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Tema: el valor del testimonio cristiano

Jn 3:21 mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son
hechas en Dios.

Introducción: como sal de la tierra y luz del mundo, se necesita preservar e iluminar una sociedad
que cada dia se destruye en inmoralidad y suciedad.

I- El poder restaurador del testimonio


a) Con espíritu de mansedumbre Gl 6:1

Hay muchas buenas personas a las que no se puede ir a llorar en su hombro, o a confesarle una
experiencia de fracaso o derrota; mostrarían muy poca simpatía. Pero Pablo dice que, si una
persona da un traspié, el verdadero deber cristiano es ayudarla a que se ponga en pie otra vez. La
palabra que usa para corregir se usa corrientemente para realizar una reparación, y también para el
trabajo de un cirujano que extirpa un tumor del cuerpo de una persona, o que pone en su sitio un
miembro roto. Toda la atmósfera de la palabra hace hincapié, no en el castigo, sino en la cura; la
corrección se mira, no como un castigo, sino como un remedio. Y Pablo prosigue diciendo que
cuando veamos a un hermano caer en una falta haremos bien en decir: " Ese, si no hubiera sido por
la gracia de Dios, seria yo."

b) Ayudar en los fracasos, tentaciones, pruebas e infortunios. Gl 6:2

Pablo conocía muy-bien los problemas que surgen en cualquier sociedad cristiana. Las buenas
personas también resbalan. La palabra que usa Pablo (paráptóma) no quiere decir un pecado
consciente, sino un resbalón como el que podría dar cualquiera en una carretera helada o en un
sendero peligroso. Ahora bien, el peligro de los que están tratando de vivir de veras la vida
cristiana es que tienen la tendencia de jugar duramente las caídas de los demás. Hay un elemento
de dureza en muchas buenas personas.

Restaurar a un creyente que ha pecado es sólo un ejemplo de la obligación más amplia que
tienen los creyentes de llevar los unos las cargas de los otros. Cualquiera que resista esta
obligación, pensando que está por encima de esas debilidades humanas, se está engañando
a sí mismo.

II- El poder salvador del testimonio


a) Tenemos una obligación de saber y de hablar Jn 3:11

El no comprender puede ser por varias razones. Puede ser porque no se ha llegado al nivel de
experiencia y de conocimientos necesarios para poder captar la verdad. «El que no sabe es como el
que no ve», decimos. Si alguien se encuentra en esa situación, nuestro deber es hacer todo lo posible
para explicarle las cosas, para que pueda captar el conocimiento que se le ofrece. Pero hay veces que
no se entiende porque no se quiere entender: "No hay peor ciego que el que se niega a ver.» Una
persona puede cerrar la mente aposta a una verdad que no quiere reconocer o aceptar.
b) Testificar a través de nuestra buena relación con Dios, que las obras del mundo son malas
Jn 7:7

Como el mundo odiaba a Jesús, quienes lo seguimos podemos esperar que la gente
también nos odie. Si las circunstancias marchan demasiado bien, pregúntese si sigue a
Cristo como debiera. Podemos estar agradecidos cuando la vida transcurre sin dificultad,
pero debemos asegurarnos de que no sea a costa de seguir a Cristo a medias o de no
seguirlo.

III- El poder inspirador del testimonio al obrar.


a) En el dar: se puede dar por obligación, satisfacción o prestigio 2 Co 9:2

Hay por lo menos cuatro maneras en que se puede hacer un regalo.


(i) Se puede hacer por obligación. Se pueden cumplir las exigencias de la generosidad, pero
haciéndolo como el que paga una deuda o ingresa lo que le exige la contribución. Se puede hacer
como un trágico deber, como una triste gracia, de una manera que casi sería mejor que no se hiciera.
(ii) Se puede hacer sencillamente por propia satisfacción, pensando más en el sentimiento
agradable que se tiene cuando se queda bien que en la persona que lo va a recibir. Hay personas que
le darán una moneda a un pordiosero más por el sentimiento de propia satisfacción que por deseo
de ayudarle. Esa manera de dar es en esencia egoísta; en el fondo, se dan más a sí mismos que a
ninguna otra persona.
(iii) Se puede hacer por motivos de prestigio. La verdadera causa de ese dar no es el amor, sino el
orgullo; no se da lo que sea para ayudar al necesitado, sino para glorificar al dador. De hecho, es
probable que no se llegue a dar si no hay espectadores que lo vean y lo alaben después. Puede ser
que se dé para tener más crédito con Dios. ¡Como si fuera posible hacer que Dios esté en deuda con
nosotros!

b) en el hacer hch 2:44-46

n este pasaje tenemos un resumen sucinto de las características de la Iglesia Primitiva.

