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UNAM/FFyL

Literatura Iberoamericana V: Literatura caribeña

Miravete de la Fe Ángel Alejandro

¡VIVA PUELTO RICO LIBREEEEEE!: procesos de descolonización y resistencia lingüística

en Pollito Chicken de Ana Lydia Vega

Ana Lydia Vega (6 de diciembre de 1946, San Juan, Puerto Rico) es una escritora puertorriqueña

conocida en el ámbito literario, sobre todo, por su singular producción narrativa, la cual se

caracteriza por conjugar altas dosis de humor —en especial de sátira—, temas con trasfondo

político, certeras pero bien manejadas críticas a la sociedad de su nación y un afán de

experimentación lingüística que se sirve de diversos registros populares y cultos. Dentro de dicho

corpus narrativo (compuesto en su mayoría de cuentos breves pero contundentes) es que se enmarca

Pollito Chicken, pequeña ficción en spanglish que relata la historia de Suzie Bermiúdez, una mujer

puertorriqueña que, una vez emigrada a Estados Unidos, al igual que muchos otros caribeños que

partieron en busca del ‘sueño americano’, sufre de un terrible un proceso de desidentificación con la

cultura propia en pos de asimilar los valores de la sociedad norteamericana. El objetivo de este

ensayo es resaltar en dicho cuento de Ana Lydia los mecanismos que lo configuran como una

potente crítica decolonial a la lamentable situación en que muchos latinos se encuentran hoy en día,

así como demostrar someramente que el uso del spanglish en la literatura representa una posible vía

deconstructiva ante las imposiciones lingüísticas y culturales del Imperio1 sobre America Latina.

Pollito Chicken (título acertadamente tomado de una popular canción infantil que en países de habla

hispana se utiliza para que los niños aprendan sus primeros vocablos en inglés)2 comienza

1 Al igual que la obra de Ana Lydia, este ensayo parte de ciertas reflexiones políticas acerca de la actual situación de
desventaja entre Estados Unidos y el resto del continente americano, que, considero, se basan en políticas de corte
imperialista. Por ello, para referirme a dicha nación utilizaré en mayor o menor medida la palabra Imperio a lo largo de
este trabajo.
2 La primer estrofa de la canción dice así: “Pollito, chicken/ gallina, hen/ lápiz, pencil/ y pluma, pen.”
2
contándonos cómo fue que Suzie Bermiúdez —que seguramente es la expresión tipográfica de la

manera en que los angloparlantes pronunciarían el apellido ‘Bermúdez’, cuestión que ya nos indica

qué tan colonizada se encuentra para entonces la identidad de la protagonista— decidió regresar a

Puerto Rico, su tierra natal luego de no haber pisado en 10 años la isla:

Lo que la decidió fue el breathtaking poster de Fomento que vio en la travel agency del lobby
de su building. El breathtaking poster mentado representaba una pareja de beautiful people
holding hands en el funicular del Hotel Conquistador. Los beautiful people se veían tan
deliriously happy y el mar tan strikingly blue y la puesta de sol —no olvidemos la puesta de
sol a la Winston-tastes-goood— la puesta de sol tan shocking pink en la distancia que Susie
Bermiúdez, a pesar de que no pasaba por el Barrio a pie ni bajo amenaza de ejecución por la
Mafia, a pesar de que prefería mil veces perder un fabulous job antes que poner Puerto Rican
en las applications de trabajo y morir de hambre por no coger el Welfare o los food stamps como
todos esos lazy, dirty, no-good bums que eran sus compatriotas, Suzie Bermiúdez, repito, sacó
todos sus ahorros de secretaria de housing project de negros —que no eran mejores que los
New York Puerto Ricans pero por lo menos no eran New York Puerto Ricans— y abordó un
747 en raudo y uninterrupted flight hasta San Juan. 3 (en linea énfasis mío)

