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La ética según Protágoras

I. Protágoras

Protágoras fue el primer sofista del que tenemos noticia. Nació en Abdera, en la
costa norte del Mar Egeo, aproximadamente en el año 490 a.C. y vivió en Atenas y
Sicilia. En Atenas, lugar donde adquirió una gran fama, se hizo amigo de Pericles
y se dedicó a la enseñanza basada en el arte del discurso persuasivo, ejercitando
a los jóvenes en las técnicas de argüir a favor de las dos caras de un mismo
argumento.

Entre sus labores profesionales se le encomendó la elaboración de un código penal


para Turios. Entre sus obras se encuentran:

- Sobre la verdad, llamada también Discursos demoledores, que comienza


con su famosa declaración del hombre como medida.
- Antilogías o Argumentos contrarios
- Sobre los dioses

Sin embargo, la dificultad principal de conocer sus principios filosóficos estriba en


que las fuentes de conocimiento sobre Protágoras provienen de sus mayores
oponentes: Platón y Aristóteles.

De vuelta a su tierra natal, Protágoras murió ahogado en un naufragio después de


ser desterrado de Atenas, donde fue juzgado por impiedad (fundamentalmente por
su agnosticismo sobre la creencia en los dioses).

II. Los sofistas en la época de Protágoras

Hemos visto que los filósofos anteriores se habían ocupado preferentemente del
estudio de la naturaleza, es decir de la investigación acerca del principio último de
la realidad, del "arjé". Los sofistas, aunque contemporáneos prácticamente de los
pluralistas, desplazarán su centro de interés hacia el estudio del hombre y de la
sociedad, y de todo lo relacionado con ellos.
Se ha intentado explicar este cambio de orientación en la investigación filosófica
por el cansancio al que había conducido la investigación de los filósofos anteriores:
la multiplicidad de explicaciones acerca del principio de la realidad habría generado
un cierto escepticismo respecto a la posibilidad de obtener un conocimiento
verdaderamente objetivo y seguro de la naturaleza última del universo. Pero quizá
influya más en este cambio de orientación el hecho de que la sofística se desarrolle
fundamentalmente en Atenas, aunque no precisamente a través de filósofos
atenienses, sino de extranjeros afincados en Atenas o que residen temporalmente
allí, y que encuentran una predisposición por parte de la sociedad ateniense hacia
la recepción de sus conocimientos. Los cambios sociales que tienen lugar en
Atenas a lo largo del siglo V y que la llevarán a ejercer la hegemonía cultural y
política en el mundo griego, bastarían para explicar el desarrollo de la sofística, así
como el papel de los sofistas como personajes "ilustrados", poseedores de un saber
útil que transmitirán a los atenienses.

Los sofistas no formaron una escuela, aunque sus enseñanzas poseían


características comunes entre las que podemos destacar:

• 1. El interés por el hombre y la sociedad, en relación con la creciente


reflexión sobre el fenómeno de la civilización y la cultura;
• 2. El mantenimiento de una posición relativista, tanto respecto a la
posibilidad del conocimiento como respecto a las formas de organización
social y política del hombre;
• 3. La consecuente distinción entre las leyes sociales (nómos) que se
consideran un mero producto humano y las leyes de la naturaleza (physis),
dando lugar al estudio y teorización de la oposición entre convención y
naturaleza;
• 4. El interés por la retórica y la erística, en una sociedad democrática en la
que el dominio de la palabra y del discurso significaba el éxito y la
consideración de sus miembros; ello les convertiría en los educadores de la
sociedad ateniense y en los primeros pedagogos, especialistas en el arte de
enseñar, estudiosos y conocedores de sus dificultades y recursos;
• 5. por último, lejos de un interés especulativo, lo que guiaba la investigación
de los sofistas era la finalidad práctica, es decir: enseñar el arte de vivir y de
gobernar.
La mala reputación que posteriormente adquirieron los sofistas es debida en gran
parte a la interpretación que hace Platón de ellos, en varias de sus obras.
Originariamente el término "sophistés" era sinónimo de sabio y como tal fue
utilizado por Heródoto para referirse a Solón y a Pitágoras, o tradicionalmente para
referirse a los sabios en Grecia.

Por lo demás, las acusaciones de Platón de que cobraban por enseñar, o de que
eran relativistas y que sus teorías conducían al escepticismo, y que tanto influyeron
históricamente en la consideración negativa de los sofistas, no pueden dejar de
resultar ridículas en nuestros días.

Entre los sofistas más destacados podemos citar a Protágoras de Abdera, Pródico
de Ceos, Hipias de Elis y Gorgias de Leontini.

III. El relativismo de Protágoras

Protágoras defendió un relativismo del conocimiento y de los valores, esto es, negó
que existieran valores y verdades universales para todos los hombres.

"El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de
las que no son, en cuanto que no son"

No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino que las cosas son tal y
como son percibidas por cada uno de nosotros. Este relativismo se aplica a todos
los ámbitos de nuestra existencia.

Por ejemplo, lo que para una persona sana es un sabor agradable, para un enfermo
es amargo. ¿está confundida la persona enferma? Protágoras dirá que, para él, en
su situación, la verdad es que el sabor es amargo.

