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Celulitis ¿epidemia de nuestra época?

Por Walter Neil Bühler


No nos referimos a la Lipodistrofia ginecoide (acumulación de tejido adiposo en
determinadas zonas del cuerpo, que forma nódulos adiposos de grasa). Aunque la “piel
naranja” alcanza a más del 90% de la población femenina, no puede hablarse de “epidemia”;
en cambio cuando uno advierte que cada humano está llegando a este mundo con su celular
bajo el brazo, casi como un apéndice de su propio cuerpo, podemos hablar de una epidemia
de dimensiones universales y llamarla –apropiadamente- “celulitis”.
Cada vez es más habitual que los padres regalen a sus hijos su primer celular, a veces los hijos
a los padres; la familia y los amigos se inter-obsequian los preciosos móviles. Por eso parece
oportuno comenzar esta nota con un mini cuento de Julio Cortázar.
INSTRUCCIONES PARA CARGAR EL CELULAR Piensa en esto: cuando te regalan un celular te
regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan
solamente el celular, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena
marca, manzanita con mordisco incluido; no te regalan solamente ese menudo picapedrero
que pondrás lo más cerca que puedas y que paseará contigo. Te regalan -no lo saben, lo
terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo
que es tuyo pero no es tu cuerpo, algo que hay que atar a tu cuerpo y no puedes despegarlo.
Te regalan la necesidad de cargarlo todos los días, la obligación de verificar diariamente
noticias, correos, mensajes; te regalan la obsesión de controlar que sincronice con la hora,
con otros dispositivos, hasta con el clima. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben,
de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu celular con los demás
celulares. No te regalan un celular, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del
celular.
Hace poco, (12 de febrero), se cumplieron cuarenta años del fallecimiento de Cortázar. Algún
avispado lector advertirá que en 1984 no existían los celulares. ¡Estás en lo cierto, Chespirito!
Lo más parecido a un móvil era un mamotreto de Motorolla que media un tercio de metro y
pesaba un kilo. En realidad lo que leímos recién, es un minicuento “travesti”; con mínimas
correcciones (como cambiar reloj por celular, o agregar manzanita), he travestido el pequeño
relato que Cortázar incluyera en su “Historia de Cronopios y de Famas”, bajo el título de
“Instrucciones para dar cuerda al reloj”.

Nomofobia, phubbing, fomo, whatsappitis, y vibranxiety


Hay una tendencia al aislamiento. Cuando caminamos por la calle o en el colectivo
advertimos cómo las personas se olvidan de lo que ocurre a su alrededor mientras están
concentrados en sus teléfonos móviles. Choques con personas, atropellos, faltas de atención
y tropiezos son algunas de las consecuencias más comunes. Pero los accidentes no son las
únicas consecuencias de estar conectado al móvil y las redes sociales. En los últimos meses
los médicos han encendido una voz de alarma respecto del uso excesivo de estos aparatos y
sus consecuencias: aislamiento social, adicciones u obsesiones.
Fobias tecnológicas hay muchas, adicciones también, al internet, juegos, etc. Especialistas
españoles detectaron el 2011 una nueva fobia que la padece el 53% de usuarios de teléfonos
celulares. La nomofobia es considerada una patología tecnológica y consiste en el miedo
irracional a salir a la calle sin celular, olvidarlo, perderlo, que se descargue la batería o estar
en una zona sin cobertura. El término es una abreviatura de la expresión inglesa “no-mobile-
phone phobia”. Una consecuencia asociable es el síndrome de la “llamada imaginaria”
(vibranxiety). De acuerdo con el médico Larry Rosen, autor del libro iDisorder, el 70% de los
usuarios de dispositivos móviles ha alucinado sintiendo que su celular había sonado o
vibrado, sin que en realidad lo hubiera hecho. El miedo a perderse algo de lo que ocurre en
las redes sociales ya tiene nombre: “FOMO” (Fear of missing out). Por su parte, Whatsapp
también puede generar trastornos. En la “whatsappitis”, a las dolencias físicas como dolor en
las falanges y muñecas (tendinitis) producto del tecleo constante, se suman trastornos
psicológicos.
Recientemente se ha acuñado un término “phubbing” para definir el comportamiento de
desairar a la persona que está a nuestro costado, justamente por prestarle a atención a
nuestro dispositivo móvil. La palabra nació en mayo del 2012 en la Universidad de Sydney
(Australia) y proviene de la unión de dos palabras en inglés: phone que significa teléfono y
snubbing que significa desairar y aunque es un término recientemente acuñado este
comportamiento no es nuevo pues la tendencia de ignorar a nuestros acompañantes y
priorizar nuestros dispositivos móviles va en aumento, (para lo que hay que escuchar ¿no?).

El celular en el trabajo
La problemática del uso del celular en el trabajo presenta más interrogantes que respuestas.
¿Puede el empleador prohibir su uso, o inclusive su portación? ¿su utilización puede ser
causal de despido?, ¿puedo jugar a Preguntados o al Blac Jack, mientras trabajo? ¿puedo
mandar al carajo al jefe por SMS? ¿Enviar insinuaciones por whats app a la mina de tesorería?
Hay una primer respuesta: puede hacer todo eso si no ha sido notificado que se trata de
conductas impropias. La jurisprudencia nacional –con cierta exageración- pone énfasis en
que la mayor parte de las “malas” acciones de los empleados requieren de una advertencia
previa para ser consideradas causal de despido, en especial consideran que los reglamentos
internos deben describir claramente aquellas situaciones que no serán aceptadas por el
empleador.
El tema es muy complejo. Piense ¿privaría a esa pobre empleada municipal del placer de usar
el celular, mientras Ud. espera dos horas a que lo atienda? ¿Le quitaría el smarthphone al
simpático chofer que está enviando mensajes a una querida amiga? No se pierda el próximo
capítulo de esta singular columna de opinión, donde esos y otros interrogantes no serán
respondidos. Carpe diem.

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