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HACER POLÍTICA CON EL DAKAR

Bolivia nuevamente acoge la competencia automovilística campo traviesa del Dakar, de una
larga historia pasando por los paisajes más inhóspitos y remotos del planeta, por quinto año
consecutivo seremos sede de este evento que así como tiene muchos seguidores y adeptos
tiene muchos detractores.

Más allá de las condiciones del paisaje y la factibilidad técnica que los organizadores toman
en cuenta a la hora de determinar los países por los cuales se trazara el recorrido en extenso,
existe un factor económico muy importante que se traduce en la disposición a pagar la
franquicia o el derecho a la marca Dakar para poder ser sede oficial del evento.

En ese sentido el Estado Plurinacional de Bolivia desde el año 2014 ha destinado


importantes sumas de recursos para garantizar la participación como sede del Dakar, en los
pasados 4 años se ha erogado 14 millones de dólares americanos (84 millones de bolivianos
aproximadamente); el mismo ha sido justificado como una inversión de propia voz de
autoridades nacionales como el presidente, siendo que no solo ha generado movimiento
económico acumulado de 402 millones de dólares americanos (3 billones de bolivianos
aproximadamente) en el país a raíz de la competencia sino también ha sido una palestra para
promocionar la belleza natural y atractivos turísticos de Bolivia alrededor del mundo.

Si bien parecería un “negocio redondo” en términos netamente de inversión y rentabilidad de


la misma para el Estado boliviano, lo cierto es que no se conoce a ciencia cierta si estas
cifras exorbitantes responden a un relevamiento serio por parte del Ministerio de Turismo o
el propio Instituto Nacional de Estadística. En ese sentido la duda es justificable en vista que
no solamente se tienen más referencias a dichas cifras que en discursos políticos siendo
estos meros materiales propagandísticos de la gestión del primer mandatario Evo Morales
Ayma.
Es innegable el movimiento económico que el Dakar al ser un evento internacional de tal
magnitud genera en nuestro país, sin embargo no se puede medir y mucho menos percibir
resultados concretos en la economía boliviana. Si con el fin de promocionar Bolivia como
destino turístico a nivel mundial se emplea una inversión de 4 millones de dólares
americanos para atraer tan solo 200.000 turistas extranjeros (tan solo 20% del total de
espectadores registrados el año 2016) estamos ante un simple gasto público.

Querer afirmar que el Dakar es una política pública del Estado Plurinacional de Bolivia es
simplemente faltar a la verdad, el gasto “Dakar” es simplemente política, al carecer de
objetivos medibles, metas planteadas y una verdadera planificación que oriente la
disposición de recursos públicos, que han mermado en las arcas nacionales tras el fin de la
“década de oro” de precios internacionales.

Más allá de los efectos negativos ambientales, culturales y sociales que trae consigo el
Dakar, es necesario analizar el daño económico de hacer política cuando el verdadero
potencial de la actividad turística requiere de inversiones y no solamente el auspicio de
eventos que no hacen al fortalecimiento y promoción de Bolivia como destino turístico fuera
de nuestras fronteras.

Por: Carlos Armando Cardozo Lozada


Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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