El relativismo impide establecer un criterio de verdad, teniendo todas las opiniones


la misma validez. Esto nos lleva a poder permitirnos defender tesis contrarias al
mismo tiempo, técnica en la que el filósofo destacó con maestría y que fue
duramente criticada por Platón y Aristóteles. Sin embargo, según Guthrie,
Protágoras difuminó la radicalidad de este criterio hacia una postura utilitarista:
aunque todas las opiniones particulares tengan la misma validez, algunas son más
ventajosas que otras.
En el caso mencionado anteriormente, es ventajoso para el enfermo volver a
reestablecer el sabor que tenían los alimentos antes de la enfermedad.

El relativismo de los valores implica que una misma cosa o acción puede ser buena
para un sujeto y mala para otro. Es más, una acción puede ser mala o buena para
un mismo sujeto dependiendo de cada circunstancia, y en la medida en que él lo
crea así.

IV. El pensamiento de Protágoras

Protágoras defendía el relativismo y el convencionalismo de las normas,


costumbres y creencias del hombre. Es su tesis más conocida y que queda reflejada
en la frase El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto
que son y de las que no son en cuanto que no son, uno de los fragmentos que
conservamos de su obra. Respecto al relativismo de Protágoras cabe interpretarlo
de dos modos:

a) Si concebimos que el hombre al que se refiere Protágoras es el hombre particular


y concreto, el individuo, Protágoras estaría afirmando un relativismo radical, de
modo que cada hombre tendría "su verdad". Platón en el Teeteto así lo interpreta:
lo que a mí me parece frío es frío, aunque no le parezca así a otro.

b) Pero podemos interpretar que Protágoras entiende "hombre" como "ser


humano", y tendríamos que hablar entonces de un relativismo social, en el sentido
de que aceptamos como verdadero lo que en nuestra sociedad es aceptado como
verdadero.

También se ha discutido si Protágoras aceptaba el relativismo ético o moral. Si


Protágoras afirma que el hombre es la medida de todas las cosas parece que el
relativismo se hacía extensivo a los valores éticos, (aunque Platón en su diálogo
"Protágoras" mantenga que el relativismo no se extendía a los valores éticos). De
tal modo, lo bueno será lo bueno "para mí", si adoptamos la perspectiva del
relativismo individual, o lo bueno "para la sociedad", si adoptamos la perspectiva
del relativismo social o cultural.
En relación con la tesis del relativismo se desarrollará la contraposición "nómos /
physis", entre las leyes sociales y las naturales, oponiendo así la sociedad a la
naturaleza. Las leyes sociales son el resultado del pacto o de la convención entre
los individuos, es decir no tienen carácter natural; el determinante de la ley social
no es ni el individuo, ni la naturaleza, sino el conjunto de los hombres que viven en
esa sociedad. De ese modo se explica el carácter modificable de la ley, y las
diferencias entre las leyes imperantes en distintos pueblos y culturas, o dentro de
la misma cultura entre distintas ciudades, o en distintas épocas. Dado que no existe
una ley que por naturaleza obligue a los hombres a organizarse de esta u otra
manera, las leyes de la sociedad quedan sometidas al acuerdo o a la convención
de todos los hombres; en este sentido será el criterio de la utilidad el que determine
qué leyes se adoptarán y, una vez adoptadas, serán de obligado cumplimiento.

V. El hombre como medida de todas las cosas

El principio filosófico más famoso de Protágoras alude al estatus del hombre


enfrentado al mundo que lo rodea. Habitualmente se designa con la
expresión Homo mensura («El hombre es la medida»), fórmula abreviada de la
frase Homo omnium rerum mensura est («El hombre es la medida de todas las
cosas»), que traduce al latín la sentencia original en griego. Esta última,
según Diógenes Laercio, habría sido la siguiente:

πάντων χρημάτων μέτρον ἔστὶν El hombre es la medida de todas las


ἄνθρωπος, τῶν δὲ μὲν οντῶν ὡς cosas, de las que son en cuanto que
ἔστιν, τῶν δὲ οὐκ ὄντων ὠς οὐκ son, de las que no son en cuanto
ἔστιν37 que no son.

La frase figuraba, según refiere Sexto Empírico, en la obra perdida de


Protágoras Los discursos demoledores, y ha llegado hasta nosotros a través de la
transcripción de varios autores antiguos. Aparte de Diógenes Laercio, es citada
por Platón, Aristóteles, Sexto Empírico y Hermias.
Interpretaciones

La sentencia acusa diversas interpretaciones, como resultado de la dificultad que


implica determinar el sentido y alcance de sus tres expresiones fundamentales, a
saber: a) El hombre; b) La medida; c) Las cosas

a) Se discute si la expresión "el hombre" se refiere al hombre en sentido individual


o en sentido colectivo.

1. La interpretación en sentido individual señala que el hombre al que hace


mención la frase de Protágoras es cada hombre concreto, cada individuo, de tal
forma que habría tantas medidas distintas para las cosas como hombres
individuales hay. A tal lectura adhiere Platón, quien, por medio de Sócrates, señala
en el Teeteto:

¿No es verdad que Protágoras dice algo así: Tal como me parecen las cosas, tales
son para mí, tal como te parecen, tales son para ti. Pues tú eres hombre y yo
también.

2. La interpretación en sentido colectivo, a su vez, tiene dos enfoques distintos:


uno que entiende que la expresión alude a cada grupo social humano; otro, que la
considera en sentido genérico, es decir, referida al género humano:

a) El primer enfoque, que podemos denominar sociológico, ha sido defendido


por Eugène Dupréel, e implica plantear que la frase de Protágoras alude a cierta
forma de relativismo cultural, donde cada sociedad, cada polis, actuaría como
medida de las cosas.