Es un anuncio publicitario colocado en una agencia de viajes (nada más norteamericano, sin duda),

un anuncio asombroso, que quita el aliento (breathtaking), truqueado con todos los artilugios de que

es capaz la mercadotecnia: una pareja sonriente, digna del mejor retrato familiar o de una portada de

revista de modas (beautiful people) tomándose las manos con un paisaje paradisiaco detrás mientras

vacacionan en el Hotel Consquistador —coincidencia en lo absoluto fortuita—, es este anuncio,

decía, el que orilla a Suzie a buscar la misma felicidad empaquetada y, como cualquier humano del

primer mundo que se permita gozar de los privilegios de la globalización, viajar a Puerto Rico en

busca de unas vacaciones de película, a pesar de que siente aversión por sus compatriotas y no

pondría un pie en la isla ni por decreto presidencial. Resalta mucho el contraste que se da entre las

adjetivaciones en inglés que se utilizan para describir el póster, todas ellas dentro de un plano

‘positivo’ (aunque no por ello exento de sarcasmo) que exotiza las tierras del Otro y las que se

3He decidido respetar la orto-tipografía original del cuento y no marcar en cursivas, como se recomienda hacerlo, las
palabras de origen anglosajón presentan en las citas que extraiga del mismo.
3
utilizan para hablar de los puertorriqueños, descritos, a la manera gringa, como flojos y sucios,

rasgo que se mantendrá durante toda la obra. No obstante, al aterrizar el avión y poner los pies en

suelo boricua, la realidad golpea en la cara a Suzie como una onda de calor y desmiente la felicidad

fabricada e idealizada de aquél anuncio en el lobby:

Al llegar, se sintió all of a sudden como un frankfurter girando dócilmente en un horno de cristal.
Le faltó aire y tuvo que desperately hold on a la imagen del breathtaking poster para no
echar a correr hacia el avión. La visión de aquella vociferante crowd disfrazada de colores
aullantes y coronada por kilómetros de hair rollers la obligó a preguntarse si no era
preferible coger un bus o algo por el estilo y refugiarse en los loving arms de su Grandma en
el countryside de Lares. (En línea énfasis mío)

Acostumbrada, sin duda, al american way of life —o mejor dicho, colonizada por éste—, Suzie

queda shockeada al enfrentarse a la verdad de las cosas, Puerto Rico es como un horno,

completamente disímil con el clima frío del norte, y está lleno de gente no-blanca con un ritmo y

costumbres muy diferentes a las del Imperio; multitudes (crowd) de gente ruidosa que viste colores

vistosos, con mujeres que llevan tubos (hair rollers) en la cabeza. Se trata de un horno rarísimo muy

exótico en comparación con las grises ciudades de EE. UU., casi folclórico (tampoco es casual que

ésta sea la primer imagen que la protagonista presencia al estar en la isla: Suzie mira, o quiere

mirar, con los ojos del conquistador). Es por ello que de inmediato la mujer piensa en refugiarse en

el confort familiar que le producirían los brazos de su abuela, como una manera de volverse ajena

ante lo que presencia sus ojos, al choque fronterizo que le produjo volver a su país de origen, mas la

fantasía familiar también le durará poco: “Pero on second thought se dijo que ya había hecho

reservations en el Conquistador y que Grandma bastante bitchy que había sido after all con ella y

Mother diez años ago” (en línea). La familia podría representar una metáfora de la nación, de todo

aquello que Suzie ha intentado borrar durante los últimos años (su identidad cultural, su pertenencia

a lo puertorriqueño), por lo cual decide alejarse, abrumanda, de los fantasmas maternales y del

bullicio boricua y se dirige rápidamente a su hotel en un station-wagon “[…] cundido de full-blood,


4
flower-shirted, Bermuda-Shorted Continentals con Polaroid cameras colgando del cueIlo”, donde, a

el aire acondicionado le permite darse un respiro, sintiéndose “[…] como si estuviera bailando un

fox-trot en la azotea del Empire State Building”. (En línea)

