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Carácter en construcción, parte I

Por Ricardo Salazar


Categorías: Discipulado y Educación, Predicación y Enseñanza

Prestar atención a nuestro carácter es una tarea relevante y que trasciende el hoy.
El amor encabeza la lista de Pablo. Lo primero que produce el Espíritu de Dios en
una persona es amor.

EL AMOR

Introducción

Hoy quisiera subrayar el amor. Leamos la exhortación de Pablo a los


gálatas en cuanto al carácter que debían tener como fruto del control
del Espíritu Santo en ellos:

«El fruto del Espíritu Santo es amor, alegría, paz, paciencia,


amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio» Gálatas
5.22 NVI.

Cada uno de los aspectos que describen el carácter cristiano


serán el foco de atención en la serie que hoy se inicia «Carácter en
construcción». E propósito principal de la serie es despertar la
conciencia de cada uno de nosotros desie ante la necesidad urgente
de revisar constantemente nuestro corazón, nuestro carácter delante
de Dios. Avanzaremos parte por parte.

Prestar atención a nuestro carácter es una tarea relevante y que


trasciende el hoy. En el verso 19, Pablo ha afirmado que las obras de
la carne describen a la persona en la que no se encuentra el carácter
de Dios. Aquella persona que es controlado por la carne puede
practicar «inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y
brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades,
disensiones, sectarismos», y la lista continúa hasta el verso 21. En él
termina señalando que alguien cuyo carácter lo describen estas obras
no participará del reino de Dios.

Prestar atención a nuestro carácter es una tarea relevante y que


trasciende el hoy. El amor encabeza la lista de Pablo. Lo primero que
produce el Espíritu de Dios en una persona es amor. Por eso quiero
hablar un poco al respecto. El tema del amor ha sido muy
manoseado. Los cantantes hablan del amor, y algunos hasta se
arman su propio enredo.

Sin amor no soy nada


Lo que Pablo pretende, en 1 Corintios 13, no es enseñar que los
dones y los ministerios no importan y que el amor sí. No. Lo que Pablo
está señalando es que no existe manera alguna de usar
productivamente tu potencial, de ser efectivamente exitoso, si no
estás dejando que el Espíritu forme el carácter de Dios en ti. El amor
es la esencia de ese carácter, y si no lo tienes, no tienes nada.

No creo que sea capaz de hablar del amor sin recurrir a la famosa
poesía de Pablo en 1 Corintios 13. Para entenderlo resulta necesario
conocer el contexto. La iglesia de Corinto hoy podría ser calificada de
exitosa. ¿Por qué? Era una iglesia con un significativo crecimiento
numérico, poderosa económicamente, y aunque estaba anclada en
medio de una cultura muy compleja y difícil, se observaban en ella
impresionantes manifestaciones del Espíritu Santo. Y aunque
abundaba en el uso de algunos de los dones más espectaculares —
lenguas, milagros, profecía—, a estos cristianos les faltaba mucho por
alcanzar el carácter de Cristo. Particularmente les faltaba el amor.

Pablo les tira una «bomba», ese capítulo. No solo les va a enseñar
cómo medir la espiritualidad genuina, sino que también a
dimensionar la vida de manera correcta. Resulta interesante que
algunos de los conceptos que Pablo les enseña, atacan la connotación
de amor que tradicionalmente le ha dado el mundo y que muchas
veces ha sido confundido con sexualidad. algunas de las bases que
necesito establecer antes de desarrollar el concepto, son algunas de
las frases bíblicas que son verdades claras y concretas acerca del
amor:

«Dios es amor» Esta es una afirmación de Juan en el capítulo 4 de


su primera carta. No dice que él tiene amor, sino que él es la esencia
del amor. A pesar del ministerio que desarrolle o de todo aquello que
haya logrado, si no practica el amor de Dios en su vida, está vacío a
los ojos de Dios.

Ese amor, que es Dios mismo, ha sido derramado en el corazón de


los que tienen a Cristo, Pablo asegura en Romanos 5.5 «que el amor
de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo
que nos ha sido dado.» Escuche, dentro de usted y de mí reside el
amor de Dios que ha sido derramado ahí. Entonces, ¿por qué no se
manifiesta como yo quisiera? O ¿por qué es que me conoce? Está
seguro de lo que está diciendo? Veamos por qué no se manifiesta.

Es una verdad tácita en las Escrituras, sumamente fuerte. La ofrece


Juan en su primera carta: «quien no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor» (4.8). Si alguien no ama, Juan señala que hay
una interrogación sobre tu vida. ¿Realmente usted conoce a Dios?

Ese cuestionamiento es duro, y me obliga a echarme hacia atrás y


suplicar: «Dios, hay cosas que yo debo ajustar y revisar en mi vida».

Otro punto importante se encuentra en Juan 17.26, Jesús oró y dijo:


«Dios, Padre mío, que el amor que tú me has dado a mí esté en ellos,
y yo mismo esté en ellos». Cuando alguien decide amar con el amor
de Dios, renovar su mente y adaptarse al concepto bíblico del amor,
está logrando algo que parece increíble, la petición de Cristo al Padre
está siendo concedida. El amor empieza como un concepto, crece
hasta llegar a ser un sentimiento, pero para ser consistente, solo
consigue una decisión, de lo contrario Dios no nos ordenaría que nos
amemos lo unos a los otros.