Hay autores (como Untersteiner y Schiappa) que, adhiriendo a la tesis sociológica,


consideran que ella no es incompatible con el sentido individual del término, ya que
Protágoras habría contemplado ambas visiones al formular su sentencia.

b) El segundo enfoque, que podemos denominar genérico, fue formulado


por Goethe y defendido especialmente por Theodor Gomperz, e implica entender
la existencia de una única medida común para todos los hombres individuales; una
misma forma, compartida por el género humano, para tasar la totalidad de las
cosas.
A veces se interpreta este dicho como simple antropocentrismo,
como relativismo de la verdad de las cosas, como que cada hombre es la norma de
lo que es verdad para sí mismo, y que toda verdad es relativa para el individuo que
la sostiene y que no podría tener validez más allá de él. Él, con su frase célebre, se
refería al ser humano y no a cada sujeto, por eso tenía fama de moderado, no era
radical. Heidegger propone una interpretación más penetrante de él en su
curso Introducción a la Filosofía.

VI. La filosofía de Protágoras

El filósofo de Abdera concibe el ser como algo en movimiento, como un constante


fluir: es la realidad cambiante y multiforme, plural, sumergida en el río de Heráclito.

En esta concepción ontológica se soporta toda la filosofía protagórica y adquiere


validez. Es así como, desde un principio, nos encontramos con algo determinante:
la radical distancia entre el pensamiento de Platón, fundamentado en la ontología
inmóvil de Parménides, y el pensamiento de Protágoras, el cual ha encontrado una
fuerte empatía con el filósofo de Efeso.

"Fue el primero (Protágoras) en decir que sobre cualquier tema son posibles dos
tesis contrarias entre sí".

"También Protágoras sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas, de


las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son"

De estas dos sentencias es posible deducir lo que he visto como el fundamento


Protagórico: la lógica de relaciones. Con la primera sentencia que hace referencia
al principio antilógico, Protágoras pone de manifiesto que las cosas no son en sí
mismas sino que son en relación con algo, es decir, que no existe lo absoluto, único
e inmutable; la justicia , la bondad o lo pequeño no son realidades universales y
absolutas, pues algo puede ser bueno para ciertas personas (animales , plantas o
cosas) mientras que para otras no, ejemplo: que la madera se quiebre, debilite o
corrompa, es bueno para el carpintero pero malo para los demás. E incluso, para
las mismas personas algo puede ser bueno en determinadas circunstancias y
puede no serlo en otras, ejemplo: que llueva es bueno en tiempos de sequía pero
no en tiempos de fuerte invierno. De igual forma un elefante puede ser muy grande
en relación con el tamaño del hombre, pero extremadamente pequeño en relación
con el planeta. Entonces no puede decirse que el elefante es por sí solo grande o
pequeño, o que algo es justo, bueno o feo por naturaleza.

Protágoras con esto no hace más que eliminar la verdad absoluta, divina, esa
verdad única e inmutable que mora en el Topos Uranos de Platón y que determina
todo lo existente en el mundo sensible, "aparente" y mundano. Si sabemos que
para Platón la verdad es preexistente y que la intención humana debe estar
encaminada a conocerla, entonces es comprensible la manera tan vehemente
como Platón ataca a Protágoras y a los sofistas en general. La filosofía de
Protágoras no solo contradice el sistema platónico, sino que lo destruye, lo deja sin
piso, sin ideas.

Con la segunda sentencia, la que se refiere a la frase Homo-Mensura, Protágoras


además de reiterar el predominio de una lógica de relaciones sobre una lógica
monádica o absoluta (desde la que nos habla Platón), pone de manifiesto un
profundo humanismo. Cuando Protágoras dice: "el hombre es la medida de todas
las cosas", está diciendo que es el hombre el que da sentido a su entorno, es quien
aprehende el mundo y construye así una realidad propia de valoraciones y
conocimientos determinados. Es importante aclarar que hay distintas teorías que
polemizan sobre el tipo de ‘Hombre’ al que se refiere Protágoras en la frase, si habla
del ánthropos como ser individual, como especie o como ser integrado en círculos
sociales.

Puesto que no es el caso exponer aquí las distintas teorías, basta con aclarar que
la más coherente con el pensamiento protagórico y por tanto más acertada es la
que presenta José Barrio Gutiérrez. Éste advierte una conjunción de la tesis
individualista con la sociológica, entendiendo que el hombre individual está
referenciado a la polis. Y es aquí donde nos encontramos con un Protágoras
amante y defensor de la sociedad y la cultura.

Protágoras admite la pluralidad de representaciones en los hombres, pues todo


fluye y por tanto la realidad es infinitamente cambiante, pero no distingue entre ellas
unas verdaderas y otras falsas sino unas más convenientes que otras. Las diversas
opiniones no se determinan por su nivel de verdad al modo platónico, sino por su
nivel de conveniencia, ¿y conveniencia para quién? Para la sociedad, que en
últimas es lo que afirma a los individuos y al hombre como agente creador.

"Pues lo que a cada Estado (polis) le parece justo y bello, efectivamente lo es para
él, mientras tenga el poder de legislar".

"...por naturaleza no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de
la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y todo el tiempo que
dura ese parecer".

