir de la cual todo discurso se articula.
¿Cómo sale el sujeto de esta relación de narcisismo pri
mario, de esta relación del yo ideal, de esta identificación
imaginaria con el, falo?
A través de la función del padre, la entrada de un cuarto
término en la triada de niño-falo-madre, cuarto término que
es correlativo a la estructura edípica. La introducción del
Nombre del Padre es esencial en la configuración del mun -
do simbólico que permite al niño salir de su acoplamiento
con la omnipotencia materna de la relación narcisista y mor-
tífera con la madre. "El padre interviene efectivamente co-
mo privador de la madre, en un doble sentido: en tanto priva
al niño del objeto de su deseo y en tanto priva a la madre
del objeto fálico. Aquí hay una sustitución de la demanda
del sujeto: al dirigirse hacia el otro encuentra al Otro del
otro, su ley. El deseo de cada uno está sometido a la ley
del deseo del otro." 48
Es esto lo que Lacan plantea como el segundo tiempo
del Edipo.
El Nombre del Padre interviene a través de la palabra de
la madre, es decir mediado por la madre en el complejo
de Edipo, como Ley actuante en el discurso de la madre
que ejerce sus efectos sobre ambos, desde que el niño nace,
determinándolos a los dos. La madre está sometida a la ley
del padre y el niño debe rec,onocer la presencia del padre
en la madre, es decir la ley. Esta es la función del Nombre
del Padre que interviene a la vez como privador del falo
y como permisivo, prometedor, donador. Este corte fund.1
48 Jacques Lacan (1957), Séminaire V:Lesformations de l'inconmmt (111rd1
to) . Transcripción de J.B. Pontalis en Lasformaciones del inconsci1
•1111
•, ll11rn11
Aires, Nueva Visión, 1976, p. 87.
 l'IH
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
la imposibilidad de toda unión. A través del complejo de
t'.lslración y de la interdicción del Nombre del Padre se
instituye el orden simbólico en lo real. El complejo de cas-
lración, dice Lacan, es aquel en el que el "padre que es po-
seedor por derecho de la madre, con un pene suficiente,
mientras que el instrumento del niño es insuficiente y mal
asimilado. Éste es el origen. Solamente el niño puede acce-
der a una función paternal plena, ser alguien que se siente
legítimamente en posesión de su propia yirilidad si su pro-
pio pene es momentáneamente negado. Esta es la culmina-
ción. El Nombre del Padre es esencial para la estructura-
ción del mundo simbólico, y es aquello por lo que el niño
sale de su acoplamiento con la omnipotencia materna". 49
Así, el complejo de castración es una estructura constitu-
tiva del sujeto. Sólo se puede hablar de complejo de castra-
ción en tanto el niño reconozca la diferencia anatómica de
los sexos, la cual cumple una función específica en la defi-
nición de este complejo, en su vectorización.
El complejo de castración atenta contra el narcisismo, lo
quiebra, pues a partir de la percepción de la castración de
la madre, si la madre no tiene el falo y busca otra cosa, el
sujeto infantil cae del sitial de falo de la madre.
El complejo de castración tiene 50 una función de nudo
en la estructuración de los síntomas, en la identidad del su-
jeto, en la ubicación de éste ante la diferencia de los sexos
y de las generaciones. Es en función de la castración que
se ordena el Edipo. Relación entre castración y Edipo don-
de se incluye la relación entre el deseo y la ley. La castra-
ción es una paradoja, ya que por una parte es deseada, en
cuanto pone fin a una relación mortífera con la madre, y
es temida tal como la vemos aparecer en Juanito como
temor castratorio por parte del padre.
La castración es lo que da cuenta de la entrada del sujeto
en lo simbólico como estructura. Es a través del complejo
9
Jacques Lacan (1956), Séminair e IV.· La relation d'objet (inidito) .
\O J,Kqu esLacan (1958), "La signification du phallus", en Ecrits, op. cit.,
I' MlS IF\cruos t, p. 279].
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
de castración que el sujeto tiene acceso al desl'o, (:~ 1b ; 1r
que se constituye como sujeto de deseo.
Se plantea entonces la c~stración como complejo, ro1111,
estructura y como angustia.
La angustia va ligada a la castración simbólica. Las angu~
tias anteriores precursoras de la castración, tales como l.1
experiencia del amamantamiento y el destete ligados a fan-
tasmas de comer y ser comido, ser devorado por el padre ~1
serán resignificadas a posteriori.
La angustia no se refiere a la ausencia de objeto como di-
ce Freud, sino a la falta-en-ser en la que está atrapado el su-
jeto, angustia del lugar vacío que podría dejar el padre; tal
es el soporte de la fobia en Juanito.
Falta del Otro, ausencia del Otro, falta en el Otro, en tan-
to que el sujeto se constituye en el lugar de la falta en el
Otro, lugar del Otro marcado por el lenguaje. El origen
de la angustia está en quedar cautivado en el deseo del Otro,
quedar en posición de objeto a y al mismo tiempo en lugar
de desecho. Quedar cautivado en un deseo que no es regi-
do por la ley y que no reconoce a un Otro.
La angustia también aparece ante el no deseo del Otro,
es decir, ¿qué puede el sujeto ser para el Otro si el Otro
está completo y por lo tanto no puede constituir al Otro
como objeto de su propio deseo?
Juanito, ejemplo ineludible de cuanto venimos sostenien-
do, está en posición de falo imaginario de la madre y se iden-
tifica como siendo éste. Tal es el fundamento de su narci-
sismo. Manifiesta su interés por el "hace-pipí" -Wiwima -
cher-, por su presencia, por su ausencia, por el tamaño,
por el placer que representa tocárselo, etcétera.
Ante la percepción de la castración en la mujer, la amena-
za de castración proferida por la madre adquiere retroacti -
vamente (nachtraglich)su significado y surge el temor a qu•·
le corten o no le crezca el pene. La angustia de castración
51
(Cf De la historia de una neurosis infantil (caso del hombre dt• lm lohm)
de S. Freud en Obras completas, op. cit., tomo XVII, pp. 1-112 y " Mito d<'< 111
nos ", en Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, P.11d/", l'IH1,
p. 120.
 'ºº LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
es desplazada a través de la fobia y la desmentida (Verleug-
nung). Angustia de castración por el deseo de estar con su
madre al mismo tiempo que un pedido alpadre de que ejerza
la castración. El lugar vacío dejado por el padre es lo que
enfrenta al niño con la angustia; la falla de la función pater-
na permite la organización de la fobia en Juanito. Su te-
mor es el de quedar preso en el otro y desaparecer como
sujeto. En este sentido la castración es estructurante ya que
ayuda a despejar la fantasía de la madre devoradora. Juani-
to pide la interdicción del padre que instituya un orden,
una ley, pues el mantenimiento de la posición fálica de la
madre le genera angustia.
La percepción de la castración de su madre se hace into-
lerable para Juanito abriendo un vacío que él no puede col-
mar sin quedar preso del deseo de su madre y en posición
de objeto a. El fantasma de la madre fálica sumerge al niño
en la.angustia;
, es necesaria la función salvadora de la inter-
venc1on paterna .
En el temor de Juanito de quedarse solo con la madre en
Gmunden y el deseo por la madre se ven claramente las
relaciones entre el Edipo y la castración, entre deseo y ley.
La angustia en Juanito no es por alejarse de la madre, sino
porque tal vez siempre deba volver a ella. Es angustia ante
la posibilidad de la imposibilidad del cone. El significante
caballoy su representante, el síntoma fóbico, llenan una
hiancia, cubren una falta de objeto. Este significante al que
se fija la fobia y que pone en marcha el desarrollo de angus-
tia representa sucesivamente diferentes cosas (padre-madre-
Juanito) dependiendo del lugar que puede ser enganchado 52
en la cadena significante, del lugar vacío que hay que lle-
52
Recordemos la asociación de Juanito en la explicación del comienzo de
\U "tontería", el caballo como un elemento para ser enganchado. Dice Lacan
l'n el Seminario IV de las Relaciones de Objeto: "Freud muestra, a propósito
d<·la asociación entre Wagen(coches en plural) y wegen(por culpa o a causa)
'111<'b fobia proviene del caballo así como el caballo arrastra un coche. Es por-
'llH' <"Ipeso de wegense transfiere por metonimia a lo que se sitúa inmediata-
1111·111l· después (caballo== Pferd: wegen dem P/erd), que el caballo asume en
, / t od,1\ l.1s esperanzas de solución. Antes de ser caballo es algo que engancha,
q11n.-11ord1na : su función primera es la de mediación."
MARÍA TERESA ORVAÑANOS
nar. Este lugar vacío protege a su vez de la angu~ti.,, ,11ed111
entre el deseo y el goce. Es decir que la angustia Mir¡;<· <:11
el momento en que el sujeto precipita el deseo al µ,rnt', y11
que, de no surgir la angustia, aparecería la reunión del SuJt:t o
en el goce -con el Otro absoluto. Cumplimiento <.k·ltk·
seo, consumación del incesto y disolución del sujeto ap.11t·
cen así indisolublemente ligados.
La castración es lo que implanta una barrera en el ca111i -
no del goce, "es una iniciación, una entrada del niño l'll
el mundo del fracaso para abordar el goce, no para cono
cerio sino para significarlo, al precio de desaparecer". \ 1
La angustia surge también ante la posibilidad de la reu
nión del g con el objeto a. La fantasía es la manera a través
de la cual el neurótico logra representarse en lo imaginario
aquello que aparece en lo real, la castración, momento de
la angustia. Por medio de la fantasía el sujeto logra integrar
en lo real lo simbólico. A través de la fantasía del plomero,
Juanito hace intervenir la castración. Es necesario que el
padre real ejerza su función de padre simbólico en Juanito
y que sea soporte del Nombre del Padre. Es a través de la
intervención de Freud que se ejerce esta función supletori.t
de la falla de la función del padre de Juanito.
El complejo de castración es necesario para que el ni ílo
pueda superar el Edipo y alcance la identificación, es dcri 1
el acceso al deseo y la sexualidad, donde "la castración c..,
en todo caso lo que regula el deseo... " 54
... "La castración quiere decir que es preciso que el µ,m:t·
sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escab i11
vertida de la ley del deseo." 55
Así Lacan plantea el tercer tiempo del Edipo en el que <"I
"padre interviene como aquel que tiene el falo y no q11,
lo es, reinstaura la instancia del falo como objeto dc..,,·,11111
53
Juan D . Nasio (1979), "L'enfant ~agnifique de la psyd1,111,dy"·",,·11/
conscient a venir, París, C. Bourgois Ed., 1980, p. 43.
54
Jacques Lacan (1960), "~ubversion du sujet et di.1ln1u¡111 · d11 ,f,\~¡, tlrn
l'inconscient freudien", en Ecrits, op. cit., p. 826 [/-'lrn/r11 1, p JOIR
I,
55
Jbid.
 I Q.l
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
de la madre y no como objeto del que puede privarla como
padre omnipotente". 56
Es por haber ocupado un lugar en el deseo de la madre
que el padre está en condiciones de ejercer la castración sim-
bólica. Por esto mismo puede también convertirse en ideal
de identificación del sujeto que culmina con la formación
del ideal del yo. Dependerá del lugar que el padre ocupe
en el fantasma de la madre, dicho de otra manera, del lugar
que ella reserve al Nombre del Padre en la promoción de
la ley, el que el padre pueda convertirse en el ideal de iden-
tificación del sujeto. Al identificarse con el padre, el niño
podrá dejar de ser el falo omnipotente de la madre para ac-
ceder al deseo a través de la demanda, pasará del registro del
ser, de ser el falo todopoderoso, al registro del tener, tener
un deseo foqnulable en una demanda; es así como lacas-
tración simbólica marca al sujeto como sujeto deseante. El
falo ha pasado de ser un objeto imaginario a ser un objeto
simbólico que circula, el falo se transmite en el orden sim-
bólico; allí el Nombre del Padre ejerce la función de reem-
plazar metafóricamente al deseo de la madre con respecto
al falo.
Lo que resulta del Edipo es pues la elección de un cierto
tipo de objeto, el Edipo desemboca en la definición del lu-
gar del sujeto ante la oposición tener el falo-estar castrado,
propia de la etapa fálica. Esta definición resulta de las iden-
tificaciones que son siempre dobles, con el progenitor del
mismo sexo y con el progenitor del sexo opuesto. La iden-
tificación normativizante, en el sentido en que Freud la ha
indicado, es la elección de objeto homosexual. Para el niño
la elección normativizante es la identificación con el padre
y para la niña la identificación con la madre.
Inversamente, la homosexualidad masculina encuentra su
origen en un Edipo positivo particularmente intenso don-
de.·la madre para el niño aparece como objeto de una carga
~,, J ,H qll l'SLacan (1957), Séminaire v.·Les/ormations de l'inconscient (inédi-
111), 11,111,n ipció n de ].B. Pontalis en Lasformaciones del inconsciente,Buenos
i,iJI, N111·v.1 Visión, 1976, p . 87.
MARIA TERESA ORVAÑANOS
erótica tan intensa que se resuelve como idcnt i 11l .H , 1111 1 , 11,
esa madre. Así en el origen de la homosexualid.1d p11nl1 •11
verse los efectos de esta dominancia de la ident il,l ,1l 1u11
materna.
En el caso de la homosexualidad, dice Lacan, 57 no e, d
padre quien hace la ley, sino que es la madre la que h,1dil'.·
tado la ley del padre. Lo que sucede es que en el moml'lllú
en que el padre pudiera haber intervenido para disolver l.,
identificación del niño con el deseo de la madre, el niífo
se da cuenta que no es el padre el que tiene el falo, sino
que es la madre la que lo tiene, la madre fálica que dict.1
la ley del padre. Esta madre fálica dotada de pene que no
precisa del hombre, cuyo único objeto es el hijo, que no
permite otro deseo más que el suyo y que obliga al otro
a adecuarse a su deseo, no deja al niño sino inscribirse co-
mo apéndice de su deseo. En la posición fálica el niño no
es tanto sujeto como sujetado, amarrado al deseo del otro.
En la niña es la identificación con el padre la que deter-
mina la posición homosexual.
Dora, por ejemplo, ha necesitado tomar como base de
su identificación la imagen del otro sexo. El pene le servirá
dice Lacan, 58 de instrumento imaginario para aprehender
eso que no llega a simbolizar, ya que el sexo de la mujer
es reconocido en la fase fálica por una ausencia; su sexo es
una falta.
Cabe aclarar que estas identificaciones y relaciones no son
mecánicas ya que el Edipo es siempre doble, positivo y nega-
tivo y la bisexualidad está siempre presente en el sujeto, es
decir que la bisexualidad existe porque el Edipo es doble y no
como en ocasiones se plantea que el Edipo es doble debido
a la bisexualidad biológica.
La declinación del Edipo a través de la identificación con
el padre deja al superyó como heredero de este complejo
con una función doble, como ley y como portador del ide.,I
del yo.
57
Jacques Lacan (1957), Séminaire v.·Lesformations de /'incomnl"llt(111nl1111)
58 Jacques Lacan (1955), Séminairelll: Lespsychoses,Parfs, Sl·uil, l'>H1, I' .'CK
 1
04
LOS COMPLEJOS DE EDIPO Y CASTRACIÓN
La nueva forma del yo ideal de la identificación primaria
es el ideal del yo hacia la cual el sujeto tiende y por la cual
se esfuerza. Es la ruptura de la identificación al falo que con-
lleva a la construcción del ideal del yo, ideal del Otro, pala-
bra organizadora de la existencia del sujeto. El sujeto debe-
rá someterse al orden de la ley a través de la cual podrá
tener el falo pero no serlo ya, recibe simbólicamente el falo.
El ideal del yo proviene a su vez de esta imagen idealiza-
da de los padres que a su vez depende de la manera en que
los padres han resuelto consigo mismo su propio ideal, es
decir que el origen del ideal del yo está en el otro.
El otro aspecto del superyó es la ley que impone la cas-
tración, determina la ubicación del hombre y la mujer y
conlleva la prohibición del incesto. Ley incorporada al in-
consciente que hace la existencia misma del sujeto y que
confiere al sujeto su identidad.
Este superyó representa al ello, es decir a las primeras car-
gas de objeto propias del complejo de Edipo. Al ser el su-
peryó el heredero del complejo de Edipo es la continua-
ción de las cargas incestuosas propias del Edipo y al mismo
tiempo, para Freud, es una formación reactiva contra esas
cargas objetales.
Para <;oncluir, podemos decir que el Falo, el Otro y el
Nombre del Padre, significantes fundamentales en el orden
simbólico, han de inscribirse a través del drama edípico. El
niño renuncia al deseo (por la madre) para conservar el
pene, sustituye las cargas de objeto por identificaciones ins-
taurando el superyó, recibe el falo a partir de lo cual se crea
una deuda imposible de saldar, y como dice Lacan así el
falo es por defecto el que hace el montante de la deuda sim-
bólica: cuenta deudora cuando se lo tiene -cuando no se
lo tiene, crédito impugnado.
IV. NEUROSIS .(i) PERVERSIÓN
DAVID C.ll , l, IN 1,
Si ella fuera castrable, nada habría por decir.. .
I. ACERCA DE UN ROMANCE
¿Cómo escuchar la frase "neurosis y perversión" evitando
ser arrastrado hacia la imagen que anuda a los dos concep-
tos como pareja? Es la "Y" de la conjunción, la (i) de un
vínculo imaginario, la "i" de lo infinito, es ante todo un
algo que interpuesto entre "neurosis-perversión" condiciona
diversos efectos de sentido.
El estudio de la psicopatología psicoanalítica ha llevado
a concebir tres estructuras fundamentales: psicosis, neuro -
sis y perversión. Igualmente encontramos la designación de
mecanismos constitutivos para cada una de ellas: forclusión
(Verwerfung),represión (Verdrangung)y desmentida 1 (Ver-
leugnung)respectivamente. Sin embargo, haber alcanzado
en la teoría psicoanalítica dicha correspondencia ha sido un
proceso discontinuo y complicado, aún no terminado, mo-
tivo de re-flexión.
El tÍtulo de este trabajo excluye a uno de estos tres con
ceptos, la psicosis, pero a la vez su mismo contenido lo
incluye en su exclusión, añadiendo una peculiaridad que con
siste en lo imposible de reconocer a las estructuras de ma-
nera independiente, individidas, desarticuladas. Siendo sen-
satos con el material, sería necesario añadir otro cpígr.,fc
que dijera: "lo que nos estorba para poder hablar de l.. fll''
1
Se utilizará la palabra "desmentida" para el concepto de Vnlt"ll¡.:111111 >1.1,
acuerdo a la traducción de Etcheverry de las Obras complrta i d1• '-, ¡:,.Jll;I
no el término "renegación" que aparece en otros trabajo s pM.l dn1r ,11.11·rl 1111
mo concepto.
(205)
 'Oh NEUROSIS (i) PERVERSIÓN
versión es la neurosis", en tanto que se busca abordar el
tema ante este auditorio pretextando la relación supuesta
de dos conceptos siendo tres los implicados, uno el habla-
do y dos los fascinados.
Ante estas advertencias intentemos averiguar dónde se ini-
ció este romance entre la neurosis y la perversión, cuál ha
sido su desventura, quizás los atinos y desatinos sufridos
en la dimensión del campo psicoanalítico.
II. DONDE HABLO, YO SE DEBE.. . PER
DI - VERTIR
Decía antes que aparear neurosis (i) perversión es propo-
ner un romance, por ende una ilusión, la cual puede adqui-
rir el sentido de una cosa que resulta más fácil de pensar
y menos cruda de gozar. Es decir, si el sentido de un ena-
moramiento es aquel de-vernos inmersos en la fascinación
(de la imagen) por el otro, la des-ilusión surge al terminar
el baile de carnaval y quitarnos las caretas, percatándonos
de que hay "otra" más-cara, de que el otro no es tal.
Existen varios textos de F reud donde propone la relación
entre neurosis (i) perversión haciendo referencia a una cierta
oposición de ellos a través de la fórmula: "la neurosis es
el negativo de la perversión". 2 Dicha expresión tiende a
entenderse de manera reducida suponiendo que alude a la
perversión como una estructura donde la represión no ope-
ra, apareciendo así un discurso donde lo que debiera callar-
se es dicho. No obstante la cosa pudiera no ser tan simple
ni tan clara, Lacan se percata de ello y expone algunas de
sus consecuencias. Pero antes remarquemos una sutileza sur-
gida al leer cierto texto de Lacan donde la fórmula freudia-
na aparece invertida, ¿detalle ingenuo?: "la perversión es
el negativo de la neurosis", es decir la negatividad de la fór-
mula se subvirtió. Si esto es leído con ligereza, basta aludir
a las propiedades conmutativas para traducir la igualdad de
,entido en las dos sentencias. No obstante se vuelve impe-
1( :¡. S. Frcud, Obrascompletas,tomo I, Amorrortu, CorrespondenciaFreud-
tl t('" y torno vn, Tres ensayos de teoría sexual.
1>AVID GILLING
rativo decir que lo negativo aparece en el polo 01HH' ,t e, , le
lo positivo, una condición disyuntiva ante la cual el ,1111·111
emerge en tanto aparece la exigencia de elección, donde el de-
seo se pone en evidencia; creyéndole a Freud que la 11cun_1
sis es el negativo de la perversión, es grato abordar el tcrn:i
intentando ser lo más positivo posible ante la audien1.i:1,
Volviendo al texto aca-dé-mi-co, la idea de Freud part'\.'l'.
ya estar expuesta dentro de su correspondencia con FI iess,1
aunque no presenta el carácter de una relación explícita, 1.·11
el sentido teórico, hasta los tres ensayos. 4 ¿Cuál fue el des
tino de dicha formulación?
En el Seminario IV de· Lacan sobre las relaciones de ob
jeto, dictado en los años 1956-1957, se explica cómo la fór -
mula fue comprendida de maneras diversas, explicitando
ante todo dos posiciones surgidas al plantearse en las co-
munidades psicoanalíticas la cuestión acerca de la perversión.
En el interior de un mismo grupo de aquellos que se jactaban de ser
seguidores de Freud, surgen las más diversas voces. Unos dirán que es
necesario recurrir pura y simplemente a la noción de persistencia de
la fijación puesta sobre una pulsión parcial, la cual quedaría indemne
en algunos de nosotros en el progreso de toda dialéctica que tiende .1
establecerse del Edipo, pero que no sufriría en lo absoluto los avatares
que tienden a reducir las otras pulsiones parciales en un movimicnw
que a final de cuentas las unifica y las lleva a culminar en la pul si{111
genital, la cual es la pulsión ideal unificante; así se trata en los perv1.·1
sos de una cosa que es una especie de accidente de las pulsione s. No
obstante traduciendo de una manera clásica la noción de que la pcrw ,
sión es el negativo de la neurosis, ellos quieren "pura y simplcmen11•"
hacer de la perversión un algo donde la pulsión no está elaborad., .
Los otros por otra parte no son los más perspicaces, ni los 1111.·jor t·,,
pero advertidos por la experiencia y por algo que es verd aderanw1111
imperativo en la práct ica del análisis, tratan de demostrar qul' l.1111 ·1
versión está bien lejos de esa cosa que pura y simplem ente pn,l\t 1· y
que por así decirlo la perversión forma parte también de al¡.;o que· "
ha realizado a través de crisis, fusiones y defusiones dram ,lt i1·" • qt11
presenta la misma riqueza dimensional, la misma abund a1H.i.1, lm 1111
mos ritmos, las mismas etapas que una neurosis. 5
3
!bid., tomo pp. 274-284.
I,
4
/bid., tomo p. 150.
VII,
5
Jacques Lacan, Seminario IV.· La relación de objeto, p. 10.!,
 'OH NEUROSIS (i) PERVERSIÓN
/\ estas dos posiciones que describe Lacan podría aumen-
t,1rsc una tercera que apuntaría a la preocupación de cier-
tos analistas por articular o cuestionar a las perversiones
desde el punto de vista de lo social derivando así en las ca-
tegorías de la psicopatía o desadaptaciones respecto del
medio.
Ahora bien, la noción de perversión entendida en las po-
siciones arriba descritas pareciera estar muy vinculada a
concepciones donde se hace evidente una precaria o nu-
la conceptualización acerca de la segunda teoría de las pul-
siones en Freud, es decir, la inclusión de la pulsión de muer-
te, puesto que al ocurrir esto en su teoría resulta interesante
observar cómo retoma el problema de las estructuras psi-
cótica y perversa. Podría decirse que gracias a la concep-
tualización de la pulsión de muerte el romance entre per-
versión (i) neurosis toma otra dimensión. _
Es posible hacer el seguimiento aludido de la siguiente
forma. En 1919 publica dos textos vitales para entender es-
ta transformación, el primero es Pegan a un niño, donde
se destaca el papel de la fantasía ser pegado en la constitu-
ción del sujeto, a partir de lo cual se podrá hablar de un
masoquismo anterior a lo antes pensado como primario,
al sadismo. El segundo trabajo es Más allá del principio de
placer,donde se postula formalmente la existencia de la pul-
sión de muerte. Las repercusiones de este planteo son di-
versas y se juntan con la introducción de la segunda tópica
freudiana. Inicia ahí un replanteamiento en torno al vínculo
sujeto-realidad, nudo que obliga a Freud a esclarecer algu-
nas nociones respecto de las psicosis y las perversiones en
contraposición de las neurosis. Durante estos años los con-
ceptos de Verwerfungy Verleugnungvan cobrando rasgos
concretos, aunque no de una manera inmediata, sufriendo
incluso giros inesperados que nos confunden. Tomemos un
fragmento de La organizacióngenital infantil (1923) y vea-
mos lo que al respecto plantea:
l), ·,l on ocen (o desmienten) -leugnen- esa falta; creen ver un miem-
11111 ., pt·sar de todo; cohonestan la contradicción entre observación y
l •AVID GILLING
prejuicio mediante el subterfugio de que aún sería pcqucrlo y q11, 1•r1
v,1 a crecer -como Juanito- y después poco a po co, lleg.111., l., , 1111
l·lusión, afectivamente sustantiva, de que sin duda estu vo pr l' \1 °1111
luego fue removido. 6
En este párrafo podemos leer cómo en el niño se produt 1~
un tipo de percepción muy peculiar, ocurre una operat i{>n
que lo lleva a ver lo que no está, el pene en el cuerpo fcnw
nino, pues dicha percepción lo salva de pensar en la po sib1
lidad de la castración. Freud ocupa ya el vocablo leugnm
para denotar a est,e proceso tan peculiar, pero aún no le d.\
una consistencia de concepto, no aparece como mecan is
mo, ni como la forma sustantivada, Verleugnung.Veamos
una parte del texto La pérdida de realidad en las neurosis
y en la psicosis:
.. .en la neurosis se evita, al modo de huida, un fragmento de la reali
dad, mientras que en la psicosis se lo reconstruye. Dicho de otro mo
do: en la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstru c
ción; en la neurosis, la obediencia inicial es seguida por un po sterior
(nachtraglich)intento de huida . O de otro modo: la neurosis no de.1
miente la realidad, se limita a no querer saber nada de ella; en la psico
sis la desmientey procura sustituirla .7
Vemos aquí cómo el término "desmentida" aparece en ca
lidad de un acto (leugnen)que describe lo que ocurre en las
psicosis respecto de la realidad. Nótese la ausencia de un.\
relación concreta entre este leugneny las perversiones, aun ,
que sí es consistente la idea de ser algo que no ocurre en
las neurosis. La problemática continúa en el año siguiente
al escribir Algunas consecuencias
psíquicasde la diferenciat.11111
tómica de lossexos,parece perfilarse ahí un esclarecimiento ,
ahora sí, del término Verleugnung.En ese trabajo al t m .11
el tema de cómo ocurre en la niña dicho evento, expn·,.1
lo siguiente:
La esperanza de recibir alguna vez, a pesar de todo, un pene, 1¡;11.il .111
dose así al varón, puede convertirse en motivo de extraíi .1, .,, l 11111, ~.
6
Sigmund Freud, op. cit., tomo XIX, p. 147.
7
/bid ., p. 195.
 1
10 NEUROSIS(i) PERVERSIÓN
de o tro modo incomprensibles. O bien sobreviene el procf!so que me
guMaría designar "desmentida" (Verleugnung) que en la vida anímica
infantil no es raro ni peligroso, pero que en el adulto llevaría a una
psicosis . La niñita se rehúsa a aceptar el hecho de su castración, se afir-
ma y acaricia la convicc _ión de que empero posee un pene y se ve com-
pelida a comportarse como si fuera varón. 8
El texto del Fetichismo( 1927) viene a conformar el punto
donde esta secuencia adquiere un sorprendente sentido, a
partir del cual es posible repensar todas las ocasiones en que
Freud abordó el problema de la perversión, he aquí tan só-
lo un fragmento:
. .. el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que
el varoncito ha creído y al que no quiere renunciar ... 9
Habría aún en10el trabajo La escisióndel yo en el procesode-
fensivo (1938) los elementos que llevan a considerar el
mecanismo de la desmentida articulado al problema de la
castración y la escisión del yo, quedando abierto así en Freud
el campo de la perversión, lejos de poder afirmar que todo
está dicho.
III. ¿QUIÉN PUEDE ESCRIBIR EL DESTINO ...
O DIOS LO HA ESCRITO?
Pretendo cubrir ahora algo jugado en el designio de un nom-
bre que hemos puesto a nuestro trabajo: "los destinos de
los conceptos de Freud en la obra de Lacan". Insisto, nom-
bre que por demás nos juega, quién de nosotros no puede
decir: "me llamo como se les antojó a mis padres poner-
me". Luego-entonces-quiero-corregir un poco el nombre
para este trabajo sustituyéndolo por los desatinos que a con-
•
tmua c10n enumerare.
• I I
Utilicé de epígrafe la frase: "si ella fuera castrable nada
habría por decir ... " Me parece que a través de él es posi-
ble iniciar una serie de cuestionamientos a la luz de lo que
H //,u/.,
1
pp. 27 1-272.
'
10
//,,d , p. 148.
t o m o XX I,
//,,ti , l o m o XX III, pp . 275-278 .
DAVID GILLING 11
en las ponencias anteriores se ha dicho.
El concepto de Verleugnung se articularía de .,lg1111 :i 111¡1
nera a ese significante de la falta del Otro que L.1ra11tli:si¡•
na con la fórmula S(A).¿Qué se puede decir acerct de ne
significante que dará una connotación fálica al sujeto? S1l•11d11
el objeto a la primera Bedeutung, primer referente, lo que-
del pensamiento queda al final de todos los discursos, el )(
(el sujeto), es lo que representa para el significante de do11,
de surgió, un sentido, así todos los significantes serán refe,
ridos a continuación a esa falta del sujeto a partir de la <.u.d
todo discurso se articula. 11
De lo anterior podemos recordar entonces el materna en
el cual Lacan relaciona a este sujeto con el objeto a, llam.1-
do del fantasma:
S O a
Hay una separación que el rombo ve! nos recuerda, ese
objeto a, primer referente, es eso de lo cual nos vemos
separados desde siempre, pero más aún es un lugar que si
llegase a ser ocupado por el sujeto S hace que éste se desv.,
nezca, que no pueda estar, que devenga la angustia de que
dar a merced del deseo del Otro, de ser cagado, expul sado,
matado, dado a la muerte si el Otro lo desea.
¿Es esto aceptar la castración del Otro? ¿Es aceptar qut·
hay una primera sentencia lógica a la cual debe atribuírst·le
la categoría de verdadera? "Ella no tiene, le falta, yo puedo
tener lo que le falta, pero qué le falta, qué desea de 111Í."
Pareciera ser que ésta es la angustia, angustia que no sopo1
ta el perverso, es por eso que a ella no le tiene que f.dt,11
nada. Escuchemos lo siguiente y preguntémono s si serf., 1111
discurso perverso:
La caridad, Eugenia, nace del orgullo, no del altruismo . El q11<'l.1p1,1,
o (} 1k11
tica se sentiría muy ofendido si no disfrutara del aplau so p{il1l11
que lo ensalcen por su generosidad, pues de no ser así h,11í.1" " ,l.1divu
en forma anónima. Además, Eugenia, tenéis qu e compr<'rulc-i l.1\ t''"
secuencias que tiene la caridad: acostumbra a lm poi H i·,
.1 1 ,· ~ il ,11
11
Cf Jacques Lacan, Seminario XIV : La lógica del¡ ;11,1,1111111 ( 11, d,J 1,11v1r 1,¡
bre de 1966).
 'l I NEUROSIS (i) PERVERSIÓN
do111 ·, y de ese modo contribuye a que se agoten sus energías. Cuando
.d~uil'n sabe que le van a dar limosnas, no trabaja; entonces cuando
l l'\,111 de darle dinero, como no sabe por cuál medio podría tener más,
'l' convierte en pordiosero o ladrón. El mejor medio para liberar a Fran-
ti., de sus pobres sería interrumpir la distribución de limosnas y cerrar
todos los asilos. Entonces los indigentes, nacidos en la pobreza, tendrían
que cuidarse de sí mismos y hacer acopio de sus recursos internos para
poder salvarse del estado en que nacieron; el resultado sería una nación
Órmada exclusivamente de gente que SE BASTARA A sí MISMA. 12
Es en un discurso de amo donde el personaje de Sade im-
pugna a su aprendiz a percatarse de la falsa carencia de los
pobres, de una filosofía donde lo negado es la posibilidad
de una falta, discurso que puede cobrar diversos disfraces
y servir a varios amos sabiéndose burlar de una incapaci-
dad de los otros para asumir que en su esencia nada les fal-
ta, ¡salvo darse cuenta de ello!