(i) Era una iglesia que aprendía. La palabra doctrina del versículo 42 en la versión Reina-Valera no
es pasiva, sino activa. La frase quiere decir que dedicaban tiempo y prestaban atención a lo que los
apóstoles enseñaban. Uno de los grandes peligros de la Iglesia es caer en una religiosidad estática
que mira hacia atrás en lugar de adelante. Precisamente porque las riquezas de Cristo son
inescrutables e inagotables debemos ir siempre hacia adelante. El cristiano se dirige, como la luz
de la aurora, hacia una plenitud que no se alcanza en esta vida (Pro_4:18 ). Debemos considerar
que hemos perdido el día si no hemos aprendido en él nada nuevo ni hemos profundizado en la
sabiduría y en la gracia de Dios.

(ii) Era una iglesia en comunión. Estaba como indica la expresión, de consuno. Nelson atribuyó una
de sus victorias al hecho de que «tuvo el privilegio de dirigir a una compañía de hermanos.» La
iglesia es sólo lo que debe ser cuando es una compañía de hermanos unidos en el amor de nuestro
Padre Dios.

(iii) Era una iglesia que oraba. Los primeros cristianos sabían que no podían, ni tenían por qué
enfrentarse con la vida dependiendo exclusivamente de sus propias fuerzas. Siempre hablaban
con Dios antes de hablar con los hombres; siempre buscaban a Dios antes de salir al mundo;
podían arrostrar los problemas de la vida porque habían estado en la presencia de Dios.

(iv) Era una iglesia reverente. En el versículo 43, la palabra que la versión Reina-Valera traduce
correctamente temor encierra la idea de respeto y reverencia. Se decía de un griego famoso, que
se movía por el mundo como el que está en un templo. El cristiano vive reverentemente porque
sabe que siempre está en la presencia de Dios, y que cualquier lugar es «casa de Dios y puerta del
Cielo» (Gen_28:17 ).

(v) Era una iglesia en la que sucedían cosas. Había señales y maravillas (versículo 43). Si esperamos
grandes cosas de Dios y emprendemos grandes cosas por Dios, sucederán cosas. Cuando muere la
fe mueren también los resultados. Sucederían más cosas en la iglesia si creyéramos que Dios
puede y quiere hacer con nosotros que sucedan.

(vi) Era una iglesia solidaria (versículos 44 y 45). Aquellos primeros cristianos tenían un fuerte
sentido de responsabilidad mutua. Se decía de William Morris que no podía ver a un borracho sin
sentirse personalmente responsable. El que es cristiano de veras no puede soportar tener
demasiado cuando otros pasan necesidad.

(vii) Era una iglesia que daba culto a Dios (versículo 46). No se olvidaban los primeros cristianos de
frecuentar la casa de Dios. Debemos recordar que «Dios no reconoce una religión solitaria.» La
mitad de la emoción que sentimos en un concierto o en una competición deportiva es porque nos
encontramos entre mucha gente con la que compartimos el interés y la experiencia. El Espíritu de
Dios se mueve sobre el pueblo de Dios que Le da culto.

(viii) Era una iglesia feliz (versículo 46). Tenía regocijo. Una iglesia lúgubre es una contradicción. El
gozo cristiano no tiene por qué ser un jaleo; pero en lo íntimo del corazón de los cristianos hay un
gozo que nadie ni nada nos puede quitar.

(ix) Era una iglesia de personas simpáticas. Hay dos palabras en griego para bueno. Una es
agathós, que describe una cosa o persona simplemente como buena. Y hay otra, que es kalós, que
quiere decir que la cosa o persona no sólo es buena, sino agradable; que tiene una gracia que
conquista el alma. En español decimos a veces de alguien que es «una bellísima persona.» El
verdadero cristiano es alguien así. Hay bastantes personas que son buenas pero tienen una veta
antipática de dureza. Uno no iría a llorar en su hombro. Son lo que alguien llamaba «cristianos
iceberg». StRuthers solía decir que lo que ayudaría a la iglesia más que ninguna otra cosa sería que
los cristianos tuvieran de vez en cuando detalles simpáticos. En la Iglesia Primitiva el pueblo de
Dios tenía esa gracia.

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