Hemos dicho entonces que de las dos sentencias que se refieren al principio
antilógico y a la Frase Homo-Mensura se deriva el fundamento protagórico, es
decir, el pilar de todo su sistema y, a mi parecer, el gran aporte del filósofo de
Abdera: la lógica de relaciones. La profunda relación que existe entre las dos
sentencias puede entenderse como una complementación.

VII. La ética de Protágoras

Protágoras fue un filósofo golpeado por la tradición. En el ámbito de la ética, ha


sido tachado un sinnúmero de veces como un inmoral pensador practicante del
relativismo y perteneciente al igualmente obsceno y vicioso movimiento de la
sofística. Sin embargo, aunque es verdad que era sofista y relativista, su propuesta
distaba mucho de ser inmoral. De paso, es prudente señalar que primero habría
que demostrar que la sofística y el relativismo son conceptos perniciosos.

El Abderita era un pensador comprometido con la educación en la eubolía, es decir,


en ser mejor cada día a través de la enseñanza en torno a la administración de la
casa y de la ciudad. La eubolía, al parecer, era una excelencia, una virtud, que,
según cuenta el mito de Prometeo en su versión protagórica, era enseñable. Este
mito muestra que el sentido moral del ser humano (aidós y diké) es producto de la
evolución del hombre, asumiendo que dicha narración es una metáfora que explica
la génesis del ser humano y la moral dentro del contexto de la problemática phúsis-
nómos. Recordemos que nuestro sofista contó que, una vez robados por Prometeo
la capacidad técnica y el fuego a Atenea y Hefesto, Zeus -tras castigar al protector
y los protegidos vía Epimeteo-Pandora-, temió que la especie humana
desapareciera y envió a Hermes para otorgararles el sentido moral, dado que cada
vez que se juntaban en ciudades los hombres, se separaban por las injusticias
cometidas mutuamente.

Ahora bien, el que la moral sea producto de la evolución, no significa que haya una
ley moral natural concebida en la filosofía de Protágoras, sino que el sentido moral
es posible gracias a la necesidad natural de sobrevivir, y eso hizo que los hombres
tomaran medidas para convivir, pues la humanidad no tiene bloqueos instintivos
que le permitan reprimir la violencia entre los congéneres para garantizar la
supervivencia del grupo. Por eso el Abderita afirmó que si algunos hombres no
respetaban tales reglas indoctrinadas por el cuidado, el ejercicio y la enseñanza,
eran sancionados para así regular su conducta mediante la intimidación del castigo,
pero si ésta no funcionaba, entonces deberían ser expulsados de la ciudad o
matados como una enfermedad. El ostracismo y la pena de muerte, para este
sofista no eran estrictamente inmorales.

De esto se deduce que el sentido moral es una regulación intersubjetiva de las


conductas dentro de un grupo humano en aras de la supervivencia de éste. ¡Qué
polémica!: se defiende la vida del grupo, incluso aniquilando a algunos de sus
miembros; se enseña la moral y se recurre a las amenazas y los golpes. Pareciera
que el conflicto es inevitable en la educación moral. Por eso José Solana observó
que la ética protagórica:

✓ Tiene como fundamento los comportamientos reales y concretos de los


individuos concretos
✓ Considera el bien y la justicia como relaciones y no como objetos ideales
✓ Refleja a nivel de teoría las contradicciones de la moral concreta en lugar de
limitarse a una pura teoría normativa.

Efectivamente, el criterio de la ética de Protágoras es relativo. En otras palabras,


depende de una relación, o mejor dicho, de cada relación. Sin embargo, habría que
preguntarse si esta relación o serie de relaciones se apegan a algunas nociones
mínimas compartidas por todos en el abanico de una diversidad enorme de formas
de pensar. Al parecer todos, o buena cantidad de los individuos, consciente o
inconscientemente procuran la conservación de la humanidad.
Esto Protágoras no lo aclara, pero sí especifica que el factor único del cual
participan todos los ciudadanos es la virtud del hombre, constituida por la
moderación, la piedad y la justicia.

¿El que todos los ciudadanos participen de tales valores significa que para el
Abderita todos los seres humanos guían su moral a través de semejantes virtudes?
Podemos inferir que si hay una serie de relaciones compartidas por todos los
miembros de la polis y que si éstas corresponden a una virtud humana, entonces
hay detrás de esto una serie de relaciones compartidas quizá por el resto seres
humanos. Sin embargo, recuerda Protágoras aludiendo a la comedia Agrioi de
Ferécrates, a unos seres humanos que no tiene educación, tribunales de justicia,
leyes, ni cuidado de la virtud. Así, aunque hay una necesidad natural de
supervivencia, de ella no se desprende la necesaria educación en las virtudes.

¿Acaso pensó Protágoras que en realidad hay sociedades inferiores sin


regulaciones internas a su grupo (muy al estilo de la antropología eurocéntrica de
la Inglaterra victoriana)? No ha habido testimonio antropológico sólido de semejante
tipo de grupos; lo más que se han hallado son a individuos aislados sin educación
por haber sobrevivido accidentalmente fuera de la sociedad.

¿Estamos frente un prejuicio etnocéntrico griego, o bien Protágoras pensó –como


sugiere el contraste de la comedia de Ferécrates con el mito prometéico- que en el
pasado hubo sociedades que no desarrollaron el sentido moral y otras que sí,
seguramente desapareciendo las primeras y conservándose las virtuosas?
Posiblemente.