IV. DE LA PRODUCCIÓN DEL GOCE
Al lado del falo el pene me da pena. La relación, cualquiera
que ésta sea, se remite a encontrar quién es el satisfecho y
quién goza. En efecto se le otorga al pene la importancia
· debida en lo que a su erección concierne, pero ello no lo
es todo: "lo que le falta al pene para ser falo es la mirada
del Otro" dice Piera-Aulagnier en un artículo. 13 Hay siem-
pre algo más que esa unión de cuerpos, ahí en el abrazo
donde el ideal del goce del Otro está presente.
Sin embargo generalmente en ese apareamiento se revela
la heterogeneidad radical del goce macho y del goce hem-
bra y la precariedad de su entrecruzamiento, dice Lacan.
Si a pesar de ello esta exigencia del goce del Otro surge,
resurge, es que la estructura que enunciamos hace surgir,
t·rnerger alrededor suyo la ilusión de un Don. En este inter-
cambio qué está en juego; lo que no se tiene. Es decir se
11
M.uqués de Sade, Filosofíaen la alcoba, en Obras completas,tomo II, Mé-
:xi,u,
11
hll1.1,a, 1969, p. 215.
( f P11·ra Castoriadis-Aulagnier, "La perversión como estructura", en La
/•r,n·1.1w11'Tricb", Buenos Aires, Sudamericana, 1978, pp. 25-50.
l 'Í
DAVID GILLING
produce algo que viene organizado desde un f.111> q11t· , 11 ,,
no tiene y es causa de su deseo, lo cual da paso ,1 In q11ü
ella crea y eso cuando aparece la castración en esa iII l l', 1111.:•
diación de la parte masculina la lleva tan sólo a penk, ne .'
objeto que ella tenía, quedándose así en su goce eSl'lll1,d
Intentemos verlo desde el sentido que en ocasiones M' ll·
da a la sublimación un cierto matiz de mujer, ¿quién cn·,1?,
el que tiene el Don, es decir el que cree tener una especie
de objeto que no tiene y que se le desvanece, el falo 0111111
potente. Cito a Lacan:
Es pues seguramente la carencia del falo en relación al goce quien pro
duce la definición de la satisfacción subjetiva, en la cual se encuentra
demorada la reproducción de la vida. Pero es en la incertidumbre obli
gada en cuanto a los límites del goce que se puede retirar del cuerpo
del Otro, quien arrastra hacia ese más allá de la escoptofilia y dl'I
sadismo . 14
Vale agregar aquí cómo es que para el perverso aparece el
imperativo "¡Goza!" que le viene dado del Otro. Regresa
ré a esto en un último apartado para trabajar algo acerca
de los fantasmas del perverso y del neurótico. Por ahora
sigamos buscando la forma de intercambio que aparece a
raíz de otorgar al goce un carácter de producto, y por lo
tanto de ser algo negoceable (ne-goce-hable). El goce apare
cería de manera subjetiva en el sujeto como efecto del de
seo del Otro, pero da la impresión de que estaría elidido
de ser ese sujeto quien goza. ¿Producen un goce para Otro?
Lacan recurre a Marx para continuar la reflexión:
.. .lo que hace Marx, cuando exhibe la relación del precio con l.1r.di
dad de la mercancía, en la ecuación donde se conjuga valor dl· ll\C>
valor de cambio, para poner seguramente en evidencia que ~u drf,·1111
de 1,
cia engendra una estructura, y, funciona como latente ncct·,.11111
economía política. 15
Pensemos parafraseando a Lacan la siguiente sccut·11ti,1:¡:,1
'1
mero, el sujeto es un hecho de lenguaje, subraycn10, /,,:d,o,
14
Jacques Lacan, Seminario XIV, cit., p. 36.
15
/bid., p. 45.
 '1 ·I NEUROSIS(i) PERVERSIÓN
y recordemos la afirmación de que el inconsciente está es-
tructurado como un lenguaje; segundo, al sujeto, a él, se
le atribuye, se le otorga la función de la palabra, lo cual no
quiere decir que se convierta en amo de ella, salvo cuando
calla; tercero, traigamos el grafo de la pulsión g O D, di-
gamos ahora que cuando el sujeto calla es silente, la pulsión
{la deriva) comienza, está bajo la forma de una demanda
muda. Es decir el acto de silenciarse tampoco lo liberaría
del lenguaje. Recito de nuevo a Lacan:
Si fuera necesario algo para reuhicar a los extraviados en el eje de que
el inconsciente está estructurado como un lenguaje, bastaría recordar
que esos objetos que ponemos ei:iprimer plano, el falo y los objetos
parciales, el inconsciente no los habla, no más de lo que los canta; pero
se encuentra que al producirlos habla de eso;y bajo "de eso" entiendo
significar que entre esos objetos y la sexualidad se tejen relaciones cons-
tituyentes, aquellas de la condensación y del desplazamiento, dicho de
otro modo, el inconsciente habla de esos obttos por metáfora y meto-
nimia de la sexualidad que ellos inducen. 1
Retornemos ahora sobre la vinculación que Lacan hace con
el postulado marxista cuando cita de los manuscritos filo-
sóficos que "el objeto del hombre no es ninguna otra cosa
que su esencia tomada como objeto". Ante lo cual dice que
hay todo el derecho de pensar que es en el campo del psi-
coanálisis donde la esencia propia del hombre deviene ob-
jeto, reconstruido por nosotros en otro nivel, al igual que
lo ocurrido con los etnólogos, y que ese objeto común es
la prohibición del incesto, ley fundamental del sexo. De ahí
que señale lo siguiente:
... el psicoanalista debe darse cuenta que lo que del acto sexual crea
problema no es lo social, sino que viene del hecho de que en el incons-
ciente funciona como un valor de cambio, y es por el sesgo de su falsa
identificación al valor de uso que es fundado el "objeto mercancía". 17
Lacan propone a la luz de esto hacer una sustitución y equi-
para a través de ello el "valor de cambio" con el "valor
II, 1/i,d., p. 46.
1
//,,d, p. 48.
l>AVID GILLING
de goce", lo cual permitiría formular respecto ,1l:1 l~:1~t 1'u
ción que el sujeto no sabría tomar su goce en sí 111i s111f,
,
Teniendo este circuito de equivalencia intente mm; 11·c;1
pitular un poco para buscar el sentido de la recitación l.11,1
niana. Al referir Marx la relación entre mercancía y pn·1 111
dice que es necesario considerar cuál es el tipo de rel.\111'111
que existe entre dos valores otorgados a la mercancía, u 110
de uso y otro de cambio. Lo cual querría decir, que el v,llor
de cambio otorgado a la cosa en el sistema capitalista im
plica una ganancia, debemos pagar más de lo que la cosa
es, pagar un objeto que no se nos da a cambio. Ahí estarÍ.l
el valor de goce en el acto sexual, hay algo que no se d.1.
¿Qué correspondería al valor de uso entonces? Lacan dice
que equivaldría para el hombre la función del toro, dig5
moslo más claro de semen-tal. Para ello basta pensar en las
estructuras elementales del parentesco donde son las muje-
res quienes circulan, es en ellas donde se efectúa la falsa iden-
tificación del valor de cambio. O sea que si el omnipotente
falo circula es porque la mujer lo representa, y si el goce.·
peniano lleva la marca de la castración, pareciera que es de
un modo fictivo para la mujer eso de lo cual goza:
1
... por un curioso rodeo, no es el sexo del toro, valor de uso, qui1·11
va a servir a esa suerte de circulación donde se instaura el orden scxu.d,
sino en la mujer, en tanto que ella es devuelta en esta ocasión al lu¡.;,11
de transferencia de ese valor de goce sustraído al valor de uso, bajo l.,
forma del objeto de goce. 18
Sorprendentemente encontramos en Marx que a la difcre1111.1
que se establece al sustraer ambos valores se le ha dcno1111
nado "fetiche", un valor de uso coagulado y extraído 1111
l.,
agujero en alguna parte, el único punto de inserción de t 111
ideología sexual-, según lo plantea Lacan en ese misrno -.1·
minario. Desde este planteamiento sería prácticanw1111·de
donde tendríamos que iniciar la búsqueda acerca de l.11111 111.1
como se juega en cada una de las distintas mod.,l1d.1dl",L,
estructura perversa.
18
!bid., p. 49.
 'lt , NEUROSIS (i) PERVERSIÓN
V I .A FALSA PAREJA
Deseo apuntar de manera muy breve algo que pudiera ser
pretensiosamente otro destino de lo que ha ocurrido con
una temática nacida del eje perversión en la psicopatología.
Para ello volvamos a la oposición entre estructura per-
versa y estructura neurótica, en ellas encontramos una ar-
ticulación diferencial con el deseo Otro a partir del S (.A).
En el neurótico el deseo giraría en torno de algo que no
se puede articular de ninguna otra forma más que como de-
manda del Otro, recuérdese la frase del cuento de Cazotte
El diablo enamorado:Che Vuoi! (qué me quiere). Así el su-
jeto neurótico que viene al análisis demanda saber lo que
él demanda, lo cual conduce justo a demandar que el Otro
le demande algo. Por otro lado el perverso tan sólo viene
buscando el goce del Otro, y ahí se abriría una cuestión
que no abordaré: ¿hay acto analítico o acto perverso?
Pero también S(.A)nos llevaría a las diferentes posiciones
que en cada una de las diferentes clasificaciones de perver-
sión habría para g ante su búsqueda del objeto a. Me pare-
ce que el caso del fetichismo es justo ese que hasta este punto
más ha sido referido y tan solo intentaría por ahora despe-
jar la otra falsa pareja a la cual no he aludido, la del sádico
y el masoquista. Existe un maravilloso trabajo donde alguien
que no es psicoanalista nos llama la atención para reflexio-
nar acerca de esta pareja, el trabajo es La presentación de
Sacher-Masoch de Gilles Deleuze. Lacan se basa en éste para
redondear el asunto del fantasma en el perverso sádico y
en el masoquista. Deleuze reprocha la poca atención que
se le ha puesto a la obra de Masoch y se preocupa paso a
paso por marcar las distancias existentes en las estructuras
de él respecto a las de Sade.
Haciendo caso de tal llamamiento siento que sería injusto
no incluir en esta ponencia un ejemplo de la obra de Ma-
soch tan poco divulgada. Pero antes quisiera advertir algu-
nos puntos que nos permitirían, según yo creo, discutir
,ll crea del tema al final del trabajo.
FI goce yace fuera del cuerpo, donde debe ubicarse el Da-
DAVID GILLING
sein, no solamente del perverso sino de todo ,11jc111 , l~tfü•
se pone en marcha en el sádico y el masoquist.1, prn In i:;111d
hay que tener bien claro que no se trata de rcmi1 i1'>l' :d du
lor (eso se encontraría en el cuerpo), con el dolo, l''> j11•.i f1
con lo que juega el sádico, pero no opera allí dondl' M· 111e,
duce el dolor de sus partenaires, él opera a nivel del ( )1, ú ,
recordemos cómo los personajes de Sade cogen maldil 1c11
do a los santos. Ahora bien, en tanto que sobre el s.1dit11
opera la desmentida, él no sabe lo que él mismo hace corno
sujeto, de maner 4 que se busca mil interpretaciones. Esto
puede ser profundizado en el trabajo que Lacan incluyr l'll
sus Escritostitulados "Kant con Sade", en el cual a prop<'>
sito de la frase "Franceses, un esfuerzo más si queréis S(.'1
republicanos" se despeja el sentido del imperativo "¡Go
za.I" o "} OUtS. •I" •
Por otro lado el masoquista sólo puede ubicarse, para ir
tras su goce, en la posición de objeto a, pero con la cuali-
dad de jugarse siempre como objeto rechazado. Él asegura
siempre ser menos que nada, para ello recurre a contratos
donde se especifiquen claramente que está destituido de to
dos sus bienes y privilegios, de todo aquello que tenga qur
ver con su función de sujeto.
Preguntémonos entonces acerca de la correspondencia del
sádico con el masoquista, si esta ley biunívoca no tiene m.1s
un carácter imaginario, tal vez si a todo sádico correspon
de un masoquista resultaría evidente lo inevitable de un
mundo sin falta, sin necesidad de nada, lo cual con ironí.,
podemos reprochar. De esta forma hay que buscar modos
distintos de explicación para estas estructuras que se CÍl'l
!Úan. en _categorías que incluyen algo más que el plano
1magmano.
En Lacan se plantean algunos puntos que pueden ser l' X·
puestos de manera breve en la forma siguiente. Dcsdl' que'·
se pueden plantear las cuestiones del masoquismo, 'iit•111l11
éste un concepto que no tiene más referente que l'I d<' l.,
perversión, salvo dentro de las neurosis donde h,ll>1 í., d,
ser muy exacta su función en torno del fantasm.1, <:1111,111
rando el desmontaje del resorte fundamental de In 111 :,·v,~1
IIH NEUROSIS (i) PERVERSIÓN l>AVID GILLING

Me estará permitida cualquier crueldad, incluso, si llego., 111111il ,1111-1

sión, esto es que el sadismo no debe ser visto como un
retorno al masoquismo, recuérdese en F reud el texto de Pe-
gan a un niño, se puede decir que el sádico opera de un
modo más ingenuo al intervenir en el campo del otro co-
mo sujeto del goce, mientras que al masoquista le basta que
el otro se preste al juego. "Sabe él, el goce que ha de obte-
ner, aun cuando el sádico se encuentre esclavizado por esta
necesidad de establecer bajo su yugo del goce lo que enfoca
siendo el sujeto". 19 Así no se da cuenta de cómo en el
juego resulta ser el ingenuo, se hace servir fuera de él; no
existe la posibilidad de otorgar la contrapartida, de asumir
la posición de objeto a, en tanto sólo existe esa posibilidad
a pesar de no ser la buscada, por lo tanto siendo ésta desde
un principio una posición masoquista. Con ello Lacan nos
vuelve a enviar a su artÍculo de "Kant con Sade".
Quisiera cerrar esta presentación con la lectura de un
contrato masoquista, no el de discutir, lo cual es posible
escuchar como una denegación, sino un contrato de los es-
critos por Sacher-Masoch, como lo advertÍ antes.
Contrato entre Wanda y Sacher-Masoch
tendrás que soportarlo sin queja alguna. Deberás trabajar a 1111 ,c1 vi,.,,,
como esclavo, y aunque nade en la abundancia y yo te sonw1,1 ,1pii v.,
ciones y te pisotee, tú besarás sin enojo el pie que te pise.
Podré despedirte en cualquier momento, pero tú no podrás 111.1n li.111t ·
contra mi voluntad y si, por alguna causa intentaras huir me 1Tw110
ces el poder y el derecho de torturarte hasta la muerte misma con todo
tipo de tormentos imaginables.
No tendrás nada fuera de mí; yo lo seré todo para ti, tu vida, tu por
venir, tu felicidad, tu desgracia, tu tormento y tu alegría.
Deberás realizar todo lo que yo te pida, bueno o malo; si llcg.11.1.,
exigir de ti un crimen, será preciso que estés dispuesto a convcrtirtl'
en criminal para satisfacer mi deseo.
Tu honor me pertenece, lo mismo que tu sangre, tu espíritu y tu
capacidad de trabajo. Y o soy tu soberana, dueña de tu vida y de
tu muerte.
Si llegara a suceder que ya no puedes soportar mi trato, o que las
cadenas te resultaran demasiado pesadas, tendrás que suicidarte porque
nunca te devolveré tu libertad.
"Yo me obligo, bajo mi palabra de honor, a ser esclavo de la Sra.
Wanda de Dunaier, tal como ella lo pide, sometiéndome por entero
y sin resistencia en todo aquello que quiera ordenarme."
2
Dr. Leopold, caballero de Sacher-Masoch º

Esclavo mío:
Las condiciones bajo las cuales te acepto como esclavo y te soporto
a mi lado son las siguientes:
Renuncia absoluta a tu yo.
No tendrás más voluntad que la mía.
Estarás a mi disposición como un ciego instrumento que cumple to-
das mis órdenes sin discutirlas. Cuando olvides que eres mi esclavo y
no obedezcas absolutamente en todo, podré castigarte y corregirte a
capricho y sin queja de tu parte.
Cualquier benevolencia o favor que tenga a bien dispensarte, será
una gracia que tú deberás reconocer agradecido. Cualquier acción mía
deberás considerarla como justa; no tendré ningún deber para contigo.
No serás ni hijo, ni hermano, ni amigo; sólo serás un esclavo mise-
rable que se arrastra en el polvo.
Me pertenecerán tanto tu cuerpo como tu alma; aunque esta situación
\l' te haga penosa, deberás someter a mi consideración tus sensaciones
y .,t·ntimientos.
1
20 Gilles Deleuze, Presentación de Sacher-Masod,,Ci'u1h1l,J, l 11d
rrn
I' //,11/., pp. 87-88. pp. 140-141.

V. LA TRANSFERENCIA
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
INTRODUCCIÓN
El inconsciente freudiano se descubre en un acto inaugu-
ral, único, que tiene que ver con una relación transferen-
cia!. Nos estamos refiriendo al "autoanálisis" de Freud, auto-
análisis que leído desde la teoría de la transferencia, deja de
ser tal y se ubica dentro de lo que podemos llamar una tÍpi-
ca relación transferencia! con todas sus vicisitudes.
Lo que es llamado el "autoanálisis" de Freud -llamado
así por él mismo- es simplemente el descubrimiento del
inconsciente, del psicoanálisis. Veamos brevemente esto:
la relación amistosa de Freud y Fliess comienza en 1887 de
una manera fulminante. Esta relación nos interesa ya que
el psicoanálisis no sería lo que es hoy de no ser por la mis-
ma. Porque si bien es cierto que Freud tuvo influencias im-
portantes a lo largo de toda su producción teórica, fue con
Fliess con quien, aún sin saberlo, se analizó creando el mo-
delo de la relación analítica de una vez y para siempre. A
través de los fragmentos publicados de la correspondencia
entre Freud y Fliess podemos seguir de cerca los vaivenes
de una relación transferencia!. F reud coloca a Fliess en el
lugar del que todo lo sabe: el sujeto supuesto saber sobre
sus deseos, sus ideas y pensamientos. Admira a Fliess, cree
i.'n sus insólitas teorías, poniéndolo en el lugar del absoluto
1dt'al, aquel que lo sanciona como sujeto, en el lugar del Otro
dl' la demanda absoluta. "Mi otro yo" lo llamaba y este
lí 11111e de identificación narcisista lo lleva a confundir
c 11 un primer momento de la relación sus propios descu-
(2201
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
bri mientos con los de Fliess. Daremos sólo dos rclc1 t •111 1.1
de la correspondencia entre ambos para ilustrar lo qm· dn 1
mos: "Mi autoanálisis sigue interrumpido; ahora .1dvil'1111
por qué. Sólo puedo analizarme a mí mismo con los rn
nocimientos adquiridos objetivamente (como lo harÍ.\ u 11
extraño); un genuino autoanálisis es imposible, de lo con ·
1
tra rio no existiría la enfermedad (la neurosis) ... " "Dl·,
graciadamente no puedo prescindir de ti, el representantl '.
de1 ' otro ' ... "2
Aun cuando Fr~ud no lo había conceptualizado, lo dice
claramente: analizarse con un otro, como si fuera otro. Y
Fliess sin haber dicho nada y justamente por eso, por su
sola existencia y estando lejos, al movilizar el deseo incons -
ciente, hizo posible lo que hoy conocemos como psicoaná -
lisis. Manonni señala que fue precisamente la ignorancia de
Fliess lo que permitió a Freud dar los pasos decisivos en
el saber sobre el inconsciente. Fliess parodia "el otro yo"
de F reud abriendo así el espacio para que se produzcan las
identificaciones bajo el marco de la objetivación. Objetiva -
ción que posibilita la apertura simbólica de la relación ima-
ginaria de Freud con Fliess. Fliess opera en un doble regis-
tro, ya que a la vez que es el "otro yo" (con o minúscula)
ubicado en el registro imaginario es también figura simbó -
lica, es decir objetivada y estructurante (el Otro). Esta do -
ble dimensión confiere a la "relación amistosa" la capaci -
dad de condensar intensamente tanto al sexo como a la
muerte. Y es en la disolución de esta amistad cuando ve-
mos surgir el deseo que hoy conocemos como psicoanálisis.
Y si nos referimos a este modelo fundante de toda cxpl '
riencia analítica posible, es para demostrar que el psiro,1
nálisis depende enteramente del psicoanalizante. Freta!, l'l
primero, nos muestra centrando en él la totalidad de b cx¡w
riencia, que el analista sólo puede ser tal por la sust it lll i<',11
1 Sigmund Freud, Carta núm. 75, en Obrascompleta
s, wmo 1, l\11, · 11111 A i 1!'~1
Amorrortu, p. 313.
, 1011111 111, M11
2 Sigmund Freud, Carta núm. 119, en Obras compl,•111, d1l l
Editorial Biblioteca nueva, 1968, p. 846.
')) LA TRANSFERENClA
del analizante que fue en su lugar. Pues esa reproducción
de experiencia es lo único que nos permite una relación
diferente con el sujeto supuesto saber. El trabajo que pre-
sentamos es un intento de hacer un seguimiento de este
proceso.
Señalemos pues al empezar; de lo que se trata en la trans-
ferencia es del acceso a un saber inconsciente, por medio
de un rodeo, rodeo en el que el otro es necesario, ya que
toda experiencia del inconsciente se logra como formación
del inconsciente al nivel del Otro. La transferencia nos mues-
tra en acto, caso Freud-Fliess, así como en nuestros propios
análisis personales, que el inconsciente es retomado en el
nivel del Otro, como deseo del Otro, como lugar del des-
pliegue de la palabra -el otro escenario dice Freud. Lapa-
labra del sujeto es su propio mensaje, ya que se organiza
desde el Otro que lo escucha, pues "la acción de escuchar
no es sino la condición de la palabra". 3
Otra cosa. Dos preguntas sirvieron de brújula a la revi-
sión y a la búsqueda que hicimos en los textos. Cuestiones
que quiero plantear al comenzar, no porque las vayamos
a responder sino porque con cada vuelta conceptual hecha,
nos enfrentábamos con ese escollo que hace tan enigmática
a la transferencia.
Por un lado, ¿cómo hablar de un saber que no se sabe,
a menos que se lo suponga saber? Sostenemos en todo el
trabajo que la transferencia se localiza en un tiempo, como
acto del inconsciente, como puesta en acto de una realidad
(sexual) de la que no podemos saber. ¿Cómo relacionar el
saber con lo real?
Por otro lado, ¿cómo interpretar un texto, sien¿ .,. ohe-
rentes con el proyecto freudiano, de atenernos a una lectu-
ra textual, y no a la lectura referencial, puntual, como la
que se hace en este trabajo?
Las preguntas siguen ahí. Lo que se nos aclaró es que to-
do trabajo sobre el inconsciente y sobre la transferencia co-
1
J.Kqucs Lacan, "La dirección de la cura y los principios de su poder", Es-
1111111 1, México, Siglo XXI, 1971, p. 249.
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
mo su forma de acceso caen inevitablemente \,,\Jo k,:i 1) 1,_:,,
tos de su objeto, bajo los efectos del inconsciente . 1'(11' 1.~i;r,
decía Maud Manonni que la teoría es una ficció11, :il¡;o di
lo cual los niños pueden dar cuenta. ·
En cuanto a la modalidad del trabajo. Hacemos u11-..q;11i
miento del recorrido que hace ·Freud alrededor del co1Hl'f'
to de transferencia y las diferenciaciones y aportaciom·., d,:
Lacan. Tanto en la obra de Freud como en la de Laca11,c-. -
tos conceptos están desparramados en varias épocas y en
diferentes articulaciones. Pudimos seguir a Lacan hast.l un
cierto punto, luego se nos escapó. Este límite llegaría ha'it .,
los trabajos de 1964 (Seminario XI), donde se refiere a -.11
aporte específico a la transferencia en Freud: la tesis del su
jeto supuesto saber y el lugar del deseo del analista.
I. RECORRIDO DE FREUD
Recordemos que Freud descubre la transferencia como un
fenómeno clínico que se le presenta de repente, de impro-
viso~ fuera de todo cálculo teórico.
Curiosamente ya lo había descrito en 1900, cuando ex
plica que en el sueño se produce una "transferencia del dt·
seo inconsciente a los restos diurnos, engendrándose así, u11
deseo transferido al material reciente" .4 El uso que le da
a la Übertragunges para explicar el funcionamiento de los
procesos oníricos: los procesos inconscientes se apodn,111
por desplazamiento de aquellos elementos nimios (rest <>.,
diurnos) ocupándolos con nueva significación y sentido p.11,1
el sujeto. Elementos insignificantes que el sueño se enc.11¡;.1
de hacerlos significantes. Es importante que retengamo-. que
estos elementos "vacíos de sentido" son utilizados por d
deseo a través de los cuales se infiltra alterando su scn t II k,
Freud habla entonces de los disfraces del deseo que d1•.,d,
el inconsciente se desplazan hacia representaciom·, .,.11 1111
portancia y logran así saltar la censura.
4 Sigmund Freud, La interpretaciónde los sueños, en 1
/rr ffi, 11,iil
O/n.11111111¡
V, Amorrortu, p. 565. '-
 11
'1 LA TRANSFERENCIA
Desde aquí podemos ya reconocer en este movimiento
la teoría del significante de Lacan. Esta definición de Freud
corresponde a los tropos del lenguaje, definición que abar-
ca todo el proceso en que se constituyen las formaciones
del inconsciente. Es decir, válido para el lapsus, el chiste,
el síntoma, además del sueño. El deseo, disfrazado tras un
elemento nimio, salta la censura y se expresa a través de
estas representaciones. 5
Freud descubre el inconsciente cuando despoja a los sue-
ños de la concepción tradicional, las llamadas "claves" de
los sueños, en las que existe una exacta puntualidad entre
la representación onírica y su traducción. Interpretar los
sueños, para Freud, de ninguna manera implica una traduc-
ción unilineal ni puntual de cada elemento onírico, sino
que apunta a una significación posible, lo que Lacan llama
la significancia del sueño, ya que el sueño alude a un signi-
ficante que no preexiste sino que es la capacidad activa del
relato dirigido a quien lo escucha, lo que creará algun sen-
tido. La significancia sólo puede pensarse como efecto de
la estructura entera, y no como un significado que corres-
ponde unívocamente a un significante.
Pero volvamos a esta historia. En la misma época en que
escribe sobre los sueños, antes aun, en La psicoterapia de
la histeria, Freud utiliza la palabra transferencia cuando enu-
mera los obstáculos que se le presentan en el proceso de
la cura: resistencia al médico, transferencia que acontece por
un enlace falso (espejismo) con el médico. En este momento
no liga aún el concepto de transferencia con la influencia
del médico ni con el poder en la cura.
Es ante el fracaso del tratamiento de Dora cuando vemos
materializarse la significación precisa del concepto freudiano
de transferencia. Freud la define como el escollo más difí-
cil del trabajo técnico. "Son reediciones de las emociones
y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden
1111 ..·nos que despertarse y hacerse conscientes ... lo caracte-
J.1n¡ues-Alain Miller, Cinco conferenciascaraqueñassobreLacan, Ed. Ate-
111·11 .I<· C.1racas, p. 83.
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
rístico es la sustitución de una persona anterior p(), l.1 ¡1e1
sona del médico ... El máximo escollo pasa a Sl'I ,·1.111x1
liar más poderoso. " 6
Y si ubicamos en continuidad la forma en que Fn·ud di'
fine a la transferencia en la Interpretación de los suerim y 1·11
La psicoterapia de la histeria, nos damos cuenta que se 11.11.1
del mismo concepto. Esta sustitución de una persona ,llltl'
rior por el médico, es una sustitución significante, es deci1
se trata del significante del analista más que de su pcrson.1.
Vemos así que ~l momento clave de la transferenci,1 es
cuando el deseo se apodera del analista, quieri atrae haci.,
sí las representaciones reprimidas del paciente, libradas en
el proceso de la cura. Esta primera aproximación nos pcr
mite ya, marcar un punto esencial: "que no hay exteriori -
dad del analista al inconsciente" ,7 pues el analista, dice
Miller, en tanto que opera en la cura analítica no es exte-
rior al inconsciente del analizante, y cada análisis implica
el análisis del propio analista.
Puntalicemos, pues, el descubrimiento clave de la trans-
ferencia: que el psicoanalista como significante, como res-
to diurno, entra en la economía psíquica del paciente. En
ese sentido es que Lacan afirma que el analista es una for-
mación del inconsciente. En la Dinámica de la transferen -
cia de 1912, Freud dice que el paciente "inserta al médico
en una de sus series psíquicas ... en uno de los clichés que
se repiten ... "
A partir del año 1911 (época de los Escritos técnicos)
Freud se dedica a ubicar teórica y técnicamente el problema
de la transferencia, considerándola como el motor del pro -
ceso de la cura. Nos demoraríamos mucho si siguiéramos
a Freud paso a paso en los recovecos de sus elaboraciones.
Digamos simplemente que desde aquí Freud relaciona a l.i
transferencia con cuatro formas bien definidas, agrupándol.t.,
o relacionándolas según van apareciendo en su expcrienri.1
6
Sigmund Freud, Fragmentosde análisisde un casode histeria,rn ( )/11,11 , u111
pletas, tomo VII, Amorrortu, pp. 101 y 103.
7
Jacques-Alain Miller, op. cit., p. 85.
 1 '"
LA TRANSFERENCIA
línica. Transferencia ligada a la resistencia, transferencia
t
identificada a la repetición, transferencia y sugestión y amor
de transferencia. Lacan diferencia cada uno de estos térmi-
nos dando a la transferencia el lugar de concepto funda-
mental (junto con pulsión, repetición e inconsciente). 8
Veamos cuáles son estas diferenciaciones.
II. SUGESTIÓN Y TRANSFERENCIA
Freud define a la sugestión como la forma en que una perso-
na influye a otra mediante los fenómenos transferenciales.
No se hace clara la diferencia entre ambas. La transferencia
es tambien una sugestión. Lacan sin embargo, distingue un
término de otro y lo hace en función del modo en que se
maneje el problema de la demanda. Y así nos dice que la
transferencia es también sugestión ''pero una sugestión que
no se ejerce sino a partir de una demanda de amor, que no
es demanda de ninguna necesidad". 9 De ahí que satisfacer
o frustrar la demanda reduce la transferencia a una sugestión.
Todo el proceso de la cura se da por medio del análisis
de la demanda, única forma que tiene el deseo de vehicu-
lizarse, de desplazarse. Y si consideramos que lo más im-
portante en cada tratamiento es preservar el lugar del deseo,
esto sólo es posible preservando los efectos de la demanda.
Cada vez que un sujeto habla se actualiza una demanda en
la que se filtra algún deseo, deseo que proviene de un más
allá de las necesidades y a la vez resta a la demanda un más
acá, al pedir una presencia absoluta que coloca al demanda-
do en una imposibilidad radical para satisfacerlo ... evo-
cando, dice Lacan, "la falta en ser bajo las tres figuras del
nada que constituye el fondo de la demanda de amor, del
odio que viene a negar el ser del otro, y de lo indecible de
lo que ignora en su petición". 10 ¡Las tres grandes pasiones
,1n udadas en la demanda!
H C/ Jacques Lacan, Seminario Xl· Los cuatro conceptosfundamentales del
o,1111Íltsis.
¡111,
1
'IC)),1n¡ues
//11,/ Lacan, "La dirección de la cura ... ", en Escritos I, cit., p. 266.
MARIA EUGENIA ESCOBAR
Detengámonos más específicamente en la dt·111,1111l.1 d,
amor que es lo que nos interesa. El amor se imu dw .d,1
en la incondicionalidad del deseo. Lo que se desea t·,t' 1 , I,
seante en el otro y eso sólo puede darse si el sujeto es dt·,1¡;
nado como deseable. Es de esto de lo que se trata en l.1d1:
manda de amor, ya que si el amor es dar lo que no se tit't1e,
uno sólo podrá amar presentándose como alguien qut• 1111
tiene y por eso desea. El amor implica el dominio del 1111
tener, y por eso se pide, se demanda. Recordemos que súlo
ama el que puede hablar, hablar para ser escuchado.
Por eso mismo, ¿cómo responder a la demanda de ser am.,
do como ideal, sin caer en la impostura del engaño y l.,
sugestión? Mantener este engaño implica desconocer la di ,
visión fundante del sujeto, situación sostenida por !.'I
discurso del poder (discurso del amo) destinado a dominar,
a fascinar.
La primera consigna es no responder a la demanda de
amor. La transferencia es en sí misma un análisis de esta
sugestión, en la medida en que coloca al sujeto respecto .,
su demanda en una posición en la que recibe, no una res
puesta del otro, sino la vuelta de su propio mensaje, la vuelta
de su propio deseo.