Resulta sumamente significativo que en pleno paraíso tropical, en la paradójica apertura (al menos

respecto a las presiones colonizadoras) que implicaría regresar a casa4 , Suzie decida refugiarse en

espacios cerrados, artificiales —como el Hotel Conquistador o el station-wagon—, producto de la

modernidad y la colonización que le recuerdan a su vida en los Estados Unidos y le proporcionan

comodidad y distracción. Espacios en los que, piensa, podrá dar rienda suelta a sus deseos

colonizadores, liberarse, pero a la americana, e intentar negar lo que sus ojos le muestran. A partir

de este momento, gracias a la problemática de lo cerrado/lo abierto, se acentuará cierta lucha

fronteriza, presente en todo el relato y que ya había sido inaugurada por el magistral uso del

spanglish, donde una lengua y otra compiten y se entrelazan (aunque siempre una resulte

vencedora), por un lado, entre las aspiraciones primermundistas de la protagonista, su deseo por

pertenecer a la sociedad norteamericana y su anhelo por encontrar en medio del Caribe lugares y

personas que le recuerden, que la hagan sentir, en mayor o menor medida, en los Estados Unidos y,

por el otro, la marcada diferencia que la realidad puertorriqueña se empeña en mostrarle, el

sentimiento de culpa que la abrasa por sentirse parte de algo que ha querido negar durante los

últimos diez años. “[…] Ana Lydia Vega nos presenta un problema humano cada vez más frecuente:

la aculturación del emigrante, la vergüenza que éste puede sentir de sus orígenes miserables, hasta

el punto de renegar de ellos, los patéticos intentos de integración en una cultura que no consigue

asimilar, y finalmente la soledad en que puede vivir una mujer latina de escaso nivel cultural

transplantada a un mundo donde los valores más cotizados son los materiales, el trabajo y el éxito

social.” (Soler-Espaubia en línea)

4Sobre ésta y otras paradojas de la situación fronteriza, recomiendo consultar Borderlands/La frontera: la nueva
mestiza de la escritora chicana Gloria Anzaldúa, para quien “[t]he borderland es un lugar vago e indeterminado creado
por el residuo emocional de un límite artificial. Está en un estado de constante transición”. (61)
5
Así, dentro de tremenda encrucijada, lo local será tratado con desdén y lo norteamericano idealizado

hasta el límite: “Aprender a hablar good English, a recoger el trash que tiraban como savages en

las calles y a comportarse como decent people era lo que tenían que hacer [los puertorriqueños]

y dejarse de tanto fuss” (Vega en línea énfasis mío). La ideología colonizadora que mira al otro

como salvaje e incivilizado ha tomado el lugar de lo familiar y de lo propio para Suzie, quien se

identifica más con lo norteamericano que con lo caribeño y se muestra complacida, en cierta

medida, por los cambios que la implantación de la vida moderna ha dejado en el suelo boricua. En

ese mismo sentido, su llegada al hotel ya nos dice demasiado:

El Conquistador se le apareció como un castillo de los Middle Ages surgido de las olas. Era just
what she had always dreamed about. Su intempestivo one-week leave comenzó a cobrar
sentido ante esa ravishing view. Tan pronto hizo todos los arrangements de rigor, Suzie se
precipitó hacia su de luxe suite para ponerse el sexy polkadot bikini que había comprado en
Gimbers especialmente para esta fantastic occasion. Se pasó un peine por los cabellos teñidos
de Wild Auburn y desrizados con Curl-free, se pintó los labios de Bicentennial Red para
acentuar la blancura de los dientes y se frotó una gota de Evening in the South Seas detrás de
cada oreja. (En línea énfasis mío)