No es que las virtudes sean homogéneas en todas las sociedades para nuestro
sofista, más bien son heterogéneas, como las partes de un rostro. Es decir, parece
que, al menos en el Protágoras 329 d-e, la virtud, en su concepción abstracta, es
equiparable al sentido moral, en tanto que, en ambos, el individuo es una estructura
-como un rostro-, pero que no todos poseen siempre la misma configuración, dado
que hay virtudes que unos presentan y otros no. Por ejemplo: algunos son valientes
pero injustos, otros justos, pero no sabios. Por ende, la justicia no necesariamente
implica la valentía, ni la valentía tiene que ser justa o sabia en un caso.

Las virtudes no son reducibles unas a las otras, sino sólo agrupables bajo la
etiqueta general de la virtud, detrás de la cual se halla el estado singular y concreto
del sujeto virtuoso. La virtud es el producto de una medida personal.
Ya antes habíamos señalado que todos los ciudadanos participan de la virtud, pero
ahora observamos que cada quien la troquela individualmente. De aquí se
desprende la paradoja de que para Protágoras el sentido moral está determinado
por la sociedad y por el individuo al mismo tiempo. ¿Cómo es posible? Primero que
nada, Protágoras sabe que cada ser humano es contingente, no sólo por el
reconocimiento de que en cada sujeto las virtudes concretas se manifiestan
diversamente, sino porque al aplicar su método de enseñanza consideraba los
intereses propios de sus alumnos, y porque al hablar de las sanciones impuestas a
los infractores, éstas eran aplicadas a quien no quería obedecer. En otras palabras,
al hablar de educación, jurisprudencia, gobierno, moral, se supone la existencia de
la libertad en cuanto un dato natural del yo, como reconoció nuestro sofista, según
aseveró Rodolfo Mondolfo. Cada ser humano es medida de su mundo al elegirlo.

Sin embargo, también es verdad que Protágoras de antemano reconoce el impacto


social de la educación porque nuestra sociabilidad permite la supervivencia y
describe el proceso de configuración de la moral desde la infancia vía nanas,
madres, padres, maestros, quienes educan a los niños enseñando y amonestando,
y que culmina con la obligación impuesta por la polis de memorizar las leyes y vivir
conforme a ellas. El esquema casi conductista de estímulos positivos y negativos
que reproduce el sofista de enseñanza de la virtud es un dato sociológico innegable.

En conclusión, si se da una regulación de la conducta a través de lo que otros


señalan, también es cierto que el individuo confronta dichas regulaciones, por eso
la polis acuñaba sus leyes democráticamente. La tensión entre lo impuesto por las
instituciones y la libertad de los individuos, constituye el campo sobre el cual se
mueve el sentido moral en tanto que regulación intersubjetiva. Obviamente esta
regulación resulta problemática para los grupos sociales e individuos. ¿Cómo
puede haber una objetividad o universalidad del bien y a la vez una subjetividad y
particularidad? Para Protágoras éste jamás es objetivo, sino subjetivo debido a
que es una relación de un sujeto con otro o con un objeto de elección; sin embargo,
esta subjetividad se da en un marco de universalidad que no es hueca.

La universalidad es posible por una intersubjetividad condicionada por la naturaleza


(una estructura biológica relativamente común a todos, incluso en el caso de las
mutaciones) y por un consenso complejo, heterogéneo y en tirantez entre lo que se
dice que es bueno y lo que el individuo quiere para sí.
Denota una relación de poder en la cual ciertamente la retórica tuvo –y tiene- un
papel importante, pues ésta, como expresó Giorgio Colli, es un instrumento
agonístico, es decir, una herramienta política y de discusión que desde la óptica
protagórica, más que perseguir el poder por el poder, buscaba elkairós, un término
de difícil traducción que se refiere a la ocasión de actuar oportunamente en una
relación; es decir, apunta a lo conveniente dentro de una situación concreta
delimitada en un marco de decisión. Tenemos entonces un utilitarismo ético que
finalmente se convierte en el tiempo interno del acto virtuoso.

Dicho utilitarismo puede ser catastrófico o benéfico, en función de la intención con


que sea aplicado. Puede ser egoísta, como sucedió con los discípulos de
Protágoras de acuerdo con el testimonio de Tucícides (3, 82, 4) o puede ser
humanista, como aparentemente pretendió el Abderita, pensando en la
conservación de la especie y la igualdad democrática de los ciudadanos, teniendo
esta última su parangón en la unidad democrática de la naturaleza que, gracias a
Epimeteo, brindó a todas las especies oportunidades de continuidad en el contexto
de la lucha por la supervivencia.

No hay una idea del bien en sí, ni un mundo aparte del cual podamos extraer
nuestros criterios, y si existe tal, no tenemos con certeza acceso a él, como se
desprende del agnosticismo del sofista. Acaso hay una bondad natural restringida
y por supuesto relativa, que, a pesar de su restricción, sirve de límite a la ética en
tanto que da la base para la preservación de la vida. Al respecto dice Protágoras:

[...]yo al menos sé que muchas cosas son nocivas a los hombres, a saber, comida,
bebida, medicinas y otras miles de cosas; otras, en cambio, son provechosas; unas
no son ni lo uno ni lo otro a los hombres, pero sí a los caballos; unas sólo a las
reses, otras, a los perros; otras a ninguno de ésos, pero sí a los árboles; unas son
buenas para las raíces del árbol; pero dañinas para sus tallos, por ejemplo el
estiércol puesto alrededor de las raíces de todas las plantas es bueno, pero si
quieres ponerlo a los retoños y a las ramas nuevas todo lo destruye. Así también el
aceite es para todas las plantas totalmente nocivo y sumamente dañino para el pelo
de todos los seres vivos, menos para el del hombre, pues hace más fuerte el pelo
del hombre y el resto del cuerpo. Lo bueno es algo tan variado y diverso que aquí
lo que es bueno para las partes exteriores del cuerpo es lo peor para las interiores
y por ello todos los médicos prohíben a los enfermos usar el aceite, salvo un poquito
en lo que se va a comer, justo una pequeña cantidad para mitigar la molestia
producida por las sensaciones del olfato en diferentes comidas y condimentos.