Por otro lado, la demanda de amor es una regresión. As(
la describe Freud en Psicologíade las masasy análisisdel Yo,
considerando a la identificación como lo que reemplaz., .1
la elección del objeto. "La elección del objeto regresa ha..,t.1
la identificación. " 11 Y este tipo de regresión es la salid., .ti
problema de la sugestión. "La identificación con el objl't <>
como regresión, porque parte de la demanda de amor, .,lm·
la secuencia de la transferencia (la abre, y no la cien ,1),1,
sea el camino por donde podrán denunciarse las idc111 if11.,
ciones que deteniendo esta regresión le marcan el p.1,0 " 1
De este modo, la llamada regresión que se pone t·11 1111•¡:11
en los análisis es una regresión temporal, como ti<.'ll'IH'«I,
la rememoración, y alcanza sólo a los significantt·, 1k d,
11
Sigmund Freud, Obras completas, tomo XVII!, An11111rn111 , I'• 10 1
12
Jacques Lacan, "La dirección de la cura ... ", en /\111/m 1, ,;i1,, ¡
, 'H LA TRANSFERENCIA
m.lndas orales, anales, etc. "Pues la regresión no muestra
otra cosa que el retorno al presente de significantes usuales
en demandas para la cuales hay prescripción." 13
Por otra parte, la hipnosis como caso extremo de la su-
gestión nos permitirá marcar mejor la diferencia radical en-
tre la fascinación y la operación de la transferencia. Lacan
lee Hipnosisy enamoramientode Freud (Psicologíade las ma-
sas), señalando la diferencia estructural que hay entre i(a),
objeto definido narcisísticamente y el a como función,
diferencia que marca el límite entre el amor y la hipnosis.
Mientras que la hipnosis opera como en la fascinación
colectiva de las masas sobre un líder, colocando el a en el
lugar del I (Ideal del yo); la mirada del hipnotizador opera
como objeto a, produciendo la confusión entre este objeto
y el significante señalador de ideales supremos.
El psicoanálisis nace justamente de la oposición a la hip-
nosis, pues la transferencia opera en un sentido exactamen-
te contrario. La operación de la transferencia consiste en
regular la distancia entre el lugar donde el sujeto se ve como
amable y "ese otro punto donde el sujeto se ve causado co-
mo carencia por a, y donde viene a tapar la hiancia que cons-
tituye la división original del sujeto" .14
Ahora bien, como a no puede franquear la hiancia, pues
sólo aparece en el campo del narcismo especular, la trans-
ferencia opera haciendo reconocer ahí la carencia del sujeto.
Dicha operación es posible en la medida en que el analista
que es llamado a ocupar el lugar de I, ésta es la demanda
del paciente, declinando a ese iugar, aísla el a siendo él mis-
mo soporte del a separador. De este modo la transferencia
es conducida de la demanda a la identificación. Pero como
el analista soporta un deseo que es una incógnita para el
paciente, opera en sentido totalmente inverso a la identifi-
cación, produciendo un franqueamiento de la misma.
Se trata de un más allá de la identificación, franqueamiento
que plantea el espinoso problema del más allá del análisis,
11
J.,n ¡ucs Lacan, EscritosI, cit., p. 249.
11
Lacan, Seminario XI, p. 273.
J .11<)\ll 'S
MARÍA EUGE NIA ESCO BAR
del fin del análisis, señalado por Freud como prnblrn1 ;1 1J11
1937. Cuestión que sólo podemos aquí señalar, ,\bo1 d.11 ·k,
nos desborda.
III. TRANSFERENCIA COMO RESISTENCIA
La resistencia es un concepto que atraviesa toda la obra de
Freud, y es abordado desde diferentes niveles teóricos y rn11
una aplicación clínica concreta. Pensamos sin embargo qur
si tomamos el con'cepto tal como aparece en los comienzos
de sus elaboraciones en Estudiossobrela histeria (1895), en
Proyectode psicología(1895) y en la Traumdeutung (1900),
junto a como aparece al final de su obra Análisis termina
ble e interminable (1937) nos encontramos que mantiene el
mismo concepto en un doble nivel, pero desde una misma
definición "la resistencia es todo aquello que se opone al
trabajo (analítico)". El doble nivel que notamos es el siguien-
te: por un lado como impedimento al trabajo de la reme-
morac1on . ' en e1proceso de 1a cura, este
' sena' e1caracter' es-
pecífico que le da Freud, ubicando a la resistencia como un
fenómeno que aparece en la práctica clínica. El segundo ni
vel sería aquel que tiene que ver con la estructura misma
del aparato psíquico, es decir una imposibilidad radical dt·
los procesos inconscientes para manifestarse libremente e11
la conciencia. Veamos en detalle estos dos niveles.
Detengámonos primero en la forma en que aparece t ' ll
la estructura de las formaciones del inconsciente y tonw
mos por ejemplo la formación del chiste, donde Frcud ex
plica que para que un chiste se produzca debe cancd.11 h1
investidura de inhibición. Es decir, el chiste para lov.1,11 si•
debe superar esa resistencia a la que Freud llama re~iw·w ifl
interna o resistencia de los procesos psíquicos (O. C., t 111110
VIII, Amorrortu, p. 177). Es decir, de lo que se 11.11.1 p;11
Freud es de una barrera de resistencias en el nivl'I 1k l.,
catexias (investiduras). Freud insiste en que el ,i-.1r111 ,1 p hi
funciona a nivel de descargas, si se trata de l.1rd 11d c'u1lun
el mundo exterior, pero tratándose de catexi.,i. ha, · 1111 1\ l
 1
10 LA TRANSFERENCIA
rrera a la descarga. Recordemos la metáfora de las "capas
Je cebolla" y los límites del pasaje de una capa a otra. Esta
función de obstáculo y filtro que Freud ubica en el sistema
tampón (cf el Proyecto) como lugar originario del yo (siste-
ma psi) en el sentido de dejar o no pasar aquello que del
inconsciente se transmita, como fenómeno resistencial, es
a la vez la única forma de aprehender los efectos del incons-
ciente que de otra manera serían inaprehensibles. Freud es
claro respecto a esto, la resistencia como instrumento es lo
que nos permite desenmascarar un retoño del inconsciente
(0.C., tomo V, Amorrortu, p. 511) marcando además que
el inconsciente tiene sus propias vías de emergencia (sus pro-
pias leyes) independientes de aquello que lo interrumpe.
Finalmente Freud ubica a la resistencia en un lugar más
allá del yo, refiriéndose a una resistencia radical de los pro-
cesos inconscientes ligados a la compulsión a la repetición.
Ahora bien, para pensar la resistencia en el trabajo del
sueño, la cosa se complica un poco más, pues es más fácil
ubicar a la censura como la barrera selectiva entre los siste-
mas. Veamos sin embargo lo que propone Lacan como
lectura. Decíamos que Freud reconoció en el proceso del
sueño las formas mismas del lenguaje: condensación y des-
plazamiento, definiendo así a la transferencia como el
desplazamiento de un deseo sobre un elemento nimio, un
resto vaciado de sentido. Transferencia y sueño, ambos
reducibles a la estructura del lenguaje de donde la resisten-
cia aparece también como un hecho de discurso. Freud se
refiere en la Interpretación a la resistencia a la irrupción de
pensamientos oníricos en la conciencia. Resistencia sólo lo-
calizable en el relato que el paciente hace de su sueño. Se
tr ata, de una resistencia al pasaje de un significante a un sig-
nificado: no existe univocidad entre ambos, aun cuando el
sueño sea interpretado. Lacan localiza esta resistencia en la
h,lrr a que escinde el significado y el significante, cuando sub-
vÍl'rte el algoritmo saussuriano. Hay pues, una resistencia
<flll' corr esponde a la propia estructura del lenguaje que ha-
11 · 1111po sible la unión del significante al significado. No se
1,·,11,1 dl' que el yo de "mala fe" se resista, sino que es una
11
MARÍA EUG EN IA ESCO BAR
estructura inherente al lenguaje la que resiste. 1k ,tl11qu,
las únicas resistencias sean las del analista, partl' di' c:,,1 ,•
tructura en su posición de escucha.
En cuanto al primer nivel, la resistencia en la cura, F,t·11d
dice que lo que no se puede recordar se repite en arto, t:11
conducta, marcando a la transferencia como esencial111t·111t·
resistencia!. Desde aquí Lacan se refiere a la operación dt·
la resistencia en la estructura del inconsciente, que co1110
tal se articula con lo que veíamos respecto a la resistcm 1,1
del aparato psíquico.
Comienza marcando que la transferencia, tal como la dr·s
cribe Freud, tiene que ver no con la apertura del incons
ciente, sino con su cierre. Cierre que tiene relación como
tal con la salida del inconsciente, en cuanto que el mismo
opera por medio de la pulsación temporal. 15
Veamos de qué se trata: esta pulsación temporal radica
en que el significante a diferencia del signo, petrifica al su
jeto (lo mortifica), y al mismo tiempo le impulsa a decir,
a funcionar, a hablar y a demandar. Se trata de la Aujh('
bung hegeliana a la que se refiere Freud en "La negación"
(1924). Para explicar la apertura y el cierre del inconscien
te, Lacan propone en el Seminario XI una figura topoló~i
ca llamada esquema de la nasa, esquema que subvierte l.1
concepción tradicional de un inconsciente como alforja <>
depósito cerrado al que hay que acceder desde afuera . Es
una estructura de orificio de borde. Este orificio se obt u r .,
(en la transferencia) por un objeto (el a minúscula) que du,
pado, aspirado por el esquema implica el cierre del imo11,
ciente. Esto que obtura el esquema, sería como una e-.¡w¡1t11
donde el sujeto puede acomodar su propia imagen t ' ll t 1 ,1
no a lo que aparece en a, tal como veíamos que pas,lh,1t n11
la sugestión y la hipnosis. Aun cuando Lacan considc, t' .d
esquema de la nasa como insuficiente -como lo <.''i trnl,,,
quema dirá- éste le permite decir: "La transfrn ·,111.1n 11
la vez obstáculo a la rememoración y prcsentifi, ,1111111 cli:-1
cierre del inconsciente, que es falta, siempre <.'ll l'I 111,,1.-H
' rl
15
!bid., p. 221.
 ,,,
LA TRANSFERENCIA
1o preciso del buen encuentro. " 16
Y esto es justamente el carácter paradójico de la transfe-
rencia, lo que conocemos como su carácter bifásico; es lo
que señala Freud al situarla por un lado como el mayor es-
collo del trabajo técnico, en cuanto que obtura, interrumpe
las asociaciones del paciente, y por el otro, su mayor aliado
en la cura en cuanto que porie al inconsciente en la actuali-
dad de una sesión.
De igual modo la interpretación, al tener que ver con la
transferencia, también presenta un carácter contradictorio.
Porque, por un lado, el efecto de la transferencia es el amor
(localizable sólo en el campo del narcisismo), amor que fun-
ciona como engaño, y por lo tanto se opone a toda reve-
lación posible, siendo éste su carácter resistencial; y por el
otro sabemos que debemos esperar este momento para in-
terpretar, sabiendo que al mismo tiempo cierra al sujeto el
efecto de la interpretación.
Y todo análisis pasa por esta paradoja, ¿interpretar la trans-
ferencia desde la transferencia misma, fe y desengaño anu-
dados? El analizante confía en que el saber del analista lo va
a curar, y el analista está ahí para desmontar esta garantía
de saber ficticio que le imputa el paciente. Nasio señala que
esta paradoja se redobla, ya que cuando el analista intervie-
ne confirmará que en algún lugar el saber existe, cuando
que la dirección de la interpretación es justamente la de de-
sarraigar dicho supuesto saber. 17
En la neurosis de transferencia el analista sólo puede in-
terpretar desde la posición que le confiere la transferencia,
y esto conlleva el riesgo de la sugestión. Riesgo que tiene
que ver con la teoría que debe dar cuenta de esto. ¿Se trata
de una aporía teórica?, ¿o es la aporía del inconsciente la
que hace a la teoría imposible? ...
Todo esto lleva a decir a Lacan que el problema es que
l.1tran sferencia engendra en sí misma un límite irreducti-
1,. //,,d.' p. 152.
1
11111, 1l'IHO
1>.1.vid Nasio, La voz y la interpretación, Buenos Aires, Ed. Nueva Vi-
MARÍA EUG EN IA ESCO BAR
ble a la interpretación, y propone tratar a la 1111\111.1 c11111;
·,
lo que es: un nudo.
Ahora bien, este efecto de amor que producl' l.111,111 sl1
rencia fue conceptualizado por F reud al hablar de l.i 11k11
tificación en Psicologíade las masas. Y no se trata de l.i 1d1·11
tificación primaria, sino a la que ésta sostiene, es dt·t 11 1•1
punto del Ideal del yo, desde donde el sujeto se ver:1 t 01111,
visto por el Otro, situación atrapante pero satisfactori,1 d1·\
de el punto de vista del amor. Amar es sólo pretcmk-i \(;1
amado. Situación de espejismo, porque el gran probk-111,1
del amor, dice Laéan, es que lo que a uno le falta no l'S In
que el otro tiene, sino que hay entré ambos un precipirn>
insalvable. Aparente callejón sin salida, al que Lacan pro
pone sin embargo una, remitiéndonos a lo que enseña S<',
crates, quien declarándose ignorante, nos da sin embargo
la lección sobre la transferencia y su manejo, en el sentido
que da un modelo al objeto del deseo. ¿Cómo lo hace? ...
ofreciéndose como lugar vacante ante las demandas y de
seos de Alcibiades, para que de esta forma el deseo se real i
ce como deseo del Otro, mostrándonos así, la función de
la falta. El amor sólo se puede articular a esa falta, pues del
deseo sólo puede haber eso. 18
Es realmente bello el análisis que hace Lacan del Banq111·
te de Platón (Seminario VIII) donde analiza la naturalez :i
del amor en lo que ésta se articula a la transferencia . El t·s
quema del enamoramiento que ahí propone es el siguie1111 ;;
" el ideal del yo fijándose en el objeto del deseo, ve .1Iye,
ideal". De lo que se trata es de amarse uno en su yo idc.d,
y esto se produce por medio de la identificación .
Volvemos nuevamente al nudo que la transfere11li.1 pl.111
tea, nudo donde se ligan amor y muerte provenie1llc\ de
lo imaginario de la identificación. La transfercná1 e-. 11w1.1
fora de la falta, y por eso su límite irreductibk, su n-l.111011
con lo real.
18
Jacques Lacan, Seminario VIII:La transfererm ,1, 11111111
·11

'\.i LA TRANSFERENCIA
1V. TRANSFERENCIA LIGADA A LA REPETICIÓN
La repetición también plantea problemas teóricos, en el sen-
tido de que se la suele fundir o confundir con otros con-
ceptos. De ahí la necesidad de diferenciarlo en su carácter
específico primero, para ver luego por qué la transferencia,
desde Lacan, no es la repetición.
No es igual repetición que reproducción, en el sentido
de la búsqueda lineal o fiel de los recuerdos catárticos; tam-
poco es el retorno de lo signos que corresponde a la reme-
moración, y que está determinada por la estructura del
significante.
La repetición ( Wiederholung) tiene que ver con la reme-
moración pero en el sentido que ésta tiene un límite, lími-
te que se llama lo real. La repetición tiene que ver con este
límite de la rememoración, con este real que "no cesa de
no inscribirse", que circunscribe toda repetición, porque
lo real está más allá del retorno, más allá de la insistencia
de los signos.
Y eso que no termina de no inscribirse, aunque insista
por hacerlo tiene que ver con la esquizia misma del sujeto
dividido por el decir. No habrá nunca un encuentro entre
repetición y repetición, el significante no tiene repetición
posible, siempre que se repite es otro. Los significantes no
pueden encontrarse ni identificarse. Siempre será un encuen-
tro fallido y lo que se repite es el fracaso de un encuentro
imposible. Esto, porque el objeto que se busca encontrar
y decir no está sino marcado por su ausencia, por su falta.
De esta manera la repetición como búsqueda de la ilusión
totalizante fracasará siempre. De ahí que se plantee que lo
real es cómplice de la pulsión, donde la carencia radical im-
pide los buenos encuentros.
Nasio escribe una frase que marca esta aporía de la repe-
tición que tiene que ver con la del inconsciente: "la repeti-
19
t ión es repetición de algo que no era", en la repetición
li.,y algo que se mantiene igual y hay algo que cambia. Es-
1'1 J. 1>.1V
1dN:isio, op. cit., p. 37.
1\
MARIA EUGENIA ESCOBAR
to quiere decir, que hay algo que queda excluido de la repe-
tición, que estando fuera del tiempo y resistiendo a una
inclusión en el significante, es a la vez causa y resorte de
la misma.
Por otro lado, está lo nuevo, lo creador que producen los
tropos del lenguaje: metonimia y metáfora, que tienen que
ver con el orden simbólico. Queremos decir que lo que se
repite es la divergencia radical entre el deseo y la demanda.
Resumiendo diremos que la repetición no es simplemen-
te estereotipia de la conducta, sino repetición con respecto
a algo siempre fallido, y que por lo tanto demanda siempre
lo nuevo.
Aclarado esto podemos empezar a plantear la diferencia
que marca Lacan entre transferencia y repetición. Desde el
comienzo Freud opone agieren (actuar) a erinnem (recor-
dar), enfrentando a ambos términos como dos formas de
hacer retornar el pasado del paciente. La primera definición
de transferencia es aquella que enuncia en relación al caso
Dora: "Dora repitió en acto lo que no pudo recordar." Es
lo que hoy se traduce como acting-out, es decir la transfe-
rencia sin análisis. Pero tal definición de Freud, que es la
que se conserva a lo largo de toda su obra, no permite ver
claramente cuál es la especificidad de la transferencia con
respecto a la repetición.
Tomando la célebre frase de Freud de que "no se puede
ajusticiar (matar) in absentia o in effigie" ,20 Lacan trabaja
lo que considera que tiene de real la transferencia así defi-
nida por Freud, haciendo hincapié que todo acto implica
algo de real difícil de aprehender ya que escapa al campo
de lo simbólico. Esta formulación freudiana le sirve ade-
más para precisar dos aspectos importantes en la transfe-
rencia. Por un lado, destaca la referencia a lo imaginario
en cuanto que no se trata de la sombra o imagen de un pa-
sado que vuelve tal cual, sino que tiene que ver, más bien,
con el dispositivo engañador que implica el resorte del amor;
º Sigmund Freud, La dinámica de la transferencia,en Obras completas,to-
2
mo XII, Amorrortu, p. 105.
2:16 LA TRANSFERENCIA
por el otro lado, remarca la relación entre la ausencia y la
transferencia, ausencia o hueco que sería su causa y motor.
De ahí que toda la ambigüedad que pueda implicar la rea-
lidad de la que trata en la transferencia, hay que ligarla con
lo real de la repetición, lo real del encuentro fallido, liga-
zón que no debe implicar confusión de conceptos. En ese
sentido no se puede confundir la repetición con el conjun-
to de efectos de la transferencia.
Si la transferencia fuera nada más que repetición, sería una
repetición eterna del mismo fracaso, y por lo tanto no ser-
viría más que para restituir la continuidad de una historia
en forma sincopada. "Vemos pues que no podría bastar que
la transferencia, como modo operatorio, se confunda con
la eficacia de la repetición, con la restauración de lo oculta-
do en el inconsciente, incluso con la catarsis de los elemen-
tos inconscientes." 21
Esto nos permite distinguir radicalmente un término de
otro. En la transferencia paradójicamente "no se trata de
algo fantasmático que venga del pasado, sino que se trata
de una realidad por escuchar"22 y esto porque no se puede
eliminar de la transferencia lo que la constituye: que todo
lo que se manifiesta ahí tiene que ver con alguien a quien
uno habla. Y ésta es la frontera entre transferencia y repeti-
ción la cual está ligada a la cadena insconsciente del sujeto.
Tengamos presente aquí que para Freud, lo más inquietante
de su descubrimiento radica en el carácter de tiempo pre-
sente del inconsciente que devela la transferencia. Es,
podemos decir, una presencia en acto, algo creador. "El
paciente repite en transferencia una necesidad falsa, hace
tiempo superada, por eso la transferencia es una ficción. El
sujeto finge, fabrica algo." 23 ¿Para quién?, nos pregunta-
mos: Y la respuesta es una sola: para aquel que lo escucha,
pues todo fenómeno del inconsciente aparece referido a ese
otro que está ahí, es decir el analista.
11
Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, cit.,
p l'lO.
n j.1rqucs Lacan, Seminario VIII: La transferencia, p. 55.
/.\ 1/,,d,p. 'i3,
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
Remarquemos entonces que no se trata de la repl't tl 11111
de una cosa ya ocurrida, sino más, que por su misnu 1111
ma no "es sombra de los antiguos desengaños del an11>1,
sino aislamiento en lo actual de su puro funcionamiento
de engaño" .24 El paciente se enreda así en el deseo del an;l
lista, desea engañarlo y lo hace haciéndose amar por él, pro
poniéndole la falsedad esencial que hace al amor.
Se puede decir por lo tanto que detrás de este amor (de
transferencia) lo que encontramos es la ligazón del deseo
del analista al deseo del analizante, esto es, la forma en que
el deseo del paciénte se "encuentra" con el del analista.
Pero, ¿cómo hablar de encuentros si decíamos que sólo los
hay fallidos?... Para seguir adelante necesitamos referirnos
a la relación entre analista y analizante, es decir a lo que
pasa entre el sujeto y el Otro.
La relación del sujeto con el Otro se engendra en un pro-
ceso de hiancia ya que de no ser así todo sería en lo real
sin diferenciación posible. Para explicar esta concepción del
g (sujeto dividido) articulado a la relación con el Otro (de-
senvuelta por el Otro), Lacan utiliza como algoritmo un
rombo pequeño -el vel- integrándolo a la fórmula del fan-
tasma (g O a) y a la del anudamiento de la pulsión y la
demanda (g O D). El rombo remite a una relación dialéc-
tica entre ambos términos de las fórmulas. Es la primera
operación esencial en la que se funda el sujeto, nos referi-
mos a la alienación del sujeto al significante del Otro. El
rombo indica una suerte de unión-disyunción donde el su-
jeto desaparece siempre que intente fijarse en cualquier pun -
to de dicha relación, p~es el significante tiene un efecto afa
nísico sobre el sujeto, produciendo en éste su desaparición
letal. Y este punto de equilibrio álgido que es el lugar del
vel expresa que no hay surgimiento del sujeto a nivel dl'I
sentido más que por su afanisis en otro lugar (lugar dt·l
inconsciente). 25
El recubrimiento de dos carencias expresado por l.1i11
: .. Jacques Lacan, Seminario XI, p. 258.
25
/bid., p. 216.
 '18 LA TRANSFERENCJ.\
tcrsección de los dos lugares -el del sujeto y el sentido en
el Otro- que indica Lacan al usar el vel, articula una ope-
ración lógica que implica dos elementos: a] la no-
reciprocidad que denota que el proceso circular entre el su-
jeto y el Otro es disimétrico, donde la única salida posible
es la vía metonímica del deseo; y b] la torsión en el retor-
no, o retorno del vel alienante esencial para efectuar la trans-
ferencia, en el sentido que el sujeto, al no encontrar los
objetos que busca, vuelve al punto esencial que es su caren-
cia fundante (la carencia que instaura su afanisis).
Vemos así, que la desaparición letal en la que se manifies-
ta el sujeto va unida a la separación (hiancia) del Otro. Y
en ese sentido la carencia soportada por el sujeto va a ser
reencontrada en el otro por la propia definición del deseo.
Por eso la dialéctica de los objetos de deseo en tanto que
promueve la unión del deseo del sujeto con el deseo del Otro
-que para Lacan es lo mismo- implica una dialéctica que
necesariamente no puede ser respondida, sino vehiculizada
a través de las redes del deseo.
El sujeto gesta constantemente lugares (por medio de la
fantasía) para ubicarse con relación a sus objetos, ubicación
que lo enfrenta siempre con la pregunta por el deseo del
Otro y donde la ubicación del deseo al nivel del Otro, le
hace imposible reconocer el suyo propio. El deseo es el eje,
el pivote que se encuentra causando la transferencia, pues
el motor de la misma es un hueco, la falta fundante. Y el
fantasma es el correlato imaginario del deseo, su puesta
en escena.
Tratemos, pues, de profundizar más en la estructura del
fantasma. Decíamos que el eclipsamiento fundante del su-
jeto (su afanisiso fading) confería, como acción, la estructu-
ra del fantasma. Se trata de ese acto que produce el decir,
donde el sujeto marcado por su relación con el discurso so-
porta una falta irrecuperable a nivel de las palabras. Decía-
mos también, que todo acto humano encierra un irreducti-
ble que no pasa por las palabras, porque no hay metalen-
guaje que dé cuenta o explique una demanda. "A nivel de
1:is palabr as no hay acción que transcienda los efectos de
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
lo reprimido" (La transferencia,inédito, mimeo., p. 1•IH)
l~n ese sentido Lacan señala que sólo algebraicamentc puc
de formular al fantasma (S O a), pues para el sujeto supo
ne un lugar indecible.
La acción analítica es una tentativa de responder a esa es
l ructura del inconsciente que se manifiesta ahí en el fantas
ma. Inconsciente que por la represión originaria (ese acto
que produce el S) participa en lo más opaco de lo reprimi -
do, aquello que bordea lo real y como tal se conecta con
la acción humana, tal como la describíamos.
Sigamos a Lacan una vez más, haciendo trabajar a la
fórmula del fantasma en la situación analítica. Cuando nos
referíamos a la demanda, veíamos que el paciente en un pri-
mer momento ponía al analista en un lugar de supuesto tener
aquello que él como deseante buscaba. La acción analítica
se desarrolla en la propia metáfora del amor que constituye
a toda situación amorosa, es decir, la sustitución de los lu-
gares del fantasma, por el deseo mismo.
Tal como propone Lacan (Cf Seminario VIII) la metáfo-
ra se constituye cuando el amador (Stachado, deseante por-
que le falta) al preguntarse ¿qué quiere el otro?, se pone
en lugar del a como deseable. El amor tiene que ver con
esta metáfora, es decir, es a partir de la pregunta por el Otro
que uno logra ubicarse. El paciente que viene a análisis lo
hace desde una posición fundamental, que se refiere a la pre-
gunta por el deseo del analista.
Lo que le interesa al g es el objeto del fantasma, único
punto privilegiado capaz de fijarle, de anclarlo: deseo fcli
groso y angustiante ya que está regimentado en el nive del
goce. Objeto huidizo además, que no es transmitible, ni in
tercambiable, y aunque sólo figura en el horizonte del f.t11-
tasma, sirve, no obstante para constituir los objetos intt·,
cambiables, los llamados objerns socializados que vic1w11,1
ocupar su lugar. Lugar de cualquier objeto que no llcg.1 .1
coincidir nunca con el objeto del fantasma, pues l.1l11,11111.1
entre el objeto del deseo y el objeto socializado set c_,11-.t1, ,1
para siempre. Y esto tiene que ver con ese si~11il11 ,1111n l'!d
tante que el sujeto intenta en vano encont 1 ,11 (' 11 1:I 1,bj(•1"
 l ,fQ LA TRANSFERENCIA
Es por eso que le propio de la acción analítica es acom-
pañar al sujeto en la búsqueda y en la aprehensión de su
relación con el significante, es decir el modo en que con una
pregunta se relaciona el sujeto con su ser. Pues de lo que
se trata en un análisis, no es de ninguna manera de señalar
al paciente un supuesto objeto que lo colmaría, sino el sig-
nificante faltante. Y esta operación es posible en la medida
en que el analista salga del lugar en que fue puesto por el
paciente (el a), para ocultar la posición de g (sujeto caren-
te), ser que "calla por su falta en ser" para poder estar en
el sitio donde el paciente se somete a los significantes de
su propia demanda: g O D. Y para llegar a este punto, no
basta sólo el análisis de los contenidos del inconsciente, si-
no el pasaje por el fantasma, lugar donde el sujeto se en-
frenta con su propia pregunta ¿que vuoi? situación esta que
se desenvuelve a través del deseo del analista -como vere-
mos en el siguiente punto- que opera durante el proceso
de la cura como punto de conjunción y frontera (el ve[) lu-
gar donde chocan el campo de la demanda y la imposibili-
dad de la realidad sexual.
Vemos pues que la situación analítica comienza con un
malentendido: el supuesto que el analista sabe y tiene lo
que el paciente busca. Situación esta que es develada duran-
te el proceso analítico, donde el analista pasa de ser objeto
a, a implicarse en el fantasma, pasando por el remolino del
ve!, para terminar colocado en el lugar del S, lugar del de-
seante puro. Se trata de ese lugar donde se produce siempre
la función deseante que es ocupar el lugar del deseable. Y
es Sócrates, como veíamos antes, quien logra ocupar ese lu-
gar puro de deseante, ya que se abstrae, se escamotea en la
relación con Alcibiades, de suponerse deseable. Pues si el
deseante dice algo de sí mismo, se esfuma como deseante,
ya que lo que define a ese lugar como puro deseante, es que
cualquier intento de decir, es pura impotencia, pues hablan-
do se coloca en el plano del pedido, de la demanda, y eso
ya no es el deseo.
Resumiendo, podemos decir que el desciframiento de la
1, .111.sfcrcncia
conlleva
que el sujeto pueda aprenderse ahí
MARÍA EUGENIA ESCOBAR
como objeto privilegiado, donde el Otro imagiruri.11111 ~1111
desfallece, y el analista entra en el lugar del S, aquel q111· 1: 11
la fórmula ve al a. Es decir el analista debe ser capaz dt· 11111
cionar como vigilante del objeto del deseo del Otro.
V. SOBRE EL DESEO DEL ANALISTA
Tal como venimos sosteniendo, la transferencia es un fr
nómeno en el que están incluidos juntamente el analizantl'
y el analista. Se trata de un fenómeno esencial ligado al de
seo como experiencia nodal del ser humano. Deseo, que si
bien fue descubierto mucho antes que Freud, fue reubica
do por él a partir del problema de la falta. El deseo es falta,
nos enseña. Para Lacan esa falta se convierte en el deseo
de un deseo, es decir, deseo de aquello que en el otro es
también falta.
Decíamos además, que lo que se esconde detrás de la de-
manda movilizándola es ese deseo. Y el eje o punto común
es el deseo del analista en el sentido que el deseo del hom-
bre sólo puede comprenderse en cuanto que es el deseo del
Otro. Y justamente porque se trata de un deseo innombra-
ble es que sólo podrá ser articulable en la relación de un
deseo en el Otro. Llamábamos a esto, desde Lacan, la alie-
nación fundante, alienación que se reproduce en la trans-
ferencia.
En este sentido el primer punto de indagación para si-
tuar el deseo del paciente en función del deseo del analista,
es el lugar imposible del deseo. El analista resulta ser, en el
proceso de la cura, un ser deseante cuyo objeto es el deseo
del Otro, según el modelo que nos dio Lacan del ramillete
invertido. 26
Según este esquema del florero invertido, el S, por su po
sicion no alcanza a ver su imagen real i(a) sino a través del
espejo plano A que refleja en I sus ideales imaginarios. E~
to nos ilustra la forma en que aparece la transferencia l'll
26 Jacques Lacan, "Observación sobre el informe de Daniel L.1g,11lit' '1':,i
coanálisis y estructura de la personalidad"', en Escritos 11, Lil., p. 10
 '·ll
--------
--------
'-,.
" '--- ""
" ......._ '
----------
la clínica: el paciente intenta reproducir bajo la mirada del
analista (plano A) su yo ideal. La táctica del analista para
no quedar atrapado ahí es, según Lacan, borrarse de ese lu-
gar, haciendo girar el espejo plano 90 grados, de forma tal
de separar a del I, como veíamos al hablar de la operació11
de la transferencia. Remite así al sujeto al lugar desdedonde
se ve, es decir, el espacio virtual del otro. Porque ahí donde
el sujeto se ve -donde se forja esa imagen real.e invertida
de su propio cuerpo- no es desde donde se mira. El esque-
ma es muy claro para mostr:1..-que el sujeto se ve 'y habla
desde el espacio del Otro, puesto que en tanto sujeto par-
lante es desde el lugar del otro 9ue se constituye y este he~
cho "determina la mentira vendica por la que se ceba lo
que participa del deseo al nivel de inconsciente".27
El esquema del florero, nos permite además visualizar ccS-
mo la demanda es remitida a la identificación; identifica-
( ión con el Ideal del yo de forma tal que el sujeto se ve a
sí mismo como yo-ideal. Nos aclara además otra confusión
'\ Lacan, Seminario XI: Los cuatro conceptos... , cit., p. 151.
J.11q11<
I
LA TRANSFFRI N•
~IAHl/1EUGENIA ESCOBAR 4.\
que suele existir: confusión entre identificación y transfe-
1<'ncia.La transferencia no es la identificación, vemos sí que
11t'neun vínculo muy estrecho, siempre y cuando no sea
111alizado.Y éste es un punto de crítica importante que ha-
1 t' Lacan a la escuela inglesa, y a toda la deformación que
produjo la técnica que lleva al paciente a la identificación
rnn el analista, identificación que de lograrse "adecuadamen-
1c" supone el fin del análisis (Cf Strachey).
Lacan plantea por el contrario que todo el análisis debe
pasar por la superación de esta identificación alienante, y
esto sólo es posible a través del deseo del analista. Recorde-
mos lo que decíamos del vel alienante y su única vía de sali-
dad: la del deseo. Y esta salida sólo es posible gracias a que
el deseo del analista viene a representar la estructura mis-
Y'
ma del deseo (según la fórmula del deseo). Esto adquiere
coher encia si sostenemos que el analista en el proceso del
análisis ocupa el lugar del Otro simbólico, el lugar de
la palabra.
El deseo del analista, puntualicemos, no es un deseo mal
analizado, ni tampoco la llamada contratransferencia (en el
sentido de la suma de prejuicios del analista), sino que tien e
que ver, insistimos, con la estructura del deseo, en el senti-
do que "desnuda" a esa estructura, revelándola como lugar.