El rechazo a su propia identidad boricua, a lo que implica ser-boricua-en-el-mundo globalizado, se

demuestra mediante artificios fruto de la ciencia cosmética y de la moda: su bikini, su cabello

teñido y los labios rojos en un intento por pasar como una mujer blanca, estadounidense y con

estabilidad económica, pero también en su lenguaje corporal, en sus modo y su habla —cuando

responde en inglés a la pregunta del barman sobre su nacionalidad, por ejemplo5 —. No es gratuito,

pues, que El Conquistador sea lo que siempre había soñado (o al menos lo aparente). El hotel

funciona como una puerta hacia lo que ella considera una vida mejor, hacia su completa integración

(que no obstante será tan artificiosa e imposible como el pedazo de concreto paradisiaco en el que

se encuentra) a la cultura del dominante/conquistador. Suzie fue a Puerto Rico para imitar lo que vio

5“—Ujté ej pueltorriqueña, ¿noveldá?


preguntó un awful hombrecito de no más de three feet de alto, emborujado como un guineo niño en un imitation Pierre
Cardin mini-suit.
—Sorry”. (En línea)
6
en el cartel, pero de igual manera fue para demostrarse, podríamos pensar, que ya no pertenece a ese

lugar. Así, para vivir su sueño, desde este momento todo lo que ella haga y consuma, incluso el

sexo, deberá presentar la garantía de lo made in USA o de sus fetiches. Sin embargo, la utópica

fantasía de piñas coladas y agua clorificada durará muy poco y, de nuevo, la cruel bofetada de la

realidad se lo hará saber: El funicular no sirve y el lugar está lleno de trabajadores nativos; además,

los pocos huéspedes norteamericanos que hay no satisfacen sus deseos elevados por el alcohol (pues

ya se encuentra en el bar): “Suzie Bermiúdez buscó en vano un rostro pecoso, un rubicundo crew-

cut hacia el cual dirigir sus batientes eyelashes. Unfortunately, el grupo era predominantly senil,

compuesto de Middle-class, Suburban Americans estrenando su primer cheque del Social

Security” (En línea).

Por más que ella desee hacer a un lado lo propio, lo local, ‘la sangre llama a la sangre’ (sangre

boricua, en este caso), y luego de la decepcionante cacería de un hombre americano con quien dar

rienda suelta a sus pasiones y unos tragos de más: “[…] Suzie no tuvo más remedio que comenzar a

inspeccionar los native specimens con el rabo del ojo. Y —sería seguramente porque el poolside

no era air-conditioned— fue así que nuestra heroína realized que los looks del bartender

calentaban más que el sol de las three o'clock sobre un techo de zinc”. (En línea énfasis mío)

Lo rechazado pasa a convertirse, contra su voluntad, en objeto de sus deseos y sin darse cuenta,

Suzie se tiende una trampa en su mismo juego: entre cocteles tropicales y miradas candentes, retrato

paródico de la supuesta hiper-sexualidad caribeña, la misma que pronto la orillará a perder su

construida y cosmopolita fantasía; luego de algunos coqueteos más o menos descarados con el

barman, un excelente ejemplar de la belleza masculina que los trópicos tienen para ofrecer, “[…]

Suzie Bermiúdez sintió que la empujaban fatalmente, a la hora del más febril rush, hacia un

sudoroso, maloliente y alborotoso streetcar named desire”. (En línea énfasis mío)

Y ya nada de lo que haga ahora podrá parar aquél tranvía del deseo y la pasión. Suzie podrá haberse

teñido el cabello y hablar un inglés perfecto, pero no puede luchar contra su ‘sangre caliente’,
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contra lo que aquí la hace boricua, por más que intente escapar de todo ello. En medio de la frontera

imaginaria, pero encarnada en su cuerpo, entre opulentes rascacielos y carritos de hot-dogs y

palmeras caribeñas y ritmos latinos que obligan a mover el cuerpo, la protagonista es vencida; no

puede negar sus raíces y termina por entregarse:

Oh my God, murmuró [ya en su habitación, otro espacio cerrado], sonrojándose como una
frozen strawberry al sentir que sus platinum-frosted fingernails buscaban,
independientemente de su voluntad, el teléfono. Y con su mejor falsetto de executive secretary y
la cabeza girándole como desbocado merry-go-round, dijo:
—This is Miss Bermiúdez, room 306. Could you give me the bar, please?
—May I help you?
inquirió una virile baritone voz con acento digno de Comisionado Residente en Washington. (En
línea énfasis mío)