Además de dicho límite natural respecto al bien, en el ámbito de la cultura sólo


tenemos como lindero la medida que el hombre pone buscando el kairós.

De ahí que Federico Reyes Heroles justamente retome esta dialéctica y recuerde
el más radical concepto protagórico: el de homo mensura, que se manifiesta en la
famosa sentencia que constituye su punto de crisis y distensión: el hombre es la
medida de todas las cosas, de las que son para lo que son y de las que no son para
lo que no son”. El “antropocentrismo” ahí presente protege de la sacralización de
las creencias relativas al Estado, la religión, la ciencia, las utopías, los mitos y, en
general, de la cultura.

La medida (metrón) es ya un concepto metafórico desde el instante en que deja de


ser considerada el objeto medido o de hacer referencia a un instrumento de
medición. Convierte al hombre mismo en lo medido y la medición. Cada individuo
es medida de sus creencias. El ejercicio de su medición hace a la persona más
dueña de sí y de la sociedad. Implica aidós, una noción no sólo subjetiva, sino
intersubjetiva, que algunos prefieren traducir como respeto (el cual de suyo se
define en relación a un otro). La ética protagórica tiene un carácter de nostreidad,
ya que en ella el hombre es relación con otros hombres y con su entorno natural;
es medida de ellos.
VIII. Protágoras, una posibilidad ética

Bajo el yugo de platón

Protágoras se afirma en el cambio, en el continuo devenir. Creo que es por aquí


por donde se debe comenzar a interpretar al sofista, por su ontología. El filósofo de
Abdera concibe el ser como algo en movimiento, como un constante fluir.

En esta concepción, se soporta toda la filosofía protagórica y adquiere validez. Es


así como, desde un principio, nos encontramos con algo determinante: la radical
distancia entre el pensamiento de Platón, fundamentado en la ontología inmóvil de
Parménides, y el pensamiento de Protágoras, el cual ha encontrado una fuerte
empatía con el filósofo de Efeso.

El fundamento Protagórico sería: la lógica de relaciones. Con la primera sentencia


que hace referencia al principio antilógico, Protágoras pone de manifiesto que las
cosas no son en sí mismas sino que son en relación con algo, es decir, que no
existe lo absoluto, único e inmutable; la justicia , la bondad o lo pequeño no son
realidades universales y absolutas, pues algo puede ser bueno para ciertas
personas (animales , plantas o cosas) mientras que para otras no, ejemplo: que la
madera se quiebre, debilite o corrompa, es bueno para el carpintero pero malo para
los demás. E incluso, para las mismas personas algo puede ser bueno en
determinadas circunstancias y puede no serlo en otras, ejemplo: que llueva es
bueno en tiempos de sequía, pero no en tiempos de fuerte invierno. De igual forma
un elefante puede ser muy grande en relación con el tamaño del hombre, pero
extremadamente pequeño en relación con el planeta. Entonces no puede decirse
que el elefante es por sí solo grande o pequeño, o que algo es justo, bueno o feo
por naturaleza.

Protágoras con esto no hace más que eliminar la verdad absoluta, divina, esa
verdad única e inmutable que mora en el Topos Uranos de Platón y que determina
todo lo existente en el mundo sensible, "aparente" y mundano. Si sabemos que
para Platón la verdad es preexistente y que la intención humana debe estar
encaminada a conocerla, entonces es comprensible la manera tan vehemente
como Platón ataca a Protágoras y a los sofistas en general.
Con la segunda sentencia, la que se refiere a la frase Homo-Mensura, Protágoras
además de reiterar el predominio de una lógica de relaciones sobre una lógica
monádica o absoluta (desde la que nos habla Platón), pone de manifiesto un
profundo humanismo. Cuando Protágoras dice: "el hombre es la medida de todas
las cosas", está diciendo que es el hombre el que da sentido a su entorno, es quien
aprehende el mundo y construye así una realidad propia de valoraciones y
conocimientos determinados.

Es importante aclarar que hay distintas teorías que polemizan sobre el tipo de
‘Hombre’ al que se refiere Protágoras en la frase, si habla del ánthropos como ser
individual, como especie o como ser integrado en círculos sociales. Puesto que no
es el caso exponer aquí las distintas teorías, basta con aclarar que la más coherente
con el pensamiento protagórico y por tanto más acertada es la que presenta José
Barrio Gutiérrez. Éste advierte una conjunción de la tesis individualista con la
sociológica, entendiendo que el hombre individual está referenciado a la polis. Y es
aquí donde nos encontramos con un Protágoras amante y defensor de la sociedad
y la cultura.

El pilar de todo su sistema y, a mi parecer, el gran aporte del filósofo de Abdera


seguiría siendo: la lógica de relaciones. La profunda relación que existe entre las
dos sentencias puede entenderse como una complementación, es así como Solana
Dueso dice que las antilogías enuncian un principio general del que la FHM sería
el resultado de aplicar tal principio a dos ámbitos específicos: las valoraciones y el
conocimiento.