A modo de ejemplo, recordemos el an.ílisis qul' propone
Lacan en el Seminario VI (1958-1959) del SLH.'110 del p.u:icn-
te de Freud en Los dosprincipios del sucederpsíquico ( 191t).
El paciente de Freud sueña varias veces que su padre, que
había muerto, está con vida y que pueden platicar como
de costumbre, sólo que el paciente sabe que su padre "es-
taba muerto y no lo sabía ... "aloque Freud agrega" ... se-
gún su deseo". Este significante dicho por Freud "según
su deseo" se ubica en los grafos que traza Lacan para situar
al deseo entre el "no sabía" que queda en la línea de la enun-
ciación y '·'que estaba muerto" ubicado a nivel del cnun-
ciado.28 La interpretación de Freud se ubica en el lugar
28Jacques Lacan, Lasformaciones del inconsciente, Bueno s Aires, Ed. Nue-
va Visión, p. 147.
 '-H
mismo del deseo. Sustrae del texto del sueño del pacientl'
la hiancia de un lugar donde sitúa el deseo.
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________
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_ ,
NO SABÍA o¡_¡_¡
V)
deseo
Q'v~éS1f'-~;,..MUERTO
Es por eso que Lacan dice que interpretación y deseo son
la misma cosa, ya que el deseo aparece en los intervalos,
en las hendiduras, en los cortes del discurso. Errante y re-
botando siempre entre demanda y necesidad, entre enun-
ciado y enunciación. El deseo del analista viene a ocupar
ese sitio de hendidura, de agujero, podemos decir más aún
"el deseo del analista no es más que ese sitio", 29 lo cual im-
plica que el analista debe reconocer que su lugar está deter-
minado por la estructura. Y es de esto de lo que se trata
en la ética del psicoanálisis.
Nos preguntamos ahora qué pasa con el psicoanalizante.
Para éste el deseo del analista es una x, una incógnita en
la medida que el analista no responde a su demanda. Es por
eso que el analista se calla, guarda silencio, aguarda en si-
lencio, y no por jugar a lasescondidas ni para producir "frus-
tracion es" gratis, sino que fiel a la estructura del deseo es
consecuente con la misma, porque "el lenguaje viene a agu-
jerear el ser de carne, y porque su demanda de articularse
rn significantes deja correr bajo ella un resto metoními-
rn".3 0 El sujeto está destinado a permanecer lejos de su ser
'º. r,,,
1(, l'mge,
,,,. "Sobre el deseo del analista" , en Ornicar?, núm. 1, p. 312.
LA TRANSFEREN( 1\
MARÍA EUGEN IA ESCOBA R .24,
al no poder reunirse con él, sólo le queda "alcanzar a su
,ere n esa metonimia del ser en el sujeto que es el deseo". 31
Siguiendo el planteamiento de Porge, podemos decir que
esta situación acarrea sus riesgos; por ejemplo la de preten-
der comprender, comprensión que subyace a la creencia de
poder responder a una demanda, o bien colocarse como
"agalma" para el paciente, en la suposición de creerse el
analista que el paciente buscaba. Tornemos la advertencia
que sobre esto hace Lacan " ... el analista debe abstenerse
de hacer suposicióp alguna de ser deseable. El deseante nada
puede decir de sí mismo, a no ser aboliéndose como desean-
te; ante cualquier tentativa de articularse no saca nada más
que síncopa del lenguaje, nada más que impotencia para de-
cir, puesto que a partir del momento mismo en que dice,
pasa al registro de la demanda" .32
Lo que en definitiva podemos decir que aporta el deseo
del analista en la cura tiene que ver con la interpretación,
es decir los señalamientos, los puntos suspensivos, los cor-
tes significantes. Además como el analista es también un
sujeto tachado, cuyo decir tambi én está dividido, lo que su-
ponga saber sobre el inconsciente de su paciente no corres-
ponde al saber de ese inconsciente, y por lo tanto su inter-
pretación lo pone en "posición de que se le desuponga
sobre su saber, siendo así reducido a un objeto, que a causa
de su modo de producción (eso que cae del discurso, esa
pequeña a), será la causa del deseo del analizante". 33
El sitio del analista es igual al del objeto a, ambos tienen
la función de causar el deseo, de producir la repetición de
la cadena significante, suscitando el saber inconsciente. Di-
gamos que todo acontecimiento (acto del decir) produce un
desecho, un resto, el a. Es el analista el que representa el
residuo de la operación analítica y al mismo tiempo la cau-
sa. Tengamos presente aquí la fórmula del discurso del ana-
lista. "El analista está en el lugar del agente, en tanto
31
32
Jacque s Lacan, " El deseo y su interpretación", en Lasforma ciones...
Jacque s Lacan, Seminario Vlll: La transferencia, mimeo .
, l' il
33
Ornicar?, cit ., p. 215.
 '11, LA TRANSFERENCIA
,tp.u icncia, aceptando cumplir esa función de resto de la pro-
ducción subjetiva (que es el a). Desde ese punto interroga
al g, único sujeto de la práctica psicoanalítica, interrogación
que determina en la producción del Si, significante a
través del cual el sujeto podrá resolver su relación con
la verdad. " 34
a -+ g
- -
S2 S1
Vale decir entonces, que el discurso analítico sólo es tal
en tanto renuncie a todo intento de dominio o de educa-
ción del paciente. Esas tareas imposibl~s a las que hacía re-
ferencia Freud, enunciando de este modo el deseo de no
dominio. Para Lacan la grandeza del analista es permane-
cer en el lugar de desecho, de mierda, y ésta es la diferencia
y la oposición entre el discurso del poder (del amo) y el
del psicoanalista.
Toda esta formulación implica, sin embargo, un proble-
ma que queremqs señalar. Se trata de la particularidad del
deseo del analista, de su subjetivación deseante y de la difi-
cultad por lo tanto para ocupar ;el.sitio del Otro, lugar que
por definición es insoster:iible. "Ese sitio del analista, es
decir la causa -dice Nasio-, corresponde al lugar del sexo,
pedazo real separado del sujeto" ,~5• señalando luego que el
lugar del analista y el analista mismo no coinciden, pues
ningún analista podrá ocupar ese lugar de real, por ser tam-
bién un sujeto que h~bla sometido a los efectos del lengua-
je y "nadie que hable podrá ser real". El, sujeto supuesto
saber coloca al analista en un l1:1gar
imposible donde no pue-
de ser ni estar. . a partir de los diversos enunciados de Freud 1sobre la im-
Una vez má; _nos t9pamos ,~on ese nudo que pace a la
transferencia, es decir la relación imposible entre el saber
y lo real..Límite expresado por Lacan d~ la siguiente mane-
, a: "El deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo
H Di.1naRabinovich, "El psicoanalista entre el amo y el pedagogo", en Ana-
lí11,
, 1 t, Att•neo de Caracas, p. 49. ·
.a voz y la mtepretacton,
. . ' cit.,
. p. 61.
1~
1, N ·'"º•
. /
MARÍA EUGENIA ESCOBAR 247
de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando
enfrentado al significante primordial, el sujeto viene por pri-
mera vez 'en posición de someterse a él. Ahí sólo puede sur-
gir la significación de un amor sin límites, ya que está fuera
dé los límites de la ley, donde sólo él puede 36
, vivir."
.;
VI. EL SUJETO SUPUESTO SABER
"La transferencia es impensable si no se toma en su inicio
al S.s.S."
Mientras que la transferencia analizada como aquello que
tiene íntima relación con la naturaleza del amor correspon-
de más bien a su aspecto imaginario, la tesis del sujeto su-
puesto saber, elaborada posteriormente por Lacan (Semina-
rio XI, 1964), concierne al aspecto simbólico, estructural,
de la misma donde el amor sería más bien su efecto.
Si bien el S.s.S. se puede explicar desde los efectos de la
transferencia: es el supuesto que lleva al paciente a formular
una demanda, supone que alguien sabe lo que le pasa; el
concepto de S.s.S. desborda el aspecto imaginario de dicha
suposición e implica un saber del que no se sabe, es decir
un saber inconsciente, y en este sentido se ubica, como dice
Miller, como fundamento transfenoménico de la transfe-
rencia. El S.s.S. tiene que ver con la estructura misma del
análisis, siendo la consecuencia inmediata de lo que Lacan
1
llama el discurso analítico. Discurs Ó que se despliega en la
situación analítica teniendo como resorte esencial las aso-
ciaciones del paciente en respuesta a la regla fundamental
instaurada por el analista. Lacan elabora la tesis del S.s.S.
plementación de la regla fundamental como condición de
la situación analítica.
Cuando Freud descubrió y puso en práctica la regla fun-
damental, lo que hacía era un voto renovado de confianza
al inconsciente. "Eso" hablaría ahí de todos modos, a pesar
de todo. En esto estriba el gran descubrimiento freudiano:
36
Jacques Lacan, Seminario XI, cit., p. 279.
 48 LA TRANSFERENCIA
la secuencia aparentemente libre, contingente de las asocia-
ciones del paciente en respuesta a la demanda de que diga
todo lo que se le pase por la cabeza, deviene, dice Lacan,
a través del pasaje por la situación analítica, en necesaria.
Y en este efecto Lacan reconoce el S.s.S. fundante de la es-
tructura de la transferencia.
En el acto inicial del análisis hay una demanda del analis-
ta: "diga todo lo que se le ocurra". La emergencia del S.s.S.
supone el respeto a la regla analítica.
La condición primordial del neurótico es su deseo de
saber. Ese "yo quiero saber" encubre una pregunta más exi-
gente: "¿quién soy?", con la respuesta supuesta: "alguien
sabe", y tanto más supuesta si ese alguien analista le pide
que hable y se dedica a escucharlo. Esta demanda de saber,
movilizada por la pasión de la ignorancia, que surge en la
transferencia se llama el S.s.S. "El síntoma de toda transfe-
rencia analítica es el sujeto que habla porque quiere
saber." 37
Ahora bien, decíamos que el concepto va más allá de las
suposiciones del paciente respecto al saber del analista y nos
referíamos a otro saber: al saber del inconsciente. Es por
esa doble dimensión del saber, que Nasio recalca que la fór-
mula del S.s.S. implica problemáticas opuestas y contradic-
torias. Por un lado pone en juego la función de prejuicio
implicado en el "yo soy, yo supongo", problemática del
cogito cartesiano subvertida por el análisis de Lacan; y, por
el otro, revela un sentido y cuestiona algo totalmente opues-
to: el saber inconsciente y en particular el del sujeto. "Se
supone saber la significación dice Lacan, y éste es un punto
de ningún saber, es punto de ligazón que une el propio de-
seo a la resolución de lo que se trata de revelar." 38 Veamos
así, que el problema del saber inconsciente se reduce al me-
ro deseo de saber, de donde el sujeto es supuesto saber por-
que es sujeto del deseo.
Es su deseo de saber lo que lo lleva a demandar, a pedir
37
J. Nasio, La voz y la interpretación, cit., p. 58.
IHJacques Lacan, Seminario XI, cit.
MARÍA EUGENIA ESCOBAR 249
análisis. Pues si el sujeto quiere saber, es porque otro saber
lo atormenta, lo perturba. Nos referimos al síntoma que
como todo acontecimiento significante afecta al sujeto, en-
frentándolo con un enigma a resolver. Síntoma que como
mensaje dirigido al Otro, instala al sujeto como S.s.S. y nos
permite ubicarlo como correlato de la puesta en acto del
inconsciente. Articulemos esto con una de las definiciones
más precisas de Lacan sobre la transferencia, "la transferencia
es la puesta en acto de la realidad del inconsciente". Y esa
realidad es realidad sexual, relación del sexo y la muerte.
De ahí que lo qué se pueda saber sobre esta realidad, sólo
puede ser sabido como problema, como enigma.
Además, si a partir del síntoma el analizante busca y en-
cuentra la causa ubicada en el saber del Otro, el Otro apa-
rece relacionado con el goce: fantasma que sostiene la
ilusión del saber como totalidad, lo cual moviliza la bús-
queda de la verdad, de un saber sobre la verdad. Pero saber
y verdad hacen al enigma, pues el enigma es por excelencia
el dicho a medias, "es la enunciación sin enunciado". 39 Re-
tomemos la fórmula del discurso del analista, donde Lacan
coloca al saber (S2) en el lugar de la verdad ubicando al
enigma ahí donde no puede haber más que verdad a me-
dias: unión de sexo y muerte. Se trata, pues, de un saber
que el sujeto ignora, que es un saber en acto. Cuando L.1
can sitúa al inconsciente como un saber, cuyo tiempo e,
la transferencia, lo que quiere decir es que el Inconscic111e
se da en el acto del decir (ya sea recuerdo, síntoma, lapsu,,
sueños), como algo que sabe más de lo que el sujeto d1u :.
"La transferencia es la intromisión del tiempo dv .:,,1
ber" ,40 y por eso la transmisión de algún saber ,J,!11 ,
posible a través de ella.
39
J. Nasio, La voz y la interpretación, cit.
40Jacques Lacan, "Variantes de la cura tipo" , 1•11 ( ~<'111,,, // 1 u 1, !
 250
LA TRANSFERENCIA
CONCLUSIONES
. ~ .'
Si sobre el· saber inconsciente sólo queda el puro deseo de
saber, es a través de su pu.esta en acto, la transferencia en
una sesión clínica, donde nos enfrentamos con esta para-
doja que huye, al decir de Nasio, "paradoja porque por un
lado el inconsciente es imposible de decir, mientras que es
con un decir que se constituye como lugar". 41
De esta manera, todas nuestras interrogantes encuentran
su lugar en la clínica, como formas que pueden ser bordea-
das en cada particularidad. pues el acto del inconsciente, li-
gado al acto clínico como un acto del decir, reubica el dis-
curso, analítico
. en una práctica subjetiva, por lo tanto en
una euca.
El acto clínico produce dichos, decires, que por su forma
de darse, a través de la palabra del analizante o del decir
q el callar de analista, producen un acontecimiento, un des-
hecho. Situación analítica que se caracteriza porque va
abriendo surcos o agujeros en ese lugar real como llama La-
can al inconsciente; Lugar de un saber que el sujeto no sa-
be, porque está fuera de él.
Por lo tanto, si lo que caracteriza al dicho en su capaci-
dad activa y efectiva de seguir hacer diciendo, vehiculizando
la metonimia que hace al deseo, todas las cuestiones enig-
máticas que nos plantea la teoría y la propia práctica nos
permitirán decir nuevamente en otro lugar y en otro tiempo.
Terminemos pues dejando abiertas las preguntas que guia~
ron toda la recopilacjón que constituye este trabajo para
tenerlas presentes en cada momento de re-flexión en la prác-
tica, de forma tal de poder pasar de la lectura · referencial
a un saber transmitido desde la textualidad que ofrece la
transferencia en cada sesión.
1 co, Siglo XXI, 1981.
, /,a voz y la interpretación, cit., p. 49.
~ 1, N."11>
VI. EL AMOR Y LA SEXUALIDAD:
DE LACAN A FREUD
FRIDA SAAI ,
Para Freud los éxtasis eran orgasmos,
para Lacan, los orgasmos son éxtasis.
Blas Matamoro 1
INTRODUCCIÓN Y LÍMITES
Todos los temas del coloquio que conforman este volumen
se relacionan con la sexualidad:las pulsiones, la represión,
el inconsciente, la castración y el complejo de Edipo, el
cuerpo y el deseo, la transferencia, y también el Nombre
del Padre.
El presente trabajo se relaciona con ponencias presentadas
en coloquios anteriores. "Algunas consecuencias políticas
de las diferencias psíquicas de los sexos" ,2 donde se inten-
taba sustraer el tema de la diferencia de los sexos del cam-
po biológico, para inscribirla y supeditarla al significante
fálico, que es, a nuestro entender, el auténtico estructuran-
te de esa diferencia. En el segundo coloquio, "El lenguaje
en Freud", 3 aproximación y relectura de la obra de Freud
para poner a prueba en el "retorno a Freud", la vigencia
del postulado lacaniano de que el inconsciente está estrur
turado como un lenguaje y que toda la obra de Frcud ('"
un inmenso fresco reflexivo sobre el papel y la acción dl'I
lenguaje. Este enfoque implicaba seleccionar una de las ví.,.,
1
Comunicación epistolar de Bias Matamoro a quien adem;b qu11•111 , 1' 1.1
nocer y agradecer su activa colaboración en este trabajo, en to<lm lm 1111,1111: 11
tos de su reflexión y elaboración.
l 1m,I, ~ 1,,~1
2
En A medio siglo de "El malestar·en la cultura" de Sigm11111/
3
En El lenguaje y el inconscientefreudiano, México, S1¡.:lo\ X 1, 1'.IH'
[251)
 252 EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
abiertas en la obra de Freud, dejando de lado las otras lec-
turas posibles que son: la biologista, la culturalista y la psi-
cologista (yoica).
En el presente trabajo me propongo indagar, sin pretender
ser exhaustiva, el estatuto de las categorías freudianas de se-
xualidad, erotismo y amor, a partir de los postulados de La-
can, en particular de dos: a] la primacía del significante y
b] el inconsciente estructurado como un lenguaje.
Hay en Freud una direccionalidad progresiva en su pro-
ducción, por la que la sexualidad, presente desde sus más
tempranos escritos sobre la histeria, está siendo constante-
mente reelaborada y reconceptualizada. Dirección progre-
siva que hoy retomaré a partir de la observación epistolar
que he inscrito como epígrafe. Porque las elaboraciones pos-
teriores inciden y modifican a las anteriores y porque, más
allá de Freud, intento así cerrar un bucle provisorio en el
camino emprendido de profundizar en la obra de Lacan y
estimar las consecuencias de la misma en el edificio con-
ceptual inaugurado por Freud.
¿Cuáles van a ser los límites para este tema que, desde cier-
ta perspectiva, podría considerarse totalizador del psicoa-
nálisis? Dos nudos en la producción freudiana marcan una
sobredeterminación de la problemática: Introducción del
4
narcisismo de 1914, y Más allá del principio de placer5de
1920. El primero porque de alguna manera pone en crisis
a la primera dualidad de la teoría de las pulsiones, la que
se centraba en la oposición entre pulsiones de autoconser-
vación y sexuales, siendo en la teoría sólo estas últimas las
problemáticas, susceptibles de diversos destinos y relacio-
nadas etiológicamente con la psicopatología. El segundo
porque introduce la dualidad pulsional de Eros y muerte
y esto no podría dejar de tener consecuencias en la idea mis-
ma de erotismo que se pueda manejar.
El aporte lacaniano de los registros proporciona un marco
1 to cualitativo y la hiancia que separa no sólo n l.1 l 111 t 111.,
\1g111und Freud, Introduccióndel narcisismo,O.e, Amorrortu, tomo XIV.
Frcud,
\1¡;1111111d Más allá del principio de placer, o.e, Amorrortu, tomo
\' 111
FRIDA SAAL 1',!
fundamental para seguir las consecuencias de los principim
rectores que enuncié al comienzo: la supremacía del sign 1
ficante y el inconsciente estructurado como un lenguaje.
LA INTRODUCCIÓN AL NARCISISMO Y EL ESTADIO DEL ESPEJO
Libido, pulsión y erotismo no son nunca, en Freud, hechos
estrictamente biológicos. Ello no excluye que siempre ha-
ya un anclaje de la libido en el cuerpo, por donde aparece
la posibilidad, c01;istantemente abierta y múltiplemente em-
prendida, de una lectura biologizante de los textos freudia -
nos. La pulsión es primeramente presentada por Freud co-
mo un concepto límite del que la biología nada podría de-
cir y los Tres ensayosde teoría sexual de 1905 en que el pro-
blema de la sexualidad es primeramente abordado a partir
de sus manifestaciones más lejanas en apariencia como son
la sexualidad infantil y las perversiones, lo llevan a plan-
tear la categoría de psicosexualidad. Implica esto la presen-
cia de un trabajo que, lejos de estar inscrito y prescrito en
el desarrollobiológico,es efecto de las relaciones con los otros
(identificaciones y relaciones de objeto, interjuego de de-
mandas, etc.) que, encontrando su determinación en estos
aspectos de historia, abren las puertas a las diferentes for-
mas de asumir la existencia sexuada de los seres humanos.
No obstante este claro punto de partida y aun para quienes
empiezan a introducirse en ciertas proposiciones lacanianas
(esto es observable especialmente en la tarea docente), hay
un obstáculo que insiste y retorna: el de una ingenua con
cepción biologista cuando se aborda lo relativo al cuerpo,
al sexo, al erotismo.
Estas consideraciones nos llevan a evaluar los cfect o~
nefastos que la teoría de la evolución -progresista e11 ,11
terreno estricto- ha tenido en el campo de las llamad.,.,t 11· 1,.
cias sociales. El evolucionismo, en efecto, desconmr t'I ,.il.
de la naturaleza, sino también en el mismo org,rni,1110poi
la acción estructurante del lenguaje y los efectos de la ley
de prohibición del incesto. Estas dos categorías: ky de pro-
 254
EL AMOR Y LA SEXUALll>AII
hibición del incesto y lenguaje que es condición necesari.1
para que haya ley, permiten invertir la dirección tradicio
nal que el naturalismo trazaba desde la biología a la cultura
como el sentido de un proceso acumulativo. A partir dt•
esta reversión es posible pensar que el cuerpo humano no
preexiste al lenguaje sino, justamente, que es humano por-
que es cuerpo del lenguaje.
U na primera aproximación a la Introducción del narcisis
mo nos plantea ciertos interrogantes:
¿Son asexuales las pulsiones de autoconservación frente
a las dos clases de libido que aquí Freud diferencia, la libi-
do narcisística y la libido objeta!?
¿Cómo podría ser el yo, antes de constituirse, el depósi-
to y la sede de las pulsiones de autoconservación, si es que
el yo no puede ya tomarse como dato primero? "His Ma-
jesty, the Baby, como una vez nos creímos", dice Freud
para explicarnos que es el narcisismo infantil redivivo de
los padres el que otorga esta calidad al sentimiento del ni-
ño, megalómano en su impotencia .
La respuesta freudiana consecuente a estas preguntas puede
hallarse en Más allá del principio de placer:las pulsiones de
autoconservación se subsumen en las libidinales aparecien-
do ya unificadas en la categoría de pulsiones eróticas, polo
"positivo" de la nueva dualidad pulsional que luego anali-
zaremos.
A partir de la estructuración del yo como reservorio de
libido, Freud distingue dos posibilidades para las investi-
duras de esa libido: el propio yo (libido narcisística), o el
otro (libido objeta!). Resulta claro que esta diferenciación
sólo puede tener sentido en su aspecto ·y destino secunda-
rios, porque el reservorio mismo (es decir el yo) necesita
del otro para existir y en tal sentido la lectura inversa de
la Introducción del narcisismo anula, desanda o atenúa las
diferencias y la oposición entré estas dos formas de la li-
bido. Al depender del otro, la libido narcisista es, en su
origen, objeta!.
Un graffitti, muestra distinguida de la sabiduría popular,
reza ba: "Al'egrate, a1gmen . te ama. YO " , que me atrevo a
1 KIDA SAAL
parafrasear, a modo de comentario, de este modo: "p :11 ·¡1
que Y o haya, alguien debe haber amado, alégrate".
Freud siempre consideró al texto de 1914 que ahora 110-,
ocupa como un parto prematuro, .sacado a luz al calor
de la polémica con Jung en torno al carácter sexual de l.1
libido. (Recuérdese que Jung postulaba su desexualizaciún
en beneficio de otra categoría, la de una energía univcrs.11
indiferenciada.) F reud, en otro contexto, aceptó el caráctl' r
eminentemente polémico de sus textos diciendo que, cuan
do se empieza cediendo con las palabras, se termina cediendo
con los hechos. Esto nos hace pensar en la importancia de
las palabras en la determinación de los hechos.
Ahora bien: este cambio aún no está formulado pero por
lo menos está problematizado en el estatuto otorgado a las
pulsiones en la Introduccióndel narcisismo.Pues no qued:111
incólumes las primeras formulaciones freudianas, sobre to
do aquellas que hacen que la sexualidad haga su aparición
apuntalándose sobre las pulsiones de autoconservación. La
teoría del apoyo o apuntalamiento sólo podría mantenerse
en una reversión total, efecto del tomar en cuenta que sólo
el deseo de la madre puede hacer que el hijo viva. Se ad
vierte entonces que la existencia misma del hijo está sostc
nida en su materialidad corpórea por ese deseo .
En la teoría del apuntalamiento las pulsiones de autocon
. ' aparecen como una categona, '' natura l" ; son eM'
servac1on
dato primero que abre, por la vía de una contingente prn
ducción de placer el campo del deseo, con la ulterior
regresiva alucinación de la vivencia satisfacción, etc. L.1t·x
periencia clínica enseña que, aun sostenidos biológi ca11H·11
te sin deficiencias, los niños a los que falta el soportt · d,·
un deseo -al que llamamos materno- impulsor de ,u 111
clusión en la vida humana, mueren. El síndrome de limpi
talismo que aparece en niños criados en hospitalt·, ,111l¡1
presencia de las madres es el dramático ejemplo de lo q111
venimos diciendo. Otro ejemplo tomado de l.\ lii,11111.1 1
el del experimento que puso en marcha el cmpt·1.1d111 < ,111
llermo de Alemania que estaba intrigado por s;tlw, u1 ,II IH
ría la lengua que hablarían los niños sustraídm .il ,b :-11' d

'•f• EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
lm p.1drcsy de cualquier palabra. Esperaba así alcanzar por
c,1.1 vfa el conocimiento de una "lengua universal" y "na-
tural" pero sus expectativas se vieron frustradas ya que es-
tos niños, perfectamente atendidos, no pudieron sobrevi-
vir y todos ellos sucumbieron. Parece pues atinado concluir
que no es en las "naturales funciones de conservación" don-
e.lese apuntala la sexualidad y por donde el deseo abre ca-
mino a su existencia, sino que, por lo contrario, es el deseo
-encarnado en la madre- el que posibilita la existencia
del organismo.
No parece casual por lo mismo, que el primer trabajo psi-
coanalítico aún vigente de Lacan (1936) 6 se ubique en esta
precisa coyuntura de la constitución del yo a partir del otro.
El estadio del espejo recoge una 'experiencia inmemoria l
que remite al mito de Narciso: el espejo como instrumen-
to hace allí las veces de aparato conceptual didactizado. La
necesidad coyuntural del desarrollo de este concepto pue-
de hallarse en las siguientes palabras de Freud:
Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en
el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarro-
llado. Ahora bien las pulsiones autoeróticas .son iniciales, primordia-
les; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva
acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. 7
El trabajo de Lacan sobre el estadio del espejo intenta dar
cuenta de esta unidad imaginaria del Y o a partir de la ima-
gen especular. La imagen no es simple y mecánicamente lo
que el Y o percibe, sino el constituyente de la unidad mis-
ma del Y o en lo imaginario.
Lacan parte de un hecho de etología, el papel de la ima-
gen del congénere en la maduración gonadal de la paloma,
para instaurar y profundizar las diferencias que hacen úni-
co al proceso humano. El cachorro humano nace carente de
6
J acques Lacan, El estadio del espejocomoformador de la función del Y,º tal
como se nos revela en la experienciaanalítica, en Escritos I, cit., p. 11 [Ecrits,
p. 93).
7
Sigmund Freud, Introducción del narcisismo,O.C, tomo XIV, Amorrortu,
p. 74.
FRIDA SAAL 257
todo elemento unificador dados su insuficiencia orgánica
y el estado de prematuración de sus aparatos neurológicos
integradores. La imagen, en su papel estructurante, organi-
za el cuerpo, anticipando una unidad a partir de una pro-
mesa de unidad. El estadio del espejo es pues definido como
un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficien-
cia a la anticipación.
Pensemos ahora algunas consecuencias de este aparato con-
ceptual. La imagen como significante organiza al cuerpo ubi-
cándolo, desde su inicio y desde su formación, en el orden
de lo imaginario como cuerpo humano. Lo real del cuerpo
necesita de esta marca para significarse y humanizarse. El
tiempo se dialectiza en la encrucijada de esta promesa en
un doble sentido: en un precipitado que anticipa la unidad
que es del orden de la representación y lo ubica en un de-
venir prospectivo; pero también en sentido retroactivo en
la medida que las imágenes de cuerpo fragmentado son re-
troactivas a la constitución de esta unidad. Sólo puede ha-
ber partes en relación a algún todo, sólo se puede desgarrar
lo que se presenta entero; antes de ello no hay fragmenta-
ción sino datos dispersos no organizados: Órganos, excre-
mentos, dolores, gritos que no son de nadie a quien pue-
dan pertenecer.
Lacan dijo en su segundo seminario: 8 "Para que haya re-
lación de objeto es necesario ya que haya relación narcisís-
tica del Y o al Otro. Es, por otra parte, la condición pri-
mordial de toda objetivación del mundo exterior."
Y más adelante: "Detrás del narcisismo ustedes tienen el
autoerotismo, a saber una masa investida de libido en el in-
terior del organismo, del que yo diría que las relaciones
internas se nos escapan tanto como la entropía ... Freud
no ha elaborado plenamente su teoría de la libido, la que
ocupa la parte media de su obra, sino después de haber in-
troducido la función del narcisismo. " 9
8
c dt' /11
Jacques Lacan, Le moi dans la théorie de Freud et dans la tech111r¡11
psYfhanalyse, París, Seuil, 1978, p. 118.
9
!bid., p. 119.
 H 1/
EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
"C u,rndo se trata de cargas llamadas autoeróticas no
¡,od<'mo s distinguir la fuente del objeto. No sabemos nada.
ltldica aquí lo que el autoerotismo guarda de misterioso,
casi impenetrable." 1º
Quizá huelgan los comentarios frente a la claridad de las
citas, pero aun a riesgo de redundar subrayaré que se pre-
senta allí un momento originario de cristalización en una
relación de una serie de procesos en que la unificación trae
innumerables consecuencias, como son la diferenciación del
adentro y el afuera, condición esencial de cualquier objeti-
vación posible del mundo exterior, la distinción de lo que
es Yo y no Yo con separación del mundo en el que se está
sumergido indiferenciadamente que permite que este mundo
pueda representarse, la separación del objeto fusiona! per-
dido y también a partir de ahí susceptible de representa-
ción, de búsqueda, de deseo, etcétera.
Esta distinción entre exterioridad e interioridad fue ex-
plícitamente subrayada por F reud en Pulsiones y destino
de pulsiones.11
Esta función de corte, con su valor estructural y estruc-
turante implica la puesta en juego de los tres registros laca-
nianos: Real, Simbólico e Imaginario. En el seminario de
Lacan a que venimos haciendo referencia encontramos:
"Retengan esto a propósito de la exterioridad y la inte-
rioridad -esta distinción no tiene ningún sentido a nivel
de lo real. Lo real no tiene fisuras. Lo que les enseño y por
donde Freud converge con lo que podemos llamar la filo-
sofía de la ciencia, es que a ese real no tenemos ningún
medio de aprehenderlo -sobre todos los planos y no sola-
mente sobre el del conocimiento- como no sea por inter-
medio de lo simbólico." 12
(Digresión: en el castellano medieval, "espejo" era un texto
en que se explicaban los modelos de identificación ejem-
plares -a veces va como sinónimo de exemplo enexemplo,
'º!bid., p. 121(cursivas nuestras).
11
Sigmund Freud, Pulsionesy destino de pulsiones(1915), O.C., tomo XV.
11
J,Kques Lacan, ibid, p. 122.
FRIDA SAAL
es decir narración modélica de ciertas conductas tÍpicas-
y así había espejos de príncipes, espejos de navegantes, etc.
Ver que no se trata del espejo como un instrumento mecá-
nico en que se refleja, sumisa y empalidecida, una imagen
de la realidad exterior, una realidad segunda y "meramen-
te reflejada", fantasma incorpóreo de la Realidad realmente
real, sino de un modelo de identificación sometido a una ·
normativa y que encierra una promesa de realización del
"Y o ideal", y de "feliz destino" en el mundo: siguiendo
el modelo del espejo se llega a ser un buen rey, un buen
navegante, etc. Recopilaciones llamadas Leyes del Espejo
y Leyes del Estilo. Estilo es estilete, punzón, elemento que
marca, una señal legalmente simbolizada o simbólicamen-
te legal.)
Ahora bien: entre el Y o constituido por la imagen mar-
cada por el significante y el mundo a cuya representación
se accede por efecto de lo simbólico abriendo así las posibi-
lidades de objetivación, se instaura una hiancia, una fisura,
un hueco o agujero incolmable, espacio donde se constru-
yen los paraísos perdidos y en general todos los edificios
de lo imaginario, flotantes sobre un abismo, pues abismo
(Abgrund) es, precisamente, todo espacio sin fondo. Los pa-
raísos perdidos son los únicos que existen porque nunca exis-
tieron y se constituyen a partir de su pérdida. Son objetos
y espacios a recuperar, tarea objetivamente imposible, pe-
ro que coloca al sujeto en el campo del deseo, en la busca
donde hallará y producirá las sustituciones metonímicas,
siempre incompletas.
Valéry dice que Dios creó al mundo de la nada -"mais
le rien perce"- o sea que la nada siempre agujerea el mun-
do. (Lo real no tiene fisuras, es el símbolo el que agujerea
lo real.)