En este punto del relato dejamos de saber directamente de Suzie, ya que la narración pasa a

enfocarse en aquél barman de pelo en pecho y piel morena con el que estuvo coqueteando en la

piscina, el cual contaba a sus amigos lo ocurrido luego de la llamada en la habitación 306:

“Entonces el admirado mamitólogo narró cómo, en el preciso instante en que las platinum-

frosted fingernails se incrustaban passionately en su afro, desde los skyscrapers inalcanzables

de un intra-uterine orgasm, los half-opened lips de Suzie Bermiúdez producían el sonoro

mugido ancestral de: —¡VIVA PUELTO RICO LIBREEEEEEEEEEEEEEEE!” (En línea

énfasis mío).

Al final son el cuerpo mismo (aquél que intentaba negar) y sus intensidades, eróticas en este caso,

los que descolonizan a Suzie Bermúdez (ya sin la i). Es mediante lo carnal, lo exhuberante, aquello

que ha caracterizado frente al consumidor del primer mundo a los latinoamericanos, pero que desde

la Conquista ha sido también una terrible cruz6 , que las ilusiones aspiracionistas de la protagonista

caen, aunque sea momentáneamente, en el olvido. La sexualidad, el goce carnal implica en la

historia una reconciliación con Puerto Rico, la aceptación de su identidad cultural, de su idioma (en

6Recordemos, por ejemplo, las descripciones que Vespucio y muchos otros hacen de los nativos al tocar por vez
primera tierras americanas y las repercusiones que tuvieron al fabricar la leyenda del Nuevo Mundo.
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la batalla fronteriza, el español —el español boricua— resulta victorioso) e incluso la promesa de

una futura libertad.

Innegablemente, lo político en Ana Lydia Vega no se centra únicamente en una burla hacia los

estereotipos boricuas (la ilusión de ser norteamericanos, la exuberante sexualidad latina, etc.) sino

que implica una profunda crítica a las lógicas imperialistas que predominan en Puerto Rico —y el

Caribe—, lo cual no es de extrañar si se considera la situación cuasi-colonial en la que se encuentra

dicha isla. Así, podríamos situar la escritura de la autora, sobre todo sus trabajos en spanglish,

dentro de un marco decolonial que abre múltiples posibilidades para su lectura, pero que también se

vuelve una herramienta, una estrategia combativa ante las lógicas colonizadoras. De modo que

enfrentarse a su cuentística es enfrentarse, así, a una obra compleja, en movimiento, siempre

decosntruyéndose.

Considero que Ana Lydia Vega es una de las más grandes voces que ha dado no sólo Puerto Rico,

sino la literatura latinoamericana en general y que resulta urgente y necesario abordarla dentro de

los estudios académicos y universitarios, tanto a nivel de investigación como de difusión; se trata,

en efecto, de una obra que merece ser estudiada, pero, más que nada, leída y disfrutada.

BIBLIOGRAFÍA

Anzaldúa, Gloria. “I. Nuestra tierra, Aztlán”. Borderlands/La frontera: La nueva mestiza. Trad.

Norma Elia Cantú. PUEG/UNAM: México, CDMX, 2015. Impreso.

SOLER-ESPIAUBA, Dolores. “Mestizaje lingüístico: Funciones del español e inglés en la expresión


de los sentimientos en la narrativa hispana femenina de EE.UU.” Actas del I Congreso de la
Asociación Lingüística y Filológica de América Latina Región Noroeste de Europa.
Groningen, Holanda, May. 18-20, 2000. Universidad de Groningen/ALFAL: 2001. En línea

VEGA, Ana Lydia. “Pollito Chicken”. Ómnibus. Núm. 4. Jul. 2005. En línea

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