Para Solana Dueso, estas dos sentencias junto con la de "hacer fuerte el argumento
débil", constituyen el núcleo fuerte del protagorismo. En realidad, esta última
sentencia no es más que la reafirmación de la lógica de relaciones: toda opinión es
verdadera en relación con quien así la considera o percibe. Esto se deriva de una
concepción ontológica que entiende el ‘ser’ como algo cambiante y plural, contraria
a una ontología inmóvil e inmutable desde la cual Platon deriva su lógica absoluta.

Hasta el momento se ha intentado desarrollar ligeramente lo que Solana Dueso ha


llamado el núcleo duro del protagorismo, presentando a la vez algunas
consideraciones acerca de la dicotomía Platón-Protágoras, éste último como
representante de la sofística. Pero, ¿qué es lo que en realidad se disputan Platón
y Protágoras y los sofistas en general?, ¿qué implica el asumir una ontología inmóvil
e inmutable a diferencia de una movible y cambiante?, ¿cuál es la consecuencia
práctica de una lógica absoluta y la de una lógica de relaciones?, ¿qué implica
juzgar todo lo humano a la luz de la verdad o a la luz de la conveniencia?

Para intentar dar respuesta a esto creo necesario realizar ciertas aclaraciones que
en su mayoría son de carácter histórico, apoyado más que todo en el texto de Paul
Elthen: "Los sofistas y Platón".

La civilización griega en los siglos VI y V a. de c. atraviesa por un momento histórico


en el que el logos comienza a imponerse y a ser la forma mediante la cual se
aprehende el mundo; el pensamiento racional y secular prevalece sobre el mítico,
se pasa de una cosmogonía a una cosmología.

Esto da lugar a que se comience a pensar en la posibilidad de una vida social, esto
es, la unificación de los grupos humanos no por instituciones familiares y religiosas
sino por instituciones de carácter político que pongan en juego el ejercicio de lo
común: nomos.

Es en este momento histórico de occidente en el que aparecen Platón y los sofistas


como dos corrientes opuestas que pretenden teorizar sobre el cómo debe ser la
vida socio-política en el reciente espacio urbano.

Lo que se disputan entonces las dos corrientes, es la forma correcta en que debe
ser entendido y fundamentado el orden social en el nuevo mundo regido por el
logos, secular y político.

Es así como nos encontramos con dos perspectivas distintas y opuestas de


entender el mundo, dos formas de habitarlo, dos posibilidades éticas.

Protágoras, como sofista que es, ha obtenido una sabiduría mediante la


peregrinación por diversas culturas y civilizaciones, y gracias a esto entiende el
mundo como el producto del obrar humano, y la cultura como el artificio del hombre
mediante el cual supera su status nature. Esto le permite establecer que el ‘ser’ es
cambiante y por tanto no hay verdades absolutas. Todo lo que rige las relaciones
humanas no son más que convenciones, pues ha descubierto que entre unas
culturas y otras varían los valores, las creencias religiosas y las formas de entender
el mundo. Es así como el hombre es la medida de todas las cosas; cada una de las
sociedades determina los parámetros en que gira su propia realidad.
Nos encontramos aquí con la relación fisis-nomos, entendiendo por fisis lo que
emerge espontáneamente: materia y hombre, y entendiendo por nomos el artificio
humano que se hace común. Para Protágoras, el nomos es un logro del hombre,
pues es una realidad más elaborada y superior que la fisis. Superior en términos de
conveniencia y utilidad, obviamente no en términos de verdad. El nomos constituye
el logro del derecho, de la justicia, de la cultura, de la vida en sociedad.

De lo anterior podemos deducir varias cuestiones: un relativismo axiológico y social,


una fundamentación de la democracia, un profundo sentimiento de admiración y de
aceptación de lo humano, cuestiones estas que a mi modo de ver hacen parte
significativa de una propuesta ética, y por tanto política, incentivada por Protágoras.

Es importante advertir en lo que hasta ahora hemos expuesto, una concepción


inmanente del lenguaje por parte de Protágoras. El lenguaje, tan justamente
reivindicado y elogiado por los sofistas, es fuente creadora, es fundamento de lo
humano que permite colmar de sentido al mundo. Es el logos en su más pura
significación: pensamiento y palabra.

La afirmación del lenguaje como agente creador, es la más clara afirmación del
hombre, de lo mundano. Es una feliz aceptación de nuestra condición, a la vez que
es un reconocimiento en el más perfecto azar, una afirmación de vida; caso distinto
al que presenta Platón que ve en el lenguaje tan solo un vínculo con las ideas, con
la verdad, algo predeterminado y para nada contingente.

La relatividad axiológica y social que defiende Protágoras es fundamento de la


democracia, es el reconocimiento de la diversidad de opiniones. Con esto, se
advierte el surgimiento de una verdadera libertad política y de la tolerancia, como
principios de la vida en sociedad, ese gran logro del hombre, de la razón, del
lenguaje: del logos.