Tenemos, entonces, tres registros: lo real, lo simbólico
y lo imaginario. Lo simbólico es autónomo, en el sentido
de que puede considerarse en sí mismo y con abstracción
de los otros dos registros, pero no es independiente, autár-
tico, no puede existir sin los otros dos. Lo simbólico ancla
y agujerea lo real organizando lo imaginario que es efecto

260 EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
de la acción de lo simbólico sobre lo real. Lo imaginario
es el único lugar donde el sentido es posible: produce la ob-
jetivación de lo real, imaginario en tanto que real simboli-
zado, aunque no imaginario en sentido ontológico, pues lo
real puede existir y ciertamente existe con independencia
de lo imaginario pero, claro está, esta afirmación es verda-
dera a la vez que carente de sentido.
En el cuerpo lo simbólico agujerea lo real, ese real que
es la indiferenciación biológica, constituyéndolo como
cuerpo significado. Esto nos remite a la pregunta: ¿estamos
siempre en el campo de la polémica que separó a Freud de
Jung, los orgasmos son éxtasis o los éxtasis son orgasmos?,
¿es el símbolo una suerte de universal trascendente, que exis-
te por sí mismo o existe únicamente anclado en un cuerpo
humanizado y es a ello que debe su carácter de símbolo?
El cuerpo humanizado por el símbolo es coetáneamente
producido como erótico y sexuado, pues se señala en él la
dirección hacia el otro que sólo el símbolo puede proponer
como objeto. El objeto y el Yo son el efecto copresente pro-
ducido por mediación del símbolo. Y el cuerpo mismo es
un resultado de la mediación simbólica.
"El punto decisivo de la experiencia freudiana podría re-
sumirse en esto -recordemos que la conciencia no es uni-
versal. La experiencia moderna se ha despertado de una larga
fascinación por la propiedad de la conciencia, y considera
la existencia del hombre en su estructura propia que es la
estructura del deseo ... Hay una ambigüedad fundamental
en el uso que hacemos del término de deseo. A veces lo ob-
jetivamos -y es necesario hacerlo aunque más no fuera para
hablar. A veces, por el contrario, lo situamos como primi-
tivo en relación a toda objetivación.
"En efecto, el 1ese?sexual no tiene nada de objetivado
en nuestra expenenc1a ...
"Si estuviéramos operando en el mundo de la ciencia, si
.,lc,nzase con cambiar las condiciones objetivas para obte-
11n efectos diferentes, si el deseo sexual siguiese ciclos obje-
t.iv.1do-:,no tendríamos más que abandonar el análisis. ¿Có-
111«,l'I deseo sexual así definido podría ser influido por una
)f,I
FRIDA SAAL
experiencia de palabra -a menos que se entre en el pcm.,
miento mágico?" 13
A su vez el cuerpo es atravesado por el significante en
la corporización sexuada del otro. El significante no pro-
viene de un espacio imponderable, sino de la corporización
del otro, como queda dicho, corporización que a su vez es
el resultado de otro significante y así sucesivamente hasta
fundirse en un espacio, en una función: el Otro que es na-
die, por ser precisamente lugar y función: el lugar del teso-
ro del significante;
Cuando Lacan reescribe el Estadiodelespejo en el año 1949,
incluye una remisión explícita a Lévi-Strauss en su trabajo
sobre "La eficacia simbólica" .14 En este texto Lévi-Strauss
analiza el ritual de los indios cuna de Panamá, ritual por
el cual éstos auxilian a las mujeres en los partos difíciles.
El análisis se centra en el cántico que acompaña al ritual
-ritual de palabra y no de manipulación- y que permite
la imaginarización de lo inimaginable o de lo simplemente
no imaginado, preguntándose Lévi-Strauss de dónde pro-
cede la eficacia terapéutica del acto. La "acción simbólica"
es el agente de esta eficacia que compromete al cuerpo en
sus aspectos menos especularizables, la representación del
camino que el feto debe recorrer para acceder a la luz y a
la vida. He aquí un elocuentísimo caso en que el símbolo
se muestra como condición y posibilidad de la vida, ya que
sin él no habría siquiera nacimiento. Encontramos aquí la
materialidad simbólica en su posibilidad de producir traba-
jo y transformaciones.
Este montaje que hemos hecho poniendo en relación la
Introducción del narcisismoy el artículo de Lacan sobre el
estadio del espejo nos permite volver sobre el primero y
abrir ciertas preguntas.
La Introducción del narcisismopone en crisis a la primer.,
teoría pulsional de Freud. Al introducir Lacan el activo p.,
13 !bid., p. 263.
"La eficacia simbólica", en Antropolop,l,,1•1111111,m1/
14 Claude Lévi-Strauss,
Buenos Aires, Eudeba, 1977, pp. 168-183.
 •{1_,
EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
¡wl del significante como conformador del cuerpo, ¿qué es-
tatuto tienen ahora las etapas de la psicosexualidad: la ora l,
la anal y la genital? Formulamos esta pregunta porque de
no hacerse jugar aquí la primacía del significante, se perdu -
ra en el mito madurativo del organismo, donde las etapas
están determinadas por factores que pertenecen al orden de
la conservación.
El papel significante del narcisismo consiste en organizar
la unidad del sujeto separándolo del objeto, poniendo lími-
tes en tanto diferencia lo uno de lo otro, lo que es unidad
de lo que es otra cosa. Pero la unidad tiene bordes y aguje-
ros (boca, ano, ojos, orejas, etc.) y también superficie, lími-
tes. Estas zonas son privilegiadas en tanto fronteras de la
unidad y vías de intercambio con el otro. Si la leche y el
excremento son elementos privilegiados, lo son en tanto
vehiculizan este circuito de intercambios con el otro.
El circuito de la demanda aparece entonces invertido: la
madre ofrece lo que el niño deberá demandar. La demanda
oral tiene otro sentido que la satisfacción del hambre, cual es
que "nutrirse, para el hombre, está ligado a la buena volun-
tad (bon vouloir) del otro, del cuerpo de quien lo nutre. La
unión más radical es la de la absorción de los cuerpos". 15
"La relación imaginaria primordial da el cuadro funda-
mental de todo erotismo posible." 16
Así, a partir de este reexamen de las etapas de la psicose-
xualidad, podemos empezar a entender la sugestiva frase de
Lacan de que "cada uno recibe del otro su propio mensaje
en forma invertida". Si la demanda, en su carácter total y
absoluta, busca transgredir los límites que me separan del
otro en el intento de restaurar la indiferenciación anterior,
está marcada por el signo del canibalismo, de la reabsor-
ción. Dice Lacan:
"Toda demanda hecha tiende a estructurarse en esto, que
11.unaal sujeto del otro a dar su respuesta en forma inverti-
I\
1
J.11quc~ Lacan (1961), Seminario IX: L'identification, mimeo.
'' f ,11q uc, ta can, Le Séminaire. Livre I: Les écrits techniques de Freud, París,
S,·,iil, 1111<,, p. 197.
FRIDA SAAL '"\
da, que ella evoca por su estructura, su propia forma tras
puesta según una cierta inversión." 17
El deseo se instaura en el vacío que antes mencionamos
y es un deseo incolmable. Todo intento de satisfacerlo ple-
namente lo liquidaría como tal deseo, por lo que, en ver-
dad, el proceso de intercambio de demandas es un reencuen-
tro de demandas que se renuevan o reformulan sin cesar, a
fin de que el deseo subsista. Para que persista el deseo de
un deseo.
"El primer conflicto de la demanda de ser nutrido y la
demanda de dejarse nutrir es que un deseo la desborda y
no podría ser satisfecha [la demanda] sin que el deseo
la apague.
"Para que este deseo que desborda la demanda no se apa-
gue, el sujeto rehúsa dejarse nutrir, desaparecer como de-
seo por el hecho de ser satisfecho como demanda, porque
el aplastamiento de la demanda en la satisfacción no podrá
hacerse sin matar al deseo." 18
En La grande bouffe, filme de Marco Ferreri, se ve cómo
los personajes que se encierran para comer hasta morir lle-
nan el abismo y aniquilan todo deseo en primer o último
término, el de seguir viviendo. La satisfacción plena es
mortal.
Conviene aquí abordar el esquema de la pulsión parcial
tal como Lacan lo propone en su Seminario XI, 19 a fin de
explicitar cómo se estructura el circuito de las demandas
en su orden invertido. (Véase figura de la p. 264.)
Esta flecha que parte de una superficie rodeando al obje-
to para retornar sobre la superficie, ubica su función eroti-
zante marcada desde el campo del Otro del que la a es su
resto para volver sobre esa misma superficie. La meta de
la pulsión parcial no alcanza al objeto sino que se completa
en su retorno.
17
Jacques Lacan (1961), Seminario IX: L'identification.
18 /bid. .
19
Jacques Lacan, Le Séminaire. Livre XI: Les quatre concepts fondamentaux
de la psychanalyse, París, Seuil, 1973, p. 163.
 264
EL AMO R Y LA SEXU ALIDAD
a Existe el mito psicoanalítico del "amor genital" que rn11•
borde
En la analidad, la inversión de la demanda se da en los
siguientes términos: nada en el orden de la naturaleza exige
una regulación del ritmo excrementicio. La demanda de la
madre que instaura el carácter simbólico de la función se
re9uplica en la demanda del hijo que puede formularse:
"Amame en el excremento que me representa ante tu
amor."
El campo de la dialéctica anal es el campo verdadero de
la oblatividad. El fantasma obsesivo "todo para el otro" en
el perpetuo vértigo de la destrucción del otro no hace
jamás lo suficiente para que el otro se mantenga en la
existencia.
Porque algo es demandado como don, la oblatividad está
ligada al estadio anal.
"La simbolización del sujeto como lo que se va en un agu-
jero está ligado en la experiencia con lo que está ligado a
la satisfacción del deseo anal. " 2º
En esta secuencia correspondería ahora abordar el tema
de la etapa fálica, pero no lo vamos a hacer pues se trata
'ºJJl ques Lacan (1954), Le Séminaire. Livre JL· Le moi.. ., París, Seuil, 1978,
p , ~7
IRIDA SAAL
del punto central de la ponencia que correspomk .ti 1 0111
plejo de Edipo. Nos limitamos a decir que la dialt·tt 11 ., d1
esta etapa se centra en la oposición del ser y del tr111 ·1 }
en el juego de alternancia fálico-castrado.
siste en suponer una finalidad unificante de las pubio1w,
parciales en una pulsión total. Este mito es solidario de .tqul'I
que supone un sujeto unificado e integrado y se insnilw
en una tradición adaptacionista y no psicoanalítica.
Para que existiera la pulsión total debería existir un sujt·to
igualmente total. Esto implica desconocer la constituci<'>11
excéntrica del sujeto en el campo del Otro. La unificación
totalizante es efecto imaginario del significante que me con,
tituye y se ve constantemente retaceada por las diversas fo,
mas de la castración (escisión del objeto y ley de prohibi ,
ción del incesto).
Hay aquí una posición de principio cuyo alcance es tH.'
cesario subrayar. Cuestión de principio en la que Lacan Sl'
ubica en la mejor continuidad freudiana. Para Freud la <lua
lidad pulsional era un requisito imprescindible para man
tener en el interior del sujeto una discordia radical, en que
la sexualidad y su expresión en las Formaciones del Incons
ciente eran el signo de la excentricidad constitutiva de ést.t,
respecto a cualquier representación intuitiva del yo. Ponían
en evidencia con su carácter intrusivo, irruptivo y disrup
tivo la "extranjería interior" de la que el sujeto era el n:-.
to. Lo que cada quien debe al Otro en su acceso al sn .
No es arriesgado suponer que ahí yace una de las razo,w ,;
por las que, aun en plena crisis de la primera teoría pulsio
nal con la Introduccióndel narcisismo,Freud conservar,\ es
ta dualidad ya caduca hasta que las elaboraciones a p.lrt i,
de la clínica le llevan a introducir la pulsión de muerll: t11
el Más allá del principio de placer.
En esta línea de excentricidad se ubica Lacan cuand,, l'l
S accede al ser a través de la tachadura significantl' :
" ... es ese universo simbolizado en último término pot
la famosa división que nos guía a través de los t n·, t i,:111
pos, donde S, sujeto todavía desconocido , tiene <Jlll ' 1ün Mi
,,,,-,
El AMOR Y LA SEXUALIDAD
tui rse en el Otro y donde a aparece como resto de esa
operación". 21
Colonización en la transindividualidad que da forma al
aforismo de que el Inconsciente es la parte del discurso, en
tanto transindividual, que falta a la disposición del sujeto.
Y falta porque es lo que lo constituye, es su causa misma
en tanto sujeto y en consecuencia en tanto causa de su de-
seo. De allí que el objeto a residuo de esta operación es lo
que estará en la mira evanescente y siempre en otro lugar
del deseo mismo.
Si la sexualidad es la realidad del inconsciente, lo es en
tanto está constituida por las marcas significantes del deseo
del Otro en lo real del cuerpo. Es en esta dialéctica donde
se ubica la conclusión lacaniana de que la pulsión es siem-
pre parcial.
LA SEGUNDA REVERSIÓN FREUDIANA, 1920
El segundo punto nodal de la teoría freudina de la sexuali-
dad está en Más allá del principio de placer, donde Freud
introduce la pulsión de muerte. Si bien Freud trata de legi-
timar en la biología el principio de un retorno a un estado
anterior de la materia es útil señalar que para extender este
principio a la sexualidad debe basarse en esa fuente inespe-
rada que es el mito platónico del andrógino.
La lectura que hace Lacan del texto freudiano permite
abrir más claramente una nueva dimensión, la de la expe-
riencia clínica, que fundamenta esa especulación.
"¿En qué momento nos habla Freud de un más allá del
principio del placer? En el momento en que los analistas
están comprometidos en la vía que Freud les ha enseñado
y creen saber. F reud les dice que el deseo es sexual y ellos
lo creen. Es, justamente, su error. No comprenden lo que
eso quiere decir. " 22
¿Es que niega aquí Lacan el carácter sexual del deseo, con-
11
J,1n¡ur ~ Lacan, Seminario sobre la angustia, mimeo., 1963.
11
j.1tqut'\ Lacan (1955), Seminario Il, citado, p. 265.
267
FRIDA SAAL
tradiciendo lo que hemos desarrollado antes, o es que, cri-
ticando cualquier aproximación naturalista del deseo (mito
del amor genital, teoría reichiana del orgasmo), abre la po-
sibilidad de una reconceptualización del erotismo y de la
sexualidad a partir de la dualidad pulsional entre Eros y
Tá:natos?
Esto impone la necesidad de repensar la incidencia de la
pulsión de muerte sobre el erotismo.
Siendo nuestro tema sólo el de la sexualidad y habiéndo-
23
se trabajado en otra parte el tema de las pulsiones, nos li-
mitaremos a una caracterización de la pulsión de muerte
para aplicarla luego a nuestra tarea específica.
Podemos caracterizar la pulsión de muerte a partir de
estos tres elementos:
1] Todo significante es mortífero porque plantea límites
e instaura agujeros, y todo lo que limita diseña un más allá
discontinuo, sin límites y es mortal por eso mismo. Desde
la tachadura significante en que el Sujeto es producido co-
mo tal y frente al campo de los objetos que simultáneamente
produce, el significante instaura al ser en la existencia y lo
coloca en el camino inexorable de la muerte.
Al agujerear lo real, el significante produce los vacíos abis-
males que implica toda determinación de bordes y límites,
toda distinción entre un adentro y un afuera. Toda dife-
renciación entre el U no y los otros.
2] El retorno a lo indiferenciado: al plantear los límites
el significante plantea la necesidad/ posibilidad de su trans-
gresión y es así que el deseo es deseo de transgresión del
límite entre el sujeto y el objeto en un afán de fusión o co-
munión canibalística que culminaría con la "indiferencia-
ción primitiva" del sujeto y del objeto y en la muerte de
ambos. Si limitar es matar, borrar los límites es morir.
La instauración de los límites deja al sujeto en la incom-
pletud y funda el deseo de transgredirlos. En esto, tanto el
deseo como el amor son deudores de la muerte. La ley de
prohibición del incesto como ley sería entonces la ley mis-
23
Cf en este volumen "Las pulsiones y la muerte".
 'l,H EL AMOR Y LA SEXUALIDAI>
111,\ del deseo. La que ordena desear.
"Es siempre en la junción del habla, al nivel de su apari-
ción, de su emergencia, de su surgencia, que se produce la
manifestación del deseo. El deseo surge en el momento de
encarnarse en una palabra, surge con el simbolismo. " 24
3) Correlato narcisístico y agresividad: el tema de la lucha
a muerte con el doble es un tema tradicional de la literatu-
ra que Lacan trabaja en el texto sobre el estadio del espejo
y en otro texto contemporáneo del mismo que lleva por
tÍtulo "La agresividad en el psicoanálisis". Es un intento
de deslindar la especificidad del concepto en el interior del
campo psicoanalítico y su interrelación con el resto de la
teoría. La tesis fundamental es:
"La agresividad es la tendencia correlativa de un modo
de identificación que llamamos narcisista y que determina
la estructura formal del yo del hombre y del registro de
entidades característico de su mundo. " 25 Eros y T ánatos
aparecen aquí como tendencias correlativas presentes desde
siempre .en el sujeto.
Vistos estos tres aspectos con que someramente defini-
mos la pulsión de muerte, volvemos ahora, a partir de ellos,
sobre el estatuto reconocido a la sexualidad en el momento
de la aparición en la teoría psicoanalítica de la pulsión
de muerte.
Quisiera por ahora adelantar la tesis que organiza el tema
mencionado teniendo en cuenta las características con que
hemos señalado a la pulsión de muerte. Dicha tesis es:
Eros es Tánatos
A fin de poder avanzar deberemos hacer un pequeño ro-
deo sobre la conceptualización lacaniana de la diferencia
entre la Cosa (dasDing) y las cosas o los objetos (diesache).
Enigmáticamente esta conceptualización es aportada por
Lacan en el seminario sobre "La ética en el psicoanálisis"
1
J,,lq ues Lacan (1953), Seminario II, cit., p. 273.
,, ~1.I-Kqucs Lacan, "La
I¡\ 1/ll , p. 110].
agresividad en psicoanálisis", en Escritos I, tesis 4ª,
FRJDA SAAL 269
(Libro VII) (1959-1960), pero luego no es retomada en los
seminarios ulteriores. Me veo aquí obligada a una breve ex-
posición por considerar que es un punto fundamental para
entender la estructura del deseo y de los objetos en cual-
quier teorización sobre la sexualidad y el amor.
Das Ding es la Cosa, símbolo de la Gran Carencia que
se instaura en la junción de lo simbólico y lo real. Como
significante absoluto (no remite a otro significante) Lacan
lo define como lo "fuera del significado" (le hors-signifie').
Por lo mismo es ~quello que siendo condición de lo nom-
brable escapa a todo lo nombrable. Actúa como motor del
deseo, que no puede alcanzarlo, en tanto no puede nom-
brarlo. El pasaje de la demanda por los desfiladeros del sig-
nificante encierra el imposible de lo innombrable del deseo.
El deseo, dirigiéndose a la Cosa, produce y encuentra las
cosas, que están en la junción de lo imaginario y lo real,
recortes de lo real producidos por lo imaginario, represen-
tantes sustitutivos de la Cosa, sustitutos siempre incomple-
tos, siempre fallidos. Es el camino por el cual hacemos la
realidad con el placer en esta búsqueda del placer.
Das Ding pone en movimiento lo que el hombre produce,
la cultura, intentando manejar la carencia y los encuentros
fallidos con las cosas. A~í trata de negarla, de sustituirla,
de rodearla, de llenarla. Estas son las funciones que Lacan
atribuye a la ciencia, el arte y la religión.
El arte es un modo de organización alrededor del vacío,
donde el objeto producido no tiene ninguna pretensión de
ser la cosa real. El hiperrealismo de Magritte llega a decirlo
debajo de la perfecta ejecución de una pipa: "Esto no es una
pipa"; la pintura de Cézanne está en esta misma línea de
diferenciación.
"El arte, dando la limitación del objeto, hace de este ob-
jeto otra cosa, no hace más que pretender imitar los objetos
y es en tanto que el objeto está instaurado en cierta rela-
ción con la Cosa que está hecho para cernirla, presentifi-
carla en su ausencia. " 26
26
Jacques Lacan (1959), Seminario VII: L'éthique de la psychanalyse,mimco .
 .• 7Q
EL AMOR Y LA SEXUALIDAI•
"La religión representa los modos de evitar el vacío, ta
ponarlo y con ello taponar la angustia que representa. Para
la religión el vacío está lleno de Dios.
"La ciencia se caracteriza porque rechaza la perspectiva
y la presencia de la cosa. El discurso de la ciencia, determi-
nado por esta forclusión, por la que lo rechazado en lo sim-
bólico reaparece en lo real.
"Ella (la Cosa) no puede ser representada por otra cosa,
y ella no puede sino ser representada por otra cosa. " 27
Este rodeo sobre la Cosa y las cosas no son sino un pasaje
hacia la explicación misma de la estructura del deseo, que
es un deseo sin objeto, pero que no puede sino representar-
se por algún objeto, instaurándose la fuga metonímica de
objetos que fungen como sustitutos.
La existencia humana se halla embarcada en esta tarea de
fuga y sustitución, en tanto la Cosa no puede ser nombra-
da y no puede sino representarse por ... otra cosa, de allí
que los objetos tengan un carácter decepcionante.
"El deseo, tal como es revelado por Freud a nivel de lo
inconsciente, como deseo de nada ... Aunque siga allí [en
la Traumdeutung] las mil formas empíricas que puede tomar
este deseo, no hay un solo análisis que llegue a la formula-
ción del deseo. El deseo no está jamás allí, al fin de cuentas,
develado. Todo ocurre en los escalones, etapas, grados
diferentes de la revelación de este deseo ... Dicho de otra
manera, detrás de lo que está nombrado, lo que hay es in-
nombrable. Y porque es innombrable, con todas las reso-
nancias que ustedes puedan dar a este nombre, está empa-
rentado a lo innombrable por excelencia, es decir, a
la muerte." 28•29
Todo deseo es, por definición, incolmable, dado que su
2 muestra nada propicia a la liberación de la mujer. En realidad
' Jacques Lacan (1960), Seminario VII, citado.
18
Jacques Lacan, Seminario !!, citado, pp. 246-247.
11
' En francés existen las palabras rien y néant que se traducen igualmente
I"" " 11.1da". Lacan al hablar del deseo como "deseo de nada" emplea el rien,
11•,r.1 11,1d,1 en tanto ausencia de objetos concretos, y no la nada como cesación
,¡.1 "'' F mon ces cabe concluir que el deseo carece de objeto concreto y no
,¡111· ,,, d<"wode la nada. Así corresponde entender la construcción désir de rien.
1Kll)A SAAL 271
objeto no puede ser nombrado ni puede dejar de nombrarse
por medio de significantes sustitutivos que actúan metoní-
micamente (las cosas son sustitutos insuficientes de la Cosa).
"El deseo está más acá de la existencia, por eso insiste." 30
Esta estructura del deseo como insistente es atemporal y
al mismo tiempo historizable. En diferentes épocas se han
instaurado códigos del amor donde vemos surgir distintos
objetos en el lugar de la cosa.
1] El amor cortés: es una modalidad amatoria que tiene
vigencia entre el siglo XI y el siglo XIII y que consiste en un
ejercicio poético, ejercido por los trovadores, donde surge
en primer plano el ideal de la Dama. La Dama, el objeto
femenino, está colocado de entrada en la inaccesibilidad.
Aparece vaciado de sustancia y arbitrario en sus exigencias
por las pruebas que impone a aquel que se presenta como
su servidor.
Lacan, al analizar las características paradójicas de este
modelo amatorio, subraya ese carácter que la Dama adquie-
re, en la ocasión, el valor de representación de la Cosa. La
función del amor cortés aparece emparentada con la cate-
goría de sublimación, en la medida en que está vaciada y
despersonalizada. La Dama aparece allí como un partenai-
re inhumano en una función de espejo, pero en el sentido
de límite que no se puede franquear. En tanto limite está
separada de aquel que languidece por alcanzarla. Lo que la
poesía cortés tiende a hacer es situar a este partenaire inhu-
mano en el lugar de la Cosa, de la causa.
El objeto elevado a la dignidad de la Cosa. La Dama es,
como la Cosa, inalcanzable, y esto permite la insistencia
del deseo, eternamente separado de su objeto.
Algunos historiadores se han preguntado por qué apare-
/ /
ce e1 amor cortes en una epoca que por otra parte no se
no se trata de la mujer, sino de la Dama, del representante
de la Cosa, la Dama vacuola. Los límites y prohibiciones
fijan un campo de transgresión y por ello determinan una
JO Jacques Lacan, Seminario ll, p. 267.
 EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
he aquí lo que la ética debe al erotismo.
l 'I ic 1,
2J La poesíaerótico-sagrada:en este caso Dios llena el vacío
de la Cosa (en la creencia del hombre o de la mujer religio-
sa), se constituye en el inaccesible objeto amado, reunien-
do las condiciones que hacen posible esta poesía, tanto más
erótica en su encubierta santidad. Dios, símbolo por exce-
lencia, carece de cuerpo y por ello el amante de la poesía
erótico-sagrada puede expresarse en los términos del amor
más crudo. Dios llena el vacío, y aquí a la inversa de lo que
pasa en la poesía trovadoresca del amor cortés en que la Da-
ma era vaciada y despersonalizada, este Dios intangible es
personalizado. Su carácter inalcanzable asegura el deseo e
inflama la pasión. El hombre demanda ser privado de algo
en lo real para poder desear.
Escuchemos y dejemos expresarse un ejemplo de esta
pasión:
"Mi corazón se funde como el hielo en el fuego cuando
estrechamente abrazo a mi Señor, gritando: el amor del
Amor me consume, me uno al amor ebrio de amor.
" En las llamas ardo y languidezco gritando; viviendo,
muero; y muriendo vivo. Sin embargo, no amo, sino que
tengo sed de amar y hambre de unirme al Amor. " 3 1
3] El amor pasión:en el amor pasión los amantes más que
a ellos mismos aman al amor como el hecho de amar en
sí mismo. A su vez se viven como soportes de algo que no
son y que en los mitos es atribuido a fuerzas externas y má-
gicas como los filtros de amor, fuerza irresistible que los
impul sa a otro ser sin poder creer ser ellos los acreedores
de ese mismo amor de que se sienten objeto. La demanda de
amor es absoluta y todo amor insuficiente ante ella. Esto
lleva a una busca más allá del amor y a un reencuentro de
fusión total que sólo es posible en la muerte.
Se advierte que los amantes del amor pasión sostienen un
deseo dirigido a la Cosa, en tanto ésta es innombrable y,
rnmo dice Lacan, lo innombrable por excelencia es la muer-
11
C1,hrun amante " Danza del amor místico" , citado por Denis de Rouge-
J'/ amor y occidente, Barcelona, Kairó s, 1979, p. 163.
111,1 111 1·11
FRIDA SAAL 273
te. En otro sentido también se puede ver la Cosa como causa
en el doble sentido de la palabra, o sea causa motora y cau-
sa final. La Cosa no sólo está en el origen del movimiento
del deseo sino que es también a lo que el deseo tiende.
Hemos adelantado la tesis que Eros es Tánatos.La muerte
está desde el principio de la constitución del sujeto, sólo
la separación del objeto, a la vez que lo carga libidinal y
narcisísticamente, pued e lanzarlo al circuito del deseo. La
muerte es, pues, condición del amor, la muerte es también
en tal sentido posibilidad del amor y , finalmente, la muer-
te es también su imposibilidad.
Creemos que quedan por hacer alguna s pr ecisiones para
diferenciar lo real del sexo del carácter imaginario del amor.
Hemos dicho, siguiendo a Lacan, que la sexualidad es la reali-
dad del inconsciente, la realidad de las marcas que inscriben
en nuestro ser el deseo del otro, soporte del Otro. Pero la
separación que hace posible la inscripción de tales marcas
en su carácter irreversible podrían ser el motivo de la taxa-
tiva afirmación que despertara tanta polémica que "no hay
relación sexual".
La ausencia de relación sexual es solidaria de la diferen-
ciación entre das Ding y die Sache,encierra la imposibilidad
de reunión mítica con la madre (más allá de que el incesto
pueda realizarse), porque tal unión mÍtica ·sería el imposible
retorno a un estado de indiferenciación, anterior a la sepa-
ración, anterior a la sexuación. La ausencia de relación
sexual es el precio que el hombre paga por su sexualidad.
Es también el precio de ser U no y que habiendo tantos unos
como se quiera, jamás podrán dos volver a ser uno. El sexo
está marcado pues por la instancia fálica que sólo se estruc-
tura de hechos de ausencia, como señala Lacan en el Semi-
nario X.
¿Y en cuanto al amor? "Lo que suple a la relación sexual
es, precisamente, el amor." 32
Pero tanto su inscripción imaginaria como el carácter
metonímico del objeto de amor aparecen como la razón
32
Jacques Lacan, Le Sémin aire, L iv re xx: Encore, París, Seuil, 1975, p. 44.
 /7 .f EL AMOR Y LA SEXUALIDAD
de la frecuente decepción y desencanto que provoca el
<.'ncucntro.
Para caracterizarlo con una fórmula familiar podríamos
decir que si en el estadio del espejo nos encontramos con
el drama que se precipita de la incompletud a la anticipa~
ción, el amor podría recibir esa fórmula invertida, y ser re-
presentado como el drama que seprecipitade la anticipación
a la incompletud.
Tanto Lacan como Freud han ubicado al amor como fe-
nómeno que se da en el campo de lo imaginario. Es conve-
niente no menospreciar el estatuto de lo imaginario, que
para nada puede confundirse con lo inexistente ni con lo
ineficaz. Quizá por eso el título del seminario de Lacan de-
dicado al amor es "Les non dupeserrent", juego de palabras
en cuya homofonía aparecen por lo menos tres sentidos
entrelazados:
1] El nombre del padre (le nom du pere), función de sepa-
ración por excelencia que permite, en la prohibición de
unión del niño con la madre, introducir la carencia en lo
real que es la condición/ posibilidad de deseo y por ende
de vida.
2] Los que no se dejan embaucar, yerran (les non dupes
errent). Errar aquí significa equivocarse. La posibilidad de
supresión de lo imaginario es tan mitológica como cualquier
otra creencia. Por ello es que Lacan comienza-este seminario
diciendo: "Pese a lo que ustedes hayan entendido acerca de
él, partiendo de lo que se imaginan comprender, es una di-
mensión (la de lo imaginario), lo he dicho en mis Escritos,
tan importante como las demás."
Es posible que alguien haya entendido que Lacan desva-
lorizaba lo imaginario, a partir del señalamiento del carácter
ÍmJginario del yo encerrado y producido en sus espejismos.
l ,acan sale al paso de esta interpretación porque nadie, y
111c110s que nadie los psicoanalistas, podría desconocer el pa-
¡wl fundamental y a la vez fallido del amor.
3 J l .os que no se dejan embaucar, yerran (les non dupes
a, 11·111). Aquí errar significa vagabundear.
V.1g.1bu11dcardescribe el tránsito de la vida por la que el
FRIDA SAAL 275
sujeto se desplaza reemplazando metonímicamente los ob-
jetos en una sucesión que termina inexorablemente en la
muerte. Vivir es engañarse y errar: desear.
En El banqueteplatónico Sócrates aparece como un ejem-
plo de quien está en el lugar del amado. Alcibiades encarna
la demanda del amante y desde esta posición emite las más
crudas recriminaciones por el desprecio a que cree verse so-
metido alternándolas con los más exaltados elogios. Sócra-
tes sostiene el lugar que el otro le atribuye, instaurado en
su propia carencia no contesta a ninguna de estas variantes
(imprecaciones y elogios) y señala al tercero, Agatón, co-
mo destinatario de tan exaltada pasión.
Aquí se establece la similitud entre la posición de Sócra-
tes y el lugar de la transferencia, porque ¿qué otra cosa que
la demanda de amor, tan verdadera y tan falsa como todos
los amores, es lo que se juega en la transferencia? La fun-
ción del analista al asumir s1,1carencia, al no tratar de llenar
el vacío es ofrecer un lugar vacante para que el deseo del
paciente se realice como deseo del otro.
Allí podríamos considerar que la similitud se agota por-
que si Sócrates asume el lugar de la carencia como analista,
deja de serlo en el momento en que él designa el objeto.
El deseo del analista es deseo por la existencia de un deseo
al que deja que derive, yerre y fundamentalmente que se
equivoque o equi-voque (que evoque lo que alguna vez, por
ser sí mismo le fue igual).

VII. EL CUERPO Y EL LENGUAJE
MIR TA BICECCI
En el principio era el verbo[ ... ] Todas las cosas por
él fu eron hechas y sin él nada de lo que ha sido he-
cho, fue hecho. [ ... ] En él estaba la vida, y la vida
era la luz de los hombres. [ ... ]y Aquel Verbo fue
hecho carne y habitó entre nosotros.
Evangelio según San Juan
l. EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO
El cuerpo no existe antes del lenguaje. "Antes del len-
guaje está lo real.'' 1 Real del cuerpo, carne, entrañas
palpitantes, cavidades, mucosas sacudidas, agitadas por ener-
gías orgánicas.
