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SALMO 119:55

“Me acordé en la noche de Tu nombre, oh Jehová,


Y guardé Tu ley”

Un detalle interesante en el relato de la creación (Gén 1) es que no leemos que


Dios creó las tinieblas. La Biblia da a entender que antes que Dios comenzara a
crear el mundo material “las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Gén 1:2).
Lo que Dios hizo fue crear la luz (Gén 1.3); y cuando lo hizo, “separó…la luz de las
tinieblas” (Gén 1:4). Luego Dios llamó a las tinieblas, “Noche” (Gén 1:5).

De todos modos, por haber sido creada por Dios, la noche era parte de lo que Dios
llamó “bueno en gran manera” (Gén 1:31). La noche daba descanso al ser
humano, a los animales, y hasta a las plantas. Durante la noche las estrellas
brillaban, y así la oscuridad servía para glorificar a Dios. Hasta el día de hoy, la
noche anuncia la sabiduría de Dios (Sal 19:2b).

Pero el pecado cambió el carácter de la noche. A partir de la caída del ser humano,
la noche se volvió algo negativo. En vez de ser un tiempo de descanso (algo
positivo), se volvió un tiempo en que no se podía trabajar (algo negativo). La
“noche” afectó aun al Hijo de Dios, quien dijo: “es necesario hacer las obras del
que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene cuando nadie puede
trabajar” (Juan 9:4). Claro, no estaba hablando de la “noche” física, porque
muchas veces Él trabajaba de noche (ver Marcos 1:32-34; Juan 3:1-2). Estaba
usando la palabra en una forma figurada, tal como la tenemos en Apo 21:25.
Recién en la nueva creación – en los nuevos cielos y la tierra nueva, leemos que
“no habrá noche” (ver también Apo 22:5).

La “noche” no sólo impide hacer la voluntad de Dios, sino que incentiva el pecado.
La “noche” simboliza y caracteriza el reino de Satanás. Él es el príncipe de las
tinieblas, y sus siervos están muy activos de noche (“esta es vuestra hora, y la
potestad de las tinieblas”; Lucas 22:53). Por eso el sol se oscureció por tres
horas, cuando Cristo colgaba en la cruz (Lucas 23:44).

La noche es el tiempo de tentación. Fue de noche que Judas dejó el aposento alto,
y salió para entregar a Jesús (Juan 13:30). Fue en la noche que Satanás pidió
zarandear a Pedro (Lucas 22:31); y fue de noche que Pedro negó conocer a su
Señor (Lucas 22:54-62). En realidad, el ‘mundo’ ama la “noche”, y prefiere las
“tinieblas”, porque sus obras son malas (Juan 3:19).

Por eso Pablo llama al pecado, “las obras de las tinieblas” (Rom 13:12). Las
“glotonerías…borracheras…lujurias…” se cometen de noche (Rom 13:13), no de día.
“Los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se
embriagan” (1 Tes 5:7). Con razón el Señor advirtió a Sus discípulos que “el que
anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él” (Juan 11:10).

Es a partir de toda esta enseñanza bíblica que debemos entender la declaración del
Salmista en este verso: “Me acordé en la noche de Tu nombre…y guardé Tu ley”.
¿Será que simplemente no podía dormir? Si fuera así, el Salmista habría dicho: “y
medité en Tu ley” (ver Sal 63:6). Pero lo que dice es, “y guardé Tu ley”. Da por
entendido que la noche resultó ser un tiempo de tentación espiritual (ver Sal 6:6);
y lo que le ayudó a vencer esa tentación, fue recordar el nombre de Dios y tomar la
decisión de guardar Su ley.

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En español, el verbo “me acordé”, tiene la idea de traer a la mente; recordar algo
que por un momento estaba fuera de la mente, en el olvido. Pero ese no es el
sentido del verbo en hebreo. La palabra, ‘zakar’, significa “marcar”, “resaltar”. Se
usa en el contexto del diluvio, cuando Dios “se acordó” de Noé (Gén 8:1). No es
que Dios se había olvidado de él; sino que lo ‘marcó’, se ‘fijó en él’, para poner fin a
las lluvias.

Esa noche, que el Salmista describe en este verso, él no se había olvidado de Dios.
Cuando dice, “Me acordé…de Tu nombre”, lo que está diciendo es: “en el momento
de la tentación, me fijé en el nombre de Dios; marqué su nombre en mi mente, y
eso me ayudó a resistir la tentación”.

No sabemos de qué se trataba la tentación. Lo más probable es que tuvo algo que
ver con el tiempo de aflicción que estaba pasando (v.50). Sus enemigos se
estaban burlando de él (v.51), y eso lo tenía deprimido (v.52). Estaba indignado
por el comportamiento de esos “inicuos” (v.53), que eran “soberbios” (v.51). En
medio de todo eso, cuan fácil sería sentirse desanimado; cuestionar a Dios;
preguntarse por qué Dios no hacía algo por ayudarle.

Lo que le ayudó al Salmista, según su propio testimonio, es que se acordó del


“nombre” de Dios; el nombre “Jehová”. Para los judíos, el término “nombre”
significa el carácter de una persona. En medio de la tentación nocturna, el Salmista
se fijó en Dios, y comenzó a meditar en Sus atributos. Hizo lo mismo que el autor
del Sal 42, que en medio de sus pruebas, dijo: “Me acordaré [‘zakar’]...de Ti” (Sal
42:6).

Quizá el autor del Salmo 119 marcó en su mente que Jehová es el Dios de
salvación (Sal 42:5b). Que Jehová es un Dios de “misericordia” (Sal 42:8). Que Él
era su “Roca” (Sal 42:9), en quien podía confiar plenamente cuando todos los
demás estaban en contra de él. Por encima de todo se acordó que su Dios es
“Jehová”, el Dios eterno; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Dios que se
reveló a Moisés con ese nombre, y quién salvó a Israel de Egipto.

Fijarse en todo eso, le ayudó a resistir la tentación de desanimarse o de quejarse


contra Dios. También le ayudó a no responder mal con mal, y a no guardar rencor
en su corazón contra sus enemigos. En resumen, fijarse en Dios le ayudó a
guardar la ley de Dios (v.55b).

Nos hace pensar en el testimonio de David en el Salmo 17.

“Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;


Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste;
He resuelto que mi boca no haga transgresión”
Sal 17:3

La experiencia del salmista nos enseña que si queremos resistir a Satanás, y a


vencer las tentaciones que él nos lanza de continuo, tenemos que aprender a fijar
nuestra mirada en Dios. Es lo que el autor de Hebreos enseña cuando escribe:
“puestos los ojos en Jesús” (Heb 12:2). Y es lo que Pablo dice en sus cartas:
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col 3:2). Esa es la
mejor manera de ayudarnos a vencer las tentaciones de la ‘carne’ (Col 3:5-17).

Cuando Moisés estaba desanimado, y corriendo el riesgo de desobedecer a Dios, le


dijo: “Te ruego que me muestres Tu gloria” (Éx 33:18). El resultado fue una nueva
revelación del NOMBRE de Dios (Éx 34:5-8). Y sobre la base de esa revelación
Moisés siguió caminando con Dios cuarenta años, guardando Su ley, y viviendo en
obediencia a Él. ¡Sigamos el ejemplo de Moisés (2 Cor 3:18)!

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