Radicalmente contrario, Platón fundamenta lo humano mediante una concepción


metafísica, es decir, plantea una forma de entender al hombre no mediante su
condición mundana sino mediante algo totalmente ajeno a él.
Introducción

Protágoras ha sido para la historia de la filosofía un pensador controversial. que se


haya proclamado a si mismo sofista, es más que suficiente para que haya sido visto
con sospecha por la posteridad. Sabemos, sin embargo, que en la antigüedad gozo
de consideración y prestigio, y que su obra y su influencia en la cultura de Atenas
fueron muy relevantes. Quizá la mejor manera de comprobar esa importancia es
detenerse a considerar la atención y el empeño que muestran Platón y Aristóteles
para discutir y oponerse a sus postulados más importantes.

Las ideas de Protágoras empujan a ubicarnos en nuestra propia realidad de


ciudadanos de aquí y ahora, a replantearnos lo que puede llegar a ser la ética, y
entender el papel que hemos de ejercer en el contexto de la democracia, un
concepto moderno, sin duda, pero que pocos han entendido tan lúcidamente como
nuestro filósofo. Espero que las siguientes páginas sean lo suficiente explicativas
al respecto.

Por lo tanto, la mirada que extendemos a la antigüedad, trata de recuperar y de


indagar en un pensamiento, lamentable perdido y no siempre interpretado sin
prejuicios, que puede darnos luces y motivos para pensar desde la sabiduría
clásica, la ética de nuestro propio mundo.
Análisis

Sin lugar a duda el criterio de la ética de Protágoras es relativo, es decir, depende


de una relación, o mejor explicado, habría que preguntarse si esta relación o serie
de relaciones se apegan a algunas nociones mínimas compartidas por todos en el
abanico de una diversidad enorme de formas de pensar.

Cabe resaltar que Protágoras especifica que el factor único del cual participan todos
los ciudadanos es la virtud del hombre, constituida por la moderación, la piedad y
la justicia; desde esta perspectiva podemos inferir que si hay una serie de
relaciones compartidas por todos los miembros de la polis y que si estas
corresponden a una virtud humana, entonces hay detrás de esto una serie de
relaciones compartidas quizá por el resto de los seres humanos.

Protágoras defendió el relativismo gnoseológico y moral, negando que existieran


verdades y valores universalmente válidos.

Las leyes de los hombres (nomos, leyes positivas) son fruto del consenso humano
y no fruto de un principio divino. Los nomos nos permiten vivir en comunidad y
diferenciarnos de las bestias.

Defiende que hay que mantener las leyes, si estas parecen buenas a la mayoría; y
muestra un enfoque profundo al agnosticismo.
Conclusiones

Si se da una regulación de la conducta a través de lo que otros señalan, también


es cierto que el individuo confronta dichas regulaciones, por eso la polis acuñaba
sus leyes democráticamente, puesto que la tensión entre lo impuesto por las
instituciones y la libertad de los individuos, constituye el campo sobre el cual se
mueve el sentido moral en tanto que la regulación intersubjetiva.

Es verdad que Protágoras de antemano reconoce el impacto social de la educación


porque nuestra sociabilidad permite la supervivencia y describe el proceso de
configuración de la moral desde la infancia, ya sea por medio de nanas, madres,
padres o maestros quienes educan a los niños enseñando y amonestando.

Ahora bien, el que la moral sea producto de la evolución, no significa que haya una
ley moral natural concebida en la filosofía de Protágoras, sino que el sentido moral
es posible gracias a la necesidad natural de sobrevivir, y eso hizo que los hombres
tomaran medidas para convivir, pues la humanidad no tiene bloqueos instintivos
que le permitan reprimir la violencia entre los congéneres para garantizar la
supervivencia del grupo.
Presentación

La Presente monografía contiene un estudio de temas sobre el modo de

pensar de Protágoras sobre la ética, su función y reconocimiento que tuvo

en la época en que vivió. También un análisis de las frases que él empleaba,

junto con un estudio de su pensamiento, filosofía y relativismo.


Anexo
Bibliografía

❖ Dueso, J. 1996, Protágoras de Abdera, Madrid, Akal.

❖ Melero, A. 1996, Sofistas, testimonios y fragmentos, Madrid, Gredos.

❖ Bravo, F. 2001, Estudios de la filosofía griega, Caracas, UCV, 1ª edición.

❖ Campillo, N. 1976, Protágoras y los sofistas, Valencia, 1ª edición.

❖ Cappelletti, A. 1969. La filosofía de Protágoras, Caracas, 1ª edición.

❖ Cappelletti, A. 1987. Protágoras: naturaleza y cultura, Caracas, 1ª edición.

❖ Capizzi, Á. 1955. Protágoras, La Nouva Italia, Firenze, 1ª edición.

❖ Zeppi, S. 1961. Protágoras y la ética de su tiempo, La Nouva Italia, Firenze.

❖ www.slideshare.com/éticaprotagórica

❖ www.revistasfilosóficas.com
Recomendaciones

Las leyes y las normas según las cuales se rigen los estados cambian de pueblo a
pueblo y de ciudad en ciudad, pero no por eso son menos válidas en cuanto a la
responsabilidad de los ciudadanos.

Protágoras sigue un método realista y optimista en cuanto al funcionamiento de


estos “sentimientos del ciudadano”, en contraste con Platón, quien muchas veces
expone sus dudas acerca de la posibilidad de que se realice su estado utópico.

La ética de Protágoras se basa en el sentimiento de convivencia de los ciudadanos


tal y como se manifiesta y funciona en la vida social. Este sentimiento de Protágoras
lo formula con los términos “respeto para consigo mismo, respeto para los demás”
la cual es una gran enseñanza que se debe ponerlo en práctica en la vida diaria.

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