Carne insignificante antes de ser invadida por el decir;
engendro imprevisible, ineducable, aterrorizante en su so-
lo existir bajo la única tutela del instinto de vida. Ese real
sobrevendrá realidad únicamente si es hospedado, invadi-
do, usurpado, violado por el lenguaje. "Y Aquel Verbo fue
hecho carne [... ] y en él estaba la vida, y la vida era vida
del cuerpo. " 2
La realidad se constituye como tal a partir del montaje
que lo simbólico y lo imaginario instalan en lo real. Así,
lo real es cognoscible por la presencia de lo simbólico que
lo ha trocado en realidad.
1
"i. Faladé, Sobrelo real, en Actas de la EscuelaFreudiana de París (vn Con-
gr r~o, Roma, 1974). Barcelona, Petrel, 1980, p. 38.
",.u1Ju,1n, Santo Evangelio,en Nuevo Testamento,versión de Casiodoro de
l{ti11.1 (11(,'J)rt·visada porCipriano de Valera (1602), Miami, Ed. Vida, 1981.
(276]
MIRTA BICECCI 277
El saber médico en su aspiración de conocer y dominar
lo real de la vida y el cuerpo traza una anatomía, y no obs-
tante algo en él permanecerá inabordable, insondable, mis-
terioso. Calladamente algo ensordece desde la piel y las en-
trañas, algo que delinea una anatomía diferente, lugar de
un desciframiento. Freud lo entendió así y al dt!cidir poner
en juego su oreja -dejando en suspenso la mirada de médi-
co- nació el psicoanálisis.
Es este cuerpo resistente al saber médico, alentado desde
otro saber, el del inconsciente, el que quisiera hoy abordar,
dar forma, tocar, 'seguir sus contornos para descubrir los
bordes, donde el afuera y el adentro se disuelven y alcan-
zar su imposibilidad misma por la presencia cautiva, en el
abismo de su superficie, del sujeto.
II. EN ÉL ESTABA LA VIDA [... ]
Y LA VIDA ERA LA LUZ DE LOS HOMBRES
Inauguración, iniciación del cuerpo. Dijimos que antes del
lenguaje no existe. Antes no era, era nada. En el lenguaje
estaba la vida; no la vida orgánica sino esa otra que es lu
de los hombres. Curiosa metáfora la de San Juan en el Evan-
gelio, porque la vida y la luz no son ésas del comienzo de
la creación sino las que introducirá el Verbo en la tierra,
entre los hombres. En este sentido asistimos a la inaugura-
ción del cuerpo sobre el territorio que ofrece el organismo
humano en esa experiencia fundamental que Lacan deno-
mina estadio del espejo. Los modelos de la Óptica permiten
apreciar que también aquí es la luz reflejada por el cristal
azogado -la palabra del Otrn la que produce las prime-
ras imágenes que vitalizan y animan el cuerpo.
En el estadio del espejo el niño descubre prematuramen-
te su imagen, mucho antes de lograr el dominio motor.
Esa imagen cautivante -en ambos sentidos- es -ante
todo- imagen corporal, primera representación de sí, eso
que Freud concibe como Ur-Ich.Intrincación primigenia
del mundo imaginario y lo real en el psiquismo que permi-
tirá la constitución primordial ( Urbild)del Y o, el Ur-Iches
 H EL CUERPO Y El LENC.11,\JI
y,1imagen total del cuerpo que anticipa un dominio imag1
nario cuando en realidad, o cuando la realidad del dominio
motor está todavía lejana.
Ur-lch:cuerpo continente, concha, cascarón, caparaz{>11
deshabitados. Cuerpo distinguido, separado del mundo ex
terno. Con él se produce la diferenciación primitiva adentro
afuera que permite delimitar qué es el yo y excluir y pro
yectar qué no es. En definitiva, la constitución del Ur-lch
es correlativa de la aparición de la realidad del mundo exte
rior y de la forma del cuerpo. Coincide por otra parte con
el surgimiento -según Lacan- de un primer narcisismo
Íntimamente vinculado a esa primera imagen que permite
organizar el conjunto de la realidad en cierto número de
marcos preformados.
La experiencia del espejo plano permite que el sujeto se
capte como forma total, superficie desolada. Si el cuerpo
es -en la formación del yo- recinto, límite, contorno, bor-
de, campo a ser habitado, investido, vestido, debemos se-
guir ahora los avatares de la construcción del cuerpo en ese
poblamiento libidinal de una primera concha vacía.
Es necesario -para realizarlo- retomar el segundo mo-
delo Óptico que propone Lacan; el modelo conocido como
experiencia del ramillete invertido. Este esquema, detalla-
damente planteado en el Seminario I acerca de Los escritos
técnicos de Freud, señala ciertos fenómenos ilusorios y en-
gañosos; espejismos por la puesta en juego de un espejo cón-
cavo que produce una imagen real y simétrica del objeto
que refleja. Al colocar un florero real en el centro de la se-
miesfera y debajo de él un ramillete de flores invertido, se
producirá para el ojo la sorpresa de ver el florero real ocu-
pado por un ramillete imaginario. Sin embargo, para que
este efecto engañoso se produzca es preciso que el ojo esté
ubicado en el lugar adecuado, es decir, en el campo de los
rayos que emanan del espejo. Lugar adecuado que en la me-
1,íforaÓptica alude a su inscripción dentro de ciertas coor-
drnadas trazadas por el orden simbólico a través de aquello
que lo nombra, el deseo de la Madre.
1)(.' lo que aquí se trata pues, no es de otra cosa que de
!lllt I A BICECCI 279
l.1articulación de lo simbólico y lo imaginario en la consti-
1ución de lo Real. Para que se produzca por tanto esa habi-
1.1ción del cuerpo, ocupación imaginaria del mismo que lo
lOnstituye como realidad, es premisa central que el ojo esté
l"ll el campo de lo simbólico. En caso contrario la ilusión
110 se produce: o se ve un florero hueco -un cuerpo vacío,
deslibidinizado- o unas flores arrojadas, suspendidas en el
espacio -un cuerpo fragmentado, imposibilitado de alcan-
1,ar su unidad imaginaria.
Resulta indispensable que el ojo -el sujeto- esté situado
en el mundo de lo simbólico para que este proceso se posi-
bilite. El estadio del espejo es el articulador de lo Real con
lo imaginario y lo simbólico. La introducción de un segun-
do espejo -espejo plano como único lugar donde la ima-
gen real que proyecta el espejo cóncavo puede reconocerse
como imagen virtual- es lo que da cuenta de la existencia
de un segundo narcisismo en el hombre. Segundo narcisis-
mo indisociable de la relación con el Otro a cuya imagen
y semejanza se hace el Y o. En el interior de la relación
Sujeto-Otro, Eros se apersonará en el cuerpo, la imagen
de la forma del otro es asumida por el sujeto a través de
la mediación -desconocida- del Otro y por ello sabe que
tiene un cuerpo. La intervención del otro, la mirada del otro,
confirma la imagen que el niño reconoce como propia; es
lo que el efecto del segundo espejo pretende ilustrar; lo que
permite que la imagen sea vista es sólo su presencia. Por
esto la experiencia se ubica en el mundo simbólico, campo
del Otro.
El niño necesita al otro ahí para saberse aquí y diferente.
Pero a la vez localizará y reconocerá su deseo, no sólo por
intermedio de su propia imagen sino del cuerpo de su se-
mejante. Reconoce su deseo en el otro cuerpo, en el cuer-
po del otro; el intercambio se produce y se aisla la concien-
cia de sí: "Es porque su deseo ha pasado del otro lado que
él se asimila al cuerpo del otro, y se reconoce corno
cuerpo." 3 Esa relación especular sin salida provoca la ten-
sión propia de la rivalidad y agresividad que llevaría ora a
la desintegración agresiva del individuo ora a la desintegra-
 'kO EL CUERPO Y EL LENGUAJE
,lgrcsiva del otro. Atolladeros de la especularidad en
( 1c')fl
h., que se juega "el deseo de la desaparición del otro en tanto
'><>portedel deseo del sujeto[ ... ] diferentes facetas del nar-
cisismo, de la relación con el cuerpo propio y con el cuer-
po del otro. 4
En tanto el otro aparece como imagen total y completa
provoca una tensión y necesidad de hacer polvo su imagen
para ser Yo; pero al hacer pedazos al otro el sujeto que se
ha asimilado y constituido por la imagen de aquél, se frag-
menta. La imagen que lo ha estatuido, al pulverizarse di-
suelve su estatua; imago del cuerpo fragmentado que se
actualiza en angustia cada vez que se linda en la imposibili-
dad del Uno: "Cuando lo Uno hace irrupción en el campo
del Otro, eso se manifiesta no por relaciones dialécticas de
lo Uno y de lo múltiple sino sobre el cuerpo que cae en
pedazos. El pequeño rompe la bella unidad del cuerpo ma-
terno y experimenta como una amenaza de ser despedaza-
do por ella. " 5
Retorno de la mirada del niño hacia la madre, aparición
de lo Uno en el campo del Otro; en lo escópico estamos
a nivel del deseo del Otro y la madre es soporte del Otro.
Esta relación entre el sujeto y el Otro se sostiene en la mi-
rada: el niño como mirada arrojada en el espectáculo del
mundo que no provoca su mirada, mirada sin objeto por
lo tanto. Cuando a esa mirada se le dé un cuerpo, el mundo
aparecerá en relación figura-fondo con ese cuerpo; será pro-
vocador de la mirada y la mirada se extrañará, se hará ex-
traña en él.
En el campo de lo escópico el sujeto se ubicará como mi-
rado: "Lo que me determina fundamentalmente en lo visible
es la mirada que está afuera. Con la mirada entro en la luz
y de la mirada recibo su efecto. De lo que se deduce que
1 La posición del cuerpo en el fantasma de fragmentación
Jacques Lacan, El Seminario. Libro L· Los escritos técnicos de Freud
( 1953 1954), Barcelona, Paidós, 1981.
, E. Laurent , Lo real en imágenes, en Actas de la Escuela Freudiana de París,
, ·11.~ p. 69.
J,1l qucs Lacan, Seminario XIV: La lógica del fantasma {inédito). Clase del
10 d,· 111.iyo de 1967.
MIRTA BICECCI 281
la mirada es el instrumento por el que se encarna la luz." 6
La vida era la luz de los hombres.El cuerpo es entonces un
montaje que sostiene la mirada, montaje de realidad imagi-
naria y Real del cuerpo. Según la situación de la mirada se
producirá la complementación imaginaria entre real de la
imagen e imaginario. Sería posible que dada una determi-
nada ubicación de la mirada fuera de lo simbólico ese fenó-
meno no se produjese, es decir, se viera una u otra cosa pe-
ro no ambas conjunta y complementariamente.
Si el estadio del, espejo consiste en la anticipación imagi-
naria a un dominio motriz real, la no concreción de los efec-
tos del mismo plantearía una dificultad de articular la ima-
gen real del cuerpo con su captación imaginaria, situación
que prevalece en la esquizofrenia. Hay aquí un continente
vacío, oscuro, sin objetos, producto de una alianza de lo
Real y lo Imaginario no lograda en el Otro. En la paranoia,
al contrario, lo Real se intrinca a lo Imaginario con exclu-
sión de lo simbólico, el sujeto incorpora el mundo a su Y o.
La relevancia del estadio del espejo consiste en sumergir
la categoría de lo Real en él. Así lo plantea el Discuro de
Roma de 1953. Para Laurent, la lectura del mismo desde
el dispositivo de los dos espejos "inscribe lo que hay de real
en lo Imaginario [(i(a)/a)]; lo que hay de imaginario en lo
imaginario [i(a)/i(a)]; y lo que hay de simbólico en lo ima-
ginario (A/1)." 7 La matáfora paterna es la responsable de
la articulación de los campos de lo imaginario y lo simbóli-
co. Ella impone la Ley y al separar al hijo de la madre hace
de su cuerpo eso para siempre separado del objeto. Por eso
la constitución de este último es metonímica: una parte por
el todo; el objeto es la parte de la que es preciso despren-
derse, el efecto del corte que lo simbólico -metáfora- in-
troduce en lo real.
también puede ser elucidada mediante este dispositivo y ten-
6
Jacques Lacan, El Seminario. Libro XI : Los cuatro conceptos fundamentales
del1,sicoanálisis (1964), Barcelona, Barral, 1967, p. 116.
E. Laurent, op. cit., p. 70.
)~) EL CUERPO Y EL LENGUAJE
d, Í.1relevancia especial en el abordaje de la despersonaliza-
l l<>nen la psicosis, donde "la desrealización es consecuen-
8
l i.t de una caída de la imagen virtual bajo la imagen real";
en el lugar que debía ocupar la imagen corporal sólo hay
vacío. La neurosis se esfuerza en cambio como puede, en
el campo imaginario, para sostener una imagen virtual. No
obstante, siempre se producirá un descompletamiento de
esa imagen en un punto, punto sin réplica especular, pun-
to que alude a la superficie misma del espejo, condición para
la proyección de imagen. Y este punto sin imagen, borde
no especularizable que las leyes de lo simbólico engendran,
es el lugar donde se inscribirá el objeto a.
El pequeño a se produce como desprendimiento respecto
del cuerpo del que depende. Pero en tanto parte, pérdida
del cuerpo de la madre, todo cuerpo será objeto a. "Lo que
hay bajo el hábito y que llamamos cuerpo quizá no es más
que ese resto que llamo objeto a. " 9 El objeto a es caída,
resto que se ubica en el lugar de causa del deseo y no el
objeto con el cual el deseo se satisface.
Así, el cuerpo se constituye como recubrimiento libidi-
nal que se introduce en sus huecos trazando una organiza-
ción erógena. La libido inviste, reviste los orificios y al
hacerlo los sostiene en su función de causa. La libido que
es deseo del Otro: "La libido es la presencia efectiva, como
tal, del deseo[ ... ] que no es sustancia, que está ahí, al nivel
del proceso primario y gobierna el modo de nuestro ac-
ceso. "1 º
El cuerpo se puebla en ese recubrimiento que arroja siem-
pre pérdida, ausencia, cuerpo sometido a -¿por qué no?-
mutilaciones libidinales. Curiosa genética esta que, lejos de
ori entarse hacia la generación de una unidad plena, es per-
manente de-generación~acceso imposible a una totalidad in-
1c rada. " ¿Qué se desprende de esta genética si no la fun-
9
l'.Íon dominante, en la determinación de ciertos elementos
H //11d, p. 69.
·:J·" Libro XX: Aú~, Barcelona,Paidós, 1981, p. 14.
!Jlll '\ I ..1ean, El Seminario. _
111 quc\ L,ca n, El Semmano. Libro XI, cit., p . 159.
MIRTA BICECCI 283
del organismo vivo de una combinatoria que opera en al-
gunos de sus tiempos mediante la expulsión de restos?" 11
Cuerpo libidinal, mutilado, hecho de bordes y cortes: es
el cuerpo pulsional. La pulsión, abrochamiento del lengua-
je en la carne que mortifica, es siempre parcial. Se presenti-
fica de este modo en el cuerpo en un continuo derivar por
objetos para encontrar que no es ahí y no es ése el lugar
de satisfacerse. Es renovado encuentro de un desencuentro.
Planteada por Lacan como un montaje surrealista, se ins-
cribe en la estructura de borde que es el cuerpo, habitando
los orificios, erotizando paredes para hacer un recorrido que
se va y regresa; circulando, cerrándose en ese borde, zona
erógena que antes que frontera es decaimiento de los lími-
tes. Pulsión, vértigo del sujeto que aparece y aflora en ella,
sujeto que, para Lacan, es propiamente el otro, único lugar
en el que la función de aquélla puede realizarse.
Si la pulsión sólo puede realizarse al nivel del otro es por-
que se plantea en el campo del Otro. Y es ahí donde debe
localizarse la organización del cuerpo en zonas erógenas que,
encadenadamente, van adquiriendo relevancia para langui-
decer luego ante el predominio o poderío de otra . Sin que
esta afirmación conduzca al planteo tan difundido de una
sucesión de fases de la organización libidinal como progre-
so de una etapa a otra. Asimilado al modelo de la evolu-
ción biológica, para sostener que el fin genital estaría prefi-
gurado desde el comienzo y cada fase consistiría en un paso
hacia tal meta, buena parte del psicoanálisis se extravió en
las sendas confortables de un biologismo adaptacionista.
Pero si pensamos más bien -como lo sostuvo Freud-
la genitalidad como un avatar, un accidente entre otros po-
sibles, todo el razonamiento anterior trastabillea y cobra
una dimensión relevante el papel de la demanda del Otro
en el pasaje -o no- de una forma a otra de organización
libidinal. Pasaje que en absoluto depende de la maduración
fisiológica del cuerpo sino de los modos que asume esa de-
manda. Las organizaciones libidinales son modos significan
11
!bid., p . 157.
 111 EL CUERPO Y EL LENGUAJE
t t'" de responder pulsionalmente a la demanda de amor. Y
.1-.í,por ejemplo, el paso de la pulsión oral a la anal se pro-
duc.:cpor "la intervención, la inversión de la demanda del
otro[ ... ] [pues] no existe ninguna metamorfosis natural de
la pulsión oral en pulsión anal." 12 La inversión de la
demanda del Otro asoma en esa apropiación que el sujeto
hace de ella hasta enunciarla en primera persona. El predo-
minio de una zona erógena y su paso a otra estará regido
pues desde el campo del Otro.
Se define el cuerpo como ese mosaico bizantino de zonas
erógenas que no logran articular una unidad. ¿Cómo fijar
ahora su estatuto en relación al sujeto?, ¿cómo anidar en
un cuerpo reticente a la apropiación, que siempre es pérdi-
da, ausencia o vacío? El cuerpo es objeto a, objeto de la pul-
sión que "no es de hecho más que la presencia de un hueco,
de un vacío, ocupable nos dice Freud, por cualquier objeto
y cuya instancia no conocemos sino bajo la forma del obje-
to perdido a minúscula." 13 Placenta, seno materno, heces,
orina, voz, mirada, objetos separables del cuerpo, que el
cuerpo pierde y que el juego del símbolo constituye como
objetos a en su relación negativa con el falo.
En efecto, el objeto a es parte del organismo -organismo
que, por otra parte, no llega a constituirse como un todo-
de lo que el sujeto se ha separado para constituirse como
tal. Es así símbolo de la carencia, esto es, del falo; no en
tanto tal sino como falta, menos Fi ( - q>).Por eso es nece-
sario que sea un objeto separable en primer lugar y que tenga
alguna relación con la carencia en segundo.
Este objeto, en el plano oral, es el nada, eso de lo que
el sujeto se ha destetado y que, perdido, ya no es nada para
él. A nivel de lo anal, donde se da un objeto por otro, son
b s heces que se pierden lo que viene a ocupar el lugar del
falo que no se puede dar. En lo escópico, pulsión primor-
dial, estamos en relación al deseo, deseo del Otro. La mira-
d., es imaginada en el campo del Otro. "El sujeto se pre-
1 16
/ l/111/.,p. 185.
11
//,,ti. p. 184.
MIRTA BICECCJ 285
senta como otro que no es y lo que se le da a ver no es
lo que quiere ver." 14 Por esto el ojo puede funcionar co-
mo objeto a, objeto de la carencia. Precisamente la mirada
es aquí el resto que hace que la imagen se sustente. La mira-
da como resto respecto del ojo, sosteniendo a éste como
Órgano de goce.
El cuerpo, en síntesis, es en la dialéctica del objeto a el
lugar donde por la puesta en juego de la libido se integra
la sexualidad en la dialéctica del deseo.
III. Y AQUEL VERBO FUE HECHO CARNE[ . .. ]
Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS
El cuerpo se organiza a partir de lo simbólico, es decir, en
el campo del Otro. En este sentido el cuerpo se subjetiviza,
se hace significante. Pero el sujeto es un significante por-
que "un significante es lo que representa un sujeto para otro
significante." 15 En consecuencia, el cuerpo es y no es sig-
nificante; es un conjunto de significantes que señalan la pre-
sencia parcial del Otro (Aquel verbo fue hecho carne) pero
es también carne corrompida por la letra, por el decir, Real
del cuerpo por donde se extraña el sujeto. Cuerpo enton-
ces mortificado por el significante, Real del cuerpo morti-
ficado, huidizo a toda captura discursiva.
En este Real inapresable al lenguaje está el goce, goce ex-
traño al sujeto: "El sujeto en efecto se funda en esa marca
del cuerpo que lo privilegia y que hace que la subjetiva-
ción del cuerpo domine en adelante todo esto de lo cual
va a tratarse para el cuerpo. El goce desde entonces depende
de esta subjetivación del cuerpo y se funda en lo que de ahí
se borra o escapa." 16 Esto que se escapa es lo que denomi-
namos objeto a, el cual asume la función de causa del de-
seo. Objeto que es siempre otro, o~eto metonímico en tanto
lo que a la parte le falta para ser el todo, objeto imposible
14
/bid., p. 114.
15
!bid., p. 163.
Jacques Lacan, Seminario XIV: la lógica del fantasma, cit., clase del 31 de
mayo de 1967.
'H,, EL CUERPO Y EL LENGUAJE
<Jlll' remite a la falta en el Otro.
Si el objeto a se ciefine por su radical alteridad en rela-
l iún a cualquier objeto, como el objeto Otro, el objeto del
Otro, el Otro como cuerpo es el Otro del objeto a. El ob-
jeto es, por tanto, producto perdido y causa del deseo ins-
taurado y el lugar que genera, el de la falta. Es entonces en
el objeto a donde puede asistirse a la escisión del sujeto, es-
cisión determinada por la pérdida de un resto que la impo-
sición del significante establece.
Hay falta en el sujeto y ella es causada por la falta en el
Otro a través de un proceso específico que la teoría deno-
mina complejo de castración. La castración es prevalencia
del falo simbólico que abre la dimensión de la falta. Falo
y objeto a organizan la sexuación del sujeto, la inserción
del cuerpo en el sexo que, al atravesarlo, lo descompleta.
Cuerpo consagrado al sexo es cuerpo seccionado, separado
de una parte de él, el objeto a y empujado a la búsqueda
inacabable de esa parte perdida. Búsqueda que no puede más
que fracasar una y otra vez porque el éxito conduciría a la
desaparición del deseo por haberse logrado la unión con
el objeto. En este aspecto, el cuerpo sexuado se constituye
bajo el imperio absoluto de la muerte en su doble faz de
finitud insalvable y de perspectiva fascinante y utópica
de infinitud.
Ser sexuado es tener que pasar por la reproducción se-
xual, figurar como un eslabón más de una larga cadena. Es
exigencia de colocarse en el horizonte a la vez familiar
y extraño de la muerte para constituirse como eventual, pa-
sajero. La pulsión rodea una y otra vez el callejón sin salida
de la muerte, por eso es -ante todo- pulsión de muerte.
"La sexualidad entonces queda instaurada en el campo del
sujeto por una vía que es la de la carencia. Aquí se encu-
bren dos carencias. U na se debe a la falta central en torno
;l la cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su
propio ser en la relación con el Otro -por el hecho de que
1·1-.ujeto depende del significante y de que el significante
1•,1 ., en primer lugar en el campo del Otro. Esta carencia
, 11·111· ,l proseguir la otra carencia, que es la carencia real,
M!RTA BICECCJ 28
anterior, que hay que situar en el advenimiento del ser vi-
vo, es decir, de la reproducción sexual. La carencia real es
lo que el ser vivo pierde por su parte de ser vivo, al re-
producirse por vía sexuada. Esta carencia es real porque se
refiere a algo real, ya que el ser vivo, al estar sujeto al sexo,
ha caído bajo el peso de la muerte individual. Por ello el
sujeto no es tanto lo que va tras su complemento sexual
como en la busca de una parte de sí para siempre per-
dida." 17
Consideraciones que conducen a plantear la insensatez del
objeto a y su vinculación con lo Real. Faladé plantea que
el niño al nacer es la cosa, das Ding, arrojado en lo real.
Un corte, "tijeretazo efectuado en lo real, permitirá nacer
al sujeto y dejará caer un jirón de lo real, ese objeto a que
ya no tiene nada que ver con la estructura de lo real." 18
El niño duerme en lo real hasta que el significante lo des-
pierta. Lo real está habitado por formas y entre ellas una
forma privilegiada es la madre. Las presencias y ausencias
de esa forma, como las alternancias, sueño, atenciones, irán
posibilitando el momento en que el niño reinicie el juego
de lo simbólico. Momento que Freud capta en el juego de
su nieto, el juego del Fort-daque describe en Más allá del
principiode placer.La partida de la madre abre una hiancia
y el juego es la respuesta a ella. Ese juego de hacer apare-
cer y desaparecer alternativamente el carrete sostenido por
un hilo es "la automutilación a partir de la cual el orden
de la significancia se pondrá en perspectiva[ ... ] [porque]
si es cierto que el significante es la primera marca del suje-
to, ¿cómo no reconocer aquí -por el solo hecho de que
ese juego viene acompañado de una de las primeras oposi-
ciones que aparecen, que es en el objeto en que esta oposi-
ción se aplica en actos, el carrete, donde debemos designar
al sujeto? A este objeto, ulteriormente, le daremos un nom-
bre en el álgebra lacaniana -la a minúscula." 19 Y este ob-
17
Jacques Lacan, El Seminario. Libro XI, cit., pp. 210-211.
18
S. Faladé, op. cit., p. 42.
19
Jacques Lacan, El Seminario. Libro XI, cit., p. 72.
'HH EL CUERPO Y EL LENGUAJE
Jt'I o es luego reemplazado por su propia imagen en el espejo
.1 l ravés de la cual el sujeto se anticipa a esa posición de ob-
Jl'to a en la que se ubica el cuerpo.
Según Leclaire, "la castración es, efectivamente, la toma
en consideración, sin rodeo y sin compromiso, de lo irra-
cional por excelencia que es el objeto a"; 20 y el falo, en
relación al cual se debe pensar la castración, debe ser al
mismo tiempo letra de la falta y único emblema del obje-
to. Esto quiere decir que la primacía o prevalencia del falo
tiene dos sentidos que, siguiendo a J.A. Miller21 pueden de-
limitarse de la siguiente manera:
1] Es ordenador de la serie de pérdidas de objeto, pérdidas
que dan lugar a la constitución de las ecuaciones fálicas.22
2] Como lugar, es el significante de la falta: su opuesto
simbólico es la castración y no hay elemento femenino que
le corresponda. La falta resulta así organizadora de la se-
xualidad para ambos sexos.
Ambos sentidos posibilitan la indispensable distinción en-
tre el falo simbólico como función de la castración en ge-
neral y el falo imaginario, con sus posiciones negativa -que
indica que el sujeto nunca está a su altura- y positiva, que
suple y clausura imaginariamente la falta constitutiva de su
estructura. El falo simbólico ordenará la serie de objetos
que, puestos en relación entre sí por la mediación de aquél,
adquirirán un valor imaginario de falo positivo ( + q>)o
negativo ( - q>)que estará determinado por el lugar que ocu-
pen en el deseo del Otro.
Pero la ecuación central, productora de todas las demás,
es, desde los Tres ensayos de teoría sexual, la que establece
falo = niño. En esta ecuación es preciso ubicar el lugar del
cuerpo en el fantasma, porque todo cuerpo nace investido
como falo imaginario, sustituto del pene que la madre no
io S. Leclaire, Desenmascarar lo real, Buenos Aires, Paidós, 1975, p. 39.
1
j.A . Miller, "El objeto a y el falo. Fórmulas de la sexuación", en Analí-
111,~', n~1m._3/4, Caracas, Ed. Ateneo, p. 90. . ., .
· Cf S,gmund Freud, Sobre las trasmutaciones de la pulszon, en particular
, / ,·/ r111// \ 11111 anal, en Obras completas, tomo XVII, Buenos Aires, Amorrortu,
1•.1·•1, p IU
M!RTA BICECCJ 289
tiene: "la ecuación cuerpo igual falo está en la constitución
de la anatomía imaginaria. " 23
Nada mejor que la clínica para ilustrar la relevancia de
esta anatomía imaginaria inducida desde lo simbólico. Y na-
die mejor que la histérica para enseñarnos en primer lugar
que el cuerpo psicoanalítico en nada depende del cuerpo
fisiológico. La histérica que trata a su cuerpo como falo en
el intento de seducción, para ubicarse luego como objeto
a, resto caído y causa vigente del deseo del Otro que debe
mantenerse en pie, a toda costa. Porque en el (des)encuen-
tro sexual ella no' puede sino renegar de su ubicación de
objeto para quedar a salvo de lo que el éxtasis orgásmico
arrojaría: su cuerpo hecho mil pedazos; el fantasma de cuer-
po fragmentado que retorna con particular violencia.
En la histeria de angustia, por otro lado, el cuerpo es vi-
vido por el fóbico como el falo del Otro, en el momento
en que hay una caída de la madre fálica. Por ello huye para
ponerse, para poner al falo a salvo de la castración, de la
devoración materna. La madre mutila al fóbico al ver en
él otra cosa que él mismo, su falo que debe estar a resguar-
do de la Ley del padre.
¿Qué ocurre entonces con el obsesivo? Su problema es,
sin duda, tener que vérselas con un cuerpo, tener que arras-
trar, soportar un cuerpo que él preferiría estatua o cadá-
ver; un cuerpo que la pulsión de muerte inmoviliza en una
posición pasivizante permitiendo la erogenización del pen-
samiento y deslibidinizándolo. El obsesivo se hace el muerto
para poder sostener así esa intimidad secreta con su madre
en la que se juega su goce, lugar de elegido cuya ocupación
deberá pagar toda su vida. Desde aquí habrá que entender
los autorreproches, las formaciones reactivas, el delirio de
tocar; desde ese lugar imposible que lo mantiene fuera, a
resguardo del mundo, es decir, en lo in-mundo. Por supo-
sición de falo positivo, asistimos en la neurosis obsesiva a
23
G .L. García, "La ecuación cuerpo igual falo y su relación con el simbo-
lismo", en Cuadernos Sigmund Freud (Publicación de la Escuela Freudiana de
Buenos Aires), núm. 3/4, 1974, p. 47.
"'º EL CUERPO Y EL LENGUAJE
l.1doble imposibilidad del objeto a: es, por una parte, obje-
to sumergido en lo Real pero, por otra, hay un impedimento
h:tsico, una prohibición esencial, para la constitución de la
serie metonímica de los objetos cuya posibilidad es el des-
prendimiento de restos; y el obsesivo acumula, se aferra al
objeto, no puede desprenderse de sus restos. En la histeria,
en cambio, el cuerpo ocupa el lugar de falo negativo y, lu-
gar de la carencia, es objeto a.
¿Cuál es el destino del cuerpo en la perversión? La iden-
tificación con la madre fálica nos guía: el perverso traza una
estrategia para conservar esa identificación con la madre do-
tada de pene, engaña y se engaña y en el engaño mismo está
el goce que la renegación de la castración produce. Así, el
travestista quiere ser mirado como una niña-mujer que es
el falo, mientras que el fetichista -cuya posición es prin-
cepsen este campo- utiliza el objeto fetiche para sostener
la creencia en el pene de la mujer-madre. Si se recuerda que
para el niño el falo es el centro del deseo de la madre, él
puede ubicarse en diferentes posiciones para, desde ellas, en-
gañar ese deseo: puede identificarse con la madre como fa-
lo, con la madre como portadora del falo o pretenderse él
mismo portador del falo. De esta manera le atestigua que
puede colmarla, no sólo como niño, sino por lo que le falta.
En todos los casos algo en común puede apreciarse: el ob-
jeto a, organizado desde la prevalencia del falo encuentra
su posición en una red de imposibles que llamamos lo Real.
Y el síntoma entonces es eso que viene de lo Real y a veces
encarna en el cuerpo. "La muerte y el sexo participan por
su parte de lo real en ese lugar de lo incompatible, entre
falta y palabra. " 24
IV. Y SIN ÉL NADA DE LO QUE HA SIDO HECHO, FUE HECHO
Sí, sin él nada fue hecho, fue hecho nada, sin él sólo fue
de-, hecho.
FI '>Íntoma es sintomático de lo Real. Malestar del sujeto
1S, Ln:l.1itl', op. cit., p. 18.
MIRTA BICECCI 291
en el cuerpo. En La tercera25 Lacan sostiene que el objeto
a se localiza en ese sitio plus de jouir que dibujan la inter-
sección de lo simbólico con lo imaginario y lo real. Imagi-
nario del cuerpo, real de la vida, simbólico del lenguaje. Un
nudo borromeo ilustra esta confluencia, nudo que permite
inscribir y distinguir el goce fálico y el goce del cuerpo.
El objeto a en su imposibilidad es el plus de goce(plus de
jouir), representa el goce que siempre se escapa al sujeto,
la diferencia inasible entre placer buscado y placer obteni-
do, la otra vuelta, el más que la pulsión exige. Plus de goce
montado sobre la ausencia de goce.
cuerpo
R s
JA: goce del Otro
J<P:goce fálico
a: objeto causa del
deseo (plus de goce)
Nudo borromeo que ilustra la posición dl'l objeto a en la intersección
de los tres registros y el lugar de los dos goces. Cf J. Lacan: La tercera,
op. cit., p. 182.)
Esa ausencia es a un mismo tiempo requisito para el esta-
blecimiento del goce y está en 1~base de la sustracción del
goce del cuerpo al goce fálico. Estos, separados definitiva-
25
Cf Jacques Lacan, La tercera, en Actas de la Escuela Freudiana de París,
cit., pp. 159-188.
-"'-' El CUERPO Y EL LENGUAJE
111ente, se regirán desde determinaciones diferentes, sobera-
11.\s cada una en sí misma.