Hace diecinueve años, cuando Guiselle, mi esposa, me vio en los


pasillos de la Universidad Nacional de Costa Rica ella experimentó
una gran emoción. Nunca antes me había visto y pensó «qué guapo,
buen mozo, qué afro» yo no solía usar medias, siempre andaba con
tenis y un jeans que parecía una «salchicha». Sé que a ella se
emocionó. Lo vi en sus ojos. Luego, cuando empezamos a conocernos
más esa emoción creció en ella hasta convertirse en un sentimiento.
En esa etapa empezó a escribir cartas, «te quiero», «no podría vivir
sin ti» Las tengo todas guardadas. Cuando nos casamos, para que ese
sentimiento fuera consistente tuvo que actuar en ella la decisión de
continuar amándome, porque en el curso de diecisiete años he
cometido suficientes imprudencias como para que ella se pregunte:
«¿Cuándo sale el próximo cohete a Saturno?, ¡por favor! Quiero
mandar a alguien para allá.» Una emoción crece hasta llegar a ser
sentimiento y se mantiene solamente por decisión.

En la construcción del carácter no existen atajos. El carácter suyo


no surgirá porque alguien ora por usted o porque le ponen la mano en
la cabeza. No se forma por eso. El carácter es fruto del sometimiento
diario, constante y total a Cristo. La armonía en el hogar llega por
hombres y mujeres que han sometido su corazón y por ende su
carácter a la voluntad de Dios y deciden amar con el amor que Dios
pone en su corazón.

Pablo en I Corintios 13.1–3 dice «si hablo en lenguas humanas y


angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que
resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y
entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo
una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor no soy
nada. Si reparto a los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada
gano con eso».

Pablo empieza hablando en estos tres primeros versos de la


importancia del amor. Nos advierte que no es opcional. Está
señalando que si usted cree que si solamente por las grandes
hazañas que logre, usted recibirá el aplauso del cielo, está
equivocado. Eso no impresiona al corazón de Dios. Un hombre o una
mujer que ejerce algún ministerio o lleva a cabo una buena obra en
esta tierra, pero no es movido por el amor por Dios, según Pablo, es
puro ruido.
¿Sabe cuál es el sentido de esta figura? En Corinto las religiones
paganas utilizaban los címbalos, en sus ceremonias sagradas, para
llamar la atención de sus dioses. Cuando Pablo dice no eres más que
un címbalo que suena cuando actúas sin amor, es precisamente lo
que ocurre en un hogar cuando por la inercia de los años, una pareja
pierde su capacidad de amar. Esa capacidad se atrofia por la falta del
ejercicio del amor en su relación. Solamente la inercia del tiempo, la
costumbre de vivir bajo un mismo techo es lo que los conserva juntos,
Pero ya se ha perdido lo más importante, la chispa de la vida. A esto
se refiere Pablo.

Esto nos obliga a preguntarnos a nosotros mismos ¿por qué yo


hago lo que hago?, ¿por qué estoy haciendo lo que estoy
haciendo?, ¿por qué?, ¿cuál es mi motivación? Quizás tengamos el
aplauso de la gente, pero lo que importa ¿no es lo que Dios piensa?
Pablo advierte que si tuvieres mucho conocimiento de los misterios y
de todo lo que se pudiera saber, sin amor nada eres. Si tuvieres una
fe capaz de mover una montaña, pero no tienes amor, no eres nada,
nada, nada. Si fueres una persona capaz de sacrificarse a tal extremo
de dar tu cuerpo para ser quemado, de dar con generosidad, pero no
te movió el amor, ahí solo lograste un hecho de estereofón, hueco,
seco. Me conmueve la última frase: «de nada te sirve». Me impacta
que el Dios del cielo no se deja impresionar con lo que usted y yo
hacemos. A él lo impacto sólo lo que usted y yo somos.

Pablo nos enseña en esos tres versos que sin amor soy pura bulla,
sin amor no soy nada, sin amor nada gano. Con estas tres frases
Pablo a la persona que no manifiesta el amor de Dios en su vida. A
pesar de los dones que tenga, a pesar del ministerio que desarrolle, a
pesar de todo aquello que haya encontrado, que haya logrado, si no
practica el amor de Dios en tu viva, estás vacío a los ojos de Dios.
Quizás tengamos el aplauso de la gente, pero lo que importa ¿no es lo
que Dios piensa?

En los versos 4 al 6 Pablo presentan la segunda intención,


personifica al amor, y hace que el amor nos confronte. Empecemos
con un ejercicio:

Si yo le pregunto a usted, ¿es usted una persona amorosa?


Califíquese en una escala de 0 a 10. Piense qué calificación se daría.
¿Un 5, un 8, un 3? ¿Sabe?, yo me hubiera calificado con 7. Pero
después de esos versos, he quedado apaleado. Ha sido la parte más
difícil de trabajar con este pasaje, porque desnudaron mi corazón, me
golpearon de frente, me dijeron tú necesitas pedir perdón a Dios.
Ricardo, necesitas reconocer, que no estás caminando en el mismo
nivel de amor que Dios ha derramado en ti. Cuando llegué a esos
versos, me dije: «mejor llamo a Sixto y le pido que predique del amor,
él es el predicador ideal para hablar de él». Pero decidí: Entrémosle al
asunto, para eso está la Biblia, para que nos confronte y nos
transforme. Esos tres versos describen al amor como a una persona
delante de la cual tú te paras y te obliga a preguntarte ¿soy así?
¿Tengo esa estatura? ¿Reacciono con los hechos que los diez
mandamientos demandan al igual que el Sermón de la Montaña
demanda acción y reacción?

En el próximo boletín de Predicación publicaremos la


segunda parte de este sermón.

Ricardo Salazar, es el pastor principal de la Iglesia Vida


Abundante (http://www.vidaabundantecr.org), en la ciudad de
San José, Costa Rica. ©Copyright, 2009, todos los derechos
reservados.

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