El goce fálico es el goce del órgano y por tanto, afirma
Lacan, se ubica fuera del cuerpo, regido desde lo simbóli-
co. El goce del cuerpo, por su parte, es el goce del Otro.
Yo no goza, es el Otro quien goza en mi cuerpo, fuera del
lenguaje, autárquicamente, rotas las amarras de lo simbólico.
Ahí, en el cuerpo, se nos presenta el significante en su
estado mas ' puro, como 1etra: "l o mas . o 1o mas
' vivo ' muer-
to que hay en el lenguaje, es decir la letra; es únicamente
a partir de ahí que tenemos acceso a lo real. " 26
Torna así el cuerpo a su cargo una empresa doble, ofre-
ciéndose como único lugar para objetivos enfrentados y en
discordia: conservar la vida y realizar este más allá del pla-
cer que es el goce. Todo parece indicar que el último obje-
tivo perturba al primero, o, más aún, tiende a disolver el
orden orgánico: "Basta una nada para que el cuerpo se en-
cuentre virtualmente deshabitado: en ese momento es sólo
un esqueleto, carne, un despojo por anticipado." 27 Cuer-
po sufriente, cuerpo real, cuerpo dispersado. Cuerpo enlo-
quecido, arrebatado ... al sujeto que, recluido, vive su
tormento en él.
El sujeto, efecto del significante y de la lógica que este
último engendra, tiene como lugar el cuerpo; lugar en el
que, lejos de encontrarse, se extravía. El sujeto es efecto im-
posible, disyuntiva insoluble de esos dos campos conver-
gentes; sujeto por tanto sometido a presiones diferentes: la
del deseo marcado por el significante que le otorga una exis-
tencia sumisa a la metáfora y la metonimia, y la del goce
que, ubicándose fuera del significante -en el objeto-, re-
torna siempre al mismo lugar porque está del lado de lo
real. El goce es retorno, repetición, pulsión de muerte.
Repetición: el goce exige lo nuevo, más, es exigencia re-
¡wt ida una y otra vez. La repetición es reaparición de lo
M,-,mo bajo la apariencia de lo Otro, la vida puesta en jue-
,,, //,,,/,, p 184.
', L,·, l.111
(', o¡,. cit., p. 41.
MIRTA BICECC I 293
go por la muerte o el juego de la muerte en la vida: "verda-
dero secreto de lo lúdico, a saber, la diversidad más radical
que constituye la repetición en sí misma. " 28 La repetición,
regida desde lo simbólico es retorno fracasado, retorno im-
posible al objeto que es lo real del objeto a en el cuerpo.
Someter el cuerpo a todos los excesos imaginables (alco-
hol, drogas, tabaco) se inscribe pues en ese intento de vol-
ver al mismo sitio donde el cuerpo real fue perdido por la
encarnación del significante. Puesto por éste siempre en un
límite frágil con la i;nuerte, el cuerpo busca el momento mí-
tico en que la carne no estaba todavía infectada, estropeada
por la palabra.
La existencia del cuerpo como ese real inabordable al sig-
nificante distingue el enfoque psicoanalítico de cualquier
formalismo que pretende hacer del sujeto un dato perfecta-
mente calculable y previsible. El interrogante vivo abierto
por las denominadas afecciones psicosomática s, cuestionán-
donos desde ese real imposibilitado de advenir a lo simbó-
lico, es prueba irrefutable de la existencia del goce como
el más allá de toda comprensión (bio)lógica.
Por otra parte, ¿qué mejor testimonio de que el cuerpo
no es del sujeto que la aceptación del dolor y el sufrimiento?
Como tal se constata en la entrega del cuerpo a una causa
-la causa del Otro-, en el discurso épico, en las artes mar-
ciales donde la belleza del músculo desgarrado y la sangre
chorreante son las marcas del ingreso a la gloria y a la
historia.
¿De qué se desembaraza el suicida?, ¿del mundo o de la
palabra que anida las hiancias del cuerpo? Intento fallido
este último, ya que al asesinato del significante sobreviene
la muerte del cuerpo.
Los orificios del cuerpo lo organizan como hiancia que
estructura el inconsciente. Por sus orificios se dice un saber
del que el sujeto nada sabe en tanto se instala en la separa-
ción entre cuerpo y goce.
Es aquí donde puede plantearse el interrogante de cómo
28 Jacques Lacan, El Seminario. Libro XI, cit. , p . 71.
 liJj
El CUERPO Y El LENGUAJE
1·1gott' es manejable a partir de lo que Lacan llama sujeto-
·ntlor de goce. El sujeto-valorde goce implica la anulación del
goce por la instalación de la estructura de la castración, es
decir, anulación del retorno al objeto y subjetivación del
deseo en las series metonímicas de lo original y lo inédito.
Es la estructura de la repetición producida por la castración.
"El sujeto se encuentra en el medio, entre el cuerpo que
goza y el goce que se instala. Curiosamente, el hecho de
que el sujeto sea rechazado a los bordes del goce es la con-
dición para que un cuerpo, al gozar, se subjetivice. El cuer-
po goza sin el sujeto, sólo entonces pertenece al sujeto." 29
Goce es goce del Otro y sufrimiento del sujeto.
Presencia de la dimensión del goce que el lenguaje abre,
el lugar del cuerpo es encrucijada, disyuntiva ineludible entre
una ética de la vida y una estética de la muerte.
"'J.I) , N asio, Ética de un "impasse". El analista entre el saber y el sufrimien-
'"• , 11 lct,i, de la Escuela Freudiana de París, cit., p. 117.
VIII. LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
J. DA VID NASIO''
I. LA FORCLUSIÓN (10 de mayo de 1982)
Hoy les voy a hablar de la forclusión y vamos a detener-
nos, en particular, en la teoría del significante vista bajo un
ángulo que nos permitirá precisar qué es la forclusión.
Retomemos primero lo que decíamos la última vez. Los
que estaban ahí pudieron escuchar, en la primera parte, el
intento de precisar lo que yo entiendo por "formaciones
del objeto a". Al final, comenzaba a aproximarme al con-
cepto de forclusión. ¿Por qué la forclusión? Para investigar
si, tal como ha sido desentrañada por Lacan a partir de
Freud, podría dar cuenta de las formaciones del objeto a.
En pocas palabras, dije que el concepto de forclusión podía
ser abordado según dos constelaciones de conceptos: en re-
lación con la represión y, en particular, con el saber y en
relación con la teoría del significante.
¿Cómo distingue Freud la represión de la forclusión? Pre-
cisemos primero que Freud no llama a eso forclusión. Uti-
liza el término de verwirft que Laplanche traduce por rejet,
rechazo. Freud dice, en Las neuropsicosisde defensa: "el yo
desestima [verwerfen] la representación insoportable [in-
conciliable, en la traducción francesa utilizada por el autor]
... como si la representación nunca hubiera comparecí-
* El trabajo del doctor Nasio es la versión desgrabada de los seminarios
impartidos los días 10 y 24 de mayo de 1982. Estos seminarios se incluyen
en el contexto de un curso comenzado anteriormente. La traducción es de
Judith Santos.
[295]
 "''' LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
do." 1 Recuerdo, para orientación de los lectores de este
texto, que Freud distingue tres destinos, tres defensas, con-
tra la representación inconciliable. Sitúa las dos primeras
bajo el término de "represión"; la tercera será la forclusión.
La primera, la sustitución por el Y o de la representación
inconciliable por otra representación, es el mecanismo tÍ-
pico de la neurosis obsesiva. En la segunda, el Y o convierte
la representación inconciliable en síntoma del cuerpo; es
la conversión histérica. Pero, tanto en un caso como en el
otro -y ésta es la especificidad de la represión-, la repre-
sentación inconciliable es de la misma consistencia, de la
misma naturaleza que su destino, mientras que, en la for-
clusión, el retorno, el destino es de una naturaleza hetero-
génea a la representación. Tal es la primera y gran diferencia
entre represión y forclusión. Freud dice, al respecto, dos
cosas importantes: la representación, en el caso de la for-
clusión, sufre una acción muy enérgica y eficaz y, segun-
do, el retorno se hace en la realidad bajo la forma de una
alucinación tan claramente vivida por el sujeto que tiene
el alcance, la fuerza de una realidad indiscutida. Para expli-
car esto, Freud utiliza, en el mismo texto, una fórmula que
encuentro muy difícil: "El yo se arranca de la representa-
ción insoportable [inconciliable], pero ésta se entrama de
manera inseparable con un fragmento de la realidad objeti-
va, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase
también, total o parcialmente de la realidad objetiva". 2
F reud agrega que, solamente pensando que la representa-
ción es rechazada con un fragmento de realidad pegado a
ella, puede uno comprender que la alucinación dé ese ca-
rácter tan real, tan propio de la realidad del objeto percibi-
do. Voy a dar el ejemplo de la jovencita histérica engañada
por un joven que no llega. Pasando el último tren, vuelve
,\ la casa y va al jardín donde escucha su voz; a partir de
c,e momento, dice Freud, vive el feliz sueño de estar con él.
1
Freud, las neuropsicosis de defensa (1894),
'>1¡;1111111d 0.C., tomo
11m i\111·,, Amorrortu, 1981, p. 59.
' ( >¡,.'11 ' p. 60.
J. DAVID NASIO 297
Me falta agregar todavía un punto concerniente al saber:
F reud dice que reprimir es no querer saber nada, pero en
vano, puesto que hay formación de síntomas que gritarán
al sujeto lo que él se rehúsa a saber; así pues, la represión
siempre· fracasa. Pero eso que el sujeto no quiere saber y
que el síntoma de todas maneras le gritará, él lo había sabi-
do ya en un primer tiempo. Esto es muy importante para
permitir la distinción con la forclusión: todo se jugará ahí.
En la represión, se trata de no querer saber nada de la cas-
tración, péro de una castración que ha tenido lugar, que el
sujeto ha atravesado, sufrido. Para la forclusión es diferen-
te: si ustedes toman la explicación que dan Freud y Lacan
de la alucinación del hombre de los lobos, verán que el su-
jeto no quiere, en efecto, saber nada de la castración; pero
Freud agrega que sus síntomas son de tipo anal, lo que da
a pensar que el sujeto ha quedado atado a una posición fe-
menina en su relación con el padre; entonces, dice Freud,
ese sujeto no ha tenido acceso a la castración. En la forclu-
sión, el sujeto no quiere saber nada de la castración, pero
de una manera diferente que en la represión. No quiere sa-
ber nada de una experiencia que él no conoció, a la cual
no ha tenido acceso. Si, como la represión, la forclusión
fracasa, la dificultad reside en el hecho de que el fracaso de
la forclusión no se manifiesta en la emergencia de un sínto-
ma, sino por la reaparición en lo Real de eso a lo que el su-
jeto no tuvo acceso, por el retorno, desde afuera, de la ex-
periencia bajo la forma de una alucinación intempestiva que
tiene la nitidez de una realidad indiscutida. Tal es. el senti-
do de esta frase de F reud: " ... el Y o desestima [verwerfen]
la representación insoportable [inconciliable] junto con su
afecto y se comporta como si la representación nunca hu-
biera comparecido". Esta frase es contradictoria: en efecto,
¿cómo se puede rechazar algo a lo que no se ha tenido acce-
so, que no ha sido integrado a nosotros, que no está inscri-
to? En esta pregunta se va a jugar el concepto lacaniano de
III, Bue-
la forclusión.
Vamos a plantearnos tres preguntas:
l. ¿Cuál es el elemento forcluido?
"Id LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
l. ¿Cuál es el mecanismo de la forclusión?
\. ¿En qué consiste el retorno en lo Real?
No sé si llegaré a tratar la tercera, pero cuento, en todo
caso, con hablarles de las dos primeras.
Durante un tiempo, me he visto influido por una fórmu-
la de Lacan concerniente a la forclusión, que muchos de
ustedes deben conocer: "Lo forcluido es lo que es rechaza-
do de lo simbólico y reaparece en lo Real". Y o no lo diría
ahora de la misma manera, esa palabra "rechazado" me pa-
rece criticable, les explicaré por qué, abordando la teoría
del par significante. Ahora comprendo las cosas de otra ma-
nera, otra manera que conviene para la orientación de nues-
tro trabajo, otra manera que encuentra su sentido en la ex-
periencia que nosotros tenemos con ciertos pacientes, sus
sueños, sus "acting-out".
En efecto, el esquema -un poco intuitivo, a veces ri-
guroso- que predomina en mi trabajo es el siguiente: aho-
ra me hago la idea de que la verdad -entiendan por verdad
un decir del sujeto- tiene el poder de ser la causa de dos
efectos: hace decir a otro y hace hacer a otro. Así, una in-
terpretación es un decir del analista que la verdad de su pa-
ciente le ha hecho decir; una alucinación puede tener lugar
sólo si ha habido la verdad de otro. "La verdad hace decir"
correspondería a las formaciones del inconsciente y "la ver-
dad hace hacer" a las formaciones del objeto a. En el hacer
están la alucinación, el fantasma, el sueño (cosa a discutir),
la acción (recuerden ustedes que hablamos ya del parrici-
dio: acción de matar al padre de otro en el cual está el deseo
de matar). Es esto lo que me parece funcionar como un es-
quema. Ahora bien, me parece fácil dar cuenta, justificar
que la verdad haga decir; lo que, en cambio, me parece difí-
l'.il, y que trato de abordar este año, es saber cómo se hace
p;tra que una verdad haga hacer; en esta breve fórmula está
en juego el mecanismo de la forclusión.
¿Có mo comprender la forclusión? ¿Cuál es su mecanis-
1110 ? ¿Cu.1.I es el elemento forcluido? Para responder a estas
s, me va a ser necesario un rodeo por la teoría del
I'' q; 11111.t
~ignif,l ,llllt' en Lacan. Pero, antes, digamos cómo Lacan
299
J. DA VID NASIO
mismo responde a la pregunta de la forclusión en la "In-
troducción" y en la "Respuesta al comentario de Jean
Hyppolite sobre la Verneinung de Freud". Ese texto se
encuentra en los Escritos y, en una versión diferente, en el
Seminario, libro 1. Yo los invito a leer los dos, ya que hay
diferencias muy acentuadas entre ellos.
En estos textos, en los que se comenta la alucinación del
hombre de los lobos sobre el fondo del texto de la Vernei·
nung de Freud, Lacan crea el concepto de forclusión que
él llama, en esa época, retranchement [cercenamiento] (será
con Schreber que lo llamará forclusión). Lacan lanza ya es-
ta idea que me parece importante y que guiará mi exposi-
ción: la forclusión es, en el hombre de los lobos, un retran·
chement de la castración. Es, insisto, una castración que no
ha tenido lugar, que el sujeto no ha sufrido. Y Lacan agrega
que, si la castración depende de la organización simbólica
del mundo del sujeto, cuando el sujeto no alcanza su um-
. bral, es que el mundo simbólico no ha sido constituido; dirá
entonces que hay abolición del juicio de afirmación primor-
dial, pues es sobre él que se estructura, se organiza la red
simbólica (así lo formulaba en 1954). No estando inscrito
el juicio de afirmación -la Bejahung, término retomado del
contexto de la Verneinung de Freud- es como si hubiera
faltado el acta de nacimiento de la organización simbólica.
Ustedes ven que, ya, cambiamos: no se trata del rechazo
de un elemento desde un lugar hacia el exterior, sino que
este elemento no ha sido instituido desde el principio; es
completamente diferente. Insisto, para que vean bien el con-
traste: antes, yo tenía la idea de que la forclusión era la ex-
clusión de un elemento de la red simbóli ca hacia el exte-
rior, elemento que reaparecía en lo Real, bajo la forma de
alucinación. Vemos ahora (y esto será más claro aún con
la teoría del significante) que la forclusión procede de un
defecto del elemento primordial que sostiene toda la red
simbólica; este elemento no ha sido rechazado al exterior,
como puede dejarlo entender la frase de Freud: "la repre-
sentación es rechazada", este elemento no pudo inscribirse.
La forclusión no es entonces una exclusión sino la no llega-
ll LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
d., dt· ,1lgoque uno ha llamado, es una no inscripción ahí
donde hubiera debido haberla.
P,1raver mejor esto, retomemos la teoría del significante.
Como siempre cuando abordo abstracciones, me encuen-
tro delante de un nudo borromeo: al pasar por ciertos con-
ceptos que tienen relación con las matemáticas o con la arit-
mética, la concepción que yo tengo cambia; es lo que pasa
con la alucinación. En efecto, si yo digo que ésta es un ele-
mento excluido que reaparece en lo Real, no me hago la
misma idea de ella que si pienso que algo primordial no fue
inscrito y, p,ara comprender esto, estoy obligado a estudiar
la teoría del significante en Lacan. Voy a ser breve para po-
der después abordar el Nombre-del-Padre.
Dejo de lado la definición del significante para entrar rá-
pidamente a lo que nos interesa hoy. En Lacan, hay dos
significantes, eso que uno puede llamar el par significante:
S1 y S2 • En S1, el índice 1 indica que se trata de un solo sig-
nificante, que es uno solo en un enunciado. Es el caso, en
el relato de un paciente, de la interrupción, del punto de
discontinuidad considerado como un dicho en el que el su-
jeto emite sin saber lo que dice: no es el sueño lo que es
interesante en la exposición que hace, sino el olvido de un
detalle, la vacilación del sujeto: "yo no recuerdo ... creo
que era eso ... ". El punto significante de un relato, son sus
puntos de suspensión, los momentos de duda, de tropiezo.
Todo esto para decir que el significante S1 es siempre un
punto de discontinuidad en el relato, único, solo. Pero un
significante, si está solo, no es el único: S1 está ligado a
otros significantes -S 2- teniendo la estructura de una ca-
dena, llamada por Lacan el saber inconsciente.
Todo el problema de la definición del inconsciente, to-
dm, los problemas del significante pasan por la relación de
1·stm dos términos, S1 y S2. En la célebre fórmula: "un sig-
111f1t ,une representa el sujeto para otro significante", lapa-
l.il11-;1 t-1.\vc,difícil, es la palabra para. Es ahí donde se juega
,•I ¡i1 ohkma de la forclusión. ¿Cómo? (dejo de lado una se-
1-it:di prohkma s como los diferentes accesos de la relación
J. DA VID NASIO 301
S/S 2 desde el punto de vista de la metáfora y de la meto-
nimia). La lógica que subtiende la relación de S1 a S2 es
aquella del U no y del todo, o de la relación entre la exis-
tencia y el universal. El todo y el universal, tanto el U no
como el otro, son particulares: se trata de un todo no-todo
y de un universal no completo. Quiero decir que es por-
que hay U no que el todo estará en falta de ese U no. Se pue-
de hacer la imagen de una red, un tejido del que se retira
un elemento para ponerlo en la orilla de la tela. Así, es por-
que hay Uno que.no está en el todo que el todo tiene con-
sistencia en tanto que tal. Toda la lógica se juega ahí: es
necesario U no que esté fuera para que los otros puedan li-
garse, entrar en relación, estar juntos. Es necesario Uno fuera
de la casa para que la familia permanezca unida y, ustedes
lo adivinan, es el caso del Padre. Hace falta Uno afuera pa-
ra que los otros consistan; es necesario que Uno ex-sista para
que los otros consistan.
Pero las cosas se complican todavía más porque, a esta
pareja de la ex-sistencia y del todo, a esta p~reja del U no
y del no-todo, de S/S 2 , nos falta agregar dos términos: el
sucesor y el cero. El sucesor es un lugar al cual vendrán
sucesivamente los S1 que harán ex-sistencia. El S1 no sólo
ex-siste, está también en el lugar del sucesor. Pero él no da
consistencia al conjunto de los otros, de todos esos que han
pasado ya, sino con la condición de que haya habido, al co-
mienzo, Uno que no sea el sucesor de nadie. S1 estará en
el lugar del sucesor y hará consistente el conjunto con la
condición de que haya habido, al principio, el cero, el nú-
mero que no es el sucesor de nadie. La pregunta por la for-
clusión se juega sobre este lugar del sucesor .
Pero, antes de explicar esto, me falta aún precisar dos cosas:
el lugar del sucesor, y el S1 que viene en este lugar, está li-
gado a la serie de los otros de tal manera que, si ustedes
anulan el lugar del sucesor, la serie de los otros que prece-
den se deshace, se descompone, pierde su articulación. El
ejemplo que da Lacan para comprenderlo es el nudo bo-
rromeo tal como yo lo he representado.
Es un nudo de cuatro, pero dibujado de tal manera que,
 LA FOR CLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
o exterior, este lugar del sucesor que hemos llamado el lugar
.§
:::=;
si ustedes cortan el último, los otros se deshacen. Este nudo
podría ser también de cinco, seis o n lazadas, con la misma
disposición. El lugar del sucesor, y el elemento Uno que
viene a ocuparlo sucesivamente, es la condición sine qua non
para que la familia se sostenga, para que los otros signifi-
cantes no se deshagan, para que la serie sea consistente. Me
falta una tercera condición, es el elemento vacío, el cero
que yo evocaba poco antes, pero no hablo de ello por el
momento para poder abordar la cuestión de la forclusión.
Segunda observación: el elemento S1 en el lugar del su-
cesor no es solamente el que da la consistencia a la serie.
Se le puede considerar desde otro punto de vista, bajo otro
,1ngulo , y llamarlo el Nombre. Así, en lugar de ser un ele-
ment o sucesor en una serie de números naturales, es el
l'lemcnto que nombra a todos aquellos que ya han pasado;
el sucesor o el elemento en el lugar del sucesor es el nom-
lm: de la serie que este elemento hace consistente.
L\ can, en su seminario De un otro al Otro, ha dado el
ejemplo del conjunto infinito de los ordinales finitos, el con-
j i111t n infinito de los conjuntos finitos, los conjuntos fini-
' 1.>s111de ,\do s, coleccionados, reunidos bajo el nombre de
1111l 1_1111111110infinito N. Podemos suponer entonces que N
J. DAVID NASIO 303
está en el lugar del sucesor y viene a nombrar todos los con-
juntos finitos que hacen serie. Lacan llama a este lugar del
sucesor donde viene a inscribirse un significante "ex-
sistencia": ex-sistir es estar inscrito fuera de lo que está en
juego; cuando un elemento está inscrito fuera de lo que está
en juego, este elemento ex-siste y es éste el lugar del Padre.
Desde el punto de vista analítico, y en la lógica de lo que
hemos dicho a propósito del Padre en Freud, el Padre no
es x o y, sino una función, un lugar en el que cada padre
se acomoda como puede -en general muy mal. Este lugar
de la ex-sistencia, este lugar por fuera, este lugar que hace
Nombre, es decir que será el Nombre de todos los otros,
es el del Padre o, para llamarlo de otra manera, el lugar del
Nombre-del-Padre.
Recuerden ustedes lo que habíamos dicho a propó sito del
Padre: para Freud es antes que nad a un semejante, un rival,
el pequeño otro, alguien a qui en uno ama , alguien a quien
uno odia. Es un otro minú sculo qu e el niño mata cada vez
que descubre que su padre no lo sabe todo; lo mata en cada
poema que hace, en cada una de sus mentiras. En efecto,
toda metáfora es un pequeño crimen, un asesinato. Es por
eso por lo que yo les decía que hemos asesinado y ase-
sinaremos muchos padres. Pero si hay muchos padres asesi-
nados en el transcurso de una vida, no hay sino un solo
Padre muerto, antes de nuestro nacimiento, un Padre pri-
mordial muerto. Es porque está muerto por lo que todo
el edificio se sostiene. De la misma manera que hay muchos
padres asesinados y un solo Padre muerto, hay muchos nom-
bres de padres, pero no hay sino un solo Nombre-del-Padre.
Es por eso por lo que Lacan había dado a su Seminario de
1964, que no tuvo más que un a sesión, el siguiente título:
los nombres del Padre. El misterio del Nombre-del-Padre,
si bien no puede ser resuelto de una vez puede ser enfoca-
do distinguiendo el lugar y el elemento que viene en este
lugar: el Nombre-del-Padre es el lugar único en el cual ven-
drán a sucederse una multiplicidad de nombres hasta el in-
 rn1 LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
1111110. Seme preguntaba hace poco lo que quiere decir ins-
l nhirsc por fuera; pues bien, el lapsus que comed hace un
111<;t.1nte
es una inscripción por fuera; una metáfora es una
inscripción por fuera y, cada vez que hay metáfora, un
nombre, uno más, viene a inscribirse en este lugar de la
ex-sistencia, en este lugar exterior, en este lugar del suce-
sor. El Nombre-del-Padre es, en primer término, un lugar,
incluso si Lacan habla de significante del Nombre-del-Padre,
que es un término que se presta a confusión porque incita
a buscar un significante preciso; si ustedes buscan el signifi-
cante del Nombre-del-Padre, es necesario buscar un sig-
nificante cualquiera en el lugar del Nombre-del-Padre, que
no puede ser más que el S1 llegando, en el momento de la
metáfora, a ocupar este lugar exterior de la ex-sistencia. Una
parte de la clave que permite comprender la forclusión del
Nombre-del-Padre consiste en comprender que el Nombre-
del-Padre es el lugar del sucesor al cual llegan sucesivamen-
te, hasta el infinito, los significantes, que uno puede llamar
los nombres.
Pero es verdad que el Nombre-del-Padre es todavía algo
distinto de un lugar. Es también una metáfora. Diciendo
esto, considero al mismo fenómeno desde dos puntos de
vista diferentes: si lo considero desde el punto de vista del
lugar del sucesor, digo que el Nombre-del-Padre es el lugar
del sucesor; si lo considero desde el punto de vista del tér-
mino del elemento que viene a ocupar este lugar, yo diría
que es uno de los nombres posibles del Padre. Pero, en la
expresión "metáfora paterna", hay algo en particular, la in-
troducción de la Madre: hay el lugar del Nombre-del-Padre,
hay nombres hasta el infinito que vienen a inscribirse, pero
rnn la condición de que una Madre desee. La metáfora pa-
t l'rna es un nombre que se ubica en el lugar del Nombre-
dl'l-Padre, en el lugar del sucesor, y ese S1 cualquiera -que
dt·J,\ de ser cualquiera desde el momento en que viene a ocu-
p.11l''itc lugar particular- viene a redoblar, a sustituir, a
1:n111lcnsarsecon el significante del deseo de la Madre. ¿Cuál
«:s el ~1~11ificantedel deseo de la Madre?: el falo.
Q11í: interés tiene el plantear así la metáfora paterna? Pues
J. DA VID NASIO 305
bien, nos permite sacar corolarios importantes para pensar
el desencadenamiento de la psicosis:
l. No se trata solamente de que una Madre desee y que
su deseo sea significado por un significante (dejemos de la-
do el hecho de que sea el significante fálico), sino que la
metáfora paterna no será la metáfora del significante del de-
seo de la madre más que en la medida en que este último
invoque el Nombre-del-Padre, en el sentido de reconocerle
una palabra e, incluso, una autoridad. El deseo de la ma-
dre, entonces, no es suficiente: es necesario el deseo de una
madre que reconÓzca que una palabra viene de afuera, del
Padre. Se puede pensar, desde luego, que una de las condi-
ciones del desencadenamiento de la psicosis no es tanto que
la madre sea demasiado protectora o frustrante, sino que ella
no hable bastante de la palabra del Padre.
2. Segundo corolario. La madre, por deseante que sea,
viene a ocupar un lugar de objeto a en relación con el padre.
¿Cómo el padre, un padre ordinario, se acomoda en este
lugar paterno de la excepción, de la ex-sistencia? Y o decía
poco antes que uno se acomoda ahí, en general, muy mal.
Pero se acomoda ahí todavía peor, si se quiere hacer de este
lugar de excepción un lugar ideal; se es entonces el padre
que viene a dictar la Ley sobre todo, como lo hizo el pa-
dre de Schreber, padre legislador, magistrado, educador. El
problema del padre, de este padre ordinario, es el de sufrir
la posición de estar solo y de no hacer de esta soledad un
ideal. Espero que ustedes re-sientan, con estas últimas pala-
bras, la razonancia [raisonnance]en relación con el analista.
Armados así podemos concluir, decir en qué consiste la for-
clusión: quizá no es la exclusión de un significante fuera
de lo simbólico, puesto que la consistencia simbólica im-
plica que un significante esté ya excluido. Lo simbólico es,
se los recuerdo, un conjunto de significantes, más un signi-
ficante en el lugar del sucesor. La forclusión se produce,
a la inversa, cuando no hay este lugar de exclusión, cuando
ninguno ha llegado a este lugar exterior. La forclusión no
actúa sóbre un elemento, es un proceso interrumpido en la
JU!J LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
111it.,d de su recorrido, es un accidente de trayectoria, algo
q11c 110 concluyó, algo que no llegó; un significante es lla-
111,,doa este lugar exterior, pero no viene; se lo espera y
110viene. Bien digo que se le espera; en efecto, el Nombre-
del-Padre, el lugar del sucesor y los elementos que vendrán
en este lugar, que darán nombre al conjunto, ésos son los
nombres que se evocan, cada elemento llega al lugar del su-
cesor siendo llamado a este lugar. ¿Llamado por quién? Lla-
mado por la verdad del Otro. Hay ahí una cosa de la cual
no me había percatado trabajando la cuestión de la psicosis
y que, ahora, me parece muy evidente: si la forclusión es
entonces la no-llegada de un significante al lugar de la ex-
sistencia, al lugar de la excepción, al lugar del sucesor, no
se verifica en tanto que no hay un llamado. Para que en
un sujeto se desencadene una psicosis, es necesario que esté
en una relación de transferencia con otro que lo llama, lo
llama a hacer metáfora, a poner un nombre en el lugar del
Nombre-del-Padre. Es necesario que haya una bomba de
succión, una aspiración y que, antes de esta aspiración, se
compruebe que eso no llega. Lo cual nos conduce a un punto
muy delicado, muy difícil, y que se ve muy claramente en
Schreber: el desencadenamiento de su psicosis se produce
en las condiciones de la transferencia con su médico Flech-
sig. Solamente porque Flechsig tiene verdades que llaman
a una verdad en él, aun cuando no está en posibilidad de
responder al llamado, puede desencadenarse una psicosis.
Es una cuestión delicada, porque plantea el problema de
la transferencia analítica y de los eventuales desencadena-
mientos de episodios psicóticos en el curso de un análisis.
Por otra parte, en Construcciones en el análisis, Freud dice
que a él le sucede que ciertos pacientes, en lugar de asociar
,obre sus recuerdos, se ponen a alucinar.
Lac:annos dice que hay que buscar, en las historias de los
p,ic<>ticos,un padre tercero, que no siempre es el padre en
l., 1 c;,lidad, que pudo haber estado en relación transferen-
1:i:.I rnn el sujeto y que, por este hecho, haya estado en el
.-,,·ihc11 del llamado. Es necesario entonces que haya amor.
l~c1u1·1d.rnustedes lo que decía Freud? Hay dos maneras
J. DA VID NASIO 307
de evit.,arla castración, una odiando al padre, la otra amán-
dolo. El decía que lo que es patológico, lo que es más gra-
ve, es amarlo demasiado. Reúno a ese padre tercero con un
padre muy amado. Esto me hace pensar en mis discusiones
con un teólogo (en efecto, cuando uno trabaja la cuestión
del padre es necesario hablar con gente que trabaja la reli-
gión: conocen mejor que nosotros el problema). Le pregunté
qué era un padre para él y cómo lo definiría. Me respondió
que un padre es aquel que da. ¿Que da qué? Que da el amor.
Sin embargo, pienso en lo que acabo de decirles: un padre
que da el amor plantea el problema de colocar al sujeto en
posición de objeto de amor del padre, posición riesgosa, pa-
tológica, mucho más peligrosa que el odio al padre. No pu-
de, ciertame~te, contenerme de preguntarle: "¿ Y la madre,
entonces?" El se me escapó, se escabulló, diciendo: "Dios
Padre es también la Madre", y asestándome el Misterio de
la Trinidad.
Para mí, la madre también da, pero de otra manera: da
atrayendo. La diferencia entre el don del padre y el don
de la madre -me dirán lo que piensan de esto- reside en
el hecho de que el don del padre es del orden de eso que
va hacia [va vers]; la palabra "llamado" me conviene ple-
namente: es eso que llama, que va hacia, que sale, que se
inscribe, eso que va progresando. El don de la madre, por su
parte, es hacer producir por succión, por atracción, por
aspiración: da, pero es como si diese la posibilidad de meta-
forizar; da la posibilidad de crear. No se mueve. La imagen
que me hago de una madre corresponde por cierto a aque-
lla de la mitología griega: es la tierra, el árbol. Permanece
bien enraizada en el suelo, no se mueve.
[... ]
Esto me recuerda una formulación que me hice tratando
de definir lo que es el sujeto. Había llegado al punto, en
donde aún estoy actualmente, de que cuando se quiere sa-
ber lo que es el sujeto se termina, después de grandes ro-
deos y después de haber visto el problema bajo diferentes
ángulos, en la conclusión de que el sujeto es un efecto eva-
nescente, lo que me llevó a decir esto, que es también una
 IOH
LA FOR CLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
111,1m·ra de cuestionarlo: que el sujeto es el mensajero eva-
11r'iccnteentre el Goce de una madre y las palabras del pa-
dre que lo ordena. En efecto, el sujeto es la falla entre el
( ;occ de una madre y las palabras ordenadas del padre, con
esta lógica significante de una serie que consiste en la medi-
da en que hay allí uno que ex-siste. Digo esto, pero sin em-
bargo no es algo que defendería hasta el extremo.
[... ]
Hay dos tipos de causas, en análisis. La verdad como cau-
sa, que responde más bien al plano, al registro, al dominio
del significante. Y existe el Goce como causa que responde
más bien al dominio de lo Real. La madre estaría del lado
del Goce que causa [cause].¿Qué es lo que el Goce causa?
Palabras, significantes. Una madre hace hablar, es ella quien
hace pensar: una madre es aquella que suscita palabras en
la boca del hijo y, esto, sin decir palabra. Ella no necesaria-
mente habla.
[... ]
En efecto, me he deslizado voluntariamente un poco. U na
cosa es el lugar del padre muerto, aquel del sucesor, de la
excepción, el lugar afuera, el lugar si ustedes quieren del
Padre simbólico. Y, además, están los significantes que vie-
nen a este lugar. El padre, el padre ordinario, se acomoda
mal en este lugar. No es el padre simbólico que está en una
metáfora. Sin embargo, como he querido trabajar sobre la
cuestión del desencadenamiento de la psicosis, he querido
deslizarme hacia el padre ordinario y el lugar que la madre,
en cualquier familia de psicóticos, da al padre, lo que es,
lo reconozco, una resonancia, un eco muy lejano del lugar
del padre simbólico. Pero se trata de dos cosas muy distin-
t .1-;. Por eso, hace un momento, he hablado del padre ordi-
11.1rio , después del padre tercero que tendría un lugar trans-
lt"n·ncial muy importante con el futuro sujeto psicótico.
IL l, i\ ALUC INA CIÓN (24 de mayo de 1982)
l¿,11isicra hablarles de la alucinación. Pero, antes, después
, le b b :1u ra de ciertas publicaciones recientes sobre el pro-
] . DAVID N ASIO 309
blema de la forclusión y de los ecos que me han llegado
del último seminario, voy a precisar dos puntos.
Lo primero que es necesario retener es que la forclusión
no es un rechazo, que no es tampoco la exclusión de un
elemento simbólico en lo real, ni una proyección. Dijimos
la última vez que es un accidente de trayectoria: algo que
hubiera debido existir no llegó a tiempo, un elemento sim-
bólico no llegó allí donde se lo esperaba. Este elemento que
no llegó a existir, que no llegó a nacer, reaparece en otra
parte, en lo Real. Precisemos al respecto que la palabra for-
clusión, que proviene del vocabulario jurídico, designa la
"prescripción de un derecho no ejercido dentro de los pla-
zos establecidos" (Robert). La forclusión no se aplica a lo
que ha sido echado fuera, sino a eso que no llegó a existir,
es decir, se los recuerdo, a ubicarse, a inscribirse en el exte-
rior, fuera de la serie y, de esta manera, a hacerla consistente
(cuando el Uno ex-siste, los otros consisten). Agreguemos
que este elemento Uno que se inscribe en el exterior está
en el lugar del sucesor -eso que nosotros habíamos situa-
do siguiendo los axiomas de Peano- y, finalmente, que el
Uno está en el lugar de la excepción. Entonces, las tres pa-
rejas son: sucesor/ serie, ex-sistencia/ consistencia, excep-
ción/todo (un todo que no es un todo, porque a él le falta
Uno, aquel que se inscribe afuera).
Hay una frase de F reud que se aproxima a lo que acaba-
mos de decir. Ustedes recordarán que, la última vez, reto-
mamos su texto de 1894, en el cual considera al rechazo
como uno de los tres destinos de la representación. Más tar-
de, en 1911, asienta lo siguiente, hablando del presidente
Schreber: "No era correcto decir que la sensación interior-
mente sofocada fuese proyectada hacia afuera; más bien in-
teligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera." 3
Esta frase se aproxima a eso que dijimos sobre la forclu-
sión: no rechazo, pero sí una impotencia para existir. Sin
3
Sigmund Freud, Puntualizaciones psicoanalíticassobre un casode paranoia
(demenciaparanoides)descri.toautobiográficamente(1911 [1910]), O.C tomo xm
Buenos Aires, Amorrortu, 1980, p. 66.
 11 LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
1~1111>,11 ~o, yo no diría "cancelado adentro", lo que implica
1111.1 pn·existencia de la cancelación; "algo que no llegó aden-
1rn y que retorna desde afuera" sería, insisto, más adecua-
do. Segunda observación con respecto a esta frase: pensar
,1-,ípone en duda la frontera, la presencia de un adentro y
de un afuera.
El segundo punto que deseo precisar concierne al Nom-
bre-del-Padre. Resumo lo que dije la última vez: el Nombre-
del-Padre es una manera de plantear y de responder apro-
ximadamente la pregunta: "¿Qué es un padre?" Encontré, en
los Escritosde Lacan, una frase que me ha sorprendido enor-
memente porque no está en su estilo: "[hay] dificultades
personales que pueden obstaculizar el acceso de un sujeto
a una noción como la Verwerfung [... ]". 4 Imagino que,
para la cuestión del Padre, es todavía peor. En todo caso,
para mí, es difícil. El Nombre-del-Padre recuerda, ante to-
do, que el Padre es un Nombre y que ese Nombre es la
única huella que nos queda de su muerte primordial. La deu-
da culpable de esa muerte será eso que nos une, de por vi-
da, a la Ley. Que el Nombre sea la huella de la muerte pri-
mordial significa, finalmente, que el Nombre-del-Padre es
el producto del trabajo del duelo del Padre. Freud hubiera
dicho que es el Superyó.
Pero el Padre no es solamente un Nombre, es también
una función, la de nombrar, la de bautizar. ¿Qué es lo que
el Padre da? (sobre este punto precisamente me dejé llevar
la última vez, lo que no se me ha perdonado ... ). Da un
Nombre, más bien una infinidad de nombres, y decirlo es
u na manera de traducir el llamado del Padre. En seguida
veremos que esta cuestión del llamado es muy importante
p.1ra la alucinación. Pero precisemos en seguida que este lla-
11wlo del Padre no es del mismo tipo que aquel del cual
11< ,..,, 11ros hablamos en el desencadenamiento de la psicosis;
< 11<'fcl to, la última vez hablé del llamado de un Padre-
l1 !1ci:n,. Distingamos entonces, bajo el término del Nombre-
, l,~l-l\1dn·, dos cosas: el Nombre y la función de nombrar; el
4
IP•·q11,11l..11·,111,"De un designio", Escritos,vol. 1, p. 140 [Écrits,p. 363].
J. DA VID NASIO 311
Nombre y el lugar del Nombre. Este lugar al cual llegan
infinidad de nombres es el del sucesor. No busquen enton-
ces con una lupa cuál es el significante del Nombre-del-
Padre, pues es cualquier significante que llega al lugar del
sucesor.
Pero ¿cómo puede el Padre estar en el lugar del sucesor
siendo que, aparentemente, él es un predecesor? Se me viene
una frase concerniente a la filiación, que les doy tal cual:
"yo no tendría nada de padre hasta que un hijo me haya
sucedido. En ese momento, yo estaré muerto; muerto, pe-
ro aún no padre, porque, para ser padre, sería necesario que
ese hijo sea, a su vez, sucedido". Estoy ahí poniendo en juego
tres generaciones, y esto coincide perfectamente bien con
una tesis desarrollada sobre todo por los ingleses, retoma-
da también por Lacan, según la cual es necesario remontar-
se a la tercera generación para pensar en el desencadena-
miento de una psicosis. No regreso, aunque sea un problema
importante, al problema de la historia de los pacientes psi-
cóticos, en particular esquizofrénicos y, más particularmen-
te, en los jóvenes que tienen un acceso delirante, sobre la
importancia que tiene el prestar atención a la novela que
se hacen de la historia de su familia. De una manera prácti-
ca, cuando tengan ustedes ante sí un joven con un acceso
delirante, trabajen la historia de su familia, del abuelo, de
la abuela, de la bisabuela, del bisabuelo. Sin hablar de for-
clusión, ustedes verán que faltan eslabones.
Hay, en esta idea de que el Padre está en el lugar del suce-
sor, un segundo corolario que me ha conducido al destino
tal como Freud lo estudia a propósito del Padre. La repre-
sentación adecuada del destino sería quizá la de un punto
de fuga en el horizonte, no siendo el destino, en definitiva,
más que una proyección ulterior del Padre y, al mismo tiem-
po, una de las crueles figuras del Superyó; en efecto, ¿qué
hay más implacable y feroz que el destino mismo? Y, si pen-
samos en la forclusión, por qué no preguntarse si, para un
sujeto que ha tenido un episodio psicótico (lo que no quie-
re decir, para mí, psicosis), no habría una hiancia imagina-
ria, un horizonte sin punto de fuga. ¿Y cómo, a partir de
 11 LA FOR C LUSIÓN Y El NOMBRE DEL PADRE
esta idea de que la forclusión del Nombre-del-Padre sería
también forclusión del destino, pensar el fin del análisis?
Insisto, una vez más, sobre el hecho de que el fin del análi-
sis no es la última sesión; el análisis no termina sino con
actos simbólicos: en el caso de un analizante convertido en
analista, el fin se realiza en el acto simbólico de una inter-
pretación a su analizante. Pero quizá también hay, en el
fin de un análisis, incluso así concebido, algo como un gra-
no de verdad, como un grano de locura, una alucinación,
¿por qué no? Hay, en los Escritos, una comparación entre
la forclusión y el fin del análisis: Lacan critica la concep-
ción de Balint, según la cual el fin de análisis es una identi-
ficación narcisista, siendo la beatitud, para él, desmedida y
también peligrosa porque expone al sujeto al riesgo de una
forclusión. 5
Entonces, el Nombre-del-Padre es un Nombre, una fun-
ción -la de nombrar- y, en fin, una metáfora, la metáfora
primordial. Con esto quiero decir que toda metáfora sigue
a la del Nombre-del-Padre: un significante se sustituye y
se condensa con otro.
<I>
Nombre-del-Padre deseo de la madre _....Nombre-del-Padre
deseo de la Madre
<I>
significado sujeto ~---••a
Aquí, el Nombre-del-Padre es el significante que se sustitu-
ye, y se condensa al falo como significante del deseo de
la Madre; se puede, entonces, tacharlo en la fórmula:
<I>
Nombre-del-Padre
deseo de Is Madi e
de~eo de Is mad1e
g
•Nombre-del-Padre
a
<I>
El Nombre-del-Padre es entonces el significante metafó-
rico que contiene, condensa, también al falo, lo que hace
que tenga una significación fálica. No viene entonces abo-
rrar el significante de la Madre sino a costa de la caída de
l,1rqucs Lacan, Escritos II, p. 127 [Écrits, p. 360].
J. DAVID NASIO 313
un objeto, de un pedazo, de una parte sexuada del cuerpo.
Con esta idea de metáfora paterna aplicada al Nombre-del-
Padre se introduce en el concepto del Nombre-del-Padre,
además de la pregunta "¿qué es un Padre?", a la Madre en
tanto que deseante y, también, al Goce más allá de su de-
seo, al Goce Otro. ¿Qué es el Goce Otro? Es: "no hay re-
lación sexual" (no voy a desarrollar esto).
Finalmente, el Nombre-del-Padre, en tanto que metáfo-
ra, es un corte, una barrera entre el sujeto y el Goce Otro
o, para quedar dentro de lo clásico, entre el sujeto y el de-
seo de la Madre. "Gracias al Nombre-del-Padre, el hombre
no queda atado al servicio sexual de la Madre. " 6 Gracias
al Nombre-del-Padre habrá entonces, entre la madre y el
hijo, entre el Goce Otro y el sujeto, un objeto que cae, sien-
do este objeto el lugar al cual se ve reducida la madre mis-
ma, pues esta metáfora del Padre implica que alguien se
sacrifica. Es el precio que la madre paga por el hecho de
invocar al Otro, es decir, al Nombre-del-Padre. No se trata
de invocar al padre , su marido, ella bien pu ede no invocar-
lo. Lo importante es que ella invoca un a instancia Otra que
llamamos Nombre-del-Padre. No hay entonces metáfora pa-
(J_) terna más que por intermedio de la madre, no hay nomi-
<I> nación paterna que no sea a través de la madre. Por eso, la
última vez, al hablar de la coyuntura del desencadenamien-
to de la psicosis, no he querido decir que se tratase de un
padre ausente o de una madre demasiado presente o ausen-
te, también ella. Lo que se puede decir de las condiciones
lejanas o cercanas al desencadenamiento de la psicosis, y que
es necesario verificar en la práctica, es que se trata de ma-
(J_)
<I> dres que no invocan lo suficiente a otra instancia, la del
Nombre-del-Padre, que puede ser una instancia social, ins-
titucional, que puede ser también la historia de su familia.
Todo esto para concluir que cualquier significante me-
tafórico es un Nombre-del-Padre. Un síntoma es un
Nombre-del-Padre. Y si ese síntoma es una mujer, ella
6
Jacques Lacan, "Del Trieb de Freud Y,del deseo del psicoanalista" , Escri-
tos II, México, Siglo XXI, 1976, p. 388 [Ecrits, p. 852].
314 LA FOR CLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
es el Nombre-del-Padre de tal hombre. Y si, en una rela-
ción de transferencia, en un análisis, el analista llega al lugar
del síntoma del analizante -eso que pasa, y que debe pasar
en un análisis-, el analista es un Nombre-del-Padre por-
que hace metáfora.
Podemos pensar que con lo que llevamos dicho hemos
abordado la primera parte de la fórmula de Freud, "lo cance-
lado adentro retorna desde afuera". Hemos tratado de com-
prender la expresión "cancelado adentro", donde aparece
la noción de forclusión y todas las precisiones que hemos
dado. Consideremos ahora la segunda parte de la fórmula:
"retorna desde afuera", para comprender mejor qué es la
alucinación. No creo que llegue al final de la cuestión,
pero sin duda seguiremos con ello.
Cuando el significante S1 no llega al lugar del sucesor,
cuando no responde al llamado del Otro o, aun, cuando
el llamado del Otro no va seguido por otro llamado, tan
significante como el primero, de una palabra que el sujeto
mismo diría, entonces el lugar del sucesor se convierte en
un hoyo por el cual se escurre, cayendo en cascada, el con-
junto de los significantes. Hice con este propósito, un di-
bujo completamente ingenuo:
-rr~
_
-----
------------~-
--n ...---,1\1rr ....
---
'- ..........
-__/
n 1ncncé por decirme que no podía presentarles este dibujo.
f>c11, de'ipués me percaté de que se parecía al nudo borro-
J. DAVID NASIO 315
meo. Lo que está en línea continua es la consistencia sim-
bólica, la línea de puntos, el Nombre-del-Padre. Sabemos
que Lacan diseñó un nudo borromeo de cuatro lazadas en
el cual ligaba la lazada de lo simbólico, la lazada de lo Real
y la lazada de lo imaginario por una cuarta lazada que era
el Nombre-del-Padre (el síntoma). Seguramente, las otras
dos lazadas están ausentes en mi dibujo, no he reflexiona-
do en eso; pero conservemos ya esta primera imagen intui-
tiva donde la serie se escurre, cae "en cascada", según la
expresión de Lacan, hasta establecer un nuevo equilibrio,
un nuevo régimen metafórico que pudiera ser el de la me-
táfora delirante. Así podría explicarse un delirio, de mane-
ra intuitiva, como un no-funcionamiento de la lógica de la
serie y del sucesor que daría lugar a otra lógica, a otro do-
minio, el de la metáfora delirante. Pero quedaría todavía
por comprender qué es la metáfora delirante.
Otro efecto posible sería la aparición, en el lugar de ese
hoyo, de formaciones heterogéneas a los significantes que
hemos calificado como formaciones del objeto a, y que agru-
pan por igual una acción ejercida por el sujeto (pienso en
el "acting-out"), una alucinación sufrida, una despersona-
lización, una alucinación del doble, etc. Incluso pondría al
sueño en este grupo de formaciones del objeto a, sin ex-
cluir que sea también una formación del inconsciente. Todas
estas formaciones son una tentativa de responder al llama-
do del Otro, y, al mismo tiempo, una manera, para el ana-
lizante -si nos situamos en las condiciones del discurso
analítico-, de exigir una respuesta justa por parte del ana-
lista, como si se tratara, para éste, de restablecer el registro
simbólico de la cadena repetitiva de los significantes. El cir-
cuito así formado podría escribirse:
Llamado del Otro -+ Defecto de Nombr e-del-Padre -+ Alucinación
(voz)
-+ Respuesta del analista
Pienso que soy más claro que la última vez. En efecto,
algunos me han dicho cuál había sido su sorpresa al escu-
char que el analista podía, por su llamado, desencadenar un
 JI<,
LA FOR CLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
episodio .1lucinatorio, y se preguntaban en qué puede con-
sistir el efecto terapéutico del trabajo con pacientes ya
alurimdo s. Pero si el analista puede desencadenar, con sú
llam.1do, una alucinación, él es también quien, por una in-
ter vcnción, una interpretación, restablecerá la lógica de la
repetición. Esto no es abstracto, sino que corresponde a una
experiencia de intervenciones que yo mismo hago en mi
trabajo y a la comprobación de efectos del tipo del de la
alucinación.
Pero además he encontrado un texto de Freud, del cual
ya he hablado pero que quisiera leer esta tarde porque es
muy claro al respecto y dice mucho .I?arael trabajo con nues-
tros pacientes. Se trata de Construcciones en el análisis, que
data de 1937. En el parágrafo que voy a leerles, Freud pone
en juego cuatro ideas que quisiera decirles desde ya para que
orienten su escucha: el analista puede, con un llamado,
desencadenar una alucinación; existen alucinaciones no
psicóticas; la alucinación es un homólogo del sueño y,
finalmente, el sujeto cree en la realidad irrecusable de la
alucinación.
En algunos análisis noté en los analizados un fenómeno sorprendente,
e incomprensible a primera vista, tras comunicarles yo una construc-
ción a todas luces certera. Les acudían vívidos recuerdos, calificados
de "hipernítidos" por ellos mismos, pero tales que no recordaban el
episodio que era el contenido de la construcción sino detalles próxi-
mos a ese contenido; por ejemplo, los rostros -hipermarcados- de
las personas allí nombradas, los lugares donde algo semejante habría
podido ocurrir[ ... ] Esto acontecía tanto en sueños, inmediatamente
después de la comunicación, cuanto en la vigilia, en unos estados pare-
cidos al fantaseo.
Nada seguía luego de estos recuerdos; parecía verosímil concebirlos
como resultado de un compromiso. La "pulsión emergente" (Auftrieb)
de lo reprimido, puesta en movimiento al comunicarse la construcción,
había querido transportar hasta la conciencia aquellas sustantivas hue-
llas mnémicas [.. .] Habría sido posible llamar "alucinaciones" a estos
recuerdos de haberse sumado a su nitidez la creencia en su actualidad.
Ahor a bien, esta analogía cobró significación cuando llamó mi aten-
ción la ocasion:.l ocurrencia de efectivas alucinaciones en otros casos,
l ' ll modo alguno psícóticos. La ilación de pensamiento continuó
enton ces: Acaso sea un carácter universal de la alucinación, no apre-
J. DA VID N ASIO 317
ciado lo bastante hasta ahora, que dentro de él retorne algo vivenciado
en la edad temprana y olvidado luego, algo que el niño oyó en la época
en que apenas era capaz de lenguaje todavía. 7
Agrega que se puede pensar lo mismo del delirio y termina
por observar que esto se aproxima al mecanismo del sueño
"que la intuición de los hombres ha considerado (desde la
más lejana antigüedad) como el equivalente de la locura".
No abordo ahora la relación de la alucinación y el sueño.
Quisiera sobre todo que ustedes vean que el analista en una
relación de transf.erencia puede, por una intervención que
hemos calificado de llamado del Otro, atraer, evocar una
metáfora que no llega, y en lugar de la cual se produce
una alucinación. Lo que Freud no dice es que, si esta aluci-
nación se produce, corresponde todavía al analista, en un
tercer tiempo, decir eso a lo que el paciente no ha podido
responder.
¿Cómo pensar entonces este proceso donde una alucina-
ción, un pasaje al acto o un sueño vienen a tomar el lugar
de un significante que no llega? No quisiera desarrollar ahora
el trabajo hecho por Freud sobre la alucinación, quizás vuel-
va sobre ello después. Sin embargo, cumplo con recordar
que, para él, la alucinación es un fenómeno sometido al prin-
cipio de placer y a un principio de realidad que no funcio-
na, que no puede aplicarse. Su idea general, desarrollada en
La interpretación de los sueños y que vale también para la
alucinación, es la siguiente: se trata de pensamientos supri-
midos transformados, por regresión, en imágenes. En el
Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños agre-
ga que: es "muy digno de notarse lo poco que el trabajo
del sueño se atiene a las representaciones-palabra; en todo
momento está dispuesto a permutar entre sí las palabras has-
ta hallar aquella expresión que ofrece el asidero más favo-
rable para la figuración plástica". 8 Además agrega que: "La
representación es transformada, por regresión, en fantasía
7
Sigmund Freud, Construcciones en el análisis (1937), O.C., tomo XXIII, Bue-
nos Aires, Amorrortu, 1980, pp. 267-268.
8
Sigmund Freud, Complemento metapsicológicoa la doctrina de los sueños
(1917 (1915]), O.C., tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, p. 227.
318 LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
de deseo". En resumen, la idea general es que las represen-
taciones se convierten en imágenes o en fantasmas. Existe
aún la idea (no la desarrollo ahora) de que, en la alucina-
ción o en el sueño, hay la creencia de que se trata de una
realidad irrecusable o indiscutida. Lacan dio mucha impor-
tancia a este problema de la certidumbre en el psicótico y
en el neurótico.
Ahora quisiera plantearles las preguntas que yo me ha-
go. Si seguirnos la articulación freudiana que pone en juego
la transformación de las representaciones, de los pensamien-
tos reprimidos en imágenes, en fantasmas, deberíamos decir
que el significante no inscrito en el lugar del sucesor, el sig-
nificante que falta, que no hace metáfora, ha cambiado, se
ha convertido en objeto a. ¿Es posible antjcipar así que el
significante se ha convertido en objeto a? Esta no es la res-
puesta que yo adoptaré. Más bien yo diría -y aún así, para
mí es insuficiente- que el significante no adviene y que,
en el lugar donde hubiera debido inscribirse, emerge el ob-
jeto a bajo la forma de una alucinación, de un sueño o de
un pasaje al acto, de una acción. Es un poco la posición de
Lacan (pero, a mi entender, no la desarrolló lo suficiente),
quien, estudiando al hombre de los lobos, dice que la aluci-
nación es la emergencia inesperada y no localiLada (errática,
dice él) de lo Real ya ahí. Es pues una realidad, con la
misma razón que cualquier otra, es una realidad rehecha,
recompuesta, reconstruida, está ya edificada a partir de lo
Real ya ahí.
He aquí entonces las preguntas que me planteo:
l. Cuando el Nombre-del-Padre está ahí, cuando la me-
táfora se produce, todo está en orden, es decir, en el orden
del Padre. El objeto a se separa y se pierde. Cuando hay
forclusión, el objeto a aparece en la alucinación. ¿Cómo pue-
de pasar esto si no hubo Nombre-del-Padre para cortar, sepa-
rar, desprender al niño de la madre, al sujeto del goce? ¿Có-
111<> puede aparecer si no hubo Nombre-del-Padre para pro-
vor.lr la separación del objeto? ¿Cómo puede aparecer si no
li11hol.1acción del significante Nombre-del-Padre para pro-
\<H,ll l.i 'ieparación del objeto? Y, retornando la expresión
J. DAVID NASIO 319
de los primeros seminarios, ¿cómo aparece este objeto en
la alucinación si no hay la doble lazada del corte significante?
2. ¿Puede decirse que el objeto se pierde cuando hay me-
táfora del Nombre-del-Padre y que se recupera cuando hay
forclusión?
3. Si hay forclusión del Nombre-del-Padre, ¿cómo puede
ser que las alucinaciones sean analizadas, consideradas por
Freud, Bleuer, Jung y hasta Lacan corno instancias simbóli-
cas? En efecto, cuando el hombre de los lobos alucinado ve
su dedito casi cortado, la interpretación de Freud es: "Ven
ustedes, la castración". Pero, ¿cómo se puede interpretar que
la alucinación es la castración que reaparece en lo Real si
no hubo inscripción del Nombre-del-Padre?
[... ]
En efecto, esta idea de que la Madre paga con su persona
el precio de la invocación del Otro, del Nombre-del-Padre,
puede ser aplicada al analista que, cuando interpreta, no ha-
bla en su nombre, sino en nombre del Otro, al precio de
encontrarse reducido al objeto a. Para dar a la cosa una di-
mensión temporal, diremos que el analista interpreta y que,
inmediatamente, se reduce el lugar del objeto a.
Por otra parte, el analista está en dos lugares, en las dos
puntas de la cadena. Puede ser también aquel que evoca de-
masiado con su intervención, que atrae demasiado una res-
puesta de su analizante. Esto, en las condiciones precisas
de una transferencia. En efecto, el "padre tercero" del que
habla Lacan no es solamente alguien corno Flechsig para
Schreber, puede ser también el analista. El texto de Freud
es muy claro a este respecto: ha querido darle a su paciente
una comunicación pertinente y éste se pone a alucinar.
[... ]
En el mismo texto, Freud hace esta aproximación de la
que ustedes hablan: termina por decir que las construccio-
nes del analista pueden ser tan delirantes corno el delirio
de los pacientes. Ustedes saben que en su estudio del caso
Schreber decía que no respondería a la crítica que se le
podía hacer de delirar tanto corno Schreber. He aquí la apro-
ximación que yo podría hacer entre delirio y teoría.
l .'lJ LA FOR CLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE
r.. :1
Aquí se toca el problema del materna y de la consistencia
dl· l.t teoría analítica. Con el nudo borromeo de cuatro
l.l'.l,Hbs,siendo la cuarta un síntoma o el Nombre-del-Padre,
qui:d se debería decir que el Nombre-del-Padre o el sínto-
ma es el elemento que hace que lª teoría no sea un delirio.
El mito de Edipo fue para Freud, y es ahora, hasta nueva
orden, la clave que impide a la teoría desbordarse.
Hay otra clave: el escrito. Lacan tuvo siempre esta posi-
ción, que puede criticarse o aceptarse, de que la posibilidad
para la teoría analítica de sostenerse y, a la vez, de hacer
eco de la experiencia, se encuentra en los escritos, en el sen-
tido de que los nombres tienen una escritura. Eso es lo que
yo entiendo por "maternas": sería el retorno, en lo Real,
de una letra del concepto del sexo que falta al psicoanálisis.
Este significante que no llega aparece bajo la forma de una
letra, paradigma del materna lacaniano, la letra a, materna
primordial de Lacan. Hay entonces para la teoría dos ba-
rreras contra el delirio: un mito y una letra.
[... ]
Después de que Lacan lanzó este concepto de forclusión,
muchos se sirvieron de él dándole diferentes interpretacio-
nes. Es necesario decir que el mismo Lacan lo utiliza en
ocasiones de manera poco clara: "forclusión del sujeto",
"forclusión del pene". Y o mismo compuse un texto que
llamé "Forclusión fundamental" porque me decía, en esa
época, que la forclusión estaba en la base de todo discurso.
Entonces no había comprendido bien, y me decía que la
forclusión era la exclusión. Tengo la impresión, desde en-
tonces, de corregir el tiro y de abrirme a puntos más clíni-
cos. Mi posición de esa época me permitió por lo menos
introducir un punto interesante que de hecho no abando-
no, aun cuando pienso las cosas de manera diferente: la neu-
rosis se apoya en una forclusión.
Hoy desearía dar al concepto de forclusión un sentido
muy preciso y muy local. Por eso me he servido de los axio-
mas de Peano, que me parecen la única manera de situar
la cuestión. La forclusión es entonces el hecho de que un
J. DA VID NASIO 321
significante no llega al lugar del sucesor, y éste se convierte
así en un hoyo. Convengo en que es una mala manera de
decir las cosas: soy riguroso, y de golpe, utilizo una ima-
gen intuitiva. En efecto, ¿qué significa esto, que un lugar
del sucesor se convierta en un hoyo? Recuerden ustedes que
el lugar del Nombre-del-Padre es el lugar del sucesor y que
no importa qué significante -llamado Nombre-del-Padre-
llegue a ocuparlo. Si ese significante no llega, el lugar del
sucesor se convierte entonces en un hoyo y la serie, corre-
lativamente, se deshace, se desorganiza. El lugar del sucesor
no permanece si la serie se deshace, porque está ligada, he-
cho que es inherente a su existencia. Para que haya sucesor
es necesario un orden establecido, que un número siga a
I
otro numero.
Hay otro problema que no he abordado porque no lo
tengo claro, y es el del cero en la serie. La serie se compone
de tres elementos esenciales: el cero, el conjunto de los nú-
meros y el sucesor, siendo el cero el único número que no
sucede a nadie. No hablé de eso, porque me sería necesario
introducir el sujeto del inconsciente. He querido, por el mo-
mento, quedar en el nivel del funcionamiento de la forclu-
sión a partir de la relación entre los números y el sucesor.
[... ]
La forclusión es un mecanismo muy local que explica muy
parcialmente lo que es un delirio o una alucinación. Lo pre-
vio de esta explicación mediante la forclusión, dada por
Freud y retomada posteriormente por Lacan, es una teoría
del significante. No se puede comprender la forclusión si
no se comprende de antemano lo que es la repetición en
Freud (percepción primera del objeto, después repetición
de percepciones que buscan este objeto) o la cadena signifi-
cante en Lacan. Es pues algo parcial, algo local, que no ex-
plica absolutamente la psicosis. Mucho he leído la manera
en que Lacan explica a Schreber; surge una cantidad enor-
me de preguntas de las cuales la forclusión del Nombre-del-
Padre es un elemento esencial pero que, a mi manera de
ver, no resuelve todo, por ejemplo la cuestión del amor,
del narcisismo, en el psicótico.
 \l LA FORCLUSIÓN Y EL NOMBRE DEL PADRE J. DA VID NASIO 323

No es el problema de la psicosis lo que me preocupa, sino clusión del Nombre-del-Padre es también la forclusión del
ciertas formaciones que no son necesariamente psicóticas significante fálico, puesto que éste está condensado en el
y que, sobre todo, se encuentran en la práctica del análisis; Nombre-del-Padre. Vuelvo a precisar la tercera pregunta que
la alucinación no es un asunto de hospital, puede producirse me hice: ¿Cómo se puede decir que una alucinación tiene
sobre un diván sin que eso implique necesariamente la pre- un contenido sexuado, está ligada al cuerpo erógeno, si, al
sencia de una psicosis, sino que más bien es un efecto de mismo tiempo, se postula que ha faltado el significante?
la transferencia. Al trabajar la alucinación, apunto a la rela- [... ]
ción del analista con el analizante. Esto me recuerda la pieza de Peter Schaffer, Amadeus. Es
[... ] una de las escasas piezas de teatro moderno donde hay un
Lacan da un ejemplo de una mujer que vio en el hospital. coro o, más bien, un conjunto de personas (cuatro) que pun-
Habitualmente vivía con su madre, y tenían la idea de que túan el desarrollo de la pieza. Le hablan al personaje princi-
los vecinos las querían perjudicar; es lo que se llama una locu- pal con frases entrecortadas, diciendo cada uno la continua-
ra de dos (folie adeux). Esta mujer le cuenta que, al cruzarse ción de lo que el precedente anunció, como lo hacen los
con un amigo de la vecina, escucha la palabra "cerda". sobrinos de Donald ... -y es de esa manera como funcionan
Lacan le pregunta si ella pensó en alguna cosa antes de este las alucinaciones verbales. Estos seres del "coro" se llaman,
incidente. La paciente termina por contarle que se había en italiano, los "ventecelli", es decir los que propagan la
dicho: "Vengo de la carnicería." Entonces la secuencia es información; me he preguntado si esa palabra no tiene que
la siguiente: la paciente camina, se dice "Vengo de la carni- ver con el viento, con los mensajes que pasan en el viento.
cería", encuentra al hombre y escucha la palabra "cerda". Las palabras, las llamadas del Otro, no provienen forzosa-
Hay ahí una alucinación verbal. Esta palabra "cerda" viene mente de alguien definido; bien pueden ser también aluci-
en el lugar de la falta de un significante. La cadena signifi- naciones verbales que el sujeto escucha.
cante normal podría ser en efecto: ver al hombre, decirse
"él me gusta, lo amo, me lo comeré". En lugar de esto, es-
cucha la palabra "cerda". ¿Cómo intepretarlo? En el lugar
de una demanda de amor viene, como respuesta y desde lo
Real, una palabra que dice "¡marrana!, ¡cerda!". Ahí estoy
poniendo en evidencia el hecho de que una alucinación es
siempre relativa al cuerpo sexuado, que es lo que la voz ha-
ce escuchar, es del cuerpo erógeno, del sexo. Lacan diría:
"la parte sexuada separada del sujeto". Brevemente, la pala-
bra "cerda" es el retorno en lo Real, bajo la forma de una
voz escuchada (e incluso dicha: sucede que, en el momento
en que escucha sus voces, el sujeto mueve los labios, como
si las palabras fuesen, al mismo tiempo, dichas por él), de
un significante que tiene relación con una demanda oral.
Pregunta: ¿Cómo se puede decir que la alucinación es del
sexo y, al mismo tiempo, que hay forclusión del Nombre-
del P.ldre o del significante fálico? Preciso aquí que la for-